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Los Momentos del Coaching

Paz Zagal
Paper de Estudio · Guía nº 7
ACP 2016
LOS MOMENTOS DEL COACHING

“¿Cómo podemos distinguir al


danzarín de su danza?”
W. B. Yeats

I. Algunas distinciones y competencias claves en el


coaching

La conversación de coaching es una danza a la que el coachee acude


desde aquello que en la vida le inquieta, que le genera incertidumbre y
sufrimiento. Desde su mirada, una pregunta parece sobrevolar en todo
momento ese espacio: ¿Qué tengo que aprender para poder vivir mejor?

El coachee llega con su manera de habitar el mundo, con las acciones


que toma o no toma, con su particular modo de percibir o interpretar su
entorno, a quienes lo acompañan en la vida y a sí mismos. A su vez,
estas percepciones se basan en sus creencias y valores, en las
conversaciones que tienen, en las emociones que experimentan y en su
corporalidad.

Ese coachee declara su quiebre — ¿qué le está inquietando?— y desde


allí el coach pone en juego todas las competencias que tiene para
acompañarlo en su viaje de aprendizaje. En esta danza, el coach pone al
servicio todo su ser, su plena presencia frente al coachee, integrando las
competencias y distinciones del coaching ontológico.

El coach ontológico debe tener la capacidad de diseñar conversaciones


que abran a su coachee nuevas posibilidades. Y debe hacerlo desde la
confianza y el cuidado, que son lo más importante en cualquier
interacción de coaching. El coach no enseña, dirige ni aconseja. Fluye en
la conversación desde su asombro, desde sus preguntas, esperando que
el coachee descubra lo que necesita.

Para ello, el coach dispone de varias distinciones que permiten que el


coachee llegue a un “darse cuenta”, es decir a ver qué es lo que le está
impidiendo vivir de la manera que desea.

El coaching tiene varios momentos. Pero antes de entrar en ellos,


vamos a ver tres distinciones que consideramos fundamentales en un
coaching, y que hemos visto en detalle a lo largo del programa: son
ellas el escuchar, los juicios y los quiebres.

1. Escuchar, escuchar… y escuchar

Hay una competencia del coach que atraviesa toda la conversación de


coaching y que tiene una importancia capital: se trata del escuchar. Un
buen coach debe obsesionarse con escuchar.

Ese escuchar debe darse desde un espacio en que se legitime al


coachee, acompañándolo para ver cómo mira su mundo, qué aprendió,
qué mundo emocional habita y, dado el Observador que es, qué
acciones tiene disponibles en su vida.

Distinguimos en el coaching dos tipos de escuchar:

• Escuchar Reverencial, donde el otro es respetado como un


legítimo otro. Es un acto de humildad y una apertura al misterio que
el otro es. Escuchamos a nuestro coachee honrando el ser que es,
aceptando que es un Observador diferente. El escuchar reverencial
nos permite escuchar cada aspecto de su relato con respeto, y tener
la liviandad de acompañarlo en su búsqueda interior sin decidir
nosotros el destino.

Escuchamos desde la compasión, la empatía, la humildad, la


contención y el asombro... Desde un espacio de apertura. A eso le
llamamos legitimación. Es estar abiertos a lo que el otro nos trae como
interpretación. Necesitamos escuchar un rato sus propias historias y
cómo las vive o las explica para entender desde dónde interpreta lo que
interpreta, y cómo se vive la vida desde esas miradas, explicaciones y
juicios.

El escuchar reverencial no significa estar de acuerdo con lo que el


coachee nos trae, sino acoger su mirada y empezar a entenderla. Eso lo
hacemos desde preguntarnos inicialmente ¿Qué será lo que le inquieta a
esta persona? ¿Qué hace que esto sea un quiebre para él o ella? ¿Cuál
será -su historia- de lo que le aqueja? ¿Dónde habrá aprendido esta
manera de vivir? ¿Qué necesitará aprender?... Y desde ahí escuchar lo
que nos trae.

También este espacio reverencial tiene un cuerpo. Nos conectamos


desde una postura, una mirada, una expresión, una distancia o cercanía
que hace que el coachee se sienta en confianza y que es escuchado sin
ser juzgado y/o invadido. Al tiempo escuchamos su tono, su velocidad,
su ritmo o su respiración.

• Escuchar activo, donde, como coaches, desafiamos el


mundo interpretativo del coachee frente a un quiebre. ¿Qué es lo
que no lo deja moverse o lo entrampa en sus propias coherencias?
Ahí el coach tiene un rol fundamental pues, desde el Observador
diferente que es, puede desafiar este mundo interpretativo.

En este escuchar resumimos, verificamos, chequeamos,


parafraseamos, y “hacemos espejo” de lo que el coachee ha dicho o
hecho.

¿Qué escuchamos los coaches en una conversación de coaching?


¡¡Todo!! Las palabras, las emociones y la corporalidad del coachee.
Desde el lenguaje, podemos escuchar las historias que trae el
coachee, su trasfondo histórico (religión, de dónde es, su raza, su
género, su edad), sus prácticas sociales, sus discursos culturales,
generacionales y profesionales.

