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Curso Hablando en Público.

Oratoria – Comunicación Escénica

Diez claves a la hora de hablar en público


o
Hacer una presentación

Introducción

1. Propósito y mensaje

2. Adaptarse a la audiencia y las circunstancias

3. Planificación

4. El comienzo

5. Desarrollo

6. El final

7. Diseño visual

8. Nuestros recursos: voz, cuerpo y mirada

9. Prepararse

10. ¿Cómo lo hice?

Introducción

Podemos empezar con una pregunta: ¿qué entendemos por presentación? Aceptamos casi
cualquier cosa: una persona que habla a una audiencia sobre un tema concreto y con un propósito
concreto es una presentación. Puede ser una audiencia de 3 o 300 personas, y puede estar
planteada para entretener, enseñar, amonestar, informar, inspirar, persuadir, emocionar.
Podemos pensar en:

Una clase en la universidad.

Una ponencia en un congreso científico.

La presentación de un trabajo en clase ante el profesor y los compañeros.

Una conferencia.

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Una reunión en la empresa.

Una charla de ventas.

Una entrevista, etc, etc.

Pero la pregunta fundamental es: ¿qué tal se


hacen? ¿Son efectivas? ¿Deben mejorar? …

Hay una impresión general de que la mayoría


de las presentaciones, ponencias o
disertaciones son aburridas, inútiles, y se
extienden más allá del tiempo permitido, o no
se entienden…

Sin embargo, algo falla en la capacidad de los que presentan en transmitir su mensaje, porque la
percepción mayoritaria es que éstas presentan defectos importantes, siendo los principales las
siguientes:

1. Se ponen frases completas en las diapositivas, que simplemente se leen en voz alta.

2. El tamaño del texto era tan pequeño que no se podía leer.

3. Las diapositivas eran difíciles de ver por la elección de colores (falta de contraste).

4. Los gráficos eran demasiado complejos y no se entendían.

5. El ponente habla bajo y no se entiende

6. Utiliza muletillas

7. Corporalmente no demuestra confianza y no es creíble.

8. No conecta con el público. Sin entusiasmo, sin pasión. Monótono, plano, lineal

El no pensar realmente en la audiencia nos lleva, según Andrew Abela, a los siete errores
mortales de una presentación:

1. Suponer que la audiencia tiene la misma personalidad que nosotros. Por ejemplo, una
persona orientada al detalle prepararía cientos de diapositivas llenas de información, pero
aquellos de la audiencia más conceptuales estarán dormidos a partir de la tercera. Una
persona resolutiva y orientada a la acción presentaría su mensaje o propuesta nada más
empezar, sin considerar opciones alternativas, pros y contras..., pero una audiencia más

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cautelosa (pensemos en la comisión de un examen de grado, por ejemplo) dudaría de


nuestro trabajo.

2. Plantear la presentación en términos de lo que el que presenta quiere hacer. Toda


presentación debe aspirar un cambio en lo que la audiencia piensa o hace. Puede parecer
extraño o ambicioso, pero si nada va a cambiar en los que escuchan, ¿de qué sirve? Hay que
focalizarse en ese cambio que queremos para los que escuchan.

3. Focalizarse en lo que esperamos de la audiencia. Normalmente queremos que acepten


nuestra idea, compren nuestro producto, aprendan algo… ¿Pero qué es lo que no nosotros
queremos?, ¿qué quieren ellos?, ¿por qué están allí? Hay que suponer que están allí
escuchando porque vas a resolverles algún problema, aunque sea únicamente su ignorancia
sobre un tema. Hay que focalizarse en resolverles esos problemas.

4. Incluir únicamente evidencias que apoyen nuestra propuesta o nuestro mensaje.


Incluyendo argumentos, problemas, hechos o datos en contra, que luego rebatiremos o
explicaremos, nos hace más creíbles y convincentes.

5. Presentar la información en un orden lógico para nosotros. Normalmente se nos ocurre un


único orden para contar las cosas, y cualquier otro nos parece ilógico o incorrecto. Sin
embargo, debemos pensar en el orden más adecuado para el conjunto de la audiencia, por
ejemplo, empezando por hacer explícito qué problema les vamos a resolver.

6. Usar demasiado color, sonidos, animaciones, videos… para parecer más profesionales.
Estos artificios si pueden conseguir ese objetivo, pero estropean la comunicación. Sólo
deben añadirse “adornos” que refuercen nuestro mensaje.

