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GUERRA Y POLITICA
EN LA SOCIEDAD COLOMBIANA*
Guerra y política, orden y violencia, violencia y Sabemos desde Clausewitz de las relaciones
democracia, y en el límite, vida y muerte, son orgánicas entre la guerra y la política: “ La
algunas de las múltiples oposiciones y comple- guerra no es sino una parte de las relaciones
mentariedades a partir de las cuales se hace políticas” ... “ la política es la matriz dentro de
descifrable la historia colombiana. la cual se desarrolla la guerra” (1). Acaso
desde esta perspectiva lo que le añade comple
A decir verdad, si hay algo que obsesiona en el jidad y fuerza ilustrativa al caso colombiano es
devenir histórico y en la cotidianidad de este la diversidad de combinaciones de dicha rela
país es la no resolución de los contrarios, su ción en los distintos contextos históricos: a
terca coexistencia, como si formaran parte de veces, como en las guerras civiles del siglo
una cierta disposición natural de las cosas. Sólo XIX, guerra y política entran en relaciones de
de manera coyuntural, en momentos de aguda continuidad y complementariedad; otras, como
crisis, polaridades como ésta de guerra y políti en la guerra civil no declarada de la Violencia
ca que nos proponemos estudiar aquí, se sien de los años cincuentas, la guerra se despliega
ten socialmente y se perciben intelectualmente como una estrategia de exclusión, de supresión
como relaciones problemáticas. Hoy nos de lo político; en una tercera fase, la de la
encontramos precisamente en uno de esos guerra de guerrillas, que se inicia a partir del
momentos. El tema, el vocabulario, el miedo Frente Nacional, las armas se convierten en
a la guerra, se han apoderado de los colom sucedáneo de la política y finalmente, en el
bianos. Ya no se habla siquiera de Violencia, momento actual los términos de la confronta
sino de la guerra. De la guerra de los narcos, ción están caracterizados por una fragmenta
de la guerra sucia, de la guerra de las guerri ción extrema tanto de la guerra como de lo
llas, de la guerra del presidente. El término no político. Para citar otra vez a Clausewitz,
es, por supuesto, unívoco pero es indicativo. “ cada época tiene sus propias formas de
Políticos y académicos ya no se interrogan con guerra” (2), a lo cual haría eco Cari Schmitt
fiados sobre las bases de la unidad de la nación afirmando que el campo de la político se modi
fica sin cesar según las correlaciones de fuer
za (3).
* En la elaboración de este ensayo me he beneficiado amplia
mente y espero que no más allá de lo permisible, de las ideas
expuestas por Daniel Pécaut en su seminario sobre “ Démo 1. Cari von Clausewitz, De la Guerre, París, Editions de
cratie, Crises et Violence” , en la Escuela de Altos Estudios Minuit, 1955, pp. 703 y 727.
en Ciencias Sociales de Paris. 2. Op. dt., p. 689.
** Historiador, investigador del Instituto de Estudios Políticos 3. Cari Schmitt, La notion de Politique-Theorie du Partísan,
y Relaciones Internacionales. Paris, Calman-Lévy, 1972, p. 183.
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Ahora bien, para que se aclare el alcance de Múltiples son los procesos que con posteriori
nuestro enunciado según el cual la Violencia- dad al asesinato de Gaitán se inscriben en la
Terror es la supresión de lo político, es impe lógica de aniquilación de lo social y supresión
rioso recordar previamente el carácter último de lo político. Tres de ellos, por lo menos, son
de nuestros partidos históricos y de su enfren indescartables: el primero, es el desmantela-
miento, “ a sangre y fuego” , de la rebelión de
tamiento. Se trata, en efecto, de partidos que
responden ante todo a la dinámica de las soli abril que se había convertido en una verdadera
daridades comunitarias, es decir, que pertene pesadilla, tanto más inquietante cuanto que se
cen propiamente hablando al orden de lo arcai había traducido en probados actos de desborde
co y prepolítico y que —como lo han señalado de los cauces bipartidistas; el segundo, es el
Malcolm Deas y David Bushnell— llegaron a conjunto de dispositivos ideológicos legales y
las gentes y a las localidades antes que el Esta de coerción encaminados a desalentar o sofocar
do o el sentido de Nación (18). El mundo de los no sólo las organizaciones obreras más ajenas a
copartidarios es anterior al mundo de los ciuda la lógica patronal sino en general todo vestigio
danos. Al contrario también de la evolución de protesta cívica o social; y el tercero es, por
europea en donde la instauración de lo político supuesto, la generalización de la represión en
y la emergencia de los partidos son apreciadas la remota provincia, que adquiere visos de
como una cualificación de lo social, en Colom cruzada de exterminio contra el gaitanismo y
bia nos hallamos pues frente a una politización demás variantes de la izquierda política prime
pre-social. Más aún, desde el punto de vista de ro, antes de extenderse a todo el Partido Libe
ral luego.
