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Dedicatoria.
Domingo Adame
¿Qué es el teatro? ¿Cuál es su relación con la realidad? Estas preguntas tan simples no han
dejado de inquietar en todas las épocas a quienes se interesan en ese fenómeno apasionante
capaz de hacer emerger las múltiples dimensiones que hay en la persona.
Rubén Darío Zuluaga se hace estas preguntas y encuentra una clave: la mímesis. Y
con acuciosidad y decisión se compromete con la tarea hasta alcanzar su objetivo:
demostrar “que la mímesis es imprescindible para el teatro”. De este modo hace un
recorrido desde los orígenes del teatro hasta las nuevas tendencias posdramáticas para
mostrar -rebatiendo audazmente en este último periodo a los propios teóricos- la verdad de
su afirmación.
Considero que su revisión del concepto de mímesis -desde su sentido primigenio
hasta la visión contemporánea del hermeneuta Paul Ricoeur- tiene plena coherencia pues
corresponde a su idea del teatro, es decir aquella donde la mímesis sirve de principio
creativo, si bien aclara el autor que “mímesis no se traduce solo como imitación en el
sentido platónico”.
A medida que el lector de La mimesis en el teatro se adentre en el texto podrá darse
cuenta que no es propósito del autor generar una confrontación entre lo mimético y lo
antimimético en el teatro, sino exponer una postura consecuente con los postulados teóricos
en los cuales se sustenta. De este modo será posible reconocer que existen otros enfoques
epistémicos como teatrales no contemplados, sobre todo aquellos emanados desde el
Pensamiento Complejo (Edgar Morin), la Transdisciplinariedad (Basarab Nicolescu) y la
Estética de lo performativo (Erika Fischer-Lichte).
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Así por ejemplo, en la perspectiva del pensamiento complejo y de la
transdisciplinariedad -a la cual adhiero- lo más importante es dejar abierta la pregunta y, en
todo caso, ofrecer repuestas provisionales –es por ello que el nombre de este breve texto de
presentación convierte en pregunta la respuesta “positiva” de Rubén Darío quien prefiere
una vía que ofrezca certezas.
El pensamiento complejo se opone a la idea de realidad como reflejo del mundo y
plantea que, a través de todo un sistema neurocerebral los sentidos captan un determinado
número de estímulos y el espíritu-cerebro produce representaciones, nociones e ideas por
las que se percibe y concibe el mundo exterior (Morin, 2002: 22-23). Esta perspectiva
deriva de la física cuántica que nos ha descubierto que no vemos las cosas como ellas son
en sí mismas, sino tan sólo algunos de sus aspectos superficiales ya que nuestros sentidos
no captan la estructura más íntima de la materia (Frei Betto, 1999: 85). Por eso también en
la perspectiva de la transdiciplinariedad se reconoce la existencia de diferentes niveles de
realidad, regidos por diferentes lógicas.
Por todo lo anterior es claro que en ningún caso se puede reducir el teatro a “una”
idea de realidad. El teatro existe porque hay condiciones generales de teatralidad a las
cuales convoca y utiliza de acuerdo con las características propias de cada sociedad.
Coincido con Zuloaga en que el concepto de mímesis puede ser empleado para
estudiar las formas de creación teatral en diversos periodos de la historia del teatro y que
serán estas mismas formas las que revelarán bajo qué principio de creación fueron
realizadas pudiendo éste ser mimético o no: ¿componer desde la inspiración, desde la
experiencia, desde la relación, o del dominio de una técnica? son preguntas que atraviesan y
rebasan la noción de mímesis.
Así también, el recorrido histórico que se hace en el libro por los principales
desarrollos del teatro puede resultar de gran valor para los estudiantes que deseen tener una
información bien organizada y documentada de su devenir. En tanto que si su interés es
profundizar en la manera como se establece la relación del teatro con la realidad tendrán
que recurrir a estudios donde se revisa el proceso de teatralidad pues en este caso, como la
investigación se hizo “para optar al título de Magister en Filosofía” Zuloaga admite que
tuvo que plantear la referencia teatral “desde la perspectiva de la tradición filosófica”.
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En el fondo de toda discusión acerca del teatro subyace el problema de la realidad
de lo representado y de su conceptualización. En el paradigma clásico, al confrontar teatro
y realidad, ésta última aparece como el mundo objetivo que, hipotéticamente, tiene la
misma existencia para todos, y aquél como el acto mediante el cual la realidad se
transforma por la acción y recepción de actores y espectadores respectivamente.
Algunas de las preguntas en torno al teatro desde los diversos enfoques
fenomenológicos son: ¿tiene alguna “realidad” fundamental? (condición ontológica) ¿Su
“realidad” se comprende mejor como imagen, escritura (narración), evento,
representación, sensación o copresencia de todas ellas? ¿Cómo limita o amplía cada una
de estas “realidades” su posibilidad de existencia? ¿Qué papel juegan en la construcción
del acontecimiento teatral el productor y el espectador?
Estas son algunas de las preguntas más frecuentes en torno al teatro que esta obra
actualiza y en las cuales, insisto, subyace el problema de la teatralidad. Tales interrogantes
adquieren preeminencia en tanto que incitan a la reflexión sobre el modo de conocer y
consumar el hecho teatral, cuestionamiento que no puede limitarse al ámbito académico o
al disciplinar, pues va más allá de los saberes legitimados y compartimentados. Asimismo,
alcanzan relevancia en tanto que la cognición es portadora de diferentes estructuras que
interactúan en la experiencia teatral creando una provisión de significaciones que
impregnan toda observación y acercamiento en torno al teatro recortando mapas de la
realidad y poblando las hipótesis de subjetividad.
Es importante reconocer que todos los conceptos por ejemplo: actor, personaje,
espectador tienen que verse en su doble identidad (dimensión ecológica y meta-sistémica),
en su doble o triple origen: físico, biológico, antropo-sociológico y, lo más importante, en
su doble enfoque (observador/conceptuador).
El ser humano tiene una poderosa necesidad de transformar recursivamente lo
abstracto en lo concreto y lo concreto en lo abstracto. Las raíces de la crisis del
racionalismo y del mecanicismo no son superficiales, implican profundas deformaciones
de nuestra relación epistémica dualista con el mundo. Relación dualista que genera la
dominación y expoliación hacia las otras personas y hacia la naturaleza.
Según Josette Fèral mímesis y teatralidad dirigen el funcionamiento escénico (2003:
74-75). He aquí un claro ejemplo dialógico: la teatralidad puede resultar una de las
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modalidades del acto mimético si se ve a éste en sentido amplio, es decir, no como
reproducción de lo ya dado o modalidad centrada sobre el objeto. La teatralidad implica
necesariamente un juego escénico, un desplazamiento de los signos; es resultado del trabajo
creador del artista, es juego de ilusiones y de apariencias para el espectador que centra su
atención sobre la relación sujeto/objeto, sobre el desplazamiento de los signos que tal
relación presupone.
Un teórico o creador capaz de establecer momentos de intensa comunicación con el
receptor para convertirlo en productor debe ser capaz, también, de establecer un diálogo
con formas de pensamiento y de creación distintos a los suyos. Este es el reto que asume
Rubén Darío en su querella con Hans Thies Lehman sobre la mímesis en el Teatro
Posdramático.
En cuanto a la conclusión de Zuloaga según la cual, “la mímesis es imprescindible
para el teatro incluso y principalmente para el teatro posdramático” habría que reconocer
que se trata de diferentes lógicas las cuales implican distintas ontologías y epistemologías,
pues hay una gran diferencia entre la “ilusión de realidad” que vive el espectador en los
orígenes del teatro, o el “reflejo de la realidad” de la modernidad, con el “interés en la
forma, en los medios, en los aspectos visuales, sonoros y composicionales y, por supuesto
(las) estructuras abiertas del Teatro Posdramático”.
Por otra parte encuentro en este texto asuntos de gran relevancia que invitan a una
reflexión profunda como la relación mímesis y ética por una parte, y educación y
ciudadanía por otra.
No quiero dejar de señalar la cita que se hace de Ospina: “lo posmoderno es el
conjunto de estrategias que en nuestra época usamos para darle la palabra a miradas que
han estado marginadas, por la postura moderna, como otras posibles aproximaciones a la
“verdad” de las cosas”, pues precisamente una de las miradas marginadas ha sido la que se
ha generado en Latinoamérica, por eso desde esta región tenemos que ofrecer nuestra
perspectiva sobre el teatro sin dejar de dialogar con otras, tal y como lo hace Rubén Darío.
Por último quiero decir que coincido plenamente con el autor cuando dice que “lo
que permanece en el teatro, desde su nacimiento en los rituales hasta las formas
posdramáticas, es un nivel de mímesis de la realidad” (las cursivas son mías). Esto me lleva
a suponer que si existen diferentes niveles de mímesis es porque existen de igual manera
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varios niveles de realidad. Considerar unos y otros puede llevarnos a transformar la manera
de comprender y hacer teatro.
Como toda investigación que se inserta en la perspectiva de un conocimiento
inacabado encuentro en este trabajo de Rubén Darío espacios abiertos para seguir
avanzando en la construcción de una idea del teatro que trascienda los límites
disciplinarios. Estoy seguro de que, con su capacidad intelectual y sobre todo por su
verticalidad profesional y humana, podrá lograrlo.
Xalapa, Veracruz 6 de enero de 2016
Obra citada:
Betto, Frei (1999), La obra del artista. Una visión holistica del universo. Torotta,
Valladolid.
Féral, Josette (2003), Acerca de la teatralidad. Nueva Generación/Facultad de Filosofía y
Letras. Buenos Aires.
Fischer-Lichte, Erika (2011), Estética de lo performativo. Abada Editores. Madrid.
Morin, Edgar (2002), Método II. La vida de la vida. Cátedra. Madrid.
Nicolescu, Basarab (2009), La transdisciplinariedad. Manifiesto. Multiversidad Mundo
Real Edgar Morin, A.C. Hermosillo.
PRESENTACIÓN
La cuestión de la imitación
Quizá porque el ámbito desde donde el autor formula su indagación y sus preguntas sea el
del teatro mismo; y no solo como un espectador privilegiado sino como quien hace del
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teatro el origen de su pensamiento y creación. Su propuesta de reflexión plantea cuestiones
auténticas para el pensamiento filosófico, particularmente para la llamada estética. No creo
que logre agotar el difícil problema de la proveniencia filológica y conceptual del concepto
de mímesis, ni que se agote un relato histórico de la imitación con sus diversas y, a veces,
contrapuestas interpretaciones, a lo largo del acontecer artístico escénico o de la reflexión
teórica del teatro. Sin embargo, La mímesis en el teatro, trabajo de investigación del
maestro Rubén Darío Zuluaga Gómez, en la Maestría de Filosofía de la Facultad de Artes y
Humanidades de la Universidad de Caldas, justamente nos confronta, de manera muy
valiosa y acertada, con algunas preguntas y cuestiones de primer orden tanto para los
filósofos que se ocupan de la reflexión sobre los fenómenos y las prácticas artísticas
mismas, como para los artistas que quieren dar cuenta mediante la reflexión proveniente de
sus artes, de sus fenómenos y experiencias artísticas.
El trabajo de investigación del profesor Zuluaga, parte de esa manera de nombrar y pensar
que surgió en los primeros intentos y testimonios pensantes que tenemos de algo, así como
una estética: ¿qué es eso que llamamos arte y en qué relación o comportamiento se asienta
en la experiencia? ¿Es un derivado de la realidad y de la vida, o es una especie de
antecedente y modelo? Incluso arriesga la idea de que a través de una relectura del sentido
de la mímesis y de un intento por rastrearla en un sentido más originario, podemos
encontrar su pertinencia en distintos momentos destacados de la historia del teatro en
Occidente, incluso en las formas recientes del teatro posdramático.
Ahora bien, ¿por qué plantear hoy la pregunta renovada acerca de la imitación en las
indagaciones acerca del arte? ¿Y por qué plantearla particularmente en su acontecer
específico del teatro? ¿Acaso no estaba ya zanjada la cuestión, como lo menciona
Heidegger en “El origen de la obra de arte”, toda vez que ya había sido afortunadamente
superada la opinión de que el arte es una imitación y un calco de la realidad? Acaso lo que
anuncia la pregunta que replantea el profesor Zuluaga, es la que está en el origen de la
reflexión sobre el arte en Occidente, particularmente desde el momento en que la relación
misma de arte y realidad se plantea en el lenguaje de la imagen, la apariencia, la ficción y la
representación. Pero entonces el acierto de esta indagación, a pesar de querer seguir
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ambiciosamente el hilo conductor de la mimesis en su desarrollo histórico, en momentos
puntales del teatro, consiste en hacer resonar la pregunta misma por la imitación en la obra
de arte teatral; y en ello logra enriquecer los distintos sentidos conceptuales, en diferentes
aproximaciones filosóficas y teóricas del teatro, llegando incluso a cuestionar tácitamente la
pertinencia misma de plantear el problema en términos de “relación” entre arte (como
imagen) y realidad (como referente previo) para abrir una perspectiva hacia el acontecer y
hacerse presencia de la experiencia escénica en la re-presentación y actualización de un
mundo histórico en cada instancia.
Por otro lado, particularmente para quienes en el circuito oficial de las artes se preocupan
por la comprensión de las prácticas artísticas y de la reflexión que se genera en torno suyo,
hay que destacar la proveniencia misma de la indagación: el teatro. Es sabido que, en esa
tradición estética occidental que va acaso desde Platón hasta Hegel, la obra de la que se
ocupan quienes reflexionan sobre el arte, suele ser la pictórica o visual, por un lado, y la
obra del lenguaje. Es decir, tanto en la disciplina de la historia del arte como en la tradición
estética que la acompaña y funda, parecería dominar el paradigma de la obra de arte
plástica y el lenguaje. La cuestión que se puede esconder en este privilegio, particularmente
el de la obra visual, es la de la comprensión inicial de la obra como imagen y como imagen
sucedánea de una realidad previa. Ya se reconoce en esta tradición —particularmente en la
confrontación entre Platón y Aristóteles— la importancia de la selección del fenómeno
artístico que interpela al pensamiento: no es lo mismo pensar la obra como imagen, si el
ejemplo es una obra pictórica o una obra del arte escénico o musical.
Igualmente para los especialistas del campo de las artes escénicas, el trabajo aquí propuesto
proporciona elementos conceptuales y preguntas para un campo que en la tradición estética
colombiana ha ocupado a pocas personas. No sólo en la historia del arte nos falta
esclarecer y alimentar los relatos historiográficos sobre el teatro y la danza, sino también en
la filosofía del arte hace falta perfilar las preguntas específicas que plantean estos
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fenómenos más fugaces, pero sobre todo que exhiben una peculiar manera de ser que no se
fía del soporte objetual, sino que suceden a la manera del acontecimiento, la instalación y la
experiencia situada. Quizá poner nuestra atención en los fenómenos artísticos de la escena,
afine nuestra capacidad de ver elementos del acontecer de la obra que también tienen lugar
en las obras plásticas y visuales.
Aunque el lugar de pertenencia del autor sea el ámbito del teatro, o quizá justamente por
esta condición, el ejercicio de indagación presentado en La mímesis del teatro lleva a
plantear preguntas y derroteros importantes para la aproximación filosófica al arte: ¿De qué
maneras se puede plantear, en diversas relaciones de sus componentes artísticos (actor,
autor, realidad dramática, experiencia representada, espectador…..) la pregunta por la
imitación: ¿Por qué, desde una perspectiva historiográfica, tiene lugar justamente ese
decurso de enunciaciones, ajustes, críticas y replanteamientos a lo largo de la historia del
concepto?
