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EL SACRAMENTO DEL PERDON

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACION ES FUENTE


DE LA DIVINA MISERICORDIA

El don de los sacramentos nos revela de modo muy particular la


Misericordia de Dios hacia nosotros. Ellos actualizan la Redención.
Por eso los padres de la Iglesia vieron en la Sangre y el Agua brotada
del costado traspasado de Jesús, la imagen más bella de todos los
sacramentos, que tiene el doble Poder de purificar y santificar nuestras
almas.

El Sacramento de la Reconciliación, más que cualquier otro, pone en


evidencia el primer aspecto de la Misericordia de Dios, que consiste
en purificar y perdonar. Un culto interiormente más vivo hacia Dios en
su infinita Misericordia, facilita a la Iglesia su propia misión en la
administración de este sacramento y pone al penitente en la necesaria
disposición. Si todos los fieles sintieran más vivamente la devoción a
la Misericordia de Dios, habría en ellos menos repugnancia por la
Confesión y un estilo más divino guiaría a los mismos confesores en
el contacto con las almas en este "tribunal de la Misericordia".

La Confesión, desde el punto de vista de la Misericordia de Dios que


la ha instituido, es un medio para llegar a la humildad de corazón y
una invitación a aceptar con confianza nuestra propia redención.

Jesús insiste ante la Santa María Faustina y sus palabras debieran ser
objeto de nuestra reflexión. Con el rechazo de la Confesión muchos
hoy se juegan su propia eternidad.

Se lee en el diario de la Santa María Faustina:

Escribe: "Soy tres veces Santo y tengo horror del más pequeño
pecado. No puedo amar a un alma manchada de pecado; pero cuando
se arrepiente, mi generosidad no tiene límites para ella. Mi
Misericordia la abraza y la perdona. Persigo con mi Misericordia a los
pecadores por todos sus caminos y mi Corazón goza cuando ellos
vuelven a Mí. Olvido las amarguras con las cuales han saciado mi
Corazón y me alegro de su retorno. Di a los pecadores que ninguno
escapará a mis manos. Si huyen ante mi Corazón misericordioso,
caerán en las manos de mi justicia. Di a los pecadores que los espero
siempre, estoy a la escucha del latir de su corazón para saber cuándo
latirá para Mí. Escribe que les hablo con los remordimientos de con-
ciencia, con los fracasos y los sufrimientos, con las tormentas y los
rayos; hablo en la voz de la Iglesia y si hacen vanas todas mis gracias,
comienzo a enfadarme". (D. 90)

"Haz saber a las almas que busquen el consuelo de mi Misericordia


en el Sacramento del Perdón, donde sigo obrando mis más grandes
prodigios. Para obtenerlos no es necesario emprender largas
peregrinaciones ni cumplir externamente grandes ritos, sino que basta
ponerse con una fe valiente a los pies de un hombre y confesarle la
propia miseria. Es aquí donde el más grande milagro de la misericordia
se realiza en toda su plenitud. Aun cuando un alma fuese semejante
a un cadáver en putrefacción, Incapaz de toda resurrección, y en ella
todo pareciera humanamente perdido, para Dios no es así: el milagro
de la Divina Misericordia hará resucitar esa alma a una nueva vida.
!Infelices aquéllos que no buscaron en este sacramento los prodigios
de mi Misericordia; los Invocarán después, pero Inútilmente, porque
entonces será demasiado tarde!" (D. 1448).

"Hija mía, cuando te acercas a esa fuente de Misericordia que es el


Sacramento del Perdón, el Agua y la Sangre se derraman sobre tu
alma para ennoblecerla. Cada vez que te acerques al Sacramento de
la Reconciliación, sumérgete en mi Misericordia con una confianza
ilimitada, porque solamente así puedo derramar en ti toda mi gracia.
Debes saber que Yo mismo te espero en el confesionario y aunque
manteniéndome invisible detrás del sacerdote, soy Yo quien obra en
ti...
Hija mía, del mismo modo como tú te arrodillas en mi presencia para
prepararte a tu confesión, así también siempre es ante Mí ante quien
te confiesas, porque el sacerdote me sirve tan sólo de pantalla; no
examines cómo es él, sino ábrete á él como lo harías ante Mí;
entonces tu alma será colmada de mi Luz... Reza para que las almas
no tengan temor a acercarse a este tribunal que es el de mi
Misericordia" (D. 975)...

"Repite a las almas que ésta se alcanza con el recipiente de la


confianza más total, y si esta confianza es grande, también mi
generosidad no tendrá límites. El flujo de mi gracia inunda a las almas
humildes; sólo los soberbios permanecen miserables, porque mi
gracia los abandona y va en busca de las almas humildes" (D. 1602).

Fiel a las palabras de Jesús, la Santa María Faustina repite a las almas
lo que ella aprendió de Jesús y las experiencias que ella ha tenido:
He aquí tres palabras para un alma que desea sacar provecho de su
propia Confesión:

1. Sinceridad. Ni el confesor más santo y sabio puede introducir


violentamente dentro de un alma lo que ella más necesita, el
alma debe estar espontáneamente abierta y, por lo tanto, ser
sincera. El alma falta de sinceridad, o que es reticente, se
expone a grandes peligros en la vida espiritual y el mismo Jesús
no se da en alto grado a esta clase de almas...

2. Humildad. La soberbia mantiene a las almas en la oscuridad, se


niega a penetrar con precisión hasta el fondo de la propia
miseria, se esconde detrás de una máscara y huye de lo que
podría sanarla.