cualquier discurso alternativo, la contamina
ción político-partidista de estirpe liberal-
conservadora, es inevitablemente asociada a la Desde esta dimensión de la Violencia el espa
desagregación, desorganización, desarticulá cio conflictual es definido no en términos de
oposición, contradicción o antagonismo sino
de persecución y de diàspora, de huida en múl
is . Malcolm Deas, "Algunos interrogantes sobre la relación tiples direcciones: del campo a la ciudad, del
guerras civiles y violencia", en Gonzalo Sánchez y Ricardo
Peñaranda (Eds.), Pasado y presente de la violencia en
Colombia, Bogotá, Cerec, 1986, pp. 41-46; David Bush
nell, ‘‘Política y partidos en el siglo XIX” , en Ibid., pp. 19. Maurice Agulhon, La République au Village, Paris, Edi
31-39. tions du Seuil, 1979, p. 134.
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poblado a la metrópoli, de la zona central del la muerte por encargo: los tenebrosos “ Pája
país a las lejanas tierras de colonización, de ros” . Actúan éstos a sueldo de políticos,
Colombia a las naciones vecinas. Para subrayar terratenientes y comerciantes, o por cuenta
la relación de continuidad entre todas estas propia, pero en todo caso con la tolerancia o
formas de destierro interior y exterior se las complicidad de las autoridades y la impoten
cobijaba con un término común: el exilio (20). cia de las víctimas desprotegidas. En el rela
to ya clásico de Gustavo Alvarez Gardeazá-
En una sociedad en donde los contendores polí bal (21) todos los dirigentes políticos de una
ticos y sociales no pueden ser pensados en localidad, previa y públicamente notificados
términos de rivalidad sino de desviación de una de su muerte próxima por los secuaces de
verdad o creencia originaria —de ortodoxia y “ El Cóndor” , caen fatalmente acribillados
herejía, como en las guerras de religión— la uno a uno y en un orden también preestable
regeneración social y política no puede lograr cido, sin que haya poder que se movilice
se a su turno, sino por medio de la proscripción para evitarlo.
o el aniquilamiento de quienes, según los pará
metros histórico-culturales dominantes, se —Hay unos rituales del terror, una liturgia y
encuentran en el estado de trasgresión. A este una solemnización de la muerte, que impli
tipo de representaciones de la sociedad se can un aprendizaje de las artes de hacer
aproximaba la Colombia de los años cincuen sufrir. No sólo se mata sino que el cómo se
tas. Desde el poder se urdían verdaderas estra mata obedece también a una lógica siniestra,
tegias de homogeneización dentro de las cuales a un cálculo del dolor y del terror. El despo
la guerra y la política no podían pensarse jo, la mutilación y la profanación de los cuer
simplemente en términos de victoria sobre el pos son una prolongación de la empresa de
enemigo sino de eliminación física del mismo. conquista, pillaje y devastación del territorio
La diferencia se había hecho incompatible con enemigo. Los cuerpos mutilados, desollados
el orden. o incinerados parecerían inscribirse en el
orden mental de la tierra arrasada. Hay un
No se trataba, en efecto, del terror como una despliegue ceremonial del suplicio, expresa
práctica ocasional, sino precisamente de algo do a veces en actos de estudiada perversión
más estructurado, de una verdadera política, como el cercenamiento de la lengua (la
que incluía aspectos tan diferenciables como palabra del otro), la eventración de mujeres
los siguientes: embarazadas (eliminación de la posibilidad
de reproducción física del otro), la cruci
fixión, la castración y muchos otros, dirigi
—Hay una estrategia y una programación del dos no sólo a la eliminación de los 200.000
terror cuyo objetivo se encuentra sintetizado muertos o más del período, sino, adicional
en una patética frase, repetida sin descanso mente, a dejar una marca indeleble en los
por el líder político Laureano Gómez antes millones de colombianos que quedaban.
