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Les finances municipales et la religion.

Un enfoque

Planteada en general, la relación entre la religión y el primer escalón de la Ad-


ministración Pública en las sociedades modernas, los Ayuntamientos, resulta
un tema excesivamente amplio tanto para el espacio de este comunicado como
para los conocimientos del ponente. Obviamente deberemos ceñirnos a las
finanzas municipales de una determinada organización estatal, en este caso la
del Estado Español. Y ya dentro de él, a pesar de su diversidad cultural y de
que las más recientes encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas
constaten que los reconocidos como católicos son menos de la mitad, dada su
peculiar historia, es necesario referirse a la religión católica. Es decir que, con
su autorización, voy a limitar mis reflexiones a la singular relación entre las fi-
nanzas municipales españolas y la religión católica.

Para hablar de financiación, un primer criterio para iniciar el análisis puede ser
el cuantitativo. Por ello puede resultar interesante situar el marco de financia-
ción y las cantidades que aportan a las arcas municipales los recursos tributa-
rios.

En la tabla que se adjunta en el Anexo 1, se puede comprobar que de los im-


puestos directos, que suponen un 70% de la recaudación total de los Ayunta-
mientos, el 67% son los ingresos debidos al IBI (Impuesto sobre Bienes Inmue-
bles). En el mismo cuadro también se puede comprobar que, de los impuestos
indirectos, el 41% son ingresos proporcionados por el ICIO (Impuesto sobre
Construcciones, Instalaciones y Obras). Como consecuencia, de la recauda-
ción total de impuestos cobrados por las arcas municipales algo más del 65%
lo constituyen el IBI y el ICIO.

Este cuadro permite dar una dimensión cuantitativa al singular panorama que
muestran las relaciones fiscales entre el poder municipal y la iglesia católica.

Las razones

Las razones de la singularidad de estas relaciones son, como no podían ser


menos, históricas. España sufrió una temprana cristianización como parte de
un imperio que asumió esa religión como herramienta de homogenización. Ce-
rrada en su dependencia papal se bloqueó ante la reforma del cristianismo y
exacerbó su papismo tanto en la extensión de su imperio por Europa como en
la asunción de la decadencia y desmembración del mismo. Consecuentemente
las estructuras de poder que fueron constituyendo el estado utilizaron como
herramienta de control social la religión católica, pretendiendo convertirla en la
principal seña identitaria del estado en formación (No es banal la narración or-
questada de esta conformación estatal como una “reconquista” por las “fuerzas
cristianas” de un territorio “invadido” por los “musulmanes” que pretende negar

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el inmenso papel civilizador del conocimiento llegado a la península por media-
ción de los pueblos árabes. Narración que intentan despertar hoy las fuerzas
de ultraderecha que, desgajadas del Partido Popular, toman voz individual en
las instituciones democráticas actuales, para justificar las políticas nacionalca-
tólicas de dicho Partido Popular).

En el devenir de la historia, la fase republicana, de corta duración, supuso una


objeción crítica a la sumisión confesional de las estructuras de poder. Sus es-
fuerzos modernizadores se vieron respondidos por una alianza entre el nacien-
te fascismo europeo, la iglesia católica y las clases dominantes que, tras una
cruenta guerra impusieron una dictadura a la que identificaron como “cruzada”.
La posguerra fue, para los golpistas vencedores, una larga pugna entre las
fuerzas más decididamente fascista (nucleadas por la Falange) y las fuerzas
ultracatólicas. Con la derrota del fascismo en Europa, el dictador prefirió ir
abandonando su apoyo en la Falange desplazándose hacia el poder de la igle-
sia católica que lo acogía como “Caudillo de España por la gracia de Dios” (de
su dios) y lo paseaba bajo palio. La consecuencia de este desplazamiento fue
una sumisión total de las estructuras del estado a las exigencias del Vaticano
que, como contrapartida, le ofrecía un lavado de imagen (después llegaron Ei-
senhower, sus bases y su feroz anticomunismo, y fortalecieron a los “cruzados
anticomunistas”).

Aunque ya hace más de cuarenta años que falleció (en el poder) el dictador, es
necesario retrotraerse a su acción porque, a pesar de la transición política ex-
perimentada en España desde entonces, y seguramente porque éste sea uno
de los mayores déficits de esa transición, el poder de la iglesia católica en el
estado español, a pesar de la manifiesta secularización del país, se ha mante-
nido incólume (dando razón a la conocida expresión de Franco de dejarlo todo
“atado y bien atado”). Un conocido crítico de esta realidad pone imagen a la
situación identificando a la iglesia católica como una tenia incrustada en la ma-
quinaria del estado a cuya costa vive.

