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ESCUELA DE PSICOLOGÍA
Enero, 2011
Santiago, Chile
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
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Dedico este trabajo:
A todos los hombres y mujeres que día a día trabajan por construir un mundo mejor
Y a mis maestros, quienes me han enseñado que hay género manifestado en todo; que los
principios masculino y femenino están siempre presentes y activos en todas las fases de los
fenómenos y en todo plano de vida.
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AGRADECIMIENTOS
Quisiera agradecer en primer lugar a Andrea Jaramillo mi profesora guía, por su humildad y
dedicación en la construcción de conocimientos, su disposición a crear juntas este proyecto y su gran
apoyo en la realización de la investigación. De igual forma, agradezco a Lilian Reyes,
Socioeconomista, por sus aportes en textos de economía y pobreza, por su apoyo intelectual,
emocional, sus críticas y comentarios otorgados en el desarrollo de la tesis.
Agradezco de manera muy especial a la Fundación Ford por su apoyo generoso, por confiar en mi
proyecto, en mis capacidades y generar nuevas oportunidades para mi desarrollo profesional.
Además, agradezco profundamente a cada una de las personas que trabajan Fundación EQUITAS por
el amor, la dedicación y la rigurosidad con la que hacen su trabajo, especialmente a Anita Rojas,
Cecilia Jaramillo, Pamela Díaz- Romero, Jaumet Bachs y Viviana Macaya.
De manera especial reconozco a Bárbara Cohen mi gran compañera de magíster, con quien compartí
muchos momentos de crecimiento profesional y personal. De igual forma agradezco a mis amigos,
compañeras de magíster, tesistas, estudiantes e investigadores de diversas carreras y universidades
con los que tomé contacto en el desarrollo de la tesis, y que me aportaron con sus ideas, proyectos e
investigaciones.
También deseo agradecer a Graciela por abrirme el camino y permitirme entrar en su maravilloso
mundo, y a todas las mujeres emprendedoras que colaboraron en la investigación con tanto cariño, y
que desde el corazón accedieron a conversar sobre su experiencia, les doy las gracias por construir
juntas este trabajo.
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ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN…………………………..…………….………….……….7
II. ANTECEDENTES TEÓRICOS Y EMPÍRICO.…….……….……….….......10
1.Pobreza..……………….................................................................................10
2.Perspectiva de Género..……………………..…………..……….…….……13
3.Mujer y Trabajo…………………………..…………....................................18
4.Autoempleo, Emprendimiento y Microemprendimiento...……...……............25
5.Instituciones de Microfinanzas…..…………………………………............28
III. OBJETIVOS……...……………………..……..…..……….….….................32
IV. PREGUNTAS DIRECTRICES…….……….…………….....…...................33
V. METODOLOGÍA…………………………….……………...….…..............34
1. Participantes …………………………………………...............................34
2. Procedimiento…………………………………………….……………….35
3. Instrumentos de Recolección de Información.……………………………36
4. Procedimiento de Análisis de Datos……………….……………………...37
5. Consideraciones Éticas…………...……………………………………….38
VI. RESULTADOS ………………………………….………………….………40
1. Resultados Descriptivos………………………………………….……….40
2. Resultados Relacionales ………………………………………………….53
3. Modelo General …………………………………………………………..67
VII. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN……..…………….…………………..73
VIII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ………………….…………………83
IX. ANEXOS…………………………………………………………………...97
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RESUMEN
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I. INTRODUCCIÓN
En América Latina un 24% del total de empleos urbanos (Banco Mundial, 2007) se compone de
personas que, al no encontrar empleo en el sector estructurado de la economía, crean sus propias
fuentes de ingresos. Muchas veces estos microemprendimientos solo logran darles ocupaciones
precarias, y requieren capital para la adquisición de materias primas y otros asuntos necesarios,
siendo el factor económico el principal obstáculo para el desarrollo de su negocio (Lacalle,
2001).
En las últimas cuatro décadas se puso en práctica una nueva estrategia para afrontar esta realidad:
desde la economía surge el microcrédito, un instrumento financiero accesible para personas
excluidas del sistema bancario formal, que a través de pequeños montos de dinero busca fomentar
el desarrollo de estos pequeños negocios. El microcrédito se ha implementado tanto desde
agencias de desarrollo, gobiernos, organismos internacionales y organismos no gubernamentales,
que pueden atender una amplia gama de necesidades económicas: nuevos emprendimientos de
sectores marginales y de sectores medios, necesidades de financiamiento de microempresarios
pobres o de pequeñas empresas ya existentes, del circuito formal y/o informal, proyectos sociales
o comunitarios, entre otros (Bercovich, 2004).
Los programas de microcrédito pueden tener como objetivo principal aliviar la pobreza,
beneficiando sobre todo a individuos “vulnerables” o directamente excluidos del sistema,
buscando movilizar ahorros y permitiendo desarrollar las capacidades de las comunidades
locales, creando trabajo y mejores condiciones de vida para las familias. En ese nivel, el
microcrédito apunta a satisfacer las necesidades más básicas de los individuos, en forma rápida y
a partir de recursos muy limitados (Bercovich, 2004).
Cabe señalar que estos programas han tenido una importante proporción de beneficiarias mujeres.
Por ejemplo, en el año 2005 más de 3000 Instituciones de Microfinanzas (en adelante IMF)
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habían prestado servicios a 113 millones de personas en el mundo, de las cuales el 84% eran
mujeres (Pronyk, Hargreaves & Morduch, 2007). Lacalle (2001) plantea una de las características
de las IMF, es que se dirigen especialmente a mujeres, debido a que ellas son las más
desfavorecidas entre los pobres, y por lo tanto, son las que cumplen la mayoría de las veces los
requisitos de elegibilidad. Además, las tasas de devolución de las mujeres son superiores a las de
los hombres, lo que da lugar a que las instituciones microfinancieras prefieran dirigirse hacia
ellas, para así lograr más fácilmente el objetivo de autosuficiencia financiera.
Aunque las mujeres son las que más utilizan programas de microfinanzas, el diseño de productos
financieros rara vez aborda los aspectos específicos de género (Johnson, 1999). En esta línea,
Vonderlack y Schreiner (2001) plantean que efectivamente, a pesar de la creencia prevaleciente
de que las microfinanzas ayudan a las mujeres, pocos programas de microfinanzas han
desarrollado maneras concretas para satisfacer las distintas demandas de las mujeres en situación
de pobreza.
En general, se han realizado evaluaciones de impacto de las IMF desde una perspectiva
cuantitativa (Romani, 2002), a través de indicadores económicos (Hidalgo, Altamirano, Zapata &
Martínez, 2005) y macro sociales, tales como salud (Mk Nelly & Dunford, 1999), educación
(Chemin, 2008; Maldonado & Gonzalez-Vega, 2005), trabajo (Chemin, 2008) y bienestar (Mk
Nelly & Dunford, 1999; Corsi, Botti, Rondinella & Zacchia, 2006; Cheston & Kuhm, 2002; Pitt,
Kandker & Cartwrithe, 2003; Pronyk, Hargreaves & Morduch, 2007; Banco Mundial de la
Mujer, 2006).
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permitió mantener su negocio. Por otra parte, Hidalgo, Altamirano, Zapata & Martínez (2005) en
un estudio que tuvo como propósito evaluar los efectos económicos de proyectos de
microfinanzas en mujeres de México, plantean que más del 50% de las socias con negocios
apoyados por los proyectos de microfinanzas evaluados, percibían que su negocio había
mejorado. En ambos estudios se da cuenta de la relevancia que el crédito tiene para el desarrollo
y la mantención de los negocios, sin embargo, es necesario complementar esta información desde
una perspectiva que permita dar cuenta de la experiencia vivida por lo/as usuario/as de estos
programas. Para ello es necesario abordar el impacto de las IMF, a través de un metodología
cualitativa, que permita integrar a la información ya existente “las vías a través de las cuales
ocurren los impactos, los cambios en el comportamiento de los beneficiarios en el tiempo, así
como detectar impactos no previstos” (López de Lérida, 2009, p. 120). En este contexto, la
evaluación de la experiencia de las usuarias de las IMF desde una aproximación cualitativa,
permite recoger su visión e integrar a la comprensión de este fenómeno la perspectiva de género.
Precisamente, este estudio se propone describir y analizar la evaluación que las mujeres realizan
sobre su experiencia en microemprendimiento, específicamente en mujeres usuarias de Fondo
Esperanza (en adelante FE).
Cabe señalar que un estudio sobre el impacto del crédito entregado por FE, mostró que los
negocios de los clientes mejoraron, con un incremento en las ventas y en las ganancias para
usuario/as con permanencia promedio de dos años de antigüedad, y también la satisfacción de sus
necesidades básicas, con un aumento en aportes al ingreso familiar de un 40% a un 60%. El
estudio indica que el 91% de los usuarios manifestó sentirse más seguro para tomar decisiones y
el 75% consideraba que había aumentado el contacto con sus vecinos (Fondo Esperanza, 2006).
Sobre la base de estos hallazgos, es pertinente y relevante preguntar sobre los aspectos subjetivos
involucrados en estas experiencias, y dado que el 87% de las usuarias de Fondo Esperanza son
mujeres, resulta fundamental integrar la perspectiva de género a la comprensión de la experiencia
emprendedora.
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II. ANTECEDENTES TEORICOS Y EMPÍRICOS
1. Pobreza
En Chile, el monto deducido a partir de la CBC, es de $ 32. 067 en la zona urbana y de $24.710
en la zona rural (ingreso por persona). Si el ingreso es equivalente o inferior a este se considera
en situación de indigencia; y la línea de pobreza se ha establecido considerando una entrada igual
o menor a dos canastas, valorado en $64.134 en la zona urbana y de $43.242 en la zona rural
(MIDEPLAN, 2010). Según este parámetro, en el año 1999 un 21.7% de la población en Chile
vivía en situación de Pobreza, cifra que disminuyó a un 15.1% en el año 2009 (MIDEPLAN,
2010).
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Los indicadores anteriormente presentados, permiten dimensionar la cantidad de personas que
viven en situación de pobreza, sin embargo, para comprender este fenómeno se debe indagar y
sustentar más allá de estas variables económicas, ya que los efectos de la pobreza trascienden lo
meramente material, al abarcar la vida espiritual y afectiva de las personas (Valdés, 2005).
En efecto, la medición de la pobreza solo por ingreso ha sido criticada por Sen (1996) quien
plantea que la pobreza puede ser más intensa que la medida mediante el ingreso, por lo cual
utilizar una línea de pobreza que no varíe entre las personas, puede ser errado para identificar y
evaluar la pobreza. Desde su perspectiva, la pobreza es comprendida como la falta de
capacidades básicas mínimas que permiten a los individuos tomar parte en la sociedad, a través
del ejercicio de su voluntad (Sen, 1996). En esta línea Desai (citado en Control Ciudadano,
1997), propone las siguientes capacidades como básicas y necesarias: (a) la capacidad de
permanecer vivo y gozar de una vida larga; (b) la capacidad de asegurar la reproducción
intergeneracional; (c) la capacidad de una vida saludable; (d) la capacidad de interacción social;
y, (e) la capacidad de obtener conocimiento y libertad de expresión y pensamiento. Desde esta
perspectiva, la pobreza es vista como limitación de la libertad de los individuos (Martínez, 2004).
Cabe señalar que Sen (1996) reconoce que la pobreza como insuficiencia de capacidad y la
pobreza de bajos ingresos, están interrelacionadas. Plantea que si bien los ingresos pueden ser un
medio importante para la generación de capacidades, son las capacidades las que llevan a la
obtención de un mayor poder adquisitivo, que permite ampliar la productividad económica de
una persona. De esta manera, Sen (1996) intenta cambiar la atención en los medios (como los
ingresos), para centrarse en las capacidades de las personas.
Sin embargo, Larraín (2008) plantea que la gran mayoría de los estudios económicos sobre
pobreza se han restringido a medir los aspectos que resultan más fáciles de cuantificar, que son,
generalmente, los elementos materiales. Es decir, en la práctica las mediciones se concentran en
los aspectos tangibles de la pobreza, no ocurre lo mismo cuando se habla de los aspectos
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intangibles, tales como, los elementos ligados a la calidad de vida o la sensación de desaliento
que provoca estar en pobreza (Larraín, 2008). Es así como quedan sin consideración el cómo
viven las personas su situación de pobreza.
Rojas y Jiménez (2008) van más allá y plantean que las mediciones de pobreza no incorporan el
juicio que las personas enuncian sobre su propia situación, ya que las definiciones de pobreza y
los indicadores de pobreza lo establecen expertos, a través de una cierta cantidad de ingreso o
determinadas capacidades. Según estos autores en los estudios de pobreza ha predominado un
“enfoque de arriba hacia abajo” (p.12), en donde expertos definen, miden y diseñan programas
para reducir la pobreza. Para estos autores esta visión tiene limitaciones para capturar la
complejidad de la pobreza tal y como las personas la viven (Rojas & Jiménez, 2008). En esta
línea, Giarrizzo (2007) plantea que las dimensiones de la pobreza son profundas, y van más allá
de las mediciones, ya que “sentirse pobre puede desencadenar una serie de perturbaciones físicas,
psicológicas, y sociales, que ponen en riesgo el bienestar individual y social” (p.3).
En este contexto, las medidas subjetivas de pobreza se basan en la percepción que tienen los
hogares o personas sobre cuáles son sus propias necesidades y cuál es su situación económica y
social. Buscan, entre otras cosas, que las personas expresen si se consideran pobres, y que
comenten respecto a las condiciones de vida que les ofrece su hogar (Larraín, 2008).
De esta manera, la pobreza subjetiva abarca a aquellas personas que teniendo ingresos que
superan al mínimo de subsistencia (están por encima de la LP), sostienen que ganan menos de lo
que necesitan para no sentirse pobres. Así, la pobreza es subjetiva porque estas personas no son
pobres según la definición consensuada de pobreza, pero a pesar de ello se perciben pobres. Su
percepción de pobreza es claramente subjetiva porque trasciende a la definición tradicional que
vincula a la pobreza con la no satisfacción de una canasta básica de subsistencia (Giarrizzo,
2007).