También en el lenguaje debemos estar atentos a los actos del habla


(afirmaciones, declaraciones, peticiones, ofertas, promesas), tipos de
conversaciones, enemigos del aprendizaje y los dominios de la persona.
Igualmente debemos ser capaz de acompañar a distinguir, desafiar y
fundar juicios y juicios maestros del coachee.

En lo emocional, abordamos y exploramos el mundo emocional en el


que vive inmerso el coachee.

Esto implica poder acompañar al coachee a identificar sus emociones,


habitarlas, validarlas y aprender de ellas. Igualmente, reconstruir
lingüísticamente emociones y/o estados de ánimo, al igual que la
habilidad para identificar estados de ánimo del coachee, mirar las
posibilidades que estos le abren o cierran y dar los primeros pasos para
re-diseñarlos, en caso de ser un espacio de aprendizaje para él.

En lo corporal, debemos ser capaces de distinguir y movilizar al ser


íntegro que está siendo el coachee y esto incluye también el dominio
corporal.

El coach debe tener competencia para observar el cuerpo del coachee,


su coherencia, y esto incluye sus disposiciones al movimiento, su
postura, ritmo, uso de voz, respiración, muletillas corporales, tensiones,
enfermedades, molestias corporales, entre otras.

2. La magia de los juicios

Los juicios son muy importantes en el coaching y vamos a dedicarle


un espacio para hablar un poco más sobre ellos.

La belleza de los juicios (como ocurre a menudo con los quiebres,


dado que estos se basan en juicios) es que revelan mucho de lo que es
el coachee y cómo se vive el mundo.
Los juicios, como hemos dicho antes, los podemos describir como las
ventanas al alma de la persona, permitiendo al coach reconstruir la
manera de ser del coachee. Con solo escuchar los juicios de una
persona, ya podemos empezar a identificar el tipo de Observador que
es. Los juicios, más que cualquier otra cosa, nos dicen desde dónde está
hablando el coachee.

Como coaches nos conectamos con la confianza de que, con solo


escuchar al coachee, este comenzará a develar los juicios que
permitirán llegar a aprendizajes significativos para él o ella. Un coach es
muy competente en materia de escuchar a los demás y el coachee
generalmente desea hablar, desea contar su historia y compartir sus
experiencias. Permitámosle que lo haga. Este es un aspecto importante
del proceso de coaching.

Los juicios, normalmente, van juntos, tejidos unos con otros. Uno
conduce a otro, éste a otro y así sucesivamente. Una habilidad
importante que debe poseer el coach es la capacidad de distinguirlos,
identificando en qué juicios maestros, sobre ellos mismos, sobre la vida,
el mundo, o los otros están sostenidos. A veces el coachee entregará de
manera natural y voluntaria esos juicios relevantes. Otras veces es el
coach quien debe obtenerlos desde sus preguntas.

Hagamos algunas distinciones que nos permitan ampliar la mirada


sobre los juicios que emite del coachee. Podemos identificar diferentes
dominios de juicios. Por un lado, existen los juicios del coachee
respecto de sí mismo. La pregunta, “¿Cómo se mira a sí mismo el
coachee?” es crucial para el coach. A partir de esta pregunta, el coach
puede identificar cómo se mira él en relación con el mundo que habita,
¿Se mira desde la exigencia, la insuficiencia, la confianza…?

El segundo dominio de juicios es el de los juicios que el coachee


hace respecto del mundo ¿Interpreta o ve el mundo desde la escasez,
desde la abundancia, como un lugar para sobrevivir, para resistir, para
disfrutar?

Un tercer dominio al que debe estar atento un coach es al de los


juicios sobre su mundo relacional. Acá podemos preguntarnos
¿quiénes son las personas más relevantes para nuestro coachee? ¿A
quién o quiénes da autoridad para que emitan juicios sobre él? o ¿Vive
sus relaciones desde la confianza? ¿Quiénes son sus personas más
significativas?

Basándose en estos juicios, el coach puede descubrir cómo se


relaciona el coachee con los otros y desde qué estados de ánimo lo
hace ¿Se relaciona con los demás con el fin de ser juzgado como una
buena persona, justa, inteligente? El coach puede descubrir también las
categorías con las que juzga a algunos grupos de personas, hombres,
mujeres, minorías, de distintos partidos políticos, clases sociales,
profesiones, etc.

Otra forma en que el coachee puede ver el mundo tiene que ver con
lo que llamamos la estructura de temporalidad. Lo que importa aquí
es la manera en que el coachee juzga el pasado, el presente y el
futuro.

Existen personas que viven el pasado, desde la añoranza, el


resentimiento o la resignación, muchas veces atado a él, sin poder mirar
un futuro distinto a lo que ese pasado determina. Existen también
aquellos que viven siempre pensando en el futuro, con miedo a lo que
vendrá o podría pasar, o con entusiasmo o ambición por cumplir sus
sueños o metas futuras. Pasado, presente y futuro no significan lo
mismo para todo el mundo y la manera en que la gente vive esta
estructura de temporalidad constituye un indicador de su manera de
ser.

