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Por qué los hombres engañan a las mujeres

Dr Alan Josefo Nalvera

¿Por qué los hombres engañan a las


mujeres?

Dr Alan Josefo Nalvera

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
Dr Alan Josefo Nalvera

Sumario
Prólogo.......................................................................................................................................................3
Un breve recorrido por la psique del hombre.............................................................................................4
Primera parte. La parte física.....................................................................................................................7
1 - ¿El adulterio se encuentra en nuestro ADN?...................................................................................8
2 - ¿Algo me falta?..............................................................................................................................11
3 – Estoy aburrido(a)...........................................................................................................................14
4 – No me atraes igual.........................................................................................................................17
5 – Quiero algo diferente.....................................................................................................................20
6 – Quiero “recordar”..........................................................................................................................23
Segunda parte. La parte emocional..........................................................................................................25
1 – Los hombres también tienen sentimientos....................................................................................26
2 – No eres tu, soy yo..........................................................................................................................28
3 – En realidad no sé qué quiero.........................................................................................................30
4 – Ya no me cuidas como antes..........................................................................................................32
5 – Tus malditos celos.........................................................................................................................35
6 – La programación neurolingüistica y su implicación en el adulterio.............................................38
7 – Los resentimientos que hay en uno mismo...................................................................................41
Tercera parte. Factores externos...............................................................................................................44
1 – Las redes sociales..........................................................................................................................45
2 – Riesgos..........................................................................................................................................47
3 - ¿Qué no eres macho?.....................................................................................................................50
Cuarta parte. Las consecuencias de los actos...........................................................................................53
1 – Te llegó el momento......................................................................................................................54
2 – Atente a las consecuencias............................................................................................................56
Quinta parte. Conclusiones......................................................................................................................57
1 - ¿Hasta donde quieres llegar?..........................................................................................................58
2 - Si quieres seguir….........................................................................................................................59

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
Dr Alan Josefo Nalvera

Prólogo

Mucho se ha escrito sobre las complicadas relaciones que conllevan dos sexos diferentes, comunmente
denominadas “amor” y sus implicaciones cuando una de las dos partes (principalmente la masculina)
comete lo que se conoce como “engaño” o en términos de matrimonio “adulterio”. Ríos de tinta se han
vertido y litros y litros de saliva se han gastado maldiciendo a esas personas que han cometido ese
execrable pecado.

Pero, ¿se han puesto a pensar por qué sucede esto?

Si bien no podemos decir que es algo que solamente cometen los hombres (muchas mujeres engañan a
sus parejas), las causas que nos orillan a esta situación son claras y en muchos de los casos las mismas
para ambos sexos.

En este tratado, pretendo desentrañar las causas que nos orillan a esto. Y lo hago no como una traición
hacia mi propio género, sino como una herramienta que permita salvar del colapso a aquellas relaciones
que se encuentren en esta situación, antes o después.

En mi propia experiencia he vivido esta situación. Yo, lo digo de frente, sin ánimos de hacerme más
grande de lo que soy, ni vanagloriándome de ello, he engañado a mi esposa anterior, a la actual y a mis
novias en muchas ocasiones. Gracias a estas experiencias es que puedo hoy decir al mundo el por qué
lo he hecho, cuales fueron las causas que me orillaron a ello.

Mi experiencia es personal, no es de nadie más, y sé que muchos de los conceptos que aquí se vertirán
no serán aplicados al total de la población, al menos muchos de ellos lo pueden hacer, y con esto espero
que quienes lean este documento puedan, o bien detenerse antes, o al menos entender por qué lo hacen
y sus parejas puedan tanto protegerse como sanear una relación antes del engaño.

Amén.

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Un breve recorrido por la psique del hombre

Primeramente quiero aclarar que soy hombre. Soy hombre tanto en lo genital como en lo mental. No
soy gay. Soy lo que se denomina abiertamente heterosexual. Soy el producto de una educación no
machista ya que fui principalmente criado por mujeres en un hogar donde mi padre se encontraba
ausente la mayor parte del tiempo para proveer el sustento que nos mantendría vivos.

Mi madre fue la típica mujer que dejó su carrera por dedicarse al noble pero ingrato deber de cuidar a
sus hijos. Fui el primero de una familia compuesta por tres hijos. Además, y por si esto fuera poco, fui
el único por cuatro años antes de la llegada de mi hermano, lo que me convirtió virtualmente en el
consentido de la familia. Mis tías y abuelos se desvivían por mis necesidades e incluso cayeron de
cuando en cuando en el error de consentirme más de la cuenta. No las culpo. Fui el primero de una
larga lista de nietos, sobrinos y bisnietos. Mi madre fue la mayor de las mujeres y fue la primera de
ellas que se casó, así que mis tías y tíos estuvieron al pendiente de mi casi todo el tiempo.

Durante mi infancia fui criado sobre los valores del respeto, de la honestidad, de la fidelidad y de
muchos otros que he tratado de seguir a lo largo de mis casi cincuenta años de vida. Y sin embargo he
fallado en muchos de ellos. La razón (o razones) por las cuales hice esto me han costado muchas
noches de desvelo para poder entender y sobre todo asimilar las primeras crudas morales que esto me
causó.

Sí. No se rían. Los hombres también sentimos, aunque no lo demostremos. Sufrimos crudas morales
cuando hacemos algo que sabemos que está mal. Si bien es cierto que al final nos galvanizamos en
nuestros sentimientos, las primeras veces vivimos un verdadero infierno al engañar a nuestra pareja.
Sentimos que cualquier cosa nos delatará y en consecuencia vivimos un tiempo de psicosis real.

La primera vez que engañé a mi pareja fue con una novia que tuve por espacio de cuatro años. No diré
su nombre porque ante todo soy un caballero, y los caballeros no tenemos memoria, pero fue algo más
o menos así. Con mi novia podía tener lo que en la década de los 90's se podía considerar como una
actividad sexual normal entre una chica y su chico: nos tocábamos, masturbábamos, besábamos,
chupábamos, pero hasta ahí. Nunca tuve coito con ella. Pero un buen día, la hermana de uno de mis
amigos se me puso de modo y simplemente me dejé llevar. Mis hormonas respondieron
afirmativamente a las de ella y acabamos en mi camioneta los dos abrazados. Y no fue solo esa vez,
fueron varias veces que lo hicimos y yo tenía a mi novia “formal”. Al principio me sentí mal por ella,
pero luego razoné que, desde el momento en que yo, literalmente “no le había metido el pene”, pues no
estaba haciendo nada malo. Además así me habían dicho mis tíos: “ten tu novia formal y tus amigas
para el desfogue, pero a ella respétala.”

La mentalidad del hombre va cambiando a lo largo de los años.

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Pero, entendamos bien esto: Muchos de nosotros somos el resultado de la educación (o la falta de ella)
que recibimos. Somos el reflejo de lo que nuestros padres o modelos a seguir hicieron de nosotros. No
podemos exigirle a alguien que sea diferente si no contó con roles establecidos o si fue la televisión y
personajes como James Bond, Mike Hammer o incluso Han Solo quienes modelaron nuestro
comportamiento. Y hay otros que de plano, aún cuando tuvimos todas esas influencias positivas,
caímos en la tentación y engañamos.

Lo cierto es que, de acuerdo a la sociedad en que vivimos no deberíamos de ser perdonados. Pero,
señoras, entiéndanlo: Vivimos en una sociedad machista que siempre privilegiará nuestro
comportamiento por sobre el de ustedes. Para muestra un botón.

Googleando (aunque no me guste utilizar una marca como verbo) encontré varias páginas con este
texto:

ZORRO = Héroe justiciero.


ZORRA = Puta.

PERRO = Mejor amigo del hombre.


PERRA = Puta.

AVENTURERO = Osado, valiente, arriesgado

AVENTURERA = Puta.

CUALQUIER = Fulano, Mengano, Zutano.


CUALQUIERA = Puta.

CALLEJERO = De la calle, urbano.


CALLEJERA = Puta.

HOMBREZUELO = Hombrecillo, mínimo, pequeño.


MUJERZUELA = Puta.

HOMBRE PÚBLICO = Personaje prominente. Funcionario público.


MUJER PÚBLICA = Puta.

HOMBRE DE LA VIDA = Hombre de gran experiencia.


MUJER DE LA VIDA = Puta.

PUTO = Homosexual.
PUTA = Puta.

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HEROE = Ídolo.
HEROÍNA = Droga.

ATREVIDO = Osado, valiente.


ATREVIDA = Insolente, mal educada.

SOLTERO = Codiciado, inteligente, hábil.


SOLTERA = Quedada, lenta, ya se le fue el tren.

SUEGRO = Padre político.


SUEGRA = Bruja, metiche, etc.

MACHISTA = Hombre macho.


FEMINISTA = Lesbiana.

DON JUAN = Hombre en todo su sentido.


DOÑA JUANA = La mujer de la limpieza.

Fuente: http://www.potenciando.com/2010/04/machismo-de-la-lengua-castellana.html

Como podemos ver, el comportamiento de un hombre con respecto al de una mujer siempre será menos
que el de una puta. Y lamento mucho usar este término despectivo. Personalmente conozco muchas
“putas” que son mucho más mujeres que mi ex esposa, pero tendemos a minimizar su ser mediante esta
palabra tan despectiva y soez. Las mal llamadas “putas” no hacen sino ejercer el oficio más antiguo de
la humanidad. Cumplen con una labor heroica y hasta a veces necesaria, a costa de sus mejores años y
de su salud, por unos cuantos dólares, pesos, yenes, etc.
La razón por la cual los hombres somos “agentes libres” en cuestiones de sexo se la debemos en gran
medida a las religiones existentes en la actualidad. Tanto el Cristianismo como el Catolicismo, el
Judaísmo, el Islam y muchas otras preponderan la conducta sexual del hombre como algo divino,
excento de todo pecado y, en el menor de los casos, castigable con unas cuantas palmaditas en la
espalda, mientras que la conducta libertina de la mujer es castigada hasta con la pena capital. ¡Cuantas
mujeres han sido sacrificadas por la religión, solamente por no usar una burka! En cuestión de castigos,
la mente masculina es prolífica en su creación. La muerte por lapidamiento es la más utilizada en el
Islam, mientras que los “civilizados” occidentales no utilizamos la muerte pública, pero en privado
podemos hacer uso de la violencia doméstica y el repudio público.
Pero, no todo es tan malo. Habemos hombres que no somos tan cerrados y por eso sentimos.

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En las culturas occidentales y europeas, los hombres son cada vez más abiertos en su pensamiento, sin
que por esto se mueran las viejas costumbres. Tenemos arraigado en lo más profundo de nuestro ser
nuestro comportamiento. Las viejas ideas están demasiado prendidas en nuestro ser. <<Nostra culpa>>,
dijeran los eruditos del latín.
Pero con todas estas cosas que he vertido, tantos conceptos y demás culpas, ¿qué dijeron, mujeres?
“¿Ya nos salvamos?”. Lamento decirles que el 90% de las veces es su culpa. Pero no se alarmen. Los
mismos conceptos que se vertirán en los capítulos posteriores aplican también a la conducta del
hombre.
Así que, ya entrados en el tema, pasemos a analizar las posibles causas.

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Primera parte. La parte física

Donde se describen las causas, a mi modo


de ver que a nivel físico ocasionan que un
hombre le ponga el cuerno a su pareja.

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1 - ¿El adulterio se encuentra en nuestro ADN?

Hace muchos años, platicando con una amiga, ésta se quejaba de que su entonces novio le había
“puesto el cuerno”1 con una amiga. Al principio no entendía cómo era posible que este tipo hubiera
engañado a mi amiga qué, si bien no es ninguna belleza clásica, sí posee esa clase de belleza especial a
la que los hombres denominamos sencillamente “tiene un no sé qué, que qué se yo”. Con un cuerpo
agradable, bonitos ojos, y de acuerdo a lo que ella me platicaba, con muy buenas bases de actividad
sexual, la verdad no podía entender qué había pasado entre ella y su entonces novio. Traté de justificar
al tipo por una especie de “solidaridad de género”, pero la verdad es que no podía hacerlo.
Meses después, cuando yo mismo me analicé en base a mis experiencias pasadas y presentes, tuve un
momento de conocimiento (una epifanía) con la cual llegué a esta conclusión:

“El adulterio se encuentra en nuestros genes”

Sé que muchas mujeres en este momento me estarán recordando con todo cariño a la autora de mis
días. Lamento decirles que mi sacrosanta madre no tiene la culpa de haber parido un hijo como yo. Soy
el producto de la suma de principios con realidades, como podrán ver más adelante.
Pero, volviendo al tema en cuestión les diré que llegué a esta conclusión cuando miraba la película
Impacto profundo2 particularmente la escena donde la hola gigante llega a las costas de Estados Unidos
y la pareja de esposos padres de la chica objeto del deseo del actor Elijah Wood se están abrazando y
mirando con ojos de amor mientras el Apocalipsis se cierne sobre ellos. En ese momento pensé:
“¡Wow! ¿Qué pasaría si yo me encontrara de repente en una situación donde mis minutos están
contados? ¿Qué haría? Seguramente estaría cogiendo con mi pareja.”
Luego, al ver nuevamente la película Jurassic Park 23, particularmente la escena donde el T-Rex
deambula libremente por las calles de San Diego haciendo de los seres humanos que se encuentra su

1 “Poner el cuerno”. Dícese del acto de encamarse con alguien más que no es su pareja formal.
2 Deep Impact. Dream Works/Paramount Pictures (1998). IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0120647/
3 The Lost World: Jurassic Park. Amblin Entertaiment/Universal Pictures (1997). IMDB:
http://www.imdb.com/title/tt0119567/

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cena, llegué a una conclusión evidente: Los seres humanos NO siempre hemos sido el tope de la cadena
alimenticia. Si bien es cierto que los dinosaurios no convivieron con los seres humanos, también es
cierto que, en materia de alimentación no podemos compararnos con un T-Rex hambriento.
Uniendo cabos, finalmente postulé lo siguiente:
Al principio del tiempo, los seres humanos, protohumanos o humanos, éramos carne para
los depredadores. Los primeros cazadores o recolectores salían a buscar el alimento de
cada día sin la certeza de que volverían a su hogar. Los hombres o seres masculinos debían
(y tenían la obligación) de aparearse con quien se les pusiera enfrente, a fin de perpetuar
la especie y asegurar su descendencia.

Analizando más a fondo aún (en otras palabras, perdiendo miserablemente mi tiempo) observé la
conducta de otros muchos animales en las selvas, junglas, desiertos, etc. Salvo contadas especies como
los lobos, la mayoría de los animales cuentan con un macho alfa, líder de la manada, elegido por ser el
más fuerte, quien tiene la sagrada encomienda de ser el único de la manada que se aparea con las
hembras, hasta que uno más fuerte que él lo destrona, elimina a las crías y luego fecunda a las hembras
con su propia progenie. Este ciclo se repite a lo largo de la vida del macho.
Volviendo al humano primordial, la amenaza de la extinción debió de estar implícita en sus genes
primitivos. Los primeros clanes debieron de estar organizados patriarcalmente alrededor de un varón
fuerte, capaz de proteger a su especie de los peligros y, por lo tanto, con el derecho de apareamiento
con las hembras.
Luego de siglos y siglos de evolución, de pasar por sociedades altamente matriarcales, los varones de la
especie siguieron haciendo lo que sus genes primigenios tenían guardado muy dentro de sí: aparearse
con quien se dejara. Esto me recuerda una frase de la película Jurassic Park (la uno, la primera), donde
el doctor Ian Malcom dice al observar que el T-Rex no se come a la cabra que le han puesto para que
ellos vean al animal:
“Siglos de evolución no pueden eliminar de un plumazo los instintos del dinosaurio. Él
quiere cazar.”

