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UCU - Psicosociología de la Nutrición

EL CUERPO
Nuestro objetivo en este texto es observar cómo fue cambiando la visión y la noción que se tenía del cuerpo durante las
etapas más relevantes de la historia, cuáles son las cuestiones que están inmersas en torno a él, que tipo de cuerpo se
pretende crear y en función de qué. Además haremos especial hincapié en el canon de cuerpo que se tiene en la
posmodernidad y por último, analizaremos el cuerpo y las desigualdades sociales.

EL CUERPO A TRAVÉS DE LA HISTORIA

LA PREHISTORIA (40.000 – 5000 a. C.)

En la época prehistórica y más concretamente en la Edad de Piedra ya existía un canon de belleza sobre las mujeres,
puesto que en aquellos tiempos lo más importante para las personas era la supervivencia y el crecimiento de los
asentamientos nómades.

Gracias a ciertas muestras escultóricas que han pervivido de aquellos tiempos, hoy podemos decir que posiblemente los
hombres escogían mujeres con los órganos reproductores muy marcados (pechos, vientre, caderas anchas, etc.) para
que a la hora del alumbramiento les resultase más fácil y no muriesen durante el parto ni la mujer ni el niño.

Esto se sabe gracias a los estudios y descubrimientos arqueológicos de las diferentes esculturas denominadas Venus o
diosas de la fertilidad femenina.

LA EDAD ANTIGUA

EGIPTO (2955 - 332 a. C.)

Para los antiguos egipcios, el canon de belleza consistía en armonía, perfección, frontalidad. El cuerpo humano debía
estar armónicamente proporcionado, utilizaban el puño como unidad de medida, así codificaron la estatura perfecta de
las personas en 18 puños: 2 para el rostro, 10 desde los hombros hasta las rodillas y los 6 restantes para las piernas y los
pies. En consecuencia, una mujer o un hombre eran “bellos” si medían 18 veces su propio puño y estaban debidamente
proporcionados como establecía el canon.

Según el canon de belleza egipcio una mujer debía ser delgada, con pequeños miembros pero de caderas anchas y
pechos pequeños y torneados, solían ensalzar su belleza mediante joyas y bisutería (joyería de imitación).

Su preocupación por mantener el cuerpo lo más perfecto posible, les llevo a conocer muy bien la naturaleza para
obtener de ella todos aquellos productos que les ayudasen a conseguirlo.

La higiene corporal era sinónimo de belleza, por lo que dadas las altas temperaturas del país se duchaban varias veces al
día, además de un ritual de belleza antes, durante y después del baño con aceites y ungüentos (medicamento externo a
base de ceras y aceites esenciales). Los problemas de transpiración, muy presentes les llevo a la utilización de
desodorantes. Las preocupaciones estéticas por el paso del tiempo (arrugas de piel), tanto en mujeres como en
hombres, hicieron que estos utilizaran diferentes cremas que ellos mismos realizaban mezclando ingredientes naturales
y aplicándolos sobre la piel, para combatir este hecho.

También trataban de conseguir la belleza corporal decorando su cuerpo. Es por eso que encontramos en este pueblo los
primeros indicios del maquillaje. Los utilizaban tanto mujeres como hombres, sobre todo en la zona de los ojos
(perfilados denegro), no solo para verse más guapos, sino también para hacer alusión al dios Horus. Con respecto a la
vestimenta, ponían excesivo cuidado sobre todo a las mujeres, por lo que su ropa iba evolucionando con el paso de los
años.
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GRECIA (S.VIII – I a. C.): la civilización de la belleza

La belleza se concebía como el resultado de cálculos matemáticos, medidas proporciones y cuidado por la simetría.

Para ellos el cuerpo era un conjunto de figuras geométricas, aparte de ello debía ser totalmente proporcional,
congruente, simétrico y perfecto. Platón decía que “la belleza es la verdad”. En aquel entonces importaba más la
belleza masculina que la femenina.

Se entendía al cuerpo humano como el ideal de belleza en el que todas las partes deben guardar una proporción
armónica entre ellas. Este canon de belleza establece que el cuerpo para ser perfecto debe medir 7 veces la cabeza. En
el siglo IV pasa de 7 a 8 cabezas.

Estos cánones de belleza se demuestran sobre todo a través de la escultura la cual sufre diferentes evoluciones a través
de los tres primeros períodos artísticos griegos (Arcaico, Clásico y Helenístico).

Un cuerpo es considerado bello cuando todas sus partes están proporcionadas a la figura entera, tanto en las mujeres
como en los hombres, cuya belleza se basa en la simetría. Claro está, esto difiere entre el ideal femenino y el masculino
debido a la concepción cultural.

Los griegos empezaron a racionalizar el pensamiento, y de esta manera se comenzó con el dualismo cuerpo-alma.

Trabajaban sus cuerpos en los gimnasios (que estaban asociados a la prevención de enfermedades), buscando el
complemento de la mente y el cuerpo: orientándose a desarrollar el físico para prevenirlo del deterioro natural, siendo
que los médicos consultaban a los instructores de los gimnasios para disponer sus terapias, dando como nacimiento a la
medicina preventiva.

