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Presentación
Introducción
Primera parte: Conceptos Fundamentales
I. La campaña
A. Qué es una campaña electoral
B. El papel del candidato en la campaña
C. Cómo se realiza una campaña
D. Los efectos de las campañas sobre la votación
II. El elector
A. Quiénes participan más en la política
B. Quiénes votan más en las elecciones
C. Quiénes se abstienen
D. Cómo votan distintos grupos
E. Cuándo decide el elector su voto
F. Por qué vota el elector
III. El candidato
A. Características personales
B. Recursos del candidato para la campaña
IV. La oposición
A. Objetivos de la investigación
B. Los opositores
C. Investigación de la estrategia
II. La estrategia
A. Estrategia de persuasión
B. La estrategia de comunicación
C. Estrategia de promoción del voto
D. Estrategia del proceso debido
E. Estrategia de financiamiento
F. Estrategia de seguimiento
G. Calendario general de la campaña
IV. La organización
A. Características organizacionales de las campañas
B. Principales tareas que comprende la campaña
C. La estructura orgánica de la campaña
Cuarta parte: Desarrollo del plan
I. La jornada electoral
A. Promoción del voto durante la jornada
B. Las actividades del candidato
C. La celebración de la victoria
Por esa razón adquiere tanta relevancia la forma como presenten los partidos políticos su
oferta ante el electorado. Las campañas electorales requieren adecuarse a condiciones de
una mayor competencia dentro de un sistema que, además de normar la actividad electoral,
requiere pluralismo y tolerancia. Por ello, la promoción de candidatos y de proyectos
políticos debe realizarse sobre bases distintas que contemplen aspectos significativos como:
Esa situación ha obligado a que las fuerzas políticas redoblen sus esfuerzos a la hora de
presentar su oferta ante los ciudadanos, es decir, en las campañas políticas. Como sabemos,
éstas se han convertido en parte fundamental de la competencia electoral, en un marco de
contiendas muy cerradas, ya que cada vez el partido que gana lo hace con diferencias
porcentuales menores. Realizar una campaña sin un proyecto definido no es recomendable,
a menos que lo que se pretenda sea perder la elección.
Los partidos políticos requieren, hoy más que nunca, de personas capacitadas y
especializadas en la materia, de profesionales de la política que proporcionen la asesoría y
el apoyo que los candidatos y los propios partidos requieran para una adecuada y oportuna
promoción de la candidatura, sobre la base de que un buen trabajo de campaña es
indispensable para quien pretenda asumir un puesto de elección popular, así como también
para el partido que pretende alcanzar el poder o, en su caso, mantenerlo.
Es en este punto en el que queda claro que la contienda política, como método establecido
para renovar autoridades y representantes, en un ambiente de civilidad, se encuentra dentro
del ámbito de acción del Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración
Pública. Esta es la razón por la que se considera necesario que sea el Colegio la instancia
que encabece jornadas para la recuperación de ese espacio para la política, de manera que
los expertos en esta materia sean los protagonistas en el cambio hacia campañas electorales
de mayor calidad, enmarcadas por un proyecto de gobierno y de sociedad a los que se
pretende llegar.
El Colegio, que es el gremio de esos especialistas, debe ser protagonista dentro del contexto
de las elecciones y manifestar su opinión sobre cómo debe de realizarse las campañas
electorales. Ello le permitirá, además, generar presencia dentro del ámbito político-
electoral en un país que transita, de manera intensa, hacia un fortalecimiento democrático.
El presente Manual de campaña se elaboró con la finalidad de contar con una guía
especializada sobre la materia, a partir de la experiencia adquirida en las tareas que implica
la promoción de una candidatura, desde su diseño v preparación, hasta la conclusión del
proceso: cuando se comunica el resultado de la elección, así como el análisis de la mejor
forma de realizar cada una de las actividades que conlleva y el estudio de la teoría que
sobre el particular existe.
El nivel de la contienda política que ya vive México depende, en gran medida, de la calidad
de las campañas. La competencia electoral v el nivel de politización de los mexicanos
obligan a garantizar que éstas sean mejor realizadas, que ayuden a despertar el interés de
los ciudadanos por participar en el ejercicio del sufragio y, sobre todo, por decidirse en
favor de una determinada oferta política.
El Manual de campaña es una herramienta de uso, análisis y consulta que proporciona una
orientación adecuada sobre cómo promover una candidatura de manera
profesional. Contiene la información necesaria acerca de qué hacer para organizar,
coordinar y realizar una campaña electoral a través del desarrollo de aquellos puntos
considerados vitales para lograr un trabajo idóneo. Algunos de ellos son:
Finalmente, debo destacar que la calidad de esta obra es de excelencia porque los autores,
además de ser reconocidos miembros del Colegio, poseen una conjunción de valores éticos,
humanos y profesionales consagrados a la política y la administración pública. Con su
admirable desempeño en al campo de la docencia han beneficiado a una gran cantidad de
mexicanos con vocación por los asuntos políticos y de servicio público. La experiencia de
Mario Martínez Silva y de Roberto Salcedo Aquino en materia electoral es vasta y
profunda. Esta vez, merced a su inquebrantable inquietud por seguir fortaleciendo el
ejercicio de la profesión nos obsequian, de manera organizada y sistematizado, estas
investigaciones en materia de procesos electorales que serán, nadie lo dude, en provecho de
la democracia.