de acceder a la Presidencia: “ hay un millón También importa entonces saber cómo se
ochocientas mil cédulas falsas” . La frase transmite el mensaje de intimidación y cómo
equivalía a despojar de la ciudadanía al se disponen los elementos del mensaje,
partido mayoritario del país. cómo se construye el escenario del terror si
los muertos se dejan amontonados o esparci
—Hay unos agentes del terror, a menudo poli dos en toda una vereda, por ejemplo. A ve
cías, patrullas del ejército o fuerzas combi ces el mensaje es eficaz porque choca a pri
nadas que se dedican a asolar pueblos iner mera vista; otras logra su eficacia precisa
mes. mente en la medida en que resulte indesci
frable. El escenario del terror debe ser, por
—Hay unas organizaciones del terror, consti otra parte, visible. Por eso hay ciertas prefe-
tuidas por bandas de fanáticos que ejecutan
más genuino símbolo de la guerrilla colombia nes de las relaciones entre guerrilla y bases
na de entonces, amnistiado inicialmente bajo el campesinas, sobre todo en zonas como el sur
gobierno militar de Rojas Pinilla, habría de del Tolima y Sumapaz, de presencia simultá
caer asesinado luego en la transición al Frente nea de guerrillas liberales y comunistas. Estas
Nacional. Su asesinato será el fantasma de últimas divergencias incluían asuntos del
todo guerrillero amnistiado. siguiente tenor: reforma agraria o propiedad
individua] en las zonas bajo control guerrillero;
No sobra subrayarlo, se trataba de guerrillas trato que debía dársele al adversario, es decir,
esencialmente rurales, tanto por su composi respeto a su vida y bienes, o práctica de tierra
ción como por su teatro de operaciones, pero arrasada; importancia que debía dársele a cier
contaban con apoyos urbanos no desdeñables. ta ética revolucionaria, en temas como el enri
Una informal, a veces muy elemental pero efi quecimiento individual, las prebendas de los
caz red logística era la que les permitía pro jefes; participación de niños y mujeres en
veerse de municiones, armas, víveres, medica tareas militares o sólo en las logísticas, que lle
mentos, dinero y, sobre todo, de la información vaba a la definición de actitudes frente a la
básica en torno a los planes y movimientos de unidad de la familia, etc. En suma, la plurali
sus enemigos. dad allí no era índice de democracia sino sínto
ma de anarquía.
Se las podía hallar indistintamente tanto allí Por otro lado, hay que subrayar que estas
donde la represión y la presencia traumática guerrillas están sujetas a los mismos proble
del Estado era muy notoria (Tolima, Sumapaz), mas de constitución, conservación y reproduc
como allí donde la presencia de este último no ción de cualquier guerrilla. Dentro de esta
era visible ni como autoridad, ni como adminis perspectiva, la incorporación a la guerrilla
trador o dispensador de servicios sociales bási tiene implicaciones como las que a título de
cos. No era sorprendente encontrarlas allí don simple ilustración enunciamos:
de el Estado no podía llegar fácilmente como
fuerza punitiva. Las de entonces eran guerri
llas relativamente muy fijas, ancladas en sus —ruptura de lazos personales (familia, ami
zonas (o con gran movilidad pero sólo dentro gos) contrarrestada frecuentemente con la
de sus zonas) y no migratorias, nomádicas, práctica de irse al monte familias enteras,
como las de hoy que en el curso de la década con su padre convertido en jefe guerrillero,
del 80, por ejemplo, pasaron sucesivamente como sucedió en el sur del Tolima con los
del Caquetá al Magdalena Medio, al Cauca, a Loaiza, que dieron su nombre a una de las
Urabá. columnas guerrilleras más activas de la re
gión;
Tampoco puede dejarse de lado en estas refle
xiones sobre la resistencia que, no obstante la —problemas en la adaptación, siempre peno
aparente polarización, hay una enorme diversi sa, a la doble vida del clandestino, que tiene
dad en estas guerrillas y que por lo tanto a que combinar actividades rutinarias con las
veces no hay relación alguna entre ellas; a de militante;
veces entran en alianzas muy inestables; y, con
singular frecuencia, entran también en relacio —diseño de estrategias de sobrevivencia y,
nes francamente conflictivas. Las causas eran, ante todo la tarea de alimentar un ejército
por supuesto, muy heterogéneas: celos en las irregular, alternando operaciones de expro
influencias regionales, es decir, reproducción piación, proyectos de producción y forma
de los rasgos propios del gamonalismo en las ción de cadenas permanentes de suministro
toldas guerrilleras, que hacía que toda disen de víveres;
sión interna se tradujera en la conformación de
un nuevo grupo; criterios encontrados en el —ingreso a los circuitos de comercio de armas;
manejo de las relaciones entre la guerrilla y los
jefes políticos, entre los jefes guerrilleros y sus —políticas de reclutamiento de personal y de
súbditos o entre los jefes guerrilleros y los entrenamiento en la habilidad, en la fortale
bienes de la guerrilla; divergentes concepcio za física y en todas las artes del tránsito de la
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pasividad a una lucha continua con escasas o como etapa del movimiento guerrillero, como
nulas posibilidades de victoria en el horizon prehistoria de la lucha revolucionaria.
