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IBÉRICA
1. Ubicación de la Península Ibérica.
Al sureste de Europa. Políticamente la ocupan tres países: España, Portugal, Andorra,
así como una colonia británica, Gibraltar, en el estrecho que la separa de África. Se
extiende desde el sur de España hasta el sur de Francia. Se encuentra rodeada por el
océano atlántico, mar cantábrico y mar mediterráneo.
2. Poblaciones que convivieron en la Península Ibérica.
a. Pueblos Indígenas:
- Tartesios: En la zona sudoccidental, región denominada Tartéside
o Turdetania, en torno a la desembocadura del Guadalquivir, que en época
antigua era una extensa albufera —el Lacus Ligustinus—, se desarrolló
durante la primera mitad del I milenio a. C. la cultura tartésica. Las fuentes
semitas hacen referencia a esta cultura con el nombre de Tarshish, como una
zona al extremo del Mediterráneo occidental, caracterizada por su riqueza
metalífera, y que se relaciona con la navegación fenicia.
- Celtas e Íberos: Pocas son las diferencias que encontraremos entre los dos
grupos de pueblos prerromanos aquí expuestos, siendo la más clara el origen
de la lengua. Eran pueblos cuya economía se basaba en la agricultura y en la
ganadería. Apenas tenían relaciones comerciales, siendo bastante autárquicos
a lo que ello respecta. Además, eran poblaciones bastante belicosas y de esa
manera era normal encontrar racias entre los diferentes “reinos” que había por
todo el territorio peninsular. Un elemento muy característico de estos serán las
actuaciones en forma de racias, sobre los pueblos del sur de la Península, es
decir, sobre el denominado pueblo tartesio que era, sin duda, de los pueblos
prerromanos, el más rico.
Vivían en núcleos fortificados con murallas de piedra, elemento que chocó a
los romanos al llegar a la Península pues tuvieron que hacer frente a pueblos
guerreros que, además, tenían grandes fortificaciones. Esto hizo que la
conquista de Hispania fuera un verdadero suplicio para los extranjeros. Sus
cultos estaban relacionados con la naturaleza, siendo los más fuertes los
relacionados con el sol, la luna y la fertilidad. Los íberos contaban además con
las sacerdotisas siendo una clara excepción dentro de los pueblos
indoeuropeos.
Poco más se conoce de la cultura de estos pueblos que habitaban la Península
Ibérica antes de los romanos, debido a que carecían de escritura y la poca que se
conserva procede de una serie de estelas que son ilegibles a día de hoy por los
expertos.
b. Colonizaciones:
- Fenicios: Para los inicios del siglo IX a.C. encontramos evidencias en la costa
mediterránea sobre la fundación de una serie de puertos de origen fenicio,
como será Malaka (Málaga). Este pueblo oriental es conocido por su gran
actividad comercial, por la que traían objetos exóticos de Oriente a cambio de
metales preciosos y otros materiales, que en sus lugares de origen eran
escasos. También fueron los fundadores de Gadir (Cádiz), ciudad en la que
encontraremos su gran bastión y donde se situaba el Templo a Melkar que era
un lugar de comercio seguro. No era un pueblo guerrero, sino que su actividad
versaba en contactar con las poblaciones autóctonas del lugar y mediante una
serie de ofrendas (regalos) a los jefes de las tribus, llegar a una serie de
acuerdos con los que ganar beneficios. Según las investigaciones este es el
pueblo que aculturó a las poblaciones del sur de la Península y que darían
origen a la leyenda del reino de Tartesos.
- Griegos: La Grecia arcaica, aparte del interés en la búsqueda de metales, tenía
un problema de superpoblación y escasez de tierras, por lo que también veía
en la colonización una salida a parte de su población. Inicialmente las colonias
griegas (las más cercanas a las metrópolis) tuvieron un marcado carácter
agrícola y paulatinamente (así como las más alejadas) fueron esencialmente
colonias comerciales.
- Cartagineses: Cártago era una colonia fenicia situada en el norte de África.
Tras el año 572 a.C. sustituiría el poder fenicio en la zona, pues ese fue el año
en el cual Nabucodonosor, conquistó la ciudad de Tiro. La diferencia entre un
sistema y otro fue que Cártago decidió pasar de las relaciones comerciales a
tener un control más intenso sobre las poblaciones íberas, de esa manera
encontraremos un gran interés sobre todo por las minas, como fueron las de
Cástulo. Uno de los elementos que hicieron que los romanos tuvieran tantas
dificultades para acabar con su presencia en la Península se debió a que
contrató como mercenarios a la gran mayoría de pueblos íberos y celtíberos de
la Península, poblaciones muy pobres pero muy guerreras y que solían
venderse como mercenarios. Su presencia estuvo en la Península Ibérica hasta
el fin de la segunda guerra Púnica, en el año 201 a.C. aunque su cultura
permaneció en el subconsciente de la población hasta bien entrada la
romanización.
c. La conquista romana:
Fue durante la segunda guerra púnica cuando los romanos entraron en contacto
con la península Ibérica. Los generales Publio y Cneo Escipión desembarcaron en
Ampurias en el año 218 a.C. y establecieron allí un campamento para cortar el
aprovisionamiento de las tropas cartaginesas de Aníbal, que tenían en la península
una de sus bases fundamentales.
La ocupación se desarrolló en tres fases:
- Conquista de la franja mediterránea y los valles del Ebro y del Guadalquivir,
que finalizó hacia el año 206 a.C.
- Una vez expulsados los cartagineses, hacia el año 155 a. C. se inició la
conquista de los accesos a la Meseta y el Oeste peninsular, en las guerras
contra lusitanos y celtíberos. Concluyó en el año 133 a.C. con la destrucción
de Numancia.