Introducción
Aspectos teóricos
La ciencia política, en cuanto ciencia social, tiene una multiplicidad de enfoques. Unos
piensan que es el Estado su objeto de estudio, sería la visión macro de la política. Así, los
teóricos se preocupan de los fines inmanentes del Estado: la unidad -comunidad- basada en
la convivencia y cooperación sociales, es decir, la forma en que prevalece el interés general
por encima de los intereses particulares de los individuos y de los grupos; y que, a la vez, el
interés de los individuos y de los grupos pueda alcanzarse en un ambiente de libertad,
dentro de un estado de derecho y en concordancia con el interés general: individuos,
grupos, sociedad y Estado en perfecta armonía. Como ejemplo se cita a tres de ellos: Hans
Kelsen, Teoría general del Estado; Georg Jellineck, Teoría general del Estado; y, Herman
Heller, Teoría del Estado.
Otro enfoque, hoy muy difundido, parte desde fines del siglo XIX cuando la psicología, a
partir de Pavlov, el descubridor del reflejo condicionado, crea nuevos métodos y
perspectivas que alcanzaron su máxima expresión en la escuela del conductismo,
traducción del término behaviorism. John B. Watson, en su artículo de 1913, "Psychology
as the Behaviorist Views", postula las líneas fundamentales del enfoque conductista: la
psicología es una ciencia de la conducta que debe evitar el estudio de la conciencia y la
introspección y basarse sólo en los datos fisiológicos observables.
B.F. Skinner, en su libro Ciencia y conducta humana, asienta que la psicología es el estudio
del comportamiento que tiene algún efecto sobre el entorno y, especialmente, del que
produce una retroalimentación que influye sobre el comportamiento futuro. Ante un
estímulo concreto y determinado, el psicólogo tiene que ser capaz de predecir la reacción
subsiguiente del individuo.
El creador de la Escuela de Chicago fue Charles Merrian. En la obra del más famoso de
sus discípulos, Harold Lasswell, catedrático de la Universidad de Yale, se otorga una
importancia central a las categorías psicológicas.
Desde sus inicios, los miembros de la Escuela de Chicago comenzaron a ocuparse del
análisis de las elecciones, fenómeno que más tarde sería el campo preferido de los
conductistas. En los primeros estudios apenas si había más que el mero establecimiento de
correlaciones entre la acción de los electores, el voto y otras características sociales.
Posteriormente, se esforzaron en comprender la actitud y los motivos de los electores.
El conductismo tiene un enorme valor para el estudio del comportamiento social, pero no lo
es todo; no es una teoría omnicomprensiva de lo político. La teleología política, el sentido
último que hace que los hombres se unan en familias, grupos, partidos políticos, naciones o
estados no puede ser comprendido sólo por la parte exterior del comportamiento. El
hombre, como ser social, posee una gran construcción: su Estado. La micropolítica o la
política de coyuntura, circunstancial, es sólo parte de esa institución de instituciones; la
política trascendental, la macropolítica que ve al todo social, se explica por causas más
profundas que el comportamiento determinado en un lugar y en una circunstancia.
En 1922 se publica la obra cumbre del sociólogo alemán Max Weber, Economía y
Sociedad, donde aparecen los postulados de la sociología comprensiva que tiene, como
disciplina científica, el objetivo de “entender, interpretándola, la acción social para de esa
manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. No pretende cuantificar sólo los
actos externos y sus efectos, sino comprenderlos en los sentidos que les da el sujeto.”
En 1923 nace la Escuela de Francfort, que se consolida en 1931 con Max Horkheimer. Es
una escuela de filosofía social donde se mezcla la sociología con reflexiones sobre la
civilización y la historia; sus primeras fuentes fueron la ética neokantiana o la filosofía de
los valores. El problema fundamental que plantea es la articulación entre la reflexión
filosófica, basada en la exigencia del concepto y la investigación científica sustentada en
datos empíricos, lo que se traduce en una conciencia crítica por excelencia. Horkheimer
publicó el manifiesto de la Escuela en 1937 con el título Teoría tradicional y teoría crítica.
Los miembros de la Escuela llamaron a su filosofía Teoría crítica; con ello querían expresar
tanto un deseo de crítica universal como una profunda aversión por todo sistema cerrado.
La teoría se expresa en una serie de críticas parciales, basadas en negaciones de las
afirmaciones hechas por otros o en negaciones de realidades que piden ser abolidas. La
mente, según ellos, no puede producir sistemas totalizadores que comprendan el todo de la
realidad; a lo sumo, puede evitar la excesiva fragmentación analítica característica de la
cultura burguesa. Por estas razones el aforismo y el ensayo son los géneros cultivados
principalmente por los francfortianos. Este enfoque declara abiertamente las limitaciones
metodológicas y dificultades epistemológicas de su método de investigación y subraya los
valores del individuo y de la creatividad individual, en contraposición con el colectivismo
del marxismo vulgar, así como del individualismo neoliberal.