te;
Pero, vuelvo a insistir, no hay que hacerse
exageradas ilusiones sobre el nivel de articula
—definición de jerarquías internas, reparto de ción o estructuración de los dispositivos de la
funciones y delimitación de zonas de control; resistencia. Por un lado, porque en última ins
tancia cada localidad libraba su propio comba
—acoplamiento a normas disciplinarias, objeti te, y por otro lado, porque aun en el caso de
vos colectivos y sentido de organización; que pudiera hablarse de un proceso global de
resistencia, ésta estaba inmersa constante
mente en un entorno de violencia difusa o
—en suma, todo el problema de inventarse una
—para ponerlo en términos de Hobsbawm—
nueva vida que, dicho sea de paso, vuelve a
en formas de violencia prepolítica, como el
plantearse otra vez con todo su dramatismo
bandidaje y la simple criminalidad y delincuen
cuando llega el día de dejar las armas. He
cia.
aquí un sinnúmero de elementos para una
sociología de la guerrilla.
Con estas limitaciones, se avanzaba a media
dos de 1953 en la formulación de un proyecto
No creo trivializar los alcances de este proceso de coordinación guerrillera nacional, con vagas
al postular que es innegable que para muchos posibilidades de consolidación, pero con
niños y adolescentes colombianos entre 1949 y importantes efectos disuasivos en amplias
1965 (para poner un límite que hoy ya resulta capas de las élites dirigentes y en las propias
arbitrario), o sea para toda una generación, su filas del ejército. Por otro lado, cuando con el
espacio de socialización no fue la calle, el aplauso de todos los descontentos, tanto dentro
barrio, la familia o la escuela sino la guerrilla. del partido de gobierno como en la oposición,
Las FARC se precian de tener en su Estado las Fuerzas Armadas comandadas por el gene
Mayor al más antiguo dirigente guerrillero del ral Rojas Pinilla asumen el gobierno, otros pro
mundo, Manuel Marulanda Vélez “ Tirofijo” , cesos estaban en curso. En la dinámica interna
iniciado en las guerrillas liberales a comienzos de algunos de los movimientos guerrilleros
de los años cincuentas. Para muchos colombia regionales aparecieron, efectivamente, claros
nos, ser guerrillero se convirtió incluso en una signos de maduración de un proyecto democrá
opción de vida, como para otros dicha opción tico de sociedad, que postulaba un nuevo régi
podría ser cura, abogado o zapatero. Casi men de propiedad, reglamentaba la producción
podría decirse sin caer en la hipérbole que la de acuerdo con los recursos disponibles y las
guerrilla es no sólo una categoría política sino necesidades de la población, establecía siste
también un lugar en la estratificación social. mas propios de organización de las finanzas,
Una rutinización de estas proporciones no deja creaba nuevas instancias de poder y de justicia
de tener onerosas consecuencias sobre la Co y redefinía las relaciones entre el pueblo y el
lombia de hoy. ejército guerrillero. Este viraje que apuntaba a
la construcción de un nuevo proyecto de Estado
fue el que se materializó en las famosas Leyes
Camilo Torres, idealizado como el cura guerri de las Guerrillas de los Llanos, columna verte
llero y no como el dirigente de masas que bral de la resistencia. Este texto que sorprende
también fue, se interesó particularmente en por su coherencia, iba quizás más allá de lo
construir una visión positiva de la Violencia históricamente viable, sobre todo si se lo pone
como Resistencia, haciendo abstracción en en cualquier otro contexto distinto al de los
cierto modo del otro aspecto ya analizado, el de Llanos Orientales. Representa de algún modo
la lógica del terror. Fue, naturalmente, la per la utopía de la resistencia.
sistencia del movimiento guerrillero en las
décadas siguientes la que le abrió camino a una Uno estaría incluso tentado a compararlo, y
revalorización-idealización de la resistencia en formalmente con ventaja, a dos textos pilares
la literatura reciente. Esta prolongación del de la Revolución Mexicana, el “ Plan de San
conflicto armado hizo pensar luego la Violencia Luis de Potosí” de Madero y el “ Plan de
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Ayala” de Zapata, probablemente conocidos definitivamente algún día. Uno podría pregun
por los inspiradores de las Leyes del Llano. tarse igualmente con razón si la mercantiliza-
Pero en tanto que los campesinos de Morelos ción de la política vía el narcotráfico, que le ha
iban más allá de la letra, el conjunto del movi dado nuevo impulso al clientelismo (y a veces
miento armado colombiano y los hechos mis visos empresariales) no ha tenido también
mos estaban muy a la zaga de una normativi- como contrapartida, vía el secuestro, una
dad revolucionaria. Además, quedaría esta bandolerización contagiosa de la llamada opo
diferencia sustancial: en la Revolución Mexica sición armada en Colombia. Ninguna guerrilla
na, el terror estaba claramente demarcado de en el mundo ha practicado el secuestro en
la lucha revolucionaria, estaba políticamente dimensiones tan aberrantes como la colombia
controlado; es más, el terror aparecía casi que na. Y este componente de la lucha armada, que
exclusivamente como la forma de actuar del merecería un análisis muy serio, no puede
poder (de los porfíristas, de los huertistas, etc.) escudarse en la también real lumpenización de
y no de la rebelión. La resistencia colombiana, sectores vinculados a los aparatos armados del
en cambio, no escapaba (o sólo muy marginal Estado.
mente) a la lógica del terror.