La situación general

Los Ayuntamientos no tienen capacidad legislativa sobre la política fiscal. Sin


embargo su fuente de financiación fundamental, como vimos, es la recaudación
de una serie reducida de impuestos cuya normativa es desarrollada por el Go-
bierno del estado. Por ello, la labor de control de la iglesia católica se centró en
dicho Gobierno y su capacidad legislativa.

La regulación normativa de la fiscalidad de la iglesia católica se apoya en dos


fuentes principales:

1º) El acuerdo entre la Santa Sede y el Estado español de 3/1/1979

2º) La ley de mecenazgo de 23/12/2002

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El acuerdo del 79, formalmente posterior a la Constitución española (29 de di-
ciembre del 78) se fragua en realidad desde antes de, y durante, la redacción
de la Constitución y asegura los privilegios que el régimen dictatorial había
otorgado a su protectora iglesia. Con todo, y como corresponde a una institu-
ción de larga tradición en las negociaciones, los puntos de amarre más signifi-
cativos para esta situación ventajosa son siempre ambigüedades que se diri-
men en sutilezas de interpretación posteriores. Así la propia constitución esta-
blece en su artículo 16.3 que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal” lo que
parece una inequívoca declaración de aconfesionalidad que obligaría a una
organización laica del Estado español. Pero en ese mismo apartado continúa
diciendo “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la
sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación
con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Continuación que introduce la
posibilidad de una interpretación confesional encubierta (“tendrán en cuenta las
creencias religiosas de la sociedad”) y que sobre todo establece un manto pro-
tector (“mantendrán… relaciones de cooperación con la Iglesia Católica”) sobre
los privilegios que ya se tenían redactados en los acuerdos con el Vaticano de
inmediata aprobación. Ambas afirmaciones son difusas (tener en cuenta…,
cooperar…) pero establecen puntos de apoyo para la acción de los lobbys reli-
giosos perfectamente anclados en la judicatura.

Cuando las normas no pueden ser ambiguas (la normativa fiscal) se recurre a
una cascada de sutilezas. Así se empieza por eximir a la iglesia del impuesto
de sociedades para una muy amplia gama de actividades (lo que casi parece
una formalidad irrelevante), después se le exime del impuesto de actividades
económicas en todas aquellas actividades exentas del impuesto de sociedades
(ya se empiezan a amparar las transacciones económicas). Hasta aquí impues-
tos estatales. Pero todo ello prepara el terreno para que, como muy bien señala
Ángel Munárriz (Iglesia S.A.), con una doble negación “no estarán exentos del
IBI los que no estén exentos del impuesto de sociedades”, la ley de Mecenazgo
declare exentas del IBI (este sí es un impuesto municipal, y muy sustancioso) a
todas aquellas actividades de la amplia lista anterior. Este entramado en cas-
cada permite establecer barreras argumentales defensivas cara al gran público
y facilita la acción de los grupos de presión católicos.

Pero para la iglesia católica la seguridad en su poder va más lejos. La redac-


ción de los acuerdos con el Vaticano llega al extremo de chocar con las leyes
europeas. Así, expresamente, exime a la iglesia y todas sus formas de configu-
rar la propiedad (diócesis, parroquias, órdenes, congregaciones, monasterios,
etc.) del impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (el ICIO, otra
fuente significativa de la financiación municipal). Hubo que esperar al 27 de
junio de 2017 para que una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Eu-
ropea declarase que tal exención tendría que verse como una financiación en-
cubierta prohibida por el artículo 107.1 de la Unión Europea. La iglesia católica,

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por razones tácticas, en aquel litigio cedió (eran unas obras de ampliación en
un colegio de enseñanza concertada propiedad de una orden católica -
escolapios- en Getafe), pero los acuerdos siguen vigentes y en constante apli-
cación dentro de la suma discreción (más adecuado sería llamarlo opacidad)
con que actúa la iglesia católica, pendientes de aquellas reclamaciones que
surjan por parte de corporaciones críticas.

