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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL
EXPERIMENTAL DE LOS LLANOS OCCIDENTALES – EZEQUIEL
ZAMORA
EN CONVENIO CON ENLACE LATINOAMERICANO DE
UNIVERSIDADES

ENSAYO DEL LIBRO LA LEY Y EL DELITO


III TRIMESTRE – SECCIÓN “A”
Derecho Penal II
FACILITADOR: Abog. Alesandro Piazza

Participante: Rojas Sánchez Lindeliz Carolina

Cedula de Identidad: N° V-14.041.298

San Cristóbal, septiembre 2019

i
ÍNDICE pp.

Portada i
Índice ii
Introducción 1

CONTENIDO
La ley y el delito

Conclusiones

Referencias bibliográficas

ii

La Ley y El Delito obra escrita por Luís Jiménez de Asúa en el año


1945. Enmarcada, en un tratado de principios del Derecho Penal la cual
está compuesta de tres partes a saber: El Derecho Penal y su Filosofía, la
Ley Penal y El Delito, cabe resaltar que aporta muchos conocimientos y
que se adapta a las circunstancias de la sociedad actual con respecto a
hechos punibles e ilícitos cometidos en sociedad.
Esta obra de Jiménez de Asúa, presenta temas enriquecedores
que permiten tanto a los estudiantes, docentes y profesionales del
derecho nutrirse de conocimientos.
La primera parte de esta obra encontramos el capítulo I sobre El
Derecho Penal y su Filosofía, en él se nos presentan temas como; el
concepto desde varios ángulos del derecho penal su denominación,
definiciones, caracteres, su subjetividad y objetividad sin olvidar los
elementos, su contenido, método y sistema, la evolución histórica y las
diversas corrientes según las escuelas que estudian el derecho penal.
Desde esta perspectiva, Jiménez de Asúa en su obra enfoca el
derecho penal como el conjunto de normas y disposiciones jurídicas que
regulan el ejercicio del poder sancionador y preventivo del Estado,
estableciendo el concepto del delito como presupuesto de la acción
estatal, así como la responsabilidad del sujeto activo, y asociado a la
infracción de la norma una pena finalista o una medida aseguradora. El
autor orienta el rumbo que persigue el derecho penal.
El maestro Jiménez de Asúa en su obra La Ley y el Delito (1945)
señaló haber venido repitiendo con inquebrantable tenacidad, que en un
futuro más o menos lejano la Criminología imperará sobre el Derecho
Penal, acerca de lo cual se había señalado que, puesto que el Derecho es
una disciplina de valores, jamás dejará de valorar (desvalorizar, más bien)
la conducta del hombre que quebranta la norma, aspecto que resulta
innegable; sin embargo se deberá ver el problema de otra forma: lo
mismo que antaño se valoraba al loco por creer que era un endemoniado
y se le sometía a verdaderos castigos, se valora hoy también la conducta
del hombre criminal, habiéndose llegado a tal punto que los dementes ya
no son objeto de valoración sino de cuidado, así puede llegar un día en
que no hagamos juicios de valor sobre las acciones que hoy llamamos
delitos, ni tampoco sobre los autores; entonces no nos perturbarán el
ánimo las garantías y derechos del hombre y del ciudadano, y no habrá
riesgo de que nuestros principios sirvan a regímenes dictatoriales; al
delincuente se le corregirá, curará o inocuizará en establecimientos que
nada tendrán de cárceles.
Forma bajo la cual también lo vio Dorado Montero acertando en
titular uno de sus famosos libros “El Derecho Protector de los Criminales”,
afirmando Jiménez de Asúa que él iba más allá sosteniendo que Nuestro
Derecho será cancelado y sólo la Criminología, ciencia causal explicativa,
completada con remedios, imperará en el futuro, y que no se le diga que
esto es una utopía ya que de ningún ideal puede decirse que es ajeno a
este mundo, y que también pareció utopía el hecho de volar con aparatos
más pesados que el aire, utopía era el cisne negro, pero se descubrió en
Australia esas aves sombrías, asimismo hoy por hoy los aeroplanos
surcan el espacio.
La capacidad del hombre de convivir pacíficamente se encuentra
cada vez más mellada por una serie de flagelos muy propios del tiempo
en que vivimos, entre ellos las carencias económicas, la influencia de los
medios masivos de comunicación que propagan formas indiscriminadas
de solucionar estos problemas, el consumo de drogas cuyo incremento
determina a su vez el de tráfico ilícito de éstas, por otro lado los
problemas políticos que para algunos no existe otra forma de solucionar
que el terrorismo, y que otros aprovechan para promover y beneficiarse
con la corrupción y demás delitos de cuello blanco; ello ha determinado
que en nuestro país y otros de realidad similar se vaya entendiendo
paulatinamente que las ciencias penales son cada vez menos capaces de
restablecer la paz social quebrantada por los eventos criminales, y más
ahora que las nuevas modalidades delictivas y lo intrincado de las
implicancias dentro de las cuales se vienen produciendo hacen que su
detección, prevención, retribución y erradicación comprenda cada vez
mayores esfuerzos y el concurso de más disciplinas especializadas, las
que deberán aplicarse previo análisis sincrónico y diacrónico de los
aspectos coyunturales, y para ello no se ha podido encontrar hasta el
momento mejores medios de los que nos ofrece la moderna Criminología;
medios que a través de la evolución de dicha ciencia han ido sufriendo un
vuelco decisivo hacia una comprensión cabal del fenómeno criminal o de
la llamada desviación o conducta desviada, con el consiguiente
incremento de la probabilidad de un tratamiento preventivo y ex post ipso
eficaz; es así que no existe penalista que a la fecha no otorgue crédito a
una aplicación científica de tal herramienta.