Además de todos estos diferentes dominios de juicios, el coach está


buscando siempre aquellos juicios maestros que hacen a la persona
aquella que es.

Conversando con el coachee, escuchando su particular tejido de


juicios, el coach puede acercarse más y más a los juicios maestros, lo
que permitirá vuelcos ontológicos significativos.

Es importante como coaches tener presente que muchas veces los


juicios maestros con lo que vive el coachee están en la completa
transparencia para él, lo vive como “es así como son las cosas”. Dado
esto, el develarlos en la conversación de coaching es un camino
tremendamente transformacional.
3. El rol del quiebre en el coaching

El quiebre revela al Observador. La misma experiencia puede


constituir un quiebre para alguien y no serlo para otra persona. O puede
ser un quiebre bajo ciertas circunstancias y no serlo bajo circunstancias
diferentes.

Lo que hace que un quiebre sea un quiebre para el coachee, es la


manera en que juzga una experiencia.

Para hacer coaching, es fundamental que el coach distinga cuál es la


experiencia, las acciones o lo que normalmente llamamos los
fenómenos, y, por otra, la historia, la interpretación, la explicación que
el coachee realiza de esa experiencia.

Es fundamental separar la experiencia de su interpretación, el


fenómeno de su explicación. Lo que nos constituye de la manera que
somos y nos diferencia de otros seres humanos, no son solo las
experiencias diferentes que vivimos a lo largo de nuestra vida, es el
hecho de que interpretemos nuestras experiencias de manera diferente.

Otorgamos significado a nuestras experiencias en formas diversas.


Otras personas podrían pasar por las mismas experiencias haciendo una
interpretación de ellas completamente diferente y emitiendo juicios
completamente distintos.

Cuando hacemos coaching no solo debemos tener estos dos


elementos de un quiebre, sino que también debemos mantenerlos
separados. Manteniéndolos separados creamos un espacio para el
coaching.

El espacio de coaching se abre cuando somos capaces de desafiar las


interpretaciones, explicaciones o juicios que el coachee está teniendo
sobre su quiebre, invitándolo a mirar el observador que está siendo. A
esto es a lo que llamamos un aprendizaje transformacional. Un cambio
de coherencia.

Los quiebres los podemos considerar de esta manera como parte de


las fuerzas transformadoras de la Persona, aquellas que lo invitan a
trascender, a movilizarse.
Muchas veces nos referimos a los quiebres como “el llamado” al cual
acudimos cuando buscamos un proceso de aprendizaje transformacional
en nuestras vidas, para hacernos cargo de un vivir insatisfactorio.

II. La sesión de coaching

Tal como señalamos más arriba, la sesión de coaching parte con


aquello que está inquietando al coachee. Trae un quiebre a la
conversación. Es a partir de ese quiebre declarado por el coachee que se
desarrolla el coaching. El coach genera un contexto de confianza que
permite al coachee contar aquello que necesita traer a ese espacio.

Pensemos por un momento que un coachee es un ser humano que


vive “atrapado” en su particular visión de la realidad. Sus juicios, sus
paradigmas, sus incompetencias conversacionales y lingüísticas le
restan posibilidades en su vida; solo que habitualmente no se da cuenta
de esto, no lo sabe… o más bien no lo puede ver dado el Observador
que es.

Imaginemos que cada uno de estos enemigos del aprendizaje; juicios


maestros, incapacidades para pedir u ofrecer, vivir de los juicios ajenos,
miedos, sentirse que no merecen, desconfianzas, etc., que trae el
coachee a la conversación fueran verdaderos barrotes que van rodeando
la vida del coachee y fueran conformando una celda que —sin saberlo—
fuera constituyendo “el mundo del coachee”…

El proceso de coaching tiene que ver con acompañar al coachee a


“pintar” poco a poco esos barrotes, hasta ahora inexistentes para él;
como si coach y coachee —brocha gorda en mano— fueran a través de
la conversación y de la danza del coaching dando “color” a estos
barrotes a través de sutiles, irreverentes y poderosas preguntas que el
coachee nunca se ha hecho.

Y podría ser que una vez identificados los barrotes, el coachee, a la


luz de su “pequeño mundo” podría tomar la decisión o no de
atravesarlos, sacarlos o aprender a convivir con ellos.

El proceso de “pintar los barrotes” puede ser visto como el proceso de


“articular un quiebre nuevo”. Tiene que ver con invitar al coachee a
“ver” a través de preguntas, interpretaciones poderosas y mucha
compasión, algo que —dado el Observador que era hasta antes del
coaching— era imposible para él distinguir.

Habitualmente cuando esto ocurre, el coachee accede a un nuevo


nivel de aprendizaje, uno que va más allá de las historias, relatos y
acciones en la que el coachee vive inmerso, un espacio nuevo, que
fundamentalmente lo invitará a observar cómo observa, a mirarse
“desde el balcón” y a abrir un mundo nuevo de distinciones que esta vez
lo incluyen de manera diferente.

Esto es lo que llamamos un aprendizaje de segundo orden (que


incluye al Observador que aprende) versus al aprendizaje de primer
orden, que solo considera ampliar las acciones posibles sobre la
realidad, sin cuestionarse el cómo yo veo lo que veo.

