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Los TRES NIVELES DE CONCIENCIA1

Con este título pretendemos aludir a los diversos modos como el hombre está presente a sí
mismo: de un máximo de autoconciencia a una vigilancia casi ausente. Remitiendo a la parte
segunda (capítulo 2) el problema del funcionamiento de los tres niveles de conciencia, ahora nos
limitamos a su descripción, privilegiando el concepto de inconsciente: nuestra perspectiva es, en
efecto, de psicología profunda. Queremos subrayar el hecho de que el hombre no es jamás
completamente conocedor de su entera naturaleza. Para todos nosotros existen acontecimientos
pasados o necesidades actuales -con frecuencia fuertemente significativos- que son inaccesibles a
nuestro conocimiento. De todos modos continúan formando parte de nuestro yo y, por ello,
contribuyen a determinar el comportamiento corriente aunque no estemos en grado de precisarlos y
describirlos. Mucho de cuanto hay en nosotros de relevante entra en lo no formulado, no conocido, no
referible.
El concepto de inconsciente, aunque aceptado de palabra, desencadena dentro de nosotros una
reacción de rechazo. ¿Cómo es posible que el hombre inteligente, responsable, tal vez dotado también
de buena cultura filosófica, pueda tomar decisiones por motivos desconocidos para él? Podría parecer
ofensivo admitir que las acciones, del hombre son inaferrables y que, a veces, él mismo es ignorante
del origen de ellas y de su orientación. Todavía más difícil es admitir el influjo del inconsciente: una
decisión por valores puede ser, en parte, una respuesta a algunas de nuestras necesidades
inaceptables. El concepto de hombre racional, desapegado, objetivo, totalmente desinteresado, no es
ya sostenible: el inconsciente nos recuerda que la objetividad y la libertad humana sufren ciertas
limitaciones.

1. Definiciones

Aquello que distingue la polaridad consciente-inconsciente es el grado de accesibilidad o


conocimiento del comportamiento a la propia introspección; o sea la amplitud con la cual podemos
referirnos exactamente, a nuestra actividad2. Los procesos conscientes son directamente conocidos;
los inconscientes lo son indirectamente, por inferencia. Se llega a la conclusión de la existencia de
influencias inconscientes solamente cuando las razones o los motivos visibles y conscientes no
explican adecuadamente el modo de sentir, pensar o comportarse de un individuo 3. Podemos entonces
dar estas definiciones:

Consciente:
expresa el campo de conciencia normal que el individuo tiene de sí y de las cosas en cuanto
actualmente están presentes. Comprende por tanto todo aquello que está inmediatamente presente o
accesible al conocimiento.

Subconsciente:
comprende todo ese campo de la experiencia psíquica que no está presente a la conciencia
actual del individuo y no puede ser reevocado a placer. Por tanto, todo aquello que no es conocido. El
subconsciente se divide en preconsciente e inconsciente, según el grado de profundidad.
Preconsciente:
comprende aquellos contenidos psíquicos no inmediatamente presentes al conocimiento, pero
que pueden ser llevados al conocimiento por medios ordinarios (reflexión, introspección, examen de
conciencia, meditación...) Por ejemplo, es preconsciente el título de una obra o un nombre que se

1 CENCINI-MANENTI, Psicología y formación. Estructuras y dinamismos, Paulinas, México, 1985, pp. 27-43.

2 N. Cameron - A. Magaret, Patologia del comportamento, Giunti-Barbera, Firenze, 1962, p. 16.

3 A. C. MacIntyre, The Unconscious, Routledge and Kegan Paul, London, 1968, pp. 50-60.
busca durante una conversación y que no viene a la mente: tenemos que renunciar por el momento y
sin más nos viene de improviso al día siguiente, cuando ya no se piensa en eso. O también una
imprevista intuición acerca de nosotros mismos que luego, imprevistamente, desaparece o el rostro de
una persona que, no sabemos por qué, nos vuelve a la mente.

Inconsciente:
comprende aquellos contenidos psíquicos que pueden ser reportados al conocimiento sólo por
medio de instrumentos profesionales (como, por ejemplo, ciertas técnicas psicoterapéuticas)4.
El inconsciente es conocido indirectamente a través de sus efectos. Cualquier manual de
psicología reporta las pruebas más importantes de su existencia. Aquí señalamos solamente que la
existencia del inconsciente es una realidad ya dada por descontada. Freud se ha empeñado en
demostrarlo en una de sus obras más importantes: Psicopatología de la vida cotidiana5.