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De este modo, sin tratar de negar las incuestionables dimensiones económicas y de capacidades
presentes en el fenómeno de la pobreza, es interesante señalar cómo la pobreza, al relacionarse
con categorías como el género y la edad, puede ser leída, más que como un dato, como una
experiencia subjetiva heterogénea y en cambio constante (Gamboa, 2007). Así, las diversas
trayectorias de vida individuales, tienen un impacto particular en relación con la pobreza y sus
significados. Además las nociones de pobreza cambian históricamente, no solo colectiva sino que
individualmente. Desde esta perspectiva, las personas pueden percibir su situación económica
como más o menos dramática, según la relacione con otras experiencias como el abandono o el
maltrato. Es así como, independientemente de dónde la ubiquen las estadísticas, una persona
puede estar sobre la LP y sentirse pobre o sentirse no pobre. Ello depende de las representaciones
que las mujeres y los hombres tengan de la pobreza, y de las relaciones que establezcan entre esta
y los discursos de género o etarios, entre otros (Gamboa, 2007).
En síntesis, el marco de pobreza que sirve a este estudio se relaciona principalmente con la
denominada pobreza subjetiva, al interesarse particularmente en si las mujeres se sienten pobres o
no, y las vivencias asociadas a esta condición, y cómo esto se relaciona con el género y los roles
asumidos por ellas.
Durstewist (2000) plantea que un rol es un “modelo de comportamiento que un grupo social
imprime a las personas que lo forman” (p.5), estos incluyen actividades, actitudes y
comportamientos y se vinculan también a expectativas, diferenciadas para hombres y mujeres,
sobre cómo ser, cómo sentir, cómo actuar y sobre sus posibilidades dentro del grupo social. Estos
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roles de género no son neutrales, sino que implican diferentes derechos, obligaciones, opciones y
poder de decisión para las mujeres y los hombres, muchas veces desfavoreciendo a las mujeres
(Durstewist, 2000).
En este sentido, el análisis con perspectiva de género permite aproximarse a las relaciones
sociales establecidas a partir del género, y puede hacer visible lo invisible, constatar la existencia
de diferencias entre hombres y mujeres, y en ponderar cómo estas diferencias devienen en
desigualdades (Pacheco & Blanco, 1998).
Según Valdés (2005), la pobreza femenina aparece como el resultado de las desigualdades de
género, concretamente de la falta de poder y la limitación de las mujeres de acceder a recursos
económicos, políticos y culturales, en equivalentes condiciones que los hombres.
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Las cifras sobre pobreza indican que en el año 2000 la población mundial sumaba casi 6000
millones de personas, y cerca de 4000 millones de personas vivían bajo el umbral de la pobreza
relativa, y 1300 millones bajo el umbral de la pobreza absoluta, de las cuales un 70% eran
mujeres (ONU, 2000, citado en Valdés, 2005). En Chile, según la Encuesta de Caracterización
Socioeconómica Nacional (CASEN) hay un 15.7% de mujeres en situación de pobreza, frente a
un 14.5% de hombres. Además, el 47.9% de los hogares indigentes y el 43.2% de los hogares
pobres tiene jefatura femenina, porcentaje que se reduce en los hogares no pobres llegando al
31.6% (MIDEPLAN, 2010). Según estas cifras hay más mujeres conformando la población pobre
del país y un alto porcentaje de hogares con jefatura femenina están en situación de pobreza.
Diversas autoras llaman a esta tendencia, feminización de la pobreza (Buvinic, 1998; Valdés,
2005), que se refiere, entre otras cosas, a la proporción cada vez mayor de mujeres en situación
de pobreza (Chant, 2003). Para Buvinic (1998), la feminización de la pobreza debería ser una
preocupación prioritaria en la política mundial, debido al creciente número de mujeres que
desempeñan un papel económico y son jefas de familia, además de madres, ya que su pobreza
frena el crecimiento económico mundial y perpetúa el círculo vicioso de la privación de una
generación a otra.
La noción de feminización de la pobreza es objetada por Damián (2003), quien sostiene que si
bien la desigualdad de género existe, se observan limitaciones metodológicas para afirmar que
hay una feminización de la pobreza. En esta línea, Rodenberg (2004 citado en Chant, 2005)
plantea que aunque una gran proporción de los 1,300 millones de personas que viven en
condiciones de pobreza absoluta son mujeres “existen muy pocos datos desagregados por sexo
para respaldar la cifra tan frecuentemente citada del 70%”(p.205). De igual forma, Buvinic
(1998) plantea si bien la evidencia no es perfecta para afirmar que existe una feminización de la
pobreza, las tendencias actuales sugieren que las mujeres representan un porcentaje cada vez
mayor de aquellas personas consideradas pobres, si se toma como base el ingreso.
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En este sentido Chant (2003) afirma que es innegable que las mujeres sufren desigualdades
sociales y económicas, pero que no es tan cierto que estas desventajas puedan asignarse
automáticamente a los hogares con jefatura femenina. Plantea además que, no hay una relación
evidente entre los niveles de pobreza y las proporciones de mujeres jefas de hogar, ni entre las
tendencias de pobreza y la incidencia de la jefatura femenina. Para ello cita diversos estudios que
plantean que los hogares encabezados por mujeres tienen las mismas probabilidades de estar
presentes en los segmentos de ingresos altos y medianos de la población como en los de ingresos
bajos.
Diversas autoras coinciden en que existe una discriminación general que desfavorece a las
mujeres y que los instrumentos de medición de pobreza no dan cuenta de las diferencias de
género (Buvinic, 1998; Chant, 2003, Damián, 2003; Valdés, 2005). Frente a esto se propone que,
además de medir la pobreza en términos de ingreso, adquiere relevancia medir la pobreza en
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términos de tiempo (Valdés, 2005; Damián, 2003). En este sentido, Valdés (2005) afirma que
para comprender la dinámica de la pobreza es preciso analizar el concepto de tiempo, sobre todo
porque parte importante del trabajo de las mujeres –como el trabajo en casa- no es valorizado
monetariamente, pero sí puede medirse en términos de tiempo, y son precisamente las funciones
asociadas a su rol, las que le restan a la mujer la posibilidad de acceder a la propiedad y control
de los recursos económicos, sociales y organizativos en igualdad de condiciones que los
hombres. Además sus responsabilidades familiares y el cuidado de los niños, son causa para la
discriminación laboral, por lo cual son más vulnerables a la pobreza (Arriagada, 2005).
En síntesis, existe un cierto consenso respecto de las desigualdades de género existentes, pero hay
divergencias los datos que respaldan las afirmaciones sobre la “feminización de la pobreza”, ya
que estos datos poseen limitaciones para explicar el fenómeno, al basarse exclusivamente en el
ingreso familiar. Otro punto de debate está en la utilización del término “feminización de la
pobreza”, ya que muchas veces se asume una tácita relación entre mujer y pobreza (Chant, 2003).
En efecto, según Chant (2003) el uso del término “feminización de la pobreza” como “lo”
explicativo de las tendencias de la pobreza de la mujer, puede encubrir las desigualdades,
vincular la pobreza con las mujeres y no con las relaciones de género, dar prioridad al ingreso por
encima de otros aspectos de la pobreza, y finalmente victimizar a la mujer y utilizarla como
objeto catalizador de la transformación social. Esta utilización de la mujer como foco de las
intervenciones en pro del bienestar de otros (CEPAL, 2004) tiene implicancias para la mujer, ya
que no sólo debe superar su propia pobreza sino que también “debe” contribuir a reducirla en su
conjunto. Además, el hecho de que haya tan poco espacio para el hombre y para las relaciones de
género en la tesis de la feminización de la pobreza significa que aún sabemos muy poco sobre los
otros grupos vulnerables a la pobreza, y sobre las repercusiones que esto podría tener en términos
de dinámicas intergrupales (Chant, 2003). A pesar de ello, no hay duda de que la tesis de la
feminización de la pobreza ha sido una herramienta muy potente de la acción en pro de la
equidad de género (Chant, 2003).
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3. Mujer y trabajo
Un terreno importante de desigualdad de género se ubica en el ámbito del trabajo. Según la OIT
(2007) la tasa de participación laboral femenina en Chile ha experimentado un incremento en la
última década, ya que del 34.6% en 1997 pasó al 38.5% en 2006. No obstante, sigue siendo una
de las más bajas de América Latina (OIT, 2007; Yáñez, 2009). De igual modo, diversos estudios
dan cuenta de que las condiciones laborales son desiguales para hombres y mujeres, una simple
comparación de ingresos permite señalar que las mujeres ganan menos que los hombres. Según la
OIT el ingreso femenino en Chile equivale al 79% del ingreso masculino (2007) y algunos
estudios plantean que a pesar de ser más educadas, las mujeres ganan menos que los hombres
(OIT, 2007; Comunidad Mujer, 2009).
Para Buvinic (1998), la diferencia en el ingreso es una de las principales razones que explican el
grado de pobreza entre las familias con jefatura femenina, planteando además que la mayoría de
estas mujeres trabajan en actividades mal remuneradas o en la economía informal. Su
planteamiento es consistente con las cifras de la OIT (2007), respecto de las condiciones
laborales, en donde el 21% de la fuerza de trabajo femenino se encuentra en situación de
vulnerabilidad, lo cual duplica la cifra masculina (12%). De igual forma, las oportunidades de
empleo no se distribuyen de la misma manera entre hombres y mujeres, y la calidad de los
empleos de las mujeres es inferior a la de los hombres. En Chile, según el Instituto Nacional de
Estadística (2010), la tasa de desempleo indica que el nivel de desempleo es mayor entre las
mujeres (8.3%) que entre los hombres (6.2%) (INE, 2010).
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efecto, al analizar una encuesta aplicada en Santiago de Chile sobre el uso del tiempo, el Instituto
Nacional de Estadística (2009) constató que el 77.8% de las mujeres destina 3.9 horas para
realizar trabajo doméstico no remunerado entre lunes y viernes, y un 31.8% de las mujeres utiliza
2.67 horas para el cuidado de personas en el hogar. En el caso de los hombres, es de 2.9 y 1.6
horas, pero con tasas de participación muchísimo más bajas (40.7 y 9.2%, respectivamente). A
través de estas cifras, se comprueba un evidente predominio femenino en las labores del hogar.
Esta encuesta también revela que existe una asimetría en la carga de trabajo de hombres y
mujeres que trabajan remuneradamente: las mujeres, además de tener un empleo remunerado,
siguen teniendo bajo su responsabilidad la mayor proporción de las tareas del hogar (INE, 2009),
lo cual las llevaría a cumplir más funciones y responsabilidades.
Sin embargo, estas habilidades parecen perpetuar la discriminación de la mujer, ya que según
Yannoulas y García (2003) existe una segregación horizontal, donde las mujeres se concentran
mayoritariamente en actividades, oficios y profesiones asociados a sus roles domésticos
tradicionales, por ejemplo, secretarias, profesoras, parvularias y enfermeras, en donde prima el
cuidado y la atención a otros/as. Complementariamente, las mujeres trabajadoras son afectadas
por una segregación vertical, que las mantiene en escalones de bajo reconocimiento y valoración,
e imposibilitando el acceso a puestos directivos o de mayor poder (SERNAM, 2009).
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Esta desigualdad se acentúa en los sectores de menos recursos, ya que según el SERNAM (2009)
los indicadores muestran una gran desigualdad entre las mujeres en el acceso al mercado de
trabajo, marcada por los niveles educativos. De este modo, las menores oportunidades de las
mujeres con bajos niveles educativos, que pertenecen a sectores de la población de menos
recursos, se asocian con mayores obstáculos de género, que tienen que ver principalmente con el
trabajo doméstico y el cuidado de los hijos/as.
Esta segregación y sobrecarga laboral de la mujer se conjuga con múltiples desafíos en lo que
respecta a la definición de su identidad, como consecuencia del cuestionamiento de los roles
tradicionalmente asociados al género y la creciente valorización del desarrollo personal a través
del trabajo (Arriagada & Aranda, 2004; Molina, 2006). En este sentido, Molina (2006) señala que
en la actualidad existiría una tensión entre los valores modernos que dan importancia a la mujer
desde su rol en las labores domésticas y en la maternidad, y los valores postmodernos de
autorrealización y autosatisfacción que enfatizan el desarrollo personal en ámbitos como la
relación de pareja y el trabajo. Plantea en este sentido, que dichas opciones pueden ser vistas
como excluyentes enfrentando a las mujeres a la paradoja “o madre o mujer”.
Diversos estudios plantean que las mujeres se ven enfrentadas al desafío de definir su identidad y
soportar las tensiones que involucra la conciliación de los distintos roles que desempeñan
(Arriagada & Aranda, 2004; Paterna & Martínez, 2002, Raskin, 2006, Raymond, 2006, Rocha-
Coutinho, 2008, Solé & Parella, 2004, Sumer & Knight, 2001, Ward & Wolf-Wendel, 2004,
Windsor & Ensher, 2000) con los riesgos que esto implica tanto para su salud mental, como para
el bienestar familiar y su productividad.
En efecto, la desigualdad de género que afecta a las mujeres en el ámbito laboral -a través de la
invisibilización del trabajo de la mujer y discriminación laboral- se conjuga con las tensiones
asociadas a los múltiples roles que debe cumplir, siendo el conflicto entre ser madre o trabajadora
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el que más ha suscitado interés de estudio (Acción Empresarial & Servicio Nacional de la Mujer,
2003; Alvear, Chamorro, Henríquez, Jeria & López, 2005; Comunidad Mujer, 2005; Frye &
Breaugh, 2004; Fundación Chile Unido, 2004; Patterna & Martínez, 2002; Servicio Nacional de
la Mujer, 2002a, 2002b, 2004).
En este ámbito, un estudio realizado por Comunidad Mujer (2009) concluye que el principal
obstaculizador de la inserción laboral de las mujeres en Chile se relaciona con el cuidado de los
hijos, en la medida en que más de la mitad de las encuestadas sostiene que “los hijos están mejor
con su madre, que con cualquier otra persona”, que es probable que los niños sufran si la madre
trabaja y que “cuando la mujer no trabaja los hijos tienen mejor rendimiento escolar”. Por su
parte, Raymond (2006) describe el sentimiento de culpa asociado a los múltiples roles que las
mujeres desempeñan; las estrategias de compresión del tiempo y uso de la red de apoyo para
conciliar trabajo y familia; y el concepto de la (súper) mamá, que pone la maternidad en el centro
de su identidad, pero que al mismo tiempo valora el trabajo como un espacio que le permite
individualizarse, lo cual genera una dificultad para forjar un proyecto de vida global coherente.