La Escuela creyó haber encontrado una solución a los dilemas que se plantearon en la
dialéctica de la razón y la sinrazón: los conceptos de liberación y de emancipación. La
fuerza emancipadora y la capacidad de liberación constituyen el rasero por el que debe
medirse la racionalidad sustancial de cualquier acción o práctica social. Cuando queremos
saber si una política gubernamental, o la de un partido, o una teoría, son o no racionales en
este sentido, debemos primero preguntarnos en qué medida refuerzan la capacidad de los
hombres afectados por ella para ser más libres, es decir, para tomar su propio destino en sus
manos. Este análisis no es fácil porque las relaciones sociales no son siempre directas, sino
que están mediatizadas por una red de instituciones que oscurecen el verdadero sentido de
la acción social. La mediación es, según la Escuela, un concepto clave para toda teoría
correcta de la sociedad moderna. El mayor error del marxismo vulgar es concebir la lucha
de clases como choque frontal entre ellas; en realidad, la estructura de una sociedad
contiene un conjunto complejo de mediaciones y tergiversaciones. Estas requieren su
paciente desvelamiento por parte de una razón incansablemente crítica; no hay
desesperanza de la razón; ésta, más bien, es el principal asidero del hombre moderno en el
camino de su emancipación.
Forman parte de esta Escuela, entre otros, su fundador Max Horkheimer, Theodor W.
Adorno, Herbert Marcuse, Walter Benjamin, Erich Fromm, Leo Lowenthal, Franz Newman
y Ernst Bloch, quien sin pertenecer a la escuela, desde su concepción de la utopía asume las
posiciones y temas de la Teoría' crítica.
Son herederos de la Teoría crítica los estudiosos que han continuado sus indagaciones sobre
las contradicciones y dificultades emancipadoras del capitalismo tardío. Claus Offe* y
Jürgen Habermas** destacan entre todos ellos. Este último ha dado un nuevo impulso a la
Teoría crítica mediante la introducción de las perspectivas de la lingüística y el estudio del
problema de la comunicación entre los interlocutores que coexisten en una sociedad
desigual e injusta, como aspecto aún no explorado de la alienación. También se ha
interesado por la exploración de la concepción sistémica de la sociedad, dado el auge de la
"teoría de sistemas".
La Teoría crítica proporciona las herramientas para estudiar las campañas políticas como
procesos en donde la contienda puede devenir en más libertad o en donde los fines ocultos
de los factores reales de poder se camuflan de benefactores sociales y sólo desean la
conservación de fueros y privilegios en detrimento de las mayorías.
Un manual de campaña como éste no pretendería dar los instrumentos para la reflexión,
sino para la acción; pero como en la política se juega el devenir social, creemos necesario
que el actor político no se presente a la escena sin saber el argumento, la trama y las
consecuencias de su actuar.
El actor político debe saber que, atrás de él, existe una serie de científicos sociales que
están tratando de comprender a la sociedad y que esa comprensión le ayudará en su actuar.
Teoría y acción son parte ineludible de un buen político. Las anteriores consideraciones
tienen la intención de hacer las referencias teóricas sobre el actuar político y este manual es
la organización de ese actuar que debe ser con arreglo a fines, a valores, con conciencia
para contribuir a que los ciudadanos sean más libres y más iguales, sin olvidar las pautas de
comportamiento cuantificables de los hombres, pues finalmente las elecciones se ganan con
votos.
Ponemos, aunque parezca tautológico, en manos de los políticos, o al menos esa es nuestra
intención, un manual de campaña. Manual porque queremos que sea una referencia rápida,
accesible a lo complejo que resulta el día de hoy solicitar el voto ciudadano. Pero nuestra
pretensión va un poco más allá; nos referimos, en efecto, al proceso que parte desde la
candidatura y concluye con la defensa del sufragio, pero tratamos de explicar al lector el
por qué de cada uno de los pasos y la razón de cada una de las actitudes que debe asumir un
candidato, pues no se trata sólo de ganar una contienda, sino de asumir una responsabilidad
frente a los electores y frente a la sociedad y el Estado.
Una campaña es sólo una fracción de la actividad política. Importante sin duda, pues a
través de ella se pretende asumir la conducción de la sociedad mediante la promulgación de
leyes o la asunción de responsabilidades ejecutivas. Pero no se puede y no se debe creer
que ese periodo perentorio de solicitar el voto popular sea toda la política, como tampoco
que cruzar una boleta electoral sea el acto por antonomasia de la democracia.
La política es, pues, una ciencia y una técnica, y a veces, un arte del manejo del conflicto
social; es una relación dialéctica entre los diversos presupuestos del mando y de la
obediencia; de lo privado y de lo público; del amigo y del enemigo; de la historia y del
futuro; de la libertad y de la igualdad. Es la búsqueda de la solución de lo antagónico
mediante un equilibrio social, pactado constantemente, que permita la convivencia, la
cooperación social y la unidad política frente al exterior.