De la misma manera en que el dinosaurio genéticamente creado no puede olvidar sus instintos
primigenios que le dicen, o más bien le gritan que debe cazar carne fresca y no atada a un poste, de la
misma manera nuestros genes masculinos nos dicen que debemos de buscar una hembra en la cual
depositar nuestra simiente a fin de perpetuar la especia. Al menos esta es mi manera “racional” de
explicar por qué el impulso de tener sexo con cuanta mujer se nos pone enfrente. Y si no es así, al
menos quisiera que me explicaran por qué, cuando vamos por la calle y vemos a una chica la miramos
de pies a cabeza, deteniéndonos principalmente en sus caderas.

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Estudios han demostrado que los hombres se sienten atraídos por mujeres con caderas amplias debido a
que representan un alto nivel de fertilidad. De acuerdo con un estudio científico de la Universidad de
Chile:
“Dice el refrán que “tiran más dos tetas que dos carretas”, y no se equivoca.El pecho, la
cadera, los glúteos y los muslos son los principales atributos de una mujer fértil, y por eso
atraen tanto a los hombres. El estrógeno, la hormona asociada con la fertilidad femenina,
promueve la aparición de depósitos de grasa alrededor de los glúteos y los muslos. Por ello
unas nalgas prominentes y una cintura estrecha envían a los hombres el mismo mensaje que
el rostro ideal: “Estoy llena de estrógeno y soy muy fértil”.”

Muchas especies juzgan la atracción del sexo opuesto debido a características muy notorias como
puede ser el color del plumaje, el grosor de los cuernos, el tono del pelaje, incluso la potencia del
rugido, sin importarles finalmente si el macho tiene o no un pene grande. De la misma manera, los
hombres gustamos de una caderas anchas acompañadas de un buen par de tetas en la mayoría de los
casos, aún cuando la mercadotecnia tienda a mostrarnos mujeres talla cero.
Para terminar este capítulo quiero decir que solo me estoy enfocando a los hombres en este aspecto.
Muchas culturas de la antigüedad daban a las mujeres las libertades sexuales de las que siempre hemos
gozado los hombres, e incluso no era raro el ver copulaciones públicas con fines religiosos.

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2 - ¿Algo me falta?

Cuando conocemos a alguien y ese alguien “nos mueve el tapete”, en ocasiones pensamos que hemos
encontrado a nuestra media naranja. Particularmente ese fue mi caso. Mi primera novia era toda
perfección para mi. Me encantaban sus ojos verdes, su piel clara, la forma de su cuerpo, sus labios, sus
manos, su cabello, etc. No había nada malo en ella. Cuando teníamos nuestras primitivas “relaciones
sexuales” las cuales describí al principio de este libro y que no pienso volver a describir, yo me sentía
pleno. Y sin embargo la hermana de mi amigo se llevó mi virginidad y no una, sino varias veces. Y aún
con todo yo seguía al lado de mi novia, haciendo lo que siempre hacíamos. ¿Es esto normal?
Al principio de la relación todo es perfecto. No hay errores, solo descubrimientos. Ya sea una nueva
postura, un nuevo gesto, pero siempre hay algo nuevo en esa persona. Mi abuelo solía decir: “El amor
nos vuelve idiotas”, al grado de que nos cegamos totalmente ante otras cosas… hasta cierto tiempo.
Mi primera vez fue también mi primera cruda moral. Engañé a mi novia con la hermana de mi amigo.
El remordimiento me duró varios días… hasta que volví a ver a la hermana de mi amigo y volvimos a
hacerlo. A partir de esa segunda vez fue más fácil el ignorar esa cruda moral. Ante mi pensamiento
llegaron los recuerdos de los consejos de mis tíos: “Ten tu novia, cuídala y respétala. Pero recuerda que
los hombres también tenemos nuestras 'amiguitas' para divertirnos.” Ante semejante razonamiento ¿qué
puede hacer la débil mente de un mocoso de 15 años? Son ese tipo de situaciones las que te marcan en
el futuro.
Pero como digo en el título de este capítulo, al paso del tiempo empezamos a ver los defectos de esa
otra persona. La vemos poco a poco como es en realidad y no como la hemos idealizado. Y cuando esa
convivencia de unas cuantas horas se convierte en una convivencia de día a día, empezamos a descubrir
que ese motivo de nuestro afecto no es tan perfecto como nosotros pensábamos. Le encontramos
defectos en su figura (“no está tan buena como pensábamos ya encuerada”), vemos que no cocina tan
bien como al principio creíamos, e incluso nos damos cuenta de que nuestro deseo hacia ella se ve
disminuido con respecto a otras personas.
Cuando esos descubrimientos se dan con respecto a la intimidad en ocasiones es incluso peor. Los
hombres somos básicamente visuales. Respondemos a estímulos como el olor, el sonido, el tacto, el
gusto, la vista, pero de una manera amplificada por cien con respecto a las mujeres. De ahí que las
mujeres digan que ellas se basan en los sentimientos. ¡Error! Las mujeres también son visuales,

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auditivas, olfativas, táctiles, al igual que los hombres, pero en una menor proporción.
En la intimidad, a muchos de nosotros nos gusta escuchar a nuestra pareja gemir con nuestras caricias.
Nos encanta ver sus gestos, sentir como se derrite ante nuestro tacto. Y muchas mujeres tienen en sus
genes o en su pensamiento la idea de que el sexo es malo, que si hacen ruidos al hacer el amor nosotros
vamos a pensar mal de ellas. La mayor parte de los hombres, aunque nunca lo admitan, NUNCA
PENSAREMOS ESO. Nos agrada porque nos hace sentir que somos mejores amantes de lo que en
realidad somos. Pero cuando una mujer no hace ruidos, está viendo si hay que pintar el techo mientras
nosotros sacamos lo mejor de nuestro repertorio y empieza a pensar que sus uñas ya necesitan una
nueva capa de esmalte, la verdad es que nosotros lo percibimos. Puede pasar una vez, dos, tal vez tres,
pero cuando se hace recurrente nosotros perdemos el interés. Finalmente lo haremos porque nos
encanta eyacular, pero no porque de verdad nos motive esa persona.
Llegar al punto de pensar ¿me falta algo en esta relación? es llegar a un momento en que tenemos que
hablar con nuestra pareja. Hay que quitarse el miedo y ver a esa persona como lo que es: como una
persona de carne y hueso y no solamente un receptáculo de nuestro semen. Hay que decirle lo que nos
gusta y lo que no nos gusta y estar abiertos a la crítica. No somos los mejores amantes del mundo.
Habrá cosas que nosotros le hacemos que no le gusten y que tal vez las hace o las recibe “por cumplir”.
Grave error en una relación. No estamos para cumplir por cumplir. El sexo en pareja debe de ser algo
hermoso, libre de tabúes, de cadenas. Como decía mi sabio abuelo: “Afuera tranquilitos, pero en la
recámara, párense de cabeza si así lo quieren.”
Mujeres, no crean que todo lo que hacen lo hacen bien. No quiero sonar machista, pero en mi
experiencia tuve una amiga que creía que ella hacía el mejor sexo oral del mundo. Ella así lo sentía,
pero en la realidad, mientras que no jugara con mi glande era increíble, pero en el momento en que
empezada a morder, lamer o succionar mi glande lo hacía con descuido, casi con coraje, al grado de
que en una ocasión me llegó a sacar heridas que tardaron una semana en cicatrizar. Estén abiertas a la
crítica. NO LO SABEN TODO. Lo que a un hombre le gusta no necesariamente le gustará a otro, de la
misma manera que no todo lo que les hacemos les tiene que gustar.
Hablar con tu pareja sobre lo que le gusta o no es una buena manera de evitar llegar a esa parte.
Muchas parejas lo hacen. En la mayoría de los casos se puede solucionar buscando alternativas, pero en
otros casos no las hay y depende del criterio de cada quien para aceptar que habrá cosas que tu pareja
no quiere y tu sí.
En mi experiencia disfruto muchísimo de hacerle sexo anal a mi pareja, lamentablemente no muchas
mujeres lo disfrutan. Descubrí esa práctica siendo joven y la persona que me lo mostró me permitió ser
su compañero sexual por mucho tiempo; y en cada vez que lo hacíamos, invariablemente teníamos sexo
anal. Yo lo vi (y lo sigo viendo) como algo natural, no como algo cochino o pecaminoso.

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Lamentablemente mi ex esposa no lo veía así. Ella pensaba que el sexo anal era algo malo ya que la
Biblia lo prohíbe explícitamente. Al proponerle tener sexo anal siempre me encontré con una pared. Yo
lo disfrutaba mucho antes de que ella llegara a mi vida y por mucho tiempo pensé que podía tener sexo
sin coito anal. Al paso del tiempo me di cuenta de que era una práctica que verdaderamente disfrutaba
mucho, pero ella seguía sin querer y de hecho nunca quiso.
En este punto me puse a pensar: ¿me falta algo? Sí. No tengo sexo anal en mi relación debido a que mi
esposa no quiere porque no le gusta. Llegué a poner en la balanza eso y por mucho tiempo pude vivir
sin sexo anal, hasta que invariablemente la necesidad de vivir las sensaciones que solo se consiguen
cuando insertas tu pene en el orto de una mujer me llevaron a tener relaciones extramaritales con una
chica que sí gustaba del sexo anal.
¿La verdad? Hay que analizar si algo nos falta. Si tiene solución y tu pareja está dispuesta a probar es
algo muy bueno. Si mi ex mujer hubiera al menos intentado el sexo anal hasta su culminación y
después de ello me hubiera dicho “lo hicimos, pero no me gusta”, les aseguro que ahí hubieran quedado
muchas cosas y no hubiera buscado a alguien que sí estuviera dispuesta a dármelo, pero desde el
momento que se cerró mental y físicamente a esta posibilidad se sembró la semilla de la duda, de las
ganas reprimidas, hasta que estas germinaron y crecieron, hasta que las cultivé con alguien más.
Recomendación: Estén dispuesto(a)s a experimentar cosas nuevas. No teman al qué dirán. Al fin del
día solo están ustedes y su pareja.

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3 – Estoy aburrido(a)

Casi siempre esta es la causa primordial del engaño masculino. Al paso del tiempo las relaciones
sexuales se vuelven rutinarias. Se cae en la monotonía. Se llega lamentablemente a seguir una
coreografía ensayada tantas y tantas veces que se sigue cada paso con presteza y seguridad
cronométrica.
En mi experiencia cuando la pareja llega al punto en que se tiene relaciones sexuales una o dos veces
por semana, se empieza de una manera, se siguen varios pasos y se termina igual HAY UN SERIO
PROBLEMA. Mi ex esposa así era. Desde nuestra primera relación sexual como esposos hasta la
última vez que lo hicimos siempre fue una coreografía. Teníamos que empezar de la misma manera: yo
trabajándola hasta que ella se humedecía lo suficiente para permitir la penetración, y esto me llevaba de
quince a veinte minutos; luego ella me tocaba un rato, raramente me hacía sexo oral, por al menos
cinco minutos y finalmente la penetraba, en una o dos posiciones ya establecidas hasta que finalmente
yo eyaculaba. En ocasiones yo tenía que durar más de veinte minutos en la misma posición hasta que
ella llegaba (o no) al orgasmo, hasta que finalmente yo terminaba. Imagínense tres veces a la semana de
esto por espacio de catorce años.

No hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo aguante.

Ciertamente esa situación no podía durar más. Lo hablé con ella y no funcionó. Le pedí que me hiciera
más sexo oral dado que a mi me encanta y su contestación fue que como a ella no le gustaba, tenía que
ponerla “al cien” para que ella se animara a hacérmelo. ¡Hágame usted el cabrón favor! Yo sí tenía que
hacerle sexo oral, usar mis dedos, mis manos, todo para que ella pudiera terminar y ella no estaba
dispuesta a hacer algo que a mi me gusta, a menos que fuera navidad o mi cumpleaños.
Al caer en esta monotonía y, como comenté en el apartado anterior, al carecer de algo que me gusta se
llega a una combinación explosiva que dará como resultado en el 97% de los casos de una situación de
adulterio. Los hombres salimos a buscar aquello que nos gusta y que no nos dan.
Esto me recuerda una plática que tuve con mi amiga quien ejemplificaba esto con una plática entre dos

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recién casados:
El primer día de casados le dice la esposa al esposo:

- ¿Qué quieres que te haga de comer? ¿Quieres unos frijolitos refritos?

-Sí, responde el esposo.

Al día siguiente le dice la esposa:

- Hoy te voy a hacer de comer frijoles negros, mi amor.

Al tercer día le dice:

- Hoy te voy a dar de comer unos frijoles charros, mi vida.

Al cuarto día le dice:

- Hoy preparé frijoles bayos con caldo, mi amor.

Al quinto día el esposo le dice a la esposa:

- Amor, no chingues. ¿Me puedes preparar un arroz, por favor?

Este chiste o anécdota ejemplifica claramente lo que sucede en la intimidad de una pareja que ha caído
en la monotonía. Siempre lo mismo, lo mismo, lo mismo, hasta que una parte buscará algo que cambie
el sabor. En el chiste el esposo tiene la delicadeza de solicitar un cambio en el menú, pero en la vida
real lo más probable es que el esposo salga a un restaurante, pida su arroz, se lo coma y luego vaya a
casa a comer de nuevo frijoles.
Esta alegoría sexual simplemente nos remite a un hecho consumado: Los hombres nos aburrimos
primero que las mujeres. Y aunque ellas también se aburran NO LO DIRÁN, porque están
condicionadas mentalmente por la sociedad y la religión para que no se quejen, ya que es la cruz que
les ha tocado llevar.
Hombres: Si su pareja está dispuesta a hacer cambios en el menú, ustedes también estén dispuestos a
modificar sus conductas si se los solicitan. Estas abiertos a la crítica es bueno en la relación. Lo he
dicho con anterioridad y lo seguiré diciendo: NO SOMOS LOS MEJORES AMANTES DEL
MUNDO. Y no hay necesidad de serlo, basta con ser el mejor amante para nuestra pareja, de la misma
manera que nuestra pareja debe de ser la mejor amante para nosotros.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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Esto lleva tiempo. Son pocas las parejas que desde el principio se acoplan de la mejor manera. Con el
paso de los años aparentemente las mujeres están más abiertas mental, espiritual y físicamente en
cuestiones de sexo, pero la gran mayoría se encuentra atada a sus tabúes mentales y religiosos. La
masificación de la Internet ha permitido que en cuestión de minutos y en la total privacidad de nuestros
hogares podamos acceder a tratados serios sobre sexualidad, y también a muchos contenidos que
pueden enriquecer nuestras habilidades y experiencias, pero se requiere sobre todo tener apertura a ello.
Con mi ex pareja no podíamos tocar esos temas dado que la religión (¡Otra vez la burra al trigo!) lo
prohíbe. Cada vez que trataba de hablar de eso había problemas, así que llegó el momento en que
decidí resignarme y ver que pasaba.
Recomendación: Antes de caer en el aburrimiento ambas partes deben de hablar lo que sucede, con un
ánimo de disposición al cambio. A veces no te gustará lo que te digan, pero debes de estar abierto a las
sugerencias, a los cambios. El aburrimiento sexual es causa de una constante repetición de lo mismo.
Cambien.

