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KRIEDTE:

En el texto el autor describe cómo y por qué la transición al capitalismo se dio en algunas regiones y no en
todas siendo que el feudalismo era una característica común en toda Europa. Europa del este queda relegada
en comparación con Europa occidental, pero asimismo, en esta tampoco se dio de manera uniforme y sí sólo
en determinados lugares. Explica en primer lugar las relaciones feudales entre siervo y señores en el ámbito
rural de Europa del este y las dificultades que estos últimos tenían en relación con la comercialización de los
productos manufacturados. En segundo lugar pasa a explicar las relaciones que se dan en algunas regiones de
Europa occidental con respecto a la comercialización de los productos manufacturados, describiendo el
“Kaufsystem” y el “Verlagssystem” como los sistemas de mercado predominantes en el período de la
protoindustrialización y, en este último, hace la diferenciación entre capital comercial y capital industrial.

Kriedte: Relaciones de producción. Fuerzas productivas. Crisis durante la protoindustrialización.

Fases y tipos de relaciones de producción: la precaria independencia de la familia de los productores


manufactureros y el surgimiento de las relaciones de trabajo asalariado.

Ejemplos de modos de organización feudal de la producción manufacturera de mercancías.

La producción manufacturera de mercancías en las zonas rurales tiene sus orígenes en la economía agraria.
Esto se entiende no sólo en el sentido de que el trabajo manufacturero era realizado por los campesinos, y
sobre todo por miembros del pequeño campesinado, sino que se aplica también a las técnicas y al propio
proceso de trabajo, por ejemplo, la rama textil surgió basándose en las habilidades tradicionales y en los
utensillos de producción que poseía la población rural y la producción se realizaba en el seno de la familia,
funcionando hasta cierto punto como una “unidad de producción”.

En las ciudades los gremios limitaron –y hasta prohibieron- el trabajo artesanal de las mujeres y los niños, en
el campo tanto las mujeres como los niños estaban integrados al proceso de producción.

Las condiciones estructurales de la producción intensiva de mercancías manufacturadas eran diferentes en


varios aspectos importantes a las de la producción agraria, a pesar de que sus orígenes y sus estructuras
estaban relacionados.

 En primer lugar: la proporción de la producción industrial intensiva comercializada a través del


mercado era superior a la producción agrícola campesina, la proporción destinada al propio consumo
era mucho más reducida.
 En segundo lugar: el excedente neto resultante de haber deducido el propio consumo se lo apropiaba
un grupo socioeconómico distinto y también de distinta manera del que se apropiaban del excedente
agrario.

La producción manufacturera rural estaba integrada en el sistema feudal de forma menos directa y menos
intensa que la producción agraria.

Antes de la protoindustrialización, la economía campesina había estado integrada en la organización agrícola


del sistema feudal; debido al poder “extraeconómico” de los señores –materializado por la posesión de la
tierra como medio de producción- el productor agrícola se veía obligado a poner a su disposición una parte del
trabajo, o sus productos, o su valor equivalente. Mientras el mercado estuvo mínimamente desarrollado y los
productos no pudieron ser comercializados con facilidad, fue el valor de uso lo que determino la meta de la
producción del campesinado, así como la finalidad de la apropiación del excedente de esta producción por
parte del señor feudal. Era la capacidad de consumo del señor feudal lo que limitaba la exacción del producto.
Este límite llegaría a desaparecer con el desarrollo de los mercados. Pero la integración cada vez mayor en el
mercado afectó a las relaciones existentes entre señores y siervos campesinos de distintas maneras,
dependiendo de las diferentes conjunciones económicas y sociales.