Ahora bien, recapitulando nuestras distintas rias del país. De los espacios y roles fijos de la
aproximaciones a la Violencia desde el punto hacienda se pasaría entonces a los espacios
de vista de su desenlace inmediato, se com móviles de la colonización. Las viejas Colum
prende también mejor la triple dimensión del nas de Marcha —núcleos iniciales de lo que el
Frente Nacional: con respecto al Terror, pro sociólogo WiHiam Ramírez llamó la “coloniza
yecto de Reconciliación; con respecto a la ción armada” — que habían sido huida, fuga
Resistencia, proyecto de Unificación de las del centro a la periferia, escape al control del
clases dominantes; y, con respecto a lo social, Estado, serían reemplazadas en los años
proyecto de Rehabilitación, reconstrucción y ochentas por una nueva modalidad de Marchas
reforma, o más ambiciosamente todavía, plan Campesinas cuya trayectoria iría, por el contra
de modernización capitalista de la economía y rio, de la periferia hacia el centro. Más aún,
del Estado. estas últimas solían presentarse como deman
da de intervención de un Estado ausente o
precariamente presente. No faltaría quien las
viera como un proyecto de conquista, de toma
V. EL LEGADO DE LA VIOLENCIA de ese poder percibido como causante de la
marginalidad social y política.
Si tratamos de recomponer el cuadro inicial -
mente dibujado, encontramos que al término Por otro lado, a pesar de su dispersión geográ
de la Violencia los tres horizontes sociopolíticos fica, estas zonas parecen obedecer a ciertas
en torno a los cuales se había desenvuelto la fuerzas centrípetas. En efecto, hoy por hoy es
trama histórica nacional, a saber, la Hacienda, difícil explicar lo que acontece en una zona de
la Iglesia y los Partidos, se habían visto dife colonización sin hacer referencia al conjunto de
rentemente afectados, a veces incluso con ellas. Parecería haber incluso una cierta circu-
resultados ambivalentes. laridad intrazonal de procesos de muy corta
temporalidad. Hay entre ellas migración de
La Hacienda, en primer lugar, que hasta colonos, de fuerzas políticas y de conflictos.
entonces había tenido un papel protagónico en Como se señaló antes, en el curso de la última
la conformación de la economía, el poder y la década, aparte de la zona indígena del Cauca,
política, mostraba signos de cierto repliegue, fueron sucesivamente ejes del conflicto nacio
como ya queda dicho. Muchos hacendados, nal las siguientes zonas de colonización: el
sobre todo cafeteros, habían sufrido golpes Magdalena Medio, el Caquetá, el Guaviare,
irreparables en sus propiedades y en su presti Urabá. Podría decirse que hay un notorio
gio social, aunque para ser exactos hay que carácter itinerante de la Violencia en el último
agregar que posteriormente fueron compensa decenio. Los nuevos escenarios de violencia se
dos económicamente por el Estado, a través nutren de un desarraigo no sólo físico-espacial
del Incora (Instituto Colombiano de Reforma sino cultural y social. En todo caso, las zonas
Agraria), reorientaron sus inversiones y reco de colonización pasaron de ser zonas de refu
braron muy probablemente desde otras posi gio, como lo habían sido en los años cincuentas
ciones parte del poder político perdido. Sobre y sesentas, a ser focos de desestabilización y
vivieron, es cierto, algunas de las formas polí de enfrentamiento de guerrillas, narcos y para-
ticas ligadas al poder hacendatario, como el militares.
gamonalismo y el clientelismo. Y en un eviden
te reacomodo de los equilibrios regionales, Hasta dónde pueda considerarse esta creciente
saltaron a la palestra con una voracidad fusión entre el movimiento colonizador y el
feudalizante los latifundios de otras regiones, movimiento armado como un repliegue táctico
como la Costa Atlántica, que se convirtió por lo de larga duración, y hasta dónde como una
demás en la cuna del formidable movimiento simple marginalización irreversible de los pro
campesino de los años setentas. Pero hacia el yectos políticos armados, es un interrogante
futuro, el fenómeno sobresaliente con respecto respecto del cual toda respuesta puede resultar
a las nuevas modalidades de la Violencia fue prematura. Pero en todo caso la opción o el
que a lo largo del período del Frente Nacional destino colonizador significa un cambio
el eje de la confrontación armada se desplazó: inocultable en el paisaje político y cultural de la
se fue instalando en las nuevas fronteras agra guerrilla.
