Sie sind auf Seite 1von 391

J.

Robert D. Putnam

Solo en la bolera
Colapso y resurgimiento
de la comunidad norteamericana

Traducción de José Luis Gil Aristu

Galaxia Gutenberg
Círculo de Lectores
,~ ., .,.

Para Ruth Swank Putnam,


yen recuerdo de Frank L. Putnam,
Louis Werner y Zeida Wolock Werner,
e;emplos de la larga generación dvica.

Primera edición
Barcelona, 2002
Parte I

Introducción
9

Capitulo 1

Reflexiones sobre el cambio social en Estados Unidos

Ya no queda nadie del club de bridge de Clenn Valley (Pensilvania)


que pueda contarnos con precisión cuándo o por qué se desintegró el
grupo, a pesar de que sus cuarenta y pico miembros seguían jugando
aún con regularidad en '990, tal como lo habían hecho durante más
de medio siglo. Sin embargo, en el club Sertoma de Litde Rack (Ar-
kansas) pervive aún un doloroso sentimiento: a mediados de la déca-
da de 1980 las personas que acudían semanalmente a un almuerzo
para planear actividades de ayuda a gente con problemas de audición
y lenguaje rondaban el medio centenar, pero diez años después sólo
siete seguían ""istiendo con asiduidad.
La sección local de Roanoke (Virginia) de la National Association
for the Advancement of Colored People (NAACP) había sido desde
1918 una fuerza activa en favor de los derechos civiles, pero durante
la década de r990 su afiliación fue decayendo de alrededor de dos mil
quinientos miembros a unos pocos cientos. En noviembre de 1998
unas elecciones presidenciales muy reñidas sólo consiguieron atraer a
la votación a cincuénta y siete afiliados. Carroll Swain, concejal ne-
gro de la ciudad, observaba compungido: «Hoy en día hay gente que
se siente bastante satisfecha, hasta que algo salta y les muerde». La
sección 2378 de la Veterans of Foreing Wars (VFW) de Berwyn (lIIi-
nois), un suburbio obrero de Chicago, era desde hace tiempo «un ho-
gar fuera del hogar» para los veteranos locales y una especie de club
de campo de la clase trabajadora del barrio donde se celebraban bo-
das y reuniones de antiguos estudiantes. En '999, sin embargo, la afi-
liación había disminuido tanto que suponía un gran problema pa-
gar los impuestos del edificio social de ladrillo holandés. A pesar de
que en la zona vivían numerosos veteranos de Vietnam y militares
de años posteriores a aquella guerra, Tom Kissell, director de afilia-
ción de la VFW, comentaba: «Hoy los chicos no tienden precisamen-
te a afiliarse».'
_ ...... _ ~~..4- "'-....o.-~ ... ~~ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

JO fnfrnduccllín Reflexiones snhrc el camhio social en f~stad()s Umdos 11

r.C: Charity 1,C'agtle de Dalh:. ~C' habíl íc,_'nido to(b,~ 1,'" '::rnc~ P(!;- De hecho, en b cL- :ad¡~ r{ . 960 los grnpos comiJnitario<, de tod(.'
',:,::1:1na dUí ,'IH~' (inClkL:-"'t y Si. ~ ;1Íh.::-; r-:di cm,,_ t']b , hav.r vi-
'J Estados Unidus parecían hdLcHse en el umbral de una nUt:\ J era de
SItas, pero el 30 de abril de 1999 celebró su última reunión, la media expansión participativa. Si eXGeptuamos la sequía cívica motivada
de edad del grupo había aumentado hasta alcanzar los ochenta años, por la Gran Depresión, su actividad se había ido disparando año tras
la última de sus miembros se había afiliado dos años antes, y la presi- año, cultivada por unos hortelanos cívicos constantes e irrigada por
denta Pat Dílbeck decía lamentándose: «Tengo la sensación de que una prosperidad y una educación crecientes. Cada informe anual re-
esto es un barco que se hunde». Justamente tres días después y a dos gistraba loina afiliación en aumento. Las iglesias y las sinagogas esta-
mil kilómetros al nordeste, las antiguas alumnas de Vassar, en Wa- ban abarrotadas, pues el número de norteamericanos que se reunían
shington D.C., pusieron fin a su quincuagésima quinta (y última) ven- para el culto era mayor que sólo unas décadas antes, superior quizá a
ta anual de libros. A pesar de que en la fiesta de 1999 se proponían lo que nunca lo había sido en la historia de Estados Unidos.
vender más de cien mil libros para contribuir a las becas universita- Por otra parte, los norteamericanos parecían disponer de tiempo a
rias, la copresidenta Alix Myerson explicaba refiriéndose a las volun- manos llenas. Un estudio realizado en 1958 bajo los auspicios del re-
tarias encargadas de los actos: «Han cumplido ya sesenta, setenta y cién inaugurado Center for the Study of Leisure de la Universidad de
ochenta años. Se mueren, y no hay manera de sustituirlas». Entretan- Chicago mostraba su inquietud diciendo que ,da amenaza más peli-
to, en otoño de T999, con motivo del inicio del curso en el instituto de grosa que pende sobre la sociedad americana es el ocio), afirmación
enseñanza media Tewksbury Memorial (TMHS), próximo a Boston, sorprendente en la década en que los soviéticos consiguieron la bom-
al norte de la ciudad, cuarenta flamantes uniformes de color azul re- ba atómica.' La revista Life se hacía eco de la advertencia sobre el
cién comprados para la banda se quedaron en el ropero, pues sólo nuevo reto del tiempo libre: «Los americanos se enfrentan actual-
cuatro estudiantes se apuntaron para tocar. Roger Whittlesey, direc- mente a una sobreabundancia de ocio», decía un titular en febrero de
tor de la banda del TMHS, recordaba que veinte años antes ésta con- 19 6 4. «La tarea que tienen por delante es cómo tomarse la vida con
taba con más de ochenta miembros, pero la participación había ido calma.»
menguando a partir de entonces.J. Todos estos grupos comunitarios y
decenas de miles como ellos a lo largo y ancho de Estados Unidos ha- Es un hecho que la humanidad posee ahora por vez primera los instrumentos
bían comenzado a esfumarse de alguna manera durante las últimas yel conocimiento para crear el tipo de mundo que desee [... ] A pesar de nues-
décadas del siglo xx. tra ética protestante, hay muchos signos de que el mensaje está comenzando
El problema no era tanto que los abandonaran sus antiguos miem- a calar en algunas personas [... J Los americanos no acuden sólo en masa a los
bros -al menos no lo hacían con mayor rapidez de la que siempre ha- campeonatos de bolos ya los clubes de jardinería, sino que satisfacen sus im-
bían supuesto la edad y los azares de la vida-, cuanto que las ~¡;ani- 1'- pulsos gregarios en incontables comités de barrio destinados a mejorar las
zaClon~s cOIT1u_~'lltaflas no s~. ~evlt;~)I~.~Qa.!1~_de forma continua, como vías locales y la recogida de basuras, y a instar a sus funcionarios públicos a
lo habían hechoe¡;~ef p;;sa~do,c;'~ fa aflue~ci~d;~~~~iembros. hacer lo que su nombre implica. 5
Los dirigentes organizativos estaban perplejos. Habían supuesto du-
rante años-que el problema debía de tener raíces locales o, al menos, La generación de la Segunda Guerra Mundial, con su mentalidad cí-
que era algo peculiar de su organización, por lo que encargaron doce- vica, recogió, según declaraba uno de los suyos, John F. Kennedy, en
nas de estudios para recomendar la aplicación de reformas.' Aquel su discurso de acceso a la presidencia, la antorcha del liderazgo no
retroceso resultaba desconcertante, pues, hasta donde se podía recor- sólo en el cargo más alto de la nación, sino en las ciudades y pueblos
dar, las listas de miembros y los programas de actividades habían ido de todo el país. Resumiendo docenas de estudios, el politólogo Ro-
creciendo sin interrupción. bert E. Lane escribía en I959: «La proporción de activistas políticos
12 lntroducoán Reflexiones sobre el cambio social en Lstados Unidos l J

entre la población total, e incluso el índice de activistas varones sobre por mil nacimientos -cuarenta y cuatro por mil en el caso de los niños
la población mascuiil1a, ha aumenrado en general durante los últimos negros-, un índice casi cuatro veces peor que al concluir el siglo. En la
cincuenta años». Al concluir la década de 1960 los sociólogos Daniel revista Life, los Estados Unidos eran blancos, heterosexuales, cristia-
Bell y Virginia Held informaban: «En América hay más participación nos, confortables y (al menos en el foro público) masculinos.' Los re-
que nunca [... ] y las personas activamente interesadas tienen mayores formadores sociales tenían un trabajo a su medida. Sin embargo, la
posibilidades de expresar sus preocupaciones individuales y políti- participación en los asuntos de la comunidad y el sentimiento de
cas». fi Hasta el acto político más sencillo, el de votar, era cada vez más identidad y de reciprocidad compartida no habían sido nunca tan
común. De 1920, año en que se concedió el sufragio femenino, hasta grandes en los Estados Unidos modernos, por lo que las perspectivas
1960 la participación en los comicios presidenciales había aumentado de una movilización de base amplia para hacer frente a nuestros fa-
a un ritmo del 1,6 % cada cuatro años, de modo que en una sencilla llos nacionales parecían brillantes.
proyección lineal parecía razonable esperar, como observaba un des- Entre la generación joven había también signos favorables de una
tacado politólogo, que en 1976, en el segundo centenario del naci- pujante vitalidad cívica en un momento en que los hijos de la explo-
miento de la nación, se acercara al 70 %, con tendencia a aumentarJ sión demográfica (los baby boomers) accedían a la universidad. Do-
En 1965 la falta de respeto por la vida pública, tan endémica en cenas de estudios confirmaban que la educación era, con mucho, el
nuestra historia, parecía desvanecerse. Los encargados de sondeos de mejor predictor de partlClPaclOi1eñla vida cívica, y las univerSIdades
la organización Gallup descubrieron que el número de norteamerica- sehaIfabanensu maXlma expanslOn a lo largo de la historia nortea-
nos a quienes les gustaría ver a sus hijos «entrar en política como mericana. La educación parecía ser la clave para una tolerancia y un
profesión» había llegado casi a doblarse en poco más de una década. compromiso social mayores. Avergonzadas e inspiradas al mismo
Aunque este ¡fluicador del aprecio por la política se situaba tan sólo tiempo por la viveza de la lucha en favor de los derechos civiles inicia-
en un 36 %, nunca había alcanzado una puntuación tan alta, ni lo ha da por los jóvenes afroamericanos en el sur, las universidades del nor-
hecho desde entonces. Aún resulta más llamativo que los norteameri- te comenzaron a despertar del silencio de la década de 1950. Al des-
canos sintieran una confianza creciente en sus vecinos. La propor- cribir cómo se inició esta nueva generación en las luchas por los
ción de quienes estaban de acuerdo, por ejemplo, en que «se puede derechos civiles de la década de 1960, Doug McAdam hace hincapié
confiar en la mayoría de la gente» aumentó de la ya elevada cifra del en su sentimiento de seguridad:
66 % durante y después de la Segunda Guerra Mundial a casi el 77 %
en 1964.' Éramos una gente del «podemos hacerlo», que llevaba a cabo cualquier cosa
Difícilmente se pueden considerar una «edad de oro» las décadas que se propusiera realizar. Habíamos acabado con la Depresión, habíamos
de los cincuenta y los sesenta, sobre todo para 105 norteamericanos cambiado el rumbo de la Segunda Guerra Mundial y reconstruido Europa
marginados por su raza, su sexo, su clase social o su tendencia sexual. tras el conflicto [... ] El verano de la liberación fue una empresa audaz acorde
La segregación por motivos de raza, desde el punto de vista legal, y de con el desmesurado sentimiento de importancia y poderío compartido por
sexo, desde el social, era normal, y la intolerancia, aunque estuviera los miembros privilegiados de la generación americana de la posguerra. 10
en decadencia, seguía siendo todavía un factor de gran perturbación.
La degradación medioambiental acababa de ser denunciada por Ra- La explosión demográfica hizo que la población de Estados Unidos
chel Carson, y Betty Friedan no había deconstruido aún la mística fe- fuera insólitamente joven, mientras que el compromiso CÍvico no sue-
menina. Los medios de comunicación nacionales no habían descu- le florecer hasta una edad mediana. A corto plazo, pues, la juventud
bierto todavía la chirriante pobreza rural. La mortalidad infantil, una de nuestra demografía tendía en realidad a amortiguar la efervescen-
medida estándar de salud pública, se situaba en 1960 en veintiséis cia de la sociedad civil. Pero esa misma protuberancia en la base de la
Introducción RefleXIOnes sobre el camhi() sncial en Estados Unidos r5

pirámide demográfica nacional era muy prometedora para el futuro En cuanto a la expresión misma de ((capital sociaL), parece haber
de las organizaciones comunitarias, pues podían esperar unas listas sido inventada de forma independiente al menos en seis ocasiones a
crecientes de miembros en la década de 1980, cuando los hijos de la lo largo del siglo xx, siempre para llamar la atención sobre la manera
explosión demográfica (el baby boom) alcanzaran el apogeo de la edad en que los lazos sociales hacen más productivas nuestras vidas. La
de afiliación en el ciclo de vida. Entretanto, el murmullo de las con- primera utilización conocida del concepto no se debe a algún teórico
versaciones en las que se hablaba de «democracia participativa)) y enclaustrado, sino a un reformador práctico de la era progresista:
«todo el poder para el pueblo») parecía augurar una participación L.J. Hanifan, inspector estatal de las escuelas rurales de Virginia Oc-
cada vez más amplia en los asuntos de la comunidad. Uno de los ob- cidental. En un artículo escrito en 1916 para hacer hincapié en la im-
servadores sociales más agudos de Estados Unidos profetizaba en portancia de la participación comunitaria para el éxito de las escue-
I968: "La idea de democracia participativa ha sido siempre el estilo las, Hanifan apelaba a la idea del capital social para explicar por qué
político (cuando no el lema) de la clase media y alta norteamericana. era así. Según Hanifan, el capital social se refería a:
y ese estilo se extenderá más a medida que aumente el número de
personas que entren a formar parte de esas c1ases»).1I El futuro de la ... esos elementos tangibles [que] cuentan sumamente en la vida diaria de las
vida CÍvica no había sido nunca tan brillante en toda nuestra historia. personas, a saber, la buena voluntad, la camaradería, la comprensión y el tra-
to social entre individuos y familias, características constitutivas de la unid<ld
El tema del presente libro es lo que ocurrió luego con la vida cívica y social [... ] Abandonado a sí mismo, el individuo es socialmente un ser inde-
social de las comunidades norteamericanas. En años recientes algu- fenso [... ] Pero si entra en contacto con sus vecinos, y éstos con nuevos veci-
nos especialistas en ciencias sociales han expresado su preocupación nos, se producirá una acumulación de capital social que podrá satisfacer de
por el cambio producido en el carácter de la sociedad de Estados Uni- inmediato sus necesidades sociales y generar unas posibilidades sociales sufi-
dos respecto al concepto de «capital social». Por analogía con las no- cientes para mejorar de forma sustancial las condiciones de vida de toda la
ciones de capital físico y capital humano -instrumentos y formación comunidad. La comunidad en conjunto se beneficiará de la cooperación de
que mejoran la productividad individual-, la idea central de la teoría y todas sus partes, mientras que el individuo encontrará al asociarse las venta-
fleleapital sociales que las redes sociales p;;soen un varor. De la mis- jas de la ayuda, la comprensión y la camaradería de sus vecinos. 1Z

ma mané-;:;¡ q~~ el -,festomilTadoficapÍt-"ffuic:o) o unaTormación uni-


versitaria (capital humano) pueden aumentar la productividad (tanto La descripción que hizo Hanifan del capital social contenía por ade-
individual como colectiva), así también los contactos sociales afectan lantado casi todos los componentes esenciales presentes en interpre-
a la productividad de individuos y grupos. taciones posteriores, pero al parecer su invento conceptual no llamó
Mientras el capital físico se refiere a objetos físicos, y el humano a la atención de otros comentaristas sociales y desapareció sin dejar
propiedades de las personas, el capital social guarda relación con los rastro. Sin embargo, como ocurre con un tesoro hundido expuesto
vínculos entre individuos -las redes sociales y las normas de recipro- una y otra vez por la retirada de arenas y mareas, esa misma idea fue
cidad y confianza derivadas de ellas. En este sentido, el capital social descubierta de nuevo independientemente en la década de 1950 por
está estrechamente relacionado con lo que algunos han llamado «vir- sociólogos canadienses para caracterizar la afiliación a ciertos clubes
tud cívica». La diferencia reside en que el capital social atiende al he- f de algunos nuevos habitantes de barrios residenciales suburbanos; en
cho de que la virtud cívica posee su mayor fuerza cuando está enmar- la de I960, por la urbanista Jane Jacobs para elogiar la vida vecinal
cada en una red densa de relaciones sociales recíprocas. Una sociedad en las metrópolis modernas; en la de I970, por el economista Glenn
compuesta por muchos individuos virtuosos pero aislados no es nece- Loury para analizar el legado social de la esclavitud; y en la de 1980,
sariamente rica en capital social. por el teórico social francés Pierre Bourdieu y el economista alemán
16 lntnJducción Reflexiones sobre el cambio social en Estados l/nidos 17
~~~-~~

Ekkehart Schlicht para subrayar los recursos sociales y económicos El capital social puede ser, por tanto, un «bie~ privado,: y un ,<:bien
encarnados en las redes sociales. El sociólogo James S. Caleman in- público» al mismo tiempo. Algunas de las ventaJas de una mverSlOn en
trodujo la expresión de manera firme y definitiva en los planteamien- capital social van a parar a manos de los circunstantes, mlen,tras q,ue
tos mtelectuales de la década de r980, empleándola (según lo había otras redundan en beneficio inmediato de la persona que realIza la In-
hecho Hanifan en un primer momento) para poner de relieve el con- versión. Por ejemplo, algunos clubes de servicios, como los Rotarios o
texto social de la educación,ll los Lions, movilizan energías locales para la creación de becas o para
Tal como indica este cúmulo de acuñaciones terminológicas inde- luchar contra la enfermedad, al tiempo que proporcionan a sus mIem-
pendientes, el capital social tiene una faceta individual y otra colectiva, 1 bros amistades y relaciones comerciales personalmente rentables,
un rostro privado y un rostro público. En primer lugar, los individuos Los vínculos sociales son también importantes por las normas d,e
forman :ínculos que bene~ician sus propios intereses. Una estratage-
ma ommpresente entre qUIenes buscan rápidamente un trabajo es la
de «formar redes», pues la mayoría encontramos nuestros empleos
no por nuestros conocimientos, sino por nuestros conocidos -es de-
cir, por nuestro capital social, y no por nuestro capital humano. Ro-
l
conducta que sustentan. Las redes implican (casi por definición) oJ2l!.:
zaciones mutuas; no son interesantes como meros «co~~actos». La,s
redes de compromiso comunitario fomentan normas soltdas de r,eCl-
procidad: yo hago ahora esto por ti, con la esperanza de que tu (o
quizá algún otro) me devuelvas el favor. «El capital social se parec: a
nald Burt, sociólogo de la economía, ha demostrado que los ejecuti- lo que Tom Wolfe llamó en su novela La hoguera de las vantdades el
lfi
vos. con ag:odas repletas progresan en sus carreras con mayor banco de favores"», observa el economista Robert Frank. Sin em-
rapIdez. Segun ha observado Claude S. Fischer, sociólogo de la amis- bargo, quien nos ofreció la definición más sucinta de recip:?cidad n~
tad, das redes sociales son importantes en la vida de todos; a menudo fue ni un novelista ni un economista, sino el jugador de belsbol Yogl
lo son para encontrar empleo, y más aún para hallar ayuda camara- Berra: «Si no asistes al funeral de otro, él no irá al tuyO».
dería o un hombro sobre el que IIorar».14 ' A veces como ocurre en esos casos, la reciprocidad es específica: yo
Si el capital social estuviera compuesto exclusivamente de influen- hago esto' por ti, si tú haces eso por mÍ. Sin embargo, todavía es má,s
cIa y camaradería individual, sería de esperar que los individuos pre- valiosa una norma de reciprocidad genera/izada: yo hago esto por tl,
vlsor~s e Interesados invirtieran la cantidad COrrecta de tiempo y sin esperar de ti nada concreto, aguardando confiado a que algún
energla para crearlo o adquirirlo. Sin embargo, el capital social puede otro haga algo por mí más adelante. La regla de oro conSISte en una
tener también «externalidades» que afectan a la comunidad en senti- formulación de reciprocidad generalizada. Es Igualmente Instructlvo
do más amplio, de modo que los costes y beneficios de los vínculos el lema de una camiseta utilizada por el Departamento de Bomberos
sociales no tiene como único destinatario la persona que establece el Voluntarios de Golden Beach (Oregón) para hacer publicidad de su
contacto. rs Según veremos más adelante, un individuo con buenas campaña de recaudación de fondos: "Venid a nuestro almuerzo y nOS-
c,onexiones en una sociedad escasamente conectada no es tan produc- otros iremos a vuestro incendio». Los bomberos parecen estar dlCien-
tlvo como otro con buenas conexiones en una sociedad bien conecta- do: «Actuamos según una norma de reciprocidad específica», pero el
da. Y hasta los individuos escasamente vinculados pueden obtener público sonríe, pues reconoce la norma subyacente de reciprocidad
algunos beneficios excedentarios por el hecho de vivir en una comuni- generalizada -los bomberos acudirán aunque usted no lo haga. Blan-
dad con buenos vínculos. Si el índice de delincuencia desciende en mi che DuBois, el personaje de Un tranvía llamado deseo, confiaba tam-
barri~ porque los vecinos vigilan las casas de los demás, yo me bene- bién en la reciprocidad generalizada cuando dependió de la bondad
fIcIare aun cuando personalmente pase la mayor parte de mi tiempo de unos extraños.
en la carretera y no haga siquiera un gesto de saludo a otro residente Una sociedad caracterizad~ por la reciprocidad generalizada es
de mi calle. más eficiente que otra desconfiada, por la misma razón por la que la

-------------~n·
18 Introducción Reflexiones sobre el cambio social en Estados Unidos 19

eficiencia del dinero es mayor que la del trueque. Si no tenemos que la red, pero los efectos externos del capital social no son siell~pre, ni
compensar cada intercamhio al instante) podremos realizar muchas mucho menos, beneficiosos. Lo que permitió, por ejemplo, a Tlmothy
más cosas. La fiabilidad es el lubricante de la vida social. La interac- McVeigh volar con una bomba el edificio federal Alfred P.. Murrah de
ción frecuente entre distintas personas tiende a generar una norma de la ciudad de Oklahoma fue el capital social. La red de amIgos de Mc-
reciprocidad generalizada. El compromiso cívico y el capital social Veigh, unidos por una norma de reciprocidad, le permitió llevar a
suponen obligación mutua y responsabilidad para actuar. Según re- cabo lo que no podría haber hecho solo. De manera sImilar; las ban~
conocieron L.]. Hanifan y sus sucesores, las redes sociales y las nor- das urbanas, los movimientos NIMB y (not In my backyard, no en mI
mas de reciprocidad pueden facilitar la cooperación en beneficio mu- patio trasero') y las élites de poder explotan a menud~ el capItal so-
tuO. Cuando los tratos económicos y políticos se realizan dentro de cial para conseguir fines que, desde una perspectIva mas ampJ¡~, ~on
unas redes tupidas de interacción social, el oportunismo y la corrup- antisociales. En realidad, a esa clase de grupos les resulta retonca-
ción ven reducidos sus incentivos. Ésa es la razón de que el comercio mente útil desdibujar las diferencias entre los efectos favorables y
de diamantes, con sus enormes posibilidades de fraude, se concentre desfavorables de las organizaciones comunitarias para la socIedad.
en enclaves étnicos muy trabados. Los lazos sociales densos facilitan Cuando los ciudadanos de Florida se opusieron a los planes de que el
la comunicación verbal y otros medios valiosos para el cultivo de la Ku Klux Klan «patrocinara una carretera», Jeff Coleman, gran mago
reputación -fundamento esencial de la confianza en una sOCIedad de los Royal Knights del KKK, protestó diciendo: «En realIdad, so-
compleja. - mOS lo mismo que los Lions o los Elks. Queremos partiCIpar en las ac-
EI~c~pital físic? no es una sola «cosa», y las distintas formas de capi- tividades comunitarias),J8 .
tal fIslco no Son Intercambiables. Una batidora de huevos y un portaa- En pocas palabras, el capital social puede dirigirse, como cualqUier
VIOnes aparecen como capital físico en nuestra contabilidad nacional otra forma de capital, hacia objetivos malintenclOn~dos y~ntlsocla­
pero la batidora no es muy útil para la defensa de la nación, mientra; les,I9 (Para conseguir sus propósitos, McVelgh cont~ tamblen con.un
que el portaaviones no nos ayudaría demasiado en la preparación de capital físico, como la camioneta carga~a d~,exploslvos, y un ~apltal
una tortilla para el desayuno. De manera similar, el capital social-es humano, como la experiencia en la fabncaclOn de bombas.) ASI pues,
decir, las redes sociales y normas de reciprocidad concomitantes- es importante que nos preguntemos cómo se pueden maxImizar. ~os
aparecen en formas y tamaños muy diferentes para muchos usos dis- efectos beneficiosos del capital social -apoyo mutuo, cooperaclOn,
ti,ntos, ~uestra familia extensa representa una forma de capital so- confianza institucional, eficacia-, y minimizar los perjudiciales -sec~
CIal, ~I Igual que la catequesis dominical, los asiduos de una partida tarismo etnocentrismo, corrupción, Para ello los estudiosos han co~
de poquer o el tren que nos lleva y trae cada día del trabajo, nuestros menzad~ a distinguir muchas formas diferentes de capital social.
compañeros de habitación en la residencia universitaria, las organiza- Algunas suponen la existencia de redes repetidas, in:enslvas y n~uy
cion~s, cívicas a las que pertenecemos, el chat de internet en el que ramificadas -como el grupo de metalúrgicos que se reunen cada vler~
particIpamos y la red de conocimientos profesionales anotada en nes para tomar un trago después de trabajar y se ven en la misa del
nuestra agenda. domingo-, mientras que otras son episódicas, d~ .una sola rama y
A vec~s el capital social -como su prima conceptual, la ((comuni- anónimas, como el caSO del rostro vagamente fam1ltar que vemo~ va-
dad»- tIene resonancias cálidas y confortables. Sin embargo, el soció- rias veces al mes en la cola de la caja del supermercado. Algunos tIpOS
logo urbano Xavier de Souza Briggs nos advierte oportunamente de capital social, como la Parent-Teacher Association: poseen una or-
contra una interpretación empalagosa del capital social con resonan- ganización formal, con papeles de afiliación, re~nIones regulares,
cias de comunidad de base." Las redes y las normas de reciprocidad unos estatutos escritos y vínculos con una federaclOn nacional, ~l~n~
asociadas a ellas son en general buenas para quienes están dentro de tras que otros, como un partido de baloncesto ocasional, son mas Jn-
--
20 Introducción Reflexi()nes sohrc el camhio social Cl! t:stados Untdos

formales. Ciertas formas de capital social, como el equipo de una am- ford (Massachusetts), Thomas Greene expresó elocuentemente esta
bulancia de voluntarios, persiguen objetivos explícitamente dirigidos concepción fundaniental:
a la atención pública; otros, como un club de bridge, existen para el
disfrute pnvado de sus miembros; y otros más, como el club de Rota- Venimos de todas las capas, categorías y clases sociales ¡... J para enseñar y
rjos mencionado anteriormente, sirven a fines tanto públicos como aprender. Al entremezclarnos en estos propósitos, aprenderemos a conocer-
privados.
nos unos a otros más Íntimamente; eliminaremos muchos de los prejuicios
De todos los aspectos que presenta la variedad del capital social, el alimentados por la ignorancia y un conocimiento mutuo parcial 1... ¡ En los
más importante es, quizá, la distinción entre el capital social que tien- partidos y sectas en que nos dividimos aprendemos a veces a amar a nuestro
de puentes (o inclusivo) y el vinculante (o exclusivo). W Ciertas formas hermano a expensas de quien no consideramos como hermano en tantos as-
de capital social son, por elección o por necesidad, introyectadas, y pectos [ ... ] Ojalá regresemos [delliceoJ a nuestras casas y hogares con senti-
tienden a reforzar las identidades excluyentes y los grupos homogé- mientos más amistosos hacia los demás por haber aprendido a conocernos
neos. Entre los casos de capital social vinculante se hallan las organi- mejor unos a otros.2.l
zaciones fraternales étnicas, los grupos de lectura femeninos parro-
quiales y los clubes de campo de la gente elegante. Otras redes miran El capital social vinculante constituye una especie de superadhesivo
hacia fuera y acogen a personas de diferentes capas sociales. Casos de sociológico, mientras que el que tiende puentes nos proporciona un
capital social que tienden puentes Son el movimiento por los derechos superlubricante. Al crear una fuerte lealtad dentro del grupo, el capi-
civiles, muchos grupos juveniles de servicio y las organizaciones reli- tal social vinculante puede generar también un fuerte antagonismo
giosas ecuménicas. hacia el exterior del mismo, según sabían Thomas Green y sus veci-
El capital social vinculante es bueno para consolidar la reciprocidad nos de New Bedford; por tanto, es de esperar que con esta forma de
específica y activar la solidaridad. Las redes densas en enclaves étni- capital social sean más comunes los efectos externos desfavorables.
cos, por ejemplo, proporcionan capital social y apoyo psicológico a No obstante, ambos tipos de capital-el que tiende puentes y el vincu-
miernhros de la comunidad menos afortunados al facilitar a empresa- lante- pueden tener en muchas circunstancias fuertes efectos socia les
rios locales financiación inicial, mercados y mano de obra de confian- beneficiosos.
za, Las redes que tienden puentes son, en cambio, mejores para esta- Muchos grupos vinculan en algunos aspectos sociales y tienden
blecer enlaces Con activos externos y para difundir información. El puentes en otros, todo ello al mismo tiempo. La iglesia negra, por
sociólogo de la economía Mark Granovetter ha señalado que, en la ejemplo, une por encima de las divisiones de clase a personas de igual
búsqueda de empleo -o de aliados políticos-, los lazos .. débiles» que raza y religión. La asociación Knights of Columbus fue creada para
me vinculan con conocidos lejanos que se mueven en círculos diferen- salvar las distancias entre diferentes comunidades étnicas, al tiempo
tes del mío son en realidad más valiosos que los lazos «{uertes» que que establecía lazos entre divisiones religiosas y de género. Los chats
me vinculan con parientes y amigos íntimos, cuyo nicho sociológico es de internet pueden salvar distancias geográficas y de género, edad y
muy parecido al de uno mismo. El ca pital social vinculante es bueno religión, al tiempo que son sumamente homogéneos en cuanto a edu-
en expresión de Xavier de Souza Briggs, para «salir del paso», pero el cación e ideología. En resumen, la vinculación y la construcción de
capital social que tiende puentes es crucial para «salir adelante»,4! puentes no son categorías excluyentes en las que se pueden dividir
Por otra parte, el capital social que tiende puentes puede generar limpiamente las redes sociales, sino aspectos aproximativos que noS
identidades y reciprocidad más amplias, mientras que el capital vin- permiten comparar diferentes formas de capital social.
culante reafirma nuestro yo más estrecho. En 1829, Con motivo de la Sería obviamente valioso disponer de distintos indicadores de la
fundación de un liceo en el bullicioso puerto ballenero de New Bed- evolución de estas diversas formas de capital social a lo largo del tieno-
22 Intrr,duailÍl1 Reflexrnnes sobre el cambio social en Estados [lnulos

po. Sin embargo, como los investigadores del calentamiento global, por ejemplo, que la voz de alarma de Paul Revere sólo tuvo éxito gra-
tenemos que apañarnos con las pruebas imperfectas que podemos ha- cias a las redes de compromiso cívico de los pueblos del Middlesex.
llar, y no limitarnos a lamentar sus deficiencias. No existen descrip- Las ciudades sin una milicia local bien organizada no estuvieron pre-
ciones exhaustivas de las redes sociales en Estados Unidos, ni siquiera sentes en Lexington y Concord, por más patrióticos que fueran sus
para un momento determinado. No he encontrado mediciones fiables habitantes.'4 Sin embargo, el mito del individualismo inquebrantable
del capital social, completas o a escala nacional, que distingan neta- sigue pulsando una cuerda profunda y poderosa en el alma norteame-
meote entre el aspecto de «vinculación» y el de «tendido de puentes». ricana.
Esta distinción tendrá menos relevancia de lo que habría preferido en Los debates sobre el flujo y reflujo de la «comunidad" han sido en-
la descripción empírica de las recientes tendencias sociales dada en este démicos a lo largo de dos siglos, por lo menos. «Los relatos declinan-
libro. Por otra parte, a medida que avancemos no debemos perder de tes" -en la jerga posmoderna de las descripciones de decadencia y
vista esta distinción conceptual, reconociendo que el capital social caída- tienen una larga alcurnia en nuestras letras. Parecemos eterna-
vinculante y el que tiende puentes no son intercambiables. mente tentados de contrastar nuestra deslustrada actualidad con eda-
des de oro del pasado. Por lo visto, compartimos esta nostálgica pre-
Cuando hablamos de capital social no hacemos otra cosa, hasta cier- dilección con el resto de la humanidad. Según observa el sociólogo
to punto, que utilizar un nuevo lenguaje para un debate muy antiguo Barry Wellman:
en los CÍrculos intelectuales norteamericanos. La comunidad ha bata-
llado incesantemente contra el individualismo para lograr la preemi- Es probable que los entendidos se hayan interesado por los efectos del cambio
nencia en nuestro santoral político. La liberación de unos lazos co- social en las comunidades desde que los seres humanos se aventuraron a ale-
municarios fosilízados es un tema recurrente y respetado en nuestra jarse de sus cavernas [... ] En los dos [últimos] siglos se ha dado trabajo lucra-
cultura, desde la famosa huida de los peregrinos para escapar de las tivo a muchos destacados comentaristas sociales para que explicaran las di-
convenciones religiosas del siglo XVII hasta los cantos de alabanza lí- versas maneras en que los cambios sociales a gran escala asociados a IJ
ricos al individualismo compuestos en el siglo XIX por Emerson (<<In- revolución industrial pudieron haber afectado a la estructura y funcionamien-
dependencia))), Thoreau (<<Desobediencia civih)) y Whitman (<<Canto to de las comunidades f.•. 1 Esta ambivalencia frente a las consecuencias de los
a mí mismo,,), las loas de Sherwood Anderson en el siglo xx a la lucha cambios a gran escala se mantuvo hasta bien entrado el siglo xx. Los analistas
del ciudadano corriente contra el conformismo en Winesburg, Ohio han continuado preguntándose si las cosas se han ido en realidad a pique. 2j
y la última película de Clint Eastwood. El propio Alexis de Tocquevi-
lIe, santo patrón de los comunitaristas norteamericanos, reconocía la Al concluir el siglo xx los norteamericanos corrientes compartían ese
reivindicación extraordinariamente democrática del individualismo, sentimiento de malestar cívico. Nos sentíamos razonablemente con-
«un sentimiento tranquilo y ponderado que dispone a cada ciudada- tentos con nuestras perspectivas económicas, lo cual difícilmente po-
no a aislarse de la masa de sus prójimos y retirarse al círculo de la fa- día extrañar tras una expansión de una duración sin precedentes, pero
milia y los amigos; con esta pequeña sociedad formada a su gusto, el no estábamos igualmente convencidos de hallarnos moral o cultural-
ciudadano deja contento la sociedad más amplia para cuidar de sí mente en la vía correcta. El 53 % de los hijos de la explosión demo-
mismo)).l3 gráfica entrevistados en I987 pensaba que la generación de sus padres
Nuestros mitos nacionales exageran a menudo el papel de los hé- había sido mejor como «ciudadanos preocupados, comprometidos
roes individuales y rebajan la importancia del esfuerzo colectivo. El en ayudar a los demás en la comunidad", frente a un 2I % que consi-
apasionante relato de la noche inaugural de la Revolución norteame- deraban mejor su propia generación. Nada menos que el 77 % decía
ricana escrito por el historiador David Hackett Fischer nos recuerda, que la nación se hallaba en peores condiciones debido a una «menor
24
- - - - - - - - - - - - ---------
participación en actividades comunitarias». En 1992 tres cuartas par· nidades norteamericanas en las décadas de 1950 y 1960? Una mane-
tes de la población activa decían que la «desintegración de la comuni- ra de poner coto a la nostalgia es hacer un recuento de las cosas. Las
dad» y el «egoísmo» eran problemas «graves» o «sumamente gra- reuniones de clubes ¿están realmente menos concurridas que ayer, o
ves" en Estados Unidos. En 1996 sólo el 8 % de los norteamericanos sólo lo parece? ¿Conocemos a nuestros vecinos realmente menos que
decía que la «honradez y la integridad del americano medio» estaban nuestros padres, o es que nuestros recuerdos infantiles de las barba-
mejorando, frente a un 50 % que pensábamos que nos estábamos coas en el barrio se hallan envueltos en el brillo dorado de una me-
convirtiendo en personas menos dignas de confianza. Quienes decían moria ilusoria? ¿Son ahora menos comunes las partidas de póquer
que la gente se había vuelto más incivil en los últimos diez años supe- entre amigos, o se trata sencillamente de que somos demasiado ma-
raban en una proporción de 80 a 12 a quienes creían que se había yores para jugar al póquer? Es posible que los campeonatos de bolos
vuelto más civil. En varias encuestas realizadas en 1999 dos tercios de estén pasados de moda, pero ¿qué ocurre con el sóftbol y el fútbol?
los norteamericanos decían que la vida cívica de Estados Unidos se Las personas desconocidas ¿son ahora menos dignas de confianza?
había debilitado en los últimos años, que los valores sociales y mora- Los hijos de la explosión demográfica y los miembros de la genera-
les eran superiores cuando e!los llegaron a la edad adulta y que nues- ción X ¿están menos comprometidos en la vida de la comunidad? Al
tra sociedad estaba más centrada en el individuo que en la comuni- fin y al cabo, la generación a la que se aplicó en otros tiempos el des-
dad. Más del 80 % declaraba que se debía hacer mayor hincapié en lo deñoso calificativo de «silenciosa» fue la anterior. Quizá la genera-
comunitario, aunque ello plantease más exigencias a los individuos.,¡h ción joven de hoy no esté menos comprometida que la de sus prede-
La preocupación de los norteamericanos por el debilitamiento de los cesores, sino que lo está de manera distinta. En los capítulos siguientes
lazos comunitarios podría estar quizá fuera de lugar o ser exagerada, examinaremos estas cuestiones con los mejores datos de que dispo-
pero el adecuado respeto que merece la opinión de nuestros conciu- nemos.
dadanos nos lleva a pensar que deberíamos explorar la cuestión más
a fondo. El reto que supone estudiar los cambios de! clima social es análogo en
Debo recalcar que no soy de la opinión de que los lazos comunita-( ciertos aspectos al que afrontan los mete oró lagos que miden el calenta-
ríos se hayan ido debilitando constantemente en Estados Unidos a lo miento global: sabemos con qué tipo de datos del pasado desearíamos
largo de nu~stra. historia. Al ~ontrario; si la e,x~minamos. cuidadosa- contar en condiciones ideales, pero la flecha del tiempo significa que
mente, la hlstofla norteamencana es una cromca de altIbajos en el no podemos volver atrás para realizar esos estudios tan bien diseña-
compromiso cívico -una crónica de hundimiento y de renovación-, y dos. ASÍ, si nos disponemos a explorar en qué se parece o se diferencia
no sólo de caída. Tal como he sugerido ya en las páginas iniciales del nuestra sociedad de la de nuestros padres, deberemos realizar deduc-
libro, los lazos comunitarios se fueron reforzando en Estados Unidos ciones imperfectas a partir del conjunto de datos que podamos hallar.
hasta donde alcanza la memoria, y no al contrario; y según manten- La estrategia más eficaz de los paleometeorólogos que intentan eva-
dré en las páginas finales, estamos en condiciones de invertir el des- luar e! cambio climático consiste en triangular las diversas fuentes de
censo de las últimas décadas. pruebas. Si los recuentos de polen en el hielo polar, la profundidad
No obstante, mis argumentaciones se sitúan, al menos en aparien- de los anillos leñosos del sudoeste y los registros de temperatura del
cia, en la tradición declinante, por lo que es importante evitar la sim- Almirantazgo británico apuntan en la misma dirección, la deducción
ple nostalgia. Nuestros métodos han de ser transparentes, precisamen- del calentamiento global será más sólida que si la cuerda de las prue-
te porque el tema del presente libro podría prestarse a un imperceptible bas tuviera una sola hebra. Por razones muy similares, los periodistas
autoengaño. Ahora que entramos en el siglo XXI, ¿es tan distinta, a prudentes se atienen a la regla de la «doble fuente»: nunca se ha de in-
fin de cuentas, la vida comunitaria de la realidad vivida en las comu- formar de algo a menos que lo confirmen dos fuentes independientes.
Introducci6n Reflexiones sobre el cambio soczal en Estados Unidos 27

En este libro sigo la misma máxima. Casi todas las generalizaciones mapa de la participación de los norteamericanos en el foro más públi-
importantes se basan en más de un conjunto de pruebas independien- co: la política y los asuntos públicos. A continuación abordaremos
tes, y en los casos en que he descubierto resultados divergentes obte- las instituciones de nuestras comunidades: clubes y asociaciones co-
nidos de fuentes creíbles, advierto también de esa disparidad. Tengo munitarias, instituciones religiosas y organizaciones laborales, como
un caso que defender, pero, como cualquier funcionario de tribuna- los sindicatos y las sociedades profesionales. Luego exploraremos la
les, estoy también profesionalmente obligado a presentar todas las variedad casi infinita de los lazos informales que unen a los norte-
pruebas pertinentes que haya hallado, tanto las exculpatorias como americanos: partidas de cartas y campeonatos de bolos, cuadrillas de
las incriminatorias. Para no abarrotar el texto con una masa de prue- bar y juegos de balón, comidas campestres y fiestas. Seguidamente
bas redundantes, he colocado en las notas, como es habitual, las examinaremos los modelos cambiantes de confianza y altruismo en
pruebas confirmatorias procedentes de múltiples fuentes, de modo Estados Unidos: actividades filantrópicas, voluntariado, honradez y
que los lectores escépticos que piden que se les muestren puedan exa- reciprocidad. Y finalmente trataremo,s tres ejemplos que p_arecen con-l
minar esas notas además del texto.J.? tradecir la decadencia de la vmculaclOn: los grupos pequenos, los mo- ¡
En relación con las continuidades y el cambio en la vida social de viruientos sociales e internet.
Estados Unidos he buscado un abanico de pruebas lo más diverso po- En cada uno de esos terrenos hallaremos corrientes, contracorrien-
sible. Si la transformación que observo es tan amplia y profunda tes y remolinos, pero en todos ellos descubriremos también flujos co-
como creo, debería mostrarse en muchos lugares diferentes, por lo munes y profundos que han recorrido la sociedad norteamericana en
que he lanzado una red también amplia. El cambio social, al igual que el siglo xx. El tema dominante es simple: durante los dos primeros
el climático, es, por supuesto, inevitablemente irregular. La vida no se tercios del siglo xx una marea poderosa empujó a los norteamerica-
vive en una sola dimensión. No deberíamos esperar encontrarnos con nos a comprometerse cada vez más hondamente en la vida de sus co-
que todo cambia en la misma dirección y a igual velocidad, pero las munidades, pero desde hace unas pocas décadas esa marea se invirtió
propias anomalías tendrían que contener claves importantes de lo de manera callada e inadvertida, y fuimos arrastrados por una resaca
que está sucediendo. traicionera. Durante el último tercio del siglo hemos sido separados
La sociedad norteamericana, como el continente en que vivimos, es unos de otros y de nuestras comunidades sin que nos percatáramos en
masiva y polimorfa, y nuestro compromiso cívico se ha presentado un primer momento.
históricamente bajo muchos tamaños y formas. Unos pocos de nos- El resto del libro trata del efecto de estos reflujos sobre todos los as-
otros comparten aún con sus vecinos el trabajo de roturar la tierra, pectos de la sociedad norteamericana, sus causas y consecuencias, y
mientras que muchos más se ofrecen para conectar las aulas con in- lo que podemos hacer por invertirlos. La parte 11 explora una amplia
ternet. Algunos se presentan como candidatos al Congreso; otros se gama de posibles explicaciones: del exceso de trabajo a la expansión
afilian a grupos de autoayuda. Unos pasan el rato en la asociación lo- suburbana, del estado de bienestar a la revolución feminista, del ra-
cal de abogados, y otros en el bar local. Unos asisten a misa diaria- cismo a la televisión, del aumento de la movilidad al incremento de
mente, mientras que a otros les cuesta acordarse de enviar una postal divorcios. Algunos de estos factores no han tenido, finalmente, nin-
de vacaciones una vez al año. Las formas de nuestro capital social-la gún papel importante en el desgaste del capital social, pero lograre-
manera en que establecemos contacto con amigos, vecinos y descono- mos identificar tres o cuatro causas decisivas de nuestro problema.
cidos- son variadas. La parte JlI se pregunta: «¿Por qué?», mientras que la IV inquiere:
Nuestro repaso de las tendencias del capital social y el compromiso «Bien, ¿y qué?». El capital social ha tenido, según veremos, efectos
cívico es de gran amplitud y abarca diversos sectores de esta comple- contundentes e incluso cuantificables en muchos aspectos distintos de
ja sociedad. En los siguientes capítulos comenzaremos trazando el nuestras vidas. Lo que está en juego no son sólo unos sentimientos
• .. _> • _. ~ ~ --".~.~_~_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _lIII!o-'!.~

28 Introduccúín
- - - - - - - - -- - - - ------- - --

cálidos y confortables o un estremecimienro de orgullo comunita- Boschma es blanco y Lambert afroamericano. Lo peculiar de su rela-
rio. Vamos a analizar pruebas fehacientes de que nuestras escuelas y ción era que jugaban juntos a los bolos:/. N Los norteamericanos nece-
barrios no funcionan tan bien cuando se aflojan los lazos de la comu-\ sitamos volver a conectar unos con otros en pequeñas cosas como
nidad, y de que nuestra economía, nuestra democracia y hasta nues- ésa, y también en cuestiones más trascendentales. Éste es el sencillo
tra salud y nuestra felicidad dependen de la existencia de unas reser- asunto del que trata nuestro libro.
vas adecuadas de capital social.
Finalmente, en la parte V pasaremos de la tarea necesaria pero in-
grata del diagnóstico al desafío más optimista de considerar las posi-
bles terapias. Resulta que hace un siglo los norteamericanos se en-
frentaron a problemas sociales y políticos llamativamente similares a
los que ahora debemos afrontar. Tenemos mucho que aprender de las
respuestas dadas por nuestros predecesores, sobre todo que es posible
invertir un proceso de descomposición CÍvica como el que nos envuel-
ve. El presente volumen no ofrece curas sencillas para nuestras dolen-
cias de hoy. En la parte final mi int'ención es provocar un período de
deliberación y experimentación nacional (y quizá contribuir a él) so-
bre la manera de renovar el compromiso cívico y la vinculación social
en Estados Unidos en el siglo xx/.

Antes del 29 de octubre de 1997 John Lamben y Andy Boschma sólo


se conocían por su campeonato local de bolos jugado en las pistas
Ypsi-Arbor de Ypsilanti (Michigan). Lambert, un hombre de sesenta
y cuatro años, empleado jubilado del hospital de la Universidad de
Michigan, había estado durante tres en una lista de espera para un
trasplante de riñón cuando Boschma, de treinta y tces años y conta-
ble de profesión, conoció de manera casual la necesidad de Lambert
y se dirigió inesperadamente a él ofreciéndose a donarle uno de sus
riñones.
«Andy vio en mí algo que los demás no vieron -dijo Lambert-.
Cuando estábamos en el hospital me dijo: "John, me caes bien, de ve-
ras, y te tengo mucho respeto. No dudaría en volver a hacer todo
esto". Se me hizo un nudo en la garganta.» Boschma respondía a sus
sentimientos: «Es obvio que siento [hacia Lambert] una relación muy
estrecha. Antes me preocupaba por él, pero ahora le apoyo con todas
mis fuerzas». Esta conmovedora historia habla por sí sola, pero la fo-
tografía que acompañaba al reportaje aparecido en Ann Arbor News
revela que, además de sus diferencias profesionales y de generación,

.. ,j
-- ---"-"---"------"

Parte 11

Tendencias en el compromiso
cívico y en el capital social
.-

J}

Capitulo 2

Participación política

El carácter del compromiso de los norteamericanos con la política y


el gobierno ha experimentado una transformación durante las tres
últimas décadas. No se trata, evidentemente, de la única alteración
en la forma de vincularnos con nuestras comunidades. Ni siquiera es
el ejemplo de cambio más espectacular e inequivoco. Pero sí el que
ha sido más ampliamente analizado y, por tanto, un huen punto de
partida.
Con la singular excepción de las votaciones, los índices norteameri~
canos de "participación política se pueden comparar favorablemente
con los de otras democracias. Disponemos de numerosos medios
para expresar nuestras opiniones y ejercer nuestros derechos: contac-
tos con representantes públicos locales y nacionales, trabajo para los
partidos y otras organizaciones políticas, discusiones políticas con
nuestros vecinos, asistencia a asambleas públicas, participación en
campañas elecrorales, posibilidad de llevar distintivos, firmar peticio-
nes, hablar públicamente en la radio, y muchas otras más. No todos
hacemos uso de esos medios, pero los ciudadanos que recurren acti-
vamente a ellos son más que los de muchas otras democracias avan-
zadas. Todos los años de elecciones se nos recuerda que el número de
votantes que acude a los comicios en Estados Unidos es menor que en
la mayoría de las demás democracias: nuestro índice de participación
electoral nos sitúa justo por encima del sótano: batimos por un poco
a Suiza, pero estamos por debajo de otras veintidós democracias esta-
blecidas. l No obstante, los norteamericanos son políticamente muy
activos fuera de la cabina electoral. Sin embargo, lo que aquí nos in-
teresa no es saber cómo nos comportamos en comparación con otros
países, sino cómo nos comportamos hoy en comparación con nuestro
propio pasado. La respuesta a esta pregunta es menos estimulante.
Comenzaremos con el acto más común de ciudadanía democrática:
el voto. En r 960 el porcentaje de norteamericanos en edad electoral
r 34 Tcndcl1C1dS en el compromiso (¡úrco y en el capital social Participación política 35

que acudió a las urnas para elegir entre ]ohn F. Kennedy y Richard '" 100

M. Nixon fue del 62,8. En "996, tras varias décadas de descenso, el


4 8 ,9 % de los norteamericanos con derecho a voto eligió entre Bil!
º
E
8 90

Clinton, Bah Dale y Ross Perot, una cifra muy cercana al número .
2e
80

más bajo de votantes del siglo xx. La participación en las elecciones ~


~ 70
~
presidenciales ha descendido en torno a un 25 % durante los últimos e
~ 60
treinta y seis años. En las elecciones nacionales menores y en las loca- __ ~uera !
§
les el Jescenso es aproximadamente el mismo.z.
Este dato, del que se ha dado amplia información, subestima por

o
~

~
u
lO

40
'''j
-<>- Erl el
'"'
varias razones la auténtica decadencia del compromiso de los norte- e
8
americanos Con la participación electoral. El acceso de los norteame- ~ 30
ricanos a las urnas se vio obstaculizado durante la mayor parte del si- ~ 20~----------------------~~-----------------j
~
glo xx por fastidiosos requisitos de registro. La explicación clásica de "-

1
10
nuestra baja participación electoral en comparación Con la de otras
O~-- __- -__- -__________- -______ ~ __ ~~

democracias apunta precisamente a las trabas que suponía el registro.


1820 1840 1860 1880 1900 1920 1940 1960 1980 2000
Sin embargo, en las cuatro últimas décadas los requisitos para inscri-
birse en el censo electoral en Estados Unidos se han atenuado consi- FIGURA 1: Tendencias en las elecciones presidenciales (1820-1996)
derablemente. La introducción a escala nacional del registro simultá- por regiones
neo con la obtención del permiso de conducir (motor voter), en la que
los estados se han gastado en conjunto cien millones de dólares con el Esta privación del derecho al voto sufrida por los negros del sur en vir-
propósito de incrementar las filas de nuevos votantes, es simplemente . tud de las leyes Jim Crow en la década de I 890 diezmó la participación
el ejemplo más visible de esta tendencia. Pero la participación electo- electoral en el sur y redujo artificialmente la media nacional durante
ral ha descendido a pesar de haberse bajado sustancialmente el listón los setenta años siguientes. Como la mayoría de las mediciones están-
más comúnmente citado como obstáculo para la votación.) Aunque dar de participación electoral sumaban estos millones de personas pri-
se enfrentan a una valla más baja, Jos norteamericanos que la saltan vadas de su derecho electoral a otras que no votaban, restan importan-
son cada vez menos. cia a la participación real durante los primeros dos tercios del siglo xx
Hay una segunda salvedad todavía más importante. Durante un entre los norteamericanos que podían votar sin impedimentos. 4
largo período de nuestra historia muchas personas del sur, en especial Con el movimiento por los derechos civiles de la década de I960
los negros, estaban privados del derecho al voto. La figura I detalla la y con la Ley de Derechos Electorales de I965, millones de hombres y
participación en las elecciones presidenciales en los estados sureños y mujeres del sur que recuperaron el derecho al voto pudieron ejercerlo
no sureños durante la mayor parte de la historia de la República ame- por vez primera en el siglo xx. Esta afluencia de nuevos votantes
ricana para ofrecer un cuadro preciso de cómo se pueden comparar ocultó en parte el descenso en la participación en los comicios entre el
los actuales índices de votación con los del pasado. resto del electorado norteamericano.' En efecto, las cifras de partici-
Desde finales del siglo XIX hasta mediados del xx en los estados del pación nacional en Estados Unidos se enorgullecieron por la inclu-
sur se impidió VOtar prácticamente a todos los afroamericanos (ade- sión de los negros en el electorado, pero ocultaron el hecho de que el
más de algunos blancos pobres) recurriendo a motivos fiscales (im- resto de quienes siempre habían tenido derecho al voto y lo ejercían
puestos de capitación), pruebas de alfabetismo, fraudes y violencia. realmente era cada vez menor.
Tendencias en el compromiso ci/Jico y en el ca/JI tal s(JcU71 Participación pofhlca 17

fuera del sur la caída en la participación electoral desde T960 es, El segundo tipo de cambio social es más lento, más sutil y más difí-
de momento, el descenso más largo que se haya dado en la historia de cil de invertir. Si generaciones distintas tienen gustos o hábitos dife-
Estados Unidos, y el número de votantes en las elecciones de I996 y rentes, la fisiología social del nacimiento y la muerte acabará transfor-
I998 fue sustancialmente más bajo que en cualquier otra elección mando la sociedad aunque ningún individuo llegue a cambiar nunca.
presidencial o no presidencial en casi dos siglos.' Incluso en el sur, la Gran parte de los cambios ocurridos en las costumbre sexuales de las
participación electoral en 1996 se situó muy cerca del punto más bajo últimas décadas ha sido de este tipo. Son relativamente pocos los
en ciento sesenta y cuatro años (si exceptuamos el período de priva- adultos que han modificado sus opiniones en asuntos de moralidad, y
ción forzada del derecho al voto entre I896 y I964). Resumiendo: en \ la mayoría de quienes lo han hecho se han vuelto en realidad más con-
casi dos siglos los ciudadanos norteamericanos que se han absteni- servadores. Sin embargo, en conjunto, las actitudes de los norteameri-
do libremente de votar no han sido nunca tantos como en los últi- canos hacia el sexo prematrimonial, por ejemplo, se han liberalizado
mos años. radicalmente en las últimas décadas debido a que una generación con
¿Quiénes son esos no votantes, y a qué se debe su baja? Se han pro- creencias más estrictas fue sustituida poco a poco por otra posterior
puesto muchas explicaciones: una creciente desconfianza en el go- con normas más relajadas. Los sociólogos dicen de este tipo de cam-
bierno, menos capacidad de movilización en los partidos, una des- bio que se da "entre cohortes», pues sólo es detectable comparando
composición de los lazos sociales, pérdida de identificación política, y diferentes grupos de edad. El ritmo más lento del cambio generacional
muchas más. Sin embargo, en el fondo de los altibajos de las diversas hace precisamente que tenga más probabilidades de ser inexorable.'
elecciones casi todo el descenso observable a largo plazo en la partici- La mayoría de los cambios sociales supone la existencia de proce-
pación electoral se debe a la sustitución gradual de los votantes llega- sos tanto individuales como generacionales. La utilización de nuevas
dos a la edad adulta antes o en tiempos del New Deal y la Segunda tecnologías, como el teléfono o internet, ilustra esta clase de combi-
Guerra Mundial por generaciones que alcanzaron la mayoría de edad nación. Cuando se introduce una innovación, mucha gente prueba el
posteriormente. nuevo teléfono o el nuevo buscador de la red. Cuando los individuos
El cambio generacional va a ser un tema importante en nuestra ex- cambian de comportamiento, no se puede atribuir al cambio gene-
posición, lo que nos obliga a detenernos aquí brevemente para consi- racional casi nada del primer aumento en el uso. No obstante, el
derar cómo están interrelacionados el cambio social y el generacio- cambio resulta más fácil para los jóvenes, por lo que el impulso inme-
nal. Por simple cuestión de cálculo, cualquier cambio social-desde el' diato favorable al crecimiento se ve amortiguado por los hábitos
auge de la música rapera a la decadencia de la prensa- se debe a algún' arraigados de las generaciones más viejas. Muchos norteamericanos
tipo de combinación entre dos procesos muy diferentes. El primero de edad mediana recuerdan hoy con cuánta reticencia tomaban sus
consiste en que muchos individuos modifican sus gustos y hábitos si- ; padres el teléfono para realizar una llamada interurbana mucho des-
multáneamente y en un único sentido. Este tipo de cambio social se pués de que hubieran descendido las tarifas. Las diferencias genera-
puede producir rápidamente e invertirse con idéntica celeridad. Si un cionales acabaron siendo poco a poco el rasgo predominante de este
gran número de norteamericanos, jóvenes y viejos, se enamoran de cambio social. Casi todo el descenso experimentado por la comunica-
los coches deportivos utilitarios, como ocurrió en la década de 1990, ción epistolar durante las últimas décadas se puede atribuir no a un
el mercado del automóvil experimentará una rápida transformación, cambio de hábitos de los individuos, sino a la sustitución de una ge-
y podrá cambiar así mismo con igual celeridad en una dirección dis- neración acostumbrada a comunicarse por escrito con amigos y pa-
tinta. Los sociólogos califican a veces este tipo de cambio con la ex- rientes distantes por otra más joven habituada a usar el teléfono. 8
presión de «interno a una cohorte», ya que se puede detectar dentro La distinción entre cambio «dentro de las cohortes» y «entre co-
de cada cohorte de edad. hortes» es fundamental para entender qué ha ocurrido con la partici-
Tendencias en el compromiso durco y en el capital social Participación potifica 19
---

pdl:!Un electoral en Estados Lnidos durante los últImos treinta años. pació n electoral no es un asunto baladí para la democracia norteame-
Los cambios individuales son responsables de una parte muy peque-o ricana. ro
ña del descenso neto en el número de votantes, que es casi totalmente Por otra parte, en cierto sentido importante, votar no es una forma
generacional. A lo largo de su vida y al margen de su posición en ella y típica de participación política. Basándose en su exhaustiva evalua-
su nivel de interés político, los hijos de la explosión demográfica y sus ción de las diferentes formas de participación en la política norteame-
propios hijos han sido menos proclives a votar que sus padres yabue- ricana, los politólogos Sidney Verba, Kay Schlozman y Henry Brady
los. A medida que ellos y sus hijos fueron constituyendo una parte cada llegan a la conclusión de que «entender la participación ciudadana
vez mayor del electorado nacional, la media de votantes fue descen- únicamente a través del voto es un punto de vista incompleto y enga-
diendo inexorablemente.' ñoso [... ] Frente a personas comprometidas con otras acciones políti-
Esta brecha generacional en el compromiso cívico es común, según cas, los votantes explican que, tras su actividad, hay una combina~
veremos, a las actuales comunidades norteamericanas, y constituye ción de gratificaciones distinta y un conjunto de preocupaciones
una de las razones de que el descenso en la participación electoral diferente [... ] Votar es una actividad SUl generis». El descenso en la
prosiga de manera tan ineluctable y parezca desafiar todos los esfuer- participación electoral es sólo el signo más visible de un desentendi-
zos por invertirla (como el del registro coincidente con la obtención miento más amplio de la vida comunitaria. l! Como ocurre con la fie-
del permiso de conducir). También explica que la tendencia sea gene- bre, la abstención electoral tiene mayor importancia como síntoma
ral y afecte no sólo a la política presidencial, sino también a las elec- de un problema más profundo del cuerpo político que como dolencia
ciones estatales y locales, y hasta a la emisión de bonos. Al margen de propiamente dicha. La creciente deserción de los norteamericanos no
los altibajos experimentados por candidatos y problemas particula- se produce sólo en las cabinas electorales.
res, todas las campañas de obtención de votos deben comenzar en un
nivel más bajo, pues cada año la Parca siega una nueva franja de la El conocimiento político y el interés por los asuntos públicos son con-I -l.
generación políticamente más comprometida del electorado norte- diciones decisivas para formas de participación más activas. Si no co-
americano. nocemos las reglas del juego ni a los jugadores, y no nos preocupa el
Las elecciones son, con un margen de ventaja considerable, la for- resultado, es probable que no intentemos jugar. Resulta estimulante
ma más común de actividad política, y encarnan el principio demo- saber que la probabilidad de que los norteamericanos en conjunto se-
crático más fundamental de la igualdad. No votar equivale a retirarse pan, por ejemplo, qué partido controla la Cámara de Representantes
de la comunidad política. Además, como el canario del pozo de la o quiénes son sus senadores es la misma que se daba entre sus padres
mina, los comicios son una esclarecedora medida representativa del hace medio siglo. Por otra parte, estamos mucho mejor educados que
cambio social más amplio. Frente al sector demográficamente equi- nuestros abuelos, y como la formación académica fomenta el conoci-
parable de los no votantes, los votantes tienden más a interesarse por miento de la vida cívica, resulta sorprendente que ese conocimiento
la política, hacer donativos de caridad, practicar el voluntariado, for- no haya mejorado correspondientemente. El titulado universitario
mar parte de los jurados, asistir a las reuniones del consejo escolar, medio de hoy sabe poco más de asuntos públicos de lo que sabía un
participar en manifestaciones públicas y cooperar con sus conciu- bachiller medio en la década de 1940."
dadanos o en asuntos comunitarios. A veces es difícil discernir si la De 1974 a 1998 los encargados de sondeos del Roper Center for Pu-
participación electoral es la causa del compromiso comunitario o vi- blic Opinion Research han preguntado a los norteamericanos un mes
ceversa, aunque algunos datos recientes dan a entender que el propio sí y otro no: «¿Se ha interesado usted últimamente mucho, algo o no
acto de votar fomenta el voluntariado y otras formas de buena ciuda- mucho por los acontecimientos de la actualidad y por lo que sucede
danía. Así pues, el descenso de un z 5 % o más en el índice de partici- hoy en el mundo?». El interés popular por los acontecimientos de la
Participación políti(¡/

actualidad tiende naruralmente a subir y bajar según lo que dicen las tén menos informados que sus mayores, sino que es un fenómeno re-
noticias, por lo que la gráfica de atención a los asuntos públicos se pa- ciente. Según los sondeos de opinión más tempranos, realizados de la
rece a la marca en dientes de sierra que deja un sismógrafo estropeado. década de 1940 a la de 1970, los jóvenes estaban por lo menos tan
Sin embargo, por debajo de esas ondas disparejas, la marea del interés bien informados como sus mayores, pero ya no es así. Este vacío en
público por los acontecimientos de actualidad refluyó gradualmente cuanto a noticias e in'formación que afecta no sólo a la política, sino
en torno a un 20 % a lo largo del actual cuarto de siglo. De manera también a cuestiones como los accidentes aéreos, el terrorismo y las
similar, según otra serie de encuestas anuales a largo plazo, el interés noticias económicas, se abrió con los hijos de la explosión demográ-
político experimentó una ha jada de un quinto entre 1975 y I999.1) fica, en la década de 1970, y se amplió considerablemente con la lle-
Los escándalos y la guerra pueden despertar aún nuestra atención, gada de la generación X. El número de lectores de diarios entre la
pero en términos generales los norteamericanos que están al tanto de gente de menos de treinta y cinco años cayó de dos tercios en 1965 a
los asuntos públicos son ahora menos que hace un cuarto de siglo. un tercio en 1990, al mismo tiempo que la visión de noticiarios tele-
Pero todavía resultan más preocupantes las diferencias intergenera- visivos por parte de ese mismo grupo de edad bajó de un 52 a un
cionales en cuanto a conocimiento e interés político. El lento declive 4 1 %. Los menores de treinta años prestan menos atención a las noti-
del interés por la política y los acontecimientos de actualidad se debe, cias y saben menos de cuestiones de actualidad que sus mayores, y
al igual que el descenso en la participación electoral al que está liga- también menos de lo que sabían las personas que tenían su edad hace
do, a la sustitución de una generación más vieja, relativamente intere- dos o tres decenios. 15
sada por los asuntos públicos, por otra más joven y relativamente
desinteresada. La curiosidad por los asuntos públicos sigue fluctuan- Así pues, durante las dos o tres últimas décadas la participación elec-
do, como es natural, entre los jóvenes y los mayores en respuesta a los toral ha descendido en Estados Unidos en torno a una cuarta parte, y
titulares de cada día, pero el nivel básico de interés se va desvanecien- el interés por los asuntos públicos alrededor de una quinta parte. No
do gradualmente a medida que una generación más vieja de adictos a todas las magnitudes de interés político se hallan en decadencia. Los
las noticias ya la política se va retirando poco a poco de la escena. El norteamericanos parecen seguir hoy las campañas electorales nacio-
hecho de que el descenso sea un asunto específicamente generacional nales no menos que hace treinta o cuarenta años. Durante las eleccio-
más que nacional contradice la opinión de que los asuntos públicos nes de la década de 1990 el númerO de quienes decían que "hablaban
se han convertido sencillamente en algo aburrido en algún sentido de política» o intentaban convencer a otros sobre el sentido de su
objetivo. voto era tan alto como el de quienes habían actuado así en las de
Las generaciones posteriores a la explosión demográfica -los hom- 1950 Y 1960. Pero esta estabilidad superficial oculta una creciente di-
bres y mujeres nacidos después de 1964 aproximadamente y que lle- ferencia generacional. Los miembros de la generación actual de per-
garon por tanto a la edad adulta en las décadas de 1980 y 1990- po- sonas mayores están ligeramente más interesados por las campañas
seen fundamentalmente menos conocimientos sobre asuntos públicos, electorales que sus predecesores de hace cuatro décadas, mientras que
a pesar de haber proliferado las fuentes de información. Incluso en los jóvenes de hoy sienten menos interés que los jóvenes de las de
mitad de las campañas electorales nacionales de las décadas de 1980 1950 Y 1960.'6 De mantenerse así, esta diferencia generacional en
y 1990 estos jóvenes solían saber en torno a un tercio menos que sus cuanto a compromiso CÍvico hará que la participación política se re-
mayores qué partido político controlaba, por ejemplo, la Cámara de duzca aún más en el futuro.
Representantes. 14 Votar y estar al tanto de la política son formas de participación \
La diferencia generacional existente hoy en materia de conocimien- relativamente poco eXigentes. De hecho, no son estnctamente ha-
to político no refleja una tendencia permanente a que los jóvenes es- blando formas de capital social, pues pueden realizarse en absoluta \.
TendenCias en ci compromIso cíVICO y en el capital social ParticipaCIón pnlítica 43

soledad. Según hemos visto, estas magnitudes muestran cierto adel- 12.----.-----,.----'!---'\---¡
g~l/jmlento de 1,'1;" ,'ilas de los espectadores políticos, en especial en la
zona final del estadio, donde toma asiento la generación más joven. 'ol---.\----.\----~~/~i
,+-;/.-------¡
No obstante, la mayoría de los seguidores continúa aún en sus locali-
. ~.'
dades, está atenta a la acción y comenta las bufonadas de las estrellas
.... ....:'
del juego. Pero ¿qué ocurre con los gladiadores corrientes que se pres-
tan voluntarios para trabajar en favor de los partidos políticos colo-
.0
cando carteles, asistiendo a reuniones de campaña y realizando otras V
actividades parecidas? ¿Qué pruebas tenemos sobre las tendencias en
el compromiso con los partidos?
Podríamos alegar que en la columna del haber las organizaciones
de los partidos son tan fuertes como siempre, tanto en el plano estatal
como en el local. Estas organizaciones han crecido y se han enriqueci-
do y profesionalizado a lo largo de los últimos treinta o cuarenta
años. Durante las campañas presidenciales de finales de la década de
'950 y hasta finales de la de 1970 fue en aumento el número de vo- 1975 1980 1985 1990 1995 2000

tantes que decían haber sido contactados por uno o los dos principa-
FIGURA 2: Organizaciones políticas con un equipo permanente
les partidos políticos. Tras una caída de '980 a I992, este indicador
y pagado (1977-1996)
de la vitalidad de los partidos se remontó hasta una altura casi sin
precedentes en '996, en que florecieron las actiVidades GOTV (<<Get
out the vote», 'Emite tu voto').]7 Sin embargo, desde el punto de vista de los «consumidores)} del mer-
En las décadas de '970 y '980 se dispararon igualmente las finan- cado político, este cuadro de salud pletórica parece una extraña paro-
zas de los partidos. Entre '976 y '986, por ejemplo, los ingresos de dia. El índice de identificación con un partido -el sentido de compro-
los demócratas aumentaron a un ritmo dos veces superior al de la in- miso del votante con su propio equipo- cayó de más de un 75% en
flación, mientras que los de los republicanos crecieron más de cuatro torno a '960 a menos de un 65 % a finales de la década de '99 0 .
veces el aumento de la inflación. Más dinero significaba más equipo, A pesar de una recuperación parcial a finales de la de '980, al con-
más sondeos electorales, más publicidad, mejor reclutamiento y for- cluir el siglo la ,<lealtad a la marca» del partido se mantenía bastante
mación de candidatos y una mayor prestación de servicios por el par- por debajo de los niveles de la década de '950 y principios de la de
tido. Durante las dos últimas décadas se ha disparado el número de I9 60 . Más aún, esta forma de compromiso político es significativa-
organizaciones políticas, partidistas y no partidistas, con un equipo mente más baja en cohortes más recientes, de modo que a medida que
permanente pagado. Cada año de elecciones ha marcado casi un nue- aumente el número de votantes mayores fieles a un partido que dejan
vo récord en este punto de la proliferación organizativa desde 1980, y de formar parte del electorado y son sustituidos por jóvenes indepen-
el ritmo del crecimiento ha tendido claramente a acelerarse. El gráfi- dientes, es posible que siga decayendo la adhesión general a los par-
co del incremento de esta «industria» política (véase figura 2) mues- tidos." La Parca continúa realizando calladamente su tarea de redu-
tra una efervescencia que nos resulta más conocida en Silicon Valley. cir el compromiso político.
El negocio de la política en Estados Unidos no ha gozado nunca de Más allá de la identificación con un partido, la asistencia a una reU-
tan buena salud, o al meno~ así lo parece.JI! nión de campaña o la realización de un trabajo voluntario para un
44 Telldenoas en el C{¡¡npr0l1l1S0 ciVl{O )' {'n ('1 capi/¡¡f sooaf Participación pohtica 45
------------------------._-~------ ------- ---
partido político entre las personas que forman sus hases son mucho organizativa desde la perspectiva de los votantes? Una clave para en-
menos frecuentes que en los últimos treinta años. El número de norte- tender esta paradoja es la proporción entre votantes con quienes un
americanos que trabajaron por un partido político durante las cam- partido se ha puesto en contacto, según ellos, durante la última cam-
pañas electorales llamando a las casas, llenando sobres y realizando paña, y votantes que dicen haber rrabajado para un partido durante
otras tareas similares aumentó de la década de I950 a la de I960. Sin la misma. Las tres últimas décadas del siglo xx han sido testigos de
embargo, a partir de I968 esta forma de compromiso político se ha una tendencia acelerada al aumento de contactos con los votantes,
ido a pique hasra alcanzar en I996 un punto más bajo que nunca en pero también a la disminución del número de quienes trabajan para
un año de elecciones presidenciales. La asistencia a mítines políticos y el partido. En 1996 esta proporción era 2,5 veces superior a la cifra
reuniones de campaña ha seguido una trayectoria similar a lo largo correspondiente a 1968 ... 1
del último medio siglo, con un ascenso de la década de I95 0 a la de A primera vista podría resultar admirable la creciente «productivi-
I9 6 0, una situación de inestabilidad en la de I970 y un declive gene- dad» de esta floreciente industria. Cada «trabajador» parece producir
ralizado a partir de la de I980.'0 (La figura 3 registra esas tenden- más y más «contactos». Sin embargo, esa tendencia es en realidad una
cias.) En resumen, aunque los propios partidos están mejor financia- prueba de la profesionalización y comercialización de la política en
dos y cuentan Con unos equipos más profesionales que nunca, los Estados Unidos. Los «contactos» a que se refieren los votantes tien-
norteamericanos que participan en actividades políticas de partido den de hecho a ser cada vez menos una visita de un vecino que trabaja
son cada vez menos.
para el partido, y más una llamada anónima de una central de llama-
¿Cómo podemos conciliar estos cuadros contrapuestos de salud or- das por teléfono. Las actividades del partido suponen cada vez menos
ganizativa desde el punto de vista de los partidos y descomposición una colaboración voluntaria entre personas comprometidas con él, y
1 0 , - _ ,_ _ _--,_ _ _, -_ _ _.,-_ _----,
conllevan cada vez más la aplicación de técnicas profesionales (y ca-
ras) de una eficaz mercadotecnia de masas. Esta tendencia coincide
con el crecimiento explosivo de la recogida de fondos por correo di
recto y mediante comités de acción política constituidos para encau
zar apoyos económicos hacia las organizaciones de los partidos. Du-
rante el mismo período en que la participación ciudadana en las
_. .,.-- ASJ,¡leron
actividades de los partidos se reducía en más de la mitad, el gasto para
a alguna
(~IJ"'Ó"
la nominación de candidato presidencial y para las campañas electo-
--.-- Trah~I<l(On
rales se disparó de treinta y cinco millones de dólares en 1964 a más
para el
PM!J(IO
de setecientos millones en 1996, un aumento de casi cinco veces inclu-
so en dólares constantes. El balance final de la industria política es el
siguiente: el capital económico -los medios para la mercadotecnia de
masas- ha ido sustituyendo continuamente al capital social -es decir,
a las redes ciudadanas de base- como moneda de curso legal."
Pensándolo bien, el contraste entre una creciente vitalidad organi-
~~95~0------~19:60~----~I~97~O------,~98LO-------19¡90-------,~OOO zativa de los partidos y una decadencia en el compromiso de los vo-
tantes es, pues, perfectamente inteligible. Como sus «consumidores))
FIGURA 3: Participación ciudadana en actividades de campaña
se desentienden de la política, los partidos tienen que trabajar más du-
electoral (1952-1996) ramente y gastar mucho más, compitiendo furiosamente para atraer
Tendencias er{ el compromiso CÍVICO y en el capital social Participación política 47

votantes, trabajadores y donativos; y para hacerlo necesitan una in- Con una frecuencia aproximadamente mensual, la organización de
fraestructura organizativa (pagada). Los partidos en cuanto organi- encuestas Roper ha propuesto de I973 a I994 a miles de norteameri-
zaciones y los partidos gobernantes se han hecho más fuertes incluso, canos una sencilla lista de control de una docena de actividades cívi·
a medida que el público perdía vinculación con ellos.'1 Si pensamos cas distintas, desde firmar una petición o asistir a una asamblea pú-
en la política como una industria, podríamos sentirnos encantados blica hasta trabajar por un partido político u optar a algún cargo."
con su nueva «eficacia de ahorro de trabajo)); pero si la consideramos «¿Cuál de estas actividades ha realizado usted el año pasado, si es que
una deliberación democrática, dejar a la gente fuera de ella es perder ha realizado alguna?», preguntaban los encargados del sondeo. Algu-
de vista el único propósito de su práctica. nas de las actividades son relativamente corrientes: en esas dos déca-
A medida que el dinero sustituye al tiempo, la participación en po- das, uno de cada tres norteame!icanos aproximadamente ha firmado
lítica se basa cada vez más en el talonario de cheques. La afiliación a una petición, y alrededor de uno de cada seis ha asistido a una asam-
clubes políticos se redujo a la mitad entre 1967 y '987, mientras que blea pública para tratar asuntos municipales o escolares. Por otra
la proporción de público que contribuyó económicamente a una cam- parte, algunos puntos de la lista son bastante raros. Por ejemplo, me-
paña política llegó casi a doblarse. «La nacionalización y la profesio- nos de uno de cada cien norteamericanos se ha presentado como can-
nalización han redefinido la función del activista hasta hacer de él didato para un cargo público en los doce meses anteriores al plantea-
cada vez más un firmante de cheques y cartas -concluyen la politólo- miento de la pregunta. En conjunto, estas entrevistas, que superan las
ga Verba y sus colegas-o Sean cuales fueren los enigmas relativos a la cuatro mil, nos proporcionan un material en bruto de excepcional ri-
trayectoria de la participación en las últimas décadas, se ha produci- queza para compilar estadísticas cívicas detalladas sobre los norte·
do un claro incremento en la cantidad de dinero donado a la política americanos durante más de dos décadas.
durante el período que va de los últimos años de la década de 1970 a ¿Cómo cambiaron las pautas de participación cívica y política a lo (
los de la de 1980.»'4 Es pOSible que el número de seguidores presentes largo de ese período? La respuesta es sencilla: la frecuencia de casi to-
en el estadio político sea hoy casi el mismo, pero no están viendo un das las formas de compromiso comunitario medidas en los sondeos
partido entre aficionados o semi profesionales. Otro asunto es si el Roper descendió significativamente desde la más corriente (firmar \
juego brillante pero insustancial que se han habituado a contemplar una petición) hasta la menos común (presentarse como candidato
merece el coste cada vez más elevado de la entrada. para un cargo). Los norteamericanos participan hoy menos a menu-
do que hace dos décadas en casi todos los juegos cívicos.
Hasta aquí hemos examinado la participación política desde la pers- Consideremos en primer lugar las nuevas pruebas sobre la tenden-
pectiva, importante pero limitada, de las actividades partidistas y cia respecto a actividades y campañas de partidos. (La figura 4 refleja
electorales. Para la mayoría de los norteamericanos, sin embargo, las estas tendencias.p6 En números redondos, los norteamericanos te-
campañas electorales nacionales ocupan sólo una pequeña parte de nían aproximadamente la mitad de probabilidades de trabajar por
su tiempo y atención. ¿Qué ocurre con las tendencias en la participa- un partido político o asistir a una reunión o una charla política en la
ción política fuera del contexto de las elecciones nacionales, en espe- década de '990 que en la de '970. Hace apenas veinte años las cam-
cial en el plano local? Hasta hace poco carecíamos de cualquier dato pañas electorales eran para millones de norteamericanos una oca-
sistemático sobre tendencias a largo plazo en cuanto al grado de par- sión de participar activamente en deliberaciones nacionales. La activi-
ticipación de los norteamericanos en los asuntos de la comunidad. dad de campaña era algo que se hacía, no algo a lo que se asistía.
No obstante, un archivo hallado recientemente y de una profundidad Ahora una campaña electoral es para casi todos los norteamericanos
sin parangón nos permite seguir con gran detalle una amplia gama de algo que ocurre en torno a ellos, algo chirriante en el ruido de fondo
actividades cívicas. de la vida cotidiana, una imagen fugaz en la pantalla del televisor.
Tend(!nCltls en el (ompr(J/1l1S0 dl,ieo)' en el capital social Participación polítIca 49
-----_._-----------
"', ----,-- - - , - - - --,----_ .- .. ~-

.• ,;'1,)
. ~Iór,
-. ~ut:'
sobre
(o

asuntos
.•••• ASistieron munlClpale,>
a un m,trn o o escolares
un discurso
polítiCO "0-- Ocuparon
algun puesto
··e·· Trabiljilron en un club u
pilra un OrganlZilClÓn
partido
POllt'(O I . ¡:ormafon
p¡¡fte dl.' un
.. <;> •• Ocuparon
un cargo
I (()m'lédp
algUrlJ
polltlco o se
presentaron
como
j orqiln'l,¡orJr
lo(~1

cilndldatos ..••• FLJeron


'------ n'lembro, de
~jglm grupo
Interes~do
en la meJOril

O%L-=~=±::::=:í==±:::::-J
riel goblNno

1970 1975 1980 1985 1990 1995 199'>

FIGURA 4: Tendencias en el compromiso cívico 1: FIGURA 5: Tendencias en el compromiso cívico 11:


actividades de partido participación comunitaria

Sorprendentemente, la tasa de ahandono de estas actividades de cam- El hecho de que los norteamericanos hayan desertado de la política
paña (en torno al 50 'Yo) es aún mayor que la de la propia abstención de los partidos no es probablemente una noticia sorprendente, pues
en las urnas (25 'Yo). los sentimientos contra ellos se habían convertido en un lugar co-
Esos nuevos datos recogen también un indicador mucho más exi- mún entre la gente corriente, incluso antes de que Ross Perot llevara
gente de compromiso político, a saber, la candidatura para un cargo en 1992 el vagón de los antipartidistas a una posición destacada en la
público. Son tan pocas las personas que adquieren semejante com- nación. Pero ¿qué ocurre con las formas comunales de actividad, como
promiso político, que se necesita un microscopio social como el del la asistencia a reuniones, el servicio en organizaciones locales y la
archivo Roper para descubrir que se ha debilitado incluso esta forma participación en actividades de «buena administración))? En est~ caso
intensa de participación. A lo largo de las dos últimas décadas la pro- los nuevos datos resultan alarmantes, pues el compromiso en estas
porción de personas que aspiraban a un puesto público en cualquier formas cotidianas de la vida comunitaria ha disminuido con tanta ra-
año y en todos los niveles del cuerpo político norteamericano -desde pidez como la participación en actividades de partido y electorales.
un consejo escolar a un ayuntamiento- se redujo quizá en un 15 %.2.7 (Las pruebas pertinentes aparecen reunidas en la figura 5') El modelo
Como consecuencia de este descenso, los norteamericanos han perdi- es similar en gran medida al de las actividades de campaña: una caída
do más de un cuarto de millón de candidatos entre los que elegir. Es súbita a finales de la década de I970, una pausa a principios de la de
imposible saber qué precio estamos pagando colectivamente por la I9 80 y luego un descenso renovado e intensificado a partir de los úl-
pérdida de esos potenciales dirigentes de base -no sólo en talento y timos años de ésta hasta entrada la de I990.
creatividad, sino también en presión competitiva sobre los titulares Entre I973 y I994 el número de norteamericanos que asistieron
de los cargos-, pero resulta difícil creer que no se haya producido aunque sólo fuera a una asamblea pública sobre asuntos municipales
ninguna pérdida. o escolares en el año anterior se redujo en un 40 %. Durante esos mis-
Tendencias en el compromiso cívico y en el capital s()cia! PartICIpación pof[tica 51

mas veinte años las filas de quienes ocuparon algún cargo o fueron actividad ha ido haciéndose menos común a lo largo de estos veinte
miembros de algún comité de un club o una organización local -cual- años (véanse detalles en la figura 6). Lo observamos sobre todo en el
quier club u organización- adelgazaron igualmente en un 40 %. A lo caso de la firma de peticiones, pues se trata de la forma más común de
largo de esos dos decenios el número de miembros de «algún grupo actividad política medida en las encuestas Roper, pero el declive es
interesado en mejorar la administración» se redujo en un tercioY¡ también claro en el caso del envío de cartas al Congreso. Sin embar-
Estas cifras escuetas apenas transmiten, al igual que las bajas en go, en ambos casos la gráfica es fundamentalmente plana para la pri-
combate comunicadas secamente desde alguna guerra remota y aje~ mera mitad del mencionando período, y luego desciende continua-
na, cómo se ha diezmado la vida comunitaria norteamericana repre~ mente en la segunda mitad. El porcentaje de la población que afirma
sentada en ellas. En números redondos, cada punto porcentual de haber pronunciado un discurso o escrito una carta al director de un
caída representa dos millones menos anuales de norteamericanos medio de comunicación o un artículo para un periódico o revista el
comprometidos con algún aspecto de la vida comunitaria. Así, las ci- año anterior es mucho menor, por lo que a esta escala resulta más di-
fras implican que contamos con/dieciséis'millones menos de partici~ fícil identificar tendencias claras, aunque en este punto la tendencia
pantes en reuniones públicas para asuntos locales, ocho millones me- general es también descendente. '9
nos de miembros de comités, ocho millones menos de dirigentes de Los cambios en cuanto a participación política en Estados Unidos
organizaciones locales y tres millones menos de hombres y mujeres rastreados en el archivo Roper no son idénticos en todas las formas
organizados para trabajar por una mejor administración de los que de compromiso. En algunos casos, como el de la asistencia a una asam-
habríamos tenido si los norteamericanos se hubiesen mantenido tan blea pública o a una concentración política, la tendencia es más o me-
comprometidos con los asuntos comunitarios como lo estaban a me~ nos constantemente descendente a lo largo de las dos décadas, pero
diados de la década de J970. en otros, como el de la firma de una petición, el descenso se concentra
Recordemos también que estas encuestas invitaban a la gente a
mencionar cualquier organización local, no sólo los «anticuados))
clubes de jardinería y las logias fraternales con sus extraños sombre-
ros, sino también asociaciones de moda y en auge, como los comités
40%

JI%
-.... ..•
,

'
I
. ..•.
.•.. . .. ' ..~ •••• - F'rmJron una

ecologistas y las ramas locales del movimiento antiabortista. En las JO%


r-..... petición

••••• Escnbieron
encuestas se preguntaba a la gente si había asistido el año anterior a
alguna reunión pública sobre asuntos municipales o escolares, no
sólo a aburridas sesiones del comité de planificación, sino también a
11% "- 1 .. 0.'
il ~n
(ongre~I~I~ o
a un S('rlador

"O"b,,'"'
111M CM!iI a la

protestas airadas contra la distribución de condones en los institutos


20% pr<'rl\~
I
, "x-· " -- •• , PrOrl"f1(,arOn
,
,
o a debates sobre la reforma de las esquinas de las aceras. Año tras 15%
•• ;\1.

"x·-
un ¡jl~(urso

año son cada vez menos quienes participan en deliberaciones que .. " .. ~

constituyen la democracia de base. En efecto, más de un tercio de la


infraestructura cívica norteamericana se ha evaporado, sin más, entre
10%
"Q_' Escrib,eron
un artICulo
paraunil
rev'Sla o un
p<,I,ód'co
JI
5%
mediados de la década de I970 y de la de I990.
Finalmente, las encuestas Roper arrojan también luz sobre tenden- 0%
. ~

1970 1975 1980 1985 1990 1995


cias en diversas formas de expresión pública: firmar peticiones, escri-
bir al Congreso, redactar un artículo o una carta al director de un me- FIGURA 6: Tendencias en el compromiso cívico 111:
dio y pronunciar un discurso. Una vez más, cada uno de esos tipos de expresión pública
Tcndcr/o{]s el UJll1!JrO/J1IS() y en {'I calutal 5()CJ.¡/ Particzpacuíl1 p()f¡úca 13
52 ('N á/l/en
---

en la última mitad del período. Yen otros más, como el de la candi-


datura para un cargo o la redacción de un artículo para una revista o TABLA 1: Tendencias en participación política y comunitaria

un periódico, el descenso es bastante moderado. Sin embargo, si con- Cambio relatiVo entre
templamos la totalidad del repertorio, la decadencia parece haberse 1973-1974 y 1993-1994 (%,)
acelerado a partir de 1985. La media de descenso en las doce activi-
dades distintas fue del IO% entre '973-1974 y '983-r984, frente a Sirvió en cargos de responsabilidad de algún club
un 24 % entre r983-1984 Y '993-'994. u organización -42
La parte de la población norteamericana absolutamente desenten- Trabajó para un partido político -42
dida de cualquiera de estas actividades aumentó durante esas dos dé- Sirvió en un comité de alguna organización local -39
cadas en casi un tercio. En 1973 la mayoría de los norteamericanos Asistió a una reun'lón pública sobre asuntos urbanos
participó en al menos una de esas formas de compromiso cívIco. En o escolares -35
1994 la mayoría no participó en ninguna. El número de adultos nor- Asistió a un mitin o a un discurso político -34
teamericanos que participaron en asuntos comunitarios a mediados
de la década de 1990 fue de treinta y dos millones menos de los que Participó al menos en una de estas doce actividades -25
habrían participado de haberse mantenido la proporción existente
veinte años antes. Pronunció un discurso -24
Podemos hacernos una idea mejor de las consecuencias de esta pér- Escrib'ló a un congresista o a un senador -23

I
dida de vida comunitaria si disponemos las doce actividades en fun- Firmó una petición -22
ción del grado de declive (véase rabia r). Resulta llamativo que las Fue miembro de algun grupo para la «mejora
formas de participación que han ido decayendo de manera más visible del gobierno») -19
reflejan actividades organizadas de tipo comunitario. Los verbos que Ocupó un cargo político o se presentó como candidato -16
describen esos modos de implicación en la mitad superior de la tabla Esc(lbió una carta al director de un med'lo -14
reflejan una actividad en cooperación con otras personas: «servip>,l Escribió un artículo para una rev'lsta o un periódico -10
«trahajar», <'asistip>, Cada una de estas actividades sólo se puede em-
Fuente: Encuestas de Roper Social and Political Trends (1973-1994),
prender si los demás miembros de la comunidad son igualmente acti-
vos. En cambio, las actividades que han decaído más lentamente (si-
tuadas en la mitad inferior de la tabla) son en su mayoría actos que se nión», aunque yo acuda a ella. Sabiendo esto, podría también retirar-
pueden realizar de forma individual. En realidad, la mayoría de ellas me. En otras palabras, esas formas de compromiso cívico extremada-
requiere simplemente una pluma o un teclado, pues el verbo más co- mente sensibles a los problemas de coordinación y actuación indivi-
mún en esta sección de la lista es «escribir», dual-las actividades que aúnan a los ciudadanos, las que encarnan
En otras palabras, cuanto más dependan mis actividades de las ac- , con mayor claridad el capital social- son precisamente las que han
ciones de otros, mayor será el descenso en mi participación,3° Aun- decaído con mayor rapidez)'
que todos los demás conciudadanos sean unos prófugos del civismo, . Una consecuencia política importante es que las formas de compor-
yo puedo seguir escribiendo a mi congresista, y hasta presentarme tamiento «cooperativas», como el trabajo en comités, han decaído
como candidato al Congreso. Por otra parte, si soy el único miem- con mayor rapidez que las «expresivas», como el escribir cartas. Para
bros de un comité, no existirá tal «comité»; y si nadie más acude a cooperar son necesarios al menos dos, pero basta con uno para ex-
una reunión sobre la emisión de bonos, nos se tratará de una «reu- presarse. Las formas colaborativas de participación política implican
54 Tendencias en el compromiso cívico y en el capital social Paytiá/.':!áón polilica
----

intereses púhlicos más amplios, mientras que las expresivas son más VIsmo, aunque no debemos felicitarnos demasiado efusivamente,
individualistas y corresponden a intereses definidos más estrecha- pues por término medio tenemos cuatro años más de escolarización
mente. Cualquier sistema político necesita contrapesar momentos de que e1los.JJ Además, en tiempo de elecciones las posibilidades de que
expresión de agravios y de resolución de diferencias. . hablemos de política o manifestemos interés por la campaña no son
El modelo cambiante de participación cívica en las comumdades tampoco menores. Por otro lado, desde mediados de la década de
norteamericanas durante las dos últimas décadas ha descompensado 1960 el peso de la evidencia indica que, a pesar del rápido incremen-
el equilibrio social, en sentido amplio, entre la expres~ón de los agra- to de los niveles educativos, la posibilidad de que los norteamerica-
vios y la formación de coaliciones para abordarlos. En este sentIdo, nos expresen públicamente sus opiniones presentándose como candi-
este modelo disyuntivo de decadencia -en el que la cooperación ha datos para un cargo o escribiendo al Congreso en la prensa local es
disminuido con mayor rapidez que la expresión- podría haber fo- probablemente de un 10 a un 150/0 menor, y su interés por la política
mentado la civilidad unilateral contemporánea del discurso político, y los asuntos públicos, de un 15 a un 20 %) más bajo; suelen votar
ruidosa y declinante ..Jl aproximadamente un 25 % menos, y asistir a reuniones públicas, tan-
Estos des~ensos ~n la participación se dan ,e~ todo tipo de personas, I to de partidos como de otro tipo, alrededor de un 35% menos; ade-
desde los hlperactlvos hasta los caracoles (lVICOS. El sector de la po- más, están cerca de un 40 % menos comprometidos con la política de
blación no implicado en ninguna de estas doce formas de participa- los partidos y en realidad con todo tipo de organizaciones cívicas. En
ción cívica creció en más de un tercio a lo largo de este período (de un resumen, los norteamericanos somos unos espectadores de los asun-
4 6 % en 1973 a un 64 % en I994), mientras que la franj~ d.e activista; tos públicos razonablemente bien informados, pero quienes partici-
que participaron en al menos tres tipos diferentes de actIvIdad quedo pan realmente en el juego son muchos menos.
recortada aproximadamente por la mitad (de un 20 a un r 1 %). Ade- ¿Podría explicarse todo eso como una consecuencia natural del des-
más estas tendencias aparecen de manera constante en todos los sec- entendimiento creciente de la población por la política y de la dis-
tore~ de la población y en todas las zonas del país, hombres y muje- minución de la confianza hacia cualquier tipo de actividad política?
res, blancos y negros, centros de ciudades y zonas suburbanas y Pudiera ser que las tendencias analizadas hasta aquí reflejaran sim-
rurales, nordeste y sur, medio oeste y oeste, clase alta y clase baja, etc. plemente el hecho de que los norteamericanos «desconcertados» y
En términos absolutos, los descensos son mayores entre las perso- \ «desintonizados) de la política son más numerosos que nunca. Du-
nas con mejor formación académica. Entre los titulados universita- rante los treinta últimos años ha proliferado sin duda todo tipo de
rios la asistencia a reuniones públicas se redujo casi a la mitad, de un descontento político. Los norteamericanos de mediados de la década
34 a un 18 %. Por otra parte, como las personas menos formadas de 1960 tenían una sorprendente confianza en la hondad y recepti-
participaban en principio menos, sus índices de participación sufrie- vidad de sus instituciones políticas. Sólo alrededor de uno de cada
ron un golpe aún más fuerte en términos relativos. La asistencia a cuatro estaba de acuerdo con sentimientos como el expresado por
asambleas públicas cayó de un 20 a un 8 % entre aquellos cuya for- frases del tipo de «la gente como yo no influye mucho en el gobierno»
mación concluía en el instituto, y de un 7 a un 3 % entre quienes sólo y «los representantes públicos no se preocupan de lo que piensa la
habían asistido a la escuela primaria. Las últimas décadas han sido gente como yO». Tres de cada cuatro decían que se podía «confiar en
testigos de un grave deterioro del compromiso comunitario entre que el gobierno de Washington hará casi siempre lo debido». Tanto si
norteamericanos de cualqueir clase y profesión. se engañaban como si no, los norteamericanos de la década de 1960 se
Resumamos lo que hemos visto acerca de las tendencias en la parti- sentían políticamente eficaces.
cipación política. En la columna del haber los norteamericanos pun- Tales opiniones parecen ahora anticuadas o ingenuas. Las propor-
túan hoy tan bien como sus padres y sus abuelos en una prueba de CI- ciones de acuerdo o desacuerdo con esas ideas se han invertido en casi
Tendcncias ('1/ el cornprnmiso cívico y en cl caplla! _"10;/! 57
- - - - - - - -- ------- --

todos los casos. En la década de r990 tres de cada cuarro norteameri-


canos aproximadamente no confiaban en que el gobierno hiciera lo
debido la mayor parte del riempo. Una sola comparación capta la Capítulo 3
transformación ocurrida: en abril de r966, con la guerra de Vietnam
en pleno apogeo y disturbios raciales en Cleveland, Chicago y Atlan- Participación cívica
ta, el 66% de los norteamericanos rechazaba la opinión de que la
«gente que dirige el país no se preocupa realmente por lo que nos
ocurre». En diciembre de 1997, en medio del período más largo de Los norteamericanos de todas las edades y condiciones y de cualquier carác-
paz y prosperidad en más de dos generaciones, el 57 % de los norte- ter están siempre formando asociaciones. No se trata únicamente de asocia-
americanos refrendaba ese punto de vista.34 Las opiniones escépticas ciones comerciales e industriales, en las que todos participan, sino de otras
actuales podrán ser o no más exactas que las ideas ingenuas y opti- mil: religiosas, morales, serias, triviales, muy generales y muy restringidas,
mistas de comienzos de los sesenta, pero socavan la confianza necesa- enormemente grandes y muy diminutas l ... ] Nada, según creo, merece más
ria para motivar y sostener la participación en la vida política. atención que las asociaciones intelectuales y morales en Norteamérica. 1
Así, debido quizá a la fealdad tan poco funcional de la polítíca con-
temporánea ya la ausencia de proyectos colectivos amplios y convin- Estas líneas de Alexis de Tocqueville, un francés de gran penetración
centes, hemos reorientado nuestras energías, alejándolas de la políti- que visitó Estados Unidos a comienzos del siglo XIX, son citadas a
ca convencional y dirigiéndolas hacia cauces más voluntarios y menos menudo por los sociólogos porque captan un dato importante y per-
eficaces. La descripción de nuestro abandono del compromiso podría manente relativo a nuestro país. Hoy, al igual que hace ciento setenta
ser o no tan sencilla como lo que acabamos de exponer; dependerá de años, los norteamericanos suelen formar parte de asociaciones volun-
lo que encontremos cuando abordemos, en las páginas siguientes, las tarias más a menudo que los ciudadanos de la mayoría de las demás
tendencias en el compromiso social y cívico. naciones; sólo los pequeños países del norte de Europa nos superan
como asociacionistas. 2.

La imaginación de los norteamericanos para crear organizaciones


no conoce límites. Si repasamos la lista de dos mil trescientas ochenta
agrupaciones con cierta presencia nacional recogidas en el World AI-
manach, de la Aaron Burr Society a la Zionist Organization of Ame-
rica, descubriremos corporaciones tan llamativas como la Grand
United Order of Antelopes (Gran Orden Unida de los Antílopes), la
Elvis Presley Burning Love Fan Club (el Club de Fans de Amor Ar-
diente por Elvis Presley), la Polish Army Veterans Association of
America (Asociación Norteamericana de Veteranos del Ejército Pola-
co), la Southern Appalachian Dulcimer Association (Asociación de
Tañedores de Dulcema del Sur de los Apalaches) y la National Asso-
ciation for Outlaw and Lawman History (Asociación Nacional para
la Historia de Forajidos y Agentes del Orden). Algunos de estos gru-
pos podrían ser el equivalente asociativo de las publicaciones de autor,
pero encuestas sobre comunidades norteamericanas realizadas a lo
t •

rend('ItClilS ('1/ el O!/llf!l'UII'¡$1) cí/lic() y t'lI el ("{l/JI tal sUdal I'artici/Jflóán cÍviciI 59
- - - • _ _ _ _ _ _ _o

largo de varias décadas han descubierto una impresionante vitalidad 100

organizativa entre la gente corriente, Muchos norteamericanos de j


~ 90
hoy participan activamenre en grupos educativos o de servicios esco- , / ~

lares, como las Parent-Teacher Association (Asociación de Padres y ~ 80

Profesores), grupos recreativos, grupos de carácter laboral, como los


sindicatos y las organizaciones profesionales, grupos religiosos (ade-
g
E
70
V
/
más de las iglesias), grupos juveniles, clubes de servicios y fraterni- 8. 60 ../'

.L ~
~
dades de barrio o de propietarios de viviendas y de organizaciones T§ 50
caritativas, En términos generales este cúmulo de afiliaciones organi- .2
g
zativas ha caracterizado a los norteamericanos desde la década de % 40
I9 50 por lo menos.' il
~ 30
La afiliación oficial a organizaciones formales es tan sólo una face-
ta del capital social, pero suele considerarse un barómetro práctico "º o
del compromiso comunitario. ¿Qué pueden enseñarnos las listas de §2
< 10
las organizaciones y las encuestas sociales sobre la participación de los
norteamericanos en la vida organizativa de sus comunidades? Las 1965 1970 1975 19as 1990 1995 2000
1980
asociaciones voluntarias de Estados Unidos se pueden dividir, en sen-
tido amplio, en tres categorías: las relacionadas con la comunidad, FIGURA 7: Crecimiento de las d!:oociaciones nacionales
con las iglesias y con el trabajo, Comencemos con las más heterogé~ no lucrativas (1968·1997)
neas, es decir, con todos esos grupos sociales, cívicos y de ocio basa-
dos en la comunidad, con todo tipo de agrupaciones desde la B'nai cia de un número cada vez mayor de grupos que hablan (o pretenden
B'rith hasta la Parent-Teacher Association. hablar) en nombre de un número también creciente de categorías de
La lista parece mostrar un impresionante aumento en el mero nú- ciudadanos.'
mero de asociaciones voluntarias durante los últimos treinta años. La En realidad, entre las decenas de miles de asociaciones no lucrati-
cifra de organizaciones sin ánimo de lucro y de ámbito nacional reco- vas cuya proliferación aparece representada en la figura 7, las que
gidas en la Encyc/opedia af Assaciatians se multiplicó por más de dos cuentan con una afiliación masiva son relativamente pocas. Muchas
entre I968 y J977, pasando de IO.299 a 22.90I. Teniendo incluso en de ellas, como el Animal Nutrition Res,arch Council, la National
cuenta el aumento de la población durante ese período, el número de Conference on Uniform Traffic Accident Statistics y la National Slag
organizaciones nacionales per cápita se ha incrementado en casi dos Association, no tienen miembros. Según David Hartan Smith, perso-
tercios durante las tres últimas décadas (véase figura 7). Entusiasma- na que ha estudiado muy detalladamente las asociaciones en Estados
dos Con este dato, algunos observadores hablan, quizá con demasia- Unidos, apenas la mitad de los grupos listados en I988 en la Ency-
da precipitación, de una «revolución participativa)) en la política y la clapedia af AssocialÍans tenía de hecho miembros individuales. La
sociedad de Estados Unidos. Esta impresión de un rápido crecimiento media de afiliación de las asociaciones nacionales recogidas en la
en la vida organizativa norteamericana se ve reforzada -pero tam~ Encyclapedia de I988 era de sólo mil. Según un estudio comparable
bién matizada- por numerosos estudios recientes sobre el repentino de las asociaciones representadas en la Encyclopedia af Assaciations de
crecimiento de los grupos de interés, representados en Washington T962, el tamaño medio era entonces de unos diez mil miembros,.\" En
desde la década de J960. Lo que revelan estos estudios es la existen- otras palabras, el número de asociaciones de voluntariado se ha mul-
60 Tendc1/ndS 1.'11 el c()mpromiso dL'ic() y en el ("¡1fJital social ParticipacifJn cívica 61

tiplicado más o menos por tres a lo largo de este cuarto de siglo, peroi lítico nacional, y no a proporcionar una vinculación constante entre
la afiliación media parece ser aproximadamente de una décima parte: los miembros individuales que constituyen sus bases.
más grupos, pero la mayoría de ellos mucho menores. La erupción Aunque estos nuevos grupos suelen depender del apoyo económico
organizativa entre las décadas de 1960 y 1990 supuso una prolifera- de ciudadanos corrientes y son quizá fieles portavoces de sus opinio-
ción de membretes y no un estallido de participación de miembros de nes, no están compuestos realmente por ciudadanos miembros en el
base. mismo sentido que una congregación religiosa, un grupo de lectura o
También es reveladora la creciente concentración geográfica de las una organización fraterna. Un rasgo distintivo de las organizaciones
oficinas centrales nacionales. Las organizaciones de afiliados con de- formales creadoras de capital social es el de disponer de delegaciones
legaciones locales y una importante actividad de base tienen sus cen- locales donde sus miembros pueden encontrarse. De los ochenta y
trales en poblaciones como Irving, Texas (Boy Scouts); New Haven, tres grupos de interés público de los primeros años de la década de
Connecticut (Knights of Columbus); Indianapolis, Indiana (American 1970 (entre los que se hallaban prácticamente todas las organizacio-
Legion y Kiwanis); Birmingham, Alabama (Civitan); Tulsa, Oklaho- nes nacionales de ese tipo, desde Agribusiness Accountability Project
ma (Jaycees); Oak Brook, Illinois (Lions Clubs); Sto Louis, Misuri (Op- hasta Zero Population Growth, y desde la American Civil Liberties
timists); Baltimore, Maryland (NAACP); Kansas City, Misuri(Vete- Union y Common Cause hasta el Liberty Lobby y Young Americans
rans of Foreign Wars y Camp Fire Boys and Girls); Adanta, Georgia for Freedom), dos tercios no disponían en absoluto de secciones loca-
(Boys and Girls Clubs); o incluso en la ciudad de Nueva York (Ha- les y otro 12% tenía sólo veinticinco delegaciones en toda la nación,
dassah y Alcohólicos Anónimos). Estas venerables organizaciones es decir, una media de una por cada dos estados. Sólo nueve de los
tienen sus oficinas centrales cerca de zonas con importantes concen- ochenta y tres grupos contaban con cien secciones locales en todo el
traciones de miembros. país. 8 En comparación con ellos, existen siete mil secciones locales de
Sin embargo, la de la mayor organización nacional-que es además los Rotarios en Estados Unidos, por tomar como referencia una orga-
una de las que crecen más rápidamente-, la American Association of nización cívica típicamente «anticuada» basada en delegaciones. En
Retired Persons (AARP), no se halla en Florida, California o Arizona otras palabras, sólo los Rotarios tienen casi el doble de delegaciones
(donde se concentran sus bases), sino en el cruce entre las calles 6 y E que esos ochenta y tres grupos de interés público en conjunto.
de Washington, a unos pocos minutos de camino de Capitol Hill. De Otra encuesta realizada en 1985 sobre doscientos cinco «grupos
mane~a similar, los recién llegados al mundo asociativo nacional más nacionales de ciudadanos» confirmó que menos de una tercera parte
conocidos tienen su sede en diez bloques de la intersección entre las tenía secciones a las que pertenecían miembros individuales cotizan-
calles 14 y K de Washington. Se trata de las asociaciones Children's tes. Además, cuanto más reciente fuera la fundación de un grupo de
Defense Fund, Common Cause, National Organization for Women, ciudadanos, menores eran las probabilidades de que estuviese organi-
National Wildlife Federation, Greenpeace, Friends of The Earth, Na- zado en secciones, de forma que de todos los grupos de ciudadanos
tional Gay and Lesbian Task Force, Nalional Trust for Historie Pre- fundados a partir de 1965, apenas uno de cada cuatro disponía de de-
setvation, Wilderness Society, National Right to Life Committee y legaciones con miembros individuales.' Se trata de organizaciones de
Zera Population Growth. El «nuevo asociacionismo» tiene como listas de correo en las que estar afiliado significa esencialmente apor-
morada casi exclusiva el invernadero de Washington.' Los nuevos tar dinero a una oficina nacional en apoyo de una causa. La afiliación
grupos, que tanto están proliferando, son organizaciones estructura- a los grupos más recientes implica mover un bolígrafo, no celebrar
das profesionalmente para la defensa de intereses, y no asociaciones una reunión.
de miembros con una base 10cal.7 Los grupos más recientes se dedi- Estas organizaciones nuevas de afiliación masiva poseen claramen-
can fundamentalmente a expresar opiniones políticas en el debate po- te una importancia política cada vez mayor. El ejemplo más especta-
Tendencias en el compromiso ciuico }' en el capital s()ci,¡{ Partioracirín cívica

cular es probablemente el de la AARP, que pasó de cuatrocientos mil do una carta. lo!. Son pocos quienes asisten alguna vez a una reunión de
miembros con carné en 1960 a trece millones a mediados de la déca- esas organizaciones -muchas de ellas no las celebran nunca-, y es
da de 1990. Pero para mantener al día la afiliación a la AARP sólo se probable que la mayoría de sus miembros no se encuentren jamás a
requieren unos pocos segundos al año, los necesarios para firmar un sabiendas con ningún otro miembro. Los vínculos entre dos miem-
talón. La AARP es políticamente significativa, pero exige pocas ener- bros cualesquiera de la National Wildlife Federation o de la National
gías de sus miembros y aporta poco a su capital social. Los miembros Rifle Association son menos prohables que entre dos miembros de un
de la AARP que pertenecen a delegaciones locales son menos del club de jardinería o de oración, y se parecen más a los lazos que unen
ro 'Yo; y según el equipo de la AARP, las actividades de base de la or- a dos seguidores de los Yankees residentes en dos costas opuestas (o
ganización fueron mantenidas en vida artificialmente incluso durante quizá a los de dos usuarios fieles del catálogo de L. L. Bean): compar-
el período de máximo crecimiento de la afiliación. En muchos senti- ten algunos intereses similares, pero no son conscientes de la existen-
dos, estos grupos tienen más en común con organizaciones comercia- cia del otro. Mantienen lazos con símbolos, líderes y quizá ideales co-
les de compra por catálogo que con las antiguas asociaciones de rela- munes, pero no entre sí.
ción cara a cara. Algunas de las nuevas organizaciones hunden de Así, a pesar de su gran tamaño y de que proliferan y son poderosas,
hecho sus raíces en empresas comerciales. La AARP, por ejemplo, fue el vigor de las nuevas organizaciones con sede en Washington consti-
fundada en su origen como una empresa de seguros por correo. 10 De tuye una guía poco fiable para entender la vitalidad de la vinculación
manera similar, aunque tiene la forma de una asociación con miem- social y el compromiso cívico en las comunidades norteamericanas.
bros, la American Automobile Association es esencialmente una or- Algunos ejemplos nos podrán aclarar la situación.
ganización comercial que presta servicios a camhio de cuotas. Según la Encyc/opedia oi Associations, el número de organizacio-
Los administradores nacionales de esas organizaciones se cuentan nes independientes de veteranos de guerra llegó casi a triplicarse entre
entre los miembros de grupos de presión más temidos en Washington, J980 y I997. Fue el sector individual de crecimiento organizativo
debido en gran parte a sus masivas listas de correo. Es una ironía que más vigoroso durante ese período, al menos si lo medimos por su ci-
la influencia de los grupos en el gohierno haya aumentado súbitamen- fra. Pero en realidad algunas encuestas cuidadosamente realizadas a
te al mismo tiempo que disminuía el compromiso de los ciudadanos lo largo de ese mismo período muestran que el índice de afiliación a or-
tanto con el gobierno como con los grupos. Sin embargo, la represen- ganizaciones de veteranos entre hombres y mujeres norteamericanos
tación política no constituye una función nueva en las asociaciones descendió en torno a un lO 70. Esta caída no es sorprendente, pues el
vol untarias. Entre los casos más activos de asociación voluntaria de la número de veteranos vivos se redujo en un 9 % a lo largo de esos mis-
historia norteamericana se hallan los movimientos abolicionistas y mos ocho años. El rápido crecimiento del número de organizaciones
antialcohólicos de principios del siglo XIX. Gran parte de los mejores que pretenden hablar en nombre de los veteranos coincidió con la de-
aspectos (y también de algunos de los peores) de nuestra actual políti- cadencia del compromiso por parte de éstos. De manera similar, el
ca nacional están personificados por organizaciones de defensa de in- número de sindicatos catalogados en la Encyc/opedia oi Associations
tereses con sedes¡;ituadas en torno a las calles I4 y K. creció en un 4 % entre I980 y I997, mientras que la proporción de
Sin embargo, desde el punto de vista de los lazos sociales, las nue- trabajadores sindicados descendió en más de un 35 %." Más org"ni-
vas organizaciones son lo bastante distintas de las «asociaciones se-
~~~iones r:t~ ~.~~~ifi~~ más miembros.
cundarias» clásicas como para que tengamos que inventar un nuevo
marchamo, quizá el de «asociaciones terciarias),,'l Para la inmensa Las organizaciones ecologistas han sido valores en alza en el mundo
mayoría de sus miembros, el único acto como afiliados consiste en fir- asociativo de las últimas décadas. Al seguir la trayectoria de la expan-
mar un talón para el pago de las cuotas o quizá en leer de vez en cuan- sión de algunas de las asociaciones más dinámicas, observamos va-
T(,lIdc/l0as en el cnm/,romiso ciVICO}' en el (tI/Jlta/ socia! Partiáp(lcúi/1 <Í/Jlca
- - - - - - - - - - - - - - - - - - . _ - -..•- -
-
rios períodos de crecimiento rápido que, según suponemos, refleja-
ban variaciones de importancia en el compromiso de la gente con los
problemas medioambientales. Una investigación ulterior nos revela
~
Guerra
Mundial
......
~
que la «afiliación» por listas de correo es un mal indicador del com-
promiso cívico. Así, por ejemplo, el número de miembros del Envi-
ron mental Defense Fund (EDF) se triplicó pasando de cien mil en
1988 a trescientos mil en 1995. Sin embargo, los directivos del EDF
atribuyeron esta pasmosa expansión a unas «mejores campañas de
Indlce
de a/¡Iiación
medid pdla
el siglo xx
. _. - ..
I.---¡;;;;;;;;:¡
Guerra
Mundial
-