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práctica y experiencia mismas de un artista, el tenor de la indagación, en sus tonos
generales, me recuerda el intento de John Cage por plantear de nuevo el sentido de la
música como imitación de la naturaleza; el esfuerzo por rastrear históricamente la imitación
en el teatro, si bien de manera muy amplia y extendida, también me hace recordar el
esfuerzo más concentrado de Andrew Benjamín por restablecer o exponer los vestigios de
la mímesis en las prácticas artísticas y en los fenómenos artísticos de algunas vanguardias
europeas de la primera mitad del siglo XX y, finalmente, la insistencia de la pregunta en los
distintos sentidos encarnados históricamente en distintas prácticas y modos de la obra y del
acontecimiento teatral, traen a la memoria la necesidad expresada por el profesor John
Sallis de volver a formular de manera renovada y, en una búsqueda de sentidos más
originarios, la pregunta por la mímesis en las artes.
Quizá la clave del camino de pensamiento sea, por un lado, rastrear y recobrar un sentido
originario de la mímesis como pregunta hacia la realidad, la verdad, el ejecutante, el
espectador y la experiencia vivida y, por otro lado, plantear un resurgir de la imitación
como re-presentación, como acontecimiento renovado de la realidad misma, como
construcción situada de sentido histórico, más allá de un sentido lato de copia.
CONTENIDO
PÁGINA
INTRODUCCIÓN 5
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CAPÍTULO II: LA MÍMESIS EN EL TEATRO GRIEGO 27
11
4.8. El concepto implícito de mímesis 97
CONCLUSIONES 113
BIBLIOGRAFÍA 120
INTRODUCCIÓN
Quiero hacer hoy referencia a la palabra mímesis, en el mismo sentido, casi
inadvertido, que tuvo para mí, casi toda mi vida como hombre de teatro. Mímesis, simple y
llanamente, para el lenguaje cotidiano, significa imitación, por lo tanto mimético traduce
como imitativo y en general es la acepción más ampliamente difundida.
Sin embargo la perspectiva filosófica del término, me creo cierta ambigüedad, me
generó vacíos y necesidad de perseguir el decurso del término, que el teatro había
empobrecido y que la filosofía mantenía en una polisemia enriquecida, evocadora de la
historia del arte, pero además de otras disciplinas del conocimiento como la biología y la
sociología.
Una de las primeras motivaciones para hacer de un término aparentemente simple
como: “Mímesis”, una tesis, fue entender que la referencia ligaba de manera esencial al
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teatro con la realidad, es decir, el teatro como disciplina no se bastaba así mismo para
explicarse, sino que requería de manera urgente vincularse al medio que lo generaba.
Desde esta perspectiva la filosofía me permitió ver el teatro de una manera
transdisciplinar, que incluía todos los componentes que en un momento dado y en un
espacio determinan esa realidad. Por ejemplo, recuperar para el teatro la historia, pero
contada desde el pensamiento, no solo referida a los hitos propios del teatro sino
transversalizada con la ciencia, la política, la economía, la religión, otras formas del arte y
todos los nuevos conocimientos que cada época va integrando y va contribuyendo a ampliar
un concepto de realidad cada vez más complejo y disímil.
Entonces, me plantee la necesidad de asumir el término mímesis en su total y
compleja acepción, para lo cual era necesario partir de su primitiva etimología e ir
dilucidando su evolución en términos históricos y saber de qué manera se relacionaba con
otros campos teóricos y prácticos de tipo estético, epistemológico, filosófico y moral.
El título del presente trabajo es “La mímesis en el teatro”, pero también hubiese
podido llevar por título la pregunta que va implícita en todo su desarrollo: ¿Es
imprescindible la mímesis en el teatro?
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Es importante tener en cuenta que éste es un trabajo realizado desde la perspectiva
filosófica, por lo tanto la referencia teatral tiene que plantearse a partir de esta tradición. Es
de tener en cuenta que la filosofía como disciplina del pensamiento, representa un gran
aporte al teatro en su mirada histórica y estética, pues permite hacer síntesis de una época,
dar coherencia y contexto en relación a otros saberes y hace evidente qué acontecimientos
no propiamente teatrales, son fuertemente determinantes en su desarrollo. En otros
términos, la filosofía es una disciplina que tiene un campo de estudio muy amplio y
recursos reflexivos y argumentativos muy valiosos para conocer e interpretar la realidad y
por lo tanto auxilia la disciplina teatral, permite entenderla y racionalizarla de una manera
más holística.
En ese mismo sentido, la historia del teatro recopilada como una sucesión de hechos
inconexos, uno a continuación del otro, en su causalidad cronológica, como un producto
caprichoso del devenir, pierde sentido y coherencia estética; en cambio, con la mirada de la
filosofía, la historia del teatro recupera todo su contexto, no solo su relación y complicidad
con otras formas de del arte, con las cuales nació de manera indisoluble como la música, la
danza y la palabra, sino también con otras formas del conocimiento que se desarrollan
paralelamente en la sociedad. Precisamente, esa relación entre las artes, es la que ha
cambiado drásticamente con los tiempos y por ello se presenta la necesidad de rupturas y
nuevos postulados en la posmodernidad.
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generan debate y necesidad de reflexión teórica, pero que además representan mayor
desafío en la comprensión y en la práctica estética del teatro.
Lo que pretendo demostrar lo haré a partir de una revisión histórica del teatro, en la
cual la pregunta vuelve sobre un tema crucial de la estética teatral en todos los tiempos,
donde la búsqueda fundamental se inicia en los orígenes oscuros en los rituales griegos y
concluye en las nuevas formas del teatro posdramático. En consecuencia, la tesis se enfoca
finalmente en la revisión conceptual de las teorías posdramáticas cuando se refieren a la
relación entre teatro y realidad, planteadas por Lehmann en el libro “El teatro
posdramático”. Ello teniendo en cuenta que el texto en mención es la más importante
compilación y revisión de las formas dramáticas en su crisis y en la exposición de las
nacientes formas posdramáticas en su más amplia descripción y análisis.
Si en el fondo todo arte es realista, pues se origina siempre con base en alguna
realidad personal o colectiva, de alguna manera, algún trozo de esa realidad se cuela por
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entre los productos artísticos. Precisamente, el lugar de llegada consiste en demostrar, que
en el caso del teatro posdramático, su fragmentariedad, su simultaneidad, su novedosa
concepción del tiempo y otras características especiales, no le hace ajeno a la mímesis, a
expresar de alguna manera la realidad, y así el nuevo teatro no cuente historias, ni sea
expresión del logos dramático, apela tanto al mundo de representaciones mentales que tiene
el artista como el espectador. El espectador finalmente busca la unidad, así el artista solo le
dé jirones de ella.
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no solo desde la perspectiva del teatro, sino de la música y su importancia en la educación
griega.
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El capítulo aborda la modernidad como un período histórico en que domina el
pensamiento científico y en el que se corresponde con un nuevo paradigma en el
conocimiento y una nueva forma de concebir la realidad como mundo físico observable. Se
presentará, entonces, cómo se fundamenta el realismo y el cientificismo que se aplican y las
consecuencias para el teatro.
Se definen entonces las características del tránsito entre las formas tradicionales del
teatro dramático hacia el posdrama, las principales y contundentes rupturas que se
establecen, pero además se hace relación a aquellos aspectos que subsisten de las viejas
formas en las nuevas.
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implícito de mímesis contenido en la teoría y que creemos es necesario develar para el
objetivo de esta tesis.
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Las primeras acepciones del término mimesis están referidas al culto y a la tensión
establecida entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos; tales acepciones del
término, aunque no han sido tan difundidas, ni tan exploradas teóricamente, nos ilustran
sobre la amplia semiología que el término suscita. Para Bozal (1987) el concepto de
mímesis, en su sentido original, se puede entender a partir de la idea del coloso, la figura
de grandes dimensiones que impresiona y corresponde a un orden distinto al nuestro.
Colosales eran los templos egipcios y griegos, grandes y monumentales, que se articulaban
con el entorno e impresionaban en la primera mirada por su unidad y simpleza:
Lo importante aquí es que el Kolossós hace presente, a través del ritual, el otro
mundo, el de los muertos. Según Bozal, la mímesis no es exclusiva del Kolossós, porque
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también, como ya hemos visto, se encuentra en las fiestas agrarias procedentes del teatro y
la lírica, en las que se producían cambios de personalidad:
Por lo tanto, el sentido primigenio de mímesis no tiene nada que ver con el parecido
o imitación del modelo, pues el dios no puede ser imitado y los héroes son creaciones
legendarias de las que no hay referencia física evidente. Por esta razón la mímesis ritual no
se ajusta a un modelo conocido en la experiencia directa de la vida o a un modelo cultual y
religioso transmitido oralmente. La mímesis obra fundamentalmente a través de la
sugestión, porque es un hecho, antes que una cualidad material de un objeto o una imagen.
Cfr. Bozal (1987, p.71)
La mímesis como acto ritual, es una representación, pero donde el dios, el héroe o el
animal son una verdadera encarnación. En la fiesta griega vuelven cíclicamente los tiempos
y con ellos renacen sus mitos y con éstos los dioses y la naturaleza pródiga. En la fiesta se
disloca la costumbre y vuelve el tiempo a sus orígenes, se recupera la unidad de tiempos
perdidos y en virtud de la mímesis todo se torna extraordinario, eliminando de la vida lo
cotidiano y familiar. En la fiesta todos los miembros de la comunidad participan, todos
intervienen, no oyen narraciones de los dioses, se convierten en los dioses mismos. ”En la
fiesta, los hombres cumplen su más alto destino: son dioses” (Cfr. Bozal 1987, p. 72)
El término mímesis, antes del siglo V. a.C. en Grecia, tenía una significación
derivada del teatro en los rituales dionisíacos; se aplicaba a la danza que expresaba
sentimientos y no era imitativa sino expresiva. Con el tiempo pasó a significar el arte del
actor y más tarde se aplicó a la poesía y las artes plásticas.
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Las danzas expresivas, que se realizaban en medio del culto proporcionaban un
desfogue de sentimientos y, por consiguiente, una purificación, que más tarde en la teoría
de Aristóteles corresponde a la catarsis. Asociadas a esta danza ritual aparecían la música y
la poesía que posteriormente se harán independientes. Antes de que ello ocurriera la danza
fundida con la música y la poesía formaban una totalidad, un solo arte, llamado la
“triúnicachoreia”, según Zielinski, (citado por Tatarkiewicz, 2000, p.22). Un arte que
expresaba sentimientos e instintos del hombre mediante movimientos, palabras y música.
“Choreia” es danza colectiva esencial, que deviene en “el coro”, después se transformará
en canto colectivo y entrará a ser parte fundamental de la estructura del drama.
De esta manera queda evidenciada la relación antigua que existía entre la palabra
mímesis y la expresión artística de la danza; pero las primeras danzas rituales no eran
imitativas, sino que comunicaban sentimientos. La evolución futura del término se
relacionó más con las artes visuales; desde entonces el término sufrió grandes
transformaciones. La danza en general y especialmente la danza cultual, expresa una
especial relación con el origen y por lo tanto genera una fuerte empatía con el participante o
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el espectador. Aunque no sólo fue practicada por el pueblo griego, tuvo en él una especial
valoración, incluso como espectáculo para entretener las masas:
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ritmo, la música y la palabra recitada. Según Koller (citado por Goma, 2003, p. 68), el
ámbito primero de la mímesis fue la música y la danza, y su sentido de imitación es tardío,
surge por su extensión a la pintura y la escultura. Son muchas las referencias literarias
donde el término mímesis se asocia a los rituales y por lo tanto a prácticas expresivas. Las
tragedias griegas relacionan los actores con la danza y la representación:
Desde otra perspectiva, G.F. Else, quien asigna al concepto de mímesis el significado
directo de copia de un modelo, en discordia con los planteamientos de Koller, plantea que
hacia el 450 aC coexistieron tres significados del concepto de mímesis: 1. Imitación del
mimo. 2. Imitación moral y de modelos. 3. Imitación como imagen.
Sin embargo,
Por esa razón deduce Else que el término mímesis pasa a significar copia de un
modelo, reproducido por una conducta o por medio de un soporte material como en las
artes plásticas.
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evolución futura del concepto, que se sitúa entre representación e imitación, contribuye a
revisar su fundamento original que se aplicaba exclusivamente a la danza, la mímica y la
música. Es claro entonces que el concepto primitivo de mímesis no significaba reproducir la
realidad externa, sino la realidad interna, por lo tanto no era aplicable a las artes visuales.
Igualmente, procurando abarcar un sentido amplio, más allá de las esferas del arte
representativo o visual, el concepto de mímesis como ya se ha dicho en otros apartados,
tiene una concepción más amplia en el mundo griego y se extiende incluso hacia la música,
frente a lo cual plantea Goma que el desplazamiento de un significado a otro se produce por
medio de la teoría del pitagórico Damon, obra que no se conserva y que Koller recompone
a partir del segundo libro de Sobre la música de Aristídes Qintiliano. Damón desarrolló una
teoría sobre la función educativa de la mímesis musical, al adjudicarle a la música, por sus
propiedades armónicas y rítmicas, la capacidad de imitar los movimientos interiores del
alma y así suscitar un buen o mal comportamiento en las personas que la escuchan. Por esta
razón fue muy difundida entre los griegos la consideración de la música como un
instrumento eficaz para la educación moral de los hombres. (Cfr. Goma 003, p. 69).
Esta idea muy arraigada en la cultura griega sobre la música como reproducción de
la vida, le permite a Platón hacer analogía con la poesía, pues música y poesía comúnmente
se presentan juntas; luego la palabra mímesis se entiende como imitación en todas las artes,
con su consecuente necesidad de un modelo.
Es claro entonces, que estos sucesos en la antigua Grecia, relacionados con actos
rituales, pertenecen todos a un contexto que podríamos denominar conciencia mítica que,
en términos de Ernst Cassirer, no son una “representación” de nada, sino más bien que lo
que se muestra tiene una identidad real. No hay una representación de la cosa, sino que allí
aparece la cosa. Por esto expresa Cassirer que en toda actividad mítica hay un momento en
el cual se lleva a cabo una verdadera transubstanciación, una transformación del oficiante
del rito en el dios demonio que convoca. Esta manera de hacerse presente del Dios a través
del ritual se encuentra desde las más primitivas manifestaciones de la cosmovisión mágica
hasta las más elevadas manifestaciones del espíritu religioso. Cfr Cassirer (1998, p.63)
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Los ritos primitivos por lo tanto, no son ni imitativos, ni representativos, sino que
se confunden con las acciones de la vida real, por lo que son esenciales para la subsistencia
diaria y para el domino de las fuerzas cósmicas.
De todas estas formas de culto, no sólo en Grecia, sino en muchos otros pueblos
primitivos, se derivan las formas teatrales. De la danza, el canto y la música, se pasa a las
narraciones de héroes y dioses, pero dentro de una conciencia mítica que no es aún
representativa:
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Teniendo en cuenta que Cassirer no se refiere propiamente a la mímesis como
concepto, sino al culto dentro de la conciencia mítica, aporta unos referentes teóricos
importantes que fundamentan la actividad mítica como una verdadera transubstanciación,
donde el dios o el demonio son vividos no como una ilusión sino como una realidad. Estas
condiciones del culto no sólo se expresan primitivamente en la cosmogonía mágica, sino en
forma muy especial en lo atinente al espíritu religioso.