7. Usar la pantalla leyendo el texto literalmente. Este es el peor error de todos. La ciencia ha
demostrado claramente que el uso simultáneo de dos canales (voz y texto leído) para
transmitir la misma información es tremendamente perjudicial para nuestra capacidad de
entender y recordar el mensaje. Además, las personas leemos más rápido que hablamos. La
pantalla debe ser un apoyo a nuestro discurso, no competir con él.

Sin embargo, podemos estar de acuerdo en que una buena presentación es la que cumple su
propósito, se entiende y se recuerda. Muchos aspectos diferentes contribuyen a ello: un comienzo
que nos engancha, un contenido y un lenguaje que podemos entender y adecuado al propósito, un
resumen al final…

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Si somos capaces de evaluar con cierta objetividad una presentación, y distinguir esos diferentes
aspectos, hemos avanzado mucho para conseguir mejorarlas.

¿En qué debemos fijarnos a la hora de realizar o de analizar una presentación?

¿Tiene un comienzo que nos engancha? Es decir,


utilizamos algunas estrategias discursivas:

¿Qué secuencia y partes tiene?

¿Hay puntos de ruptura frecuentes para mantener


nuestra atención? (pausas, preguntas, anécdotas…)

¿Finaliza recordando el mensaje principal?

¿Tiene un lenguaje apropiado para nosotros?

¿El nivel y la cantidad de la información son


adecuados?

¿Es información relevante para nosotros?

¿El enfoque es adecuado para el objetivo de la


presentación?

¿El ritmo es adecuado, ni lento ni rápido?

¿Habla con fluidez, sin muletillas?

¿Se oye correctamente? ¿La voz es clara?

¿Nos mira a nosotros o a la pantalla?

¿Controla adecuadamente los medios? (proyector,


ordenador…)

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¿La pantalla es una ayuda visual para entender y


recordar lo que dice o simplemente una ayuda para
el que presenta?

¿La cantidad de texto no es excesivo y se puede


leer?

¿Hay una consistencia entre todas las diapositivas?

¿Es fundamentalmente visual con imágenes de


calidad?

El reflexionar sobre los puntos débiles y fuertes sobre una presentación, distinguiendo sus
diferentes aspectos (la estructura, el apoyo visual, la voz…) es el primer paso para mejorar.

¿Cómo evitar los siete errores mencionados más arriba? Aquí van diez claves a tener en cuenta:

1. Propósito y mensaje
“Si no sabes lo que quieres lograr con tu presentación, tu público nunca lo sabrá”
Harvey Diamond

Si hay algo realmente importante a la hora de plantear


una presentación es tener claro cuál es su propósito y
cuál es el mensaje (o mensajes) que queremos
transmitir a la audiencia. Sólo si tenemos claro estos
aspectos podemos diseñarla de la forma más efectiva
posible. Podemos preguntarnos: ¿qué es una
presentación realmente efectiva?, pues aquella que
cumple su propósito, y que transmite a la audiencia un
mensaje claro que comprende y recuerda. Pensemos
en las presentaciones que hacía Steve Jobs de Apple. Su
estilo puede gustarnos más o menos, pero nadie puede
negar que eran efectivas: su mensaje era “El nuevo I Phone… es el mejor dispositivo del mundo y
no puedes vivir sin él”, y su propósito, que salgamos todos corriendo a la tienda de más cercana a
comprarlo. ¿Lo conseguía?

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El primer consejo es tener claro el propósito de la presentación y qué mensaje impactante


queremos transmitir. Esto nos obliga a centrarnos en lo esencial, y a planificarla, diseñarla y
desarrollarla en consecuencia.

Entonces define claramente el objetivo Pregúntate: "¿Qué quiero lograr con mi discurso?"

Una respuesta concisa a la pregunta "¿Qué quiero lograr con mi discurso?" te simplificará las cosas
y te ayudará a definir claramente lo principal: tu objetivo.

Una misión potente y correctamente transmitida será recordada. En cambio, un objetivo pobre,
difuso, no tendrá éxito y el mensaje será olvidado fácilmente.

Por ejemplo:

Que la audiencia conozca las ventajas de….


Que el público apoye la causa de….
Que el oyente colabore donando recursos para…

¿Y un buen mensaje?