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mujeres participantes del estudio reportaron vivir una “maternidad reprochada, violentada y
luchada”(p.27), esto debido principalmente a las presiones económicas, las condiciones precarias
de atención prenatal, la pobreza, el fracaso del método de planificación familiar, el desgaste físico
y los sentimientos de frustración del núcleo familiar. Todo esto lo asume la mujer en un acto de
reproche a su maternidad y las responsabilidades que ella debe asumir, al ser ella quien debe
cuidar de sus hijos y garantizarles alimento, vestido, crianza y educación (Romero & Díaz, 2001).
Por otra parte, en un estudio sobre maternidad en mujeres dedicadas al comercio ambulante
realizado en Honduras, Hassemann (2009) describe el conflicto de las mujeres que son madres y
trabajan en la calle, dando cuenta de la grave discriminación y exclusión social en que estas
mujeres viven y de las devastadores consecuencias para su vida. Esta autora plantea que la
discriminación que sufren estas madres trabajadoras nace de estereotipos sociales que diferencian
entre el trabajo “apropiado” para una mujer -que es madre- y para un hombre. Sin embargo, los
trabajos como el comercio ambulante, son etiquetados como “trabajo de mujer” (Elson, 1999
citada en Hasseman, 2009). Pese a ello, esta autora afirma que no se reconoce la contribución
productiva de las mujeres, ni han podido incorporar a las trabajadoras ambulantes dentro de las
agendas locales de desarrollo (Hassemann, 2009).
Estas experiencias dan cuenta de que la multiplicidad de roles tensiona a la mujer y la sobrecarga,
por lo cual le deja poco tiempo para sí misma. Además, en algunos contextos específicos la
maternidad en sí puede ser un conflicto, y que el conflicto maternidad- trabajo adquiere matices
más devastadores en contextos de pobreza y de trabajo precario.
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laborales, ya que ayuda a contextualizar el fenómeno del microemprendimiento femenino que se
aborda en esta investigación.
El sector informal, según la OIT (2005), reúne a los trabajadores domésticos, a los ocupados de
baja calificación en establecimientos de hasta cinco empleados, a los trabajadores por cuenta
propia (excepto profesionales, administrativos y técnicos), y a los trabajadores familiares. En el
año 2003, el sector informal representaba el 47.4% del empleo urbano en América Latina (OIT,
2005). En Chile, según un informe de evaluación de la OECD, el empleo informal sigue siendo
significativo, aunque más bajo que en la mayor parte de Latinoamérica (Ministerio del Trabajo y
Previsión Social, 2009). Este informe indica que en el año 2006, alrededor de un quinto de los
chilenos empleados no tenía un contrato de trabajo formal o no contribuía al sistema de seguridad
social, y muchos trabajadores independientes, que representan un quinto del total de la fuerza
laboral, deberían probablemente ser incluidos dentro del empleo informal ya que solo un 22% de
ellos paga las contribuciones de seguro social (Ministerio del Trabajo y Previsión Social, 2009).
Los trabajadores y trabajadoras del sector informal tienen poco o ningún acceso a mercados
organizados, instituciones de crédito, capacitación y servicios públicos (Orsatti & Calle, 2004).
Además, no reciben reconocimiento o apoyo, ni se les aplican regulaciones por parte del Estado,
23
lo cual los ha marginado financieramente, aunque continúan funcionando en los límites de la ley
y de los mercados globales.
Durán (2005) plantea que el trabajo informal muestra algunas características comunes con el
trabajo doméstico por su capacidad de hacerse flexible o precario, en términos de derechos
sociales y salarios. En efecto, en este sector de la economía se exacerba la invisibilidad del
trabajo no remunerado como una prolongación del que las mujeres ya realizan dentro del hogar
(Hassermann, 2009).
Según Bastidas (2008), la situación de vulnerabilidad en que se desenvuelve una mujer pobre y
con limitado nivel educativo, hace que se emplee en “cualquier cosa”, más aún cuando tiene que
responder sola por sus hijos. Algunas de ellas podrán crear algún empleo a su medida o un
armarse un “multiempleo” (varias actividades a la vez), pero la mayoría tiende a aceptar una
posición de precariedad, temporalidad e ingresos mínimos (Bastidas, 2008).
En este sentido, Chant y Pedwell (2008) afirman que las mujeres pobres se cuentan entre los
grupos de trabajadores más vulnerables y desprotegidos. Además, estas autoras señalan que los
cambios sociales y demográficos -reflejados, por ejemplo, en el divorcio, las mujeres jefas de
familia y las pautas de envejecimiento y mortalidad- implican más cargas y menos medios para
que las mujeres puedan cuidar de ellas mismas y de sus familias.
24
4. Autoempleo, Emprendimiento y Microemprendimiento
4.1. Autoempleo
El autoempleo consiste en generar el propio puesto de trabajo (Paniagua, 2002). En este ámbito
se pueden distinguir dos grandes grupos, los trabajadores por cuenta propia y los trabajadores
para subordinados o “cuasi-dependientes” (Valdés, 2000). Dentro del grupo de trabajadores por
cuenta propia estarían aquellos trabajadores que desarrollan su actividad bajo los parámetros
habituales del empleo autónomo: trabajo totalmente independiente y trabajo no remunerado
salarialmente. Este tipo de trabajadores organizan por sí mismos su actividad profesional y no
están sujetos, bajo ninguna forma a directrices de terceras personas. Por su parte, los trabajadores
“cuasi dependientes” prestan su actividad de forma coordinada para uno o varios empresarios, de
los cuales dependen económicamente. Este tipo de trabajo, se encuentra a medio camino entre el
autoempleo y el trabajo dependiente (Valdés, 2000).
En todo caso, existe un notable problema de delimitación del autoempleo en general, dado que
constituye un grupo considerablemente heterogéneo (Paniagua, 2002). Sin embargo, lo que
caracteriza al autoempleo, según Rueda (2010), es la búsqueda de un trabajo para sí mismo.
4.2. Emprendimiento
El fenómeno emprendimiento puede definirse, dentro de las múltiples acepciones que existen del
mismo, como el desarrollo de un proyecto que persigue un determinado fin y que se caracteriza
25
por tener una cuota de incertidumbre y de innovación (Formichella, 2004). En la literatura
revisada se plantea frecuentemente que existe confusión en el campo de emprendimiento porque
no existe consenso sobre la definición de emprendedor y los límites del paradigma (Conde &
Saleme, 2003). Es por ello que Conde & Saleme (2003) plantean que para abordar el
emprendimiento como objeto de estudio, se debe considerar la multidimensionalidad del
fenómeno y recomiendan que, para la elaboración de una teoría de la pequeña empresa, se debe
estudiar en primer lugar y ante todo al emprendedor, pues es quien define su comportamiento y
desarrollo. Estos mismos autores plantean que pueden distinguirse dos categorías de
emprendedores: los emprendedores voluntarios y los involuntarios. Estos últimos, se ven
forzados a crear su propio empleo y tienden a auto-emplearse, pero en realidad no son
emprendedores, a diferencia de los emprendedores voluntarios, que buscan desarrollar su
capacidad de innovación y crecimiento (Conde & Saleme, 2003).
A fin de distinguir las características personales de los emprendedores Aragón & Severi (2002)
realizaron un estudio en el cual concluyen que los emprendedores son independientes, enérgicos,
soñadores, tomadores de decisión, realizadores, activos, entusiastas y se sienten responsables de
su destino. Plantean además que los emprendedores están en permanente búsqueda del equilibrio
trabajo/familia, lo cual generalmente les resulta difícil.
26
4.3. Microemprendimiento
Respecto de las últimas, estas le otorgan fundamental importancia a las potencialidades que el
microemprendimiento tiene para aliviar las condiciones de pobreza de las familias marginadas
(CEDEM; 2001). Desde esta perspectiva, el desarrollo de los microemprendimientos se convierte
en una alternativa de autoempleo en economías empobrecidas con altos índices de desocupación.
Respecto de las características de los microemprendedores, el CEDEM (2001) plantea que estos
tienen un nivel de educación bajo y dirigen su esfuerzo a tareas artesanales para las cuales no
necesitan mayores inversiones de capital. Tampoco requieren una actitud emprendedora en el
sentido estricto del término (referido principalmente al crecimiento y la innovación), sino más
bien contar con un oficio o aprenderlo rápidamente para generar ingresos produciendo a pequeña
escala. Su inserción en estas condiciones se vincula a economías de subsistencia y el estímulo a
su desarrollo consiste principalmente en capacitación para la administración y gestión del
negocio y en microcréditos. Desde su perspectiva, otro rasgo distintivo de los
microemprendimientos es su alto grado de informalidad, favorecida especialmente por los
escasos niveles de comercialización y la complejidad de los requisitos legales (CEDEM, 2001).
27
a otros. Además el emprendedor apuesta por el crecimiento, toma riesgos y busca la innovación.
Por otra parte, la distinción entre emprendimiento y microemprendimiento se refiere tanto a los
requisitos de los emprendedores (el emprendimiento requiere de actitud emprendedora, mientras
que en el microemprendimiento no es necesario), al tamaño de la empresa (en el emprendimiento
se busca el crecimiento, mientras que en el microemprendimiento se produce a pequeña escala y
se busca principalmente la subsistencia) y al grado de formalización (emprendimiento asociado a
mayor formalización que el microemprendimiento).
Dada las difusas distinciones entre estos tres términos, para efectos del presente estudio, se
utilizarán de manera indistinta, para referirse a los autoempleos generados por las mujeres y que
tienen como fin la subsistencia o aportar económicamente a su núcleo familiar.
5. Instituciones de microfinanzas
Para comenzar, es necesario señalar que aunque las IMF tienen un alto porcentaje de usuarias
(Pronyk, Hargreaves & Morduch, 2007), son instituciones que no se han definido desde una
perspectiva de género (Johnson, 1999). Luego de esta breve aclaración, es necesario distinguir
dos conceptos que tienden a usarse indistintamente: Los microcréditos y las microfinanzas.
Según Martínez (2009) los microcréditos son préstamos de pequeños montos de dinero y las
microfinanzas abarcan una variedad de servicios financieros para las personas de bajos ingresos,
entre los cuales están, además del crédito, el ahorro y otros servicios complementarios. Por su
parte, las IMF son las instituciones que otorgan servicios de microcréditos y/o microfinanzas.
28
Según Jordán y Martínez (2009) uno de los argumentos de mayor peso para el desarrollo de las
microfinanzas, es que estas instituciones tienen la capacidad de interpretar adecuadamente la
demanda que tienen los sectores de menores ingresos, para poner a su disposición una variedad
de servicios financieros a los cuales pueden acceder dependiendo del ciclo de vida de sus
negocios, su estabilidad y las necesidades de su hogar. Este modelo de desarrollo microfinanciero
ha provocado que en la región opere un gran número de organizaciones denominadas
genéricamente Instituciones de Microfinanzas (IMF), que han logrado altos niveles de
especialización y de importante sostenibilidad financiera comparable a lo experimentado por la
banca tradicional (Jordán & Martínez, 2009).
En Chile, existen más de treinta organizaciones, entre instituciones privadas de ahorro y crédito y
organismos públicos, que ofrecen recursos de fomento y atienden al 15.3% de la población más
pobre del país (Martínez, 2009). Esto incluye bancos, cooperativas, ONGs, organizaciones de
seguridad social e instituciones públicas que ofrecen recursos para fomentar la microempresa
urbana y rural (www.redmicrofinanzas.cl).
Respecto de la perspectiva de género en estas IMF, existen tres ONG que en sus misiones
plantean estar orientadas a hombre y mujeres, y sólo una de ellas se plantea específicamente
hacia las mujeres, formulando como uno de sus objetivos “responder a las necesidades
específicas de las mujeres” (www.finam.cl). En este contexto se ubica la ONG Fondo Esperanza,
la cual da el marco institucional a la experiencia en emprendimiento abordada en el presente
estudio.
Fondo Esperanza (FE) es una organización no gubernamental, sin fines de lucro que nació como
una iniciativa de la Fundación de Beneficencia Ayuda y Esperanza, en el año 1966. En el año
2000 se convierte en una fundación filial del Hogar de Cristo, contando con un directorio y
personalidad jurídica propia.
29
FE se define como una institución de microcrédito solidario pensado para personas que se
encuentran en situación de vulnerabilidad, cuya misión es: “Apoyar a mujeres y hombres
emprendedores de sectores vulnerables a través de servicios financieros, capacitación y redes,
con el objetivo de aportar al mejoramiento de sus condiciones de vida, las de sus familias y sus
comunidades” (www.fondoesperanza.cl).
La institución tiene una cobertura actual de 40.000 emprendedores, siendo el 87% de sus
usuario/as mujeres, ubicadas en 116 comunas entre Iquique y Chiloé. Fondo Esperanza cuenta
con un plan de crédito, una escuela de emprendimiento y de promoción de redes.
Respecto del plan de crédito, Fondo Esperanza ofrece un plan de créditos sucesivo y progresivo,
cuyo primer crédito consiste en $55.000 pesos chilenos. Luego de 3 meses este monto asciende a
$ 85.000 pesos y a $130.000 luego de 6 meses (www.fondoesperanza.cl). Es así como se otorga
un crédito inicial y una vez completado el ciclo, se puede acceder a un “re-crédito” que aumenta
en la medida en que se van cumpliendo ciclos de trabajo.
Cabe señalar que la entrega de los créditos se inscribe en un plan de capacitación y la promoción
de redes sociales. Por su parte, el plan de capacitación se lleva a cabo a través de la escuela de
emprendimiento, la cual utiliza una metodología de educación de adultos, y cuya capacitación
abarca cuatro áreas: el área de desarrollo del negocio, área de desarrollo familiar, desarrollo local
y desarrollo personal.
La promoción de redes, tiene como objetivo generar y/o potenciar vínculos entre los distintos
actores (emprendedores, Bancos Comunales y comunidad) para generar capacidades de
autogestión y así promover el desarrollo humano y comercial de las/os socias/os de FE
(www.fondoesperanza.cl). Esto se desarrolla potenciando el liderazgo de las directivas de los
bancos comunales, como actores del desarrollo local, a través de la promoción de la autogestión
de los bancos comunales como organizaciones locales, y la facilitación de espacios que
promuevan vínculos entre los Banco Comunales y otros actores sociales.