En algunas regiones de Europa occidental, la conmutación de las prestaciones personales y los tributos en
especie por rentas en dinero conduciría en último término a una desintegración del sistema feudal. En la
Europa al este del Elba, la posibilidad de comercializar a través del mercado grandes cantidades de cereales,
fomentó el desarrollo del sistema feudal denominado “gutswirtschaft” basado en un “zweiten
Leibeigenschaft” (segundo régimen de servidumbre), y en la intensificación de la exacción de prestaciones
personales. Aunque este sistema feudal dominó la producción de cereales para el mercado en toda la parte
oriental de Europa hasta entrado el siglo XIX, no logró dominar la esfera de producción manufacturera de
mercancías. Al surgir la posibilidad de comercializar en grandes cantidades los productos artesanales, los
señores feudales intentaron apropiarse de los productos mediante el aumento de los tributos en trabajo y en
especies, pero desistieron rápidamente. En el ámbito de la producción manufacturera rural de Europa del este
no llegó a imperar un modo de organización estrictamente feudal. Ni las normas sociales de la nobleza, ni su
mentalidad, justifican este fenómeno plenamente. Habría que considerar que el señor feudal, al apropiarse de
los productos manufacturados para el mercado, por medio de una simple exacción de prestaciones en trabajo y
en especie, y sin ningún tipo de compensación para los siervos, imponía unos límites estrechos y rígidos a la
concentración de las industrias, ya que estos tributos exigían que la base agraria de los productores fueran lo
suficientemente amplia como para proporcionarles sustento; y esto estaba en contra de la formación de un
estrato de trabajadores con poca o ninguna tierra, dedicados principalmente a la producción industrial.

Además la producción industrial requería una tecnología más desarrollada, y también un mayor grado de
diversificación de los productos que la que podía darse bajo unas relaciones feudales de producción. En
cuanto al sector agrario, los campesinos tendían a rendir menos cuando trabajaban en las tierras del amo que
cuando lo hacían en las suyas propias, lo que explica que durante este período en las regiones con un sistema
de gutswirtschaft las fuerzas productivas de la agricultura permanecieran estancadas, o mínimamente
desarrolladas. Pero, al contrario de lo que ocurría con los productos agrarios estandarizados que se exportaban
del este al oeste de Europa, parece ser que fue la calidad lo que determinó las posibilidades de
comercialización de los productos manufacturados. Como principio general se puede decir que cuanto más
feroz fuera la competencia en los mercados internacionales con los productos de otras regiones “libres”,
menos se basaba dicha industria en la exacción de prestaciones personales o tributos en especie.

El señor feudal podía tratar de superar estas limitaciones mediante la remuneración del trabajo de sus siervos
con parte de los ingresos obtenidos por la venta de sus productos, ya que en la medida en que los siervos
obtenían unos ingresos por su trabajo, podía disminuir su base agraria, lo que permitía a su vez el progreso de
la concentración espacial de la industria. De esta manera, el señor feudal que se convertía en comerciante o
“empresario-Verleger” de sus siervos, no tenía que compartir con un capitalista la cuota de producción que se
apropiaba. Como señor feudal, también podía emplear su “poder” extraeconómico para mantener bajo el nivel
de salario por pieza que tenía que pagar, como comerciante o Verleger, a sus súbditos; por ejemplo, ejerciendo
su prerrogativa de compra de la producción realizada en sus dominios. Pero en general no hubo muchos
señores feudales que siguieran este camino y, en muchas de las regiones importantes algunos señores
abandonaron este sistema durante el proceso de protoindustrialización, debido seguramente a una falta de
capital líquido. Mientras los señores feudales pudieron seguir incrementando sus ingresos en el sector agrario
mediante la imposición de nuevas cargas a sus siervos, y no mediante la inversión, no tuvieron muchos
incentivos para destinar una parte de sus ingresos monetarios al fomento del sector industrial, o sea, a la
potenciación del comercio o de la producción. Esto puede apoyarse en el hecho de que los señores feudales
siguieron actuando en sus empresas industriales del mismo modo que lo hacían en el sector agrario: tendían a
comprar en el mercado los mínimos elementos necesarios para la producción, intentando producirlos en la
economía de sus feudos.

En Europa oriental la regla general era que el señor feudal exigiera como tributo una parte de la producción
manufacturera a sus siervos, en forma de tributo en dinero, concesiones o formas similares, dejando la
producción y la comercialización a la interacción entre productores y comerciantes o “empresarios Verleger”.
Pero para que pudiera darse esta interacción era necesario en primer lugar que existiera un capital histórico
(originado en la región o por penetración del capital extranjero) del comerciante o del Verleger. Los
productores directos rendían más, tanto cualitativa como cuantitativamente, cuando recibían de los
comerciantes o Verleger pagos “regulares” por sus trabajos, que cuando trabajaban en prestación de servicios
personales. La organización feudal de la producción manufacturera de mercancías no fue la regla, ni siquiera
en las zonas en las que predominó el “segundo régimen de servidumbre”, sino que constituyó una excepción,
aunque su incidencia fue mayor cuanto más hacia el este se hallaban las regiones.
El “Kaufsystem”: la producción de mercancías manufacturadas y su interacción con el capital mercantil.