Actualmente el derecho penal, encuadra dentro de principios


rectores que Jiménez de Asúa planteo desde 1945, en su obra, el derecho
penal es de orden público, claramente normativo, punitivo y sancionador.
Persigue un fin, el bien común, la justicia y equidad. En este orden de
idea señala que el Estado es quien crea las normas penales y sus
sanciones, dependiendo de las conductas desplegadas por los
detractores sociales, para lograr el bien jurídico final. Atendiendo con ello
a los elementos fundamentales que son el delito y la pena.
En cuanto a la evolución histórica del derecho penal, Jiménez de
Asúa nos trae a colación que los orígenes siguiendo los consejos de
Carrara, siendo de deriva de un principio y su evolución en el tiempo.
En la lectura se aprecia que siempre el derecho penal ha querido
ser público de una u otra manera, en la antigüedad cuando las tribus
castigaban a los delincuentes, lo hacían en público, es decir, delante de
todos para que la pena impuesta fuese imparcial.
En cuanto a su actualidad, se ha discurrido por el devenir de un sin
números de hechos que han permitido en los diferentes países
iberoamericanos, ir adoptando políticas criminales cónsonas con las
realidades de cada país.
Con respecto a la segunda parte del libro, se encuentra el capítulo
II, que trata de la Ley Penal, compuesto por doce temas, donde se
establece la ley y la norma, fuentes del derecho penal, la ley penal y su
exclusivismo, concepto y clases de interpretación, interpretación judicial,
la analogía, concurso aparente de leyes, validez temporal de la ley
punitiva, validez de la ley penal en el espacio, extradición, los cuales
permiten dar luz a la razón de la Ley Penal, este compendio que Jiménez
de Asúa, nos presenta es para ilustrar el conocimiento y una herramienta
fundamental para comprender el valor punitivo que se aplica a las
conductas transgresoras.
Los seres humanos para poder vivir en sociedad debemos
someternos a normas, leyes, reglamentos, estatutos que debemos
cumplir para desempeñar un buen papel en la sociedad y no lesionar
tanto los derechos propios como los ajenos.
La Ley es una norma jurídica dictada por autoridad pública
competente, en general, es una función que recae sobre los legisladores
de los congresos nacionales de los países, previo debate de los alcances
y el texto que impulsa la misma y que deberá observar un incumplimiento
obligatorio por parte de los ciudadanos, sin excepción de una nación
porque de la observación de estas dependerá que un país no termine
convertido en una anarquía o caos. La Ley es la fuente primera y
fundamental del derecho; su preponderancia es especialmente notable en
el derecho civil.
Desde un punto de vista material ley es toda regla social
obligatoria, emanada de autoridad competente. Por lo cual no solo son
leyes los que dicta el poder legislativo sino también la constitución, los
decretos, las ordenanzas municipales. Desde el punto de vista formal se
llama ley a toda disposición sancionada por el poder legislativo, de
acuerdo con el mecanismo constitucional.
Jiménez de Asúa señalaba que la norma crea lo antijurídico; la ley
el delito, y que la disposición penal se compone de preceptos y de
sanciones y la norma es prohibitiva o imperativa; de ahí nacen la acción y
omisión que el derecho penal castiga.
Las fuentes que presenta en su obra han permanecido y son los
pilares fundamentales de la ley, es decir la costumbre hecha ley, la
jurisprudencia como base fundamental de valor interpretativo de la ley, la
analogía como una fuente enriquecedora de interpretación y finalmente la
doctrina como interpretación doctrinal para dar luz al conocimiento.
En el tercer capítulo de esta obra el autor expone en buen orden la
teoría del delito con perfecto conocimiento de la dogmática moderna. Es
necesario decir unas palabras sobre el delito y sus elementos, ya que su
estudio ha cobrado en los últimos años gran importancia. Los autores no
se han logrado ponerse de acuerdo sobre una definición que se pudiera
llamar de tipo universal, que recoja los criterios sustentados.
Sin embargo, la definición que nos da el gran penalista Jiménez de
Asúa, cuando dice que el delito es “el acto típicamente antijurídico,
culpable, sometido a veces a condiciones objetivas de penalidad,
imputable a un hombre y sometido a una sanción penal”.
Desde un punto de vista dogmático se considera el delito, para su
análisis, como un todo compuesto por siete elementos que son: el acto, la
adecuación típica (tipicidad), la antijuricidad, la imputabilidad, la
culpabilidad, la penalidad y, en ciertos casos, la condición objetiva de
punibilidad.
La ausencia de cada uno de estos elementos positivos ante dichos,
crea un instituto jurídico penal de gran importancia, así: el acto (acción u
omisión), su aspecto negativo constituye la ausencia de acto; la tipicidad,
cuyo aspecto negativo constituye la ausencia de tipo; la antijuridicidad, su
ausencia origina las llamadas causas de justificación; la imputabilidad,
cuya ausencia da lugar a las causas de inimputabilidad; la culpabilidad,