El germen del conflicto está en el propio hombre que tiene sus intereses, sus antagonismos,
sus ideas, su cosmovisión. Conocer al hombre es, pues, una tarea de la política. El hombre
es bueno por naturaleza, afirmarán unos teóricos, y es la sociedad la que lo pervierte; por
consiguiente, es necesario un pacto social que ponga límites a la actividad humana y dé
curso al progreso y al bienestar. Otros, como Hobbes, dirán que el hombre es lobo del
hombre o, como Máquiavelo, pensarán que el hombre es egoísta: "Según demuestran
cuantos escritores se han ocupado de legislación y prueba la historia con multitud de
ejemplos, quien funda un Estado y le da leyes debe suponer a todos los hombres malos y
dispuestos a emplear su malignidad natural siempre que la ocasión se lo permita..."
(Discurso sobre la primera década de Tito Livio).
La esperanza de los hombres es lograr que la política siempre esté adelante de los conflictos
y ponga al servicio de la sociedad nuevos mecanismos de negociación y de equilibrio. La
verdadera política democrática no es la dorada mediocridad de la que habla Horacio: "una
buena relación entre los extremos". La contienda democrática exige audacia, previsión y
coraje para resolver antagonismos.
Por eso la contienda democrática es salud para la República; los procesos electorales son
tiempos de libertad, de participación y de búsqueda de nuevos consensos que hagan avanzar
hacia estadios superiores de convivencia.
El presente trabajo es un manual para los tiempos de la contienda; explica las reglas que la
rigen y hace hincapié en las fases que la componen. Pero también hace referencias al
sentido final de esa lucha: una sociedad nueva, más fortalecida después de cada periodo
electoral.
El Manual retorna los principios de la conducta humana en la arena electoral. En las
elecciones se pone en juego el destino de un pueblo y no sólo el triunfo de determinado
candidato o partido; se pone a discusión una forma de vida y se trata de encontrar solución
a los intereses en conflicto, por medio de la legitimidad que da el voto popular.
En las democracias, parte del conflicto se resuelve en las elecciones; las reglas del juego
son: libertad para todas las corrientes; igualdad formal y real para acceder a la información
y al poder; tolerancia para el disenso y obediencia para el consenso mayoritario. La
solución democrática de los conflictos se resuelve, por consiguiente, mediante la creación
de una mayoría, de ahí la importancia de un manual de la contienda democrática.
Los ciudadanos son soldados civiles que luchan por sus intereses y sus valores; que se
agrupan por afinidades; que debaten; que polemizan; que ponen en constante
transformación a la sociedad. Este constante devenir hizo decir a Rousseau, después de
analizar los diferentes tipos de gobierno, que "no hay gobierno que esté tan sujeto a las
guerras civiles y a las agitaciones intestinas como el democrático o popular, a causa de que
no hay tampoco ninguno que tienda tan continuamente a cambiar de forma, ni que exija
más vigilancia y valor para sostenerse" (El contrato social).
Para que la democracia sobreviva al conflicto que lleva en su seno, se requiere que todos
los contendientes acuerden respetar las regias del juego; y el acuerdo fundamental será el
destierro del uso de la violencia a cambio de un proceso electoral limpio, donde el voto sea
el veredicto que da el ciudadano sobre el ejercicio del poder.
El candidato debe ser sensible y accesible a la opinión pública para adquirir y renovar sus
conocimientos sobre el verdadero sentir popular. Por ello, no se trata de reducir la campaña
a un marketing político de compraventa de mercancías políticas; en donde el hedonismo sea
el eje para hacer públicos a candidatos y partido. Vender una imagen es parte de la
campaña, pero sólo parte. La propaganda, que es el medio político para propagar ideas,
planes, soluciones, es más difícil y produce dividendos a largo plazo. La campaña puede
apelar a los sentidos y tener frutos inmediatos en votos; pero la tarea de gobernar requiere
razones, pues con frecuencia la apretura de los zapatos no se puede remediar a corto plazo
y, con franqueza, la auténtica política debe explicarlo a riesgo de perder votos. Se podrá
ganar la elección, pero no se podrá gobernar si no hay razones que expliquen las políticas
públicas. Churchill ofreció a su pueblo sangre, sudor y lágrimas, y pudo gobernar en
momentos difíciles que requerían todo el consenso popular.
Por el lado contrario, a los que gobiernan no les gusta que se les digan que los zapatos tan
bonitos que han hecho no van bien. Tienen tendencia a echar la culpa a los deformes y
lamentables dedos de los pies de quienes tienen que llevar sus zapatos.
Las campañas políticas son espacios de discusión sobre si las cosas andan mal o si pueden
ir mejor; y el voto es el juicio respecto a los resultados conseguidos. El ciudadano dice:
nuestros zapatos nos siguen apretando y vamos a buscar otro zapatero; muchas gracias por
sus servicios. 0 bien; sí, nuestros pies están ahora mucho más cómodos y, por ello, les
dejamos seguir y vamos a ver si pueden hacerlo mejor.
