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El Alma

El objeto más general de la psicología es el estudio del alma. La psicología contemporánea


muchas veces ha negado la existencia del alma, y ha interpretado su naturaleza de los modos más
extraños posibles.
Sin embargo, debemos decir que la psicología, más allá de las diversas posturas que hay
acerca de su existencia y naturaleza, supone de modo implícito o explícito una concepción del
hombre y del alma humana. Por eso comenzamos nuestra materia con una referencia al alma.

¿Qué es el alma?
La noción más simple de alma es la de principio vital, es decir, principio de vida. Allí donde
hay vida, hay algo que produce esa vida, y eso es el alma. Y ¿qué es la vida? Movimiento por sí
mismo, es decir, automovimiento. Y como ningún ser obra si no está en acto, podemos decir con
Aristóteles, que el alma es el acto primero de un cuerpo natural organizado. Hay cuerpos artificiales,
movidos por un programa que fabricó el hombre. Hay otros cuerpos naturales que no están
organizados, pues no se mueven a sí mismos. Pero aquellos cuerpos naturales organizados son los
cuerpos vivientes, que tienen alma.

¿De qué naturaleza es el alma?


En primer lugar podemos decir que el alma no es el cuerpo, ya que no todo cuerpo vive.
Tampoco ocupa un lugar específico del cuerpo, y sin embargo está en todo el cuerpo, ya que produce
el movimiento de todo él hacia su fin.
Hay distintos niveles de alma, de acuerdo a los distintos niveles de vida. Aquellos seres que
sólo pueden realizar actos en los cuales se necesita de órganos corpóreos, serán exclusivamente
corporales. Aquellos seres que puedan realizar actos que trasciendan lo corporal, serán espirituales.
El alma humana es espiritual, y también puede realizar las operaciones de los niveles inferiores.

Hay que decir que el alma humana no es lo mismo que Dios. Del mismo modo, hay que
suponer que entre todas las cosas creadas, nada hay más cerca de Dios. Únicamente a Dios debe dar
culto el alma, sin emanciparse de Él ni confundirse con El." (De Quantit. Anim. 34, 77)
El cuerpo se mantiene erguido hacia lo que es más excelso entre los cuerpos, es decir, hacia
los astros. De la misma manera el alma, como sustancia espiritual que es, debe alzarse a lo que es
más excelso en lo espiritual, que es Dios. (De Trinit. 12. 1)
El cuerpo no es vida para sí, sino que el alma es la vida del cuerpo. El alma no es vida para sí,
sino que Dios es la vida del alma... Rectamente vive el cuerpo según el alma, cuando el alma vive
según Dios." (Serm. 156. 6)
"Tú, a Dios; el cuerpo, a ti. Nada más justo. Nada más hermoso. Tú, al mayor; a ti, el menor.
Sirve tú a Quien te creó, para que te sirva a ti, el que fue hecho por tu causa. Ni conocemos, ni
recomendamos otro orden: a ti, el cuerpo, tú a Dios. Dicho de otro modo: tú a Dios, y el cuerpo a Ti.
Mas si tú desprecias el "tú, a Dios", nunca llegarás a "el cuerpo, a ti". Como no obedeces al Señor,
eres atormentado por el siervo." (In Ps. 143. 6)

Las potencias del alma humana.

