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La Metáfora Paterna y los Tres Tiempos del Edipo

Introducción

¿Cuál es –de acuerdo a Lacan– la pregunta fundamental del sujeto, de cualquier sujeto surgido
de las leyes del significante?: “¿Qué soy” (1). Es decir, la pregunta fundamental, ése del “to be
or not to be” (la utilización de la frase shakesperiana es de Lacan), es ¿qué soy, un hombre o
una mujer? El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico que lo espera, no podemos
decir que lo “acoge”, y que instaura la ley de la sexualidad. La ley que le permite al sujeto
“realizar su sexualidad en el plano simbólico” (2). Esto es el Edipo.

En Freud, el Complejo de Edipo es la relación del niño con el falo, que es la simbolización del
pene, no se trata del órgano masculino en su integridad anatómica, sino de lo que “sobresale”
a la mirada. Los dos niños “masculino” y “femenino” se percatan de él pero, más
significativamente, la niña que, según Freud: “Al instante adopta su juicio y hace su decisión. Lo
ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo” (3). La distancia entre la diferencia sexual, se
define por cierta mirada. El niño hará del pene el soporte de la simbolización fálica: ya que el
pene podría faltar, erige un monumento, así el falo tiene una mejor permanencia. Para la niña
la falta originaria no se simbolizará de la misma manera, su soporte será su imagen especular;
la mujer, en lugar de identificarse al significante 1 que es el falo (ϕ), permanecerá en el -ϕ.

La Metáfora Paterna

A “la metáfora paterna concierne la función del padre” (4), la función padre no tiene nada que
ver con la ausencia o presencia física del padre, es decir, no interesa si el padre de un sujeto
viajaba mucho y lo abandonaba o tenía problemas con la madre, el Edipo se constituye
también, cuando el padre está ausente, el padre existe incluso sin estar. El padre siempre está
en el complejo de Edipo. Al comienzo, en el fundamento del complejo de Edipo, el padre está
vinculado con la prohibición del incesto, prohíbe la madre, él es el encargado de representar
está prohibición. Esto es el padre como función, “el padre es el padre simbólico” (5) y la
manera de precisar mejor la noción de padre simbólico es sosteniendo que es una metáfora y
una metáfora es lo que en psicoanálisis se denomina “identificación” a diferencia de una
“comparación”, por identificación un significante viene en lugar de otro significante. “El padre
es un significante que sustituye a otro significante”, la clave está en la sustitución, la metáfora
paterna es una sustitución por identificación. El padre ocupa el lugar de la madre:

Por la elisión del deseo de la madre se engendra el sentido, la “significación del sujeto”. El
Nombre-del-Padre marca su presencia en la madre, se apoya en la castración de ella y hace
posible el sentido. Hay falta en la madre y por eso el hijo tiene significación de falo. La metáfora
paterna viene con la eficacia de la ley a marcar un vacío constitutivo en el sujeto.

El primer tiempo del Edipo


Se ha establecido, por la metáfora paterna, una “simbolización primordial entre el niño y la
madre” (8), existe pues, una triangulación fundamental: niño-padre-madre que ya está
inscripta en la cultura, es decir, tiene un estatuto simbólico y tiene como núcleo al falo, si la
madre pone al hijo en el lugar que a ella le falta entonces aparece la célula: madre fálica-
narcisismo, en la que la madre aparece completa, la madre imagina al hijo como falo y, al
mismo tiempo, el hijo se imagina ser el falo para satisfacer el deseo de la madre, se instaura
aquí el ser frente al tener, es la alienación del sujeto al deseo del Otro (A), esto también quiere
decir que es el deseo de la madre que pone al hijo en el lugar del falo imaginario para obturar
una falta pero, lo paradójico es que como deseo ya hay abertura, la madre admite una
carencia.

El segundo tiempo del Edipo

Si en el primer tiempo del Edipo el padre del triángulo fundamental está velado, casi
inexistente, en el segundo tiempo aparece como el padre “terrible” aquél que saca al hijo de su
lugar de falo mediante una doble prohibición: para la madre, “no reintegrarás tu producto” y
para el hijo, “no te acostarás con tu madre” (lo que también quiere decir: no todas, es decir,
algunas uniones sexuales están permitidas y otras no, la prohibición fundamental se encuentra
en el lenguaje que ordena los parentescos). Así, el deseo de la madre está sostenido en la ley y
es la ley la que hace surgir el deseo en el hijo.

La ley de la prohibición del incesto hace que el hijo se plantee la cuestión de ser o no ser el
falo.

Como decíamos más arriba, el deseo de la madre que, por tanto admite una carencia, es la que
permite que el padre entre, el hijo cree que el padre es el falo de la madre, simbólicamente
reconoce que el padre enuncia la ley y piensa que es la ley. El segundo tiempo del Edipo es la
del padre omnipotente, sin olvidar que el padre es mediatizado por la madre. La función
paterna interviene entonces, con la castración imaginaria; el hijo, para preservar el pene,
pierde el objeto. La castración es pensada como imaginaria pero se hace efectiva
simbólicamente (9). La castración instaura las diferencias, al separar la célula madre fálica-
narcisismo, produce un sujeto sexuado y deseante; por la eficacia de la ley se instaura en este
ser su falta. Así, el hijo, destituido de lo que creía ser se enfrenta a otras preguntas, ¿Quién
soy? ¿Qué deseo? La castración posibilita el deseo.