cuyo aspecto negativo configura las causas de inculpabilidad; la
condicionalidad objetiva, su aspecto negativo; la falta de tales
condiciones; y la punibilidad o sanción, cuya ausencia determina el
nacimiento de las excusas legales absolutorias.
El primer carácter del delito es ser un acto, Para el ilustre maestro,
el acto se define así: “manifestación de voluntad que, mediante acción
produce un cambio en el mundo exterior, o que por no hacer lo que se
espera deja sin mudanza ese mundo externo, cuya modificación se
aguarda”. El acto es, pues, una manifestación de voluntad, o sea el querer
de la persona exteriorizada, que puede presentarse en un movimiento
corporal o como inactividad del cuerpo del agente, por ello se dice: que la
acción y la omisión son las dos formas en que se manifiesta el acto. Los
elementos del acto son: manifestación de voluntad, resultado y nexo
causal entre aquella y éste.
Entre la infinidad de conductas humanas posibles, el legislador
selecciona algunas que formalmente parecen atentar contra bienes
jurídicos más fundamentales e importantes; de lo dicho se infiere que la
función de la tipicidad es separar del vasto conjunto de conductas
humanas, aquellas que el legislador desea que sean sometidas a examen
dentro de los preceptos penales, y se le ha definido como la adecuación
del hecho o acto al tipo legal descrito por la ley como delito. Por ello
algunos autores, erróneamente, equiparan la tipicidad con el cuerpo del
delito.
Se distingue tipo de tipicidad, en que tipo es el acto que la ley
considera como delito, es la descripción objetiva de cada hecho que el
legislador incluye en el catálogo de los delitos; mientras tipicidad es la
teoría que estudia estos tipos, analiza sus características y el enlace con
los demás elementos del delito. Establecida la noción de la tipicidad,
veamos ahora el aspecto negativo de la misma, o sea la atipicidad.
Jiménez de Asúa define la atipicidad así: “Son causas de
justificación las que excluyen la antijuricidad de una conducta que puede
subsumirse en un tipo legal, esto es, aquellos actos u omisiones que
revisten aspectos del delito, figura delictiva, pero en los que falta, sin
embargo, el carácter de ser antijurídicos, de contrarios al derecho, que es
el elemento más importante del crimen”.
Entonces pues, las causas de justificación no son otra cosa que
aquellos actos realizados conforme a derecho, no hay violación o lesión
de normas, porque en tales casos, al cometer el acto típico, se ejerce un
derecho o se cumplen un deber, que es el interés jurídico preponderante,
frente a otro interés que no debe ni puede ser preponderante ante la ley.
El término imputabilidad tiene su origen en el verbo latino
“imputare”, que significa atribuir; además de que el acto debe estar
tipificado y ser antijurídico, su autor tiene que ser imputable, es decir,
alguien que por sus condiciones psíquicas pueda responder
criminalmente por su acción u omisión. Jiménez de Asúa en esta obra,
define las causas de inimputabilidad diciendo: “la falta de desarrollo y
salud de la mente, así como los trastornos pasajeros de las facultades
mentales que privan o perturban en el sujeto la facultad de conocer el
deber; esto es, aquellas causas en las que, si bien el hecho típico y
antijurídico, no se encuentra el agente en condiciones de que se le pueda
atribuir el acto que perpetró”.
Es problema aun no resulte por la doctrina, si las llamadas
condiciones objetivas son algo independiente del delito, o por el contrario
son parte de la integración jurídica del mismo. Ernesto Beling, según cita
que hace don Luis Jiménez de Asúa, mantiene el criterio de que las
condiciones de punibilidad son independientes y, por tanto, diversas de la
tipicidad, la antijuricidad y la culpabilidad, y el mismo autor las define
diciendo”; son ciertas circunstancias exigidas por la ley penal para la
imposición de la pena, que no pertenecen al tipo del delito, que no
condicionan la antijuricidad y que no tienen carácter de culpabilidad”.
Un problema más se presenta para determinar el significado del
término culpabilidad, “culpabilidad está consagrado ya por el uso para
designar uno de los caracteres del delito”, según cita que hace Jiménez
de Asúa.
Jiménez de Asúa define la culpabilidad siempre bajo esta
concepción normativista diciendo: “La culpabilidad es el reproche que se
hace al autor de un concreto acto punible al que le liga un nexo
psicológico motivado, pretendiendo con su comportamiento un fin, o cuyo
alcance le era conocido o conocible, siempre que pudiera exigírsele un
proceder conforme a las normas.
Conforme a la teoría normativa de la culpabilidad, si puede
deducirse grados de culpabilidad, en atención a los motivos y la
personalidad del agente, su carácter y peligrosidad; y a este respecto dice
Frank, según cita que hace don Luis Jiménez de Asúa: “que la
culpabilidad es tanto mayor cuanto más diste la motivación del autor del a
motivación justa, y es tanto menor cuanto más intervenga en ella
circunstancias que se acerquen a una causa de exculpación”.