El hombre es una unidad corpóreo-espiritual. Aceptar la realidad del cuerpo no es difícil por
la condición sensible que reviste. Aceptar la realidad de un alma espiritual es más difícil por su
condición supra-sensible. Sin embargo, un hombre realista acepta que no sólo lo que se percibe
sensiblemente (a través de los ojos, los oídos, el olfato, etc.) es real. Ni siquiera lo que se percibe
racionalmente (encerrado en la lógica humana) es lo único real. La realidad supera lo que percibimos
con los ojos sensibles o racionales. La realidad es más amplia de lo que nosotros podemos percibir.
Por eso, debemos admitir que el componente más real del hombre es su alma, ya que supera al
cuerpo en sus actividades, dura en la existencia más tiempo que el cuerpo, y es ella la que en
definitiva gobierna al cuerpo. El alma es más consistente que el cuerpo, aunque no la veamos.
Las potencias del alma humana son las facultades operativas de la misma. Ellas se distinguen
en función de los distintos actos que realizan, y estos, a su vez, se distinguen según los diversos
objetos.
Si bien el alma es única, podemos distinguir en ella tres grandes grupos de potencias, según
los distintos niveles de los actos que realizan. En el nivel inferior encontramos los actos que el alma
humana comparte con los seres vivos inferiores: los vegetales, por eso lo llamamos nivel vegetativo.
Allí tenemos los actos tendientes a conservar la propia existencia, como ser: respirar, alimentarse,
beber líquido, etc. Realizados por la potencia de nutrición. También tenemos los actos tendientes al
desarrollo corporal, como ser el aumento de tamaño y de peso, y los actos tendientes a conservar la
especie, realizados respectivamente por las potencias de crecimiento y reproducción.
En un nivel superior encontramos los actos que el alma humana comparte con los animales.
Allí tenemos los actos de traslación local realizados por la potencia locomotora. Los restantes actos
se dividen fundamentalmente en dos: aquellos en los que el alma humana tiende a recibir en sí
mismo las formas sensibles de los objetos, llamados actos de conocimiento sensible, y aquellos otros
en los que el alma se ordena hacia objetos conocidos sensiblemente, llamados deseos sensibles.
Las potencias de conocimiento sensible se agrupan a su vez, en dos: los sentidos externos y
los internos. Si nos referimos a los primeros, podemos ver que el alma percibe los colores, con la
vista, los olores, con el olfato, los sabores, con el gusto, los sonidos, con el oído, y las texturas y
temperaturas, con el tacto. Si nos referimos a los segundos, vemos que el alma humana agrupa todos
los datos de los sentidos externos y elabora la imagen sensible del objeto presente con el sentido
común. Los restantes sentidos internos elaboran con esta imagen sensible. Uno combina datos de
distintas imágenes elaborando una imagen de un objeto ausente, y este se llama imaginación.
También el alma puede conservar en el presente imágenes del pasado, actualizarlas y reconocerlas, lo
cual realiza con la memoria. Una última función de los sentidos internos consiste en percibir la
imagen sensible de un objeto como útil para sí misma, o como dañina para sí misma. Esto lo realiza
con la estimativa o cogitativa. Recordemos que el sentido sólo puede captar lo beneficioso o
perjudicial a nivel sensible, nunca captará los conceptos de bueno o malo, que son ya intelectuales, y
los capta con una potencia superior.
Las potencias de apetito sensible, llamadas deseos, son llamadas pasiones, puesto que
repercuten en el cuerpo. Se dan con respecto al bien y al mal sensiblemente conocidos, y son: el
temor, la esperanza, la desesperanza, la alegría, el odio, la fuga, la ira, etc.
Los apetitos superiores son el apetito concupiscible, cuyo objeto es el bien deleitable. Con
este apetito el hombre tiende a gozar de los bienes sensibles. El otro apetito tiende al bien arduo. Con
este apetito, llamado irascible, el hombre tiende a superar los obstáculos que se le interponen en la
realización del bien.
A continuación vienen las potencias de nivel espiritual. Por ser suprasensibles, son exclusivas
de los seres suprasensibles: el alma humana, los ángeles y Dios. Podemos decir que los ángeles y
Dios, aunque en niveles mucho más perfectos, realizan estos dos actos principales que el alma
humana puede realizar. Los actos específicos del alma humana son principalmente dos: conocer y
querer. Por el conocimiento tendemos a poseer inmaterialmente la forma de un objeto. Por el querer
nos ordenamos hacia un objeto exterior como a un fin. Ambas funciones se dan a nivel sensible,
como ya vimos, y entonces tenemos por un lado los sentidos externos e internos, y las pasiones. Pero
también se dan a nivel espiritual, y entonces tenemos la inteligencia, cuyo objeto es la verdad
universal, y la voluntad, cuyo objeto es el bien universal.

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