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Dos paradigmas del cuerpo:

En búsqueda de un locus para el “sujeto”

María Luisa Femenías

Resumen:

En este trabajo ensayo algunas respuestas a la pregunta de Rosi Braidotti ¿Qué cuerpo? y
¿Qué es el cuerpo? (1994) a partir de la comparación de dos posiciones tan disimiles como
la de Unbearable Weight de Susan Bordo y la de Bodies that Matter de Judith Butler, Ambas
filósofas, de diferente modo, se inscriben en una línea que intenta suturar la tradicional
dicotomía alma(mente)-cuerpo. Remontándome al tradicional enunciado de John Locke,
sobre la primera propiedad de toda persona en su propio cuerpo y, siglos después, las
afirmaciones de Michel Foucault, para quién los ideales del alma son la cárcel del cuerpo,
ensayo una mirada crítica. Tanto Bordo como Butler abordan posiciones donde el tema del
cuerpo (o de la corporalidad) se aparta del dualismo tradicional, abriendo la pregunta a
nuevos sentidos que exploro brevemente.

Palabras-clave: cuerpo, dualismo, sentidos;

En el año 1993, en EEUU, se publican dos libros muy importantes vinculados a


la noción de cuerpo: Unbearable Weight de Susan Bordo y Bodies that Matter de Judith
Butler.[1] Ambos, de diferente modo se inscriben en la línea de sutura de la tradicional
dicotomía alma(mente)-cuerpo. Si por un lado, John Locke había enunciado que la primera
propiedad de toda persona es su propio cuerpo, siglos después, Michel Foucault sostenía
que los ideales del alma son la cárcel del cuerpo. Siguiendo, cada una a su modo, estas
propuestas cobran nuevo sentido ante la pregunta de Rosi Braidotti ¿Qué cuerpo?, y ¿Qué
es el cuerpo? (1994). Este trabajo pretende dar cuenta, brevemente, de cómo ambas
posiciones abordan el tema del cuerpo (o de la corporalidad) desde un punto de mira ajeno
al tradicional dualismo mente=alma-cuerpo.

I.

El canon filosófico tradicional ha inscripto, como sabemos, el problema del


cuerpo en términos de la dupla cuerpo-alma, que la modernidad reeditó en el marco mente-
cuerpo. Indistintamente del modo en que históricamente se hayan abordado ambos
conceptos, ese dualismo se mantuvo por milenios. Retomando un epígrafe atribuido a
Whitehead ―“la consustancialidad del cuerpo”― Susan Bordo establece que la
construcción dominante en filosofía reconoce esa suerte de doble filo. (1993). Por un lado,
el alma-mente que retiene y regula al cuerpo (en el sentido foucaultiano de “los ideales del
alma son la cárcel del cuerpo”); y, por otro, el cuerpo como “una propiedad” (en el sentido
lockeano de “la primera propiedad de una persona es su propio cuerpo”). En ambos casos,
se lo considera más que un “yo”, un “con-migo” misma/o. Se trata de un cuerpo
“inescapablemente conmigo”, como un gemelo siamés del que no puedo separarme.
(Bordo:11) Sea como fuere, tanto el dualismo como la jerarquización entre ambos persiste,
ya que el cuerpo se entiende como el mero habitáculo del alma-mente.

En los apartados que siguen, revisaré brevemente la propuesta crítica de Butler,


para finalmente confrontarla con la de Bordo y Braidotti, bajo el supuesto de que, desde
diversos puntos de mira es posible llegar a conclusiones similares, que dan cuenta de un
“mundo” dislocado y disruptivo en el que los fundamentos se derrumban.

II.

