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Universidad Pontificia Bolivariana

Facultad de Comunicación Social - Periodismo


Historia y Comunicación
Guía de memorias exposición 2.

Tema: La Edad Media


Integrantes: Santiago Burbano, Tatiana Lozano y Andrés Pulido

Contexto histórico Edad Media


La Edad Media es ese extenso periodo que conecta la época antigua y la edad
moderna. Se suele ubicar su génesis con la caída del Imperio Romano occidental, en
el 476 d.c. Así mismo, el fin de esta época se da con el descubrimiento de América
en 1492; aunque también lo ubican en la caída del Imperio Romano Bizantino en
1453.
Debemos dividir este amplio periodo en dos etapas: La alta Edad Media y la
baja Edad Media. La primera se refiere a los primeros siglos que transcurrieron, en
los que se comenzó a estructurar todo el sistema socioeconómico que rigió a lo largo
de este tiempo: el feudalismo. La segunda etapa refleja el ocaso de la Edad Media,
cuando se comenzaron a formar las primeras ciudades en Europa, la distribución
poblacional dejó de ser atomizada, los señores feudales y las estructuras de poder (el
rey, los nobles y el clero por encima de los vasallos y los campesinos que labraban
sus latifundios) se deslegitimaron y las tecnologías para la difusión y archivo de
información y conocimiento se fueron complejizando hasta el punto de arrebatarle a
la iglesia cristiana el monopolio de la verdad.
Estamos hablando de un periodo en el que surgieron cuestionamientos acerca
de la legitimidad del poder, de la identidad cristiana y sus principios, de la creación
del otro como actor antagónico, del concepto de propiedad, bien común, verdad, y
tecnología. Así mismo, surgieron nuevas técnicas y estrategias para la permanencia
del sistema político y económico que regía, fuese la inquisición como modelo de
control y persuasión, el papel del sacerdote como poseedor de la verdad en su
sermón, la manipulación del arte para la consolidación de símbolos que de manera
simple crearan una identidad común y un constante temor al castigo terrenal o al
infierno trascendental.
Como podemos ver, es una época cargada de significados y hechos históricos
que, tras desmaterializarse, crearon un hombre moderno y romántico, un ser que re-
significó su existencia y su forma de habitar el mundo. La Edad Media es el abrebocas
de lo que conocemos hoy como la época moderna, el renacer de un hombre
completamente nuevo y libre en su actuar y pensar.

Agentes de Comunicación en la Edad Media


Durante la baja Edad Media podemos caracterizar, principalmente, al
sacerdote en representación de la Iglesia como agente de comunicación. Los
sacerdotes “Especialmente revestidos por la providencia, el poder temporal y el
espiritual administran la verdad histórica y espiritual, el reino de este mundo y el del
otro, sobre la base del control de la sabiduría convencional colectiva” (p. 25). Esto
quiere decir que la Iglesia, a través de diferentes estrategias de comunicación -desde
el miedo al castigo hasta la creación de símbolos-, era la encargada de comunicar
una sola verdad fundamentada en el cristianismo. Es importante recalcar que la
Iglesia se encontraba en la cima de la pirámide social en la Edad Media, solo debajo
del rey y al mismo nivel de la nobleza.
Por otro lado, tenemos al señor feudal, quien era el dueño de la comunicación
directa dentro del pequeño mundo que era cada feudo. Esta descentralización hace
incluso más difícil la comunicación entre comunidades y facilita el control dentro de
cada comunidad. De esta manera, el señor feudal hace saber solo los datos que le
interesan.
También en la alta Edad Media identificamos al juglar, quien solía ser un artista
anónimo, marginado social, que viajaba de comunidad en comunidad y cantaba
historias y romances de gesta a cambio de comida u objetos que pudiera usar.
Cantaba acerca de la mitología religiosa, pero también de acontecimientos de otros
lugares, historias que abrían la mente de quienes las escuchaban y posteriormente
las transmitían. Aquí las personas del común entran a ser también agentes
comunicativos, pues se genera otro tipo de comunicación que es el voz a voz.
También aparecen las figuras del trovador y el goliardo o vagante. El primero era de
clase alta, y contaba historias con un fin más educativo y de entretención, pues no
necesitaba retribución económica para sobrevivir, contrario al juglar. El goliardo
también era de alta cuna, pero, contrario al trovador, en sus poesías expresaban su
descontento con la Iglesia y el poder. Cabe aclarar que hemos hablado solo de
comunicación oral, pues la escritura aún no era muy desarrollada en esta época.
El soldado también es un agente comunicativo de este tiempo. Sin necesidad
de referirse a un conflicto bélico específico (como las cruzadas que fueron una
situación clave para el cambio de la Edad Media) la labor del soldado siempre supuso
viajar, lo cual hizo que trasmitiera su cultura, pero también que trajera de vuelta otros
relatos y costumbres de otros lugares que chocaban con los impuestos por los
poderes.
Ahora, durante la baja Edad Media aparece otro agente de la comunicación: el
mercader. Él se encargaba de intercambiar productos entre Oriente y Occidente. Con
el intercambio de productos también se daba intercambio de comunicación, y el
mercader se convirtió ya no solo en comerciante sino también en un informador.
Paralelo a esto se iban desarrollando cada vez más las ciudades, y los mercaderes
empezaban a tomar un estatus alto en esta nueva forma de organización social.