Por su parte Jiménez de Asúa, nos dice que si queremos


comprender bien como debe graduarse la culpabilidad conforme a la
teoría normativa tenemos que distinguir el más o el menos de ella según:
a) sus especies; b) la exigibilidad como fórmula general; c) los motivos; d)
la personalidad del agente; e) el elemento subjetivo de lo injusto y f) las
llamadas circunstancias agravantes y atenuantes.
Para Luis Jiménez de Asúa la culpa es: “la producción de un
resultado típicamente antijurídico por falta de previsión del deber de
conocer, no solo cuando ha faltado al autor la representación del
resultado que sobrevendrá sino también cuando la esperanza de que no
sobrevenga ha sido fundamento decisivo de las actividades del autor, que
se producen sin querer el resultado antijurídico y sin ratificarla.
Jiménez de Asúa define la inculpabilidad diciendo: “son causas de
inculpabilidad las que hacen aparecer ante el autor, unas veces como
justo y otras como necesario, un acto en sí antijurídico que, por serlo,
reputan los demás ilícito y, contra el cual el perjudicado puede defenderse
legítimamente”.
Por su parte el jurista Hans-Heinrich Jescheck precisa en 1958:
“Las Ciencias Penales se ocupan de la investigación, ordenación y
exposición de todo el sector de vida que está determinado por la
criminalidad y la lucha contra la misma; se dividen en Ciencia del
Derecho Penal, que se ocupa del Derecho Penal material, del Derecho
Procesal Penal y del Derecho de ejecución de la pena; y Criminología,
cuyo objeto es la realidad del delito, la persona y el mundo circundante
del delincuente, la víctima y la forma de control social. Ambas ciencias se
complementan a través de ciencias afines, con las que en cierta medida
se relacionan; así las Ciencias Penales se hallan ancladas por un
lado, en las ciencias sociales y por otro, en las ciencias naturales;
desde el punto de vista de política científica, la principal tarea que se
impone en toda esta materia estriba en lograr la unidad de las Ciencias
Penales mediante una concepción integradora de las distintas
especialidades, un intercambio continuo de sus planteamientos y
resultados y una conexión sistemática de todas las disciplinas
particulares; sólo una estrecha y organizada colaboración permite
esperar que el Derecho Penal y la Criminología puedan responder a
los problemas actuales de un orden social sometido a un cambio
vertiginoso; el Derecho Penal sin la Criminología es ciego, la
Criminología sin el Derecho Penal es inútil, de aquí lo que Franz von Listz
llama Ciencia Totalizadora del Derecho Penal”.