El niño espartano, destinado a ser un soldado, pertenecía más al estado que a su familia, al nacer era examinado por los
ancianos de la tribu, que lo devolvían a la madre si estaba bien constituido; en caso contrario lo hacían arrojar a un
abismo del Taigeto. Todas las madres educaban a sus hijos de la misma manera; no los envolvían y los acostumbraban a
comer de todo y a no tener miedo de nada. Al cumplir el niño los siete años se entregaba al estado.

Para 776 (AC) nacen los juegos olímpicos modernos. De esta manera los griegos dan una importancia al cuerpo y su
desarrollo en las competencias atléticas, siendo los juegos olímpicos la conmemoración y celebración hacia éste, el
cuerpo.

Además el cuerpo era instrumento para el arte, de allí vemos las esculturas de cuerpos desnudos, especialmente el
masculino. Al principio las esculturas eran idealistas, robustas y vigorosas, hombres que eran atletas o héroes, más
adelante cambia ya a ser un poco más realista, un hombre más delgado, con sus rasgos faciales bien marcados.

A los griegos debemos los primeros productos cosméticos, el tomar baños era todo un ritual, cuidaban sus cuerpos y su
piel para que fuera joven, libre de grasa, limpia, tonificada y suave como la seda.

ROMA: (Imperio Romano 27 a. C – 476 d. C / hasta la caída de Constantinopla en 1453)

Desde el principio de su civilización, los romanos hicieron gran genialidad para los retratos realistas esculpidos y
desarrollaron el gusto por mostrar escenas narrativas históricas.

El arte romano es caracterizado por su realismo extremo dentro de la figura humana. A diferencia de los griegos, no se
enfocaban tanto en la estructura sino en el detalle desde la ropa hasta las características físicas.
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Los romanos a través de la figura humana quisieron representarlos inteligentes y honestos. Los principales asuntos en
los que se resaltaba la figura humana en el arte romano eran la mitología y la epopeya.

Al igual que los griegos, estudiaron las proporciones del cuerpo que se consideraban armónicas. Leonardo Da Vinci
estudió estas proporciones y las plasmó en un dibujo titulado “las proporciones del hombre”.

Para los romanos la proporción entre la distancia desde la cabeza hasta el ombligo y de este hasta los pies, debe ser la
misma.

EDAD MEDIA (S. V – S. XV) Y RENACIMIENTO (S. XV – S. XVI)

Con el advenimiento de la Edad Media, el cristianismo y su pensamiento tienen su esplendor en el centro europeo. El
cuerpo era concebido como una carga, como un sufrimiento, sometido a la disciplina del orden establecido por la
iglesia, supeditado a la salvación del alma, sumiso, compasivo, abstemio de dolor y de vida.

Fuera de lo establecido por la Iglesia como filosofía para la vida en general, el cuerpo popular se manifestaba en las
fiestas medievales, un cuerpo grotesco, excediendo sus propios límites mediante sus protuberancias, abierto al mundo,
sin inhibiciones, desbordante de vitalidad, sin jerarquías se mezclaban el cuerpo entre la multitud, renaciendo en
contraposición a la filosofía reinante.

Por otro lado, en los siglos IV y X se celebraban fiestas en la vieja Irlanda y Escocia (protestantes), como los juegos Tailti
o los juegos de Ceres. En estas fiestas se acostumbraba a hacer competencias atléticas, como los saltos en altura, los
saltos en largo, reflejando una visión del cuerpo asociada a la vieja tradición griega de cuerpo atlético.

Renacimiento: movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental. Fue un período de transición entre la Edad
Media y los inicios de la Edad Moderna. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también
se produjo una renovación en las ciencias.

Con el advenimiento del Renacimiento, la visión del cuerpo en la sociedad cambia. Se manifiesta una corporeidad
despojada de la visión teológica. El cuerpo adquiere un valor productivo y la muerte es vivida como la posibilidad de una
nueva vida. El saber anatómico, oculto y desprestigiado por la Iglesia Católica en la Edad Media, es retomado por los
catedráticos y reaparece a través de disección del cuerpo, comenzando así el dualismo de cuerpo o carne y persona o
espíritu.

Se podría trazar un paralelo entre la curiosidad fisiológica del cuerpo popular y la aparición de lo lúdico. Esto se daba
por medio de los juegos populares que se desarrollaban en las ciudades más pobladas de Europa. Dichos juegos no eran
tomados como deportes, pero si participaban grandes cantidades de personas, con gran compromiso motor, dando
nacimiento al cuerpo social o cuerpo lúdico. Estos juegos ya se desarrollaban en otras partes del mundo, como en
América del Sur antes de la conquista emancipadora o en Asia Occidental.

Los Aztecas en México eran unos apasionados del Tlatchli; los Araucanos en Chile jugaban a la Paume y los Patagones en
la Patagonia Argentina practicaban la Cheeca. Todos estos juegos consistían en la disputa de dos equipos, con una
pelota de resina de árbol de látex, en un determinado terreno de juego, tratando de pasar la pelota al campo contrario.

