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EXPECTATIVAS EN UNA SEMANA QUE CAMBIÓ AL MUNDO.

He escuchado con frecuencia, y más en mis amigos vendedores, “esta semana estuvo buena” y
también he escuchado “esta semana estuvo mala”, y es que efectivamente no siempre nos va
como quisiéramos. También Es una realidad de la vida que diferentes personas pueden tener
diferentes reacciones a la misma cosa. Por ejemplo, un día lluvioso puede ser muy bienvenido
para un sembrador que acaba de preparar su campo, pero ese mismo día sería una tragedia para
una familia que se va a la playa.

Durante su vida terrenal, Jesús causó diferentes reacciones, como también las sigue causando.
En su evangelio, Juan destaca un evento fundamental en el ministerio de Jesús y fue
precisamente aquello que se conoce como “La entrada triunfal” o como lo conocíamos en la
religión “Domingo de Ramos.”, había mucha expectativa respecto a ese Hombre, por lo que dijo,
por lo que hizo y por la vida que llevaba. En ese día multitudes lo proclamaban Rey, pero
curiosamente parte de esa misma multitud días después pedían su crucifixión. Cómo podemos
entender esto. Le invito a leer Juan 12:12-19

12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a
Jerusalén,13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: !!Hosanna! !!Bendito
el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! 14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre
él, como está escrito: 15 No temas, hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino
de asna.16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue
glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se
las habían hecho. 17 Y daba testimonio la gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro del
sepulcro, y le resucitó de los muertos.18 Por lo cual también había venido la gente a recibirle,
porque había oído que él había hecho esta señal.19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que
no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.

Hoy nos encontraremos con 3 personas que presenciaron este evento, cada una frente a Jesús
con una actitud diferente. La primera es una mujer que forma parte de la multitud:

"Mi nombre es Juana María, y ¡estoy harta de pagar impuestos a Roma! Todo lo que
gana mi esposo en nuestra pequeña granja va a Roma; inclusive viniendo aquí a
Jerusalén para celebrar la Pascua nos vimos obligados a detenernos para llevar la carga
de un soldado romano una milla. ¡Ni siquiera somos dueños de nuestro propio tiempo!
En cualquier momento, pueden exigirnos que trabajemos - como si no fuera suficiente
que nos quitan casi todo lo que ganamos. ¿Por qué estamos aquí, a la orilla de la calle,
con ramas de palmera? Es que la gente anda diciendo que podría llegar en cualquier
momento el Mesías. Yo espero que sea pronto. Quiero que sean las cosas como cuentan
las Escrituras, como en los días de David o Salomón, cuando las naciones vecinas nos
temían, y había mucha riqueza. Hace algunos días vino corriendo mi prima a la casa.
Había estado en Betania, a unas tres millas de aquí, cuando este hombre llamado Jesús
hizo salir un muerto de la tumba. Yo no lo creí, pero mi prima no inventa - y ella asegura
haberlo visto con sus propios ojos. ¿Será éste el que hemos esperado? No lo sé - sólo
estoy cansada de vivir así como estamos, y estoy lista para seguir a cualquiera que me
pueda sacar de este lío. ¡Mira, aquí viene! ¡Es Jesús! ¡Hosanna!"
¿Qué vemos en Juana María? ¿Espera a Jesús con la actitud correcta? Quiere un Salvador, pero
lo quiere bajo sus propios términos. Juana María está buscando un Salvador que haga lo que ella
quiere. Su enfoque está en las necesidades que ella percibe - sus necesidades económicas y su
deseo de tener la libertad política.

¿Habrá gente así todavía? ¿Existe aún gente que quiere seguir a Jesús, pero bajo sus propios
términos? La naturaleza humana es la misma. Quizás alguien que se encuentra aquí hoy está
buscando a Jesús sólo para ayudarle a resolver un problema de salud, un problema matrimonial,
una situación laboral o algún otro problema.

Te aseguro que Jesús es poderoso para resolver cualquier problema que enfrentes. Pero te
aseguro también que, si sólo buscas a Jesús para resolver tus problemas, tarde o temprano te
desilusionarás. Ésa no es la clase de fe que está buscando Jesús. Ésa no es la clase de relación
que desea tener contigo.

Ahora vamos a conocer a una persona más:

"Mi nombre es Simón, y soy fariseo. Soy líder de este pueblo; yo sé lo que conviene para
nosotros, y les puedo decir que ¡este farsante sólo va de mal en peor! ¿Y ahora qué
pensará hacer? Entrando de esta manera al pueblo - simplemente está pidiendo que se
arme una revolución. Si sucede, yo no me hago responsable. Él que la resuelva como
pueda. Hace ya tres años que hemos trabajado con él, tratando de hacerle ver la razón.
Le hemos tratado de explicar que no puede andar excitando a la gente, que hay que
mantener la calma por la presencia de los romanos - pero ¡no entiende! Y esa
charlatanería que la gente llama milagros - me cuentan que esa clase de cosa se ve
también entre los magos de Egipto. Lo seguro es que no pertenece a una religión
ordenada y correcta. ¡Qué escándalo! Hasta acepta como seguidores a prostitutas y
cobradores de impuestos. ¿Qué de bueno puede tener eso? ¿No sabe que una manzana
podrida daña al resto? Te voy a decir una cosa - de las actividades de este loco no puede
salir nada bueno. Y sin embargo, ¡mira cómo lo sigue todo el mundo! Que Dios tenga
misericordia de nosotros."