El maestro argentino Eugenio Raúl Zaffaroni nos presenta una


Criminología que buscaba “causas” frente a un Derecho Penal que
presupone una capacidad humana de elección, por lo tanto una
Criminología enemiga de la culpabilidad y más aun de la culpabilidad de
acto; acota además que la Criminología así entendida se originaba con la
obra de Cesare Lombrosso y tenía su propia historia, independiente por
completo del Derecho Penal, pese a que desde su origen biologista había
evolucionado hasta el marcado tinte sociológico de los norteamericanos,
situación que sostuvo hasta que se produjo el estallido de su horizonte de
proyección, que hasta entonces se había centralizado en la conducta
de los criminalizados, y que pasa a abarcar el mecanismo mismo de
criminalización y el funcionamiento de todo el sistema social como
parte del control social; allí la historia de la Criminología pasa a
confundirse con la del Derecho Penal y de la Política Criminal, pues al
revelarse su contenido ideológico, abarca la discusión y justificación de la
actividad represiva penal, lo cual hace que su comienzo no se ubique ya
con Lombrosso, sino con la Ilustración; asimismo al referirse al sentido
ideológico de la punición sostiene que seguirá habiendo rechazos y malos
entendidos, y que en modo alguno puede pretenderse una
“integración” científica entre la Criminología y el Derecho Penal,
quedando fuera de duda sin embargo que ya se ha quebrado
definitivamente el espléndido aislamiento de la Criminología, el
Derecho Penal y la Política Criminal.1

1
El catedrático español Francisco Muñoz Conde en el año 2000
explica que es insuficiente señalar que la Criminología se ocupa del
estudio empírico del delito, esto tomando en cuenta que el delito viene
marcado por el Derecho Penal que, al mismo tiempo, delimita el objeto de
la Criminología; sin embargo es notorio que el objeto de la
Criminología no puede limitarse ni depender de las cambiantes
normas legales, ni la Criminología misma puede convertirse en una
simple ciencia auxiliar del Derecho Penal, pues en tanto autónoma
debe extender su interés más allá de los estrictos límites de las
ciencias jurídico-penales; las deliberaciones criminológicas sobre la
conducta punible deben valorar los cambios que se producen en la
punibilidad sin limitarse a la punibilidad misma, indagando porqué se
criminalizan unas conductas y otras no, y en qué se diferencian las
infracciones de las normas penales y las de otras normas de conducta;
atendiendo a que no todo lo que castiga el Derecho Penal es
desaprobado socialmente y a que no todo lo que merece desaprobación
social es elevado a la categoría de infracción punible o tan siquiera de
infracción jurídica; pero se advierte que ambos comportamientos tienen
en común ser objetos de una misma preocupación científica en tanto
“desviación” o “conducta desviada” de las normas de referencia, y su
forma de control social refleja los mismos elementos fundamentales
(norma-sanción-proceso); por ello actualmente se considera al estudio
de la conducta desviada y de la criminalidad como objeto de la
Criminologípor un lado, y por otro el proceso de sanción de estos
objetos de estudio, conocido como control social ya sea informal o
formal; siendo que esta disciplina abordará su objeto atendiendo a sus
aspectos evolutivos que involucran desde sus orígenes etiológicos
biologicistas hasta los argumentos de la teoría del labeling approach que
implica el abordaje de su objeto sin agotarse en un análisis descriptivo,
sino contemplando el contexto social del que surge la conducta desviada
y la reacción que se produce contra ella, por lo que deberá tomarse en
cuenta la normatividad y las instancias sociales encargadas de su
represión; asimismo se deberá considerar las implicancias de la “cifra
oscura” en tanto evidencia la protección selectiva y no generalizada de los
bienes jurídicos propuestos; y las de la Estadística Criminal en sus
variantes policial, judicial y penitenciaria que explicitan las diferencias
entre “Criminalidad real” y “Criminalidad oficialmente registrada”, de lo que
se infiere la ineficacia del Derecho Penal o el valor simplemente simbólico
de algunas normas penales.

