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La metacognición nos aporta esa flexibilidad extra que caracteriza a la mente humana. Así, hay que
entender la metacognición como un conocimiento de segundo orden, en cuanto se tiene a sí mismo
como objeto. De ahí el prefijo «meta». Esto nos permite evaluar los procesos ejecutivos y actuar en
consecuencia para mejorar nuestras actuaciones.
Un ejemplo metacognición puede ser el hecho de estar leyendo un texto y al supervisar si lo hemos
comprendido, nos demos cuenta de que no y volvemos a leerlo. O por ejemplo cuando al solucionar
un problema percibimos que la estrategia mental que estábamos aplicando no funciona y
cambiamos a otra.
Un aspecto clave para entender en profundidad la metacognición es tener claro que es un concepto
multifacético. Podemos hablar de este desde dos perspectivas distintas, aunque en gran medida
relacionadas. Una es desde el contenido de la misma y otra, teniendo en cuenta el proceso que
conlleva.
Conocimiento metacognitivo
Este término hacer referencia a aquello que las personas saben sobre sus procesos cognitivos y los
de los demás en general. Así, esta cara de la metacognición se refiere a los aspectos del contenido
o del conocimiento propiamente dicho. Es un conocimiento declarativo que por ejemplo
practicamos cuando pensamos sobre nuestras capacidades intelectuales, aprendizajes o capacidad
de memoria.
Es relativamente estable, como un modelo intuitivo acerca del conocimiento y de cómo funciona el
mismo.
Constatable y comunicable, en cuanto que se puede acceder al mismo para reflexionar y hablar
sobre él.
Falible, puesto que pueden darse razonamientos erroneos y tener idea equivocadas.
De desarrollo tardío, dado que aparece en las últimas etapas del desarrollo, ya que requiere de gran
capacidad de abstracción.
Además, el conocimiento metacognitivo está compuesto por 3 componentes principales:
Variables personales: se trata del conocimiento referido a nosotros mismos como pensadores y
aprendices. Es decir, sobre nuestras capacidades y experiencias en la realización de diversas tareas.
Por ejemplo, pensar que se nos dan mejor las matemáticas que los idiomas o que somos mejores
recordando nombres que un amigo.
Variables de la tarea: estas comprenden el conocimiento que tenemos sobre los objetivos, así como
todas aquellas características que influyen en su dificultad. Por ejemplo, conocer que estudiar
requiere mucho más esfuerzo que leer una novela.
Variables estratégicas: es el conocimiento sobre los medios que pueden ayudar a la ejecución de la
tarea. Conlleva la comprensión de los aspectos declarativos, procedimentales y condicionales de las
estrategias aplicables.
Control metacognitivo
El control metacognitivo hace referencia a la supervisión activa, y su consecuente regulación y
organización, a tenor de los procesos que actúan en un momento dado. Es decir, se refiere a la
habilidad para estar atentos a los posibles fallos y actuar en consecuencia para reducirlos. Es
importante matizar, que el proceso metacognitivo está presente antes, durante y después de la
tarea objetivo.
No se considera estable, ya que está asociado a la actividad cognitiva, y por tanto, depende de la
situación y la tarea concreta.
Es relativamente independiente de la edad, parece que una vez desarrollado los procesos
metacognitivos, la edad no es una variable influyente.
Supervisión. Consiste en la revisión y ajuste de las acciones durante el desempeño de la tarea, para
así lograr un progresivo acercamiento hacia las metas. Esto supone un doble proceso interactivo: un
razonamiento «abajo-arriba», detección de los errores; y un razonamiento «arriba-abajo», corregir
los errores.