En las campañas políticas se pone de manifiesto la sabiduría popular; el pueblo sabe más de
fines que de medios; tiene un sentido especial para detectar si su gobierno va por el rumbo
correcto; sabe diferenciar al charlatán o demagogo de los políticos sensatos, prudentes,
realistas. La sabiduría popular es comprensión de la vida común, cotidiana, y la campaña
política ofrece la oportunidad de recibir las lecciones de los ciudadanos.
El Manual de campaña
Sobre esas bases está constituido este Manual de campaña. Seis partes lo componen. La
primera sienta los conceptos fundamentales para comprender el contexto y el fenómeno de
la promoción de una candidatura. Concibe a la campaña como un proceso de persuasión
intenso, planeado y controlado, que se realiza durante el periodo precedente a las elecciones
con acuerdo a regias que delimitan sus métodos, tiempos y costos, dirigido a todos o
algunos de los electores registrados en una división electoral, con el propósito de influir su
voto.
Explica el papel de los candidatos, a partir de considerar que son la razón de ser de las
campañas v su principal canal de comunicación; en ellos radican todas las potencialidades y
todas las limitaciones de las campañas. Por ello, tienen que ser hábiles para comunicarse
en diferentes niveles: interpersonal, masivo, intermedio y organizacional. Sus públicos son
traslapados, heterogéneos. Tres son sus tareas principales: la interacción que debe
mantenerse con los medios masivos; la actividad constante para allegarse voluntarios y
fondos necesarios para la buena marcha de su campaña; y, desde luego, la labor de
persuasión de electores, fin último de la campaña.
Para concluir con esa primera parte, se explica qué es la comunicación persuasiva y qué es
la persuasión, a la que se define como un propósito consciente de formar, reforzar o
cambiar actitudes, creencias, opiniones, percepciones o conductas de alguna persona o
personas efectuado por otros individuos o grupo, esto es, consiste en influir sobre los demás
para hacerlos pensar en un modo determinado, rechazar algo o adoptarlo, o inducirlos a
realizar una acción específica.
La segunda parte jerarquiza todas las actividades previas al inicio de la campaña: la etapa
de plantación. De ella dependerá, en buena medida, la posibilidad de tener éxito en la
promoción de una candidatura. La investigación debe basarse sobre todos aquellos factores
y actores que repercuten, de alguna manera, dentro de la campaña: los electores, el
candidato, la oposición y los recursos, entre otros.
Conocer la división electoral, las condiciones de vida dentro de esa delimitación, las
características del electorado, el tipo y fuerza de la oposición existente, los principales
problemas que se enfrentan en la zona y las posibles alternativas de solución, resulta
fundamental para el diseño de la campana y para la preparación del candidato.
La adecuada previsión es, sin duda, requisito indispensable para una buena campaña. La
lectura de este apartado mostrará que hoy es imposible una campaña sin previa reflexión v
orden. Una evaluación de lo que se tiene y un plan de acción se muestran necesarios, si se
quiere asegurar un mínimo de éxito.
La tercera parte contempla la concreción del plan de campaña, que parte de la definición de
la estrategia que se debe seguir, de manera que ésta se enfoque hacia aquellos aspectos y
puntos relacionados, directamente, con la obtención de votos en favor del candidato.
En este apartado se detallan: las acciones que permitirán el adecuado desarrollo de la
campaña, a partir de los objetivos previamente fijados; la forma en que debe definirse y
distribuirse el presupuesto destinado para tal fin, considerando tanto el rubro de los ingresos
y el de los egresos, como el del control de los mismos; las diferentes fuentes de
financiamiento; las tareas específicas que deben realizarse dentro de una campaña; y, las
características de la organización que se requiere para estar en posibilidad de cumplir con
ese reto.
Se reflexiona sobre la importancia que tiene el hecho de que el candidato cuente con un
buen equipo de trabajo, en virtud de que constituye el principal soporte de la campaña.
Mientras más preparación tengan los miembros de ese equipo, en aspectos relacionados con
la promoción de candidaturas, en capacidad de organización y de administración, más
apoyo recibirá el candidato y mayor oportunidad, calidad y eficiencia tendrán las tareas de
proselitismo.
El tiempo del candidato es uno de los principales recursos de la campaña, razón por la que
debe aprovecharse al máximo. Integrar una agenda por etapas y con el detalle por día,
ayudará a lograr ese objetivo. El Manual de campaña incluye dieciséis reglas que se
recomienda seguir para la elaboración de esa agenda.
La preparación del candidato resulta indispensable para realizar una buena campaña. Los
aspectos que deben atenderse dentro de este rubro son: el físico (salud, peso, voz, aliento y
apariencia física); el mental (confianza en sí mismo, conocer fuerzas y debilidades, tener
preciso por qué se quiere el puesto, preparación moral y emocional); habilidades para la
comunicación interpersonal, tanto verbal como no verbal (inspirar confianza en los
votantes, saludos de mano, aprender a escuchar, romper barreras defensivas, impasibilidad
ante el ataque y, sobre todo, no prometer de más); habilidades en la comunicación a través
de medios masivos (entrevistas, conferencias de prensa, radio y televisión); y, el papel que
desempeña la familia del candidato.