Muchos de los artesanos de las ciudades, y también algunos campesinos que producían para el mercado,
vendían sus productos directamente a los consumidores, pero esto se hacía imposible una vez que una rama
industrial se especializaba y se concentraba en una región protoindustrial determinada. La concentración
industrial en las zonas rurales sólo fue posible cuando los comerciantes consiguieron la apertura de mercados
distantes.

Existían dos posibilidades: o los comerciantes compraban la producción a los productores y se encargaban de
llevarla al mercado; o los mismos productores –o algún habitante rico de la aldea- desempeñaban esa función
para los demás. Esto dio lugar a una dependencia económica que fue minando progresivamente la
independencia formal de los productores manufactureros, llegando a menudo a destruirla por completo. Esto
fue posible debido a que el comerciante próspero podía obtener beneficios a expensas de los pequeños
productores, ya que estos no tenían acceso a los lejanos mercados. En tiempos de crisis y en caso de necesidad
personal, el comerciante tenía la posibilidad de proporcionar créditos a los productores a cuenta de sus
productos. Los comerciantes pudieron, en algunas regiones, reforzar sus posiciones y presionar sobre los
precios, limitando la competencia entre compradores mediante acuerdos mutuos o a través de instituciones
públicas. El “Kaufsystem”, aunque no atacaba directamente la independencia formal de los productores en el
ámbito de la producción, implicaba un alto grado de “explotación mediante el comercio”.

Intervinieron en este proceso dos elementos diferentes y contrapuestos, aunque durante la


protoindustrialización cada uno mantuvo su autonomía.

1) La esfera de la producción se regía por las leyes de la producción manufacturera: el pequeño


productor utilizaba sus propios medios, empleando materias primas que él mismo producía y adquiría;
empleaba su propia fuerza de trabajo y la de su familia, en raras ocasiones se ayudaba con el trabajo
asalariado. Los productos le pertenecían, y era él quien los llevaba al mercado como mercancía, para
cambiarlos por dinero con el que adquiría otras mercancías (M-D-M). Del dinero obtenido una parte
era invertida en la adquisición de los productos para la renovación de los medios de producción. Lo
que quedaba del dinero era el ingreso neto de la familia. Los ingresos netos eran a su vez convertidos
en mercancías, es decir, en los productos que la familia necesitaba para sobrevivir. Con esta
reproducción de la fuerza de trabajo, y con la renovación de los medios de producción, el pequeño
productor comenzaba de nuevo.
2) La esfera de circulación se regía por las leyes del capital: el comerciante llevaba su capital al mercado
y lo cambiaba por los productos manufacturados por los pequeños productores, pero siempre con el
propósito de cambiar en otro lugar las mercancías por dinero (D-M-D). Este circuito sólo tenía
sentido si la cantidad obtenida en el intercambio final era superior a la cantidad inicial, puesto que el
comerciante no estaba interesado en el tipo de mercancía, sino en su valor de cambio. El beneficio
constituía la fuerza motriz de esta circulación.

Para los pequeños productores la situación era distinta, ya que llevaban los productos al mercado cuando las
cantidades superaban su propio consumo, y porque necesitaban dinero para adquirir otros productos que él no
producía, la meta final de la comercialización no era el dinero que obtenía, sino el valor de uso de las
mercancías que podía obtener con ese dinero. El hecho de que las mercancías obtenidas al finalizar el proceso
de intercambio fueran cualitativamente distintas de las que él había llevado al mercado, era precisamente lo
que daba sentido a este circuito. No era necesario que el valor de cambio de las mercancías fueran superior al
que las que había vendido, si esto ocurría era por “casualidad”. Este circuito de intercambio se daba porque el
pequeño productor obtenía sus ingresos por medio de su propio esfuerzo y el de su familia, y no por el trabajo
de los demás. Por otra parte los ingresos obtenidos por persona o familia no podía exceder el valor de los
medios necesarios para su subsistencia y para la repetición del proceso productivo. El objetivo de la
producción se reducía a garantizar la satisfacción de sus propias necesidades vitales. Pero según variaban estas
necesidades, variaba la meta y el volumen de la producción, aunque no en modo limitado.

