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https://www.youtube.com/watch?v=0pL0LEiLO0A
AGOSTO 17 DE 2018
7 lecciones de santidad desde el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía
https://www.youtube.com/watch?v=0pL0LEiLO0A
En la Custodia Eucarística, nuestro Divino Salvador habita entre los hombres con
toda Su riqueza. Él es verdadero Dios presente. ¿Qué puede ser más grande que
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esto?
1. La humildad
En el Santísimo Sacramento podemos apreciar la profunda humildad de
Jesucristo. Aquí, la eterna sabiduría de Dios, que hizo todas las cosas, la
brillantez del Padre Eterno, nos concede llegar hasta nosotros en la forma del
más ordinario alimento.
Después de todo, el pan es un alimento simple, la comida del pobre, y no es
como un corte de carne; el pan es, casi siempre, servido como
complemento, y rara vez nos percatamos de él.
Si vamos a imitar a Jesús, debemos primero y ante todo practicar la
humildad. El siervo no es más grande que su amo. Debemos contentarnos
con pasar desapercibidos, no ser alabados ni apreciados, debemos dar toda la
gloria a Dios, eligiendo ser humildes e insignificantes, como una pieza de
pan.
2. El silencio
El hombre siempre ha querido fortaleza tranquila, la fortaleza que se
demuestra más con hechos que con palabras vacías. En la Eucaristía, Jesús
nos recibe en completo silencio.
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Él está listo para escuchar todo lo que tengamos que decirle. Solamente
contestará cuando hayamos callado nuestro corazón y estemos en completo
silencio, como Él lo está.
Finalmente, Él estará listo para actuar en nuestro favor únicamente si
tenemos confianza en Sus promesas.
3. El amor
Casi todos los milagros eucarísticos registrados tienen la característica de
haberse convertido en la carne de un corazón humano. Esto no es casualidad,
en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía el corazón latiente de Cristo se
encuentra ardiendo de amor por nosotros y está esperando nuestro
amor como respuesta.
Sobre la Cruz, Cristo literalmente murió con el corazón partido por amor
hacia la humanidad pecadora, vaciando su preciosísima Sangre para ganar
4. La vulnerabilidad
En la Custodia, Cristo está completa y totalmente vulnerable. Con
demasiada frecuencia es maltratado y abusado, ignorado y difamado, tratado
con descuido e indignidad.
Y, aun así, es el precio que Él está dispuesto a pagar para vivir entre Su
gente. No le importan las veces en que ha sido profanado y pisoteado,
figurativa y literalmente.
Él continúa viniendo hacia nosotros una y otra vez, diciendo: “Nunca me
apartaré ni los abandonaré”.
Y nosotros: ¿amamos de esta manera?, ¿abrimos nuestro corazón a otros, a
pesar de que sabemos que sufriremos el dolor de ser rechazados?, ¿acaso
perdonamos 70 veces 7?
No podemos amar si cerramos nuestro corazón por miedo. Debemos ser
valientemente vulnerables, como Cristo.
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5. La paciencia
Cristo espera pacientemente por ti y por mí en los Tabernáculos y en las
Custodias alrededor del mundo. Él esperaría una eternidad por tan sólo una
visita tuya. Él nos espera arrepentidos, cuando nos hemos extraviado. Él
espera nuestra palabra de lealtad y afecto.
Nos espera para escuchar nuestros gozos y penas, nos espera para responder
a nuestros más profundos deseos.
Como Cristo, también debemos tener paciencia para con otros,
especialmente con aquellos que menos lo merecen o que ponen a prueba
nuestra paciencia tan seguido.
También debemos esperar con corazones llenos de perdón para aquellos que
nos han lastimado o nos han abandonado.
6. La pobreza
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7. La presencia
El regalo de la Presencia de Dios es el mayor regalo. Para los antiguos
israelitas, no había mayor calamidad que retirarse de la Presencia de Dios. de
la misma manera, no existe mayor confort que la seguridad de Su Presencia.