Por terminar de situar el contexto, la aplicación de este conjunto de alambica-


das redacciones legales ha de hacerse sobre un conjunto terriblemente opaco
de situaciones. A la ya citada configuración difusa de la propiedad (repartida
entre muchos propietarios legales pero con un solo dueño) hay que sumar la
absoluta falta de obligación de proporcionar información sobre sus gastos que
ampara a la iglesia (a pesar de ser en su mayoría dinero público). Así la Confe-
rencia Episcopal Española puede afirmar que desconoce la relación de los
bienes exentos del IBI que posee la institución, tanto como los fines y dedica-
ciones de esos bienes.

Intentando superar esta opacidad protectora y dar una dimensión estimable de


las cantidades en juego se han realizado importantes esfuerzos por diferentes
grupos. Así en el extenso informe realizado por Europa Laica “Opacidad y fi-
nanciación de la iglesia católica” y publicado en 2017 se afirma:

“Sólo del IBI (rústico y urbano) las administraciones locales pueden estar de-
jando de ingresar una cantidad cercana a los 700 millones de euros. Y aquí nos
referimos a todos los inmuebles y suelo, sean destinados al culto o no, situa-
ción irregular que no se evalúa por ningún ayuntamiento, hasta ahora. Los
“Acuerdos” sólo eximen a centros dedicados expresamente a culto, pero la
realidad es que la Ic NO paga de ninguno de sus bienes, aunque sean suculen-
tos negocios, alquileres, etc.”

La circunstancia de fijarnos sólo en la iglesia católica no es un sesgo ideológi-


co, y queda clarificada por las palabras de periodista Juan G. Bedoya en un
artículo suyo en el periódico El País:

“Lo curioso es que de esas ventajas fiscales no se benefician ni siquiera las


otras religiones que gozan de la calificación de 'notorio arraigo' [protestantismo,
judaísmo e islamismo], que también han firmado convenios de colaboración
con España. Eso quiere decir, por ejemplo, que si un rabino, un pastor o un
imam construyen su vivienda en un municipio, deberán pagar, lógicamente, la
licencia de obras al Ayuntamiento, de la que, en cambio, está exento el sacer-
dote para su casa, rectoral o no.”

Los casos particulares

Hasta aquí hemos revisado el marco general que organiza la relación financiera
de los ayuntamientos con la iglesia católica. Pero las consecuencias de los pri-
vilegios franquistas han producido grandes daños en las arcas de municipios
concretos a través de un auténtico expolio de la propiedad pública realizado por
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un mecanismo trazado por el dictador para la apropiación directa de bienes
públicos por parte de esta iglesia católica: las inmatriculaciones.