2. Adaptarse a la audiencia y las circunstancias

A la hora de plantear una presentación debe


tenerse en cuenta quién es nuestra audiencia y
cómo son las circunstancias de la presentación.
Esto nos permitirá hacerla de la forma más
efectiva posible. Es tan simple como hacerse
algunas preguntas, contestarlas, y tenerlo en
mente cuando tomemos decisiones de cómo
hacer las cosas.

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Una pregunta fundamental sobre la audiencia es ¿Quiénes son? Es obvio que no es lo mismo
dirigirse a niños pequeños, que a estudiantes que a trabajadores experimentados, a expertos en el
tema, al profesor, al jefe, o un público heterogéneo… Otras preguntas pueden ser ¿Cuántos son?
¿Qué es lo que saben? ¿Por qué están allí? … Una vez tengamos las respuestas, ¿qué se puede y
debe adaptar? Todo, desde la duración y la estructura de la exposición, pasando por el lenguaje
utilizado, hasta el diseño y el tipo de información, sobre todo si utilizamos PowerPoint u otro
soporte.
El tamaño de la sala, la colocación de los elementos, la luz ambiental… todo debe considerarse.
¡Cuántas veces hemos visto presentaciones o disertaciones en las que los asistentes de las últimas
filas no podían escuchar al ponente porque hablaba demasiado bajo ni leer las diapositivas
simplemente porque el texto era demasiado pequeño! ¿Qué tipo de impresión se pueden llevar de
esa presentación?

3. Planificación
Un error muy común al plantear una presentación es empezar abriendo PowerPoint o Prezi,
buscar una plantilla que nos guste y ponerse a rellenar diapositivas.

Es un error porque no tenemos una visión global de


lo que vamos a hacer, no hemos pensado sobre el
propósito o la audiencia, y las plantillas o imágenes
de PowerPoint nos van condicionar en gran manera
cómo vamos a estructurar nuestro discurso y el
aspecto visual de nuestra presentación. Seguro que
nos salen diapositivas con un título arriba y una lista
de viñetas, pero… ¿es el mejor apoyo visual para
nuestro mensaje? ¿Es el único posible? Es necesario
por lo tanto planificar nuestra presentación.
Planificar significa simplemente preguntarse cuál es
su propósito, cuál es nuestro mensaje principal,
cómo serán la audiencia y las circunstancias, y con todo ello en mente, pensar cómo lo vamos
hacer, cuál será la estructura, el discurso, el lenguaje, el diseño del PowerPoint, cuánto tiempo
durará, etc. Y curiosamente, la mayoría de los expertos en presentaciones, coinciden en un
consejo fundamental: planificar en analógico, es decir, alejarse del computador, tomar una hoja
en blanco, y plasmar allí nuestras preguntas, ideas y decisiones sobre la presentación.

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4. El comienzo
“Comienza dando una razón para que te sigan escuchando”
José María Palomares

El comienzo de una presentación es muy importante, porque es la oportunidad para “enganchar”,


para “atrapar” a la audiencia y conseguir su atención el resto del tiempo. Un comienzo inadecuado
puede hacer que muchos desconecten, con lo que todo el esfuerzo posterior es totalmente inútil.
La mejor forma de conseguir la atención de la audiencia es involucrándoles en la presentación, ir al
grano desde el principio, que se sientan parte de ella, que sea importante para ellos. En una
presentación formal (como la presentación de una tesis de grado) podemos simplemente empezar
diciendo nuestro nombre y de qué vamos a hablar (el tema y la estructura de la presentación),
pero entonces es fundamental destacar la importancia para ellos de lo que voy a contar. No de
qué se va a hablar, sino de lo importante que es para ellos. Incluso de los temas más técnicos y
especializados se puede extraer, por ejemplo, una aplicación práctica que todos podemos
entender o alguna relación con la vida cotidiana de la audiencia. También es buena idea en estas
charlas formales sustituir la típica diapositiva con el guion o índice en forma de lista de viñetas
(que nadie recordará) por algo más visual, un “mapa” con imágenes de los diferentes puntos a
tratar: Decir lo que voy a decir.

Si optamos por un comienzo más inusual o la


presentación es más informal, podemos recurrir a algo
más personal, como hablar de nosotros mismos con
respecto a la que vamos a contar, o contar un dato o una
estadística curiosa, una historia, una anécdota, etc. Se ha
hablado mucho de sí es efectivo empezar con algo
gracioso, y la respuesta es que sí, pero es muy
arriesgado, sobre todo si la audiencia no nos conoce, y
en todo caso debe ser humor relacionado con el tema de la presentación, nunca un chiste
cualquiera.