Los Árabes mucho antes del Renacimiento, practicaban la Koura que consistía en 2 bandos que se disputaban una
pelota hecha de hojas de palmera entrelazadas, golpeándola con un tallo de la misma planta. En Persia se jugaba de
igual manera, pero con la variante que lo hacían a caballo; pasando luego a los Turcos, de éstos a los Griegos bizantinos,
luego a los Franceses por medio de las Cruzadas y de ahí a toda Europa.

Por lo tanto el cuerpo del Renacimiento, es un cuerpo alegre, divertido, explorador, que busca lo lúdico en el medio que
lo rodea, en el mundo, pero para fraternizar y socializar con otros cuerpos.
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A partir de la Revolución Francesa (1789 – 1799), se promovieron nuevos valores, la modernidad se instala en las
principales ciudades de Europa, exponiendo al individualismo urbano y la revolución industrial como principal
característica. El cuerpo se alineaba con los mecanismos de producción y se lo veía como una máquina para el trabajo.

Se trata de que el cuerpo llegue a gran velocidad a todos los lados con la creación de carreteras; como también esté
cómodo, representado por la creación del sofá; como también el silencio como protector de la intimidad, creándose
espacios para estar, como el café; aparece también la arquitectura cerrada; se crea el automóvil, el ascensor, marcando
las características de la modernidad que marcarán la unión entre los cuerpos pasivos e individuales, con los cuerpos
veloces sin la estimulación y posibilidades de movimientos.

Con el Positivismo, surgido en el siglo XIX, se continuó desvalorizando el cuerpo, este movimiento se expresaba a
través de la ciencia experimental del orden social y del progreso técno/individual.

Se promovía el futuro a través de la publicidad, promoviendo el dinamismo y la velocidad, identificando el progreso


técnico con el progreso humano. El hombre solo desempeña el papel del maquinista perfecto, inventor, se prescinde del
cuerpo obrero reemplazándolo por engranaje y varillas que prolongan sus extremidades como también en el arte la
creación de las marionetas. La figura humana queda en la penumbra. El objetivo era fragmentar el cuerpo para
potenciar las partes.

Ante esta postura de lógica racional tecnicista y de uniformidad industrial, nace un nuevo movimiento: el
Romanticismo. Su intención era reivindicar la subjetividad, la libertad sobre la disciplina, reaccionando contra la rutina
de las sociedades industrializadas.

En las artes surge el expresionismo en oposición al impresionismo. La preocupación se centraba en los conflictos
íntimos; la realidad era vista como un espacio de profundización, abandonando las expresiones superfluas, buscando
respuestas en la propia imaginación. El cuerpo es valorizado según la influencia artística.

Nace la danza moderna mediante movimientos que expresan mejor los sentimientos y las fuerzas creadoras,
subrayándose la relación con lo terrenal mediante la persecución corporal, la reptación, el caer y recobrarse, encarnado
como lucha Kinésica. Toda esta corriente influye en la Educación Física y en la Gimnasia de principio del siglo XX.

Por otro lado la Revolución Industrial en Inglaterra (1760-1840), dio como resultado el nacimiento de otra escala social:
la Burguesía Industrial. A esta burguesía industrial junto con la Aristocracia que gobernaba el país, les sobraba mucho
tiempo libre, y lo aprovechaban para ejercitar su cuerpo, gestando el nacimiento del deporte moderno. Las pruebas
atléticas (carrera de fondo y saltos y lanzamientos) y el golf ya eran reconocidos con el nombre de deportes y eran
profesionales.

El cuerpo colectivo comenzaba a surgir formando un grupo o equipo, y eran representados por el fútbol y el rugby,
dependiendo de la ciudad en que se viviera, ya que se expresaban como juegos populares en las escuelas y las
universidades del país, para posteriormente formarse las federaciones, que reglamentaban y desarrollaban
campeonatos.

Este cambio de concepción del cuerpo, produjo una valoración más importante, llena de expresiones subjetivas,
realzando el cuerpo colectivo e individual, dando paso a la expresión pura de un sueño, de Pierre de Coubertin, el
nacimiento del olimpismo moderno, y nacen así los juegos olímpicos modernos.

EL CUERPO EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS


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Es visto y vivido bajo la concepción del paradigma anatomía fisiológica. El cuerpo es el pilar de una medicina fascinada
por los procesos orgánicos.

Surge a su vez el interés por la expresión corporal del imaginario, una búsqueda de la integridad perdida y de la buena
salud a través de la preocupación por el cuerpo.

En esta preocupación, esta visión de lo corporal, la corporeidad humana tuvo distintos momentos según las décadas.

En los años setenta perduraba una idea del cuerpo ligada al ejercicio de lo sensorial y la actividad física, y se expresaba
en la vida cotidiana. Muchos concurrían al trabajo por sus propios medios de movimientos (caminando) o con
instrumentos sencillos de locomoción (bicicleta) tratando de cumplir siempre el mismo camino, habitando el trayecto. El
hombre aún tenía anclaje en su cuerpo y la comunidad donde se valoraba la convivencia en grupos por ejemplo la barra
del café. El desgaste físico se reducía a espacios y tiempos acotados, por ejemplo el tiempo y los espacios laborales en la
fábrica, dejando a los tiempos de esparcimiento el club, el café y la familia.

