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Carrera 8 n.° 12 A-19 Sede Anexa del Palacio de Justicia - Bogotá, D. C., Colombia
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En el cargo se recrimina al Tribunal por haber desconocido los deberes de
sustentación del recurso de apelación y el principio de consonancia
establecido en el artículo 66 A del Código Procesal del Trabajo y de la
Seguridad Social - CPTSS -, luego de haber apreciado de manera errónea el
escrito que contiene el recurso de alzada presentado por el apoderado del
Instituto de Seguros Sociales en contra de la sentencia de primera instancia.
PROBLEMA JURÍDICO EN SEDE DE INSTANCIA:
La Corte debe resolver el recurso de apelación en torno al tópico de la
convivencia, pero en perspectiva de definir la existencia de los tratos crueles
de los que, presuntamente, fue víctima la demandante, así como la
suficiencia de ese supuesto para excusar o dar por cumplidos los requisitos
necesarios para el reconocimiento de la pensión de sobrevivientes
reclamada, que, se repite, fue el postulado en ejercicio del cual se desplegó
la discusión en el proceso.
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cualquier tiempo. (Ver CSJ SL, 24 en. 2012, rad. 41637, reiterada en las
sentencias CSJ SL, 31 en. 2012, rad. 40995, CSJ SL704-2013, CSJ
SL13276-2014, CSJ SL12218-2015, CSJ SL6519-2017 y CSJ SL1399-2018,
entre muchas otras).
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Aunado a lo anterior, lo cierto es que nuestro ordenamiento jurídico
establece una gama de reglas y principios encaminados a prevenir, remediar
y castigar cualquier forma de maltrato intrafamiliar, además de proteger de
manera integral y efectiva a las personas violentadas. Igualmente, teniendo
en cuenta que, tradicionalmente, la víctima de dichas formas de violencia ha
sido la mujer, envuelta en un contexto de “…relaciones de poder
históricamente desiguales entre mujeres y hombres” que conduce a
perpetuar la discriminación contra ésta y a obstaculizar su pleno
desarrollo…” (CC T-338 de 2018), nuestro ordenamiento jurídico se ha
preocupado especialmente de prevenir y castigar cualquier forma de
violencia en su contra, a través de normas como el artículo 43 de la
Constitución Política, la Ley 294 de 1996, la Ley 1257 de 2008 y, entre
otros, la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra la mujer (Convención de Belém do Pará).
Siendo ello así, no sería posible entender, bajo ninguna circunstancia, que
una víctima de maltrato pierde el derecho a la pensión de sobrevivientes de
su cónyuge, por el solo hecho de renunciar a la cohabitación y buscar
legítimamente la protección de su vida y su integridad personal. Pensar
diferente sería, ni más ni menos, una forma de revictimización contraria a
los valores más esenciales de nuestro ordenamiento jurídico, al derecho a la
igualdad y no discriminación y al artículo 12 de nuestra Constitución
Política, de conformidad con el cual nadie puede ser sometido a “…tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes…” Igualmente, implicaría
reproducir patrones y contextos de violencia contra la mujer, negarle el
derecho a oponerse al maltrato y condenar a otras mujeres a soportarlo, con
tal de no perder beneficios jurídicos como el de la pensión de
sobrevivientes».
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Tesis:
«En esa dirección, en lo que respecta a la separación de los cónyuges, a
folios 75 a 77 obra copia de la investigación administrativa adelantada por el
Instituto de Seguros Sociales, que fue aportada por la propia entidad y
decretada como prueba en el curso de la primera audiencia de trámite (fol.
78). En dicho documento se decantaron los siguientes “hechos
establecidos”: que la demandante y el señor Fabio Montoya Chaverra
contrajeron matrimonio católico el 3 de junio de 1993 y fijaron su residencia
en la finca Villa Laura; que, con posterioridad, “…las relaciones
interpersonales entre los esposos Montoya Roldán empezaron a deteriorarse
sin previa ocasión de la señora Roldán…”; que la señora Luz Elena Roldán
“…soportó con paciencia el trato indiferente y los desplantes de tipo
psicológico y moral que le hacía su cónyuge hasta marzo de 1997…”; y que,
desde este último momento, la actora fijó su domicilio en la ciudad de
Medellín, mientras su esposo permaneció solo en la finca de su propiedad.
Todo lo anterior permite inferir, a falta de otras pruebas que den cuenta de
lo contrario, que, efectivamente, como lo dedujo el juzgador de primer grado,
la demandante se separó de cuerpos de su esposo y no convivía con él en el
momento de la muerte, pero debido a los malos tratos a los que era
sometida.
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de la pensión de sobrevivientes, como también lo resolvió el juzgador de
primer grado.
[…]
Conforme a todo lo expuesto, en este caso la Corte debe tener por cumplido
el requisito de la convivencia exigido legalmente, pues, además de que la
demandante convivió con el causante desde la fecha del matrimonio - 3 de
junio de 1993 -, aproximadamente hasta el mes de marzo de 1997 (fol. 76),
la falta de cohabitación desde ese momento y hasta la muerte del
pensionado - 7 de septiembre de 2004 - se originó en los malos tratamientos
que este le dispensaba a su esposa.
