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2.

La sospecha
��rase una vez un le�ador el cual un d�a se dio cuenta que no ten�a su hacha.
Sorprendido y con l�grimas en los ojos, se encontr� cerca de su casa al vecino,
quien como siempre lo hac�a le salud� sonriente y amablemente.

Mientras �ste entraba en su casa, el le�ador de repente empez� a sospechar y pensar


que tal vez hubiese sido el vecino quien le hab�a robado el hacha. De hecho, ahora
que lo pensaba bien su sonrisa parec�a nerviosa, ten�a una mirada extra�a e incluso
hubiese dicho que le temblaban las manos. Bien pensado, el vecino ten�a la misma
expresi�n que un ladr�n, caminaba como un ladr�n y hablaba como un ladr�n.

Todo ello iba pensando el le�ador, cada vez m�s convencido de haber encontrado al
culpable del hurto, cuando de repente se di� cuenta de que sus pasos le hab�an
llevado de nuevo al bosque donde hab�a estado la noche anterior.

De pronto, tropez� con algo duro y cay�. Cuando mir� al suelo...encontr� su hacha!
El le�ador volvi� de nuevo a su hogar con el hacha, arrepentido de sus sospechas, y
cuando vio de nuevo a su vecino vio que su expresi�n, andar y manera de hablar eran
(y hab�an sido en todo momento) las de siempre.�

Esta historia corta, la cual forma parte de muchas tradiciones pero al parecer
tiene su origen en China, nos sirve para aprender que a veces nuestros pensamientos
y sospechas nos hacen tener percepciones distorsionadas de la realidad, pudiendo
llegar a malinterpretar situaciones y personas con gran facilidad. Tambi�n nos
ense�a a no acusar a alguien gratuitamente hasta tener pruebas reales de aquello de
lo que le acusamos.

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