Acto sintomático:
es un acto hecho automáticamente, sin pensar y sin darnos cuenta de él: gesticular las manos,
jugar con el Botón de la camisa, canturrear un motivo que se impone sin ser solicitado. Actos
aparentemente sin significado que, para Freud, son la expresión externa de procesos psíquicos
profundos. Siendo de origen inconsciente, tienen un carácter intencional que escapa completamente al
sujeto y a sus vecinos.

Acto perturbado:
en él aparece un conflicto entre dos fuerzas psíquicas independientes. No se trata ya, como
en el acto sintomático, de una acción con origen en el inconsciente, sino de una interferencia entre
una motivación consciente y otra inconsciente de fuerte potencialidad. Por ejemplo, los errores de
lectura, los lapsus, errores de escritura. Todas estas cosas -según Freud- están estrechamente
determinadas y son la expresión de intenciones suprimidas por el sujeto o el resultado del choque de
dos intenciones, de las cuales una permanece, temporal o permanentemente, inconsciente.

Acto reprimido:
es el«olvido activo». Algo viene olvidado no por defecto de la memoria, sino por la inhibición
ejercitada por una fuerza inconsciente contraria. El marido que no se presenta a la cita con la esposa
por olvido selectivo, ha reprimido la cita porque está cargada de un excesivo potencial emotivo del
cual se debe defender. El carácter común de las acciones olvidadas y casuales ha de referirse al
material psíquico imperfectamente reprimido que, no obstante sea excluido de la conciencia, de todos
modos no ha sido privado de toda capacidad de manifestación.

Hipnosis:
el sujeto, en el estado post-hipnótico, puede seguir instrucciones que se le han dado durante el
período de trance hipnótico y no saber que está actuando así porque le ha sido mandado por el
hipnotizador. El sujeto puede ser consciente del acto, pero no de su origen.

Percepción anestésica:
es famoso el experimento de Binet6. Aplicó un disco de metal que tenía un diseño en relieve,
sobre el área anestésica de una muchacha histérica. La muchacha evidentemente no había visto el
disco y no podía tener una sensación táctil de él porque estaba aplicado en una zona anestésica de su
cuerpo (parte posterior del cuello). No obstante, se le pidió dibujar la imagen grabada en el disco; en

4 Donde no se indica lo contrario, para no complicar el discurso usamos la palabra "inconsciente" en el sentido genérico
de todo aquello que no es consciente, sea como inconsciente que como preconsciente.

5 S. Freud, Psicopatologia della vita quotidiana, en Opere, o.c., IV, pp. 57-303.

6 A. Binet, Alterations of personality, Appleton, New York, 1896.


su dibujo reportó, en modo sorprendentemente similar, la forma y el diseño del disco. Un sujeto
normal en las mismas condiciones habría estado menos atinado. Tres años después repitió el
experimento con la misma muchacha, pero usando un disco diverso y tuvo el mismo resultado. Hay,
por tanto, una paradoja: una muchacha histérica, menos sensible que una normal porque tiene zonas
no sensibles, es más sensible que la normal precisamente en esa área anestesiada. No fue recibida
ninguna sensación táctil sino la información: el yo consciente ha recibido un mensaje del
inconsciente.

Personalidad múltiple:
es un disturbio clínico bastante raro, pero que ha encendido la imaginación de muchos artistas:
el ejemplo clásico es el del Dr. Jekyl y Mr. Hyde, en el libro de Stevenson. Se trata de una grave
reacción disociativa, en la cual el paciente conduce dos vidas independientes, de ordinario
alternadas y contradictorias entre sí. En psicología han sido publicados hasta hoy cerca de 200
casos7. Es clásico el caso de Miss Beauchamp, estudiado por Prince8. Esta estudiante, observada
durante 6 años, exhibía en momentos diversos tres diferentes personalidades: la «santa», que
consideraba la vulgaridad y la mentira como pecados a expiar con la oración y el ayuno; la «mujer»,
que demostraba ambición y voluntad; y la tercera personalidad, descrita como el «demonio», infantil
y maligna. La paciente misma llamaba esta tercera personalidad como «Sally». Las tres
personalidades eran activas en modo alternado, por lo que el comportamiento de la muchacha era
contradictorio e incomprensible. Sally (estrato inconsciente) estaba en conocimiento de las cosas que
hacía Miss Beauchamp (estrato consciente), pero ésta no sabía nada de Sally. Se ve entonces cómo
una parte de la personalidad puede permanecer fuera de la conciencia aun influyendo en el
comportamiento y cómo la comunicación inconsciente-consciente es, sobre todo, del primero al
segundo y no al contrario.