Por otro lado el deporte espectáculo empezaba a tomar su primer envión, con la profesionalización de algunos deportes
como el fútbol, produciendo una movilidad social importante; Las trasmisiones en los medios masivos de comunicación,
con su negocio de marketing deportivo; como también la valorización y actualización continuamente de las primeras
teorías de entrenamiento físico avaladas por los resultados deportivos.

La década de los ochenta marcaría el inicio de la explotación del cuerpo, algo que llega hasta nuestros días. El cuerpo es
sometido al máximo con distintos tipos de entrenamiento para cualquier experimentación científica, acrobacia y/o
técnica motriz. Todo esto fomentado, gracias a los avances tecnológicos, por la expansión de los medios de
comunicación que invaden todos los campos sociales, como la danza, la gimnasia, la familia y el deporte. Se produce
una reelaboración de la definición de intimidad, fomentada por el creciente individualismo.

Este individualismo vuelve al cuerpo portátil, vergonzoso, frágil, a la búsqueda del cuerpo sano y joven por medio de los
métodos de entrenamiento físico. Esta visión está ligada al endiosamiento de la apariencia física como forma de éxito,
que se ve reflejado en la Educación Física Escolar donde se busca tonificar y formar para la producción. El cuerpo se
vuelve protésico, ya que todo sujeto puede ser donante o receptor de órganos.

Esta vivencia del cuerpo máquina, continúa vigente, notándose esto en el discurso diario “estás acelerado” o “se te
aflojó un tornillo”.

Con la llegada de los años noventa, los avances de la modernidad no eran los esperados y empezaban a dejar
consecuencias, la post-modernidad y la velocidad vivenciada asumen un valor creciente.

En los hogares se advierte un hombre cómodo, sentado o acostado frente a la pantalla del televisor o de la
computadora, remplazando las ventanas o las puertas, aprovechando la comodidad de los controles remotos, o
teléfonos móviles, siendo la tecnología una parte más de nuestros cuerpos.

El individualismo hace del cuerpo una posesión, mientras la identificación está ligada a sentirse miembro del cuerpo
colectivo, ligada al sentimiento caracterizada por los códigos culturales de comportamientos propios. Esta vinculación
se da a través del lugar y la forma de vida, la estética y la forma de vestirse como los ritos del propio grupo. Estos tipos
de grupos se les comienzan a denominar Tribus Urbanas. Estas tribus viven su cuerpo, su corporeidad como
comunidades emocionales, eligiendo como exteriorización la energía en eventos deportivos, recitales o en espacios
festivos con fuerte componente físico donde se fusiona el baile con codearse y golpearse, primando el yo social, el
cuerpo grupal sobre el yo individual, el cuerpo propio, simulándose estos cuerpos individuales a engranajes propios y
compatibles del mecanismo superior, del motor colectivo y oscilante.
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La corporeidad se manifiesta a través de movimientos kinésicos, con manifestaciones gestuales, posturales, relacionada
con los elementos de la imagen y lo corporal.

El fin de siglo XX y el principio del Siglo XXI trajo una corporeidad plagada de idealismo como fundamentación de la
personalidad y el bienestar psicológico, dando como resultado la imagen del éxito. Este idealismo de la belleza se
fundamenta en el ocultamiento o retraso de la adultez o vejez corporal, en la posibilidad de múltiples cirugías estéticas,
como también en la consumición de tecnología y recetas de entrenamiento físico mágicas y de ropa de moda.

La explotación de la comunicación digital convierte a las tribus urbanas, se vuelven mega nautas, formando una
identidad global, produciendo la llegada del cuerpo al planeta universal y general, siendo todo el globo un lugar, un
espacio para identificarse y expresarse. Se produce un resurgimiento de las micro culturas autónomas, sin la necesidad
de un espacio físico de referencia, siendo su espacio el universo de la red, el colmo de las ráfagas de luz cibernéticas del
cable digital, identificando a cada integrante su cuerpo a ella.

Por otro lado se produce una explosión mercantil del deporte espectáculo profesional, gracias al avance
tecnológico/digital, a través de la explotación de la imagen corporal, por medio de la televisación de todos los
momentos y rituales, asociándose a lo cinematográfico. Se expone en directo los entrenamientos, la competencia y
poscompetencia, promoviendo el mercantilismo periodístico / económico del consumismo, como también una forma de
vida relacionada al deporte, la buena salud y la posibilidad de generar movilidad social por medio de lo económico.

Este nuevo siglo, propone una diferencia socio-económica con respecto a los cuidados del cuerpo.

Las clases se acomodan y tienen acceso a tiempo libre, de ocio, para descansar en lugares propios y sociales repletos de
comodidades corporales, gimnasios, máquinas de deportes extremos, como también tratamientos de masajes y de
bellezas, saunas y jacuzzis, promoviendo la mejor calidad de vida, accediendo a los cuidados profesionales en clínicas
privadas de salud, tratando de salvar al cuerpo de la vejez, de su muerte diaria.