Estrategias comunicativas en la Edad Media


Habiendo mencionado ya los agentes comunicadores, dentro de estos
podríamos aglomerarlos en tres grandes grupos según su estrategia comunicativa o
su rol:
Primero estaría la iglesia; esta se puede ubicar sola ya que es el agente más
prolífico y abarcante. Su discurso era uno sencillo: el cristianismo en todas las esferas
del ser humano, esto con una intención moral, pero también política; en últimas, un
discurso que legitimaba su poder. Sus acciones estuvieron encaminadas a dicho
propósito, por eso se hizo rápidamente una alianza entre ella y los pequeños poderes
territoriales reflejados en los gobernantes y los señores feudales. El discurso de
sumisión y obediencia de la iglesia favorecía los intereses de estos poderes que, a su
vez, devolvían su lealtad al clero en una relación de mutuo beneficio.
Además la iglesia usó una estrategia efectiva de cristianización de los mitos
populares sobre la cual Vásquez expresa que “crea unos nuevos valores universales
de comunicación propuestos por la Iglesia para la uniformación cristiana” (p. 23). Esto
hacía que penetrara más fácil en unas poblaciones que si se hubiera pretendido
cambiar por completo el repertorio mítico.
A su vez supo mantener un monopolio del conocimiento, en gran parte
atravesado por el mantenimiento de la lengua (latín) como única válida para el mismo.
El precario acceso por parte de la gran mayoría de población impedía cambios
intelectuales y culturales con frecuencia.
La coacción no dejó de ser importante. La creación de la Inquisición responde
a esta estrategia, tribunal que se fundamentaba tanto en el castigo físico y espiritual
como en dejar instalado el miedo que impedía un actuar diferente a sus propósitos.
Finalmente, la creación de símbolos mediante el arte u otras manifestaciones
como las festividades cristianas potenciaron por estos frentes sus mensajes. Sobre el
primero se dice que: “el arte, por lo menos en lo que respecta a su efecto de difusión,
es el más valioso instrumento de la obra educativa de la Iglesia” (p.25).
Un segundo grupo sería el constituido bajo el marco de las narraciones. Las
historias suponen siempre una grieta que el poder difícilmente puede sellar. Con las
narraciones mundanas y cotidianas se trasmitían otro tipo de mensajes que
escapaban a los imperantes. De esto se encargaban los juglares, trovadores y
vagantes, pero también la gente del común que tenía este único espacio de escape.
Su discurso no era uno específico en tanto mensaje, pero sí se caracterizaba por ser
del común y, de alguna manera, autónomo.
Los juglares y sus semejantes tenían la característica del libre tránsito y la
trashumancia, lo que les permitía tener vivencias e historias que eran la única
novedad para los vasallos asilados, pero también su actuar era uno artístico
atravesado por la literatura y la música que la gente consumía con gusto.
Por último, el grupo de los mercaderes y, en general, los habitantes de
ciudades permitió, principalmente en la Baja Edad Media, que las dinámicas
comunicativas tuvieran un quiebre sin retorno. Su condición cosmopolita, sus diversas
lenguas, sus puntos de encuentro (primeros mercados y ciudades centrales)
propiciaron este nuevo flujo de discursos y culturas que le abrió el panorama a
quienes vivían atomizados. Sin mensaje concreto ni más estrategia que el comercio,
ellos (en representación de un cambio de tiempos) significaron los comienzos del
Renacimiento.

Bibliografía:
Cantera Montenegro, J. y Castrejón Vellé, C. (2015) Los frescos del Palazzo Pubblico
de Siena. Pinturas para una ciudad en guerra.

Cid Vázquez, M. Pensamiento político y cultural. Universidad San Pablo CEU. Madrid,
2018.

Vásquez Montalbán, M. (1997). Historia y comunicación social. Alianza Editorial.


Madrid, España

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