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Zavala Iris M. La prensa exaltada en el trienio constitucional : « El Zurriago ». In: Bulletin Hispanique, tome 69, n°3-4, 1967.
pp. 365-388;
doi : https://doi.org/10.3406/hispa.1967.3910
https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1967_num_69_3_3910
« EL ZURRIAGO »
debe sacrificar a beneficio de esta sino aquella parte que fuera necesaria para su
buen orden, tranquilidad y felicidad general e individual de cada uno de los
ciudadanos. En tanto, pues, que los soberanos no se convenzan de esta verdad, y no
conozcan que las leyes que deben regir los pueblos no son otra cosa que la collección de sus
convenciones reducidas a sistema, no puede haber tranquilidad, paz ni sosiego en la
sociedad, especialmente en unos tiempos en que la ilustración general va haciendo
conocer a cada uno de los hombres sus legítimos derechos ». Clararrosa unió siempre
la crítica religiosa y la política. De ahí que en su Teoría para la organización de una
concordata que la nación española puede celebrar con S. S. para la reforma del clero,
Obras, Cádiz, 1820, dice : « ¿Es por ventura más difícil reformar el clero español,
que haber restaurado los derechos de nuestra libertad civil, oprimida en el espacio de
tantos siglos por el más bárbaro despotismo? Lo primero está conseguido. Somos
libres. Tratemos, pues, ahora de ser religiosos católicos apostólicos sin superstición.
Extermínese de nuestra España constitucional esa multitud de cuerpos », p. 4-5.
5. Parece también « exaltado » El Relámpago de Madrid, del cual he visto los
números 1 y 2 de 1821 que atacan a Martínez de la Rosa y piden que se reúnan las
Cortes. El periodiquito, desconocido para Hartzenbusch, es totalmente satírico, y •
sin artículos de fondo. También parece « exaltado » El Grito de un libre europeo de
Palma, del cual he visto el número 1 ; el editor define a los moderados y exaltados de
la siguiente forma : « No quieren, no, a su patria los moderados ; el solo exaltado, es
el que le paga el grado de afecto de que es acreedora [...] j Sería al fin tiempo,
liberales fríos [...] de inflamaros de patrio amor I i haceos de una vez exaltados! [...]
Viva la exaltación : [...] Para no afligir a mis lectores, no analizaré los daños que
ya se causó la España con tanta moderación. No hablaré de la paz que disfrutaron
los enemigos del actual sistema> de la paz a cuya sombra tuvieron todo el tiempo de
organizar una contrarrevolución » (p. 10-11).
Tiene también interés El Gorrión de la Coruña, del cual he visto el num. 28, del 28
de febrero de 1821, según los editores « año segundo de la restauración de la libertad
española ». Aquí se les llama t lechuzos » y « vencejos » a los moderados, y, comentado
el asesinato de un patriota, don Antonio Canales, se dice : t En Madrid han
comenzado hombres infames a ejercer su saña y desahogar su rabia, asesinando a algunos
patriotas que, firmemente adheridos a las instituciones sociales, no han querido
asistir a los proyectos infames de la facción servil. » De menos importancia política
es La Censura periódica, Madrid, 1822, que recoge 13 números (los únicos tal vez)
escritos íntegramente por un médico de pueblo de Castilla, que, aunque sin ideología
política determinada, se confiesa liberal. Contiene muchos artículos contra Vinuesa.
Sobre los editores y articulistas, cf. Galería en miniatura..., op. cit., en que se
menciona a Lescura como editor de La Tercerola. San Miguel y Ángulo dirigen El
Espectador (órgano de los masones) ; Machron aparece como « proveedor gratis para
periódicos colorados » ; Morales es un * liberal cordobés, zurriaguista, poeta delicado » ;
Mora, « gorro por pique » ; Burgos, « azote del republicanismo » ; Caortabarría, de
El Eco de Padilla ; Galiano, t diputado gorro » ; Nárguenas, t kaleidoscopio
periódico, camaleón articulista, oriflama de todo ministerio, brújula de todo pretendiente ».
Sin embargo, parece indudable que tanto Mejía como Morales intervinieron en la
redacción de La Tercerola (cf. Carta a Morales..., op. cit., p. 65-66). Este periódico
comienza a publicarse en 1822, en la misma imprenta de El Zurriago, y llega a tener
25 números. El lenguaje es muy parecido e incluso la intención que anima a los
editores. Parece ser que se utilizaba para publicar documentos contra Fernando VII,
y en este sentido es quizá más claramente republicano ; cf. sobre todo el número 9.
368 BULLETIN HISPANIQUE
La bolanchera
ó Boulangère, para mayor claridad.
El Martillo
Para arreglar todito el mundo tengo un remedio singular :
Y es un martillo prodigioso que a un Nigromante pude hurtar.