Back Ward bending supply of labour (el productor optara por reducir su producción cuando una coyuntura
favorable hacía aumentar sus ingresos reales por unidad de producción). La aparición e intensidad de este
fenómeno dependía de una serie de condiciones: era más probable que se produjera este fenómeno cuando
mayor era la capacidad de los productores para determinar el curso de la producción; cuando menor fuera la
penetración del capital en la esfera de producción. Pero además, los ingresos de los productores tenían que ser
suficientes para cubrir sus necesidades en una coyuntura media, ya que, sólo así el aumento de sus ingresos
netos por unidad productiva les permitía seguir satisfaciendo sus necesidades a pesar de disminuir el gasto del
trabajo y la producción. Esto a su vez dependía de que las necesidades de consumo se mantuvieran constantes.

Las leyes que regían la esfera del capital eran distintas: en esta esfera no existía ninguna limitación al aumento
cualitativo del valor. Puesto que los beneficios del capitalista se basaban en el aprovechamiento del producto
del trabajo físico de los demás, y que este trabajo era realizado por un gran número de personas, por lo tanto,
las necesidades de consumo del capitalista no constituían un factor importante que determinara la magnitud de
su actividad económica.

Cuando la demanda de los productos aumentaba, el capitalista podía tener interés en la expansión de la
producción manufacturera, ya que su ambición de beneficios no estaba limitada por su capacidad de consumo,
sino que le interesaba emplear sus “excedentes” de forma rentable. El afán de lucro no era característico sólo
de unos cuantos comerciantes que se beneficiaban, sino que era la tendencia del capital en general. La
competencia suponía una nivelación de las tasas de beneficios en un sentido descendente, y los comerciantes
trataban de compensar esto aumentando el volumen de sus negocios y ampliando su dominio en el mercado,
esto es, que el número de productores manufactureros tenía que aumentar. Y esto es lo que los comerciantes
trataron de conseguir durante la protoindustrialización, donde la situación de mercado fuera desfavorable.
Partiendo de estos intereses, el capital comercial emprendió la explotación de la potencial fuerza de trabajo de
las zonas rurales, que era más numerosa y barata que la mano de obra de las ciudades. Por los mismos
intereses, el capital comercial aprovechaba las oportunidades que los cambios en la estratificación social de
las aldeas y los mecanismos del crecimiento demográfico le brindaba, para aumentar el número de
productores manufactureros. Así fue como se originaron las concentraciones industriales comerciales
regionales, que se especializaron en la producción en masa de un producto, o de un número reducido de ellos,
dirigida a mercados lejanos, fenómeno que ha sido denominado como protoindustrialización. Por esto
mismo, cuando la mano de obra de una región ya no era suficiente, o cuando el aumento en la demanda de
mano de obra impulsaba a los productores a exigir mejoras de sus condiciones, los comerciantes emprendían
la apertura de las zonas adyacentes, o de otras regiones más distantes, para explotar sus reservas de mano de
obra. Esto era favorecido por el hecho de que en las nuevas zonas rurales los trabajadores dispusieran de una
base agraria que complementara los ingresos, o que los precios de los alimentos fueran más baratos que en las
regiones con concentración de industrias.

El “Verlagssystem”: la penetración del capital en la esfera de producción.

En el Verlagssystem los productores trabajaban únicamente por encargo y al servicio de un comerciante,


perdiendo esa igualdad formal que había disfrutado bajo el Kaufsystem. Para el comerciante, la posibilidad de
obligar a un amplio número de productores a trabajar para él se basaba generalmente en su superioridad
económica, aunque también en la existencia de privilegios institucionales que le concedían una posición
monopolista. Estos “Verleger” provenían directamente del estrato de comerciantes o, del mismo estrato de
productores, en este caso solían pertenecer al grupo de “acabadores” o productores manufactureros que se
encargaban del acabado o de las últimas fases del proceso de la producción.

Las materias primas necesarias para la producción eran propiedad del “Verleger”, por lo tanto, también les
pertenecía los productos resultante del trabajo de los productores. Esta forma de empresa no llegó a proliferar
en la industria del lino europeo hasta el siglo XIX. En cambio en otras ramas de la producción textil
protoindustrial, y en muchas industrias del metal, predominó esta variante del “Verlagssystem”, que estaba
combinada frecuentemente con la existencia de un taller central donde se realizaban una o más fases de la
producción.