Como es bien sabido, los paradigmas postestructural y postfundacionalista se


esfuerzan por mostrar que el “sujeto” y su locus, el cuerpo, se construyen a través de redes
de poder discursivo (Foucault, 1980; Butler, 1990; Haraway, 1991, entre otros), suponiendo
por tanto una ontología débil o, en palabras de Butler, contingente. (1995)

Estudios producidos desde diversas disciplinas han enriquecido y renovado las


conceptualizaciones vigentes sobre el cuerpo, explorando y desafiando sobre todo su
compleja relación con el “sexo” y la sexualidad en términos de cuerpos sexuados. Por un
lado, la adopción de la noción de “género” ha promovido grandes cambios
conceptuales.[2] Por otro, la tecnología ha renovado el concepto de “maternidad”, de
“reproducción” y de “identidad sexual”. Estos cambios llevaron a la filósofa ítalo-holandesa
Rosi Braidotti a preguntarse ¿Qué cuerpo? (2000: 90), ¿El cuerpo del ex sexo? (p.100). Tal
como ella misma constata, actualmente no existe consenso en las ciencias humanas y
sociales respecto de qué es exactamente el cuerpo (2000:92), abriéndose de ese modo un
abanico de preguntas, posiciones y teorías, imposibles de explorar ahora en toda su
amplitud y riqueza.

En suma, los cuerpos ―locus del sujeto― son en sí mismos una interpretación
cultural que descansa en supuestos normativos naturalizados; precisamente esa
normativa, en su conjunto, es la que entra en crisis y estalla ante las denuncias de exclusión,
la evidencia de los problemas de “represión sexual” en general, la minusvaloración de los
“cuerpos-mujer”, la negación de las minorías sexuales y religiosas, y el “orden racial”
jerarquizado.

Muy sintéticamente, en la concepción de Butler, el cuerpo material es el


resultado de un proceso performativo, tal como lo pone de manifiesto en Bodies that
matter (1993). Ya en Gender Trouble (1990) había sostenido que no se debe comprender
al género como una construcción que se impone a la superficie material del cuerpo y el
sexo (ambos biológicamente entendidos), sino como la materialización misma de las
normas que lo regulan. Por eso, el sexo no es algo que se tiene y que califica al cuerpo de
por vida, inscribiéndolo en el dominio de la inteligibilidad cultural. (Femenías, 2011: 189 ss.)

Por el contrario, el cuerpo sexuado está normativamente construido a partir de


códigos culturales binarios, que responden a tecnologías precisas que el poder productor
pone en marcha para perpetuarse. Por tanto, la liberación de los cuerpos del dimorfismo
exclusivo y excluyente constituye para Butler la liberación del cuerpo
como medio o instrumento en el que se inscriben significados culturales.

III.

Podríamos preguntarnos: ¿Cómo se llega a ser un cuerpo material,


dimorfo, en y a través de las marcas de los mandatos de género? Aquí los senderos se
bifurcan: mientras que, a pesar de sus diferencias, tanto Braidotti como Bordo, sin negar la
fuerza del disciplinamiento ni de la biopolítica, conceden el presupuesto de un cuerpo
material con marcas previas a la sexualización normativa, Butler, críticamente en la línea
de Foucault, entiende el cuerpo marcado instituido en[por] la constelación discursiva que lo
propone metalépticamente como “dato” biológico previo en el que se inscriben los
significados del “género”.[3] Tanto para Foucault como para Butler, esa inscripción, y sus
rasgos “naturales”, son precisamente el resultado del poder. Así, “materia” es lo que
constituye la persistencia del cuerpo, sus contornos y sus movimientos; aunque, recogiendo
la crítica nietzscheana, Butler proponga una materialidad no sustantiva (1993: 3s); el efecto
más productivo del poder. Por tanto, ni se puede hablar de sexos naturales, ni se puede
ignorar la historia de los cuerpos. Son precisamente los mandatos culturales tradicionales
los que le han dado a los cuerpos significado y materialidad, constituyéndolos qua lo que
son (1990:201). Por ende, Butler afirma que sostener lo contrario es legitimar posturas
esencialistas, subsidiarias (en sentido nietzscheano) de la metafísica de la sustancia, en
tanto presuponen de algún modo cuerpos previos e independientes de las narraciones
discursivas que los significan. (1993: 22-30) Como consecuencia, niega sustantividad al
sujeto y al cuerpo sexuado. (2002: 13-19) No es la carne la que constituye un varón o una
mujer –sostiene Butler- sino la repetición performativa de gestos que hacen al cuerpo
“mujer”, “varón” o “trans”, idea fuertemente sostenida en Gender Trouble, que fue
matizando poco a poco a lo largo de su obra.

