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LA ESCRITURA LITERARIA, FUENTE DE CONOCIMIENTO

María Francisca Garcés

La escritura literaria es un medio que alberga concepciones de mundo, perspectivas y


experiencias vivas y siempre cambiantes. Como bien lo afirma Deleuze, “Un libro no
tiene objeto ni sujeto, está hecho de materias diversamente formadas, de fechas y de
velocidades muy diferentes” (Deleuze, 1977). Es decir, el libro en principio no es
propiamente un libro, siempre es más de lo que dice y aún mucho más de lo que su autor
supone que dice. Entonces, el libro no tiene una verdad o “la verdad” en su contenido,
sino se abre a la posibilidad de porvenires. Pero, ¿en qué medida es la escritura literaria
fuente de conocimiento?
Walter Benjamin busca restituir la dignidad del lenguaje a través de su liberación (la
del lenguaje) del orden humano. Esto se logra al atender técnicamente el lenguaje como
medio que se comunica a sí mismo, pues la palabra transcodifica el lenguaje puro de las
cosas para hacerlo expresivo. De esta forma, el lenguaje es la potencia expresiva de un
medio dentro de sus propias posibilidades. Así que el lenguaje no es ninguna metáfora,
sino el lenguaje de las cosas en sentido literal. Aún más, en nombrar consiste el ser
lingüístico del hombre y cuando se le da nombre a una cosa, se le otorga
comunicabilidad no-muda.
La palabra otorga a las cosas una expresividad infinita al comunicar el ser espiritual de
la cosa. Y el arte y el conocimiento potencializan dicha expresividad. De esta forma, la
obra, específicamente la escritura literaria, por el simple hecho de nombrar y utilizar la
palabra como medio de expresión, carga con una fuente de conocimiento propio del
lenguaje mudo de las cosas.
Más aún, como lo explica Susan Sontag, la obra ofrece una forma de habitar en el mundo
al ser una intensificación de la realidad y no una representación como suele creerse. El
arte, específicamente la literatura, es una experiencia que puede conducir a claridades
o confusiones —no importa— y en ambas se aprende respecto al mundo. De esta forma,
el arte es fundamentalmente arte; no hace mímesis, no representa nada. Así, el
conocimiento que se adquiere a través de la literatura es una forma de experiencia.
Al centrarse puntualmente en la escritura literaria como acto de escribir, también es
una fuente de conocimiento; en este caso, de conocimiento propio. Así lo evidenció
[Michel de] Montaigne al tomarse como objeto de estudio en su escritura. Al describirse,
pensarse y escribirse, todo el tiempo logró examinar sus relaciones materiales con las
cosas y, más importante aún, examinar su gobierno sobre sí mismo. De esta forma, en
la escritura Montaigne hizo una imagen de sí para trabajar sobre sus pasiones.
Allí encontró que no hay un yo detrás de la escritura, sino múltiples yoes espontáneos
y circunstanciales. Así que la escritura se entiende como una experiencia y no como una
metodología, en la que la fuente de conocimiento son los propios yoes.

‘Comprensión burguesa del lenguaje’

Sin embargo, la interpretación moderna (secular) del lenguaje es muy diferente. Es


claro que actualmente se tiene —como menciona Benjamin— una “comprensión
burguesa del lenguaje”, donde se olvida la calidad espiritual de las cosas y se las piensa
como meras mercancías. Aún más, se piensa el lenguaje como una herramienta creada
por y para el hombre, que la maneja y manipula a su antojo. De esta forma, el lenguaje,
y por ende la escritura literaria, queda esclavizada bajo los deseos del hombre, por lo
que anula, así, cualquier fuente de conocimiento y se convierte en un mecanismo de
represión, como lo afirmará Foucault.
También cabe destacar —como lo hace Sontag— que actualmente se separa forma y
contenido en el momento de una interpretación, para encontrarle una utilidad a la obra,
un uso, a lo que Sontag llamará la “venganza del intelecto contra los sentidos”, ya que
los sentidos se comportan de una manera cambiante y lo que pide el intelecto es unidad.
Entonces, la venganza consiste en adoctrinar la sensibilidad al logos. Adicionalmente,
concebir que detrás del estilo —como lo hacen hipócritamente lo críticos actuales—
hay una manifestación de lo subjetivo, es negar el efecto de la obra, que se da a través
de la experiencia, y buscar lo inexistente para satisfacer al logos. Cuando esto o lo
anterior ocurren, el arte no puede ser una forma de conocimiento.
Así, entonces, la escritura literaria puede ser una fuente de conocimiento en la medida
en que se tomase como una forma de habitar el mundo, como una experiencia viva y
cambiante, sin sujeto u objeto, como un medio en tanto medio. Pero, si se tiene una
comprensión burguesa del lenguaje, es imposible aspirar a encontrar una fuente de
conocimiento en la literatura. Y, en esta medida, la pregunta frente a una obra de arte
no es ¿qué dice?, sino ¿qué hace?

Bibliografía

Sontag, S. (2007). Contra la interpretación y otros ensayos. Barcelona: Debolsillo


Benjamin, W. (1999). Ensayos escogidos. México: Coyoacán.
Nietzsche, F. Voluntad de poder. México: EDAF.
Montaigne, M. Sobre la experiencia.
Deleuze, G. Rizoma: introducción. En: http://www.fen-om.com/spanishtheory/theory1
04.pdf*

*María Francisca Garcés. La escritura literaria, fuente de conocimiento. Recuperado de: http://www.sol
kes.com/la-escritura-literaria-como-fuente-de-conocimiento/

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