30
En cuanto a la metodología de trabajo, el servicio de FE se entrega a través de los ya
mencionados Bancos Comunales (BC), que se componen por grupos de 18 a 25 personas que
viven en un mismo sector y que se unen para obtener microcrédito. De esta manera, lo/as
beneficiario/as pasan a ser coavales solidarias en el compromiso de pago del préstamo, lo que
significa que si una persona no paga, el resto debe pagar por ella, aún cuando cada una desarrolla
su negocio en forma independiente. La labor de cada banco comunal se desarrolla en conjunto
con una Asesora de Banco Comunal (ABC), cuya labor específica es formar y apoyar la
organización de los bancos comunales, velar por el desarrollo de los/as socios/as y sus negocios,
y llevar registro y control de cartera bajo su responsabilidad.
Cabe señalar que Fondo Esperanza se ha propuesto ser la institución de microfinanzas con el
mejor modelo social para emprendedores de comunidades vulnerables y que sus socio/as se
empoderen, que participan en sus comunidades y aporten a la construcción de un país más justo y
solidario. Para ello establece valores institucionales, los cuales son: la responsabilidad, el respeto,
la solidaridad, la honestidad, la confianza y la transparencia.
31
III. OBJETIVOS
Objetivo General
Objetivos Específicos
32
IV. PREGUNTAS DIRECTRICES
Las siguientes preguntas directrices guiaron la realización del estudio y se presentan ordenadas
según los objetivos específicos:
1. ¿Cómo era la situación de vida de las mujeres previa al inicio de sus emprendimientos?
¿Qué las motivó a emprender? ¿Cuál es la trayectoria de estas mujeres en emprendimiento?
¿Identifican hitos relevantes relacionados con esta trayectoria? ¿Cuáles son los facilitadores y
obstaculizadores de la actividad emprendedora? ¿Cuáles son sus proyecciones como
emprendedoras?
2. ¿Cómo describen su ingreso a Fondo Esperanza? ¿Tienen estas mujeres una experiencia en
IMF diferente a la desarrollada en Fondo Esperanza? ¿En qué han utilizado los préstamos?
¿Cuáles son los facilitadores y obstaculizadores identificados en relación a los préstamos?
¿Identifican características positivas/negativas en relación al servicio de microcréditos,
específicamente a las formas de pago?
3. ¿Perciben estas mujeres que han mejorado su situación económica a partir del desarrollo de
su emprendimiento? ¿Creen que los préstamos otorgados por Fondo Esperanza han contribuido a
mejorar su situación económica? ¿Consideran que existen diferencias entre desarrollar su negocio
sin apoyo de Fondo Esperanza y desarrollarlo con apoyo de la Institución?
4. ¿Identifican consecuencias del microemprendimiento más allá del ámbito económico?
¿Cuáles son esas consecuencias? ¿De qué tipo son? (individuales, familiares, sociales) ¿Cómo
evalúan esas consecuencias? ¿Las consideran positivas/negativas? ¿Esperaban que algo así
sucediera?
5. ¿Cuál es la visión que estas mujeres tienen sobre la participación femenina en
emprendimiento? ¿Atribuyen características especiales al emprendimiento femenino? ¿Creen o
perciben que este es un tema de relevancia social? ¿Describen alguna relación entre la actividad
emprendedora y el desarrollo de la mujer?
33
V. METODOLOGÍA
1. Participantes
La población de estudio está compuesta por todas las mujeres usuarias de Fondo Esperanza de la
Región de Valparaíso. El proceso de selección de las participantes estuvo guiado por los
siguientes criterios de inclusión: (a) Mujeres y madres con experiencia en microemprendimiento,
(b) que vivan o hayan vivido en situación de pobreza, basada en su propia percepción de pobreza
o pobreza subjetiva (c) que participen o hayan participado en Fondo Esperanza y (d) con
residencia en la región de Valparaíso.
Como criterios de exclusión se procuró trabajar con mujeres que tuviesen a lo menos dos años de
experiencia como emprendedoras, a fin de que pudiesen dar cuenta de una trayectoria. Asimismo,
se propuso trabajar con mujeres que no tuvieran patologías psiquiátricas graves que pudieran
afectar de forma muy importante su experiencia.
34
separadas o divorciadas. Las mujeres tenían residencia en tres comunas urbanas de la región de
Valparaíso.
Estas mujeres presentan una trayectoria en microemprendimiento que va de los 4 años a los 30
años, con una media de 12,3 años de trayectoria, superando el mínimo establecido como criterio
(dos años). En los anexos n° 1 y n° 2 se presentan dos tablas que sistematizan las principales
características de las participantes y sus trayectorias como emprendedoras, respectivamente.
2. Procedimiento
Paralelamente a este proceso, la investigadora tomó contacto con mujeres usuarias de FE, dado el
conocimiento previo de la investigadora de algunas usuarias. Asimismo se recorrieron ferias
libres, ferias de emprendimiento y pequeños negocios, en búsqueda de posibles participantes.
Se estableció contacto telefónico con algunas mujeres presentes en la lista entregada por la Jefa
de Oficina de la Quinta región costa, así como también con las mujeres contactadas por vía
personal. En este contacto telefónico, se daba una breve explicación de los objetivos de la
investigación y se invitaba a participar de la entrevista.
Una vez que se llevaron a cabo las primeras entrevistas, se analizó la información obtenida, a
partir de lo cual se generaron los primeros conceptos, categorías conceptuales e hipótesis que
contribuyeron a definir los criterios que sirvieron para seleccionar a las siguientes participantes
(Krause, Cornejo & Radovic, 1998), tal como se plantea en el muestreo teórico (Flick, 2004). Se
analizaron los criterios de muestreo en cada paso (Flick, 2004) y en varios momentos se utilizó la
estrategia de bola de nieve (Patton, 1990) para contactar a potenciales entrevistadas, donde lo que
35
se hacía era solicitar a las mismas entrevistadas que dieran referencia de otras mujeres que
cumplieran con los criterios de inclusión, ayudando ellas mismas a generar los contactos para las
próximas entrevistas. En varias ocasiones, las mismas mujeres entrevistadas preguntaron si se
necesitaba realizar más entrevistas, y luego de entregados algunos detalles sobre los criterios de
inclusión y los resultado emergentes, ellas ofrecían de manera espontánea contactar a sus
conocidas que pudieran brindar información relevante de su experiencia.
Se realizaron trece entrevistas de aproximadamente una hora de duración cada una. Cabe señalar
que, a pesar de contemplar una hora en promedio para las entrevistas, se tomaba un tiempo previo
a la entrevista para presentarse personalmente con las mujeres, ya que solo a una de las
entrevistadas se le conocía previamente de forma personal. Luego se indicaban nuevamente los
objetivos de la investigación, se procedía a leer el consentimiento informado y a firmarlo.
Otro aspecto a considerar es que algunas entrevistas (nueve en total) se llevaron a cabo en las
casas de las mujeres, tres se realizaron en los negocios contiguos a sus casas y una de ellas se
desarrolló en un lugar distinto de su casa. Al vivir estas mujeres alejadas de los núcleos urbanos
de sus respectivas ciudades, la relación de comunicación con ellas se iniciaba al tener que recibir
indicaciones de cómo llegar a su casa. Este proceso, a ojos de la investigadora, facilitó la
36
comunicación inicial y al estar las mujeres en su contexto habitual se sentían cómodas,
entablándose una comunicación fluida y sin mayores inconvenientes.
37
aunque ahora a un nivel comprensivo general, y centradas en los aspectos más relevantes
relacionados al tema de investigación (Krause, 1995). Dando respuesta al objetivo central del
estudio, se identificó que las mujeres emprendedoras consideran que su experiencia en
microemprendimiento les ha permitido generar un círculo virtuoso de la superación. Este
fenómeno se convierte en el modelo relacional selectivo, que de algún modo sintetiza el análisis
de la experiencia en microemprendimiento del grupo de mujeres usuarias y ex usuarias de Fondo
Esperanza.
5. Consideraciones éticas
Uno de los aspectos éticos más importantes apuntaba a que la participación en la investigación
fuese de carácter libre y voluntaria. Para ello se solicitó a las participantes firmar un
consentimiento informado en el cual se explicaba en detalle el objetivo de la investigación, el
procedimiento a seguir y la utilización de los datos. Se explicaba el derecho de las participantes
de no responder a las preguntas en caso de que no lo desearan, y de finalizar la entrevista cuando
quisieran (Gaínza, 2006). Además, se manifestaba el resguardo de su identidad y se solicitaba
autorización para grabar la entrevista. Cabe señalar que todas las participantes aceptaron lo
38
propuesto en dicho consentimiento, participando en el proceso completo de la entrevista
individual y aceptando la grabación de la misma.
Considerando que estas mujeres han vivido situación de pobreza y han tenido vivencias críticas,
se evaluó la posibilidad de que pudiesen emerger experiencias no resultas o muy dolorosas, por lo
cual la investigadora estaba preparada para contener emocionalmente a las mujeres que así lo
necesitaran. En uno de los casos fue necesaria esta contención emocional, debido al recuerdo de
experiencias muy dolorosa, y al finalizar la entrevista se contuvo emocionalmente a la mujer,
quien estaba en un proceso de terapia psicológica.
39
VI. RESULTADOS
1. Resultados descriptivos
En este apartado se exponen las principales características que atribuyen a sí mismas las mujeres
participantes del estudio, la descripción de los emprendimientos que han desarrollado y la
descripción de FE que estas mujeres realizan.
Las dos principales cualidades que emergen al definirse a sí mismas son el ser “independientes”
y “positivas”. El ser independiente se asocia a ser capaz de hacer las cosas ellas mismas, y el ser
positiva a la capacidad de visualizar sus fortalezas y significar positivamente los eventos críticos.
Asimismo, emergen cualidades como ser “perseverante”, “movida” y “activa”, entre otras. De
igual forma, también emerge la descripción de sí mismas a través de sus necesidades, como la
necesidad de apoyo. Otro aspecto relevante, es la descripción de sus motivaciones personales,
entre las cuales aparece fuertemente la motivación al aprendizaje. La principal fuente de
aprendizaje es su propia experiencia de vida, la cual valoran positivamente, siendo también
relevante la historia de vida de sus padres y/o abuelos, a quienes valoran por sus enseñanzas,
principalmente de valores como la honestidad, la sabiduría y el esfuerzo. Estas mujeres
manifiestan que también han aprendido de las experiencias de otras mujeres.
40
eso, como microempresaria, yo lo he conseguido, y eso me ha ayudado mucho
como mujer, porque he podido estar en momentos críticos, con mucha gente…”
(VII, 42).
Todas las mujeres participantes del estudio narran haber vivido en situación de pobreza, ya sea
en su familia de origen o en su familia actual. Desde sus relatos - narrados con tristeza- emergen
vivencias negativas asociadas a esta condición, tales como haber visto insatisfecha su necesidad
básica de alimentación (“no teníamos para comer”), la vivencia del hacinamiento (“dormíamos
cuatro en una cama”), y algunos casos específicos con abuso, maltrato y violencia en el hogar,
relacionados con el alcoholismo, principalmente de sus padres, padrastros y/o ex maridos.
En relación a este punto, las mujeres refieren una significación positiva y una significación
negativa acerca de sus vivencias de pobreza. La significación positiva se relaciona con la
sensación de haber “aprendido de la vida” por haber vivido la pobreza. Del mismo modo se
41
significa positivamente la adquisición de valores, relacionados principalmente con el esfuerzo, la
humildad y la honestidad, planteando la diferencia entre ser un “buen pobre” y un “mal pobre”:
“Y aquí nosotros, como en todas las poblaciones hay gente buena y hay gente
mala y esa gente se va como (ríe) se va por el camino fácil del coso “lo mío es
vender droga y robar”, nosotros no po, (…) mi papá ha sido una persona que
desde chiquitito ha sido emprendedor y, de cierta manera, a nosotros nos ha
enseñado que las cosas hay que ganárselas, siempre, que hay que ganárselas, a mí
nunca me ha dado las cosas en bandeja, siempre me ha hecho que me las gane”(X,
61).
“Mi papá era alcohólico y hacía cada tontera que nosotros estábamos durmiendo
y así (gesto de agitación), que hacía cada locura en la casa, un ejemplo no más:
que le diera un puñete a la ventana y usted estaba durmiendo y de repente ver la
mano con sangre y así vidrios rotos y cosas del pasado que a mí me dejaron de los
nervios así como destrozados, a mi mamá igual, mi mamá es bien nerviosa” (IX,
76).
La pobreza para estas mujeres está conceptualizada principalmente por la carencia económica
que no permite tener para comer, ni para pagar las cuentas básicas, ni para acceder a una buena
vivienda, ni a poder cuidar de manera apropiada su salud y no tener acceso a la educación. Estas
carencias afectan la vida emocional de las mujeres, ya que provocan desesperación, amargura y
desesperanza. Asimismo, en el plano de las relaciones interpersonales, la pobreza encierra,
42
limita y posterga, ya que el no tener dinero, no les permite “moverse”, refiriéndose a que las
limita en sus acciones, no pudiendo realizar sus deseos de ayudar a otros -principalmente a sus
hijos- darse gustos ellas mismas y no poder disfrutar con sus hijos. Esto las lleva a “encerrarse en
su mundo”, perdiendo el contacto social y según sus propias palabras, “dejándolas vulnerables a
una depresión”.
La superación de la pobreza para estas mujeres implica una actitud personal que involucra
optimismo, humildad, gratitud y fuerza, además de la propia exigencia de cumplir las
proyecciones o metas que se han propuesto para ellas y sus familias. Esto se lograría poco a poco
y con mucho esfuerzo, ya que por su situación de origen han empezado “desde la nada”. La meta
para estas mujeres sería que no les falte nada a sus hijos, que estos puedan tener acceso a la
educación y que puedan ser personas útiles a la sociedad, a fin de mejorar la calidad de vida de
las generaciones familiares posteriores (nietos, bisnietos).