¡ Qué martillito tan bonito !
I Qué medicina sin igual !
Tú harás cesar todos los males,
Como te sepan manejar.
Lo que en un año no ha logrado con su clamor una nación,
En meneando el martillito se ha se lograr sin remisión.
Sólo un minuto necesita
Para su encanto demostrar.
¿Quien será el tonto que no quiera
Tales virtudes comprobar?
Quando no queda ya recurso para lograr que cese el mal,
Con el martillo se consigue hasta su origen desterrar.
Una varita de virtudes
Es el martillo sin dudar :
Un Gorro armado del martillo
Al firmamento hace temblar.
El navegante mira al norte para ir seguro por la mar,
Para ir seguro por la tierra un martillito has de buscar.
Como lo encuentres no hayas miedo de que te puedan acosar :
Pues a la vista de este hechizo
Nadie se atreve a resollar.
Con un cañón de a veinte y cuatro no es tan seguro caminar,
Como con este martillito, que se hace más de respetar.
« EL ZURRIAGO » 369
que les tiene poca simpatía, no tiene otro remedio que admitir la importancia de
algunos artículos (vol. Il, p. 227-229). Idéntica actitud sostiene A. Fernández de
los Ríos, Estudio histórico de las luchas políticas en la España del siglo XIX, Madrid,
1897, vol. I, p. 127. En las ediciones de El Zurriago que he visto no aparecen más
que 95 números, de los cuales sólo he logrado ver uno (el n° 3 de la segunda
época) editado en Cádiz.
7. Se sabe que El Trágala fue un himno que compuso Evaristo de San Miguel,
capitán de las milicias, para conmemorar el levantamiento de Riego, y se convirtió
en el himno comunero. Se cantaba siempre que Riego visitaba algún lugar (cf. el
Diario de la expedición patriótica del gen. don Rafael del Riego en la provincia de
Aragón. Redactada por Felipe Tolosano, Zaragoza, 1821), donde se relata cómo la gente
lo recibía cantando el Trágala, y por las noches hacían representaciones de el Pelayo.
Las reuniones de la Fontana, de la sociedad Landaburiana, de Malta, etc., eran
también lugares donde se cantaba el himno. Desde luego que había varias versiones ;
la que lanzó El Zurriago difería de la original :
Trágala o muere,
vil servilón,
ya no la arrancas,
ya no la arrancas,
ni con palancas
de la nación.
Salve mil veces La afirmó Riego
león dorado y sus blasones
que has ensalzado son eslabones,
la formación ; no faltarán ;
Esta es la insignia Esto es constante,
que el Asturiano sí, servilones,
recibió ufano que a dos tirones
de la nación. no saltará.
Trágala, etc. Trágala, etc.
En vuestro ausilio Desengañaos
traer cosacos hombres facciosos,
traer austríacos irreligiosos,
aquí a lidiar ; en intrigar ;
Fuerza en los brazos Que el león fuerte
sobra en nosotros de un esperezo,
para unos y otros si da un bostezo
esterminar. os tragará.
« EL ZURRIAGO » 371
El pueblo son
Que ama al Señor
Llama al Zurriago
Mal escritor
Porque publica la desunión
Que es de la patria la destrucción;
Trágala, trágala tú, pedantón,
trágala, trágala, la moderación.
13. Los títulos de algunas de estas farsas son : Las victorias de Tin Tin y asombro
de entrambos mundos (n° 6) ; Los caballeros anilleros (n° 41) y Los duelos del Anillo
(n08 61-62). Entre los nombres que utilizaban se cuentan : Tin Tin, San Martín; el
Mandarín de la China, Fernando VII; El Divino, Arguelles; Rosita la Pastelera,
Martínez de la Rosa ; el General Castañuelas, Castaños ; El Aprendiz, Moscoso de
Altanara.
14. Cf. La Bolanchera. El Himno de Riego comienza : « Es en vano calumnie la
envidia / al caudillo que adora el Ibero : / hasta el borde del hondo sepulcro / nuestro
grito será : viva Riego, i
15. Para un estudio sobre un caso semejante en Francia, cf. de Georges Lefebvre,
Revolutionary Crowds, in New Perspectives of the French Révolution, John Wiley and
Sons, Inc. N. Y., 1965, p. 173-190.
« EL ZURRIAGO » 375
24. Carta del Excelentísimo Señor Don José María Calatrava a los editores del
Español Constitucional. Y la contestación que, por encargo de estos, ha dado D. Alvaro
Flórez Estrada, Londres, 1825, p. 10.
25. Aunque los doceañistas colaboraron con los grupos que proclaman la
revolución de 1820, muy pronto se separan, dando lugar al partido comunero, por un lado,
y al liberal por otro. Esta escisión llega a su cúspide el 7 de julio de 1822, durante la
sublevación de la Guardia Real, cuando Romero Alpuente defiende en las Cortes la
soberanía popular ; cf. Quin, op. cit. : « The Ministry of Martínez de la Rosa, and the
party which supported it, was understood to be of a character rather aristocratical.