\/\'V
¡i
+ -- ... ....
~"
1\
...

mercadotecnia», entre ellas el recurso a la "prospección previa» (la


l' ~
D~prp"ófl

entrega de un regalo a personas no afiliadas y la posterior solicitud de


un donativo) en vez de la «prospección pospuesta)) (envío de regalos
una vez recibidos los donativos). Greenpeace se convirtió en la mayor
organización de Estados Unidos, con más de un tercio del total de afi-
V
liados a grupos ecologistas en su momento culminante (T990), gra-
cias a un programa extraordinariamente activo de buzoneo. En ese 1900 1910
1920 1930 1940 lC}~O ',<)60 197') IgRO 1990 ¡OOO

momento los dirigentes de Greenpeace, preocupados por el espec-


FIGURA 8: índice de afiliación a treinta y dos asociaciones nacionales
táculo de un grupo ecologista que imprimía toneladas de correspon-
dencia destinada a la papelera, redujo temporalmente las peticiones con secciones locales (1900-1997)
por correo personalizado. Su afiliación comenzó a experimentar casi
de inmediato una sangría, y en I998 el número de miembros de Gre- como fracción del total de mujeres judías, etc. El perfil general plas-
enpeace había descendido bruscamente en un 850/0.14 ma varios datos cruciales relativos a la vida asociativa de las comuni-
Las tendencias observables en las cifras de asociaciones voluntarias dades norteamericanas a lo largo del siglo xx.
en el conjunto nacional no son una guía fiable para conocer las del El número de norteamericanos que participaron en esas asociacio-
capital social, en especial en 10 relativo a las asociaciones carentes de nes organizadas en secciones fue en aumento a lo largo de la mayor
una estructura con secciones locales donde los miembros puedan to- parte de dicho siglo. ,6 La población de Estados Unidos creció tam-
mar realmente parte activa. Pero ¿qué pruebas podemos obtener de bién, por supuesto, pero nuestro análisis elimina ese factor de aumen-
organiz;,lciones que sí implican a sus miembros directamente en acti- to al considerar el índice de afiliación como un porcentaje de la po-
vidades de carácter comunitario? Las listas de miembros de esas aso- blación pertinente. Así, la larga curva ascendente de la figura refleja el
ciaciones a lo largo del siglo xx revelan unas pautas sorprendente- hecho de que cada vez eran más las mujeres pertenecientes a clubes fe-
mente paralelas entre muchas asociaciones cívicas distintas. Esas meninos, los residentes rurales afiliados a Grange, los jóvenes miem-
pautas se resumen en la figura 8, que combina los índices de los cam- bros de los scouts, los judíos adscritos a Hadassah y B'nai B'rith, y los
bios de afiliación de treinta y dos diferentes organizaciones naciona- hombres que pertenecían a clubes de servicios. Un factor importante
les con secciones locales a lo largo del siglo xx, desde la B'nai B'rith y de este crecimiento continuo fue probablemente el aumento constante
los Knights of Columbus hasta el club de los Elks y la Parent-Teacher en los niveles educativos, pero en conjunto el crecimiento de la afilia-
Association. 15 En cada caso, medimos la afiliación como una fracción ción superó incluso este factor. A medida que pasaban los decenios
de la reserva potencial de miembros entre la población: la afiliación a Estados Unidos parecía ajustarse cada vez más a la descripción de
4-H como fracción de la juventud rural, la afiliación de Hadassah Tocqueville.
66 Tendencias en el (omprO//1/s() cúneo y en el capital social Participación cívica

El brusco hundimiento en la década de 1930 de esta línea de com- comenzó a empeorar y luego a hundirse. Al concluir el siglo el auge
promiso cívico generalmente ascendente es una prueba del efecto masivo en los índices de afiliados a aquellas organizaciones durante
traumático de la Gran Depresión sobre las comunidades norteameri- la posguerra había desaparecido. '7
canas. Las listas de afiliados de casi todas las organizaciones para Las tasas de afiliación a todas las organizaciones a que nos referi-
adultos recogIdas en esta muestra ostentan las cicatrices de ese pe- mos comenzaron a estancarse por término medio en 1957, alcanza-
ríodo. En algunos casos, el efecto fue una breve pausa en aquel creci- ron su punto culminante a comienzos de la década de los sesenta, y
miento efervescente, pero en otros el revés fue extraordinario. La afi- comenzaron un período de declive constante en 1969. Los índices de
liación a la League of Women Vorcrs, por ejemplo, se redujo a la mitad afiliación llegaron a doblarse por término medio entre 194°-1945 Y
entre T 930 Y T 9 35, al igual que la de los Elks, Moose y Knights of Co- el momento culminante, y se redujeron a menos de la mitad entre ese
lumbus. E.s:e período de la historia pone de relieve las repercusiones momento y 1997. Esas medias ocultan algunas diferencias importan-
de unas dIficultades económicas graves sobre el compromiso cívico, tes en la experiencia vivida por varias organizaciones. Los efectos de
tema que volveremos a tratar en el capítulo TI. la Gran Depresión no fueron, por ejemplo, los mismos para organiza-
Sin embargo, la mayor parte de esras pérdidas se habían recupera- ciones distintas, pues hubo descensos masivos entre los masones y
do en los primeros años de la década de '940. La Segunda Guerra Hadassa, mientras que la afiliación a organizaciones juveniles como
Mundial provocó un brote masivo de patriotismo y solidaridad co- 4-H, los boyscouts y las girlscouts parece haber sido inmune a las di-
lectiva. Al concluir la guerra aquellas energías fueron encauzadas ha- ficultades económicas que afectaron a los adultos. El auge de la pos-
cia la vida comunitaria. Las décadas siguientes a T945 conocieron guerra se manifiesta casi en todos los casos, pero en el de Grange y la
uno de los períodos de compromiso comunitario más llenos de vitali- General Federation of Women's Clubs los buenos tiempos habían
dad de la historia de Estados Unidos. La «cuota de mercado» de esas concluido a mediados de la década de '950, mientras que otras orga-
trei~ta y ?OS ~rgani.zaciones como fracción de l~ afiliación potencial nizaciones, como los Rotados y Optimists, se mantuvieron estables
se disparo haCia amba. El aumento fue aún más espectacular debido en unas COtas altas hasta la de 1980. La afiliación a la NAACP expe-
a! crecimien;o de la población. La onda expansiva de esa explosión rimentó un~fuerte aumento durante la Segunda Guerra Mundial, se
c.lvlCa abarco a casI todas las organizaciones de la lista, desde las «an- vino abajo a comienzos de la década de '950, recuperó sus niveles
ticuadas», como Grange y Elks (que contaban más o menos con un más altos en los primeros años de la de 1960, y luego se estancó y vol-
siglo de vida en la década de 196o) hasta los clubes de servicio más vió a caer en picado a partir de la de 1970. Estas peculiaridades de las
recientes como Lions y la League of Women Voters (con cuatro déca- organizaciones nos recuerdan que, detrás de cualquiera de esos des-
das de existencia aproximadamente en la misma década). censos en el número de miembros, hay docenas de explicaciones indi-
No obstante, ese estallido de participación comunitaria comenzó a viduales que nos hablan de éxitos y fracasos en el liderazgo, tenaci-
decaer a finales de la década de 1950, a pesar de que el número abso- dad y errores garrafales en la estrategia organizativa, además de las
l,uto de ~iembros siguió aumentando durante algún tiempo. En los vicisitudes de la vida social y la política.
ultimas anos de la década de 1960 y primeros de la de '970 el aumen- La Parent-Teacher Association (PTA) nos ofrece una útil ilustra-
to de la afiliación comenzó a quedar muy por detrás del demográfico. ción. A mediados del siglo xx las PTA locales formaban parte de las
Al prinCipIO los secretarios de los clubes, habituados desde hacía organizaciones comunitarias más comunes. Según una encuesta reali-
tlempo a anunciar nuevos récords de afiliación con una monótona re- zada entre miembros de base de asociaciones a comienzos de la déca-
gularidad anual, no se percataron de que sus organizaciones no lo- da de 196o, la PTA tenía, por ejemplo, más afiliados que cualquier
graban mant:ner el paso del crecimiento demográfico. Sin embargo, otra organización laica. Más de uno de cada seis adultos de Nebraska
al hacerse mas profunda la decadencia, la cifra absoluta de miembros afirmaba ser miembro de su PTA local." El hecho de que la cifra ab-
r,¡rtlorI.1001101'1<.",/

solUCJ de miL'mbros de 1;1 PT:\ fuera relativé.1l1lente ele\-ada durante la les de la de 1990. Por término medio, cada año del cuarto de siglo
explosión demográfica no constituye, por supuesto, sorpresa alguna posterior a 1960 la PTA fue abandonada por un 1,2 % de las familias
(al haher mjs p.ldrt's, eran también más los miembros de la PTA). Lo norteamericanas con hijos, más de doscientas cincuenta mil fami-
más llamativo, sin cmbargo, es que el porcentaje de padres afiliados lias anuales. El mejor estudio reciente sobre la PTA concluye:
a la PTA en el conlunto de la nación se multiplicó por más de dos en-
tre I945 y I960, continuando el cr.ecimiento vertiginoso y casi inin- La afiliación se redujo de un punto culminante a principios de la década de
terrumpido de esta organización desde su fundación en 1910. Cada 1960, con casi cincuenta miembros por cada cien familias con hijos menores
año del cuarto de siglo anterior a 1960 se sumaba por término medio de dieciocho años, a menos de veinte miembros por cada cien familias con hi-
a las listas de miembros de la PTA un 1,6 % más de las familias norte- jos menores de dieciocho años a principios de la de J 980. Aunque la partici-
americanas con hijos, superando las cuatrocientas mil familias anua- pación se recuperó algo en esa misma década y a comienzos de la de 1990, la
les. Año tras año eran más los padres que participaban de ese modo organización no volvió a recuperar nunca las elevadas cotas de afiliación de
en la educación de sus hijos. finales de la década de 1950 y principios de la de 1960. [Últimamente la or-
El cambio de dirección de seis décadas de crecimiento organizativo ganización ha experimentado una nueva decadencia.] Entre 1990 y 1997 la
(captado gráficamente en la figura 9) llegó en 1960 con una brusque- PTA perdió medio millón de miembros, a pesar de que el número de familias
dad impresionante. Cuando la ulterior decadencia se estabilizó veinte con hijos menores de dieciocho años creció en más de dos millones, y la ma~
años después, la afiliación a la PTA había vuelto al nivel de 1943, trícula en la escuela pública superó la cifra de cinco millones. 19
consumiendo por completo las ganancias de la posguerra. Una breve
recuperación en la década de 1980 se desvaneció por completo a fina- El crecimiento explosivo de la PTA fue uno de los éxitos organizati-
vos más impresionantes de la historia norteamericana, y su aumento
50 incesante y casi exponencial a lo largo de las primeras seis décadas del
h siglo xx se vio interrumpido únicamente por una pausa brevísima
durante la Gran Depresión y durante sólo un año de la Segunda
7 '\ Guerra Mundial. Este éxito -el hecho de que su afiliación llegara fi-
7 \ nalmente a abarcar a casi la mitad de las familias de Estados Unidos-
se debió sin duda a que esta forma de vinculación atraía a millones de
~ 30
1/ padres que deseaban participar de alguna manera en la educación
~
} 25
/ \ de sus hijos. En nuestros tiempos caracterizados por el cinismo resul-
ta fácil lanzar una mirada desdeñosa a aquellas reuniones con galle-
e
8 20 I ~ .1" h.
... tas, sidra y charla superficial, pero la afiliación a la PTA fue el signo
7 V de un compromiso de participación en una forma de vida comunita-
/v ria práctica y centrada en los hijos.
Sin embargo, el hundimiento de la PTA durante el último tercio del
/' ~ siglo es no menos sensacional que su anterior crecimiento. ¿Qué pue-
[7 de explicar este impresionante giro? Parte del descenso del índice de
afiliación a la PTA es una ilusión óptica. La participación de los pa-
1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000
dres en organizaciones locales de servicio escolar (no todos estaban
FIGURA 9: Auge y caída de la PTA (1910-1997) afiliados a la PTA) no cayó con tanta rapidez como la afiliación a los
7° _ . _ - Participación c/uica 71
-

grupos adscritos a la PTA. En primer lugar, durante la década de para descubrir las tendencias en la participación de los norteamerica-
I970 algunas organizaciones locales de padres y profesores se dieron nos en asociaciones de voluntariado. En primer lugar, la popularidad
de baja en la PTA para unirse a organizaciones rivales o permanecer de grupos concretos puede crecer y menguar muy independientemen-
totalmente independientes a consecuencia de ciertos desacuerdos res- te del nivel general de compromiso comunitario. Aunque nuestro
pecto a la política escolar, así como a las cuotas nacionales. El resul- análisis histórico ha lanzado hasta aquí una red lo más amplia posi-
tado fue que muchas de las PTA desaparecidas reaparecieron como ble por lo que respecta a los diferentes tipos de organización, es sin
Parent-Teacher Organizations (PTO, organizaciones de padres y pro- duda posible que algunas organizaciones más nuevas y dinámicas
fesores no afiliadas a la PTA nacional), aunque muchas de esas aso- hayan eludido nuestro examen. De ser así, el cuadro de decadencia
ciaciones locales, independientes desde ese momento, acabaron tam- trazado por nosotros se aplicaría sólo a las organizaciones más «anti-
bién decayendo. Además, las luchas encarnizadas entabladas en I960 cuadas», y no a todas las de carácter comunitario. Según ha observa-
por la supresión de la segregación en las escuelas provocaron aban- do el sociólogo Tom Smith, «en definitiva, si queremos saber si la afi-
donos en bloque de afiliados a la PTA nacional en varios estados del liación a los diversos grupos en general ha ido en aumento [o en
sur. Aunque este fenómeno supuso una verdadera pérdida organizati- declive], tenemos que estudiar la afiliación a los grupos en genera)"."
va, no significó probablemente que los padres sureños abandonaran En segundo lugar, la afiliación formal de «carné» podría no reflejar
la vida organizativa de las escuelas locales. No obstante, una vez con- con exactitud la participación real en actividades comunitarias. Un
tabilizadas esas ganancias y pérdidas concretas, se observa con razo- individuo que «pertenezca') a media docena de grupos comunitarios
nable claridad que la participación de los padres en todos los tipos de podría no ser realmente activo en ninguno, Lo que importa de verdad
agrupaciones de padres y profesores sufrió un descenso sustancial en desde el punto de vista del capital social yel compromiso cívico no es
las décadas siguientes a T960.'·(,) No es necesario hacerse una idea ro- sólo la afiliación nominal, sino una afiliación activa y comprometida.
mántica de las reuniones de la PTA en la década de '950 para reco- Para abordar estas dos cuestiones necesitamos pasar de las listas for-
nocer que muchos norteamericanos de hoy están menos comprometi- males de las organizaciones a las encuestas sociales que pueden abar-
dos en la educación de sus hijos. car todo tipo de afiliaciones organizativas y distinguir la afiliación
Una investigación diligente revelaría sin duda detrás de cada una de formal de la participación real.
esas afiliaciones en decadencia historias igualmente interesantes y Varios análisis de encuestas nacionales realizadas entre los primeros
matizadas, pero los rasgos comunes a esas diversas organizaciones años de la década de I9 50 Y de la de I970 hallaron pruebas de un cre-
-un rápido crecimiento hasta la década de f960 detenido abrupta- cimiento constante y sostenido en todo tipo de afiliaciones organizati-
mente y seguido de un rápido declive- son una pieza significativa del vas, pero otros estudiosos se han preguntado si los ca~bios en el enun-
mosaico de pruebas referentes al cambio en el compromiso cívico en ciado de las preguntas de las encuestas no desautorizan quizá esa
las comunidades norteamericanas. Incluso tras haber explorado los conclusión.l.2 En otras palabras, movimientos sutiles en la lente de
detalles del ascenso y la caída de cada organización, nos quedaríamos nuestra cámara del transcurso del tiempo social habrían difuminado
con el dato notable de que todas ellas -muy diferentes entre sí en lo bastante las sucesivas imágenes como para que no podamos sentir-
cuanto a miembros, antigüedad y liderazgo- parecen haber penetra- nos seguros sobre las tendencias de las décadas de I950 y I960. Sin
do más o menos al mismo tiempo en unas aguas turbulentas durante embargo, un equipo de investigadores de la universidad de Michigan
el último cuarto del siglo xx. realizó en I957 una cuidadosa encuesta nacional por encargo del Na-
tional Institute of Mental Health (NIMH), y en I976 un grupo dirigido
Sin embargo, hay dos aspectos importantes en los que las cifras de por uno de los anteriores investigadores repitió el estudio de 1957 te-
afiliados de las organizaciones particulares son una guía poco segura niendo mucho cuidado de que entre ambos hubiera la mayor identidad
Tendencias en el compromiso cívico y en el capital socra! Participación cíVIca 7.1

posible.'] La primera oleada de encuestas fue llevada a cabo aproxi- pasando de poco menos del 75 % a mediados de la década de '970
madamente diez años antes de lo que, según todos los registros orga- a poco menos del 70 % a comienzos de la de '990.'7 La afiliación a
nizativos, fue la culminación del compromiso cívico durante la pos- grupos relacionados con iglesias, sindicatos, organizaciones fraterna-
guerra, mientras que la segunda se realizó alrededor de una década les y grupos de veteranos ha decaído, pero este descenso se ha visto
después de esa culminación. compensado en la mayoría de los casos por aumentos en grupos pro-
El estudio Michigan-NIMH halló en muchos sentidos una conside- fesionales, étnicos, de servicios, aficiones, deportes, fraternidades es-
rable estabilidad en las experiencias de vida de los norteamericanos a colares y otros, aunque es verdad que el único incremento sustancial
lo largo de esos dos turbulentos decenios. No obstante, una de sus se ha dado en el terreno de las organizaciones profesionales y, según
conclusiones centrales fue la constatación de una «menor integración veremos más adelante, ese aumento se ha mantenido apenas a la altu-
de los adultos norteameriCanos en la estructura sociaL>.l4 La sociali- ra del crecimiento del empleo en las propias profesiones. Si tenemos
zación informal con amigos decayó durante esas dos décadas en tor- en cuenta el aumento de los niveles educativos en este período -lo que
no al 10%, la afiliación a organizaciones descendió en un 1 6 % Y la nos llevaría a suponer que hoy en día hay muchos más norteameri-
asistencia a la iglesia (asunto que trataremos más directamente en canos con las destrezas e intereses que llevaban tradicionalmente a la
páginas posteriores) se redujo en un 20 %. Examinadas más de cerca, gente a integrarse en la vida cívica-, el descenso general resulta mu-
estas encuestas descubrieron unos descensos significativos en la afilia- cho más acusado. Entre los graduados universitarios, por ejemplo, la
ción a sindicatos, iglesias, organizaciones fraternales y de veteranos, afiliación organizativa descendió aproximadamente en un 30 (%,
grupos cívicos como las PTA, grupos juveniles, instituciones caritati- mientras que ese descenso fue más o menos idéntico entre quienes no
vas y también en una categoría genérica de «otros».l5 Así pues, las habían concluido la enseñanza media. No obstante, la caída neta en
mejores pruebas de encuesta disponibles concordaban con los datos la afiliación formal a organizaciones es, en el mejor de los casos, mo-
de las organizaciones de que la afiliación a asociaciones de volunta- derada.
riado entre los norteamericanos había descendido moderadamente Esta conclusión ambigua queda sin embargo tajantemente alterada
entre mediados de la década de '950 y de la de '970. si examinamos datos referentes a formas de participación más activas
Las pruebas de las encuestas son mucho más abundantes para los que la mera afiliación de carné. El trabajo en cargos directivos de una
años siguientes a la mitad de la década de '970, y nuestros juicios so- organización o como miembro de un comité es muy común entre los
bre las tendencias en este cuarto de siglo pueden ser más completos y afiliados activos de las organizaciones norteamericanas. En 1987 el
seguros. Tres importantes archivos de encuestas contienen informa- 61 % de los miembros de una organización había trabajado en algu-
ción pertinente: la General Social Survey (GSS) y los archivos Roper na ocasión en un comité, y un 46 % lo había hecho como directivo. lB
Social and Political Trends y DDB Needham Life Style." Entre quienes se presentaban como miembros «activos» -aproxima-
¿Cómo ha cambiado en general la afiliación a grupos durante el úl- damente la mitad de la población adulta-, el 73 % había prestado en
timo cuarto de siglo? La GSS nos proporciona la medida más comple- algún momento servicios de dirección, el 58 % algún tipo de función
ta de las tendencias en cuanto a afiliación formal de los norteame- administrativa, y sólo un 2 T % no había trabajado nunca ni como di-
ricanos a muchos tipos de grupos diferentes. La respuesta, en pocas rectivo ni como miembro de una comisión. En resumen, la inmensa
palabras, es que los índices de afiliación formal no han cambiado mayoría de los miembros activos de la mayor parte de las asociacio-
mucho, al menos si no tenemos en cuenta el aumento de los niveles nes voluntarias de Estados Unidos se deja convencer antes o después
educativos. El porcentaje de personas que declaran estar afiliadas de para desarrollar alguna actividad directiva en la organización.
manera formal por lo menos a una organización ha caído ligeramen- ¿Cómo ha cambiado en las últimas décadas el número de norte-
te, pero esa tendencia ha progresado hasta ahora con mucha lentitud, americano~ que satisfacen estos requisitos? Entre 1973 y 1994 la ci-
Participación civica 75
74 Tendencias en el compromiso e/tI/á))' en el capital social
----
fra de hombres y mujeres que asumieron alguna función directiva en norteamericanos la siguiente pregunta: «¿Cuántas veces acudió usted
cualquier organización local -desde las organizaciones fraternales a una reunión de club el año pasado?». La figura 1 I muestra cómo se
tradicionales hasta los grupos de encuentro más modernos- se redujo ha reducido esta forma de compromiso cívico a lo largo del último
en más de un 50 0/0.l9 (La figura 10 resume este dato fehaciente mos- cuarto del siglo xx. En 1975-1976 los hombres y mujeres norteame-
trando el cambio ocurrido entre la población que ha participado acti- ricanos asistían por término medio a doce reuniones de club anua-
vamente en la vida organizativa en un puesto directivo o como miem- les, en principio a una por mes." En 1999 esta cifra había caído nada
bro de un comité local.) Esta tendencia descorazonadora comenzó a menOS que un 580/0, reduciéndose a cinco reuniones al año. En 1975-
acelerarse a partir de 1985; en los escasos diez años transcurridos en- I97 6 el 64 % de los norteamericanos había seguido asistiendo al me-
tre 1985 y 1994, la participación activa en organizaciones comunita- nos a una reunión de club durante el año antenor. En 1999 la Cifra
rias del país se redujo en un 45 %. De acuerdo al menos con esta cifra, descendió aI38%. En resumen, a mediados de la década de 197 0 casi
la mitad aproximadamente de la infraestructura cívica norteamerica- dos tercios de los norteamericanos asistían a reuniones de clubes,
na desapareció del mapa en apenas una década. pero al concluir la de 1990 eran casi dos tercios quienes no asistían a
El ochenta por ciento de la vida, bromeaba en cierta ocasión Woo- tales reuniones. En comparación con otros países, podríamos parecer
dy Allen,JO consiste simplemente en dejarse ver. Lo mismo podría de- aún una nación de asociacionistas, pero si nos comparamos con nues-
cirse del compromiso cívico, y ese «dejarse ver» nos proporciona una tro pasado reciente, no lo somos, al menos si «asociarse), significa
medida útil para evaluar las tendencias de la vida asociativa en nues-
tras comunidades. En veinticinco encuestas anuales realizadas entre
1975 y 1999, DDB Needham Life Style planteó a más de ochenta mil
algo más que una afiliación nominal. ..
Así pues, dos archivos de encuestas distintos indican que la partlcl-
pación activa en clubes y organizaciones sociales de cualquier tipo ha
l
descendido más de la mitad en las últimas décadas del siglo xx. Este

oL-------~---------l--------t--------J~------~'9:9\:-----~2:000
1970 1975 1980 1985 199Cl 1995 1970 1975 1980 1985 1990