De igual forma, superarse implica también mejorar su situación económica, lo cual se concibe a
diferentes niveles, desde proyectos concretos, a otros que están a un nivel más abstracto. Esta
proyección económica va desde ver crecer su negocio, “abundancia” de alimentos, comprar cosas
materiales a sus hijos, arreglar su casa, y para algunas mujeres en su proyecto de casa propia.
Estas proyecciones concretas se mezclan con las de nivel más abstracto, que conllevan también
un lenguaje más ambiguo, con expresiones como “salir adelante”, “bienestar económico” y “que
no nos falte nada”.
1.3. Roles
Las mujeres entrevistadas plantean desempeñar múltiples roles. En este apartado se describen los
principales roles asumidos por ellas, enfatizando el lugar y las funciones asociadas a cada uno de
estos roles.
43
1.3.1. Ser mujer
Para estas mujeres ser mujer es un “desafío” que involucra enfrentar una multiplicidad de roles, y
por tanto, deben cumplir con múltiples funciones tanto al interior de su familia, como entre sus
parientes, vecinos y comunidad. Para ellas el rol de mujer está muy asociado al “deber ser” y son
muy autoexigentes, debido a que piensan que a las mujeres “todo les cuesta más”. Aunque
también plantean que ser mujer en una sociedad “machista” tiene sus ventajas y desventajas. Por
una parte plantean como ventaja el hecho de que ser mujer sin pareja y/o marido y con hijos,
permite acceder más fácilmente a los beneficios estatales, y que las mujeres son más
perseverantes y decididas que los hombres, tal como se aprecia en la siguiente cita:
“yo encuentro que es mejor para nosotros, pa las mujeres porque las mujeres,
nosotras decimos 'yo voy a poner esta fonda' y la ponemos, en cambio los
hombres, si hay un bache en el camino, los hombres se retiran, se retiran al tiro,
en cambio uno va a la búsqueda de nuevo, '¿caballero porque me echó pa fuera?'
en cambio el hombre no va a eso, el hombre [dice]'no me sale, no me sale' y en
cambio uno dice: '¿por qué no me arrienda este pedacito para trabajar?', y lo
mejor que uno tiene los hijos: 'ah la señora es sola con los hijos' eso para nosotros
es como puntaje”(XIII, 15).
Respecto de las desventajas de ser mujer, estas mujeres plantean que el hombre “tiene más
tiempo”, y debido a eso puede dedicarse mejor a sus asuntos, ya que al no cumplir el rol de
“dueño de casa”, sale “fácilmente” a trabajar y cuando llega a su casa tiene tiempo de descansar;
a diferencia de las mujeres, que tienen que atender las múltiples funciones asociadas a sus roles,
por lo cual siempre les “falta tiempo”. Además plantean que en el ámbito del trabajo, se toman
“más en serio” las actividades que realiza el hombre, reflejándose en que el hombre tienen acceso
a mejores sueldos. Expresan también que muchas veces cuando la mujer trabaja, el hombre se
desliga de la responsabilidad de proveer y no le aporta económicamente.
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Por otra parte, algunas de estas mujeres dedican tiempo para sí mismas. Principalmente se
refieren a que se preocupan de teñirse el pelo, tener tiempo para reflexionar sobre ellas mismas,
salir con amigas, desarrollar sus hobbies y comprarse pequeñas cosas que les gustan. Por el
contrario, algunas de ellas no dejan tiempo para sí mismas, planteando que la multiplicidad de
funciones a cumplir día a día no les permite dejarse tiempo para salir, ni distraerse, y que
prefieren no “darse gustos”, porque su prioridad es generar recursos y aportar a su hogar.
“Lo único más lindo que Dios me ha dado, han sido mis hijos, mis nietos, estoy
orgullosa de ellos y eso me hace seguir adelante, luchar y demostrarle a la gente y
a las mujeres que uno puede sola, uno puede” (VIII, 29).
Estas mujeres se ven a sí mismas como madres “aprensivas” y ponen énfasis en las
responsabilidades asociadas a la maternidad, otorgándole especial relevancia a la educación de
sus hijos, tanto en la casa -entregándole valores y enseñanzas- como en la educación formal,
poniéndose como meta personal que sus hijos terminen sus estudios de enseñanza media o que
estudien una carrera. Del mismo modo, enfatizan en el apoyo que deben entregarles a los hijos,
materializándose fundamentalmente en apoyo moral. En el caso de los niños pequeños, ellas se
han planteado cuidarlos personalmente, así como también cuidar de los nietos, para ayudar a sus
hijo/as mayores. Para estas mujeres la protección es un elemento clave a la hora de hablar de
maternidad. La lista de responsabilidades asumidas por ser madres es extensa, sin embargo, las
responsabilidades más nombradas por estas mujeres son: entregarles bienestar material, que se
traduce en que no les falte nada y alimentar bien a sus hijos, ser un ejemplo para ellos, “sacarlos
45
adelante” y pasar tiempo con ellos, lo que incluye conocer sus amistades y fortalecerlos como
personas y, finalmente, la responsabilidad de que sus hijos sean felices.
Respecto de las vivencias asociadas a la maternidad, las más relevantes se asocian a la decisión
de ser madres, a los logros de sus hijos y a las manifestaciones de afecto que sus hijos le
entregan. Por su parte, las vivencias más difíciles se asocian a la pérdida de un hijo, a la
enfermedad y a las dificultades propias del desarrollo de los hijos.
Esta mujeres consideran que el rol de trabajadora en su propio negocio es muy importante,
debido a que es el rol que les da el sustento, en algunos casos, y en otros les permite una mejor
calidad de vida familiar. Estas mujeres significan este rol mencionando cualidades específicas
que “debe” tener una emprendedora, y que están muy relacionadas con las cualidades personales
mencionadas anteriormente (ver apartado descripción de sí mismas), agregándose a estas
características el ser responsable, ordenadas y con buena disposición hacia sus clientes. Las
funciones asociadas a este rol son múltiples, ya que dentro de su negocio ellas deben cumplir
todas con todas las tareas involucradas en los procesos de sus negocios, lo que involucra la
manufactura, la compra y la venta, la administración, las decisiones relevantes, el orden y la
limpieza de su espacio de trabajo.
Respecto de las vivencias asociadas a este rol, identifican vivencias positivas vinculadas a
oportunidades tales como conocer gente y ayudar a otros; y vivencias negativas asociadas a
amenazas, tales como fracasos, robos y deudas.
Por otra parte, el trabajo doméstico contempla la administración de los recursos económicos, la
dirección y la mantención del hogar, lo que implica para ellas hacer el aseo diario y cocinar. Para
algunas mujeres este rol es “desagradable”, mientras que para otras es algo que “hacen con
gusto”.
46
Las funciones de administración y dirección del hogar son las tomadas con mayor gusto por las
mujeres, ya que le dan el estatus de “Jefa de Hogar”, siendo el trabajo de administración
considerado muy especial por aquellas mujeres que administran tanto los ingresos propios como
los del marido. Por otra parte, la dirección del hogar es la función que da más “estatus” (“gerente
general”), pero al mismo tiempo trae más dificultades y responsabilidades, traducida
concretamente en tomar las principales decisiones en torno a los quehaceres, a la distribución de
tareas y de los ingresos dentro del hogar. Esta función se asocia a llevar el “peso del hogar”, lo
cual se ve reflejado en la siguiente cita:
Por otra parte, el trabajo de mantención es lo que ellas llaman ser “Dueña de Casa”, lo cual para
estas mujeres no posee estatus y es en algunos casos “algo mal mirado”. En otros casos este
trabajo se toma con mucha relevancia por ellas mismas, pero sienten que no es valorado
socialmente, ni por su familia.
Las vivencias positivas son significadas como el alivio de estar en su casa, de ser ellas quienes
dirigen su hogar, ya que sienten que nadie lo haría mejor. Las negativas se asocian a que les quita
mucho tiempo y a que nadie las ayuda a cumplir esta función, por lo tanto los otros miembros de
la familia no tienen conciencia del trabajo que ellas realizan en el hogar.
Independientemente de su estado actual, todas las mujeres han tenido vida en pareja, ya sea como
convivientes o en matrimonio. Este rol es más valorado por aquellas mujeres sin pareja en la
47
actualidad, las cuales necesitan principalmente el apoyo económico y moral que debiese otorgar
una pareja.
Por su parte, las mujeres que en la actualidad tiene pareja, definen su rol como un espacio donde
compartir y brindarse apoyo mutuo, tanto en el ámbito económico como emocional. De esta
manera, estas mujeres manifiestan haberse sentido respaldadas por sus maridos en diversas
ocasiones. Las funciones asociadas a este rol son principalmente atender y/o cuidar a su esposo,
apoyarlo económica y moralmente, y velar juntos por el bienestar de la familia. Las vivencias
positivas más nombradas son haber superado juntos situaciones críticas, el sentirse respaldadas y
sentirse amadas y/o enamoradas de sus parejas. Por otro lado, las vivencias negativas estas
asociadas a la soledad, el sentir que se llevan solas el peso del hogar, independiente si se cuentan
con pareja o no.
Aquellas mujeres solas añoran contar con el apoyo moral de una pareja. Por su parte, las mujeres
con pareja, sienten que se llevan el peso de “dueña de casa”, ya que los maridos salen a trabajar
afuera y se desentienden de los problemas cotidianos asociados a este rol.
Cabe señalar que las vivencias negativas más mencionadas respecto de este rol provienen de
aquellas mujeres que están solas actualmente, de las cuales dos son viudas y cinco divorciadas o
separadas. En estas narraciones, las mujeres cuentan que soportaron el alcoholismo de su pareja,
el maltrato físico y psicológico, el engaño y el abandono. Además, una de estas mujeres vivió el
suicidio de su pareja. La narración de estas vivencias críticas, recuerdan a estas mujeres haber
vivido este rol como una especie de “prisión”, en donde estaban presionadas a no separarse, ya
sea por motivos económicos o por temores causados por su daño psicológico. Lo anterior se
refleja en la siguiente cita:
“Entonces yo realmente me casé por salir de ahí [de la casa de su madre], salir de
esa vida que llevaba y me casé (…) [y él]era tan mujeriego, andaba con una y con
otra, las mujeres lo venían a buscar a la misma casa, [y yo estaba] embarazada de
48
mi hijo, las mujeres iban a buscarlo, es que ya no, no daba más, quedé
embarazada de mi chanchita, eran mis hijos, yo tenía que salir adelante” (VIII,
28).
Todas las mujeres manifiestan quejas respecto de este rol, principalmente porque los hombres
como pareja son inmaduros, “medios desordenados”, “muy duros” o no están involucrados al
cien por ciento en la crianza de los hijos.
En el caso de estas mujeres el rol social se conforma de dos maneras. Por una parte, están
aquellas mujeres que limitan su rol social a su rol de emprendedora y, por otra, están aquellas que
realizan actividades sociales en distintos ámbitos, distinguiendo su rol social de sus otros roles.
Entre estas están quienes desarrollan su rol social en Juntas de Vecinos, en Centros de Padres
Escolares, en Centros de Madres, en Clubes de Baile, participando activamente en sus Iglesias y
en otras instituciones.
Las funciones asociadas a este rol son contribuir al bienestar de su comunidad o población, con la
escuela de sus hijos y/o con su iglesia; así como también distraerse, pasarlo bien y compartir con
personas que tienen sus mismos intereses. Las vivencias asociadas al rol social se relacionan con
la satisfacción, ya que independiente de cómo conciban este rol, este les reporta interacción con
otras personas y les brinda aprendizajes.
En este apartado se describen las actividades desarrolladas por estas mujeres, diferenciándose las
actividades iniciales de las desarrolladas actualmente. Estas mujeres relatan que se iniciaron
como emprendedoras cuando sus hijos eran pequeños y no podían salir a trabajar, por lo cual
buscaron la forma de generar recursos trabajando desde su casa. Estas actividades iniciales las
realizaron en un contexto de precariedad, y son principalmente, la realización de actividades
49
manuales, entre las cuales se encuentran las artesanías con papel y madera, los trabajos de
macramé, la realización de tarjetas y encintados para novios y primeras comuniones, la
realización de tejidos, costuras y trabajos de peluquería. Otras se dedicaron a la preparación de
alimentos que incluye la venta de helados caseros, ensaladas y comida rápida (papas fritas,
sopaipillas y empanadas) y la venta de provisiones, que incluye venta de huevos, confites y
verduras, así como también la venta de ropa usada y joyas.
Respecto de sus negocios actuales, todos estos son pequeños negocios individuales, y solo en dos
de ellos hay un/a trabajador/a contratado/a que es pariente de la emprendedora. Por tanto, la
mayoría de las mujeres desarrolla todas las funciones involucradas en su trabajo. Estas mujeres
plantean que el autoempleo tiene ciertas ventajas y desventajas, siendo la principal ventaja que
ellas mismas deciden cómo trabajan, qué hacen, si abren o no, es decir, tienen autonomía.
Además, plantean que es muy reconfortante trabajar por motivación propia, y no “porque una jefa
te mande”. Por otra parte, la principal desventaja se relaciona con las vacaciones, ya que si bien
ellas se organizan, nunca se dejan tiempo de vacaciones. Otra desventaja se relaciona con la
previsión social y de salud, ya que al ser independientes pueden cotizar voluntariamente, pero no
lo hacen “porque no les sale a cuenta”, ya que imponer por el mínimo no les trae beneficios y si
imponen por lo que ganan, se quedan con muy poco dinero.
Finalmente, estas mujeres conciben sus negocios como un sustento o un aporte económico para
sus familias, pero también como un servicio a su población o comunidad, ya que tratan de ofrecer
productos y servicios que la gente de su barrio necesita, considerando en general que deben
agradecer a la gente por venir a comprar a sus negocios. Esa visión del cliente se puede apreciar
en la siguiente cita:
“tenemos una muy buena atención con la gente, porque gracias a esas personas
uno come, gracias a esas personas paga cuentas, gracias a la persona que uno
atiende es donde uno, gracias a eso, gracias a la clientela, porque no es porque yo
50
tenga el producto, sino de que tengo que darle gracias de que entre gente” (VII,
13).
En este apartado se describen las principales experiencias referidas por las emprendedoras en su
contacto con Fondo Esperanza, referidas a los aspectos institucionales más relevantes para ellas.
El principal motivo por el cual las mujeres ingresan a Fondo Esperanza, es por la búsqueda de un
capital. Así, la obtención del préstamo es lo más relevante de su experiencia en FE. Estas mujeres
se refieren principalmente a dos factores: el uso y el pago de los préstamos.