A la luz de esto, la articulación del quiebre tiene que ver con


conversar de la diferencia entre el quiebre que declara el coachee de
entrada (problemas, inquietudes, insatisfacciones, dificultades, desafíos,
etc.) y lo que es articular un “quiebre nuevo”, que viene a hacerse cargo
o está en la base del “quiebre inicial” con el que llegó. Es como mirar a
nivel ontológico qué hace que esto le ocurra al coachee.

Usualmente esta articulación viene luego de que, como coaches, le


hemos regalado al coachee interpretaciones —nuestra mirada puesta al
servicio del aprendizaje del coachee— y que posiblemente le abren un
mundo nuevo de posibilidades basados en nuestras interpretaciones y
en los modelos del coaching ontológico.

Este paso previo, es como “comenzar a pintar el barrote”. Es


comenzar a atrevernos a saltar hacia el espacio ontológico, hacia el
espacio del ser, saliéndonos de las historias y los relatos usuales…

Es en la articulación del quiebre donde aparece una “conversación


más grande” que incluye al ser y que habitualmente el coachee no ha
tenido oportunidad de sostener, dado el Observador que es.

Aquí es donde nos topamos, con coraje, con aquello que el coachee
podría necesitar aprender en la vida a nivel del Ser, no a nivel de las
acciones (esto sería solamente un coaching para la acción).
El quiebre se articula entre los dos y la articulación la define el
coachee. El coach solo acompaña y sostiene este espacio usualmente
con cuerpo, presencia, irreverencia gentil, amor y mucha compasión.

El coach le propone, si quiere, al coachee un “lenguaje” o ciertas


distinciones para “ponerle un nombre” a aquello que le pasa en la vida.
Es como ponerle un titular al quiebre y siempre dejando que el coachee
tome las palabras que le hacen más sentido.

Aquí le “ponemos nombre” a lo que le pasa en la vida que hace que


pase lo que pase… o bien que no pase lo que ansía vivir…

Algunas frases que ejemplifican este momento pueden ser:

- Entonces después de todo esto que hemos hablado, ¿qué dirías tú


que es lo central para ti?

- ¿Qué es aquello de lo que necesitas hacerte cargo?

- ¿Qué nombre le pondrías, o cómo le llamarías a esto que te pasa en


la vida y que no te ha dejado hacer…?

Al llegar a este punto en la conversación comienzan a aparecer


posibilidades de aprendizaje que están más en la base que resolver el
tema de su preocupación. Este aprendizaje es el que va a servir como
base de la transformación que el coachee desea.

El coach acompaña a su coachee a habitar su quiebre y a descubrir


una nueva coherencia:

Veamos esto en el siguiente cuadro:


Es una forma de ver los lineamientos de la conversación de coaching.
Sin embargo no significa que las distinciones y competencias que acá se
mencionan tengan un orden particular y tampoco que unos se sucedan a
otros. El escuchar, la presencia de coach y la generación de contexto por
ejemplo, son trasversales a toda la conversación.
Debemos recordar que la de coaching es una conversación conducida
por el caos, la incertidumbre, la sorpresa y el misterio. La conversación
de coaching se parece mucho a esto:

Dicho esto, veamos los momentos del coaching

LOS MOMENTOS DEL COACHING


1.- Contexto:

v El contexto es clave para toda la conversación de


coaching. Esta es una de las competencias centrales para que el
coaching ocurra. Si esta competencia no está, seguramente el
coaching no ocurrirá.

v Cuando iniciamos un coaching no sabemos adónde


llegaremos; esto es un misterio tanto para el coach como para
el coachee. Dado esto, para que esta danza fluya y llegue a un
lugar de nuevas posibilidades para el coachee, nuestra habilidad
para crear contextos se hace esencial.

v Esta habilidad no tiene que ver solo con iniciar la


conversación con un contexto adecuado, implica además tener
la capacidad de generar contexto para hacer preguntas, dar
interpretaciones, invitar al coachee a experiencias de
aprendizaje o cerrar adecuadamente la conversación de
coaching. Es decir, el contexto está presente en la conversación
entera.
v Si algo poderoso o significativo surge en la conversación
de coaching, esto tiene que ver con que hubo un contexto
adecuado que lo hizo posible. Bajo determinados contextos
emergen conversaciones y experiencias que en otro contexto no
lo harían.

v El contexto está en constante movimiento y creación.


Determinadas preguntas, acciones, interpretaciones o acciones
que se desarrollen en la conversación pueden generar cambios
en el contexto, y el coach debe estar atento a eso.

v Parte del contexto es revisar las expectativas del coachee.


Lo que el coachee espera o se imagina respecto de la
conversación, el coachee necesita estar alineado con lo que es
una conversación de coaching. Muchas veces los coachees
llegan buscando una solución o una respuesta a qué hacer,
esperando más una asesoría, un consejo, una receta, que una
conversación de aprendizaje.

v Parte del contexto es pedir permiso al coachee para ser


acompañado y establecer el compromiso ético de
confidencialidad. Es fundamental al inicio del proceso.

