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Poema Espejo de Claudia Lars

Miré a la dulce niña del pasado


con piel ansiosa y con el ojo puro,
dibujando su forma contra el muro
donde el amor la había equivocado.

Era yo misma…cuerpo ya olvidado,


gesto de ayer y corazón seguro;
simple inocencia en el afán oscuro
y secreto del canto inaugurado.

Estaba allí, casual y sensitiva,


dueña del dardo y la manzana viva
en trémula quietud y extraño aliento.

Toqué su falda de vergel y danza,


entré en el corazón de la esperanza,
y recogí el engaño del momento.
Un Rancho y Un Lucero
Alfredo Espino

Un día ?¡primero Dios!?


has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Que más pedir? Con tu amor,


mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...

Y entre aroma de saúcos,


un zenzontle que cantará
y una poza que copiará
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,


lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;


con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor


que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...
EL GRAN DESPECHO
País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de tí
Ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios
soy pues un diocesillo a tu costa
(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex patria)
El Ojo de Agua

Entre cañas,
entre yerbas,
abrazando furtivo la paloma del cielo...

Escondido,
tembloroso,
ambicioso,
lúbrico...

Agua pechuga;
agua pluma;
agua...

¡Ladrón de luz, niño malo,


devuelve al aire
la mensajera luminosa,
la mensajera de amor,
la cristófora-colomba
que escondes contra el pecho!
Dormiremos aquí

Dormiremos aquí
donde la hormiga
acumula su sórdida riqueza.

Aquí, donde el verano no se atreve


a hincar la azada
ni a plantar la flecha.

Aquí donde el festón de las raíces


se agazapa y enreda.

Dormiremos.

Donde el agua inefable del invierno


se filtra,
leve, queda,
hasta mojar los párpados
y la sonrisa yerta.
Aquí,
taller sombrío en que se forjan
las cosechas.
Dormiremos aquí.
Cerrad la puerta.
Manlio Argueta
Promesa

Juro no alzar la voz. No sublevarme.


No decir la verdad cuando nos duela.
Ofrecer la mejilla cada vez
que me ofendan. A los pobres
daré limosnas. Comeré pan duro
para ser bueno con todos.
Sólo dinero (pues no tengo nada)
no habré de repartir... Después morir
tranquilamente libre de pecados,
de bronconeumonía o de un callo
en el pie
o de un catarro en el alma.
David Escobar Galindo

Por nómadas caminos

Por nómadas caminos secundarios

se llega siempre al sur, piedras abajo,

hasta encontrar los rastros del origen.

En estas tierras bajas se aglomeran

vestigios de extraviados manantiales,

basureros gemelos del crepúsculo,

serenas maquinarias desterradas,

y también las familias de los dioses

que como enjambres fértiles

siguen goteando miel

por las truncas proezas del enigma.


Cielo escondido

Me ofreces ese cielo


Que no alcanzo.
Serio me dices
Que te dé la mano.

¡Mucho tendremos que luchar


por ese cielo!

Porque ¡dímelo tú,


Si vendes ese cuadro!
¿Nos podría alcanzar
para ese sueño?

Y si vendo mis libros,


¿tú qué dices?
¿Podrán tus manos
alcanzarme el cielo?
Qué lástima
Qué lástima que duermas
y se interrumpa el diálogo
y no sientas mi beso
en tus ojos cerrados.
Qué lástima tu infancia
así truncada,
ese tiempo sin tiempo
a medio abrir
por el que ya empezaba
a vislumbrarte.
Mañana todo habrá cambiado:
otra vez hablándonos
de lejos
desde nuestras esquivas
soledades.
Qué lástima
los signos de mi amor,
mis apretados círculos
de miedo
que no sé si entendiste.
Manlio Argueta

Temor imaginado

Me da miedo quererte, por eso me conformo


con dibujar tu nombre con mi miel y mis ojos,
navegar en las ondas de tu cuerpo de mar.

Me da miedo llamarte. Cada palabra tuya


a la distancia son tus labios que vuelan y
tu celo que tiembla al ritmo de mi
cuerpo.