3. Obediencia. El alma desobediente al confesor no logrará


victoria, aun cuando la confesara Jesús mismo. El confesor más
rico en experiencia no será de provecho para un alma así. Ella
se expone a una gran infelicidad y fracasará en la vida espiritual
(D. 113).

Hoy el Señor me ha instruido nuevamente en el modo de acercarme


al Sacramento de la Penitencia: "Hija mía, como te preparas en mi
presencia, así te confiesas ante Mí, me cubro simplemente detrás del
sacerdote. No analices nunca quien es ese sacerdote detrás del cual
me escondo y revélate en la confesión como lo haces ante Mí y yo
colmaré tú alma de mi Luz”.

Cristo y Señor mío, me conduces sobre tales precipicios que, cuando


los observo, soy presa del miedo; pero al mismo tiempo me lleno de
paz estrechándome a tu Corazón. Junto a tu Corazón no tengo miedo
de nada. En los momentos de peligro me comporto como el niño
llevado en brazos de la madre, cuando ve alguna cosa que lo
amenaza, estrecha con más fuerza el cuello materno y se siente
seguro.

A veces veo las acechanzas que me son tendidas por almas que no
deberían hacer estas cosas. No me defiendo, sino confío más en Dios,
que ve mi interior y me doy cuenta que esas almas se enredan ellas
mismas en sus acechanzas, ¡Oh Dios, cuán justo y bueno eres!

DIALOGO ENTRE LA DIVINA MISERICORDIA Y EL ALMA


PECADORA

 Jesús: "Alma pecadora, no tengas miedo de tu Salvador. Yo,


primero me acerco a ti porque sé que por ti misma eres incapaz de
elevarte hasta Mí. No huyas, hija, de tu Padre. Trata de hablar de tú
a tú con tu Dios Misericordioso que desea decirte palabras de perdón
y colmarte de sus gracias. ¡Oh cuán querida me es tu alma! Te tengo
escrita sobre mis manos. Has quedado grabada en la herida profunda
de mi Corazón".
 El alma: "Señor, oigo tu voz que me invita a abandonar el mal
camino, pero no tengo ni la fuerza ni el coraje".

 Jesús: "Yo soy tu fuerza. Yo te daré la fuerza para la lucha".

 El alma: "Señor, reconozco tu santidad y tengo miedo de Ti*.


 Jesús:" ¿Por qué tienes miedo, hija mía, del Dios de la
Misericordia? Mi santidad no me impide que sea misericordioso
contigo, mira, oh alma, que para ti he instituido en la tierra un trono
de Misericordia, y ese trono es el tabernáculo y de este trono de
Misericordia deseo bajar a tu corazón. “Mira, no me he rodeado ni de
un séquito ni de guardianes, puedes venir a Mí en cualquier mo-
mento, deseo hablar contigo en cada hora del día y deseo concederte
mis gracias".

 El alma: “Señor, temo que no me puedas perdonar un tan gran


número de pecados, mi miseria me llena de terror".

 Jesús: “Mi Misericordia es más grande que tus miserias y de


aquellas del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por ti he
bajado del cielo a la tierra, por ti me he dejado poner en la cruz, por
ti he permitido que fuera abierto con una lanza mi Sagrado Corazón
y he abierto para ti una fuente de Misericordia. Ven y toma las gracias
de esta fuente con el recipiente de la confianza. No rechazaré jamás
un corazón que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo de
mi Misericordia. ¿Por qué deberías cuestionar conmigo sobre tu
miseria? Hazme el favor, dame todas tus penas y toda tu miseria, y
yo te colmaré con los tesoros de mis gracias".
 El alma: "Has ganado, oh Señor, con tu bondad mi corazón de
piedra. He aquí, me acerco con confianza y humildad al tribunal de tu
Misericordia, absuélveme Tú mismo por mano de tu representante.
Oh Señor, siento que ha descendido la gracia y la paz a mi pobre
alma. Siento que tu Misericordia, Señor, ha penetrado en mí de parte
a parte. Me has perdonado más de cuanto yo me atrevía a esperar,
más de cuanto era capaz de imaginar. Tu bondad ha superado todos
mis deseos. Y ahora te invito a mi corazón, llena de gratitud por tantas
gracias. Me he equivocado como el hijo pródigo andando fuera del
camino pero Tú no has dejado de ser mi Padre. Multiplica en mí tu
Misericordia, ya que ves cuán débil soy".

 Jesús: "Hija mía, no hables más de tu miseria, porque yo no la


recuerdo más. Escucha, hija mía, lo que deseo decirte: estréchate a
mis heridas y saca de la Fuente de la Vida todo lo que tu corazón
pueda desear. Bebe copiosamente de la Fuente de la Vida y no
desfallecerás durante el viaje. Fija la mirada en el esplendor de mi
Misericordia, y no temas a los enemigos de tu salvación. Glorifica mi
Misericordia".

 Se recuerda, finalmente, que el Sacramento de la Reconciliación


es, juntamente con la Comunión, una condición indispensable para
ser partícipe en la Fiesta de la Misericordia, de la gran promesa del
completo perdón de la culpa y de la pena en el purgatorio debida a
nuestros pecados. Es altamente significativo que la institución de
este sacramento sea anunciado en el texto evangélico señalado para
el primer domingo de Pascua, establecido por Jesús como Fiesta de
su Misericordia (Jn 20, 19-31).

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