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¿Y qué decir ahora de la Iglesia? Los efectos Por último, los Partidos. En contraste con las
sobre ésta tal vez sean más contundentes. transformaciones que por la vía traumática se
Habla facilitado la transición política, pero habían producido en otras esferas de la socie
había perdido su fuerza punitiva tanto en la dad, los partidos tradicionales, al igual que la
esfera del mundo privado como en la de las Iglesia, se adaptaron y a través del Frente
costumbres sociales. Sin mayores dificultades Nacional realizaron una mutación aparente
y después de un siglo de militancia conserva mente inaudita: de la competencia a muerte
dora, la jerarquía eclesiástica abrazó la causa (literalmente) pasaron al reparto programado y
del bipartidismo frentenacionalista, eliminan disciplinado del poder. Al hacerlo estaban sim
do con ello uno de los más enconados factores plemente ratificando una tradición. Para
de perturbación en la unidad de las clases ponerlo en términos de Femando Guillén
dominantes. Consiguientemente a esta re Martínez, el Frente Nacional era un eslabón
orientación política, se tom ó abiertamente más del sistema estratégico de guerras y
refractaria a todo compromiso con lo social. El reconciliaciones sucesivas de los partidos tradi
resultado visible no estaba en los cálculos de cionales. Ningún debilitamiento pues hasta
nadie: se abrió camino un proceso irreversible aquí en las solidaridades partidistas, a lo sumo
de secularización de la sociedad colombiana y modificación de sus formas. En efecto, un estu
de quiebre de muchas de sus tradiciones mora dio reciente considera el Frente Nacional como
les. O sea que, con efectos paradójicos simila el punto de quiebre en la configuración del
res a los de otras movilizaciones de tinte clientelismo como forma dominante del ejerci
político-religioso, el fanatismo armado de la cio de la política en Colombia (30). Versión
Violencia, con su furor apocalíptico atizado pobre del caudillismo decimonónico, el cliente
desde los pulpitos, produjo a la larga una ero lismo convierte el poder en objeto de apropia
sión de las lealtades religiosas, o al menos una ción y transmisión privada e incluso familiar,
reformulación de sus relaciones con el poder. como en las viejas dinastías. Como en ellas y
Recordemos cómo de igual manera el radicalis como en todo régimen patrimonialista, los
mo tradicionalista de La Vendée en la época de recursos y los asuntos colectivos se manejan
la Francia revolucionaria hizo posible precisa con una elaborada mezcla de paternalismo y
mente el culto a la Razón; y cómo el movimien coerción.
to de los “ Cristeros” del México posrevolucio
nario desencadenó como efecto de contragolpe Hay, sin embargo, otra cara de la misma mone
una crisis en las relaciones del catolicismo
da. Pese a estos reacomodos que parecerían no
popular con las jerarquías eclesiásticas (28).
representar costo estratégico alguno para el
bipartidismo, el desdibujamiento de las identi
En Colombia, apenas entrados los años sesen
dades partidistas con la prolongación del
tas, la Iglesia sufría el desafío doblemente sim
esquema y de la mentalidad frentenacionalista,
bólico de Camilo Torres, como cura y como
tuvo un efecto retardado no menospreciable: el
guerrillero. Desde entonces, en mayor o menor
ensanchamiento gradual de una franja de lo
medida, la descristianización comenzó a ser un
social y lo político “ exteriores” al bipartidismo
hecho; desde entonces, también, la Iglesia dejó
y frecuentemente criminalizados, si no en la
de ser exclusivamente un centro de autoridad ley, sí en la práctica política cotidiana. Por eso
para convertirse en un nuevo escenario de nos atreveríamos a decir que no obstante su
debate, controversia y lucha. Su hegemonía carácter todavía mayoritario, particularmente
cultural era cuestionable y estaba efectiva en los ritos electorales, el bipartidismo es cada
mente cuestionada (29). vez menos hegemónico en el sentido gramscia-
no, es decir, cada vez tiene menos capacidad
de dirección y representación de toda la socie
28. Jean Meyer, La Cristiada, 3 tomos, México, Siglo XXI Edi dad.
tores, 1973. Véase especialmente Tomo I, p. 362.
29. Luis Alberto Restrepo, “ La guerra como sustitución de la
politica” , en Análisis Político, No. 3, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, 1988, p. 82.
—Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de política colom 30. Francisco Leal Buitrago, “ El sistema politico del clientelis
biana, 1968-1988, Bogotá, Siglo XXI Editores, 1988, mo” , en Análisis Político, No. 8, septiembre a diciembre,
pp. 25 y 26. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1989, pp. 8-32.
