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Los saberes disciplinares tal como se habían organizado a fines del siglo XIX aparecían
como ineficaces para pensar lo social; era necesaria una firme integración de la historia a
las ciencias sociales como lo habían proclamado en su momento Bloch y Febvre. Ya en
esos años, sobre todo a partir de la crisis del 29, la economía había ganado peso en el
campo de las ciencias sociales y el título de los Annales. Economía y sociedad así lo
reflejaba. Pero sobre todo fueron los historiadores económicos de la New Economic
History –Meyer, Fogel, Davis y North–, junto a los analistas de los ciclos económicos –
Leontief, Rostow, Marczewski–, quienes tuvieron mayor influencia en la historia
cuantitativa que permitía construir modelos cuantificables en la larga duración. Mediante el
uso de técnicas econométricas, estadísticas y la moderna demografía histórica era posible
reconstruir series de precios, movimientos de población, producción, circulación de
mercancías, etcétera.
El prestigio de Braudel creció en estos años junto con el de Annales: su obra fue recibida
con entusiasmo en Polonia, Italia, España, América Latina y, en menor medida, en el
mundo anglosajón. Discípulo de Febvre, lo sucedió tras su muerte en 1956 en la dirección
de la revista, que pasó a denominarse Annales. Économies, sociétés, civilisations. Mientras
los historiadores identificados con ella pasaban a ocupar el centro del campo historiográfico
francés, con cátedras en la Sorbona (Université Paris 1) (Université Paris 4) y el Collège de
France, a las que se sumó la fundación de la VI sección de la École Practique de Hautes
Études, convertida luego en École de Hautes Études en Sciences Sociales.
En este contexto institucional, fue Ernest Labrousse, discípulo de Simiand, el que orientó
los estudios en historia económica y social en una matriz cercana a la que había
recomendado su maestro, y que tanto Bloch como Febvre se habían resistido a adoptar. Ello
implicaba privilegiar la historia regional sobre la dimensión nacional, y la búsqueda de
nuevas fuentes de las cuales extraer datos cuantificables que pudieran ordenarse en series. A
partir de ellas se podría atender a variables tales como: salarios, precios, flujos comerciales,
etc., observadas en la larga duración y analizadas con relación a una estructura invariable
respecto de la cual las crisis coyunturales son una referencia.
La críes de l’économie française (1966), escrita por Labrousse durante la ocupación
alemana, la monumental obra de P. Chaunu, Séville et l’atlantique (1955-60) en 12
volúmenes, y Les paysan de Languedoc (1966), de Emanuel Le Roy Ladurie, son algunas
de las obras más emblemáticas de las orientaciones historiográficas inspiradas por la
segunda generación de Annales.
Precisamente Guinzburg logra con el El queso y los gusanos (1976) un producto renovador
tanto de la historia social como de la historia cultural, además de ser un ejemplo de los
aportes que el diálogo con la antropología podía ofrecer a la historia. Fundamentalmente
cuando se adentraba en los problemas de la cultura popular. Así, el método de la reducción
de escalas permitía atender a las historias individuales, las subjetividades y las prácticas
culturales, reconstruir redes de relaciones sociales concretas, cuestionar los métodos
macrohistóricos y volver a redefinir la relación entre lo singular y lo general