"Sea como fuere, según lo afirma la propia Butler, el género resulta


ser performativo; es decir, que la identidad sexual (también la étnica o la
religiosa) se construye performativamente a partir de expresiones que
creemos son su resultado. "( Butler, 1990, p. 25s. )

Por tanto, no hay materia, sólo hay repetición. Y, con Deleuze, la repetición
nunca es idéntica a sí misma. (Deleuze, G, 2002: 15.)

Por tanto, la “repetición” no es algo metafórico, sino “algo nuevo”; una novedad,
una tarea de la libertad que se opone a las leyes de la naturaleza, a las leyes de la Moral,
a la generalidad del hábito y a la particularidad de la memoria.

En otras palabras, el espacio de la novedad abre la producción de cuerpos en


los que la docilidad y el disciplinamiento del dimorfismo han fracasado. “Yo performo” no es
una expresión o inscripción lingüística de la que pueda predicarse verdad o falsedad. Sólo
puede afirmarse, en general, que es (des)afortunada. En esos casos, no se cumple la
dicotomía verdad-falsedad, propia de los enunciados constatativos y de la lógica binaria,
sino que, por el contrario, se trata de un problema vinculado a la eficacia; a las posibilidades
que tiene el uso performativo del lenguaje de ofrecer un punto de fuga, un espacio de
libertad al disciplinamiento. Visto desde ese punto de mira, “salir mal” lejos de ser un
infortunio o un fracaso es prueba de eficiencia performativa y depende del poder de
citación de la locución para producir con éxito aquello que nombra. De ese modo, los
perfomativos sólo resultan afortunados o infortunados, capaces o incapaces de producir
aquello que enuncian.[4] Se abre así un espacio individual y colectivo de fuga
performativa cuyos actos (re)significantes producen “lo novedoso”.

En esa fuga performativa de la docilidad entran en juego activamente el deseo,


por un lado, y un nuevo giro trópico, por otro: del fracaso del disciplinamiento se sigue el
éxito de la resignificación performativa; es decir la inscripción de cuerpos sexuados no
binarios. Un sujeto deseante, precaria y binariamente inscripto, desafía la fórmula
expeditiva del disciplinamiento de desear lo que no se es y lo que no se tiene (Platón) para
afirmar al deseo como constructor de su propio objeto.[5] Concedido ese marco, me
pregunto “quién desea qué”, tras lo cual se podrían retomar algunos argumentos que la
propia Butler esgrime contra Beauvoir en uno de sus primeros artículos.[6] (Butler, 1986:
35-49).

Pero me extendería más allá del interés de este trabajo.

En suma, aceptar que el lenguaje y la repetición constituyen la materialidad de


los cuerpos sexuados como tales, aceptar también que ese es el locus inestable de un
sujeto no sustantivo en permanente performatividad y repetición, ¿significa aceptar también
que la mera ruptura de las determinaciones discursivas binarias implica sin más la
proliferación paródica de los cuerpos sexo-generizados? (1993:10). El resultado dinámico
e inconstante se produce performativamente, donde los performativos constituyen fórmulas
de habla legitimadoras que se sostienen en redes de recompensas y castigos discursivos
que se construyen por reiteración y persistencia, ¿Cómo es posible la estabilidad paródica
de las citaciones? Incluso, ¿pueden abrirse nuevas posibilidades de ruptura (y así al
infinito)? En una ontología débil, caracterizada muchas veces como “abismo sin fondo”,
debería admitírselo.