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ción. En síntesis, la guerra y todos los valores Para una sociedad que acababa de salir hastia
asociados a las armas se fueron imponiendo da de la Violencia, la lucha armada, no obstan
sobre las relaciones políticas hasta convertirse te su apelación a una nueva legitimidad, care
lisa y llanamente en su sustituto (32). cería de todo atractivo a partir del momento en
que comenzara a desdibujarse y a parecerse a
Un segundo factor que seguramente va a aquélla. Pues bien, el elemento más notorio de
entrar a jugar papel determinante en la suerte tal indiferenciación y el causante del creciente
futura del movimiento guerrillero y que va a desencanto con la guerrilla o incluso del repu
contribuir a restarle viabilidad histórica en el dio social a ella ha sido indudablemente el uso
porvenir inmediato o en el mejor de los casos lo generalizado y la rutinización del secuestro,
va a obligar a reconstruirse enteramente sobre sumada a las masacres y ejecuciones.
coordenadas nacionales es, claro está, la crisis
actual de los modelos revolucionarios inter El secuestro como mecanismo de financiación,
nacionales (la idea misma de modelo) y consi arma de presión política e instrumento de cas
guientemente de los apoyos políticos, ideológi tigo al adversario no fue, hasta donde se sabe,
cos y logísticos, para no hablar de las inciden utilizado por las guerrillas en los años cincuen
cias del replanteamiento ya lejano de algunos tas pero sí lo fue de manera sistemática y por
de sus pares en el propio continente, Tupama primera vez en la época del bandolerismo
ros en Uruguay, Montoneros en Argentina y (1958-65). Retomado inicialmente en forma
los que en Venezuela desembocaron en la selectiva por la guerrilla de nuevo tipo en los
corriente del Movimiento al Socialismo. años sesentas, se extendió inusitadamente,
sobre todo en los años ochentas, ensanchando
Pero el tercer factor y quizás el de mayor peso así las fronteras móviles de la guerrilla no sólo
en la marginalidad crónica de los proyectos de manera global con la Violencia sino en parti
político-militares colombianos de las tres últi cular con la criminalidad común. La importan
mas décadas es de carácter histórico. En efec cia atribuida a este mecanismo que podríamos
to, el pasado no es tiempo muerto sino que llamar de acumulación primitiva de la guerrilla
también a su manera impone límites al futuro y podía verse bajo signos diferentes e incluso
lo condiciona. Ahora bien, como es sabido las contradictorios: o bien como necesidad de res
guerrillas colombianas actuales tienen a la ponder con nuevos recursos a las exigencias de
larga su origen en la autodefensa campesina o crecimiento ostensible, o bien como síntoma de
en la resistencia de los años cincuentas y su las dificultades de la guerrilla para sobrevivir
primera infancia fue coetánea de la fase bando con el limitado apoyo que le estaba brindando
lera de la Violencia. Esto quiere decir que a la población. En todo caso, el enriquecimiento
pesar de su ideologización y de la intemaciona- se ha hecho patente y ha derivado hacia extre
lización de su discurso a partir de los años mos tales que en la última década el peso rela
sesentas, y a pesar también de los intentos que tivo de los distintos grupos guerrilleros tanto
algunas de estas guerrillas hicieron por ganar en el escenario político nacional como dentro
se a su causa y transformar a algunos bandole de la Coordinadora Nacional Guerrillera
ros, tales guerrillas no fueron a todas luces comenzó a medirse por su respectivo poderío
inmunes a los contactos, formas de acción y al económico y no por su proyección política o su
ambiente todavía predominantemente bando arraigo social.
lero en que nacieron. De allí su énfasis en la
simple reproducción de la estructura y la capa No cabe duda de que el uso y abuso de tales
cidad militar, independientemente o a costa de prácticas favorecía enormemente las tareas de
su audiencia nacional; de allí también la prima la represión y le daba cabida a la vieja fórmula,
cía e incluso la autonomización de los métodos aplicada también en la última fase del bandole
con respecto a los contenidos y objetivos polí rismo, de adjudicarle a los rebeldes en armas
ticos. acciones que así no hubieran cometido, en las
circunstancias descritas no resultaba invero
símil que hubieran podido cometer.