En el “Verlagssystem” el capital había comenzado a traspasar los límites de la esfera de circulación –el
comercio- y a penetrar en el proceso de producción: una parte de los medios de producción ya no pertenecía a
los productores inmediatos, sino que había sido transformada en capital, en un valor cuya finalidad era crear
plusvalía para su propietario. El “Verleger” era dueño no sólo de las materias primas, sino también de los
instrumentos de producción, y como el taller solía ser parte de la vivienda de los productores, el capital
dominaba casi por completo el proceso de producción. Los productores inmediatos vendían únicamente su
fuerza de trabajo a cambio de un salario por pieza producida (que incluía la compensación por el
mantenimiento de los talleres). Cuando el capital era invertido en instrumentos de producción permanecía
durante un largo período de tiempo como capital fijo y no existía la posibilidad de transferirlo a corto plazo a
otros negocios, como el capital comercial. El “arriendo” de estos instrumentos de trabajo a los productores a
precios fijos, era un método que empleaban a menudo los “Verleger” para transferir a los trabajadores las
cargas y riesgos que conllevaba la propiedad.

Para resolver los problemas que entrañaba una organización compuesta por una dirección central y muchas
unidades de producción dispersas, el “Verleger” solía emplear un sistema de intermediarios, factores y
subempresarios, cuya relación con el “Verleger” principal variaba según las circunstancias de cada región.
Podían ser simples empleados que trabajaban con una comisión fija, o comerciantes independientes o “sub-
verleger”. Este sistema contribuía a incrementar la subordinación y la indefensión de la masa de productores,
ya que los intermediarios a menudo reducían más los ingresos los ingresos de los trabajadores.

A medida que en el “Verlagssystem” la propiedad de los medios de producción pasaba de los productores
domésticos al “Verleger”, éste iba adquiriendo mayor poder para decidir qué, cómo y cuánto se producía. El
productor doméstico no podía empezar la producción hasta que el Verleger-capitalista le suministrara las
materias primas. Sin embargo, para conseguir este poder, necesitaba un capital adicional, mientras que el
comerciante necesitaba únicamente el capital suficiente para cubrir el precio que pagaba a los productores por
la mercancía, que permanecía invertido desde el momento de la compra hasta la venta. El Verleger poseía los
medios de producción, y estaba obligado a invertir su capital desde antes de iniciarse el proceso de producción
propiamente dicho. Éste precisaba mayor cantidad de capital para poder desarrollar el mismo volumen de
negocio que el comerciante. Es necesario considerar cómo y en qué circunstancias, el interés de maximizar los
beneficios tuvo como consecuencia la penetración del capital en el proceso de producción. La tasa de
beneficio tendría que ser no sólo igual, sino superior a la que podría obtenerse normalmente en el comercio
convencional. A menos que el Verleger estuviera en situación de vender sus mercancías a precios superiores
que el comerciante convencional, los costos de producción por unidad tenían que ser inferiores a los precios
de compra que el comerciante pagara a los pequeños productores. Pero ¿cómo es posible esto? Una de las
explicaciones, de forma abstracta, podría ser que el productor manufacturero independiente percibiera
ingresos netos superiores para la reproducción de su fuerza de trabajo, disfrutando de una parte del
“plusproducto”, mientras que en el sistema de producción del Verlagssystem, este “plusproducto” recaía sobre
el empresario capitalista. Pero para su aplicación al proceso de transición, es necesario considerar algunas
circunstancias concretas: No parece que los pequeños productores obtuvieran unos ingresos netos superiores a
los que necesitaban para su propia subsistencia y la de sus familias. En algunas regiones las exacciones
feudales llegaban a absorber todos los ingresos que excedieran a este mínimo de subsistencia. En otras, la
abundante oferta de mano de obra –agudizada por las restricciones institucionales a su movilidad- permitía
que los comerciantes ajustaran al mínimo los precios de compra y la subsistencia de los productores, sin
necesidad de penetrar en el proceso de producción. Las instituciones y los acuerdos entre comerciantes para
limitar la mutua competencia creaban esta situación artificialmente, mientras que las medidas e instituciones
para evitar la competencia entre productores pretendían lograr el efecto contrario.