FIGURA 10: Participación activa en organizaciones (1973-1994) FIGURA 11: Disminuye la asistencia a reuniones de club (1975-1999)
Tende/1c1,Is en el compromiso cívico y el1 cf capital snáol Participación civica 77

cálculo coincide notahlemente con datos de un tipo totalmente ines- asociativa (compromisos directivos, asistencia a reuniones, dedica-
perado. En cada una de las décadas transcurridas entre T965 y 1995 ción de tiempo, etc.) son todavía más espectaculares. Entre los gra-
se pidió a una muestra de norteamericanos de toda la nación que es- duados universitarios, cada vez más numerosos, la media de asistencia
cribieran «dietarios» en los que registraban cómo pasaban cada mi- anual a reuniones de club cayó en un 55% (de trece reuniones por año
nuto de un "día de dietario» elegido al azar. A partir de esas páginas a seis), mientras que entre los titulados de enseñanza media el descen-
de diario podemos reconstruir cómo fue evolucionando gradualmen- so en la asistencia anual a reuniones fue del 60 % (de diez reuniones
te el empleo del tiempo del norteamericano medio a lo largo de tres anuales a cuatro), y entre el número cada vez menor de norteamerica-
décadas, entre r965 Y 1995-" nos que no han concluido la enseñanza media la caída en la asistencia
En términos generales, según ha demostrado John Robinson, direc- a reuniones fue del 73 % (de nueve reuniones anuales a dos).
tor del proyecto del dietario, la asignación de nuestro tiempo no ha La disminución en la actividad organizativa y en la asistencia a reu-
cambiado de forma espectacular durante ese período -durante esas niones de club en términos absolutos fue aproximadamente paralela
tres décadas, por ejemplo, hemos tenido casi exactamente una media en todos los niveles educativos y sociales. Sin embargo, como las per-
de ocho horas de sueño-, pero se dan algunas excepciones importan- sonas con menos estudios participaban también menos, en principio,
tes. La televisión consume ahora más tiempo que antes, mientras que en organizaciones comunitarias, el descenso relativo fue aún mayor en
dedicamos menos a trabajos domésticos y al cuidado de los niños. La los escalones más bajos de la jerarquía. En los daros de los dietarios
fracción de tiempo dedicada a actividades organizativas ha sido siem- de uso del tiempo aparece una pauta similar: descensos en todos los
pre relativamente modesta en un día cualquiera, pues hasta los gru- ¡ niveles de la jerarquía educativa, aunque ligeramente mayores, en
pos de lectura o los clubes de servicio entregados fielmente a sus obje-I este caso, entre las personas con más estudios. En otras palabras, la
tivos suelen reullIrse únicamelHe una vez por semana o mes, y no a ) disminución general en la participación comunitaria ha quedado disi-
diario. No obstante, los dietarios muestran claramente que el tiempo) mulada hasta cierto punto por el hecho de ser cada vez más los norte-
dedicado a las organizaciones comunitarias ha descendido constante- americanos que poseen las habilidades y recursoS sociales que fomen-
mente a lo largo de este período.)) taban tradicionalmente la participación en asuntos comunitarios.
Medida en horas mensuales, la inversión de tiempo del norteameri- En la vida de la comunidad, como en el mercado de valores, los lo-
cano medio en la vida organizativa (sin contar los grupos religiosos, gros del pasado no son garantía de buenos resultados en el futuro,
que examinaremos en lugar aparte) cayó de 3,7 horas en 1965 a 2,9 en por lo que es aventurado presumir que las tendencias de las próximas
1975 y 2,3 en 1985 y 1995. En undía medio de 1965e17% delosnor- décadas reflejarán las de las últimas. No obstante, la tendencia des-
teamericanos pasaba algún tiempo en una organización comunitaria. cendente mostrada en la figura 11 se ha mantenido más o menos sin
En 1995 esta cifra había caído al 3 %. Estos porcentajes indican que interrupción durante más de un cuarto de siglo, y de continuar el ín-
casi la mitad de los norteamericanos de la década de 1960 dedicaba al- dice actual de descenso, los clubes se extinguirán en Estados Unidos
gún tiempo por semana a clubes y asociaciones locales, frente a menos en menos de veinte años. Considerando que esas asociaciones locales
de una cuarta parte en la de 1990.34 Un análisis más detallado de los han sido durante algunos cientos de años una característica de la vida
datos de los dietarios nos lleva a pensar que casi todo este declive es comunitaria norteamericana, resulta notable ver cómo ocupan un lu-
atribuible a la sustitución generacional: los miembros de una genera- gar muy aIro en la lista de especies en peligro de extinción.
ción dada dedican el mismo tiempo de siempre a actividades organiza- Las caídas bruscas en la vida organizativa registradas aquí están
ti vas, pero cada una de las sucesivas generaciones les dedica menos. documentadas por cuatro series distintas de pruebas, con diferentes
Si tenemos en cuenta el rápido crecimiento de los niveles educativos técnicas de muestreo, diferentes empresas de encuestas y diferentes pre-
a lo largo de este período, estas caídas repentinas en la participación guntas; cada una de ellas se basa, no obstante, en decenas de miles de
Tendencias en el compromiso cívico y en el ca/Jital social Participación cívira 79

entrevistas realizadas en un gran número de encuestas independien- han capeado con éxito los vientos y mareas imperantes-, pero el cua-
tes, y en conjunto cubren todo tipo de participación asociativa. El he- dro general nos presenta un declive en el número de miembros de las
cho de que sean tan coincidentes en su valoración de que el compro- organizaciones comunitarias. Es probable que durante el último tcr-
miso activo con las organizaciones locales se redujo en más de la cio del siglo xx la afiliación formal a organizaciones en general haya
mitad durante las últimas décadas del siglo xx es tan llamativo y con- ido descendiendo poco a poco entre un 10 y un 20 %. Todavía es más
vincente como si los anillos de crecimiento de los árboles del sudoes- importante el hecho de que la participación activa en clubes y otras
te, los cilindros de hielo extraídos del Ártico y los registros del Almi- asociaciones voluntarias se haya venido abajo a un ritmo asombroso,
rantazgo hritánico confirmaran un mismo ritmo de calentamiento reduciendo la mayoría de los índices de participación a la mitad en
globa 1. apenas unas décadas.
Otro indicador sólido de la prioridad atribuida por los norteameri- Muchos norteamericanos siguen afirmando ser miembros de varias
canos a la participación organizativa es la parte destinada al pago de organizaciones, pero la mayoría no dedica ya mucho tiempo a orga-
cuotas por cada dólar dedicado a actividades de ocio, medida cuya nizaciones comunitarias (hemos dejado de realizar tareas en comités,
trayectoria ha sido estudiada por el Ministerio de Comercio durante de trabajar como directivos y de asistir a reuniones). Y todo ello, a
los últimos setenta años. En I929 seis centavos de cada dólar gastado pesar del rápido crecimiento del nivel educativo que ha dado a un nú-
en actividades de ocio y recreativas iban destinados a cuotas de clu- mero de norteamericanos mayor que nunca las destrezas, los recursoS
bes y fraternidades. Con la llegada de la televisión en la década de y los intereses que fomentaron en otros tiempos el compromiso cívi-
I950 (y la explosión nacional de las ventas de televisores), esa cifra co. En pocas palabras, los norteamericanos han ido abandonando en
cayó a cuatro centavos, pero al finalizar la década había vuelto a bandadas no sólo la vida política, sino en general la vida comunitaria
aumentar a cinco, coincidiendo con el auge CÍvico de las décadas de organizada.
1950 y 1960 que aparece repetidamente en nuestros datos. La cifra se Antes de llegar a una conclusión firme sobre las tendencias de la
redujo, sin embargo, a tres centavos durante las últimas tres décadas participación en organizaciones sociales formales necesitamos, no
del siglo, de modo que en [997 este indicador de la prioridad relativa obstante, considerar los cambios que se han producido en el mundo
concedida por los norteamericanos a sus compromisos organizativos de la religión y del trabajo. La religión sigue siendo hoy, como lo fue
había descendido en un 40 % desde la cima alcanzada durante la pos- en el pasado, un sector sumamente importante de la sociedad civil
guerra en I958.3.1 norteamericana, y el trabajo ha pasado a ocupar un lugar de impor-
Resumiendo: los registros de las organizaciones indican que, en los tancia cada vez mayor en las vidas de muchos norteamericanos, por
dos primeros tercios del siglo xx, la participación de los norteameri- lo que las tendencias en estos dos ámbitos tendrán un efecto impor-
canos en todo tipo de asociaciones cívicas aumentó de manera cons- tante sobre nuestras reservas colectivas de capital social.
tante, si exceptuamos el paréntesis de la Gran Depresión. En cambio,
en el último tercio del siglo sólo ha seguido expandiéndose la afilia-
ción de lista de correo, con la creación de una especie completamente
nueva de asociación «terciaria" cuyos miembros de hecho no se reú-
nen nunca. Al mismo tiempo ha caído en picado la participación acti-
va en organizaciones de relación cara a cara, si consideramos tanto
los registros de las organizaciones como los informes de las encues-
tas, los dietarios o los gastos de los consumidores. Podríamos encon-
trar sin duda excepciones individuales -organizaciones concretas que
80 ParticipaCl6n religiosa 8r
------------
de esta tenacidad es que rll Estados Unidos 1,<1 diferencié.1 de \a I1lJ:-O-
ría de las demás naciones avanzadas de Occidente) la religión ha sido
Capítulo 4 pluralista y ha evolucionado constantemente, expresándos~ ~n un c~­
leidoscopio de movimientos de renacimiento y despertar religIOso mas
Participación religiosa que en una religión estatal única que podría haberse anquilosado.'
Las comunidades de fe en las que la gente participaba conJunta-
mente en actividades religiosas son probablem.ente la reserva indivi-
Las iglesias y otras organizaciones religiosas tienen una importancia dual más importante del capital social en Estados Unidos. «La iglesia
singular en la sociedad civil norteamericana. Estados Unidos es, desde es gente -dice el reverendo Craig McMullen, pastor coadjutor acti-
el punto de vista religioso, uno de los países más observantes del mun~ vista de la iglesia baptista del Dorchester Temple de Bostan-. No es
do contemporáneo, Con la excepción de «unos pocos estados agrarios un edificio y tampoco una institución. Es la relación entre una p~rso­
como Irlanda y Polonia -observa un estudioso-, Estados Unidos ha na y la que está a su lado.»6 Por regla general, los datos de que dispo-
sido el país de la cristiandad más creyente en Dios, más religiosamen- nemos muestran que casi la mitad de la afiliación asociativa de Esta-
te observante, más fundamentalista y de una religiosidad más tradi- dos Unidos guarda relación con la iglesia, la mitad de las actividades
cional.), así como «el país religiosamente más fecundo», donde «han personales filantrópicas es de carácter religioso y la mitad del volun-
nacido más religiones nuevas l ... } que en cualquier otra sociedad»,] tariado se realiza en un contexto religioso, Así pues, el grado actual
Las iglesias norteamericanas han sido a lo largo de los siglos institu- de compromiso religioso es muy importante para el capital social nor-
ciones sociales de una increíble robustez." El propio Tocqueville co- teamericano.
mentó largamente la religiosidad de los norteamericanos. El historia- Las instituciones religiosas sostienen directamente una amplia
dor de la religión Phillip Hammond observa que «la proporción de gama de actividades sociales que van mucho más allá del culto con-
norteamericanos que se afiliaron a una iglesia o sinagoga desde el mo- vencional. Entre los puntos del calendario semanal para el '4 de oc-
mento en que se fundó la nación fue en aumento hasta la década de tubre de 1990 de la iglesia de Riverside, una congregación protestan-
1950),! Aunque solemos imaginar casi siempre a los colonos como te de la corriente mayoritaria de la ciudad de Nueva York, aparecían
una gente profundamente religiosa, el índice de cumplimiento formal reuniones de las Sesiones de formación del Servicio Social, el Semina-
con la religión creció de manera continua de un 17% en T776 a un rio para tomar conciencia del SIDA, el Grupo de Trabajo Ecologista,
62 % en T980 según un estudio sistemático de la historia de la ob- la Hermandad China Cristiana, los Narcóticos Anónimos, el cluh de
servancia religiosa en Estados Unidos. 1 Otros observadores como Mujeres Empresarias y Profesionales de Riverside, el Ciclo de Estu-
E. Brooks Holifield, sostienen que el significado de ser mie~bro de dios sobre la Crisis del Golfo, los Hijos Adultos de Alcohólicos y la
una iglesia ha ido perdiendo rigor con el tiempo, y concluyen que «la clase de Artes Marciales para Adultas y Adolescentes. En enero de
participación en las congregaciones se ha mantenido probablemente '99' el calendario semanal de la Crystal Cathedral, una iglesia evan-
dentro de una relativa constancia desde el siglo XVII hasta el xx. El gélica de Garden Grave (California), incluía sesiones dedicadas a las
porcentaje de la población que participaba en las congregaciones con Mujeres en el Mercado, Control de Conductas CompulSivas, Taller
cierta regularidad se situó entre el3 5 y el40 durante la mayor parte de de Formadores de Carreras, Tiempo para el Estiramiento Y Paseo para
los trescientos últimos años»,4 En cualquier caso, una de las razones Mujeres, Vencer el Cáncer, Solteros Cristianos Constructivos, Lu.d~­
patas Anónimos, Ylujeres que Aman Demasiado, BulímlCos Anolll-
* Por simplificH, empleo .1qllí ld. palabra "l~lesia" P,lr<l referirnlt' a rodas las institu·
mos v Vida Nocturna del Viernes (para estudiantes de último curSO
ciones religios.1s de cualquier credo, incluidas mezquitas, remplos y sinagogas. de b~chillerato). El conjunto de edificios de la Crystal Cathedral de
Parflápacu)n religiosa 81
Tcndencias CII el compromiSo duico y C/7 e/ ca¡J/t,¡f sOcla/
-----
Garden Grove incluye también restaurantes y un Centro de Vida Fa- mento de predicción más poderoso del número de encuentros perso-
miliar, con piscina, sala de musculación, saunas y baños de vapor. nales diarios." Quienes asistían con regularidad a la iglesia decían
En una, al menos, de las nuevas megaiglesias el activismo social se ha haber hablado durante la jornada con un 40 % más de gente. Estos
extendido hasta ofrecer clases de seducción, modelismo y decoración estudios no pueden mostrar de manera concluyente que la asistencia
de pasteles, además de una bolera en un centro recreativo de siete a la iglesia "produzca» de por sí vinculación social (es probable que
plantas.' la flecha causal entre esas dos realidades apunte en ambas direccio-
Las iglesias son una importante incubadora de destrezas y normas nes). Pero eS evidente que las personas religiosas son capitalistas so-
cívicas, intereses comunitarios y reclutamiento cívico. Los hombres y ciales que mantienen una actividad poco común.
mujeres religiosamente activos aprenden a pronunciar discursos, diri- El compromiso religioso es un predictor especialmente vigoroso del
gir reuniones, solventar desacuerdos y cargar con responsabilidades voluntariado y la filantropía. Entre un 75 Y un 80 % de quienes son
administrativas. También traban amistades con otras personas que a miembros de una iglesia hacen donativos de caridad, frente a un 55-
su vez pueden reclutarles para realizar otras formas de actividad co- 60 % de quienes no lo son; yel 50-60 % de los primeros practica acti-
munitaria. Dehido en parte a esas razones, quienes asisten a la iglesia vidades voluntarias, mientras que sólo lo hace el 3°-35% de los se-
tienen muchas más probabilidades de verse involucrados en organiza- gundos. Esto, por supuesto, se debe en parte a que las propias iglesias
ciones profanas, votar y participar políticamente de 'otras maneras y realizan actividades que requieren fondos y voluntarios, pero hay una
mantener unos contactos sociales informales más profundos. ¡¡ mayor probabilidad de que los practicantes religiosos dediquen tiem-
Las personas practicantes y [as que dicen que la religión es muy im- po y dinero a actividades ajenas a su propia congregación. Dejando
portante para ellas tienden má,., a visitar a sus amIgos, recibir invita- incluso de lado la aportación a causas religiosas, la participación acti-
dos, asistir a reuniones de clubes y pertenecer a grupos deportivos, va t:n urganizal:iullt:s dt: lLPO religioso es uno de los predictores más
sociedades profesionales y académicas, grupos de servicio escolar y fuertes tanto de prácticas filantrópicas como de realización de tareas
grupos juveniles, clubes de servicios y aficiones o de jardinería, gru- de voluntariado. [3
pos literarios, artísticos, de dehate y de estudio, fra'ternidades escolares El nexo entre religión y altruismo encarna en parte la fuerza de los
masculinas y femeninas, organizaciones agrarias, clubes políticos, valores religiosos. Según observa Kenneth Wald, un riguroso investi-
agrupaciones de nacionalidades y otros grupos variados.\! En una en- gador de la religión, «los ideales religiosos son potencialmente fuen-
cuesta sobre veintidós tipos diferentes de asociaciones voluntarias, tes importantes de compromiso y motivación~), por lo que los «seres
desde grupos de aficiones hasta asociaciones profesionales, grupos de humanos harán enormes sacrificios si creen estar impulsados por una
veteranos y de autoayuda y clubes deportivos y de servicios, la afilia- fuerza divina».14 Pero para explicar el voluntariado y la filantropía,
ción a grupos religiosos era la más estrechamente asociada a otras los lazos sociales encarnados en las comunidades religiosas son al me-
formas de compromiso cívico, como participar en las elecciones, ser nos tan importantes comO las creencias religiosas en sí mismas. 15 Las
miembro de un jurado, colaborar en proyectos comunitarios, hablar obras de beneficencia de las personas relacionadas con alguna iglesia
con los vecinos y entregar donativos de caridad. ro dependen no sólo de la fe, sino de los vínculos establecidos. Una vez
La religiosida,d compite con la educación como correlato importan- J más los datos no demuestran más allá de cualquier duda que la asis-
te de la mayona de formas de compromiso cívico. l I De hecho, las tencia a la iglesia produzca de por sí generosidad, pero el compromi-
personas religiosamente comprometidas parecen sencillamente cono- j so religioso está indudablemente asociado a una mayor atención a las
cer a más .ge~t~. Según una ,interesante encuesta que pedía enumerar \ necesidades de nuestros hermanos y hermanas.
todos los mdlvlduos con qUIenes se mantenían conversaciones cara a 1 Las iglesias han sido y siguen siendo importantes suministradores
cara a lo largo del día, la asistencia a los actos religiosos era el ele- ! de servicios sociales. Las comunidades religiosas norteamericanas

,,
Tendencias ('n el compromiso cívico y en el capital social Participación religiosa

gastan de quince a veinte mil millones de dólares anuales en dichos na. La iglesia es la institución más antigua y con mayor capacidad de
servicios. En J 998 cerca del 60 % de las iglesias de la nación (y una recuperación entre los negros norteamericanos, en especial porque fue
proporción todavía mayor en el caso de las feligresías más numero- la institución de un pueblo históricamente oprimido, controlada tra-
sas) habían contri huido, según sus propios datos, a la prestación de dicionalmente sólo por ellos. Los afroamericanos de todas las capas
servicios sociales, al desarrollo de la comunidad o a proyectos de or- sociales son más observantes desde el punto de vista religioso que los
ganización de barrios. Las feligresías que representan al 33 % de las demás norteamericanos. La tradición religiosa negra fomenta clara-
personas religiosas practicantes sostienen programas de ayuda ali- mente la combinación de asuntos religiosos y comunitarios y da vigor
mcntaria a gcnte que pasa hambre, y [as que representan al 18 % ha- al activismo cívico. El compromiso de la iglesia con los negros se ha
cen lo mismo con programas de vivienda como Habitat for Huma- asociado fuertemente a la participación cívica, tanto durante la lucha
nity. Según Partners for Sacred Places, la inmensa mayoría de las por los derechos civiles como antes de ella, debido en parte a que la
antiguas feligresías urbanas (un 93 %) ofrece servicios comunitarios iglesia brinda a los negros una oportunidad única para el ejercicio de
como despensas. grupos de autoayuda y programas recreativos; ade- sus destrezas cívicas. l8 C. Eric Lincoln, sociólogo de la religión, dice:
más, según ese mismo grupo, el 80 % de los beneficiarios de dichos
programas no son miembros de las feligresías. Las iglesias de negros Más allá de su función puramente religiosa, y por más fundamental que haya
han destacado de manera especial en las recientes campañas para re- sido tal función, la iglesia negra, en su papel histórico de liceo, conservatorio,
construir comunidades de los centros urbanos, como la Boston IO- foro, centro de servicio social, academia política e institución financiera, ha
Point Coalition. El modelo de organización de comunidad de base sido y es para la América negra la madre de nuestra cultura, el adalid de
considerado de TllJyor éxito en Estados Unidos -la Industrial Areas nuestra libertad yel distintivo de nuestra civilización. '9
Foundation- hunde sus raíces institucionales en parroquias y feligre-
sías locales.I f, En suma, la participación religiosa es un aspecto crucial del compro-
Las iglesias han hrindado las bases organizativas y conceptuales a miso cívico. Así, las tendencias en el compromiso cívico están estre-
una amplia gama de poderosos movimientos sociales a lo largo de la chamente ligadas al cambio en las pautas de participación religiosa.
historia de Estados Unidos, desde la abolición del esclavismo y las
campañas antialcohólicas del siglo XIX hasta los derechos civiles y el Si lo medimos con la vara de las creencias personales, el compromiso
derecho a la vida del siglo xx. Según uno de los principales analistas religioso de los norteamericanos se ha mantenido razonablemente es-
del movimiento por los derechos civiles de las décadas de I9 50 y I960: table durante el último medio siglo, sin duda mucho más de lo que
podríamos suponer en función de algunos comentarios públicos so-
La Iglesia Negra funcionó como centro institucional del movimiento moder~ bre la secularización de la vida en Estados Unidos. Casi todos los
no por los derechos civiles I... J Las iglesias proporcionaron al movimiento norteamericanos dicen creer en Dios, y tres de cada cuatro afirman
una base de masas organizada, un liderazgo de clérigos muy independientes que creen en la inmortalidad. No hay evidencias de que estas creen-
económicamente de la sociedad blanca más amplia y adiestrados en el arte de cias hayan flaqueado en el último medio siglo. El sondeo Gallup y
administrar personas y recursos, una base económica institucionalizada para otras organizaciones de encuestas han preguntado repetidamente a
la financiación de la protesta y lugares de reunión donde las masas planea- los norteamericanos durante décadas por el grado de «importancia
ban tácticas y estrategias y se comprometían colectivamente con la lucha.!7 de la religión en su vida", y las respuestas indican sólo un moderado
descenso en este indicador de la religiosidad.'o Sin embargo, según
Las organizaciones confesionales son particularmente esenciales para ha observado uno de los más destacados historiadores norteamerica-
el capit:JI social y el compromiso cívico de la comunidad afroamerica- nos de la religión, «si no hallan acogida en algo más que el corazón o
86 Tendencias en el comprnmiso e/vico y en el capital sncial PartiCIpación religiosa

el alma humanos, los impulsos religiosos tendrán pocas consecuen- A pesar de estas ambigüedades, los datos de las encuestas y los in-
cias duraderas»,.!.l ¿Qué nos dicen los hechos no sólo sobre las creencias formes de las confesiones son, no obstante, generalmente coinciden-
religiosas, sino sobre la participación en las instituciones de la reli- tes, según muestra la figura 12, que presenta un aumento en la afilia-
gión? ción a las iglesias desde la década de 1930 hasta aproximadamente
Las tendencias en el comportamiento religioso han sido durante 19 60 , seguido de un estancamiento, y luego una larga y lenta caída de
muchos años ohjeto de calurosos debates entre especialistas. La teo- aproximadamente ello <% en el número de miembros de las iglesias
ría sociológica clásica de la secularización -la idea de que a medida entre la década de 1960 y la de '990. El porcenraje de norteamerica-
que la sociedad se moderniza se hace más profana- se amolda razo- nos que se identifican coma personas «sin religión» ha crecido de for-
nahlemente bien a la experiencia de Europa occidental, pero incluso ma constante de un 2 % en T 967 a un 1 [ o/c-) en la década de r 990 . .1.4
en las décadas de 1950 y 1960 muchos observadores dudaron de que Sin embargo, como en el caso de las organizaciones laicas, si quere-
encajara con los datos de nuestro país. En años recientes la perma- mOs comprobar las tendencias en la participación religiosa, necesi-
nente vitalidad de la religión en Estados Unidos ha sido «redescu- tamos ir más allá de la afiliación formal y llegar a la participación
bierta» por especialistas académicos, y al finalizar el siglo -según ob- real. Cinco archivos de encuestas independientes que abarcan una gran
servaba el principal sociólogo norteamericano de la religión- "los parte del último medio siglo coinciden en general en que, en una se-
estudiosos han dejado de hablar de secularización. Ahora demues- mana determinada de esos cincuenta años, el número de norteame-
tran su valía intelectual contándonos lo que tienen de bueno las igle- ricanos que afirman haber asistido a los servicios religioso es apro-
sias),22 Debido a esta especie de guerras religiosas sobre el destino de ximadamente del 40-45 0/0 • .1.5 Las primeras encuestas muestran un
la religión es importante sopesar con cuidado las pruebas contradic- acentuado aumento del 1,)"-20 % en el Índice de asistencia a la iglesia
torias sobre tendencias en la participación en instituciones religiosas
a lo largo del último medio siglo, más o menos. 8\~--~--,----,----,---,---,---

Las dos partes enfrentadas en el debate sobre la «secularización»)

.
80+-----~-----}~,~.~+-----~----_r----_+------
,
están de acuerdo en que la afiliación a las iglesias alcanzó muy proba-
hlemente su cénit en la década de 1950, y ambas perciben lo que los
gurüs del mercado de valores calificarían de una moderada «correc- • .. ,.... ~ ....
1--...... '.
ción>, (es decir, un descenso en la observancia religiosa) en la década
de 1960 y primeros años de la de 1970. Las tendencias del último
cuarto de siglo son más discutidas, debido en parte a la incertidumbre
sobre la fiabilidad de las pruebas disponibles. Las cifras de afiliación
confesional son discutibles porque las confesiones no definen a sus
miembros con el mismo rigor, porque la actualización del número
de miembros es irregular, porque existe la posibilidad de que los in-
formes sobre su situación estén inflados y porque no todas las iglesias
llevan registros exactos o dan información acerca de ellos. Los datos
de sondeos evitan algunos de estos inconvenientes, pero en general 40+-----~-----l-----l----~------~----+------
1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 ,000
consignan cifras de afiliación más altas que las de los registros ecle-
siásticos, probablemente porque muchos miembros no practicantes FIGURA 12: Afiliación a iglesias (1936-1999); datos de registros
siguen identificándose como presbiterianos, judíos o católicos,l} eclesiásticos y encuestas
_8_8_ _ _ _T;_e_n_d_cn_'_'/a_s en el compromiso c/u/ca v en e1,<-a p"Ita I SOCia
- _ "1
Participación religiosa

de la década de 1950 a la de '960, Y un descenso de esa n '


