Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Historia Medieval
Rut: 16.640.450-9
En 1369, por motivo del envío de cartas por el Canciller y no por los reyes, Enrique II
manda literalmente que sean “obedecidos e non complidos”. Y en 1462, Enrique IV que las
cartas mal registradas se deben asimilar de la misma manera. Y así varios ejemplos más como
el Ordenamiento otorgado a Sevilla en 1371 evidencian que el término ya se usa y, a pesar que
por lo general, en el caso de defectos formales de los documentos, es ya un espacio a ocupar
decididamente por las Cortes. También es ocupado por el rey, por ejemplo: “Cuando en 1433
las Cortes se muestran partidarias de anular o revocar e dar por ningunas dichas cartas, el rey
no las contradice; se limita a reiterar que las obedezcan y no las cumplan” (ibídem. Pág. 485) e
incluso los Reyes Católicos en 1475 llaman a los sevillanos a no cumplir cartas que
perjudiquen sus privilegios. Esto lo hacen quizás para mostrar su cercanía o preocupación con
los problemas de los municipios, entendiéndolo como estrategia política o como acto de
verdadera buena fe. Eso no lo sabemos, pero queda de manifiesto la gradual importancia que
va cobrando con el pasar del tiempo, es decir “el obedecer y no cumplir es el procedimiento
que permite hacer frente a las disposiciones reales contrarias al tenor de los ordenamientos”
(ibídem. Pág. 484). Y tomando este último punto, no es descabellado preguntarse el porqué de
este uso regio del concepto. Probablemente puede ser porque de una manera ambas partes
ganan. Ganan en el sentido de “no perder”. Porque los municipios logran frenar disposiciones
legales del rey, a la vez que el rey logra que su voluntad expresada en lo legal, se imponga,
aunque no se cumpla. Por decirlo de alguna manera, para el rey, no se cumple de Hecho, pero
queda registrado de Derecho, y es probable que allí radique el interés por mantener este
concepto legal propio de la península ibérica por años en sus relaciones.
Sin embargo, mientras en América la fórmula jurídica adoptaba nuevos ropajes que
tuvieron que ver con las condiciones distintas y de lejanía con respecto a la metrópolis, y
además con el Derecho indiano que no siempre pudo ser fiscalizado a cabalidad, en Europa
“las Cortes de 1544, entre otros muchos testimonios, reconocen paladinamente que la
obediencia y no cumplimiento se ha convertido en mero trámite inicial del recurso de
suplicación (Gonzáles, pág. 487). La monarquía establece que las cartas contrarias a Derecho
no se cumplan, sin embrago, llegado el caso actúa en los márgenes legales, estrecha su
aplicación, coacciona recurriendo a su poderío absoluto. A este mismo respecto Benjamín
Gonzáles también nos cuenta que “lo que fuera en sus orígenes un mecanismo de contención
de las cartas desaforadas, un modo de preservar la identidad de los Derechos municipales ante
la expansión del Derecho regio se transforma luego en instrumento de conservación de las
leyes regias frente a las disposiciones del propio monarca” (ídem). A esta altura, el monarca ya
tiene plena conciencia de los mecanismos del “se obedece, pero no se cumple” y
aparentemente sabe también cómo usarlo a su favor. No obstante esto, sigue siendo llamativa
la ingeniosa manera de solucionar la dispersión normativa original del siglo XIV, donde al
“obedecer” se mantiene el principio de autoridad intacto, más al no cumplirse, no se trastocan
los usos y las costumbres de la localidad.