Asimismo, dice Cassirer, la mímesis o imitación fue una manera del hombre
primitivo de apoderarse de la naturaleza y, en un sentido más amplio, de las dimensiones
físicas y espirituales del mundo:
En este sentido la mímesis entre los pueblos primitivos, no se hacía con el propósito
de representar o significar sucesos u objetos, sino con el interés de interiorizar, de poseer en
un sentido total las formas, fuerzas y misterios de la naturaleza. La mímesis es presencia
del Dios, que produce una situación extraordinaria e intensa, fuera de toda lógica cotidiana,
pues en la posesión que significa el rito, todos fuera de sí, son comunidad en una
experiencia renovada.
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En las primitivas fiestas dionisiacas griegas, los hombres no se expresaban como
individuos sino como especie. A través de los gestos y en general por el simbolismo
expresado por intermedio del ojo, se pierde la individualidad y como seres naturales se
comunican con gestos, primordialmente mediante el baile. Y según F. Nietzsche, (1994, p.
253) el sonido expresa los sentimientos más íntimos de la naturaleza y no sólo se hace
inteligible el genio de la especie como en el gesto, sino el genio en sí expresado en la
voluntad. Es decir con el gesto el hombre se mantiene en los límites del género, de la
apariencia, y con el sonido resuelve el mundo de la apariencia en su unidad originaria.
Las fiestas dionisiacas marcan los primeros comienzos del drama en Grecia, en las
que hordas salvajes disfrazadas de sátiros y silenos, pintados el rostro, andan errantes por
los bosques, danzando y celebrando la fecundidad de la primavera. El desborde de la
celebración incrementa las fuerzas, y en la desmesura de las visiones y los estados extáticos
se cree en la transformación mágica de sí mismo:
La Grecia antigua creó la tragedia como estado intermedio entre la verdad y la bella
apariencia. La verdad primero es la del mundo donde impera el caos, la lucha de lo vivo por
seguir vivo a toda costa, las puras fuerzas informes y destructivas que mueven los instintos
28
más primarios e indomables; la verdad, en segundo sentido, es la de la existencia dura,
terrible y espantosa; para los hombres como seres finitos y mortales están dispuestas la
enfermedad y la muerte, la desgracia, el dolor y el sufrimiento. Son dos maneras de
mostrarse la pavorosa verdad de la vida, y sin ningún elemento que la atenúe, que nos la
muestre transfigurada sería imposible asimilar. Y lo consiguió cuando los griegos crearon
sus dioses, mediante los cuales al pavoroso instinto de vivir se le tendió el velo de la bella
apariencia de sus dioses olímpicos y sólo así los hombres pudieron hacer soportable la
existencia. Según Nietzsche: “El griego conoció los horrores y espantos de la existencia,
más, para poder vivir, los encubrió: una cruz oculta bajo rosas, según el símbolo de
Goethe” (1994, p. 237).
Los románticos alemanes Goethe, Winkelman y Schiller tenían una visión de Grecia,
según la cual allí imperaba una cultura serena y equilibrada, puramente apolínea. Fue
Nietzsche quien demostró el efecto perturbador que produjo la llegada de Dionisio a
Grecia, su unificación y oposición con Apolo; y estableció que Grecia no era solo equilibrio
y mesura, sino también agitación, destrucción, caos y desmesura y la confluencia de ambas
fuerzas, apolínea y dionisíaca, constituyen tanto la cultura como el arte trágico griego. Ello
debido, sobre todo, a que la existencia misma, la que se muestra en el drama trágico,
proviene del fondo terrible de la vida natural que destruye, pero también crea. Dionisio fue
un dios proveniente de Asia, y encontró entre los griegos el ambiente propicio para su
desarrollo y glorificación; porque su sensibilidad, capacidad para el sufrimiento, equilibrio
e inteligencia, le permitieron acunarlo y potenciarlo. El culto dionisiaco permitió que la
naturaleza se expresara en toda su plenitud, avasallando la seductora apariencia expresada
29
en el culto apolíneo, que en primera instancia se practicaba entre los griegos. De esta
manera el caótico dios recién llegado se emparentó con la bella apariencia apolínea e hizo
parte de la gran familia de dioses del Olimpo a la cual los griegos rendían culto.
Entre los griegos, el dios vivo intuido en sueños por el escultor, que hace presencia
a través del mármol tallado, es claro para el artista y para el que lo contempla; el artista
induce al observador a percibir al dios a través de él. De la misma manera el poeta épico ve
la figura del dios y la presenta a otros, pero ya no en la figura material, sino que narra la
vida de esta figura en movimientos, sonidos, palabras, acciones y nos obliga a ver en ello
una composición artística. El poeta o el artista alcanza su meta cuando logra poner ante
nuestros ojos la figura o la imagen, cuando nos hace participes de la visión que originó
dichas representaciones. (Cfr. F. Nietzsche, 1994, p. 241)
En el actor teatral de la tragedia está la posibilidad del hombre dionisíaco, con todas
las características primigenias; poeta, cantor y bailarín, pero como actor lo que hace es
representar. El actor dionisiaco se estremece entre el sufrimiento y la carcajada, permanece
entre la belleza y la verdad, pero como apariencia puede alcanzar la verosimilitud, ser
símbolo, como signo de verdad. El actor teatral en los primeros dramas griegos no
representaba individuos, sino que era la masa dionisiaca, el coro ditirámbico; unos y otros
tenían en la embriaguez un principio colectivo en la unidad. Después de la embriaguez
colectiva aparece el dios salvador: Apolo, quien salva tanto del éxtasis, como de la náusea,
mediante la obra del arte que expresa tanto el pensamiento trágico como cómico. (Cfr. F.
Nietzsche, 1994 p.245)
30
embriaguez instintiva, que se expresa en el canto y el baile, ya no es una posesión del
instinto primaveral, sino que ahora la verdad se simboliza por las artes de la apariencia.
Entran a escena entonces los medios artísticos de la apariencia, los actores se desplazan al
igual que los decorados y nace la tramoya que contribuye al efecto de la apariencia. Esta
apariencia por lo tanto renuncia a sus pretensiones de eternidad y se convierte en símbolo,
signo de la verdad. Nace entonces la máscara como un desdén por la apariencia. La
máscara como minimización, último reducto del dios que aparece:
El origen del teatro se sitúa en las fiestas agrarias, pero en la mimesis teatral
introduce una nota nueva, central, cuya influencia conviene valorar, en la medida de lo
posible: La mímesis teatral es una mímesis ficticia, se produce en el ámbito de la ficción. El
teatro se convierte en espectáculo, en el que un actor finge ser encarnación de lo divino y ya
no es, como antes, la presencia misma de los dioses. (Cfr. Bozal 1987, p.72).
31
representan lo irrepresentable del mundo. El actor teatral permanece oscilando entre lo
dionisíaco (el estremecimiento de la sublimidad) y lo apolíneo (el estremecimiento de la
carcajada).
El actor teatral intenta alcanzar el modelo del hombre dionisíaco
en el estremecimiento de la sublimidad, o también en el estremecimiento
de la carcajada: va más allá de la belleza, y sin embargo no busca la
verdad. Permanece oscilando entre ambas. No aspira a la bella apariencia,
pero sí a la apariencia; no aspira a la verdad, pero sí a la verosimilitud.
(El símbolo, signo de la verdad). (Nietzsche, 1994, p. 245).
32
Eurípides, cuando la tragedia pierde ese Pathos y se convierte en un espectáculo de
actuación. Como poeta Eurípides, responde al concepto de Sócrates que dice: “Todo tiene
que ser consciente para ser bello”. Cfr Nietzsche (1994, p.220).
El teatro griego:
Podemos concluir, entonces, que la mímesis expresiva del ritual, la cual acompaña
al teatro desde épocas primitivas, es la que le ha permitido, en todas sus épocas, fascinar al
espectador; sobre todo porque logra transformar lo que se realiza por medios artísticos, en
ilusiones de verdad y en virtud de la mímesis, el espectador vive esa ilusión, porque va más
allá del símbolo y cree en el milagro que le hace estremecer con lo que el artista trae a su
presencia.
33
e ilusión, siempre está entre la realidad y el sueño; es su apariencia velada, sobre todo en la
tragedia, expresión de realidades aterradoras.
El teatro establece una tensión permanente con el espectador, pues le miente con la
apariencia, pero le seduce y lo atrae con acciones y narraciones verosímiles. El teatro invita
al espectador a entrar en el juego que la naturaleza hace consigo misma a través del actor;
el espectador sabe que es falso, pero asume el símbolo como verdad.
La mímesis ritual tiene como contexto la conciencia mítica, en la cual el dios posee
los danzarines y no hay representación, es completamente interior; sin embargo el concepto
evoluciona relacionando el mundo de los vivos y los muertos, los cambios de personalidad
y el arte total. De esta manera el concepto de mímesis en el periodo clásico va del mundo
interno al externo en diversas gradaciones.
34
CAPITULO II: LA MÍMESIS EN EL TEATRO GRIEGO
Para los griegos clásicos el ser humano era un pequeño cosmos que reproducía en su
organismo el movimiento de las esferas celestes. La música y la gimnasia hacían parte de la
educación, porque instauraban en el cuerpo y en el alma la proporción y el ritmo cósmico.
Para los griegos todo es mímesis de la naturaleza y especialmente las matemáticas como
expresión de la perfección cósmica. La imitación está en la base de su pensamiento y su
concepción del mundo.
35
La palabra mímesis no aparece ni en Homero ni en Hesíodo, pero sí en Demócrito
quien la entendía en relación con la manera cómo funciona la naturaleza, aplicada a las
artes utilitarias: El arte de tejer imita a las arañas, los constructores lo hacen a imagen y
semejanza de las golondrinas y el canto hace mímesis del trinar de los pájaros. De la misma
manera Pitágoras creía que las cosas en sí son números y ellas los imitan o representan.
Según Aristóteles para los pitagóricos los principios de las matemáticas eran los principios
de todos los seres, veían en las combinaciones de números la justicia, el alma, la
inteligencia y todas las cosas. De la misma manera en los números veían las propiedades de
la música e identificaban en ellos las realidades primordiales del universo. Así mismo las
concordancias que encontraban en los números y la música, en los fenómenos del cielo y el
orden del universo, las integraban en un sistema. (Cfr. Aristóteles, Metafísica A5, 985b23)
Sócrates y Platón inauguran una polémica acerca de lo que hoy llamamos arte, y que
se expresaba en el cuestionamiento del mito y la poesía como formas de educar y guiar
espiritualmente el pueblo. Esta polémica filosófica se convierte en un testimonio de
36
excepción para entender cómo se desarrollaba y cuáles eran las características de un teatro
naciente, que con mucha fuerza e importancia en el pueblo griego, se expresaba a través de
la tragedia y la comedia, y estructuraba de forma definitiva el futuro del teatro para las
épocas venideras.
37
actividades que hoy llamamos arte, tienen la importancia de ser pensamientos fundadores
de la estética occidental.
Platón en los libros II y III de la República (1979), termina por admitir a los buenos
imitadores pero para derivar en un abierto rechazo a las narraciones contadas por Homero
y Hesíodo. En el libro II, Platón denuncia estas narraciones, que incluyen desafueros de los
Dioses como falsas, pero agrega que si fueran ciertas, no deben decirse ante un niño
desprovisto de razón, por lo que es necesario sepultarlas en el silencio y si es preciso hablar
de ellas que se haga en secreto o ante escasísimo número de oyentes. (Cfr. 1979, 377e-
378a, p. 468)
En Grecia los niños empezaban la educación mediante la poesía y a los jóvenes guardianes,
en el nuevo estado, se les permitiría escuchar y contar historias, las que si integraban la
mímesis, deberían ser de buenos caracteres y acciones. En consecuencia, en el libro II
aparece Platón como un censor de los poetas cuando afirma que:
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Por su parte en el libro III de La República, continúa arremetiendo contra los poetas que
incluyen en sus narraciones malas acciones de dioses y héroes. Platón le dice a Adimante,
frente a la acusación que hacen los poetas de los dioses y héroes, que:
Por su parte en el libro X de la República (607a) admite “… que Homero es el más grande
poeta y el primero de los trágicos, pero hay que saber también que, en cuanto a poesía, solo
debe admitirse en nuestro estado los himnos a los Dioses y las alabanzas a los hombres
buenos”. El libro X explica que la prohibición se ha realizado porque la imitación trae
desorden al alma y no tiene valor como fuente de conocimiento porque “el imitador no
conoce nada digno de mención en lo tocante a aquello que imita, sino que la imitación es
como un juego que no debe ser tomado en serio”. La República, (602b)
Platón piensa que es distinto en la poesía dramática ser un héroe o un villano, por
eso no permite que en su ciudad el poeta pueda imitar cualquier cosa y de todas las cosas.
Si la filosofía está obligada a gobernar, debe asumir una posición irrevocable frente a la
poiesis y reconocer el peligro para la Polis, y tratarla como un adversario que niega los
fundamentos de la razón.
39
desde el punto de vista ético, mientras que en el libro III muestra la posibilidad de permitir
la poesía.
Para el filósofo los mejores entre los hombres son los que no se dejan engañar por los
poetas y no se comportan frente a una representación como en la realidad, sin embargo el
hechizo de la representación dramática es tan grande que lleva a los hombres virtuosos a
actuar como nunca lo harían en la vida; pero lo más grave de todo es que estos hombres se
dejan contagiar por las pasiones y el entusiasmo que transmite la palabra poética, en
desmedro del uso del buen juicio y la razón.
Precisamente una de las grandes objeciones que Platón les formula a los poetas en el
Ión es que su poesía no depende del sujeto sino del entusiasmo divino, porque el poeta
tiene que estar fuera de sí para componer como lo hace y delirando como un loco, por eso
la poesía no es amiga de la razón. No es la techne la que hace de él un poeta, sino la
inspiración intermediada por el dios. Está bajo la influencia de un poder divino, su canto es
el hacer del dios. El poeta no hace nada como sujeto, todo lo que hace es una “invención de
las musas”(Ion 534e) y, según Cacciari (2000, p. 29 ), aquel que no la experimenta, sea o
no hábil, sea o no sabio en su arte, no alcanzará el telos de la poesía. Sólo las palabras
delirantes del poeta interpretan la voz del dios. La mentira del arte se parece a una forma de
locura y quienes participan se parecen perfectamente a locos, y lo que está prohibido para la
razón, es precisamente el máinesthai, la locura (Cfr. República, III, 396b).
40
Así mismo, el hacer del poeta, que no ocurre sino cuando el poeta está “fuera de sí”,
es una manera de hacer en el que se expresa la voz de los dioses. De esta manera, el bello
canto del dios es dictado al poeta y por lo tanto la poiesis no reside en la persona misma
del aedo o del poeta, quien es totalmente pasivo y se comporta como un medio a través del
cual la musa se expresa. En este sentido, el canto del poeta no es la mímesis de una cosa
real y aunque fuera un sueño o una sombra, sólo podría repetir esa voz que le llega, como
algo no previsto, involuntario, donde el sujeto no tiene posibilidad de elección:
En tal caso el arte imitativo esta sin duda lejos de la verdad, según parece;
y por eso produce todas las cosas pero toca apenas un poco de cada una, y
este poco es una imagen. Por ejemplo, el pintor, digamos retratará a un
zapatero, a un carpintero y a todos los demás artesanos, aunque no tenga
ninguna experiencia en estas artes. No obstante, si es buen pintor, al
retratar a un carpintero y mostrar su cuadro de lejos, engañará a niños y
hombres insensatos, haciéndoles creer que es un carpintero de verdad.