Es lo mismo hasta el día de hoy, si tenemos a Jesús poseemos todas las cosas,
pero sin Él no tenemos nada.
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No debemos viajar lejos para encontrar la Presencia de Cristo, Él se
encuentra tan cerca como la parroquia más cercana.
Es el cumplimiento del antiguo pan de la presencia del pueblo judío. Su
Presencia no es una abstracción o una idea, es real y palpable a nuestros
sentidos.
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Como cristianos, tenemos la tarea de remar mar adentro y adentrarnos
en las ruinas de esta civilización, para construirla desde adentro. Este
remar la barca, se hará con dos grandes remos: la Santidad y la Misión,
misión que no dará fruto, nos dice JPII, “si no proviene de la Santidad,
porque la Misión requiere un testimonio, coherente y elocuente, de vida”.
[SS JPII, 21 noviembre 2000] “Esta generación tiene la misión de llevar el
Evangelio a la humanidad del futuro. Vosotros sois los testigos de Cristo en el
nuevo milenio. Sed muy conscientes de ello y responded con pronta fidelidad a
esta urgente llamada. La Iglesia cuenta con vosotros”.
El santo polaco dejó dicho, claramente, que el Camino pastoral de la
Iglesia de hoy es uno solo y es urgente: el de la santidad. Para JPII,
la nueva primavera de la Iglesia es, ante todo, un momento de gracia
abundante, por la cual se forjarán grandes santos y santas: los
nuevos santos de este milenio.
Como lo dejó expreso el Congreso Internacional de la Renovación
Carismática (Roma, 1975): “Tiempos de oscuridad vienen para el mundo y
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La mujer quiere ser el hombre y viceversa.
El lugar más peligroso del mundo no es Iraq, es el vientre de una madre
que busca asesinar a su hijo a toda costa.
Suicidio, estrés y depresión: enfermedades del siglo XXI.
En medio de tanta oscuridad y caos, de figuras potentes de
mal, hemos visto surgir en medio de sombras, grandes rayos
de luz. En este mismo siglo, Juan Pablo II y Teresa de Calcuta, como
dos flores frescas en medio del desierto. La Iglesia ha sido coronada con
hombres y mujeres que, en medio del mal, han surgido para ser en el
mundo “grandes candelabros que iluminan”:
Santa Teresita de Lisieux, Sanga Gemma Galgani, Santa María
Goretti, San Maximiliano Kolbe, Santa Teresa Benedikta de la
Cruz, Santa María Faustina Kowalska, Santa Teresa de los Andes,
San Padre Pío, Santa Edith Stein, Santa Jacinta y San Francisco
Marto, Beato Pier Georgio, Beato Padre Pro, Padre San Alberto
Hurtado, Beato Obispo Manuel González, Beato Carlos
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¿QUIÉNES SON LOS SANTOS?
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Para alcanzar esta perfección, los cristianos deben disponerse con todo el
corazón a seguir las huellas de Cristo, haciéndose conformes a Su imagen,
siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. De esta manera, la santidad
del Pueblo de Dios producirá frutos abundantes, como lo muestra claramente
la vida de los santos en la historia de la Iglesia (LG 40).
“La perfección cristiana sólo tiene un límite:
el de no tener límite en el amor y la virtud”
(San Gregorio de Nisa)
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Para transmitir la caridad y misericordia de Su Corazón, y
darnos un corazón generoso capaz de perdonar y hacer el bien a los
enemigos.
Para capacitarnos, formarnos y forjarnos en Su imagen, para
ser modelados en Él, de tal forma que el mundo reconozca el rostro de
Cristo en el nuestro.
La Eucaristía es Cristo mismo, Luz del Mundo: “Yo soy la luz del mundo, el que
me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).
Quien está ante la Luz, y se impregna de la Luz, no puede hacer nada más que
iluminar. “¡No se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín!” (cf Mt
5,15).