Ahora bien, aunque Butler no sostiene una concepción homogénea de


performatividad a lo largo de su obra, se la puede entender como aquello que impulsa y
sostiene un proceso de iterabilidad o de repetición constreñida a ciertas normas; una
reiteración bajo y mediante ciertas condiciones de prohibición y de tabú, que nunca
determinan al sujeto por completo (1993:95). La resignificación no tiene entonces valor por
sí misma, sino que se la debe confrontar con criterios del proyecto político al que Butler
adhiere, el postfundacionalismo y la democracia radical. Esto quiere decir que las
normas de la resignificación no son producto de un libre juego, de una teatralización o de
un simple “performar” aislado. La citación y la repetición ritualizada instituyen al sujeto
corporizado en su temporalidad y responden a una propuesta política radical. Y ese anclaje
es necesario precisamente para establecer la capacidad política y transformadora de las
enunciaciones de resistencia que inscriben nuevos significados.

Para lograrlo, los performativos deben romper con sus contextos previos y
asumir ilimitadamente el desafío de significados nuevos (1993: 143-7). En suma, la
propuesta butleriana sostiene que los discursos no describen los cuerpos sino que los
instituyen, formulan y constituyen qua realidades materiales (Foucault, 1977; Butler, 1993)
sujetas e iteradas temporalmente.

IV.

Braidotti, por su parte, objeta que los cuerpos materiales como proveedores de
fuerza, energía y locus del sujeto (2000: 90) queden “desdibujados”, produciéndose un
“ocultamiento” del cuerpo físico y generando una suerte de economía de las superficies
visuales (98-9) y las imágenes. Despojado de los fundamentos metafísicos tradicionales
sobre los cuales se basaba la subjetividad, el cuerpo se transforma en “objeto” de la
proliferación de los discursos (91), dislocando las bases clásicas de la representación del
sujeto humano (92). El doble desplazamiento de la posición sujeto debido al distanciamiento
de su unidad metafísica, por un lado, y la multiplicación de discursos sobre el sujeto
corporizado, por otro, convergen en la paradoja de mayor proliferación discursiva sobre el
cuerpo y, al mismo tiempo, mayor ausencia de conocimiento y consenso respecto de él,
favoreciendo la confusión. (1999: 22) En el caso de las mujeres, para Braidotti, esto apunta
a una sobreexposición discursiva sobre las mujeres en simultaneidad con la ausencia de
acuerdo sobre qué es “mujer”, “femenino”, “diferencia sexual”, etc. Braidotti insta a caminar
sobre esa paradoja, cuidando de no perder de vista las estructuras históricas de cada país,
sus horizontes culturales, y los desafíos que la diferencia sexual como diferencia simbólica
presenta. El problema del cuerpo sexuado es el problema de cómo abordar la historia de
los cuerpos y las sedimentaciones naturalizadas de su nivel simbólico. (1999:21).

Resulta, pues, interesarte apuntar provisoriamente algunas cuestiones. Si bien


tanto Bordo como Braidotti suponen la existencia de una estructura pre-discursiva que
llamamos “cuerpo material”, en el que se inscriben marcas como el sexo y la etnia,
que padece disciplinamientos y biopolíticas que lo exceden, desde diferentes puntos de
mira, consideran evidente que la biología per se no puede dar cuenta ni garantía de las
características que socialmente se le asignan a los sexos y a los sujetos: el género es, sin
necesidad de esencialismos, la interpretación cultural del sexo y un punto crucial a tener en
cuenta. En tanto tal, el cuerpo se decodifica según un sistema discursivo falogocéntrico,
binario y esencializante, que le confiere y presupone identidades fijas.

Es decir, los cuerpos, como locus de los sujetos, son conceptualizados según
identidades estables que refuerzan la presunción de que son auto-idénticas, persistentes
en el tiempo, unificadas e internamente coherentes, de modo que se los percibe según una
inteligibilidad binaria cuya significación está naturalizada.