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Narró también que la pensión de sobrevivientes le fue negada por no
acreditar la convivencia establecida legalmente, pero, agregó, “…la no
convivencia… obedeció a motivos ajenos a su voluntad, es más, fue por
motivos generados por su cónyuge…” A dichos supuestos la entidad
demandada contestó que no le constaban, pero que eran prueba de la no
convivencia de los cónyuges en el momento de la muerte.
[…]
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Es decir que, como lo reclama la censura, el recurrente en apelación volvió
sobre un hecho intrascendente del proceso, al referirse a la falta de
convivencia en el momento de la muerte, supuesto que, se repite, fue
admitido por la propia demandante y no hacía parte del debate practicado
en las instancias, de manera que no atacó los verdaderos fundamentos de la
decisión de primer grado, relativas a que la actora no tenía la culpa de la
separación y debía ser excusada de demostrar la convivencia.
Tras lo anterior, sin duda alguna, luego de la valoración errónea del escrito
de apelación, el Tribunal quebrantó el principio de consonancia. Ello en
virtud de que, si bien podía entenderse que el requisito de la convivencia, en
tanto materia, había sido abordado en el recurso de apelación por la entidad
demandada, lo cierto es que ni el apelante ni el Tribunal asumieron de
manera congruente y consecuente ese tópico, respetando los límites bajo los
cuales se había proyectado la discusión en el curso de la primera instancia,
de manera que, por defecto, dicha corporación omitió decidir la controversia
desde la perspectiva en la que estaba obligada a hacerlo, es decir, definiendo
si la demandante tenía derecho a la pensión de sobrevivientes a pesar de la
separación, por no haber tenido culpa en la misma, en la medida en que
había sido sometida a tratos crueles bajo los cuales no podía ser forzada a
convivir.
Tal ejercicio erróneo del Tribunal, además, implicó un sacrificio del derecho
sustancial de la demandante y una vulneración de sus derechos
fundamentales al debido proceso, el acceso a la administración de justicia y
la justicia material, así como una infracción de las demás normas que dan
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sentido a la pensión de sobrevivientes que se incluyen dentro de la
proposición jurídica».
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Con tales fines, el legislador se ha valido de varios institutos procesales
tendientes a delimitar el marco de la discusión y a desarrollar un proceso
plenamente congruente y dotado de sentido. Así, por mencionar algunos de
dichos instrumentos, en el proceso ordinario laboral se le exige a la parte
demandante la indicación de lo que pretende, expresado con precisión y
claridad, junto con la relación de los hechos y omisiones que le sirven de
fundamento y las pruebas que pretenda hacer valer (artículo 25 del CPTSS);
a la parte demandada le es imperioso pronunciarse explícitamente sobre
esas pretensiones y hechos, aclarando las razones de su respuesta (artículo
31 del CPTSS); y, en el curso de la primera instancia, una vez trabada la
relación jurídico procesal, el juez debe fijar el litigio (artículo 77 del CPTSS),
que no es otra cosa que delimitar el marco de la discusión sobre la cual
habrá de desarrollarse, en adelante, toda la actuación procesal, con los
hechos y pretensiones que serán materia de debate, igual que los quedan
fuera del mismo, por haber sido admitidos o abandonados por las partes
(Ver CSJ SL, 13 sep. 2006, rad. 25844, CSJ SL, 16 mar. 2010, rad. 36745,
CSJ SL9318-2016).
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En ese sentido, en el proceso laboral ser congruente y coherente es una
exigencia de primerísimo nivel, exigible tanto a los juzgadores como a las
partes, además de un correlato de derechos fundamentales de gran
importancia, como el debido proceso. Vale la pena aclarar, no obstante, que
estas reglas procesales encuentran excepciones precisas en las facultades
del juez de primera instancia de emitir fallos ultra o extrapetita; en el grado
jurisdiccional de consulta a favor del trabajador y de ciertas entidades del
Estado; y, en general, en el imperativo de hacer prevalecer el derecho
sustancial en tratándose de derechos mínimos fundamentales e
irrenunciables de trabajadores y afiliados al sistema de seguridad social».
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ordinario se convierta en extraordinario (CSJ SL, 10 ag. 2010, rad. 34215,
CSJ SL13179-2015, CSJ SL818-2018, entre otras).
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también ya se analizó en precedencia, ello no implica que el juzgador de
segundo grado esté atado a los argumentos del apelante o a la calificación
jurídica que de los hechos promueva, no obstante lo cual, en términos
generales, sí debe guardarle fidelidad al objeto del proceso y al debate que
sobre el mismo desplegaron las partes en las instancias, “…sin que pueda,
entonces, entrar a controvertir, reestudiar o modificar aquellos aspectos de
la providencia que no fueron discutidos por los interesados…” (CSJ SL, 17
mar. 2009, rad. 31350)».
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Mas, puede suceder que el colegiado no se exceda en las materias objeto del
recurso de apelación sino que, por el contrario, pase por alto alguna o
algunas de ellas, o su motivación, como se observa que en el sublite
aconteció, puesto que el Tribunal nada dijo para fundamentar su decisión
confirmatoria relativa al reajuste del mayor valor pensional concedido a la
demandante por la a quo, materia discutida en concreto por la entidad
demandada al apelar, omisión ésta que es, ciertamente, perceptible como
quebrantadora, por defecto, del principio de consonancia consagrado por el
artículo 66 A del CPTSS, lo cual conlleva a que la acusación resulte
fundada. (CSJ SL, 17 mar. 2009, rad. 31350)"».
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