nItud a comienzos de la de '970," Los cinc h' f lISma ,:,ag- ción cuidadosa entre las respuestas de los encuestados y recuentos
I j' o are ¡VOS o fecen calcu reales de feligreses en los bancos de la iglesia indica que muchos de
os 1geramenre divergentes sobre las tendencias posterior -
pe,ro resumiéndolos de la manera más razonable' d des .3 J975, nosotros «no recordamos» si asistimos verdaderamente a los servi-
aSIstencia ha caído -de forma mode d . po ,emos eCir que la cios la semana anterior. Las cifras de informaciones exageradas so-
u o/ d ' . ra a pero mequlvoca- en torno a bre asistencia a la iglesia llegan a alcanzar un 50% ." Algunos estu-
n 10- I2 o urante el ultimo Cuarto de siglo '7 El d
be 'd - - escenso parece ha- diosos creen que el índice de exageración en las informaciones es en
r SI o mas acusado en la segunda mitad de ' ,
desde mediados de la década de 19Ho hasta me~I~:ed;,;r~~~~'de,s declf, realidad más alto hoy que hace una generación, y que, de ser así, los
Stt~ando_,estas tendencias recientes en una pers ectiva e r99~. datos de las encuestas podrían calcular por lo bajo el descenso en la
ahn~plJa, 'la tll gur ;¡ 1.3 reproduce los datos conjuntos ~e estos :~~ocomaas verdadera asistencia a la iglesia. En resumen, la participación en los
oficios religiosos organizados es probablemente menor hoy en día de
c . IVosa o argod e Ia u'1'tima mitad '" del SIglo xx !,~ [
r- ,
Clden en id' - f . ,as enCuestas com- lo que lo fue hace veinticinco años, y seguramente inferior a la de hace
te 1 .11 Icar ~~ uerte aumento en la asistencia a la iglesia duran-
cuarenta.
a~ pnmeras eeadas posteriores a la Segunda Guerra M .
~~~~1aorr un0 deslcen,slo de alrededor de un tercio entre finale~n::~; La participación de los norteamericanos en la VIda social de la igle-
sia más allá del propio culto -en catequesis dominicales, grupos de
e 195 Y os u timos años de la de 1 . 'd '
ese descenso se produjo en la de 1 6 990, mas e la mitad de estudio de la Biblia, actividades sociales de la iglesia y otras prácticas
Al 9 o. similares- parece haber caído al menos con tanta rapidez como la afi-
gunos sociólogos escépticos han comenzado _ "
mam t . l ' a preguntarse ultl- liación a la iglesia y la asistencia a los oficios teligiosos, En la década
en e SI os norteamericanos son en realidad t b
asuntos religiosos Como dan a entend j. an o servantes en de 1950 uno de cada cuatro norteamericanos aproximadamente afir-
er as encuestas. Una compara- maba estar afiliado a alguno de esos grupos relacionados con las igle-

oH .
55 1 - .__ ._- 1'--_ --.~-..---- __ sias, al margen de su pertenencia propiamente dicha a la iglesia, A fi-

~
nales de la de 1980 y en la de 1990 esa cifra se había reducido a la
I T mitad, según ciertos estudios comparables, rondando la proporción
de uno de cada ocho,l° El estudio cuidadosamente controlado lleva-
~t 4) I '/":..l.. ~ .•.•. do a cabo por la Universidad de Michigan y el NIMH sobre el cambio
.s;~ /". V'
X~ i/ / """1 ~.
.>~ ....
en el comportamiento personal entre 1957 y 1976 detectó un descen-

ti
4

J ,\0 \. / / ' I . .
so del 50 % en la afiliación a grupos relacionados con las iglesias. Se-
gún la General Social Survey, la afiliación a esos grupos se redujo al
i~ ~ ! menos en un 20% entre 1974 y 1996.31 La participación de los norte- \
I I
E e
38
~ji la
i"----+-----+--I
i
-------I-----L
I
I I
americanos en la vida social de sus instituciones religiosas, al margen
de la asistencia a los oficios formales del culto, ha caído probable-
"ir 25+-______~------
I il ---+-------1 mente en un tercio desde la década de '960, y en la mitad o más des-
delade1950,

J 940 1950
I
1960 1970 1980
Las pruebas aportadas por los dietarios sobre empleo del tiempo
rellenados por muestras de norteamericanos en 1965, 1975, 1985 Y
1995 confirman plenamente esos resultados. En este último año los
1990 2000
FIGURA 13: Tend ' norteamericanos dedicaron a la religión (tanto al culto como a activi-
enC1as en la asistencia a la iglesia (1940-1999)
dades sociales relacionadas con la vida religiosa) una media de sólo
9° 1Í.'ndel1(J¡Js en el {OH1!JrrmIlSO c/u/en y en el capital sucia! f-'articlpac¡(ín religiosa '-} 1
~------------- -------------
dos tercios del tiempo que le dedicaban en 1965, una caída constante Las valoraciones de las tendencias en el comportamiento religioso
desde una hora y treinta y siete minutos semanales en I965 hasta una son inevitablemente polémicas, pues muchas personas se sienten fuer-
hora y siete minutos en I995.1' No es que la duración de los sermo- temente comprometidas con una u otra de las posturas enfrentadas;
nes se haya acortado, sino que más bien la parte de la población que no obstante, una de las complejidades peculiares de dichas valora-
dedica algún tiempo a cualquier tipo de actividades religiosas se ha ciones es un modelo de «ciclo de vida» generalmente reconocido en
reducido casi a la mirad,
materia de religiosidad. J4 El matrimonio y los hijos fomentan, en tér-
En resumen, la probabilidad de que los norteamericanos declaren minos generales, una mayor participación en las actividades relacio-
ser miembros de una iglesia ha disminuido durante las tres o cuatro nadas con la iglesia. Además, las personas adultas y mayores (más
últimas décadas en un la %, mientras que Su asistencia real a la igle- conscientes quizá de su condición mortal) parecen sentirse más atraí-
sia y su auténtica participación en actividades religiosas ha caído en- das que los jóvenes hacia la religión. Para detectar un cambio signifi-
tre un 25 y un 50 % aproximadamente. Todo el auge experimentado cativo a largo plazo, debemos comparar los índices de participación
por la participación religiosa durante la posguerra -y quizá más- ha religiosa entre personas de una misma edad en épocas diferentes. Si
quedado reducido prácticamente a la nada. Esta pauta histórica am- los jóvenes de hoy son menos observantes de lo que solían serlo ante-
plia en cuanto a participación religiosa -ascendente desde el primer riormente las personas de su edad, es muy proba ble que no puedan si-
tercio del siglo hasta la década de I 960, para caer luego entre esta dé- tuarse nunca a la altura de sus predecesores, por más que quienes hoy
cada y la de 1990- sigue en gran parte el mismo esquema observado son jóvenes vayan acrecentando su compromiso religioso a medida
anteriormente en las organizaciones comunitarias laicas, así como en que cumplen años; así, el nivel conjunto de dicho compromiso en la
la participación política.
sociedad tenderá a descender con el paso del tiempo. Entre la década
Pero aún hay algo más: en los tres casos, cuanto mayores son las de I970 y la de I990 la asistencia a la iglesia entre personas meno-
exigencias de la forma de compromiso -asistencia real frente a afilia- res de sesenta años descendió en torno a un 10-20 % , mientras que
ción formal, por ejemplo-, mayor es el declive. En efecto, las institu- aumentó ligeramente entre las de sesenta años en adelante,35 El mo-
ciones clásicas de [a vida cívica norteamericana, tanto religiosas derado incremento en cuanto a participación religiosa entre la gene-
como seculares, han quedado «vaciadas». Visto desde fuera, el edifi- ración más anciana de la población -los nacidos en la década de I930
cio institucional parece prácticamente intacto: un pequeño descenso o antes- no bastó para contrarrestar el declive del compromiso de sus
en la profesión de fe, una mínima caída en la afiliación formal, etc. hijos y nietos.
Sin embargo, al examinarlo más de cerca Se ve con claridad que la Esta pauta es aplicable en particular a los hábitos religiosos de los
descomposición ha consumido las vigas de sustentación de la infraes- nacidos en los años de la explosión demográfica, los baby boomers.
tructura cívica.
Cuando tenían de veinte a treinta años (durante las décadas de I960
El descenso de la participación religiosa, al igual que muchos de los y 1970), esas personas se desentendieron de las instituciones religio-
U, cambios en el compromiso político y comunitario, es atribuible en sas más que sus mayores a esa misma edad. Tras casarse, tener hijos y
I buena medida a diferencias generacionales.J3 No parece que una de- asentarse, aquellos veinteañeros tendieron a comprometerse más con
terminada cohorte de norteamericanos, sea cual fuere, haya reducido la religión organizada, tal como lo habían hecho sus padres, pero ini-
su observancia religiosa con el paso de los años, pero las generaciones ciaron este ciclo de vida que los llevó hacia la iglesia desde un nivel de
más recientes son menos observantes que las de sus padres. La susti- compromiso religioso mucho más bajo, y nunca llegaron a cerrar la
tución lenta pero inexorable de una generación por la siguiente ha he- brecha. Ahora que han cumplido los cuarenta y los cincuenta, y a pe-
cho descender de forma gradual pero inevitable nuestra participación sar de ser (como era de esperar) más religiosos que antes, los bahy boo-
en las actividades religiosas.
mers siguen siendo aún menos comprometidos religiosamente que las
Tendench}s en el compromiso dpico y en el capital socwl Participación religiosa 93
-----
personas de edad adulta de una generación anterior. El sociólogo cia independiente de las formas religiosas institucionalizadas; tal vez
Wade Clark Rooi calcula en dos tercios los baby boomers criados en proporcione al creyente sentido y orientación personal, pero no es
una tradición religiosa que dejaron de ser practicantes, mientras que una fe compartida, y por tanto no es probable que inspire un com-
sólo la mitad de ellos volvió a practicar la religión." Así, el nivel me- promiso con el grupo [... ] Es posible que esas personas sean "creyen-
dio de compromiso religioso sigue decayendo a medida que sus pa- tes", pero no son "asociados"»,w
dres, gente más religiosa,-aoandonan la escena. No pretendo sostener aquí que la religión privatizada sea frívola
Wade C1ark Roof y William McKinney resumen así el comporta- desde un punto de vista moral o teológico, ni que las tradiciones reli-
miento religioso de esta época: giosas heredadas posean una superioridad intrínseca. Al contrario,
Stephe n Warner, admirador de un mercado más libre para una afilia-
Numerosos jóvenes con buena formación académica y de clase media [",1 ción religiosa autónoma, afirma que «hay pruebas considerables de
abandonaron las iglesias a finales de los años sesenta y en los setenta [".] Al- que quienes cambian de religión son personas moralmente serias·).4°
gunos se afiliaron a movimientos religiosos nuevos; orros buscaron la ilumi- Pero según la mayoría de las explicaciones, «el gran "ganador" en el
nación personal a través de diversas terapias y disciplinas espirituales; pero juego de la versatilidad es el grupo cada vez más numeroso de los no
más sencillamenre se «desentendieron» por completo de la religión organi- religiosos,) ,4
1

zada [.. ,1 [El resultado fue una1 tendencia hacia una psicología religiosa al- Según explica Phillip Hammond a partir de una encuesta sobre cre-
tamente individualiz<lda, sin las venutÍas de una fuerte vincuLKión con las yentes practicantes de Carolina del Norte, Ohio y California:
comunidades de creyentes. Los años posteriores a la década de 1960 conocie-
ron un impulso importante en esta dirección con la tendencia hacia una ma- La revolución social de las décadas de 1960 Y 1970 aceleró la alteración del
yor realización y una húsqueda del yo ideall ... l En este clima de individualis- equilihrio entre [las funciones colectivo e individual de la iglesia], y lo hizo
mo expresivo, la religión tiende d "privatizarse» o se asienta más firmemente intensificando notablemente un fenómeno que calificaremos de «J.uwl1omía
en el terreno de lo personaJ.37 personal». La autonomía personal no ha llevado, pues, tan sólo a una deca-
dencia del compromiso con la parroquia [... ] sino también J un cambio en el
La religión privatizada puede ser moralmente persuasiva y psíquica- significado de dicho compromiso.
mente satisfactoria, pero representa un volumen menor de capital so-
cial. Cada vez son más las personas que pasan con mayor frecuencia El compromiso activo en la vida parroquial depende considerable-
de una congregación de fieles a otra; aSÍ, aunque quizá sigan siendo mente del grado de vinculación de una persona con el contexto social
«religiosos)), están menos comprometidos con una comunidad con- más amplio, con el hecho de tener amigos en la parroquia, en el barrio
creta de creyentes. Las últimas décadas han conocido una prolifera- o en el trabajo y de formar parte de una densa red personal. Según ve-
ción de la publicidad dedicada a diversos grupos de culto, desde la remos en los dos capítulos siguientes, esos pilares que sustentan el
meditación trascendental hasta la Iglesia de la Unificación del reve- compromiso social fundado en la religión se han visto debilitados a
rendo Moon, pero varios estudios realizados con meticulosidad han su vez durante las últimas décadas. En resumidas cuentas: aunque la
demostrado que ninguno de esos movimientos ha atraído entre los religión privada es para muchos hijos de la explosión demográfica
norteamericanos más allá de unos pocos miles de miembros perma- una expresión valiosa de un juicio moral autónomo, la religión insti-
nentes, lo que representa una fracción infinitesimal en una población tucionalizada no tiene una importancia tan fundamental en sus vidas
adulta de doscientos millones de personas." Pero incluso entre aque- como la tuvo en la de sus padres."
llos que tienen inclinaciones religiosas, «la religión privatizada es
bastante ajena al apoyo comunal y lleva en gran medida una existen-
-""----. ----" --- - - - - - - - ------~--
------ ~'--,--~ -~

-----
Jt'r.h1os.J Esct' c"S d de' L1S un Jc'b.HII.1.1S "pk'rL1S
SUDSCr.1W Sl)\,.'IOiógl':l)
La onentación religiosa de la llamada generación X nos lleva a pensar culrurales» de los úlrimos años. Aunque no deberíamos exagerar e-S(J
seriamente que esta merma larga y constante del compromiso religio- polarización, es posible que tenga también una característica regio-
so no ha concluido todavía. Los estudiantes recién ingresados en la nal, pues disponemos de ciertas pruebas de que el desentendimiento
universidad han respondido en todo Estados Unidos durante más de religioso ha sido más marcado en el norte (en especial en el nordeste)
tres décadas a un cuestionario tipificado sobre su último año en el y sumamente limitado en el «cinturón bíblico» del sur. 45
instituto, títulos, intereses en su carrera, objetivos en la vida, activi- En segundo lugar, el ritmo y dirección del cambio han sido notable-
dades sociales, etc. Cuando los hijos de la explosión demográfica, mente diferentes en las distintas confesiones, Las congregaciones pro-¡
que Ingresaron en la universidad en 1968, rellenaron el cuestionario, testante y judía han perdido cuota de mercado en cuanto a número de'
el 9 % dijo que no iba «nunca» a la iglesia. A finales de la década de miembros, mientras que los católicos y otras religiones han ido pro- j
199°, en el momento en que sus propios hijos cumplimentaron ese gresando. El porcentaje de protestantes en la población de Estados
mismo cuestionario, el índice de desinterés absoluto por la religión Unidos ha caído aproximadamente de 3 a 4 puntos porcentuales por
organizada se había doblado, llegando a un 18 %. De manera similar, década desde la Segunda Guerra Mundial, descenso que supone más
la proporción de universitarios de primer año que al informar sobre o menos una cuarta parte en general, mientras que el de judíos se ha
su preferencia religiosa personal declaraban «ninguna» se multiplicó reducido en torno a cinco puntos porcentuales por década, lo que sig-
por dos, pasando de un 7 % en 1966 a un 14 % en 1997. Según otra nifica un declive general del 50 %. En cambio, la cuota de católicos en
serie rigurosa de encuestas anuales, la proporción de estudiantes de la población ha aumentado de 1 a 1,5 puntos porcentuales por déca-
enseñanza media que asistían a los oficios religiosos una vez por se- da, incremento de alrededor de un tercio en conjunto, mientras que
mana cayó de un 40o/Q a finales de la década Je 1970 a un 320/0 en quienes declaran no tener «ninguna religión,) han subido alrededor
los primeros años de la de 1990.43 de 2 puntos porcentuales por década, llegando más o menos a cua-
Mis generalizaciones sobre las tendencias en la participación reli- druplicarse. El sector de la población de Estados Unidos que afirma-
giosa del conjunto de los norteamericanos durante las tres últimas dé- ba ser protestante descendió entre 12 Y 15 puntos porcentuales (casi
cad~s constituyen una simplificación excesiva al menos en dos aspec- una quinta parte) en el último tercio del siglo xx, probablemente la
tos Importantes. En primer lugar, no todos los miembros de la sociedad caída más acusada en la historia de Estados Unidos.4'
norteamericana se han visto igualmente afectados por las tendencias Esta divergencia entre los índices de crecimiento está influida en
descritas hasta aquí. Mientras que un grupo de ellos ha tendido a cierta medida por la inmigración de Latinoamérica, en lo que respec-
abandonar la participación activa en comunidades de creyentes, otro ta a los católicos, y por la de Asia en cuanto a otras religiones. Según
sigue estando tan plenamente-comprometido como siempre. La parte algunos cálculos, los hispanos, por ejemplo, constituyen ahora una
de la población totalmente desvinculada de la religión organizada ha cuarta parte de los católicos norteamericanos. Su compromiso reli-
aumentado, pero la que está intensamente comprometida se mantie- gioso significa que la iglesia católica está desempeñando de nuevo
ne relativamente estable. En otras palabras, el abandono de la reli- una función importante en la vinculación de los inmigrantes con la
gión se ha de atribuir a aquellas personas cuyo compromiso religIOSO sociedad norteamericana en sentido amplio. En ese sentido continúa
era moderado, pero convencIOnal. El resultado es que el país se está contribuyendo a la formación de capital social, pero esta nueva in-
dividiendo más claramente en dos grupos: los observantes devotos y fluencia oculta sólo parcialmente la magnitud de la disminución del
los completamente ajenos a la iglesia." (Se podría ver aquí cierto pa- compromiso con la iglesia entre los nacidos en Estados Unidos.
ralelismo Con las tendencias en política: cuanto mayor es el número Los cambios han sido aún más acusados en la amplia familia de las
de creyentes auténticos, más son los que abandonan y menos los mo- confesiones protestantes. Las principales de ellas (metodistas, presbi-
Tendencias en el compromiso civico y en el capital sooal PartiClpaCl(Ín refiKiosa 97

terianos, episcopalianos, luteranos, congregacionistas, baptistas ame- fue casi tan grande para los negros como para los hlancos, y la pérdi-
ricanos, ete.) han sufrido durante los últimos cuarenta años fuertes da de afiliación en los grupos ecleSlales fue ligeramente mayor entre
pérdidas en "cuota de mercado», mientras que los grupos evangelis- los negros. Como ocurrió con los blancos, las confesiones protestan-
tas y fundamentalistas (baptistas del sur, pentecostales, de la santidad, tes mayoritarias parecen haber conocido también entre los n:~ros
asambleas de Dios e iglesia de Dios en Cristo, así como los testigos de una decadencia relativa, mientras que las congregaciones evangehcas
Jehová, los mormones y otras congregaciones independientes) han se- han experimentado un crecimiento. 49 . , '
guido creciendo, aunque a veces a un ritmo más lento que antes, ya La revitalización de la religión evangélica es qUlza el rasgo mas no-
que en la actualidad mantienen a penas el paso del crecimiento demo- table de la vida religiosa norteamericana en la úlrima mitad del si-
gráfico nacional. Aunque el protestantismo mayoritario continúa glo xx. Según han sostenido los historiadores de la iglesia Roger Fmke
siendo una parte significativa del paisaje religioso, sus congregaciones y Rodney Stark, este fenómeno es simplemente la ultima representa-
se van reduciendo, envejecen y participan menos en actividades reli- ción de un drama familiar en la historia religiosa norreamencana: un
giosas. La proporción de miembros de iglesias evangélicas ha aumen- movimiento religioso insurgente, más disciplinado, más sectario, me-
tado -probablemente en torno a un tercio durante los veinticinco nos «secularizado», se impone a unas confesiones imperantes de CJ-
años siguientes a 1960-, pero esas ganancias no son suficientes para rácter más mundano. Los metodistas 10 hicieron con los episcopalia-
que el conjunto del protestantismo compense las pérdidas de las prin- nos a mediados del siglo XIX, y ahora los fundamenta listas lo han
cipales confesiones. Uno de los resultados es que ese crecimiento se ha hecho con los metodistas.
dado en los dos extremos del espectro religioso, el más ortodoxo y el Este fenómeno vigoriza la religión, desde cierta perspectiva, y crea
más profano, mientras que el sector medio se ha venido abajo.47 un capital social efervescente en el seno de las nuevas iglesi~s ev~ngé­
Los cálculos de asistencia a la iglesia nos cuentan una historia lige- lkas. Dirigenres de toda clase ue corrientes religiosas, a~mlran,Justa­
ramente distinta. Aunque las cifras de quienes se declaran católicos mente los logros de los evangélicos a lo largo de las ultimas decadas
han seguido creciendo, el índice tradicionalmente elevado de obser- en lo referente a la creación de comunidades religiosas rebosantes
vancia religiosa entre los católicos, medido por la asistencia a misa, de energía. Muchos de los episodios más importantes de formac.ión de
ha descendido de forma constante. Entre el menguante número de capital social en la historia de Estados Unidos hundIeron sus ralces ~n
protestantes, el Índice de asistencia semanal se ha mantenido razona- renacimientos religiosos, y es muy posible que nos hallemos en el ver-
blemente bien, debido en parte a que las confesiones protestantes han tice de uno de estos períodos.'o ,
ido derivando hacia congregaciones de carácter más evangélico; sin Sin embargo, según ha observado Wade Clark Roof, "las energlas
embargo, al ser hoy menos quienes se declaran protestantes, la pro- religiosas conservadoras se canalizan en el sentido de recuperar ~a. fe
porción de norteamericanos que asisten con regularidad a los servi- en el seno de la tradición religiosa y reafirmar unas fronteras relrglo-
cios de culto ha descendido de manera significativa a lo largo de las sas y de estilo de vida dentro de la cultura dominante [.. ·1 Las iglesias
tres o cuatro últimas décadas. En otras palabras, cada vez hay más y sinagogas que crecen suelen ser de carácter excluyente y pueden lle-
católicos que son meros miembros nominales de su iglesia, mientras gar a trazar límites tanto sociales como religiosos!> y De~de un punto
que un número elevado y continuamente creciente de protestantes y de vista histórico, los clérigos de las principales confeSiones prores-
judíos están abandonando su religión por completo." tantes aportan a la comunidad cívica en sentido amplio un~ pa~te
Esta decadencia del compromiso religioso caracteriza a los negros desproporcionada mente alta de dirigentes, mientras que las IgleSias
al menos tanto como a los blancos, a pesar de que aquéllos siguen evangélica y católica hacen mayor hincapié en actiVidades centradas
siendo más observantes que éstos en asuntos de religión. El declive de en lo eclesiástico. Al repasar el recorrido de la histOrIa norteamenca-
la asistencia a la iglesia entre mediados de las décadas de 1970 y 1990 na, Robert Wuthnow, uno de los estudiosos norteamericanos de la re-
f'arIIU{)(1(1ón rcllglOsa ')9
- - - _ ... - . _ - - - - ._-_.

ligión más agudo y mejor capacitado, llega a la conclusión de que voluntariado laico. En estos credos la asistencia a la iglesia guarda re-
«mientras que las iglesias mayoritarias participaron en programas lación con la afiliación y hasta con el liderazgo en grupos seculares.
progresistas de mejora social durante la primera mitad del siglo xx, Las personas religiosamente comprometidas, tanto en las congrega-
las evangélicas se centraron más en la piedad individual».5 2 ciones evangélicas como en las mayoritarias, enseñan a lo"s demás
Los evangélicos suelen tender más a participar en actividades den- destrezas cívicas aplicables a otros terrenos, como por ejemplo tareas
tro de su propia comunidad religiosa tanto individualmente como de gestión y habilidades para hablar en público, pero los protestan·
agrupados en congregación, pero suelen comprometerse menos con tes de la corriente mayoritaria tienden más a transmitirlas a la co~nu­
la comunidad en sentido más amplio. n Los evangélicos asisten a la nidad en sentido más amplio. Según la conclusión de Robert Wuth-
iglesia con más regularirdad que los protestantes de corrientes mayo~ now: "Las iglesias protestantes mayoritarias fomentan el compromiso
ritarias, son mucho más generosos en actividades filantrópicas (sus cívico en la comunidad en general, mientras que las iglesias evangéli-
donativos alcanzan una media del 2,8 % de los ingresos familiares, cas no parecen hacerlo)~)6
frente a un 1,6), asisten a la catequesis dominical y a grupos de estu- Ese mismo contraste aparece entre las diversas congregaciones: las
dio de la Biblia con mayor regularidad y tienen más amigos íntimos que se consideran conservadoras son menos proclives que las libera-
dentro de la misma congregación. Según George Marsden, das igle- les o las moderadas a ofrecer servicios o programas sociales, con la
sias fundamentalistas ofrecen a sus miembros una comunidad bas- notable excepción de las actividades de los defensores del derecho a
tante más fuerte que sus homólogos protestantes liherales moderados la vida. (En el capítulo 9 examinaremos con más detenimiento la par-
[.. ·1 Se cuentan entre las comunidades no étnicas más cohesionadas ticipación política de los cristianos evangélicos.) De manera similar,
de Estados Unidos».'i4 durante la época de la lucha por los derechos civiles el compromiso
Sin embargo, el capit,-ll social de los evangélicos se invierte más en ti cívico de los negros mantuvo una correlación positiva con la particI-
su propio ámbito que en la comunidad en general. La asistencia a la ji pación en iglesias negras mayoritarias, mientras que esa correlación
iglesia no guarda relación entre ellos con la afiliación a organizacio- fue negativa entre las confesiones negras fundamentalistas. ASÍ, el he-
nes comunitarias. Esta regla general según la cual los evangélicos no cho de que el cristialJi~mo evangélico se halle en alza mientras que el
salen de sus reductos tiene algunas excepciones: Jos Prison Fellowship mayoritario decae significa que la religión tiene hoy una eficacia me-
Ministries de Charles Col son, por ejemplo, son muy elogiados por nor coma fundamento del compromiso cívico y del capital social que
trabajar más allá de los límites confesionales y raciales en seiscientas «tiende puentes)). Wuthnow pone el dedo en la llaga de esta cuestión:
prisiones de toda la nación para hacer que los presidiarios vuelvan a
ser miembros de la comunidad. No obstante, la mayor parte del va· La religión puede tener un efecto saludable en la sociedad civil estimulando a
luntariado entre los evangélicos va dirigida a apoyar la vida religiosa sus miembros a participar en el culto, pasar tiempo con sus familias y apren-
de la propia congregación -mediante la enseñanza en las catequesis der las lecciones morales inherentes a las tradiciones religiosas. Pero si sus
dominicales, el canto en el coro y la participación en el culto-, pero funciones se reducen únicamente a esto, su influencia en la sociedad será pro-
no se extiende a la comunidad en general tanto como el trabajo vo- bablemente reducida. Lo que despertó el interés de TocqueviHe al observar
luntario practicado por miembros de otros credos.55 las organizaciones voluntarias fue [... 1 su capacidad para forjar vínculos en·
Hoy en día las confesiones mayoritarias del protestantismo y el ca- tre amplios sectores de la población enlazando comunidades y religiones, y
tolicismo tienden más a participar en tareas de voluntariado y servi- aunando a personas de profesiones y orígenes étnicos distintos. \";'
cio en la comunidad en general. Entre los protestantes mayoritarios y,
en menor medida, entre los católicos la asistencia a la iglesia está me- Este cometido civico amplio es el que la religión evangélica no ha Ile·
nos ligada al voluntariado religioso y mantiene más vínculos con el gado a desempeñar en los Estados Unidos de hoy.

¡
rOl
IDO Tendendas en el compromiso CÍvico}' en el capital soóal
---- --_._----------

Resumamos lo que hemos aprendido acerca de los asientos religiosos


en el libro de cuentas norteamericano del capital social. En primer lu- Capitulo 5
gar, la religión es en la actualidad, como lo ha sido tradicionalmente,
una fuente principal de la vida y la salud comunitaria de Estados Uni- Vínculos en el lugar de trabajo
dos. Las organizaciones de tipo religioso sirven directamente a la vida
cívica al proporcionar apoyo social a sus miembros y servicios socia-
les a la comunidad en general; e indirectamente, al fomentar habilida- Las organizaciones relacionadas con la vida laboral se suelen conten;-
des cívicas, inculcar valores morales, estimular el altruismo y promo- piar a través de dos prismas diferentes. Desde un punto de vISta eco no-
ver el reclutamiento cívico entre los fieles. mico, los sindicatos y las asociaciones profesionales son criticados a
En segundo lugar, las amplias oscilaciones en la participación reli- veces como una forma de cártel monopolista, como estamentos mo-
giosa durante el siglo xx reflejan las tendencias de la vida cívica laica: dernos por medio de los cuales los trabajadores de una rama o profe-
un florecimiento durante las primeras seis décadas del siglo, y espe- sión particular pueden aunarse para impedir la competencia yaumen-
cialmente en las dos siguientes a la Segunda Guerra Mundial, que se tar sus ingresos. No obstante, desde un punto de vista sociológico estas
marchitará después a lo largo de las tres o cuatro últimas décadas. Al organizaciones son un foco importante de solidaridad social, un. ffi:ca-
igual que en la vida profana, cuanto más intensa fue la forma de ese nismo de ayuda mutua y experiencias compartidas. Estas dos lmage-
compromiso, mayor ha acabado siendo su decadencia reciente, a pe- nes se refuerzan, por supuesto, fundamentalmente, pues la solidaridad
sar de que una minoría de la población sigue considerando especial- es una condición esencial de la colaboración económica. Incluso quie-
mcnte atractivas las confesiones exigentes. Además, tal como ocurre nes se lamentan de las consecuencias económicas de los sindicatos de
en la política y la sociedad en general, este desentendimiento parece profesores o de los colegios de abogados reconocerán probablemente
estar vinculado a la sucesión generacional. Las generaciones más jó- el capital social que representan.
venes (entre los «más ióvenes» incluimos aquí a los hijos de la explo- Las organizacion~s de carácte~ laboral, tantO sindicato~ ~como or- \
sión demográfica) participan menos que sus predecesores de la mis- ganismos empresaflales y profeSIOnales, se han contado siempre en-
ma edad tanto en actividades religiosas como profanas. tre las formas más tradicionales de la vinculación cívica en .Estados \I
Finalmente, la vida religiosa norteamericana de este período ha Unidos, y constituyen un apartado importante d e nuestro Inventa- .
vuelto a representar el conocido drama de la aparición de formas de fe rio de capital social. La figura 14 resume las tendencias en el índice
más dinámicas y exigentes que sustituyen a otras más trivializadas. de sindicación en Estados Unidos a lo largo del siglo xx. Los deta-
Sin embargo, los esfuerzos de las nuevas confesiones por crear sentido lles de este perfil histórico están vinculados a la historia concreta de
comunitario se han dirigido de momento hacia dentro más que hacia la vida laboral norteamericana, como en el caso de los efectos favo-
fuera, limitando así los posibles efectos saludables sobre las reservas rables de las dos guerras mundiales y del New Deal sobre la nego-
de capital social en Estados Unidos. En resumen, al comenzar el ciación colectiva.' Sin embargo, el modelo general recuerda el que
siglo XXI los norteamericanos acuden a la iglesia menos de lo que lo ya hemos observado para las organizaciones comunitarias y religi~­
hicieron hace tres o cuatro décadas, y las iglesias a las que asisten es- sas: un crecimiento moderado en el primer tercio del siglo, otro ra-
tán menos comprometidas con la comunidad en sentido amplio. Más pido al salir de la depresión y la Segunda Guerra Mundial, un pe-
que contrarrestarlo, las tendencias de la vida religiosa refuerzan el in- ríodo de estabilidad en un nivel alto desde la década de 1950 hasta
fausto hundimiento de la vinculación social en la comunidad laica. entrada la de 1960, y un declive brusco y sostenido durante el últi-
mo tercio del siglo.
TOZ Tendencias compromiso ("ÍI'len )' el capital sncial
('/1 ('{ ('/1 VÍnculos en e/lugar de traba;o 1°3

damental en otros tiempos, ha llegado casi a desvanecerse. Actual-


mente la solidaridad de las salas de actos de los sindicatos es en la ma-
yoría de los casos un recuerdo borroso de personas ancianas.
Pero esta decadencia de la sindicación ¿no será sencillamente un
reflejo del cambio de estructuras en la economía posrindustrial nor-
teamericana? La mayoría de la gente considera que la negociación
colectiva "es adecuada ante todo para obreros de la industria de
productos manufacturados -el bastión de los sindicatos en la déca-
da de 1950-, mientras que tiene poco interés para las trabajadoras
administrativas intelectualmente formadas de las empresas de ser-
vicios, la vanguardia de la nueva mano de obra en la economía pos-
tindustrial».' El declive de la manufactura, el desplazamiento del
comercio y el empleo de las ciudades de la industria pesada del nor-
deste al Cinturón del Sol (el Sunbelt sureño), el aumento de los nive- \
les educativos y el empleo a tiempo parcial -factores a los que los .
1980 1990 2000 economistas se refieren con la expresión de «cambios estructura- 1\

FIGURA 14: Sindicación en Estados Unidos (1900-1998) les)~- son explicaciones posibles de un inevitable descenso en la sin-
dicación.
Sin embargo, en realidad el paso estrictamente económico de una
Los sindicatos fueron durante muchos años la posibilidad de afilia- economía industrial a otra de servicios explica tan sólo una cu~rta
ción más común entre los trabajadores norteamericanos (en menor parte de la cuestión, y todos esos cambios estructurales en conjunto
grado entre las trabajadoras), y así ha seguido siendo en cierta medi. dan razón únicamente de la mitad del declive de la afiliación sindi-
da durante las últimas décadas.2. No obstante, el índice de sindicación cal.' En otras palabras, la proporción de población activa sindicada
ha ido descendiendo durante más de cuatro décadas, con una caída ha caído bruscamente a lo largo de las cuatro últimas décadas incluso
especialmente acentuada a partir de r 975. Desde mediados de la dé- en el ámbito de actividades laborales e industrias concretas. Entre
cada de 195°, momento en que la sindicación alcanzó su punto cul- 1953 y 1997 los índices de sindicación descendieron en un 62 % den-
minante, la parte sindicada de la mano de obra en Estados Unidos tro de la actividad manufacturera, en un 79 % en la minería, en un
se ha hundido pasando de un 32,5 % a un '4,I %. Hoy en día se ha 78 % en la construcción, en un 60 % en el transporte y en un 40 % en
desvanecido casi todo el imponente crecimiento ligado al New Deal. los servicios. El único sector que ha resistido a este reflujo, aunque
Además, se ha debilitado el tipo de compromiso con los sindicatos sea temporalmente, ha sido el empleo público, en el que la sindica-
considerados ahora ante todo agentes pagados para tareas de nego: ci<Ín creció bruscamente durante una década y media, entre 1962 y
c~ación, y no un movimiento social. Aunque los sindicatos han pade- 1979, tras una modificación legal introducida por el gobierno de
Cido a menudo, como otras asociaciones voluntarias, el azote de los Kennedy en las bases para la negociación colectiva en la rama de la
grupos oligárquicos, la apatía y la corrupción, han sido históricamen- administración. No obstante, la afiliación sindical en el sector públi-
te cre~dores de capital social -es decir, de redes de reciprocidad- y co se ha estancado a lo largo de las dos últimas décadas. El descenso >f.-
adema s han dependido de él. Sin embargo, al concluir el siglo xx este en la sindicación no se ha debido principalmente al paso de la mano
elemento de la vida social de los trabajadores norteamericanos , fun- de obra industrial al sector administrativo.'

I
1
lO)"
Vínculos en e/lugar de (r¡¡{hllo
'°4 TClldcnó,¡s ('11 el cUlIlprrJ/l/iso cllllCO y en el ca/nta{ SOCh¡{
~~--~-

Los economistas laborales han propuesto varias interpretaciones las encuestas hablaban de tasas equivalentes al 16-20°/rJ.!{ El índice de
más para explicar el descenso en la sindicación: cambios adversos en afiliación a sociedades profesionales y académicas entre la población
los programas públicos, como las medidas antihuelgas introducidas en general ascendió de un 13% en 1974 a un 180/0 en 1994, un aumen-
por el gobierno de Reagan durante la huelga de los controladores to de casi el 50 % en apenas dos décadas.'
aéreos de 1982, oposición violenta de los empresarios, una débil estra- Esta impresión de crecimiento rápido en las asociaciones prof~si~­
tegia sindical, etc. Cada una de esas interpretaciones contiene algo de nales parece verse confirmada por las listas de afiliados de las prIncI-
verdad, pero a pesar de los numerosos debates, no existe todavía un pales organizaciones profesionales nacionales. El total de miembros
acuerdo entre los especialistas respecto a su validez relativa, y éste no de la American Medical Association pasó de 126.04 2 en 1945 a
es el lugar de emitir un juicio sobre ellos. Resulta, sin embargo, inte- 2.01.955 en 1965, para alcanzar a continuación un récord de 2.9 6 . 6 37
resante observar que, según un estudio general, «el declive de la sindi- en 1995. El American Institute of Architects es más reducido, pero su
cación entre 1977 y 199 [ parece haberse debido casi por entero a un crecimiento ha sido igualmente impresionante (de 8.500 en 195 0 a
descenso en las peticiones de representación sindical»,t'i el número de 23.3 00 en 197 0 , llegando luego a un récord de 47.271 en 1997)· Los
afiliados a los sindicatos es menor porque se ha reducido el de traba- miembros de la American Society of Mechanical Engineers llegaron
jadores deseosos de sindicarse. casi a triplicarse desde los 19.688 de 1945 hasta los 53. 810 d CI 9 68 ,
Esta reducción de la «demanda» ¿podría ser un reflejo del disgusto y luego volvieron a doblarse a lo largo de las tres décadas sigUIentes,
ante la indebida influencia de los sindicatos, el proteccionismo labo- alcanzando los I07.383 en 1997. El salto equivalente en el caso del
ral, la cor~upción y otras cuestiones similares? Esta explicación po- Institute of Electrical and Electronic Engineers fue de rr 1.610 en
dría haber sido verosímil en algún momento, pero el resentimiento de 19 6 3 a 242.800 en 1997. El crecimiento de la American Bar Associa-
la gente ante el poder de los sindicatos ha disminuido ¡,;onstantemente tion (ABA) fue aún más pasmoso, pues el total de afiliados se cuadru-
durante más de dos décadas, mientras que la afiliación sindical ha se- plicó, pasando de 34.134 en 1945 a rr8·916 en 1965, y volvió luego
guido hundiéndose. El resenrimiento público puede haber sido conse- a triplicarse hasta alcanzar 357.933 en 1991. Lo mismo sucede con la
cuencia del poder de los sindicatos, pero no es causa del declive cons- mayoría de las principales organizaciones profesionales. Aquí, al me-
tante de la sindicación. Es posible que el problema de la afiliación nos, encontramos al parecer rebosantes a finales del siglo xx las ener-
sindical no sea tanto el escepticismo hacia la idea de «sindicato» gías descubiertas por Tocqueville en Estados Unidos.
como hacia la de «afiliación)). Según observó proféticamente el eco- Antes de llegar a esta conclusión deberemos tener en cuenta, como
nomista laboral Peter Pestillo hace veinte años, «los trabajadores jó- siempre, los cambios ocurridos en el tamaño de las bases re~pectivas,
venes piensan ante todo en sí mismos. Estamos experimentando el pues esas mismas décadas han conocido incrementos m.a,slvos, en. el
culto al individuo, y el trabajo está siendo derrotado por predicar las numero de personas con empleos profesionales. La cuestIon mas SIg-
bondades de la coalición».' nificativa para nuestro objetivo no es: «¿Cuáles son las dimensiones
de la ABA?», sino: «¿Cuál es el tamaño de la ABA comparado con el
La historia reciente de las asociaciones profesionales parece a prime- número de abogados de Estados Unidos?». En realidad, el índice cam-
ra vista completamente distinta. El porcentaje de norteamericanos biante de afiliación a las asociaciones profesionales entre los miem-
pertenecientes a asociaciones profesionales o a otras organizaciones bros de una determinada profesión resulta haber seguido un rumbo
económicas (aparte de los sindicatos) se ha duplicado a lo largo de los llamativamente conocido.
últimos cuarenta años. Según la mayoría de las encuestas, el índice de Durante los dos primeros tercios del siglo, más o menos, el porcen-
afiliados a esas organizaciones rondaba del 8 al 10 % durante las dé- taje de médicos, abogados, arquitectos, censores de cuentas y dentis:
cadas de '950 Y 196o, mientras que en las de 1980 y 1990 casi todas tas pertenecientes a la correspondiente asociación profesional creclo

.. ~ .. __.. _---~--_:....-_------------
l06 TendcnádS en el compromiso cíuic(j y en el capital social Vínculos en e/lugar de trabajo lO?
--------------- -~------- ----- ---------
de forma decidida y constante, a excepción de lá ya conocida bajada chitects (ambos en 1970), la American Bar Association (AllA), en
repentina ocurrida durante la Gran Depresión. (La figura 1 S muestra 1977, y finalmente el American Institute of Certified Public Accoun-
la cuota media de mercado de ocho importantes asociaciones profe- tants, en 1993. Mientras el númerO de enfermeras tituladas se dupli-
sionales durante una gran parte del siglo XX.)IO Este aumento supuso, có en Estados Unidos pasando de un millón en 1977 a dos en 1998, la
de manera característica, una multiplicación por diez aproximada- afiliación a la American Nurses Association (ANA) cayó de ciento
mente desde un 5- ro 0/;) a comienzos del siglo, hasta un 50-90 % en la noventa mil a ciento setenta y cinco mil, con lo que la «cuota de mer-
década de 1960. Llama la atención que en cuanto al crecimiento en cado» de la ANA se recortó exactamente por la mitad, del 18 % de las
la afiliación producido entre las décadas de 1940 Y 1960, podemos enfermeras tituladas en 1977 al9 % en 1998. En el caso de la Ameri-
detectar prácticamente en todos los casos la misma aceleración de can Society of Mechanical Engineers (ASME), el auge de la posguerra
posguerra observada ya en las organizaciones comunitarias y religio- había concluido en esencia en la década de 1950, y la cuota de merca-
sas. En términos generales, los índices de afiliación a asociaciones do de la ASME no recuperó nunca la cúspide alcanzada antes de la
profesionales llegaron más o menos a doblarse entre 1945 y 19 6 5, Depresión. El Institute of Electrical and Electronic Engineers (IEEE)
una tasa de crecimiento casi igual que la observada anteriormente se formó en 1963 por la fusión de dos organizaciones anteriores que
para las organizaciones comunitarias. habían experimentado un crecimiento muy rápido en las dos décadas
Luego, el auge de afiliación ocurrido en la posguerra se frenó de re- precedentes, pero la conocida pérdida de cuota de mercado comenzó
pente en la totalidad de los casos, se detuvo y se invirtió en casi todos en el momento mismo del nacimiento del IEEE.
ellos. La primera en alcanzar su punto culminante y comenzar a de- El descenso de los índices de afiliación después de 1970 quedó en-
caer fue la American Medical Association (AMA), en 1959, seguida cubierto en un primer momento por el rápido crecimiento de la cifra
por la American Dental Association y por el American Institute of Ar- nacional de profesionales. Aunque descendió el número de capturas,
la pesca continuaba siendo muy buena. La afiliación al American Ins-
titute of Architects, por ejemplo, se multiplicó por más de dos entre
197 0 y 1997, a pesar de que la proporción de arquitectos miembros

, ·--··1
Irc-
Indlce
de afiliaCión
I

J
l! ~

• v1\ t.o..,...
1\
cayó durante este período del 41 al 28 %. La afiliación al IEEE, esti-
mulada por la bullente industria de la electrónica, se multiplicó por
más de dos entre 1963 y 1997, a pesar de que su «cuota de mercado»
se redujo de un 51 a un 37%.11

u
LJ f'vV
media para
Los equipos y directivas de cada una de esas asociaciones comenza-
el siglo xx
. _ - -i
r-.. \" ron a constatar poco a poco el descenso en los Índices de afiliación, y
finalmente aquel descenso relativo se convirtió en todos los casos en
un declive absoluto, a pesar de que las correspondientes profesiones

V siguieron desarrollándose con pujanza. Así, de la misma manera que


los dirigentes de Kiwanis, la League ofWomen Voters y la Parent-Tea-
cher Association habían comenzado a preocuparse en las décadas de
19 60 y 197 0 por cómo hallar la manera de dar la vuelta a la disminu-
ción en el número de sus afiliados, los de las asociaciones AMA,
1900 1910 1920 1<:130 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000
ANA, ABA Y demás comenzaron en ese momento a debatir cuál po-
FIGURA 15: índice medio de afiliación a ocho asociaciones profesionales día ser la causa de la bajada que estaban experimentando."
lo8 Tendencias en el compromiso c/vico y en el capital social Vínculos en el lugar de trabaio l09

En todos los casos se sometió a interrogatorio a una lista de sospe- del porche de nuestras viviendas a las proximidades de la máquina
chosos igualmente amplia: cuotas excesivas, programas trasnocha- dispensadora de agua. '4
dos, competencia de asociaciones locales o más especializadas. Un \ Cuando el sociólogo Alan Wolfe habló en I995-I996 con varios
tema común fue la posibilidad de que a medida que las correspon- cientos de personas de clase media residentes en zonas suburbanas de
dientes profesiones aumentaban en tamaño y complejidad, sus miem- todo el país, se encontró con cierto número de individuos que expresa-
bros hubieran desplazado sus intereses e identidad profesional de la ron esta tesis. Jeremy Toole, del condado de Cobb, en Georgia, calcu-
medicina, por ejemplo, a la anestesiologia perinatal, o del derecho en laba que "hoy en día la gente adquiere en torno a un 90 % de sus
general a los casos legales de propiedad intelectual en la ciudad de vínculos sociales en el lugar de trabajo». Diana Hamilton, de 5and
Nueva York. No puedo desechar por completo esta interpretación, Springs (Oklahoma), se hacía la siguiente reflexión: "Pienso que la
pero algunos sondeos iniciales realizados no concuerdan con ella. En vida de la gente gira en torno a su trabajo. Hacen sus amistades en el
las últimas décadas, por ejemplo, han experimentado un estanca- trabajo y realizan su servicio a la comunidad también a través del tra-
miento o un descenso en el Índice de afiliación incluso grupos espe- bajo». Y Elizabeth Tyler, de Brooklin (Massachusetts), añadía: "Tengo
cializados como el American College of 5urgeons y la American 50- la viva impresión de pertenecer a una comunidad de trabajo [... ] a una
ciety of Anesthesiology. 'J comunidad que es mi oficina, mi empresa y mi actividad industriab>.15
ASÍ, aunque el número absoluto de norteamericanos pertenecientes En cierto sentido esta tendencia no debería sorprendernos. La pro-
a asociaciones profesionales ha aumentado significativamente duran- pia revolución industrial inició el proceso de separar el puesto de tra-
te los últimos treinta años -yen ese sentido este sector constituye una bajo del lugar de residencia, y cada vez fue más el tiempo pasado en
excepción singular frente a la pauta general ya observada de descenso fábricas y oficinas, lejos del hogar. Al finalizar el siglo xx el númerO
de afiliación-, se trata Je la excepción que confirma la regla, pues de norteamericanos que formaban la población laboral era mayor
hasta en este ámbito de evidente crecimiento hemos visto la misma que nunca: un 670/0 en 1997 frente a un 59% en I950.[(, Los profe-
pauta de un illlmento del asociacionismo durante tos dos primeros sionales y los obreros pasan por igual largas horas juntos, comen y
tercios del siglo, seguido dc"-;, rep;;~-Ú;;o estancamiento, y luego de cenan juntos, trabajan juntos, llegan pronto al lugar de trabajo y se
un descenso durante el último tercio. (Dejo de lado aquí la conocida quedan en él hasta horas avanzadas. Más aún, la gente se divorcia
cuestión de si la afiliación actual en asociaciones sindicales y profe-
sionales es signo de una participación activa de sus miembros en sec- i con mayor frecuencia, se casa más tarde (si es que lo hace) y vive en
soltería en una proporción desconocida hasta ahora. Para muchas al-

I
ciones locales, como ocurría en otros tiempos.) mas solitarias el corazón está donde se halla el trabajo. El sociólogo
Arlie Russell Hochschild afirma que el lugar de trabajo sirve cada vez
Así pues, el capital social plasmado en organizaciones formales de más de santuario al que retirarse de las tensiones del matrimonio, los
trabajadores no ha crecido como para contrarrestar el descenso en la hijos y las tareas domésticas, incluso para la minoría de norteameri-
! canos que viven con esposa e hijos. '7 "A medida que crece el númerO
actividad organizativa política, cívica y religiosa observada en capítu-
los anteriores. No obstante, quizá se haya producido un desplaza-
miento más sutil entre las redes creadas en función del lugar de resi-
1 de norteamericanos que pasan más tiempo "en el trabajo" -aventura
un observador reflexivo-, éste deja de ser gradualmente una activi-
dencia y las generadas en función del puesto de trabajo, un paso de dad unidimensional y asume una parte mayor de las preocupaciones
las comunidades locales a las profesionales. Teniendo en cuenta que y actividades tanto de la vida privada (familiar) como de la pública
quienes hoy trabajamos fuera de casa somos más que hace una gene- -i, (social y política).»"
ración, es posible que simplemente hayamos transferido un número Los cambios en las características del trabajo, y no sólo en su canti-
mayor de nuestras amistades, debates cívicos y lazos comunitarios dad, pueden haber hecho que represente una fracción mayor de nues-
[Ir
ITO Tendcncias ('/1 el ollnpromiso ciuit:o y en el capital social Vínculos en el h/gar de traha/o
-----~----_._---~ ..- -

tras interacciones sociales. Tras una jornada de arar en solitario, un encuesta realizada en 1997 que pedía a la gente que enumerara todas
agricultor podía recibir con los brazos abiertos una reunión social de sus conversaciones en un día determinado, algo más de la mitad de
su iglesia o de la asociación Grange, pero muchos de nosotros traba- ellas se desarrollaron en el lugar de trabajo. Si se tenía en cuenta úni-
jamos actualmente en organizaciones grandes y complejas, por lo que camente a los trabajadores adultos, esta proporción ascendía a más
asistir a otra nueva reunión al caer la noche es lo último que se nos de dos tercios. u Es evidente que muchos de nosotros tenemos víncu-
puede ocurrir. Además, en las décadas de r980 Y r990 la «gestión de los personales estrechos en el trabajo. Desde una perspectiva societa-
calidad rota]", los «círculos de calidad» y la (creación de equipos» se ria más amplia, una ventaja añadida de los vínculos fundados en la
pusieron ahsolutamente de moda en los ámhitos empresariales. Li- actividad laboral es que el lugar de trabajo es mucho más diverso ra-
bros con títulos como La búsqueda del sentido en el puesto de traha- cial y hasta políticamente que la mayoría de los demás escenarios
jo, Cómo crear una comunidad en cualquier parte y La empresa sociales.l.l.
como vocación instaban a los directivos a «crear en el seno de la com- Sin embargo, antes de concluir que la cola ante la fotocopiadora ha
pañía un sentimiento de comunidad y respeto hacia la dignidad de las sustituido en los Estados Unidos de hoya la cerca del patio trasero \
personas».I') Muchas empresas pusieron en práctica esas ideas; en como centro del capital social, es necesario que consideremos tres \
T992, el 55% de las instituciones empresariales contaba, según una factores adicionales. En primer lugar, no conozCO ahsolutamente nin-
encuesta, con equipos de trabajo (el 41% para una mayoría de la guna prueba de que -por más común que sea- la social,iz~ción e~ el
plantilla básica), y el 4 r % tenía «círculos de calidad». Arquitectos lugar de trabajo haya ido en aumento a lo largo de las ultimas deca-
especializados en diseilo de oficinas comenzaron a configurar el lugar das. En realidad, de todos los ámbitos de vinculación SOCIal y comu-
de trabajo para que fomentara el sentimiento de vinculación entre los nitaria examinados en el presente libro, las pruebas sistemáticas y a
empleados mediante la creación de espacios con calificativos tan evo- largo plazo sobre vínculos basados en el lugar de trabajo han resulta-
cadores como «abrevaderos», «canteras de conversación» o «fuegos do las más difíciles de hallar. Muchos de nosotros tenemos hoy ami-
de campamento», donde los trabajadores acudían a calentarse las gos en el trabajo, pero no está claro que nuestras posibilidades de te-
manos. El sociólogo Hochschild concluye diciendo que estas «nuevas nerlos allí sean mayores que las de nuestros padres en su momento.
técnicas de gestión tan omnipresentes en la vida empresarial han con- (Algunas pruebas indirectas analizadas más adelante en esta sección
tribuido a transformar el lugar de trabajo en un mundo social más indican en realidad una tendencia en la dirección opuesta.)')
grato y de carácter personab>.lO En segundo lugar, la vinculación social en el lugar de trabajo podría
Por tanto, el actual lugar de trabajo estimula los contactos regula- describirse como un vaso medio vacío, y nO simplemente como un
res y de colaboración entre iguales, una condición ideal, según podría- vaso medio lleno. Según la mayoría de los estudios sobre redes perso-
mos pensar, para la creación de capital social. Mucha gente crea en nales, los compañeros de trabajo constituyen menoS del ro% de nues-
el trabajo amistades gratificantes, percibe un sentimiento de comuni- tras amistades. Los lazos creados en el lugar de trabajo tienden a ser
dad entre sus colegas y disfruta de normas de ayuda mutua y recipro- desenfadados y agradables, pero no íntimos ni de mucho apoyo. En el
cidad en el empleo. Según algunas encuestas realizadas en la década estudio más cuidadoso realizado sobre este asunto, cuando se pedía
de 1990 por el Families and Work Institute, nueve de cada diez em- a la gente que enumerara sus amigos más íntimos, los trabajador_es a
pIcados reconocen desear «encontrarse con la gente con la que traba- jornada completa que incluyeron en la lista al menoS a un companero
ja a diario» y sentirse «realmente parte del grupo de personas que son no llegaron a la mitad. Los vecinos contaban por término medio con
sus compañeros de trabajo». Según varios estudios sobre redes de \i, más probabilidades de aparecer en ella que los compañeros de traba-
amistad y apoyo, alrededor de la mitad de los trabajadores tiene al jo. Cuando se preguntó a los encuestados a quién solían dirigirse para
menos un lazo personal estrecho en el trabajo. De acuerdo con una tratar de «asuntos importantes}), menOS de la mitad de los traha¡ado-

1 s
I12 Tendencias en el compromiso úlJico y en el capital socia! Vínculos en el lugar de trabaio 113

res a jornada completa enumeró por lo menos a un compañero. En re. estudioso de la gestión empresarial, de una década de investigación
sumen, aunque la mayoría de quienes trabajamos fuera de casa tene- sobre los cambios en las prácticas de empleo, en especial entre los tra-
mos conoci,dos entre nuestros colegas, el lugar de trabajo sólo explica bajadores administrativos, «el antiguo sistema de empleo, consi~tente
u~a m,ayana de lazos personales íntimos en el caso de una pequeña en trabajos seguros y para toda la vida con un progreso predecible y
mmona: Las redes pers?n~les más importantes de los norteamerica- f;: un salario estable, ha muerto}},lh
nos no tienen su foco pnnclpal en el trabajo.~4 Una consecuencia de estos cambios ha sido el aumento de la angus-
En tercer lugar, algunas tendencias importantes que se han dado en tia del trabajador, pero en este terreno ha habido tanto ganadores
Estados Unidos en el lugar de trabajo durante los diez o los veinte úl- como perdedores. Una mayor independencia de la empresa, unas je-
timos aiios han sido muy perjudiciales para los lazos sociales desarro- rarquías menos acentuadas, un menor paternalismo y may?r.~s re-
llados en él. La naturaleza del contrato implícito de empleo que rige compensas para el mérito y la creatividad, más que para la anuguedad
la vIda laboral de muchos norteamericanos experimentó una trans- y la lealtad, han redundado en bien para muchas firmas y sus trabaJa-
formación durante las décadas de 1980 y 1990 mediante reduccio- dores. Aunque la ética empresarial y el compromiso de los empleados
nes de plantillas, «correcciones,), «remodelaciones» v otras reestruc~ han sufrido característicamente un grave daño, las investigaciones
turaciones económicas. Durante la década de 1980 l'os despidos y la suelen constatar que la productividad ha mejorado. Mi objetivo no es
InsegurIdad en el empleo crecieron debido ante todo al ciclo econó- evaluar aquí las consecuencias económicas de estos cambios, sino más
mico; pero en la de 1990 la reestructuración pasó a ser un instrumen~ bien su repercusión sobre la confianza y la vinculación·social en ellu-
to normal de la gestión, incluso durante períodos prósperos. De he- gar de trabajo." En esta columna el balance resulta desfavorable.
cho, según un estudio, casi la mitad de las empresas despidió a algún En cientos de entrevistas con empleados administrativos de empre-
trabaJador 1I1c1uso en el año de auge de '993-'994. y además se tra- sas sometidas a reestructuración -algunas con éxito y otras sin él-
taba de grandes recortes, con un promedio del JO % de la mano de Charles Heckscher ha descubierto que la reacción más común ante la
obra de cada empresa. El antiguo contrato de empleo no estaba pues- , modificación del contrato social consistía en «agachar la cabeza'},
to por, esc:ito -no tenía por qué haberlo estado-, pero era el principio ¡ centrándose cada vez más en el propio trabajo. lncluso trabajadores
orgamzatlvo central de las relaciones entre trabajador y empresario cuyos puestos laborales no desaparecieron experimentaron a menudo
.1
y todos lo entendían. A los veteranos de la Segunda Guerra Mundial el llamado «choque del superviviente", Aunque hubo empleados que
que ingresaban en la IBM se les aconsejaba que consultaran con sus disfrutaron de la independencia y las mayores posibilidades ofrecidas
esposas antes de aceptar el trabajo, pues «una vez se sube a bordo se a algunos individuos con el nuevo sistema, la mayoría de los gerentes
es miembro de por vida de la familia empresarial}),1.5
.Medio siglo después la creciente competencia en el mercado mun-
'
I
1 de tipo medio, incluso en empresas de éxito, coincidían con la OPI-
nión expresada por uno de ellos: «Estamos completamente solos. La
d~~l, las melaras en la tecnología de la información, un mayor hinca~ ! situación ha sido muy tensa}}. Otro decía: «La reorganización ha roto
p~e en los ren~,imientos econó~jcos a corto plazo y unas nuevas téC-! 1 la red de relaciones ente las personas en todos los niveles", Las rela-
meas de gestIon se han combinado para hacer que prácticamente ciones con los compañeros se han hecho más distantes. «Más que
t~~os ~os empl:os sean ~á~ «precarios}). El dato estadístico más sig~ volverse hacia los demás, la mayoría de las personas se han apartado,
n¡ÍlcatIvo podrIa ser el sigUIente: una de las industrias de crecimiento aislándose y deseando que las dejen en paz.""
más rápido en la década de I980 fue la de los servicios de «recoloca- Además de los efectos provocados por el cambio en el contrato del
ci~n)}. Los ing!'esos de estas empresas crecieron de sólo treinta y cinco empleo sobre el capital social en el lugar de trabajo, ese cambio no es
mIllones de dolares en 1980 a la enorme cantidad de trescientos cin- bueno para el compromiso con la comunidad en sentido más amplio.
cuenta millones en 1989. Según el resumen que hace Peter Cappelli, Según señala Peter Ca ppelli:

I
1.
TendenCias ¡'11 el cOlnprmn¡SIJ á¡,/[() y en el (apital social Vlllculos en e/lugar de traha;o 115

miento en el empleo» se concentra entre hombres que habían ocupa-


Una gran parte de la sociedad actual norteamericana se ha construido sobre do anteriormente puestos más estables, pero las mujeres siguen te-
relaciones de empleo estables caracterizadas por un progreso profesional niendo una seguridad mucho menor en el trabajo, sobre todo por sus
predecible y un aumento constante del salario. Las inversiones individuales a mayores probabilidades de entrar y salir del mercado laboral. Ade-
largo plazo, como la propiedad de una vivienda y la educación universitaria más, lo que los economistas denominan «retribuciones de la tene~­
de los hijos, los vínculos comunitarios y la estabilidad que generan, además de cia" (es decir, los sueldos y beneficios salariales derivados de la anti-
la calidad de vida fuera del trabajo, han mejorado mediante la reducción del güedad) se ha reducido a medida que nuestros ingresos dependen más
riesgo y la incertidumbre en el emplco. 'J 2
y más de lo que hayamos hecho últimamente, y menos del tiempo que
hayamos ejercido nuestra profesión. Una consecuencia de que la re-
El nuevo trato en el trabajo tiende a socavar todo esto. tribución y la seguridad en el empleo se basen en los resultados es el
El lugar de trabajo sigue siendo un importante terreno de recluta- aumento, aunque sólo sea implícito, del grado de competitividad en-
miento de voluntarios, y una inmensa mayoría (92 %) de los directi- tre iguales. El trabajo en equipo deja de ser tan cordial cuando esta-
vos empresariales afirman estimular a sus trabajadores a que se com- mos compitiendo sutilmente con nuestros colegas por nuestros me-
prometan en el servicio a la comunidad. Por otro lado, según la dios de vida."
encuesta nacional más amplia sobre activistas voluntarios, la propor- Además, una proporción sorprendentemente grande y creciente de
ción de personas reclutadas por cada uno de ellos en el trabajo se re- la población activa norteamericana tiene empleos «precarios» o «no
dujo de un I5 % en I99I a un I2 % en 1999. 10 Es indudable que las convencionales»; trabajadores a tiempo parcial, temporeros, «con-
empresas y los reclutadores voluntarios en el lugar de trabajo tienen tratistas independientes» (asesores), trabajadores «interinos» (como
buenas intenciones, pero, al menos de momento, el lugar de trabajo si- los profesores suplentes) y otroS similares. Los mejores estudios re-
gue siendo mucho menos importante que las iglesias y otras organiza- cientes indican que cerca del 30 % de los trabajadores de Estados
ciones CÍvicas como red de reclutamiento para el voluntariado. En el Unidos entra dentro de esta amplia categoría, la mitad de ellos como
capítulo 7 veremos con más claridad si los esfuerzos recientes para in- trabajadores a tiempo parcial y una cuarta parte como contratistas
crementar el voluntariado desde el puesto de trabajo han tenido reper- independientes. El trabajo eventual y a tiempo parcial parece ir en
cusiones sobre el conjunto de ese tipo de actividades en la sociedad. aumento. Muchos trabajadores -por ejemplo los programadores de
No todos los trabajadores norteamericanos se han visto afectados software o los asesores de empresas, o los padres que pretenden com-
por estos cambios en el contrato implícito de empleo. Los obreros se paginar el trabajo con las obligaciones familiares- ocupan estos em-
han enfrentado desde hace tiempo a la inseguridad laboral, que ha pleos irregulares por decisión propia y los consideran gratificantes
afectado recientemente a los directivos medios. No obstante, la esta- tanto personal como económicamente. Sin embargo, aparte de los
bilidad en el empleo ha disminuido durante las tres últimas décadas consultores de alta categoría, la mayoría de las personas con empleos
entre la población activa norteamericana en todos los niveles de for- que no son normales dicen preferir un trabajo regular, de jornada
mación. Cada vez son menos las personas que permanecen mucho completa y no precario.p-
tiempo en el mismo puesto de trabajo o incluso en la misma empresa. Para lo que aquí nos interesa eS aún más importante el hecho de que
De hecho, aunque la inestabilidad laboral sigue siendo alta entre los todos estos cambios estructurales -permanencia más corta en el em-
obreros industriales, ha aumentado con mucha mayor rapidez entre pleo, trabajos a tiempo parcial y eventuales, e incluso la consultoría
los empleados administrativos, que representan una proporción cre- independiente- impiden los vínculos sociales basados en el lugar de
ciente de la población activa y han contribuido tradicionalmente a la trabajo. Tres cuartas partes de quienes trabajan independientemente
vida cívica por encima de su magnitud. Esta tendencia al «desplaza- no tienen compañeros de trabajo fijos. El número de amistades con-
Tló TCI/dc/lcias el compromis() e/llicn y en el capital snóal
('/1
Víncul()s en e/luxar de traha/o , '7

seguidas en el lugar de trabajo ror quienes trabajan a tiempo parcial ras disfruta más, las que pasa en el trabajo o las que rasa fuera de
es sólo de dos tercios por comparación con quienes tienen un empleo él?». En 1955 el 44 % de los trabajadores dijo preferir las horas que
fijo. Las amistades en el trabajo disminuyen con la inestabilidad en el pasaba en el trabajo, pero en 1999 apenas un tercio (el r6%) sentía
empleo, aunque los cambios de profesión sean voluntarios. Ninguna lo mismo. Según los sondeos de opinión Roper la proporción de nor-
de estas pautas resulta mínimamente sorprendente, ya que el éxito de teamericanos «completamente satisfechos» con su empleo cayó del
la inversión en capital social requiere tiempo y un esfuerzo concerta- 46 % a mediados de la década de 1970 al 36 % en 1992. Una parte
do. Las aves de paso, tanto si lo son por voluntad como por necesi- de esta pérdida de aprecio es atribuible a las preocupaciones por la
dad, no suelen anidar. La consecuencia es clara: casi un tercio de los \ seguridad en el empleo y la economía personal, pero incluso si deja-
trabajadores de Estados Unidos tiene empleos que no fomentan víncu- \ mos de tener en cuenta esa variable de la seguridad económica, la
los sociales duraderos, y esta proporción va en aumento)-' General Social Survey revela un moderado descenso a largo plazo (en
En resumen, podría parecer que algunos rasgos de la vida laboral \ torno a un la % en general) respecto a la satisfacción con el trabajo
norteamericana contemporánea -más tiempo de dedicación, más ¡ entre 1972 y 1998. Encuestas recientes indican que uno de cada cua-
hincapié en el trabajo enequipo- fomentan el capital social informal I .~ tro trabajadores se siente crónicamente disgustado con su trabajo, y
en el lugar de trahaJo, mientras que otros -la reducción de las planti-ll muchos estudiosos creen que las actitudes poco cívicas y la agresivi-
llas, la descomposición de los vínculos con una empresa particular, el dad en el puesto de trabajo van en aumento." No todos los datos de
aumento del empleo precario- apuntan en la dirección opuesta. Los las encuestas apuntan en la misma dirección, pero el balance de las
efectos de otfO factor potencialmente importante -el cambio en la pruebas parece ser que, al margen de la inseguridad material, los tra-
tecnología burocrática, en especial el correo electrónico- resultan di- bajadores norteamericanos sin duda no se sienten hoy más felices en
fíciles de evaluar sistematicamente en este momento; el efecto general el lugar de trabajo que hace una generación, y es probable que se
de la comunicación a través del ordenador sohre el capital social se sientan más infelices. Resulta difícil cuadrar este dato con la hipóte-
analiza en el capítulo 9. sis de que el lugar de trabajo se ha convertido en el nuevo foco de la
Según he señalado, no existen, al parecer, pruebas fehacientes sobre solidaridad social y del sentimiento de comunidad de los norteameri-
tendencias a largo plazo en la frecuencia de los debates sobre asuntos canos.
cívicos junto a la máquina dispensadora de agua o sobre la incidencia Debemos ser cautelosos al enjuiciar esta situación. A diferencia de
de amistades íntimas entre compañeros de trabajo. No obstante, po- la mayoría de los demás ámbitos de sociabilidad analizados en el pre-
demos disponer de un tipo más débil de pruebas indirectas mediante sente volumen, en este terreno concreto carecemos de pruebas defini-
encuestas sobre satisfacción can el empleo. Muchos estudios han tivas en cualquier sentido. Según veremos con claridad en la parte v,
mostrado que los vínculos sociales con los compañeros de trabajo son mi opinión es que cualquier solución al problema de la pérdida de
un predictor sólido -algunos dirían que el predictor individual más compromiso cívico en los Estados Unidos de hoy debe incluir una
sólido- de esa satisfacción. Las personas con amigos en el trabajo son mejor integración entre nuestra vida laboral y nuestra vida comunita-
más felices en sus puestos laborales. l4 Si el capital social en el trabajo ria y social. No obstante, es necesario un toque final de escepticismo
ha crecido significativamente en las décadas recientes, es de suponer acerca del lugar de trabajo como nueva plaza pública de las comuni-
que se percibirá en unos sentimientos de mayor estima hacia el traba- dades norteamericanas. «Trabajar» implica, en definitiva, dedicar
jo, al menos manteniendo constante la variable de los cambios desfa- tiempo y esfuerzo al servicio de fines principalmente materiales y no
vorables ocurridos en la seguridad económica y del empleo. social~s. Las redes basadas en el trabajo suelen dirigirse a objetivos
En T 9 5 5, Y nuevamente en la década de '990, los encuestadores de instrumentales, debilitando así su valor para propósitos comunitarios
Gallup preguntaron a los trabajadores norteamericanos: «¿Qué ho- y sociales. Según observa Alan Wolfe:

í
!

1
Vínculos en e/lugar de trahafo ¡ [9
Tendcl/oas en el compromiso ((¡/lCO )' en el calntal social

aparecido, sino que sencillamente se ha trasladado al lugar de traba-


Teniendo en cuenta que formamos esa clase de vínculos para fomentar las jo, Se puede demostrar que al comenzar el siglo XXI los norte-
actividades tan profanas de ganar y gastar, se supone en general que las amis- americanos tienen menos probabilidades que sus padres de unirse
tades y vínculos desarrollados en el trabajo poseen un carácter más instru- con sus compañeros de trabajo en asociaciones formales. Las nuevas \
mental: utilizamos a las personas, y ellas nos utilizan, para ofrecer más servi- fuerzas que podrían fomentar la socialización en el lugar de trabajo
cios, mejorar nuestras carreras, vender más productos o demostrar nuestra se ven contrarrestadas por otras, también nuevas, que inhiben los ti-
popularidad r".J De ser así, la consecuencia es que, por más que los nuevos pos de lazos sociales, duraderos pero flexibles y de gran alcance, im-
lazos formados en el trabajo (ompensen la decadencia de los vínculos socia- portantes para la vida cívica y el bienestar personal. Además, uno de
les del barrio. el carácter instrumental de aquéllos no puede sustituir adecua- cada tres norteamericanos adultos no trabaja por cuenta ajena, y
damente la pérdida de éstos. '1Í para él no existen lazos en el lugar de trabajo, El lugar de trabajo no
es la salvación para nuestra deshilachada sociedad civil.
Además, mientras estamos en el trabajo nuestro tiempo no nos perte-
nece a nosotros, sino al patrón. Se nos paga para trabajar, no para
crear capital social, y nuestro patrón tiene el derecho legal a estable-
cer una frontera entre amhas cosas. Las decisiones de los tribunales
han dado a los empresarios una amplia libertad para vigilar y contro-
lar las comunicaciones en el lugar de trabajo, y de hecho esa supervi-
sión está creciendo con una rapidez propiciada por la facilidad con
que se interceptan las comunicaciones electrónicas. Un empresario
particular puede despedir a sus empleados por lo, que dicen, tanto
como por sus opiniones o actividades políticas. Según una encuesta
realizada en 1999 por la American Management Association, dos ter-
cios de los empresarios registran los buzones de voz, correos electró-
nicos o llamadas telefónicas de sus empleados, revisan sus archivos
informáticos o filman en vídeo a sus trabajadores, y esa vigilancia
está siendo cada vez más común, Los derechos de libertad de palabra
y respeto a la intimidad, esenciales para el debate público y la solida-
ridad privada, son, por decirlo suavemente, inseguros en el lugar de
trabajo. Serían necesarias reformas sustanciales tanto en el derecho
público como en la práctica privada antes de que la máquina dispen-
sadora de agua llegue a ser el equivalente de la cerca del patio trasero
o de la plaza públicaY
Hoy en día la mayoría de nosotros somos empleados y trabajamos
casi siempre con otras personas. En este sentido fundamental, el lugar
de trabajo es un terreno natural para establecer contacto con los de-
más. Sin embargo, el balance de la evidencia habla en contra de la hi-
pótesis esperanzada de que el c,apital social norteamericano no ha des-
no Vínculos sociales informales Uf

siguen la política y frecuentan las reuniones políticas. Estadística-


mente hablando, la realización de cualquiera de estas actividades
Capítulo 6 aumenta sustancialmente la probabilidad de realizar las demás. La
gente que trabaja en proyectos comunitarios tiende a asistir a la igle-
Vínculos sociales informales sia, leer la prensa, realizar tareas de voluntariado, pertenecer a clubes,
interesarse por la política, ser donante de sangre y asistir a reuniones.
Los machers son, en todos los sentidos, los buenos ciudadanos de sus
Hasta aquí hemos examinado sobre todo los medios formales que sir- comunidades.
ven a los norteamericanos para vincularse a sus comunidades: parti- Los schmoozers tienen una vida social activa, pero, a diferencia de
dos políticos, asociaciones cívicas, iglesias, sindicatos y otras agrupa- los machers, su compromiso está menos organizado y dirigido hacia
ciones similares. Sin embargo, son mucho más frecuentes nuestros un fin, y es más espontáneo y flexible. Celebran cenas, salen con ami-
vínculos informales: salir juntos a tomar una copa después del traba- gos, juegan a las cartas, frecuentan bares y lugares de diversión noc-
jo, tomar café con quienes solemos comer, jugar al póquer las noches turna, organizan barbacoas, visitan a los parientes y envían tarjetas
de los martes, cotillear con el vecino de aliado, invitar a unos amigos de felicitación. Una vez más, la práctica de cualquiera de estas cosas
a ver la televisión, compartir una barbacoa en una noche cálida de ve- está también significativamente asociada a la realización de las de-
rano, reunirnos en un grupo de lectura en una librería o simplemente más. Según la feliz expresión de Alexander Pope, todas ellas constitu-
saludar con un gesto a otra persona que sale habitualmente a correr
por la misma ruta diaria. Como las monedas introducidas en una lata
de galleras, cada uno de esos encuentros es una inversión minúscula
I yen el «flujo del alma».
Los dos tipos de compromiso social se superponen en cierta medi-
da: los machers de primera división son a menudo schmoozers de cate-
en capital social. >1- goría mundial, y viceversa. Algunas actividades se sitúan en una zona
En yídish, los hombres y mujeres que dedican mucho' tiempo a tra- indefinida entre lo formal y lo informal: un club de bridge o una reu-
bajar en organizaciones formales suelen denominarse machers (es de- nión de los Shriners, por ejemplo. No obstante, en cuanto materia em~
cir, gente que hace que ocurran cosas en la comunidad). En cambio , pírica, ambos síndromes son ampliamente diferentes: mucha gente es
quienes pasan muchas horas en conversación y compañía informales activa en un ámbito, pero no en el otro. Y muchas personas no lo son
reciben el calificativo de schmoozers. Esta distinción refleja una reali- en ninguno; no participan en asuntos comunitarios y no pasan mu-
dad importante de la vida social norteamericana.! Los machers están cho tiempo con amigos y conocidos.
al tanto de los acontecimientos de actualidad, asisten a las reuniones Esta distinción entre machers y schmoozers -entre vinculación so,
de sus iglesias y clubes, realizan tareas de voluntariado, entregan di- cial formal e informal- refleja diferencias de posición social, ciclo d
nero para actividades caritativas, trabajan en proyectos comunita- vida y compromiso comunitario. 2 Los machers suelen tener una me
rios, son donantes de sangre, leen la prensa, pronuncian conferencias, jor educación e ingresos más elevados, mientras que el comprOffiiSO\
social informal es común en todos los niveles de la jerarquía social. El
>} Los psicólogos sociales experimentales han descubierto que hasta el trato social más compromiso formal comunitario es relativamente moderado en los
ocasional puede tener un poderoso efecto sobre la reciprocidad. Si un "desconocido» primeros años de la vida, alcanza su cúspide en la edad adulta y luego
habla brevemente en un pasillo con una persona que no se lo espera, cuando oiga por decae con la jubilación. El compromiso social informal sigue un re-
casualidad que el desconocido ha sufrido un ataque se dará más prisa en ayudarle que
51 no se hubiera producido ese contacto previo. Véase Bibb Latané y John M. Darley,
corrido opuesto a lo largo del ciclo de vida: llega a la cima entre los
The Unresponsiuc Bystander: Why Doesn't He Help?, Englewood Cliffs (Nueva Jer- adultos jóvenes, inicia un largo declive con las presiones derivadas de
sey). Prenrice-HalL 1970, pp. 107- 109. las obligaciones familiares y comunitarias y vuelve a ascender con la

I
j