(Platón. República, X, 598c)
El pintor reproduce las cosas que existen en la naturaleza de la misma manera que un
espejo lo hace artificialmente, no hace nada real, sino una representación. Sin embargo con
la pintura se puede corregir el engaño, pues hay una evidencia material y espacial que
permite la comprobación; se trata de una ilusión que puede ser corregida tomando la
“distancia o medida” correcta para ajustar la visión de la pintura y darnos cuenta de que se
trata de un engaño, una ilusión, la cual aceptamos como tal cuando aquí entramos en el
41
juego del arte. En cambio en la poesía no tiene manera de corregirse el engaño, porque
penetra por el oído, en cuanto es el arte de la palabra y no hay ocasión de “ajustar”
distancias ni medidas. Por eso Platón caracteriza la pintura como una “imitación de la
apariencia” y no de la realidad, mientras afirma que los poetas “producen apariencias”
42
Lo que permite Platón de la poesía en 607a4 son los “...himnos a los dioses y las
alabanzas a los hombres buenos”, es una censura que a la luz de hoy sería moralista y
absolutamente improcedente. Según Nehamas (2004, p. 53), la pregunta que Platón no se
formuló, fue haberse preguntado por qué a los hombres virtuosos les complace la poesía a
sabiendas de que ella representa desastres, sufrimientos y desgracias. Vale decir, por qué
Platón no vio aquello que se conoce como la distancia estética. Cuando se toma la
representación por realidad, la que engaña no es la representación sino nuestras
apreciaciones sobre ella. Una representación no es una realidad incompleta, y cuestionar
esto es reconocer el estatus de la representación y por lo tanto el placer de los mejores no es
por el lamento representado, sino por la representación del lamento. Y concluye Nehamas
que Platón podría haber visto lo que no vio: que la poesía y la representación, la imitación
en general, pueden estar mal o bien hechas; que son en una palabra arte.
En relación con el teatro, Platón considera que también debe ser regulado como las
demás artes. Se prohíbe la imitación de esclavos, locos y malvados; de mujeres que
desafían a los maridos y a los dioses, así como las pasiones que atenten contra la
moderación, como la risa exagerada, la gula y los deseos carnales:
…pues bien, aquello a lo cual me refería era que sería necesario ponernos
de acuerdo sobre si hemos de permitir que los poetas nos compongan las
narraciones sólo imitando, o bien imitando en parte si, en parte no – y en
ese caso, que es lo que imitaran-, o si no les permitiremos imitar. (Platón.
República, III, 394d)
Para Platón el teatro, la tragedia y la comedia, son imitación pura, en la medida en que el
poeta no habla por sí mismo, sino a través de los personajes. Cuando el poeta habla por sí
mismo entonces es una narración simple sin imitación, como los ditirambos. Sin embargo,
en la poesía épica existen los dos procedimientos, hay imitación, pero también el poeta
narra en primera persona. (Cfr. Platón. República 394c)
En general podríamos decir que Platón tiene una alta valoración del arte, cuando es
mímesis que ayuda al alma a ponerse en armonía con la belleza del universo, o es imitación
pura del hombre de bien. En contraposición a la mímesis de la perfección de la naturaleza,
Platón rechaza de manera radical la imitación de fenómenos aparentes, superficiales, que
sólo produzcan placer para los sentidos, pero que no aporta al conocimiento de la verdad.
43
Platón rechaza la imitación de los poetas, porque su interés es instaurar la filosofía por
encima de la poesía e impulsar una cultura de carácter escrita, basada en la dialéctica y en
la ciencia, donde los filósofos, no los poetas, asumen el liderazgo principal.
44
los seres vivos, analizándola como una unidad, que guarda coherencia y perfección de
modo análogo a la naturaleza. Aristóteles se aplica al estudio de la tragedia, la epopeya, la
épica y da normas y recomienda a los poetas la manera de construir sus obras, definiendo el
arte como un conocimiento específico que no depende de la filosofía, ni de la moral, ni
debe explicarse, sino que se basta como lenguaje. Platón, en cambio, simplifica su mirada
hacia la poesía, comparándola con la pintura, la que sólo puede ser una vulgar imitación de
una realidad de segundo orden.
45
en cuanto imita la perfección; unidad y eternidad inmóvil del primer principio, a la vez que
interpreta con su razón y conocimiento la perfección. Unidad y quietud de la esencia de las
cosas. (Cfr, Lomba, 1987, p.58.)
En el capítulo II de la poética, Aristóteles diferencia las artes por objetos imitados y señala
que los hombres que la poesía imita unas veces son mejores de lo que nosotros somos y
otras peores. Esa imitación de hombres peores, propio de la comedia, no responde al
carácter ideal de la imitación poética. (Cfr. Poética, 1448a)
46
ni daño, como, por ejemplo, por no ir más lejos, la máscara cómica es
algo feo y deforme pero sin dolor. (Aristóteles. Poética. V. 1449a.)
En cuanto a la posición de Aristóteles frente a la comedia, asume que el modelo natural que
la poesía imita, tiene un carácter no individual y no histórico, y aunque imita a los hombres
peores, los rasgos de los personajes son paradigmáticos, característicos y típicos y lo
cómico está en la exageración hasta lo risible. (Cfr. Goma, 2003, P94)
Para Aristóteles el objetivo del arte es imitar la naturaleza, pero sobre todo
mejorarla; prefiere una imitación idealizante:
47
una idea plástica como la vida real. Esta noción le permite relacionar conocimiento y razón,
pero al mismo tiempo quedar abierto a la imaginación, al misterio y la fantasía. Según
Aristóteles el arte poético puede referirse a lo posible y este es un principio primordial de
su imitación y además que ella debe ser creíble para el espectador lector; pues en relación
con la poesía, es preferible una cosa convincente aunque imposible, que una cosa posible
pero no convincente. Según el filósofo, es verosímil que también ocurran cosas al margen
de lo verosímil.(Cfr. La poética, 1461b)
Si el poeta capta las “formas” de las cosas concretas, su mímesis no puede ser perjudicial
para la verdad ni para la verdad que caracteriza al filósofo. En Aristóteles la cohesión y
unidad orgánica de la obra poética es comparable a la de los animales y los seres vivos, es
decir la mímesis en el arte debe contener estos elementos para suscitar emoción en los
espectadores o lectores. Por ello la tragedia consiste en una buena trabazón de sus partes
argumentales y en la unidad de los sucesos estructurados poéticamente. Así lo refiere
Aristóteles:
…de suerte que, en los cuerpos y en los animales se requiere que posean
una cierta extensión, pero que esta sea abarcable en una mirada, así
también en el ámbito de los argumentos es menester que éstos tengan una
extensión, pero que ésta sea abarcable por la memoria. (Aristóteles,
Poética 1451ª 4.)
De esta suerte la trabazón del discurso retórico como la trabazón del argumento poético
están artísticamente elaborados, como los seres vivos con su organicidad. Los poemas son
como seres vivos, los hechos deben relatarse de manera coherente. Esta referencia es
recurrente en él, quien permanentemente relaciona voces como: “ser vivo”, “trabazón”,
“orden”, “medida”. En estos conceptos permanece una constante analogía entre los
procesos naturales y los procesos de creación artística:
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Puesto que lo hermoso, animal o toda cosa que esté compuesta de algunas
partes, no sólo debe tenerlas ordenadas, sino también contar con una cierta
extensión que no sea cualquiera al azar, pues la belleza consiste en la
medida… (La Poética 1450b 34)
Desde el momento en que la literatura como arte entra en los terrenos de la imitación de las
acciones humanas, disciplinas como el lenguaje, la psicología y la ética, se hacen visibles
como literatura. El que quiera comprender el arte, debe conocer no sólo las configuraciones
de la imitación, como los géneros literarios, sino también lo que es imitado, es decir que se
imitan. Son estas contribuciones las que han hecho de Aristóteles el padre de la teoría y la
crítica literarias. (Cfr. Poética. Comentario López, 2002, p. 221)
Afirma Antonio López Eire , en sus notas sobre la Poética, que a pesar de que en
ningún momento de la Poética se afirma de un modo explícito:
Aristóteles termina el libro preguntándose cuál de los dos grandes géneros épicos, la
tragedia o la epopeya, es la forma más elevada de imitación, ante lo que concluye que la
tragedia tiene un valor poético superior, entre otras razones, porque puede ser leída o
representada, alcanza su remate en una extensión menor y es más unitaria su imitación. Por
consiguiente concluye Aristóteles:
…si la tragedia sobresale por todas esas ventajas y además por la eficacia
de su arte (pues las tragedias tienen que producir no un placer cualquiera,
sino el ya dicho), es evidente que se le podría considerar superior por
alcanzar mejor que la epopeya su propio fin. (Aristóteles, Poética, 2002,
p.111)
Desde la antigüedad se sentaron las bases para una teoría del arte que se define
fundamentalmente en la imitación, fundiendo los conceptos platónico y aristotélico, los que
definieron hacia el futuro múltiples matices, algunos divergentes, pero siempre influyendo
en la filosofía y el pensamiento de muchos artistas que plasmaron su propia interpretación
en las obras.
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La poética de Aristóteles es una exposición magistral de teoría y práctica, donde el
estagirita da normas y recomienda a los poetas la manera de construir sus obras a la manera
de manuales técnicos de obligatorio y necesario cumplimiento. De esta manera Aristóteles
se instala a medio camino, entre el método de la ciencia y la observación del mundo
sensible. Para el filósofo, la poesía y la filosofía estaban muy ligadas entre sí, incluso
encontraba mayor cercanía de la poesía a la filosofía que la Historia; pues entendía que la
inteligencia reconoce mejor las relaciones entre las ideas o las cosas, aquellas que el vulgo
cotidianamente ve lejanas.
Sin embargo, Aristóteles estando de acuerdo en parte con Platón, espera que la
tragedia cumpla su efecto moral sobre la ciudadanía que asiste al teatro.
50
Es claro, en primer término, que ni deben mostrarse los individuos
equitativos pasando de la felicidad a la desdicha, pues esto no es ni
terrorífico ni compasible, sino repulsivo, ni tampoco los malvados
pasando de la desgracia a la felicidad, pues esto es lo menos trágico de
todo, pues no tienen nada de lo requerido por no ser ni humanitario no
compasivo ni terrorífico. (Poética, 1452b - 34)
Platón sintió la imperiosa necesidad de controlar al poeta que tenía dentro, porque
paradójicamente, creía en la poesía, en su fuerza y eficacia, pero al mismo tiempo quería
ser fiel al nuevo saber, la filosofía, en la que confiaba como única fuente de la verdad, la
cual se hallaba, según él, detrás de las palabras y de las apariencias. Sólo el filósofo: “tras la
humareda de las palabras, que se enredan entre sí, puede llegar a vislumbrar la verdadera
realidad: sólo el filósofo puede disipar el engaño ontológico y disipar la mentira
epistemológica”. (Mas Torres, 1992, p. 9)
Desde una postura racionalista, Platón construye la ciudad ideal, por lo que la
poesía se convierte en un rival peligroso para sus planes políticos y morales. Si en un
principio, en el Ión, enaltece su labor, luego el lugar de privilegio lo toma la filosofía que
en su desarrollo se convierte en política. Platón entiende filosofía y política en estrecha
conexión.
Platón subordina la poesía al interés de la polis, por lo tanto el filósofo que aspira
a regir la ciudad, entra en conflicto con la mímesis de los poetas, que desde la lejanía
producen todo con una mímesis engañosa, recibida como verdad. La mímesis poética,
además, incita a los ciudadanos de la Polis a actuar en consonancia con la parte más
51
pasional del alma y no con la racional como sería lo deseable, pues según Platón el alma
tiene varias partes y el arte se conecta con la parte más baja del alma.
Existe por lo tanto una disparidad importante entre los puntos de vista del maestro
y el alumno, pues si en Platón existe el concepto de imitación como copia fiel de cosas
preexistentes, para Aristóteles la mímesis crea una estructura de sucesos en los que se
devela la universalidad de los rasgos humanos y lo esencial de la condición humana.
52
cosas sino los personajes en acción, como en el caso de Edipo Rey en la tragedia de
Sófocles.
Puede deducirse que para Platón la téchne de hacer la verdadera realidad sólo
puede ser cultivada por la divinidad, pues el artista enmascara la verdad a través de la
53
palabra poética y es un juego, una mentira que los hombres toman por verdad y el problema
importante está en este engaño:
Lomba fuentes establece puntos en común entre Platón y Aristóteles, cuando se hace
referencia a las esencias inmutables, aunque finalmente éstas serán expresadas en las
formas particulares del arte:
Lo que en Platón es el método dialéctico, en Aristóteles son los principios de cada ciencia y
la imitación, al pertenecer a un género expresado en la realidad, tiene un estatus autónomo
y no disponen como en Platón de otros géneros metafísicos o morales.
En Platón hay una clara postura frente a los poetas, comprendiendo entre ellos a los
dramaturgos, que derivan sus composiciones de la mitología estructurada a través de las
narraciones de Homero. Platón condena la poesía, sobre todo en tres aspectos: 1. El
ontológico. La imitación poética es realidad degradada en cuanto que lo que produce no son
realidades sino sólo sombras de sombras, apariencias de apariencias. 2. El gnoseológico.
Consecuencia de lo anterior la mímesis poética nos sitúa tres grados alejados de la verdad.
Componen no por saber, sino por inspiración y delirio divino. 3. Moral. La palabra poética
seduce, encanta y por ello mismo lleva a que los hombres, incluso los más virtuosos,
terminen actuando de manera indigna, por ejemplo, llorando de manera incontrolable frente
a la desgracia del héroe o del personaje representado, lo que no haría en la vida real, pues
en ella guarda la templanza del carácter.
Aristóteles piensa que la poesía trágica imita sobre todo los caracteres de los
hombres, llámense vicios o virtudes; su tema es la personalidad profunda de los sujetos,
pues el arte, según sus postulados, no sólo imita lo que está frente a los ojos del artista o
puedan tocar sus dedos, sino todo lo divino y humano. Y como el valor de la imitación
poética reside en sí misma a la tragedia basta leerla, al margen de la puesta en escena,
porque es el lenguaje escrito y su lectura la que mueve a inventar la realidad. En virtud de
su verosimilitud y de la capacidad de poner frente a los ojos acciones imaginadas como si
fuesen posibles en la realidad, generan en el espectador una descarga de emociones, por eso
se dice que en la tragedia hay catarsis, porque las acciones de los héroes son desmesuradas,
no cotidianas pero resultan ser similares a las acciones de las personas, gracias a que son
imaginarias.
55
verdad que consiste en asemejarse a modelos establecidos y previamente fijados de
conducta virtuosa o de lo que es el ser como tal. Mientras que Aristóteles entiende la poesía
desde un nivel más profundo del variable comportamiento humano, desde el carácter de lo
humano, y además no sólo desde la perspectiva de cómo son o fueron las cosas, sino de
cómo deberían ser.
56
CAPITULO III: LA MÍMESIS EN LA MODERNIDAD
Las innovaciones culturales del Renacimiento, las teorías históricas, las reformas
religiosas, las expansiones territoriales, la evolución de los estados monárquicos a la
democracia, la Ilustración, las definiciones del concepto de nación, la aparición de la clase
media, el proletariado y las propuestas socialistas, además del desarrollo del capitalismo y
las teorías económicas; todos ellos dinamizaron este periodo histórico, contribuyendo a
definirlo y diferenciarlo de momentos anteriores y posteriores.
Pero sabemos que la modernidad tomó muchas de sus bases culturales del
Renacimiento mismo. Dado lo anterior es preciso mostrar algunos aspectos sobresalientes
acerca del teatro, que es el asunto central de nuestro trabajo.
57
participación de las mujeres y además, se da una liberación de las imposiciones de la
tradición y de la comedia en latín, en la que el pueblo era invitado de piedra.