Tercer tiempo del Edipo

El padre no es la ley, pero la transmite. Es el tercer tiempo del Edipo. ¿De dónde viene la ley?
De aquél que con su muerte funda la ley, el padre de la horda primitiva, el de Tótem y Tabú de
Freud. El hombre arcaico vivía en hordas dominadas por un macho brutal que tenía acceso
irrestricto a todas las hembras, los hijos se revelaron, mataron y devoraron al padre; para
poder vivir sin la culpa de su muerte renunciaron a las mujeres por las cuales mataron al padre
y se sometieron a la exogamia y se organizó la familia. En el lugar del padre muerto surge un
animal totémico y una vez al año los hombres se reúnen en un banquete totémico,
representación simbólica del parricidio que dio origen al orden social, la moral y la religión. La
ley surge de la prohibición del incesto.

El “Nombre del Padre” es el significante de la ley fundamental con una doble función: prohíbe
el incesto y posibilita el deseo.

En el tercer tiempo del Edipo, el falo imaginario en relación a la madre se sitúa como simbólico
en relación al padre. Para Lacan, aquí aparece el padre como permisivo, que con su eficacia
permite que el sujeto procure el goce, como absoluto imposible y, haga de su pene un órgano
de placer (tanto para sujeto masculino como para el femenino), todas las mujeres están
permitidas menos una, ésa que es la única que existe para el inconsciente.

El hijo, al incorporar la ley, se identifica con ella, estructura el Superyó y el ideal del Yo, se
identifica con lo masculino del padre. El hijo reconoce que puede tener o perder el falo
después de haber reconocido que no lo es.

LA METÁFORA PATERNA 1 y 2 (Lacan)

La metáfora paterna surge del estudio de la función del padre. Y esta función paterna tiene un lugar
muy importante en la historia del análisis, y se ve presentificada alrededor del lugar otorgado al
complejo de Edipo.
Recordamos que Freud habla del complejo de Edipo como universal (se da no solo en el neurótico
sino también en el sujeto normal).

Lacan menciona a Melanie Klein, para quien es importante la etapa preedípica. Y si bien Lacan va a
decir que lo que sucede antes del Edipo también tiene importancia, para él el nudo va a ser el
complejo de Edipo. Alrededor de la cuestión del campo preedípico, se ubican por una parte la
cuestión de la perversión y por otra parte la cuestión de la psicosis.

El complejo de Edipo tiene una función normativa, no solo respecto a la estructura moral del
sujeto y a sus relaciones sino también en relación a la asunción de su sexo. Y podríamos hallar en
la virilidad y la feminidad dos términos que son esencialmente la función del Edipo. El Edipo es
además el fundamento y la base de nuestra relación con la cultura.
Y es importante ver que no hay Edipo si no hay padre, hablar de Edipo es introducir como esencial
la función del padre. Claro que un Edipo puede muy bien constituirse incluso cuando el padre no
esta ahí, pero es porque en realidad hablamos de función paterna.
El padre interviene sobre varios planos. Ante todo, él prohíbe a la madre. La relación entre el niño y el
padre está comandada por el temor a la castración. Y es en tanto que el padre es amado que el sujeto se
identifica con él y llega a su término el Edipo.
El padre prohíbe al pequeño hacer uso de su pené en el momento en que dicho pené comienza a
manifestar lo que llamamos veleidades. Pero esta prohibición la madre la hace también.
La castración es un acto simbólico, cuyo agente es alguien real (padre o madre).
¿Qué es lo que se prohíbe con esta amenaza de castración? Se prohíbe a la madre como objeto. El padre
frustra perfectamente al niño de la madre.

Toda la cuestión es saber lo que el padre es en el complejo de Edipo. Y podemos decir que el
padre no es un objeto real. El padre es el padre simbólico. Pero para dar mas precisión a esta
noción de padre simbólico, diremos que el padre es una metáfora. Y recordemos que en una
metáfora viene un significante a sustituir a otro significante.
Lacan dijo que el complejo de Edipo tiene la estructura de una metáfora (la que él llama metáfora
paterna). Y en esta metáfora paterna, el nombre del padre viene a sustituir al deseo de la madre.
Es decir que la función del padre en el complejo de Edipo es ser un significante que sustituye a un
primer significante que es el deseo de la madre (el padre viene al lugar de la madre), separando
de este modo al sujeto del objeto incestuoso (a la madre de su hijo). La metáfora paterna
introduce entonces una legalidad, un orden.

Las primeras relaciones de realidad se dibujan entre la madre y el niño. El padre no entra desde el
comienzo a formar parte de la tríada que existe más tarde entre “niño, padre, madre”. El niño
viene, para la madre, a ocupar el lugar de lo que a ella le falta y desea: el falo (ecuación niño-falo
mediante). Y es así que se desarrolla la primera Vinculación entre la madre y el niño , estando
siempre el falo como tercer elemento.
Y así el niño, en su relación con la madre, encuentra su significación de lo que él es. Es decir que
Lasignificación fálica se introduce por la metáfora paterna. El niño requiere identificarse al falo para ser
el objeto de deseo de la madre. Ahí el padre priva a la madre del objeto de su deseo: la castra (que el
hijo no sea su falo). La metáfora paterna remite a una división del deseo que impone que el objeto niño
no lo sea todo para el sujeto materno.
El padre entrará en función como prohibidor del objeto que es la madre para ese niño. Y la
prohibición (cuyo objeto es la madre) vía amenaza de castración, el niño la puede asumir o no, la
puede aceptar o rechazar. Y este punto es central, nodal en el Edipo.

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