122 Tendcl/das 1.'11 el d)II1/)/'IIIIIISO C/¡¡:'u¡ y ('11 el ca/Jita! S()(I¡/{ Vínculos soáales informales J 23
~--~--~-_.~~~~~_.----~

jubilación y la viudez. Los solteros dedican más tiempo y energía a los chicos y chicas norteamericanos de la década de r990 utilizaban
schmoozear. El matrimonio incrementa el tiempo dedicado al hogar por igual el orden~dor, ellos solían emplearlo más para jugar, mien-
y a las organizaciones comunitarias formales tanto en el caso de los tras que elJas tendían a utilizarlo más para enviar correo electrónico.
hombres como en el de las mujeres, reduciendo a la vez el tiempo que El sociólogo Claude S. Fischer concluye que «si descontamos sus me-
se pasa con los amigos. Los hijos recortan adicionalmente los vÍncu- nores oportunidades para establecer contacto social, las mujeres de-
los sociales informales e Incrementan el compromiso comunitario muestran más habilidad e intimidad social que los hombres, sea por
formal. Los machers son propietarios de su vivienda en una propor- la razón que fuere: constitución psicológica, estructura social, expe-
ción superior a lo que les correspondería por su número, y mantienen riencias de infancia o normas culturales). En resumen, las mujeres
su residencia durante largo tiempo; los schmoozers viven en régimen son capitalistas sociales más ávidas que los hombres.]
de alquiler y suelen mudarse a menudo. «Asentarse,) significa, entre Podemos encontrar tanto al macher como al schmoozer en todos
otras cosas, cambiar los lazos informales por otros más formales, los rincones de nuestra sociedad. Los hombres de negocios se dedican
modificar el equilibro entre estar con los amigos y participar en los a schmoozear en clubes de campo en Palm Springs, y las jóvenes ma-
asuntos de la comunidad. más beneficiarias de las prestaciones sociales son machers en organi-
Históricamente los machers (a excepción de quienes se hallan com- zaciones comunitarias de los Apalaches. La máxima frecuencia en
prometidos con la vida religiosa) solían ser varones en una propor- juegos de cartas se da en Estados Unidos entre las amas de casa de
ción desmesurada, pero el ingreso de las mujeres en el mundo del tra- \ clase obrera de los Grandes L1anos. 4 Cuando los filósofos hablan en
ba jo as.alariadoh.a d,m9.etraA2..5Ille.l.a ~t'ré¡; RrjJ1¡:iQJl)A~fom promiso tono exaltado del «compromiso cívico» y de la «deliberación demo-
comunitario formal no es el sexo, sino el empleo. Los vínculos socia- crática), nos sentimos inclinados a pensar en las asociaciones co-
les informales son mucho más frecuentes entre las mujeres, al margen munitarias y en la vida pública como la forma más elevada de com-
de su profesión y su condición matrimonial. Casadas o solteras, em- promiso social, pero en la vida cotidiana, la amistad y otros tipos
pleadas o no, las mujeres hacen de un ro a un 20 % más llamadas in- informales de sociabilidad proporcionan un apoyo social fundamen-
terurbanas a familiares y amigos que los hombres, son responsables tal. Es cierto que los vínculos informales en general no sirven para 1
del envío de casi el triple de postales y regalos, y escriben de dos a forjar habilidades cívicas de la misma manera que puede hacerlo la
cuatro veces más cartas que ellos. Las mujeres dedican más tiempo participación en un club, un grupo político, un sindicato o una igle-
a visitar a amigos, aunque el trabajo de jornada completa difumina sia, pero los contactos informales son muy importantes para susten-
esta diferencia en función del género al recortar para ambos sexos el tar las redes sociales. Así, en nuestro inventario del capital social en
tiempo dedicado a la amistad. El mantenimiento del contacto con 1 Estados Unidos necesitamos prestar especial atención a las tendencias
amigos y parientes sigue definiéndose socialmente como una tarea fe- en la actividad de los schmoozers.
menina." Incluso en la adolescencia (y no sólo en Estados Unidos) las
mujeres tienen más probabilidades de expresar sentimientos de preo- Las visitas a amigos y conocidos han sido desde hace tiempo una de
cupación y responsabilidad por el bienestar de los demás (por ejem- las prácticas sociales más ¡m portantes de los norteamericanos. Según
plo, realizando trahajos voluntarios con mayor frecuencia). Aunque ha mostrado la historiadora Karen V. Hansen, los primeros años del -Á
siglo XIX en Nueva Inglaterra fueron «una época muy social».
» Aunque el matrimonio hace que las mujeres envíen más a menudo tarjetas de felici-
tación, reduce a la mitad la frecuencia de esta práctica en los hombres, al margen de si Los múltiples tipos de visita iban de la pura socialización a las tareas comu~
sus mujeres trabajan o no. Es improbable que este «descubrimiento» sociológico resul- nales: los visitantes tomaban el té de la tarde, realizaban visitas informales
te novedoso para la mayoría de los casados, los domingos, asistían a fiestas para tomar jarabe de arce dulce y catar sidra,
124 Tendel1cia$ en el compromiso ci/lico y en el capital s()cial Vínculos soc¡ales informales J 25
~--------

se quedaban en otras casas en visitas prolongadas, ofrecían ayuda en los par- cualquier otra cosa?». Casi dos tercios de los encuestados dijeron ha-
toS, presentaban sus respetos a la familia de los difuntos, participaban en ber salido al menos una vez la semana anterior; y la mitad de ellos ha-
fiestas para confeccionar edredones y levantaban casas y graneros. Las visi- bía ido a casas de amigos para cenar, hacerles una visita, jugar a las
tas duraban desde un momento o un «cumplido» hasta una tarde de entrete- cartas u otras actividades similares. Entre otras salidas nocturnas, el
nimiento o una estancia de un mes. Los visitantes se quedaban a menudo a 4 % había acudido a ver una obra de teatro u oír un concierto, el 1 I %
pasar la noche, La dificultad de los viajes -en especial en invierno, a pie, a ca- a una competición deportiva, el 17 % a un bar, una discoteca u otr~
ballo, en diligencia, en carro o en tren- obstaculizaba las visitas, pero no di- lugar de entretenimiento público, el 18 % al cine, y algo más de la mi-
suadía a los visitantes, que consideraban muy valioso el contacto con vecinos tad a cenar a un restaurante-' En todo Estados Unidos, desde las
y panentes. La práctica de las visitas fue lo que de hecho creó sus comuni- grandes ciudades hasta las aldeas más minúsculas, pasar una velada
dades.-\ en casa con los amigos eS de cinco a diez veces más habitual que Ir al
teatro o a un partido de béisbol.
Algunos de los primeros sociólogos no creyeron que esa fronda de Algunas encuestas realizadas entre 1986 y 1990 demostraron tam-
contactos sociales informales fuera a sobrevivir a un trasplante al bién que actualmente en Estados Unidos hay más schmoozers que
anonimato de la ciudad, y pensaron que la urbanización sería una machers.' (La figura 16 resume estos resultados y destaca las activI-
condena para la amistad y el parentesco lejano. Sin embargo, la expe- dades sociales más significativas.) El número de norteamericanos que
riencia mostró que, incluso en las aglomeraciones urbanas más den- había asistido el mes anterior al menos a una reunión de un club o
samente pobladas, los filamentos sociales que ligaban a sus residentes
se regeneraban constantemente.!'; La densidad de los vínculos sociales
90
es menor en las ciudades -el residente medio de Los Ángeles conoce a
una proporción de vecinos menor que el habitante medio de un pue- 80

blo agrícola del Central Valley, y los amigos de una angeleña vivirán 70
probablemente más lejos-, pero la urbanización del siglo xx no tuvo
consecuencias fatales para la amistad. Las aglomeraciones urbanas Porcentaje de adultos
que practICaron una
no sustentan una comunidad única y estrechamente integrada, sino determinada actiVidad
al menos una vez 40
un mosaico de comunidades laxamente trabadas. Como la movili- durante el mes pasadO
dad, el divorcio y el menor tamaño de las familias han reducido la im- lO

portancia relativa de los lazos de parentesco, en especial entre las per- 20


sonas con mejor educación, la amistad puede haber ganado en 10
importancia en la metrópoli moderna.' El paso en la cultura popular
de lLave Lucy y A/l in the Family a Cheers, Seinfeld y Friends esti-
mula los vínculos sociales informales.
Los norteamericanos, al igual que sus antepasados de Nueva Ingla-
terra, dedican mucho tiempo a las visitas. Los encuestadores de RoA
per plantearon a los norteamericanos la siguiente pregunta en cinco
ocasiones durante las décadas de I980 y I990: «¿Cuántas veces diría
haber salido durante la pasada semana buscando entretenimiento: al FIGURA 16: Actividades sociales y de ocio de los adultos
cine, a visitar amigos, a una competición deportiva, a cenar o para norteamericanos (1986-1990)
126 Tendencias en el compromisr; cÍVIW y en el ca/Jita! sOCIal Vlnculos sociales in!órmales 127

una organización CÍvica estaba muy poco por encima del 25 % , Yalgo ma frecuencia; asistieron a reuniones de club una vez cada dos meses
más de un tercio había asistido en ese período a una función social de y salieron de bares casi con la misma frecuencia; dieron una fiesta o
la iglesia, un logro respetable para acontecimientos de carácter tan cí- asistieron a ella, fueron al cine y fueron espectadores de una competi-
vico. Durante ese mismo mes más de la mitad de los norteamericanos ción deportiva aproximadamente una vez cada dos o tres meses; tra-
había recibido la visita de amigos para una velada, y casi dos tercios bajaron en algún proyecto comunitario y practicaron algún deporte
habían salido a casa de algún amigo para pasar también una velada. '0 de equipo unas dos veces por año, y escribieron una carta al director de
De una u otra manera, tres cuartas partes de los norteamericanos se un periódico una vez cada dos años. 12
reunieron en casa con a,migos al menos una vez durante ese mes, y la En las últimas décadas el norteamericano medio no ha estado ni
media nacional fue de tres veladas mensuales. De manera similar, se- mucho menos aislado cívica o socialmente, pero al parecer nos senti-
gún los datos de dietarios recogidos entre 1965 y 1995, el norteame- mos más unidos a los demás como amigos (o schmoozers) que como
ricano medio dedicó en torno a una hora por semana a actividades ciudadanos (o machers). Nos reunimos con los amigos aproximada-
organizativas (sin contar las religiosas), pero más de tres horas a visi- mente dos veces más de lo que acudimos a reuniones organizadas, sa-
tar a amigos. I 1 limos de bares unas tres veces más a menudo de lo que trabajamos en
Algunos cálculos comparables realizados sobre un conjunto más proyectos comunitarios y enviamos una postal de felicitación a algún
amplio de contactos sociales (tal como aparecen resumidos en la figu- amigo unas treinta y cinco veces más de lo que mandamos una carta
ra 17) muestran que durante el último cuarto del siglo xx los nortea- al director de un medio de prensa.
mericanos asistieron por término medio a los oficios religiosos y visi- Naturalmente, nadie es la «media»). Hay quienes no cesan de so-
taron a parientes casi una vez cada dos semanas; salieron a cenar, cializar y se afilian a todos los grupos que se hallen a la vista, mien-
enviaron una postal a alguien y escrihieron una carta a un amigo o un tras que otros sienten un mayor desapego. Casi todos somos «espe-
pariente en torno a una vez cada tres semanas; jugaron a las cartas al- cialistas» en algún tipo de actividad. Algunos escribimos a nuestros
rededor de una vez al mes e invitaron a alguien a sus casas con la mis- padres cada semana, otros son cinéfilos fanáticos y otros asisten a
un gran número de reuniones de carácter cívico. Por tomar un ejem-
plo extremo de especialización 1 uno de cada trescientos adultos es-
V'5,1~' a p"ltenles
(~no\ ~n rest~,,<~ntes
cribe una carta al director al menos una vez al mes, pero este grupo
Env,,, de Do<tales infinitesimal representa aproximadamente el 20 % de las cartas en-
(MMI ~ at"t'gOl O p~"f'"t""
Recihteron v<s<tas
viadas a los directores de publicaciones de prensa en Estados Uni-
lugaro~ a lal carta< dos.!} No obstante, las formas caseras de establecer contacto con
As"tleron, un" reun,ón de cl~b

~lJe"'~ d~ bares o tabemas


nuestros amigos y vecinos están notablemente difundidas. A pesar,
Dieron u~~ c~na o as,st'eron a ell~ por ejemplo, del tan jaleado atractivo de Hollywood, los norteame-

F
Fueron al (,n~
ricanos juegan a las cartas más del doble de lo que van al cine.'4 En
A"stteron duna pru¡>b, rleporTlv~

Trabalaro~ e~ un proyecto comunitariO resumen, la buena noticia es que los norteamericanos se relacionan
Jug~'on" un d.. pnrle OP eQuipo
entre ellos.
Escflb'eron un~ c~rt~ ~I d"€Clor.JI~===i''====;,b===~==='9''====i'"
La mala es que lo hacen menos cada año. Consideremos algunas de
10 15
PromedIo de veces por año las llamativas pruebas referentes al cambio producido durante el últi-
mo cuarto de siglo. Según el archivo de DDB Needham Life Style, el
FIGURA 17: Frecuencia de actividades sociales seleccionadas formales
norteamericano medio recibió amigos en casa de catorce a quince ve-
e informales (1975-1998) ces al año enla última mitad de la década de '970. Al concluir la de
Tendencias ('n el oJ/npromisl! deinl y en el capital sr¡o'al Vinodos socwles informales
- - - - - - - - - - - - - - - - - - ..._ - - - - - _ ..
18
I990 esta cifra había caído a ocho ocasiones anuales, un descenso del i
45 % en apenas dos décadas. Una serie completamente independiente
de encuestas tomadas del archivo Roper Social and Political Trends .. ..... .. ,
, ,

~
'
confirma que tanto la práctica de salir para visitar a amigos como la
2
de recinidos en casa decayó desde mediados de la década de 1970
'.~ .'~
hasta mediados de la de 1990 (véanse detalles en la figura l8). Y to-
davía un tercer archivo (el de Yankelovich Partners) informa sobre un
--..... , . l·· .. ··
:
IrWildCiOi"
a casa
el ano
8 al"\lPnor ,
descenso decasi un tercio entre 1985-19R6 y I998-1999 en la dispo- I
sición del norteamericano medio a hacer nuevas amistades. 'i Las visi- I
6 --
¡ tas a los amigos se hallan actualmente en la lista de especies del capi- 4
!
--
~ tal social en peligro de extinción. De continuar al mismo ritmo ,
durante el próximo cuarto de siglo los descensos bruscos y constantes
2 -- t- 1-_·¡--_.-
i

registrados en los veinticinco últimos años, nuestra práctica secular o 1 1980 198) 1<)90 lOOO
1970 197'i
de recibir a amigos en casa podría desaparecer por completo de la
vida norteamericana en menos de una generación. Sería, por supues-
to, insensato predecir semejante resultado, ya que serán sin duda mu-
chas las cosas que cambien en la vida norteamericana durante los 60%,----,------,-----,-------,------,------,
próximos veinticinco años, pero el ritmo de descenso en las visitas so-
ciales a lo lar~o del último cuarto Je siglo ha sido extraordinario. 50%t----~r---t_---t_---+_---+_--~

~ . ~::;:~~~~~~-~
I----~~-·~··~··:··:·t·=··=·~.~:t.~ ..... -
Al constatar los problemas de planificación en familias con dos .•••• Re<:ibreron
cónyuges profesionales, podríamos conjeturar que este descenso en 40% ~ amr90s
pMa una
velada al
las visitas mutuas y las cenas en casa no pasa de ser una ilusión ópti-
"~~.
menos
do~ vecl'S
ca. Es posible que haya aumentado el número de personas que salen a al mes
lO%t----+----+----+----~~~~.~-T---~
cenar con los amigos, con lo cual habría cambiado el lugar de sus en- .-0.- Fueron
de vrs,ta
cuentros gastronómicos, pasando del comedor doméstico al restau- a casa de
~m'gos la
rante, pero con una misma inversión de capital social. En realidad, en 20%+----+----+----+----+----+_---- semana
arlli:'rror
contra de la impresión tan difundida, la práctica de salir a cenar (so-
los o con otros) ha aumentado muy poco, si es que lo ha hecho, a lo 10%t----+----+----+----+----+_----o
largo de varias décadas,I6 Además, al enfrentarse explícitamente a la
alternativa de salir con amigos o reunirse con ellos en casa, los norte- O%C----~~ ____+_____ ~------~ ____~_____~

americanos dicen preferir quedarse en casa en una proporción de más 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000

de dos a uno, y ese margen de preferencia por el hogar no se reduce, FIGURA 18: Descenso de las visitas sociales (1975-1999)
sino que aumenta,l? Así, la práctica de recibir a amigos no se ha des-
plazado sin más fuera del domicilio, sino que parece estar desapare-
ciendo por completo. Las salidas informales, como los picnics, pare-
cen también avanzar por la senda de la extinción. El número de
comidas al aire libre por persona se redujo en casi un 60 % entre
1

1
'3° Tendencias {'ti el compromiso e/vico y en el capital social Vínculos socia/es informa/es , 3'

, 60%
T975 Y T999. }l Los norteamericanos dedican menos tiempo a com-
partir el pan con los amigos que hace veinte o treinta años. ,

n

~
.0.
Todavía es más llamativo que esta misma tendencia se pueda ob- 10%
S
n
servar en el ámbito más próximo al hogar. Según nos informa la fi-
gura 19, los veinte últimos aIlos han sido testigos de un cambio es- ~
f
.;::¡;;¡-~
~ 40%
categÓrlCilmen\r.
pectacular en una forma de vinculación familiar tradicionalmente o de acuerdo
'1

S
importante: la de la cena. La proporción de norteamericanos casados ,
JO% j--_ _ _ +-___+-___+-___+-__ ---1 ·"OO·_· "Ó" !~I~~~e~~~~rdo
que afirman «categóricamente» que (,toda la familia suele cenar jun- ~, .•.. ..•.. .'. m()der~drtrnenTe

.,.
ta}) se ha reducido en un tercio a lo largo de los últimos veinte años,
pasando de alrededor de un 50 a un 34 %. '9 En cambio, la cifra de ,,
~
"
~
20%

•.
..... No esM de
acuerdo

quienes disienten de la propuesta de que «toda la familia suele cenar


junta» -en otras palabras, aquellos para quienes no se trata definiti-
vamente de una práctica habittlal- ha aumentado en un 50 % (del 16
aI27%) durante ese mismo período. La proporción entre las familias
que cenan habitualmente juntas y las que cenan habitualmente por se-
II E
""
~
10%

0%
1975 1980 198'i 1990 199'i 2000

parado ha descendido de más de tres a una en '977-'978 a la mitad FIGURA 19: Disminuye la frecuencia de las cenas en familia
de esa cifra en '998-1999. En realidad, por más sorprendentes que re- (1977-1999)
sulten esos datos, subestiman el verdadero cambio producido en los
hábitos de los norteamericanos respecto a la cena, pues sólo se refie- tu nombre»)? También esto se está convirtiendo en cosa del pasado.
ren al comportamiento de las parejas casadas, mientras que la propor- Tres series independientes de encuestas realizadas desde mediados de
ción de adultos que viven (y, como es de suponer, cenan) solos ha lle- la década de 1970 hasta finales de la de 1990 corroboran esta conclu-
gado casi a doblarse durante este período,lo Dado que la cena ha sido sión: la frecuencia con que los norteamericanos, tanto casados como
una experiencia comunal en casi todas las sociedades durante mucho solteros, salieron a bares, clubes nocturnos, discotecas, tabernas y lu-
tiempo, el hecho de que esta práctica haya disminuido visiblemente en gares similares descendió en torno a un 40-5°% durante la última o

I
nuestro país en el curso de una sola generación es una prueba notable las dos últimas décadas.2.1 Tanto si viven solos como si no, los nortea-
de la rapidez con que ha cambiado nuestra vinculación social. mericanos se quedan de noche en casa, y Cheers ha pasado a ser una
Aparte de las comidas, prácticamente todas las formas de reunión obra de época.
familiar se han vuelto menos comunes durante el último cuarto del si- Como la buena comida y la buena bebida suelen ser acompañamieo-
glo xx. Según los sondeos Roper sobre familias con hijos de ocho a tos de un buen schmoozing, las tendencias reflejadas por el número de
diecisiete años, la práctica de pasar las vacaciones juntos cayó de un los diversos tipos de establecimientos de comidas y bebidas en Estados
53 a un 38% entre 1976 y '997; ver la televisión en familia, de un 54 Unidos durante el último cuarto de siglo son sorprendentes y sugeren-
a un 41 %; asistir juntos a los oficios religiosos, de un 38 a un 31 %; Y tes al mismo tiempo (véase figura 20). Entre I970 y 1998 el número
((sentarse, simplemente, y charlar)) juntos, de un 53 a un 43 %. Resul- de restaurantes de dedicación exclusiva por cada cien mil habitantes
ta difícil no ver estas cifras como una prueba de la rapidez con que se descendió en una cuarta parte, y el número de bares y pequeños bares-
están aflojando los lazos familiares." restaurantes se redujo a la mitad. Entretanto, la cifra de puntos de
¿Qué ocurre con la actividad de los schmoozers en el equivalente de venta de comida rápida por habitante -esas «gasolineras» de la socie-
la serie Cheers en la vida real, en el bar de barrio donde «todos saben ¡ dad moderna "para repostar a las personas»- se dobló. Desde el pun-

I
!
13 2 TrlldcnC/as en el compromiso d¡;i.::o }' en el capital social Víncu/os sociales informa/es I33

ro de vista de las posihilidades de mantener una convcrsa<.:ión, el decli- La tendencia más reveladora de nuestro uso del tiempo libre es qui- \
ve de los lugares convencionales a donde ir a comer ha quedado com- zá el destino sufrido por los juegos de cartas. Según una encuesta rea-
pensado en cierta medida por la proliferación de cafeterías de nueva lizada en 1940 sobre residentes de veinticuatro ciudades norteameri-

¡
ola, como un bar de Minneapolis donde se sirven capuchinos que aco- canas, las cartas eran la forma de pasatiempo social preferida en la
ge a grupos de debate del barrio. Sin embargo, según muestra la figura nación. De acuerdo con esa encuesta, el 87 % de los hogares nortea-
20, aun teniendo en cuenta ese crecimiento, el descenso neto en el nú- mericanos disponía de una baraja, en comparación, por ejemplo, con
mero de establecimientos de comidas y bebidas ha sido sustancial.'l las radios (83 %) y los teléfonos (36 %). Durante la primera mitad del
A diferencia de los clientes "habituales" del bar o del café locales, ¡, siglo xx se vendía por término medio una baraja de cartas al año a
pocas de las personas que esperan impacientes en la cola de un Mc- uno de cada dos norteamericanos de más de catorce años,l6 Llama la
Donald's conocerán probablemente nuestro nombre ü llegarán a pre- i atención que las tendencias en la venta de naipes responden casi con
ocuparse porque lo dcsconocen. l4 Las frías cifras confirman la des-
aparición gradual de lo que el comentarista social Ray Oldenburg
j exactitud a las que hemos descubierto páginas atrás en el compromi-
so cívico formal: un aumento constante en las primeras tres décadas
denomina "esos sitios magníficos}), aquellos lugares donde uno podía del siglo, una caída durante la Gran Depresión y luego un brusco cre-
«pasar el día»,1..5 En efecto, los norteamericanos prefieren cada vez cimiento en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial (véase
más tomar un bocado y salir corriendo en vez de quedarse un rato figura 21).
sentados charlando. Aunque el póquer y el gin rummy eran juegos populares, el mayor
auge se dio en el bridge, un juego a cuatro manos que se popularizó
enormemente en la década de "950. En I958 jugaban al bridge trein-

90

!
r-
80

$
!!
1 • (()m,da r~plda

~E
70

ª,
n
e
O


(Metenas pequel'las
:B.&
~~
60
/
..
Restaurarltes
E o. /
~ • Bares y tabernas
o~

~~ 50

." •o as
./ ~
'"
o (afé, y cafeteríaS
JO o 'o
Otros locales de 'o' 40
.ti ~&
comIdas y bebidas
~5
~~ lO
V
~

~ 20
~

10

1998

1890 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960


FIGURA 20: Bares, restaurantes y pequeñas cafeterías ceden terreno
a los establecimientos de comida rápida (1970-1998) FIGURA 21: Auge de los juegos de cartas en Estados Unidos (1900-1951)
'34 Tendencias en el comprmn!s() e/vico y en el capital social Vínculos socia/es informales r 35

ta y cinco millones de norteamericanos -casi un tercio de la pobla- de cada tres partidas de naipes, el descenso del juego de cartas supone
ción adulta-, según los cálculos más moderados. Millones de nor-te- cincuenta millones menOS de «microdeliberaciones), anuales sobre
americanos y norteamericanas pertenecían a clubes de juegos de ba- asuntos comunitarios que hace dos décadas.
raja que se reunían con regularidad; de hecho, según una de las pri- De hecho, como el juego de cartas es por necesidad una actividad
meras encuestas científicas sobre el compromiso social, casi uno de cada social (excepto para unos pocos adictos a los solitarios), su desapari·
cinco adultos era en 196, miembro de un equipo habitual de cuatro ción se acelerará probablemente a medida que llegue a su fin. Si en
jugadores (al menos en Nebraska). En las residencias y sindicatos nuestro círculo social no hay nadie que juegue a las cartas, no hay ra·
estudiantiles de las décadas de '960 y '970, cientos de miles de uni- zón para que nos molestemos en aprender a jugar. La razón por la
versitarios pasaron millones de noches en partidas de bridge aparen- que la población de especies en peligro acostumbra a reducirse de foro
temente interminables. El principal atractivo del bridge y de otros ma súbita es exactamente la misma por ta que el juego de naipes pare·
juegos de naipes consistía en que eran pasatiempos muy sociales. En
aquel mundo más susceptible a las diferencias de sexo, los clubes de
«parejas mixtas» fueron uno de los lugares más importantes donde
hombres y mujeres se reunían de manera informal. Las reglas anima-
ban a conversar sobre asuntos distintos del propio juego, pues la
I
I,
ce aproximarse a su extinción con mayor rapidez aún de la que refle-
jaría una proyección lineal. El número de jugadores de cartas está
cayendo rápidamente por debajo de un nivel de mantenimiento autó-
nomo. En 1999 la edad media de los miembros de la liga norteameri·
cana de bridge era de sesent,1 y cuatro años, con tendencia a Jumentar
«charla de mesa» sobre la situación de la partida estaba generalmen- constantemente, una señal segura de que el declive es de naturaleza
te mal vista. Los jugéldores «serios" jugaban en silencio, pero para la generacional. La decadencia del juego de cartas se concentra entre los
mayoría de la gente la vetada semanal o mensual de bridge era una nacidos durante la explosión demográfica y sus hijos. Se juega una
apreciada oportunidad para schmnozear con amigos y vecinos, sobre proporción creciente de partidas en comunidades de jubilados, el
todo acerca de asuntos personales, pero a veces también sobre pro- equivalente sociológico de los nichos ecológicos aislados donde las
blemas de interés más amplio, incluida la política.l. 7 especies en peligro suelen librar su última batalla. JO Para los universi-
A mediados de la década de 1970 alrededor del 40 % de los adultos tarios de la década de '990 el bridge evocaba tos mismos ecos anti-
norteamericanos seguía jugando a las cartas al menos una vez al mes, cuados que el whist para sus padres.
y la proporción de jugadores mensuales frente a quienes iban al cine Como es natural, han aparecido todo tipo de sustitutos de los nai~
era de cuatro a uno. Sin embargo, entre 1981 y 1999 la frecuencia pes, desde los juegos de ordenador y vídeo hasta las apuestas de casi-
media de las partidas de naipes entre los adultos norteamericanos no. Estos pasatiempos proporcionan, como los naipes, el sabor pican-
cayó de dieciséis a ocho anuales. En 199910s juegos de baraja seguían te del azar. Pero a diferencia de las cartas, sus sucesores se distinguen
superando al cine por cuatro a tres, pero la brecha se estaba cerrando por su naturaleza solitaria. Mi observación informal de las partidas
con rapidez. De continuar sin cambios este mismo ritmo constante de de bridge por internet me lleva a pensar que los jugadores electróni-
descenso anual, el juego de cartas desaparecerá por completo en me·
nos de dos décadas. Para ser una práctica social con más de seiscien-
tos años de vida -y que además se hallaba floreciente hace sólo unas
décadas-, este final llega con una celeridad dramática." Los adultos
I
i
!
cos se centran totalmente en el propio juego y mantienen muy poca
charla social, a diferencia de lo que ocurría en los juegos de cartas tra-
dicionales. Es raro que incluso los fanáticos del solitario de Microsoft
jueguen en grupo, y todos los visitantes de los nuevos hipercasinos di-
"
¡
norteamericanos siguen jugando aún quinientos millones de partidas seminados por el país tienen un recuerdo escalofriante de hectáreas
de cartas al año, pero esta cifra se reduce a razón de veinticinco millo- de jugadores «solitarios" encorvados en silencio sobre las máquinas
nes de jugadas anuales. '9 Aun suponiendo conservadora mente que los tragaperras, esos atracadores mancos. (La figura 22 resume las ten-
asuntos de la comunidad se plantean en la conversación sólo en una dencias ilustrativas de los juegos de cartas, la frecuentación de casi-
1
i
l
t
,
I'h Tendellcias en el compromiso cívico y en el capital social Vínculos sociales informales T17

'6
-
-----_.
~\
A- r

I
I
-----
cinos? Según la General Social Survey, la frecuencia con que los nor-
teamericanos «pasaron una velada social con alguien que vivía en su
barrio~> cayó entre I974 y 1998 en torno a un tercio: de treinta veces
')
'-1'-0.. al año aproximadamente a unas veinte entre personas casadas, y de

"-
_ Jugaron a
las cartas unas cincuenta veces anuales a unas treinta y cinco entre solteros
A
V ~ Fuelonal
(véase figura 23 ),Jl Ciertos datos dispersos indican además que este

'"
cme
descenso había comenzado ya en realidad hace veinte años, por lo
. ¿ - Jugaron en
(ilSa a un que, si los comparamos con la vida vecinal de mediados de la década
v,rJ",oJuegQ
!
•• ,
de 1950, los lazos entre vecinos en la de 1990 podrían tener menos de
~ -""'r- .-- • • la mitad de la solidez que tenÍJn entonces. 14 El norrcnmericano medio
~l---+---t---.- •
1, •

,
sigue socializando con sus vecinos una vez cada dos semanas, pero
I " , como ocurría con las amistades, estos lazos son perceptiblemente
t _L~, ¡ ....
j I I j ~ más débiles que hace una generación,
Los últimos años han visto cómo se daba mucha publicidad a las
1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 «asociaciones de barrio», y algunos observadores afirman que son
ahora más comunes que hace unos años. Una encuesta reciente indica
FIGURA 22: Juegos de cartas y otras actividades
que uno de cada ocho adultos participa en una asociación de barrio,
de tiempo libre (1975-1999)
comunitaria o de propietarios de viviendas, o en un club de manza-
naY; Sin embargo, en décadas pasadas eran también frecuentes otras
nos, los luegos de vídeo y el cine durante el último cuarto de siglo.) El
bridge, el póquer, el gin rummy y la canasta no han sido sustituidos 70,-----,----,-----,---,---T j, - - ,

por una actividad de ocio donde se pueda schmoozear como en ellos) I i


Otro indicador de vinculación social muy poco llamativo es la prác-
tica de enviar tarjetas de felicitación. El envío de postales ha disminui-
do en torno a un 15-20 % entre gente tanto casada como soltera a lo
largo de la última o las dos últimas décadas. (Esta tendencia descen-
dente es anterior al menos en una década a la llegada de internet y el
correo electrónico, por lo que representa algo más que un mero paso
de las felicitaciones reales a las virtuales.) Las personas envían más
tarjetas de felicitación a medida que envejecen, sobre todo si viven so-
las, por lo que la venta de postales ha aumentado en un país que enve-
jece, como Estados Unidos. Sin embargo, los norteamericanos de una
determinada edad mandan actualmente menos postales de felicitación
que la gente de sus años hace una generación," Una vez más volve-
mos a ver pruebas de diferencias generacionales subyacentes a la
1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
transformación de los hábitos sociales en los Estados Unidos de hoy,
Esto por lo que respecta a los amigos, Pero ¡qué ocurre con los ve- FIGURA 23: Descenso del trato entre vecinos (1974-1998)

J
:
Tendencias en el compromiso e/vico}' en el capital social Vínculos s()ciales informales 1)9

asociaciones similares; recordemos aquel panegírico de la revista Lire Como en el caso del compromiso social formal, el cuadro presenta-
a los norteamericanos de la década de J960 que «satisfacían sus im- do hasta aquí sobre la mengua de inversiones en la práctica de schmo-
pulsos gregarios en innumerables comités de barrio». El sociólogo ur- ozear queda plenamente confirmado por estudios sobre el empleo del
bano Barrett A. Lee y sus colaboradores señalan: tiempo por parte de los norteamericanos durante los últimos treinta
años. El porcentaje de quienes registraron en un dietario cualquier
La recienre proliferación de escritos sociológicos sobre organizaciones de cantidad de tiempo dedicado a socializar de manera informal (inclui-
barrio da a entender que estos grupos son unos recién llegados a la escena ur- das las visitas a amigos, la asistencia a fiestas, el salir de bares, la con-
bana. Sin embargo, hastaría con ahondar sólo un poco para corregir esta im- versación informal, etc.) se redujo constantemente de un 650/0 apro-
presió~ engañosa 1· .. 1Las organizaciones de barrio aparecieron por primera ximadamente en I965 a un 39 % en I99 5. El tiempo diario dedicado
vez a fmales del siglo pasado y estuvieron bien representadas en las ciudades por término medio a ese tipo de actividades descendió de entre ochen-
más pobladas antes de la Gran Depresión. ta y ochenta y cinco minutos en I965 a cincuenta y siete en I995
(véase figura 24). El tiempo que dedicamos a la socialización infor- \
Estudios a largo plazo sobre la vida vecinal de Boston a Seattle mues- mal al concluir el siglo es de sólo dos tercios del que le dedicábamos
tran que, aunque a finales del siglo xx se movilizaba a veces a los hace tres décadas."
barrios con fines políticos, la vida social organizada en ese ámbito Este llamativo cambio en la asignación del tiempo -que ya no dedi-
-carnavales en las caltes, teatro de aficionados, picnics o comidas a camos a la comunidad en general, sino a nosotros mismos y a nuestra
las que cada cual lleva su plato cocinado, bailes y otras actividades si- familia inmediata- queda confirmado por una encuesta realizada por
¡
milares- era mucho más bullente en la primera mitad del siglo xx que 1 el NPD Group entre 1992 y I999 sobre veinticuatro mil dietarios. 40
en sus años finales.31i - j
Durante los últimos veinte años se han hecho más habituales las
prácticas de «vigilancia de barrio», con un efecto a menudo inmedia-
I
I
90 90%

..... ~
to en el descenso de la delincuencia. Según una encuesta del Ministe- i
""
80 80%
rio de Justicia realizada en T998 en doce ciudades de toda la nación "' '.., ~
·
el 1 I % de los residentes (el 6 % en el año siguiente) había asistido e~
alguna ocasión a una reunión de vigilantes de barrio para ayudar a
protegerse de la d.elincuencia, frente a un 14 % que tenía un arma en
casa, un~ I ~ % que era propietario de un perro guardián y un 4 r %
g
~
~

~
70

60

10
-- -- ------
'-.....
r-...
70%

60%

10%
"
e
o


"ií
S
~ 50Clallzac,,:'n
mlormal
(minutos
dlilr;os)
~
que habla Instalado cerraduras adicionales.J7 En resumen, para de- 8. ¡-..... 40%
e
_ SOClallZilClón
mlormal

I•
40 ~
(índICe de
fendernos de la d~lmcue~cia ~nvertimos más en armas, perros y cerra- ,lCtNiciad
o dIaria)
duras que .~n capital SOCial. Este es posiblemente el motivo de que la
'0%
E
•o
partlclpaclOn en programas de vigilancia de barrio se malogre casi o 20%
~

~
siempre tras un bro~e in!~ial de .entusiasmo, a no ser que esté arraiga-
~

da en alguna orgamzaclOn vecInal de tipo más amplio." Es posible


que los grupos de vigilancia contra la delincuencia sean ahora más
o

o
10%

0%
I
1960 1970 1980 1990 2000
comunes, pero ofrecen una alternativa frágil a la desaparición del ca-
pital social de los barrios tradicionales: un césped sociológico artifi- FIGURA 24: Socialización informal medida en los estudios
Cial apropiado únicamente allí donde no crece el verdadero. de dietarios (1965-1995)
Tel/dclláas en el (;o1lJ/Jromis() ciuico y en el capital soual Vinculos S()Cla/es informa/es
--- -------
Durante la década de [990 el norteamericano medio llegó a dedicar y las cenas, pero en realidad hemos sido testigos de ~na decaden~ia de
casi un 15% más de tiempo al cuidado de sus hijos o sus animales do- estas últimas sin un aumento compensatorio de aquel. ConcluslOn: en
mésticos (debido probablemente al «eco de la natalidad»: el reciente los Estados Unidos de hoy debe de haber algo aún más poderoso que
brote de paternidad entre personas nacidas en los años de la explo- provoca una reducción del índice de schmoozing.
sión demográfica) y alrededor de un 5 a un 7 % más al cuidado perso-
nal, el entretenimiento, el sueño, el ejercicio físico y el transporte. En la actualidad pasamos con amigos y vecinos una cantidad de tiem-
Pero los cambios más importantes se han dado en el tiempo dedicado po significativamente menor del que solíamos, y en ~ambio ,estamos
al culto religioso y a visitar a los amigos, actividades ambas que caye- haciendo algo que tiene repercusiones sobre el capital social; pero
ron en más de un 20 % según los datos de esa encuesta. ¿qué puede ser? Una forma común de actividad recreativa es la prác-
La densidad ue los contactos sociales informales varía algo, según tica del deporte. ¿Qué nos enseña acerca de las tendenCIas en el capI-
observamos anteriormente, entre diferentes categorías sociales: es tal social un examen de cómo juegan los norteamericanos? ¿Hemos
mayor en las mujeres que en los hombres, mayor también en los jó- desplazado tal vez el foco de nuestros encuentros sociales de la mesa
venes y los pensionistas que en los adultos, etc. Aunque el nivel de donde jugábamos a las cartas o del bar del barrio al campo de sóftbol
schmoozing difiere entre esas categorías, las tendencias (descenden- o a la clase de gimnasia?
tes) son muy similares en todos los sectores de la sociedad: hay un Algunos datos indican que los clubes deportivos se han generaliza-
descenso tanto entre mujeres como entre hombres, así como en todas do algo más durante las dos últimas décadas; según la General Social
las categorías de edad, en todas las clases sociales, en todas las partes Survey, la afiliación a esos clubes aumentó del 19 % en 1974-1975 al
del país, en las grandes ciudades, en los barrios suburbanos y en las 21 % en 1993-1994. Por otra parte, muchos estudios han llegado a la
pequeñas ciudades. entre los matrimonios y entre los solteros.41 En conclusión un tanto sorprendente de que de hecho los Índices ue par-
resumen, los contactos sociales informales han decaído en todas las ticipación en la mayoría de deportes han caído en las últimas déca-
partes de la sociedad norteamericana. das.4.3 Como la población va en aumento, crece también la cifra ab-
Ya señalamos anteriormente la paradoja de que el predictor más só- soluta de participantes en algunos deportes; sin embargo, el número
lido de compromiso formal con la comunidad -la educación- se ha de quienes participan en los siguientes: sóftbol, tenis (y otros juegos de
-/ extendido aceleradamente a lo largo de los últimos veinte años, y que raqueta, como el pimpón), vóleibol, fútbol, ciclismo, esquí (de des-
no obstante el propio compromiso ha descendido con igual brusque- censo, de fondo y acuático), caza, pesca, acampada, piragüismo, ¡og-
dad. Una de las conclusIOnes es que, SIn el Impulso proporcionado ging y natación, ha descendido entre un ro y un 20 % en la última o
\ por el aumento en los niveles educativos, el compromiso formal ha- las dos últimas décadas como fracción de la población total. Las en-
bría decaído con rapidez aún mayor. En el caso del compromiso so- cuestas a largo plazo realizadas por la National Sporting Goods As-
cial informal observamos una paradoja similar: los schmoozers abun- sociation, la Sporting Goods Manufacturers Association, los estudios
dan más entre las personas solteras y sin niños, y el número de de DDB Needham Life Style y el National Center for Health Statistics
solteros y solteras sin niños ha aumentado significativamente durante coinciden, por ejemplo, en que la participación nacional en la prácti-
los veinte últimos años.4' En igualdad de condiciones respecto a todo ca del sóftbol se ha reducido aproximadamente en un tercio entre me-
lo demás, estas tendencias deberían haber llevado a un incremento de diados de la década de 1980 y finales de la de 1990.44
la interacción social informal, que es exactamente lo contrario de lo Se han popularizado algunos deportes nuevos: el patinaje con patines
que hemos encontrado. Al hacerse menos frecuente la vida familiar en línea y el esquí en la nieve con tabla de surf entre los norteamerica-
convencional, sería de esperar que el equivalente de las series Cheers nos jóvenes y más ágiles, los recorridos a pie para mantenerse en for-
y Friends en la vida real ocupara el lugar de las organizaciones cívicas ma, las actividades gimnásticas entre las personas más preocupadas
T{'ndCllcias ('/1 el (()111/Jr0l11iso ci/'Ie() y en el (apltal sf)(-tal Vínculos sociales informales

por SU salud y el golf entre los ciudadanos mayores. Sin embargo, los timas décadas. 48 Sorprendentemente, tras un incremento exponencial
nuevos deportes no son en su mayoría tan «sociales» como muchas de experimentado en la de 1980 por el fútbol juvenil, la participación en
las actividades atléticas tradicionales. De hecho, el aumento más espec- ese deporte de moda bajó de ritmo en la de 1990.49 Al mismo tiempo,
tacular durante la última década en compras relacionadas con el de- la mayoría de los demás deportes principales sufrió un significativo
porte, como las cintas de andar y los aparatos gimnásticos, guarda rela- descenso de participación entre los adolescentes en los últimos años.
ción con actividades realizadas en el hogar. 45 Además, si exceptuamos Una excepción importante a este cuadro general es el crecimiento de
las caminatas, ninguno de ellos atrae ni de lejos tantos participantes los deportes escolares para mujeres, en parte como consecuencia del
como los moribundos deportes tradicionales. Entre los deportes de título noveno, que exige igualdad de oportunidades para las mujeres
equipo se hallan en alza el fútbol y el baloncesto, pero no lo bastante en los programas atléticos sostenidos con fondos federales; pero ni si-
como para compensar la caída simultánea de todos los demás deportes quiera esta importante iniciativa ha compensado el declive más gene-
de equipo importantes: el sóftbol, el béisbol, el vóleibol y el rugby. En ral en la participación deportiva formal e informal entre la juventud
conjunto, la participación deportiva ha disminuido durante los últimos norteamericana.5° La cifra absoluta de participantes ha aumentado
diez años de forma más o menos moderada pero inequívoca, y este des- en muchos deportes juveniles debido al «eco de la natalidad", pero lo
censo ha afectado en particular a los deportes de equipo y de grupo." significativo para nuestra historia es que han ido disminuyendo los
Este declive en la participación deportiva no se debe al aumento de índices de participación.
edad de la población de Estados Unidos. Al contrario, las caídas son En la década de 1990 se hablaba más de estar en forma que en la de
más acusadas entre los jóvenes, mientras que el atletismo va en realidad 1970, y los gimnasios se han puesto muy de moda)! ¿Podría tal vez
en aumento entre los norteamericanos de más edad. Entre los veinte- compensar esta tendencia el descenso producido en otras formas de
añeros la asistencia media a cursos de educación física se redujo a me- vinculación sucial? Los datos empíricos indican que no. En primer lu-
nos de la mitad, de ocho veces al año a mediados de la década de 1980 gar, las actividades para mantener una buena forma física son en con-
a tres en 1998, mientras que en ese mismo período se dobló de dos a junto mucho menos habituales (al margen de las caminatas) que las
cuatro veces entre los norteamericanos a partir de los sesenta años. más prosaicas de jugar a las cartas y dar cenas en casa. Teniendo en
La natación y las actividades en gimnasios muestran la misma discre- cuenta incluso el abandono de las partidas de naipes en la década de
pancia generacional: descienden entre los más jóvenes y se mantienen o T990 y el auge de los gimnasios, el número de norteamericanos que
aumentan entre los mayores. La participación deportiva (a excepción juegan a las cartas habitualmente, por ejemplo, es tres veces superior
de los paseos) disminuye con la edad por razones fisiológicas; pero su- al de los que acuden con regularidad a un gimnasio. Los solteros, los
perponiéndose a este modelo de ciclo de vida encontramos el mismo veinteañeros y los titulados universitarios son las únicas personas que
perfil generacional observado anteriormente en otras formas de parti- van a un gimnasio más a menudo que a una partida de cartas, y a pe-
cipación social y política (descendente entre los nacidos en los años de sar de lo que podríamos deducir de los medios de comunicación, sólo
la explosión demográfica y de la generación X, y ascendente entre sus uno de cada quince adultos norteamericanos pertenece a esa catego-
padres y abuelos). De hecho, hay razones para creer que estas tenden- ría demográfica. Aunque los gimnasios ofrecieran a la gente unas po-
cias gemelas -un aumento en la actividad recreativa entre la generación sibilidades ilimitadas para el schmoozing (en vez de limitarse a mirar
de los mayores y un descenso entre la generación más joven- se han ve- una pantalla mientras realiza ejercicios en silencio), el aumento de su
nido dando desde los primeros años de la década de 1960,47 clientela quedaría eclipsado por el hundimiento de otras formas de
Aunque no es algo que nos interese aquí de manera primordial, ob- vinculación informal menos de moda.
servamos que los índices de participación en la mayoría de los depor- En segundo lugar, en las décadas de 1980 y 1990 no se observó
tes juveniles se han estabilizado o han descendido a lo largo de las úl- ningún avance en el número de veces que el norteamericano medio
144 Tendenoas en el compromiso cívico)' en el capital social V[ncu{os sociales mformales
~~- ---- ----
salía a correr, asistía a clases de ejercicio físico y aeróbic o acudía a desgaste del capital social en otros campos de la soCiedad norteal11C-
un gimnasio. El auge de los gimnasios en estos años se vio contrarres~ ricana.5¡
tado por un descenso en el jogging y en las clases de ejercicio físico Entre los principales deportes, el juego de bolos es prácticamente el
(véase figura 25 l. La actividad menos de moda de «caminar más de único que ha sabido defenderse en los últimos años. IJ Los bolos son
una milla para hacer ejercicio» es más común que todas las demás el deporte competitivo más popular de Estados Unidos. Los jugado-
formas de preparación física j untas, y de hecho la práctica de andar res de bolos superan en número a quienes practican el¡ogging, a los
ha aumentado durante la última década en torno a un tercio. Sin em- golfistas o a los jugadores de sóftbol por más de dos a uno, a quienes
bargo, la creciente popularidad de las caminatas (y del golf) se debe juegan al fútbol (incluidos los niños) por más de tres a uno, y a los
por entero al a uge del deseo de estar en forma entre los norteameri- tenistas o esquiadores por más de cuatro a uno. 54 Los propios veinte-
canos mayores, precisamente el grupo que más resistencia ha opues- añeros iban a la bolera en 1996 un 40% más a menudo que a patinar
to al declive de la comunicación entre la gente. Las tendencias en la con patines en línea, a pesar de la imagen «retro) del juego de b~los.
actividad atlética examinadas aquí -descendentes en toda la nación, Últimamente ha aumentado incluso el número de jóvenes que dicen
más entre los adultos jóvenes, pero menos (o nada en absoluto) entre haberse sentido atraídos por una combinación de alta tecnología lla-
los ciudadanos mayores- tienen su contrapartida visible en la «epi- mada «bolera cósmica» o «bolera rock'n'roll», Además, la participa-
demia de la obesidad .. que ha azotado a Estados Unidos en las últi- ción en los demás deportes principales aparece más concentrada en-
mas décadas, creciente en toda la nación, más desarrollada entre los tre los jóvenes, la clase media o ambos grupos. A diferencia de los
adultos jóvenes y en descenso entre los norteamericanos ancianos. gimnasios, el ciclismo, el jogging, el ejercicio físico, la natación, el te-
El deseo de estar en forma no es un factor que haya compensado el nis, el golf, el sóftbol y otros deportes principales, los bolos son una
actividad muy sólidamente arraigada entre el norteamericano medio:
14 es habitual entre hombres y mujeres, casados y solteros, obreros y
clase media, jóvenes y viejos,55
/\ Dado el crecimiento demográfico, el número de norteamericanos
" V ]V "'-
que juegan a los bolos es mayor que nunca, pero las ligas de bolos
10
V
H _ CammarOrl
para hacer han caído en picado durante los últimos diez a quince años. Entre
eJerCiCiO
19 80 y 1993 el número total de jugadores de bolos en Estados Uni-
_ Asistieron
8. 8
a cursos de dos aumentó en un 10 %, mientras que las ligas de bolos disminuye-
gimnasia
ron en más de un 40%.56 La figura 26 muestra la tendencia a largo
_ Acudieron
'co plazo en las ligas de bolos en Estados Unidos, con un perfil coinci-
gimnasio
dente exactamente con las tendencias observadas en otras formas de
./""" _ Salieron a
correr capital social ya examinadas: un crecimiento constante a partir del

~ ....
~ comienzo del siglo (a excepción de la época de la Depresión y la Se-
gunda Guerra Mundial), un crecimiento explosivo entre 1945 Y
19 6 5, un estancamiento hasta finales de la década de 1970 y luego
un hundimiento en picado durante las dos últimas décadas del siglo.
1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
En la cúspide alcanzada a mediados de la década de 1960 el 8 % de
FIGURA 25: Estancamiento en la práctica de ejercicio físico los norteamericanos y casi el 5 % de las norteamericanas eran miem-
(excepto caminar) bros de un equipo de bolos. Sin embargo, según indican las proyec-
Trlldcl1nGs ('17 el comtJron1IS0 cÍ/-'ico y el1 el capital social Vínculns sociales in(01'lnales '47

90 , más amplio se ha de buscar en la interacción social y hasta en las con-


... versaciones cívicas circunstanciales mientras se toma una cerveza o se
come una pizza, algo que no hacen los jugadores solitarios. Al mar-
\
mi··
gen de si los bolos están por encima de los votos en opinión de la ma-
~ yoría de los norteamericanos, el hecho es que los equipos de bolos
I -
ilustran otra forma de capital social en vías de extinción,
--
bj-+ ) f
LV
L"
~
~ ,\
:
Hablando con rigor, sólo una licencia poética me autoriza a decir
que quienes no juegan a los bolos en una liga están «solos en la bole-
ra)). Cualquier visitante observador que acuda a la holera de su loca-
lidad podrá confirmar que los grupos informa!cs superan en número

~
a los jugadores solitarios. En la medida en que esos grupos informales
: I { representan a los que he calificado de schmoozers, el hecho de que la
-I! ('It..,! '( "1-" participación en el juego de holos se haya mantenido más o menos
'-1~--
! ..... f-.I_~
"\':1,
\11"1
constante en los últimos años constituye en realidad una excepción a
la disminución general de los lazos informales, Por otra parte, el jue-
go en ligas, al requerir una participación regular con un grupo diver-
FIGURA 26: Auge y decadencia de la liga de bolos
so de conocidos, representa de hecho una forma de sostenimiento del
capital social que no es comparable con una partida ocasional jugada
con un grupo formado circunstancialmente.
(iones de la figura 2.6, de continuar al ritmo de los últimos quince Aunque los norteamericanos dedican menos tiempo a la práctica
aÍlos el declive constante de las ligas de bolos, las competiciones de del deporte, consumen en la actualidad como espectadores deporti-
liga en este deporte desaparecerán por completo en la primera déca- vos más tiempo y dinero que hace sólo unas pocas décadas. El públi-
da del nuevo siglo. co deportivo ha crecido con rapidez, lo que ayuda a explicar el veloz
Por si alguien considera el juego de bolos un ejemplo absolutamente incremento de los salarios de los atletas profesionales. El aumento de
trivial, debo señalar que, según el American Bowling Congress, los los espectadores refleja en parte nuestros hábitos televisivos, pero se
norteamericanos que lo practicaron en algún momento a lo largo de ve reflejado también en las cifras de asistencia a los espectáculos en
I996 fueron noventa y un millones, cifra que supera en un 25 % a la directo. Realizando un ajuste en función del crecimiento demográfi-
de los votantes de las elecciones para el Congreso en I998." El núme- co, la asistencia a las principales pruebas deportivas se ha multiplica-
ro de quienes jugaban con regularidad en ligas se situaba entre el 2 y do casi por dos desde la década de 1960.5' La suerte corrida año tras
el 3 % de los adultos norteamericanos, incluso tras la caída en picado año por cada uno de los deportes ha variado según el interés de la
de las ligas de bolos en la década de 1980, aunque, según hemos visto, temporada y las vicisitudes de las relaciones entre jugadores y directi-
esa ciira descendía rápidamente. La decadencia de las ligas de bolos vos, pero prácticamente todos los deportes princip<lles -el béisbol, el
amenaza el sustento de los propietarios de boleras, pues, según el due- baloncesto, el rugby, el hockey)' las carreras con coches preparados.
ño de una de las mayores cadenas de holeras de la nación, quienes jue- así como el rugby y el baloncesto universitarios- han conocido un
gan a los bolos en ligas consumen tres veces más cerveza y pizzas que crecimiento en la asistencia por hahitante durante las cuatro últimas
los jugadores solitarios, y el dinero de los bolos está en la cerveza y las décadas. La figura 27 resume esta tendencia: por fin una línea de ten-
pizzas, no en las bolas y el calzado. Sin embargo, su significado social dencia en alza, aunque sólo se trate de espectadores pasivos.
TcndClIá,u: C/1 el {()lnprrlll1/so dl,je() y en el catJital s()elal Vínculos sociales Informales

8aG 1 - .-----,--- o". ----'.- ---,--~---- --,--


o, '
arte, conciertos de música por y rack y al cine constante o incluso en
~,
~ 1--- -+-------¡------I I
aumento. Mientras la asistencia a la iglesia caía en un JO % entre

1---..;-'
¡úe
1986 y 1998, las visitas a los museos aumentaban en otro ro%;
~~ 600 ---dq--f--"'-----+---~- mientras las invitaciones a casa hajaban en un cuano, el pllhlico del
cine crecía también en un cuarto; y mientras la asistencia a reuniones
~
~ ,00 í de club descendía en un tercio, la asistencia a conciertos de pop y

~ 480 +--==.-"---+------1 rack subía en otro tercio. no


Por otro lado, según numerosos indicadores, la "práctica» cultural

t::- 3'0°°0 L, ~~- ------I-c-=--=--~ _-_-_--_-_=i=~-___=_-_, (por contraposición al mero consumo de cultura) se halla en declive,
Pensemos en las bandas locales o en los grupos de jazz, o simplemen-
i
11
--r1
'
To¡¿¡: (le aSlsten(:a (estandarizada para la poblaCión de Estados Unldosl
A todos lo'. partidos de rLJgby y baloncesto de la NCAA, a lodo> los de te en las reuniones en torno al piano, ejemplo clásico de participación
~ I béIsbol, rugby. baloncesto y hockey de la liga nac.onal profesional y a
~ lOO +------,-- IdS carreras de coches NASCAR
comunitaria y social en el pasado. Según encuestas realizadas anual-
~ I mente durante el último cuarto de siglo, la frecuencia media de la in-
o~-----~-----~-----~----~ terpretación musical con instrumentos se ha reducido de casi seis
1960 1978 1980 1990 2000
veces por año en 1976 a apenas tres en 1999. El porcentaje de norte-
FIGURA 27: Crecimiento de los deportes de espectadores (1960-1997) americanos que toca algún instrumento ha descendido en un tercio
(de un 30 a un 20%) a lo largo de este período, y la asistencia a clases
Este aumento en la asistencia a competiciones deportivas no es una de música ha ido reduciéndose en las últimas generaciones. 61 Según
calamidad desde el punto cle vista del capital social. 59 Sentarse con encuestas encargadas por la National Association of Music Mer-
unos amigos en las tri hunas al aire libre para ver un partido de rugby chants, la proporción de hogares con una persona capaz de tocar un
universitario el viernes por la noche podría ser tan productivo desde instrumento ha ido cayendo de un 5I % en 1978 a un 38 % en 1997.'"
un punto de vista comunitario como sentarse a una mesa de póquer. Es verdad que no hemos perdido nuestro gusto por escuchar música,
Además -por lo que respecta al menos a los hinchas de los equipos lo mismo que por ver una competición deportiva, pero cada vez son
ganadores-, el sentimiento de entusiasmo compartido por una pa- menos quienes tocan o juegan juntos.
sión común puede generar cierto sentido de comunidad. Según saben Cuando Aristóteles observaba que el hombre es por naturaleza un
los seguidores de los Red Sox, que llevan tanto tiempo sufriendo, la animal político, no estaba pensando seguramente en el schmoozing.
propia adversidad compartida puede crear comunidad. Por otra par- Sin embargo, nuestros datos indican que la mayoría de los norteame-
te, llama la atención encontrar tamhién en el terreno deportivo el ricanos conectan con sus prójimos recurriendo a miles y miles de me-
mismo cambio de correlación entre participación activa y asistencia dios informales, Siendo como es la naturaleza humana, es improbable
pasiva que observamos antes en el de la política. En el rugby, como que nos convirtamos en ermitaños. Por otro lado, nuestros datos nos
en la política, ver jugar a un equipo no es lo mismo que jugar en un indican también que las últimas décadas han presenciado una asom-
equipo. brosa disminución de contactos habituales con amigos y vecinos en
Este mismo fenómeno -aumento de los espectadores, decadencia una amplia gama de actividades. Pasamos menos tiempo de sobreme-
de la práctica- aparece en otroS ámbitos de la vida norteamericana. sa, intercambiamos visitas menos a menudo, practicamos con menos
En general, tanto en la cultura popular como en la alta cultura, el cre- frecuencia actividades de ocio que estimulan la interacción social cir-
cimiento del público espectador ha igualado o superado al demográ- cunstancial, dedicamos más tiempo a ver (ciertamente, en presencia
fico. Las encuestas indican una asistencia por hahitante a museos de de otras personas) que a practicar. Conocemos menos a nuestros veci-

.f
1"('1l(IC110IlS ('11 el C(JI11!JrOIlIlS() ClV;C(J y en f'I (afllial $()(/t71
---"---- - "----------------"-- " - - - - - -
nos y vemos menos a nuestros viejos amigos. En resumen, participa·
mos menos no sólo en actividades cívicas «provechosas», sino tam·
bién en el contacto informal. En los dos capítulos siguientes analizare- Capitulo 7
mas la cuestión de si este ahandono silencioso del trato social ha
afectado a nuestra propensión a arrimar el hombro para realizar ta· Altruismo, voluntariado y filantropía
reas comunes y mostrarnos considerados con quienes no participan.

El altruismo, el voluntariado y la filantropía -nuestra disposición a


ayudar a los demás- son, según algunas interpretaciones, un indicador
fundamental del capital social. No obstante, el filósofo ]ohn Dewey
hacía hincapié en la distinción entre «hacer con» y «hacer para». La
importancia de tal distinción aparece resaltada en un suceso ocurrido
recientemente en un barrio judío muy cohesianado de Providence
(Rhode ¡sland).'
Históricamente, los judíos de este barrio se visitaban para celebrar
la fiesta del purim, y ofrecían frutas y repostería (mishloach mano/),
según lo ordenaba un precepto religioso (mi/zvah). Sin embargo, esta
costumbre se ha visto interrumpida en los últimos años por presiones
de' tiempo, familia y otras urgencias similares. Actualmente, al acer-
carse el purim, lo probable es que quien h<lhita en el h<lrrio rccih<l de
sus vecinos una nota con palabras como éstas:

Durante el purim estaremos en Nueva York, así que no nos será posible cum-
plir con la nútzvah del mishloach mano l. Por favor, no deje este año ningún
mish/oach manot delante de la puerta. Las ardillas, los perros, los gatos y los
conejos se los comerían. En vez del mishloach manot hemos hecho una don<1-
ción en su nombre al seminario teológico judío.

La intención filantrópica es admirable. Sin embargo, las visitas tradi-


cionales reforzaban también los vínculos en el seno de esta comuni-
dad. Un cheque dentro de un sobre, por generoso que sea, no puede
tener el mismo efecto. El capital social se refiere a las redes de co-
nexión social, a «hacer con». Por más loable que sea, hacer algo bue-
no para otros no forma parte de la definición de capital social.
Sin embargo, en la realidad práctica las redes sociales nos propor-
cionan los canales por medio de los cuales nos movilizamos unos a
otros para llevar a cabo buenas acciones; además, las redes sociales
/
152 Tendencias en el mmpromiso duicn y en el capital social ~ Altruismo, voluntariado y Illantroplá 1) j

propician normas de reciprocidad que nos incitan a prestar atención / ~midense.4 Aunque la iglesia siguió siendo el centro individual más
al bienestar del prójimo. Así, según veremos enseguida con más deta- 1/ importante para el voluntariado y la filantropía, se le unieron nuevas
lIe, el c~mpromlso cIVIl es un claro pred~ctor del voluntariado y la fi-j instituciones en la orgalllzaclOn del altrUISmo: fundaciones, corpora-
lantropla, y hasta de la «ayuda» espontanea. De hecho, aquellas perl i 'A ciones y todo tipo de orgalllzaclOnes comullltartas. . .
s?nas que en E~tad~s Unidos, ~ertenecen ~ redes ~ociales informales I Muchas de las a,sociaciones cívicas cuya cróDlc,a de CreClIl~lento y
tienen hoy en dla mas probabl"dad de dedIcar su tiempo y su dinero a reciente decadencia hemos relatado en un capItulo antenor -los
buenas ,causas que quienes están socialmente aislados. Por tal razón, boyscouts, la Cruz Roja, los «clubes de servicios» (Rotados, .~iwa.~is
el altnllsmo (y la honradez, analizada en el capítulo siguiente) es un y Lyons), la PTA, etc.- participaron activamente en la movl"zaclOn
síntoma importante de capital social. Así, cualquier valoración de las de energías voluntarias. A lo largo del siglo xx continuaron surgien-
tendencias del capital social debe incluir un examen de las que se dan do nuevas organizaciones de altruismo colectivo en respuesta a nue-
en el voluntariado, la filantropía y el altruismo. vas necesidades y a un idealismo renovado, desde el March of Dimes
Dedicar tiempo y dinero a ayudar a los demás es una tradición an- en la década de '930 hasta la World Vision en la de 1950, Habitat for
tigua y respetada en la sociedad norteamericana. Tanto la filantropía Humanity en la de 1970, y Teach for America en la de 1990. Entre
como el voluntariado son dos veces más comunes entre los norte- 19 8 9 y 1994 el número de organizaciones de caridad creció en Esta-
americanos que entre los ciudadanos de otrOs países.l. Durante los dos Unidos casi seis veces más deprisa que la población norteameri-
primeros siglos de nuestra vida nacional el contexto social para el cana, y en 1996 estaban registradas en el país un total de 654.186 or-
e¡erClCIO del voluntariado y la filantropía fue ante todo religioso. El ganizaciones de caridad pública (sin contar las iglesias).'
cllldado de los demás es un principio central de nuestras creencias Los norteamericanos son un pueblo generoso. Casi la mitad de
Hacia finales del siglo XIX el fundamento lógico del altruismo se en~ ellos ahrman -;~;;-r-;:IgG-ntTp-Ode trabaJo voluntario, incluido el vo-
riqueció con un nuevo motivo: la ayuda a los menos afortunados luntariada en medios organizados, como iglesias y hospitales, y el
pasó a formar parte del deber cívico. Según declaraba Andrew Car- comportamiento informal de ayuda, como el cuidado de las plantas
negl~, ~no de los nuevos millonarios salidos del período de rápido de un vecino durante su ausencia. Según un cálculo ampliamente clta-
creCImiento que siguió a la guerra civil, en su ensayo de r889 «The do, noventa y tres millones de norteamericanos dedicaron un total de
Cospel of Wealth» ('El evangelio de la riqueza'), la riqueza es un fi- veinte mil millones de horas a la realización de tareas voluntarias en
deicomis? sagrado que su dueño tiene la obligación de administrar 1995. Además, entregamos una impresionante cantidad de dinero a
para el bIen de la comunidad.' buenas causas. En 1997 las personas, empresas y fundaciones de Es-
Durante el siglo xx tanto el voluntariado como la filantropía fue- tados Unidos dieron 143.500 millones de dólares a actividades cari-
ron objeto de una mayor organización y profesionalización. La filan- tativas, de los que más de tres cuartas partes (1°9.000 millones) fue-
trapía moderna comenzó con el cambio de siglo, coincidiendo no ron donados por individuos vivos. En 1992. los norteamericanos
sólo con la acumulación de nuevas riquezas generada por la revolu- donaron 5.670.000 litros de sangre, y la inmensa mayoría de donan-
ció.n industrial, sino también con la invención de técnicas nuevas para tes dice que su principal motivación es sencillamente el «deseo ~e
estImular los donativos económicos realizados por los norteamerica- ayudar a los demás». En 1989 el 74 % de los norteamericanos aflr-
nos medIOS: los "fondos comunitarios» (precursores de United Way), maba dar dinero (sin contar las aportaciones a organizaciones re"-
la fundacI~n de la comunidad y la profesionalización gradual de la giosas y políticas); el 35% decía que realizaba actividades de volun-
recaudaclon de fondos y su administración voluntaria. El número de tariado, y el 23 % comunicaba que era donante de sangre. Al parecer,
fondos comunitarios pasó bruscamente de 39 en toda la nación, en hacemos honor a la observación de Tocqueville más aún que hace
1920, a 1.318 en 1950, abarcando al 57% de la población estado- ciento cincuenta años:
Altruismo, uoluntariado y filantropia l 55
I54 Tendencias en el c()mprnmiso dvi(o y en el capital sOCIal ~~~-

comunes en las localidades pequeñas que en las grandes ciudades. '0


Los norteamericanos disfrutan explicando casi rodos los actos de su vida por También la edad establece diferencia: el voluntariado y la donación de
el principio del interés propio bien entendido. Les produce un gran placer ob- sangre siguen un modelo de ciclo de vida en forma de U invertida yal-
servar cómo un amor propio inteligente les !leva continuamente él dyudarse canzan el punto más alto a finales de los treinta o principios de los
unos a otfOS y les predispone d entrcg,-lr de manera espontánea parte de su cuarenta años. El voluntariado es especialmente común entre padres
tiempo y su fortuna para el bien del Estado.¡' de niños en edad escolar, y las actividades con la juventud van única-
mente por detrás de la religión como foco de trabajo voluntario. Por
En medio de las presiones de la vida cotidiana, dedicar tiempo y dar otra parte es característico que la filantropía se incremente con la
dinero suelen parecer formas de generosidad alternativas. Si nos falta edad, a medida que se acumula la riqueza disponible." El empleo
uno, podemos dar el otro. Sin embargo, en términos generales el vo- aumenta la probabilidad del voluntariado, quizá porque expone a los
luntariado y la filantropía son complementarios, no sustitutivos. En trabajadores a la influencia de diferentes redes sociales; pero entre
1995 los voluntarios aportaron a obras de caridad dos o tres veces los voluntarios existe una compensación entre el tiempo pasado en el
más de sus ingresos que los no voluntarios. Ya la inversa: el 63 % de trabajo y el dedicado al voluntariado, de manera que el índice más
los donantes de dinero trabajaron también como voluntarios, frente a ! alto de voluntariado se da entre trabajadores a tiempo parcial.Jl-
sólo un 17 % de quienes no entregaron donativos económicos. De ma- Sin embargo, la participación en la vida comunitaria, que c.onstitu- \
ye con ventaja el predictor más consecuente de entrega de tiempo y

I
nera análoga, los donantes de sangre activos se muestran más procli-
ves a dedicar voluntariamente tiempo y realizar donativos filantrópi- dinero, es más importante que la riqueza, la educación, el tamaño de \
cos que los no donantes. Las conductas altruistas tienden a ir juntas.? t la comunidad, la edad, la condición social familiar y el empleo. Re-
¿Quiénes son los más generosos con su esfue7io y-S-ucartera?X No sulta raro que los reclusos sociales sean donantes o voluntarios acti-
I
vos importantes, mientras que es característico de los schmoozers y
es de extrañar que las personas adineradas y con una formación supe-
rior -aquellos que poseen más recursos personales y financieros-
I
i, los machers ser ambas cosas.
sean quienes más probabilidades tengan de practicar el voluntariado, En I996 el 73 % de los miemhros de organizaciones laicas y el 55%
dar dinero y donar sangre. La educación es, en particular, uno de lOS) de los de grupos religiosos afirmaban realizar tareas voluntarias,
predictores más seguros de casi todas las formas de conducta altruis- ¡fe
frente a un mero 19 % de los demás norteamericanos.1 3 Según mues-
ta, incluso manteniendo constantes otros posibles factores de predic- tra la figura 28, los norteamericanos que acuden con regularidad a la
ción. Entre los titulados universitarios, por ejemplo, se da el doble de iglesia ya clubes realizan tareas de voluntariado una media de dieci-
probabilidades de realización de tareas de voluntariado en el año an- siete veces por año, diez veces más a menudo que quienes no partici-
terior que entre las personas con estudios de enseñanza media o me- pan ni en iglesias ni en cluhes, cuya media de actividad de voluntaria-
nos (71 % frente a 36%); lo mismo vale para la donación de sangre do es de 1,7 veces al año. El compromiso laico parece tener un efecto
(13-18 (% frente a 6-10 %). Por otra parte, los recursos materiales nO mayor que el religioso, pues quienes asisten «únicamente» a la iglesia
son el predictor más importante del altruismo. En realidad, debido a practican el voluntariado una media de cinco veces anuales, mientras
su compromiso relativamente activo con la iglesia, los pobres entre- que la media de los clubistas "puros" es de doce. Además, la partici-
gan una parte de sus ingresos 110 menor que la de los ricos. 9 pación en organizaciones laicas está estrechamente asociada a la par-
Las dimensiones de la comunidad marcan también cierta diferencia: ticipación en proyectos comunitarios, mientras que el compromiso
el voluntariado formal, el trabajo en proyectos comunitarios, el com- con organizaciones religiosas no lo está. 14 Las personas activas en or-
portamiento informal de ayuda (como prestar auxilio a un desconoci- ganizaciones religiosas intervienen como ayudantes voluntarios en la
do), los donativos caritativos y quizá la donación de sangre son más iglesia o visitan a parroquianos confinados en sus hogares, mientras

t
15(. AltruiS/1/o, uolunlarú/(i¡¡ y (i{tllllropí.¡

'"
• Act'v,d,l<1es
de
Número voluntanado
de actividades
" anuales o Trabajos
proyectos
en
de voluntar'lado
o de trabajos rom\J"itilfln<;
PromediO
anual de en proyectos
comunitarro~
actlvldade~ de
voluntariado ~

Una vez al mE', o ma, Nonguna '-4 5-' 9-11 12-24 25-51 52 VeC€5
vecE'S veces veces veces o m~>
ASistencia
a clubes ¿Cuántas veces recib'ló am'lgos en casa el año anterior?

Nunca
FIGURA 29: «$chmoozing)) y buenas obras
ASistencia él la Iglesia

FIGURA 28: La asistencia a clubes y a la iglesia fomenta el voluntariado del 2,3 (es decir, I.167 dólares), frente al 0,4 (139 dólares) de los de-
más norteamericanos.1 7 En números redondos, los asociacionistas
que las que son activas en organizaciones laicas tienden más a traba- son casi diez veces más generosos con su tiempo y su dinero que los
lar limpiando los terrenos de juego de la localidad. ¡ no asociacionistas. El capital social es un predictor de filantropía más
-.í El schmoozing está también estrechamente vinculado al voluntaria- sólido que el capital económico.
'ido. I 5 Como muestra la figura 29, los norteamericanos que reciben ¡ ~ El altruismo se ve estimulado en todas sus formas por el compromi-
amigos en casa tienden mucho más a trabajar en proyectos comunita- ,,
-j
so social y comunitario. El hecho de acudir a la iglesia y al club es,
rios y a realizar otros tipos de tareas voluntarias. Además, las perso- por ejemplo, uno de los predictores más firmes de la decisión de do-
nas comprometidas activamente en redes comunitarias y sociales ,, nar sangre, manteniendo como variables fijas otros factores de fondo
tienden más no sólo a practicar el voluntariado en un primer momen- como la edad, la educación, el sexo, etc. (Véase figura 30.) Los norte-
to, sino también a perseverar en él durante varios años, mientras que americanos activos en asuntos comunitarios tienen dos veces más
la gente socialmente aislada suele participar con más probabilidad en ¡ probabilidades de donar sangre que sus vecinos que no salen de casa.
actividades voluntarias puramente episódicas. 1 (i ¡ Incluso la ayuda informal, como la de prestar apoyo emocional tras
¡
,La filantropía está ligada también al compromiso organizativo. En una catástrofe natural o vigilar el hogar de un vecino, guarda una
¡
t996 el 87 % de los miembros de organizaciones laicas y el 76 % de fuerte correlación con el tamaño de la red de amigos y conocidos de
la persona en cuestión." Para predecir la probabilidad de que alguien
los de organizaciones religiosas realizaron alguna aportación caritati-
va, frente a sólo el 37% de quienes no estaban afiliados a ninguna or- ¡ dedique su tiempo o haga donación de dinero y sangre o preste inclu-
ganización. Los miembros de organizaciones religiosas donaron por so un favor menor, necesitamos conocer sobre todo su grado de acti-
término medio el 1,90/0 de sus ingresos anuales familiares (802. dóla- vidad en la vida comunit¡lria y la fuerza de sus lazos con la familia,
res) a obras de caridad, mientras que los donativos de los miembros los amigos y los vecinos.
de organizaciones laicas alcanzaron la media aún más impresionante Los vínculos sociales estimulan la donación por muchas razones. Es

l
.1
¡
4
I
T('ndencias en el compromiso civico y en el capital social Altruismo, ¡lo/uf/tarjado y filantropía 1 ~9
'S8

amigos. Las organizaciones comunitarias necesitan tiempo y dinero,


y sus miembros se llaman entre sí a arrimar el hombro no sólo para
esa organización concreta, sino también para otras. Si me asocio a la
PTA, es muy probable que se me pida participar voluntariamente en
una comida al aire libre para recaudar fondos, y que alguien a quien
conoceré en ella me invite quizá a ayudar en la carrera de aficionados
¿Qué 14%.
fracción
de la Sociedad contra el Cáncer. Una vez incluidos en la lista de sospe-
de cada chosos habituales, es probable que no salgamos de ella.
categoría esta 13%
formada El voluntariado fomenta más voluntariado, tanto en situaciones
por donclnt0'> formales como informales.:!.' El compromiso organizativo parece in-
de sangré'
habituales) 1)"/, culcar destrezas cívicas y una disposición perdurable hacia el altruis-
. mo, pues los voluntarios y donantes adultos se distinguen de manera
especial por su implicación cívica en su juventud. Quienes participa-
Asiste a ron en grupos juveniles o realizaron tareas de voluntariado siendo jó-
reuniones
de club una venes tienen un cincuenta por ciento más de probabilidades de reali-
vez al mes zar donativos de caridad que quienes no se comprometieron en su
No por lo menos
Va la Iglesia dos veces
icl juventud. Finalmente, algunos estudios pormenoriza,dos han demos-l
al me~' por lo menos
trado que (manteniendo constantes otros rasgos sociales y de perso- f
FIGURA 30: La asistencia a clubes y a la iglesia fomenta nalidadl la gente que ha recibido ayuda tiende más a ayudar a sus pró- ,
la donación de sangre jimos, de manera que ciertos gestos sencii10s de amabilidad tienen un
efecto de onda expansiva. En resumen, los comportamientos de dona-
posible que los Jsociacionistas sean almas generosas por naturaleza, ción voluntariado y asociacionismo se refuerzan mutuamente y crean
pero la participación en redes sociales es un predictor más firme de hábi~os: «los hábitos del corazón», en expresión de Tocqueville.
{ voluntariado y filantropía que las actitudes altruistas de por sí. I 9
Como saben bien los encargados de recaudar fondos y organizar acti- En este contexto, ¿cuáles han sido durante las últimas décadas las
vidades de voluntariado, el mero hecho de que se pida a alguien- un tendencias de la donación y el voluntariado? Comencemos por la fi-
donativo es un poderoso estímulo para el voluntariado y la filantro- lantropía. Las actividades caritativas de los norteamericanos se ufa-
pía. Cuando se pregunta a los voluntarios cómo es que se implicaron nan de alcanzar cada año nuevos records en la recaudación de dinero
en su actividad concreta, la respuesta más común es: «Alguien me lo yen su gasto en causas dignas. Durante el período en que se han lle-
pidió». y al contrario cuando se pregunta a los posibles donantes de
1 vado registros, el total de dinero entregado en dólares actuales no ha
sangre por qué no la han donado, la respuesta más habitual es: «Na- dejado de aumentar. Incluso actualizando esos dólares en función de
die me 10 pidió».10 la inflación y el crecimiento demográfico, la tendencia ha sido en ge-
Es muy característico que recaudar fondos equivalga a cosechar neral ascendente, con caídas solamente temporales en torno a los
amigos. Así, cuanto mayor sea mi implicación en redes sociales y co- años de la recesión. Según un entusiasta panegirista de la generosidad
munitarias, tanto formales como informales, más probabilidades ten- norteamericana, las donaciones caritativas per cápita en dólares
dré de ser solicitado. Y las probabilidades de que acceda a la deman· constantes de 1993 llegaron casi a duplicarse entre 1960 (280 dóla-
da serán también mayores si el reclutador forma parte de mi red de res) y 199'5 (522 dólares)."
,
r60 T(,//(/i'l1cias ('r/ ef (Ol1lfJrOIl1!5() á/I/(() y ('U el capital social Altruismo, uoluntartado y (ilantropia 1 () J

Por otra parte, el crecimiento en las donaciones caritativas, incluso 0.025

en dólares constantes, apenas resulta sorprendente. pues también han I


aumentado nuestros ingresos, y junto con ellos nuestros gastos prác- r -l I
ticamente en todo. Durante esos mismos años (I96o-I995) en que se
1\ ....
doblaron los donativos reales per cápita, el gasto real también per cá-
pita en flores, semillas y plantas de tiesto, por ejemplo, llegó casi a tri-
plicarse, y el gasto real per cápita en el conjunto de bienes y servicios
1
.J . .,. .
L 0.- ¡--....',
recreativos -de los narcisos a Disneylandia, y de los juguetes a las re- I
paraciones de televisores- se multiplicaron casi por cuatro,l, Para -
medir nuestra generosidad filantrópica necesitamos conocer la rela- I