Otra vez a la historia


La inmatriculación es el acto de inscribir por primera vez un bien en el registro
tras acreditar las razones de esa propiedad
En 1946, como una de los primeros pasos de cesión del gobierno golpista a los
poderes del Vaticano, se aprueba una Ley Hipotecaria que equipara, en su ar-
tículo 206 (más el 304 del Reglamento que la desarrollaba), a la iglesia católica
con los funcionarios públicos a la hora de poner a su nombre una propiedad
(fincas rústicas, casas). Á partir de ella basta con que un obispo fuera al regis-
tro con un papel expedido por el diocesano en el que dijera que aquella propie-
dad era suya. Así se han inmatriculado miles de propiedades de toda clase:
casas rectorales, cementerios, huertos, garajes, almacenes, etc. Esta ley hipo-
tecaria excluía un tipo de bienes: los directamente dedicados al culto.
En 1998, el Gobierno de José María Aznar extiende ese privilegio a los templos
de culto. A partir de esa fecha, las diócesis pusieron a su nombre iglesias,
mezquitas, catedrales, ermitas, etc.
Será en 2015 cuando se apruebe una reforma de la Ley Hipotecaria que termi-
ne con el privilegio eclesial, a causa del escándalo que se iba generando y tras
un anunciado proyecto planteado ya en 2014 para dar tiempo a los obispos a
redondear la tarea.
Como consecuencia de la aplicación sistemática y sostenida de este privilegio,
la iglesia católica realizó un descomunal expolio de las propiedades municipa-
les con una clara incidencia en la capacidad de financiación de muchos casos
particulares.
El dimensionamiento de la operación presenta muy serias dificultades. Se van
conociendo datos parciales. Así se reconoció la inmatriculación en Navarra de
1.087 propiedades. Pero los diferentes gobiernos centrales, presionados por
los lobbys católicos, mantienen una misteriosa cobertura sobre los datos que,
por lo que se sabe, están ya en su poder (en lo que hace referencia al periodo
de 1998 a 2015).
Por ello, el editorial del diario el País de 18 de agosto de 2019 decía:
“La relación de bienes que la Iglesia católica ha inscrito a su nombre en las úl-
timas dos décadas sigue siendo, inexplicablemente, una materia reservada.
Los registradores de la propiedad enviaron hace ya un año al Gobierno la lista
de propiedades inmatriculadas por los diferentes obispados, pero nada se co-
noce sobre su contenido. Una de las pocas cosas que han trascendido es que,
entre lugares de culto y otros bienes, son alrededor de 30.000 las propiedades
que la Iglesia ha registrado a su nombre sin tener necesariamente la titularidad.
En aras de una imprescindible transparencia, los ciudadanos tienen derecho a
saber con la máxima precisión las catedrales, iglesias, ermitas, casas parro-
quiales, abadías, escuelas, plazas o solares inmatriculados desde hace 20
años y a comprobar qué bienes son de dominio público o forman parte del pa-
trimonio cultural.”
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Esta reserva gubernamental ha dado lugar a abundantes estimaciones. Así el
diario Religión Digital publicaba recientemente:
“30.000 bienes, entre catedrales, iglesias, garajes, frontones, jardines, aparta-
mentos y campos de labranza. Esos son los bienes que, a falta de confirmación
oficial, ha entregado el Colegio de Registradores al Gobierno, y que hacen refe-
rencia a los bienes inmatriculados a nombre de la Iglesia gracias a la “Ley-
Aznar”, entre 1998 y 2015. Un informe que, según ha podido confirmar RD, el
Ejecutivo socialista tiene en sus manos desde hace más de un año, y que to-
davía no ha decidido cómo hacer público.
Sin embargo, esa cifra no refleja toda la realidad. …Y es que, si sólo contára-
mos los bienes apropiados por la Iglesia católica desde 1978 (año de la pro-
clamación de la Constitución española), la cifra se incrementaría por tres o por
cuatro. Distintos expertos en Patrimonio consultados por este diario cifran en
más de cien mil los inmuebles inmatriculados desde la instauración de la de-
mocracia.”
Son tan abundantes y extendidos por el territorio español los diferentes apro-
piamientos de la iglesia católica mediante la aplicación de este procedimiento
de inmatriculación que merecen un estudio detenido para dibujar la dimensión
de los hechos (llega hasta la inmatriculación de unas murallas en Artá, Mallor-
ca). Me limitaré a citar dos.
Uno, un caso local. Una pequeña localidad asturiana, capital del concejo de
Siero, tuvo que costear desde su limitado presupuesto municipal la adquisición
de una antigua ermita en situación de abandono que, cuando en campaña elec-
toral se anunció la intención de convertirla en un local social fue inmediatamen-
te inmatriculada por la iglesia para después vendérsela al Ayuntamiento.
Otro, sin duda uno de los ejemplos más llamativos por el volumen económico
que mueve, por el trasfondo ideológico que esconde (“terminar la reconquista”)
y por los malabarismos políticos y legales que lo cruzan, es el de la Mezquita-
Catedral de Córdoba.
El 2 de marzo de 2006 la Diócesis de Córdoba inscribió a su nombre en el Re-
gistro de la Propiedad la Mezquita-Catedral. La Iglesia inmatriculó entonces
como propio, con un coste de 30€, el emblemático monumento de la cultura
universal -denominándolo únicamente “Santa Iglesia Catedral de Córdoba”- con
un certificado expedido por el obispo. A partir de ese momento se planteó una
densa tarea con dos ejes claros. El primero hacer desaparecer la Mezquita de
la historia, borrándola de toda la documentación pública y llegando a inventar
una patraña según la cual aquello había sido ya una iglesia católica antes del
imperio andalusí. El otro, convertir su explotación en un lucrativo negocio am-
parado en su privilegio de no tener que rendir cuentas a nadie. A pesar del pro-
tegido oscurantismo y a partir del número de visitas declarado (supera el millón
y medio al año) y el precio de las entradas, se han hecho cálculos que colocan
los ingresos por este concepto entre 11 y 13 millones de euros anuales. Toda
la actividad económica que gira en torno de este emblemático monumento está
libre de cargas impositivas por lo que priva a la corporación municipal de Cór-
doba de la parte que le corresponde.