32. La formulación de este proceso se encuentra en el articulo
de Luis Alberto Restrepo que lleva justamente por titulo: En síntesis, y con las precedentes considera
“ La guerra como sustitución de la política” , ya citado. ciones en mente, es lícito caracterizar esta últi
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ma fase del movimiento armado como una paz de Betancur constituía un salto adelante
etapa de deslizamiento hacia la militarización incluso frente a las expectativas que hasta
de la política y hacia la bandolerización de la entonces podía hacerse el propio movimiento
guerra. Como lo anotara Hernando Gómez guerrillero (34). Coincidencialmente, como en
Buendía, la guerrilla, sin advertirlo, estaba 1953, el anuncio de la propuesta de paz de
derrotando su propio proyecto político (33). Betancur estuvo enmarcado por la celebración
Fue en cambio el cerco asfixiante del gobierno de importantes conferencias guerrilleras.
de Turbay a toda forma de protesta y moviliza Como se recordará, en el momento en que
ción contestataria el que le devolvió un transi Rojas Pinilla asumía el poder (13 de junio de
torio protagonismo a las guerrillas y le granjeó 1953) se estaba aprobando el documento políti
a éstas una amplia simpatía popular, que con co más importante de las guerrillas liberales, la
audacia y golpes de opinión supo capitalizar el Segunda Ley del Llano. En 1982, entre la elec
M-19 en torno a la divisa de Paz y Diálogo ción de Betancur y su toma de posesión tuvie
Nacional. ron lugar dos importantes conferencias guerri
lleras: la VII Conferencia de las FARC (junio de
Fue también de manera un tanto inesperada 1982) en la cual éstas se transforman en “ Ejér
aunque explicable que en 1982 el sucesor de cito del Pueblo’’, FARC-EP, y la VIH Conferen
Turbay, el presidente Belisario Betancur, con cia del M-19, celebrada en agosto de 1982 en el
virtió dichas consignas en proceso de Paz y con Putumayo. Las guerrillas estaban diseñando,
fluctuantes resultados comprometió en ellas no pues, estrategias de expansión. Sin embargo,
sólo al conjunto del movimiento guerrillero la amnistía incondicional las ponía en principio
sino a las más diversas fuerzas sociales. Des frente a una sorpresiva oportunidad histórica
pués de un cuatrienio de escarmiento y virtual de silenciar las armas y ponerlas bajo el
censura, la política recobraba con Betancur un comando de la política. En medio de su perple
cierto aire de foro y de quehacer colectivo. jidad no pudieron reaccionar sino de dos mane
ras: con reservas y vacilaciones, sabedoras del
Del controvertido Proceso de Paz de Betancur sabor a traición de tantas otras amnistías en el
se pueden decir muchas cosas: que no estaba pasado lejano y reciente del país, o incorporan
acompañado de las reformas estructurales de do el discurso de la paz a sus fines estratégicos
la sociedad y del Estado que la gravedad del de guerra revolucionaria.
momento demandaban; que no apuntaba a
transformar el régimen sino a remozarlo; que Por otro lado, a la sombra o al margen del con
se mostraba acucioso en la configuración de flicto armado entre el Estado y el movimiento
una imagen y de una opinión pública, pero guerrillero se estaban incubando otros fenóme
indeciso en la consolidación de bases sociales nos cuyas repercusiones y alcances nadie esta
propias y de un movimiento nacional que le ba entonces en capacidad de anticipar: un
diera autonomía frente a las anquilosadas crecimiento abrumador de la delincuencia
maquinarias bipartidistas; que su predilección común, cuyo peso sólo podía medir cotidiana
por las comisiones ocultaba una voluntad de mente el hombre de la calle; una oleada de
rehuir el compromiso frente a los eventuales intolerancia social materializada, por ejemplo,
acuerdos que se protocolizaran; que al no ofre en las “operaciones de limpieza’’ de mendigos
cer una clara delimitación de la materia objeto y homosexuales; una franca deserción del
de negociaciones permitió que éstas se diluye Estado en terrenos álgidos, como el de la justi
ran en un gaseoso Diálogo Nacional, etc. Pero cia, cada vez más sustituida por prácticas del
más allá de todo esto, y de la oposición del orden del ajuste de cuentas; y, sobre todo, la
Congreso y de los gremios, y de la hostilidad proliferación de grupos paramilitares (Muerte
abierta o soterrada de los militares, el hecho de a Secuestradores, MAS, y luego decenas y
mayor protuberancia era que la iniciativa de decenas de otros) que se convirtieron a la vez
33. Hernando Gómez Buendía, “ La violencia contemporánea 34. Para un completo balance del gobierno de Betancur véase
en Colombia: un punto de vista liberal", en G. Sánchez y de Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo, Actores en
R. Peñaranda (Eds.), Pasado y presente de la violencia en conflicto por la paz, Bogotá, Siglo XXI Editores-Cinep,
Colombia,Bogotá, Cerec, 1986, p. 390. 1989.
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35. Para un análisis de estas nuevas manifestaciones véase de 36. Francisco C. Weffort, “ A América Errada: Notas sobre a
Alvaro Camacho y Alvaro Guzmán, Ciudad y violencia, Democracia e a Modemidade na América Latina em
Foro Nacional por Colombia, Bogotá, 1990. Crise” , Cedemos Cedec, No. 14, Sao Paulo, 1990, p. 12.