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4 – No me atraes igual

El tiempo es implacable y nada lo detiene. Pasa inexorablemente y deja estragos en las personas. Es
una constante tan clara como el número Pi o la fuerza de la gravedad. Por lo general los hombres somos
más consientes de ese paso del tiempo en nuestra pareja. La vemos con amor, pero también nos damos
cuenta de que ese cuerpo firme que tanto nos gustó a los veinte, ahora a los cuarenta muestra las
señales inequívocas del tiempo. Ahora tiene estrías, “pancita”, arrugas, los senos ya no están igual de
firmes que antes. Y con esos cambios físicos en nuestra pareja nuestro pensamiento solo se enfoca en
ellos.
Se dice que los hombres pasamos por varias etapas en nuestra vida y que periódicamente
experimentamos lo que se denomina “crisis de la edad”. En alguna ocasión un amigo me comentó que
esas crisis pasaban cada siete años. La verdad no los he contado, pero estoy seguro de haber pasado por
algunas de ellas.
Cuando empezamos a sentir el paso del tiempo, los hombres tendemos a realizar cambios en nuestra
persona. Ya sea que comencemos a ir al gimnasio a tratar de recuperar la figura de los veinte, nos
cortemos el pelo radicalmente, cambiemos la camioneta van por un deportivo o nos pintemos el pelo, lo
cierto es que también nosotros tememos al paso del tiempo. En los hombres es más notorio dado que no
somos asiduos visitantes del salón de belleza. En las mujeres es natural que al menos una vez por mes
pasen por las manos del o la estilista, que se pinten el pelo, se cambien el corte y se realicen sus
manicuras. Un hombre, generalmente no hará esas cosas.
Cuando hemos notado esas cosas en nuestra pareja se conjugan muchos factores que orillan al engaño.
Si con el paso del tiempo hemos caído en la monotonía y ahora vemos que ese cuerpo que antes era el
objeto de nuestro deseo ya no es tan apetitoso como antes, algo ocurre en nuestro interior: no queremos
vernos así.
Además existe un factor externo que es digno de ser considerado. A las mujeres jóvenes les atraen los
hombres mayores. Actualmente, al momento de escribir esto tengo cuarenta y tres años cumplidos.
Tengo alumnas en la Universidad donde imparto clases que tienen la mitad de mi edad y en ocasiones
menos y, aún cuando muchas de ellas tienen novio, noto perfectamente cuando alguna de ellas me
coquetea. Bien podría ser su padre y sin embargo ellas se sienten atraídas hacia mi persona. ¿Que puede
ser? ¿La figura de autoridad? ¿La ilusión de que al ser mayor tengo experiencia? Todo y nada a la vez.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
Dr Alan Josefo Nalvera

No hay nada más difícil de entender que la mente de una mujer. Esto también es una constante
universal. Tu puedes presumir de que conoces a la perfección a tu pareja, y sin embargo habrá veces en
que ella se enoje sin motivo aparente y tu te quedes con cara de “¿y ahora qué carajos hice?”. Le darás
vuelta al asunto una y otra vez y llegarás a la conclusión de que no tienes ni la más remota idea de que
pasó.
Además, las mujeres jóvenes tienen toda una vida por delante para aprender y que mejor maestro que
alguien que les saca al menos diez o quince años de edad.
Por otro lado, tu pareja tiene casi tu misma edad o en ocasiones es mayor que tu. Se conocen y tu estás
seguro de que ya tiene achaques propios de la edad. Las piernas ya no tienen esa flexibilidad que te
encantaba, ya no pueden hacer las mismas posiciones en el sexo que antes disfrutaban. Y por si no
fuera poco, la mayoría de las mujeres son mujeres de hogar, que trabajan en una empresa y llegan a la
casa a hacer otro trabajo no remunerado y muy ingrato, el de ser amas de casa. La suma de todas sus
actividades les pasa factura. Por cuestiones genéticas los hombres somos más fuertes para muchas
cosas y por eso nuestro nivel de fortaleza física y mental puede ser mucho mayor que el de ellas. Y no
quiero sonar machista, pero en una sociedad como la nuestra, los hombres llevamos la marca de ser los
proveedores por excelencia, aún cuando sea la mujer la que trabaja más.
La verdad es que en esta situación en la que ya no te encuentras sexualmente atraído por tu pareja, la
culpa la tienen las mujeres. Muchas dan por sentado que al haber estado al lado de ese hombre por
tantos años es obligación de él el quererlas, amarlas y desearlas igual que antes. Recuerden al principio
de su relación como se arreglaban para verlo. Salían a dar un paseo, al cine o a bailar convertidas en las
mujeres más hermosas de la creación. Al paso de los años dejan de hacerlo, ya sea por depresión, falta
de tiempo o simplemente porque no les da la gana arreglarse. Y lo cierto es que un envase atractivo
vende.
Las empresas de mercadotecnia lo saben bien. Cuando un producto deja de vender lo que antes vendía
es porque ya no resulta atractivo al consumidor, aún cuando siga con ese excelente sabor de siempre.
Para evitar perder su cuota de mercado le cambian la presentación, el envase, los colores e incluso el
nombre. Le dan una amplia cobertura mediática en televisión a fin de recordarle a los consumidores
que están ahí, que siguen siendo el producto con el sabor increíble, y todo esto llega a la mente de las
personas que volverán a comprar el producto, solo porque ahora tiene nueva presentación.
Con las mujeres en una relación pasa lo mismo. Los hombres nos sentiremos altamente atraídos hacia
ellas si están vestidas de una manera que sea atractiva para nosotros. Si siempre vemos a nuestra pareja
de la misma manera llegaremos a cansarnos, a no desearla. Por el contrario, si nuestra pareja se
preocupa por vendernos la imagen deseable les aseguro que estaremos literalmente babeando por ella.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
Dr Alan Josefo Nalvera

Una mujer que se peina, se pinta, se viste (o se desviste) de una manera que nos guste, seguramente es
una mujer que no será engañada por su pareja, porque se preocupa por vender esa imagen a su público.
No den por sentado que al ser su pareja nos van a gustar eternamente. Las podemos amar por toda la
vida y más allá, pero podemos terminar por olvidar la atracción física.
Otra de las razones que implican cambios en nuestros gustos tiene que ver con la higiene. A muchas
mujeres les encanta que el hombre baje hacia su sexo y lo explore con la lengua y los labios. A muchos
de nosotros nos encanta hacerlo, pero no hay nada más desagradable que bajar “por los chescos” y
notar un aroma mezcla de mercado de mariscos y sopa rancia. Por el contrario, cuando nos dirigimos
hacia esa parte y nos envuelve un aroma dulzón, mezcla de la mujer con algún perfumito es altamente
efectivo para que nuestro amiguito se ponga mucho más duro que de costumbre.
Al principio de una relación muchas mujeres tienen mucho cuidado con esa parte. Recuerdo que una
novia que tuve se ponía unas gotas de perfume de la siguiente manera, y a mi me encantaba verla
hacerlo: “una gota en el cuello por si me besa, una gota en los senos por si me abraza y una gota en el
bajo vientre por si se pasa.” Tocar el sexo femenino y que nos llegue un aroma delicioso a perfume es
algo increíble, no lo olviden. Son esos detalles los que nos mantienen fieles. ¿Para qué buscar a alguien
más que a lo mejor le apesta a camarón crudo, cuando a mi mujer le huele tan rico?
Si notan cambios en su aroma, por favor vayan al médico. Las mujeres se pueden infectar con casi
cualquier cosa: el roce de la ropa interior, un dedo sucio, una mota de polvo, etc. Consulten a su
ginecólogo. También pueden usar en el baño un shampoo íntimo vaginal. Los hay en cualquier
farmacia o centro comercial y la mayoría tienen un olor muy agradable que, mezclado con el de
ustedes, nos puede volver locos. Como hombre en ocasiones he usado el de mi mujer al bañarme y
lavarme el pene y a ella le gusta mucho como huele esa parte mía, así.
Pero no crean que esto se aplica solo a las mujeres. Si bien el título de este libro es “¿Por qué los
hombres engañan a las mujeres?”, la mayoría de las causas que aquí menciono también se aplican a los
hombres. Estamos embebidos por una cultura altamente machista y creemos que somos los
merecedores de la creación. Después de todo, Dios creó a la mujer a partir de una costilla de Adán, ¿o
no? Error. Nosotros también somos causa de mucho sufrimiento, señores. No olvidemos que cuando
andábamos de novios nos arreglábamos igual de bien para ir a ver a nuestra novia, nos poníamos
loción, nos bañábamos, etc. Al igual que las mujeres NOSOTROS PODEMOS CAER EN EL ERROR
de no arreglarnos y vestirnos para ellas.
Hombres, no se aplatanen, como diría mi padre. Cuiden a sus parejas siendo caballeros, amables,
guapos. Vístanse bien. No se tiene que andar todos los días con traje y esmóking para vernos guapos.
El afeitado, el cuidado de la imagen personal es 80% responsabilidad del hombre cuando vive en
pareja. El otro 20% es parte del trabajo (y no siempre) de la mujer. A los hombres nos gusta que la

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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mujer nos cuide la ropa, que nos zurza la bastilla, que nos planche la camisa, pero es nuestra
responsabilidad usarlas adecuadamente.
Hombres, cuiden su higiene. Para una mujer no hay cosa más desagradable que “bajar por los chescos”
y que el objeto de su atención huela rancio y tenga el sabor de un queso amargo francés. Una buena
lavadita antes del sexo es cosa que se agradece. Tómense el tiempo para lavarse adecuadamente,
lávense los dientes, péinense, cepíllense, etc.
Recomendación: Mujeres, por favor cuídense. Sean detallistas con su imagen. Nos encantan, pero si
vemos que otra mujer, ya sea más joven o vieja, nos hace “ojitos” y se ve mejor que ustedes, y esto es
recurrente, lo más probable es que tarde o temprano intentemos hacerle caso. Cuídense y cuídennos.

5 – Quiero algo diferente

Así como hablamos de la monotonía anteriormente, los hombres somos totalmente sensitivos desde el
punto de vista en que utilizamos más nuestros sentidos en una relación sexual. Ya lo comenté con
anterioridad, nos gusta ver, oír, sentir, lamer, tocar, etc. Por lo mismo, muchos de nosotros disfrutamos
enormemente de la pornografía. Admitámoslo señores: nos encanta el porno. Con la llegada masiva de
la Internet se hizo mucho más fácil acceder a contenidos a los que antes solo podíamos llegar en el
kiosko de revistas comprando la Playboy del mes. En mi juventud teníamos que comprar la revista a
escondidas porque se consideraba un tabú que alguien leyera esas revistas. Cuando alguno de mis
amigos conseguía una Playboy era porque se la había robado a su papá o a su hermano mayor, quien a
su vez se la había robado a alguien más. Y para poder verla nos reuníamos en secreto, admirando
aquellos cuerpos perfectos, tan hermosamente retratados en posiciones sensuales, pero siempre sin
mostrar más que “el triangulito”.
Con el paso de los años vimos la evolución del desnudo y los cambios en la belleza. Las modelos de
Playboy de los años 80's mostraban un pubis con una alta concentración de vello púbico, mientras que
en los 90's asistimos a una poda sistemática de ese hermoso adorno femenino, hasta que al llegar al

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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nuevo milenio, la deforestación fue total. La mayoría nos adaptamos al cambio, pero aún existen
hombres chapados a la antigua que prefieren un pubis cubierto hasta el tope a uno totalmente razurado.
Por mi parte prefiero un término medio, mas de los 90's, aunque no le hago el feo a un coñito sea como
sea.
Aún cuando algunos estudios recientes de revistas como Maxim, Playboy u otras han determinado que
las mujeres poco a poco se van liberando en cuestión de sexo, también es cierto que la mayoría no
disfruta de las cosas visuales como nosotros. Ellas prefieren que en cuestión de sexo seamos nosotros
quienes nos tomemos el tiempo para prepararlas, que recorramos sus cuerpos lentamente, que
juguemos con su sexo y nos demos el chance de lamer sus senos y pezones. Un cuerpo bien tratado es
un cuerpo receptivo. Pero no abusen mujeres. A nosotros nos encantan sus cuerpos, no solo su vagina,
pero tampoco estamos dispuestos a pasar veinte o cuarenta minutos recorriéndolas o lamiéndolas
mientras que nos quedamos sin nada de nada. La lívido se apaga si no se alimenta adecuadamente. Por
esta razón muchos de nosotros ponemos alguna película porno.
Internet se ha convertido en un bastión enorme en cuestión de sexo. En los albores de la Internet
comercial, descargar vídeos o verlos en línea era un trabajo que solamente Hércules podía realizar. Las
conexiones eran terriblemente lentas, por lo que el contrabando en disquetes era el de cada día. Con la
llegada de las conexiones de banda ancha y su masificación los vídeos ya no eran tan pobres y lentos.
Descargar un vídeo ahora es tan sencillo como buscar una página en la web que se encargue de eso o
instalar un pequeño programita que lo haga por nosotros. Además, las páginas que antes nos cobraban
por ello ahora regalan los vídeos. Sitios como xvideos.com, redtube.com o xhamster.com nos proveen
de buenos contenidos 100% pornográficos. Ya no vemos solamente los desnudos artísticos de las chicas
de Playboy, sino que ahora podemos verlas en acción en todas las posiciones y situaciones posibles.
Los hombres tenemos fantasías recurrentes. Muchas de esas fantasías aparecen en los vídeos que se
encuentran en esos sitios. Tríos, orgías, cuartetos, intercambio de pareja, uno-a-uno, gang bang, etc. La
lista sigue y sigue. Lamentablemente muchos hombres no se sienten cómodos al expresar su sexualidad
a sus parejas y por eso buscan en otras mujeres lo que su pareja no puede darles. Mi caso fue así. Mi ex
esposa no gustaba de compartir una película porno a mi lado y menos hablar de un trío o un
intercambio. Busqué mujeres dispuestas a hacerlo por la sencilla razón de que a mí me gustan los tríos.
Cuando encontraba alguna que me hacía compañía a esas reuniones me dedicaba a disfrutar el
momento.
Con el paso del tiempo llegué a la conclusión de que mientras que mi esposa no quisiera algo así, yo no
le volvería a sugerir esto. Situaciones tan sencillas como pedirle que se pusiera un liguero negro con
encajes para mi causaban problemas. “¡No soy una puta!” me llegó a decir. Y yo pienso que sí debería
de serlo. Debería de ser MI puta.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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Existe un dicho que habla más o menos de esto:


“Una buena vieja debe de ser buena pal metate y mejor pal petate”
Que traducido a nuestra lengua moderna quiere decir:
“Una buena esposa es buena para la cocina y excelente para la cogida”
Una verdadera puta es aquella mujer que está dispuesta a complacer a su pareja en todo lo que se le
pide siempre y cuando no vulnera su integridad física. Realizar una práctica de sexo anal puede resultar
difícil, pero si estás dispuesta a dejarte penetrar al menos por una vez por ese orificio verás que las
cosas pueden resultar diferentes. Si tu esposo te pide sexo anal puedes intentarlo. Después verás si te
gustó o no y decidirás si quieres volver a hacerlo, pero mientras te niegues constantemente a algo, lo
único que vas a lograr es que tu esposo o pareja te sea infiel. Si al menos le das una vez lo que te pide,
ten por seguro que se lo pensará dos veces antes de engañarte.
En un capítulo de la serie House MD, una pareja de esposos es tratada por House y su equipo. Ellos
averiguan que son lo que se denomina “un matrimonio abierto”. La doctora Cameron les dice a sus
compañeros Chase y Foreman que ella no encuentra malo un trío cada siete años si ambos están de
acuerdo. Yo coincido con esa afirmación. Conozco parejas que practican tríos cada semana, casi
religiosamente. Allá ellos. Con mi pareja los hemos practicado como una manera de darle un poco más
de sabor a nuestra relación. Como ambos decimos, tenemos un pastel muy sabroso, pero hace falta a
veces ponerle una cereza.
A fin de evitar la monotonía muchas parejas se convierten en matrimonios Swingers 4. Muchas mujeres
no están dispuestas a esto debido a que choca con sus creencias religiosas y morales. Piensan que si
están casados es obligación del hombre solamente tener ojos para ellas. Hasta cierto punto tienen razón,
pero recuerden que los ojos tienen que ser alimentados. Ver siempre lo mismo, cansa. Ya lo dijimos en
el capítulo anterior.
Otras mujeres,como mi ex esposa, piensan que la sexualidad es algo muy propio y consideran que ver
pornografía es invadir la privacidad de los demás. Cada quien su pensamiento. Personalmente no tengo
problemas con “invadir” la privacidad de Sylvia Saint 5 o Stoya6 de vez en cuando. A fin de cuentas es
su trabajo.
Decíamos desde un principio que una puta es una mujer pública. Y decíamos que ejercen el oficio más
antiguo del mundo. Esto es cierto, y los hombres recurrimos de vez en cuando a sus servicios por una