A contrapartida, las clases menos acomodadas, en la marginalidad y la pobreza, el cuerpo es vivido como una
herramienta de trabajo, de subsistencia, desgarrado de emoción, resignados a los planes sociales de salud y bienestar
de los estados provinciales y nacionales. Lo niños trasladan esta sensación de desarraigo al juego popular como el
fútbol, agregándole además de las reglas, la violencia ante la impotencia engendrada por su entorno desfavorable.

A diferencia de la clase acomodada, la muerte del cuerpo es vivida día a día, sin descanso más que el que brinda el
sueño, sin recreación más que el rito sencillo del mate, exponiendo la vida en salas de emergencia repletas de cuerpos,
virus y violencia. El cuerpo en las clases desfavorables es vivido con violencia, con furia y se exterioriza en la dejadez y
desazón del alcohol y las drogas, la desilusión por el futuro y en el palo a palo del día a día de la realidad.

La relación que se establece con respecto a la alimentación, la medicina, la vestimenta; así como con nuestro propio
cuerpo (formas de caminar, pararnos, hablar, gestualizar, vincularnos con los otros corporalmente) son ejemplos de
cómo la posición social es incorporada (Bourdieu, 1998). En este sentido, consideramos que el cuerpo es un constructo
social.

EL CUERPO Y LAS DESIGUALDADES SOCIALES EN LA POSMODERNIDAD

Resumen del texto “El cuerpo y las desigualdades sociales: el espiral de la reproducción social” de Ana Julia Aréchaga, publicado en
Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad – N° 2, año 2, abril de 2010. El mismo consiste en una
investigación para la elaboración de una tesis de sociología, donde se encuestaron a diferentes personas de sectores sociales altos y
bajos.
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Las concepciones del cuerpo y sus usos

Los usos que se hacen del cuerpo ayudan a concebirlo de maneras distintas, a su vez, las prácticas se encuentran
mutuamente determinadas por nuestras nociones. El trabajo que uno realiza resulta un ordenador de nuestras
representaciones. Los esquemas de percepción se construyen y reconstruyen a partir de la posición que se ocupa en
relación al mercado laboral. Es por ello que la realización de trabajos manuales probablemente implique ciertas
nociones del cuerpo diferentes a las de un obrero y, al mismo tiempo, prácticas correspondientes a éstas; lo mismo
pasará con el trabajo intelectual, y así sucesivamente.

Por ejemplo, las personas pertenecientes a lo que ampliamente podríamos denominar como sectores dominantes,
suelen realizar labores más estáticas ligadas con el trabajo intelectual. Es en sus tiempos libres donde se busca el
reencuentro con el cuerpo. Producto del borramiento ritualizado de éste, inherente al trabajo sedentario (Le Breton,
2002), es que estos sectores deben conectarse con su propio cuerpo por fuera del trabajo. El realizar actividades
vinculadas al cuerpo no sólo les genera placer, sino también se encuentra vinculada al cuidado de la salud, al cuidado de
la estética y a un mecanismo de sociabilidad.

En general, las diversas concepciones que se poseen del cuerpo pueden ligarse a un habitus de clase (Bourdieu y
Wacquant; 1997). Sin embargo, esto no significa que exista una concepción unívoca o uniforme en cada clase, sino que
el sistema de elementos que se utiliza para pensarlo se comparte en gran medida registrándose ciertas prácticas y
principios en común.

¿Qué se espera del cuerpo?

Las expectativas y demandas sobre el cuerpo están vinculadas a la clase social a la que se pertenece (Bourdieu, 2007a).
La conformidad con el propio cuerpo está ligado, pues, a la relación que cada clase establece con él.

Los diferentes sectores sociales no esperan lo mismo de su cuerpo, ni le exigen lo mismo. Por lo tanto, los parámetros
que tienen en cuenta para determinar la conformidad de su propio cuerpo, también varía, en función del trabajo que
ésta persona desarrolla. Además esto tendrá efectos, por ejemplo, a la hora de cómo se percibe el dolor y las
enfermedades en cada sector social.

Para los sectores populares es el propio cuerpo el que constituye una herramienta de trabajo; a la vez que existe una
“mayor dependencia” de él. En esta dirección es percibido como compañero incondicional, se le pide que lo sea. En
general las personas de estos sectores están más conformes con su cuerpo, porque no se enferman y su cuerpo “les
rinde” para trabajar.

Se le pide al cuerpo que sea incondicional porque es lo que a su vez se le demanda socialmente: el cuerpo como mano
de obra o fuerza de trabajo. Como ha demostrado Foucault la utilización económica del cuerpo lo vuelve más útil
cuanto más dócil (Foucault, 2006). Cuerpo disciplinado por la posición que se ocupa en el espacio social.

Por su parte, para las personas de clase media, los parámetros de lo que esperan del cuerpo se encuentran más
asociados a cánones de belleza instituidos. Podemos decir que existe una exigencia y una demanda mayor por parte de
los sectores medios y altos respecto de la apariencia. La preocupación por el cuidado de la presentación (Le Breton,
2002) está en estrecha relación con los beneficios que se pueden obtener de “una estética agradable”.