Percepción subliminal:
ver el capítulo 1, 2ª parte, sobre la percepción.

Los sueños:
son considerados por Freud como el camino regio para el conocimiento del inconsciente,
puesto que el estado de sueño debilita la censura interna. Todos soñamos, al menos, cuatro o cinco
veces por la noche, aunque no lo recordemos. Los sueños son los guardianes del sueño. En efecto, es
posible encontrar los testimonios de los sueños en modificaciones somáticas que tienen lugar durante
el sueño9.
A través del análisis del trazo electroencefalográfico se han identificado cuatro fases del sueño
distinguibles por la profundidad del sueño mismo. En general el sueño es más profundo al inicio de la
noche, disminuyendo después en profundidad. En ciertos casos se tiene una segunda fase de sueño
profundo, en la segunda mitad de la noche.
Los sueños tienen lugar en la fase de sueño ligero (en promedio cinco por noche), por lo que,
en el curso de la noche, se tienen unos cinco períodos de sueños que llegan a ser más largos cuanto
más se acerca la hora de despertar. En estas fases el electroencefalograma asume las características
del primer tipo (sueño ligero), la actividad muscular aumenta y aparecen los movimientos oculares
rápidos (rapid eyes movements = REM). En efecto, los sueños están ligados al REM: se registran
los movimientos oculares por medio de electrodos que permiten transmitir y amplificar las
corrientes de acción de la musculatura del ojo. La actividad onírica corresponde a los movimientos

7 E. L. Bliss, Multiple personalities, a report of 14 cases with implications for Schizophrenia and hysteria, en «Arch.
Gen. Psychiatry», 37 (1980), pp. 1388-1397. E. Berman, Multiple personality: psychoanalitic perspectives, en «Int. J. Psycho-
Analisys», 62 (1981), pp. 283-300.

8 M. Prince, The dissociation of a personality, Longman’s Green, New York, 1906.

9 C. W. Dement, Psicofisiologia del sonno e del sogno, en Arieti S. Manuale de Psichiatria, II, Boringhieri, Torino,
1969, pp. 1399-1438.
oculares rápidos, muy diversos de los movimientos oculares lentos que se observan en ausencia de los
sueños. Si la persona es despertada cuando se constata el REM, declara que estaba soñando (los
sueños duran en promedio de diez a quince minutos). Si se impide soñar por muchos días, esa persona
puede acusar, en estado de vigilia, síntomas psicopatológicos y comportamientos francamente
psicóticos.
Para Freud, los procesos responsables para la formación de los sueños son cinco:

1.- El residuo del día:


el material del que se componen las imágenes de los sueños no es completamente autónomo,
sino que revela una procedencia del mundo de vigilia.

2.- Represión
(de ella hablaremos a propósito de los mecanismos de defensa).

3.- Simbolización:
representaciones mal aceptadas en la conciencia -para Freud sobre todo sexuales y agresivas-
entran en los sueños traducidas en imágenes simbólicas (sustitutivas) cuyo contenido manifiesto es
inofensivo. Para descifrar el sueño se tratará de pasar del contenido manifiesto al contenido latente:
empresa mucho más difícil de cuanto ciertas lecturas de divulgación hagan creer.

4.- Condensación:
varias imágenes de la vida real se fusionan y dan origen en los sueños a una sola imagen. En
el pensamiento onírico dos elementos muy diversos como «una casa» y «mi padre» pueden ser al
mismo tiempo idénticos. La casa es una casa y al mismo tiempo es mi padre, sin ninguna
contradicción; o también en los sueños podemos estar contemporáneamente en dos lugares diversos;
o ser a la vez espectador y actor. En los sueños el espacio y el tiempo son autísticos, o sea
desvinculados de referencias sociales.