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Si bien este es un caso límite, sería necesario poder evaluar los costes públi-
cos derivados del enorme volumen de propiedades inmatriculadas, tarea, hoy
por hoy, muy difícil.

Trabajando desde dentro


Las tribulaciones para las haciendas municipales no provienen exclusivamente
de la acción exterior de corporaciones privilegiadas como la Santa Sede y su
presión sobre el Gobierno central. Desde los poderes municipales, las fuerzas
de la derecha española, que conservan interiorizada la idea de la “cruzada vic-
toriosa”, buscan consolidar la religión católica como símbolo identitario de esa
España que predican. Como consecuencia, desde estos ámbitos de poder,
procuran hacer notar su fidelidad a los privilegios otorgados por el antiguo ré-
gimen a la iglesia católica. Entre sus acciones, e incidiendo directamente sobre
la financiación municipal, están las cesiones de terrenos municipales para el
establecimiento de actividades mercantiles de esa iglesia católica (colegios,
residencias, hospederías, etc.) que engrosen la larga lista de las exenciones de
impuestos.
Muchas de las barreras que hacen enormemente lento el avance de las reivin-
dicaciones contra los privilegio de la iglesia católica están en esas pequeñas
acciones u omisiones desde los elementos más simples de la gestión pública.
Una mirada al futuro
Dada la situación del poder en España, los únicos atisbos de solución parecen
llegar desde la legislación europea.
Ya hemos citado como el cobro del ICIO tiene una sentencia desde junio del
2017 que puede servir como apoyatura para que las diferentes corporaciones
municipales entablen litigios con la iglesia católica exigiendo el cobro de ese
impuesto. Se trata de una tarea de “grano fino” a la que fácilmente se pueden ir
poniendo barreras desde la proximidad de cada caso. Es imprescindible una
acción colectiva, muy decidida, por parte de todas las corporaciones municipa-
les.
Y eso es muy difícil. Europa Laica tiene la experiencia del esfuerzo que signifi-
ca intentar establecer una “Red de municipios por un Estado Laico”. Su desa-
rrollo supone dirimir una inmensa multitud de pequeñas batallas que ralentizan
enormemente el proceso.
En el caso del IBI la vía europea aparece también como fuente de esperanza.
Así, el periodista Ángel Munárriz, publicaba el 7 de noviembre de 2018 en Info-
Libre:,
“El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), con sede en Luxemburgo,
ha establecido en una sentencia fechada este martes la obligatoriedad del Es-
tado italiano de cobrarle a la institución religiosa el impuesto sobre bienes in-
muebles (denominado IBI en España e ICI en Italia) atrasado en establecimien-
tos donde desarrolle actividades comerciales. …
¿Cómo podría ponerse a prueba si las exenciones españolas a inmuebles de la
Iglesia o sus entidades en los que se desarrollan actividades económicas están

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fuera de la ley europea? Explica Aitor Martínez, profesor de Derecho Interna-
cional: «Las ayudas de Estado están prohibidas por el Derecho comunitario,
porque rompen el mercado interior. Y no sólo las ayudas directas, por ejemplo
en forma de subvenciones, sino las ayudas indirectas o encubiertas. Se puede
presentar un recurso ante la Comisión Europea, que actúa como guardiana de
los tratados europeos, alegando además que ahora hay un precedente juris-
prudencial con cierta identidad en el objeto y los sujetos». A su juicio, no obs-
tante, el mecanismo óptimo sería que las autoridades españolas actuasen”
Ya dice el ponente que “el mecanismo óptimo sería que las autoridades espa-
ñolas actuasen”. Pero precisamente eso, dado el poder de la iglesia católica,
parece todavía difícil. La otra vía, igual que en el caso anterior, la suma de mu-
chas acciones individuales de multitud de corporaciones exige un nivel de
coordinación inexistente.
La acción de la prensa independiente, de movimientos sociales, la conciencia-
ción de una parte importante de la ciudadanía y la responsabilidad de los re-
presentantes políticos parecen la única línea de trabajo para conseguir reducir
los privilegios heredados por la iglesia católica del antiguo régimen en aras de
una mayor equidad.

Luis Fernández González

Presidente de Asturias Laica

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Anexo 1

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