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Introducción al
análisis del
discurso
1. La construcción de la
realidad
Imaginemos una situación en la que el discurso sea protagonista y lo dicho
cobre tal relevancia que lo que sucede solo exista a partir de las palabras y el
enunciado. Para eso, nos situaremos en un contexto real con elementos que
conocemos: en la primera mañana de un lunes cualquiera, –mientras
desayunamos– realizamos una lectura del portal web de información que
cotidianamente consultamos como parte de nuestra rutina. En la solapa
principal, este medio de comunicación asegura que bajaron los precios de los
derivados de la leche. Tras leer ese enunciado, decidimos acercarnos al almacén
más cercano con la finalidad de comprar productos lácteos para nuestro hogar.
Al llegar al local comprobamos que los precios se mantienen y, tras consultar al
vendedor, confirmamos que no hay cambios de precio por su proveedor. Luego
de esto ingresamos en un terreno en el que lo discursivo solo se sostiene en el
plano de las palabras, pero no en el de los hechos: ¿es cierta la información que
comunica el sitio web antes leído? ¿Debemos confiar en lo emitido por el
vendedor de productos derivados de la leche o en lo leído en el medio digital?
Con este simple ejemplo distinguiremos los elementos, los procesos y las
herramientas técnicas que permitirán comprender (superficialmente) de qué
hablamos cuando nos referimos al análisis del discurso.
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La riqueza del lenguaje cotidiano sobrepasaba con creces la
función descriptiva, diversificándose en una enorme variedad de
usos y de funciones tan importantes como la propia función
descriptivo-representacional. No se puede acceder, por lo tanto,
al funcionamiento del pensamiento humano analizando tan sólo
la estructura lógica sobre la que se asientan las lenguas
naturales, sino que es necesario contemplar todos los usos del
lenguaje si queremos entender tanto nuestra forma de pensar,
como nuestra forma de actuar y nuestra forma de relacionarnos
con la gente. (Íñiguez, 2003, p. 31).
Ahora bien, ¿qué define un discurso? Existen tantos autores como formas de
caracterizarlo, y estas determinarán, luego, la concepción de análisis de
discurso. Entre las tantas definiciones, tomaremos la de Íñiguez Rueda:
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de “discurso” se concibe como el enunciado considerado desde
el punto de vista del mecanismo discursivo que lo condiciona. En
efecto, el enunciado es concebido en esta noción como
resultado, es decir, como algo que posee memoria, pues lleva
consigo la marca de sus propias condiciones de producción. Esta
posibilidad de distinción hace que esta última concepción de
discurso resulte la más apropiada, al menos transitoriamente.
(2003, p. 98).
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La semiótica le corresponde verificar la estructura de los signos y
la validez que pueden tener en las percepciones culturales,
procurando, además, enfrentarse con explicaciones teó ricas que
den razones coherentes de esos fenó menos que involucran la
comunicació n humana. A partir de esta acepción del concepto,
se puede, ulteriormente, ir perfeccionando los contornos, pero
manteniendo ese núcleo fundamental. (Zecchetto, 2002, p. 10).
Estas aproximaciones, que tal vez resulten confusas en una primera lectura,
cobrarán sentido en los demás módulos y capítulos de esta materia.
Tal como explica Iñiguez Rueda sobre el Modelo binario del signo, el discurso
era considerado por Ferdinand de Saussure (como una construcción binaria de
significado y significante. En esta línea, existía un sujeto enunciador que emitía
un enunciado (concepto) que iba a ser luego decodificado por otro sujeto y eso
le daría sentido a la relación directa y circular de mensajes emitidos y
comprendidos, sin factores externos que modifiquen la intención (de las
palabras y sus significados) del sujeto enunciador.
Bajo esta idea binaria, si una persona enunciara una frase como la casa
embrujada, el artículo la referirá a femenino singular, el signo (sujeto de la
oración) casa remitiría a un espacio de material donde vive gente (objeto) y el
signo (adjetivo) embrujada referirá a hechizado (objeto). El receptor de este
mensaje comprenderá entonces que esa casa está embrujada sin entrar en
segundas lecturas (transversales, si se quiere) en las que se podrían aplicar
metáforas, ironías o intenciones poéticas. La literalidad signo/objeto es, según
el modelo binario, completa y única. Además, esta forma de comprender
aquello que se dice limita posibles lecturas o reformulaciones ulteriores por
parte del receptor del mensaje.
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Modelo ternario del signo: Charles Pierce () introdujo a la concepción
saussereana la idea de productividad de sentido a partir de la incorporación del
concepto de semiosis, que permitió una nueva relación entre un signo, su
objeto y un interpretante, que se ubica en el plano de la racionalidad y
constituye la idea que se produce en la mente de quien inicia este proceso de
significaciones. ¿Qué es el signo para Pierce? Algo definido por alguien.
Fuente: [Imagen sin título sobre modelos del signo]. (s. f.). Recuperado de
https://goo.gl/4t5GHB
El signo es, entonces, algo que para alguien representa algo sin
referencia a otra cosa o persona, ya que es solamente un significado
potencial y se dirige a alguien (aquello que se dice, por ejemplo).
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El interpretante completa lo que luego será, nuevamente, llamado signo
y permite que cobre sentido ese signo con su objeto.