Respecto del uso de los préstamos, esto depende de la situación en que las mujeres se
encontraban. En los inicios del negocio la mayoría usó el dinero en la compra de mercadería para
abastecer su negocio, así como también en la maquinaria necesaria para su funcionamiento e
insumos de trabajo. Estas mujeres relatan que también han usado los préstamos para invertir en
mobiliario asociado a su negocio y en reparar, construir o habilitar el inmueble donde funciona su
negocio. También señalan que han utilizado el dinero para reimpulsar su negocio, adquiriendo
nueva mercadería para surtir. Existen ocasiones, principalmente asociadas a situaciones críticas,
en que han utilizado sus préstamos para pagar deudas, pagar las cuentas básicas del hogar o para
depositarlos en libretas de ahorro para la vivienda.
Respecto al pago de los préstamos las mujeres plantean que aunque a veces se les hace difícil el
pago semanal del microcrédito, “todo va en una actitud personal” hacia el compromiso adquirido
de pagar su cuota. Es así como estas mujeres refieren a la “moral de pago”, que implica tanto un
compromiso consigo mismas de cumplir con lo que se proponen, como un compromiso con las
otras socias que avalan el préstamo. Es así como algunas de ellas plantean que su prioridad es
pagar su cuota semanal preparándose con dos o tres días de anticipación para juntar la plata de la
51
cuota. De este modo, evitan situaciones de estrés, ya que indican que hay personas que se ahogan,
se estresan y les cuesta juntar el dinero, tal como lo refleja el siguiente relato:
“eso de pagar semanal todas están ahogadas, todas se ahogan, es que yo les
encuentro razón porque muchas se surten igual que yo, pero las cosas no salen
altiro, a veces durante el mes como que uno ve recién la plata” (IX, 59).
Estas mujeres manifiestan que “hay que ser conscientes” de las implicancias que tiene el pago de
sus créditos, planteando que si ellas responden bien, se beneficiará a más mujeres que necesitan
un capital. Es por ello que también plantean ser cuidadosas respecto de la cantidad de dinero que
solicitan en los créditos, no pidiendo más de lo que pueden pagar, ya que esto les traería
complicaciones, tal como se manifiesta en el siguiente relato:
Por otra parte, lo consideran complicado, ya que es una decisión netamente personal ser
responsable en los pagos. Por lo anterior, consideran “que se debe tener cuidado con las personas
52
que se recomiendan”. Asimismo, consideran que el asunto se complica cuando se comienzan a
pedir montos altos de dinero, y se corre el riesgo de tener que pagar un monto alto de deuda.
Estas mujeres expresan que “duele pagar por otros”, específicamente cuando la persona ha sido
“sinvergüenza”, ya que estas mujeres plantean que es comprensible cuando alguien tiene
problemas, pero es injusto pagar por otro cuando la persona tuvo una actitud de poco
compromiso o de dudosa ética. Frente a este riesgo que asumen, las mujeres relatan que en los
bancos se realizan actividades para reunir fondos de dinero en caso de que alguien no pague, y
que el pagar la deuda del grupo no les salga tan “pesado”.
Las mujeres consideran que para ser socia de FE es importante la ética personal, por tanto creen
que a diferencia de otros programas de apoyo a las emprendedoras, este es selectivo, ya que
implica asumir valores como la solidaridad, el compromiso y el respeto. Así, describen a la
usuaria de FE como una persona responsable, comprometida, leal, una persona en la que puedes
confiar, es gente “buena” y con la aspiración de salir adelante.
Sin embargo, plantean que existe una diversidad al interior de FE, y que no todas son solidarias o
respetuosas, ya que también existen “malos elementos”. También indican que FE es para mujeres
que tienen negocios con harta venta diaria, ya que debido al sistema de pago semanal, solo les
sirve a ese tipo de emprendedoras.
2. Resultados relacionales
53
personal de las emprendedoras e involucra a sus familias, a sus comunidades y a la sociedad en
general.
54
doméstico ellas llevan la dirección de su hogar, la administración de recursos económicos y la
mantención, que implica el aseo y cocinar diariamente. Finalmente, en el ámbito moral, estas
mujeres son quienes acompañan, motivan e incentivan a los demás miembros de la familia a
“salir adelante”. Todas estas funciones son parte de las exigencias auto impuestas por estas
mujeres, entre las que también destacan: ser una mamá fuerte (no mostrar pena, ni cansancio),
deber ser una proveedora económica (exclusiva o compartida) para su familia, ser un ejemplo
para sus hijos, ser responsables (casi exclusiva) de la educación de los hijos y hacer cualquier
sacrificio en función de ello.
Las mujeres describen que el inicio de su emprendimiento está gatillado por un evento crítico
asociado a problemas familiares, que entrelazado con problemas económicos, desestabiliza o
agrava su situación. Frente a este evento crítico las mujeres toman la decisión de generar
ingresos. Es así que inician su autoempleo muy precariamente, siendo esta época inicial
recordada como una salida de emergencia a su situación crítica, tal como se refleja en el siguiente
relato:
“Resulta que cuando nació [nombra a su hija] nosotros estábamos en muy mala
situación económica, mi esposo ganaba muy poco, entonces para poder costearme
los pasajes a Valparaíso, en Viña, ella nació en el Gustavo Fricke, fueron dos
meses, yo viajé todos los días andando solamente con la plata de los pasajes,
entonces empecé a vender helados en bolsitas, huevos, dulces, pero así conchita,
poquitas cosas” (III, 6).
“Cuando recién me separé, estaba ahí y tener que recurrir a mi familia no fue mi
opción ¿cachai? Entonces claro empecé a hacer cosas, pucha ¿Dónde dejo a mi
55
hijo? ¿Dónde busco a quien me lo cuide? ¿Cómo parto con este negocio?”(I,
100).
En este periodo de adversidad las mujeres identifican una oportunidad, ya sea de préstamo o de
capacitación, que les permitirá hacer crecer su negocio. Esta oportunidad puede provenir tanto de
la “red” institucional como de la “red” personal de las mujeres, lo cual se aprecia en el siguiente
relato:
56
“con mis vecinos tengo harta comunicación, a veces llegan tristes, a veces llegan
alegres, y ahí uno tiene que estar, escuchar, si uno puede dar una palabra de
aliento, mayormente les doy una palabra de aliento, siempre, o ellos a mí y así, así
sucesivamente nos apoyamos mutuamente”(IV, 28).
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El contexto en que se da este fenómeno -la motivación al autoempleo- hace referencia a ser
mujeres y madres que “siempre han generado recursos” para su hogar y que han tenido
experiencia en el trabajo dependiente formal e informal. Cabe señalar que a excepción de una
emprendedora, todas las mujeres desarrollan su emprendimiento desde su casa.
En este grupo de mujeres se identifican tres estímulos o motivadores, los cuales evolucionan a
medida que desarrollan su trayectoria, transitando desde la motivación por satisfacer necesidades
básicas (momento inicial), pasando por el reconocimiento de sus primeros logros (momento
intermedio), hacia la motivación por la satisfacción consigo mismas (momento de reflexión).
Estos motivadores son tres: la generación de ingresos económicos para su hogar, la necesidad de
compatibilizar múltiples roles y su orientación al trabajo. Este último aspecto se aprecia en el
siguiente relato:
“voy a seguir trabajando, toda mi vida he trabajado, si antes de tener el negocio
yo trabajaba en tres casas particulares, trabajaba toda la semana a distintas casas
y eso, porque yo me enfermé de las piernas y por eso me tuve que retirar del
trabajo y eso me afectó a mí, yo estaba como cayendo en depresión, porque
acostumbrada a tener mi plata, a disponer de mi plata, ayudar a la casa” (IV, 43).
58
Anteriormente se señaló (figura 1) que existen mujeres que son proveedoras exclusivas en su
núcleo familiar, y mujeres que sus ingresos son complementarios a un ingreso principal que
realizan sus parejas. Aquellas mujeres que son el ingreso único de su hogar comienzan a ver en
su capacidad de sustento un gran estímulo, lo que se aprecia en el siguiente relato:
“Es genial ser emprendedora, porque te sube el autoestima, porque tú ves que eso
te lo conseguiste tú, no dependes de otra persona que te está dando” (VII, 68).
Por otra parte, aquellas mujeres que su ingreso representa un complemento al ingreso económico
del hogar, comienzan a visualizar su aporte, especialmente en la compra de cosas para el hogar y
en los gastos “extra” de los hijos:
“…el sueldo de marido a veces no alcanza, porque en los puros gastos comunes
cuánta plata se va, que en el gas, el teléfono, el agua, la luz y a veces hasta ahí no
más hay pega, y hasta ahí no más llega la plata y falta que el champú, el jabón,
que la colonia, los desodorantes, que los zapatos, que esto y faltan muchas cosas
más, entonces por eso yo, por vivir un poquitito mejor, ¿me entiende? Porque
tampoco alcanza pa darse grandes lujos, no alcanza, pero uno vive un poco mejor,
yo para mí es mucho mejor de lo que yo vivía antes, porque a ellos ya no les falta
nada, gracias a Dios, nada, nada, nada.”(IV, 43).
Destaca que al momento de reflexionar sobre sus logros económicos, estas mujeres plantean que
el bienestar económico alcanzado es un gran motivador para seguir trabajando.
Por otro lado, dada la multiplicidad de roles que deben cumplir, las mujeres necesitan tener un
trabajo que les permita compatibilizar roles, siendo este un fuerte motivador inicial al
autoempleo. Al comenzar su emprendimiento en casa, estas mujeres desarrollan diversas
estrategias que les permiten ir conciliando roles. Las más utilizadas por estas mujeres son la
jerarquización de roles, la organización de sus horarios y el apoyo familiar.
59
Una vez logrado cierto equilibrio entre roles, las mujeres pueden disfrutar de ser madres, de ser
vecinas, y de poder ayudar a otros, además de generar ingresos para ellas y sus familias. A nivel
reflexivo, estas mujeres indican que la búsqueda de este equilibrio y cumplir lo que se proponen,
es muy satisfactorio para ellas.
Independiente de si estas mujeres están solas a cargo de sus hijos o tienen apoyo de sus maridos o
de sus padres, todas ellas tienen una orientación al trabajo. En sus inicios, en un contexto de
precariedad, las mujeres se enfrentan a un trabajo con muchos sacrificios y dificultades,
especialmente vinculadas a múltiples exigencias provenientes del entorno familiar, tal como se
puede apreciar en la siguiente cita:
“Bueno porque de otra forma no podía trabajar, salir de la casa no podía, porque
en ese tiempo tenía a mi hija acá con mi nieta entonces tenía que, en las horas que
ella estaba acá, yo me ponía a trabajar, trabajaba arriba donde mi mamá y con
leña vendía sopaipillas, vendía cosas ahí, papas fritas, con leña”(V, 12).
A pesar de la adversidad estas mujeres continúan en su trabajo. Una vez que su negocio
está más desarrollado y que han aprendido de la experiencia, las mujeres reconocen la
autonomía que les permite su trabajo, el cual por una parte les absorbe mucho tiempo, pero
por otra parte, les reporta la libertad de no tener un(a) jefe(a) y de ser ellas mismas las que
toman las decisiones relevantes para el negocio, tales como hacer su propio horario y
sistema de trabajo.
60
“Mi experiencia ha sido bonita, porque me he sentido como útil y también me
siento como, como que yo y mi personalidad también soy diferente, soy más firme,
me siento con fuerza para todas las cosas” (V, 98).
61
La identificación de sus recursos personales, se focaliza en su capacidad de trabajo, sus
habilidades, en los estudios o capacitaciones realizadas y su estado de salud. Respecto de este
último punto, cabe señalar que si bien algunas de estas mujeres manifiestan estar enfermas,
plantean que su enfermedad las incapacita para un trabajo dependiente, pero no para el
autoempleo en casa. Durante el desarrollo de su emprendimiento, sus recursos personales les dan
la fortaleza para continuar en su actividad, para darle su toque personal a su trabajo y para
proyectarse en él.
Respecto de sus recursos materiales, estas mujeres identifican un espacio físico de trabajo, que
generalmente es su casa o la casa de algún familiar, y buscan capital de trabajo, que en sus inicios
suele ser muy pequeño. El uso de estos recursos es fundamental durante el desarrollo de su
autoempleo, ya que la casa -en el caso de las mujeres entrevistadas- es el eje central donde gira
toda su actividad. Asimismo, la gestión de su capital y la buena administración de los recursos es
un elemento básico para el desarrollo exitoso de su trabajo.
De igual manera, las mujeres identifican sus “redes”. Esta identificación comprende la red
personal (familia y amigos) y la red comunitaria, tanto de instituciones locales (municipalidad y
junta de vecinos), como de instituciones de carácter nacional, ya sean gubernamentales (SENCE,
PRODEMU, SERNAM, FOSIS, entre otras) o no gubernamentales (Fondo Esperanza, entre
otras). Respecto del uso de estas últimas redes, las mujeres entrevistadas tienden a posicionarse
ellas mismas como un “canal” de ayuda para que otras mujeres aprovechen la oferta institucional
y las oportunidades que ellas han visualizado:
Esta tendencia se relaciona con el último paso de este proceso de identificación y uso de los
recursos, que es la retribución. Estas mujeres plantean la fuerte necesidad de retribuir a otros
62
respecto de los recursos que ellas poseen, refiriéndose tanto a los recursos personales (ayudar a
otros con su trabajo), sus recursos materiales (ayudar a quienes lo necesitan) y el recurso red (el
buen uso de la oferta institucional):
“No sé, es algo tan bonito tener negocio, que a mí me llena, me siento realizada y
también porque de repente ayudo, porque a mí también me ayudaron, entonces es
justo que yo también devuelva ¿cierto?”(VIII, 40).
63
acceso a la banca formal, ya sea porque no generan ingresos suficientes y/o se encuentran
endeudadas en el sistema financiero (“tienen DICOM”).