Dos elementos para tener en cuenta dentro del contexto:

- El escenario: el lugar donde se realiza el coaching. Necesitamos


un lugar adecuado, acogedor, silencioso, con una buena
temperatura, iluminación, ventanas, sin ruidos molestos, sin
interrupciones, con espacio suficiente para la comodidad de
ambos. Incluso es importante considerar las horas del día en que
efectuamos el coaching.

- La presencia del coach: determina el grado de confianza y


apertura del coachee. Para esto es fundamental que el coach
trabaje su voz, su ritmo, su tensión corporal, sus muletillas, tanto
corporales como lingüísticas, su respiración, etc.

2.- Declaración del quiebre del coachee:

v El coaching, en la gran mayoría de los casos, parte con un


quiebre declarado por el coachee. Este quiebre, que hemos
llamado “quiebre inicial o historia del coachee”, es una puerta
de entrada para conectarnos con el ser que está siendo nuestro
coachee.

v Es fundamental escuchar y tener claridad sobre cuál es el


quiebre que declara el coachee para iniciar la conversación. Este
quiebre que declara el coachee es la punta del iceberg hacia un
lugar más profundo de su ser.

v En el quiebre dos elementos se fusionan; una determinada


situación o experiencia y una forma de interpretarla y juzgarla.
Ninguna situación o experiencia, por sí misma, es capaz de
constituir un quiebre. La misma situación, para un Observador
diferente, puede no constituir quiebre alguno. Lo que convierte
una situación en un quiebre es la interpretación que hacemos de
ella, es la manera como le conferimos sentido. El quiebre
resulta de esta confluencia entre experiencia e interpretación.
Para que haya un quiebre no puede faltar ninguna de las dos.
Situación e interpretación representan dos dominios diferentes
que no pueden confundirse. Y al procurar identificar un quiebre,
ambos tienen que estar presentes.

v Es importante separar el fenómeno de su interpretación, o


la experiencia de su explicación. La interpretación no pertenece
al fenómeno, la explicación no pertenece a la experiencia. Se
trata de dos dominios fenoménicos diferentes que requieren ser
mantenidos aparte. Por lo tanto, si bien el quiebre reúne
experiencia y explicación, es responsabilidad del coach el
separarlas. Al hacerlo, encontrará su primer recurso de
importancia para realizar el coaching.

v Si, como coaches, solo nos quedamos en las explicaciones,


interpretaciones o juicios del coachee, nos “compramos su
historia”, o sea terminamos viendo el mundo y sus
acontecimientos desde la misma mirada del coachee. Vemos el
quiebre con los mismos lentes del coachee. Es esencial que el
coach tenga claridad de los hechos y por otra parte de cómo los
explica, juzga o interpreta el coachee.
3.- Indagación:

v Cada pregunta nos lleva a caminos diferentes. El sentido


común de hacer preguntas es obtener respuestas. Acá vamos a
darle un sentido más amplio a este acto indagador.

v El sentido de las preguntas en el coaching es ir clarificando


el quiebre que trae el coachee. Acompañarlo a descubrir, a partir
de ese quiebre inicial, qué es o será lo que necesita aprender.

v Lo acompañamos como coach a ampliar su mirada, ampliar


la gama de colores que trae.

v Las preguntas que hace un coach son simples, abiertas


(invitan a la reflexión), muchas veces preguntamos sobre aquello
que generalmente no nos atrevemos a preguntar… eso que
pensamos pero no decimos.

¿Qué preguntamos los coaches?

- Hacemos preguntas sobre el quiebre o historia del


coachee.

Lo primero que necesitamos comprender es el quiebre del


coachee adquiriendo información relevante de la historia.
Buscamos saber quién es la persona que tenemos al frente, cuáles
son sus interpretaciones, cómo se explica lo que le está pasando o
lo que le pasa en la vida. Por lo tanto, necesitamos saber cómo
interpreta su quiebre, cuáles son sus explicaciones.

El coach necesita conectarse con una ¡¡curiosidad máxima!!

Por otra parte para diferenciar el fenómeno de la explicación,


necesitamos como coach afirmaciones y ejemplos sobre lo que
nos cuenta el coachee.

Es importante tener siempre en cuenta que los coaches no


sabemos, y es desde ahí que preguntamos. Estas preguntas nos
sirven para conocer el Observador que nuestro coachee es…
y saber con quién estamos hablando.

- Hacemos preguntas que apuntan a expandir el nivel de


comprensión que el coachee tiene de sí mismo:

¡¡Nos salimos del quiebre inicial o de la historia que el coachee


trae y de la cual está aferrado!!
Al salirnos podemos identificar los fenómenos que se reflejan en
la historia y que a la vez se relacionan con el Ser del coachee.

- ¿Qué significa salirnos de la historia?

- Hacer preguntas acerca de la vida.