Consideraciones teóricas que vienen determinando una serie de


medidas tanto a nivel de la política criminal de los países, como en lo que
se refiere a la prevención general y a la prevención especial, medidas que
están muy lejos de ser el producto de planeamiento estratégico a largo
plazo, sino que resultan del enrrumbamiento natural y evolutivo de las
ciencias penales hacia una inclinación cada vez más fuerte a tener un
sustento empírico y tratar de mantener un equilibrio táctico con aspectos
puramente valorativos, lo que se encuentra motivado por una estrategia
de tratamiento eficaz de la desviación de la conducta; reflexiones que
terminan por patentizar que en diferentes países de realidades
similares a la nuestra, estas orientaciones vienen evidenciándose
hace algún tiempo.
CONCLUSIONES

Como ya se apuntó el delito es toda acción u omisión punible, objetivizada


en la manifestación de un hecho previsto en la ley penal, al cual le recae
una sanción, también prevista en la misma ley penal, a fin de que inhibir al
individuo a la comisión de esas conductas consideradas como delitos. En
cuanto a las formas de comisión de los delitos, ya se trate de acción o de
omisión, éste siempre será una conducta, es decir un hacer o un no
hacer, cuyos resultados prevé la ley penal, los que tienen trascendencia
en el mundo físico y en el del derecho.

Es de hacer notar que la clasificación de los delitos no es únicamente


para fines didácticos o teóricos, sino de índole práctica, ya que con éstas
es posible ubicar a los delitos dentro los parámetros que ordenan la
persecución de los mismos, la gravedad que les asigna la ley, en cuanto a
las consecuencias que tienen dentro de la sociedad, por afectar
determinado bien jurídico protegido por la ley penal; la tipificación de los
delitos en cuanto a su comisión, así como la punibilidad de los mismos
tratándose de la tentativa, etcétera.

Por otra parte, si bien es cierto que solamente las conductas que prevé la
ley penal pueden ser consideradas como delitos, la preparación de esas
conductas, no obstante que no constituyan propiamente un delito, sí son
la tentativa del mismo, la que será penada cuando se pretenda afectar un
bien jurídico que trascienda a la seguridad de la sociedad, además del
individuo que sufre la lesión causada por el delito.
Dentro de los individuos que intervienen en la preparación del delito, la
comisión del mismo y el encubrimiento después de su perpetración, no
forman parte del tema del delito, aunque sí muy íntimamente
relacionados, ya que el delito será tipificado conforme a las circunstancias
en que sea cometido, las que influirán en el la sanción que le sea
impuesta a los delincuentes.

Por último, el delito como figura principal en el Derecho Penal, es la que le


da contenido a éste, pues el objeto principal de su materia a estudio, con
todas las características que el mismo envuelve. Seguridad ciudadana /
Privacidad Se refiere al mantenimiento del orden público, protección de
los ciudadanos y sus hogares, apoyado en la organización de las
comunidades, asegurando el pacífico disfrute de las garantías y derechos
por parte de los venezolanos. Artículo 29: El Estado estará obligado a
investigar y sancionar legalmente los delitos contra los derechos humanos
cometidos por sus autoridades. Las acciones para sancionar los delitos de
lesa humanidad, violaciones graves de los derechos humanos y los
crímenes de guerra son imprescriptibles. Las violaciones de derechos
humanos y los delitos de lesa humanidad serán investigados y juzgados
por los tribunales ordinarios. Dichos delitos quedan excluidos de los
beneficios que puedan conllevar su impunidad, incluidos el indulto y la
amnistía.

Bibliografía

LECCIONES DE DERECHO PENAL, Hernando Grisanti Aveledo,


Decimoquinta Edici

Jiménez de Asúa, Luis, LA LEY Y EL DELITO, Editorial Sudamericana,


Buenos Aires Argentina 1945
Muñoz Conde, Francisco DERECHO PENAL, Editora Tirant lo Blanch, Valencia, España 2000

Zaffaroni, Eugenio Raúl, MANUAL DE DERECHO PENAL, Ediciones Jurídicas, Lima Perú
1994

Jescheck, Hans-Heinrich, TRATADO DE DERECHO PENAL, Duncker & Humblot, Berlín


Alemania 1978

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