4 Swingers. Matrimonios o parejas que gustan de vivir su sexualidad sin tabúes. Pueden realizar intercambios de parejas o
incluir a un tercero en su relación. Fuente Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Swinger
5 https://es.wikipedia.org/wiki/Silvia_Saint
6 https://es.wikipedia.org/wiki/Stoya

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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simple razón: Una verdadera puta está dispuesta a complacer al hombre en lo que se le pida. Muchas
veces solamente nos escuchan, otras veces nos hacen sexo oral porque es lo que queremos, sexo anal
porque es lo que pedimos, etc. Sabemos que ir con una “puta” es garantía de que tendremos lo que
queremos porque lo estamos pagando. Habrá lencería, comportamiento sumiso o agresivo de acuerdo a
lo que queramos, la “puta” nos hará lo que queramos, etc.
Para aquellas esposas/novias que no entiendan esto les digo: ¡Aplíquense! Investiguen que es lo qué le
gusta a su pareja y dénselo. Si lo limitan se exponen a los cuernos. Si se olvidan que deben de ser todas
unas putas en la cama, no se extrañen cuando su pareja se busque una verdadera puta que le dé lo que
desea.
El lenguaje sucio, el comportamiento lascivo, el sexo duro, son cosas que las mujeres por regla general
evitan. Sin embargo las vemos en la calle hablando como carretoneros, compitiendo con los hombres a
ver cuál de los dos dice más groserías por minuto. Las vemos en las discotecas y antros embriagándose
en franca competición con el género masculino. Y cuando te las llevas a la cama descubres que son
totalmente diferentes. Son sumisas hasta el hartazgo, son calladas y en ocasiones frígidas. ¿Será un
comportamiento para compensar otra cosa? No lo sé. Yo soy de la idea que no hay mujeres frígidas
vaginalmente, sino mentalmente. Miedo a lo nuevo, miedo a experimentar.
Recomendación: ¡Quítense la maldita venda de los ojos! Queremos una puta en nuestra cama.
Queremos ver porno. Queremos verlas en lencería que más tarde les quitaremos. Nos encantan los
ligueros y tangas. Queremos sentirnos que somos los mejores amantes porque complacemos a nuestra
puta. ¡QUEREMOS UNA PUTA!

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6 – Quiero “recordar”

Todos los hombres en algún momento de nuestras vidas hemos tenido sexo con alguien que nos
gustaba. Puede haber sido una mujer casada que quería una aventura contigo porque estabas guapo y en
la flor de la juventud, o bien, una amiguita de esas que te quitan las ganas cuando andas caliente; o
bien, aquella novia tan sabrosa que tuviste en la universidad y con quien cogías riquísimo; e incluso,
aquella chava que te gustaba pero que nunca quiso contigo y ahora que estás más viejo y más
experimentado (y ella por consiguiente está más buena que cuando tenía 18 años), ahora sí quiere
contigo.
Así mismo, recordemos que este mundo no es más que una gran rueda que gira y gira, e
invariablemente alguna vez nos podremos encontrar con esa persona más adelante. Y es natural que
recuerdes aquellas noches de pasión cuando no estaba su esposo, o cómo cogían como conejitos cuando
ambos tenían 19 años.
Recordemos que los hombres somos visuales y, por lo tanto, si tenemos recuerdos muy buenos de esas
experiencias, se puede considerar hasta cierto punto normal el querer repetirlas. Pero recuerda que
ahora ya no eres solo, ahora tienes responsabilidades hacia otra persona, tienes un respeto que brindarle
y, sin embargo, si te las ponen enfrente, pues las tomas.
Puede que éste sea el motivo más común, ya que el noventa por ciento de los adulterios se cometen con
alguien conocido, de alguna manera. Puede ser, como dije antes, aquella compañera de la prepa que
estaba buenísima y que tanto te gustaba, o aquella compañera del trabajo que estuvo contigo hace diez
años y que todos los días la veías llegar a la oficina con su minifalda, enseñando aquél par de piernas
de campeonato, o bien, aquella prima de tu novia (ahora tu esposa) que se pasaba de buena y que en su
momento no le tiraste el can por “respetar a tu pareja”.
¡Cuantos de nuestros amigos nos han dicho en una noche de peda: “wey, me cogí a mi ex”! ¿Será
porque la extrañaban a ella o a como se movía en la cama? Recordemos que las relaciones terminan por
un sin fin de motivos, sin que por ello, cuando tenías intimidad con esa “ex” te la pasabas muy bien.
Bueno, ahora ¿por qué haría la excepción si me la puedo tirar de nuevo?
Hollywood se ha encargado de mostrarnos muchos ejemplos de relaciones sexuales entre “exes” en

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muchas de sus películas. Películas como Major Leagues7 con Tom Berenger y Rene Russo nos muestra
como ella tiene sexo extramarital o al menos previo a un compromiso matrimonial con su ex, solo
porque se acuerdan de lo buenos que eran en eso sin que sientan el menor remordimiento por ello.
¿Por qué, si Tom Berenger se cogió a su ex, yo no pueda hacer lo mismo? Recordemos que el adúltero
no piensa que está obrando mal la mayor parte de las veces - al contrario, él no hace nada malo -, así
que en su pensamiento no hay nadie a quien pueda dañar. Total, será cosa de una sola vez, “por los
viejos tiempos”, o de dos, tal vez tres… y cuando se da cuenta ya tiene una relación semiformal con esa
persona.
No, no nos engañemos. En este tipo de adulterios se trata solamente de calenturas. Lo más malo sucede
cuando se salen de control. Solo que el adúltero se comporta como dijera el gran Eulalio González
“Piporro” en el corrido del Ojo de Vidrio: Ojos que no ven, corazón que no siente.

7 “Ligas mayores” (1989) IMDB

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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Segunda parte. La parte emocional.

Donde se describen las causas qué,


a mi modo de ver, influyen a un nivel
sentimental en el adulterio.

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1 – Los hombres también tienen sentimientos

Cuantas veces he escuchado en mi vida “Todos los hombres son iguales”. Si me dieran un centavo por
cada vez que he escuchado eso en mi vida, no digo que ya sería millonario, pero sí que al menos tendría
en el banco una buena cantidad. Las mujeres piensan que los hombres somos seres de instintos sin
sentimientos. Lamentablemente tengo que decirles, señoras y señoritas, que se equivocan
rotundamente.
No porque una buena parte de nuestro género sean cavernícolas dispuestos solamente a satisfacerse
significa que todos los hombres somos así. Un estudio de la revista Maxim demostró que dos de cada
tres hombres tratan de complacer a sus mujeres en todo, no solo en lo sexual, y que el otro tercio
restante son lo que denominamos comúnmente “machos”. Los machos solo piensan en ellos, esa es la
realidad. Les gusta tener a sus mujeres agazapadas mientras que él ordena y decide sobre vidas y
haciendas. Y no se debe pensar que el machismo solo se encuentra en las clases bajas de la sociedad.
No. Está bastante presente en todas las clases y culturas de nuestro planeta.
Un verdadero macho solo siente placer cuando humilla a su pareja. Obtiene toda clase de satisfacciones
al mantener bajo su bota a su pareja, siendo esto incorrecto. Un hombre puede ser macho sin ser
machista. Un macho es aquel líder de la manada, pero que no abusa de su posición de autoridad. Un
macho de verdad, pelo en pecho, gorila espalda plateada hace lo mejor para su pareja. Eso es un macho
de verdad. Los demás son solo “machitos”.
Pero volviendo al tema en cuestión. Se nos ha catalogado de insensibles. Nada más lejos de la realidad.
Aún cuando lo duden, hasta el machito más machito tiene sentimientos. A lo mejor todos alejados de la
realidad, pero sentimientos al fin.
Mil veces también he escuchado: “Es que tu no entiendes como me siento.” Aunque lo duden, también
podemos ponernos en sus zapatos, pero raramente ustedes, mujeres, se ponen en los nuestros. Por regla
general los hombres debemos de ser fuertes, no demostrar debilidad, mucho menos llorar. Aún peor es
poder expresar lo que realmente estamos sintiendo. Además, aunque tampoco lo crean, a la mayoría no
nos gusta aprovecharnos de la situación. A veces, como pareja, nuestra compañera presta su cuerpo
después de una pelea o una situación, y se molesta cuando le decimos “no tengo ganas”. No es que uno

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no sienta ganas de tener sexo, lo que pasa es que la parte emocional del hombre se reciente. Al menos
en mi caso así es. No me gusta abusar de una situación. Me siento utilizado. Que mi pareja me cumpla
por cumplir es lo peor que me puede hacer. Una relación sexual debe de ser entrega de ambas partes, de
la manera que sea. Un hombre también se entrega en el acto sexual. No solo entrega su semen, también
entrega su corazón, sus caricias, su intimidad. ¿Creen que nos gusta que todo el mundo nos vea
encuerados? No.
Por lo tanto, cuando en una relación nuestros sentimientos son apabullados por otras cosas, será normal
que busquemos un hombro en el cual recargarnos, si no llorar. Y en ocasiones, ese hombro se
transforma en un par de nalgas que también nos sirven para descargar todo lo que traemos. Esa es la
verdad.
Si tu pareja empieza a tratarte como algo más de la casa, como un mueble que, a diferencia del sillón de
la sala, respira y se mueve, pero mueble al fin, existe un serio problema en la relación. La otra parte
buscará esas salidas que le impidan sentirse en una cárcel. No todas las cárceles tienen barrotes. Las
hay de oro y de granito. Las peores cárceles no son las que integran el sistema penitenciario de un país,
sino las que se general al interior del hogar.
Mujeres, recuerden que nosotros somos seres de carne y hueso al igual que ustedes. Que cuando nos
tratan mal, también lo sentimos. Que cuando nos tratan con el látigo de su desprecio, también
reaccionamos. No nos gusta sentirnos usados tanto como a ustedes. Nos gusta sentirnos apoyados,
queridos, “apapachados”, tanto como a ustedes.
Cuando una mujer te dice “no pasa nada” es señal de que pasa algo. No abusen de nuestra capacidad de
entendimiento. No existe un hombre vivo (e incluso muerto) que pueda decir que comprende a las
mujeres. Vamos, ¡si ni ustedes mismas se entienden! ¿Cómo esperan que podamos comprender todo lo
que pasa en su interior, si no hablan? No somos adivinos ni tenemos el traductor universal de
pensamientos. Por favor, bájense un poco a nuestro nivel. Nosotros solo usamos un hemisferio cerebral
a la vez, ustedes usan los dos. Pónganse a pensar que, a pesar de nuestras limitaciones estamos ahí para
ustedes.
Nos gustan y las deseamos, pero no nos hagan a un lado con sus “emociones inentendibles”. La verdad
no sé si exista esa palabra pero creo que es la qué mejor explica la situación.
Recomendación: No nos hagan lo que no quieran que les hagamos. No nos hagan a un lado, porque las
podemos hacer a un lado. No nos traten como mierda porque nos volvemos mierda. Cuídennos que
nosotros las cuidaremos.

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2 – No eres tu, soy yo

Esa maldita frase suena y el hombre que la recibe se siente totalmente hecho un soberano y redoblado
pendejo. En los pleitos de pareja, cuando la mujer ya no quiere pelear, pero tampoco se quiere quedar
sin decir la última palabra suelta esas cinco palabritas que taladran hasta la médula a su contraparte.
“No eres tu, soy yo.” ¿Que carajos significa? ¿Que hay algo que no tenemos pero ellas sí? En la parte
emocional del hombre, el que te digan eso equivale a “hazte a la chingada, que al cabo que no
entiendes ni madres.”
Las mujeres tienen la mala maña de pensar que ellas son el depositario del arcano conocimiento de la
psique humana. Si no es así, díganme por qué hay tantas Psicólogas y menos Psicólogos.
La realidad de las cosas es que un hombre empieza a sentirse cada vez menos atraído hacia su pareja
cuando empiezan a aparecer esas frases. Nos sentimos relegados a segundo plano, a buscar en otros
brazos el calor que no encontramos en los que habitualmente teníamos, dado que no somos nosotros,
son ellas.
Tengan mucho cuidado con esas palabras. Existen algunas que no deben ser dichas en una relación a
menos que estén dispuestas a soportar las consecuencias. Bien lo dice la tercera ley de Newton sobre el
movimiento: a cada fuerza de acción corresponde una fuerza de reacción igual y opuesta, o como
decía un ranchero que conocí hace tiempo “oséase pues que a cada chingadazo corresponde otro
igualito y más fuerte”.
Hace tiempo también tuve la fortuna de conocer a una mujer, durante la época en que yo mismo
engañaba a mi ex esposa por las razones anteriormente expuestas. Ella fue mi amante por espacio de
unos seis meses hasta que un buen día me dijo que ya no quería nada más conmigo. Cuando le pregunté
que qué era lo que pasaba ella me contestó con esas malditas cinco frases, y yo quedé en la calle,
despidiéndome pero hecho un total y absoluto pendejo. Al paso de los años llegué a una conclusión
muy importante: ella ya no quería nada conmigo porque había empezado a enamorarse de mi, y yo no
podía ofrecerle nada en serio, además de ser mi amante. Cuando han pasado los años y de pronto te
encuentras con esas cinco palabras, lo mejor que puedes hacer es darte un tiempo para asimilarlas y
encontrar la causa subsecuente a ellas. En mi caso me tomó varios meses a partir de esa separación,
hasta que entendí señales, miradas, comentarios y, sumando dos más dos llegué a esa conclusión.

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Lamentablemente no todos los hombres tienen la capacidad analítica de otros, por lo que en la mayoría
de los casos se quedarán como hemos citado anteriormente, hechos unos totales y absolutos pendejos.
Volviendo un poco al texto anterior, decíamos que no hagan a otros lo que no quieran que les hagan. Yo
les digo: imagínense por un momento en que nosotros les salimos con la embajada esa de “no eres tu,
soy yo.” ¿Como reaccionarían? ¿Se quedarían calladas o buscarían la solución? Por desgracia no somos
así, ni son así. Muy raramente un hombre, del sexo masculino, macho alfa, pelo en pecho, gorila
espalda plateada y león de melena negra les dirá algo tan mezquino y chaparro como “no eres tu, soy
yo.” Nosotros simplemente las mandaremos a la chingada, ya sea por desprecio, coraje o simplemente
ganas de chingar. No es nuestro estilo. Y les aseguro que no les gustaría nadita de nada sentirse así.
Recomendación: Mujeres, por favor dígannos las cosas. Aunque nos duela, por favor no nos hagan a
un lado, so pena de buscar esa explicación en otros labios, digo, lados.