"Esos significados, sin embargo, ni son originales y ni se encuentran


localizados en el interior de los organismos individuales. Por el contrario,
circulan en los discursos y en las prácticas culturales y sociopolíticas
significativas, históricamente mutables, que inscriben y prescriben al
mismo tiempo cuerpos, identidades y sujetos. De modo que, los
enfoques post-estructuralistas entienden al discurso como constitutivo de
regímenes de verdad sobre el cuerpo, en tanto prácticas que conforman
el cuerpo al mismo tiempo que regulan la subjetividad corporizada
mediante la identidad de género, entendida como agencia de control
subjetivo." (Burns, 2003)

V.

Entender los cuerpos como inscriptos en construcciones discursivas quiere decir


que, al mismo tiempo, se puede afirmar que poseen existencia significable abierta a
interpretaciones histórico-culturales. Hasta aquí, parecería que podemos establecer un
acuerdo entre las diversas posiciones a las que me he estado refiriendo. De modo afín, se
inclinan por posiciones que eluden o cierran el dualismo mente-cuerpo en la medida en que
toda inscripción o bien es discursiva, o bien supone cuerpos materiales como origen de
toda otra “entidad”. Sin embargo, a la hora de intervenir en “la realidad” (que ahora voy a
entender de modo trivial), las divergencias comienzan a hacerse notorias.

Por un lado, ubicada en el “nuevo materialismo”, Bordo no niega la existencia


material del “cuerpo real”, y lo reconoce como locus del sujeto y de un conjunto de
especulaciones que rastrea históricamente hasta nuestros días. Braidotti, manifiestamente
deleuziana crítica, acepta una ontología más débil, pero se mueve en la difícil línea
paradojal que intenta no desvincularse ni del sentido común ni de la tradición filosófica de
occidente: critica pero retiene el vocabulario y los temas históricos del feminismo. Para
ambas, “la realidad” se concede como un supuesto ineludible, examinable y revisable, pero
no negable.

Por el otro lado, en Butler, el debilitamiento del fundamento ontológico alcanza


su mínima expresión, sin suprimirlo. Su feliz fórmula de “fundamentos contingentes”
propone la tarea de interrogar(se) sobre qué autoriza y qué excluye o forcluye el movimiento
teórico que establece fundamentos. (1995:38) La propuesta de Butler no se convierte
entonces en un nihilismo sino en el reconocimiento de que “hay” algunos fundamentos que
tienen vigencia contingente. Sin entrar ahora en los problemas que conlleva esta posición,
sí me interesa señalar que, si bien por un lado Butler rechaza toda existencia significativa
extra-discursiva, por otro acepta incorporar en su teoría “ficciones” metafísicas como
“deseo” o “conciencia”. En la sutura del dualismo mente-cuerpo, el cuerpo como materia no
sustantiva y el reconocimiento de lo simbólico como resultado de una serie de actos
performativos, sostienen la dinámica de una iterabilidad, que puede ser quebrada en
direcciones inesperadas. Cuando se pregunta por las normas hegemónicas de
inteligibilidad, ilumina ante todo el valor ético-político de las poco favorables condiciones
que hay que cumplir para llegar a constituirse en propiamente humano. Es decir, se
pregunta no sólo por los efectos disciplinadores y productores del poder discursivo (en
términos foucaultianos) qua “varones” o “mujeres”, sino que, sobre todo, se interroga por
los efectos excluyentes de tal sistema simbólico respecto de muchos humanos que pueblan
el espacio de “lo abyecto” (1989: 133-49). Ahora bien, si en sus primeros escritos, Butler
sostiene que no hay nada fuera del discurso (1989:3-4), esta afirmación se ve desplazada
por versiones más moderadas que se pueden sintetizar así:

"[...]no hay nada significado . ¿Estamos frente a una nueva forma de


dualismo? ¿Se reedita la tensión óntico-ontológica, y se vuelve a las
ruinas circulares del debate contemporáneo que denunció Butler en su
momento?" (1986).