Los diferentes frentes que deben atenderse, en forma paralela, dentro de una campaña
constituyen el contenido de la quinta parte del Manual. Son las trincheras en donde se
moverá el candidato y en donde debe ganar terreno desde el primer día de su promoción.
Cada uno de ellos representa dificultades que deben superarse y atenderse oportunamente,
pues el descuido en alguno de ellos puede repercutir, de manera negativa, en el trabajo en
su conjunto.
La adecuada distribución del equipo de trabajo en cada uno de los siete frentes: candidato,
colecta de fondos, propaganda, información noticiosa, campaña negativa, promoción del
voto y administración; y, la coordinación que se llegue a establecer de ellos permitirán el
avance continuo y uniforme de la campaña.
El voto es el instrumento que permite al pueblo manifestar su decisión política que, al final
de cada proceso electoral, integra la voluntad nacional y determina las características de la
mayoría que se requiere para estar en posibilidad de gobernar.
Finalmente, el apartado sexto del Manual explica la forma como debe actuarse durante la
jornada electoral y las acciones que deben realizarse para la defensa del voto; todo ello
dentro de las reglas establecidas por la legislación electoral vigente.
Esa tarea es indispensable, sobre todo, en aquellas delimitaciones electorales en las que la
competencia sea más cerrada, ya que no defender un voto con oportunidad puede provocar
la derrota en la elección.
En México las campañas han adquirido particular importancia frente a un electorado volátil
que hace más contingente el resultado de las elecciones. La reciente reforma electoral
(1996), que propicia más objetividad y equidad en las contiendas electorales,
probablemente hará que los márgenes de las victorias sean más reducidos y que la
diferencia entre el triunfo y la derrota sean los buenos candidatos, las buenas plataformas
políticas y las buenas campañas, más que la militancia, la fidelidad y la simpatía por los
partidos políticos.
El Manual de campaña resume al lector los diferentes aspectos del proceso electoral y le
advierte los puntos críticos de esta actividad. Se espera que sea un auxiliar para realizar
una campaña con método, con eficiencia y con advertencia de las posibilidades del triunfo
o de la derrota. Su lectura hará comprender lo complejo de esta actividad y las posibles
formas para enfrentaría con mayor profesionalismo.
Los autores.
* Véase, por ejemplo, Downs, Robert. Libros que han cambiado al mundo. Madrid.
Editorial Aguilar, 1961.
* Véase, para los propósitos de este estudio, su libro: Partidos políticos y nuevos
movimientos sociales. Madrid, Editorial Sistema.1992.
II. El Elector
La participación política comprende una gama de acciones diversas: atención a la
información política en los medios masivos, discusión política dentro del seno
familiar o en el centro de trabajo, proselitismo espontáneo sin intención, voto en las
elecciones, acción comunitaria, asistencia a actos políticos, relaciones con políticos y
funcionarios..
I. La campaña
A. Qué es una campaña electoral
B. El papel del candidato en la campaña
C. Cómo se realiza una campaña
D. Los efectos de las campañas sobre la votación
Primera Parte. Conceptos Fundamentales
I. La Campaña
A. Qué es una campaña electoral
Una campaña electoral es un proceso de persuasión intenso, planeado y controlado,
cuyo propósito es influir en la decisión de voto de los electores registrados en una
circunscripción, de modo que se obtengan los votos suficientes para ganar la
elección el día de la jornada electoral. La campaña se realiza durante el periodo
precedente a las elecciones de acuerdo con reglas que restringen sus métodos,
tiempos y costos, para que la competencia tenga lugar en condiciones de igualdad e
imparcialidad.
Las campañas son una forma de comunicación política persuasiva entre los
candidatos y los electores. La comunicación es el medio por el cual la campaña
empieza, procede y concluye: principia cuando los candidatos declaran verbalmente
su propósito de participar, y los carteles y bardas anuncian en forma visual los
nombres, lemas y logotipos de los partidos y candidatos en competencia; continúa
cuando los candidatos se comunican con los electores de manera personal o por la
radio y la televisión, debaten con sus opositores y transmiten mensajes por
diferentes medios. La campaña concluye cuando los candidatos comunican su
victoria o aceptan su derrota.
En las campañas la comunicación es política porque en ellas se intercambian
discursos contradictorios de los tres tipos de actores que tienen legitimidad para
expresarse públicamente sobre política: candidatos de los partidos, periodistas, y
opinión pública a través de los sondeos. Y es persuasiva porque sus temas, mensajes
e imágenes tratan de convencer a los electores de la idoneidad de un candidato en
referencia a un puesto en disputa y a la vez, distinguirlo de sus competidores más
cercanos y señalar lo que los descalifica para ocupar el cargo o desempeñarlo.
El candidato es su propio canal para comunicar su mensaje en las campañas simples.