5.- Desplazamiento:
un detalle de la vida consciente puede asumir en los sueños una función emotiva importante; o
también las percepciones que dependen de otros sentidos (táctiles, térmicas, dolorosas...) son
traducidas en los sueños en imágenes visuales. Si, por ejemplo, una gota de agua me cae sobre la
frente, puedo soñar que estoy sudando o tomando agua en una fuente.
En todo caso, los sueños no son jamás posibles de fotografiar; en efecto, en la medida que el
yo va entrando en el campo del pensamiento lógico, introduce en sus sueños un orden lógico y al
narrarlo sufre una «elaboración secundaria», o sea un proceso inconsciente de censura y selección.
Lo que importa en nuestro tema es notar que el proceso onírico obedece, mucho más que el
pensamiento consciente, a las leyes de la emotividad inconsciente y está más cercano al núcleo
inconsciente que el estado de vigilia. A través de los sueños se expresan impulsos reprimidos y
tendencias o intereses de los cuales el individuo no tiene un claro conocimiento 10. Los sueños ofrecen
la posibilidad de expresar ciertos aspectos inconscientes de nosotros, no sólo aquellos censurados
-como sostenía Freud- sino también aquella realidad afectiva de la que no somos plenamente
conocedores, como sostiene la teoría cognoscitiva de Jung, que ve los sueños como expresión del
deseo de conocer: los sueños asumirían entonces la función de indicar cuáles son los temas de relieve
para el desarrollo de la personalidad que aún permanecen en la sombra.

2. Contenidos del inconsciente

Aún el hombre común y corriente sabe que, con frecuencia, actuamos por razones que no

10 H. P. Blum, The changing use of dreams in psychoanalytic practice. Dreams and free association, en "Int. J. Psycho-
Analysis", 57 (1973), pp. 315-324.
comprendemos y que albergamos en nosotros sentimientos que nos sorprenderían si supiésemos que
los tenemos. Sin embargo, con frecuencia se tiene una visión negativa del inconsciente como si fuese
solamente el cesto de la basura: el valor es aquello que está en alto y es todo hermoso y el
inconsciente es aquello que está en lo profundo y es todo feo. Por el contrario, el inconsciente puede
ser positivo; ciertamente es neutro. Como en un edificio, en los sótanos del hombre se encuentran
tanto locales para acumular objetos, como las instalaciones de calefacción.
Otro inconveniente a clarificar: el inconsciente no es sólo de origen conflictivo,
consecuencia de traumas y experiencias desagradables.
En tercer lugar, no existe sólo el inconsciente sexual, sino que hay también otros contenidos.
En efecto podemos encontrar:
1.- Experiencias o recuerdos reprimidos por traumáticos o indeseados (almacén de las memorias).
Por ejemplo, la niña que se vuelve tartamuda después de un incidente que, sin embargo, no
puede recordar.
2.- Energías psíquicas no utilizadas por el individuo porque no está convencido de tenerlas, o está
temeroso de usarlas, o porque no están aún maduras para la conciencia o no son consideradas
como importantes (reserva de energías). Por ejemplo, muchos de nuestros talentos y energías
que permanecen sin ser utilizados.
3.- Impulsos no completamente integrados o que han sido reprimidos porque crean conflictos
(ámbito de conflictividad). Por ejemplo, sentimientos sexuales, agresivos, de inferioridad...
4.- Tendencias motivacionales o modalidades de acción habitualmente puestas en acto y, por
tanto, cada vez más automáticas (sede de los estilos). Por ejemplo, la homosexualidad latente,
comportamientos exhibicionistas con raíz profunda, o la disponibilidad sincera para el
servicio a los demás.
Tratar el inconsciente no significa solamente tomar conciencia de la represión traumática, sino
también liberar gran parte de la pasión, creatividad, espontaneidad, sin las cuales la vida sería
monótona. Significa por tanto aumentar el grado de libertad de la persona.