Dejamos abierta la cuestión. Sin duda, he ofrecido pocas respuestas y


he dejado muchas preguntas abiertas que no pueden hallar respuesta en esta breve
presentación. En suma, sólo he querido plantear el problema del dualismo desde otro punto
de miran y hacer una suerte de balance de los avances alcanzados. Por mi parte, no parece
descabellado sostener la pertinencia política feminista de “ficciones metafísicas” como
“cuerpo” a la manera en que Braidotti y Bordo lo proponen. O de “cuerpos marcados” en el
sentido de las interseccionalidades de “color”, “opción sexual”, “religión” entre otras.
Después de todo, si se aceptan ficciones metafísicas como “conciencia” e “identidad” (y
Butler lo hace), no parece haber argumentos suficientes para descartar otras.

Bibliografía consultada

Abellón, P. y De Santo, M. , 2015..Dos lecturas sobre el pensamiento de Judith Butler, Villa


María, UNVM.
Amado, A. & N. Domínguez. 1999. “Un feminismo deleuziano: Entrevista a Rosi
Braidotti” Mora, 5.

Benhabib, S., D. Cornell, J. Butler, y N. Fraser, 1995. Feminist Contentions: A Philosophical


Exchange, New York, Routledge .

Bordo, S. 1993.Unbearable Weight, University of California Press.

Braidotti, R. 2000. [1994]. Sujetos nómades, Buenos Aires, Paidós.

Burns, M. 2003. “Interviewing: Embodied Communication”. Feminism & Psychology, 13.2.

Butler, J. 2002 “Bodies and Power, revisited” Radical Philosophy, July-August, , pp. 13- 19.

---, 1993.Bodies that Matter, New York, Routledge.

---, 1990a. Gender Trouble, New York, Routledge.

---, 1990b. “Variaciones sobre sexo y género” en Benhabib, S. y Cornell, D. Teoría feminista
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---,1986. “Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex”, en Yale French Studies, Simone de
Beauvoir: Witness to a Century, 72.

Deleuze, G. , 2002. Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu.

Femenías, M.L., 2011 [2000].Sobre Sujeto y Género. (Re)lecturas feministas de Beauvoir a


Butler, Rosario, Prohistoria.

Foucault, M., 1977.Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, Buenos Aires, Siglo XXI,
Vol.1.

Hume, D. , 1974. Tratado sobre la naturaleza humana, Buenos Aires, Paidós.

Wittgenstein, L. , 1976. Cuadernos azul y Marrón, Madrid, Tecno.s

Nota biográfica;

María Luisa Femenías, Doctora en Filosofía. Profesora Consulta de la Universidad


Nacional de La Plata (UNLP); ex directora del Departamento de Filosofía y co-fundadora
del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CINIG), que dirigió hasta 2016.
Directora de la Especialización en Educación en Géneros y Sexualidades, en la misma
Universidad. Coordina equipos de investigación y estudiantes de doctorado, con quienes
ha publicado recientemente la serie Los ríos subterráneos (cinco volúmenes) sobre
violencia contra las mujeres, y Antropología Filosófica (para no filósofos). Por sus
contribuciones a la consolidación del área, ha recibido el premio Konex en 2016.
[1] Este trabajo fue leído en el Congreso de XVII Congreso Nacional de Filosofía (AFRA),
realizado en la Universidad Nacional del Litoral, el 8 de agosto de 2015.

[2] Concepto originalmente desarrollado por John W. Money (1921-2006) para otros fines.

[3] Butler analiza la relación foucaultiana poder-sujeto en (2002).

[4] Cf. De Santo, M. “Modos de construir género: de la performance a la performatividad”


en Abellón, P. y De Santo, M. Dos lecturas sobre el pensamiento de Judith Butler, Villa
María, UNVM, (en prensa).

[5] Cf. Casale, R. y Chiacchio, C. Las máscaras del deseo, Buenos Aires, Catálogos, 2009.

labrys, études féministes/ estudos feministas


janeiro/ junho 2016 - janvier/juillet 2016

Disponible en: http://www.labrys.net.br/labrys29/monde/mluisa.htm#_ftn1

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