Me da miedo la música de tus voz en el aire y


perderme en el tiempo sin tiempo del temor.
Me da miedo el encuentro de tu sangre y mi
sangre, no poder traducir el lenguaje distinto de tus
actos que vuelan en la flor y las aves.
Sólo tu ofrenda libre me repone del miedo
para vencer lo real de tu asombro desnudo
que al tacto de mis manos es piel imaginada.
David Escobar Galindo

Vi la tierra descalza

Vi la tierra descalza

y quise descalzarme yo también.

Oí el agua desnuda

y quise desnudarme yo también.

Sentí el aire indefenso

y quise estar inerme yo también. Me habló el fuego en lo oscuro y quise hallarme solo yo
también. Entonces escuché gemir al semejante

y busqué convertirme en los cuatro elementos

para la redención de ese gemido.


David Escobar Galindo

TREN DE LA NOCHE

Suena el tren en la noche

—¿llamando a quién, a quiénes?—, el tren abajo, en los cañaverales,

como una larga serie de pañuelos llorados; y su llamar se junta al fuego de los perros, sofocando
las luces pequeñas y amarillas, llamándonos, llamándonos,

porque nosotros, madre, nos iremos en él, con la canasta virgen y la hermanita enferma y un
envoltorio de pañales como dormidas mariposas,

y el tren no espera, no, no espera nunca,

y por eso corremos entre el polvo nocturno

como fieles y nítidas luciérnagas...


La Brisa de Salvador Salazar Arrué

Sopla la caña de la brisa leve


y hay la melodía que se irisa;
se danza con la dicha de la brisa
y hay dicha en la hoja que se mueve.

Al soplo de esta música en


?crechendo? la espiga ensaya un ritmo
trascendente aprendido en la fuga de la
fuente
y se sabe fugar, permaneciendo…

Sobre el juncal que cimbra con


delicia, ondulando la luz, en su
caricia despierta melodías olvidadas

y se mueven sus manos


angelinas, que interpretan
llanuras y colinas, con prisa de
palomas desaladas.
Cañal en flor
Alfredo Espino

Eran mares los cañales


que yo contemplaba un
día (mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).

El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son
plumas sobre espadas de
esmeralda...

Los vientos-niños
perversos-bajan desde las
montañas, y se oyen entre
las cañas como deshojando
versos...

Mientras el hombre es infiel,


tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel...

Y que triste la molienda


aunque vuela por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches y las cañas...
¡Vierten lagrimas de miel!

Quezaltepec
Alfredo Espino

La noche fue dantesca... En medio del mutismo


rompió de pronto el retumbar de un trueno...

Tropel de potros que rompiera el freno


y se lanzara, indómito, al abismo...

Un pálido fulgor de cataclismo,


al cielo que antes se mostró sereno,
siniestramente iluminó de lleno, como si el
cielo se incendiara él mismo...

Entre mil convulsiones de montaña se abrió


la roja y palpitante entraña en esa amarga
noche de penuria...

Y desde el cráter en la abierta herida


brotó la ardiente lava enfurecida
como un boa incendiando de lujuria.
Cara y cruz de Claudia Lars

Alta visión de un sueño sin espina,


honda visión en realidad clavada;
ansia de vuelo en recta que se
empina, miedo del paso en curva
accidentada.

Rosa de sombra, rosa matutina, una


caída y otra levantada; ángeles
invisibles en la esquina donde el
presente cambia de jornada.

Marca el momento signo de la


altura: brote de carne limpia y
sangre pura en renovado campo de
infinito...

Y en promesa inefable y verdadera


-Gabriel de anunciaciones y de espera-
un mundo sin cadenas y sin grito.
La armonía (David Escobar Galindo)

La armonía es un río transitable.


Cada aurora embarcamos
corriente abajo, en ceremonia inédita.
No recordamos nunca
las estaciones en las que paramos
ayer o antes de ayer o antes de siempre.
En el viaje que a diario se repite
en una barca nunca vista.

Y aunque escribamos
cotidianamente las minuciosas obras
del trayecto, mañana la aventura
será virgen.
El Nido
Alfredo Espino

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho, en el


hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical.

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,


para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación de que se le ha salido, cantando, el corazón.
Árbol de fuego
Alfredo Espino

Son tan vivos los rubores


de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“Corazones hechos flores”.

Y a pensar a veces llego:


Si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!

Amigo: qué lindos trajes


te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes…

Qué bueno el cielo contigo,


árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…

Bajo un jardín de celajes,


al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.

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