ción entre nuestras donaciones y nuestros ingresos, y no sólo cuántos
dólares hemos entregado. Si mis ingresos se cuadruplican, mientras
mi contribución a la colecta semanal en la iglesia aumenta sólo un
cuarto, las personas más razonables dirán que me estoy volviendo
más tacaño, y no más generoso. Al fin y al cabo, los "diezmos)) no se 1'120 1930 1940 19'>0 1960 1'170 1980 1990 2000

refieren a cifras absolutas, sino relativas.l.'¡ FIGURA 31: Auge y (aida de la generosidad filantrópica (1 929- 1998)
Las tendencié1s de la filantropía norteamericana respecto a nuestros)
ingresos son descorazonadoras, pues en la década de 1990 los nor-
teamericanos donaron una proporción menor de sus ingresos perso- donación de un dólar, más o menos, por cada dos gastados en entre- (
nales que en cualquier otro momento desde 1940. Las tendencias a tenimiento; en 1997 dimos menos de medio dólar por cada dos em-
largo plazo en la filantropía personal recuerdan la evolución experi- pleados en divertirnos.
mentada por otros aspectos del compromiso cívico norteamericano, El paralelismo entre la cronología y la dirección de las tendencias
según revela la figura 3 T .lí" La primera mitad del siglo xx fue una en filantropía, y los altibajos casi simultáneos en el compromiso co-
época de creciente generosidad nacional. La filantropía personal munitario y la vinculación social norteamericana analizada en los ca-
como fracción de los ingresos llegó casi a doblarse en las tres décadas pítulos anteriores es asombroso. Por contraste, los altibajos a largo
transcurridas ente 1929 y 1960. Tras algunas breves interrupciones plazo en filantropía están muy desvinculados de los de la economía.
asociadas a la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, las Los ingresos reales per cápita de los norteamericanos durante la Gran
donaciones de los norteamericanos en relación con sus medios au- Depresión cayeron en un 3 % entre I929 y I939, mientras que la par-
mentaron brusca y constantemente· tras la guerra, creciendo casi un te de ingresos entregados a obras de caridad aumentó en más de un
50 % entre 1944 Y 1960. (Al haber sido un período de crecimiento cuarto. Durante las dos décadas siguientes los ingresos reales per cá-
económico rápido, el aumento en términos reales fue aún más acen- pita se elevaron en un 74 %, mientras que los donativos personales
tuado.) Sin embargo, la parte de la filantropía en los ingresos de los corno parte de los ingresos siguieron aumentando a largo plazo a un
norteamericanos ha caído constantemente durante casi cuatro déca- paso casi idéntico al de los años de la Depresión. La generosidad de
das desde J96I, destruyendo por completo lo conseguido en la pos- los norteamericanos fue constantemente en aumento en tiempos bue-
guerra. El total de las donaciones por individuos vivos como parte de nos y en tiempos malos. En cambio, a partir de 1960 nuestra genero-
los ingresos nacionales cayó del 2,26% en I964 al I,6I % en I998, sidad se ha ido consumiendo de manera continua. Durante el auge
lo que equivale a un descenso relativo del 29%. En I960 hacíamos económico de las décadas de I960 y I980, así como en los descala-

-J
'íI
Altruismo, uoiuntarwdo y ftlantropía
Tend('/u:ias en el compromiso duia> y en el capital social --_._----
Donativos ¡¡fOleslantcs 11921- 1995)
bros de las de 1970 y principios de la de '990, este retraimiento

i~
inexorable se vio interrumpido sólo orevemente a mediados de la de A

'980, en respuesta a los cambios aprobados en la legislación fiscal fe- 'v\' '\
deral. En pocas palabras, los altibajos en la generosidad de los norte- \A r_ "-. -
americanos durante los últimos setenta años coinciden estrictamente
-
)' --1- I--~
con las alzas y caídas en nuestras reservas de capital social, y no con
; V \ i
las de nuestros haberes en capital económico,
El hundimiento de los impulsos filantrópicos norteamericanos des-
de I960 ha sido muy profuso, y ha afectado a muchas comunidades
O

;
C-- - f---
i
--~ - _o.
t--- ._---

I
,,
distintas de donantes y a muchos receptores diversos, En números re- O
i I I
19QO /00
19JO
dondos, la mitad de las donaciones caritativas de Estados Unidos es
DDn~t,vDS calóllCDS (1950- 19f19)
de carácter religioso, por lo que podemos hacernos una idea comple-
mentaria (y confirmar el cuadro general) centrándonos por separado
en las tendencias observables en los donativos a hs principales confe-
siones, así como en las de [as donaciones para actividades comunita-
rias laicas. La figura 32 presenta las mejores pruebas disponibles so-
bre tendencias a largo plazo en las donaciones <1 las principales
confesiones protestantes, a causas católicas y a United Way (la activi-
dad de recogida de fondos de carácter comunitario más amplia de Es-
tados Unidos y un organismo muy representativo de las donaciones
laicas),.!." Los ritmos en las donaciones en la primera mitad del siglo
varían en cada una de estas instituciones, pero se observa con clari-
dad el auge de la posguerra, y la cronología y extensión del hundi- D ona 1NOS a UnledWay(1920 (997)

n
I
O,ló

miento en la generosidad en relación con los medios a partir de I960. ¡


, ,
1; f\
Tras haber caído bruscamente de I960 a '972, las donaciones de
los protestantes por miembro se estancaron desde los primeros años
1 :Q
~ 0,12
~
de la década de I970. Por otra parte, según hemos señalado anterior- ~
~~
V r r---...
~
---~-
0,10 _ A Unlled W~y

mente, la propia afiliación a las confesiones protestantes ha seguido &§ '\, V


,1' \.
descendiendo de manera constante a lo largo de este período, por lo
que las donaciones de los seguidores de esas confesiones como parte
1 ~~
<1
.~
0,08

0.0 ;
I "\
_AUn'tedWayya
otro~ fondOS

de los ingresos nacionales no han cesado de djsminuir~ en este sentido ~


"
- """
la figura 32 subestima el descenso de la filantropía protestante. En
otras palabras, cuando un protestante abandona por completo su igle- ~ 0.0 ,
sia, como lo han hecho muchos en años recientes, las repercusiones ~ 0.0 OC----
19<;0 1%0 1970 1980 , O IO~
Ig,O 1930 19~O
económicas de esa apostasía no aparecen reflejadas en la figura 32.
John y Sylvia Ronsvalle, dos de los principales estudiosos de las fi- FIGURA 32: Tendencias en los donativos de protestantes Y católicos
nanzas eclesiásticas en Estados Unidos, se¡ialan que el descenso en las ya United Way (décadas de 1920 a 1990)
Altruismo, voluntariado y fifantrop/a
------ ----------~------~---

donaciones de los protestantes no se limita a un sector concreto del


espectro teológico. Los evangélicos donan a la iglesia una parte ma-
60% ,-----~.-,o~.--~_~-~~-~o~, ----------1
yor de sus ingresos, pero su contribución por miembro ha descendido 10% +--------=---=:::~.....,;;,..."""'~'..------___1
.':
con rapidez aún mayor que en las confesiones protestantes mayorita- .-- --0-' ~~~:~~~~na i
rias. 27 Todavía es más revelador que, tanto entre los protestantes ma- organiz¿l(;ones
rel'g'osas al
I
voritarios como entre los evangélicos, las donaciones para actos de menos en
~Iguna o(~s,6n
I
'" benevolencia» (es decir, de caridad con personas ajenas a la iglesia)
lO%t-----------------~----_i
(Yankelovlchi I
hayan disminuido con mavor rapidez (unj8 % de descenso desde 1968) .-. -
Realizaron
~Igun~

qu'e las destinadas J las ,:finanzas de la congregación)) (un 120/0 des- aport~(16n
CMllélt'V"f'1
l'

10% t----~~~~~~--~~~~~~~____il me,; pas~rJ()


de 1968).'" En otras palahras, una porción cada vez mayor del pastel l~npN)

L __~ __i

1::+------.--I~.
cada vez Illás pequei"to se ha consumido en actividades internas de la
iglesia, dejando aún menos para ocuparse del mundo,
Disponemos de menos detalles sobre las finanzas católicas, pero las
encuestas indican que las donaciones religiosas de los católicos como
parte de sus ingresos sufrieron un recorte aún más espectacular que 1975 1980 1985 1990 199~
J
2000

entre los protestantes, reduciéndose en un 59 % entre 1960-1963 y FIGURA 33: los donativos de caridad declarados descendieron
1988-1989.¡<j Finalmente, las contribuciones a los miles de organiza-
en las décadas de 1980 y 1990
ciones de United Way en comunidades de todo el país son actualmen-
te, como fracción de los ingresos nacionales, menos de la mitad de lo
que eran en J 960, Y de hecho han alcanzado un nivel nunca visto des- nos que decían haber realizado alguna aportación caritativa el mes
de comienzos de siglo, (La figura J2 muestra también que la apari- anterior eran apenas uno de cada tres, y menos de dos de cada cinco
ción de «(campañas alternativas» para grupos activistas sin ánimo de afirmaban haber hecho donaciones ocasionales de carácter religio-
lucro en las décadas de 1980 y 1990 dejaron poca huella en el declive 50.3 0 En otras palabras, las declaraciones de los propios donantes a \_
a largo plazo.) los encuestadores cuadran con los informes de los beneficiarios: a pe-
Este conjunto de pruebas sobre el descenso de la generosidad se ve sar de una creciente prosperidad, la generosidad del norteamericano
reforzado por lo que declaran a los encargados de los sondeos de Ro- medio se vino abajo en las últimas décadas del siglo xx.
per y Yankelovich norteamericanos de todas las clases sociales en las Esta decadencia tiene fuertes consecuencias materiales en el apoyo
dos encuestas sohre filantropía realizadas a más largo plazo. La figu- de los norteamericanos a las instituciones comunitarias. Si al concluir
ra )) nos muestra que, en fecha tan reciente como los años centrales el siglo nuestras donaciones hubieran supuesto la misma fracción so-
de -l~ década de J980, en medio de la peor recesión vivida desde la bre los ingresos que la donada por nuestros padres en 1960, las cam-
Gran Depresión, casi la mitad de los adultos norteamericanos decla- pañas de United Way habrían dispuesto anualmente de casi cuatro
raba haber contribuido a alguna obra de caridad el meS anterior, y mil millones de dólares más para invertir en buenas obras, las congre-
más de la mitad decía que había hecho una aportación a grupos reli- gaciones religiosas de Estados Unidos habrían contado con más de
giosos, al menos de forma «ocasional». Sin embargo, ambos baróme- otros veinte mil millones al año, y el total de las donaciones filantró-
tros de generosidad declarada por los propios encuestados experi- picas nacionales habría ascendido en torno a cincuenta mil millones
mentaron una caída constante durante las dos décadas siguientes. En anuales." Como nuestros ingresos personales reales son más del do-
los prósperos años centrales de la década de 1990, los norteamerica- ble que los de nuestros padres, la cifra absoluta de nuestra aportación
J66 T('Itd('IIUl1S en el (onzprn/'mso (ÍI'¡C(! y ('11 el capital snoal Altruismo, voluntariado)' film¡tropía

en dólares sigue siendo mayor. Pero en términos relativos, nuestros


gastos en favor de los demás han quedado muy por detrás de lo que
..
gastamos en nosotros mismos.
:'~/
.~

".
Se han dado explicaciones particulares para estos casos de decaden~
cía de h1 generosidad. El dcscen:.o en las donaciones los protestan-
tes se ha vinculado <1 una insuficiente insistencia en la «mayordomía»
(gestión de los recursos eclesiásticos), sohre todo entre los dirigentes
ue "
~

,~
(,
C~...... .·=···~·I·
......
-
'

=o --
r:~(:-V'lrlilrJ~~~;-1
I voluntariado I
de las congregaciones. l ! El descenso en las donaciones de los católi-
"~ ·'0-- TrahaJO, en
4~----+-----4------+-----+----­ proyp(lOS

cos se ha atribuido a un distanciamiento de la Joctrina de la Iglesia,


>
~ L
1
com1JrIlfartQS

en particular en lo referente al control de la natalidad y la hegemonía ~ 3t-----~~~·~·~',~-±------~------~------+_----~


masculina.1.l La caída en las donaciones a United Way se ha achacado " ~r--
J un escándalo de sexo y desfalco ocurrido en 1992, así como a la
competencia surgida por la proliferación de campañas «alternati-
vas», Sin embargo, dada la amplitud y simultaneidad del descenso de
o~----~----~----·_+_----~----_+-- __~
las donaciones entre los norteamericanos a partir de 1960, es más 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
convincente buscar la explicación en algún cambio social de gran al-
FIGURA 34: Acenso del voluntariado, descenso de los proyectos
cance más que en las flaquezas de alguna organización concreta desti-
nataria de las aportaciones. Tras muchos años de una generosidad comunitarios (1975-1999)
elevada y creciente en favor de muchas causas dignas, los norteameri-
canos han ido cerrando cada vez más el puño durante las cuatro últi- «voluntariado)) se mencione tres veces más a menudo que el «trabajo
mas décadas, precisamente cuando se desentendieron de la vida so- en proyectos comunitarios)) indica que la mayoría de las personas
cial de sus comunidades. considera que su actividad de voluntarios sirve para prestar servicios
personales más que comunitarios. La consecuencia de que el volunta-
Las tendencias en el voluntariado durante las Líltim<1s décadas son riado y los proyectos comunitarios sigan direcciones opuestas es que
más complicadas y en algunos aspectos más enigmáticas que el decli- la actividad voluntaria de atención individual se hace progresivamen-
ve uniforme característico de la mayoría de los aspectos del capital te más común. Al margen de su ámhito de actuación, el norteamerica-
social en Estados Unidos durante este período. Los norteamericanos no medio realizó tareas de voluntariado poco más de seis veces al año
han trabajado en un número cada vez menor de proyectos comunita- en la década de 1970, pero en la de 1990 esa cifra había aumentado a
rios durante estas décadas, coincidiendo con las tendencias ya anali- casi ocho ocasiones anuales (véase figura 34). Esta conclusión coinci-
zadas de descenso en el compromiso con la comunidad, En 1975- de ampliamente con informes del sondeo Gallup según los cuales la
1976 más de dos de cada cinco norteamericanos adultos decían haber proporción de norteamericanos que dicen «participar en alguna acti-
trabajado el año anterior en algún proyecto comunitario, pero en vidad caritativa o de servicio social, como ayudar a pobres, enfermos
1998-1999 esta cifra descendió a menos de uno de cada tres, (La figu- o ancianos)) aumentó constantemente de un 26 % en 1977 a un 46 %
ra 34 muestra que la media anual de tales proyectos se redujo en más en 1991. 34
deun4o%,) 'Este crecimiento del voluntariado, unido al descenso ya observado
En cambio, esas mismas personas declaran un aumento constante
en el voluntariado durante el período en cuestión. El hecho de que el
del compromiso con iglesias y clubes, plantea una incógnita explicati-
va. Hoy, como hace dos décadas, la inmensa mayoría de los vol unta- l

i
¡
Altruismo, /J()/untariad() y (ilantrnria

AñO med,o eje


rios se recluta mediante redes locales de asociaciones cívicas religio- n¿¡c,m,ento en 1998
sas y de otros tipos. Estas reservas de reclutas han ido mermando rá-
~
2S o menas
pidamente a lo largo el mismo período en que estaba en alza el volun-
26-30
tariado. ¿Cómo puede aumentar el voluntariado mientras se secan las
principales fuentes de reclutamiento de voluntarios?
31-35 t96S I
36-40
Frente a una mengua de las reservas de activistas en iglesias y clu- ~

bes, los reclutadores de voluntarios podrían haber incrementado sus



~
o
4t-45 1955

esfuerzos entre los activistas restantes o haber dirigido sus pasos fue- ,
o
~ 46-50

05~ 51-55
ra de las redes organizativas habituales. La evidencia indica que la o
mayoría de ellos optó por la segunda posibilidad. Aunque la tasa de
voluntariado entre el número cada vez menor de personas que acu-
"
U
SHO

61-65 1935

66·70
dían con regularidad a reuniones tanto de iglesias como de clubes
71-75 1925
aumentó más de un cincuenta por ciento entre I975 y I999, el índice
Más de 75
de voluntariado entre el número cada vez mayor de personas que
nunca acudían a reuniones ni de iglesias ni de clubes se multiplicó por -40 -lO 10 40 60 80 ''0
CambiO porcentual (1975-1998)
'10
'" '60

más de tres en ese mismo período. u Quienes frecuentan iglesias y clu-


hes proporcionan todavía los voluntarios más constantes, pero si FIGURA 35: Tendencias en el voluntariado por categoría de edad
comparamos la situación con la de hace dos décadas, las organizacio-
nes no representan con tJnta exclusividad la ruta hacia el voluntaria-
do. Adoptando una actitud optimista, podríamos decir que el volun- franjas de edad.37 En efecto, en el gráfico se mantiene constante cual-
tariado ha comenzado a difundirse más allá de los límites de las quier efecto de envejecimiento por sí mismo, y se compara la frecuen-
organizaciones comunitarias tradicionales. Una interpretación menos cia del voluntariado entre personas de una edad determinada en
optimista añadiría que los compromisos con el voluntariado son más I998 y las de la misma edad en I975. Así, por ejemplo, la gente que
frágiles y esporádicos en la actualidad, cuando dependen de obliga- tenía en 1998 entre veinte y veinticinco años realizaba tareas volun-
ciones aisladas, sin los refuerzos de unos cables de compromiso orga- tarias un 39 % más a menudo que las personas de esa edad en I 97 5.
nizativo bien trenzados)"; De manera similar, los mayores de setenta y cinco años en I998 ac-
¿Quiénes son esos nuevos voluntarios que navegan con tanta auda- \ tuaban como voluntarios un I40 % más de veces que las personas de
cia contra la marea del abandono del compromiso civil? En realidad esa edad en I975. En cambio, la gente que se hallaba en los primeros
resulta que son un grupo conocido, pues la práctica totalidad del in- años de la treintena en 1998 participaba en actividades de volunta-
cremento se halla concentrada entre personas a partir de sesenta . riado un 29 % menos de lo que lo habían hecho los de su misma edad
años. El voluntariado entre los mayores ha llegado casi a duplicarse en I975.
durante el último cuarto de siglo (una media de seis a doce veces por El hecho de que diferentes generaciones de norteamericanos pasa-
año). Al mismo tiempo el voluntariado ha aumentado moderada- ran durante esos años por cada uno de los parámetros de edad así de-
mente (de 3,5 a 4,5 veces anuales, aproximadamente) entre los vein- finidos nos permite reconocer las tendencias generacionales. Los nor-
teañeros y ha descendido entre el resto (en las edades de treinta a cin- teamericanos nacidos en el primer tercio del siglo xx y (en menor
cuenta y nueve años). La figura 35 muestra las tendencias netas en la medida) sus nietos de la llamada generación del milenio mostraron en
actividad voluntaria durante el último cuarto de siglo en diversas I998 niveles de voluntariado más altos que la gente de su edad en la
_~Cl/d(,lIctas_ ~n_~(()mpmmIS() e/VICO y el/ el ca/Jita! socwl
170

Altruismo, voluntariado}' (ita/ltmpia J 7T

década de '970, pero el voluntariado entre los u'ltl'm----::-d'· 1


- d l l' , os naCl os en os fica tienden a dejarse ver mucho menos que la gente de su edad hace
anos e a exp OSlon demográfica (y que habían Cum rd I '
y los cuarenta en la década de '990) es en realidad má~ ~aoo os tremta un cuarto de siglo.
las pe:sonas que tenían esa edad en 1975. I que entre La jubilación significaba tradicionalmente una retirada de la activi- I
Se~un ,advertimos anteriormente, la partici ación e dad cívica, y desde el punto de vista histórico el voluntariado declina- I
:U~:~;:I~S
e
(t diferencia del voluntariado en ~eneral)nh~r~~;~:~~i~o; ba una vez cumplidos los cincuenta, pero la actual generación de per- \!,
sanas mayores ha dado la vuelta a esta opinión convencional. El auge
terminan u tl;O cuarto de sIglo, Las pautas generacionales que de-
del voluntariado en las últimas décadas se ha de atribuir en gran me- \
. es t e es~enso resultan ser exactamente paralelas a las u
motivan los cambIos ocurridos en el voluntariado S ' q le dida a esas personas que se han opuesto decididamente al declive de
fIgura 36 la p t" ., . egun muestra a la participación en proyectos comunitarios.
, ar ,1clpaclOn en proyectos comunitarios ha decaído en
t o d as 1as categonas de edad 1 d l' Por otra parte, las formas de voluntariado que exigen un esfuerzo
, pero e ee Ive es especialmente dr ~ t'
entre personas que se hallan en la treintena m' . as leo físico se han visto en los últimos años en una situación difícil, debido
quienes ha' rd . ' y as reduCIdo entre probablemente a su incapacidad para compensar el descenso de vo-
I : . n ~~lmp 1 o sesenta y cmeo años. En otras palabras aunque
a partlClpaclOn en proyectos '. , luntarios jóvenes apoyándose en voluntarios mayores. Por ejemplo,
hace un Cuarto de siglo . ' comumtarlos es menos común h
l 'J l ay que aunque más del 40 % de la pohlación estadounidense se halla prote-
. " os 11l1em lfOS ( e la larga generación el' .
guen contnbuy.endo a dichos proyectos en cif;as 'mucho ma l~;~: ~l~ gida por bomberos total o mayoritariamente voluntarios, la relación
lo esperable, mIentras que los nacidos dUf'lllte la ex l " d Y , entre bomberos voluntarios y profesionales en toda la nación se redu-
~ p OSlon emogra- jo en un 25 0/r) entre 1983 y 1997, a medida que iban siendo menos los
voluntarios jóvenes que se enrolahan para sustituir a sus mayores y
Año mealo de
que las comunidades se veían obligadas a contratar profesionales. De
/5 o merlO\
naomiento en 1998 manera similar, las donaciones de sangre por mil adultos descendie-
26·)0
1975 ron de forma continua de ochenta unidades en 1987 a sesenta y dos
31,5
en 1997, a pesar de que el miedo a contraer el SIDA al donar sangre,
36-~O
1965 un factor importante de retraimiento de esta actividad en la década
~
ro
~ ~1-~5
de 1980, se redujo sustancialmente a lo largo de esos mismos años.
••
~
1955 Una causa del descenso de las donaciones de sangre parece ser la in-
46-50
.~ capacidad de las generaciones jóvenes para sustituir a la larga genera-

I
o 51-SS
o-
~ 1945 ción cívica entrada ya en añosY' En resumen, las actividades de vo-

V 56-60
luntariado susceptibles de ser realizadas por ciudadanos mayores de
61-65
1935
edad, como el asesoramiento a los jóvenes, se hallan en alza. Pero las
66-/0
que requieren una constitución joven, como la extinción de incendios
717"
1925
o la donación de sangre, están en decadencia_
Mas de 75

Ir lO ¿Cuál es la razón de que las personas de más de sesenta años partici-


la lO
Cambio porcentual (1975-1998) pen en la década de 1990 en actividades voluntarias en mayor núme-
FIGURA 36: Tendencias en la participación en proyectos comunitarios ro que en la de 1970? Los factores pertinentes son varios, aunque oin- .
guno parece explicar totalmente la tendencia." Los estudios de los
por categoría de edad
dietarios nos han mostrado un incremento significativo en el tiempo
172 Tendencias en el cnmpromiso dvico y en el capital social Altruismo, lJoluntari,ado y filantropía 173

libre entre personas de más de sesenta años a lo largo de los últimos miso cívico, mientras que ciertos proyectos comunitarios que requie-
veinte o treinta -unas diez horas más por semana entre 1975 y ren un esfuerzo colectivo, como la restauración de un parque público,
1995-, debido en parte a la jubilación anticipada (voluntaria e invo- no lo han hecho.
luntaria).4 0 Algunas notables mejoras en salud y economía experi- El alza experimentada por el voluntariado se interpreta a veces
mentadas por los mayores durante las últimas décadas les han permi- como una compensación natural por la decadencia de otras formas
tido disfrutar de una vida de pensionistas más larga y activa que la de de participación cívica. Los miembros de la generación más joven,
sus predecesores. Además, uno de los asuntos centrales del presente desencantados, según se dice, con el gobierno, se están remangando
libro es que las personas nacidas entre J910 y ]940 constituyen una para realizar ellos mismos el trabajo. El perfil del nuevo voluntariado
«Iarg~=i generación cívica» -es decir, una cohorte de hombres y muje- contradice directamente esta tesis optimista. En primer lugar, el auge
res más comprometida en asunros cívicos a lo largo de sus vidas-, del voluntariado se concentra en los padres -cívicos y entrados en
pues votahan más, se asocia han más, confiahan más, etc., que sus años- de los nacidos durante la explosión demográfica, mientras que
predecesores o sus sucesores en la serie generacional. Al finalizar el si- los abandonos cívicos se dan entre estos úl timos de manera despro-
glo, esta generación abarcaba a casi todas las personas de sesenta o porcionada.
más años. Fieles a su pasado, siguen siendo unos ciudadanos excep- En segundo lugar, el voluntariado forma parte del síndrome de la
cionalmente buenos incluso después de la jubilación. buena ciudadanía y el compromiso político, y no es una alternativa a
En resumen, el aumento del voluntariado en las últimas décadas se ellos. Los voluntarios se interesan más por la política y se muestra n
concentra en la generación que ofrece mayor resistencia al abandono menos escépticos respecto a los dirigentes políticos que los no volun-
del compromiso cívico. El crecimiento del voluntariado frente a la de- tarios. El voluntariado es signo de compromiso constructivo con la
bilidad de iglesias y cluhes ('s atribuible sobre todo a una generación política y no de rechazo hacia ella. Esto es cierto tanto para los adul-
predispuesta a asumir responsabilidades cívicas y que disfruta de más tos jóvenes como para cualquier otro tipo de personas, y lo es al fina-
tiempo libre y una mayor vitalidad. El voluntariado está retrocedien- lizar el siglo igual que hace veinticinco años. En cambio, los escépti-
do, en cambio, en la numerosa cohorte de los nacidos en la época de cos en política, incluso los jóvenes, tienden menos que otras personas
la explosión demográfica, entre 1950 y I965, sobre todo cuando se a realizar tareas voluntarias. El desinterés por la política fue en aumen-
trata de proyectos comunitarios. En este sentido, el crecimiento del to durante las últimas décadas del siglo xx, y lo mismo ocurrió con el
voluntariado en los últimos años es real, pero no constituye realmen- voluntariado; pero el voluntariado creció a pesar de ese mayor desin-
te una excepción en el declive generacional más amplio del capital so- terés, y no por su causa. 41
cial. Al concluir el siglo estamos disfrutando no de una primavera, Estos datos desvirtúan cualquier optimismo fácil sobre el futuro del
sino de un veranillo de San Martín en el voluntariado. voluntariado, pues su reciente crecimiento se ha basado en una gene-
Por otra parte, el voluntariado en proyectos comunitarios, por con- ración abocada a abandonar la escena en los diez o veinte próximos
traposición a la ayuda entre individuos, ha experimentado de hecho años. Es posible, por supuesto, que cuando los nacidos en los años de
un descenso. En el capítulo 2 (tabla 1) vimos que los actos cívicos in- la explosión demográfica alcancen la edad de la jubilación, pasado el
dividuales, como enviar una carta al director de un medio de comuni- 2010, aumenten también ellos su nivel de voluntariado. De hecho es
cación, han disminuido con menor rapidez que los actos cívicos co- probable que lo hagan, por comparación con los niveles alcanzados
lectivos, como el de asistir a una asamblea pública o trabajar en una por ellos mismos durante su vida laboral activa. Sin embargo, es tam-
organización local. De manera similar hemos descubierto ahora por bién probable que no puedan compararse con sus mayores. De mo-
qué los actos individuales de benevolencia, como leer a personas con- mento la cohorte de los hijos de la explosión demográfica sigue estan-
finadas en sus hogares, han resistido al declive nacional del compro- do menos dispuesta a adquirir compromisos cívicos que sus padres, e
r74 T(,l1dcnclas e/1 el romprnmiso dvico y el1 el capital snuol 175

incluso que sus hijos, hasta cierto punto, por lo que es arriesgado su-
poner que la creciente oleada de voluntariado de las dos últimas dé-
cadas se mantenga durante las dos siguientes. Capitulo 8
Se puede esperar -de hecho yo lo hago- que en la generación del '
milenio haya comenzado a bullir un nuevo espíritu de voluntariado. \ Reciprocidad. honradez y confianza
Una amplia gama de pruebas (entre ellas las resumidas en las figuras
35 y 36, así como los datos compendiados en el capítulo '4) indica
que en la década de T990 los jóvenes norteamericanos dieron mues~ Tu maíz está maduro hoy; el mío madurará mañana. Sería
tras de una dedicación al voluntariado sin paralelos entre sus prede- ventajoso para ambos que hoy trabajara contigo)' tú me
cesores inmediatos. Este fenómeno es el signo más prometedor de ayudases mañana. No me siento generoso contigo y sé que
cuantos he descubierto respecto a la posibilidad de que Estados Uni- tú sientes la misma falta de generosidad para conmigo.
dos se halle en la encrucijada de un nuevo período de renovación cívi- Por tanto, no pienso tomarme ninguna molestia en tu pro-
ca, en especia 1 si la actitud de los jóvenes respecto al voluntariado se vecho; si trabajase para ti por decisión propia esperando
prolonga hasta su edad adulta y comienza a expandirse más allá de la una compensación, sé que acaharía decepcionado y que
prestación individual de cuidados para alcanzar un compromiso más dependería en vano de tu gratitud. Así pues, dejo que tra-
amplio con prohlemas sociales y políricos. Sin embargo, la genera- bajes solo; y tú me tratas de igual mJnera. Las estaciones
ción del milenio tendrá trabajo a manos llenas si ha de compensar la cambian, y los dos perderemos nuestras cosechas por falta
desaparición inminente de sus abuelos, notablemente cívicos, y el de confianza y seguridad mutuas. 1
DAVID HUME
prolongado incivismo de la generación de sus padres.

La piedra de toque del capiral social es el principio de la reciprocidad


?enera.lizada: y? ~a~o esto ahora por ti, sin. esperar nada a ,cambio de
l
inmediato y qUlza SIn conocerte, pero confiando en que mas adelante
tú o algún otro me devolváis el favor. Según ha señalado el filósofo
Michael Taylor:

En un sistema de reciprocidad, cada acto individual se suele caracterizar por


una combinaCión de lo que denominaríamos altruismo a corto plazo e interés
propio a largo plazo: yo te ayudo ahora con la esperanza (posiblemente vaga,
incierta y no premeditada) de que me ayudes en el futuro. La reciprocidad
está compuesta por una serie de actos cada uno de los cuales es altruista a
corto plazo (beneficia a los demás a costa del altruista), pero que en conjunto
suelen mejorar la condición de todos los interesados. ~

La norma de la reciprocidad generalizada es tan fundamental para la


vida civilizada que los códigos morales más destacados contienen al-
gún equivalente de esa regla de oro. y <11 contrario, la perversión iró-
TendenCIas C11 el compromiso elllíeo~' C/1 el capira/social Reciprocidad. hllnradez y confianza 177
------------ --- - - ---------------

nica de este principio -« H~1zselo a los demás antes de que te lo ha- je- puede ayudar también a explicar por qué, según los estudiosos
gan a ti»- viene a resumir el egoísmo de la "década del Yo"_ Cuando de la salud pública, layropia esperanza de vida_-,,_um~!'E_~_ comu-
Alexis de Tocqueville visitó Estados Unidos a comienzos del siglo XIX nidades donde rei!;JLllillImayor confiaDza.; Una sociedad basada en
se quedó sorprendido al ver cómo los norteamericanos no caían en la la reciprocidad generalizada es más eficiente que otra desconfiada,
tentación de aprovecharse de los demás, y en cambio se ocupaban de por la misma razón de que el dinero es más eficaz que el trueque. La
sus vecinos. No obstante, según señaló el mismo Tocqueville, la de- honradez y la confianza lubrican las inevitables fricciones de la vida
mocracia norteamericana funcionaba bien no porque sus ciudadanos social.
obedecieran alguna regla de altruismo imposiblemente idealista,'sino La máxima que dice « La honradez es la mejor línea de conducta»
más bien por que servían al «interés propio hien entendido .. ,' no es una perogrullada sensiblera, sino una sabia sentencia, pero sólo
Los miembros de una comunidad que se atiene al principio de la re- si los demás se atienen al mismo principio. La confianza social es un
ciprocidad generalizada -recogiendo las hojas caídas antes de que el activo muy valioso en la comunidad, pero sólo si está garantizado,
viento las lleve al patio del vecino, prestando una moneda a un desco- 1 A ti y a mí nos irá mejor si en vez de negarnos a cooperar -temiendo
nocido para el parquímetro, pagando una ronda la semana en que cada cual ser traicionado-, somos honrados el uno con el otro, Sin
han trabajado horas extras, vigilando la casa de un amigo, haciendo embargo, sólo alguien que busque la santidad se sentirá mejor siendo
turnos para llevar un bocadillo a la catequesis dominical, cuidando honrado frente a una falta de honradez persistente. La reciprocidad
de los hijos de un adicto al crack con síndrome de abstinencia- descu- generalizada es un bien de la comunidad, pero la credulidad generali-
bren que su interés propio se ve recompensado, de la misma manera zada no lo es. 6 El ingrediente fundamental es la fiabilidad, no la sim-
que los dos agricultores de Hume habrían mejorado su situación ple confianza.'
compartiendo el trahajo. ¿Qué tipo de seguridad podemos tener en la buena fe de los demás
En alguno casos, como el de rastrillar el césped del vecino, la devo- en una sociedad de seres humanos falibles? Una buena respuesta sería
lución del favor es inmediata, y el cálculo sencillo; pero en otros la re-
compensa se da a largo plazo y es hipotética, como puede serlo la
ventaJa de vivir en el tipo de comunidad en que la gente se ocupa de
, la de un sistema legal, junto con sus tribunales y medios de aplicación
de la ley. Sin embargo, si necesitáramos asesoramiento legal y la pre-
sencia de la policía para formular y aplicar el acuerdo más simple
los niños desatendidos, En este caso extremo resulta difícil distinguir -como el de rastrillar nuestros respectivos céspedes o compartir el de-
la reciprocidad generalizada del altruismo y catalogarla como interés ber de llevar un bocadillo los domingos-, el incremento acelerado de
propio. Eso, no obstante, es lo que significaba la penetrante observa- los costes transaccionales suprimiría sin duda una gran parte de las
ción de Tocqueville al hablar de «interés propio bien entendido». ventajas de la cooperación mutua. Según señala Diego Gamberra, es-
Cuando conseguimos bajar un poco la guardia se reducen lo que
los economistas llaman «costes transaccionales»: tanto los costes de los
, tudioso de la confianza (y de la mafia), <das sociedades que se basan
en gran medida en el empleo de la fuerza tienden a ser menos eficien-
asuntos de la vida cotidiana como los de las transacciones comercia- tes, más costosas y más desagradables que aquellas en las que la con-
les. Según han descubierto últimamente los economistas, no hay duda fianza se mantiene por otros medios",ll
sobre cuáles son las razones de que, en igualdad de condiciones res- 1 La sociología ha descubierto otra solución inherente al tejido social
pecto a todo lo demás, las comunidades confiadas disfruten de una en el que se insertan nuestras transacciones diarias,9 Las densas redes
ventaja económica mensurable. 4 La tensión de fondo casi impercepti- del intercambio social reafirman la eficacia de una norma de recipro-
ble de los «costes transaccionales» diarios -desde la preocupación cidad generalizada. Si dos hipotéticos colaboradores son miembros
por si el dependiente nos ha dado bien el cambio hasta la comproba- de una comunidad muy trabada, es posible que se encuentren en el fu-
ción por partida doble de que hemos cerrado bien la puerta del gara- turo, o que oigan hablar el uno del otro por radio macuto. De ese
ReCiprocidad, honradez y ("on(ianza

modo se están jugando una reputación que seguramente es de más de empleo. Los psicólogos experimentales han demostrado que la
valor que las ventajas que obtendrían de una traición momentánea. gente que cree honestos a los demás suele mentir, defraudar o robar
En este sentido, unas redes sociales densas estimulan la honradez. menos, y es más probable que respete los derechos ajenos. En este
Hay una diferencia importante entre la honradez basada en la ex- sentido, la honradez, el compromiso cívico y la confianza social se re-
periencia personal y la honradez basada en una norma general de la fuerzan mutuamente. J4
comunidad, entre confiar en el tipo de la tienda de la esquina porque En resumen, las personas que confían en los demás son buenos ciu-
lo conocemos desde hace aiios y confiar en alguien a quien saludamos dadanos en todos los sentidos, y las más comprometidas en la vida
por vez primera con un gesto la semana pasada en el café. La confian- \ comunitaria son a la vez más confiadas y más fiables. En cambio,
za enraizada en relaciones personales fuertes, frecuentes yestableci- quienes no adquieren compromisos CÍvicos creen estar rodeados de
das en unaS redes más amplias se denomina a veces ((confianza den- marrulleros y se sienten menos forzados a comportarse con honra-
sa».JO Ahora bien, una confianza más diluida en el «otro en general», dez. La flecha causal entre el compromiso cívico, la reciprocidad, la '"1\
como el nuevo conocido del café, se basa también implícitamente en honradez y la confianza social está tan enmarañada como unos espa-
algún trasfondo de redes sociales compartidas y de esperanzas de re- guetis bien mezclados. Sólo una investigación cuidadosa y experi-
ciprocidad. JJ La confianza diluida es aún más útil que la densa, pues mental conseguirá diferenciar de forma definitiva esas actitudes. J5 Sin
extiende el radio de confianza más allá de la lista de individuos a embargo, para nuestro actual propósito necesitamos reconocer que
quienes podemos conocer personalmente. l.! Sin embargo, a medida forman un síndrome coherente.
que el tejido social de una comunidad se vuelve más manido, su efica- Por todas esas razones, una prueba diagnóstica importante respec-
cia para transmitir y sustentar famas decae, y su poder de reforzar las to a las tendencias del capital social en Estados Unidos durante las úl-
normas de honradez, reciprocidad generalizada y confianza diluida timas décadas consistirá en preguntar cómo han evolucionado la reci-
se debilita. procidad y la confianza social, no sólo la confianza densa en las
En relación con lo que he calificado de «confianza diluida», los pO-l personas a las que conocemos íntimamente, sino la confianza diluida
litólogos Wendy Rahn y John Transue observan que ,da confianza so- en los prójimos anónimos. La cuestión central tratada en este capítu-
cial, o generalizada, puede considerarse como una "decisión perma- lo es la siguiente: ¿cómo se reflejan las tendencias del capital social y
nente" de conceder el heneficio de la duda a la mayoría de gente, el compromiso CÍvico descubiertas ya en este libro en las de la honra-
incluso a quienl's 110 conocemos por expcricncia directa ". J1 En este dez y la confianza social en Estados Unidos?
sentido, 18 confianzJ sociJ! está fuertemente asociada a muchas otras
formas de compromiso cívico. En igualdad de condiciones respecto a El asunto que se trata aquí es la confianza social, no la confianza en el
todo lo demás, la gente que confía en sus conciudadanos realiza más gobierno o en otras instituciones sociales. La confianza en los demás ~
a menudo trabajos voluntarios, entrega más donativos para obras de es, lógicamente, muy distinta de la confianza en las instituciones y en
caridad, participa con más frecuencia en política yen organizaciones las autoridades políticas. Podemos confiar fácilmente en nuestro· veci-
comunitarias, está más dispuesta a ser miembro de un jurado, dona no y desconfiar de nuestro ayuntamiento, o viceversa. Desde un pun-
sangre más a menudo, cumple más plenamente con sus obligaciones to de vista empírico, la confianza social y política podrían estar o na
fiscales, es más tolerante con las opiniones minoritarias y da muestras relacionadas, pero en teoría es necesario distinguirlas. La confianza
de muchas otras formas de virtud cívica. Además, las personas más en el gobierno puede ser causa o consecuencia de la confianza social, ~
activas en la vida comunitaria tienden menos (incluso en privado) a pero no es lo mismo que ésta. H '
aprobar el fraude en el pago de impuestos, en las reclamaciones al se- Por fortuna, los encuestadores han planteado a los norteamerica-
guro, en los formularios de préstamos bancarios y en las demandas nos durante décadas preguntas estándar sobre confianza social y

¡
180 TendenCIas en el cnmpromlso ciuico y en el caplfal social Reciprocidad, honradez y confianza ,81

honradez. Por desgracia, las respuestas contienen un componente Tomemos por ejemplo el caso del tamaño de la ciudad. Según he-
irreductible de ambigüedad. Tomemos por ejemplo la pregunta más mos observado en el capítulo anterior, casi todas las formas de al-
habitual de las encuestas: «Hablando en general, ¿diria usted que se truismo -el voluntariado, los proyectos comunitarios, la fihntropía,
puede confiar en la mayoría de las personas, o que no se puede ser de- las indicaciones dadas a los desconocidos, la ayuda a las personas
masiado precavido al tratar con la gente?". Esta pregunta indaga cla- afligidas, etc.- son más comunes, según es demostrable, en las locali-
ramente los sentimientos sobre la fiabilidad de los demás en general
-la confianza diluida-, '7 pero el significado de las respuestas es con-
fuso en un sentido. Si hoy en día es menor el número de encuestados
que responden: "Se puede confiar en la mayoría de la gente", el signi-
¡ dades pequeñas. Los índices de cualquier tipo de delincuencia y vio-
lencia son dos o tres veces más elevados en las ciudades. (No es de ex-
!niñar que las víctimas de delitos y actos de violencia -vivan donde
vivan- expresen una confianza social menor, lo que supone una ac-
ficado de su respuesta podría ser uno de los tres siguientes: 1) que los tualización perfectamente comprensible de sus opiniones sobre la
encuestados informan con precisión sobre el hecho de que la honra- fiabilidad de los demás.) Si pagamos de más, los dependientes de tien-
dez es más rara en la actualidad; 2) que el comportamiento de los de- das de localidades pequeñas nos darán el cambio con mayor probabili-
más no ha cambiado, pero nos estamos volviendo más paranoicos, o dad que los de las grandes ciudades. La gente de las localidades peque-
3) que ni nuestras exigencias éticas ni el comportamiento de los de- ñas tenderá más a ayudar a quienes marcan un número equivocado al
más han cambiado realmente, pero ahora poseemos más información llamar por teléfono que los habitantes de las grandes ciudades. La po-
sobre sus actos taimados, quizá por la mayor morbosidad de las in-
formaciones de los medios de comunicación.
1 sibilidad de considerar con aprobación los fraudes en la declaración
fiscal, en los formularios de demanda de empleo, en las reclamaciones
No es fácil decidir qué ocurre en esos casos, como cuando un niño al seguro y en las peticiones de créditos bancarios es tres veces mayor
de una guardería se queja del mal comportamiento de un compañe- en las ciudades que en las localidades pequeñas. Los garajes de las pe-
ro de juegos. Sin embargo, la geografía de la confianza social da a en- queii.as ciudades realizan muchas menos reparaciones innecesarias
tender que las informaciones de las encuestas sobre la honradez y la que los concesionarios de las grandes urbes. lO

confianza debieran interpretarse de entrada como expresiones preci- En resumen, la desconfianza algo mayor en el prójimo en general
sas de las experiencias sociales de los encuestados. En la práctica to- manifestada por quienes viven en grandes ciudades no es una para-
talidad de las sociedades, los «desposeídos)) son menos confiados que
los "poseedores)), probablemente porque éstos son tratados por los I noia peculiar nacida del modo de vida urbano, sino una expresión
realista de sus auténticas experiencias y de las normas sociales de su
demás con mayor honradez y respeto." En Estados Unidos los negros entorno. Es cierto que la mayor debilidad del control social informal
manifiestan menos confianza social que los blancos; los que sufren en las grandes ciudades hace que sean lugares donde se vive con más
estrecheces económicas, menos que quienes se hallan en situación libertad (<<El aire de la ciudad libera», según decía el proverbio me-
confortable; los habitantes de las grandes ciudades, menos que los re- dieval). Un precio justo por esa libertad podría ser el debilitamiento
sidentes en localidades pequeñas; y las víctimas de algún delito o de la confianza diluida. No obstante, cuando los habitantes de las
quienes han vivido un divorcio, menos que quienes no han pasado grandes ciudades expresan desconfianza social, están informando
por tales experiencias. '9 Es razonable suponer que estas pautas refle- con precisión sobre algo relativo a su entorno social.l.l
jan en cada caso una experiencia real más que una distinta predispo- La desconfianza social sin duda no es puramente objetiva. Hasta
sición psíquica para la desconfianza. Cuando esas personas dicen a cierto punto refleja también el escepticismo, la paranoia y hasta las
los encuestadores que no se puede confiar en la mayoría de la gente, proyecciones de la tendencia propia a la falta de honradez." La gente
no padecen una alucinación, sino que están limitándose a informar que se siente poco digna de confianza confía menos en los demás. '3
sobre su experiencia. De hecho, la confianza social puede generar fácilmente espirales vi-
Tendellcias en el cornprONlISO dvico)' etl el capital social ReciproCIdad, honradez y confianza

ciosas (O círculos virtuosos), pues mis esperanzas en la fiabilidad de 199 8 , sin embargo, tras casi cuatro décadas de creciente cinismo,
los demás influye en mi propia fiabilidad, que a su vez influye en el creen por un margen de tres a uno que su sociedad es menos honrada
comportamiento ajeno, Sin embargo, deberíamos comenzar supo- y moral de lo que solía. Pero es posible que esto pruebe tan sólo que
niendo, de manera más sencilla, que tanto quienes declaran que «la la nostalgia es una actitud de moda.
mayoría de la gente es honrada)) como quienes dicen que ({no se pue- Los archivos de encuestas nos permiten eliminar, al menos hasta
de ser demasiado precavido» resumen con sinceridad sus propias ex- f cierro punto, ese «brillo dorado)) comparando nuestros sentimientos
periencias, Así mismo es razonahle suponer que las opiniones sobre H de hoy no con lo que, según imaginamos, pudo haber sentido una ge-
algo tan básico como la reciprocidad y la confianza generalizada es- ~! neración anterior, sino más bien con lo que esa generación decía en
tán influidas especialmente por la experiencia personal y los hábitos realidad al responder a preguntas idénticas. Los melores datos indi-
sociales de las primeras etapas de la vida. Ésa es a fin de cuentas la ra- can que la confianza social aumentó de mediados de la década de
zón por la que las denominamos años «formativos)), 194 0 a mediados de la de 1960, alcanzando un pico en r964, exacta-
La mayoría de los norteamericanos de hoy cree que vivimos en una mente igual que muchos otros indicadores de capital social. En la dé-
sociedad menos fiable que la de nuestros padres.'4 En 1952 los norte- cada de 1960 los norteamericanos de edad mediana vivían probable-
americanos estaban escindidos en torno a un cincuenta por cien, se- mente en una sociedad más confiada que aquella en la que habían
gún muestra [a figura 37, sohre la cuestión de si su sociedad era en- crecido,l.5
tonces tan recta moralmente como lo había sido en el pasado. En Sin embargo, a mediados de 1960 esta tendencia benevolente se in-
virtió, comenzando así un declive a largo plazo en la confianza social
60¡--------- -0'---0 -------------.----_---, (véase figura 38),2('; Cada año son menos quienes afirman que «se
puede confiar en la mayoría de la gente»), Cada año son más quienes

60 OO-OT--
1, i
J 50
_--\-_~_ _:_ _ J __ j
I
i I I +-00
I-~--- . --
I ..
o'~-,
~-;-~~~~~~~I~---l
40

l ' I ,,
, ••••••• 1

[_o+--L---' .....: i de múitlpie5 '

I
I '. j €'ncue'ita,)
lO
-+- l' .-.-. Estudiantes

20--L- +
I :
I,
I
,, I
+--¡-- I
I
de en5eñanza
-.-:~undar,=-_!

10 !. 1-- " --1- -- -i - ' -:---. ---l"


19'>2 196:' 1976 1998
!

¿Cree que la gente en general lleva hoy --en cuanto a honradez y moralldad-
una Vida tan buena como solía) 1960 1965 1970 19/:'

FIGURA 37: Sensación de descenso de la honradez FIGURA 38: Cuatro décadas de mengua de la confianza:
y la moralidad (1952-1998) adultos y adolescentes (1960-1999)
TcndellCUlS en el C()1JIprOl11/S() ci/lico y en el cal .¡ I I
JI el SOCia
Reciprocidad, honradez y confianza
bemos que los demás conductores son ha
vamente ellos somos ('nosotros». y menos corteses; y colecti- Sin embargo, en conjunto estas tendencias indican que el innegable
Una curiosa confirmación del descenso en el " . descenso de la confianza diluida visible en los informes de las encues-
nos la proporciona un estudio 1 1 CiVismo en carretera tas ha afectado a nuestro comportamiento real hacia los extraños.
!
de los conductores ante 1 ~ largdo p azo sobre el comportamiento
as sena es e stop e d'
vías suburbanas de Nuev y k . 1 n Iversos cruces de las Una posible vara para medir la honradez y la fiabilidad es el índice
a oc, ta como apa 'd
,1 gura 40. En 1979 el 370' d '
'o e qUIenes conduc'
rece resuml o en la fi-
h' 1 de delincuencia. Según muestra la figura 41, los índices de criminali-
se paraban del todo el 34 o, r d '1 1 lan un ve ICU o de motor dad en Estados Unidos comenzaron a aumentar bruscamente a me- \
1 o,
I ,
tenIa. En 1996 el97 o,
'10

10 no se
d
e llCla a ve DeIdad
' en a bs 1
trema ye 29'". no se de-
ces. 3,l Otro indicador automovilístico d i o uro en e,sos mIsmos cru-
za diluida y la reciprocidad -la r _ . e a decaden~la de la confian-
diados de la década de 1960, justo en el momento en que empezaban
a bajar otros indicadores de capital social, confianza y fiabilidad.14
En cierta medida, la propia delincuencia podría ser un síntoma de
no ha dejado al parecer rastro est~d~~;:~a desapanclOn del autostop- este síndrome de debilitamiento del control social. Por otra parte,
los automovilistas que vivían en las d' °d' pedro resulta mnegable para los índices de delincuencia dependen notablemente de otros factores,
S eca as e 1940 y
e puede encontrar indudablement . .~9 50. entre ellos la juventud de la población nacional, la evolución del
plausible para cada uno de est . d' ~ una expllcaClon particular consumo ilegal de drogas (en especial la cocaína en forma de crack)
ciones por teléfono un os ID IC~, ores: el aumento de las peti- y la tasa de encarcelamiento de los delincuentes profesionales." Pa-
, a mayor atenclOn a 1 d
por parte de los medios de "om . ., os con Uctores airados rece improbable poder atribuir más de una parte del incremento ex-
, ... UnJcaClOn un ' d" .
zas de seguro, una gasalin 'b , I n Ice creCIente de póli- perimentado por la criminalidad después de 1960 a un descenso ge-
a mas arara y un ma '
el cambio demográfico e l . b yor numero de coches, nérico de la honradez nacional. En camhio, es prematuro anunciar el
- n as zonas su urbanas de Nueva York, etc.
aplaudido descenso de la delincuencia durante la década de 1990

100r=
9C
------

~
!I 8.000

----
,

80 1000

70 ~ ,
~
9 6.000 ~
~

o r :5
~
Ji
E
o / _Nose
detienen
E
e
3
5.000
·8.
e
v
~ """,dO" I
O / ....g- Reducen
veloc'dad
O
~ 6 4.000
§ ____ Del'los en

!:y!"", ~ latJI

O
_5,
detienen ~
. 3.000
e
§·
10 I \ "'\... ~
~
~
~


!O

i
I "- :::::-::: 2.000

1.000
~

~
~

978 1980 1982 1984 1986 1988 !


990 1992 1994 1996 1998
1975 1980 198') 1990 1995
FIGURA 40: Cambio en el respeto a la señal de stop
FIGURA 41: In dices de criminalidad en Estados Unidos (1960-1997)
Tendel/chis en el Olll1!JrnllllS() clI'ICO)' ('11 el capifal sooal ReCIprocidad, honradez y confianza

. _..-- - , - - - ----
como presagio de un cambio radical en el respeto a J.¡ ley en toda la
nación. lA,. .
Según observamos anteriormente, una alternativa a la reciprocidad
generalizada y a la honradez socialmente arraigada es el imperio de la
1rJ"
ley: contratos formales, tribunales, pleitos, fallos legales y aplicación ¡j'- ...... Policías,
de la ley por el Estado. De ese modo, si el lubricante de la confianza gLJardias .
vigilantes
diluida se evapora de la sociedad norteamericana, podríamos esperar ./" (públicos
y prrvados)
hallar un mayor apoyo a 1<1 ley C01110 hase de cooperación. Si un apre~
tón de manos no es ya un gesto vinculante y un signo de garantía, qui~
8

V
¡.....- ..r ___ AbogadO, !
Ylueces j
1

6 ---~-._--

,/
zá el contrato ante notario, la declaración y la citación ante los tribu-
nales funcionen con igual corrección. Una manera de analizar esta 4 o;;:::...
,/ ./'
hipótesis consiste en examinar los cambios ocurridos en la inversión
2
nacional en el sistema legalY;
El siglo xx fue para Estados Unidos el siglo de la industrialización y O
1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000
la urbanización, de un aparato gubernamental desmesurado y de las
grandes empresas. Ante los temores de la gente frente al libertinaje de FIGURA 42: Aumento del empleo en cuerpos de seguridad
las ciudades que no cesaban de crecer, la actitud pleiteadora del co- y judiciales a partir de 1970
mercio moderno y la puntillosidad de los burócratas del Estado del
bienestar, podríamos conjeturar que la parte de los "costes transac-
cionales» legales ha debido de crecer constantemente a lo largo del si- canos se disparó de repente, multiplicándose por más de dos en el si-
glo en la economía estadounidense. Sin embargo, los puestos de guar- guiente cuarto de siglo e hinchando este apartado en las cuentas de
das, policías y abogados en realidad han aumentado relativamente los «costes transaccionales» de la nación.
poco durante la mayor parte del siglo xx en relación con la totalidad La aceleración posterior a 1970 del empleo en empresas de seguri-
de la mano de obra de Estados Unidos, según lo muestra claramente dad no fue tan acusada. No obstante, durante la década de 1980 los
la figura 42. gastos en seguridad tanto públicos como privados ascendieron rápi-
Aunque parezca asomhroso, Estados Unidos tenía menos abogados damente como porcentaje del producto nacional bruto, otra excre-
por habitante en 1970 que en r90o. P Dos guerras mundiales, la ex- cencia de «costes transaccionales». En 1 99 5 Estados Unidos tenía un
traordinaria explosión económica de las décadas de 1920 y 1950, 40 % más de policías y guardas de seguridad y un 150 % más de abo-
una Gran Depresión, un New Deal, la metamorfosis de una nación gados y jueces de lo que se podría haber previsto en 1970, incluso te-
rural (con un 60 %.de habitantes residentes en pueblos de menos de niendo en cuenta el crecimiento demográfico y económico.
dos mil quinientas almas) a una nación metropolitana (con casi la mi- Además, la expansión masiva de la profesión legal no formó sim-
tad de la población en ciudades con una cifra más), el paso de la eco- plemente parte del crecimiento de todas las profesiones, pues ninguna
nomía norteamericana de la luz de gas, los coches de caballos y el otra profesión de importancia experimentó ese mismo desa rrollo
almacén a la CE, la GM y Kmart, ninguna de esas revoluciones eco- explosivo después de 1970. A partir de ese año la profesión legal
nómicas, sociales y culturales hizo que aumentara un ápice el porcen~ aumentó tres veces más rápidamente que las demás en conjunto,38
taje de la actividad abogacil en la economía nacional. Sin embargo, a Durante las siete primeras décadas del siglo xx las profesiones legal y
partir de 1970 el índice de abogados frente al resto de los norteameri- médica habían crecido más o menos a la par, pero después de 197 0 la
Tendencias en el compromiso cívico y en el capital social Reciprocidad, honradez y wn(ianza J93

legal creció a un ritmo dos veces mayor que la médica. En 1970 el nú- sí mismo a los cambio producidos en el capital social norteamerica-
mero de abogados era en Estados Unidos un 3 % menor que el de mé- no. A pesar de todo lo que se ha dicho sobre una «explosión de la liti-
dicos, pero en T995 aquéllos eran un 34 % más numerosos qúe éstos. gación», estudios cuidadosos realizados hasta el momento ponen un
La proporción entre ahogados e ingenieros' fue descendiendo cons- tanto en duda la idea de que las listas de casos presentadas a los tri-
tantemente durante las siete primeras décadas del siglo xx, a medida bunales sean en general más numerosas hoy en día.·1l
que la economía norteamericana se hacía más «tecnológica». En \ En realidad, el mayor incremento de actividad legal en el campo f.
r970 Estados Unidos tenía un abogado por cada 4,5 ingenieros. Sin . de la demanda parece haberse dado en lo que se denomina delicada- \
embargo, en ese momento la tendencia del siglo se invirtió por com- mente <degalismo preventivo». A partir aproximadamente de r970 los
pleto. En J995, a pesar de lo mucho que se hablaba de una economía acuerdos informales dejaron de parecer adecuados o prudentes en la
de alta tecnología, teníamos un abogado por cada 2,1 ingenieros)9 1 sociedad y la economía norteamericanas. Lo súbito del cambio y su
La explicación de este aumento explosivo de la inversión de nuestra
sociedad en mecanismos formales de control social y resolución liti-
l¡ cronología guardan un parecido asombroso con las tendencias ya
examinadas en otros indicadores del capital social. Las esposas, los ve-
giosa no es del todo clara. En el campo de la oferta se dice que las re- i cinos, los socios y posibles socios en los negocios, los padres y los hi-
clamaciones de prórrogas en el alistamiento para Vietnam, el éxito de I jos, los pastores y los feligreses, los donantes y los beneficiarios, to-
la serie La ley de Los Ángeles y las demandas de medidas de discrimi- dos comenzaron de pronto a exigir «tener las cosas por escrito».
nación positiva influyeron en el aumento de las matrículas en las fa- Según el resumen del profesor Marc Galanter sobre la ampliación de
cultades de derecho. Pero la cuestión 'más desconcertante no es por las funciones del abogado:
qué son tantos los jóvenes que deciden ingresar en una facultad de de-
recho, sino por qué los demás hemos duplicado de hecho nuestros Al igual que el suministrador de hormonas artificiales r~lf¡] complementar
gastos en abogados tras hahernos contentado con una oferta cons- la disminución de la aportación que recorre el cuerpo, el ahogado fuerza 1;1
tante (y mucho más baja) de asesoramiento legal a lo largo de los an- aplicación de la ley para complementar el fallo en el suministro de reciproci-
teriores y turbulentos setenta años. dad, obligación moral y sentimientos de camaraderLl r... J.1..9~,~~o.g~ldQs __se
En el campo de la demanda el aumento del índice de criminalidad las arreglan para proporcionar «confiaT)za artificial» [ ... ] Como los aboga-
después de r970 constituye obviamente una parte importante de la JOSSonT;brica;:;t-~~- y-~~>~-(j'~d~~;;d~-~~;fi~~~'~~"~J"'r¡a», son también los benefi-
explicación del incremento en la seguridad personal. Por otra parte, ciarios de la decadencia de su barato competidor.4~
el derecho penal no ha sido un campo de crecimiento importante en
los tribunales, por lo que la delincuencia misma ha tenido una fun- Es una ironía que hasta la confianza entre los propios abogados pa-
ción escasa en la duplicación de la demanda de abogados. Algunos rezca haberse visto afectada por el declive del capital social. Los pro-
sostienen que sencillamente el aumento de la prosperidad y la com- fesores de derecho R.J. Gilson y Robert Mnookin explican que al de-
plejidad socioeconómica explican el crecimiento del papeleo legal, caer la estabilidad de las redes sociales y aumentar el número de
aunque resulta raro ver por qué eso no tuvo ningún efecto antes de encuentros singulares entre abogados, éstos se preocupan menos por
r97o.40 El desarrollo de la normativa gubernamental forma proba- su reputación de honradez, y al saberlo se tienen también menos con-
blemente parte de la explicación, aunque resulta sorprendente que el fianza y cooperan en menor grado. 43
corporativismo del New Deal y el nacimiento del Estado del bienestar El tesoro que gastamos en conseguir las cosas por escrito ha ido
no hubieran tenido un efecto similar en las décadas de r930 Y r940. aumentando constantemente de manera casi imperceptible desde 1970,
El rápido aumento de los divorcios en la década de r970 es también al igual que el gasto para tener abogados que se anticipen a nuestros
un capítulo de esa historia, un fenómeno estrechamente vinculado en pleitos y los controlen. En cierto sentido, esta circunstancia podría

I
1
194 Tendenoas en el compromiso cíVI(O y en el capital social
-'~------ -------- -- --------------- ~------------ ------
ser uno de los indicios más reveladores del deshilachamiento de nues-
tro tejido social. Para malo para bien, nos apoyamos cada vez más-y
nos vemos obligados a hacerlo- en instituciones formales y sobre Capítulo 9
todo en la ley para realizar lo que estábamos habituados a llevar a
cabo mediante redes informales reforzadas por una reciprocidad ge- ¿Contra la corriente? Grupos pequeños,
neralizada, es decir, por el capital social.
movimientos sociales y la red

No todas las organizaciones de Estados Unidos han perdido afiliados


durante el último cuarto de siglo, y no todas las relaciones personales
se han atrofiado. En este capítulo examinaremos tres importantes
tendencias contracorriente que deben ser sopesadas al hacer un ba-

¡ lance general del capital social. En un extremo del abanico del ta-
maño, intimidad e informalidad aparece una profusión de grupos de
encuentro, lectura, apoyo, autoayuda y otros similares que se han
convertido en importantes puntales de sustentación de la vida emo-
cional y social de millones de norteamericanos. En el extremo opues-
to aparece el conjunto de grandes movimientos sociales que se difun-
dieron por el país en el último tercio del siglo xx, comenzando por el
movimiento por los derechos civiles para los negros y siguiendo con
el movimiento estudiantil, el pacifista, el feminista, el de gays y lesbia-
nas, el abortista y el del derecho a la vida, el movimiento religioso
conservador, el ecologista, el de los derechos de los animales e innu-
merables más. Finalmente, ¿cómo ha afectado al asunto aquí tratado
el crecimiento explosivo de las telecomunicaciones en los últimos
año~, en especial el de internet (o según la absurda denominación con
que la conocen los enterados, la «comunicación mediante computa~
dora», o CMC)? ¿Existe la,posibilidad de que las nuevas «comunica-
ciones virtuales» estén sencillamente sustituyendo a las anticuadas
comunidades físicas en que vivían nuestros padres? Por decirlo breve-
mente, ¿cómo corrigen los pequeños grupos, los movimientos socia-
les y las telecomunicaciones nuestro juicio sobre la decadencia de la
vinculación social y el compromiso cívico?
El sociólogo Roben Wuthnow, principal estudioso del movimiento
de los grupos pequeños, explica que nada menos que un 40 % de los
norteamericanos afirma «estar implicado actualmente en un grupo
pequeño que se reúne con regularidad y proporciona apoyo o cuida-
TCI/{tcnáas el1 el compromiso c/u/en)' el ca/JIta! snc/(/! ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, mOVimientos sociales)' la red 197
. __ .. _ - _ . _ _ .
/'1/

dos a quienes participan en él". Alrededor de la mitad de estos grupos hora de que abandonemos el estudio de su Infierno y prestemos aten-
son catequesis dominicales, cofradías de oración, grupos de estudio ción al nuestro». Otra persona se hizo eco de sus palabras: «Preferi-
de la Bihlia y otros relacionados con las iglesias, incluidos en las cate- mos la Acción a Dante, y la Realidad a Browning [... ] Hemos estado
gorías cuya decadencia analizamos en el capítulo 4. Por otra parte, suficientemente engolfados en nuestros empeños literarios». De aque-
un 5 % aproximadamente de las personas de las que hablaba Wuth- llos grupos y en aquellos momentos nació el movimiento sufragista y
now afirmaba participar con regularidad en un grupo de autoayuda otras numerosas iniciativas cívicas de la era progresista.lo
como Alcohólicos Anónimos o en una sección local de la Association Los grupos literarios informales pueden alcanzar una vida extrema-
for Retarued Citizens, y casi otras tantas dijeron pertenecer a grupos damente larga. Un grupo de treinta y cinco miembros de Fayetteville
de debate de libros y clubes de aficiones prácticas. Aunque las prue- (Arkansas), por ejemplo, que se renueva con afiliados jóvenes, se ha
bas aportadas por Wuthnow representan únicamente una instantá- reunido dos veces al mes desde 1926.1 En estos animados debates se
nea, el autor describe con elocuencia el movimiento de grupos peque- forjan intensos lazos personales, intelectuales y de vez en cuando in-
ños como una «revolución silenciosa" en la sociedad norteamericana cluso políticos. Los participantes habituales se comprometen también
que vuelve a definir la comunidad de manera más fluida y constituye más en los asuntos de la comunidad en general y pasan de Dante a la
un antídoto contra la desvinculación social. Casi dos de cada cinco Acción.4 En resumen, al convertir una actividad intelectual solitaria
miembros de esos grupos decían haber recibido ayuda de otros miem- (la lectura) en otra social y hasta cívica, los grupos de debate propor-
bros en caso de enfermedad; tres de cada cinco afirma han que su gru- cionan un suelo vegetal fértil que acelera el desarrollo tanto de schmo-
po hahía ampliado las ayudas a personas ajenas a la agrupación, y ozers como de machers.
cuatro de cada cinco reconocían que el grupo les había hecho «sentir Muchos observadores creen que Norteamérica se halla actualmente
que no estaban solos».' Los grupos pequeños de estas características en medio de otro auge de los grupos de lectura muy parecido al de fi-
representan sin duda un Importante fondo de capital social. En pági- nales del siglo pasado, y que varias organizaciones de base se están es-
nas anteriores reflexionamos sobre las virtudes y limitaciones de las forzando por lograrlo. 5 Por desgracia, las pruebas que apoyarían esta
formas religiosas de la vinculación social en los Estados Unidos de opinión resultan difíciles de hallar. Aunque las cifras son inciertas,
hoy. Pero ¿qué ocurre con los grupos laicos de apoyo y debate? parece que el número de norteamericanos que participaban en grupos
Los círculos de lectura surgieron como un rasgo importante de la literarios, artísticos y de debate en las décadas de r960 Y '970 eran
vida norteamericana de la clase media en la segunda mitad del si- tantos como los de los últimos años de la de I 990. En realidad, como
glo XIX, cuando la difusión de la educación coincidió con el aumento la participación en esa clase de grupos es más fuerte entre mujeres sol-
del tiempo lihre. Entonces, como ahora, los grupos de lectura atraían teras y graduados universitarios, y dado que estas categorías abarcan
sobre todo a mujeres. En las primeras décadas posteriores a la guerra a un sector mayor que el de hace tres o cuatro décadas, resulta un tan-
civil las participantes se centrahan en «su propia mejora» intelectual, to sorprendente que la popularidad de dichos grupos no haya arrai-
pero los grupos fomentaban también la capacidad de expresión, la gado más de lo que lo ha hecho. La proporción de graduadas univer-
amistad profunda y lo que una generación posterior llamaría la «toma sitarias solteras pertenecientes a algún grupo literario, artístico, de
de conciencia». Su foco se fue ampliando gradualmente a partir de °
estudio de debate ha descendido en realidad de una de cada tres en
los intereses literarios hasta abarcar el servicio a la comunidad y la I974 a una de cada cuatro en 1994· Nuestro veredicto sobre esta for-1
mejora cívica como parte de un movimiento acelerado de reforma so- ma de grupos pequeños no puede menos de ser ambiguo: esos grupos
cial y política. A principios de siglo, una presidenta recién elegida contribuyen sin duda al compromiso cívico y al capital social, pero
proclamaba ante su grupo: «Tengo una importante noticia que daros. hay pocas pruebas de que su crecimiento numérico contrarreste de
Dante ha muerto. Está muerto desde hace varios siglos, y creo que es forma significativa la descomposición cívica de las últimas décadas.'
fúl1r!cl1[JI-IS ('11 d ,·(Jlllf)r(JII1IS(J á/ '/(() )' en el capital s.()cial
¿Contra la corriente? Grupos pcqueil()s, mouinllcntos sociales y la red 199

En cambio, la participación en grupos de autoayuda y apoyo ha desdibuja la línea divisoria entre la terapia de grupo y de autcl<"lyuda.
crecido sin lugar a dudas en los últimos años. Las organizaciones Un conjunto de datos cada vez mayor indica que los grupos de apoyo
más comunes de este tipo son los llamados grupos de «doce pasos», -yen especial los lazos interpersonales que ofrecen~ proporCIOnan a
como Alcohólicos Anónimos (fundado en 1935) Y las más de ciento muchos participantes ventajas calculables en lo relativo a la salud y la
treinta agrupaciones nacionales análogas que han proliferado para vida emocional. lO
otros tipos de adicción, como Camblers Anonymous y CoDepen- En cierto sentido, los grupos de apoyo son el sucedáneo de otros
dents Anonymolls. Alcohólicos Anónimos (AA) asegura contar por sí vínculos íntimos que se han debilitado en nuestra sociedad tragmen-
solo con aproximaJamentc un millón de miembros en Estados Uní· tada, y sirven a las personas desligadas de otras redes sociales más
dos; y AI-Anon, su primo para familiares y amigos de alcohólicos, convencionales. El índice de participación en esos grupos es, por
cuenta con otros cuatrocientos mil miembros'? También son signifi· ejemplo, de dos a cuatro veces superior entre divorciados y solteros
cativos los múltiples grupos de apoyo a las víctimas de enfermedades que entre casados. En su benevolente estudio general de los grupos de
concretas u otros problemas, como la distrofia muscular, el SIDA o auto ayuda, Alfred H. Katz y Eugene 1. Bender nos pIden que reconoz-
las madres solteras. Finalmente, existen grupos de ayuda con estruc- camos que el hecho de «ser personas con minusvalías físicas, pobres,
tura comercial, como .Jenny Craig, Weight Watchers y algunos grupos antiguos pacientes mentales o víctimas de explotación o desapro~a­
de psicoterapia. Resulta difícil obtener cifras seguras sobre las inicia· cióo social constituye una identidad impuesta a muchos "descarna-
tivas incluidas por todos esos grupos, pero según una encuesta nacio· dos" por la sociedad en contra de su voluntad 1···1 Los grupos de
na! reciente, el 2 (Yo de los adultos norteamericanos participaba ac- autoayuda son, desde nuestro punto de vista, el vehículo que perrnl.te
tualmente de manera activa en algún grupo de apoyo o autoayuda, y a esos marginados reclamar identidades nuevas y llegar a c.onsegu¡r·
según otra encuesta general, la tasa de utilización a lo largo de toda la las mediante una nueva definición de sí mismos y de la SOCiedad, su·
vida rondaba el 3 %.¡¡ (Para hacerse una idea glohal, merece la pena perar su soledad identificándose con un grupo de referencia, y a veces
señalar que la totalidad de participantes en grupos de alltoayuda, su- trabajar para lograr unos objetivos o un cambio social que ellos con-
mando los recién inscritos y los antiguos, se ve superada por dos a sideran importante)).11 .
uno por los abandonos de las ligas de juego de bolos durante las dos El crecimiento de estos grupos refleja la aplicación de remedIOS de
últimas décadas, por no hablar de otras formas de compromiso más capital social a un conjunto de problemas desatendidos hasta ahora.
« cívicas».) Los grupos de apoyo a los homosexuales, la Association for Retarded
Los grupos de autoayuda prestan sin duda apoyo emocional y lazos Citizens y los grupos de apoyo a las personas con sobrepeso sacan a
interpersonales de un valor incalculable para quienes participan en la palestra comunitaria problemas que hasta ah~ra se habían tratado
ellos. Wuthnow asegura que «el movimiento de grupos pequeños en solitario. De la misma manera que los Alcohollcos AnoOlmos ayu-
añade así un importante elemento al modo de organización de la vida daron a recalificar el alcoholismo como un problema social que re-
moderna. Está extendiendo los principios de organización formal a quería remedios sociales y espirituales, estos nuevos grupos de apoyo
un ámbito de vida interpersonal que hasta fechas muy recientes era en llevan al terreno público problemas que se conSIderaban privados, y
gran parte espontáneo y desorganizado».' Aunque algunos profesio- prestan servicio a una importante gama de necesidades de muchas
nales de la medicina siguen discutiendo sobre las ventajas de estos personas que en caso contrario no habrían podido acceder al capItal
apoyos prestados por personas no especializadas frente a la psicote- social.
rapia impartida por profesionales, ambos planteamientos convergen En algunos casos esos grupos acaban persiguiendo objetivos cívicos
en la práctica. Según un estudio amplio de grupos de autoayuda de más amplios. Las Mothers Against Drunk Driving y la AssoclatlOn
California, más del 60 % cuenta con dirigentes profesionales, lo cual for Retarded Citizens ilustran el alcance de los fines y actividades pú-
200 Tendenóas el compromiso áuico y el¡ el capital social
el1
~ Contra la corriente? Grupos !Jcquciios, movimientos sociales y la red 2.0 J
---------

blicas planteaJas desde este sector de la vida norteamericana. Por [2


tiva del cambio social promovido desde la base. A partir de los éxitos
otra parte, es característico que los grupos de autoayuda y apoyo no iniciales del movimiento de derechos civiles para los negros, fueron
desempeñen el mismo cometido que las asociaciones cívicas tradicio- formándose una tras otra oleadas de movilizaciones populares que
nales. La pertenencia a grupos de a utoayuda no guarda relación con culminaron en los años siguientes, desde el Free Speech Movement de
ninguna otra forma de afiliación, un caso único entre los veintidós ti- Berkeley, en 1964, hasta las protestas contra la guerra de Vietnam en
pos diferentes de grupos a los que pertenecen los norteamericanos. Chicago, en I968, y luego en Washington oc yen cientos de otras
Los grupos de autoayuda no están ni de lejos tan estrechamente aso- ciudades pequeñas y grandes en la década de T970; desde el levanta-
ciados al compromiso comunitario regular de votar, ejercer el volun- miento de Stonewalllnn en favor de los derechos de los homosexua-
tariado, realizar donaciones caritativas, trabajar en problemas de la les en I969 hasta las manifestaciones por la ca-lidad medioambIental
comunidad o hablar con los vecinos como Otras asociaciones cívicas en el Día de la Tierra de '970; desde los atormentados debates sobre
más tradicionales, como las religiosas, las juveniles, las de barrio los la liberación de la mujer en las salas de Juntas y dormitorios de todo
servicios escolares y los grupos fraternales y de servicios. [1 Segú~ re- el país durante la década de T970 hasta las manifestaciones masivas y
calca Roben Wuthnow:
generalizadas a favor y en contra del abono en la de '980.' 5
El activismo social de la década de los sesenta amplió considera-
El tipo de comunidad creada por [estos grupos pequeños] es muy diferente de blemente el repertorio de formas de compromiso cívico legítimas y
las comunidades en las que vivía la gente en el pasado. Estas comunidades fácilmente asequibles. Los boicots iniciados por los negros en las lí-
son más fluidas y están más preocupadas por el estado emocional de los indi- neas de autobuses de Alabama fueron aplicados luego por los jornale-
viduos [···1 Las comunidades que crean son raramente precarias. La gente
sienre que los demás se preocupan por ellos. Se telefonean. Comparten sus
problemas íntimos [... ] Pero, en Otro scnrido, es posible que los grupos pe-
quenas no fomenren [a comunidad de manera tan eficaz como quisieran mu-
chos de sus defensores. Algunos grupos pequeños se limitan a proporcionar a
I ros a los viñedos de California, por los defensores del aborto a las piz-
zerías de Michigan y por quienes apoyaban los valores de la familia
tradicional a los parques recreativos de Florida. Las marchas de pro-
testa que habían escandalizado anteriormente a las autoridades en do-
cenas de comunidades se convirtieron en algo tan habitual que policía
los individuos oportunidades para centrarse en sí mismos en presencia de y manifestantes pasaron a ser coreógrafos asociados. Sectores de la
otras personas. El Contrato social que vincula a 10'5 miembros impone sólo población norteamericana, tanto de izquierdas como de derechas, que
unas obligaciones debilísimas. Ven si tienes tiempo; habla si te apetece; respe- se habían mantenido en la inmovilidad O habían sido reprimidos ca-
ta la opinión de los demás; no critiques nunca; márchate en silencio si te sien- lladamente, se sintieron de pronto autorizados y se lanzaron a la vida
tes insarisfecho [... ] Podemos imaginar que [estos grupos pequeños] son real. pública. Cerca ya del final del siglo resulta prácticamente imposible
mente sucedáneos de las familias, los vecindarios y los lazos comunitarios exagerar los efectos de estos movimientos sociales en la vida de la ma-
más amplios que podrían exigir compromisos para toda una vida, aunque en yoría de las comunidades de Estados Unidos y de sus ciudadanos.
realidad no 10 hagan.14
Nuestra conducta y valores llevan la huella de esos movimientos tan-
to en nuestros momentos más privados como en los más públicos. 16

Ij i~
Si la conexión entre los grupos pequeños y la vida pública es a veces Los movimientos sociales y el capital social están tan estrechamen-
tenue y difícil de detectar, la vinculación que se da en los movimientos te vinculados que a veces resulta difícil ver cuál es el huevo y cuál la
sociales es omnipresente. Aunque todos los movimientos sociales tie- gallina. Las redes sociales son el recurso quintaesencial de los organi-
nen raíces históricas, y casi todas las épocas han sido testigos de la zadores de movimientos. Los grupos de lectura constituyeron el pilar
eXIstenCia de organizaciones de base para el cambio social, la década del movimiento sufragista. Las redes amicales, y no las simpatías eco-
de 1960 fue sin duda la más portentosa del siglo xx desde la perspec- logistas, dan razón de por qué Pennsylvania se comprometió con la

1
2.02. !CIlI-!cnClI1S ('1/ el (()II1!lI'rJIIIISIJ dl'h''; "1' ('11 el (i//Hlaf 5(!("wl

protesra de base tras e[ accIJente nuclear de Three Mi[e Is[and. Los participativas».lO En resumen, los movimientos sociales que implican
lazos sociales explican quién participó en e[ Verano de la l.ibertad a las bases personifican y crean capital social. . . .w
Otra cuestión es si también lo hacen las «orgal1lzaClOoes de mOVl
(Freedom Summer), un momento de clímax en el movimiento por los
