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Nosotras que hemos confiado en Cristo no sólo somos descendientes de Eva, sino
que ahora somos descendientes de Sara, la libre (Gal. 4:31). Somos las hijas de la
promesa y ya no estamos bajo la esclavitud de la naturaleza de Eva.
En 1 Pedro 3:1-6 y Hebreos 11:11-12, recibe el honor de tener la fe de Sara, y muestra
su vida como ejemplo de femineidad bíblica. Al imitar la fe de Sara, puede
aprovechar su género y los dones únicos que Dios les ha dado con el fin de glorificarse
y extender Su reino en ella.
Es preciosa a los ojos del Señor, la mujer cuyo corazón está lleno de una esperanza
profunda y permanente en su Dios. Este es el fundamento de todo aquello a lo que
Dios la ha llamado a ser. Sara esperaba en Dios, y ella “consideró fiel al que lo había
prometido” (He. 11:11). Las mujeres jamás deberían abandonar la búsqueda de Dios
por medio de su Palabra.
Nos quedamos sin nada que valga la pena compartir con las almas necesitadas, y
mucho menos para alimentar las nuestras. La mujer que espera en Dios, conoce bien
el carácter del Dador de las promesas y los detalles específicos de las mismas. Ella
pasa tiempo con Él en su Palabra y en oración; cree en su evangelio y encuentra
refugio en su nombre.
Matthew Henry, describe un espíritu manso y tierno como “la sumisión silenciosa
del alma a la ‘providencia’ de Dios con respecto a nosotros”. La mujer que conoce a
su Dios pondrá su esperanza y hallará su descanso en Él. Ella calma y aquieta su
alma, y no se agita ni lucha contra el Dios que es su refugio y el que determina sus
circunstancias.
No busca justificarse y no busca vengarse de los males que le han hecho, pues su
torre fuerte y refugio está en el nombre del Señor en quien espera. Ella espera en
Dios (Sal. 37:7, 9, 34). Salmos 103:2…Bendice alma mía a Dios y no te olvides los
beneficios que ha recibido…Ella ministra su alma para su bienestar y fortaleza.
Ella le encomienda a Dios día y noche a sus hijos, su matrimonio y su ministerio. Ella
extiende el reino de Dios por medio de una sumisión valiente al diseño de Dios en
cuanto a su femineidad, el matrimonio, la maternidad y el ministerio porque ella
espera en Dios.
Por fe se ríe, porque ve esa ciudad permanente, la celestial. Por fe se une a la lista de
las santas mujeres, que consideraron fiel al que prometió. Ella era una mujer de la
que este mundo no es digno, y Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ella.