Thay were called anilleros, and they consisted oí the higher classes of the nobility.
f ...] The impulse which was comunicated to the démocratie principie of the
Constitution by the result of the events of the 7th of July gave birth to a third party, who
called themselves comuneros. The leaders of this party Palarea, Ballesteros, Romero
Alpuente, Morales and others, who participated by their personal exertions in the
victory which was gained over the royal guards, conceived that they deserved equally
well of their country for having preserved the Constitution as the Freemasons did
for having restored it. They soon gathered around them a numerous party, which
assured to itself an exclusive interest in the third article of the Constitution, that
is to say, in the sovereignty of the people » (p. 567). Las diferencias entre los tres
partidos quedan más de relieve en el libro de Edward Blanquiere, An Historical
Review of the Spanish Révolution, London, 1 822 : « It is most painful alternative to be
thus forced to condemn the conduct of men, upon whom so much well deserved
praise lavished in my letters ; but, there are so many circumstances on record, to
prove that the patriots of 1812 either mistook the true principies of justice, or wil-
fully perverted them, for the more salce of appressing the patriots of i 820. [...] Many
circumstances have transpired, which prove that the first ministry must have been
actuated rather by désire of retaining their places, and motives of resentment against
their adversaries, than genuine patriotism. Their persécution of Riego, and those
who ranged themselves on his side, particulary M. de Mora's arrest and imprison-
ment, without trial or accusation, the reported interception of prívate letters, and
the employment of spies, in the manner of their neighbours, are acts more worthy
of the advisers of a german despot, than the ministère of a constitutional king. These
ignoble acts were crowned by the others, which have made an impression on Spain
never to be effaced : I allude to the shutting up the patriotic societies ; the law against
petitioning, and the liberty of the press, with which the session of extraordinary
« EL ZURRIAGO » 383
Cortes oí 1821 closed : for the men whom the patriots of la Isla had taken out of
dungeons, and recalled from exile, to assume the reigns of government, thus to raise
their sacrilegious hands against the goddes whom they were bound to défend at
the very cost of their Uves, was, indeed, an act of daring impiety » (p. 577).
(Para críticas sobre estas deliberaciones de las Cortes, cf. El Zurriago, núms. 25,
29-30). Sobre los partidos dice : « The Afrancesados are decidedly aristocratical [...]
If this party should get into power they would mos probably modify those points
of the Constitution which are supposed to favor too strongly for democracy » (p. 593).
A los liberales fhaving given them the power in 1820] there were obligations contrac-
ted on one side as well as on the other ; the Liberales could not have so soon forgotten
the maxims they ad so uniformly advocated in the Cortes, and perpetuated in the
Charter, that the people are the source of all power, and that, therefore, those who
happen to be entrusted with it are merely their servants [...] That chage in the state
of Europe [...] must have convinced the Liberales of 1812 that many acts which
would have appeared comparatively harmless during the war of Independence,
when force had necessarily a large share in the executive government, were totally
incompatible with popular feelings and popular knowledge in 1 820. Was it in checking
the generous impulse given to the nation by the patriotic societies, and at length
suppressing them altogether, that the Liberales of 1812 thought to requite their
debts of gratitude? [...] Neither the Liberales ñor the Afrancesados embrace all the •
talents of Spain ; on the contrary, it will be perhaps soon perceived that both are
likely to be outstripped not only in talent, but energy, as they are already in patrio-
tism [...] The hope of the Spanish people are not exclusively centered on the
Comuneros [...] springing directly from the people their interests are indispensable. [...]
Although the germs of the Comuneros might be traced to those secret associations
which preceded the insurrection of 1820, they were so blended with the liberales of
1812, that it required circumstances like those to which 1 have alluded to make
them a distinct class » (p. 598-601). Sobre los distintos partidos, cf. también Duver-
gierde Hauranne, Ojeada sobre España, Londres, 1 825: «En España están por la
reforma política la mayor parte de los nobles, y aún muchos grandes de España, los
hombres de profesión literaria, todos los de la clase media, y aquella parte de los
moradores de las ciudades que se rozan más inmediatamente con los de las clases
acomodadas. Son enemigos de ella el clero secular y regular, especialmente los frailes,
los proletarios de las aldeas y el populacho de las ciudades, aún más ignorante y
embrutecido que lo era el de Francia y además de estos vicios con el de un fanatismo
estúpido que le convierte en instrumento dócil de los frailes inmorales, si los hay, y
tan degenerados en su primitivo instituto cual nunca, ni por nadie, ni en parte alguna
se ha visto. Bien se deduce de esto que la clase cuya intervención ensangrentó tanto
la revolución francesa es la misma que amenaza a España con una contrarrevolución
no menos sangrienta. Esta diferencia de partidos es la que obligó a Lord Liverpool
a decir que la guerra de España era guerra de clérigos y proletarios contra los
hacendados y comerciantes » (p. 4-5). (El autor era miembro del Parlamento francés).