derechos civiles. Los vínculos de [as iglesias locales explican [a solida- mientas sociales» nacionales, de Greenpeace a la Moral Majority. In-
ridad en que se sustenta la Christian Coalition. '7 Precisamente porw cluso algunos comentaristas que ven con buenos ojos los movi.~ien­
que e[ caplta[ social es esencial para los movimientos sociales, su des-l tos que maduraron en la década de los sesenra, como Ia soclOloga
gaste podna ser el sudariO que envuelva sus perspectivas para el ft Margit Mayer, han observado que su legado orgaJ1lzanvo fueron a
futuro. menudo asociaciones con oficina central en Washll1gton dlngldas ~or
Los movimientos sociales crean también capital social fomentan- " un equipo de profesionales a jornada completa y unos «empresarios
do nuevas identidades y extendiendo las redes sociales. ,s Los lazos ~ sociales» que cultivaban unas bases cómodas con su conCienCIa ~ ~~e
interpersonales preexistentes llevaron voluntarios al estado de Mis- manipulaban los medios de comunicación para .influir en, I~ opll~\On
sissippi para participar en el Verano de la Libertad, pero además el pública y generar respuestas en las élites y cambIOS en polInca». De
calor que templó los ánimos en aquel verano de tumultos forjó iden- hecho, el sociólogo John McCarthy ha sosteOldo que las orgaOlz aClo -
tidades y solidaridades que durarían vidas enteras. «Mississippi los nes profesionales de movimientos sociales surgieron ~reclsamente
puso en contacto con un modo de vida y una visión de la comunidad como respuesta a una «carencia de infraestructuras SOCiales», es ?e-
que la mayoría de los voluntarios encontraron enormemente atra- cir a ciertos casos en los que «existe un sentimiento muy extendido
yente», informa Doug McAdam, biógrafo colectivo de los volunta- fa~orable u opuesto al cambio social, pero en los que la falta de infra-
rios, que llevaron consigo aquella visión para introducirla en el mo- estructuras impedía la activación del sentimiento). H . '

vimiento estudiantil, el pacifista, el feminista, el ecologista y muchos


otros. Por otra parte, «los voluntarios regresaron de Mississippi no
j McCarthy señala que si bien las posturas tanto de los partIdariOS
del aborto libre como de sus oponentes -los grupos pro vlda- cose-
chan un apoyo importante en los sondeos de opinión, ambo~ ~UVI­
sólo más dispuestos para un mayor activismo, sino en mejor condi-
ción .estr.uctL~ral, gracias a sus vínculos mutuos, para actuar según mientas están estructurados de forma muy distinta. El movum~nto
esas 1I1cltnaCloneS». Tal como ha demostrado el sociólogo Kenneth pro vida se basa en miles de organizaciones d~ ba~e centradas ~n Igle-
Andrews, la infraestructura comunitaria generada por el movimien- sias, y puede movilizar eficazmente a sus partldan~s para reahzar ac-
ro por los derechos civiles de Mississippi a comienzos de la década de ciones directas a partir de esas redes sociales preexistentes. Por tomar
un único ejemplo, en 1993 el National Righr to Life Committee afir-
I960 influyó en el poder polírico afroamericano durante las décadas
siguientes. I <;l ! maba contar con trece millones de miembros y siete mil delegaCiones
El acto de protesta colectiva, tanto de los homosexuales manifes- locales. En cambio, el movimiento proabortista (en particular tras la
tándose en San Francisco como de los evangélicos rezando juntos en
el Mall, o en fechas anteriores de los obreros del automóvil que deja- I desaparición del movimiento de base de liberación de la mujer en
la década de 1980) carece de una infraestructura SOCIal preVIa, y por
tanto se ha de apoyar con mucha más fuerza en organizaciones naclO-

I
ban de trabajar en Flint, crea por sí mismo lazos de solidaridad dura-
deros. Curiosamente, muchos de los cantos colectivos predilectos, nales de defensa de intereses utilizando técnicas de buzoneo y teleco-
3
actualmente moderados, como Oh! Susanna, Battle Hymn of the mercio medios de comunicación y otras prácticas similares.l. El nú-
Republic, We Shall Overcome o Blowin' in the Wind, tienen sus orí- mero d~ miembros de la National Abortion and Reproductive Rights
genes en movimientos sociales muy beligerantes. La protesta colecti w Action League, por ejemplo, se multiplicó por más de rres, pasando
va refuerza sin duda en los participantes, y a veces en sus herederos de ciento treinta y dos mil en 1989 a casi medio millón en 199 6 , pero
la identidad compartida «enraizando a los individuos en cultura~ al cabo de dos años la afiliación había descendido a ciento noventa
;Contra la c()rnente?' Cruf)()S pequen os, I11f)Uf}lllel1/()S s()ciales \' la red 20)

mil personas, de bs que, según c<Ílculos de los (j¡rigclltcs, sólo de un zado de compromiso cívico, dejando como legado múltiples formas
3 a un S % h,lcían algo m~is que firmar un cheque,l.4 Semejante volati- de vinculación, nuevas Y ricas, una «sociedad en JllOVimlellt<}:» en b
lidad en la cifra de miemhros es emhleméltica de una afiliación basada que el comportamiento ((desafiante para con las élites» se ha convel~­
en la identificación simhólica más que en redes personales. Según ob- tido en algo permanente, convencional y desplegado de forma habi-
serva. correctamente la socióloga DebraMinkoff, «al faltar las POSibi-, tual por los defensores de muchas causas distintas?" En pocas pala-
ltdades o los recursos para establecer mteracciones cara a cara esa bras, ¿señalaron los años sesenta el nacimiento de una era, o fueron
afiliación simbólica podría ser la única estructura de moviliza'ción simplemente el clímax de otra?
disponible capaz de vincular a individuos ais]ados».l\ Sin embargo, Resulta sorprendentemente difícil responder con rigor a esta pre-
no debemos confundir los lazos simbólicos con los personales. gunta. Como los mejores estudios académicos de las dos últimas dé-
Ninguno de estos métodos -lo que los especialistas políticos califi- cadas han sido realizados por hijos de los años sesenta, es pOSible que
can a veces de estrategia de "guerra terrestre» y de «guerra aérea»- es una gran parte de ellos dé por supuesto que en 1968 amaneció una
política o moralmente superior. Más bien se adaptan a diferentes ca- nueva era de expansión participativa. Es cierto que algunos estudios
racterísticas en cuanto a los recursos. La guerra terrestre del movi- de casos de movimientos concretos describen a veces reveses, debili-
miento pro vida está adaptada (al igual que la de los derechos civiles dades, retiradas y hasta inmovilidad. La mayoría de los historiadores
en años anteriores) a un entorno ~~rico en capital sociah, con unas sociales, por ejemplo, admiten que en 1970 el movimiento por los de-
densas redes sociales de reciprocidad preexistentes, mientras que la rechos civiles se hallaba en retroceso como campaña organizada de
guerra aérea de los pro abortistas se acomoda a un medio «pobre en base, y que el movimiento feminista comenzó a decaer con la derrota
capital social ". En este último caso la existencia de una organización de la Enmienda por la Igualdad de Derechos en 1982.'7 En cambio, la
de movimienro social nacional bien desarrollada que utiliza técnicas de mayoría de los estudios del movimiento ecologista nos hablan de su
«guerra aérea» no es un signo de presencia, sino de su ausenci3 de un constante capacidad para incitar a millones de norteamericanos a la
compromiso dc bast'o actividad cívica.
La evolución del movimiento ecologista norteamericano a 10 largo
Existe la Idea generalizada de que la década de 1960 Iy los primeros de las últimas cuatro décadas del siglo xx nos ofrece una visión ins-
años de la de 1970) fue un período poco común de movilización so- tructiva del destino corrido por los movimientos sociales de la década
cial y política. ¿Cuál fue el significado histórico de este período, y de 1960. Aunque varias importantes organizaciones conservacionis-
cuáles iban a ser sus consecuencias? ¿Representaron los movimientos tas de base, como el Sierra Club y la National Audubon Society
de esos años la cresta de una larga ola de compromiso cívico crecien- (NAS), fueron fundadas en el paso del siglo XIX al XX, la era moderna
te, en realidad la misma cresta cuyos contornos habituales hemos del ecologismo comenzó durante la década de 1960, Y uno de sus hi-
descubierto en capítulos anteriores? Y este ciclo de protesta ¿retroce- tos fue la sorpresa del Día de la Tierra de 1970, celebrado según se
dió luego, dejando tras de sí únicamente unos grupos de interés pro- dijo por veinte millones de participantes a lo largo y ancho del país.
fesionalizados y burocratizados que siguen enarbolando los estandar- Con la posterior aceptación del ecologismo en Washington y el inicio
tes de los movimientos sociales, desplegados ahora como una fuerza posterior de la crisis energética, el crecimiento del número de afilia-
aérea ligera de defensa, y no como una infantería masiva partidaria !
¡
dos al movimiento fue renqueando durante la década de 1970, pero
del cambio? ¿Es eso todo lo que queda de aquel orgulloso período de ¡ se recuperó durante la de 1980 ante la amenaza planteada por el go-
1 bierno del presidente Reagan a los triunfos del ecologismo. En 199 0
intensa ciudadanía, plasmado ahora en la pegatina del guardabarros
1« Bombas atómicas por Jesús contra las ballenas homosexuales»)? el movimiento ecologista contaba, según un cálculo, con más de diez
¿O por el contrario, los años sesenta crearon un repertorio más avan-
¡ mil organizaciones en toda la nación. :¡.!I

1
¡ .
206 7Clldclloas en el COl1ljJrOllllS0 cívico y el1 el calnfal soda! ¿Contra la corriente? GrullOS pequen os, m()uúmenlos sociales y l{/ red 207
--~-------_._--. -'---._- -----
A lo largo de esos cuarenta años la afiliación a las organizaciones --
'¡-
ecologistas experimentó un tremendo desarrollo, según se muestra en I ......
la figura 43·" El número de miembros de las principales organizacio-
nes pasó de unos ciento veinticinco mil en 1960 a un millón en 1970,
f-./
para doblarse luego hasta dos millones en I980 y volver a multipli- /
carse por más de tres, alcanzando los seis millones y medio en 1990.
Aunque el crecimiento se frenó sustancialmente en la década de , \
/
] 990, en términos cuantitativos sigue siendo un caso de notable éxito
.1 O
organizativo, a la altura por ejemplo de la PTA de las décadas de
'93 0 a T9hO. Este notable auge lleva a algunos observadores entu-
J
\
/
,/
siastas a hablar de un «ecologismo participativo».

1
O
El caso de Greenpeace ilustra de forma resumida este fenómeno. La
asociación, fundada en J972, triplicó el número de sus miembros en \ ,.... ./
apenas cinco años, pasando de ochocientos mil en 1985 a dos millo-
O
V-
nes trescientos cincuenta mil en 1990, por delante de grupos competi- 1955 1960 1965 1910 1975 1980 19S5 1990 199'> 200

dores que la habían eclipsado diez años antes, y convirtiéndose con


FIGURA 43: Crecimiento explosivo de organizaciones ecologistas
ventaja en la nrganiz,lción ecologista más numerosa de Estados Uni-
dos, dos veces mayor que su siguiente rival, la National Wildlife Fe- en Estados Unidos (1960-1998)
deration. Este crecimiento fenomenal de las organizaciones ecologis- 1
tas se produjo precisamente en el período en que decayeron muchas tenta. La innovación crucial que explica la tendencia de la figura 43
otras organizaciones cívicas y en que había languidecido el propio mo- J no es una conciencia cívica más honda, sino el buzoneo.
vimiento feminista. A primera vista, la figura 43 parece una prueba
sólida de que las últimas décadas han sido testigos no de un declive
¡ En 1965 la National Audubon Society envió por correo unmillón
de invitaciones a afiliarse, cifra extraordinaria para una orgal1l~aclOn
1
general del compromiso cívico, sino simplemente de una reorienta-
i que contaba entonces con menos de cincuenta mil miembros. Su fa~:
ción de una afiliación de tipo «anticuado» hacia otra {(contemporá- : tura postal se había doblado en seis años, y en '971 Audubon envIO
nea», una afiliación que abandonaba a los Rotarías y la League of dos millones de cartas. Para entonces, con el estímulo que supuso
Women Voters y se pasaba a Greenpeace y al Sierra Club. e! fuerte incremento del correo directo de hasta casi un 25 % anual, el
Por desgracia, este efervescente crecimiento engrosó las listas de número de miembros de Audubon había aumentado hasta doscientos
correos de lo que hemos denominado anteriormente organizaciones mil. La técnica se difundió por todo el abanico de asociaciones ecolo-
«terciarias», es decir, organizaciones en las que la «afiliación» es esen- gistas, y en I990 Greenpeace enviaba cuarenta y ocho millones de
cialmente un recurso retórico y honorífico para recaudar fondos. La cartas al año.3°
afiliación a Greenpeace (y a sus iguales de cualquier otro punto del Casi todos los principales grupos ecologistas norteamericanos (así
espectro ideológico) no representa el tipo de solidaridad interperso- como docenas de organizaciones menores dedicadas a animales
nal y compromiso cívico intenso que llevó a millones de estudiantes, ((agraciados~>, como la Mountain Lion Foundation, Save the M~na­
afroamericanos, homosexuales y lesbianas, pacifistas y defensores de! tee y Pheasants Forever) se han convertido en adictos al correo dtrec-
derecho a la vida a realizar miles de marchas, asambleas y sentadas
como una parte de los movimientos sociales de los años sesenta y se-
! ro como instrumento de movilización y retención de afiliados.JI De
hecho, las pocas organizaciones ecologistas nacionales que han re-

!
¡
............................--------¡~¡----------------------
208 Tcnt1encws en el cnmpr01n/so e/vico}' en el capital socia! ¿Contra la corriente? Grupos pequeiios, mO/JIml('ntos sociales}' la red 209

nunciado al correo directo, como la Izaak Walton League, no han ex v


cia, pero en este momento se trata del medio más eficaz para atraer
perimentado ningún crecimiento a 10 largo de los últimos treinta nuevos miembros.» Otro añadía: ((Tenemos cierto número de bajas
años. En 19<'>0 la Izaak Walton I.eague, por ejemplo, tenía cincuenta [... ] y cierta cantidad de crecimiento deseado, y basándonos en nues-
y un mil miembros frente a los quince mil del Sierra Club. En I990, al tro índice de respuestas, debemos mandar ese número de envíos pos-
cabo de tres décadas de hormonas postales del crecimiento, el núme- tales para mantener el nivel de afiliación y la tasa de crecimiento». Un
ro de miembros del Sierra Cluh alcanzaha los quinientos sesenta mil, tercero me escribía con una franqueza encantadora: «Aunque el nú-
frente a los cincuenta mil de la Izaak Walron LeagueY mero de nuestros afiliados no desciende, supone cada vez un mayor
El correo directo sirve para múltiples objetivos. El principal espe- retO atraer nuevos miembros a un coste soportable por donante [.. ·1
cialista académico sobre recaudación de fondos para fines ecológicos, ¡¡¡Quien encuentre un nuevo nicho de mercado será el ganador!!!».-'6
Christopher Bosso, dice que «el buzoneo ha sido un método lucrativo Según se puede esperar de este método de reclutamiento de "Illil'm-
y relativamente harato de educar a la gente tanto sobre los problemas bros~), el compromiso organizativo es bajo. Si los comparJmos con
como sobre los grupos; reduce los costes de la participación indivi- los miembros reclutados a través de las redes sociales de relación cara
dual a la simple firma de un cheque n • rero los supuestos bajos costes a cara (incluidos los beneficiarios de afiliaciones regaladas por ami-
de esta técnica para la organización dependen de cómo se lleve la con v
gos y parientes), las personas alistadas por correo desertan con más
tabilidad. Este tipo de organizaciones suelen dedicar del 20 al 30% facilidad, participan en menos actividades y se sienten menos vincula-
de su presupuesto a la publicidad dirigida a recaudar fondos y otros das al grupo. Los reclutados por correo mantienen también opiniones
fines relacionados con ella).l Tamhién es característico que la tasa de políticas más extremas e intolerantes que los miembros alistados por
rentabilidad sea del 1 al 3 'Yo, dependiendo de lo huena que sea la se- medio de las redes sociales. 17 Eso es quizá lo que hace menos sorpren-
lección de b lista de correo. El añadido de un regalo antes o después dente que Greenpeace, que triplicó el número de afiliados hasta llegar
del alistamiento puede doblar la tasa de rentabilidad. Una vez que a dos millones trescientos cincuenta mil entre 1985 Y 1990, perdiera
han firmado, los nuevos «miemhros» cuentan con un leal amigo por el 850/0 de sus miembros en los ocho años siguientes.
correspondencia, pues el promedio de peticiones de dinero de las or~ En cambio, ninguna de las organizaciones de «viejo cuño» basadas
ganizaciones ecologistas a sus «miembros» es de nueve al año. (Sea- en secciones locales, que alcanzaron la marca máxima de afiliaciones
mos justos: ocho de cada nueve peticiones postales de las organiza- tras la Segunda Guerra Mundial y cuyas penalidades hemos resumi-
ciones no lucrativas van a la papelera sin haber sido abiertas.)" El do en la figura 8, llegó a perder el 85% de sus miembros en las tres o
abandono tras el primer año se sitúa característicamente en un 30 %, cuatro décadas transcurridas desde el pico logrado en la posguerra
aunque en algunos casos (como el de Common Cause en la década de hasta finales de siglo.J' La razón es obvia y sin embargo tiene una
J 980) las deserciones pueden pasar del 50 %.35 Por otra parte, los importancia decisiva para entender la diferencia entre los tipos viejos
miembros que continúan pasado el primer año son una fuente de in- y nuevOS de organización: los miembros del Moose Club o de Hadas-
gresos más fiable. Según un estratega del ecologismo: .. Sabemos sah están unidos a la organización no sólo mediante lazos simbóli-
cuánto nos cuesta conseguir un miembro; sahemos que perdemos di- cos, sino también por vínculos reales con personas reales, es decir,
nero para atraer a la gente, [pero] se trata de un plan de inversión». mediante el capital social. Los miembros de las secciones locales de
El reclutamiento de «miembros» (en realidad, los términos de «do- la American Legion no siguen en ellas principalmente por patriotis-
nantes» o «seguidores» serían más exactos) se ha convertido en una mo o por un deseo de presionar para conseguir más fondos para la
ciencia exacta. «Sabemos cuántas personas debemos atraer cada año Veterans Administratíon, sino por los vínculos personales manteni-
-explicaba un director de afiliaciones-o Un gran porcentaje proviene dos entre sus muchachos durante largo tiempo. La capacidad de ten-
del buzoneo. Estamos intentando dejar de enviar tanta corresponden- sión de las nuevas organizaciones es mucho menor. Según la conciu-
210

sión de Christopher BO$so, los seguidores de organizaciones de ins- de NARALI no hablan con sus amigos sobre su afili;lción;l la o.rgani-
cripción ~<.::.~e() no son tanto «miembros» cuanto "consumido- zación),.43 y en realidad, ¿por qué ihan a hacerlo, si no se conSideran
res» de una callsa:-:-, tI brusc'(J dec-live-deJ nllmero de afiliados a Green- jugadores, sino público aficionado? ~
peace en la década de I990 podría reflejar un axioma del mercado Se ha sugerido a veces que los miembros de grupos como Greenpea-
según el cual el producto que está hoy de moda constituye la liquida- ce participan en política «por poderes».44 En reaildad, 111 los diri-
ción de mañana.)' 19 gentes de los grupos ni sus miembros consideran el grupo com~ un
La mayoría de los afiliados a las asociaciones terciarias no se consi- vehículo de democracia participativa. Apenas uno de cada CIOCO
deran siquiera «miemhros}). Más de la mitad de los «miembros» del miembros de Friends of Earth y de Amnistía Internacional dice que la
EnvironmentaJ Defense Fund dicen: "No me considero un miembro' participación «política activa)) haya constituido una razón import~:n­
el dinero que envío es sólo una aportación». Según otra encuesta so~ te para su afiliación." Según la conclusión de dos profundos estudiO-
bre «miembros» de las cinco organizaciones principales, la media de sos de los grupos terciarios:
afiliación era de menos de tres años, más de la mitad de ellos esta-
ban afiliados a cuatro o más grupos del mismo tipo y sólo un 8 % se Los grupos constituidos por correo permiten una forma de parti.cipación po-
describían como «activos», todo lo cual coincide con la idea de una lítica que se podría calificar de participación barata. Por un precIo que queda
mera ,'afiliación de talonario».4 o (La notable coincidencia en la afilia- por debajo del umbral de lo que le costaría un análisis serio a u~.mlembro
ción a diferentes grupos se debe, por supuesto, al reclutamiento pos- potencial relativamente adinerado, se puede realizar Ulla declaraciOll d~ ~re­
tal, pues los grupos buscan en las mismas listas oe correo.) Se trata de ferencia política sin correr con los gastos (en tiempo y dinero) de la parrlC.l~a­
seguidores valiosos y auténticos partidarios del ecologismo como una ción «auténtica») f... ] Lo que explica la rotación es [a naturaleza superfiCIal
buena causa, en la que sin embargo no participan de manera activa.41 del compromiso, más que un posterior desencanto.4'''
No ~e co~si.deran los soldados de a pie de un movimiento en ningún
senndo SImIlar al de los jóvenes afroamericanos que se sentaban a la Los observadores tempranos de la década de 1960 plantearon ya la
barra de los bares de comidas en Greensboro en 1960, y tampoco no- cuestión de hasta qué punto esos movimientos eran auténticamente
sotros los tendríamos por tales. participativos. En su ya clásico análisis realizado e.n .la déc~da d~
El compromiso mínimo entre los miembros postales no es ni mucho 197 0 , los sociólogos John McCarthy y Mayer Zald hiCieron hinca pie
menos exclusivo de los grupos ecologistas. Así, por ejemplo, sólo uno en que ,das funciones desempeñadas históricamente po: una base de
de cada cinco miembros de Common Cause decía que le gustaría ser miembros de un movimiento social han sido [... 1 asumIdas cada vez
más activo dentro del grupo si se le diera una oportunidad. La afilia- más por funcionarios retribuidos, por la "burocratizaci?n del des-
ción a la National Rifle Association se triplicó entre I977 y I99 6 -a contento social", por las campañas masivas de promoClon, por em-
pesar de (o debido a) una tendencia nacional favorable al control de pleados fijos cuyas carreras profesionales se definen enfunci?n de la
las armas-, pero el índice de renovación anual de los miembros de la participación del movimiento social, las fundaCiones f¡lantropI~as y
NRA alcanza apenas el 25" %.4:1. Los «miembros» de la National la acción del propio gobierno". En la década de 1990 el pobtologo
Abortion Rights Action League (NARAL) que se describen a sí mis- Ronald Shaiko declaraba: "La era del movimiento annautontano de
mos c.o.mo miembros no llegan casi a la mitad. Tres cuartas partes de aquellas personas del Flower Power, los hippies, vestidas con camisas
los af¡hados~ la NARAL no tienen ni idea de cuántos de sus amigos de franela se ha esfumado prácticamente. Hoy 1... ] las organizacIOnes de
lo son tamblen, y dos terceras partes no les han animado nunca a afi- interés público contratan economistas, abogados de las universi?ades
liarse. Según la conclusión del sociólogo John McCarthy, que realizó de la Ivy League, asesores de empresas, especialistas en correo directo
estos sondeos, los resultados "indican claramente que ¡los miembros y directores de comunicaciones).47
¿Col1tra la corriente? Grupos peque/jos, I1HJ/I/I1l/CI1/OS soda les y Id red 21 l,
2[2 Ti'¡¡¡{C/1L"/{/S ,('II,el (ompromlso cilll((J)' ('/1 ('/ cal"" 1 ,'1 ,--------
____ _____ __ ____ _ ,1 sOLla

rura local que ha sobrevivido eon mayor tenacidad. En COn1paraciún


f:lgullos críticos censuran a las nuevas organizaciones t ' .
clnndol'], d' 1" ' erClanas ta- con esa cifra, el número de texanos que se reúnen semanalmente para
," < l'<s" eo!garqll!caseirres) ,r onsa)11, es, un producto de la tr '- comer en los '<anticuados» clubes de rotarios es veinte veces mayor,lO
Clan " po 1fIl<1 () de la «rellul1ci'l( » • •N '
() plcnso as!. A 1 cont· . al
Los observadores concienzudos del movimiento ecologista afirmJn
explIca
. el
d' politólogo Christopher Boss{) I ": . I rafia,
.. ," os pnnClpa es gr p como
que «un cambio fundamental en el ecologismo desde '97 0 ha sido el
loglstas esempeií.a n en real,'dad <
funCiOnes
" que .esp ( , u os d eco-
rápido incremento en el número e importancia de las organizaciones
ganizaciones maduras dentro de un contexto 1" eranamos e 0(-
grupos a crecer y profesionalizarse o morir"P4~ '~~O
que obliga a los de base»Y Superficialmente al menos, el apoyo público al ecologis-

~: cuo~as hace Ique las organizaciones sean se~siblesc~~~~:~~~:~~: mo parece fuerte, aunque se debilitó visiblemente al finalizar el
siglo xx. En 1990 tres cuartas partes de los norteamericanos dijeron
s.us ,.ases:~, a.s que no.c~nsiguen apoyos mueren. Además, las or- -~ en el sondeo Gailup que se consideraban «ecologistas», aunque la ci-
. . c!v!cas tradicional e,s t eman
gal1lzaclOnes '. Importantes
' rasgos or ' -
fra cayó brusca y constantemente a partir de entonces, de modo que
qUlcos. Al fin y ,,1 cabo, la famosa «ley de hierro de I r ' 19ar \
Robert Michels fue acunad']' d 'b' a o IgarqUla» de , al concluir la década de 1990 el número de quienes decían serlo había
dos de b ' ' < para escn Ir organizaciones con afilia- j descendido en un tercio hasta quedar tan sólo en el 50 %.S' Más del
!
g~ no es que as organizaciones
ase actlvos. 4Sl Lo que manten
basadas en el correo directo sea ..:l 60 % de los norteamericanos dice realizar a menudo esfuerzos espe-
ineficaces. Podría sernas técnic~m~~~a m~nte/nalas o políticamente .~ ciales por reciclar, la mitad afirma haber dado dinero a algún grupo
para que actúen políticamente en nu~s~~sl~ 1~:zS~ontratar a otrOs '~1 ecologista en los últimos cinco años, el 30 % asegura haber firmado
organizaciones no ofrecen ni vinc u IaClOn
" entreg. In embargo, esas
,1,l una petición sobre algún problema medioambiental, ello % dice ser
promlso
I
.
directo en el toma y d ,'"
sus miemb
aca (IVICO, y SiO duda no ros
'
01 com-
'l miembro de un grupo ecologista y el 3 % que ha tomado parte en al-
a «democracia participativa» L " d d ' representan guna protesta o manifestación ecologista),)
moran. < • a ClU a ama por poderes es un oxí- Sin embargo, hay ciertas razones para creer que estos cálculos po-

Sólo dos () tres de las doce organizaciones eeolo .s ' '


,! drían ser exagerados. Aunque en los últimos años parecen haber creo
nos, cuyo crecimiento de afiliación masivo se r ' gl ras, mas o me- , cido en número los grupos locales interesados por cuestiones como
., los residuos tóxicos y la conservación de la tierra, no me ha sido po-
tienen delegaciones locales Según e pi b eglStra en la figura 43 •
.~
de afiliación de una de ell;s c d XI Ica a cansmamente el director , sible encontrar pruebas firmes de un crecimiento en general del eco-
des de sus miemhros ({ uan o e preg~ntamos por las activida- , ·1 logismo de base. En realidad, la única evidencia sistemática que he
simplemente que no~ h: ;ae~ho I , qu;, algUien esté afiliado significa
1 de
dos últimos 'n-os p' . loa gun mero al menos una vez en los
, 1 hallado sobre tendencias en las organizaciones conservacionistas y
.j ecologistas en el plano estatal y local y respecto al activismo ecologis-
:s~a;:'::~;~:d:strucwra
a ,", ero lile uso cua d . 1
de delegaciones estatales y locales, formal ,i ta induce a pensar en una decadencia durante las últimas décadas. El
, porcentaje de norteamericanos que admitían estar «preocupados por
cuesta reailzada en 1 9 R9 r or el propio Sierra el b . Segun una en-
aunque SllS miembros eran políticamente mu 'huo en,tre sus afiliados, lo que podían hacer personalmente para protegcr los recursos medio-
norteamericano medio sólo un r'" 01 h 1 _ c. .mas activos que el ambientales y naturales», por ejemplo, creció de form3 irregular, se-
a )Ia aSistido en al
b'
. , , ) lo
Slon a una reunión del club. La Narional Aud S. guna oca- gún las encuestas anuales de Yankelovich Partners, de un 50 % en
u on o~l~ty declara te-
1 19 a un 55 % en 1990-1992, para caer luego de forma continua
ner cientos de secciones en tod I .,
les de la organización calculaba: ~:ea~,:~~
pero los hdlflgentes estata-
1 81
hasta un 4 % en '999, la marca más baja de este barómetro en casi
0
de la NAS en T ' s vemtloc o mI! miembros dos décadas." El veredicto más suave que podemos emitir sobre la
exas, por ejemplo, sólo era activo de un a un ~
pretensión de un creciente activismo ecologista de base es que «na
otras palabras, menos de uno de c d ' 1, 3 4 o. En
activamente en una organización ec:1 a ~umce
md texanos participa
oglsta que ISpone de la estruc-
! está demostrado ,).

i
2T4 Trndcl1nas en el C()III/1rrmll$O ÚI'I{(l y CI/ el ú1{Jlta! socia! ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos soó"les y Id red 2.15
- - - - - - , - --- --- .. _--~ - -------

Si las pruehas de una participación de las bases en los movimientos abandono gradual del tradicional rechazo del fundamentalismo hacia
sociales ((progresistas}) son débiles, los datos comparables sobre la la participación en política.
vitalidad entre los conservadores religiosos son mucho más sólidos. Según ha señalado el sociólogo Robert Wuthnow, antes de [974 la
En las décaqas de '950 Y 1960 el maccartysmo, la John Birch So- mayoría de los estudios consideraba que los evangélicos estaban

ciery, los conseJos de White Citizens y la campaña presidencial de menos dispuestos a participar en política que los demás norteameri-
Wallace representaron movimientos de masas conservadores, antico- canos: eran menores las probabilidades de que votaran, se afibaran a
munistas y segregacionistas, pero cada uno de esos grupos movilizó, grupos políticos, escribieran a cargos públicos y propiciaran el com-
en el mejor de los C1SOS, a varios cientos de miles de participantes y promiso de la religión con la política. En camhio, a partir de T974 la
muchos menos activistas. En la década de 1970, en la cresta de una mayoría de los estudios los han visto más comprometidos política-
ola de fundamentalismo religioso, la Christian Right surgió como mente que el resto de los norteamericanos)? Este cambio histórico se
una fuerza política, pero desde el punto de vista organizativo estaba debe en parte a la expansión del evangelismo a estratos sociales más
formada por unas pocas operaciones nacionales centralizadas de acostumbrados a la participación política, pero el propio evange-
correo directo, en particular la Moral Majority encabezada por Jerry lismo se ha vuelto también más partidario del compromiso cívico.
Falwell. Sin embargo, la década de 1980 vio cómo se formaban va- Según ha observado Christian Smith, autor del estudio más reciente
rias organizaciones evangélicas conservadoras genuinamente de base sobre la participación del evangelismo en la vida pública, «¿qué tra-
que ihan de la Operarion Rescue, violentamente antiabortista a la dición cristiana está realizando actualmente la tarea de intentar in-
más mayoritaria Christian Coalition, encabezada por Pat Robe~tson fluir en la sociedad norteamericana? Quienes más cumplen con lo
y Ralph Reed, y los Promise-Keepers, nominalmente apolíticos. Cada que predican son los evangélicos}},5 8
uno de estos dos grupos, Christian Coalition y Promise~Keepers, afir- Este importante cambio en las bases sociales de la política norte-
maba contar con varios millones de participantes activos, una cifra americana ilustra acertadamente cómo se nutren mutuamente el ca-
mayor que cualquier anterior movimiento de masas conservador en pital social, el compromiso cívico y los movimientos sociales. La
el siglo xx. El destino de estas organizaciones concretas, fundadas movilización política de los evangélicos ilustra en parte los efectos
ambas hace menos de ulla década, es incierto. Sin embargo, su signi- causados por problemas nuevos (el aborto, la moralidad sexual, los
ficado (al igual que el de otras organizaciones de carácter religioso ((valores familiares}»), técnicas nuevas (televisión y otros instrumen-
tanto de derecha como de izquierda) es mucho más importante: la tos de organización política contemporánea) y una nueva generación
aparición de un Ilumeroso cuadro de ciudadanos activistas muy mo- de empresarios políticos, Por otro lado, a diferencia otros grupos re-
tivados.-" cientemente movilizados, como los ecologistas, existían ya unas bases
El centro de gravedad del evangelismo protestante, que forma parte firmes y duraderas para la politización de la comunidad evangélica.
del auge religioso vivido en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Según han observado varios estudiosos del nuevo activismo evangéli-
Mundial, se desplazó gradualmente desde la periferia rural y social co, ,das personas religiosas están implicadas en redes de iglesias loca-
del fundamentalismo hacia las comunidades suburbanas de clase me- les, canales de información y redes de asociaciones religiosas que las
dia. La afiliación a confesiones relacionadas con la National Associa- predisponen a la movilización)}.59 Así, este movimiento social se nu-
tion of Evangelicals (el equivalente evangélico del mayoritario Natio- tre de las existencias de capital social, y al mismo tiempo las alimenta,
nal Council of Churches) se multiplicó por más de tres desde la al menos en una parte de la sociedad norteamericana.
década de '940 hasta la de T970, y según vimos anteriormente, las Los activistas evangélicos se parecen mucho en ciertos aspectos a
iglesias evangélicas han sufrido menos el golpe del posterior declive otros activistas de Estados Unidos -más viejos, más blancos, con me-
en la observancia religiosa. 'ó Aún es más importante el hecho del jor educación y más adinerados-, pero la religión es extraordinaria-

¡¡
IClldclláas 1'/1 el ClJlI1jJro/lllSO 0'/110) y ('11 el ca/n'tal s()cial ¿Contra la cnrrienld Grupos pequeños, movimieNtos sociales y la red 2 [7

---,,
mente importJIlte en sus vidas. Entre el 60 y el 70(10 de una muestra 12~
,

nacional de Juivistas religiosos acudía a b iglesia más de una vez por I


,

semana, frente a menos del 5 % del resto de los norteamericanos. I


!OO
Además, son de tres a cinco veces más activos que el norteamericano
medio en casi todas las formas de vida cívica y política, un fenómeno • I
que habría asombrado y probablemente consternado a sus anteceso-
res fundamentalistas. 60
En las elecciones de 1996 la probabilidad de que los evangélicos de-
o
~ 75
i5
oo
~
l-
r-----
V"',,,oc
mr(h~ 1""
dé(~da

E
batieran el proceso electoral en la iglesia con un amigo y fueran abor- o
z
ID

dados por un grupo de intereses religioso fue más del doble que en el
caso de otros norteamericanos. En realidad, era más probable que
21
contactaran con ellos grupos religiosos que partidos o candidatos
para tratar de la campaña. El predictor más importante de ese contac-
to no era ni la demografía ni la línea teológica, sino simplemente el
1910 1920 1930 1940 19~0 19&0 1970 1980 1990 2000
compromiso social de la comunidad religiosa. Yesos contactos reli-
giosos -en especia! una charla sobre política en la iglesia con un ami- FIGURA 44: Iniciativas presentadas en Estados Unidos en votaciones
go- tuvieron una influencia demostrable sobre quién votó y por quién nacional el (1900-1998)
lo hizo. El vínculo entre participación en la comunidad eclesiástica y
movilización política fue poderoso y directo.(iJ Los conservadores re-
ligiosos han creado el movimiento social de base más amplio y mejor gún cierta retórica política, eI'auge de las iniciativas plebiscitarias es
organizado del último cuarto de siglo. Por decirlo brevemente, las una forma institucionalizada de la propuesta de «todo el poder para
pruebas más sólidas de un auge de compromiso CÍvico frente al reflu- el pueblo»."
jo descrito en capítulos anteriores podemos halladas entre los cristia- Sin embargo, en contra de su alcurnia populista, estos mecanismos
nos evangélicos, no entre los herederos ideológicos de los sesenta. no pueden considerarse un signo fiable de la existencia de un amplio
¿Qué ocurre con la hipótesis más amplia, según la cual la moda de compromiso cívico. En primer lugar, cinco estados -California, Ore·
participar "desafiando a las élites}), introducida por los movimien- gón, Dakota del Norte, Colorado y Arizona- suman más de la mitad
tos sociales de los años sesenta, es ahora algo común en todo el aba- de las iniciativas plebiscitarias realizadas en toda la nación en el
nico político? Hay un indicador que parece apoyar esta hipótesis, siglo xx, y una gran parte del incremento reciente se ha de atribuir
pues las iniciativas populares y los referendos comenzaron a desem- únicamente a California, por lo que el recurso a los referendos no es
peñar una función más importante en política en las décadas de necesariamente un buen sistema de medición de la participación ciu-
1980 y 1990. En realidad, según muestra la figura 44, la frecuencia dadana en general. 64 En segundo lugar, aunque los activistas cívicos
de iniciativas plebiscitarias nacionales a lo largo del siglo xx es la han introducido a veces en la votación asuntos como la gestión de las
imagen especular de casi todas las demás tendencias en el compromi- costas y los límites para los mandatos públicos, la mayoría de los es-
so cívico analizadas por nosotros: esas iniciativas estuvieron marca- tudiosos admite que:
das por una caída a partir de la primera década del siglo hasta finales
de la de 1960 (a excepción de un alza durante la Gran Depresión), fEnllas dos últimas décadas, casi la totalidad de las campañas realizadas con
para dispararse luego hacia arriba en el último tercio del siglo.¡:¡~ Se- éxito se han apoyado, al menos de formJ predominante, en empresas profe-

l'
1
¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos sociales y la red 2 9
218 Tendencias en el compromiso cívico y en el capital social

sionales de difusión. Un estudio rllevado a cabo por la Comisión de Califor- la concentración «Stand in the Gap», que reunió a medio millón de
nia para la Financiación de Campañas) concluía que «cualquier individuo, personas en el Mall el 4 de octubre de I997 y que, según se dijo, fue la
empresa u organización que pueda gastarse aproximadamente un millón de mayor concentración religiosa de la hlstona norte~mencana: !a orga-
dólares puede plantear actualmente cualquier asunto en un plebiscito [... ] nización Promise-Keepers prácticamente se hundlo y despldlO a todo
Por tanto, conseguir que una iniciativa pase a formar parte de una propuesta su equipo." . . .
electoral estatal no es ya una cuestión de interés de los ciudadanos en gene- Datos de encuestas disponibles indican un ligero crecimiento en. los
ral, sino una prueba de la capacidad para recaudar fondos».l\j índices nacionales de manifestaciones Y protestas a lo largo del ulti-
mo cuarto de siglo. Según el archivo de encuestas de Roper Social and
Aunque entra dentro de lo imaginable que ese tipo de plebiscitos pu- Po litical Trends , el número de adultos que decíand haber partiCipado
- d 1 01.
dieran provocar un amplio debate político entre los ciudadanos, hay alguna vez en una marcha de protesta o una sent.a a aumento : 7 ,0
estudios que muestran que la mayoría de los firmantes no leen lo que en I97 8 al IO% en I994. Otras encuestas realizadas en la~ decadas
firman. Durante la propia campaña, el buzoneo y la publicidad con de I97 0 , I980 Y I990 calculaban así mismo de manera umforme la
lemas radiados y televisados, engañosa en gran parte, es más impor- participación en manifestaciones y protestas en tomo a un adult~ de
tante que la actividad de base. Por tanto, difícilmente podría extra- cada diez o quince, con una ligera tendenCia ascendente en los calcu-
ñarnos que los gastos de campaña sean un sólido predictor del resul- las con el paso de los años. La cuestión del aborto parece representar
tado y que las encuestas indiquen «un grado muy bajo de sutileza por sí sola alrededor de un tercio de esa clase de actlVldades. P~r otra
entre los votantes» en relación con las cuestiones de los referendos. 66 parte, la explicación del aumento del porcentaje de la pO?laClOn ~ue
Basándose en un estudio detallado de iniciativas plebiscitarias pre- ha participado alguna vez en una protesta ~s la desapanclon del vern-
sentadas en Massachusetts, Oregón y California en 1976-I982, la ce de la jerarquía de edad de la generaClOn de qUienes no protesta-
politóloga Betty Zisk concluía que «lejos de suplantar a las acciones ban, anterior a la década de I960, y no la acumulación en su base de
de los grupos de presión dirigidas a la asamblea legislativa, las cam- nuevos participantes en las protestas. Según muestra la figura 45, las
pañas de iniciativas y referendos parecen proporcionar una vía alter- actividades de protesta entre los veinteañeros son menos comunes
nativa a las propias actividades de los grupos denunciadas por los re- ahora que entre personas de esa misma edad en los años sesenta Y se-
formadores [... j La posibilidad de participación directa no parece tenta, pero las protestas se han hecho más comunes e~tre gente. ~e
haber estimulado a un gran número de votantes».h7 En resumen, el edad mediana y mayor a medida que envejecía la propia generaClOn
auge de las iniciativas plebiscitarias sirve más para medir el poder de de los sesenta. Los participantes en marchas de protesta han Ido enca-
los intereses especiales bien financiados que el compromiso cívico. neciendo constante y rápidamente durante las últimas décadas,70
Las manifestaciones y otras protestas públicas en Washington son Llama la atención que las protestas Y las manifestaciones no son
algo más numerosas y más frecuentes desde finales de la década de una alternativa sino un complemento de la política convencional, en
I960, pues sus organizadores, conocedores de los medios de comuni- el sentido de q~e quienes protestan muestran una actividad inusual
cación, se han vuelto más sutiles para atraer la atención de la televi- en política, incluso en formas más corrientes. ~un~ue.l~ parttcIpa-
sión nacional." Por otra parte, las grandes marchas por los derechos ción en manifestaciones Y en formas de desobedIenCia CIvil no es n.l~­
civiles y contra la guerra del Vietnam de los años sesenta fueron pre- cho más común ahora que en la década de 1960, quienes na partlc.I-
cedidas y seguidas por un activismo continuo en comunidades de todo pan en ellas suelen considerarlas una práctica legítima. A dlfer:nCla
el país, mientras que la «Marcha a Washington» de la década de I990 de lo que ocurría hace treinta o cuarenta años, las aCCiones pohtlcas
no ofreció garantías de una acción prolongada y de carácter comuni- actuales con características de «movimiento») son aceptadas como un
tario. Por ejemplo, menos de seis meses después de haber patrocinado «procedimiento normal de acción» en todo el abanico político. Por
220 TC/ldcnóas en el compromiso cil'ic() y en el capItal social ¿Contra la corriente? Grupos pequeñ()s, movimientos sociales y la red 22J

¡;~----

Las telecomunicaciones constituyen la tercera de las tendencias exa~


minadas en este capítulo que van contra la corriente general y se
orientan hacia una mayor vinculación social, y es sin lugar a dudas la
DE' 30 a 59 años

. más importante. El humilde teléfono nos ofrece un ejemplo instructi-


~º 15t------~~~~~~~~~--+_--~~~~-~
30 Merlos de anos
vo. El uso del teléfono ha crecido exponencialmente a lo largo del SI-
glo xx. Según muestra la primera mitad de la figura 4 6 , la difusión
~
", del teléfono en los hogares norteamericanos siguió una trayectona
~~ 10t---------t-------~~--~~~~~-~
MdS de 59 años
conocida creciendo de forma constante durante los dos primeros ter-
cios del siglo, a excepción del retroceso de la Gran Depresión. Entre
º~ I945 y I9981as llamadas urbanas anuales per cápita subieron de }04
~ \r-------~~~~~~--------+_----------~ a 2.203, mientras que las interurbanas experimentaron un aumento
~
explosivo pasando de I3 a 353. La mayoría de este increm~nto se de-
bió a la comunicación empresarial y comercial, pero tamblen aumen-
o~------------+-------------~----------~
1970 1980 1990 2000 taron las llamadas puramente sociales. En I982 casi la mitad de los
norteamericanos adultos habló por teléfono prácticamente a diario
FIGURA 45: Encanecimiento de los manifestantes
(en llamadas urbanas o interurbanas) con amigos o parientes. Los la-
zos entre amigos y parientes distantes pasaron de la palabra eSCrIta a
otro ladu, la participación real se limita a una parte de la población la hablada a lo largo del último cuarto del siglo, según muestra la se-
pequeña y cada vez más vieja. Además, según hemos observado en el gunda mitad de la figura 46, con una aceleración tras haberse liber~­
capítulo 2, la presentación de peticiones y la participación en reunio· lizado la industria telefónica interurbana en 1984, antes de estabdl-
nes púhlicas ha descendido durante los diez o veinte últimos años. zarse visiblemente en la década de 1990. El ritmo rápido de la
David Meyer y Sidney Tarrow, defensores de la hipótesis de la ((socie- innovación tecnológica -especialmente de la difusión de los teléfonos
dad en movimiento», acaban admitiendo que (da cantidad de formas . móviles en la década de I990- siguió haciendo del teléfono un apara-
muy beligerantes aceptadas y realmente utilizadas por los ciudadanos to casi omnipresente. En I998 el Pew Research Center for the People
parece ser más reducida que hace dos décadas»J!
No debemos exagerar el declive de la protesta de base. La década
j & the Press informaba de que dos tercios de los adultos habían llama-
do a un amigo o pariente el día anterior «simplemente por hablar».72.
de 1990 fue testigo de una gran actividad por parte de activistas ho- I Las consecuencias sociales del teléfono fueron erróneamente inter-
mosexuales y de partidarios del movimiento pro vida, así como de un l pretadas por los analistas y hasta por la propia compañía telefónica
nivel permanentemente bajo de activismo local y universitario. Es durante casi medio siglo después de su invención, en I876. Para qUie-
muy posible que la protesta social de base sea hoy tan común como neS pretendemos prever el impacto de internet sobre las relaciones so-
en las décadas de I960 y I970, Y la tolerancia hacia esas personas en ciales, la sorprendente serie de malas predicciones acerca de las con-
sus protestas se halla claramente en alza. Sin embargo, no conozco secuencias sociales del teléfono constituye una buenísima lección. El
ninguna prueba de que la participación real en los movimientos so- propio Alexander Graham Bell esperaba en un primer momento que
ciales de base haya ido en aumento durante las últimas décadas como el teléfono sirviera para el tipo de función emisora que llegaría a ser
para compensar el descenso masivo en formas más convencionales de más tarde el mundo de la radio: «música al alcance de la mano». Bien
participación social y política. entrado el siglo xx los directivos de las empresas telefónicas estaban
;
I

1
-==-___ Tendcncias en el compromiso o'/lico y en el capital social.
----
¿Contra la corriente.? Grupos pcquenos, 1I1OvimJentos socw!cs y Id red 223

10o
tan convencidos de que su principal cliente era el hombre de negocios
o que de hecho disuadieron a la gente de "mantener vida social» por te-
O ./ léfono. Según el resumen de Claude Fischer, el principal sociólogo de
la telefonía, «durante una generación o más hubo un desacuerdo en-
L ,
/ tre cómo utilizaba la gente el teléfono en realidad y cómo imaginaba
--
I, V la industria que debería usarse o acabaría usándose».n
I Aun con la ventaja de una visión retrospectiva, resulta sorprenden-
temente difícil evaluar los efectos del teléfono sobre las relaciones so-
rI ciales. Ithiel de Sola Pool, pionero en este terreno, observaba:
JO
V V 1
20
V Dondequiera que dirijamos la mirada, los efectos dd teléfono parecen correr

10
~. --
f en direcciones diametralmente opuestas. Ahorra a los médicos visitas a do-
micilio, pero en un primer momento éstos creyeron que las aumentaría, pues
los pacientes podían llamarles en vez de ir a su consulta r... 1 Permite la dis-
coo ¡9\() ¡g 20 1930 1940 1950 1%0 1970 1980 1990 2000
fJ persión de los centros de autoridad, pero también una supervisión estrecha y
continua de las oficinas locales desde el centro l... ] Sea cual sea la hipótesis
FIGURA 46a: Introducción del teléfono en los hogares norteamericanos
inicial. aparecerán tendencias inversas. 74
1
¡ Desde un punto de vista social, el teléfono da y quira. Cuanuu en
1975 un incendio ocurrido en un centro de conmutación interrumpió

.-.-- Media de
llamadas
telefómcas
realizadas el
¡ inesperadamente el servicio en el Lower East Side de Manhattan du-
rante tres semanas, dos tercios de la población que se quedaron sin él
explicaron que estar sin teléfono les había hecho sentirse aislados,
pero el otro rercio dijo haber visitado más a menudo a otras personas.
mesilntt'rlor
a amigos o En otras palabras, el teléfono parece reducir tanto la soledad como la -/1
parientes a

.•..
más de 160
kilómetros
socialización cara a cara,75
--0-- Media de
Muchos observadores han supuesto que el teléfono ptopició «rela-
. ' eJ ••
" .....
cartas
personales
ciones de vecindad psicológica», liberando nuestras redes sociales ín- :/...
escritas el
mes arlterior
timas de las limitaciones del espacio físico. Ya en 1891 un directivo
a am'90S o
parientes de la empresa telefónica sugirió que la tecnología traería consigo una
«época de vecindad sin cercanía», Sin embargo, el primer estudio ge-
neral del impacto social del teléfono (realizado en 1933) llegó a la
conclusión de que (a diferencia de los medios de comunicación) este
1974 1979 1984 1989 1994 1999 medio a distancia reforzaba los lazos locales existentes más que los
FIGURA 4Gb: Tendencias en las llamadas telefónicas interurbanas distantes. A mediados de la década de 1970 se decía que los regis-
yen la correspondencia epistolar tros de la compañía de teléfonos demostraban que entre el 40 y el
50 % de las llamadas telefónicas desde un hogar se hacían hasta un

1
1
Tende/leías en el compromiso duico yen el capital sOCIal ¿Contra la corriente? Grupos pequeños. movimientos sociales y la red 22·5

radio de tres kilómetros, y el 70 % dentro de un radio de ocho. Alrede- abonados mantener contactos más frecuentes con parientes y amigos char-
dor del 20 % de las llamadas domésticas eran a un mismo número, y la lando quizá brevemente unas pocas veces por semana en vez de hacerlo una
mitad más o menos iban dirigidas a un número entre cinco. Resumien- vez sola y más por extenso. No hay muchos signos de que las llamadas por
do esos datos, Martin Mayer concluye que «la gente realiza la mayo- teléfono dieran pie al establecimiento de contactos sociales nuevos.7 7
ría de sus llamadas telefónicas dentro del vecindario en que vive»_ El
tipo de hogar que más usa el teléfono, informa Mayer, es una familia En resumen, el teléfono sin duda ha facilitado practicar el schmo-
con adolescentes que se ha mudado recientemente a un nuevo barrio ozing con viejos amigos, y en ese sentido ha contrarrestado algunas
de la misma zona metropolitanaj en otras palabras, el teléfono se em- de las desvinculaciones descritas en el capítulo 6. Por otra parte, no
plea para mantener relaciones personales interrumpidas en ese mo- ha generado amistades nuevas ni ha alterado fundamentalmente las
mento por el espacio. «No se hacen nuevas amistades por teléfono.»7 6 actividades características de los machers. El historiador Daniel Bo-
Así, de forma un tanto paradójica, el teléfono parece haber tenido orstin compendia el efecto sorprendentemente trivial del teléfono so-
el efecto de reforzar, y no de transformar o sustituir, las redes persa- f. bre el capital social: «El teléfono fue sólo un instrumento que permi- 1~
na les existentes. Si comparamos la primera mitad de la figura 46 so- tió a los norteamericanos realizar con mayor desenfado y menor
bre la difusión del teléfono en los primeros dos tercios del siglo xx esfuerzo lo que ya hacían antes»J 8
con nuestros anteriores gráficos sobre el compromiso comunitario Al iniciarse el siglo XXI llevamos sólo unos pocos años en la era del
durante ese mismo período, la conclusión es obvia: las telecomunica- acceso extendido a internet, pero es difícil evitar la conjetura de que
ciones y las formas convencionales de vinculación social fueron, al las consecuencias de esta nueva tecnología de la comunicación pue-
menos en esos años, complementarias y no alternativas. De manera den eclipsar los efectos del teléfono en la sociedad norteamericana.
similar, el análisis histórico de Claude Fischer sobre el impacto social La velocidad de difusión de esta nueva tecnología ha sido sustancial-
del teléfono llega a la conclusión de que aunque el teléfono amplió mente superior a la de casi cualquier otra tecnología oe consumo en
considerablemente las posibilidades de comunicación personal, «no la historia, comparable sólo a la de la televisión_ El teléfono necesitó
alteró de manera radical la forma de vida de los norteamericanos, que siete décadas para pasar de un 1 % de penetración en el mercado a un
lo utilizaron para continuar más decididamente con su estilo de vida 75 %; el paso equivalente en el casO de internet requerirá poco más de
característico» . siete años. Un organismo de encuestas daba a conocer que en la pri-
mavera de 1999 casi un tercio de la población adulta (unos sesenta y
La adopción del teléfono probablemente indujo a la gente a mantener con- cuatro millones de personas) había utilizado internet, superando en
versaciones personales con amigos y parientes más a menudo de lo que había más de diez millones a los usuarios de apenas seis meses antesJ,;)
sido habitual hasta entonces, aunque también les indujera a reducir algunas Al igual que casi todas las innovaciones dirigidas al consumo, ésta
visitas [... 1 En total, el teléfono llevó a mantener más conversaciones sociales se impuso con especial rapidez y generalidad entre las generaciones
con más gente que antes. Es posible que esas llamadas sustituyeran visitas y más jóvenes. Según un estudio de 1999, aunque los jóvenes tendían
charlas largas con miembros de la familia, pero quizá simplemente ocuparon en general a buscar información política mucho menos que las cohor-
un tiempo que se habría pasado en soledad. tes de más edad, era más probable que se sirvieran de internet como
El teléfono parece participar más de otra tendencia: la del aumento de la medio de acceso preferido. Por otra parte, por aquellas mismas fe-
intimidad [... J el hecho de formar parte de mundos sociales privados y consi- chas la página web de la American Association of Retired Persons
derarlos valiosos, frente a la comunidad más amplia y pública [... } Hay pocas estaba recibiendo ya supuestamente medio millón de visitantes indi-
pruebas de que el teléfono capacitara a la gente para aceptar compromisos en viduales al mes-'o El nuevo medio atraía a gente de todas las genera-
organizaciones claramente nuevas [... 1 El teléfono doméstico permitió a los ciones, hipnotizada por él.
226 Tendencias en el compromiso e/vico y en el capital social ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos sociales y la red 227

Al cabo de unos pocos años del lanzamiento de internet podemos ción social y el compromiso cívico tenían por lo menos un cuarto de si-
encontrar en ella imitaciones de la mayoría de las formas clásicas de glo de existencia. Sean cuales fueren las consecuencias futuras de inter-
vinculación social y compromiso cívico. En la red se puede asistir a net, lo cierto es que durante las últimas décadas del siglo xx el trato
funerales virtuales; un corresponsal de Today in Funeral Service ex- social nO se desplazó simplemente del espacio físico al ciberespaclo.
plicaba a Associated Press que los funerales en línea «despersonaliza- Internet podría formar parte de la solución a nuestro problema cívico
ban en cierto modo los servicios fúnebres, pero eran mejores que la o también éxacerbarlo, pero la revolución cibernética no lo provocÓ.
no asistencia,,_ También llegaron los desposorios virtuales; en junio Sabemos también que los primeros usuarios de la tecnología de in-
de 1997 America Online celebró la mayor ceremonia de bodas cono- ternet nO estaban menos (ni más) comprometidos cívicamente que
cida hasta entonces al casar a miles de parejas simultáneamente mien- cualquier otra persona. En 1999 tres estudios (incluido uno mío) rea-¡~
tras los espectadores '<observaban» y «vitoreaban" desde sus bancos lizados independientemente confirmaron que si mantenemos cons-
virtuales. En su último recuento Yahoo mencionaba más de quinien- tantes los niveles de educación superior de los ~suarios de int~rnet,
tas páginas donde poder rezar virtualmente, incluida una - Yaale Ve'- no es posible distinguir a éstos de los no usuanos en lo relatlvo al
Yayo, una página judía ortodoxa- que remite oraciones a Jerusalén compromiso cívico. 82 Por otra parte, estos tan cacareados resultados
por correo electrónico para fijarlas en el Muro de las Lamentaciones. no dicen mucho sobre los efectos de la red dada la probabilidad de
En el ciberespacio podemos encontrar las siguientes formas de capital que los usuarios de internet formen de por sí un grupo selecto de al-
social y muchas más: oficios religiosos para la Pascua cristiana y para guna manera significativa. La ausencia de correlación entre el uso de
el seder, la cena ritual de la Pascua judía; asesoramiento para situa- internet y el compromiso cívico podría significar que internet atrae
ciones de duelo y grupos de ayuda a enfermos de cáncer; voluntaria- exclusivamente a personas anodinas y les da energía, pero también
do, ciberrelaciones amo-rosas y cientos de miles de grupos de conver- podría querer decir que atrae de una manera desproporci~nada a
sación; votaciones, actividades de grupos de presión y hasta una gente con un gran dinamismo cívico y las aletarga. En cualqUler ca~o,
«marcha virtual a Washington» del Consejo de Acción contra el SIDA es demasiado temprano para evaluar empíricamente los efectos SOC13-
que registró más de veintitrés mil «manifestantes portando carteles».8I les de internet a largo plazo. Por tanto, vaya analizar aquí algunas
Una cuestión central planteada es, por supuesto, si la expresión posibles ventajas y desventajas de la comunicación por ordenador
misma de «capital social virtual» no supone una contradicción. La para la vida cívica norteamericana, reconociendo de antemano que 111

respuesta no es fácil. Las primeras conjeturas, enormemente fallidas, los pronosticadores apocalípticos que lo ven todo negro ni los defen-
sobre las consecuencias sociales del teléfono nos advierten de que sores utópicos de una nueva comunidad virtual feliz están dando qui-
nuestras suposiciones sobre internet, igualmente prematuras, tienen zá en el blanco. ¿Qué probabilidad tienen las comunidades «virtua-
probabilidades de ser parecida mente erróneas. Es muy poco lo que les») de ser diferentes de las «reales»?
puede decirse con alguna seguridad sobre la vinculación entre el capi- Los términos «comunidad», «comunión» y «comunicación») están
tal social y la tecnología de internet. No obstante, ya es un tópico que relacionados íntima y etimológicamente. La comunicación es un re-
quisito fundamental para los vínculos sociales y emocionales. Las tele-
el desarrollo cronológico de la explosión de internet significa que no
se puede ligar causalmente al hundimiento de la vinculación social 1 comunicaciones en general e internet en particular mejoran nuestra ca-
pacidad de comunicarnos; por tanto, parece razonable suponer que su
descrito en los anteriores capítulos. La actividad electoral y caritati-
va, la confianza, la participación en reuniones, las visitas y otras efecto neto será el de mejorar la comunidad, incluso tal vez de manera ...¿
prácticas habían comenzado a decaer cuando Bill Gates estaba toda- espectacular. El capital social es cosa de redes, e internet es la red que ~
vía en la escuela primaria. Para cuando internet llegó al la % de los culmina todas las redes. Los estudiosos de la comunicación por orde-
adultos norteamericanos, en 1996, el dedive nacional de la vincula- nador, como el sociólogo Barry Wellman, mantienen que al eliminar

1
TcndencU7s ('/I el c()m{)T()IH/s() á/)/(o y en el capITal socwl ¿Contra la corriente? Grupos pequeñ()s. mOVImientos sociales v la red 229
----
las barreras del tiempo y de la distancia, ,das redes informáticas sostie- Internet es un instrumento poderoso para la transmisión de infor- \
nen lazos fuertes, medios y débiles que proporcionan información y mación entre personas físicamente distantes. La cuestión más difícil
apoyo social a las relaciones tanto especializadas como de carácter es la de saber si ese flujo de información fomenta por sí mismo el ca-
amplio [... ] La comunicación por ordenador acelera la actuación de la pital social y una comunidad auténtica. La información es por su-
gente en los centros de comunidades parciales y personales, generando puesto importante, pero según recalcan John Seeley Brown y Paul
un intercambio rápido y frecuente entre grupos de vínculos».R3 Duguid, del famoso Centro de Investigación de Palo Alto de la Xe-
Los entusiastas de la «comunidad virtual» ven las redes informática~ rox, la información misma necesita un contexto social para ser signi-
como la base de cierto tipo de comunitarismo utópico, de manera muy ficativa: «Reducir estrictamente el foco de atención a la información,
parecida a los futuristas del siglo XIX cuando contempla han las posi- suponiendo implícitamente que si nos ocupamos de la información
hilidades que ahría el teléfono. Starr Roxanne Hiltz y Murray Turoff, todo lo demás acabará encajando, es en última instancia una especie

l
profetas tempranos de la comunicación por ordenador, predijeron que de ceguera social y morab>. En el mejor de los casos, la comunicación
«nos convertiremos en una Nación de la Red que intercambia enor- por ordenador permite la creación de redes más amplias y eficaces
mes cantidades de información y comunicaciones socioemocionales que fortalecerán nuestros lazos con el mundo social e incrementarán
con compañeros, amigos y "desconocidos" que comparten intereses nuestro «capital intelectual», pues la información se puede compartir
similares f .• ·1 nos transformaremos en una "aldea mundial" )). Michael prácticamente sin coste alguno. La gente que disponga de diferentes
Strangelove, teórico de internet, escribía:
1
j
piezas del rompecabezas puede colaborar con mayor facilidad. La co-
municación por ordenador puede sostener grupos grandes, densos y
Internet no es un asunto tecnológico, y tampoco atañe a la información, sino ., sin embargo fluidos más allá de las fronteras organizativas y geográ-
a la comunicación: gente que hahla con otros, que se intercambia mensajes ficas, aumentando el compromiso de unos participantes que en caso
electrónicos ... Internet es participación de masas en una comunicación masi-
va completamente bidireccional y sin censura. La comunicación es la base, el
fundamento, el suelo y la raíz fundamental sobre la que se sostiene y prospera
toda la comunidad. Internet es una comunidad de comunicantes crónicos.84

Howard Rheingold, que se presenta a sí mismo como un «colono en


I contrario se mantendrían en la periferia, como los recién juhilados es-
tudiados en un experimento colectivo de comunicación electrónica. 86
Las redes sociales basadas en la comunicación por ordenador se
pueden organizar en función de intereses compartidos, más que de un
espacio compartido. Al concluir el siglo han surgido miles de redes
extensas y definidas funcionalmente que vinculan a personas de men-
la frontera electrónica)), explicaba: f1 talidades similares en terrenos tan distintos como los de los aficiona-
1 dos a los BMW, los observadores de aves y los suprematistas blancos.
La idea de una comunidad accesihle únicamente a través de la pantalla de mi Haciéndose eco precisamente (aunque quizá de manera inconscien-
ordenador me sonaha al principio a algo frío, pero pronto aprendí que la
gente puede ahrigar sentimientos apasionados hacia el correo electrónico y
I te) de conjeturas anteriores sobre los efectos del teléfono, Michael
L. Dertouzos, especialista en informática del MIT, ha imaginado mi-
las conferencias por ordenador. Me he convertido en una de esas personas. llones de «barrios virtuales» basados en aficiones más que en espa-
Me preocupo por esa gente a la que conozco a través de mi ordenador.

John Perry Barlow, cofundador de la Electronic Frontier Foundation,


no hallaba paralelos en la historia escrita para el advenimiento de la
comunicación por ordenador: "Nos hallamos en medio del aconteci-
I cios compartidos." Es cierto que el ciberespacio alberga ya a millares
de grupos de aficiones y de otros intereses especiales, y si la participa-
ción en esos grupos se extiende y perdura, quizá la predicción pueda
ser esta vez correcta.
También es posible que las comunidades virtuales sean más iguali-
miento tecnológico más transformador desde la posesión del fuego»."
¡ tarias que las reales en que vivimos. Durante un futuro previsible al
1
Tendencias en el compromiso cívico y en el capital social ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos sociales y la red 23
23°

menos la comunicación por ordenador reducirá de manera radical la La alta velocidad, el bajo coste y las amplias posibilidades de movi-
información sobre nuestros compañeros de debate. Rheingold sostie- lización que permite internet pueden ser una ventaja para los organi-
ne que la invisibilidad de la comunicación textual impide a las persa· zadores políticos, al reducir los costes transaccionales, ~obre todo e~
nas formarse prejuicios antes de conocerse cara a cara. Tal como de- el caso de grupos dispersos de ciudadanos con una mIsma mentalI-
cía el perro cibernauta de la famosa tira cómica del New Yorker , «En dad. La Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas en
interner nadie sahe que eres un perro». ASÍ, suponiendo un amplio Tíerra, ganadora del Premio Nobel en L997, por ejemplo, fue organI-
acceso al ciberespacio, las ¡<comunidades virtuales» podrían ser más zada en un primer momento por Jody Williams a través de internet y
heterogéneas respecto a factores tan físicos como la raza, el sexo y la desde su casa en una zona rural de Vermont. Ya en 1995 Mark Bon-
edad, aunque, según veremos más tarde, quizá sean más homogéneas che k informaba de que «veintisiete mil personas leían con regulari-
en lo referente a intereses y valores. Rll dad el grupo de noticias alt.politics.homosexuality, con una media de
El anonimato y la ausencia de claves sociales impiden el control so- setenta y cinco mensajes diarios. Como su nombre indica, alt.poh-
cial-a fin de cuentas, ésa es la razón de que el sufragio sea secreto- y tics.homosexuality es un foro de discusión de problemas y distribu-
por tanto el ciberespacio parece en cierto sentido más democrático. ción de información relacionado con la política y la homosexuali-
(Curiosamente, esta ventaja de la comunicación por ordenador de- dad». Bonchek se encontró con una sorprendente gama de posturas
pende del hecho de que en realidad transmite menos información en- acerca de estos problemas en las comunicaciones enviadas a ese foro,
tre los participantes que la comunicación cara a cara, al menos con la tanto cordiales como hostiles hacia la homosexualidad."
actual tecnología.) La investigación ha demostrado que los debates Por otra parte, la comunicación por ordenador baja hasta tal punto
en línea tienden a ser más francos e igualitarios que los encuentros el umbral de expresión de las opiniones que, como en las tertulias ra-
cara a cara. ASÍ, la comunicación por ordenador puede llevar a una diofónicas, puede acabar no en una deliberación, sino en un guirigay.
nivelación de las jerarquías. Algunos experimentos han demostrado Pensemos, por ejemplo, en el siguiente anuncio aparecido en el inte-
que en las redes laborales la comunicación por ordenador es menos rior de la contratapa de Mother Jones de ahril de '999:
jerárquica, más participativa, más sincera y menos sesgada por dife-
rencias de rango. Por ejemplo, es menos probahle que las mujeres su- Si te interesa,
fran interrupciones en dehates mantenidos en el ciberespacio. 1I9
Parte de esa supuesta mayor democracia del ciberespacio se basa
¡ puedes hacer algo ... ¡fácilmente!
www.ifnotnow.com
¡ ¡Sé un ciudadano activista a tiempo completo ...
más en esperanzas y promoción propagandística que en una investi- 1
gación cuidadosa. La cultura política de internet, al menos en sus pri- ¡, ... 5 minutos por semana!
Más de una docena de los mejores grupos de defensa
meros estadios, es rigurosamente libertaria, y en algunos aspectos el
ciberespacio representa un estado de naturaleza más propio de Hob-
I! de intereses te dará la información
bes que de Locke. Según Peter Kollock y Marc Smith, dos de los ob- ! -leerás llamadas de alerta, enviarás cartas, tendrás respuestas
servadores más concienzudos del hecho comunitario en internet, y escucharás resultados-, todo con el die de un botón.
«hay muchas personas que creen y esperan que la facilidad de las co- Es un servicio de venta integrado para mantenerse implicado.
i
municaciones y la interacción en línea llevarán a un florecimiento de 1 ¡Queremos facilitarte ser diferente!
¡Haz oír tu voz!
las instituciones democráticas precursor de un foro de discurso públi-
co nuevo y lleno de vida. Pero hasta la fecha la mayoría de los grupos www.ifnotnow.com
en línea poseen la estructura de una anarquía [cuando no están mo- ¡Conéctate para poder realizar ahora una prueba gratis!
derados] o de una dictadura [cuando lo están]».9 0

1!
l.
, T
Tcndeno'as el (()/JIpr0l111S0 ci/'i('() y ('n el capital s()cial ¿Contra la corriente? Grupos pequeilOs, movimientos sociales)' b red 2)3
23 2 C/7

De generalizarse, este atajo hacia la expresión cívica no haría sino movilizado a grupos anteriormente inactivos (con la excepción par-
agravar el desequilibrio entre hablar y escuchar, que es un rasgo des- cial de los jóvenes), sino que, al contrario, ha reforzado las tendencias
tacado del actual desinterés por lo cívico, según observamos en el ca- existentes en participación política. El sociólogo Manuel Castells sos-
pítulo 2 y en la tabla 1. John Seeley Brown y Paul Duguid señalan que tiene convincentemente:
,da posibilidad de enviar un mensaje la la dirección electrónica del
presidente de Estados Unidos] puede proporcionar la ilusión' de un Como el acceso 'a la comunicación por ordenador es restrictiva desde un pun-
acceso, una participación y una proximidad social mucho mayor de to de vista cultural, educativo y económico, y lo seguirá siendo durante largo

lo que realmente está a nuestro <:llcance».')l. Somos millones más quie- tiempo, el efecto cultural más importante de esa comunicación podría ser el
nes podemos expresar nuestras opiniones con el elic de un ratón, pero refuerzo de las redes sociales culturalmente dominantes.óI,l
¿hay alguien escuchándolas?
No obstante, las potenciales ventajas de la comunicación por orde- Este fantasma de cierto tipo de ciberapartheid en el que se reduce el
nador para el compromiso cívico y la vinculación social son impre- capital social que tiende puentes a medida que las redes elitistas se ha-
sionantes. Internet nos ofrece un medio barato y en muchos aspectos cen menos accesibles a los desposeídos, es realmente estremecedor. El
igualitario que nos permite conectar con millones de otros conciuda- problema se podría abordar con voluntad política. Si se considera in-
danos, sobre todo con quienes compartimos intereses, pero no espa- ternet como una especie de servicio público del siglo XXI, se podría
cio o tiempo. De hecho, en el caso de nuestros lazos sociales, la libe- facilitar un aCceso barato y subvencionado (que incluyera tanto los
ración de las limitaciones del tiempo -mediante lo que los especialistas aparatos como unos programas fáciles de manejar) en bibliotecas,
denominan «comunicación asíncrona»- puede acabar siendo un efec- centros comunitarios, lavanderías y hasta viviendas particulares, [JI
to de internet Il1<lS importante que la liberación de las limitaciones es- como se subvencionÓ el servicio telefónico a bajo precio en el siglo xx_
paciales. Este primer reto de internet a la vinculación comunitaria es grave,
pero na insuperable.
Este futuro prometedor se ha de contrastar, por lo demás, con cuatro El segundo desafío es técnicamente más difícil de resolver. La co-
graves desafíos a la esperanza de que la comunicación por ordenador municación por ordenador transmite información no verbal en grado
genere unas comunidades nuevas y mejores. Los analizaré siguiendo mucho menor que la comunicación cara a cara. Dertouzos, del MIT,
un orden de complejidad creciente. plantea la pregunta correcta: «¿Qué cualidades de las relaciones hu·
La «línea divisoria digital» se refiere a la desigualdad de acceso al manas podrán pasar bien a través de las infraestructuras informati-
ciberespacio. No hay duda de que en los primeros años de internet los vas, y cuáles no?)).94
principales usuarios eran predominantemente varones blancos jóve- Los seres humanos son notablemente eficientes para percibir los
nes con una buena formación académica y salarios altos. Según un es- mensajes no verbales enviados de unos a otros, sobre todo en lo rela-
tudio exhaustivo realizado en I997 por el Departamento del Censo, tivo a las emociones, la cooperación y la fiabilidad. (Parece posible
los grupos menos conectados de la sociedad norteamericana eran los que la capacidad de reconocer signos de falsedad no verbales les pro-
pobres de zonas rurales, las minorías raciales rurales y de los centros porcionara una importante ventaja para la supervivencia durante el
de las ciudades y los hogares jóvenes con una mujer como cabeza de largo recorrido de su evolución.) El psicólogo Albert Mehrabian es-
familia. Además, estas diferencias en función de la educación, los in· cribe en Silent Messages: Implicit Communication of Emotions and
gresos, la raza y la estructura familiar parecían ir ampliándose en vez Attitudes que en el «reino de los sentimientos) nuestras «expresio-
de reducirse. Pippa Norris, especialista en medios de comunicación , nes, posturas, movimientos y gestos faciales y vocales» son decisivos.
constató que tanto en Estados Unidos como en Europa internet no ha Cuando nuestras palabras «contradicen los mensajes contenidos en

I
~
234 Tendencias en el compromiso cívico y en el capital social ¿ Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos sociales y la red 235

ellas, los demás desconfían de lo que decimos y confían casi entera- La comunicación por ordenador es sin duda más igualitaria, franca
mente en lo que hacemos».':l5 y centrada en la tarea que la comunicación cara a cara. Quie~es part.i-
La comunicación por ordenador oculta, ahora y en un previsible cipan en grupos informáticos suelen presentar una gama mas am~ha
futuro, la enorme cantidad de comunicación no verbal que se da in- de alternativas. Sin embargo, dada la escasez de claves y comunica-
cluso durante el encuentro más superficial cara a cara. (Los emotico- ción sociales, a los participantes en dichos grupos les resulta más difí-
nes del correo electrónico como :) reconocen implícitamente este he- cilllegar a un acuerdo y se sienten mutuamente menos solidarios. Des-
cho, pero sólo proporcionan la huella más leve de la información arrollan un sentimiento de «despersonalización') y están menOS
contenida en la expresión facial reaL) El contacto ocular, los gestos satisfechos con los resultados alcanzados por el grupo. Los grupos in-
(tanto intencionados como no intencionados), los ademanes, un leve formáticos logran con más rapidez una comprensión de los proble-
pliegue del entrecejo, el lenguaje corporal, la manera de sentarse y mas que comparten -probablemente porque les distrae menos la co-
hasta algunas vacilaciones medidas en milisegundos constituyen una municación social «improcedente»-, pero son mucho peores para
masa de información que el texto no capta, y que procesamos habi- generar la confianza y reciprocidad necesarias para llevar a la prácti-
tualmente, casi sin pensar, en los encuentros cara a cara. ca ese entendimiento.
Además, según señalan los teóricos de las organizaciones Nitin El fraude y el incumplimiento de las promesas son más comunes en
Nohria y Robert G. Eccles, los encuentros cara a cara nos permiten la comunicación por ordenador, en la que también son más fáciles las
una profundidad y rapidez de reacción que resulta imposible en la co- tergiversaciones y las malas interpretaciones. Quienes participan en
municación por ordenador. marcos de relaciones de carácter informático se ven menos impedidos
por sutilezas sociales y recurren con mayor rapidez a formas de len-
Frente al intercambio por medios electrónicos, la estructura de la interacción guaje extremas y a invectivas (<<echar fuego» es la expresión utilizada
cara a cara ofrece una capacidad insólita de interrupción, reparación, reac- comúnmente entre los cibernautas norteamericanos, una imagen pro-
ción y aprendizaje. A diferenci3 dt, las interacciones de carácter principalmen- vocadora de la comunicación, como si se tratara de una lucha manO a
te secuencial, la interacción cara a cara permite que dos personas se envíen y mano con lanzallamas). La comunicación por ordenador es buena
entreguen mensajes simultáneamente. El ciclo de interrupción, reacción y re- para compartir información, recabar opiniones y debatir alternati-
paración posible en la interacción cara a cara es tan rápido que resulta prácti- vas, pero en el ciberespacio no resulta fácil crear confianza y buena
camente instantáneo. Según señala [el sociólogo ErvingJ Goffman, «un ha- voluntad. John Seeley Brown y Paul Duguid señalan que las «mter-
blante puede ver cómo respond~n los demás a su mensaje incluso antes de acciones, tanto económicas como sociales, en la red no tendrán el
concluirlo, y modificarlo a medio camino para suscitar una respuesta diferen- grado de seguridad de su cifrado digital, que es una solución rela~iva­
te». Si la interacción se produce en 'un grupo, el número de «conversaciones» mente barata, sino el de la infraestructura -tanto soctal como tecnI-
que se pueden mantener simultáneamente cuando los interactuantes se hallan ca- en que se inscriba esa interacción».97 .
cara a cara es aún más difícil de conseguir en otros medios. Por esas razones, señalan Nohria y E~cles, la utilización extendIda
de la comunicación por ordenador requerirá en realidad encuentros
La pobreza de claves sociales en la comunicación por ordenador impide cara a cara más frecuentes: «Deberá existir una infraestructura social