Podemos señalar entonces que la conformidad con el propio cuerpo resulta de esquemas de apreciación diversos,
vinculados con lo que estructuralmente constituye un capital para cada clase. Para el primer caso el cuerpo como
instrumento de trabajo, para el segundo caso el cuerpo como capital simbólico.

La relación que se establece con el propio cuerpo se encuentra mediada por el sistema de expectativas diferenciales –
habitus- relacionado con las diversas concepciones que se tienen del cuerpo. De esta manera “las disposiciones son
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fruto de la incorporación a las estructuras objetivas y las expectativas tienden a ajustarse a las posibilidades, el orden
instituido tiende siempre a dar la impresión (...) de que cae por su propio peso, de que es necesario” (Bourdieu, 1999:
228).

En general podríamos decir que en todas las clases sociales se espera que el cuerpo “dure”. Sin embargo, si uno indaga
al respecto se puede ver que hay intereses diversos: las personas de clase baja hablan de “resistir”, le piden al cuerpo
con cierta humildad que resista, que funcione, que acompañe. En las clases medias, en cambio, es casi una exigencia, se
le demanda al cuerpo “que “que responda”, o “que dure bien”, haciéndose presente un grado de control sobre el
propio cuerpo, y de exigencia hacia él, que es extensivo al grado de control que pueden establecer sobre sus propias
vidas.

Disponer de recursos también es disponer de posibilidades de elección y, por tanto, de ser más “libres”. A la vez, es
factible demandar de esta manera porque en primera instancia es posible demandar.

La apariencia y el trabajo

En la vinculación con los otros se da, como dice Goffman (1971), la presentación de uno mismo la cual supone una
escenificación donde se pone en juego el cuerpo en su completitud. Y, en este sentido, reiteramos con Bourdieu que el
cuerpo es un recordatorio de la posición social en la que uno se encuentra y sus implicaciones. Así, las disposiciones se
vuelven exposición, porque “el cuerpo está expuesto, puesto en juego, en peligro en el mundo, enfrentado al riesgo de
la emoción, la vulneración (...)” (Bourdieu, 1999: 186). Para Le Breton, la apariencia corporal responde a una
escenificación del actor, que implica desde la vestimenta, la preparación de la cara, la manera de peinarse, de presentar
al cuerpo. En palabras del autor: un modo cotidiano de ponerse en juego, todo lo cual constituye un estilo o modo de
mostrarse. (Le Breton, 2002).

Poseer un determinado cuerpo, con sus gestos, movimientos, vestuario, etc. permite que los otros puedan leer,
ratificar, la posición que alguien ocupa en el espacio social y de allí orientar su acción frente a ese alguien.

Los sectores populares priorizan las funciones prácticas. Es decir, se deben cumplir los cuidados mínimos, propios de la
higiene, pero no se debe/puede dedicar tiempo ni dinero a cuidados superfluos, como los de la moda, ya que cambia de
año en año y no implican un saldo positivo en la ecuación costos‐beneficios. En cambio, los sectores medios priorizan
una estilización de la vida (Bourdieu, 1998), buscan una finalidad estética en todos los aspectos y, principalmente, en los
relacionados con la apariencia. Se le otorga importancia a la forma de presentación de uno y de los otros: la primera
imagen tiene para ellos una gran importancia y es determinante de acciones y decisiones futuras.

La apariencia es importante para determinados trabajos, y quienes no posean esta “buena apariencia” no tendrán éxito
en su desempeño, no serán tomados o ni siquiera se presentarán. Es así como la posesión de un determinado cuerpo
interviene en la reproducción de las desigualdades sociales. Al igual que mencionamos anteriormente, y a modo de
ejemplo, quienes aspiren a tener los empleos donde se valoran las “propiedades estéticas” deben poseer una “buena
apariencia”, lo que implica tener las posibilidades económicas y simbólicas para su acceso. Para otros trabajos, el nivel
de demanda sobre la apariencia disminuye. Casualmente estos trabajos son los que desarrollan los sectores más
empobrecidos: servicio de limpieza, obrero de la construcción, etc. Sin embargo, esto no implica que en el interior de
estos trabajos no se discrimine por la condición de clase (aunque disminuya el nivel de demanda sobre la apariencia).
Esta discriminación justifica, para los sectores dominantes, la posición que se ocupa en el espacio social: el valor ‐no
sólo económico sino también simbólico en el mercado de trabajo se corresponde con el

valor que tiene esa persona en el esquema de apreciaciones dominante.

Prejuicios negativos y prejuicios positivos


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Como vimos, la apariencia constituye, a prima facie, una manera de identificar, etiquetar y de guiar nuestras acciones.
Hoy en día, desde los medios de comunicación existe un llamado constante a responder a las exigencias que representa
el cuerpo hegemónico.6 El éxito es ligado a determinados estereotipos: propagandas de perfumes, tarjetas, autos, nos
muestran cual es el modelo a seguir. Y a la inversa, a quiénes debemos tenerles miedo, o de quienes debemos
desconfiar.