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3 – En realidad no sé qué quiero

Admitámoslo. A veces los hombres no sabemos lo que queremos. Y si no sabemos lo que queremos,
¿cómo vamos a valorar lo que tenemos? Este argumento también se aplica a las mujeres. Tienen a un
hombre bueno, trabajador, detallista, amable, etc. y cuando pueden lo mandan a la chingada con sus
desprecios. Pues igual nos pasa a nosotros, solo que no las mandamos a la chingada, simplemente las
engañamos.
El desconocimiento de la otra parte es una de las causas más frecuentes de adulterio entre las parejas.
La falta de necesidad hacia esa otra persona hace que el otro se empiece a preguntar “¿Que diablos
hago aquí? ¿Sigo o me voy o me busco a otra?”
Si no tengo idea clara de qué es lo que quiero en mi relación, lo más seguro es que salga a buscar ese
complemento. Por otro lado, si aún con esa seguridad de quien es mi pareja sigo saliendo a buscar a
alguien más, no es que no sepa que quiero, es que sencillamente, como decimos en México, no tengo
madre.
Si tu pareja te da todo lo que necesitas, te cuida, te apapacha, te calienta la cama como te gusta, te hace
de desayunar tus chilaquiles con chilito y aún así andas de pito suelto saltando de cama en cama,
entonces ella no tiene el problema. Bueno, sí lo tiene, porque el problema eres tu.
Esta es la parte más difícil de decir en este libro, porque en realidad no tenemos manera de echarle la
culpa a las mujeres o a nuestra pareja, seamos heterosexuales u homosexuales. Quien engaña bajo esa
premisa no es solamente una mala pareja, es un poco hombre (o mujer en su caso).
Imagínate en esta situación: Tu eres todo para tu pareja, te desvives por ella, te la coges como le gusta,
la conscientes, la apapachas, le sobas sus pies en las noches, le cepillas el cabello, le planchas su ropa,
todo esto con amor del bueno, y de pronto te das cuenta de que ella te engaña, ¿cómo te sentirías? De la
mierda, ¿no?
Pues eso es, señores, justamente lo que sienten las mujeres ante estas acciones nuestras. En base a todo
lo que he comentado anteriormente, la mayoría de los casos pueden estar basados en la culpabilidad de
la otra parte, por descuido, por cabrona, por mala, por fea, por arisca, por todo, pero cuando ella
cumple al cien lo que te da y eso es lo que has buscado, no tienes perdón si la engañas.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
Dr Alan Josefo Nalvera

Si ya lo hiciste, es probable que tu pareja te llegue a perdonar. Pero no nos hagamos tarugos, señores,
las mujeres perdonan, pero nunca olvidan. Y el día menos pensado te lo va a sacar a relucir, y una vez
que lo haga no habrá poder humano o divino que logre callarlas. A la menor provocación te sacará el
tema, será motivo de llanto, de reclamos, de desprecios. Y tu harás todo lo imposible porque eso se
vuelva a quedar en el olvido, obviamente, si te interesa esa relación. Si no te interesa, ni te desgastes ni
se desgasten. Más vale terminar y que digan aquí quedó que estar viviendo un infierno de esos. Pero,
por otro lado, si la relación vale la pena, si esa otra persona vale inmensamente la pena, entonces hay
que estar dispuestos a tragarnos nuestro orgullo y a soportar toda una eternidad de “ya no confío en ti.”
La confianza es algo que se gana muy difícilmente y se pierde muy fácilmente. Si engañaste a tu pareja
y ella te cayó en la movida, entonces afronta las consecuencias. Nadie engaña a nadie sin conocimiento
de causa. Que no me salgan con el dicho de “es que yo no sabía.” Desde el momento en que te
ofrecieron las nalgas y tu las aceptaste, debes estar preparado para cualquier situación. Como dice el
dicho, “no es hombre el que solo saca la serpiente del hoyo, sino el que la saca y la mata, porque el qué
huye solo consigue que le muerda el trasero, que es lo que va enseñando en la huida.”8
La realidad de las cosas es que cuando ya has caído en esta situación, ya sea porque tu mismo la
ocasionaste o te tocó vivirla, la relación se encuentra en un estado de deterioro muy lamentable. Puede
existir mucho amor entre ambos, y que todo sea como aquella canción ochentera de María Conchita
Alonso “una noche de copas, una noche loca”, pero la verdad es que duele del carajo. A mi me lo
hicieron en mi lejana juventud y después yo lo hice. En la primera me sentí del carajo, y en la segunda
hice sentir a mi pareja del carajo, al grado que aún estoy pagando las consecuencias.
Recomendación: Si estás dispuesto a vivir una aventura extramarital o extrarelacional (un encuentro
cercano con cualquier tipo o tipa) estate atento a las consecuencias. Pon en la balanza si vale la pena
arriesgar tu relación estable, que te da todo lo que necesitas por un rato, un acostón con alguien que,
efectivamente, puede estar más bueno que tu pareja, pero que no sabes si coge igual de rico.

8 Fernando Rodríguez Lapuente – Horizontes (México DF) 2010. ISBN 6074120587, 9786074120585

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4 – Ya no me cuidas como antes

Una causa muy común para el adulterio es cuando una de las partes ya no se preocupa más por la otra.
Cuando las cosas han llegado a un punto en el que se da por sentado todo, la situación puede ser un
caldo de cultivo para un adulterio o engaño. Lamentablemente, este adulterio no solo se puede dar a
nivel físico, sino a nivel emocional.
Recuerdo que al principio de mi matrimonio mi ex esposa cuidaba de pequeños detalles hacia mi
persona. Si bien era malísima para muchas cosas (el sexo entre ellas) por lo menos pagaba para que una
señora se encargara de hacer la comida, de mantener la ropa limpia y planchada, de que la cama
estuviera lista todos los días y de que la casa estuviera limpia. Pero al paso de los años se empezó a
preocupar cada vez menos por esos detalles. Yo mismo llegué al grado de ponerme un traje sucio y
arrugado esperando que ella me dijera cosas como “espérate, no te puedes ir así”, o en ocasiones me
ponía mi mejor traje y cuando le preguntaba cómo me veía ella me decía “¿así te vas a ir?”
Pasó por mi vida una antigua amiga que se empezó a preocupar por mí. Cuando veía que iba yo todo
arrugado, ella hacía que me quitara la camisa para plancharla y que no fuera yo a mi trabajo todo
arrugado. Poco a poco esa relación fue germinando en otra cosa, en algo diferente, en algo más fuerte,
al grado que acabé divorciándome de mi entonces esposa. Pero, no crean que solo lo hice por cabrón,
no. Yo llegué a hablarlo con mi ex esposa para evitar una ruptura, pero a pesar de haberle dicho lo que
sentía, lo que añoraba, lo que deseaba, ella no estuvo dispuesta a hacerlo. En consecuencia, la engañé.
Le fui infiel muchas veces, hasta que finalmente llegó alguien que de verdad se preocupó por mi, y que
la hizo a un lado de mi vida.
Pocas veces se pone a pensar cualquiera de las partes en esto. La convivencia seguida y continuada en
una relación hace que, poco a poco se nos olviden las cosas que antes nos motivaban, o peor aún, se
dan por sentado ellas.
No hace mucho, con mi pareja actual tuvimos un problema gracias a las redes sociales. Cuando
empezamos nuestro noviazgo yo tenía por costumbre el escribirle diariamente un mensaje en su muro
de Facebook, para desearle un bonito día. A veces podía ser una imagen, otras veces una canción, a
veces un simple texto. Sin embargo, un buen día lo omití, se me olvidó hacerlo. La respuesta de ella no
fue un simple “se te olvidó mi mensaje”, fue un pleito en serio. No solo había omitido el mensaje diario
sino que también dejé de cumplir con una obligación. Ya no se trataba de un mensaje bonito, sino de un

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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trabajo que debía ser hecho día con día.


Esto me hizo reflexionar por varios días, durante los cuales omití deliberadamente la publicación del
consabido mensaje diario. Al cabo de ellos simplemente hablé con mi pareja y le expliqué la situación.
No le ponía un mensaje diario porque simplemente no tenía ganas de hacerlo. Al hacerlo diariamente
había caído en el error de acostumbrarla a algo, y cuando por cualquier motivo dejé de hacerlo, ella lo
reclamó, de la misma manera en que se reclama no lavar los platos usados diariamente y tener al final
de la semana una pila de trastes sucios.
Los detalles que hacen una relación especial son precisamente eso: detalles. Cuando dejan de ser
detalles para convertirse en una costumbre dejan de ser algo especial, son rutina, y la rutina como bien
lo expuse anteriormente, hace que la relación se enfríe.
Imagínense por un momento que todos los días, a la misma hora, la esposa recibe al esposo con un
neglillé negro, medias a medio muslo, zapatos de tacón alto, pero siempre el mismo conjunto de ropa.
Al principio al esposo le gustará sobremanera, pero al paso del tiempo empezará a pensar si no le da
suficiente dinero para que al menos se compre otro de diferente color y estilo. Y entre más y más se
haga esto, finalmente cansará la situación. Y lo peor de todo es que la esposa estará pensando que su
actitud es la correcta, que es una manera de demostrar su amor y pasión, sin darse cuenta de que está
incurriendo en una costumbre. Pero, si un día lo recibe vestida con esas ropas, al siguiente lo recibe con
un traje sastre, al siguiente con un vestido de colegiala y al final de la cena acaban haciendo el amor, no
se trata de monotonía, se trata de pasión con un toque de sabor diferente cada día.
Por otro lado, la falta de ellos también puede ser un problema. Si nos acostumbramos a no darle esos
detalles de vez en cuando a nuestra pareja, no nos extrañe que quien sí se los dé se la lleve a la cama.
Dicen que el camino al corazón del hombre es a través del estómago y que el camino al corazón de una
mujer es a través de los ojos. Esto es parcialmente cierto, al menos en el caso de los hombres. A los
hombres nos encanta la comida, pero también nos gusta que nos mimen. Nos gusta que nuestra pareja,
de vez en cuando nos tenga nuestra cerveza fría para poder ver el fútbol, y si se sienta con nosotros a
verlo, pero no está a pregunte y pregunte de qué se trata el partido, nos sentiremos mejor. Y a nuestras
mujeres les gusta que les hagamos regalos, que de vez en cuando les llevemos una simple rosa roja, que
les dejemos un mensajito en la almohada antes de irnos a trabajar, que les llamemos de vez en cuando
para decirle “tengo ganas de cogerte” aunque suene muy fuerte.
Son estos detalles los que hacen que una relación se mantenga a flote. Tanto hombres como mujeres,
tanto la parte masculina como la femenina de la relación tienen la obligación de mantenerlos vigentes.
No es responsabilidad del hombre el llevar los regalitos a la casa, también lo es de la mujer. No es
responsabilidad de la mujer el mantener la llama de la pasión encendida, también lo es del hombre.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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Tampoco hace mucho tiempo, una amiga que andaba con un casado (y ya era su tercer casado) se
quejaba de qué “siempre” le decían que sus esposas no los cuidaban, qué eran muy infelices en su
relación, y qué era el cuento más gastado del mundo. No lo niego, es el mejor argumento para ligarte a
alguien. Demuestra a esa persona qué eres infeliz en tu matrimonio, despierta su simpatía por tu
sufrimiento y te aseguro que en poco tiempo la tienes en tu cama. Pero, ¿por qué usamos los hombres
esa coletilla? Por la simple y sencilla razón de que es verdadera. Cuando tu esposa no te atiende, te
descuida y no se preocupa por ti, simplemente va en camino a que su testa se vea adornada con un
hermoso par de cuernos. Y nunca faltará una mujer dispuesta a tomar el lugar de la otra mujer.
Y luego las mujeres dicen de esas otras mujeres que son unas putas, unas cuzcas, que solo sirven para
abrir las piernas. Y la verdad es que muchas lo hacen por amor al arte. Porque de esa manera no tienen
responsabilidades para con él. No tienen que verlo diario, solo cuando tienen ganas. No tienen que
tenerle su ropa limpia, pues él mismo lo hace y sobre todo NO HAY COMPROMISOS. Las casadas no
entienden que un compromiso no es solamente el vivir como marido y mujer. Implica todo lo que
hemos dicho anteriormente.
Recomendación: Mujeres, no olviden atender a sus maridos. Nos encanta nuestra ropa limpia, que nos
digan que nos vemos bien, que estamos guapos. Hombres, no descuiden a su pareja. Denle sus detalles,
que nada nos cuesta. No hay que gastar millonadas en ello. Una simple flor cortada de un jardín puede
hacer mucho por ustedes.

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5 – Tus malditos celos

De acuerdo a la Wikipedia:

Los celos son una respuesta emocional que surge cuando una persona percibe una amenaza
hacia algo que considera como propio. Comúnmente se denomina así a la sospecha o
inquietud ante la posibilidad de que la persona amada preste atención en favor de otra.
También se conoce así al sentimiento de envidia hacia el éxito o posesión de otra persona.

En mayor o menor medida todos hemos sufrido alguna vez un ataque de celos. Desde el hecho que
nuestra pareja en la calle observe a otro hombre tanto como si no lo hiciera. A lo largo de los años he
aprendido que los celos no son más que inseguridades de una persona hacia la otra.
Si aún no has llegado a engañar a tu pareja pero ésta te cela más de lo debido, tarde o temprano lo
harás. Tanto te dicen y te dicen que finalmente acabas por aceptar algo como natural. Los celos se
convierten en una herramienta perfecta cuando quieren molestarte por algo. Sea o no el caso, lo cierto
es que no hay persona en el mundo que aguante tanto de lo mismo.
Si por el contrario ya has cometido el error de engañar a tu pareja y ésta te perdono y te permitió seguir
con ella, difícilmente dejará de lado sus celos. Te aseguro que todos los días, a todas horas estará
pensando si estás haciendo lo que le dijiste que harías o si estarás en la cama con otra persona. Además
de pensarlo se asegurará que tu lo sepas. A partir de ese momento ten por seguro que tu vida no volverá
a ser la misma. Como comenté al principio: las mujeres perdonan, pero no olvidan.
Los hombres también somos propensos a los celos, principalmente aquellos “machitos” que quieren ser
controladores de la vida de su pareja. En nuestra cultura está altamente arraigado el pensamiento de que
la mujer debe de ser solo para uno, pero él es para todas. Por cultura los hombres tenemos “corazón de
vecindad”, donde en un pequeño edificio caben muchas más personas. Personajes como Pedro Infante,
Jorge Negrete y muchos ídolos del cine nacional nos inculcaron que los hombres debían de ser
querendones, tener muchas viejas y no prometerse a ninguna. El cine de oro mexicano es un gran
depósito de evidencia. Las mujeres como Gloria Marín, Sara Montiel y muchas otras más no podían ni
siquiera darse el lujo de andar con un hombre en el cine, so pena de ser consideradas casquivanas, e