Los guiones de las comedias se construían a partir de los prototipos conocidos de los
personajes que utilizaban máscaras y se basaban en las aventuras de los enamorados,
tratando de copiar episodios reales, vividos en la cotidianidad de aquellos tiempos
renacentistas. Eran amores ideales que contrastaban con la grosera y violenta sensualidad
de los siervos. Estos acontecimientos, apoyados en ciertos hilos argumentales, eran
58
exitosamente representados a partir de la improvisación de los diálogos, recurriendo
continuamente a la gestualidad exagerada, a las muecas absurdas y juegos de palabras para
animar la escena y enriquecer la elocuencia.
Las máscaras, que en la comedia del arte tenían un origen primitivo en el teatro
antiguo y en el carnaval, definían la característica de cada personaje. La máscara sumada al
vestuario, al dialecto y a comportamientos humanos que mostraban glotonería,
desconfianza, pusilanimidad, entre otros, se convertían en la representación de personajes
prototípicos, universales y fácilmente identificables en virtud de una mímesis muy
completa, que iba desde lo percibido por los sentidos, hasta el carácter y la esencia de los
personajes puestos en escena.
59
En el acto de imitar, quien lo hace no sólo recoge los valores del modelo,
sino que también se somete a una rígida jerarquía. Su actitud es cultural y
moral a la vez. El proceso de toma de los valores sólo es posible si cada
uno acepta el puesto que le corresponde. No se trata, sin embargo, de una
postura meramente pasiva, aunque sus consecuencias en el arte pudieran
ser bastante estériles. (Battisti, 1990, p.135).
El autor se refiere a la pintura, pero vale para todas las formas del arte, por más que la
imitación se exprese de manera distinta en cada caso y según el interés e intención de
reproducir la realidad o algún modelo específico. En relación con al teatro y
específicamente con la comedia del arte, se entiende la imitación de la realidad en un
sentido festivo y crítico. Sin embargo, la Comedia del arte en particular finalmente
evolucionó, agotó su esquema y tuvo que buscar nuevos espacios y revitalizarse fuera de
Italia.
Del mismo modo, podríamos decir que la comedia del arte, que se estructura a
partir del improviso, que se nutre del contexto y de los sucesos de la realidad, consolidando
posturas críticas contra la sociedad, tiene en su contra la censura de quienes detentan el
poder político. Por otro lado, existe para la época una tendencia creciente hacia la necesidad
de autor, de un responsable único de la estructura dramática, que permitiera conocer con
antelación los contenidos referidos, como necesidad de control expresada en un teatro
burgués cuyo interés era hacer mímesis de una realidad que se reflejaba según su
conveniencia.
60
iluminado por el conocimiento de la naturaleza y la ilustración en todos los campos del
saber humano.
61
naturaleza como fenómeno, fue a partir de la época moderna que se entendió como una
manera científica de conocer la naturaleza y luego de imponer sus leyes y, así, termina
aplicando el concepto de mímesis más desde los modelos o las semejanzas, con mayor
proximidad a las esencias o la totalidad.
62
La mímesis en Shakespeare se expresa como una transformación que permite ver la
imitación y lo imitado; en él se amplifican aspectos de la realidad que son invisibles y que
la enaltecen o la envilecen, para cargarla de otros significados que finalmente contribuyen a
su enriquecimiento:
La obra dramática que, a partir del Renacimiento, tiene la especial característica de ser
escrita para ser representada en un escenario, no sólo es narrativa, sino que debe tener un
fuerte contenido que remita a la acción. Por ello es que de manera especial, posteriormente
Shakespeare resulta ser el más grande entre todos los autores dramáticos, pues su obra es
traducible a gestos. Es como decir que en su palabra está la acción, o como si la mímesis,
que permite reconocer esa realidad, estuviese contenida primariamente en el lenguaje y que
luego puede ser traducida en la acción, en el tiempo y en el espacio escénicos.
Shakespeare, incluso, se basa en muchos textos e historias que toma como modelos, no solo
de la tradición, sino de autores inmediatamente anteriores a él; sin embargo, bajo su
capacidad creativa, los transforma y les imprime visos universales.
63
Ahora la mimesis también, como la ciencia, utiliza el método científico como su
instrumento. Recordemos que el Renacimiento, de manera particular, asumía la imitación
de los clásicos; la cual, pese a los nuevos cambios, se mantiene por todos los tiempos
venideros, en la medida en que se toman argumentos, obras, ideas de autores o de la
tradición y se reelaboran, con el estilo y el lenguaje propios de las épocas.
El teatro dramático que está absolutamente determinado por el diálogo como espacio
lingüístico que, en esencia, define y genera los otros materiales de la representación, tiene
las siguientes características:
«El drama es una entidad absoluta […] No conoce nada fuera de sí mismo»
(Szondi, 2011, p74). Es un universo que se basta a sí mismo, no requiere de ningún aspecto
externo definido para ser interpretado. No es necesaria una instrucción especializada ni
64
consultar ningún manual para comprender el drama y no depende de ningún conocimiento
específico. Todo drama es un universo, que si bien es mímesis del mundo conocido y de
alguna manera comparte su lógica, tiene y genera un sentido propio, un universo concebido
y creado por su autor, cuyo saber es general y apela al mundo de lo humano.
“La forma de escenario con que se dotó el drama del Renacimiento y el periodo
clásico, el denostado escenario a la italiana o de caja prismática, es la única que se
adecúa y da presencia al carácter absoluto del drama en cada una de sus características”.
(Szondi, 2011, p.75). El drama moderno es ilusión pura, por lo tanto el escenario como
espacio real desaparece y sólo existe en la medida en que se crea un tiempo y un espacio
ficcional. Por ello se ha acuñado “la cuarta pared”, como una manera de proteger la ilusión
65
y de meter la representación en una burbuja, que la aísla y la pone en otro contexto espacio-
temporal. Precisamente la necesidad física de crear la ilusión nace a principios del siglo
XVIII y fue reforzada hacia el futuro por dramaturgos y directores con sofisticadas y
complejas técnicas que preparan al actor y la escena:
“…La desconexión temporal entre una escena y la siguiente entra en colisión con el
principio de la sucesión absoluta de presentes, pues supone que cada escena tendría fuera
de la función teatral, unos antecedentes y una continuación propios (pasado y futuro)…”
(Szsondi, 2011, p.76). El drama tiene continuidad temporal y cada escena aporta los
elementos necesarios para la próxima. El drama moderno se inscribe en una lógica temporal
de la realidad histórica que no acepta los saltos injustificados o incomprensibles y que
puedan romper la verosimilitud de una ilusión que se hace coherente y creíble en la medida
que corresponda a su lógica interna y sucesiva.
67
Cuando la modernidad pone al hombre en el centro de sus preocupaciones, el teatro,
por supuesto, en consonancia hace lo mismo; pero su concepción del hombre en la escena
se mueve en varios sentidos de su relación con la realidad: sociológico, histórico y
científico. En Diderot ya se plantea el parecido del personaje con la persona histórica y la
necesidad de una ilusión que esté franqueada por la cuarta pared. A mediados del siglo
XIX, Stanislavski en Rusia y André Antoine en Francia, preconizan un teatro sicológico;
uno y el otro un teatro espejo que da cuenta del hombre cotidiano, como en una “rebanada
de vida”.
68
ser-ahí transformado de tal modo que lo transformado remita claramente a
aquello a partir de lo cual ha sido transformado. Pero está transformado en
tanto que llega a ponernos ante los ojos posibilidades crecidas que no
habíamos visto nunca. Toda imitación es crecimiento, es una puesta a
prueba de los extremos. (Gadamer, 1996, P. 220)
La potencia del teatro se expresa siempre en esa compleja empresa de expresar la vida
humana, en su dialéctica de tensiones y opuestos; siempre entre el bien y el mal, la vida y la
muerte, el héroe y el villano. Y en este afán de expresar la vida, en una presencia inmediata,
entre actor y espectador sucede un acto transformador en doble vía:
69
autor o de los actores que representan la pieza teatral. Por lo tanto, la obra teatral que se
despliega sobre el escenario, escindida o no, del espectador, puede constituirse en un
mundo paralelo que pasa ante sus ojos; puede convocarlo o no, pero ya no es la premisa
fundamental.
Cuando el teatro sale de las calles y las plazas y va a los teatros, toma distancia de la
comunidad y por lo tanto sus autores responden a intereses más particulares. La mímesis del
arte griego conectaba con el origen, recordaba la esencia, convertía en familiar algo que
de hecho ya les pertenecía; la tragedia para los griegos era una pieza que completaba la
unidad del ser, que aportaba totalidad y sensación de unidad a la existencia. Mientras que el
teatro en la modernidad, en virtud de la mímesis, puede tener la fuerza de actualizar el
pasado, de revivir los eventos conmemorativos y fundamentales de la existencia humana.
El teatro es mímesis por excelencia, pues al poner al ser humano en situación, así
sea imaginaria o real, sugiere, crea una imagen, que conecta al espectador y los actores,
todos quienes terminan indisolublemente ligados por una percepción y una
complementariedad. En este sentido:
Lo anterior quiere decir que se recupera el concepto de mímesis aristotélico, donde los
términos placer y saber son fundamentales; características que además se expresan en
todos los tiempos de una manera particular.
70
A partir de caracterizar el teatro moderno, definido como dramático y determinada
su estructura general, llegamos a la conclusión de que la unidad mínima y fundamental,
pero además imprescindible del drama moderno, es el personaje. Drama puede existir sin
cualquiera de los elementos externos al personaje (vestuario, maquillaje, escenografía) pero
sin personaje es imposible su existencia.
Aunque Abirached aquí habla de la tragedia según el abad de Aubignac, puede extenderse
a todo tipo de teatro. Este concepto de mímesis es consustancial con la expresión, que está
ligada seguramente al ritual y de allí se colige que su acepción se refiere más al hecho de
traer a la presencia, en un sentido transformador, que a la mera imitación.
Según Víctor Viviescas (2005, pag. 441), en el drama clásico se pueden identificar
cuatro condiciones que caracterizan al personaje: 1. Por un lado, la integración de actor,
personaje y texto, que se funden en una única entidad que los amalgama; 2. La invisibilidad
de la estructura, que aparece como principio integrador y formador de la representación,
pero que está destinada a desaparecer detrás de la representación misma; 3. El principio de
progresión orgánica, con base en el impulso dinámico del conflicto; y 4. La identidad y
unicidad del personaje. Resume Viviescas en estos cuatro aspectos el concepto de personaje
dramático. En primera instancia aparece el personaje indiferenciado del actor y del texto,
71
como una unidad que posibilita y en la cual se fundamenta la ilusión. En consecuencia, la
forma misma, los medios que utiliza el drama no son perceptibles, pues lo importante es el
contenido o la historia que se quiere transmitir. Así mismo es necesario que exista un
conflicto y, por lo tanto, que tenga un desarrollo en el tiempo y en el espacio, expresado en
una progresión dinámica. De la misma manera, el personaje mantiene su identidad, no sufre
transformaciones abruptas y puede observarse a lo largo de toda la trama en condiciones
muy similares.
72
representación burguesa y hace mímesis de la realidad, con criterios de mejora y arreglo de
un modelo que procura reflejar.
La relación del espectador con el teatro y con la escena de actores en vivo, cambia
esencialmente en la modernidad, pues se establece una distancia entre el espectador y el
lugar de la representación, que incluso puede llegar a radicalizarse tanto que se expresa en
la figura de “la cuarta pared”, es decir, en el aislamiento total del espectador y la escena. El
ideal es que desaparezca el espectador y la escena transcurra en la ilusión de una realidad
autónoma e independiente del observador.
73
moviliza el interés. Además, la mímesis se manifiesta en forma contundente en los
momentos catastróficos, donde el sufrimiento, el odio, el amor, la muerte y la guerra,
expresan la tensión y el límite de la condición humana.
Así como el personaje es ficción, todo lo que lo rodea complementa esa atmósfera,
incluyendo de forma importante la palabra en su función mimética:
La palabra expresa la condición del personaje, hace parte de la ficción, ella contribuye a
crear la ilusión de realidad, corrige y revisa el universo que quiere representar. La palabra
como metáfora expresa una poética, pero también apela a la razón, al orden y enriquece el
mundo representado por la escena.
Sin embargo, el teatro burgués cada vez más quiere ser un teatro espejo de la
realidad, capaz de reflejar una imagen acomodaticia, con la cual busca minimizar el
artificio teatral y que la ilusión sea tan real, que haya una compenetración total entre sala y
escena. Por ello:
74
invitará entonces al autor de los nuevos tiempos a anular lo más posible
las huellas de la estilización dramática y a poner en escena la mentira del
teatro maquillándola de colores tomados de lo real; para hacer que la
convención (cuya necesidad nadie desconoce) sirva a fines ilusionistas,
instalará a lo largo de su obra toda una serie de índices de parecido
propios para favorecer antes que nada la complicidad entre el escenario y
la sala. (Abirached, 1994, P.105)
En este mismo sentido, Diderot, excelente exponente del teatro burgués, propone un teatro
cuyos personajes sean espejos para los espectadores, que tengan sus mismas
preocupaciones y puedan tener una identidad total con ellos. Y el teatro como espejo
pretende reproducir fielmente una realidad:
Lo que pide Diderot como representante de la poética del teatro burgués es trasladar la
naturaleza al escenario, para darle al universo escénico un tono creíble: “Todo en el teatro
burgués está destinado, desde su nacimiento, a suministrar al espectador una imagen del
universo y de sí mismo revisada y corregida a su conveniencia” (Abirached, 1994, p.118)
75
Goldoni no busca espejos de la realidad, ni ideales, sino la comicidad para producir placer y
a partir de allí provocar la reflexión sobre lo que sucede en el escenario. Goldoni propone
una mímesis renovada con relación a Aristóteles, con un planteamiento distinto a la estética
del espejo.
En resumidas cuentas, lo que Diderot quiere es un teatro reflejo que puede utilizarse
en beneficio de una sociedad burguesa. Es necesario dar una imagen tranquilizadora de la
sociedad, que muestre sus ventajas y refuerce las convicciones de los espectadores. La
sociedad burguesa pide una imitación engañosa, que encante con su magia; de la manera
como Diderot exalta en sus obras los beneficios del matrimonio y la familia. También se
utiliza la imitación teatral para exaltar la banca, el comercio y el dinero; es decir, para
afianzar una clase en ascenso como la burguesía europea.
76
3.6. Teatro naturalista
Durante el siglo XIX hubo importantes desarrollos teatrales, desde el punto de vista
técnico y de la mirada del arte del actor. Unos de los mayores representantes es Konstantín
Stanislavski (Moscú, 1863 - 1938), considerado padre del teatro moderno, quien, al lado de
Antón Chéjov (1860-1904) desarrolló el teatro naturalista. Este nuevo concepto aparece
en abierta oposición a la tendencia romántica, grandilocuente, con decorados excesivos y
posturas estereotipadas y predecibles.
El teatro naturalista, que pretende presentarse como una “rebanada de vida”, donde
el espectador se siente en su cotidianidad, viviendo su propia vida pero con un poco más de
intensidad, cuenta con el aporte de excelentes dramaturgos y maestros de la escena como
Danchenko, Michael Chéjov y Meyerhold. Una característica notable de este teatro es el
manejo de la verosimilitud, un concepto de verdad en los personajes y situaciones que
permiten la identificación y que hacen sentir al espectador la ilusión de realidad.
