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Guerra de Troya

En la mitología griega, la guerra de Troya fue un conflicto bélico en el que se enfrentaron


una coalición de ejércitos aqueos contra la ciudad de Troya (también llamada Ilión y
ubicada en Asia Menor) y sus aliados. Según Homero, se trataría de una expedición de
castigo por parte de los aqueos, cuyo casus belli habría sido el rapto (o fuga)
de Helena de Esparta por el príncipe Paris de Troya.
Esta guerra es uno de los ejes centrales de la épica grecolatina y fue narrada en un ciclo
de poemas épicos de los que solo dos han llegado intactos a la actualidad, la Ilíada y
la Odisea, ambas obras atribuidas a Homero. La Ilíada describe un episodio de esta
guerra, y la Odisea narra el viaje de vuelta a casa de Odiseo, uno de los líderes griegos.
Otras partes de la historia y versiones diferentes fueron elaboradas por poetas griegos y
romanos posteriores.
Los antiguos griegos creían que los hechos que Homero relató eran ciertos. Creían que
esta guerra había tenido lugar en el siglo XIII a. C. o en el siglo XII a. C., y que Troya
estaba situada cerca del estrecho de los Dardanelos en el noroeste de la península
de Anatolia (actual Turquía). Por ejemplo, el historiador Heródotono solo consideraba
segura la guerra, sino que además para él fue la causa originaria de las enemistades
entre persas y griegos.1 En tiempos modernos, tanto la guerra como la ciudad eran
consideradas mitológicas.
Pero en 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann excavó la colina de Hisarlik,
donde creía que estaba la ciudad de Troya, y halló los restos de la antigua ciudad
de Nueva Ilión, bajo la cual halló otras ruinas, y debajo de estas, otras más. Cada una de
estas ruinas daba lugar a los restos de distintas ciudades que parecían haber sido
habitadas en épocas distintas. Schliemann pretendía hallar la Troya homérica pero, en el
curso de los años, él y sus colaboradores hallaron siete ciudades sepultadas y más tarde
otras tres. Sin embargo, quedaba por decidir cuál de estas diez ciudades era la Troya de
Homero. Estaba claro que la capa más profunda, Troya I, era la prehistórica, la más
antigua, tan antigua que sus habitantes aún no conocían el empleo del metal, y que la
capa más a flor de tierra, Troya IX, tenía que ser la más reciente.
Algunos historiadores creen que Troya VI o Troya VII deben identificarse con la ciudad
homérica, porque las anteriores son pequeñas y las posteriores son asentamientos
griegos y romanos. Otros historiadores opinan que los relatos de Homero son una fusión
de historias de asedios y expediciones de los griegos de la Edad del Bronce o del periodo
micénico, y no describen hechos reales. Los que piensan que los poemas épicos de la
guerra de Troya derivan de algún conflicto real lo fechan entre 1300 a. C.-1100 a. C.