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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incluso, si en la película ya tenían pareja, entonces deben de ser un modelo de virtud, aguantar las
calaveradas de sus novios y perdonárselas.
La tan aclamada película del cine de oro mexicano Dos tipos de cuidado interpretada por Pedro Infante
y Jorge Negrete es una clara muestra de esto. Jorge corta su noviazgo con Gloria Marin porque ésta le
reclama el haber asistido a la kermese con una de sus “amiguitas” y éste incluso llega al grado de
decirle: “te perdono. Vete y que no se vuelva a repetir.” Muy mezquina actitud, en realidad, propia
totalmente de un macho mexicano.
Si bien es cierto que muchos de nosotros fuimos educados bajo la idea de que a nuestra novia formal
deberíamos de respetarla y que podíamos tener “amiguitas” para desahogarnos, la realidad es que a
menos que quisiéramos tener un pleito con nuestro amorcito, no andábamos por ahí exhibiéndonos en
las calles con nuestra amante. La teníamos en lo oscurito y ella nos tenía igual, puesto que debía de
guardar las apariencias. Nos veíamos solo en los moteles para darle gusto al cuerpo.
Actualmente es igual. Muchos casados tienen sus quereres escondidos en las llamadas “casas chicas”
donde solamente van a recobrar fuerzas de su malhadado matrimonio, darle gusto al cuerpo y volver a
casa con la “oficial”. Se decía incluso que los casados debían de tener su catedral y muchas capillitas.
Pero volviendo al tema de los celos, cuando éstos son infundados, el pobre individuo que tiene que
soportarlos pasará por varias etapas: confusión, duda, apoyo, indiferencia y sí, adulterio. No olviden
mujeres aquel dicho de la Biblia: “Pide, que todo se te dará.”
Una mujer que machaca a su hombre a diario con frases como “¡Seguro tienes a otra!” y esto no es
cierto, se expone a que efectivamente llegue el día en que éste tome a otra mujer y le coloque a su
esposa un hermoso adorno de cuernos. Muchos dichos de la cultura popular lo dicen:
- “Tanto va el cántaro por agua, hasta que se rompe.”
- “La cuerda se rompe por el extremo más débil.”
- “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo soporte.”
- “Cuando la limosna es mucha hasta el santo desconfía.”
Los dichos o refranes son sabiduría pura. Oro molido. Hagan caso. Tanto machacan una cosa hasta que
se les cumple. Los hombres podemos aguantar, pero por cierto tiempo.
Cuando hay celos de por medio, es muy común que la mujer trate de utilizar la psicología inversa.
La psicología inversa no sirve en nosotros los hombres. Al contrario, si una mujer le dice a su esposo,
novio o pareja que “haga lo que se le antoja”, él lo va a hacer. Nuestro cerebro funciona de una manera
muy diferente al de las mujeres, recuerden que nosotros los hombres usamos solamente un hemisferio

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cerebral a la vez, a diferencia de ellas, que pueden usar los dos al mismo tiempo. Esto podrá sonar a
excusa, pero creo que es la manera en que la evolución nos ha programado para poder sobrevivir a
tanta pendejada que hacemos. Nuestra culpa no es la misma. Aclaro que no se trata de tapar al sol con
un dedo diciendo que no la sentimos: ¡Por supuesto que la sentimos! Pero así como la sentimos, así se
va. Podemos pedir perdón una, dos, diez, cien, mil veces, pero invariablemente llegará el momento en
que simplemente nos valga madres ya. Y las mujeres no conocen ese límite. Seguirán con su cuchillito
de palo machaque, y machaque, y machaque hasta que a nosotros nos llegue ese momento fatal en que
nos valga madres.

En los hombres los celos son algo muy, pero muy malo. Sobre todo en la cultura mexicana, el hombre
ha sido criado para ser el centro de ese núcleo social que es la familia. Es el Rey del hogar, y a veces
esto se traduce en “el mandamás” del hogar. Un hombre celoso es capaz mucho más fácil de engañar a
su pareja, solo por el placer de “darle en la madre con sus pinches celos”. Cuantas veces hemos sabido
de hombre que, después de una pelea por celos se van al primer congal que encuentran a beber e,
invariablemente a tirarse a la primera mujer que se les pone enfrente, porque aceptémoslo, las pirujas
son las mejores psicoanalistas que hay, son comprensivas, tiernas, cariñosas y hacen exactamente lo
que los hombres quieren que hagan. ¡Para eso se les paga, faltaba más! Y sin embargo, no es lo que
debería de ser.
No trato de excusar la conducta del hombre con este razonamiento. Nada más ni nada menos; solo
quiero clarificar el hecho de que los celos son malos y pueden llevar al engaño, de ambas partes, no
solo de los hombres, sino también de las mujeres.
Para terminar con este corto capítulo del que se podrían escribir ríos de tinta al respecto, solo quiero
agregar que los celos, en pocas cantidades son buenos, denotan que hay interés entre ambos, solamente
que éstos no nos vuelvan esclavos de nuestros sentimientos. Ninguna relación va a funcionar si existen
demasiados celos.

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6 – La programación neurolingüistica y su implicación en el


adulterio

Cuantas veces has escuchado a tu pareja decirte: “¡De seguro tienes a otra(s) y por eso has cambiado!”
Al menos en mi caso muy particular lo llegué a escuchar un sin fin de veces. También debo confesar
que ese sin fin de veces yo contesté que eso no era cierto, que solo tenía una y esa una era mi pareja.
Sin embargo, cuando a una mujer se le mete entre ceja y ceja que no es así, no va a dejar de machacarlo
hasta que ella se dé cuenta de que no es así (lo cual, generalmente no pasa) y por lo mismo va a seguir
con ese mismo rollo casi eternamente, hasta que un buen día, el esposo o pareja diga: “¡Carajo! Tanto
me lo dice que ahora sí me voy a coger a la que se me ponga enfrente para que de verdad lo diga.”
¿Por qué llegará a esa conclusión el hombre? Por algo llamado Programación Neurolingüistica.
¿Y qué carajos es eso? Si eres de esas personas que gustan de leer, probablemente tengas una idea de
hacia donde voy con este término y sus implicaciones. Pero si no eres de esas personas, entonces, sin
ánimos de ofenderte, permíteme ponerte un ejemplo rabón, como dicen en mi pueblo.
Cuando una madre le dice a su hijo “¡Hijo! ¡No te subas al árbol porque te vas a caer! ¡No sabes cómo
hacerlo!” y esto se lo dice una y otra y otra vez, invariablemente el niño acabará cayéndose del árbol y
partiéndose la madre bien y bonito. ¿Y por qué fue esto? ¿Acaso el niño es un impedido para subir a los
árboles?
¡No! La razón es, simplemente, que la madre le ha metido en su cabecita la idea de que no sabe cómo
subir a un triste árbol y que acabará cayéndose de él.
O bien, cuando un padre o maestro se la vive diciéndole a su hijo “¡Eres un tonto! ¡No sabes hacer nada
bien!”, el niño acabará siendo un inepto al hacer aquello que su padre calificaba como tonto
(matemáticas, historia, artes manuales, música, usted póngale nombre).
A esto, los psicoanalistas y psicólogos lo conocen como Programación Neurolingüistica. Consiste en la
implantación en el subconsciente de una persona de una idea hasta que ésta se ve materializada en el
actuar de esa misma persona.
Ahora, si una mujer se la pasa diciéndole a su pareja “ya no te gusto”, “estoy gorda”, “ya no me
quieres”, “me engañas” y muchas otras tantas dulzuras como esas, invariablemente llegará el día en que

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el susodicho interfecto acabará diciéndose “¡Caramba! Es cierto. Mi mujer ya no me gusta, está gorda,
su prima está mucho más buena. Creo que mejor me cojo a su prima y no a ella. O mejor aún, me voy a
conseguir otra vieja más buena que ella, porque ya no la quiero y por lo tanto ya no me interesa.”
Al final, la mujer ha conseguido lo que ella pensaba que era, a costa de su propia relación. A
programado en su pareja esas ideas hasta que ellas se han materializado en su mente. Y recordemos que
la mente es muy poderosa. Acabaremos haciendo lo que nos han programado.
Si por el contrario la mujer dijera cosas como “te amo”, “te deseo”, “me atraes”, etc., al final del día el
esposo se sentirá muy bien al saberse deseado como al principio. No le importará si efectivamente ella
está gordita o no, si tiene arrugas y estrías (recordemos que no es lo mismo los tres mosqueteros, que
veinte años después).
¿Por qué creen ustedes que todos los psicólogos ahora recomiendan que los padres les digan a sus hijos
que son unos campeones, aún cuando no lo sean? ¿Por qué piensan ustedes que piden a gritos que les
inculquemos la excelencia desde pequeños? ¡Pues para que ellos se lo crean! ¡Para que al crecer se
conviertan en hombres y mujeres excelentes!
No es conveniente el repetir esas frases como si se tratara de un mantra en una vida matrimonial. En
lugar de abonar para algo bueno solo hacen que la pareja se sienta mal, que sienta que no valoran el
hecho de que no tenga a otra persona en su vida; que no valoran el que para él o ella, su pareja sea
quien le llena la pupila y no otras. Que efectivamente, Scarlett Johanson o cualquier otra artista está
sumamente buena, pero que es solo algo con quien fantasear, no alguien a quien te debas tirar y por ello
abandonar a tu pareja.
Además, lo mismo hacen las mujeres, pero son más mustias que nosotros para admitirlo. Si a ellas les
gusta Will Smith o Tom Cruise, a nosotros los hombres NOS VALE MADRES, primero porque
sabemos que esos dos están muy lejos de donde vivimos y en segundo, porque tienen las mismas
posibilidades de cogérselos que nosotros a Scarlett Johanson. Y no vivimos pendientes de eso. Al
contrario, sonreimos condescendientes cuando ellas los ven en la pantalla, pero nosotros no podemos
sonreir igual cuando vemos a la artista que nos gusta porque empiezan con su retahíla de reclamos y
comienzan a programarnos que ya no nos gustan y por eso queremos ver Avengers, en lugar de verlas a
ellas cuando se ponen la pijama antes de dormir. ¡Como si Avengers no tuviera más artículos para
mujeres que para hombres! Y si no me creen, vean cualquier película de esas y verán que son más
pocas las mujeres que los hombres.
Dejen de decir tanta estupidez. No programen en nosotros esos conceptos que no nos van a ayudar.
¡Cuántas veces me han dicho que no me gustan ya, cuando en verdad me encantan! Si me dieran 10
pesos por cada vez que ha pasado, ahorita tendría en el banco cerca de diez mil pesos, o tal vez más.

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Y peor aún, cuando les dices una y otra y otra vez que no es así, ellas, en lugar de callarse y aceptar lo
que les decimos, continúan diciendo que no es cierto, hasta que pierdes los estribos y en un momento
de coraje le dices “¡De acuerdo! ¡Tengo diez o veinte amantes!” (hombres, sabemos que no es cierto,
pero lo decimos enojados), ellas en lugar de callarse y darse cuenta de que el pleito está trascendiendo a
más te dicen “¡Ya vez como sí tengo razón!”
Una vez leí en un libro buenísimo que se llama Dijera mi compadre (Fernando Rodríguez Lapuente)
que “las mujeres son tan tercas como los burros, porque éstos, a taimados y tercos no hay quien les
gane. Y yo creo que estos animales se inspiraron en las mujeres para ser como son.” Y he llegado a la
conclusión de que dicho personaje, Don Juande, tenía toda la razón del mundo. No he conocido
ninguna mujer, vamos, ni mi sacrosanta madre, que no sea terca, que no sea tan porfiada como dichos
animales.
Y yo digo, ¿por qué, si son tan listas, no utilizan la programación neurolingüistica en su beneficio y no
en su perdición? Y luego se enojan porque finalmente un día, este tipo va y se consigue una amante. ¡Si
ellas prácticamente rogaban porque pasara eso!
La programación neurolingüistica es lo mismo que el bien conocido “cuchillito de palo”, que no corta
pero ¡cómo raspa! Tanto te dan lata con él que acabas cediendo a lo que ellas quieren, solo que en este
caso no se trata de algo para beneficio de ellas, sino para su maleficio.
Encarecidamente les recomiendo que busquen dicho libro y lean el capítulo Mi compadre y las mujeres.
Ojalá las mujeres entendieran esto, así se evitarían muchos cuernos.

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7 – Los resentimientos que hay en uno mismo

Mientras escribo estas líneas me pongo a pensar que, cualquiera que llegue a leer este humilde ensayo
puede pensar que yo lo sé todo y que me siento como si lo que he hecho no ha sido malo. La verdad es
que yo mismo he pasado por las crudas morales que el adulterio conlleva y he pagado las
consecuencias en varias ocasiones, por lo que quiero poner mi experiencia al servicio de la comunidad.
Por lo mismo, durante alguna de las veces que lo llegué a hacer y a pagar las consecuencias, o la
factura ya puestos, decidí ingresar a uno de esos llamados Grupos de Cuarto y Quinto Paso. Durante
mi preparación me hablaron de Los Resentimientos. Cuando llegué a comprender lo que eran y llevé a
cabo lo que ellos llaman La Experiencia, llegué a la conclusión de que una de las razones por las cuáles
yo había llegado a engañar no solo a mi primera esposa, sino también a mi segunda esposa, era porque
yo estaba resentido con aquella novia que tuve, de la cual he hablado en otras ocasiones en este libro.
¿Y por qué estaba resentido?
Dicho romance, como lo dije, duró casi cinco años (cuatro años, nueve meses, veintidos días y doce
horas, para ser exactos). Si bien ella no quería tener sexo completo conmigo, no éramos del todo
célibes. Ya he comentado que fajábamos, mamábamos, tocábamos, pero nada más. Ambos
experimentamos mucho placer así, sin llegar a una penetración. Y sin embargo, como yo no tenía sexo
con ella, sí me andaba cogiendo a la hermana de uno de mis amigos, aunque esto no fuera de diario y
de hecho duró solo unos meses, después de los cuales regresé a ser el hombre fiel que había sido. Pero
al término de esos cuatro años y todo lo demás que expliqué antes, un día ella, o más bien esa noche,
ella me dijo que no quería seguir conmigo, que deberíamos terminar.
Me rompió el corazón. Pero lo peor estaba por venir.
Al cabo de cinco meses, ella se casó. Y se casó embarazada de otro.
Eso acabó de partirme la madre. Me destrozó como nunca pensé que lo hiciera. La verdad es que no me
dolía tanto el hecho de que me hubiera dejado como me dolía el que me hubiera mentido. Sí, yo le
había puesto el cuerno con otra pero solo por sexo, no afecto. Y era sexo porque ella no quería hacerlo
conmigo. Pero ella, deliberadamente “se las había dado” a otro tipo, en lugar de a mí, a quien ella decía
que amaba.