3. Leyes del inconsciente

1.- El inconsciente está exento de conflicto:


elementos inconscientes aun contradictorios entre sí, existen los unos junto a los otros sin
discordia, puesto que son independientes y no conflictivos en esta área, aunque creen conflicto en
relación con el consciente. En la vida consciente si A es diverso de B, A no puede ser B. En el
inconsciente, en cambio, elementos contradictorios no se anulan: lo blanco y lo negro, el amor y el
odio, el perdón y la venganza, la humildad y el exhibicionismo... pueden coexistir sin anularse
mutuamente, pero la contradicción brotará cuando la persona viva también su nivel consciente y se
relacione consigo y con los demás sobre la base de la realidad.
Esta ley tiene consecuencias enormes para la comprensión del comportamiento.
a) El significado objetivo de una acción no necesariamente corresponde al significado
subjetivo que el agente le da inconscientemente; por ejemplo, el acto sexual, que debería tener el
significado de donación mutua, puede ser usado como instrumento para descargar agresividad y
dominación inconscientes.
b) El comportamiento puede expresar contemporáneamente tendencias opuestas y contrarias:
por ejemplo, la elección del matrimonio puede nacer del valor genuino de la participación (elemento
germinativo de la elección) y al mismo tiempo del miedo por la competencia social, de la
inseguridad, de la búsqueda narcisista de sí... (elemento vulnerable).
c) Un comportamiento maduro en sí puede tener para el agente un significado defensivo o
instrumental: por ejemplo, el comportamiento religioso puede ser utilizado para defenderse de
tendencias inaceptables (culpa, poca estima) o para satisfacer otras tendencias de otra forma
alienantes (en nombre del carisma personal se hace pasar aquello que es, en cambio,
descompensación). La pregunta del porqué actuamos es mucho más central que la pregunta del qué
hacemos.
2.- El inconsciente está fuera del tiempo:
los elementos inconscientes no son ordenados temporalmente ni vienen alterados con el
transcurso del tiempo. Existen independientemente de la realidad externa: no se puede pretender que
lleguen a ser conscientes espontáneamente, con el pasar del tiempo o en fuerza de las experiencias. La
persona puede cambiar roles, ambientes, amigos o esperar; pero no por esto mejorará
automáticamente en el conocimiento de los problemas profundos o de sus cualidades inutilizadas. La
experiencia no siempre enseña.

3.- El inconsciente no tiene en cuenta la realidad, pero influye sobre ella:


tiene su lógica, diversa de la que regula el mundo consciente (guiado por el principio de no
contradicción). Así, un sentimiento inconsciente de inseguridad da origen a un comportamiento
culpabilizado que la persona sabe evaluar como irrealista (o sea no justificado por los hechos), de
todos modos ese sentimiento continúa haciéndose sentir y transformándose en comportamientos
culpabilizados. El mundo inconsciente influye en el consciente y no al contrario.

4.- El inconsciente tiene una fuerza dinámica que lo auto-preserva:


resiste a la introspección en cuanto que tiene una fuerza de reacción que mantiene dentro lo
que ahí se encuentra. Es difícil para quien no tiene práctica psicológica darse cuenta de las
resistencias que la psique humana opone al mejoramiento. Desde un punto de vista lógico-racional se
esperaría que el hombre respondiese positivamente y con entusiasmo a la oferta de mayor
conocimiento de sí, mayor libertad y responsabilidad. En cambio esta oferta se topa con la lógica del
inconsciente que dice preservación, continuidad, status quo: resiste a hacer aflorar no sólo aquello
que es traumático, sino también aquello que es posibilidad de crecimiento hasta ahora no utilizada.
Freud agrega otras leyes del inconsciente 11, pero que hasta ahora son objeto de discusión.
Estas son:
a) El inconsciente está guiado sólo por el principio del placer;
b) En el inconsciente no existe negación, duda, incerteza;
c) La energía que pertenece a las ideas inconscientes gira libremente y puede asociarse y
desasociarse eventualmente con otras ideas inconscientes; como aparece en los sueños, donde el
desplazamiento y la condensación producen el contenido latente de los sueños; en contraste, la lógica
consciente hace esfuerzos enormes por preservar la identidad propia de cada idea.