En las complejas, dada la dispersión y la cantidad de los votantes, se requieren
utilizar otros canales. Con la revolución de las comunicaciones, desde el ferrocarril
hasta la Internet y la telefonía celular, los canales para comunicar el mensaje se han
multiplicado y han cambiado el estilo de las campañas. Hoy las campañas son
omnipresentes. Nadie escapa a los mensajes de los candidatos en las sociedades
desarrolladas.
La palabra campaña se deriva del término militar francés campagne, campo abierto,
utilizado primero para denotar la cantidad de tiempo que un ejército podía mantenerse en el
campo y más tarde, para designar una serie conectada de operaciones militares que integran
una fase de una guerra. El término puede derivarse del italiano campagna, campo, del latín
campania, como se nombraba al campo que circundaba Nápoles cerca de 1656. Luego pasó
a Inglaterra con otro significado: la sesión de un cuerpo legislativo. Después, su significado
se generalizó para nombrar una serie de operaciones diseñadas para lograr un resultado. De
ahí, se extendió al esfuerzo de hacer que alguien sea electo en un puesto público,
particularmente a la fase de proselitismo abierto y activo. Expresa la idea de que las
elecciones son una forma de combate que exige vencer a los contrarios, ya que sólo hay un
ganador y una sola oportunidad para ganar.
Las campañas, como una forma de comunicación política, son afectadas por factores
económicos, como el nivel de desarrollo que determina la existencia o inexistencia
de diversos medios para comunicarse con los electores; por factores socioculturales,
como el analfabetismo, la escolaridad y la pluralidad étnica; por factores políticos,
como el grado de libertad ciudadana, de independencia de la prensa y de acceso
abierto y equitativo a los medios de comunicación; y por factores históricos, como
las tradiciones, o un pasado colonial.
No obstante que las campañas son esencialmente un fenómeno de comunicación,
son también un esfuerzo de organización y movilización del electorado para que
acuda a las urnas que puede involucrar a millones de personas.
Además, no todos los problemas de una campaña se refieren a la comunicación. Por
ejemplo, pueden existir candidatos con capacidades limitadas o con propuestas
pobres sin ningún atractivo para el electorado; o partidos cuya imagen perjudica a
sus propios candidatos; o escasez de recursos, o falta de oportunidad en el
financiamiento. Todos estos problemas pueden dar al traste con la mejor campaña.
Para resolverlos, la comunicación no es el remedio principal y pueden solucionarse
independientemente o en conjunción con ella, pero no son problemas de
comunicación.
Los candidatos compiten por los mejores tiempos y tarifas bajas para su
propaganda (medios pagados), lo mismo que por la cobertura noticiosa de
sus actos (medios gratuitos), mediante la información y las relaciones pública
de la campaña. Se trata de lograr el mayor impacto favorable entre los
electores considerados blanco6. Entre más numeroso sea el electorado en una
elección, más difícil será recurrir sólo a la comunicación interpersonal del
candidato y más se dependerá de la comunicación masiva, especialmente si se
trata de candidatos improvisados o desconocidos. Entre mayor sea la
concentración de la propiedad de los medios más se concentra su influencia
en unas cuantas personas o corporaciones y mayores desigualdades de
acceso para partidos y candidatos podrán existir durante las elecciones.
k. Unicidad. En esencia, todas las campañas son iguales, pero también revisten
rasgos distintivos importantes y se desarrollan bajo condiciones particulares;
por eso no hay reglas, teorías o tecnologías que puedan ser aplicadas
uniformemente a toda campaña; en cada caso es necesario utilizar
combinaciones diferentes de las mismas conforme a sus objetivos, división
electoral, tipo y nivel de la elección, otras elecciones concurrentes, partidos y
candidatos competidores, medios de comunicación disponibles, situación y
momento de la elección.
4. Tipos de campañas
En general, las campañas varían conforme a la dimensión del electorado
involucrado, la cual determina la magnitud del esfuerzo a realizar y por lo tanto, los
recursos a emplear y la amplitud de la organización requerida para la campaña.
Asimismo, difieren según el puesto en disputa: ejecutivo o legislativo. Los puestos
ejecutivos atraen más la atención de la gente por las promesas de los candidatos y
los beneficios directos que puede obtener si honran su palabra; a su vez, los
mensajes de campaña se pueden referir a acciones concretas y por lo tanto, pueden
ser más entendibles por la gente común. En el caso del puesto legislativo, los
candidatos sólo pueden ofrecer sus votos parlamentarios en determinado sentido sin
garantizar que se conviertan en ley, o bien prometer gestiones ante los gobiernos sin
poder asegurar que tendrán éxito; por eso, al electorado le resultan estas campañas
menos atractivas y con frecuencia la tarea legislativa es poco entendida y valorada.
También las campañas pueden ser locales y federales. Ambas se diferencian por la
legislación que las reglamenta; por que, en general, las locales manejan menos
dinero, pero pueden enfocarse mejor en las cuestiones más sentidas por la gente,
utilizar más tácticas de contacto personal con el votante y basarse más en el trabajo
de voluntarios. Dada la dimensión del electorado, las elecciones locales se pueden
ganar o perder por sólo unos cuantos votos. Señala Gray: “cuando hablamos de una
elección local nos referimos a una campaña en donde usted, como persona, pide el
voto y la gente se lo da porque lo conoce a usted y lo que usted representa.