¿Qué notamos en el ejemplo de este fariseo? Al parecer, su actitud era razonable.


Aparentemente, estaba pensando bien. Aparentemente, buscaba lo mejor para el pueblo. Sin
embargo, las apariencias engañan - y él se engañaba a sí mismo.

El camino a Dios no es a través de la razón, de pensarnos buenos, de ser sabios y listos. Sólo
viene de un corazón humilde y contrito, que acepta con agradecimiento lo que Dios da. El fariseo
es como una fruta de plástico - luce muy bonita, pero no hay nada adentro.

Creo que la mayoría de nosotros tiene algo de fariseo. Nuestra naturaleza humana nos lleva a
defendernos, a querer creernos buenos, a pensar que nuestro camino es el mejor. Jesús llega a
nuestra vida y nos confronta con esta pregunta: ¿destruiremos a ese fariseo interno, o
dejaremos que nos gobierne?
¿Habrá otra clase de actitud preferible? Conozcamos a una última persona, uno que
acompañaba a Jesús de cerca:

"Mi nombre es Natanael, y conocí a Jesús cuando mi amigo Felipe me dijo que lo viniera
a ver, que era el Mesías. Cuando lo llegué a ver, me dijo lo que había estado haciendo
ese mismo día. ¡Con eso me convenció! Claramente este hombre venía de Dios, y yo
quería unir mi destino a la de él. Yo no entiendo lo que está pasando aquí. Jesús hizo
todos los arreglos para entrar en Jerusalén, pero sobre un burrito - ¿por qué no un
caballo de guerra? Yo sé que él es nuestro liberador, nuestro Rey - y yo creo en él. En
estos tres años que tengo con él he visto cosas increíbles. He visto a muertos resucitar,
ciegos ver, cojos andar - todas estas cosas comprueban para mí que Jesús es el Salvador
a quien hemos estado esperando. Sin embargo, lo que más me convence es su persona.
Yo sé que él dice la verdad. Yo sé que él es el único camino al Padre. No entiendo bien
como todo esto va a salir, pero esto sí sé - estoy con él."

¿Qué clase de actitud vemos aquí? ¿Cuál es la diferencia entre éste y la anterior?

La clave para entender la diferencia entre estas dos personas es el compromiso. No es que
Natanael lo entendiera todo; fue sólo con la venida del Espíritu Santo, después de la exaltación
de Jesús, que vino el entendimiento del significado.

Tampoco se trataba de tener una fe que nunca fallara. Natanael, con los otros discípulos,
abandonó a Jesús en su crucifixión.

Quizás, como Natanael, no entendamos completamente las cosas de Dios. Jesús no nos exige
que lo entendamos todo para poderle seguir. La fe no siempre es ciega, pero tampoco podrá
existir cuando continuamente dudamos. Podemos confiar en la ayuda del Espíritu Santo para
revelarnos la verdad.

Quizás, como él, en algún momento hayamos fallado en nuestra devoción a Cristo. Cristo
restauró a sus discípulos, y nos puede restaurar también. Si tú le has fallado al Señor, él está
deseoso de restaurarte. Él no te mira con ojos de condenación, sino de amor.

Lo que podemos compartir con Natanael es su convicción de que este hombre, Jesús, es el
camino, la verdad, y la vida. Podemos saber que queremos unir nuestro destino con el suyo.

Conclusión

En este día hemos visto que Cristo ha llegado como Rey y liberador, y tenemos que decidir cómo
vamos a responder. ¿En qué grupo te ves hoy? ¿Te ves en Juana María, la mujer que sólo
esperaba recibir algo del Señor? Esa misma mujer, una semana después, formaba parte del
grupo que gritaba ¡Crucifícalo! Cuando sus deseos no se cumplieron, se volvió en contra del
Señor.
Quizás te encuentras como fariseo. Consideras que eres buena persona, que no le haces daño a
nadie y que puedes manejar tus propios asuntos. Dime: ¿Cómo respondes a Cristo? ¿Por qué
murió? ¿Cuál es tu respuesta a su demanda de que le entregues tu vida?

El mejor grupo, desde luego, es el que representa Natanael - el grupo de los discípulos. No lo
entendían todo, ni fueron perfectos; sin embargo, tuvieron una fe suficiente para creer en ÉL.

Jesús recorre el camino a Jerusalén. Y a su paso encuentra varios tipos de personas y varios tipos
de actitudes. Unos, interesados en lo que ÉL pueda darles, en que resuelva sus problemas y nada
más, hoy gritan ¡Hosanna! pero en cuatro días gritarán ¡Crucifíquenlo¡… Otros lo aclaman como
enviado de Dios y tienden sus mantos a su paso en señal de reconocimiento y reverencia. Los
otros, miran recelosos a la distancia y le piden a Jesús que acalle a sus discípulos.

De este modo el mundo se divide ante Jesús. Hay discípulos que reconocen su misión, y fariseos
que reniegan conocerlo. Hay seguidores y hay enemigos. Hay creyentes y hay incrédulos. Pero
todos tienen que tomar postura; todos tienen que tomar una decisión.

Hoy es el principio del fin, el momento de encuentro, el momento de decisión. Hoy puedes mirar
de lejos y criticar la figura del maestro, perdiendo así la oportunidad de vida y paz en Cristo. O
bien, puedes tomar tu manto, ponerlo a sus pies y decir: “¡Bendito el Rey que viene en nombre
del señor!”

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