4. Cómo se forma el inconsciente

1.- Por un proceso de inmediata transposición del consciente al inconsciente. Objeto de la


represión pueden ser las experiencias pasadas (especialmente las traumáticas), los instintos-
necesidades de base, las emociones. Estos tres contenidos están ligados entre sí: para Freud los
instintos están dotados de energía y el objeto, actividad o memoria que tiene algún vínculo con el
instinto es revestido de la energía del mismo: para usar el término técnico, es revestido de carga
pulsional (el término inglés es cathexis y el alemán Besetzung). Como un clavo que al contacto con el
imán llega a ser él mismo magnético, así un objeto de experiencia llega a ser catectizado al contacto
con un instinto. Por ejemplo, el instinto sexual «reviste» a la persona amada de un cierto valor y
recibe valor también todo aquello que está en algún modo ligado a la persona amada (fotografía,
recuerdo, pañuelo...)
La represión impide todo esto: va contra los objetos revestidos de cathexis, contra los instintos
mismos de los cuales los objetos han adquirido carga, y contra la emoción resultante. La represión es
automática; por consiguiente, no es el resultado de una elección deliberada. Algo puede ser reprimido,
pero no destruido: lo reprimido permanece en el inconsciente, pero no pierde la fuerza. Más aún,
puede aumentar de fuerza. En base a las leyes del funcionamiento del inconsciente, el material
reprimido no cambia; aislado del tiempo, no entra en el círculo normal de las sucesivas

11 S. Freud, L’inconscio, en Opere, o.c., VIII, p. 39.


reestructuraciones de la experiencia; la carga afectiva puede retornar a la conducta desplazándose
sobre acciones de suyo diversas, pero para el agente de hecho unidas con el núcleo reprimido. Ese
material reprimido se puede asociar a otro material reprimido y atraer hacia sí ulterior material. «La
tendencia que reprime no conseguiría su objetivo si... no hubiese algo reprimido anterior, pronto a
acoger cuanto la conciencia aleja de sí»12.
Por tanto, el material reprimido, («removido» en términos freudianos) prolifera requiriendo al
sujeto, siempre, ulterior desgaste de energías: «No debemos representar el proceso de la represión
como un suceso que se produce ‘una vez por todas’ y cuyas, consecuencias son permanentes; más o
menos como cuando se mata un ser viviente, el que, de aquel momento en adelante, está muerto; la
represión requiere, por el contrario, un constante suministro de energía y, si ésta cesara, el éxito de la
represión vendría disminuido de modo que se haría necesario un renovado acto de represión.
Podemos suponer que lo reprimido ejercite una constante presión en la dirección del consciente,
presión que debe estar balanceada por una ininterrumpida contrapresión. El mantenimiento de una
represión implica entonces una constante emisión de energía y su eliminación representa, desde un
punto de vista económico, un ahorro»13. Puede suceder que una persona haya reprimido la necesidad
(por ejemplo exhibicionismo) y de todos modos está impulsada por ella: en este caso no sabe
discernir las verdaderas motivaciones que influyen en su actuar. Puede también haber reprimido la
emoción apropiada a esa necesidad y vivir otra emoción: no sabe discernir sus emociones y toma por
celo lo que es ansia. Con la represión de la necesidad y/o de la emoción asociada, la persona continúa
cumpliendo cada vez más acciones de contenido conflictivo (exhibicionista), en la ignorancia de la
conexión entre aquellas acciones y las verdaderas necesidades que están debajo.

2.- Por un proceso de sedimentación progresiva; objeto de este cambio de lugar del consciente al
inconsciente pueden ser también los instintos-necesidades de base que a través de un lento proceso,
cuyas fases analizaremos más adelante (parte II, capítulo 2), escapan progresivamente al control
consciente hasta llegar a ser motivaciones inconscientes del actuar. Así, si una persona vive por
ejemplo a nivel psico-físiológico, desarrollará progresivamente una tendencia a vivir habitualmente
según ese modelo, del cual se sentirá siempre más atraída. La misma cosa es aplicable en el aspecto
positivo: el inconsciente como refuerzo a la virtud; un estilo cada vez más habitual que ayudará a la
persona a actuar en modo virtuoso. Es la dinámica que veremos a propósito de la memoria afectiva y
actitudes emotivas e intelectuales (parte I, capítulo 3).

