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Infinitesimal / Tierra, mundos

Juan Cristóbal Pérez Paredes

Si observamos un globo terráqueo hallaremos un minucioso entramado de líneas


imaginarias, entre ellas, los meridianos, los paralelos, y todavía más específicamente, el
meridiano de Greenwich, el trópico de Cancer, el trópico de Capricornio, la línea del
Ecuador, por hablar de lo más conocido.

He usado la expresión “líneas imaginarias”. La palabra imaginación tiene su origen


en imago, que lo mismo significa retrato, apariencia o pintura, que fantasma, imitación o
copia. De modo que imaginación (imaginatio) designa el proceso de figurarse algo en
nuestra mente que no está o estuvo ante los sentidos.

Mircea Eliade reflexionó sobre el poder de las imágenes y estudió una en particular:
el axis mundi. Axis es eje, el eje del mundo. Para los latinos el adjetivo mundus-a-um era
algo cuidado, elegante, limpio, mientras que el sustantivo mundus-i designaba a un
pequeño cofre en el que las mujeres tenían a bien almacenar sus cosméticos.

Ambas palabras, aunque de origen etimológico distinto, mantienen una evidente


relación semántica. Adjetivo y sustantivo aluden al orden, al cuidado y a la limpieza. De
hecho la palabra cosmético deriva de cosmos, que los griegos usaban para decir orden, tal
cual. Así mundus traduce, tal vez, cosmos, y las dos encierran la imagen de un universo
arreglado y ordenado.

La discusión de si este orden es impuesto desde la mente al universo o es intrínseco a


él, constituye una discusión tan antigua como fascinante. Para Eliade, en todo caso, el
mundo no es la tierra. La tierra es aquello que queda cuando el orden imaginario
desaparece o deja de ser pensado; en el ejemplo del globo terráqueo, la vasta superficie que
los meridianos y paralelos rotulan en apariencia.

El axis mundi dota de sentido a la tierra. Los ancestros carecían de coordenadas, por
lo que es fácil asimilar la tierra con el caos y el orden del caos con el mundo. Así, tierra y
mundo no son entidades coexistentes. La tierra es físicamente real, mientras que el mundo
es imaginario. Los axes mundi (plural) fueron las primeras coordenadas de la tierra y por
tanto la causa del propio mundo. Los totems son ejes del mundo, porque donde ellos eran
colocados ahí emergía un centro ceremonial, muchos de ellos futuras capitales geográficas
(capitallis, cabeza).

Dígamoslo de la forma más sencilla: los animales viven en la tierra, los seres
humanos habitamos el mundo. Un lobo no sabe, no podría saber que el Río Bravo demarca
la frontera entre dos países; un niño tampoco lo sabe. Las fronteras políticas son, pues,
líneas imaginarias, únicamente existen en la mente de los adultos.

La semana pasada una imagen tétrica dio la vuelta “al mundo”. Un joven
salvadoreño y su hija murieron ahogados en las aguas del Río Bravo. Al margen del alud
de opiniones encontradas que la noticia provocó: hubo quienes opinaron que el joven fue
irresponsable al llevar a su familia para cruzar la frontera, arriesgándola, hasta quienes
sostuvieron que las políticas migratorias son responsables del trágico evento, al margen
de esto, lo cierto es que las fronteras son imágenes, apariencias, fantasmas.

Los usos de la imaginación son diversos y ambivalentes. Desde la invención de los


dioses, el mundo de cada cultura, heterogéneo, irreductible, contiende para ergirse sobre
una tierra única, la misma para todas las culturas. Los animales son territoriales (terra,
territorium), pero los seres humanos disponen de abundantes mundos, sobra decir,
imaginarios. ¿Hay una línea de continuidad entre el instinto y la imaginación?

El hecho de que las personas mueran en el intento de cruzar una frontera, tal
situación es producto de la cultura, un efecto de la imaginación. Los que suponían que la
imaginación (¿el orden científico?, ¿el uso del pasado para la prevención del porvenir?)
daría impulso al progreso social, al perfeccionamiento de la convivencia humana,
omitieron ingenuamente que la imaginación, como todo lo que hace el hombre, tiene doble
filo.

El arte es imaginario, pero también la guerra. Lo notable, por obvio, es que sus
consecuencias son reales. Las fronteras de la mente se traducen en líneas, ejes y trazos que
dividen la tierra para producir, era la intención, un mundo ordenado, limpio y elegante.

La muerte de los inmigrantes es apenas un incidente que no atenta contra la


elegancia del mundo. Porque antes que sacrificar nuestra imagen del mundo, sobre todo si
la contrastamos con otras imágenes culturales, sacrificamos a la tierra, literalmente.

Los inmigrantes seguirán muriendo en las fronteras, en el mar, en el extranjero,


porque la frontera, el mar y el extranjero hoy continúan siendo las hogueras donde arden
la otredad, la alteridad.

El mundo jamás fue creado para afirmar la vida, al menos la vida de quienes no
comparten nuestra imagen de la tierra. Eliade sugiere que el axis mundi está en la base del
criterio que distingue entre mi próximo y mi enemigo: mi próximo es el que es prójimo a
mí, pues venera el mismo centro ceremonial que yo; el enemigo es el que está fuera, en la
periferia del centro, el ex-tranjero, y alaba un centro falso.

Los migrantes siempre fueron extranjeros, enemigos, extraños, otros y por lo tanto
vándalos, criminales, usurpadores, invasores. Donald Trump no cambiará un ápice su
política antimigratoria porque la fotografía de la tragedia (la imagen) no resulta
incompatible con su imagen de las cosas, sino lo contrario: representa el destino que
aguarda a los demás, los enemigos. Y es por esta razón por la que los nuestros, nosotros
(ellos), podemos vivir en paz.

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