5. Desarrollo

“Guía la presentación sin perder a nadie por el camino”


Se ha calculado que la capacidad máxima de atención focalizada de un adulto es de 15 a 30
segundos, por lo que mantener la atención de la audiencia es una tarea difícil. El desarrollo de la
presentación debe intentar que nadie desconecte.

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Un primer consejo puede ser introducir variedad en nuestra presentación, en varios aspectos:
variedad en la voz (más alto, más bajo, más rápido, más despacio), variedad en lo que contamos
(una estructura con partes diferenciadas), variedad en el lenguaje (más generalista, más técnico),
variedad de recursos (hablar, preguntar, sacar un objeto, hacer una encuesta, contar una
anécdota, mostrar un ejemplo…), etc.

Un buen desarrollo necesita de una estructura adecuada.

La estructura clásica (introducción, desarrollo,


conclusiones) funciona perfectamente, sobre todo para
charlas técnicas, y consiste simplemente en decir lo que
se va a contar, contarlo, para finalizar diciendo lo que se
ha contado. Es importante siempre hacer explícitas las
transiciones, o sea, decir explícitamente dónde estamos:
“…ahora veremos los diferentes tipos de…” o “…de esta
forma…” o “Por ello…”

Si la presentación está bien planificada, se


habrá hecho previamente una elección:
alcance o profundidad. Si se elige alcance, se
hablará durante el desarrollo de muchas cosas,
aunque superficialmente, sin detalles. Si se
elige profundidad, se hablará durante el
desarrollo de una sola o muy pocas cosas, pero
con mucho detalle. Un error fatal es intentar
hablar de muchas cosas y a la vez con mucho
detalle, solo conseguiremos pasarnos del
tiempo disponible y crear confusión.

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Una alternativa a la estructura clásica es la historia.


Enmarcar toda una presentación completa como una
historia no es fácil, pero puede ser muy efectivo para
presentaciones en las que el propósito sea convencer,
motivar o inspirar, ya que está ampliamente
demostrado que las historias mueven más a la acción
que los datos puros. El modelo básico de historia
empieza por el planteamiento (se explica la situación,
los personajes que intervienen), luego ocurre un
problema que debe solucionarse, un conflicto, una
tensión (el nudo), y finalmente llegamos al desenlace
que resuelve el conflicto, para bien o para mal. Algo
más fácil es introducir pequeñas historias a lo largo de
la presentación. Es una forma de introducir variedad
en la misma, otras posibilidades son las expuestas en el tema anterior sobre el comienzo:
anécdotas, ejemplos, analogías, interactuar con la audiencia, preguntas retóricas, pausas…

6. El final

Preparar la conclusión. Pregúntate: "¿Cómo


terminaré mi discurso?“

El final de una presentación es un momento


clave que debemos aprovechar para recordar
nuestro mensaje, resumir lo más importante y
recordar cuál era nuestro propósito, para
asegurarnos de que se ha cumplido. Son unos
momentos, como los iniciales, que se
recuerdan más fácilmente que el “núcleo” de
la presentación, así que no se pueden
desaprovechar. Tenemos que preguntarnos: Si
la audiencia sólo pudiera recordar una cosa,
¿qué sería? Esa idea principal es la que hay
reforzar y el llamado a la acción o reflexión que queremos provocar en el oyente.

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En cualquier caso, un error muy común es dejar de hablar de pronto, sin más, y no queda claro si
hemos acabado o no, creando un momento embarazoso para la audiencia: ¿hay que aplaudir ya?
Una frase final como “gracias por vuestra atención” o simplemente “gracias” soluciona el
problema, aunque no es la única posibilidad.

Por eso, dedica tiempo a diseñar tu conclusión para lograr un verdadero impacto. Busca abrirte un
hueco en sus mentes y con tus últimas palabras convertirte en la semilla que genere el cambio y/o
la reflexión.

7. Diseño visual

Hoy en día es muy habitual acompañar casi cualquier tipo de presentación con un “PowerPoint”,
pero… ¿es obligatorio hacerlo? ¿Cuál debe ser su función? Las diapositivas en la pantalla, si se
utilizan, deben ser un apoyo visual a lo que estamos contando, deben reforzar el mensaje, ayudar
a comprenderlo y a cumplir el propósito de la presentación. El enfoque visual (usando
fundamentalmente imágenes y gráficos) ayuda mucho en este sentido, a diferencia del uso
excesivo de texto, que es redundante con nuestro discurso y en lugar de complementarlo y
ayudarlo, interfiere con él.

