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La repetición
El libro de bolsillo
Filosofía
Alianza Editorial
La repetición
Un ensayo de psicología experimental
por Constantino Constantius
En los árboles silvestres son las
flores las que despiden un arom a
delicioso, en los de cultivo son
los frutos los que huelen bien.
F l a v i o F i l ó s t r a t o e l V ie jo ,
Heroica1
1. En el texto se dice «el que nunca ha estado aufder Eisenbahn». Este li-
bro lo escribió Kierkegaard precisamente en Berlín y en mayo de 1843, lu-
gar y fecha exactos en que discurre la narración, que está llena de térmi-
nos alemanes y de germanismos.
2. Cabalmente en la fecha citada en la nota anterior, en concreto el 25 de
dicho mes y año, fue inaugurado el primer túnel bajo el Támesis. La iro-
nía no puede ser mayor.
3. Este famoso texto en danés -E j blot til Lyst- es el de la inscripción que
campea en un medallón sobre la escena del Teatro Real de Copenhague.
teatros berlineses, el Kónigstádter Theater. Los turistas
no suelen asistir a las representaciones que se dan en
este teatro, aunque a decir verdad -cosa que no carece
de cierta importancia- lo visitan con más frecuencia
que otros dos establecimientos culinarios no muy aleja-
dos del teatro y en los que un danés puede refrescar de-
liciosamente sus recuerdos en torno a Lars Mathiesen y
Kehlet1.
Cuando desembarqué en Stralsund leí en el periódi-
co que el Kónigstádter tenía en cartel para toda la tem-
porada El talismán2. Esta noticia me causó la inmensa
alegría y me hizo recordar particularmente las represen-
taciones que ya había visto en este teatro durante mi pri-
mera estancia berlinesa. Todo esto suscitaba en mi alma
los más profundos recuerdos de mi pasada juventud.
Porque sin duda no hay ningún joven, a no ser que
carezca por completo de fantasía, que no se haya senti-
do alguna vez cautivado por el encanto fascinante del
teatro y no haya deseado con ardor representar en las ta-
blas algún papel importante, con el fin de poder con-
templarse a sí mismo, como si fuera su propio doble, al
encamar la realidad soñada. Y no sólo contemplarse,
sino también oírse y verse multiplicado o dividido en
un sinfín de personajes distintos, aunque con todo
arraigados y dimanados en alguna manera de lo más
entrañable de su personalidad. Este gusto por el teatro
1. Aunque esta frase está entrecomillada en el texto, no nos da, sin em-
bargo, las palabras exactas del texto platónico a que se refieren -Fed.ro, 230a-,
sino sólo la idea. Allí le dice Sócrates a Fedro que en vez de dedicarse a exa-
minar las cosas extrañas y los prodigios, «me examino a mí mismo y pro-
curo saber si no soy tal vez un monstruo aún más enredado y humeante
que Tifón».
A propósito de la variabilidad de este monstruo primitivo, se le suele re-
presentar en la mitología griega ya como un huracán violentísimo, ya
como un gigante vomitando llamas.
hacer una excepción, ésta sería a favor de la que encarna
el papel de «La amante». No ha de ser, propiamente,
una actriz, ni muchísimo menos, pero al escogerla ha-
brá que haber tenido muy en cuenta que sea atractiva y
que tenga las demás condiciones para moverse y afanar-
se en el escenario con todo su garbo y simpatía, de suer-
te que sea una delicia verla y también, por así decirlo, te-
nerla al lado.
La compañía del Kónigstádter Theater está compues-
ta casi exactamente a la medida de mis deseos. Si tuvie-
ra que hacer alguna objeción, ésta recaería sobre los ac-
tores secundarios, pues contra Beckmann y Grobecker
no tengo ni una sola palabra que decir1. Beckmann,
desde luego, es un genio acabado, un puro lírico que
maneja a la perfección todos los resortes de lo cómico y
que no se destaca tanto por la expresión enérgica del ca-
rácter cuanto por la chispeante tensión de su emotivi-
dad. No es grande en lo conmensurable artístico, pero
verdaderamente admirable en lo inconmensurable de la
personalidad. No necesita para nada apoyarse en la ac-
tuación de los demás actores, en los detalles del escena-
rio o en los efectos mágicos de la tramoya. Su emotivi-
dad le basta y le sobra para lograr todo lo que quiera en
las tablas. Incluso en los momentos de más desatada co-
micidad acierta plenamente a crear el ambiente y la es-
cena adecuados, mejor que lo pudieran hacer todos los
decoradores y tramoyistas juntos. Lo que Baggesen dice
de Sara Nickels, que entra en escena como un vendaval,