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CLINICA DE LA PSICOSIS – APUNTES

INTRODUCCIÓN

Sonreí a la luz lunar ante la plácida idea de que la mente es impotente frente a la realidad que la
supera, la anula, la burla...No existe una posibilidad irrealizable...Toda trama es posible…
Gombrowicz, 2015, pág 179 En el centro de la cuestión clínica encontramos el tema del
diagnóstico. El presente trabajo se propone abordar el mismo adentrándose desde una
perspectiva epistemológica hasta llegar a sus usos cotidianos en la práctica clínica, tomando como
punto de referencia un diagnóstico en particular: la Hebefrenia. Luego de casi un año de rotación
en una sala de internación en la que dicho diagnóstico se ubica entre los más prevalentes, nos
hemos visto enfrentados con la difícil tarea de tratar con estos pacientes en varias oportunidades.
Encontramos que las diferentes conceptualizaciones de la hebefrenia nos resultaron
fundamentales para abordar el tratamiento y soportar el intenso vínculo terapéutico, exaltado por
el hecho del trato casi cotidiano con los pacientes.

EL ACTO DIAGNÓSTICO

El acto diagnóstico puede ser encarado desde distintas escuelas teóricas, vale decir, utilizando
diferentes teorías de la mente. Esto condicionará la terminología utilizada así como la conducta
terapéutica y el modo de vincularse con el paciente. Creemos que existe una dimensión del
diagnóstico que excede, desborda a la escuela teórica de la que se valga el profesional en salud
mental; esto es, el modo en que se conceptualiza al acto diagnóstico. A riesgo de ser simplistas,
podríamos distinguir dos formas de concebir el diagnóstico. La primera, como una clasificación
taxonómica en la que se incluye a un paciente en virtud de signos y síntomas presentes. La
segunda, sin dejar de incluir las categorías nosológicas, incorpora el conocimiento de la
personalidad individual del paciente como un elemento esencial del proceso.

Es la diferencia que existe entre los conceptos de síndrome y figura clínica. Diagnosticar, dice
Saurí, es “evaluar las posibilidades ofrecidas por lo comprobado empíricamente para ser ubicado
dentro del campo categorial”. (Saurí, 1994, p.15) Además de consistir en la observación, es
esquematizar mediante una representación mediadora y catalogante. Este esquema nosográfico
no es más ni menos que un producto de la imaginación, un constructo teórico empleado como
herramienta clínica. El autor agrega que no existe la pretendida certeza objetiva. De esta manera,
siempre, incluso cuando reconocemos que tal o cual manifestación se corresponde con un
determinado signo, estamos haciendo una interpretación de lo que percibimos con nuestros
sentidos. Saurí (1994) considera que la tarea diagnóstica es un desarrollo que se sustenta en dos
pilares.

El primero implica a la interpretación, con sus virtudes, prejuicios y males como una nota
constitutiva del procedimiento. El otro, pone a la relación diagnosticador-diagnosticado en el
centro de la cuestión. De esta situación se desprende que la tarea diagnóstica deviene y se unifica
con la terapéutica. En psiquiatría, el diagnóstico no puede establecerse con certeza a partir de la
presencia y/o ausencia de signos y síntomas.
De hecho, no es inusual que un mismo paciente pase por varios diagnósticos a lo largo de su
evolución en el tiempo (Al respecto, resaltamos la importancia del método clínico evolutivo. De
acuerdo con este método, acuñado por E. Kraepelin, si bien en los inicios de la enfermedad los
síntomas cardinales se encuentran presentes, aunque sea en su gérmen, es en los estadíos finales
de la patología que éstos se encuentran en su máxima expresión). Consideramos que parte
fundamental del proceso diagnóstico-terapéutico consiste en conocer en profundidad la identidad
y la personalidad del paciente. En palabras de Oliver Sacks “El yo esencial del paciente es muy
importante en los campos superiores de la neurología y en psicología; está implicada aquí
esencialmente la personalidad del enfermo, y no pueden desmembrarse el estudio de la
enfermedad y de la identidad”. (Sacks, 1987, p.10)

En nuestra experiencia, luego de rotar durante un año en una sala de internación psiquiátrica
desempeñándonos como equipo tratante, encontramos que las categorías diagnósticas, a pesar de
sus limitaciones, nos han resultado una herramienta fundamental para poder adentrarnos en el
mundo de la persona que tenemos como paciente. De esta forma, el diagnóstico no se presenta
como límite sino como puerta de entrada para así poder conocer al paciente, a la vez que como
una herramienta importante con la cual poder soportar la clínica. Es la lectura de manuales
clásicos, en los que predomina el acto descriptivo, lo que nos permite reconocer las características
particulares del sujeto que tenemos en frente. En palabras de Saurí “La acción de conocer
comprueba en las repeticiones la producción de diferencia, no reedición de lo mismo. Esto hace de
la tarea diagnóstica un trayecto por lugares siempre diferentes; tipificarlos permite más adelante
realizar su quehacer con mayor seguridad”. (Saurí, 1994, p.34)

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