- Conquista de la zona cantábrica, iniciada en el año 29 a. C. por Octavio
Augusto y concluida en el año 19 a.C.
Junto con los campamentos militares y las ciudades que habían fundado los
romanos, las calzadas y otras obras públicas, como acueductos y puentes,
facilitaron la colonización. En la romanización intervinieron de manera muy
importante los legionarios, que se asentaban en los lotes de tierras que el Estado
les asignaba. Muchos indígenas se alistaron en las legiones, con lo que
aprendieron los usos y costumbres de los romanos.
El teatro de Lope
Donde realmente vemos al Lope renovador es en el género dramático. Después de una
larga experiencia de muchos años escribiendo para la escena, Lope compuso, a
petición de la Academia de Madrid, el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo
(1609). En él expone sus teorías dramáticas, que vienen a ser un contrapunto a las
teorías horacianas, expuestas en la Epístola a los Pisones.
De las tres unidades -acción, tiempo y lugar-, Lope sólo recomienda respetar la
unidad de acción para mantener la verosimilitud, y rechaza las otras dos, sobre todo
en las obras históricas, donde se comprende el absurdo de su observación; aconseja la
mezcla de lo trágico y lo cómico (en consonancia con el autor de La Celestina): de ahí
la enorme importancia de la figura del gracioso en su teatro y, en general, en todas las
obras del Siglo de Oro; regulariza el uso de las estrofas de acuerdo con las situaciones
y acude al acervo tradicional español para extraer de él sus argumentos (crónicas,
romances, cancioncillas).
En general, las obras teatrales de Lope de Vega giran en torno a dos ejes temáticos, el
amor y el honor, y con su fórmula de la doble acción (una entre nobles y otra entre
criados) logró atraer por igual a todos los sectores de su público, desde el pueblo
iletrado hasta la aristocracia culta y refinada. De su extensísima obra, más de «mil
quinientas» comedias según palabras del propio autor, se conservan unas trescientas
de atribución segura.
La temática es tan variada que resulta de difícil clasificación. El grupo más numeroso
es el de comedias de capa y espada, basadas en la intriga de acción amorosa: La dama
boba, Los melindres de Belisa, El castigo del discreto, El caballero del milagro, La
desdichada Estefanía, La discreta enamorada, El castigo sin venganza, Amar sin saber
a quién y El acero de Madrid. De tema caballeresco: La mocedad de Roldán y El
marqués de Mantua. De tema bíblico y vidas de santos: La creación del mundo y El
robo de Dina. De historia clásica: Contra valor no hay desdicha. De sucesos históricos
españoles: El bastardo Mudarra y El duque de Viseo.
Sus obras más conocidas son las que tratan los problemas de abusos por parte de los
nobles, situaciones frecuentes en el caos político de la España del siglo XV; entre
ellas se encuentran La Estrella de Sevilla, Fuente Ovejuna, El mejor alcalde, el rey,
Peribáñez y el comendador de Ocaña y El caballero de Olmedo. De tema amoroso son
La doncella Teodor, El perro del hortelano, El castigo del discreto, La hermosa fea y
La moza de cántaro.
9. El Teatro Español. Origen y evolución histórica.
La historia del Teatro Español hasta el Siglo de Oro se remonta a los siglos XII. En el
período comprendido entre los siglos XII y XV el teatro era casi puramente un teatro
religioso e improvisado. A finales del siglo XV, bajo el reinado de los Reyes
Católicos, aparece una generación de dramaturgos que forman el teatro real. Crean
una forma dramática para dar expresión a sus inquietudes y preocupaciones y
persiguen una finalidad estética.
Destaca Juan del Encina (1468-1529), "Patriarca del Teatro Español", como uno de
los dramaturgos más conocidos de entonces. Su obra se reduce a una serie de églogas
(=composiciones amorosas entre pastores y en verso).
Otro autor importante de entonces es Fernando de Rojas, quien obtuvo un éxito
fulminante con LA CELESTINA. ésta se publicó por primera vez en 1499 como la
Comedia de Calisto y Melibea. En 1502 apareció la segunda versión ampliada de la
obra que pasaba de constar de 16 a 21 actos y se titulaba TRAGICOMEDIA DE
CALISTO Y MELIBEA.
Dentro del teatro español esta obra es una obra maestra pero aislada y ya el autor
afirma en el prólogo el carácter de lectura dramática de la tragicomedia. Durante el
siglo XVI y XVII no se puso en duda el carácter dramático de la obra, pero desde el
siglo XVIII se pone en duda su carácter dramático por su gran extensión, su ritmo
lento y por tanto su irrepresentabilidad. Es por tanto la Celestina una obra maestra
pero aislada.
En el siglo XVI Bartolomé de Torres Naharro, que convivió en Italia con la vida
teatral y el estilo dramático italiano, introduce en España las teorías del Renacimiento
Italiano. En su teoría dramática destaca la voluntad de sobrepasar los conceptos
clásicos. En lugar de aceptar la tradición sin más, la acomoda a sus propias ideas y
proclama la libertad creadora del autor.
Lope de Rueda vivió hacia el año 1545. Escribía y vivía del teatro y tenía una
compañía teatral, de las primeras de actores profesionales en España. Con ella
recorría la geografía española con su teatro ambulante y triunfaba en pueblos y
ciudades. La intención principal de este autor era divertir con un gran repertorio de
obras. él no buscaba la perfección e improvisaba con frecuencia. Los temas eran
predominantemente de la vida cotidiana y el lenguaje empleado muy popular.