- Hacer preguntas que no tienen relación directa con el
quiebre que nos ha contado. Por ejemplo, “¿te pasa esto en
otros dominios de tu vida”?
- Hacer preguntas más grandes de las que nos llevan a
entender la historia. La historia es solo un ejemplo de lo que
al coachee le pasa en la vida.

v Los coaches hacemos preguntas que llevan al coachee a


observar el Observador que está siendo. Por ejemplo: “Ahora que
me cuentas esto, ¿qué piensas? ¿qué sientes al contarlo? ¿qué
piensas de la forma en que me contaste lo que pasa? ¿viste cómo
estaba tu cuerpo en el momento de contarlo?”

v Preguntamos sobre los juicios que el coachee tiene de sí


mismo, a partir de los cuáles construye una narrativa de cómo es.

v Preguntamos sobre los juicios que el coachee tiene del


mundo y las posibilidades y amenazas que ve en él ¿Qué es
aquello que al coachee le importa en el mundo en el que vive?
¿Cuáles son sus inquietudes más importantes? ¿Cómo se sitúa a sí
mismo en ese mundo? ¿Qué lugar o posición ocupa?

v Preguntamos sobre los juicios que tiene sobre los demás ¿A


quiénes considera como posibilidad? ¿A quiénes considera como
amenaza? ¿En quiénes confía? ¿En quiénes desconfía?

v Preguntamos sobre los juicios que tiene de su pasado,


presente y futuro. ¿Cuáles son los juicios principales con respecto
a su pasado? ¿Cuáles son las experiencias del pasado que juzga
más importantes en su vida? ¿Por qué? ¿Cuáles son las
conversaciones que arrastra del pasado que todavía no ha podido
cerrar? ¿Qué le ha impedido hacerlo? ¿Cuánto le pesa su pasado?
¿Cuán volcado está hacia el futuro?

v Nos preguntamos sobre los juicios maestros del coachee.

v Preguntamos sobre el mundo emocional del coachee. ¿Qué


sientes sobre lo que te pasó?
v Preguntamos sobre el sentido que tiene para el coachee lo
que me cuenta ¿Por qué esto es importante para ti?

v Preguntamos sobre la historia del Observador que es el


coachee: ¿Dónde aprendiste eso?

Estas preguntas y otras, nos permiten mirar cuándo aprendimos


cierta emoción o conducta. NO son para quedarnos pegados en el
pasado, como si todo lo que le ocurre al coachee ahora tuviese
que ver con aquello que ocurrió.

v Preguntamos sobre las incoherencias que vemos en la


conversación.

v Sobre lo que vemos en el cuerpo: ¿Qué estás sintiendo?


¿Qué te incomodó?

v Preguntamos sobre sus discursos históricos.

v Preguntamos ocupando las distinciones que tenemos.


¿Pediste ayuda? ¿Conversaste de esto? etc.

v Jugamos con hipótesis: ¿Qué pasaría si…? Esto permite


sacar al coachee de su situación actual conectándolo con otras
posibilidades. De esta manera, lo invitamos a situarse en sueños o
nuevos escenarios, por ejemplo: ¿Y si lo hicieras? ¿Y si no? o
reubicándolo en un escenario posible… ¿Qué sería lo peor que
pudiera pasar?

v Desde donde está mirando: cuando el coachee repite una


palabra, por ejemplo, batallar, proteger, tomarla y mostrarle al
coachee. ¿Cuál es la amenaza de la que estás sintiendo que tienes
que protegerte? ¿Cuál es la pelea que estás dando?

v Preguntamos escuchando nuestras intuiciones. Son aquellas


preguntas “que nos llegan” y que muchas veces cambian
totalmente el rumbo de la conversación. La intuición juega un rol,
relevante en el coaching, sin embargo necesitamos ser muy
cuidadosos con esto. No podemos pensar que nuestras intuiciones
son “verdades”.

¿Qué es la intuición? Hablamos de intuición cuando creemos


saber algo sin saber por qué lo sabemos y de donde viene ese
conocimiento. La intuición habla de un saber que no se sabe tal.
Es importante que el coach se dé permiso para poner al servicio
del coaching sus intuiciones. Desde las intuiciones del coach nacen
sus preguntas interpretativas. Lo que no puede pasar es que el
coach se viva sus intuiciones como verdaderas, solo las
entregamos al coachee como preguntas que le puede hacer
sentido o no. Escuchar nuestras intuiciones como coaches también
tiene que ver con escuchar nuestro cuerpo, en el sentido de ir
“escuchando” lo que nos va pasando en la conversación, como
sensaciones o “corazonadas” por ejemplo.

4.- Interpretación:

v Una vez que hemos indagado sobre el mundo emocional del


coachee, sus juicios, juicios maestros etc., como coaches
empezamos a tener ciertas interpretaciones sobre lo que podría
ser un espacio de aprendizaje para el coachee.

v Las interpretaciones no se limitan solo a una pregunta; es


un momento donde a través de algunas preguntas le regalamos
nuestra mirada al coachee.

v Necesitamos tener la habilidad de escuchar y distinguir las


interpretaciones que tiene el coachee y desafiarlas, así como
lograr mostrar las nuestras como coaches.

v Una forma de entregar nuestras interpretaciones en el


coaching es a través de preguntas:
¿Cómo pones límites en la vida?
¿Cómo pides ayuda?
¿Cómo te enfocas?
¿Te sientes suficiente?
¿Cuánto te haces cargo de los demás?
¿Te cuidas? ¿Cómo? ¿Cuánto?