Las mujeres entrevistadas cuentan que llegaron a FE en búsqueda de capital, recomendadas por
alguna persona conocida (vecina, familiar, amigo). Una vez que ingresan como usuarias de FE,
asumen una relación con la institución que trasciende el préstamo de dinero, y que implica asumir
el compromiso de asistir a reuniones de capacitación para mejorar su negocio, desarrollar las
redes de apoyo y asumir los valores institucionales, tales como la responsabilidad, respeto,
solidaridad, honestidad, confianza y la transparencia. A partir esta relación con la institución, las
mujeres valoran ciertos aspectos institucionales como positivos y otros como aspectos críticos.
Respecto de los aspectos positivos de FE, estas mujeres valoran el tener el respaldo de una
institución que confía en ellas como mujeres y en su proyecto como emprendedoras. Además,
evalúan positivamente que la institución les otorgue créditos “sin revisar DICOM” y que sea una
institución con declaración de valores. Para ellas, ser consideradas “socias” de FE, es un signo de
confianza y respaldo de parte de la Institución.
De la misma forma, estas mujeres valoran la labor de las Asesoras de Bancos Comunales, ya que
consideran que son capaces de establecer buenas relaciones profesionales y personales. Además,
las mujeres valoran positivamente su Banco Comunal, principalmente la relación establecida
entre socias y el ambiente “familiar” que se genera al interior de sus bancos. Los espacios de
encuentro, de conversación, de convivencia y de apoyo mutuo, son considerados como un
aspecto muy positivo para las mujeres, ya que les permite desconectarse de su trabajo, de sus
múltiples funciones y les permite “desahogarse”.
Otro aspecto positivo, es que FE les abre una puerta de acceso a la red institucional, que les
permite acceder a capacitaciones y a otros programas de apoyo a las mujeres. La capacitación
entregada por FE es valorada positivamente dada la utilidad que tiene para manejar aspectos
básicos del negocio y para conciliar su trabajo con sus funciones de su casa.
64
El aspecto más valorado de FE por estas mujeres, está asociado al cumplimiento de la búsqueda
inicial: el capital para mejorar su negocio. Estas mujeres agradecen el apoyo que FE les ha
otorgado a través de los préstamos, los cuales les han permitido hacer crecer sus negocios. Este
crecimiento implica surtir su negocio con más mercadería, aumentar las ventas, mejorar la
infraestructura de su negocio, ofrecer más servicios y proyectarse en el futuro con su negocio.
Por otra parte, uno de los aspectos considerados críticos por estas mujeres, es el sistema de pago
semanal de los préstamos. Estas mujeres consideran que el estar involucradas en el sistema de
coavalidad solidaria, las hace “conscientes” de que tienen que responder para no fallarle a sus
coavales, y porque el pago de sus cuotas implica una oportunidad para nuevas usuarias. Sin
embargo, las mujeres se quejan de que el pago semanal “se hace difícil” por las características de
su negocio, especialmente para aquellas que no venden grandes cantidades diariamente. Para
algunas mujeres esto solo implica juntar con días de anticipación el dinero para pagar la cuota,
pero para otras juntar el dinero de la cuota es motivo de estrés, e incluso para algunas es la causa
para retirase de FE, tal como se aprecia en la siguiente cita:
“Y acá, este trabajo es relativo, hay días buenos, como hay días malos y tenía que,
como estaba recién yo (…) y estuve como tres ciclos parece, pero lo encontraba
como muy esclavizado y me retiré después porque, por lo mismo que hay que estar
todas las semanas, todas las semanas depositando los dineros, me sentía como
obligada a hacerlo”(X, 37).
Otro aspecto evaluado como crítico por estas mujeres, son la asistencia obligatoria y el uso del
tiempo al interior de las reuniones. Existe por una parte, la percepción de que las reuniones son
necesarias para la organización y que es un espacio para compartir, aprender y para el
fortalecimiento, tanto de ellas mismas como de su negocio. Pero por otra parte, se critica que
estas reuniones sean de carácter obligatorio y el mal uso del tiempo en las reuniones, ya que
65
desde su perspectiva, algunas veces se pierde el espacio destinado para la capacitación, por
revisar los aspectos asociados al pago de los créditos.
Respecto de esta capacitación, si bien es un aspecto valorado positivamente, se critica que los
conocimientos entregados se “repasen muchas veces”, ya que las mujeres consideran que si bien
para alguien que viene recién ingresando es materia nueva, para una socia que lleva muchos
ciclos, la materia la ha repasado muchas veces, lo cual la “aburre y desgasta”. Además, se sugiere
que esta capacitación actualice los conocimientos y que integre el uso de internet, como un
sistema de publicitar sus productos y generar redes de negocios.
Otro elemento que las mujeres plantean mejorar es el seguimiento a las usuarias, ya que
consideran que el seguimiento realizado no es suficiente para visualizar el avance del negocio y/o
la inversión o uso de los préstamos. También evalúan críticamente, lo que ellas plantean como
una “exigencia de llevar personas” que les hace FE cada cierto tiempo para hacer crecer el banco,
lo cual las mujeres ven como peligroso, ya que si bien ellas mismas son cuidadosas con las
personas que recomiendan, dudan del criterio de selección de sus compañeras, ya que más del
alguna vez han debido pagar la deuda dejada por otras personas. Desde este tipo de situaciones,
surgen críticas a las usuarias de FE, específicamente a aquellas que no cumplen con el pago, y
que “echan a perder el sistema”.
Cabe señalar que, independiente de que algunas mujeres identifiquen aspectos negativos en el
sistema FE, las mujeres evalúan como positiva su experiencia en FE, y consideran es una
institución relevante para apoyar a la mujer que está en dificultades económicas y que realmente
busca superarse.
66
3. Modelo General: Generando el círculo virtuoso de la superación
67
amplio de superación. Desde su rol de trabajadoras, ellas ven en su trabajo una herramienta de
superación y un espacio de individualización. Como parejas asumen un rol de cuidado de los
hombres (prepararles y servirles el alimento, cuidar su ropa y brindarles apoyo, entre otras) y al
ejercer su rol social extienden el rol que juegan al interior de su familia hacia sus comunidades.
Sus vivencias de pobreza están asociadas a no tener satisfechas sus necesidades básicas, acarrear
dolores emocionales y exclusión social, conceptualizando la pobreza como la falta de dinero
para satisfacer sus necesidades básicas, lo cual afecta su vida emocional y sus relaciones
interpersonales.
En este contexto las mujeres se plantean un proyecto personal que se arma desde sus sueños, sus
habilidades y sus propias ideas, y tal como se menciona anteriormente, se vive desde el ser
madre, configurando su proyecto personal en torno a la realización de los hijos, lo cual se refleja
en el siguiente relato:
Este proyecto personal tiene como principal propósito que sus hijos no “pasen por lo que ellas
pasaron”, proponiéndose cualquier sacrificio de su parte para que sus hijos puedan tener una
mejor calidad de vida, sean personas útiles en la sociedad, y que ellos puedan darle a sus propios
hijos una vida mejor. Es así como el proyecto personal da forma al emprendimiento en estas
mujeres. Emprender es para ellas desarrollar un trabajo o actividad que permite concretar su
proyecto personal y generar recursos económicos. Para ellas, mejorar su situación económica es
lo básico para el éxito de sus proyectos, ya que esto permitiría acceder a los recursos necesarios
para invertir en educación, en salud y darse gustos personales. Además, el emprendimiento está
68
muy relacionado con la superación, la cual se configura también como el enfrentar la adversidad
teniendo una proyección de la vida y trabajar esforzadamente para que esta proyección se
cumpla. En estas mujeres la superación y el emprendimiento se alinean entre dos polos, el
sacrificio y el logro, esto es, el sacrificio de sí mismas en función del logro de sus proyectos
personales. Es en esta relación entre sacrificio y logro, que se inserta el círculo virtuoso de la
superación, el cual se compone de cuatro elementos básicos: Los recursos personales de las
mujeres, el desarrollo de su trabajo, la educación y la identificación y uso de los mecanismos de
apoyo existentes.
Respecto de los recursos personales estos son: (1) la motivación a la superación, que refiere a
proponerse la idea de superar su situación desfavorable, (2) una actitud optimista y voluntariosa,
que refiere a creer que lo que se ha propuesto se puede lograr y poner todo su esfuerzo en ello y
(3) tener o desarrollar ciertas características emprendedoras que se asocian a identificar y utilizar
oportunidades para realizar sus proyectos, ser capaz de visualizar sus recursos personales, sus
fortalezas y debilidades, tener o desarrollar la capacidad de significar positivamente los eventos
críticos y de ellos obtener un aprendizaje, ser capaces de ponerse en el lugar de otros, además de
ser perseverantes, esforzadas, activas, responsables y ordenadas.
Por su parte, el trabajo para estas mujeres es fundamental, ya que todas ellas manifiestan haber
trabajado de forma dependiente (formal e informal), principalmente como trabajadoras de casa
particular y en el área de ventas. Sin embargo, producto de situaciones críticas, ellas tuvieron que
dejar de trabajar de forma dependiente, surgiendo así la necesidad de generar ingresos
económicos mediante el autoempleo. A medida que fueron desarrollando su propio trabajo y
lograron una relativa estabilidad económica, estas mujeres tomaron la decisión de desarrollar una
actividad acorde a sus sueños, habilidades e ideas, lo cual les ha permitido representar el trabajo
como un espacio que permite canalizar energías, proteger la salud mental y generar ingresos
económicos. Cada una de estas mujeres aplica un “toque femenino” en su negocio, como la
69
dedicación, la atención a los detalles, el ser “busquillas”, desarrollar empatía con la clientela,
ayudar a los demás, cuidar de los vecinos y solidarizar con ellos.
Respecto de la educación, estas mujeres manifiestan que una mejor educación abre oportunidades
a mejores condiciones laborales, mejores sueldos y más felicidad. Proyectan en la educación de
sus hijos y en sus propios estudios la clave para la superación, depositando todo su esfuerzo en
que sus hijos terminen sus estudios de enseñanza media y/o puedan acceder a una carrera técnica
o universitaria. De igual manera, sus propios estudios han sido muy importantes, ya que a pesar
que algunas de ellas vieron interrumpidos sus estudios de enseñanza básica o media, se han
generado oportunidades para terminar sus estudios de enseñanza básica y/o media (con algunos
éxitos y fracasos) y la mayoría de ellas ha realizado cursos de capacitación (ver anexo 1).
Es así como, el círculo virtuoso de la superación se configura desde los recursos personales de
las mujeres, los cuales se depositan en un trabajo afín a su proyecto personal, en capacitarse y
utilizar de mecanismos de apoyo para su desarrollo. Asimismo, el trabajo propicia la
identificación de nuevas necesidades de capacitación, nuevos mecanismo de apoyo y el desarrollo
de habilidades para el trabajo. La educación por su parte, genera mejores prácticas laborales, el
acceso a mecanismos de apoyo relacionados con ese ámbito y el fortalecimiento de las
capacidades personales. Los mecanismos de apoyo, facilitan el desarrollo de los recursos
personales, abriendo nuevas oportunidades de acceso a capacitación y el desarrollo de redes en su
70
trabajo, formándose de este modo un círculo virtuoso que involucra no solo a la mujer y su
familia, sino que a su entorno, su comunidad y la sociedad en general.
La dicotomía entre logro y sacrificio presente en este círculo virtuoso, también se manifiesta en la
evaluación de su experiencia. Esta evaluación se basa fundamentalmente en cinco ámbitos:
personal, económico, relacional, laboral y social. Desde lo personal estas mujeres consideran
por una parte, que han fortalecido su personalidad, están más alegres y se sienten realizadas y por
otra manifiestan cansancio, preocupación y frustración, ocasionados por las múltiples
responsabilidades que asumen. Desde lo económico plantean que han mejorado sus ingresos, han
visto crecer su negocio y que ya “no les falta nada”. No obstante, al mismo tiempo declaran estar
estresadas por el manejo y administración de sus negocios, y que también han tenido que
endeudarse para salir adelante. Esta mejora económica ha repercutido en el ámbito relacional, ya
que al tener dinero pueden ayudar a otros, en especial a familiares y amigos. Sin embargo,
también ha perjudicado sus relaciones, al no tener tiempo para disfrutar con sus familiares de los
“frutos” de su trabajo. En el ámbito laboral, estas mujeres exponen que disfrutan de su trabajo y
de la autonomía que les permite en la toma de decisiones. Por otra parte, manifiestan una
sobrecarga laboral, al ser ellas las que cumplen todas las funciones involucradas en su quehacer y
al no gozar de vacaciones, previsión social y de salud. Finalmente, desde el ámbito social, ellas
consideran que tienen un estatus de “microempresarias”, lo cual cambia la visión que la gente
tiene de ellas y la visión sobre sí mismas como integrantes de la sociedad. Sin embargo, algunas
de ellas manifiestan que es frustrante sentir que no son capaces de responder a ese nuevo status,
al no tener tiempo para dedicarse mejor a su negocio y sentir que están “limitadas” como
microempresarias.
De igual forma, estas mujeres evalúan la oferta de organismos sociales y estatales para las
mujeres emprendedoras. Estas mujeres plantean que Fondo Esperanza, y en general las IMF,
contribuyen a la superación de pobreza, generando oportunidades para las mujeres otorgándoles
71
un respaldo y una validación de su trabajo que las impulsa a seguir, tal como se aprecia en el
siguiente relato:
Por último, estas mujeres plantean que el emprendimiento femenino es relevante, ya que sus
logros generan impacto a nivel familiar y comunitario. Además, la mujer tiende a retribuir
cuando siente que ha sido ayudada. De este modo, el emprendimiento femenino se relaciona con
una mejora económica, con la superación de la pobreza familiar, con el desarrollo de su barrio y
de su comunidad. Esto a través de crear un negocio que preste atención a las necesidades de sus
vecinos, y de su barrio, con una visión solidaria y con ganas de servir a su comunidad, lo que se
refleja en el siguiente relato:
“Entonces nosotros dentro del barrio somos gente que… yo creo que nos tienen
cariño, pienso yo, y no por eso todos son clientes de nosotros, pero a mí tampoco
me molesta, ni tampoco si yo, ponte tú, por decirte la niña de la esquina de repente
compra aquí y después va al otro almacén, que bueno, para todos tiene que brillar
el sol.(…) Pero yo creo que uno sigue en su barrio también por ejemplo, yo puse el
teléfono público porque hacía mucha falta, tal vez ahora por los teléfonos
celulares ya no, pero en ese momento era realmente necesario, o si no tenían que
bajar al centro” (XI, 43-44).