“Bajó Moisés del Monte Sinaí, y cuando bajó del monte con las dos tablas del
testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante,
por haber hablado con Él” (Ex 34,29).
“Esteban fijó sus ojos en el cielo y contempló al Hijo de Dios, su rostro se llenó
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LA EUCARISTÍA ES EL SECRETO DE LOS SANTOS [JPII]
“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho
fruto; porque separados de mí, no podéis hacer nada” (Juan 15,5).
La santidad es fruto de la Eucaristía, porque ésta es su fuente. Sólo
quien está en comunión con la vid, Jesús Eucarístico, puede ser un sarmiento
fecundo. Los santos han sido testigos elocuentes de esta verdad: que la
Eucaristía es el secreto de los santos, como lo afirmara San Juan Pablo II. Es
la escuela donde se forjan las grandes almas.
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Beato Padre Damián
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Padre Pío
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Santa Faustina
En su diario, Santa
Faustina narra: “A los 7 años, cuando estaba ante Jesús expuesto en la Custodia,
entonces, por primera vez se me comunicó el amor de Dios, y llenó mi pequeño corazón,
y el Señor me hizo comprender las cosas divinas. Desde aquel día, mi amor al Dios oculto
ha crecido hasta alcanzar la más estrecha intimidad. Todo el poder de mi alma procede
del Santísimo Sacramento”.
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El centro de toda
su vida, su afecto y atención era “el prisionero de amor”, como llamaba Teresita
a Jesús Eucarístico.
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A tal punto que, compuso una hermosa poesía que nos revela su amor ardiente
y dependencia total por el Sacramento de Amor. En esta poesía, Santa Teresita
del Niño Jesús abre su corazón para manifestar un gran deseo: “Quiero ser llave
del Sagrario, para abrir la prisión de la Santa Eucaristía. Quiero ser la lámpara que se
consuma cerca del Sagrario. Quiero ser la piedra del altar, para ser un nuevo establo en
donde repose la Eucaristía. Quiero ser el copón, para guardar en él La Hostia
Consagrada. Quiero ser patena… quiero ser Custodia… quiero ser cáliz”.
Ese era su gozo. Cuenta, como una gran dicha, que un día, en el momento de
la Santa Comunión, habiendo caído la Santa Hostia de las manos del sacerdote,
ella tendió el escapulario para recibirla. Consideraba esto un privilegio tan
grande como el de la Virgen Santísima, pues había tenido en sus brazos al
mismo Jesús.
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San Juan Pablo II
Seguramente pasará a la historia como uno de los Papas más grandes que ha
dado la Iglesia. ¿De dónde surge tal grandeza, tanto en santidad como en un
pontificado tan fecundo? Esta historia, narrada por un sacerdote que trabajó
con él, lo explica todo:
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Allí se sentía que se estaba presenciando a un alma sacerdotal completamente
sumergida en el misterio de la Presencia Real de Cristo.
Aquí se forjó JPII. Se cumplieron sus palabras: “La Santa Misa es el centro absoluto
de mi vida y de cada día de mi vida”. Por eso, le llamó a su última Encíclica “La
Iglesia vive de la Eucaristía”. Porque él mismo vivía de la Eucaristía. “La
adoración del Santísimo Sacramento tiene cotidianamente una importancia destacada y
se convierte en fuente de vida y santidad” (Encíclica de JPII Ecclesia de Eucharistia).
Desde su primera comunión, recibía la Eucaristía todos los días.
“Sigamos, queridos hermanos, la enseñanza de los santos, grandes intérpretes de la
verdadera piedad eucarística. Con ellos, la teología de la Eucaristía adquiere todo el
esplendor de la experiencia vivida, nos contagia y nos enciende” (EE, 62).
“Pido a Dios tres veces Santo, que, por intercesión de esta inmensa multitud de testigos, los haga
santos, los santos del Tercer Milenio” (San Juan Pablo II)
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