v Otra forma es decirle al coachee lo que escuchamos de lo


que nos cuenta o lo que nos pasa al escuchar su quiebre.

v Una interpretación no es un diagnóstico, no es un


consejo, no es un juicio moral, ni una verdad. Tampoco tiene
que ver con explicarle algo al coachee.

v En cierta forma una interpretación nace cuando el coach


empieza a conectar ciertas partes de la conversación. Partes que
le dan pistas de cómo el coachee vive su vida y sus relaciones,
develándose su coherencia. Muchas veces sus preguntas
sorprenden al coachee… “¿Cómo descubrió que me pasa esto con
mis hijos y con mi esposo si solo le conté lo que me pasaba en el
trabajo?”

v A través de las preguntas que hace el coach va


construyendo sus interpretaciones. Muchas de las preguntas que
en un momento podrían parecer poco útiles se unen, armando el
rompecabezas, develando el ser que parece ser el otro…

5.- Articulación del quiebre:

¿A qué nos referimos con articulación del quiebre?

v Es un lugar que construyen juntos el coach y el


coachee.

v Es decir, eso que el coachee ve y juzga que


necesita aprender en la vida.

v Es un titular, donde el coachee le “pone nombre”


a lo que le pasa, acompañado del coach.

v Es llegar a un territorio nuevo para el coachee


donde logra ver qué es lo que necesita aprender… más
allá de su historia o quiebre inicial…

v Es donde, a consecuencia de la articulación,


aparecen frente al coachee sus barrotes con nombre.

v Es el contacto concreto que tiene el coachee con


los límites de lo que siente que es posible para él.

v Le podemos proponer al coachee un lenguaje, o


ciertas distinciones para ponerle el titular al quiebre,
dejando siempre que el coachee tome las palabras que le
hagan más sentido.

v Es un momento para detenerse. El coach debe


tener la habilidad de distinguir cuando la conversación
conecta al coachee con un descubrimiento de “quién
está siendo”.
Ejemplos:

Quiebre inicial: “Estoy agotado, estoy lleno de cosas,


no tengo tiempo.

Quiebre articulado: “No sé decir NO, no sé poner


límites, no sé pedir ayuda”.

Ø Es importante resaltar que si no llegamos a una


articulación del quiebre, NO ES COACHING
ONTOLÓGICO, ya que sería solamente trabajar
sobre el quiebre inicial (sobre las acciones) y no
acerca de un quiebre ontológico (que involucra el
Observador del coachee).

Ø La Articulación del quiebre No es:


- La verdad del coach.
- Solo lo que el coach juzga necesario que el coachee
aprenda.
- Un consejo.
- Una nueva acción dentro de su quiebre.

v Cuando articulamos un quiebre:


- Definimos en conjunto un lugar nuevo para el coachee (un
juicio maestro, una emoción, un estado de ánimo, un miedo
gigante, etc.)
- Definimos un punto de partida, el nuevo LUGAR donde se
inicia un nuevo camino de aprendizaje a recorrer por el coachee.
- Desde ahí en adelante la conversación puede adquirir otro
ritmo, otra emocionalidad, otro cuerpo. Asombro, perplejidad,
tristeza, rabia, silencio, pueden aparecer allí.
- También es un espacio de vulnerabilidad para el coachee (El
cuerpo del coach debe sostener, contener).
- Es un darse cuenta, un ver y decir algo que antes no tenía a
la mano.
- Para el coach es un momento de acompañar, contener,
sostener y escuchar el ritmo, la música con la cual el coachee está
viviendo su quiebre.

6.- Habitar el quiebre:

No existe un darse cuenta suficientemente poderoso si no


habitamos el quiebre articulado.
v Es mirar el quiebre y cómo el coachee ha habitado con él.
Ejemplo: ¿Cómo ha sido vivirte la vida desde ahí?

v Una vez que se ha articulado un quiebre es fundamental


habitarlo, lo que significa quedarse ahí, permanecer, acompañar al
coachee con lo que está descubriendo.

v Mientras más habitamos el quiebre más grande es el salto


del coachee. ¡Y el darse cuenta toma mucha más fuerza!

v Le permite el coachee conectarse con todo lo que esa forma


de actuar o ser en la vida le permite y con todo lo que no le
permite.

v Le permite descubrir de dónde viene esa forma de actuar.

v Le permite mirar qué acciones son posibles y cuáles no.

v Le permite revisar sus relaciones desde ahí.

v El habitar es acompañar al coachee a que mire y habite los


costos que ha tenido el quiebre articulado para él.

v Es conocer la emocionalidad de ese quiebre.

v Es mirar las posibilidades que se le han cerrado o abierto.

v Es mirar para qué le ha servido vivir la vida desde ese lugar


y para qué no le ha servido.