¿Por qué los productores independientes querían abandonar su independencia y utilizaban los medios de
producción de un capitalista en lugar de los suyos? Parece que se trataba con frecuencia de trabajadores que se
iniciaban en la producción manufacturera durante los períodos de expansión, o de trabajadores que habían
estado empleados en los talleres de otros y que decidían “independizarse”. En ambos casos su iniciación era
más fácil cuando un Verleger les suministraba los medios de producción y reducía el riesgo “encargándole” el
trabajo. La sucesión de auge y depresiones coyunturales, junto al endeudamiento de los pequeños productores,
debió desplazar con frecuencia el poder económico a manos de los empresarios de modo irreversible.
Anticipándose a la expansión a largo plazo, y a pesar de las crisis monetarias, el Verleger invertía parte de su
capital en materias primas, las ponía a disposición de los productores, y cuando las condiciones económicas
mejoraban podía seguir manteniendo bajo los precios de compra. Al comerciante convencional le resultaba
difícil mantener bajos los precios de compra en una situación de libre oferta y demanda. Con la desaparición
de la base agraria de los pequeños productores, estos mecanismos debieron aumentar su influencia. Donde los
ingresos agrarios no bastaban para la subsistencia de la familia, y donde la oferta de mano de obra era superior
a la demanda, la combinación de la agricultura con la producción artesanal hizo posible que los productores
aceptaran unos ingresos por unidad de tiempo y de trabajo inferiores a los que obtenían los productores
dedicados exclusivamente al trabajo industrial. Durante el transcurso de la protoindustrialización, las tierras
que poseían los productores manufactureros fueron haciéndose cada vez más pequeñas, y el número de
trabajadores sin propiedad fue aumentando, de manera que la defensa que hasta entonces había representado
la base agraria fue perdiendo paulatinamente su efectividad.

El Verleger tenía más capacidad para adquirir en grandes cantidades las materias primas procedentes de
lejanos mercados. El pequeño productor sólo estaba en igualdad de condiciones cuando las materias primas se
producían en las pequeñas granjas y talleres de la localidad. Cuando en los mercados de consumos se
experimentaban fluctuaciones cualitativas de la demanda, o cuando se trataba de producir y vender productos
completamente nuevos, todas las ventajas recaían sobre el proveedor que primero lograba abastecer el
mercado; y esto era más factible para los empresarios que poseían las materias primas y también los medios
de producción.

Los pequeños productores se resistieron a la introducción de nuevas formas de producción, se resistían a que
se cortara su tradicional acceso al mercado, y a ser dependientes de un comerciante. Se negaron a trabajar con
las materias primas de los Verleger, y también impedían que se abastecieran a los productores empobrecidos y
endeudados.

En todos estos intentos de resistencia, los gremios organizados de las ciudades tuvieron más posibilidades de
éxito que los dispersos trabajadores rurales, y a menudo los comerciantes utilizaban a estos últimos en contra
de los primeros. Los productores rurales eran conscientes de lo importante que era estar organizados en grupos
y trataron repetidas veces de fundar nuevas corporaciones. Pero debido a la progresiva influencia de las
nuevas relaciones de producción, su resistencia estuvo condenada al fracaso.

En el Verlagssystem por el elevado grado de especialización de algunos trabajadores, resultaba más racional
subdividir la producción en distintas fases y repartir el trabajo entre toda la mano de obra al servicio de un
Verleger, en lugar de dejar que todo el proceso fuera realizado por una sola familia. En este tipo de
producción la familia y el hogar no constituían ya la unidad de producción, en el sentido de que el proceso de
trabajo exigiera la cooperación de todos sus miembros, y de que esta unidad obtuviera unos ingresos
indivisibles por su trabajo. Ahora cada miembro de la familia podía ganar un salario individual por su trabajo;
la familia y el hogar eran el “lugar” donde se realizaba la producción, y sólo siguió siendo una unidad en
cuanto al consumo y la producción. El proceso de producción, al estar repartido entre un gran número de
talleres domésticos, obtenía su unidad solamente bajo la dirección del verleger.

La tendencia a la centralización de la producción: las manufacturas capitalistas.