Pero más importante es incidir en lo que no debe ser el PowerPoint: no debe ser unos apuntes
para recordar lo que nos toca decir, como si fuera una “torpedo”, pero que todos pueden ver.
Alguien ha dicho que se arreglarían muchos problemas de las presentaciones simplemente
diseñando el PowerPoint pensando en la audiencia y no en el que presenta.

¿Cómo se traduce esta idea general en el diseño concreto de las diapositivas? Pues simplemente
primando el uso de imágenes y gráficos, en diapositivas sencillas y limpias que ilustren
claramente nuestro mensaje en ese momento. Intentando no insertar la mayor cantidad posible
de información.

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8. Nuestros recursos: voz, cuerpo, mirada


Se debe recordar que la capacidad de comunicación de un mensaje no reside tan sólo en “lo que
se dice”, sino en cómo empleamos “la voz” (entonación, proyección, tono, énfasis, pausas,
resonancia) para transmitirlo y en el “cómo se dice” influenciado por nuestro nivel de
comunicación no verbal (gestos, posturas, miradas, movimiento de ojos, respiración). De hecho, el
psicólogo Albert Mehrabian, gurú de la comunicación no verbal, atribuyó los siguientes
porcentajes de impacto en la comunicación: un 7% está asociado al mensaje, un 38% es debido a
cómo es la voz y el 55% restante depende de nuestro lenguaje no verbal.

Conociendo estos factores, deberíamos ser capaces e interesarnos por entrenar y reconocer la
importancia del resto de elementos que influyen en la transmisión de nuestro mensaje. Sería
interesante variar “la voz” intentando modificar algunos de sus parámetros: empleando pausas
para enfatizar y hacer reflexionar; modulando el tono (graves, agudos) para evitar caer en la
monotonía, variando el volumen (alto y bajo) para captar la atención en ciertos momentos y
controlando el ritmo de palabras. Se puede mejorar la condición vocal mediante la realización de
ejercicios específicos. Los aspectos no verbales pueden ser más difíciles de cambiar ya que muchos
son instintivos, pero aun así se pueden entrenar. Sería recomendable dar la exposición de pie
antes que sentado, mantener el contacto visual con la audiencia buscando su seguimiento a
nuestro mensaje, mover adecuadamente los brazos y nosotros mismos por la tarima, evitar
muletillas verbales y sustituirlas por pausas, reducir el número de tics corporales, etc

9. Prepararse

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La perspectiva de hablar en público genera miedo y ansiedad, de hecho es uno de los momentos
más temidos en la vida de las personas. Pero pueden ofrecerse muchos consejos para reducirlo:
identificar nuestros miedos, conocer técnicas de relajación, anticipar los acontecimientos, etc. El
ensayo “intensivo”, y en condiciones reales, es la mejor medicina para controlar los nervios, la
postura, el tiempo y, en definitiva, favorecer la entrega eficiente y eficaz de la presentación. Como
resumen intentar buscar siempre el estar “en flujo” con la audiencia, una especie de conexión
total y consciente con la misma que aporta gratas sensaciones y una sensación de total control de
la presentación.

10. ¿Qué tal lo hice? ¿Logré hacer pensar/hacer sentir?

Nuestro último consejo es intentar mejorar pidiendo


realimentación después de hacer una presentación.
Es la única forma de mejorar para la próxima vez.
¿Cómo lo hacemos? Preguntando a la audiencia, por
ejemplo, a alguien con el que tengamos confianza, o
bien repartiendo unos papelitos al final y/o pidiendo
opinión. Es buena idea hacer preguntas concretas: ¿te
ha enganchado el comienzo? ¿El cierre ha sido
óptimo, breve y grandioso? ¿Se me nota alguna
muletilla o tic nervioso? ¿Estaba claro el mensaje,
logré impactar? etc.

Evalúa todas las posibilidades y minimiza los riesgos.

Recuerda:

La práctica hace al maestro, pero nosotros agregamos, la práctica deliberada, lo que Daniel
Goleman llama: “práctica inteligente”.

Y ahora…manos a la obra ¡Aprovecha todas las oportunidades para practicar y hazlo con
entusiasmo!

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