¿Para qué habitamos un quiebre?

v Para que el coachee vea el lugar desde donde ha vivido la


vida y habite sus costos.

v Para que el coachee conozca las emociones, el cuerpo y las


conversaciones que ha tenido disponibles desde ese lugar y cuales
no.

v Para que al ver desde donde ha vivido su vida, aparezca más


concretamente desde donde sí quiere empezar a vivirla y para
ello defina lo que tiene que aprender.
v Este espacio se relaciona también con la indagación, pues
son preguntas las que nos van a ayudar a que nuestro coachee se
quede un rato en ese lugar, habitando su quiebre.

v Es cuando podemos mirar las simetrías y las polaridades en


ciertas derivas de la vida. ¿Está el coachee en la víctima o en el
victimario? ¿En la independencia, dependencia?

v Habitamos mirando lo opuesto a lo que el coachee declara


que le sucede. Por ejemplo, si dice “desconfío de esto”, la
pregunta del coach podría ser ¿y cuándo sí confías en eso?

v En el habitar también aparece el “Y”, en vez del “PERO”, lo


que hace posible que dos derivas o vivires se integren o convivan
ampliando la posibilidad del coachee.

Puede que sea un espacio muy emotivo para el coachee el mirar y


habitar los costos de su quiebre por lo que el coach acompaña, muestra
los costos de ese quiebre y también las nuevas posibilidades de
aprendizaje que se pueden empezar a generar desde ese lugar. (Aquí
empieza a gestarse una nueva coherencia). El habitar el quiebre nos
lleva a capas más profundas del coachee.

¿Cómo acompañamos al coachee a habitar el quiebre?

Ø Desde el LENGUAJE

Ø Desde el CUERPO

Ø Desde las EMOCIONES

7.- Experiencias de aprendizaje y nueva coherencia:

v Es importante recordarle al coach que necesita desarrollar y


tener cuerpo para atreverse para generar nuevas experiencias
en los coachees, al mismo tiempo que van desarrollando el
cuidado y el sentido común sobre cuándo, qué y cómo hacerlo.

v Los coaches al invitar a los coachees a vivir una experiencia


de aprendizaje necesitan tener presente el kairos (el momento
adecuado), el cuidado, pedir permiso, invitar y no dar órdenes y,
por supuesto, generar contexto para que no aparezca como algo
extraño durante la conversación.
v El arte está en hacer que el coachee se entregue a esta
experiencia y aprenda de ella. Para esto es necesaria la confianza
que se ha generado con el coachee durante la conversación.
Necesitamos escuchar qué necesita el coachee para hacerle esta
invitación.

v Las experiencias de aprendizaje necesitan ser sostenidas el


tiempo necesario para que “hagan su trabajo”.

v Una experiencia de aprendizaje poderosa es aquella que


involucra el cuerpo, emoción y lenguaje del coachee. Cuando esto
ocurre generalmente se convierte en un espacio transformacional
que toca de manera significativa la espiritualidad y el mundo
relacional del coachee.

v Una experiencia de aprendizaje necesita ser simple, clara.


Ocupamos los elementos que tenemos alrededor, traemos
nuestros dones, escuchamos lo que le importa al coachee y cuál
es el mundo en el cuál se mueve o se relaciona. Si es una persona
conectada con la naturaleza, podemos usar metáforas de la
naturaleza que lo conecten con sus descubrimientos, por ejemplo.

v “Experiencia de aprendizaje” no implica siempre mover al


coachee. Tenemos que mostrarles que ¡hablar es hacer! Lo
podemos invitar a decir algo que no suele decir. Eso ya es una
experiencia poderosa; ¡estar en silencio un rato también lo es!…
en definitiva, esto tiene que ver con generar una nueva
experiencia que genera aprendizaje y amplía el Observador que el
coachee es.

v Una experiencia de aprendizaje no siempre va dirigida a que


el coachee descubra o habite una nueva coherencia. También a
través de una experiencia de aprendizaje podemos regalarle al
coachee una pregunta, una interpretación, cerrar el coaching, etc.

v Es darle una secuencia de vida articulada a través del


lenguaje, emociones y corporalidad a las nuevas maneras de
existir que comienzan a (o necesitan) manifestarse en el coachee.

8.- Cierre y bitácora de coaching:

v El cerrar el espacio abierto en el coaching tiene que ver con


cuidar al coachee.
v Saber cómo se va, qué es eso que le ha hecho sentido, con
qué se queda, no solo nos sirve como coaches, sino que además
acompaña al coachee a reforzar su aprendizaje, su descubrimiento
y sus espacios de no saber.

v Cerramos el espacio de intimidad que se abrió, honrando


implícitamente lo sagrado de la conversación.

v Una vez que el coachee se ha ido, el coach debiera también


cerrar el espacio energético o emocional abierto, separándose del
momento o de la energía del coachee y su quiebre. Esto lo puede
hacer a través de un centramiento, una respiración, una caminata,
moviendo el cuerpo, etc. Lo importante es que no se “vaya con el
coachee para su casa” y se cuide.

v Con bitácora nos referimos a que cuando acompañamos a


nuestros coachees en un proceso, es clave las anotaciones que
hagamos de lo que pasó ahí, incluyendo aquellos espacios de
aprendizaje que me aparecen como coach.

Escrito por Paz Zagal y editado por José Luis Varela

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