La existencia de un cuerpo hegemónico puede pensarse como producto de la imposición de sentidos, que se identifica
con un cuerpo costoso e inaccesible para algunos tanto en términos económicos como simbólicos. En este sentido “el
resto de las estéticas” se construyen en oposición o en distinción a aquella. Al respecto Bourdieu plantea que lo propio
del dominante es “que llega a imponer las normas de su propia percepción, a ser percibido como se percibe, a
apropiarse su propia objetivación, reduciendo su verdad objetiva a su intención subjetiva” (Bourdieu, 2007a: 175).
Mientras que las clases bajas son “dominadas hasta en la producción de su imagen del mundo social y en consecuencia,
de su identidad social, las clases dominadas no hablan, son habladas” (Bourdieu, 2007a: 175). Parece apropiado
preguntarnos, o repensar, cómo se conjugan los elementos dominantes en la construcción de las estéticas de los
sectores populares, o en otras palabras, cómo se relaciona lo propio y lo ajeno.

Como sabemos, poseer determinado cuerpo, entendiendo por este no sólo su fisonomía, sino, las formas que el cuerpo
adquiere en la manera de relacionarnos con otros y con el mundo, tiene consecuencias en nuestra vida cotidiana. La
discriminación, es una manera de mantener a distancia lo que debe estar a distancia, es decir, una forma de conservar
el poder y los privilegios.

Los factores de discriminación suelen ser diversos pero generalmente se constituyen en oposición al modelo
hegemónico planteado. Sin embargo, la clase social parece ser uno de los factores más importantes junto con el género.
El color de piel, el peso, la estatura, la vestimenta, el pelo, suelen ser características especialmente escogidas a la hora
de discriminar. Sin embargo, estos elementos se ponen en juego de manera diferente según sea la posición que se
ocupa en el espacio social.

De modo que las características estigmatizables se valoran de manera desigual según sea la clase a la que se pertenezca;
porque no son las características en sí las que generan el estigma sino el sistema de apreciaciones y valoraciones a las
que remiten, las cuales generan el efecto estigmatizador y el consecuente enclasamiento.

No es sólo la apariencia la que determina la posición que uno ocupa, sino que los gestos, los modos del cuerpo, el tono
de voz, la manera de hablar, la hexis corporal, se constituyen como símbolos que remiten a una determinada posición
de clase. Estos modos de hacer son modos de ser; es decir que no sólo están fuertemente “naturalizados” sino que
constituyen nuestra “naturaleza” misma. En este sentido es que decimos que las desigualdades sociales se hacen carne
y son incorporados.

El problema de una estética hegemónica unidimensional es que a determinadas apariencias – cuerpos– se las asocia con
determinados valores: así la pobreza se remite a la peligrosidad y, por anto, todo aquel que parezca pobre (y que
probablemente lo sea) es peligroso. Estos estereotipos, reforzados por los medios de comunicación, son el reflejo de
determinados esquemas clasificadores y de un determinado orden dominante.

De esta manera podríamos distinguir los prejuicios negativos y los prejuicios positivos: el primer tipo dificulta y niega
posibilidades de acceso mientras que el segundo las facilita. En resumen, lo que llamamos prejuicios negativos son
valorizaciones negativas que se realizan sobre la condición de clase a partir de los signos que porta el cuerpo, los cuales,
a su vez, lo hacen ser, ya que no pueden quitarse como un traje. Estos prejuicios limitan el acceso a diferentes ámbitos;
entre ellos, al trabajo.

La in-corporación: el espiral
UCU - Psicosociología de la Nutrición

Como dice Bourdieu, el cuerpo cree en aquello que juega: llora si imita tristeza (Bourdieu, 2007b). En este sentido si
aprendimos a vincularnos de una manera con nuestro propio cuerpo atravesado por la condición de clase, no parece
atrevido pensar que la toma de conciencia de nuestro propio cuerpo es la toma de conciencia de la condición de clase, y
a la inversa, para que sea posible la toma de conciencia de clase será necesario la construcción de esquemas propios de
pensamiento, y por ende de acción, para repensar el propio cuerpo. A continuación cito un fragmento de una entrevista
de la investigación que ayudará a aclarar esta idea:

P: Pero, por ejemplo, en esto que vos me decías de la búsqueda laboral; si vos tendrías que buscar trabajo:¿qué tipo de trabajo
buscarías?

R: Yo, eh… bueno ahora estoy trabajando. En lo que estoy trabajando estoy tranquila, estoy cómoda. Me siento cómoda con lo que
hago, pero creo que no estaría para secretaria…

P: ¿Por qué?

R: Porque no estoy preparada… como te podría decir, no sé si intelectualmente, pero, pero creo que no daría para una secretaria.

P: ¿Por qué? Si estás yendo al colegio.

R: Sí, estoy yendo al colegio, y ya lo termino y todo, pero no sé. Si yo iría a una fila para secretaria o para un médico, para un
empresario, para lo que sea, no quedaría.

P: ¿Por qué?