Ya durante la protoindustrialización, algunas de las fases de la producción, podían quedar centralizada bajo
determinadas circunstancias en un solo centro de producción, en el que un amplio número de productores
trabajaban juntos. Estas fábricas fueron denominadas “manufacturas”; su función era complementar la
producción de la industria doméstica, pero bajo ciertas circunstancias podía llegar a sustituirlas por completo.
El proceso de centralización era iniciado por el comerciante o verleger , que añadían a sus despachos y
almacenes algunos talleres y de este modo podía controlar directamente parte del proceso de producción. Otra
posibilidad era que algunos productores consiguieran ampliar sus talleres hasta el punto que llegaran a
emplear un número considerable de trabajadores asalariados, traspasando los límites de la industria doméstica
y distanciándose de la producción propiamente dicha, para ocuparse de la dirección, de la supervisión del
trabajo y de la comercialización de los productos. Era frecuente que los propietarios de estas manufacturas
centralizadas procedieran del grupo heterogéneo de los intermediarios y agentes del Verlagssystem. En los
grandes talleres o fábricas centralizadas era posible llevar a cabo nuevos y complejos procesos de producción,
así como instalar maquinaria más grande y costosa; pero también surgieron con frecuencia con el simple fin
de centralizar las distintas fases del proceso de producción que hasta entonces se habían realizado en pequeños
y dispersos talleres.
El capital industrial y el capital mercantil tenían un interés y una motivación común en el incremento del
valor de cambio. Las motivaciones de los productores directos y las de los capitalistas, en estos estadios del
desarrollo del Verlagssystem y en la manufactura, no eran básicamente diferentes de las que se habían dado en
el Kaufsystem. La diferencia fundamental entre ambos sistemas estriba en el mayor o menor grado de poder
que podían obtener sus beneficiarios, dependiendo de sus posiciones objetivas en el proceso de producción.

Existe una distinción básica entre estas dos formas de producción, y la distinción es la diferencia existente
entre la producción de los pequeños productores, que utilizaban su propia fuerza de trabajo y sus propios
medios de producción, y la producción capitalista, basada en la separación del trabajo –en forma de trabajo
asalariado- de la propiedad de los medios de producción, en forma de capital.

Los productores se resistieron tenazmente a dar el último paso que los despojaran del resto de su
independencia: la transferencia del trabajo de producción de sus propias viviendas a un lugar bajo el control
directo del empresario. Cuando por necesidad algunos de ellos no pudieron evitarlo, los demás intentaron a
menudo defender su propia existencia mediante acciones de protesta, e incluso mediante violencia física
contra los grandes talleres de producción. A pesar de la resistencia, el número de talleres con producción
centralizada siguió en aumento. El motivo de esta expansión fue la superioridad económica, la tasa de
beneficio tuvo que ser superior en estas manufacturas que en el comercio convencional o en el sistema del
verlag. Los nuevos métodos e instrumentos de producción sólo podían ser instalados en los grandes talleres, y
dada la dispersión de la producción doméstica, los problemas de transporte y, los controles sobre los
productores –para evitar el fraude al intentar aumentar sus ingresos-, se hizo más rentable para el empresario
la centralización de la producción en los grandes talleres. Este sistema permitió reforzar aún más la posición
del Verleger, que tenía un mayor control. Durante la protoindustrialización este tipo de empresas se extendió
ampliamente en muchas ramas industriales. Pero no llegó a desplazar completamente a la industria doméstica,
sino que hubo una relación de complementariedad, ya que las manufacturas capitalistas estaban basadas en las
habilidades manuales de los productores, y no significaba ningún avance revolucionario de la productividad.
Incluso durante la revolución industrial, la producción manufacturera doméstica siguió formando parte de las
industrias que no habían sido afectadas por el proceso de mecanización.

Los estadios de la protoindustrialización no constituyen una secuencia, en el sentido de que necesariamente


una fase siguiera a la otra. Durante el transcurso del desarrollo histórico tanto las empresas individuales como
de toda una región o rama de la industria, podían darse períodos de estancamientos y de involución,
permaneciendo las empresas hasta su quiebra en la fase del Kaufsystem o en uno de los estadios más
primitivos del veralgssystem. También se omitieron estadios, esto es, que el desarrollo pasar directamente del
kaufsystem a la manufactura centralizada, o alguna de las modalidades del verlagssystem a la fábrica
mecanizada. Durante la protoindustrialización se puede reconocer una tendencia inconfundible: la
penetración, lenta e irregular a veces, pero reconocible, del capital en la esfera de producción, y la
transformación de los relativamente independientes pequeños productores manufactureros en trabajadores
asalariados. Esta tendencia se manifestó de dos formas: o las relaciones de producción en una región
protoindustrial cambiaban, o nuevas regiones e industrias con mayor organización capitalista iban ganando
importancia.

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