El teatro naturalista, que se instaura en el siglo XIX y que en sus diferentes matices
responde a la concepción modelo-copia de la realidad, es el intento en la práctica estética de
aplicar el método científico al teatro. Este teatro, reflejo y espejo de la realidad, establece
sistemas, métodos y técnicas que pretenden aproximarse a la realidad, aquella que puede
ser conocida por la sociología y la ciencia. Lo importante de esta manera estética de
aproximarse a la realidad es su parecido con ella, en cuanto intenta reproducirla en forma
fidedigna; el medio, la técnica, la forma no importan, en cuanto la ilusión de realidad o de
naturaleza es más verdadera:
77
El naturalismo como el realismo se nutre del medio social, pero además del sentido
existencial. El hombre siempre ha sentido fascinación por verse representado en el
complejo mundo de relaciones interpersonales y con el cosmos:
El drama burgués, en su complacencia del sistema político que lo sostiene, reproduce una
imagen acomodada del mundo y del hombre, por ello el drama naturalista, en franca
oposición a la burguesía, genera otro tipo de drama que nace en los bajos fondos y
apoyados en la ciencia muestran un hombre determinado, no por el destino como en la
época clásica griega, o por Dios en el Medioevo, sino conminado por la genética, la historia
y la procedencia social.
El teatro no ajeno a la influencia de la época, también se deja afectar por la ciencia y como
sucedió en las otras artes, quiere hacerse vehículo del espíritu científico, sin embargo no
puede evitar la subjetividad propia de toda creación estética. Si el conocimiento puede
llegar a ser objetivo, el teatro no. Porque, aunque nutrido por los métodos e impulsado por
estas corrientes, su carácter dinámico y mimético, no le permiten encerrarse en fórmulas, y
tiene constante necesidad de actualizarse y acompasarse con el espíritu de la época. El
teatro llamado naturalista, es de las pocas tendencias, si no la única, que se mantiene casi
78
como en sus orígenes, pues esa posibilidad de imitar la realidad sigue fascinando al gran
público. Todavía el teatro naturalista tiene su expresión en las salas convencionales y es el
lenguaje predilecto de las novelas de televisión e incluso de muchas producciones
cinematográficas.
Para Brecht no existe la cuarta pared, pues no puede ser ignorado un público que es
la razón de ser del teatro. Recordemos que la cuarta pared existe, según el teatro naturalista,
en función de un mejor desempeño del actor, mientras que, para Brecht el público está vivo
y presente en la sala y es producto de sus referencias constantes. Brecht no se pregunta
con respecto al actor cómo lo hace, su preocupación es más general, desde la perspectiva
del director de escena. Su problema no es el método, sino el enfoque estético en el control
discursivo de sus acciones.
79
contrario de una, posición emocional en procura de una posición reflexiva sobre la
realidad. Por lo tanto niega la ilusión total del personaje, para mostrar un actor que
representa y que alude directamente al contexto, a las condiciones sociales e históricas y
las posibilidades de transformarlas, en sentido materialista y dialéctico según los postulados
marxistas.
El teatro épico tiene un fuerte apoyo en las ciencias sociales, pues su interés se
centra en apoyar su trabajo teórico en el método para conocer la historia, la sociedad, la
economía y así desarrollar un “teatro de la era científica”, que le sirva a las masas para
elevar el nivel de conciencia. El mismo Brecht planteaba que su espectador ideal era Carlos
Marx.
80
En el escenario, el hombre tiene, para Piscator, La significación de
una función social. Lo central no son sus relaciones consigo mismo ni
sus relaciones con Dios, sino sus relaciones con la sociedad.
Dondequiera que él se presenta, se presenta juntamente con él su clase
o su capa social. (Szondy, 2011, p.171)
El arte siempre está en consonancia con las necesidades de la sociedad y cada momento
produce un teatro propio. Por lo tanto, cuando el teatro tuvo exceso de realismo,
aparecieron otras expresiones estéticas, mímesis del hombre contemporáneo en una veloz
necesidad de cambio y transformación de su existencia.
Algunas diferencias fundamentales son definidas por Bertolt Brecht, quien opone el
que llama teatro aristotélico al teatro épico: mientras en el primero el escenario “corporiza”
un hecho, el segundo lo narra; mientras uno muestra el mundo tal cual es, el otro muestra
el mundo tal como pudiera ser. Mientras en el teatro aristotélico una escena existe en
función de la siguiente, en el épico cada escena existe por sí sola; mientras en uno el
hombre es inmutable, en el otro el hombre se transforma a sí mismo y transforma la
sociedad; de la misma manera, en el aristotélico el hombre se presenta como algo conocido
de antemano e inmutable, en el épico el hombre es objeto de investigación.
81
experiencia de hombres atrapados en la sociedad y sin la fuerza suficiente para escapar de
ella. El teatro del absurdo, cuenta, si es que lo hace, historias generales e indefinidas. Los
personajes están fuera de época, están en todas y en ninguna. Son historias generales, en
continuo flujo, fuera de la racionalidad. Los personajes mantienen una lucha permanente
por expresarse y lo hacen a medias o no lo logran.
El teatro llamado del absurdo capta la realidad de otra manera, le da otro orden a los
acontecimientos y, tal vez, su gran riqueza está en que nunca acaba el misterio de sus
piezas, en virtud del cual posiblemente se entienda por qué terminamos congraciados con la
desesperanza y el no lugar de sus personajes.
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Merced a ella el existencialismo parece facultado para llevar a cabo la
salvaguardia del estilo dramático…(Szondi 2011, P.160-161)
Porque en este sentido la función del teatro es: “traducir lo que la vida olvida”, lo que es
inexpresable y sólo puede decirlo la poesía, según lo planteaba Antonin Artaud. La mímesis
teatral se fundamenta en la memoria y en los imaginarios; el pasado lo hace presente y el
espectador siempre es expuesto al origen, convocado al sentimiento de la génesis.
La mímesis conserva la huella de lo real que imita y evoluciona al ritmo de la cultura, según
Abirached. Cuando la mímesis intenta copiar la realidad muy de cerca la corrompe, o sea,
la subordina a la tiranía de la exactitud.
83
CAPITULO IV: EL TEATRO POSDRAMÁTICO: LA MÍMESIS TEATRAL EN LA
POSMODERNIDAD
84
y caótica; y precisamente en ese caos reside su posibilidad de emancipación. (Cfr. Vattimo,
1994, pp. 12-13)
Plantea entonces Ospina que lo posmoderno es el “nuevo espíritu plural” frente al modelo
racionalista y único que se instaura en el siglo XVII y recupera para el término moderno el
significado de lo distinto.
85
En realidad –dice Ospina- lo posmoderno es el conjunto de estrategias que en nuestra
época usamos para darle la palabra a miradas que han estado marginadas, por la postura
moderna, como otras posibles aproximaciones a la “verdad” de las cosas. Es el intento de
superar los puntos de vista superlativos y exclusivos sobre el mundo, para que la pluralidad
también se admita como instancia interpretativa de la experiencia humana (cfr., ibid). En
relación con el teatro, la nueva tendencia se denomina posdramática, porque se refiere
justamente a las nuevas formas que entran en conflicto con las tradicionales, expresadas en
el teatro dramático y desarrolladas específicamente en la modernidad.
Teatro posdramático y mímesis son los términos de relación que fundamentan esta
tesis, la cual hace un recorrido histórico rastreando los conceptos, hasta llegar a los nuevos
y últimos desarrollos del teatro. De esta perspectiva es necesario contemplar, no solo el
nivel histórico, sino también el desarrollo estético del teatro en los tiempos de la
posmodernidad, pues cada característica observada y analizada implica un componente
evolutivo del mismo concepto y práctica de la mímesis.
Una visión del teatro posdramático apenas se está consolidando. Lehmann es uno de
sus teóricos más reconocidos y cuyo libro “El teatro posdramático”, es una de las fuentes
centrales del presente capítulo. En él se documenta el proceso vivido por esta nueva
tendencia, desde la crisis misma del teatro dramático, en un periodo realmente corto, pero
de gran intensidad.
El teatro posdramático tiene sus orígenes en las formas de creación teatral surgidas
desde los años 70 en Europa y Estados Unidos, que tuvieron su reflejo en el resto del
mundo, no solo por la circulación de los artistas y sus obras o proyectos, sino porque
algunos grupos de otras localidades incursionaron en dicha experimentación. Para estas
86
nuevas tendencias la comunicación sensorial con el espectador está en el centro de su
interés.
87
El teatro de la presentación tiene en cuenta la palabra, para reinstalarla y darle otro valor,
al mismo nivel de los otros lenguajes. Utilizar solo la palabra y la presencia es, en términos
de sus teóricos, como un acto de resistencia. El nuevo teatro busca: “una comunicación
sensorial con el espectador y el trabajo minucioso sobre cada uno de los planos materiales
de la escena, desde el cuerpo del actor hasta el cuerpo de la palabra” (Cornago, 2005, p.
133).
Esta nueva tendencia teatral persigue el reencuentro con las artes, niega la literatura
como determinante de su discurso y elabora otra noción de texto teatral. Reconfigura su
estructura al margen de la fábula con suspenso e intriga. El personaje, para el teatro
posdramático, no entra en categorías psicológicas muy definidas, pues el ser humano
también pierde el centro y se perturba el sentido tradicional de la narración. De la misma
manera, este teatro no es progresivo, porque privilegia lo fragmentario, lo múltiple y lo
contrapuesto; le interesan, además, los intersticios entre las imágenes, y procura impactar al
espectador estimulando su imaginación y ampliando su visión.
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4.2. De lo dramático a lo posdramático
El teatro posdramático, dice Lehman, no existe más allá del drama, desvinculado de
él y, de manera más precisa, se entiende como: “…desarrollo y florecimiento del potencial
de la desintegración, el desmontaje y la deconstrucción dentro del drama mismo.”
(Lehmann, 2013, p. 76-77)
El teatro dramático sufre una serie de etapas para llegar al teatro posdramático; se
divide, se descompone, se piensa a sí mismo. Su discurso empieza a tomar forma desde
finales del siglo XIX, pasando por los diversos movimientos vanguardistas y de forma
importante las irrupciones de los años cincuenta y sesenta, hasta las formas propiamente
posdramáticas del siglo XX.
La nueva tendencia del teatro pone sobre el escenario la discusión sobre lo que es
propiamente teatro y lo que es literatura dramática, sus diferencias y hostilidades. La
dimensión poética, propiamente literaria, marca distancias incluso con la fisicalidad del
teatro. Lo dramático se aleja del teatro, porque se enfoca solo en el texto y se olvida de los
medios propios del teatro; por esta razón el drama se distancia del teatro como concepto
amplio. Ahora la pregunta no es cómo una puesta en escena puede corresponder con un
texto que marque la pauta, que defina el ordenamiento y jerarquice la estructura. En la
nueva tendencia el teatro va hacia el fragmento y la parte, renuncia a la lógica espacio-
temporal dramática y corre el riesgo de confiar en los impulsos individuales, en encontrarse
con las otras artes y generar formas híbridas. Se descubren entonces otras posibilidades
escénicas y el actor, ahora performer, sobrepasa los esquemas de las formas basadas en el
drama.
89
La mayor crisis del teatro dramático sucede cuando se empieza a cuestionar la
orientación segura de creer que a cada texto le corresponde una puesta; entonces el teatro
inicia un ciclo de experimentaciones mediante las cuales cada texto podría tener múltiples
versiones, según la interpretación, los recursos y el enfoque estético que quisiera dársele.
Además de ser dialéctico el drama, según Aristóteles también es lógico, pues debe guiarse
por unas prescripciones, que describe en su libro “La poética”, todas las cuales establecen
cierta analogía con la naturaleza. Pero, por contraste, en la medida en que durante el siglo
XX se establecen teorías sobre el inconsciente y la fantasía también como realidades
propias de la cotidianidad, el drama se queda corto en su afán racionalizador y generador de
sentido en historias lógicas y comprensibles.
90
teatro literario burgués: el texto impuso su domino como dador de sentido,
al cual debían servir los otros recursos teatrales controlados por la
cautelosa autoridad de la razón. (Lehmann 2013, p.82)
Continúa planteando Lehmann que el drama es una propuesta estética que tiene
implicaciones profundas en otros niveles sociales e incluso cognitivos al presentar un
modelo de hombre que decide y actúa según unos principios y expresa su realidad mediante
el diálogo escénico.
Contra el teatro burgués, que preconizan valores propios, como valores universales,
en el siglo XX, Bertolt Brecht, con su teatro épico, es de los primeros que rompe con el
teatro dramático, llamado por él “aristotélico”, donde la literatura dramática, como herencia
del pasado ya no es lo fundamental y entra de manera importante la imagen definida en su
corpus teórico como “Gestus”
Para Brecht la expresión física y gestual está directamente vinculada con una
actividad económica y con una procedencia social, pero además el autor también se
pregunta por la consciencia en el teatro y estimula una estética racionalista, pedagógica,
91
donde el espectador y su contexto social adquieren una importancia fundamental. La crítica
fundamental al naturalismo se enfoca en denunciar su carácter compasivo, más afín al
lamento y a las lágrimas que a la transformación de la realidad social.
Sin embargo, tanto el teatro épico como el teatro del absurdo, a pesar de plantear
rupturas importantes con la tradición teatral, se mantienen en niveles de representación,
creando universos de ficción y así representan continuidad con las formas dramáticas.
Lehmann, citando a Kirby, ubica los inicios del teatro posdramático en el teatro simbólico:
Más tarde surge la estética simbolista, con Maurice Materlink (1900), su principal
exponente, la cual se aparta del mundo burgués y sus principios, y gira hacia adentro, hacia
un enfoque más privado. Es un teatro que niega la acción y experimenta en otros campos
como la iluminación, la tramoya y en general en la producción efectos derivados de la
poética del texto y el estatismo. El teatro estático juega con el tiempo y rechaza su idea
progresiva, para expresarlo solo como el instante en que se vive.
92
De manera similar Tadeus Kantor (1940), pionero del teatro posdramático, anima
objetos, espíritus, fantasmas y presenta un teatro de la muerte, absolutamente existencialista
y enigmático, por lo tanto sus obras tienen muy poco texto y el que existe es
incomprensible.
Las artes plásticas hacen un gran aporte al teatro desde lo visual, enriquecen un panorama
completamente afectado por el logos evidente de la palabra y desde lo visual se contribuye
a la conmoción del espectador. Así la plástica, la música, la danza y otros tipos de
lenguaje, contribuyeron a enrarecer el género dramático y a dar al teatro una expresión de
mímesis más amplia, más compleja, que no se identifica con una simple imitación de la
realidad.
Ante el distanciamiento tan radical que se plantea entre el nuevo y el viejo teatro,
me parece importante hacer un paralelo y establecer qué permanece, después de todo lo que
se elimina en la nueva tendencia:
94
De la misma manera el espectador es revalorizado en el nuevo teatro y sigue siendo,
por ahora, la justificación de cualquier transformación que sufra el teatro. Desde la nueva
perspectiva es más importante la estética de la recepción que la estética misma de la
producción, pues vale más la manera como se impacta al espectador, que la preparación
técnica o profesional del artista.
Los contenidos del teatro siguen siendo los mismos en términos generales, así sean
tratados de manera diferente: los contenidos míticos de la tradición, los grandes relatos
metafísicos, las pasiones humanas y las diversas narrativas derivadas de los
acontecimientos macro y micro de la historia y la cultura. Se fortalece el desarrollo de los
medios, pero finalmente siempre se evoca el interés público del teatro.
El cuerpo del actor o performer sigue teniendo una gran importancia, así no sea el
protagonista o ser autónomo, como se supone en la estructura dramática. El espectador es
un cuerpo como el operante y por ello la mayor potencia de mímesis está en él. Así el
cuerpo no represente y se niegue al símbolo unívoco, en el nuevo teatro en su expresión
laberíntica alcanza su mayor expresión.