R: Porque por lo general hay un estereotipo: la secretaria, la divina, ¿entendés? ¡Hay, existe!

P: ¿Está ese prejuicio?

R: Sí, existe. (Entrevista nº 1, sexo femenino, clase baja)

Este fragmento constituye un ejemplo acabado de cómo se reproducen las desigualdades sociales a través de cuerpo.
En primer lugar, se hace notoria la subestimación de la entrevistada cuando dice que “no estaría para secretaria”. Ella
alude vagamente a una falta de preparación intelectual. Pero este prejuicio respecto de ella misma es reforzado por la
idea de que no cumple con los estereotipos corporales demandados para ser secretaria, es decir que también pone en
juego el cuerpo hegemónico: la secretaria es la divina, y supone una determinada apariencia que ella no posee. Por
último, más adelante la entrevistada afirma no haberse presentado nunca a este tipo de trabajos.

Los considera imposible para ella y, por ende, no trata de obtenerlos porque, de todos modos, no los obtendrá. La
misma entrevistada afirmaba no otorgarle tiempo al cuidado “ostentoso” del cuerpo, afirmaba no utilizar productos de
belleza que no fueran los comunes, así como manifestaba usar ropa cómoda, no concederle demasiado tiempo al
cuidado del cuerpo, no tener una preocupación por la apariencia (por ejemplo, no se depilaba porque lo consideraba
“un gasto de tiempo”).

Se pone en evidencia, a partir de sus respuestas, el carácter reproductivo del cuerpo, en el sentido de que el cuerpo que
posee se corresponde con las concepciones que tiene de éste, e incorpora los prejuicios que el cuerpo hegemónico
impone (determinando una estima de sí), lo que repercute en las prácticas cotidianas hasta autoexcluirse de algo de lo
que ya está excluida. La entrevistada posee en el cuerpo las marcas que le recuerdan su

pertenencia a una posición social determinada, y que responden a los principios de elección de esta clase (Bourdieu,
1998), lo cual genera una distancia entre el cuerpo hegemónico (en este caso el modelo de secretaria) y el suyo,
construido por este mundo de sentidos que determina doblemente la imposibilidad de acceso a un trabajo: por el
cuerpo que se posee y porque no se lo intenta.

Por último cabe mencionar las diferentes percepciones que hay respecto a las repercusiones físicas del trabajo en los
cuerpos. Para ello la investigadora hizo preguntas en relación a cuando se toma conciencia de la posesión del cuerpo.
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Las diferentes respuestas le permitieron concluir que para las personas de clase baja, se reconoce el propio cuerpo en
relación al dolor que implica la realización de actividades forzosas; la puesta en juego del cuerpo es parte de su
actividad de sustentación.

En cambio, las respuestas de las personas de clase media, hablan del cuerpo en vinculación con sus relaciones, en el
contacto con los demás. El cuerpo se expresa como un medio para transmitir sentimientos y como fuente de placer. La
gran diferencia está en que para este segundo grupo el cuerpo en su pleno funcionamiento “normal” debe permitirnos
obtener placer.

En conclusión, observamos que para estos sectores el cuerpo es un medio para llevar adelante sus prácticas cotidianas,
para encontrarse con el placer, ya sea mediante la realización de actividades en sus tiempos libres, en sus relaciones
íntimas, etc. Mientras que para los sectores pobres el cuerpo es un medio de vida, siendo el recurso básico para la
reproducción de la vida.

PRINCIPALES NOCIONES TEÓRICAS-SOCIOLÓGICAS A CERCA DEL CUERPO POSMODERNO

David Le Breton: propone que al cuerpo como algo más allá de lo biológico, es un fenómeno social y cultural, materia
simbólica, objeto de representaciones y de imaginarios; entonces hablamos de un cuerpo que se traduce, construye y
reconstruye de acuerdo al contexto social y cultural del individuo que aprende y hereda, y que sólo a través de éste
puede comprender el mundo.

Para entender como el individualismo moderno influye sobre las representaciones del cuerpo se tiene que entender el
cuerpo como construcción sociocultural simbólica, todo el conjunto de expresiones corporales son modelados por el
espacio/tiempo al que pertenecemos.

Pierre Bourdieu: considera que el cuerpo humano es un producto social (mucho más que natural), modelado (o
construido) en relaciones sociales que lo condicionan y le dan forma. Es decir el cuerpo humano es, por ello, un cuerpo
“desnaturalizado” en un sentido estrictamente biológico. A través del cuerpo hablan (y como tal pueden ser “leídas”) las
condiciones de trabajo, los hábitos de consumo, la clase social, el habitus, la cultura.

Pero además, esta construcción social del cuerpo, tiene un correlato en la percepción social del propio cuerpo. Es decir
a los aspectos puramente físicos, se suman otros de tipo estético, como el peinado, la ropa, los códigos gestuales, las
posturas, las mímicas, etc., que el sujeto incorpora paras sí. El cuerpo es entonces aprehendido. Por ello la desigualdad
con que se ordena una sociedad, tendrá por tanto un correlato de distribuciones desiguales de rasgos corporales en los
diferentes sectores sociales.

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