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Al paso del tiempo, sin darme cuenta, tuve ese resentimiento muy dentro de mí, al punto de que
empecé a engañar, tanto porque había caído en la monotonía, como para darle en la madre a las
mujeres, por lo que me había pasado.
Mi segunda esposa no era nada como la primera. Ella era más abierta, dispuesta a disfrutar del sexo
conmigo, a experimentar cosas nuevas, y sin embargo llegué a serle infiel en varias ocasiones. En algún
viaje, en alguna ausencia. No fueron muchas, pero las hubo. Ahora me pregunto ¿por qué lo hice? No
estaba aburrido, tenía buen sexo, mi esposa estaba buena, y sin embargo lo llegué a hacer. ¿Acaso ella
se merecía que la castigara inconscientemente por lo que otra me había hecho a mi?
Cuando tenemos una afección emocional que no ha sanado, es indudable que haremos pendejadas. A
veces esas pendejadas pueden llevarnos al alcoholismo o la drogadicción. Otras veces nos llevan al
adulterio. Ninguna de esas opciones justifican lo que hagamos. Y menos cuando en realidad no hay
motivos para hacerlo. Esos motivos ya los he explicado en los capítulos anteriores, pero, cuando en
realidad no hay monotonía o ninguna de dichas razones, en realidad NO HAY JUSTIFICACIÓN PARA
ELLO.
En este capítulo solo quiero pedirles que, si acaso ustedes están pasando o han pasado por una situación
similar o que los haya dejado con resentimientos, por favor busquen ayuda profesional. No solo están
dañados ustedes, estarán dañando a otros, y como dije antes NO HAY JUSTIFICACIÓN PARA ELLO.
He estado explicando las causas en todos los capítulos anteriores, pero en este, la verdad es que no hay
manera de explicar o justificar una acción así. Si estamos enfermos de gripa, no vamos a contagiar a los
demás; al contrario, nos vamos a buscar a un doctor que nos recete o nos ayude a sanar. Así deberíamos
de hacer si tenemos un problema de índole emocional que nos está ocasionando que seamos adúlteros.
Y esto aplica a hombres y mujeres.
Busca a un psicólogo (si tienes con qué pagar), o ve a algún grupo de cuarto y quinto paso (pero
verifica que sea uno con experiencia ya que se prestan para engaños y fraudes) o métete a la
meditación, pero ¡métete con fe!
Es este capítulo el que más trabajo me ha costado escribir. Y es principalmente porque he llegado a la
conclusión de que ha sido por esta causa que he cometido ese error todas esas veces. Y como lo he
comentado antes, NO HAY NADA QUE JUSTIFIQUE ESAS ACCIONES.
Lamentablemente, es esa causa la que más me ha cobrado. Y si bien, no hay adulterio que sea
plenamente justificable, al menos en los otros hay atenuantes, pero en este caso no lo hay. Puedes
alegar en el juzgado cuando te estés divorciando que lo hiciste porque eres un o una caliente, porque
estabas en la monotonía, por venganza porque primero te los pusieron a ti, pero no hay manera de
justificar que lo hiciste por vengarte de una persona que te mintió cuando tenías 19 años. ¿Qué culpa

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han tenido mis otras novias? ¿Que culpa han tenido mis hijos de ello? Ninguna. Al final, puede que me
lo hayan hecho por algo que yo también haya hecho, tal vez sí, tal vez no. Lo cierto es que me he
escudado principalmente en eso, mezclado con algunas de las otras causas.
No. No hay nada que lo justifique. Así que, te repito: si andas así ¡busca ayuda, cabrón! ¡Sánate! De lo
contrario solo seguirás sintiéndote con esas crudas morales, con ese inmenso vacío dentro de ti, y
seguirás dañando a otros con tu actuar.
Pero siempre hay una excepción.
Pero, ¡Atención, mujeres! Hay una sola cosa por la cuál sí pudiera justificarse la reincidencia en estos
casos. Cuando el que engañó está demostrando una y otra vez que ha cambiado o que al menos está
trabajando para cambiar esos defectos que tiene; cuando se ha dado cuenta del daño que causó y está
dispuesto a repararlo; cuando el que engañó está trabajando para lograr esos cambios y se ha vuelto
cariñoso, detallista y considerado porque de verdad le nace el cambiar y solucionar los problemas que
haya ocasionado, y con todo esto, ustedes siguen comportándose como víctimas una y otra y otra vez,
cuando aprovechan cualquier ocasión para dejarle en claro que siguen estando lastimadas y que no son
capaces de perdonar, entonces y sólo entonces, no les extrañe que el que engañó lo vuelva a hacer. Y,
¿por qué lo haría de nuevo? Por la sencilla razón de que uno también se cansa de ser el costalito de
sparring, de ser el tapete de la otra persona, de ser siempre el único culpable, y en estos casos, ustedes
mujeres, son especialistas en sacar ventaja de la situación.
Perdonar significa eso, perdonar. Dejar atrás cualquier cosa que haya pasado y seguir adelante. Desde
luego no es fácil hacerlo, y menos perdonar de corazón. Pero, si ustedes decidieron perdonar, entonces
¡háganlo! Si es su decisión seguir con el malo a su lado porque decidieron perdonarlo, entonces
aténganse a los hechos. Les va a doler, claro. Nadie dijo que un proceso de sanación fuera indoloro. Les
va a costar trabajo, ¡por supuesto! Nadie dijo que fuera fácil. Pero si lo van a hacer, entonces ¡con un
carajo, háganlo! ¡Dejen de comportarse todo el tiempo como unas víctimas de la situación!
Créanme. No hay cosa más molesta para una persona que de verdad está tratando de solucionar un
problema que encontrarse con un muro de concreto que le impide avanzar. Y más cuando ese muro lo
levantan después de decirle que sí quieren continuar la relación. Así no hay relación que se recupere.
¡Basta de hacerse las víctimas todo el tiempo! Así no se va a solucionar nada. Hasta el tipo más bueno
acabará por cansarse de eso. Somos malos, pero no pendejos. Piensen en esto, mujeres. Si de verdad
quieren arreglar una relación que ha sido dañada, no la dañen más con eso.

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Tercera parte. Factores externos

En donde se trata de otros lugares que


le permiten al adúltero llegar a un encuentro...

Además de otras consecuencias.

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1 – Las redes sociales

Las redes sociales se crearon para ligar. Y si no me creen, pónganse a leer en Wikipedia, la madre de
todo el conocimiento actual, la historia de Facebook. O si tienen güeva, entonces busquen la película
Red Social9 y vean cómo es que se inició ese sitio. La idea original era la de calificar a las y los más
guapos de la universidad, sin embargo, el sitio creció fuera de los campus universitarios hasta llegar a
ser lo que es hoy. Hasta este punto, la idea cambió para convertirse en un sitio donde pudieras
reencontrarte con tus amigos del pasado, pero un buen adúltero sabe que Facebook es un excelente sitio
para buscar a su siguiente presa; además ¡es gratis!
Aún cuando Facebook puede ser usado de una manera más gentil para acercar a las familias que han
estado separadas por mucho tiempo, también es la mejor manera de encontrar a alguien que quiera
compartir su experiencia (y su cama, o al menos la cama del motel) contigo. Todos los hombres lo
sabemos. Y ¿saben qué? Lo mejor de usar una red social como Facebook es que permite crear una
personalidad que no demuestras en tu vida diaria.
No pretendo darles tips a los hombres de cómo usar esta red social para engañar; creo que es bastante
obvio que un adúltero sabe cómo usar el “feis” para ligarse a alguien. Y no solo un hombre. Dense el
tiempo de navegar por esta red y verán cuantas mujeres quieren tener un encuentro pasional con un
desconocido. O vean cuantas parejas buscan incluir a un tercero o una tercera en su vida íntima, sólo
por el placer de hacerlo. Y muchos de los hombres que engañan a sus parejas de esta manera lo hacen
porque quieren experimentar algo diferente. Crean un perfil distinto al que usan normalmente, lo llenan
de fotos medio eróticas y a buscarle, papá.
Pero el “feis” no es la única red social que sirve para engañar a tu pareja. Las hay específicamente
diseñadas para ello, como Ashley Madison. Incluso Twitter puede usarse para ello. El problema no es
usar una red social para ligar, el verdadero problema es que existen precisamente para eso.
No soy un puritano, ni mucho menos. No niego las ventajas que presenta una red social como
Facebook que, bien utilizada, hasta sirve para encontrar chamba. Lo que digo es que como toda red
social es fácil que alguien te conozca ahí. Imagínate que te tratas de ligar a una chica que tiene 1527
“amigos”. De acuerdo a la ley de la probabilidad, existen 1 a 1526 (porque tu eres el amigo 1527)
posibilidades de que alguien te conozca. Y de acuerdo a la cantidad de “amigos” que los otros 1526
9 Social Network (2008)

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tienen entre ellos, esa probabilidad aumenta en su posibilidad, pues ahora son muchas más personas
involucradas en ello.
Piensa un poco e imagina, ¿por cuantas de ésas personas puedes responder que no van a irle con el
chisme a tu vieja?
No, mi amigo. La realidad es que, incluso con el uso de redes sociales como Ashley Madison, que
presume de su privacidad, o de sitios como Adultfriendfinder que, al igual que Facebook, dicen que hay
el suficiente anonimato para ello, siempre corres el riesgo de que te cachen en la movida, por no decir
la quemada social que puedes conseguir con ello.

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2 – Riesgos

Ahora, hablemos de otros riesgos en el adulterio.


Todos sabemos que, tratándose de sexo, existen infinidad de riesgos que puedes correr. El primero y
más obvio es que te cachen. Pero no por eso es el único. ¿Qué tal una enfermedad venérea? ¿Qué tal
SIDA? O, sin ser tan negativo, ¿qué tal un chantaje?
Por muy Juan Camaney que seas, siempre habrá alguien qué es mucho más cabrón que tú. Basta con
ver en tu propia familia. Tu te las das de muy salsa y no falta que tengas un primo, un cuñado o hasta tu
suegro (la mayor de las veces) que es mucho más salsa que tú. Pues pasa lo mismo cuando tratas de ser
adúltero.
Uno de los principales riesgos que una persona que engaña a su pareja es contagiarse con una venérea.
Yo suelo comparar el sexo indiscriminado con el uso de una memoria USB en muchas computadoras.
No importa cuantos antivirus tengas o tengan instalados en los equipos, tarde o temprano tu memoria
será infectada de uno o más virus. Pues lo mismo pasa con el sexo adúltero. No importa que te pongas
uno o más condones juntos (por aquello de que se vea más gorda de lo qué es): tarde o temprano vas a
agarrar algo.
Lo peor de todo es que tu pareja será quien pague por ello. Es cierto que las mujeres son
extremadamente propensas a tener enfermedades vaginales. Caballeros, entendámoslas. Sus órganos
sexuales están peor protegidos que los de nosotros. Nosotros como quiera que sea lo tenemos afuera,
pero bien protegidito por una capa de piel. Normalmente está chiquito (sí, no se hagan), es sólo cuando
existe una excitación que se pone grande, aunque nos guste soñar que siempre está grande, a menos que
haga un frío de la fregada, entonces sí que está pequeño. Pero ellas no. No importa que su sexo esté
adentro de su cuerpo. El simple roce de la ropa interior, o de la toalla femenina cuando andan en sus
días, el aguantarse para ir al baño, el uso del jabón diario al bañarse y muchos otros factores se prestan
para que tengan casi siempre alguna infección.
Es por esto que muchas mujeres no se dan cuenta de que sus parejas andan de coquetos por las calles,
porque no pueden asegurar que la infección que traen se debe a que el pitosuelto de su marido las
contagió, o simplemente la kotex que compraron hizo el trabajito. Y con esto, muchos adúlteros se
lavan las manos y se sienten seguros de que no serán cachados. Pero esto es sólo la punta del iceberg.

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La infección puede ir desde la más sencilla por falta de higiene, hasta una enfermedad incurable como
el SIDA o el Papiloma.
¿Vale la pena correr ese riesgo? Algunos dirán que sí, porque la vieja que se tiraron estaba como quería.
Pero cuando lo pones en retrospectiva te darás cuenta de que es mucho el riesgo. Ahora, si de verdad
está más buena que tu vieja, te coge mejor que ella, no tienes otros compromisos, entonces no seas
pendejo. Deja a tu vieja y quédate con la amante. De lo contrario, mejor no lo hagas.
Ahora, existen otros riesgos también peligrosos.
Muchas personas usan el sexo casual para chantajear a la otra parte. Les toman fotos o videos para
usarlos en su contra y obtener un beneficio con ello. Imagínate que en un bar te ligaste a una rubia de
campeonato. Te la llevas al motel y tienes una sesión “de aquellas”. Ahora, imagínate cómo te sentirías
cuando al terminar ella te dice que si no le das una cantidad de dinero equis, ella le enviará las fotos a
tu esposa. ¡Y son las fotos donde estabas disfrazado de Snoopy mientras ella te daba de latigazos con tu
cinturón!
Ahora imagina que cedes al chantaje y le das la lana que te exige. ¿Crees que con una sola vez será
suficiente? No. Te tienen bien agarradito de los güevos.
Y por si esto no fuera suficiente existen más riesgos. ¿Qué tal si se trata de una secta satánica que te
usan para sacrificarte durante el sexo? ¿O te drogan para robarte los órganos? ¿O simplemente, te roban
o secuestran?
La verdad es que los tiempos ya no se prestan para andar de cabrón tan fácil cómo antes.
Pero recordemos que estamos hablando de las razones por las cuales se da el adulterio más fácilmente
ahora. Pues por lo mismo que siempre el hombre ha hecho pendejadas (y no solo el macho, también la
hembra de la especie).
¿Existe una razón para que una persona, en pleno uso de sus facultades mentales, decida saltar con una
moto 12 camiones estacionados uno junto a otro? O bien, ¿existe una razón perfectamente científica
para que alguien decida amarrarse los tobillos y saltar amarrado de una cuerda de un puente a 60
metros de altura? No. La única explicación que hay es que hacen estas tarugadas por algo que nuestro
cuerpo segrega.
La adrenalina.
Cuando decidimos engañar a nuestra pareja, muy en el fondo sabemos que existe una posibilidad de ser
descubiertos. Y es precisamente esa sensación la que nos hace engañar una y otra vez. El riesgo de ser
descubierto hace que esas relaciones se vuelvan adictivas. Es el equivalente de algunas parejas estables

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de tener sexo en la ventana de la casa con la posibilidad de que quienes pasen en sus autos los vean. O
bien, hacerlo en un mirador en tu coche, sabiendo que puede pasar la patrulla y te arreste.
Vamos, no seamos puritanos. Todos y todas por lo menos hemos fajado en un coche alguna vez en
nuestras vidas. ¿Que sentían? Aparte del placer del momento, existía ese pequeño factor de riesgo que
nos hacía disfrutarlo más. Pues sucede lo mismo con una relación fuera de tu relación.
Y recordemos que, entre más pecaminosa o prohibida sea esa relación, es mayor la fuerza de atracción
que habrá. Imagina que te andas tirando a la hermana de tu esposa, o al primo de tu esposo. Ambos son
atractivos, cogen rico, pero hay algo malo en esto: no son libres de hacerlo, porque son tu familia, mal
que bien. Pero en eso mismo estriba el hecho de que lo quieras disfrutar una y otra vez: Porque está
prohibido.
Es lo mismo que le pasó a Diosito cuando les dijo a Adán y a Eva: “Podran comer de todos los frutos
que hay aquí, menos el de ése árbol.” ¡Caramba! En cuanto le dices a alguien que algo está prohibido,
inmediatamente quieren hacerlo. Díganle a sus hijos que no deben de comer un dulce por la noche
porque está prohibido y verán que en cuanto se descuiden lo harán. Ahora, si tienen la mala idea (al
igual que Diosito) de todavía decirles donde están esos dulces prohibidos, pues créanme que los
buscarán.
Lo prohibido es algo que siempre querremos hacer. ¿Quien no ha violado el límite de velocidad solo
porque les dicen que la máxima es de 55 kilómetros por hora? ¿Quien no se ha robado un chicle de una
tienda nada más para saber qué se siente?
Lo mismo pasa con un adúltero. Sólo por saber que se siente serlo, querrá ser adúltero al menos una
vez en su vida. Y si esa experiencia estuvo rica, entonces tratará de hacerlo de nuevo.
Por lo tanto, podemos concluir, sin temor a equivocarnos que, los riesgos que hay en el adulterio, bien
sobrepasan los placeres que podemos conseguir, pero ahí vamos de cabeza a hacerlo.

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3 - ¿Qué no eres macho?

Nos hemos enfocado en la sociedad mexicana por una simple cuestión geográfica: Yo soy mexicano.
Pero el título de este capítulo bien se puede aplicar a cualquier país del mundo, sustituyendo la palabra
“macho” por “hombre”.
Nuestras sociedades siempre han preponderado el hecho de que el hombre debe de ser muy hombre.
Más en una sociedad como la mexicana, donde desde chiquillos nos bombardean con imágenes de
“héroes” que tienen muchas novias. Donde la música nos dice que está bien tener más de una pareja, y
para muestra chequen la letra del corrido de Juan Charrasqueado:

Voy a contarles un corrido muy mentado,

lo que ha pasado allá en la hacienda de la Flor

la triste historia de un ranchero enamorado,

que fue borracho, parrandero y burlador.