26. Cf. [Miñano, Sebastián de], op. cit. : « On distinguait alors en Espagne deux
classes de libéraux, ceux de 1812, qui avaient publié et applaudi la Constitution de
Cadix, et ceux de 1820, qui l'avaient rétablie par la révolte de l'île de Léon [...] ils
ne pensèrent point à s'emparer des ministères ; ils crurent devoir abandonner ces
places importantes aux libéraux de 1812, qu'ils regardaient en quelque sorte comme
les patriarches de la liberté. Mais quand ils virent avec quelle avidité ces modérés
de la veille exploitaient à leur profit tout ce qu'on pouvait tirer de la nation dans
son état d'épuisement, ils commencèrent à se repentir de leur imprudence » (p. 1 09-
110). La carta de Benigno Morales..., op. cit., sostiene el mismo punto de vista :
« Aplicaron desde entonces todas sus fuerzas, y principiaron a adular al Rey [...], a
proponerle, en el sistema jurado, unas reformas tales, que ampliasen su poder hasta
constituirle en déspota, con la máscara de la Constitución. Las cámaras y el veto
384 BULLETIN HISPANIQUE
32. El Manifiesto sobre las ocurrencias de ayer 29 del corriente, Cádiz, 1821, 1p.,
muestra cómo el pueblo estaba muy exaltado porque se había nombrado a Venegas
Capitán General, y queman El Universal, que injuriaba a Riego : « Uno de los
principales motivos de la exaltación incómoda de esta capital, y de su poca o ninguna
confianza en el Gobierno ejecutivo ». Riego era muy querido por el pueblo ; en el Diario
mandado redactar a Felipe Tolosana (Zaragoza, 1821), con motivo de su viaje por la
provincia de Aragón (Caspe, Bujaraloz, Calanda, Burgo), queda de manifiesto este
amor del pueblo por el general, a quien cantaban el Trágala, mientras Riego
explicaba a la armonía que existe entre nuestra Constitución y la Sagrada Religión »,
ante las preguntas ansiosas del pueblo. La fuerza del partido nacional estaba en
provincia, donde triunfan los alzamientos populares, a diferencia de lo que ocurría
en la capital, donde eran aplastados.
33. Para un análisis del pensamiento de Martínez de la Rosa, cf. el trabajo de
J. Sarrailh : Un homme d'État espagnol : Martínez de la Rosa (1787-1862), Bordeaux,
1930, donde se pone de relieve su paulatino reaccionarismo (p. 132 y ss.). Cf. también
la descripción de Carlos Le Brun en Retratos políticos de la revolución de España,
Filadelfia, 1826 : « Era, al parecer, de la secta de los principistas, y luego fue por
escalones hasta el servilismo [...] sostuvo primero como diputado y luego como
ministro de Estado la causa de los grandes, las vinculaciones, los señoríos y los
mayorazgos [...] Entonces fue cuando en las Cortes avanzó la proposición de que en
España no había elementos para la libertad, para lo cual era ya necesario petulancia,
y una buena dosis de filosofía servilicia » (p. 138-142).
34. Hasta el 7 de julio de 1822, los doceañistas habían dominado la escena pública.
Cf. Miñano, op. cit. : « ... les événements du 7 juillet à Madrid, décidèrent enfin les
puissances de l'Europe à prendre le parti réclamé depuis longtemps par l'humanité,
ainsi que par l'intérêt des gouvernements. La révolution d'Espagne eût succombé
et le jacobinisme n'eût pas ravagé le sol espagnol, si, immédiatement après la défaite
des révolutionnaires de Naples et du Piémont, on se fût porté sur les Pyrénées pour
combattre les réformateurs espagnols [...] Le premier résultat du triomphe du 7 juillet
fut la destitution de ministère de Martínez de la Rosa » (t. II, p. 2 y 57). Esta es más
o menos la opinión de Pecchio : Journal of Military and Political events in S pain
during the last twelve months, London, 1824 : « With the victory of the 7th of July,
due in great measure to their vigilance and valour, they f los Comuneros] hâve acquired
the right of selecting a ministry of their own choice, yet such was their generosity
and anxiety to avoid the charge of ambition, that they lef t it to their rivais. But the
courtesy was not met in a similar spirit » (p. 7). El 6 de julio había dado Romero
Alpuente un discurso ante las Cortes que termina : « Hay que saber si [los actos de
Madrid] es un acto de justicia, que por no encontrarla en el gobierno, ha ejecutado
el pueblo. »
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