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ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

LA ÉTICA COMO EL “SABER VIVIR BIEN”

Edwin de J. Horta Vásquez y Víctor Rodríguez Gallón

Es muy importante iniciar el estudio de la materia advirtiendo que no es lo mismo el


“vivir bien” que “la vida buena”.

El hombre que vive bien o que vive moralmente no es el comúnmente se llama “una
buena vida”.

Lo anterior no significa que la vida bien vivida deje por esa razón de ser una vida
agradable y en todos los casos una gran vida.

El hombre que “vive bien” es el que vive obedeciendo a sus inclinaciones más íntimas,
no así el “buena vida” que no obedece a sus inclinaciones más íntimas sino que actúa a
merced de su capricho.

Miremos una “buena vida”, en este caso un músico, acompañado de baterías y guitarras,
platillos y maracas, sintetizadores electrónicos; se agita furiosamente en medio de luces
parpadeantes y como enloquecido asume y hace asumir actitudes frenéticas. El
espectáculo fue un éxito: millones de pesos ingresan a su patrimonio que destinará más
tarde a satisfacerse con frenesí similar al que desplegara en el momento de la ejecución
de la obra. Pero como sucede con la obra, el éxito también termina y la decepción va
por partida doble: primero por privación de éxito, porque una vez que éste termina ya
no se tiene, y segundo, porque el éxito, aunque si bien llena algo en el hombre, sin
embargo no lo colma plenamente.

Veamos otro “buena vida”; nos tocó un hombre que hace de su cuerpo un instrumento
de placer sensible, toma licor hasta embriagarse, busca la manera de perpetuar la
sensación de placer, se entrega con pasión desenfrenada a todo aquello que le
proporcione un bienestar fisiológico y el sentido de su vida lo fija en su locura; pero el
cuerpo humano, sensible como es, se vuelve contra la persona y se convierte en fuente
de dolor cuando se ha sobrepasado sus límites.

Un “buena vida” más, es el que se propone vivir el ritmo de sus impulsos, y en buen uso
de su propósito cede a sus deseos de pasear cuando debe ponerse a trabajar; como
quiere vivir al natural se irrita ante lo que de acuerdo con su gusto considera inoportuno
y da al traste con lo que le desagrada. Este “buena vida” es el que vive al día, se agita,
golpea, hiere y es holgazán.

Vivir siguiendo los impulsos inmediatos se asemeja más a vivir como animal que como
humano.
Podríamos seguir enumerando indefinidamente distintos modos de vida que reflejan
tipos humanos similares: El superficial, el egoísta, el que espera una rendición espiritual
proveniente de los bienes materiales, etc. Todos estos destinos, que en definitiva
significan no enfrentar el problema de comprometerse consigo mismo, se asemejan a
un querer tapar el sol con las manos. Puede suceder que quien vive de esta manera
llegue a vivir tranquilo durante cierto tiempo, incluso a subir de frente a los ojos de los
demás; sin embargo, el rendimiento de estas ganancias se agota con facilidad y una vez
agotadas, dejan incapaz al hombre de encontrarse solo consigo mismo. Un hombre que
no sea capaz de resistir este tipo de soledad no puede ser un hombre feliz, y ello
sencillamente porque no ha vivido bien.

Vivir bien, por el contrario, es fundamentar todas nuestras acciones en la realidad, de


tal forma que sea la realidad al que las dirija y no nuestros caprichos; es también extraer
la realidad lo que no se debe hacer y no al contrario, querer hacer las cosas contrariando
las exigencias de la realidad. Vivir bien es tanto como saber que las cosas son y tienen
que hacerse como son, porque de lo contrario al hombre, al ignorar el ser de las cosas,
lo único que le puede fundamentar sus acciones es su propia inventiva, lo cual conduce
a una moral hecha o inventada por uno mismo. Más aún, una gran cantidad de
patologías o problemas del espíritu humano residen en la falta de objetividad; de ahí la
conexión entre la salud espiritual y el bien vivir, y la conexión contraria, es decir, la
enfermedad y el vivir mal o ser “buena vida” como dijimos anteriormente.

Es una realidad, por ejemplo, que el hombre necesita comer para poder subsistir; el
hombre debe, en consecuencia, extraer su conducta de esa realidad, es decir, debe
comer todo lo que necesita para mantenerse en la existencia; pero si el hombre, por
capricho, por gula, come más de lo que necesita para mantenerse en la existencia,
excediéndose en la cantidad de alimentos, en consecuencia irrespetando la exigencia de
la realidad, lo que está provocando en definitiva es su propia aniquilación o destrucción.

La Ética enseña a “vivir bien” porque se funda en la realidad y tienen su principio en el


conocimiento de ella, permitiendo así el conocimiento de las acciones que se ajustan a
la realidad, constituyéndose por tanto en fuente de salud para el hombre en todo el
sentido de la palabra.

La Ética es enemiga de la autosugestión (el querer cambiar a realidad) y de la muy común


opinión de que las cosas hay que hacerlas porque están mandadas, pues contrariamente
a esto, la ética nos enseña cuál es la razón por la que las cosas se mandan, que no es
otra que la de su conexión con la realidad. Un hombre que vive bien puede hacer lo que
quiera, sin que se pierda el sentido de su existencia; es un hombre que acción tras acción
está afirmándose en su propio ser, y esa fortaleza que adquiere es como un escudo de
acero que le protege de engañarse hasta a sí mismo; es un hombre que vive seguro de
sí, fiado de sí, y no a merced del capricho –aunque sea el propio-, ni del placer; es el
hombre que puede aceptar tranquilo el atentado que los demás hagan contra su verdad,
es un hombre que no pierde la serenidad ni ante el éxito ni ante el fracaso, pues los
coloca en el lugar que les corresponde dentro del plano de la existencia; es un hombre,
en definitiva, que puede dar cuenta de su vida en un minuto. Un hombre así será
necesariamente feliz.

ACTIVIDADES DE APLICACIÓN

1. Extrae ideas centrales para debatir en clase.


2. Formula cuestionamientos, preguntas que permitan profundizar
el análisis de la temática. Vincule el tema con la realidad.
3. Formula tu apreciación crítico - valorativo de la temática.

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