Juan se llamaba y lo apodaban “Charrasqueado”.

Era valiente y arriesgado en el amor.

A las mujeres más bonitas se llevaba,

y en esos campos no quedaba ni una flor.

Un día domingo que se andaba emborrachando,

a la cantina le corrieron a avisar:

“Cuídate Juan, que ya por ahí te andan buscando,

son muchos hombres, no te vayan a matar”.

No tuvo tiempo de montar en su caballo,

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pistola en mano se le echaron de a montón.

“¡Ando borracho! - les gritaba – Y soy buen gallo”

cuando una bala atravesó su corazón.

Creció la milpa con la lluvia en el potrero,

y las palomas van volando al pedregal,

bonitos toros llevan hoy al matadero,

que buen caballo va montando el caporal.

Ya las campanas de la Iglesia están sonando,

todos los fieles se dirigen a rezar,

y por el cerro los rancheros van bajando

a un hombre muerto que lo llevan a enterrar.

En una choza muy humilde llora un niño

y las mujeres se aconsejan y se van.

Solo su madre lo consuela con cariño,

mirando al cielo, llora y reza por su Juan.

Aquí termino de cantar este corrido

de Juan ranchero, parrandero y burlador,

que se creyó de las mujeres consentido

y fue borracho, parrandero y burlador.

Cómo podemos ver, esta canción está glorificando un estereotipo de hombre “muy macho”. Juan, un
tipo borracho, parrandero, mujeriego, que tiene una mujer con un hijo y quien lo ama, a pesar de
llevarse a las mujeres más bonitas del lugar, solo para darles para dentro de ocho días y luego, ahí
están.
Pues con ese tipo de imágenes hemos crecido, creyéndonos Juan Charrasqueado, o Pedro Infante, un

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tipo guapo que cantaba muy bien y que le daba vuelo a la hilacha con cuanta mujer se le pusiera
enfrente, porque cómo el mismo decía: “¿Quién soy yo para negarme?”
Muchas de las veces que una persona se convierte en adúltera es porque sus cuates lo forzaron a
hacerlo. Es muy común que entre hombres vayamos a lo que denominados “congal”, que no es otra
cosa que un table dance. Ahí vemos a las buenotas bailar como Dios las mandó al mundo mientras
libamos una rica cerveza. Pero cuando ya andamos a medios chiles o a chiles y medios, las empezamos
a ver mucho más buenotas de lo que ya están, y no falta tu compa que te diga “¡Pues si tanto te gusta, te
la pago!” Y cuando empiezan los demás “amigos” a hacer presión al respecto, llega el momento en que
lo haces para no quedar como un maricón ante ellos, porque ante todo, somos muy machos. Así nos han
educado.
Y aún cuando los tiempos van cambiando, recordemos que somos el producto de lo que nuestros padres
fueron. A nuestros padres, los abuelos los enviaban a ligarse chicas para desfogarse. Yo recuerdo que
mi abuela les decía a mis tíos y mi padre (obviamente yo no había nacido aún, esto me lo contaron
después) cuando salían por la noche a libar: “¡Cuídense pollas, que ahí van mis gallos!”
Y si nuestros padres trataron de romper ese estereotipo con nosotros, bastaba con que nos pusieran a
ver la televisión para darnos cuenta de que podíamos hacer lo que quisiéramos, por el simple hecho de
ser hombres. Las consabidas películas de Pedro Infante, o las películas de Cantinflas, donde no había
una sola “chata” a la que no le hiciera, aunque un poco veladas, propuestas indecorosas. O cuando
ponían las canciones de la radio y cantaba José Luis Rodríguez, “El Puma”:
¡Amante eterna, amante mía!
Para navidad…
Prometo que estaré contigo,
para Navidad.
Amante eterna, amante mía,
espera un poco más…
que todo cambiará, para navidad.
Y si no me quieren creer porque son demasiado jóvenes para haber escuchado sobre este cantante,
dense una vueltecita por google, o por YouTube y busquen “Amante eterna”.
Somos machos porque así nos lo han enseñado. Y un macho es muy macho. Ya no cargamos pistola
como en los 40’s y 50’s, además de que con la inseguridad que se vive, es más probable que nos metan
un plomazo por andar de fantoches que por machos. Pero eso sí, como machos que somos, debemos de

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comportarnos como uno.


Y créanme que lo mismo pasa en los Estados Unidos que en Inglaterra. En Japón que en Guatemala.
No vayamos muy lejos. La religión musulmana permite que un hombre tenga no solo una, sino un
chingo de esposas, mientras que las pueda mantener. Lo mismo que un mexicano que tiene a su esposa
y a su querida. A ambas las mantiene, con la diferencia de que con una está casado y con la otra no.
En resumen, somos propensos a engañar porque así nos han enseñado a ser.

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Cuarta parte. Las consecuencias de los actos

En donde se hablará de ese sutil momento en que la sociedad,


especialmente la mexicana dice: “¡Ya valió madres!”

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1 – Te llegó el momento

No importa cuantas veces pongas el cuerno, no importa cuanto te hayas esmerado en mantener en
secreto tu relación o relaciones extramaritales, no importa si eres hombre, mujer, hetero, gay, lesbiana o
bisexual, a cada adúltero(a) le llega el momento.
Le llega el momento en que todo tu teatrito se te cae. No debemos olvidar que vivimos en una sociedad
y que, de alguna manera, aún en las grandes metrópolis, alguien te conoce. Y si ese alguien te ve con
alguien que no es tu pareja, entonces pueden ocurrir dos cosas: que te denuncie o que no lo haga. Si
pasa lo primero, ¡bien por ti! La has librado en esa ocasión, pero si no es así, entonces…
Un adúltero buscará por todos los medios negar que tuvo una relación fuera de su relación formal.
Puede que haya sido algo de una sola noche, o bien, una relación que tiene mucho más tiempo, donde
el adúltero tiene su catedral y la otra es su capillita. De una forma u otra, muy dentro de él sabe que no
está obrando bien. Sabe que juega un partido muy peligroso. Sabe que si lo descubren puede perderlo
todo, pero aún así, a veces no se siente con ganas de terminar con ese romance prohibido.
Pero, ¿que pasa cuando “te cachan en la movida”? Primero, negarás con todas tus fuerzas que tienes un
romance con tu secretaria, con la prima, hermana o amiga de tu esposa. Te costará trabajo, pero en un
80% de las veces sales victorioso. Puede que te perdonen inmediatamente, o que seas tan convincente
que tu pareja acabe cediendo. Y es que, un adúltero es también muy inteligente. Después de negarlo
con todas tus fuerzas, encontrarás la manera de darle la vuelta a la situación y acabarás haciendo que la
otra parte se sienta culpable por haber dudado de tu honradez, ¡cuando eres tú (o ella) quien no es el
honrado!
Sí, batallaste y sentiste que la sangre se te fue hasta los pies, pero has salido bien librado de ese
problema.
Hablando como hombre específicamente, puedo decir que casi todas las mujeres acaban cediendo la
primera vez. Tal vez sea porque aún están embrutecidas de amor, o que tienen miedo de quedarse solas,
porque tal vez se han vuelto dependientes de ti, ya sea económica o espiritualmente, pero lo cierto es
que son muy pocas las que tienen los güevos de dejarte y seguir su camino sin ti.
Cuando “ganas” esa primera vez, puede que efectivamente sientas que obraste mal, puede que te jures
no volverlo a hacer y, si es el caso, hasta termines con esa relación que mantienes con esa otra persona.

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Lo harás, porque en el fondo sabes perfectamente que no haces bien. Ojalá que todos los adulterios
terminaran de esa forma. Lo cierto es que, estadisticamente, solo un diez por ciento de las veces
sucede. El otro noventa por ciento dejará de ser infiel por un tiempo, días, meses e incluso años, pero es
seguro que volverá a hacerlo en algún momento de su vida, ya sea por las razones expuestas en la
primera parte o por las causas emocionales de la segunda parte.

Pero en esta parte nos vamos a enfocar en los peores escenarios.


Okey, ya te cacharon una primera vez. Pasa un tiempo y vuelves a hacerlo. Sigues con esas
experiencias una y otra vez, hasta que te vuelven a caer en la movida. Esta vez será más difícil que
puedas salir de ahí, porque la primera vez tu vieja ni siquiera se lo esperaba, pero ahora está preparada.
Recuerda que las mujeres tienen una memoria cien mil veces mejor que la de la mejor
supercomputadora del mundo. Una mujer puede que no recuerde que el auto lleva aceite en su motor, o
la cantidad de libras por pulgada cuadrada que debe de tener la llanta del coche, pero recordará con una
precisión que espanta lo que hiciste la noche del 14 de febrero del 2001, cuando en la cena romántica a
la que la llevaste para festejar el día del amor y la amistad, le viste las nalgas por apenas un par de
segundos a la mesera que los atendió. ¡Y eso que no estaba tan buena!
Pero así son. A diferencia de nosotros los hombres, las mujeres son capaces de recordar todos estos
detalles por pequeños que sean, mientras que los hombres no acostumbramos a llenar nuestros cerebros
de esas pequeñeces. Puede que no nos acordemos de la ropa que traía nuestra novia esa noche, pero de
seguro que recordaremos las nalgas de la mesera. Pero no lo hacemos solo porque las nalgas de la
mesera estuvieran mejor que las de nuestra novia. Lo hacemos porque en realidad no es importante la
ropa que ella llevaba. Pero si nos preguntan a cuantas libras de presión deben de ir las llantas del coche,
seguro que lo recordaremos.
Nuestros cerebros son, en comparación, más fáciles de utilizar que los de las mujeres. Recuerden que
nosotros somos receptores de información, no de sentimientos. Por esa razón, ni siquiera nos
acordaremos de lo que platicamos esa noche con nuestra novia, pero sí recordaremos el cogidón que le
dimos cuando se le pasó el coraje. Pero ¡Ojo! A ti tal vez se te olvidó que ella se enojó por el asunto de
la mesera, pero a ella NUNCA se le va a olvidar. Y créeme. Lo va a sacar cada vez que tenga
oportunidad.
Volviendo al tema, puede que te vuelva a perdonar, pero será mucho más difícil que la vez anterior. Y si
no lo hace, entonces…

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2 – Atente a las consecuencias

Decía Sir Issac Newton: A cada fuerza de acción corresponde una reacción, igual y opuesta. Esto
traducido a un español llano quiere decir: “Si la cagaste, te la van a recordar doble, wey.” O también,
como dicen Los Polivoces en la película “El aviso oportuno”: El amor es una cosa esplendorosa, hasta
que te cae tu esposa.
Cierto. Muchas veces escuchamos decir “A cada acción, viene una reacción” y también “Cada acción
tiene su consecuencia”. Y efectivamente, cada que haces algo, invariablemente tiene una consecuencia.
Ya sea una acción buena como ayudar a una viejita a cruzar la calle, lo cuál lleva la consecuencia de
que ella puede seguir su camino y tú te sientes a toda madre; o una acción mala como engañar a tu
pareja, donde la consecuencia puede ir desde una simple cruda moral hasta un aparatoso divorcio.
Cuando engañamos, no lo hacemos porque no seamos conscientes de nuestros actos: ¡Sabemos que no
deberíamos hacerlo! Así que, engañados no estábamos. Nadie nos puso una pistola en la cabeza (al
menos el 99.99% de las veces no lo hicieron) y nos dijeron “¡O te coges a esta vieja, o te mato!” Nadie
fue forzado a engañar, la verdad es que lo hacemos con la plena consciencia de que estamos engañando
a nuestra pareja. Por lo tanto, si tomamos una decisión consciente, también debemos estar conscientes
de que llevará una consecuencia.

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Quinta parte. Conclusiones

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1 - ¿Hasta donde quieres llegar?

Se puede decir que ésta es la pregunta del millón. ¿Hasta donde quieres llegar con la relación adúltera,
fuera de tu noviazgo o de tu matrimonio?
Solamente quien se encuentra dentro de ella es quien puede responderla, pero toma en cuenta lo
siguiente:

1. La amante, tarde o temprano te empezará a exigir como si se tratara de tu esposa . Exigirá tu


tiempo, tu dinero, tu vida. ¿Por qué? Porque se cansan de estar a las sombras de esa relación,
porque tal vez te ama de verdad y no quiere sentirse utilizada solamente. De acuerdo a mi
experiencia, si no estás plenamente convencido de sentir por esa persona algo más que lo que
sientes por tu pareja actual, éste es el mejor momento para salir corriendo de ahí. Los riesgos
serán cada vez mayores y finalmente el hilo siempre se rompe por lo más débil.
2. Pon en la balanza lo que tienes en un lado contra lo que hay en el otro . Sí. Probablemente tu
amante o amantes cogen más rico que tu esposa o tu novia, pero ¿vale la pena? Recuerda que no
todo lo que reluce es oro. Una relación “informal” es linda porque ninguno de los dos tiene más
compromiso que el sexo. Ambos se divierten hasta que una de las dos partes quiere más que lo
que ya tiene.
3. ¿Tienes hijos? Esta es la parte más difícil de todas. A menos que seas un padre desobligado
entonces tal vez no quieras perderlos por una calentura.

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2 - Si quieres seguir…

Bueno. Vamos a suponer que quieres seguir adelante con tus amantes y cogidas a diestra y siniestra. Si
este es el caso, entonces toma en cuenta mis siguientes recomendaciones.
Aclaro que, esta parte del libro no es de ninguna manera una incitación al adulterio, simplemente son
recomendaciones, ya que cada quien es libre de hacer lo que le plazca, o, como dicen en la película Y tu
mamá también “cada quien hace de su culo un papalote”.

1. Sé discreto. No te exhibas por todas partes como si fueras un cazador con la piel de un animal
extraño. Limítate a tener esas locas sesiones de sexo salvaje donde deben de estar: dentro de
cuatro paredes y un techo.
2. Sé cuidadoso. Cuida el rastro que dejas. Cuida de que tu ropa no huela a perfume de otra mujer
que no es la tuya. Evita las tradicionales manchas de carmín en tu camisa y sobre todo el olor de
los condones en tu amiguito. Borra los mensajes de texto, Facebook o WhastApp y nunca des tu
número personal a tus conquistas. Los hombres sabemos darnos mañas para ello, pero también
somos muy estúpidos. Nos gustan los trofeos y los recuerdos. Así que, ten cuidado.
3. Sé limpio. Va de la mano con el punto anterior. Si ya terminaste de hacer lo tuyo, entonces
báñate. No llegues a tu casa oliendo a sexo, porque las mujeres se saben dar cuenta de todas
esas cosas. Carga con un desodorante en tu coche para que, al menos huelas a otra cosa.
4. Ten otro teléfono celular y bien bloqueado. Usar contraseñas es bueno, porque evitas que tu
información sea fácil de acceder a tu esposa. Pero también tiene sus desventajas. Lo más
probable, si te lo llegan a encontrar, es que te pregunten por qué tienes dos celulares.
5. No publiques fotos donde aparezcas tú. Si tienes diferentes perfiles de Facebook, entonces
omite el publicar tu foto, y sobre todo, evita el andar enviando tu foto a todos tus contactos, a
menos de que estés seguro de que son de fiar. Una de las cosas más desagradables es que
después te quieran chantajear porque tienen fotos tuyas cogiendo con otra persona.
6. Ten siempre a la mano una buena excusa y una buena coartada. Si sales cada fin de semana
con tus compas a beber, entonces ya tienes una buena coartada para andar de cabrón, pero vale
la pena asegurarse de ello.

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Por qué los hombres engañan a las mujeres
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En fin. Espero que todas estas páginas sean de ayuda a las personas para que esas situaciones se
corrijan, y si no lo hacen, pues entonces, cojan felices.

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