El trayecto a Troya
Cuando los griegos partieron a la guerra de Troya, se equivocaron de rumbo y fueron a
parar a Misia, regida por Télefo. En una batalla, Aquiles hirió a Télefo. Puesto que su
herida no cicatrizaba, Télefo preguntó al oráculo y éste vaticinó: «él mismo deberá
curarte». Télefo fingió ser un mendigo y pidió a Aquiles que le ayudase a cicatrizar su
herida. Aquiles rehusó alegando no tener conocimientos médicos. Odiseo dijo que la
lanza había causado la herida y la lanza podría cicatrizarla. Se pusieron pedacitos de la
lanza sobre la herida y esta cicatrizó. Télefo les indicó el camino a Troya agradecido por
su curación.
Cuando la expedición se dispuso de nuevo a zarpar desde Áulide, los vientos cesaron.
Calcas auguró que la diosa Artemisaestaba castigando a Agamenón por matar un ciervo
sagrado (o matar un ciervo en un bosque sagrado) y alardear que era mejor cazador que
ella. La única forma de apaciguar a Artemisa era sacrificar a la hija de Agamenón, Ifigenia.
Ifigenia fue trasladada desde Micenas hasta Áulide con el falso pretexto de que iba a
convertirse en esposa de Aquiles. Cuando llegó, Agamenón se dispuso a sacrificarla pero
en el último momento Artemisa sustituyó a la joven por un ciervo y la llevó a Táurica (o
Táurida), donde fue sacerdotisa de su culto. Allí era la encargada de sacrificar a todo
extranjero que allí llegaba, en honor a Artemisa. Hesíodo dice que se convirtió en la
diosa Hécate. En las tragedias de Eurípides y Sófocles, el sacrificio de Ifigenia es la
principal razón de Clitemnestra para asesinar a su marido al regreso de la hueste de
Troya. El asesinato de Agamenón sería, a su vez, vengado por su hijo, Orestes.
Filoctetes era un amigo de Heracles (Hércules en la mitología romana) y, ya que encendió
la pira funeraria de Heracles cuando nadie más quiso hacerlo, recibió su arco y sus
flechas. Navegó con siete barcos repletos de hombres a la guerra de Troya, donde
planeaba luchar en el bando de los griegos. Se detuvieron en una isla para conseguir
suministros y allí Filoctetes fue mordido por una serpiente. La herida se infectó y
desprendía un gran hedor; y los Atridas, por consejo de Odiseo, ordenaron a Filoctetes
permanecer en Lemnos. Medonte ,hijo de Oileo, tomó el mando de los hombres de
Filoctetes, quien permaneció solo en Lemnos durante diez años.
Inicio de la guerra
La armada aquea llegó a las playas de Troya, donde se encontró con gran parte del
ejército troyano esperándola (arqueros y guerreros).El oráculo profetizó que el primer
griego que pisara tierra sería el primero en morir en la guerra de Troya. Protesilao, capitán
de los filaceos, satisfizo esta profecía. Héctor mató a Protesilao, y Laodamía, esposa de
este, se suicidó a causa del dolor. Tras la muerte de Protesilao, su hermano Podarces fue
a la guerra en su lugar.
Tras una batalla en la playa, los aqueos lograron imponerse. Entre otros, Aquiles mató a
un hijo de Poseidón, Cicno, que luchaba en las fuerzas de Ilión. Cicno era invulnerable a
las armas y Aquiles lo estranguló.
Los griegos sitiaron Troya durante nueve años. Las tropas griegas saquearon varias
ciudades cercanas y, en el reparto del botín, Agamenón tomó como esclava a Criseida,
hija de Crises, sacerdote de Apolo. Cuando Crises intentó pagar su rescate, fue
maltratado, así que pidió a Apolo que castigase a los griegos, y el ejército fue azotado por
una plaga
Edad de oro
El término Edad de oro proviene de la mitología griega y fue recogido por primera vez por
el poeta griego Hesíodo. Se refiere a la etapa inicial de las edades del hombre en la que
vivió en un estado ideal o utopía, cuando la humanidad era pura e inmortal. En las obras
literarias, la edad de oro usualmente acaba con un acontecimiento devastador, que trae
consigo la caída del hombre.