5. Integración de los tres niveles

Luft e Ingham han diseñado un esquema -llamado ventana de Johari por las iniciales de los
nombres de los autores- que pueden ayudar a comprender los diversos grados de conocimiento de un
proceso psíquico14:
Tabla I
Ventana de Johari
Conocido por el yo Desconocido por el yo
Conocido A B
por los demás área libre área ciega
Desconocido C D
por los demás área secreta área subconsciente
Los cuatro rectángulos representan las cuatro áreas del yo:

12 S. Freud, Metapsicologia. La rimozione, en Opere, o.c., VIII, p. 39.

13 S. Freud, Metapsicologia, en Opere, o.c., p. 41.

14 L. M. Rulla, Psicología del Profundo y vocación. Las instituciones, Atenas, Madrid, 1985, p. 105.
A: aquello que es conocido por el yo y por los demás: área libre
B: aquello que es desconocido por el yo, pero conocido por los demás: área ciega.
C: aquello que es conocido por el yo, pero desconocido por los demás: área oculta.
D: aquello que es desconocido tanto por el yo como por los demás: área subconsciente,
especialmente la inconsciente y profundamente preconsciente.

Pongamos un ejemplo que sirva también para comprender la mentalidad de la psicodinámica.


Una persona por sí misma o con la ayuda de otros llega al conocimiento de que el rectángulo «A»
revela en él una necesidad-actitud de dominación: él mismo reconoce y los demás ven que con
demasiada frecuencia tiende a imponerse (área libre). A los ojos de los demás, esta persona
imponiéndose obtiene la ventaja de ser escuchada, impresionar, sorprender (exhibicionismo en el área
ciega). Además esta persona siente secretamente estar impulsada a imponerse por la propia
agresividad (área oculta): aunque no lo confíe a nadie, sabe encontrar en sí misma un espíritu de
contradicción.
La combinación dominación-exhibicionismo-agresividad hace de esta persona un individuo
arrogante y presuntuoso que usa la dominación para descargar sobre los demás el propio humor y ser
el jefe. Pero, quizás, esta competitividad narcisista es sólo el efecto de una causa más profunda y
central: la necesidad conflictiva de inferioridad (área D) de la que se defiende. Es arrogante porque
tiene poca estima de sí y con la dominación intenta compensar el miedo de no valer. Pero, no es
consciente ni de la poca estima de sí ni de que se está defendiendo de ella. Para el proceso
educativo es determinante la consideración de esta área subconsciente: si se prescinde de ella no
puede haber ayuda eficaz. El educador que ve sólo las primeras tres áreas intervendrá con la crítica
interpretando la arrogancia como orgullo. Actuando así, agrava el problema: reprobando, agudiza el
sentido de inferioridad por el que la persona se sentirá impulsada todavía más a repararlo con el
aumento de la dominación. Mientras no venga tocada la fuente conflictiva de inferioridad
subyacente, esa persona continuará en su estilo buscando nuevos desahogos, más o menos
distorsionados.
Otro ejemplo, ya no de defensa sino de gratificación inconsciente del área D. Una persona que
ayuda a los demás (A), es vista como caritativa (B), es sensible a colaborar (C): las tres áreas la hacen
una persona siempre disponible. Pero si en el área D hay una necesidad conflictiva de dependencia
afectiva, el cuadro psicodinámico cambia: la verdadera fuente de tanta disponibilidad no es sólo el
valor de la caridad, sino también la necesidad de ser amada y reconocida. Esa persona da, con el fin
subconsciente de recibir. Se dedica con buena fe al servicio de los demás sin darse cuenta de no estar
sino en el estadio infantil de la búsqueda de sí misma. Y así, tras el entusiasmo inicial o cuando la
donación requiere un precio por pagar, su perseverancia será puesta a dura prueba.
Como se ve por los ejemplos, el inconsciente es una realidad que logra esconderse en forma
sutil, dando también origen a comportamientos contrarios a la lógica directamente querida. Sin
embargo, no hace del hombre una marioneta manipulada pasivamente por fuerzas desconocidas. Los
términos de esta relación serán afrontados en el capítulo 2, parte 2ª. Por el momento, hemos visto que
el hombre formula juicios, toma decisiones, elige valores y en todo esto queda sujeto a posibilidad de
distorsiones. Posibilidad ni rara ni patológica. Por esto, refiriéndonos a la persona humana, no se
puede relegar la noción de inconsciente a una nota al fondo de la página, relativa a los casos de
patología.

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