Estamos hablando de democracia en su más pura forma”.
Cuando las elecciones locales y federales son concurrentes, los candidatos locales
tienen que mantener su campaña acorde con la nacional de su partido y al mismo
tiempo, hacer que no pierda su carácter local; también, deben aprovechar la
popularidad de los candidatos federales de su partido y deslindarse de los
impopulares; y asimismo, mostrar creatividad para que su campaña no se pierda en
la inmensidad de la propaganda nacional.
Desde el punto de vista de su propósito las campañas electorales pueden ser
primarias, internas o precampañas, si tienen por objeto seleccionar al candidato que
un partido presentará en las elecciones; y generales o simplemente electorales,
cuando su propósito es conseguir votos para que alguno de los candidatos de los
distintos partidos políticos ocupe un cargo de elección popular.
La precampaña se desarrolla dentro del proceso de selección interna de candidatos,
por lo que sus características dependen de cómo se realice este proceso:
a. Si la elección de candidatos es abierta, esto es, pueden votar todos los
electores que lo deseen, sean o no miembros del partido, la precampaña
tiene que dirigirse a todo el electorado, lo cual la hace tan compleja, extensa
y costosa como una campaña general. Las precampañas abiertas tienen la
ventaja de que constituyen un avance hacia la victoria, en la medida que
comienzan la persuasión a favor de un partido y de un candidato desde antes
de que se inicie la campaña, sus desventajas son sus altos costos, el hecho de
que la decisión se comparte con personas ajenas a los afiliados y la
posibilidad de que el electorado considere cumplido su deber ciudadano sólo
con su voto en las primarias y se abstenga de votar en las elecciones
generales.
b. Que los contendientes se digan tales cosas entre sí por los medios de
comunicación masiva, que sea cual sea quien resulte triunfador, difícilmente
pueda controlarse y repararse el daño infringido por sus oponentes, de
modo que el triunfador llegue muy debilitado a la campaña general y por lo
tanto, con grandes probabilidades de derrota. Conviene tener presente que
toda campaña interna, refleja sus contenidos en toda la sociedad, sean o no
afiliados del partido que está en precampaña: cada gesto, cada palabra, cada
pieza publicitaria, va a ser evaluada por afiliados, por adversarios y por
independientes. Los ataques y contraataques que se lanzan los precandidatos
entre sí, frecuentemente dotan de municiones a la oposición.
c. Que los electores voten por un partido opuesto al que pertenecen. Esto es
posible cuando la primaria es abierta y no se requiere ser miembro del
partido, o cuando el elector cambia su registro partidista con anticipación
suficiente para poder votar en las primarias cerradas en las que sólo votan los
miembros. Esto se observa cuando el elector encuentra las primarias de otros
partidos más interesantes que las propias o cuando el votante desea apoyar
verdaderamente a un candidato de un partido distinto al que pertenece. Esta
práctica es antidemocrática cuando tiene el propósito de tratar que gane el
candidato más débil del partido opositor.
6. Objeto sobre el que se dispara un arma. En las campañas, los blancos son
grupos de electores hacia los que se apunta el esfuerzo de persuasión,
reforzamiento, disuasión o movilización hacia las urnas.
7. Véase la figura 1.
10. Algunos electores recurren sólo a algunas señas personales de los candidatos -
género, edad, profesión, presencia física, etcétera.- para valorarlos y
distinguirlos entre sí.
11. Es un esfuerzo por difundir los aspectos negativos de los opositores para
desalentar a sus posibles seguidores. Se trata de identificarlos y etiquetarlos
con algo que provoque el rechazo, el disgusto, la burla o el temor de los
electores.
14. Se refiere al apoyo adicional, sin ninguna evaluación racional, que recibe un
candidato por ser puntero en una elección. Así, un gran número de electores,
especialmente los “indecisos”, termina por dar su voto a un candidato, sin
otra base que la presunción de que obtendrá la victoria. La búsqueda del
bandwagon permea todos los actos de campaña: el gran despliegue para
anunciar una precandidatura; la protesta multitudinaria como candidato; el
registro tumultuoso de la candidatura; el inicio espectacular de la campaña;
los mítines multitudinarios; la apabullante propaganda visual y audiovisual;
las declaraciones periódicas de triunfo: la publicación de apoyos y encuestas
que aseguran la victoria; el cierre tumultuoso y el anuncio anticipado del
triunfo.
16. Por eso se atribuye a Goebbels la frase: "Mi mejor arma se llama Hitler".
18. Se estiman en miles los estímulos que diariamente recibe un adulto urbano en
las sociedades industriales.
19. Así como se requiere de dos buenos boxeadores para una buena pelea, en las
campañas es necesaria una condición similar.
22. En Estados Unidos se estima que una tercera parte del electorado decide su
voto en las tres semanas anteriores a la elección y que por lo menos un 10%
lo hace frente a la boleta electoral.