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Síndrome coqueluchoide

Este padecimiento es una de las enfermedades respiratorias bajas más comunes en la práctica pediá-
trica y sus signos y síntomas son parecidos a la tosferina
Autor: José A de la Osa | delaosa@granma.cu
21 de diciembre de 2014 22:12:20
Doctora Reyna Portuondo Leyva. Foto: Mailín Guerrero Ocaña
El término coqueluche procede del francés “coqueluchon”, que se refiere a la caperuza con que solía
guarecerse la cabeza de los enfermos para evitar el contagio y propagación de la enfermedad, dice la doctora
Reyna Portuondo Leyva, especialista de segundo grado en Pediatría, Máster en Atención Integral al Niño, quien
labora en el servicio de Neumología del Hospital Pediátrico de Centro Habana.
Y explica: el denominado síndrome coqueluchoide, descrito por primera vez en 1964, es una de las
enfermedades respiratorias bajas más comunes en la práctica pediátrica, sobre todo en los últimos años. Su
cuadro clínico, el conjunto de signos y síntomas, es parecido a la tosferina, pero con diferencias en la intensidad
de los episodios de tos paroxística y, además, las causas que lo producen.
—¿Cuáles son esas causas?
—Este síndrome puede tener causas infecciosas y no infecciosas. En nuestro país, entre las causas más
frecuentes, están las producidas por virus. Se destaca el virus sincitial respiratorio, adenovirus, rinovirus,
influenza. Dentro de las causas bacterianas están el Micoplasma pneumoniae, Chlamydia trachomatis,
Haemophilus influenzae, Moraxella catarrhalis. En menor frecuencia puede ser causada por hongos. Entre las
causas no infecciosas citaría el reflujo gastroesofágico, aspiración de cuerpos extraños, hiperreactividad
bronquial y la fibrosis quística.
—¿Y en cuanto a los factores de riesgo?
—Son varios: los niños con bajo peso al nacer, la prematuridad, no dar lactancia materna, la exposición al humo
del cigarro, desnutrición, malas condiciones socioeconómicas y culturales, hacinamiento y la contaminación
ambiental.
—¿Es una enfermedad benigna o cursa con severidad?
—Es benigna, pero pueden existir complicaciones como neumonías, atelectasias (colapso parcial de los
pulmones), petequias (manchas) en la cara, cuello y parte superior del tórax, hemorragia conjuntival. En menor
medida se presentan complicaciones neurológicas (convulsiones) y nutricionales por los vómitos repetidos y la
poca ingestión de alimentos.
—¿Puede afectar a personas de cualquier edad?
—Sí, aunque su frecuencia es mayor en la edad pediátrica, principalmente en menores de seis meses.
—¿A través de qué vías se origina el contagio?
—El contagio es directo, por las secreciones respiratorias, con mayor frecuencia durante la fase o periodo
catarral.
—¿Qué síntomas y signos fundamentales pueden dar una voz de alerta a la familia para acudir de
inmediato al médico?
—La primera etapa de la enfermedad se caracteriza por secreción nasal, estornudos, obstrucción nasal y tos,
sobre todo nocturna, que va aumentando en intensidad y frecuencia, y se presenta en forma de accesos, con
estridor inspiratorio al final, es decir: un sonido agudo y chirriante conocido en lenguaje médico como “gallo
inspiratorio”. Se produce rubicundez en los episodios de crisis moderada y cianosis (coloración azul de la piel).
Pueden presentarse vómitos precedidos de la tos y decaimiento, lo que afecta también el apetito del paciente en
las crisis severas. La presencia de fiebre alta y dificultad respiratoria nos debe hacer pensar en una
complicación broncopulmonar.
—¿El diagnóstico es clínico o se requieren exámenes de laboratorio para su confirmación?
—El diagnóstico se establece basándose en el cuadro clínico relatado o presenciado y su causa infecciosa o no
por una historia clínica completa, incluyendo datos epidemiológicos, así como los accesos de tos con la
expulsión de secreción blanquecina por la boca, secreción nasal y disminución del apetito.
—¿Son efectivos los fármacos existentes para su tratamiento?
—Sí. Habitualmente el tratamiento es sintomático. Resulta necesario indicar medidas generales para evitar los
factores desencadenantes de las crisis, pues no demandan la indicación de medicamentos. Es importante
brindar orientación a los padres y explicarles que no deben colocar a los niños bocarriba durante las crisis, en
especial a los lactantes, cuando se desencadenen los accesos de tos, pues puede aspirarse el contenido
gástrico a las vías respiratorias.
—¿Y en cuanto a la existencia de vacunas preventivas?
—Hasta hoy no existen vacunas para el síndrome coqueluchoide. Lo esencial es identificar las causas que lo
originan.
—¿Quedaría algún criterio por señalar?
—Resulta importante educar a la familia en el manejo del niño con crisis de tos, que pueden presentarse en
cualquier momento del día y ser desencadenadas sin causa aparente o por el llanto, aire frío, ingestión de
líquidos, comida o contacto con irritantes como el humo del cigarro. Lograr una comunicación adecuada,
explicar bien las características de la tos, el tiempo de duración del síndrome, que abarca aproximadamente tres
meses. La alimentación debe ser en pequeñas comidas, pero más frecuentes, para evitar los vómitos. No deben
administrarse jarabes para la tos, ni salbutamol, esteroides, ni vaporizaciones, debido a que no han demostrado
ser eficaces y en algunos pacientes pueden desencadenar la crisis.

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