Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
James D. Henderson
Medellín, 2006.
La vida del caudillo conservador Laureano Gómez, le sirve como excusa al historiador
económicas que convirtieron a Colombia en una nación moderna e integrada al mercado mundial
Henderson, provocó el creciente rechazo al poder detentado por las élites políticas tradicionales.
Esto generó un profundo debilitamiento de la influencia política de esta clase dirigente, que a
pesar de haber demostrado gran capacidad para impulsar un acelerado desarrollo económico, no
lo fue así para tramitar sus diferencias ideológicas fuera del terrible campo de la violencia.
violencia durante el siglo XX. Muestra de su interés por la historia de las mentalidades y el
conflicto armado son sus trabajos Las ideas de Laureano Gómez (Tercer Mundo, 1988), Cuando
Colombia se desangró. Una historia de la violencia en metrópoli y provincia (El Áncora, 1984),
en Colombia.
Para iniciar este recorrido histórico, el autor nos ubica en la Colombia de finales del siglo
XIX, una nación joven pero aislada de un mundo cambiante, inmersa en continuas guerras civiles
y carente de una infraestructura económica y social que le impedía integrarse al resto del mundo
(p. 5). A través del viaje que emprende la familia Gómez desde la provincia de Ocaña hasta la
capital del país, Henderson retrata un país urbano y rural igualmente afectados por años de
gobierno de una élite liberal, progresista en el discurso, pero ineficiente en la gestión. Ante
nuevo orden que solo fue posible tras una cruenta guerra civil (1885).
Pese a que entre ciertos liberales y conservadores moderados existían algunas visiones
comunes de desarrollo, las insalvables diferencias entre facciones extremas desbocaron en otra
guerra civil (1889-1902) que dejó al país sumido una mayor miseria y atraso, situación de la que
llevó más allá los ideales y ambiciones de sus antecesores y encaminaron a Colombia en la senda
definitiva hacia la modernidad. Una de las facciones de esta generación era la derecha católica, a
la cual pertenecía un joven y reaccionario Laureano Gómez. Formado en una férrea educación
religiosa, Gómez destacó en su medio por su acalorada defensa de los valores de la Iglesia
progreso económico durante las primeras tres décadas del siglo XX (p. 116). Esta primera época
de progreso fue administrada por una élite burguesa identificada con filosofías positivistas y
mezcla de “cultura victoriana” con los preceptos tradicionales del catolicismo engendró una serie
de prejuicios raciales y sociales en la mentalidad burguesa, que contrastan con la actitud sumisa y
profundos en la mentalidad popular. El colombiano común, ese individuo que hasta ese momento
histórico había permanecido aislado entre montañas sin alguna ambición más allá de morir en
paz, ahora descubría el efecto liberador del dinero (p. 183): una nueva cultura material, moderna,
Para finales de los años veinte, el status quo comenzaría a verse amenazado por las
crecientes demandas de cambios sociales por parte de las clases populares, cada vez mejor
organizadas. Si bien los sindicatos todavía tenían que fortalecer su organización para convertirse
en fuerza política, el surgimiento de una clase media rural, que con el tiempo tendría mayor
influencia en el devenir político nacional, confirmaba una inédita actitud desafiante del pueblo.
El Partido Liberal supo responder a este momento histórico asumiendo las banderas de las
movilización obrera y social (p. 310). Esto favoreció su regreso al poder en 1930. La transición se
dio en medio de los coletazos de la crisis económica mundial y los primeros brotes de violencia
política que se agudizarían en los años siguientes. Enrique Olaya Herrera, primer presidente de
esta nueva era liberal, implementó medidas proteccionistas que afianzaron un sector industrial
que sería vital para el salto económico de mitad de siglo. Pero Olaya no lo hubiese logrado sin el
consenso bipartidista que, durante los dos primeros años de su gobierno, permitió el avance de
importantes reformas.
Lejos de la Bogotá, en las regiones, se vivían fuertes tensiones políticas como resultado
del ascenso de los liberales. Al igual que sus predecesores, los liberales procedieron a controlar
los dos factores claves de poder local: el sistema electoral y los cargos públicos. Esto con el fin
de asegurarse el predominio político a largo plazo. Casi de inmediato se presentaron episodios de
fueron de repente reemplazados por sus rivales políticos. El consenso bipartidista, que había
florecido en el gobierno de Olaya, fue debilitado por la violencia política, muy extendida por
Santander y Boyacá, y solo fue apaciguada, momentáneamente, durante la Guerra con el Perú
(1932).
Esta armonía se acabó con el regreso de Laureano Gómez a la escena política. Después de
una larga estancia en Europa, el caudillo conservador regresó al país con el propósito de truncar
ejerció una oposición férrea e inclemente, que consistió en promover la abstención conservadora
Por su lado, el Partido Liberal seguía incorporando fuerzas sociales, esta vez a los
movimientos campesinos que clamaban por una reforma agraria. Políticos como López
movimiento democrático y de carácter popular que había desarrollado una mentalidad capitalista
reclamos llegó con la Ley 200 de 1936, la cual redistribuyó una gran cantidad de tierra a la vez
convirtió en un vital aliado durante estos años como principal cliente de las exportaciones. La
sociedad se volvió más abierta y democrática gracias a la creciente influencia política de la clase
media urbana. Pero al mismo tiempo que la modernidad daba un giro radical a la vida cotidiana
que se degeneraba el ejercicio de la política (p. 475). La oposición de Gómez llevó a la renuncia
en 1948 con el asesinato de Gaitán en las calles de Bogotá, marcando así, simbólicamente, el fin
sostenido. Son sugerentes las palabras del autor cuando habla acerca de la “falsa paradoja del
modernidad en el país a mediados del siglo pasado. Henderson atribuye este extraordinario
Cuando Rojas Pinilla dejó el poder, en 1957, Colombia era una nación en rápidas vías a la
modernización, con una infraestructura adecuada para conectar a los grandes centros industriales
con el mercado y una clase media urbana en continua expansión. Sin embargo, como fórmula
para la pacificación, el Frente Nacional no surtió un efecto inmediato; en cambio, las células
guerrilleras que no fueron eliminadas durante los sesentas pronto evolucionaron a los grupos
modernización imponía nuevos paradigmas, el efecto liberador de la riqueza terminó por diluir,
entre la búsqueda de intereses personalistas, los llamados a la conciencia de clase por parte de
su minucia y rigor. Muestra de ello son la gran cantidad de anécdotas que ilustran los complejos
hipótesis sugestivas para futuros estudios sobre este período histórico, por lo general acaparado
Vale destacar la afortunada apuesta narrativa del autor por hacer de la vida de Laureano
Gómez el hilo conductor de una historia tan compleja y llena de claroscuros como lo es la llegada
de la modernidad al país. Gracias a este relato didáctico y eficaz nos es posible conocer más de
cerca las principales personalidades del mundo político de aquellos años, sus ambiciones, sus
proyectos, sus intereses y, sobre todo, nos permite comprender cómo se configuró una “tradición