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Francesc Oui
El goce del analista aparece así negado en lo que a su relación con el saber
se refiere. El analista sería el sujeto supuesto saber a la vez que sujeto
supuesto no gozar, entendiéndose el goce como goce del pasaje al acto que
no sería otro que el sexual. Esto implica la muerte del psicoanálisis como
saber, ya que no se tiene en cuenta al deseo del analista, ni a su función
lingüística, ni a la relación entre sexo y saber, ni por supuesto a la novedad
científica del psicoanálisis. Entonces se preservan, como especies en
extinción, prejuicios como la distancia física entre analista y analizante, la
primacía de lo biológico sobre el lenguaje, la omnipresencia de la referencia
al sexo en la teoría analítica, y por supuesto el anacronismo social del
psicoanálisis, al que se desacredita precisamente porque es científico,
porque es subversivo y porque le supone un problema serio a cualquier
institución. El que no lo entienda puede decir que es psicoanalista pero
difícilmente haya entendido algo del trabajo que hizo Freud o del
fundamento teórico que le proporcionó Lacan, así que básicamente vive en
la ignorancia de todo el que no sabe ni goza.
Para Bauzá, “el goce no es posible sin el cuerpo y no es posible tampoco sin
el lenguaje. El lenguaje da los medios para llegar al goce aunque también lo
limita. Con el lenguaje el sujeto queda dividido. Solo es posible obtener un
goce parcial que está asociado al lenguaje.” Pero el objeto satisfactorio está
por construir: “el objeto no viene dado; hay que construirlo, hay una
actividad que no es placentera, que queda fuera del principio de placer.” El
objeto(a) es contrario a la satisfacción porque es causa de deseo y por ello,
en cierta medida, es causa de un cierto tipo de insatisfacción o de
encuentro inesperado con un vacío. A este vacío podemos llamarle un
minus de goce para situarlo, como al plus de goce, en una punta de las
propiedades gozables. Por el mismo motivo que yo no puedo gozar del
cuerpo del otro sino, como mucho, del mío a través del suyo, el goce de un
objeto que puede ser una letra no está al alcance de mi lengua ni de mi
cuerpo, sino que es mi cuerpo el que, gracias al lenguaje y a pesar de su
signo divisor, debe construir una especie de puente hacia un objeto de
deseo. Ese puente puede caerse a cualquier momento, pero así es la
posibilidad de goce.