También como factor de permanencia, el teatro en todas las épocas ha sido una
fiesta, una expresión pública y por lo tanto sus temáticas mueven la opinión y el interés
general. Por eso las vanguardias convirtieron el teatro en acontecimientos por excelencia
para enarbolar sus banderas y expresar su posición contestataria en todos los sentidos. En
95
ciertos aspectos de la Modernidad hay parecidos con lo posmoderno: teatro que responde a
una época, y se podría decir que son características compartidas y que se mantienen más
desarrolladas en las nuevas tendencias.
Las características referidas por Lehmann presentan una visión estética del nuevo
teatro, que finalmente se materializan en la unidad de la obra de arte, pero que para su
análisis se fragmenta en lenguajes y formas. Estas características nos permiten detener la
mirada en aspectos que pueden ser diferenciables y abordarse de manera distinta por los
sentidos, pero que en general coadyuvan a generar un nuevo producto estético, resultado de
las exigencias de una época. Cada ítem presentado por el autor revela un aspecto solido de
transformación de las formas tradicionales en las nuevas formas y permite escudriñar al
detalle los nuevos criterios de mímesis que aborda el paradigma teatral en la
posmodernidad.
96
La simultaneidad. “…Mientras que el teatro dramático se propone una ordenación de
modo que, de entre todas las señales comunicadas en cada momento de una realización
escénica solo se enfatice una que, además, se sitúa en el centro, en el teatro posdramático
la valencia y ordenación paratácticas apuntan a una experiencia de la simultaneidad…”
(Lehmann, 2013 p.152)
El juego con la densidad de los signos. “En el teatro posdramático se convierte en una
norma violar las reglas convencionales y el axioma más o menos establecido de la
densidad de los signos. Suele haber o bien demasiados o bien demasiado pocos (…)
Dialéctica entre plétora y abstinencia, abundancia y vacío”. (Lehmann, 2013, p.154)
La musicalidad. “En efecto la tendencia general a la musicalización (no solo del lenguaje)
es un capítulo significativo del uso de los signos en el teatro posdramático” (Lehmann,
2013, p. 158)
97
dionisíaca que representa la música. Tal vez la música como signo contundente en la
construcción posdramática, es una de las grandes diferencias con el teatro dramático, para
el cual la música es un hecho externo, ambiental, un aditivo o agregado que nada sustancial
significa.
Qué otra cosa fue originariamente la tragedia más que una lírica objetiva,
una canción cantada partiendo del estado de determinados seres
mitológicos, y, además, con el traje de los mismos. Al principio un coro
ditirámbico de varones disfrazados de sátiros y silenos tenían que dar a
entender que era lo que le había excitado de tal modo: aludía a un rasgo,
rápidamente comprensible para los oyentes, de la historia de las luchas y
sufrimientos de Dioniso. (1994, p.207)
Recuperar entonces la música como un aspecto estructural del teatro posdramático es entrar
en consonancia con el espíritu griego en su concepción de la tragedia, para el cual era
precisamente la música la que permitía en el espectador la compasión por el dios o el héroe.
La música llega primero al sentimiento, mientras la palabra actúa primero sobre el concepto
y puede en su largo camino no llegar al objetivo buscado. En cambio, dice Nietzsche: “la
música toca directamente el corazón, puesto que es el verdadero lenguaje universal que en
todas partes se comprende” (1994, p.209)
Es necesario entonces destacar el interés del nuevo teatro por estructurar una
propuesta escénica volviendo sobre sus medios, que pretende rescatar el teatro del drama,
recuperar sus formas y estructuras, y renovarlo a través de la música, la plástica, la danza y
en general las artes que puedan confluir en una propuesta escénica que como totalidad
influya en el espectador y le hagan más sensible y creativo.
98
La dramaturgia visual. “Dramaturgia visual, no solo significa una dramaturgia
exclusivamente organizada visualmente, sino una dramaturgia que no se subordina al texto
y puede desplegar libremente su propia lógica” (Lehmann 2013, p. 160)
La corporalidad. “El signo central del teatro, el cuerpo del actor, rehúsa servir como
significante. En gran medida el teatro posdramático se presenta a sí mismo como un teatro
de la corporalidad autosuficiente, que se exhibe en su particular intensidad, en su
potencial gestual, en su presencia aurática y sus tensiones transmitidas, tanto
interiormente como hacia afuera”. (Lehmann 2013, p.165)
La irrupción de lo real. “Lo que caracteriza la estética del teatro posdramático no es que
suceda algo real como tal, sino su uso auto-reflexivo. Esta auto-referencialidad permite
considerar el valor, el lugar y el significado de lo extra-estético en lo estético y, con ello, la
desviación de este concepto”. (Lehmann, 2013, p.17)
99
momento. La pregunta ambigua entre teatro y cotidianidad, es la constante tensión que no
se define y que alimenta permanentemente como un estímulo creativo.
100
El teatro como tradición dramática siempre ha estado asociado a términos como
representación, ilusión, engaño, simulación, falsificación; términos que el nuevo teatro
replantea y propone abolir en el contexto de una nueva estructura temporal, para que el
espectador viva en tiempo real un acontecimiento escénico, donde el operante no representa
a nadie, sino que su presencia y persona propia vive una alteridad (otra realidad) con el
espectador. Este nuevo criterio de verdad y realidad, es la clave misma del nuevo concepto
de mímesis que está implícito en el nuevo teatro. Se supone que si no se representa no hay
mímesis, si no hay ilusión no hay modelo y si hay falsificación no hay realidad; entonces
avanzamos en la tesis de que la mímesis permanece en la verdad y la realidad de un evento
escénico que se produzca en el “aquí y el ahora”.
El cuestionamiento esencial del teatro posdramático al dramático, tiene que ver con
lo que ellos llaman realidad y su opuesto que sería la ficción. Plantea Lehmann que:
…La realidad del teatro y, sobre todo, del actor, su cuerpo, su carisma,
aparece en primer plano para reemplazar el asunto ilusionista. La ilusión
se debe quebrar y se debe remarcar el teatro como teatro. Se descarta la
concepción de que la verdad podría estar oculta como una pepita en un
envoltorio aparente. El teatro debe ofrecer verdad, así que tiene que darse
a conocer y exponerse como ficción y debe hacerlo en su proceso de
producción de ficciones, en vez de engañar sobre ello. (2013, p.185)
Se plantea aquí entonces un problema teórico no aclarado todavía, donde los términos
verdad, ilusión, apariencia, no quedan definidos muy claramente. De la misma manera, se
supone que se engaña cuando se miente y esa mentira se da en relación con algún concepto
de verdad preconcebido. Hay un problema grande con el concepto de verdad y de realidad
que aparentemente solo están en un teatro que se presenta como teatro y quiebra la ilusión.
101
¿La falsedad, el engaño mentiroso, se establecen en relación a qué verdad? a la de la
filosofía, a la de la ciencia. Porque desde la perspectiva de Cacciari, la falsificación es una
virtud del arte frente al conocimiento unívoco del discurso metafísico:
En relación con la realidad del acontecimiento, desde los años setenta, el teatro
posdramático hecho por artistas del performer, hacía énfasis en la presencia y por lo tanto
en comunicar situaciones personales.
102
realidad al hacer una reproducción de lo cotidiano con fines triviales de entretenimiento o
de exponer de manera de manera directa un concepto de realidad: “El teatro también
realista y naturalista, se definió no solo por reproducir todo aquello que descartaba la
buena sociedad, sino por elevar y superar la vida real mediante la forma del drama”.
(Lehmann 2013 P. 208)
De esta manera el teatro naturalista reproducía lo que descartaba el teatro burgués y así
dignificaban su vida a través del drama.
Es lógico pensar que si el actor dialoga con el público, no son necesarias las
entradas y las salidas y que todos los medios teatrales, como sus contenidos, se constituyen
103
en un acto estético completamente vinculado con la experiencia y con la percepción en
tiempo real de un acontecimiento:
Desde los años setenta el teatro busca espacios de la vida para encontrar
puntos en donde unirse, como arte, a los rasgos de lo cotidiano e
inspirarse en ellos. En los años ochenta y noventa, se refuerza la
tendencia, no tanto de incluir la cotidianidad en el arte teatral, sino de
ocupar espacios públicos con el teatro, forzando los límites que reconocen
su carácter estético y, a menudo, sobrepasándolos. (Lehmann, 2013, p.
234)
Desde esta perspectiva el nuevo teatro, en su nueva relación directa con el espectador
revive su carácter de fiesta, de acto social y de debate público. Se presenta como un teatro
en el cual pasa algo real en términos de tiempo y de percepción.
El teatro posdramático, por sus características específicas, presenta para las artes un
nivel de mímesis cuyo interés se enfoca en la forma, en los medios, en los aspectos
visuales, sonoros y composicionales y, por supuesto, responde a estructuras abiertas.
Según Lehmann (2013, p.65) el teatro dramático imita acciones que dependen de
otra realidad y elaboran su doble; además enfocan su mímesis en la acción, por ello
mantiene la triada drama-acción-imitación, la cual es rota por el nuevo teatro. Sin embargo
la mímesis no depende de una intención manifiesta del creador por generarla, sino que es
una demanda implícita del espectador (Ricoeur), y es además su posibilidad y condición
exclusiva de conexión con el hecho escénico.
104
emoción y la sensibilidad, pero además lo extraña (fascina) como ser en el mundo. En la
mímesis puede existir un hecho no absolutamente consciente, pero también puede nacer de
la intuición, por eso no tiene que ser absolutamente comprendido, puede crear asombro y
hasta confusión; hay un hecho perceptivo que tiene seguramente diferentes niveles de
conmoción. La mímesis no solo tiene su origen en la estética de la producción, sino que es
completada desde la estética de la recepción y allí el ser humano siempre busca
comprender, asociar, dar sentido, identificar, ubicar en un esquema preconcebido,
categorizar.
105
espectador en su encuentro con el hecho escénico y puede ser más efectiva la
transformación del espectador y performer.
106
por medio de la mímesis (imitación), normalmente contrapuesta a la
diégesis (narración). (Lehmann, 2013, p.171)
Aquí es mucho más claro el concepto de mímesis que se maneja, incluida la palabra entre
paréntesis. Entonces al parecer niegan la mímesis según la entendieron Platón y Aristóteles,
pero desconocen otras acepciones del término, tanto de la antigüedad como
contemporáneas, referidas en el primer capítulo de esta tesis.
Para Lehmann y los teóricos del teatro posdramático, este nuevo teatro situacional y
por ello “concreto”, no es mimético y se niega porque no hay contenidos narrativos y se
queda en situaciones, paisajes o estructuras, donde lo importante es la forma o el medio a
través del cual el teatro es presentado. No hay mímesis, porque no hay acciones o historias
que comprender, se ve la superficie en si misma sin contenidos; puede no pasar nada y
repetir ese paisaje al infinito.
Se niega la mímesis porque no hay síntesis en los signos o no hay punto final en la idea. Y
la pregunta sería, si por el hecho de que la respuesta queda suspendida, por ello queda
negada de plano la mímesis. Sin embargo es posible que se niegue la mímesis platónica y la
aristotélica, pero como lo hemos expresado hay otros conceptos de mímesis, incluido el de
la triple mímesis planteada por Ricoeur (1995, pag.113), que en su tercera mímesis, la cual
pertenece al espectador, la realidad de la escena se encuentra con la realidad del espectador
y se crea otro punto de vista en el encuentro.
107
Al negar la fábula clásica: “El teatro posdramático enfatiza en lo incompleto y en lo
incompletable, que realiza su propia fenomenología de la percepción, la cual se distingue
por la superación de los principios de la MÍMESIS y de la ficción. (Lehmann, 2013 p.171)
108
Además, los teóricos posdramáticos desconocen lo que se ha dado en llamar la
“distancia estética”, es decir, ven el arte de la presentación como una realidad
predeterminada, la cual quieren diferenciar del engaño y la falsificación. Al parecer no
consideran que lo que engaña no es el evento escénico, sino las apreciaciones sobre él. La
consideración al respecto es que es necesario analizar la realidad con parámetros distintos a
los de un evento artístico.
Teniendo en cuenta que el objetivo de esta tesis es demostrar que “la mímesis es
imprescindible para el teatro”, intentaré demostrar, con base en seis planteamientos, la
manera como en la teoría del teatro posdramático se cuelan otros conceptos de mímesis no
asociados directamente a la representación, a la ficción, ni a la creación de historias,
motivos estos principalísimos relacionados a la mímesis que niegan sus teóricos.
109
teatro lo que hace es decepcionarlo, eliminando la unidad, la conexión de
manera intencionada y convenciéndolo de una búsqueda permanente.
(2013, p. 148)
El interés de que el espectador se vuelva productivo no tiene una definición muy clara, pues
se presta a cierta ambigüedad; quiere decir, tal vez, que se active mentalmente, genere
relaciones, intente hacer síntesis, comprender, ver la totalidad, volver a leer. Tal vez en esa
productividad del espectador esté la posibilidad de la mímesis. ¿Qué busca el espectador
110
cuando intenta relacionar imágenes, acontecimientos, paisajes? ¿Qué le pueden sugerir los
mitos, los arquetipos, las figuras legendarias de la tradición, de la literatura, del arte o las
imágenes extrañadas de la cotidianidad? Tal vez hay allí un principio de mímesis que
competa al espectador y que no se entrega como totalidad o como fábula, como es el caso
del teatro dramático.
El hecho de que el teatro posdramático necesite con urgencia ser completado es una
característica de la mímesis del espectador, lo que, en cierto sentido, mostró Gadamer
cuando habló del símbolo:
…La consecuencia del concepto clasicista de símbolo, que no remite de
este modo a otra cosa, es que en la alegoría tenemos la connotación, en sí
totalmente injusta, de lo glacial, de lo no artístico. Lo que habla es la
referencia a un significado que tiene que conocerse previamente. En
cambio, el símbolo, la experiencia de lo simbólico, quiere decir que este
individual, este particular, se representa como un fragmento de Ser que
promete complementar en un todo íntegro al que se corresponda con él; o,
también, quiere decir que existe el otro fragmento, siempre buscado, que
complementará en un todo nuestro propio fragmento vital. No me parece
que este «significado» esté ligado a condiciones sociales especiales —
como es el caso de la religión de la cultura burguesa tardía—, sino, más
bien, que la experiencia de lo bello y, en particular, de lo bello en el arte,
es la evocación de un orden íntegro posible, dondequiera que éste se
encuentre. (1997, P. 39-40)
Para apoyar este sentido de mímesis del espectador, quiero referirme a Paul
Ricoeur, quien en su libro “Tiempo y narración”, acuña una concepción del término distinta
a la de Lehmann y quien plantea:
111
con la mimesis platónica, sino el corte que abre el espacio de ficción.
(Ricoeur, 1995: 103).
En la precomprensión que todo artista tiene del mundo hay una representación
implícita del mismo y desde esta perspectiva las obras de arte se comprenden en la medida
en que configuran lo que el hombre ya ha reconocido en su relación con el mundo; así,
entonces, el hombre parte de su experiencia en el mundo para comprender las obras de la
cultura. La comprensión de las obras de arte, en el caso del teatro, de los eventos escénicos,
sucede en la medida en que hay cierta familiaridad con la experiencia inmediata del mundo
y por ello puede reconocerse su lenguaje.
Ricoeur considera, en primera instancia, que el artista para llegar a la obra, necesita
prefigurarla a través de niveles simbólicos, entonces para él “el término símbolo, – o
112
mejor, mediación simbólica – señala el carácter estructurado del conjunto simbólico”
(1995: 120).