La Edad de oro en la cultura occidental


La idea de una edad de oro aparece por vez primera en el poema los Trabajos y
días de Hesíodo (mitad del siglo VIII a. C.). Según el poeta se trata de la primera edad
mítica, el tiempo de «una dorada estirpe de hombres mortales», que «crearon en los
primeros tiempos los inmortales que habitaban el Olimpo. Vivieron en los tiempos
de Crono, cuando reinaba en el cielo;... » (Trabajos y días, versos 109 y siguientes).
Hesíodo describe otras cuatro eras que sucedieron a la edad de oro en orden cronológico:
la edad de plata, la edad de bronce, la edad de los héroes y la edad del hierro.
La mítica Edad de oro descrita por Hesíodo está en la base de «toda la historia
del pensamiento griego, alimentando los sueños de los que por diversas razones
rechazan el mundo en que viven». La Edad de oro no conoce ni la guerra, ni el trabajo, ni
la vejez, ni la enfermedad —las personas mueren en un sueño pacífico—, pues la tierra
produce bienes en cantidad suficiente para satisfacer todas las necesidades y, por
consiguiente, no hay razón para que surja ningún conflicto, por lo que los hombres de
la raza de oro llevan una vida tranquila y feliz.1
Algunas obras pastorales de ficción representan la vida en una imaginaria Arcadia como
continuación de la vida en la edad de oro; los pastores de tales tierras no permitieron que
la civilización los corrompiese.2
El poeta latino Ovidio también habla de las diferentes edades del hombre en Las
metamorfosis. La edad de oro tuvo lugar inmediatamente después de la creación del
hombre cuando Saturnogobernaba el cielo, por lo que igualmente se la llamaba reinado
de Saturno: era un tiempo de inocencia, de justicia, de abundancia y de bondad. La Tierra
gozaba de una primavera perpetua, y los campos fructificaban sin necesidad de que los
cultivasen. Mas Saturno fue lanzado a las tinieblas del Tártaro y Júpiter se convirtió en el
amo del mundo, con lo que comenzó la edad de plata.
Se encuentra igualmente en las evocaciones de la edad de oro en otros autores y poetas
latinos como Tíbulo, en una de sus elegías, y Virgilio, en las Geórgicas.
No sólo la literatura ha recogido la idea de una edad de oro, sino que la pintura acogió el
tema, a partir del Renacimiento, usando sobre todo el símbolo del laurel.
En el siglo XVII también se acogió como tema literario, y permaneció como tema popular
de tipo legendario.
Cristianismo y Edad de oro
La Iglesia católica nunca negó el mito de la Edad de oro. «Los Padres de la Iglesia, sobre
todo san Agustín y san Ambrosio, no dudaban de que en un principio Dios había creado el
mundo para que sus riquezas fueran comunes a todos los hombres. Pero el pecado
original había destruido este orden natural primitivo, obligando al hombre a trabajar y
causando la desigualdad entre los hombres». La Iglesia aceptó esta desigualdad —«solo
una élite de clérigos o laicos podía soñar con encontrar estas formas comunitarias e
igualitarias que se encarnaban en la vida monástica»—, «pero a principios del siglo XIV,
cuando las bases laica y eclesiástica de la sociedad feudal comienzan a resquebrajarse,
la idea de un retorno a la igualdad natural va a presentarse para algunos como la única
solución a los males de su tiempo, y el mito de la edad de oro va a verse reforzado con
una crítica extremadamente viva de la desigualdad social». Probablemente el movimiento
de los taboritas de Bohemia sea el más representativo de esta tendencia. Después de su
fracaso renació en Alemania en el siglo XVI bajo el impulso del reformador Thomas
Münzer y tuvo su epígono en el movimiento de los anabaptistas de Münster.3

La Edad de oro en diversas culturas


Una idea análoga puede encontrarse en las tradiciones religiosas y filosóficas de Asia.
Por ejemplo, los Vedás (antiguos textos hinduistas escritos en sánscrito), concebían la
historia en forma cíclica, con alternancia entre las edades oscuras y las de oro: satiá
iugá (edad de oro), treta iugá (edad de plata), dwapara iugá(edad de bronce) y kali
iugá (edad de hierro) se corresponden con las cuatro edades griegas. Creencias similares
pueden encontrarse en el antiguo Oriente medio y a través de todo el mundo antiguo.
Según Giorgio de Santillana, que fuera profesor de historia en el MIT y coautor del
libro Hamlet's Mill,4 hay cerca de 200 mitos e historias folclóricas de 30 culturas antiguas
que hablan de un ciclo de edades ligadas al movimiento de los cielos. Algunos
creyentes utópicos, tanto políticos como religiosos, sostienen que la edad de oro volvería
después de un período de decadencia. Otros consideran, en particular los hindúes
modernos, que la edad de oro volverá gradualmente como una consecuencia natural de
los cambiantes iugás (eras).

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