72
VII. CONCLUSIONES Y DISCUSIÓN
En el presente estudio ha emergido un modelo que indica que las mujeres emprendedoras
usuarias y ex usuarias de Fondo Esperanza, valoran su experiencia en microemprendimiento
como una experiencia de superación, que genera un círculo virtuoso compuesto por sus propios
recursos personales, el acceso a la educación, el trabajo y los mecanismos de apoyo identificados
y utilizados por ellas.
Este círculo virtuoso que les permite superar condiciones de vida difíciles, se inserta en una
dinámica de sacrifico y logro. El sacrificio de sí mismas en función del logro de su proyecto
personal, orientado principalmente al bienestar de sus hijos. Es así como esta experiencia se
matiza de logros y frustraciones: mejoran sus ingresos, pero a la vez se endeudan, pueden ayudar
a otros, pero no pueden disfrutar con otros, tienen autonomía en su trabajo, pero también
sobrecarga, trabajan por cuenta propia, pero en condiciones laborales precarias, y el nuevo estatus
de “microempresarias” les agrada, pero se frustran al no tener el tiempo para crecer aún más.
73
Para ellas la relevancia del emprendimiento femenino radica en que el proyecto que ellas se han
propuesto tiene una proyección en el tiempo hacia las futuras generaciones familiares, y en el
espacio, trascendiendo desde el núcleo familiar hacia el espacio comunitario.
En síntesis, estas mujeres plantean que el emprendimiento es superación y que la presencia de los
mecanismos de apoyo (redes e IMF), el acceso a capacitación y la presencia o desarrollo de
recursos personales asociados a la superación, propician la generación de un círculo virtuoso.
Cabe señalar que el círculo virtuoso que emerge del relato de las emprendedoras está inserto en
una polaridad entre el sacrificio y el logro. El sacrificio personal se traduce en cansancio,
preocupación y frustración, ocasionados por las múltiples responsabilidades que asumen. Desde
lo económico, en estrés ocasionado por el manejo y administración de sus negocios, y de las
deudas que han adquirido para salir adelante. También implica no tener tiempo para disfrutar con
su familia de los resultados de su trabajo. De igual forma, manifiestan una sobrecarga en su
trabajo, al ser ellas las que cumplen todas las funciones involucradas en su quehacer y al no gozar
de vacaciones, previsión social y de salud. Finalmente, desde el ámbito social, pese a tener un
nuevo estatus como emprendedora, sacrifican su desarrollo como “microempresaria” al tener que
cumplir con sus múltiples funciones familiares.
Este sacrificio es consistente con la imagen de madre tradicional que se consagra a sus hijos
(Raymond, 2006). El sacrificio adquiere sentido para ellas desde el “deber ser” una madre
incondicional que lo da todo por sus hijos. Por otra parte, aunque el padre de sus hijos esté
74
presente, este se describe como una figura anexa, teniendo ellas como madres casi exclusiva
responsabilidad sobre los hijos. Esto es consistente con otros estudios sobre maternidad, en donde
la madre es posicionada como la principal responsable de los hijos (Mauro, 2004; Raymond,
2006; Servicio Nacional de la Mujer, 2004; 2009) y la figura del padre es una especie de satélite
que gira en torno al núcleo de la crianza, pero que se sitúa fuera de él (Raymond, 2006).
A pesar de la situación crítica desde la cual comenzaron su autoempleo y del sacrificio que este
ha implicado para ellas, estas mujeres plantean que más allá de la adversidad, es posible tener una
experiencia positiva en emprendimiento. Para ello mencionan tres aspectos facilitadores: en
primer lugar aparece el uso de redes y mecanismos de apoyo institucionales, lo cual en el caso de
estas mujeres se orienta primordialmente al desarrollo de su negocio. Esto es consistente con lo
planteado por Heller (2010), quien propone que las redes brindan a las mujeres emprendedoras
recursos valiosos: información sobre nuevas oportunidades, acceso a diferentes fuentes de
financiamiento, apoyo social y acceso a nuevas redes. Heller (2010) afirma que la interacción de
emprendedoras con pares e instituciones del entorno constituye uno de los aspectos cruciales para
facilitar el inicio y desarrollo de un emprendimiento.
75
no tener mayores problemas para llevar a cabo todas las funciones comprometidas, e incluso
manifestaron tener tiempo para descansar, a diferencia de aquellas que declararon no contar con
una organización del tiempo. En un estudio sobre mujeres que trabajan fuera de casa, Raymond
(2006), también identificó una estrategia de conciliación relacionada con el uso del tiempo,
aunque la estrategia utilizada por las mujeres participantes de su estudio, tenía como objetivo
comprimir el tiempo que las mujeres pasaban fuera de casa, a fin extender el tiempo dedicado a
sus hijos.
76
Para comprender las dificultades asociadas al emprendimiento femenino, basta analizar la
posición en que se sitúa la mujer a nivel social y los roles que debe cumplir. La existencia de
roles que segregan a la mujer (Durstewist, 2000; Comunidad Mujer, 2005) se traduce en una
convivencia en desigualdad de condiciones y en desventaja frente a los hombres (Comunidad
Mujer, 2005; SERNAM, 2009), por lo cual las mujeres tienen aún mayores dificultades que los
hombres para consolidar su actividad microempresarial (Valenzuela & Venegas, 2001). Desde la
desventaja y los múltiples roles que la mujer “debe” asumir, ser mujer es visto como un desafío,
sin embargo, las emprendedoras entrevistadas se han propuesto utilizar esto a su favor,
principalmente agregando valor a sus servicios poniendo “un toque femenino” en sus negocios.
Depositan en ellos su dedicación, ponen atención a los detalles, son “busquillas” y se atreven con
nuevos productos, desarrollan empatía con la clientela, ayudan y solidarizan con sus vecinos, a
fin de diferenciarse como emprendedoras de sus pares masculinos.
Sin embargo, las responsabilidades domésticas y las dificultades cotidianas condicionan en gran
parte su desarrollo como trabajadora, limitándose principalmente por razones de tiempo y
energía, al priorizar asuntos domésticos por sobre los asuntos de su negocio, lo cual conduce a
que las mujeres mantengan sus negocios eminentemente para la sobrevivencia (FSP, 2005). Lo
anterior fue claramente narrado por las mujeres entrevistadas, siendo parte central de su
experiencia como emprendedoras.
77
Todas las mujeres reportan una vivencia de pobreza subjetiva (Rojas & Jiménez, 2008), al
preguntársele si se considera pobre o no. Ellas asocian estas vivencias fundamentalmente a su
pasado y sienten que lo han superado más o menos en la actualidad. Esta percepción subjetiva,
reporta aspectos relevantes en torno a la experiencia en pobreza y sus aprendizajes, que ellas
reflexionan como superadas en la actualidad.
En síntesis, para estas mujeres el emprendimiento femenino está asociado a desafíos, que
requieren diversas estrategias de conciliación de roles; a limitaciones de tiempo y que se erige
fundamentalmente desde el ser madres, como una estrategia que implica el sacrificio de ellas
mismas por una mejor calidad de vida para sus hijos. La experiencia de las entrevistadas muestra
claramente la posibilidad de superarse a sí mismas y sus condiciones de vida desfavorables,
marcadas por la pobreza, pero lo anterior no está exento de lo que se vivencia como sacrificio
personal, que tiene como riesgo la sobrecarga de la mujer, pudiendo incluso llegar a amenazar su
salud mental. No obstante, gran parte de las mujeres muestra en sus narraciones elementos claves
que hacen posible desarrollar una trayectoria en emprendimiento que surge por la necesidad
económica, pero que puede realizarse en condiciones de mayor protección familiar y personal, en
la medida que se cuenta con habilidades personales, apoyo monetario, oportunidades de
capacitación y se mantienen vinculadas con otros a través de su red de contactos personales y
formales.
En este punto es importante reflexionar sobre las limitaciones de este estudio. Una de ellas apunta
a que en los discursos de las mujeres no aparecen reflexiones sobre los costos que su experiencia
de emprendimiento pudiera tener por ejemplo para los hijos, posicionándose solamente desde su
propia vivencia de sacrificio, pero sin manifestar cómo creen que los procesos han podido afectar
negativamente a sus cercanos. Asimismo, dada las altas exigencias que estas mujeres se han
autoimpuesto, resultó complejo indagar en aspectos relacionados con sus fracasos, sus vivencias
de discriminación, desigualdades de género al interior de la familia, entre otros, ya que a pesar de
relatar experiencias personales y familiares difíciles, están focalizadas en los éxitos que han
78
alcanzado, posiblemente como una estrategia adaptativa que les permite validar el sacrificio
realizado en pos de sus metas.
Lo anterior indica por tanto, la importancia de realizar estudios sobre mujeres emprendedoras que
incluyan la perspectiva de otros actores relevantes, como pueden ser las parejas u otros
familiares, pero especialmente los hijos, para profundizar en cómo ven ellos, validando o
cuestionando por ejemplo, las experiencias de sus madres. Se debe considerar entonces, que el
estudio realizado está focalizado en mujeres que específicamente se encuentran en situación de
pobreza y tienen hijos, no pretendiendo dar cuenta de la diversidad de mujeres usuarias de
programas de microfinanzas, las cuales cuentan con diversos tipos de experiencias, contextos de
origen y motivaciones. Es por ello que se requiere cautela en la interpretación y manejo de los
resultados.
Por otra parte, una de las fortalezas del estudio es el hecho de abordar una temática de relevancia
social actual y el de constituir un espacio de verbalización para vivencias de gran intensidad. De
esta manera, uno de los aportes de la presente investigación es su aproximación a la mujer que ha
vivido o vive en situación de pobreza, definida específicamente por su rol de madre y
emprendedora. Este acercamiento permite comprender al fenómeno considerando sus nuevas
complejidades, dificultades, tensiones y retribuciones. En este sentido aporta nueva información
sobre el emprendimiento femenino, el cual no ha sido abordado suficientemente (Heller, 2010).
El fenómeno estudiado da cuenta de las implicancias que tienen las desigualdades de género, en
cuanto a inequidad en la distribución de roles, en donde la mujer asume una mayor cantidad de
responsabilidades que tienen una escasa connotación social. Es así como a nivel social se requiere
una actitud solidaria entre hombres y mujeres para que las relaciones en el ámbito doméstico sean
simétricas e igualitarias, a fin de que las mujeres puedan acceder en igualdad de condiciones al
trabajo remunerado y conciliar la vida laboral y familiar sin más sacrificios (Larrañaga, Arregui
& Arpal, 2004).
79
Es desde esta perspectiva que se desea analizar el rol de la investigadora. A nivel personal resultó
muy fácil empatizar con la experiencia de estas mujeres, valorando enormemente su trayectoria,
debiendo hacer un esfuerzo por cuestionar, ver los riesgos y costos para las mujeres en esta
experiencia, posiblemente por formar parte del mismo contexto sociocultural que exige a las
mujeres y que multiplica su roles. Como mujer que es madre autoexigente, que posee la
concepción personal de que la superación es sacrificio, hubo que analizar esta temática,
cuestionando el propio posicionamiento como mujer, a nivel personal, familiar, comunitario y
social. Específicamente, fue dificultoso alejarse de la idea de estar abocada “al servicio de los
otros”, para ello hubo que replantearse la propia concepción de mujer y la lógica machista
presente en muchas ideas, por ejemplo, en pensar que las mujeres deben sacrificarse por los
demás. Además, hubo que analizar los costos que esto tiene para la mujer y los hijos, y cómo las
propias mujeres perpetuamos las desigualdades de género. Para manejar estos sesgos y poder
iluminar los puntos ciegos, resultó muy relevante la discusión y triangulación de subjetividades
con otras profesionales.
Esta breve reflexión da pie a las sugerencias. A nivel de política pública, se hace necesario llevar
a cabo políticas institucionales que incluyan la perspectiva de género, que consideren fomenten la
corresponsabilidad de hombres y mujeres en las tareas domésticas e impulsen un reparto
equilibrado de la carga de trabajo (Larrañaga, Arregui & Arpal, 2004). Esta desigualdad adquiere
más complejidad en contextos de pobreza, al conjugarse dos fuentes de discriminación: el género
y la pobreza. En este sentido, se valora la oferta institucional que está dirigida a las mujeres y
aquella que considera en sus planificaciones y estrategias las diferencias de género existentes, y
más aún aquella focalizada en mujeres que viven en situación de pobreza. En estas instituciones
es primordial la presencia de educación para la igualdad, la implementación de estrategias
integrales que consideren la perspectiva de género, que ayuden a comprender cómo hombres y
mujeres pueden convivir en igualdad, y que aborden la realidad de la mujer que es madre, que
vive en situación de pobreza y que desea superarse.
80
Esto podría contribuir a que la superación no tenga costos tan altos para las mujeres, sino que sea
una tarea urgente de responsabilidad social. Diversos estudios plantean que el rol de la mujer es
relevante para la superación de la pobreza (Arriagada, 2005; FSP, 2005), por su dedicación a los
hijos y las familias. Sin embargo, la responsabilidad sobre los hijos no puede radicar
exclusivamente en la madre, y el costo de la superación no debe pagarlo solo la mujer, mediante
su sacrificio. En este sentido, algunos expertos en políticas de pobreza y género, plantean que
existen programas en que la atención hacia las mujeres se otorga en función de su rol como
“madres”, con miras a la eficiencia de intervenciones dirigidas a la familia y a los niños. Es así
como en la práctica algunos programas “explotan” el imaginario social de que la mujer está “a
servicio de los otros” (CEPAL, 2004). Resulta relevante que los programas dirigidos a las
mujeres manifiesten una explícita preocupación por romper la segregación sexual del trabajo y la
subvalorización del trabajo femenino, debiendo además estar orientados a poner fin a la
discriminación.
81
Sería interesante, además, que futuras investigaciones utilizaran otras técnicas de recolección de
información y análisis, con el fin de contar con un espectro más amplio de perspectivas. Por
ejemplo, se podría utilizar relatos de vida o la observación participante. Asimismo, se podrían
agregar nuevas preguntas al guión temático que incluyeran el concepto de maternidad, de
desarrollo personal y laboral, de las dinámicas familiares de las emprendedoras, de los
significados asociados a la familia y su relación con el trabajo productivo.
82
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