Entendemos en el caso del teatro posdramático que no hay una narración que
incluya una sucesión lógica de acciones o que cuente una historia en el sentido
convencional, pero sí se da una narración en fragmentos, que así busquen generar tensión
entre sí, hacen posible una síntesis, aunque siempre se postergue. Esta narración por
supuesto tiene un carácter temporal como experiencia humana y por lo tanto mimética, en
la medida en que alude a la precomprensión del mundo del artista y del espectador.
Comprender el evento escénico, requiere una familiaridad con la red de significados
atinente a esa acción referidos en la vida misma.
En el caso de nuestro análisis del teatro posdramático, a pesar de que sus autores
nieguen el hecho escénico como obra, es un acontecimiento que sucede en el tiempo y así
su narración se dé solo con imágenes y acontecimientos pero no acciones, no escapa a la
mímesis:
113
El teatro posdramático no cuenta una historia, pero de alguna manera aporta todos los
elementos para que el espectador la imagine, aunque también asuma como tarea estropear
la síntesis buscada por él. Finalmente lo que le pasa al espectador o lo que le queda, no
puede controlarlo nadie y su búsqueda, enmarcada en su precomprensión del mundo, puede
estar o no dentro de los parámetros de una estética de la producción:
Una de las características más definitivas del nuevo teatro, es la necesidad de conmover al
espectador, de hacerlo productivo intelectualmente y en este sentido la mímesis III
planteada por Ricoeur, adquiere plena vigencia en la medida en que este es el momento en
el cual el mundo del espectador y el mundo configurado de la obra se encuentran. La
mímesis III “marca la intersección del mundo del texto y del mundo del oyente o del
lector; intersección, pues, del mundo configurado por el poema y del mundo en que la
acción efectiva se despliega y despliega su temporalidad específica” (1995, p.140)
114
El espectador recoge del nuevo teatro todos los fragmentos, las imágenes, las situaciones,
los paisajes y arma su propia narrativa, en la medida en que una estructura temporal,
definida en “el aquí y el ahora” le permite buscar un sentido, que podría lograr de forma
laberíntica y no como unidad total. Puede incluso la obra o el evento performático no ser
símbolo ni representación de nada conocido, sin embargo está en el contexto de la
familiaridad del artista y del espectador por la precomprensión del mundo, por ello existe
un nivel básico de comunicación.
115
4.9.2. Mímesis de imagen o acontecimiento:
El teatro posdramático está más cerca de las otras artes y particularmente de las
plásticas que del teatro tradicional. Por lo tanto, sí hay mímesis en la plástica, entonces hay
mímesis en el nuevo teatro y hay que analizarlo desde esta perspectiva; es decir, que
queriendo escapar a la mímesis teatral los posdramáticos caen en la mímesis de la pintura o
de las artes plásticas; o, podría decirse, la mímesis del teatro posdramático está a medio
camino entre el teatro y las artes plásticas.
Las artes plásticas son en esencia mímesis desde sus postulados más clásicos, tanto
desde sus primeras etapas cuando reproducían las imágenes del mundo, hasta hoy, cuando
se han revolucionado los medios, y la imagen ya no la puede contener un cuadro.
Precisamente, cuando se encuentran de nuevo las artes plásticas, el teatro y la música, tiene
mucho más que ofrecer al espectador y su encuentro puede ser mucho más significativo,
conmemorativo y festivo, por lo tanto su capacidad mimética puede ser superior.
Cito para reforzar este punto de vista la definición de teatro posdramático señalada
por Lehmann, según lo realizado por Robert Wilson:
Lo que hace Lehmann con su trabajo teórico sobre el nuevo teatro es precisamente
estructurar, explicar, contextualizar, tratar de entender, darle sentido a lo que
116
supuestamente no lo tiene, por lo tanto lo que hace el autor es apoyarse en una mímesis
implícita, no visible, un origen que concatena todos estos fragmentos y pueden explicarse
desde las teorías estéticas, la historia, la tradición y desde variadas disciplinas del
conocimiento.
Este punto de vista parece olvidar que quien pone al mismo nivel del ser humano, los
objetos, los animales, la tecnología, la energía, es un autor, un ser humano con una
intencionalidad estética. Un animal, un objeto, una máquina o una energía, nunca podrían
crear un evento escénico absolutamente “inocente” exento de intencionalidad. De todas
maneras detrás de todo hecho cultural, como el teatro, llámese como se llame, hay un ser
humano interesado en eliminar el protagonismo, pero que en el arte busca expresarse, sobre
todo hoy en un momento de especial desarrollo de los medios, la tecnología y la
globalización; un arte especialmente originado desde países con una historia y un desarrollo
hegemónico a nivel cultural.
117
4.9.5. Mímesis formal o estructural:
Esta es una postura naturalista, que coincide con el concepto de Demócrito sobre mímesis,
que de todas maneras se opone a la concepción de la macroestructura que construye una
fábula coherente como es el caso del teatro dramático. Se acepta aquí, de alguna manera,
una mímesis de la realidad, lo que pasa es que es imposible imitar el caos de la realidad,
aunque intenta hacer mímesis de algunos de sus aspectos como la temporalidad, el ritmo, la
espacialidad y aspectos de forma que son perfectamente identificables y que permiten
conectarlo con la realidad. Cuando el teatro posdramático capta el caos, asimila un aspecto
de la realidad y hace mímesis de ella. De alguna manera el teatro posdramático pretende ser
más fiel a la realidad en su vértigo, fragmentariedad, no síntesis, que el teatro de la
macroestructura dramática que busca seguramente otro tipo de mímesis.
relaciona los nuevos lenguajes teatrales con la teoría del caos y asume que
la realidad consiste más en sistemas inestables que en circuitos cerrados,
que las artes responden a ello con ambigüedad, polivalencia y
simultaneidad y que el teatro lo hace con una dramaturgia que fija más
estructuras parciales que patrones totales. Lehmann, 2013 p.145
La autora sin saberlo refuerza aquí alguna idea de mímesis, presente en el teatro
posdramático; pues así la teoría del caos venga de la ciencia, se apoya en un concepto
naturalista, instrumentado en el método científico, que busca conocer, reproducir o
118
interpretar la realidad. En el mismo sentido el teatro posmoderno se pone en consonancia
con cierto pensamiento filosófico, que desde el siglo XIX viene planteando ideas contrarias
a las estructuras férreas de pensamiento, concepciones unívocas de verdad o planteamientos
superlativos en relación con la belleza y el arte:
Se demuestra así también la estrecha relación de estos postulados filosóficos con las
concepciones estéticas expresadas por el teatro posdramático.
…El ´hacer´ del poeta (que no ocurre si no cuando el poeta esta ´fuera de
si´) consiste en hacer hablar al dios, en expresarle la voz, en transmitirla-
traducirla, dejando ek-sistir esta voz. En la trama de lo real, el poeta es
ese vacío, esa abertura, esa ruptura a través de la cual nos llega esa voz.
Desde entonces, el ´hacer´ del poeta consiste en ‘producir´ o mejor aún,
en ser el mismo ese vacío. El ser de su producción es propiamente ese no-
ser: es el no-ser de la abertura a través de la cual el dios dicta, se dicta.
Cacciari, 2000, p.29
119
La mímesis ritual tiene varias coincidencias importantes con el teatro posdramático
que podríamos enunciar de la siguiente manera: desde el punto de vista de los medios y la
estructura se muestran ricos en su composición artística, pues la danza, la música, el canto y
la palabra se hacen presentes, en una búsqueda desde el punto de vista formal del arte total.
De la misma manera las dos expresiones son absolutamente de la presentación, pues no hay
representación, no hay personajes y el espectador que no existe en la mímesis ritual, en el
nuevo teatro hace parte del acontecimiento y aporta la mitad de ese orden integral que se
logra en el encuentro.
Así mismo la mímesis ritual se realiza en un tiempo presente, donde todos los
participantes son uno en la conmemoración y donde se actualizan los grandes
acontecimientos míticos, esenciales para su sobrevivencia.
Finalmente, quiero concluir este apartado diciendo que es posible que una estética
de la producción, como en el caso de los posdramáticos, pueden tomar la decisión
consciente de no producir mímesis en sus eventos escénicos, pero lo que se sale de su
control es la percepción de los espectadores, quienes asumen su condición espontánea, y
culturalmente se sienten herederos de un teatro dramático y unas condiciones culturales de
comunicación.
120
Sin embargo, es necesario reconocer el nuevo teatro como un regreso a la
integración de todas las artes. El teatro dramático a lo sumo propicia un encuentro entre la
literatura, el arte propio del actor y de manera un poco relativa las plásticas, que como un
decorado podría simplemente reproducir lo conocido. Al poner todos los lenguajes al
mismo nivel, la estética posdramática, exige de cada lenguaje el mismo desarrollo y por lo
tanto la competencia entre las artes es mayor, sin detrimento de ninguna.
CONCLUSIONES
Las conclusiones que van a continuación se presentan enlazadas, aunque son ideas de
cuatro momentos diferentes. Sin embargo guardan relación entre sí, en la medida en que la
121
mímesis es un concepto y una práctica presente en el arte desde siempre y en todas las
épocas.
La mímesis es la copia del asombro permanente del mundo, aquella que siempre
sorprende al espectador, quien es seducido y encantado por un mundo que a su vez le incita
a la complementariedad. La mímesis permite la fascinación por las cosas presentadas o
representadas, permite captar el movimiento y la esencia de esas cosas. A través de la
mímesis, el artista y el espectador pueden darle continuidad a la eterna creación, re-
creación y reconfigurar la dinámica de un mundo en constante renovación.
122
En la cultura oral griega, el pueblo se educó a través de la mímesis estructurada en los
relatos que constituían su enciclopedia de la época; eran mitos que ilustraban y daban la
norma para la obediencia a los oyentes. Después llega el periodo del tránsito entre el relato
heroico y el concepto, entre el mito y la filosofía y se establece la eterna colisión entre
poesía y filosofía. La mímesis en el siglo v. a C. a partir de Sócrates y Platón, pasó del culto
a la terminología filosófica y dio inicio a su aplicación como copia o parecido,
restringiéndose al aspecto externo.
El teatro en la época clásica griega era una actividad de interés público, que
convocaba a la celebración religiosa y a la fiesta y por lo tanto sus temáticas abarcaban los
hechos conmemorativos y de mayor trascendencia para la vida espiritual. De la misma
manera, a partir del concepto de catarsis aristotélico, el teatro se manifiesta en su
posibilidad terapéutica o de sanación, que desde el periodo clásico tiene origen en la
medicina, teniendo en cuenta que a través del temor y la compasión del héroe se logra la
purificación de las pasiones en los espectadores.
Nos preguntamos con Platón, ¿de dónde saca la poesía esa fuerza seductora de
arrebatar al hombre virtuoso frente a la ficción, que lo lleva a actuar de manera diferente
frente a la poesía que frente a la vida cotidiana? El poema dramático llega a través del oído
y a través del ojo cuando se representa, eso compromete y complementa de otra manera la
percepción. Tal vez es el poder de la mímesis lo que facilita esa “distancia estética” que no
comprendió Platón.
Así mismo hoy, tanto como en la época clásica, se mantiene el debate sobre el
tema de la estética en términos de la demanda que se hace al arte de subsumirse y depender
123
de conceptos; así como la exigencia de que sea consecuente con ideologías y reproduzca
modelos de realidad; de esta manera se termina aplicando un concepto de mímesis que
corresponde a la copia de modelos establecidos.
124
La modernidad cambia de perspectiva en relación con el hombre, porque, contrario
a lo que era en la época medieval, lo sitúa en el centro de la acción en la vida y en la escena
teatral, le otorga gran importancia, hace pública su intimidad, expresa los grandes
conflictos de su vida privada y en la medida que asume en la escena lo fundamental, vive
con pasión e intensamente la esencia de la condición humana como un destino histórico, tal
vez necesario para su ulterior desarrollo.
125
lógica, como necesidad de estructurar un pensamiento propio, aunque corriendo el riesgo
de caer en su racionalización. La estética, en este sentido, asume la obra de arte como
objeto de estudio y como una disciplina más, actúa en desmedro de su condición altamente
subjetiva; supone una superioridad de la idea sobre la creación artística, donde los
argumentos reducen la metáfora a una explicación.
Es importante resaltar el interés del teatro posdramático por recuperar los medios y
crear la necesidad de que aparezcan otros lenguajes, se haga mayor énfasis en las poéticas
más que en las ideologías o la reproducción literaria de una tradición. Sin embargo, este
nivel de experimentación fronteriza entre las artes, parece no comprometerse con ninguna,
no dar cuenta por ninguna de ellas en específico. Con relación al evento escénico, no se
pueden considerar como actores, porque son performer; no son artistas plásticos, porque
son operadores escénicos. Por lo tanto, el hecho de estar en fronteras estéticas parece
126
darles absoluta libertad de caer en experimentalismos, exentos y blindados contra toda
definición y crítica.
127
En el mismo sentido, hay otro aspecto problemático del teatro posdramático y tiene
que ver con la comedia; se elimina la tradicional, la desechan y ni siquiera la consideran un
género menor, les parece poco seria. Al parecer se congracian con Platón al condenar la risa
y lo aparente; es como si fuera un nuevo platonismo, que solo le interesa lo real y le aplican
conceptos morales para valorar el teatro. Tal vez los define un exceso de trascendentalismo
y cierto espíritu rabioso e incomprensivo contra la tradición. Claudel afirma, por ejemplo,
que “si admitimos que todos los actores de una pieza (…) están, en suma, disfrazados, es
cierto que, incluso en el drama más sombrío, interviene un elemento de comicidad” (Citado
por Lehmann, 2013, p.185-186)
En resumen, el teatro siempre está en crisis, como los tiempos que corren y por lo
tanto sus debates siempre reviven y nunca se acaban. Los grandes festivales del mundo se
hacen importantes en la medida en que son la oportunidad de exponer una amplia galería de
estéticas, tendencias y proyectos experimentales. Incluso el teatro tradicional conserva un
lugar, llámese dramático o alguna de sus variantes, pues su poética tiene su razón de ser;
como quiera que fuera fiel testigo de una época y hoy evolucione hacia nuevas formas.
Por otra parte, es posible que el teatro posdramatico tenga mayor sentido en países o
continentes que han tenido un pleno desarrollo dramático y pueda en general ser
inconveniente implementarlo en países de escaso desarrollo dramático.
Igualmente los grandes debates de la estética teatral nos enseñan que la evolución del teatro
no es lineal y que a veces se regresa o se avanza en aspectos para después olvidarlos. No es
posible, entonces, definir un rumbo cierto y único para el teatro, ni negar otras
posibilidades hacia el futuro. Pero sí se colige de su evolución histórica la necesidad de
definir sus lenguajes, porque: “si todo es teatro, nada es teatro”. Entonces, el teatro tendrá
que volver a su filosofía inicial y preguntarse por su razón esencial de ser y de estar; y tal
vez sea la perspectiva del espectador, como contraparte y complemento del hecho escénico,
la que pueda darle esas razones al teatro.
128
De la misma manera, cuando el teatro posdramático pretende ser sólo presente,
eliminando el pasado y el futuro, lo que hace es deshistorizar la escena y quitarle la
posibilidad de que todos los tiempos puedan estar allí, es decir, actualizar el pasado y
proyectar el futuro a través de la mímesis propia del teatro. Tal vez podamos aspirar a que
el teatro sea un encuentro de todos los tiempos, expresado obviamente en presente, “el aquí
y ahora”.
Por ahora el género del teatro posdramático es uno más que se suma a todos los
anteriores e incluso a otros posteriores que, como la transteatralidad, busca desarrollar y
conectar el teatro a otras disciplinas, incluso de manera más amplia, más dialogal y menos
radical y fulminante con la tradición.
BIBLIOGRAFIA
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teatro.
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