Así, a partir del interpretante, Pierce (1988) introduce una idea de producción
de sentido amplia en cuanto a este, que será nuevamente parte de la tríada de
signo, objeto e interpretante, y puede, de hecho, ser inmediato o dinámico (al
igual que objeto):
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Vemos, entonces, que llegamos a la idea de análisis del discurso a través de
conceptos que se complejizan. Según algunos autores, esta concepción, que es
la base de esta materia, tienen completa relación con la idea de semiosis social,
más comprensible o –mejor dicho– menos abstracta que el discurso.
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Figura 2: Semiosis social
La teoría de los discursos sociales (de la década de 1970) supone, según Verón,
la comprensión del discurso más allá de la Lingüística y resalta la importancia
de la interpretación o el punto de vista (producción de sentido) y el análisis de
la construcción de la realidad dentro de la semiosis.
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Esta construcción de sentido ilimitado, tal como la define este autor, no será
lineal ni programable, sino dependiente de las condiciones de producción,
circulación y reconocimiento.
Más allá de los detalles y los cuidados que pueda tener un emisor, este dejará
huellas gramaticales (evidencias discursivas), que son generadas por ciertas
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dimensiones culturales, ideológicas o sociales. Entonces, para completar
cualquier enunciado, deberemos dilucidar los mensajes dentro de los mensajes.
El sentido, en medio de esta llamada semiosis social infinita, será aprehendido
por los intercambios discursivos.
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2. El enunciador
Cuando hablamos de enunciador nos referimos a la persona, la institución o la
entidad responsable de un enunciado. En el caso de los medios masivos de
comunicación, nos referiremos a los periodistas, los editores, los productores,
los directores o el mismo medio que le da soporte a los discursos (sean estos
escritos o verbalizados).
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otra parte; se buscará en él más bien un campo de regularidad
para diversas posiciones de subjetividad. El discurso concebido
así, no es la manifestación, majestuosamente desarrollada, de
un sujeto que piensa, que conoce y que lo dice: es, por el
contrario, un conjunto donde pueden determinarse la dispersión
del sujeto y su discontinuidad consigo mismo. Es un espacio de
exterioridad donde se despliega una red de ámbitos distintos.
(Iñiguez Rueda, 2003, P. 76).
¿En qué podemos usar a nuestro favor que todo discurso tenga un contexto de
producción? En que ese contexto generará una cierta formación discursiva,
desde la que podremos ver algunas huellas del enunciador.
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Es interesante, en este punto, pensar en lo que Zecchetto (2002) delimita como
la dinámica del proceso comunicativo social, en la que participan tres
componentes (fenómenos, según el autor): pretexto, texto y contexto.
Texto: refiere a aquello que fue creado, a lo enunciado de acuerdo con una
forma y un contenido.
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“Dentro de los discursos aparecen rasgos y marcas que dan cuenta
de los componentes enunciativos” (Zecchetto, 2002, p. 207).
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Figura 4: Contrato de lectura
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... el quehacer que debe plantearse con el discurso, que
simultáneamente constituye el problema que se tiene que
resolver y la estrategia que ha de adoptarse, debería consistir en
tratar los discursos como prácticas que forman
sistemáticamente los objetos de que hablan y abandonar la
consideración de los discursos como conjuntos de signos o
elementos significantes que son la representación de una
realidad. (Como se cita en Íñiguez Rueda, 2003, p. 77).
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2.2 Legitimación del enunciado
Tal como ya hemos argumentado, todo discurso tiene un contexto de
producción que se denomina formación discursiva. En esa línea, Iñiguez Rueda
toma lo dicho por Michel Foucault en La Arqueología del saber, donde habla del
“conjunto de relaciones que articulan un discurso mediante la organización de
estrategias, facultando para la puesta en circulación de determinados
enunciados en detrimento de otros” (2003, P.76). Esto hace de los discursos
prácticas sociales que legitiman (en los hechos) un enunciado por encima de
otros.
legitimación por llegada a través de las redes sociales (del sujeto emisor
o el medio que lo difunda);
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En este marco, y si tenemos en cuenta la semiosis infinita que reconstruye y
complementa signos y significantes, podemos recurrir a aquello que Íñiguez
Rueda denomina procesos microsociales que complementan y desmenuzan los
procesos básicos mediante los cuales las personas construimos el mundo a
través de la acción. ¿El discurso es acción? Si seguimos a los autores que
validamos en este primer módulo de la materia, claro que sí.
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de discursos afines a través de personas antes validadas por la sociedad.
Entonces, ya no se atiende a la relación del enunciador con el hecho en sí ni a la
relación con quien recepta ese mensaje (y lo carga de sentido), sino que se
enfoca en una búsqueda de legitimación a través de las palabras de otros
enunciadores incluidos en el discurso que validan lo dicho por sus
competencias, originalidades, conocimientos específicos o empatía. ¿Cómo lo
vemos en los discursos? Por citas o referencias.
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Referencias
Foucault, M. (1969). La arqueología del saber. Madrid: Siglo XXI.
[Imagen sin título sobre modelos del signo]. (s. f.). Recuperada de
http://www.santiagokoval.com/2014/05/17/la-semiosis-social-segun-eliseo-veron/
Íñiguez Rueda, L. (2003). Análisis del discurso: manual para las ciencias sociales.
Barcelona, ES: Universidad Abierta de Cataluña (UOC).
Verón, E. (s. f.). El análisis del contrato de lectura. Un nuevo método para los estudios
del posicionamiento de los soportes media. Recuperado de
http://www.catedras.fsoc.uba.ar/delcoto/textos/veron_eliseo_analisis_del_contrato_
de_lectura.pdf
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