la colaboración y la confianza personal, en especial cuando la inter- de relaciones amplia, profunda y robusta para que quienes utilicen
acción es anónima y no se inserta en un contexto social más amplio. los medios electrónicos entiendan de verdad qué les están comunican-
Experimentos que comparan la comunicación cara a cara y por orde- do los demás». La experiencia de la red electrónica comunitaria de
nador confirman que cuanto más rico sea el medio de comunicación, Blacksburg (Virginia) nos lleva a pensar que «cuando se superpone
más sociable, personal, confiado y amistoso será el encuentro. 96 directamente una comunidad electrónica a otra física, se crea una
TendenCias rn el írJlnprnmis() cl¡;icn y en el capital social ¿Contra la corriente? Grupos pequen os. mOl'imientos sociales y la red 237
-------------- -------------
presión social muy poderosa para comportarse cívicamente. Existe la cambio social, pero este segundo obstáculo a la creación de comuni-
posibilidad de que expulsemos a alguien de la red a gritos y "abrasán- dades en el ciberespacio parece incluso más intimidatorio que la línea
dolo", y que luego nos encontremos con él en el colmado y resulte ser divisoria digital. .
nuestro veCinO"." En otras palabras,. ~I capital ~ocial puede llegar a! El tercer obstáculo lleva la evocadora eriqueta de «ciberbaIcaniza-
ser un reqUiSito para una comumcaClon mformatlCa eficaz más que K ción». JO! Internet nos permite limitar nuestra comunicación a gente
una consecuencia de la misma. que comparte exactamente nuestrOS intereses: no sólo a otros propie-
Todos estos problemas son más leves cuando se tratan cuestiones tarios de coches BMW, sino a propietarios de un BMW 2002, y quizá
claras y prácticas, pero revisten una mayor gravedad en situaciones incluso a los propietarios ele un 2002 turno de 1973, al margen de
de incertidumbre y ambigüedad. Las complicaciones se reducen mu- dónde vivan y de los demás intereses suyos y nuestros. Esta poderosa
cho si la comunicación por ordenador se inscribe en una relación cara especialización es uno de los grandes atractivos del medio, pero tam-
a cara ya existente. Un encuentro en el restaurante con la propia es- bién una de sus más sutiles amenazas para el capital social destinado
posa puede ser algo fácil de organizar mediante comunicación por or- a tender puentes. Un comentario sobre coches Thunderbird en un
denador, pero discutir con un nuevo vecino sobre el estrépito de sus grupo de conversación sobre BMW corre el riesgo de ser descartado
fiestas podría no serlo. La interacción arquetípica con un nuevo ami- por «salirse del tema». Imaginemos, en cambio, las carcajadas si un
guete en internet carece precisamente del arraigo social que parece miembro del equipo de una bolera o de una catequesis dominical in-
esencial para superar la falta de claves sociales que se da en este me- tentara excluir un comentario fortuito pensado para iniciar una con-
dio. Las redes cara a cara suelen ser densas y bien trabadas, mientras versación por considerarlo «ajeno al tema».
que las redes de comunicación por ordenador tienden a ser diluidas y l Las interacciones del mundo real nos fuerzan a menudo a enfren-
poco ligadas. El anonimato y la fluidez del mundo virtual estimulan 1 tarnos a la diversidad, mientras que el mundo virtual pueue ser más
relaciones fáciles de «iniciar y acabap>, relaciones «de pasada». Esta ':~ homogéneo, no en sentido demográfico, sino en cuanto a intereses y
misma informalidad constituye el atractivo de la comunicación por i·1 puntos de vista. Las comunidades locales pueden verse sustituidas
ordenador para algunos habitantes del ciberespacio, pero frena la í. por comunidades de interés. Según Stephen Doheny-Farina, especia-
creación de capital social. Al ser tan fácil entrar y salir, no se desarro- J lista en comunicación y comentarista concienzudo y bien predispues-
lIa compromiso, confianza y reciprocidad.9'::! 1 to hacia las perspectivas de la comunidad cibernética:
Es posible que las mejoras de los elementos visuales y acústicos de
i
~a comunicación por ordenador reduzcan estas dificultades, pero es En las comunidades físicas nos vemos obligados a vivir con personas que
Improbable que ocurra pronto. Las exigencias de un «ancho de ban- pueden diferir de nosotros en muchos sentidos. Pero las comunidades vir-
da" (capacidad de comunicación) necesario incluso para obtener tuales nos ofrecen la oportunidad de construir colectividades utópicas:
unas imágenes de mala calidad son tan grandes que es improbable comunidades de interés, educación, gustos, creencias y habilidades. En el
que dispongamos de ellas de forma normal y barata hasta dentro de ciberespacio podemos reconstruir el mundo a partir de un paisaje no coloni-
una década por lo menos, e incluso más. Por otra parte, algunos da- zado. 'oz
tos experimentales indican que los efectos desfavorables de la comu-
nicación por ordenador -la despersonalización, la distancia psicoló- La interacción en el ciberespacio se caracteriza por su unilateralidad.
gica, la debilidad de las claves sociales, etc.- se reducen, pero no se Los miembros de mi grupo de correo electrónico sobre historia norte-
elimina~ ni siquiera con unas imágenes de alta calidad. 100 El ritmo y americana del siglo XIX están conectados conmigo únicamente en
la amplitud del cambio tecnológico hacen arriesgadas las prediccio- función de ese tema, a diferencia de mi vecino, que puede encontrarse
nes sobre los efectos de la comunicación por ordenador en el inter- también conmigo en el supermercado, en la iglesia o en el terreno de
Tendencias en el compromiso civico y en el capital social ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movirl1lentos sociales)' /a red 239

juego. No podemos, desde luego, estar seguros de cómo evoluciona- o en un medio de entretenimiento pasivo? La comunicación por arde·
rán las comunidades de internet, pero si las comunidades virtuales nadar ¿ «arrinconará» los lazos cara a cara? Es demasiado pronto
acaban siendo más unilaterales que las del mundo real, tendrán como para saberlo, sobre todo en este terreno. Resulta esperanzador que al-
consecuencia probable una ciberbalcanización. gunos datos muy preliminares indiquen que el tiempo dedicado a in-
La heterogeneidad local podría dar paso a una homogeneidad vir- ternet sustituye al tiempo pasado frente al televisor: según una en-
tual de carácter más restringido a medida que las comunidades se va- cuesta de "999, el 42 % de los usuarios de internet decía que veía
yan fusionando en el espacio. La tecnología de internet permite y esti- menos televisión, frente a sólo un 19 % que afirmaba leer menos re-
mula a los astrónomos de ondas infrarrojas, a los aficionados a la vistas y un 16% que declaraba leer menos periódicos. Por otra parte,
enología, a quienes practican el trekkíng y a los suprematistas blan- según un estudio experimental temprano, el uso intensivo de internet
cos a reducir su círculo a personas íntimas con ideas idénticas a las provocaba un mayor aislamiento social e incluso depresión. 104 Una
suyas. Las nuevas tecnologías de «filtro» que automatizan el oculta. última advertencia entre estos indicios dispersos: los incentivos co-
miento de los mensajes «no pertinentes» agravan todavía más el pro. merciales que rigen actualmente el desarrollo de internet parecen des-
blema. Las conexiones casuales resultan menos probables a medida tinados a hacer hincapié en el entretenimiento y el comercio indivi-
que la comunicación reduce nuestros gustos e intereses, el hecho de dualizado más que en e! compromiso comunitario. Para desarrollar
saber y preocuparnos cada vez más por cada vez menos cosas. Esta una tecnología más favorable a lo comunitario será necesario que los
tendencia puede incrementar la productividad en sentido estricto al incentivos vengan de ámbitos ajenos al mercado.
tiempo que reduce la cohesión social. Tras haber examinado hipótesis tanto optimistas como pesimistas,
Por otra parte, no deberíamos hacernos una idea romántica al res- ¿cuál puede ser nuestra conclusión respecto a los probables efectos de
pecto de la hctero~eneidad de las comunidades del mundo real en que las telecomunicaciones sobre los vínculos sociales y el compromiso
vivimos. «Dios los cría y ellos se juntan», dice un refrán que nos re- cívico? La historia de! teléfono noS recuerda la probable equivoca-
cuerda que las tendencias hacia la homogeneidad comunitaria son ción tanto de las actitudes utópicas como de las jeremíacas. Además,
muy antenores a internet. La eventualidad de que la posibilidad de la es un error fundamental suponer que la cuestión planteada es el en-
existencia de comunidades cada vez más restringidas llegue a ser una frentamiento entre la comunic~ción por ordenador y la interacción
realidad en el ciberespacio dependerá en gran parte de cómo encaje cara a cara. Tanto la historia del teléfono como los primeros datos so- ~
en nuestra realidad social más amplia la faceta «virtuah) de nuestras bre el uso de internet constituyen un poderoso mdlclO de que la co- ~ 'l"
vidas, así como de cuáles sean nuestros valores fundamentales. Ade- 1I municación por ordenador acabará complementando y no sustitu-
más, según ha señalado el cibernético Paul Resnick, e! resultado de la '1 yendo a las comunidades cara a cara.
evolución podrían no ser ni «cibercomunidades» que lo engloben l En un paralelismo especialmente llamativo, y según un cuidadoso
todo, ni «ciberguetos» impermeables, sino una multiplicidad de «ci- estudio realizado por el sociólogo Barry Wellman y sus colegas sobre
berclubes» con una afiliación parcialmente común. En este tipo de el uso de la comunicación por ordenador entre investigadores:
mundo los lazos débiles que tienden puentes entre distintos grupos
podrían llegar a crear una comunidad formada por comunidades en- Aunque internet ayuda a los académicos a mantener lazos a grandes distan·
tretejidas. l03 das, la proximidad material sigue siendo importante. Esos estudiosos que se
El posible desafío final es más hipotético y no obstante más omino- ven a menudo o trabajan en lugares próximos se envían correos electrónicos
so: ¿no acabará siendo internet en la práctica un teléfono o una tele-
visión con mayor capacidad? En otras palabras, ¿se convertirá inter-
net predominantemente en un medio de comunicación activa y social, I con mayor frecuencia. El contacto frecuente en internet es un complemento,
y no un sucedáneo, del contacto directo frecuente. 1 0 5
Tendencias en el compromiso dI/leo y en el capital social ¿Contra la cornel1te? (;nt!)(!s /Jcqucnns, 1111l1'¡'lIiC/I!os sociales y 1(1 red 24 1

------ ,
.-~""---------------

Esta conclusión concuerda plenamente con la fundamentada pre- dilemas cívicos contemporáneos vayan a resolverse sin la comunica-
dicción de Dertouzos, investigador del MIT, un adalid entusiasta de ción por ordenador.
la comunicación por ordenador: Los datos relativos a grupos pequeños, movimientos sociales y tele-
comunicaciones son más ambiguos que los expuestos en anteriores
Aunque algunas relaciones empresariales poco importantes y ciertas relacio- capítulos. Teniendo en cuenta todo, las excepciones más claras a la
nes sociales informales se establecerán y mantendrán sobre un fundamento tendencia hacia una pérdida de compromiso cívico son: 1) el aumento
puramente virtual, será necesaria la proximidad física para cimentar y refor- del voluntariado juvenil analizado en el capítulo 7; 2) el crecimiento
zar los encuentros profesionales y sociales más importantes. de las telecomunicaciones, en particular de internetj 3) el vigoroso
aumento de la actividad de base entre los evangélicos conservadores,
Dan Huttenlocher, profesor de informática en Cornell, afirma que y 4) el incremento de los grupos de autoJyuda. Estas distintas contra-
,das tecnologías digitales son apropiadas para mantener comunida- corrientes son un valioso recordatorio de que la sociedad evoluciona
des ya forjadas. Pero 10 son menos para constituirlas)).!06 Sin embar- simultáneamente de múltiples maneras. Estas excepciones al relato
go, si el principal efecto de la comunicación por ordenador es refor- presentado por mí -deprimente en general- nos llaman la atención
zar más que sustituir las relaciones cara a cara, entonces no es sobre unas posibilidades alentadoras de renovación cívica. Aun así,
probable que la red invierta el rumbo del deterioro de nuestro capital esos fenómenos contrarrestan apenas los muchos otros moJos y ma-
social. 1 neras en que la mayoría de norteamericanos aparecen menos vincula-
Finalmente, no debemos suponer que el futuro de interner vaya a l dos a nuestras comunidades de lo que lo estuvieron hace Jos o tres dé-
estar determinado por algún «imperativo tecnológico» externo y cie- cadas. Antes de examinar las posibles vías de reforma necesitamos
go. La cuestión más importante no es saber qué hará internet con nos- entender los orígenes de este refl ujo. ¿Cuál puede ser la explicación de

I
otros, sino qué haremos nosotros con ella. ¿Cómo podemos usar las la inversión experimentada en las últimas décadas por las tendencias
enormes posibilidades de la comunicación por ordenador para hacer cívicas que caracterizaron los dos primeros tercios del siglo xx? En la
más productivas nuestras inversiones en capital social? ¿Cómo pode- parte siguiente del libro abordaremos este enigmático prohlema.
mos aprovechar esta prometedora tecnología para dar mayor densi-
,
dad a los lazos comunitarios? ¿Cómo podemos desarrollar la tecno-
logía para mejorar la presencia, la respuesta y las claves sociales?
¿Cómo podemos utilizar la perspectiva de una comunicación rápida
y barata para reforzar el tejido de nuestras comunidades reales, ac-
tualmente en vías de deshilacharse, en vez de quedar seducidos por el
espejismo de cierta «comunidad virtuah ajena a este mundo? En re-
sumen, ¿cómo podemos conseguir que interne! forme parte de la so-
lución? Al iniciarse el nuevo siglo algunos de los trabajos más apa-
sionantes en el terreno de la comunicación por ordenador están
abordando precisamente esas cuestiones. En el capítulo final del pre-
sente libro diré algo acerca de esas perspectivas. De momento, mi
conclusión será que internet no va a compensar automáticamente el
declive de formas más convencionales de capital social, pero sí tiene
la posibilidad de hacerlo. En realidad, es difícil imaginar que nuestros
--------- ._-----_.-----

Parte 111

¿Por qué?

¡
¡
....1
245
---~~---"

Capitulo 10

Introducción

Algo importante les ocurrió a los vínculos sociales y al compromiso


cívico en Estados Unidos durante el último tercio del siglo xx. Antes
de examinar el porqué, resumamos lo que hemos aprendido.
Durante los dos primeros tercios del siglo los norteamericanos asu-
mieron un cometido cada vez más activo en la vida social y política de
sus comunidades, en iglesias y centros sindicales, en boleras y salones
de clubes y en torno a mesas de comisiones, juegos de naipes y comi-
das. Año tras año fue aumentando la generosidad de sus donativos de
caridad, arrimaron el hombro más a menudo en proyectos comunita-
rios y (hasta donde podemos encontrar pruebas fiables) mantuvieron
comportamientos dignos de confianza mutua. Luego, de forma mis-
teriosa y más o menos simultánea, comenzaron a hacer todo eso me-
nos a menudo.
Nuestra participación cívica es todavía mayor que la de los ciuda~
danos de muchos otros países, pero comparados con nuestro propio
pasado reciente, no estamos tan vinculados como antes. Seguimos
siendo unos espectadores interesados y críticos de la escena pública.
Comentamos, pero no jugamos. Mantenemos una fachada de afilia-
ción formal, pero raras veces nos dejamos ver. Hemos experimentado
nuevas maneras de expresar exigencias que cada vez exigen menos de
nosotros. Las probabilidades de que acudamos a una deliberación co-
lectiva -en la cabina electoral o en la sala de reuniones- son menores;
y cuando acudimos, comprobamos descorazonados que se han pre-
sentado pocos de nuestros amigos y vecinos. Somos menos generosos
con nuestro dinero y nuestro tiempo (con la importante excepción de
los ciudadanos entrados en años), y tendemos menos a conceder a los
desconocidos el beneficio de la duda. Ellos, por supuesto, nos devuel-
ven el favor.
No todas las redes sociales se han atrofiado. Las interacciones di-
luidas, aisladas y superficiales están sustituyendo gradualmente a los
/ nln){luccú'¡1/

vínculos densos, múltiples y bien trahajados. Una gran parte de nues~ los buenos relatos detectivescos, algunos bellacos obvios cuentan con
tfas vinculaciones sociales son de carácter singular y específico, y van coartadas impecables, y ciertos indicios importantes aluden a sucesos
encaminadas a nuestro propio interés. Según previó hace varias déca- portentosos ocurridos mucho antes de que se alzara el telón. Además,
das el sociólogo Morris Janowitz, hemos creado «comunidades de como en Asesinato en el Orient Express, de Agatha Christie, resulta
responsabilidad limitada», o lo que los sociólogos Claude Fischer, que este crimen ha tenido más de un autor, de modo que tendremos que
Robert Jackson y sus colegas califican con mayor esperanza de «co- separar a los criminales en primer grado de los cómplices. Finalmen-
munidades personales». ¡ Los grandes grupos con delegaciones loca- te, debo dejar claro desde el principio que no he resuelto el misterio
les, una larga historiJ., ohjetivos 11l11ltiples y afiliados diversos están por completo, e invito por tanto al lector a que me ayude a discernir
siendo sustituidos por organizaciones más evanescentes y de objetivo sus claves.
único, por pequeños grupos que «reflejan la fluidez de nuestras vidas
al permitirnos unirnos fácilmente, pero romper también nuestros la- Cuando intentan resolver un crimen en serie (o en este casa entender
zos con igual facilidad».' Los grupos de base que en otros tiempos nos una epidemia pública), los investigadores suelen buscar característi-
ponían directamente ante nuestros vecinos, tanto agradables como cas comunes entre las víctimas: ¿eran todas rubias, aficionadas al ma-
desagradables, han quedado eclipsados por el auge vertiginoso de risco o zurdas? De manera similar, al enfrentarse a una tendencia
grupos de interés dirigidos por equipos y constituidos para represen- como el declive de la participación social, los sociólogos buscan con-
tar nuestra individualidad más estrecha. El capital social local está centraciones de efectos. Si el descenso en la participación es mayor
siendo sustituido por otro funcional. Estamos abandonando aquellas entre los residentes en zonas suburbanas, eso podría dar pie a una ex~
redes de reciprocidad que en otrO tiempo constituyeron nuestras co- plicación, mientras que si predomina entre las mujeres trabajadoras,
munidades. por ejemplo, resultará más plausible otra. También yo me atendré a

I
Lo más desconcertante es que a diferencia de los estados de deca- esta estrategia genérica e intentaré ver si la decadencia del compromi-
dencia comunitaria que los Jeremías de antaño creían percibir, este so cívico guarda relación espacial y temporal con ciertas característi-
desgaste del capital social no comenzó cuando desemharcaron los Pe- cas sociales. No obstante, debemos reconocer de entrada dos puntos
regrinos del Mal'flower. Al contrario, hasta donde la memoria nos débiles en esta estrategia.
permite recordar, la marea se movía con fuerza en la dirección opues- En primer lugar, los efectos provocados por el cambio social suelen

I
ta: hacia una participación social y política más activa, hacia una ge- difundirse mucho más allá del punto de contacto inicial. Si,por ejem-
nerosidad y una confianza más extremas y hacia una mayor vincula- plo, la entrada de las mujeres en el mundo laboral asalariado ha soca-
ción. Sea cual sea en detalle la valoración que haga cada cual de la vado las invitaciones a cenar -opinión para la que encontraremos
,
inversión del sentido de la marca en las dos o tres ültimas décadas, su ciertas pruebas-, ese fenómeno podría muy bien impedir que celebra-
propio carácter repentino y lo inesperado de la misma constituyen un ran cenas no sólo las mujeres que trabajan fuera de su hogar, sino
enigmático misterio. ¿Por qué a partir de las décadas de 196o Y I970, también las amas de casa, cansadas de encargarse ellas solas de las in-
Y de manera más acelerada en las de I980 y I990, comenzó a desha- vitaciones. En ese caso, la correlación entre trabajo y cenas en los
cerse el tejido de la vida comunitaria norteamericana? Antes de poder individuos concretos no pasaría de ser laxa, aun cuando (en hipótesis)
pensar en recomponer dicho tejido será preciso encarar este misterio. aquél hubiera ido comiéndoles el terreno a éstas. De manera similar, si
Si estoy en lo cierto, se trata de una incógnita de cierta importancia el desplazamiento al trabajo o la televisión provocaron el hundimien-
para el futuro dc la democracia norteamericana. Es un rompecabezas to de los clubes fraternales, los efectos habrían acabado haciéndose
clásico, con un corpus delicti, una escena del crimen sembrada de in- notar entre quienes no se desplazan ni ven la televisión, pues una veZ
dicios y muchos posibles sospechosos. Sin embargo, como en todos que los clubes inician su descenso, no acudirán a ellos ni siquiera las
lntroduccujn 249
¿Por qué?
------------------
personas que por lo demás estarían dispuestas a hacerlo. En anterio- las zonas rurales de Yermont son más que en el Boston metropolita-
res capítulos hemos visto pruebas de esos mismos efectos «sinérgi- no, pero menos de los que participaban en 1959· En resumen, por lo
cos», como el declive más rápido en las actividades colectivas (por que respecta a los cambios en el co~pro~iso c~v~c~, no, en~ontramos
ejemplo las asambleas públicas) que en las individuales (por ejemplo en el mapa demográfico de esta epidemia antlclV¡Ca ntngun «punto
el envío de cartas al director). Por desgracia para nuestra estrategia candente» fácilmente identificable que pudiera darnos alguna clave
detectivesca, los efectos sinérgicos (como una epidemia que se propa- sencilla respecto a sus orígenes.
ga más allá de sus portadores iniciales) desbaratan los veredictos in- Un lugar plausible para iniciar nuestra investigación podría se;, por 1
equívocos.:> ejemplo, la educación. La educación es uno de los predlctores mas Im-
En segundo lugar, en nuestra normal comprobación de los sospe- portantes -de hecho suele ser el predictor más impor:ante- de muchas I e:
chosos habituales no hay ninguno que destaque en la primera rueda formas de participación social, desde la partlClpaClo,n electoral hasta (
de identificación. La pérdida de compromiso cívico parece ser un la afiliación asociativa, desde la presldenCla en comltes locales hasta la
achaque extendido por igual. Los descensos bruscos y continuos de
1 celebración de cenas o la donación de sangre. Es cierto que tiene poco
las reuniones de clubes, visitas a amigos, servicio en comités, asisten- efecto sobre el schmoozing -es decir, sobre la vinculación social in-
cia a la iglesia, generosidad filantrópica, partidas de cartas y partici- formal como las visitas a los amigos o las cenas en familia- o sobre la
;
pación electoral han afectado prácticamente a todos los sectores de la asisten~ia a la iglesia, aunque guarda una relación positiva con la afi-

I
sociedad norteamericana, y en la misma medida, más o menos a lo liación a grupos relacionados con las iglesias. Por otra par:e, la edu-
largo de las últimas décadas. Las tendencias son descendentes entre cación es un predictor especialmente sólido de part¡C¡paCIOn en acti-
mujeres y hombres en ambas costas y en el interior del país, entre in- vidades públicas formalmente organizadas. El hecho de haber cursado
quilinos y propietarios, en los guetos negros y en los suburbios blan- cuatro años más de estudios (por ejemplo el haher aSistido a una unt-
cos, en las pequeñas ciudades y en las zonas metropolitanas, entre versidad) se asocia con un 30 % más de interés por la política, un
protestantes y elltre católicos, entre la gente adinerada y entre los po- 1
¡
4 0 % más de asistencia a clubes y un 45 % más de pa,rticipación en ta-
bres, entre solteros y entre casados, entre trabajadores no especializa- reas de voluntariado. Los titulados universitarios tienen el doble de
1 probabilidades de desempeilar cargos directivos () ser n:~emb;os. de co-
dos y entre empresarios pequeilos y grandes, cntre republicanos, de-
mócratas e independientes, entre padres y entre quienes no tienen mités en una organización local, de asistir a una reUnIon publIca, es-
hijos, entre trabajadores a tiempo completo y entre amas de casa. 4 cribir al Congreso o acudir a una concentración política. Esa misma
Es verdad que, según hemos observado, los niveles de compromiso pauta básica se aplica tanto a hombres como a mujeres de todas las
cívico difieren de una categoría a otra: un mayor grado de socializa- razas y generaciones. En pocas palabras, la educaclOn es un predlctor
ción informal entre las mujeres, más compromiso cívico entre la gen- sumamente sólido de compromiso cívico)
te próspera, menos confianza social entre los afroamericanos, menos ¿Por qué tiene la educación un efecto tan masivo sobre la vinc~la­
participación electoral entre los independientes, más altruismo en las ción social?6 La educación es en parte un sucedáneo de una condlclOn
pequeñas ciudades, más asistencia a la iglesia entre los padres, etc. privilegiada -en lo referente a la clase social y las ventajas económi-
Pero las tendencias en el compromiso cívico son muy similares. Por cas-, pero cuando los ingresos, la condición social y la educaclOn se
ejemplo, estableciendo una media entre 1974 y 1994, el 18% de los utilizan conjuntamente para predecir distintas formas de compromi-
blancos dijo haber asistido el año anterior a una reunión pública so- so esta última destaca como influencia primordial. Podemos conce-
bre asuntos locales, frente a sólo un 13 % de los negros, pero el índice bi; los logros educativos como un indicador de ambición o energí~
de asistencia en ambas razas se vio recortado por la mitad a lo largo de superiores a lo habitual o de algún otro rasgo innato que esumula aSI
esas dos décadas. En 1999 quienes participan en la política local en mismo la participación cívica. Finalmente, las personas educadas se
;Pnr qué? IntrodUCCIón
25°
------.-- .. _-.-.-.------._--

hallan más comprometidas con la comunidad, en parte al menos por Se han propuesto numerosas posibles respuestas a este enigma:
las destrezas, recursos e inclinaciones que se les inculcaron en casa y
en la escuela. En cualquier caso, tanto si tenemos en cuenta indivi- \ • Presiones de trabajo y tiempo.
duos como estados, localidades o tiempo (durante los dos primeros 'f • Dificultades económicas.
tercios del siglo xx), más educación significa más participación. • Ingreso de las mujeres en la actividad laboral asalariada y tensiones
Aunque existe un reconocimiento amplio de que los norteamerica- en las familias en que trabajan ambos cónyuges.
nos de hoy están mejor educados que sus padres y abuelos, no se sue- • Movilidad residencial.
le tener tan en cuenta hasta qué punto la composición educativa de la • Traslado a zonas suburbanas y dispersión urbanística.
población adulta ha quedado transformada masiva y rápidamente • La televisión, la revolución electrónica y otros cambios tecnológi-
por esta tendencia. En fecha tan reciente como el año 1960 sólo un cos.
41 % de los adultos norteamericanos había concluido la enseñanza • Cambios en la estructura y escala de la economía norteamericana,
media; en 1998 lo había hecho el 82 %. En 1960 sólo un 8 % de los como el auge de las cadenas de tiendas, de empresas con sucursales
adultos norteamericanos tenía un título universitario; en J998 lo te- y del sector del servicio, o la mundialización.
nía un 24 %. Entre 1972 y T998 la proporción de adultos con menos • Ruptura de los lazos matrimoniales y familiares.
de doce años de estudios se redujo a la mitad, cayendo de un 40 a un • Desarrollo del Estado del bienestar.
18 %, mientras que la de quienes habían cursado más de doce años se • Revolución de los derechos civiles.
dobló, aumentando de un 28 a un 50 % a medida que la generación • Los sucesos de los sesenta (la mayoría de los cuales ocurrieron en
de norteamericanos que habían realizado sus estudios en los albores realidad en los setenta), entre ellos:
del siglo xx (la mayoría de los cuales no había acabado el bachillera- Vietnam, Watergate y el descontento con la vida pública.
to) abandonaba la escena y era sustituida por los nacidos durante la _ Rebelión cultural contra la autoridad (sexo, drogas, etc.).
explosión demográfica y sus sucesores (la mayoría de los cuales había
cursado estudios universitarios).? La mayoría de los buenos escritores de novelas de intriga dudarían en
Así pues, la educación impulsa fuertemente el compromiso cívico; y proponer tantos sospechosos plausibles, por muy activo que fuera
los niveles educativos han aumentado de forma masiva. Por desgra- su detective. No estoy en condiciones de abordar todas estas teorías
cia, estos dos sencillos hechos no hacen sino ahondar nuestro miste- -al menos, por supuesto, no en forma definitiva-, pero debemos
rio fundamental. En cualquier caso, el aumento de la educación debe- comenzar a cribar la lista. Resulta tentador suponer que un gran efec-
ría haber incrementado el compromiso cívico. Por tanto, esta primera to (como el abandono del compromiso cívico) ha tenido una gran
incursión exploratoria nos deja más perplejos que antes. Sean cuales causa (como las familias en que trabajan ambos cónyuges, el materia-
fueren la fuerzas que determinan el brusco descenso del compromiso lismo o la televisión), pero tal suposición suele ser una falacia. Una
cívico y del capital social, estas fuerzas han afectado a todos los estra- tendencia social tan omnipresente como la que estamos investigando
tos de la sociedad norteamericana. El capital social se ha d~bilitado tiene probablemente múltiples causas, por lo que nuestra tarea con-
entre uno de cada doce norteamericanos que han disfrutado de las sistirá en evaluar la importancia relativa de esos factores.
ventajas de unos estudios universitarios, lo ha hecho también entre Una solución, aunque sea parcial, a nuestro misterio debe superar
uno de cada ocho norteamericanos que ni siquiera lograron ingresar varias pruebas.
en un instituto, e igualmente entre todos los estratos en conjunto. El
misterioso ahandono del compromiso ocurrido en el último tercio de • ¿Guarda relación el factor explicativo con el capital soczal y el com-
un siglo ha afectado a todos los escalones de nuestra sociedad. promiso cívico? De no ser así, resulta difícil ver por qué habría que
¿Por qué? 253

incluir ese factor en la rueda de identificación de sospechosos. Por


eiemplo, durante el período en cuestión han entrado muchas muje-
res en el mundo laooral asalariado, pero si resultara que las muieres Capitulo 11
trabaiadoras no participan menos en la vida de la comunidad que
las amas de casa, seria difícil atrihuir el descenso en las organizacio~ Presiones de tiempo y dinero
nes comunitarias al ~'lumento de familias en que trabajan ambos
cónyuges. R
• ¿Se trata de una (orrelacirin espuria? Si, por ejemplo, los padres El sospechoso más obvio de nuestra tendencia a ahanJonar los asun-
tendieran él asociarse más que las personas sin hijos, este dato po~ tos de la comunidad es el traiín, que todo lo invade. Ésta es la expli-
dría ser un mdicio importante. Sin embargo, si la correlación entre cación favorita de todo el mundo para la pérdida del compromiso. La
estado parental y compromiso cívico se debiera enteramente a los razón citada más a menudo por los norteamericanos para explicar su
efectos de la edad, por ejemplo, tendríamos que retirar de nuestra no participación es: «No tengo tiempo». «Estoy demasiado ocupa~
lista de sospechosos el descenso de la tasa de natalidad. do}>, es de lejos la explicación más común ofrecida para no realizar
• ¿Ha experimentado un camhio significativo el factor explicativo tareas de voluntariado. Es cierto que actualmente nos sentimos más
propuesto? Supongamos, por eiemplo, que la gente que se muda a ocupados que los norteamericanos de hace una generación: la pro-
menudo tiene raíces comunitarias más superficiales. Eso podría ser porción de quienes decimos que «andamos siempre con prisas» subió
una parte importante de la respuesta a nuestro misterio, pero sólo en más de un 50% entre mediados de las décadas de I960 y de I99 0 .
si la propia movilidad de residencia hubiera aumentado durante A lo largo de las de I980 y I990 fueron cada vez más los norteameri-
ese período. (La imposibilidad de soslayar este obstáculo es lo que canos que afirmaban «trabajar muy duramente casi todo el tiempo»
nos llevó a desechar cualquier cargo contra la educación.) y quedarse a menudo «trabaiando hasta tarde». Los grupos que se
• ¿Es posible que el factor explicativo propuesto sea resultado del sienten más agobiados son los trabajadores de iomada completa (en
abandono del compromiso cívico, y no su causa? Por ejemplo, aun- especial la personas con una formación académica avanzada), las
que la lectura de periódicos guardara una correlación estrecha con mujeres, las personas de eotre veinticinc;ü y cincuenta y cuatro años, y
el compromiso cívico en cuanto a individuos y tiempo, necesitarÍa- los padres y madres de hiios pequeños, sobre todo los solteros.' Estas
mos sopesar la posibilidad de que una menor circulación de prensa pautas resultan poco sorprendentes, y sin embargo esos mismos gru-
fuera el resultado (y no la causa) de esa pérdida de compromiso. pos de personas han sido especialmente activos en la historia de la
vida comunitaria. Quizá el malo de la película sea sencillamente el ex-
Los cinco capítulos siguientes examinan las posibles influencias ejer- ceso de trabajo.
cidas sobre la creación y destrucción de capital social cotejándolas Otras causas posibles del abandono del compromiso son unas pre-
con esta serie de puntos de referencia. siones económicas endémicas, la inseguridad en el empleo y el des-
censo de los salarios reales, en especial en los dos tercios inferiores de
la escala de distribución de ingresos. El clima económico de Estados
Unidos de mediados de la década de I970 a mediados de la de I99 0
fue de una creciente ansiedad. Así pues, es posible que las presiones
conjuntas de tiempo y dinero sean (según se dice a los encuestadores)
la principal explicación de nuestra pérdida de compromiso cívico. Sin
embargo, encontrar pruebas suficientes para condenar (o absolver) a
;(lor qur? Presio!1es de 1/('fnfJo y dúu'r(J
--------------------
esos sospechosos -;] nuestra menor disposición de tiempo para los duda por otros observadores, pero sin duda no es evidente que ten·
amigos, los vecinos y los asuntos cívicos, simplemente porque nos ve· gan menos. Según los sondeos de opinión Harris, la media del tiempo
mos en mayores dificultades que nunca para mantenernos económi- de que dicen disponer los norteamericanos «para relajarse, ver la tele·
camente a la altura- resulta ser una tarea inesperadamente difícil. visión, practicar deportes o aficiones, nadar o esquiar, ir al cine, al te·
Dadas las contracorrientes con que nos encontramos al buscar prue- atro o a conciertos, o para practicar otras formas de entretenimiento,
bas significativas, pido al lector que no emita un veredicto definitivo reunirse con amigos, etc,» se ha mantenido sólidamente constante en-
hasta llegar al final del capítulo. tre diecinueve y veinte horas semanales durante el último cuarto de
En primer lugar no está del todo claro que los norteamericanos en siglo. (Los dietarios de empleo del tiempo indican que en realidad dis-
conjunto trabajen con más dureza que sus padres en el momento álgi- ponemos del doble de tiempo libre.) A pesar de ciertos datos conflic-
do del auge del civismo en la década de 1960. Los economistas Ellen tivos, parece razonable concluir que los últimos treinta años no han
McGrattan y Richard Rogerson exponen que en total «el número de conocido en Estados Unidos un descenso general del tiempo libre que
horas laborales por persona se ha mantenido más o menos constante pudiera explicar el abandono del compromiso cívico. 4 De hecho, es
en Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial», ese medio si- muy posible que a lo largo de esos años se haya dado un significativo
glo durante el cual (según hemos visto) el compromiso civil comenzó aumento neto del tiempo de ocio. Sin embargo, antes de dejar libre al
robusteciéndose para luego marchitarse.' Bajo esta estabilidad de sospechoso, necesitamos identificar en concreto cómo se han distri-
conjunto se han dado importantes cambios en la distribución del tra- buido las ganancias y pérdidas de tiempo libre.
bajo remunerado entre hombres y mujeres, y entre personas mayores En primer lugar, una gran parte del nuevo «tiempo libre» se ha pre·
y jóvenes. En conjunto, los hombres dedicaron menos horas al traba- sentado bajo formas que no son fácilmente convertibles en compro-
jo remunerado en la década de 1990 que en la de 1950. En concreto, miso cívico. Una porción del mismo aparece en miles de momentos
los hombres de más de cincuenta y cinco años disfrutan de más tiem- dispersos en medio de un horario agobiado, y otra en grandes frag-
po libre por día, muchos de ellos debido a jubilaciones anticipadas y mentos involuntarios a disposición de personas mayores obligadas a
otros de formr! involuntaria. Es evidente que las mujeres trabajan acogerse a una jubilación anticipada. En segundo lugar, rodas las par-
más horas fuera de casa hoy que hace treinta años, fenómeno que tra- tes que intervienen en el debate sobre las horas de trabajo están de
taremos con más detalle en páginas posteriores. Entre los economis- acuerdo en que los norteamericanos con menos estudios han ganado
tas es materia de debate si los hombres y las mujeres presentes en el en tiempo libre, mientras que la mayoría de sus conciudadanos con
mundo lahoral trahajan actualmente más tiempo que hace una gene- formación universitaria lo han perdido. La diferencia en horas por se-
ración, pero lo más probable es que no se hayan producido demasia- mana entre los norteamericanos universitarios y quienes abandona·
dos cambios. Los dietarios de ocupación del tiempo indican que se ron los estudios en el instituto se alargó de seis en 1969 a trece en
han reducido las cargas soportadas durante la parte no laboral de la 199 8 . Según señalan Robinson y Godhey, la «clase trahajadora» tie-
jornada, incluidas las tareas del hogar y el cuidado de los hijos (pues ne menos trabajo, y la «clase ociosa» menos ocio. En tercer lugar, las
actualmente se tienen menos). En realidad, John Robinson y Geoffrey familias en que trabajan ambos cónyuges pasan en el trabajo más
Godbey hablan de una ganancia de 6,2 horas semanales de tiempo li- tiempo del que solían: las parejas casadas dedicaron a trabajar una
bre para el norteamericano medio entre 1965 Y 1995 -4,5 horas para media de catorce horas más por semana en 1998 que en 1969. En
las mujeres Y 7,9 para los hombres-, debido sobre todo a una reduc- otras palabras, para ese segmento de la sociedad -padres de clase me-
ción de las tareas domésticas y a una anterior juhilación) dia con una buena educación-, cuyas energías han suministrado his-
La afirmación de Robinson y Godbey de que los norteamericanos tóricamente a la infraestructura comunitaria uría parte mayor de la
tienen ahora más tiempo libre que hace unas décadas es puesta en que proporcinalmente les correspondía, los apuros de tiempo son

l
,J.-
Presumes de tiemf)() y dinero

reales. Quizá hemos sido testigos de una redistribución del tiempo li- guir que se haga algo es encargárselo a una persona ocupada. Una ra-
bre, que ha pasado de la gente que lo habría invertido en compromi- zón de que algunos nos sintamos agobiados es precisamente el estar cí~
so comunitario (sobre todo mujeres jóvenes y con más estudios) a vicamente comprometidos. Ninguno de esos dos hechos implica que si
otra con más prohahilidad de consumirlo en actividades privadas (so- nos ocupamos todavía más (por ejemplo trabajando muchas más ho-
bre todo hombres mayores y con menos estudios).' ras), vayamos a participar también más en la vida comunitaria, pues la
Finalmente, aunque la mayoría de nosotros tenemos suficientes ho- limitación de las veinticuatro horas del día será en algún momento un
ras libres para invertirlas en actividades de la comunidad, mis horas obstáculo insuperable. Por otra parte, la evidencia nos enseña que el
libres no son necesariamente las mismas que las de otro, por lo que la trabajo duro no impide el compromiso cívico. Los estudios de los die-
coordinación de planes se ha hecho más laboriosa. Esta interpreta- tarios de ocupación del tiempo muestran, como era de prever, que la
ción concuerda con el hecho señalado anteriormente de que las for- gente que pasa más tiempo trabajando se siente más apurada, y esas
mas colectivas de compromiso cívico han decaído con mayor rapidez almas agobiadas dedican menos horas a comer, dormir, leer libros,
que las individuales.(' practicar aficiones y no hacer nada. Comparados con el resto de la po-
Sin embargo, dos conjuntos adicionales de pruebas no concuerdan blación, pasan también menos tiempo viendo la televisión, casi un
con esta" liosa" teoría del abandono del compromiso cívico. En pri- 30 % menos. Sin embargo, no dedican menos tiempo a actividades or-
mer lugar, unas fuertes exigencias de tiempo no están asociadas a una ganizativas. 9 En resumen, quienes se hé1l1an siempre en danza renun~
menor participación en la vida cívica, ni siquiera entre personas con I cian a la serie Urgencias antes que a la Cruz Roja, y a Friends antes
idénticos niveles de educación e ingresos. Al contrario, las personas \ que a los amigos. Las personas ocupadas tienden a renunciar a la úni-l
con empleo son más activas 'cívica y socialmente que las que se hallan \ ca actividad -ver la televisión- sumamente letal para el compromiso f
fuera del merc::¡dn del trahajo retribuido; y entre Jos trabajadores, un ,¡ comunitario (según veremos en el capítulo 13).
número mayor de horas va unido a menudo a más compromiso cívico, Una segunda razón para dudar de que el ajetreo de la vida contem-
no a menos. Las personas que dicen soportar las presiones más fuertes poránea explique en gran parte el declive del compromiso cívico es
de tiempo tienden más, no menos, a participar en proyectos comunita- que dicho declive es prácticamente igual de pronunciado entre quie~
rios, asistir a la iglesia y a reuniones de club, estar al tanto en política, nes se sienten menos agobiados que entre quienes padecen un agobio
dedicar tiempo a visitar amigos, recibir en casa y otras actividades si-
milares.? Según un estudio -yen contra de lo que sostiene la teoría eco-
1
!
máximo. La reducción del compromiso cívico y social se refleja per-
fectamente entre quienes trabajan a jornada completa, entre quienes
nómica estándar-, las personas con más horas de trabajo retribuido lo hacen a jornada partida y entre quienes no forman parte de la
suelen realizar más tareas de voluntariado, y la gente con dos ocupa- mano de obra retribuida. Incluso entre el tercio de la población norte-
ciones tiene más probabilidades de trabajar como voluntaria que quie- americana,que dice disponer de ((mucho tiempo libre», la asistencia a
nes sólo eJercen un empleo. En un estudio exhaustivo sobre los facto- la iglesia ha descendido de un r 5 a un 20 %, la presencia en clubes un
res determinantes de la participación, el politólogo Sidney Yerba y sus 30 % y las invitaciones a amigos un 35% a lo largo de las dos últimas
compañeros han llegado a la conclusión de que la cantidad de tiempo k décadas.'o La prolongación del horario laboral y un programa de acti-
libre de una persona influye poco o nada en que sea o no cívicamente 1 vidades febril no pueden ser las únicas razones de que la gente aban-
activa. La actividad social que las personas ocupadas y agobiadas
practican menos que otras es casi únicamente la de cenar en familia. 8
La correlación positiva entre actividad cívica y horas de trabajo no
significa ciertamente que el hecho de trabajar más sea la causa de un
i1 done la vida comunitaria. Aunque estos factores pueden haber contri-
buido a elJo, en especial entre el tipo de personas que han cargado
históricamente en Estados Unidos con un peso mayor del que les
correspondía en las tareas organiza ti vas, no son sin duda la única
mayor compromiso cívico. Todos sabemos que la manera de con se- causa.

'-11
¿Por qué? Presiones de ttempo y dinero 259

mujeres que forman parte del tercio de la población con mayores pre-
Si las presiones del tiempo no son el principal culpable que buscamos, ocupaciones económicas asisten a reuniones de clubes sólo dos terce-
¿qué ocurre con las económicas? Algunos indicios importantes apun- ras partes de lo que lo hacen quienes constituyen el tercio de la pobla-
tan en esta dirección. En primer lugar, las angustias económicas han ción con menos proecupaciones. i4
aumentado claramente a lo largo del último cuarto del siglo xx. A co- Las angustias económicas no van asociadas sólo a una menor asis-
mienzos de la década de J970 la inflación provocada por la guerra de tencia al cine -consecuencia quizá natural de tener una cartera menos
Vietnam más dos crisis petrolíferas mundiales y masivas corrieron el surtida-, sino también a pasar menos tiempo con los amigos, a jugar
telón sobre la bullente prosperidad económica de las décadas de 1950 menos a las cartas, a recibir menos en casa, a frecuentar menas la
Y 196o. Dos décadas de vacas gordas fueron seguidas, a la manera bí- iglesia, a realizar menos tareas de voluntariado ya interesarse menos
blica, por otras dos de vacas flacas e inquietas. Durante las de 1970 y por la política. Las dificultades económicas impiden incluso las acti-
1980 los temores económicos aumentaron entre los norteamericanos vidades sociales de poco o de ningún coste monetario. En realidad, la
de cualquier condición, y la propia recuperación de la década de 1990 única actividad de ocio que guarda una relación positiva con la an-
no eliminó el malestar generalizado que dejaron las dos anteriores. A gustia económica es ver la televisión. Es más, si sumamos las dificul-
comienzos de 1975, en lo hondo de la recesión más grave ()currida en tades económicas, los ingresos y la educación para predecir diversas
cuarenta años, el 74 % de los norteamericanos seguía diciendo aún que formas de compromiso cívico y vinculación social, los ingresos care-
sus «ingresos familiares eran lo bastante elevados como para satisfacer cerán de significación. En otras palabras, lo que inhibe el compromi-
casi todos sus deseos importantes», pero en 1999, a pesar de ocho so social no son los ingresos bajos por sí mismos, sino las preocupa-
años ininterrumpidos de crecimiento, ese mismo barómetro de satis- ciones financieras que generan. Cierto sentimiento de vulnerabilidad
facción económica había bajado a un 6J 'Yo.! En medio de la prosperi-
I
económica menoscaba el compromiso comunitario incluso entre la
dad de la década de 1990 los norteamericanos seguían estando máj gente adinerada.
preocupados y asustados económicamente que treinta años antes, qui >/ Esta lista de datos es de una gran fuerza. ¡ s Las maJas rachas econó-
zá porque entretanto habían aumentado sus aspiraciones materiales. l micas reducen nuestros ingresos, incrementan nuestro endeudamien-
También es cierto que las preocupaciones financieras y los proble- to y hacen nuestros empleos más precarios (y quizá más exigentes).
mas económicos ejercen un efecto profundamente de'primente sobre Aumentan las tensiones y decae el compromiso cívico. El caso no pa-
el compromiso social tanto formal como informal. Según vimos en el rece tener vuelta de hoja. Sin embargo, la defensa dispone de algunas
capítulo 3, la Gran Depresión provocó la única interrupción signifi- poderosas contrapruebas. En primer lugar, el declive del compromiso
cativa en la marea ascendente de participación cívica y vinculación cívico en sus diversas formas parece haber comenzado antes que los
social de los dos primeros tercios del siglo xx. En contra de las expec- ,1 problemas económicos de la década de 1970, y se mantuvo en las
tativas de que el desempleo fuera a radicalizar a sus víctimas, los psi- mismas cotas durante el auge económico de mediados de la de 1980 y
cólogos sociales descubrieron que los parados se volvían pasivos y re-
j finales de la de 1990. La economía experimentó diversos altibajos, *
traídos, tanto social como políticamente." A medida que la situación pero el capital social no dejó de menguar.
económica de una persona se hace más penosa, su foco de atención se En segundo lugar, el descenso del compromiso y la vinculación es
reduce a la supervivencia personal y familiar. La gente con ingresos prácticamente tan grande entre los sectores adinerados de la pobla-
más bajos y quienes sienten estrecheces económicas participan mu- 1 ción norteamericana como entre quienes perciben unos salarios bajos
cho menos en cualquier forma de vida social y comunitaria que quie- i y medios, con pocos signos de que esa pérdida de la participación se
nes se encuentran en mejor situación. Si comparamos, por ejemplo, a concentre entre quienes han resultado más castigados por las dificulta-
personas con niveles de ingresos y formación idénticos, los hombres y 1 des económicas de las dos últimas décadas. Por ejemplo, entre el tercio
260 Presi()nes de tiemp() y dinero

de la poblacihn de Estados Uniuos menos afcctJda por problemas eco~


nómicos, la asistencia a reuniones de club cayó de trece a seis veces al La salida de las mujeres del hogar para formar parte de la mano de
año, mientras que entre los más afectados el descenso fue de llueve ve- obra retribuida es el cambio social más portentoso del último medio
ces a cuatro anuales. Hasta en el caso del único norteamericano afor- siglo. El porcentaje de mujeres que trabajan fuera de casa se ha dupli-
tunado de cada dieciocho que confiesa que su familia dispone «sin la cado, pasando de menos de una de cada tres en la década de 1950 a
menor duda de más dinero para gastos extraordinarios que la mayoría casi dos en la de 1990. Las mujeres dedicaron a trabajos asalariados
de sus vecinos», el ritmo de invitaciones a su casa bajá de diecisiete ve- aproximadamente una hora diaria más, por término medio, en la dé-
ces al año en 1975 a diez en 1999, mientras que sus asistencias anuales cada de 1990 que en la de I960, y como cada día tiene sólo veinticua-
a clubes descendieron de trece a cinco.lr, La buena fortuna económica tro horas, no ha quedado más remedio que dejar de hacer algo. La
no ha garantizado el mantenimiento de un compromiso cívico. mayor parte de este tiempo adicional dedicado al trabajo, si no todo,
Algunos observadores de las tendencias del capital social sostienen se recuperó reduciendo las tareas domésticas y el cuidado de los ni-
que su descenso en los últimos veinte años se ha concentrado entre los ños, pero parece plausible que esos recortes afectaran también al
sectores más «marginados» de la población.!7 Otros, en cambio, atri- compromiso con la comunidad. l l La mayoría de nuestras madres
buyen el abandono del compromiso cívico a una élite de clase media eran amas de casa que hacían grandes inversiones en la formación del
alta desertora y centrada en sí misma que ha abandonado sus tradi- capital social, jerga con la que nos referimos a las incontables horas
cionales responsabilidades cívicas. di En mi opinión, el balance de las no retribuidas dedicadas a comidas dadas en la iglesia, reuniones de
pruebas contradice ambos puntos de vista, pues el dato fundamental padres y profesores, charlas tomando un café y visitas a amigas y pa-
es que según casi rodos los indicadores del abandono del compromiso rientes. Aunque la revolución feminista ha sido bien recibida y el re-
cívico y scg,ún (oJos los relarivos a la situación socioeconómica, las traso de su llegada era ya muy grande, cuesta creer que no haya teni-
tendencias son muy similares en cualquier nivel. Es posible que, exa- do ningún efecto sobre la vinculación social. ¿Podría ser ésta la razón
minados al microscopio, los abandonos sean ligeramente mayores primordial del declive del capital social durante la última generación?
entre las personas con problemas económicos, pero las diferencias Conseguir un empleo fuera de casa tiene dos efectos contrarios so-
son mínimas y nada sistemáticas.'<;l Es cierto que quienes se hallan en bre el compromiso comunitario: aumenta las posihilidades de esta-
una situación cómoda no están desertando con tanta rapidez como blecer nuevos contactos y de comprometerse, y al mismo tiempo re-
los afectados, pero tampoco están desentendiéndose de sus compro- duce el tiempo disponible para explorar esas posibilidades.
misos mucho menos. En términos generales las personas activas en el mundo laboral par-
Si mantenemos constantes tanto los ingresos reales como la satis- ticipan más en la vida de la comunidad. La función de ama de casa
facción económica (un recurso más fácil de aplicar en el mundo esta- suele causar aislamiento social. Las amas de casa pertenecen a grupos
dístico que en el real), se atenúa poco la caída del compromiso cívico diferentes de aquellos de los que forman parte las mujeres trahajado-
y la vinculación social. En el mejor de los casos la difusión de la an- ras (por ejemplo, a más asociaciones de padres y profesores y a menos
gustia económica explicaría del 5 al 10 % del declive total en cuanto a asociaciones profesionales), pero en conjunto las mujeres trabajado-
asistencia a la iglesia, afiliación a clubes, invitaciones a casa y otras ras están afiliadas a un número ligeramente menor de asociaciones
prácticas similares. w Ni el bienestar económico objetivo ni el subjeti- .,'i voluntarias. A comienzos del siglo xx los hombres pertenecían a más
1
vo han vacunado a los norteamericanos contra el virus del abandono organizaciones cívicas y profesionales, y participaban de forma más
del compromiso cívico. Las presiones de tiempo y dinero son actores 1 activa en la vida pública, pero las diferencias en función del sexo se
de reparto en nuestro relaro de intriga, pero a ninguno de ellos se les han difuminado a medida que las mujeres han entrado a formar par-
puede asignar fácilmente un papel proragonista. te de la pohlación activa. u
; ['()r qur/ Presiones de tiempo y dmero 2óJ

La brecha del «compromiso público» se ha cerrado a lo largo de las rece recortar el cuidado del hogar en aproximadamente un 10 %, la
últimas décadas a medida que ciertas actividades, cama la de trabajar asistencia a clubes y a la iglesia en torno a un 15 %, las visitas infor-
para un partido político o actuar como dirigente de una organiza- males a amigos en un 25% y las actividades de voluntariado en más
ción, han ido decayendo con mayor rapidez entre los hombres que de un 50%. Además, los maridos de mujeres que trabajan a jornada
entre las mujeres, algunas de las cuales no se han introducido en completa tienden, lo mismo que sus esposas, a asistir menos a la igle-
círculos influyentes hasta fechas recientes. Mientras el número de sia, realizar menos tareas como voluntarios y recibir menos en casa.
hombres que se presentaban a cargos públicos descendió en torno a En cambio, en igualdad de condiciones respecto a todo lo demás, las
una cuarta parte entre J974 y J994, el de mujeres candidatas creció mujeres que trabajan la jornada completa (y sus maridos) dedican
a lo largo de esos años, reduciendo considerablemente la diferencia más tiempo a esparcimientos personales como el vídeo, el cine, la te-
por motivos de género, al menos en el terreno local.l3 De manera si- levisión y el ir de tiendas: en resumen, a «desconectar». Cuando los
milar, aunque la pertenencia al colegio de abogados ha ido a la zaga dos miembros de una pareja han trabajado durante todo el día en
del aumento de éstos, el hecho de que haya más abogadas ha supues- profesiones de una gran exigencia, la actividad de ocio preferida es
to un incremento en la cifra de mujeres activas en dicho colegio. En comprensiblemente el esparcimiento, no un compromiso cívico frené-
este sentido, el movimiento de las mujeres hacia la igualdad profesio- tico. Este tipo de evidencias hace verosímil suponer que la entrada de
nal ha tendido a aumentar su implicación CÍvica. las mujeres en el mundo laboral asalariado ha contribuido de manera
En una categoría concreta y cada vez más numerosa -las madres importante al declive nacional del compromiso comunitarioY'
solteras- hay pruebas sólidas de que el trabajo fuera de casa ejerce un En síntesis, trabajar fuera de casa, en especial si se trata de un tra-
efecto favorable sobre prácticamente todas las formas de compromi- bajo a jornada completa, es una espada de dos filos para el compro-
so cívico, desde la pertenencia a un club hasta el interés por la políti- ¡ ( ,miso cívico: más oportunidades, pero menos tiempo. Debido en parte
ca. l4 Al tener niños que cuidar y no contar con un cónyuge que les ~~ a estas corrientes contrapuestas, resulta difícil conciliar ciertos datos
ayude, esas mujeres suelen estar socialmente aisladas, si exceptuamos '; probatorios con la teoría de que la liberación de la mujer ha provoca-
sus vinculaciones laborales. En resumen, trabajar fuera del hogar sig- do nuestra crisis cívica. Los datos de los dietarios sobre el uso del
nifica estar en contacto con un conjunto más amplio de redes sociales tiempo obtenidos entre 1965 y 1985 muestran, por ejemplo, que aun-
y comunitarias. Dado que este factor es predominante, la entrada de que en los últimos años el descenso de la actividad organizativa real
las mujeres en el mundo del trabajo retribuido no contribuyó sin se concentra en las mujeres, en realidad las que tienen un empleo de-
duda al declive del capital social y el compromiso cívico en la nación, dican más tiempo que antes a las organizaciones, mientras que las
y de hecho pudo haber aminorado ese declive. mujeres sin empleo les dedican menos. Además, los datos de los die-
Por otra parte, tradicionalmente las mujeres han dedicado más tiem_\ tarios indican que la decadencia del schmoozing a partir de I 96 5 se
po que los hombres a los contactos sociales. Aunque los hombres per- ha concentrado también en las mujeres sin empleo. El descenso en la
tenecen a más organizaciones, las mujeres les dedican más tiempo. Las afiliación a la PTA yen la asistencia a clubes ha sido en realidad ma-
mujere~ pasan también ~ás tiempo. e~ conversaciones informales y en yor entre las «mamás tradicionales», es decir, las mujeres casadas con
Otros tipOS de schmoozmg, y partlClpan más en actividades religio- i hijos en casa y sin un empleo retribuido." Estas cifras dan a entender
sas.'S Debido precisamente a la gran cantidad de tiempo dedicado tra- ¡
¡ que las mujeres que trabajan a jornada completa son quizá más resis-
dicionalmente por las mujeres al capital social, su tasa de inversión se tentes a esa caída que las no trabajadoras.
ha visto reducida por su entrada en el mundo del trabajo retribuido.
Si comparamos dos mujeres de la misma edad, estudios, seguridad
l Estas pautas pueden ser, al menos en parte, una ilusión óptica, pues
las mujeres que han optado por formar parte del mundo laboral difie-
económica y estado civil y familiar, el empleo a tiempo completo pa- ren sin duda en muchos sentidos de las que han decidido quedarse en
1,
1

J
¿ Por qué? PresIones de tiempo y dmero

casa. Ciertas formas de compromiso comunitario parecen quizá ha-


llarse en auge entre las mujeres trabajadoras y en descenso entre las
amas de casa precisamente porque el tipo de mujeres que en un perí-
odo anterior estaban más implicadas en sus comunidades han tendido
a formar parte del mundo del trabajo en una proporción superior a la
que les correspondía, reduciendo así simultáneamente el nivel medio Porcentaje
sobre el
de compromiso cívico entre las restantes amas de casa, y elevando esa total de
mUjeres
misma media entre las que ocupan puestos de trabajo. Es obvio que
no hemos realizado un gran experimento nacional controlado sobre
los efectos del trabajo en el compromiso cívico de las mujeres, experi-
mento en el que se asignaría aleatoriamente a las mujeres trabajar o SallsfdcC,tlr>
quedarse en casa; por tanto, es difícil resolver la cuestión relativa a la
autoselección y la causalidad. TrabilJo a
tiempO paroal
Podemos hacernos una idea mejor de las consecuencias del empleo TrabalO a Jomada
completa
para la vida CÍvica y social de las mujeres si consideramos simultánea-
FIGURA 47: Mujeres norteamer'lcanas que trabajan por decisión
mente dos aspectos de su vida laboral:
propia o por necesidad (1978-1999)
r) Aumento del tiempo dedicado al trabajo fuera del hogar.
2) Preferencia por el empleo fuera del hogar.
Los datos de DDB Needham Life Style nos permiten medir simultá- pues su cifra ha llegado casi a doblarse desde a proximadamente el
neamente estos dos aspectos. La encuesta comenzó preguntando a to- 21 % del total de las mujeres en 1978 hasta el 36% en J 999; la flecha

das las mujeres SI trabajaban a jornada completa o a tiempo parcial, o de la columna representa esta tendencia. La columna B representa a
si eran amas de casa de pleno empleo. A quienes trabajaban la jorna- las mujeres con un trabajo de jornada completa practicado primor-
da com pleta o una parte de ella se les preguntaba a continuación si lo dialmente por satisfacción personal; constituyen el rl % de la mue~­
hacían ante todo por satisfacción personal o por necesidad económi- tra total, cifra que no ha cambiado mucho a lo largo de estas dos de-
ca. A las que eran exclusivamente amas de casa se les preguntó si se cadas. En otras palabras, del total de mujeres trabajadoras a tiempo
quedaban en el hogar primordialmente por satisfacción personal o completo, la parte que dice estar haciéndolo ante todo por necesida-
por cuidar de los hijos. En el mundo real, esas decisiones se toman, des económicas ha aumentado de dos tercios a más de tres cuartos (la
como es natural, por una mezcla de todos esos motivos y algunos figura 4 8 resume esta tendencia). En estas encuestas, al menos, la
otros. ,R Sin embargo, estas preguntas de tipo general distinguen, práctica totalidad del aumento en el empleo a jornada completa entre
como un primer desglose aproximativo, entre las mujeres que traba- las mujeres norteamericanas durante los veinte últimos años es atri-
jan (o no) sobre todo porque desean hacerlo, y las que trabajan (o no) buible a presiones económicas, y no a la satisfacción personal. '9
principalmente porque tienen que hacerlo. La columna e representa a las mujeres que trabajan a tiempo par-
La figura 47 muestra cómo se distribuyen las mujeres en función de cial fuera de casa y lo hacen ante todo por razones económicas, mien-
estos dos factores. La columna A representa a las mujeres con un em- tras que la columna D representa a quienes trabajan a tiempo parcial
pleo de jornada completa debido principalmente a la necesidad eco- por satisfacción personal. Cada uno de estoS dos grupoS suma del rO
nómica; a lo largo de las dos últimas décadas han sumado una media al r r % del total de las mujeres, con una tendencia moderada a que
del 3 r % ?el total. Esta media es, sin embargo, un tanto engañosa, con el paso del tiempo las razones económicas superen en importan-

1
266 ¿Por qué? PresIones dc tiempo y dinero
.---'---

,., sentido esta diferencia podría ser un reflejo de las consecuencias del

J5
V
~" '. "'" trabajo: o quizá podría reflejar una autoselección, Si las mujeres que
trabajan van a la iglesia menos a menudo que, por ejemplo, las amas
de casa de dedicación plena, ¿se deberá a presIOnes del tiempo y a obli-
g 30 0
.,¿.r
gaciones que entran en conflicto, o a que las mujeres piadosas tie.nden
~ .....-- Tr~baJan
a Jornada menos a trabajar fuera de casa? Aquí, la distinción hecha en la figura
~ 25
:;
E .,.,.- ~' ;~~~::~~,
económicos
47 entre mujeres que trabajan (o no) porque desean hacerlo (colum-
!: 20
"0'- T(~llilidn d
nas F, D Y E) Y las que trabajan (o no) porque tienen, que hacerlo (co-
~ Jornada lumnas E, e y A) nos proporciona cierto apoyo analitlco Utll.

'. • I
completa por
~ 15
,. satIsfaCCIón
Si comparamos la columna A con la E, cotejaremos mUjeres que
'.
personal
~
trabajan todas ellas a jornada completa, pero unas por ne~esldad
".
A
2. 10
(columna A) y otras por decisión personal (columna E). Es deCir, esta-
remos comparando mujeres cuyas circunstancias la~o~ales ~on Simi-
lares, pero cuyas preferencias difieren. De manera SImilar, SI compa-
1<)75 1980 1995 2000
ramos la columna A con la F, cotejaremos mUjeres que al parecer
preferirían no trabajar fuera de casa, pero unas e~tán trabajando por
FIGURA 48: Aumenta el número de mujeres que trabajan necesidad (columna A), mientras que otras se SIenten contentas de
1
por necesidad (1978,1999) quedarse en el hogar (columna F), Es decir, estaremos comparando

cia a la satisfacción personal. La columna E representa a las madres


j mujeres cuyas preferencias son similares, pero cu~as clrcu~sta~clas
laborales difieren. Es verdad que la vida encierra mas complicaCIOnes
que se quedan en casa y dicen que su principal razón es el cuidado de de las que puede abarcar un simple gráfico. La mayoría de las mujeres
(como la mayoría de los hombres) tienen sentimientos vafla~o~ y
los hijos; a lo largo de estas dos décadas han sumado el 8 % de las
mujeres, cifra que ha descendido de alrededor del 11% en 1978 al 1'1 muy complejos tanto hacia el trabajo como hacia el hogar, y la distin-
7 % en 1999. Finalmente, la columna F representa a las mujeres que , ción entre (satisfacción personal}} y «necesIdad}} es demaSIado tosca
por razones de satisfacción personal no trabajan fuera del hogar. Du- para captar las motivaciones subyacentes. No ofrezco la figura 47
rante las dos últimas décadas esta categoría ha descendido del 37°/0 como una exposición que dé cuenta de las complicadas deCISiones (al-
aproximadamente del total de mujeres en 1978 al 23 % en 1999. No gunas de las cuales no lo son en sentido pleno) que deben tomar las
es de extrañar que las columnas E y F representen en una proporción mujeres en el mundo real. Sin embargo, dicha figura noS proporcIOna
superior a lo normal a mujeres de diferentes etapas del ciclo de vida. una plantilla útil para tratar a continuación de las consecuenCias del
Las madres que se quedan en casa (columna E) son diez años más jó- trabajo de la mujer en el compromiso cívico. , . ,
venes que la media nacional. En cambio, la categoría de las amas de Consideremos, en primer lugar, la relación entre el trabajO y la aSIs-
casa a tiempo completo que se sienten personalmente satisfechas (co- tencia a un club. Las mujeres que trabajan a jornada completa aSisten
lumna F) incluye un número mayor de mujeres jubiladas, y esta cate- a un númerO menor de reuniones de club que las demás. La figura 49
goría es diez años mayor que la media nacional. ilustra con más detalle cómo la asistencia al club varía tanto en fun-
Un difícil rompecabezas que se plantea al estudiar los efectos del ción de la naturaleza del trabajo de la mujer como de las motivacio-
trabajo en el comportamiento de las mujeres es el siguiente: si resulta nes de ésta, En cada categoría la altura de la columna representa la
que las mujeres trabajadoras difieren de las amas de casa en algún frecuencia relativa de asistencia a reuniones de club entre esas muje-

í
J
¿Por qué? Presiones de tIempo y dinero

res. (Es necesario estahlecer alguna comparación estándar; por tanto miso del hombre medio. Tanto si trabajan a jornada completa como a \
comparamos de forma arbitraria cada categoría con la frecuencia tiempo parcial, como si no trabajan fuera de casa, y tanto silo hace,n {.
media de asistencia a clubes entre los hombres, representada por la por decisión propia como por necesIdad, las mUJeres dedIcan mas
base de la figura 49. Para centrar nuestra atención en los efectos del tiempo a la vida asociativa que el promedio de los hombres.
trabajo por sí mismo, nuestro análisis estadístico mantiene constan- En segundo lugar, el trabajo a jornada completa reduce significati-
tes otros factores qu.e afectan al compromiso comunitario, entre-ellos vamente la asistencia a clubes, al margen de si el trabajo se realiza
los estudios, el año de nacimiento, el año de la encuesta, el estado ci- por decisión propia o por necesidad. (Esta situación aparece repre-
vilo familiar, los problemas económicos y el arraigo en la comuni- sentada en el gráfico por el brusco descenso de las dos columnas de la
dad.)l 0 Así, las mujeres que trabajan a jornada completa por necesi- derecha.) Además, las mujeres cuya condición laboral se debe a una
dad económica asisten por término medio a reuniones de club 0,7 decisión personal (tanto si se quedan en el hogar a tiempo completo
veces al año más que un hombre tipo. En cambio, las mujeres que son como si van a trabajar toda la jornada, o si combinan ambas situa-
amas de casa por decisión propia (columna posterior izquierda de la ciones) participan más de la vida organizativa que las que se hallan
figura 49) asisten a reuniones de clubes 2,7 veces al año más que un en esas mismas circunstancias por necesidad. (Esta situación aparece
hombre medio, o dos veces al año más que sus compañeras que tienen representada en el gráfico por la mayor altura de las columnas del
por necesidad un empleo de jornada completa. (Como hemos mante- fondo.) La menor participación se da entre las mujeres que trabajan
,~ a jornada completa no por deseo, sino por necesidad. Estas mujeres
nido constantes las variables de los estudios y los problemas econó- 1
micos, podemos tener la seguridad de que esta diferencia no refleja J -el grupo femenino de mayor crecimiento, y de momento el más nu-
1 meroso- sufren el castigo cívico más acusado. Cada vez son más las
simplemente una discrepanci;] de clase social entre ambos grupos.)
Podemos extraer algunas conclusiones importantes de la figura 49. 1
,~
mujeres que -por necesidad y no por decisión personal- se hallan
precisamente en la categoría que impide más la vinculación social.
En primer lugar, todas las columnas se elevan por encima del nivel
comparativo (la base del gráfico) que representa el nivel de compro- Finalmente, la figura 49 muestra también que el máximo compro-
miso se da entre trabajadoras a tiempo parcial, en especial entre
aquellas para las que el trabajo es una decisión personal y no una ne-
cesidad. Podemos adivinar que estas mujeres se esfuerzan por equili-
brar las obligaciones contrapuestas de la familia, la comunidad y las
que se deben a sí mismas, y cuentan con cierto margen de maniobra
para hacerlo. El trabajo a tiempo parcial parece ser una «regla de
oro), al menos desde el punto de vista del compromiso cívico)'
ReunJones de
club al Mo (en
Estas conclusiones fundamentales sobre asistencia a clubes son
comparaCtón con
ellO!al de
aplicables a otros modos de compromiso comunitario, tanto forma-
hombres)
les como informales, entre ellos asistir a la iglesia, recibir invitados,
visitar a amigos y practicar el voluntariado. En igualdad de condicio- \
nes, las mujeres que trabajan a jornada completa van a la iglesia cua-
SatisfaCCIón
tro veces menos, reciben invitados una o dos veces menos, visitan a
sus amigos alrededor de una tercera parte menos de veces y realizan
TrabajO a Jornada
completa tareas de voluntariado unas cuatro veces menos al año que las demás
FIGURA 49: El trabajo a jornada completa reduce el compromiso comunitario mujeres." El hecho de que el trabajo a jornada completa reduce el
,; P()r qué? Presumes de tiempo y dil1('rn 27 1
---------------- ------------_.---_._--_. -

compromiso comunitario de las mujeres, tanto entre las que trabajan cial respecto al civismo no se debe meramente al tipo de mujeres cap;:l-
por decisión propia como entre las que lo hacen por necesidad, indica ces de optar por un trabajo a tiempo parcial.) Este llamativo hecho nos
que la correlaCión no es primordialmente el resultado de una autose- lleva a pensar que una manera práctica de incrementar el compromiso
lección. En realidad, dado que casi todo el aumento del empleo feme- ' comunitario en Estados Unid~s co~sistiría en f.acili~ar J las mUj:res (y
nino que se ha dado a lo la rgo de las dos últimas décadas del siglo xx también a los hombres) traba lar a tiempo parcJal, SI lo desean."
se ha producido por necesidad y no por decisión personal, según \ Debemos añadir algunas importantes matizaciones a nuestras con-
mostraba la figura 48, la auroselección debería haber tenido una fun- clusiones sobre el trabajo de la mujer y el compromiso cívico.
ción secundaria, al menos durante ese período. En primer lugar, para evitar malentendidos, me niego explícitamen-
Las mujeres que trabajan por decisión propia están más compro- te a aceptar la opinión de que se ha de «culpar" a las mujeres por
metidas con clubes, iglesias y amigos, y con el cuidado del hogar y el nuestro abandono del compromiso cívico. Obviamente, el empleo a
voluntariado que las que trabajan por necesidad. Este hecho, ilustra- jornada completa reduce la disponibilidad de tiempo para otras acti-
do por la diferencia entre las columnas delanteras y traseras de la de- vidades. Aunque las madres de la generación actual de norteamerica-
recha de la figura 49, es un indicador aproximado del grado de auto- noS adultos no solían formar parte de la población activa, participa-
selección en que se funda la ..:orrelación entre compromiso cívico y ban en muchas actividades socialmente productivas. Era de esperar
trabajo. Este dato da a entender que las mujeres socialmente activas que a medida que sus hijas participaban más en el trabajo fuera del
tendían algo más a optar por acceder al mundo laboral que sus her- hogar, sus hijos cargaran con una mayor parte de otras responsabili-
manas menos mentalizadas cívicamente; pero si lo comparamos con dades sociales y comunitarias, pero (según nos muestra la experien-
el efecto del propio trabajo, el de la autoselección no pasa de ser mo- cia) no ha sido así. El movimiento de las mujeres hacia la igualdad
derado. profesional ha liberado una gran cantidad de energía creativa, ha
Las mujeres que se ven obligadas a trabajar a jornada completa
tienden menos a visitar a sus amigos, recibir invitados o practicar el 1 aumentado la autonomía individual y ha supuesto una ganancia neta
para la sociedad norteamericana. Sin emhargo, la ampliación de las
voluntariado, así como a participar en la vida de algún club. Las que
trabajan a tiempo parcial, en especial quienes lo hacen por decisión
~, columnas de costes y beneficios no dehería incluir sólo los heneficios
de las nuevaS funciones de la mujer, sino también los costes de bs ;1(-
personal, practican más el voluntariado, reciben más invitados y visi- ¡ tividades sociales y comunitarias de las que nos hemos visto privados
tan más a sus amigos que quienes están empleadas o son amas de casa ,I colectivamente.
j
a tiempo completo.-'.l Las mujeres de todas las categorías están más 1 En segundo lugar, el empleo a tiempo completo no ha impedido to-
comprometidas que los hombres en todas esas formas de actividad
comunitaria, con muy pocas excepciones.
¡ das las formas de compromiso organizativo. Según hemos señalado
anteriormente, la participación de las mujeres en las actividades cívi-
En resumen, el trabajo a jornada completa impide el compromiso 1 cas de carácter más público ha mejorado con el empleo a jornada
social, tanto formal como informal, de la mujer." Sin embargo, el gra- completa. Lo mismo puede decirse de la afiliación formal a muchas
do de decisión personal para que una mujer opte por el trabajo está organizaciones profesionales y de servicios)6 En otras palabras, a \
también estrechamente asociado al compromiso comunitario. En rea- \
1¡ medida que el lugar de trabajo de la mujer se ha desplazado fuera del 'h
lidad, el máximo grado de implicación comunitaria se encuentra entre ~ hogar hacia el ámbito público, también lo ha hecho en CJerta medJda
mujeres que trabajan a tiempo parcial por decisión propia. (Recorde- el foco de su compromiso comunitario. Para algunas mujeres trabaja-
mos que estamos manteniendo constantes otras características de las doras el aumento de las posibilidades de implicación en la vida comu-
circunstancias de la mujer, entre ellas sus estudios, su estado civil y fa- nitaria ha compensado la reducción de tiempo y les ha hecho nadar
miliar, y la situación económica, por lo que la ventaja del trabajo par- contra la corriente del abandono del compromiso con la comunidad.
; j'¡¡r qué? PreSUH/CS d" tiempo y dinero

En tercer lugar -y esto es lo más importante-, ni el acceso de las comunitarios, ocupación de puestos directivos locales, firma de peti-
mujeres al mundo laboral retribuido ni el aumento de las dificultades ciones y otras prácticas similares ha sido por lo menos tan grande en-
económicas analizadas anteriormente pueden ser la principal razón tre los solteros como entre el resto de los norteamericanos. Ninguno
~.

de la decadencia fundamental del compromiso cívico en Estados Uni- de estos datos concuerda con la hipótesis de que nuestro abandono
dos durante las dos últimas décadas. De hecho, basándonos en los del compromiso cívico a lo largo de las últimas décadas pueda atri-
datos actualmente disponibles, mi conjetura más verosímil es que buirse ante todo al acceso de las mujeres al mundo del trabajo retri-
ambos factores juntos explican menos de una décima parte del decli-f. buido)'
ve tota])7 En resumen, la aparición durante el último cuarto del si- Resumiendo: las pruebas disponibles indican que el agobio, las di-
glo xx de familias en las que trabaJan ambos cónyuges ha tenido un ficultades económicas y las presiones asociadas a las familias en las
papel visible pero bastante modesto en el desgaste del capital social y que trabajan ambos cónyuges constituyen una parte pequeña de la
del compromiso cívico. explicación del declive en la vinculación social. Estas presiones han
Una manera de percibir la limitada capacidad de estas explicacio- recaído sobre aquellas personas (en especial las mujeres con estudios
nes consiste en centrarnos en las dos categorías sociales menos afecta- superiores) que en el pasado soportaban en cuanto a compromiso co-
das por ellas, a saber, los hombres solteros y las mujeres casadas sin munitario una carga de responsabilidad superior a la que les corres-
empleo a Jornada completa y que gozan de bienestar económico. Los pondía proporcionalmente; en ese sentido, este fenómeno ha tenido
solteros y las amas de casa adiner<1das constituyen sólo un pequeño sin duda efectos sinérgicos que se han extendido más allá de esas per-
porcentaje de la población norteamericana, pero su testimonio es im- sonas. Al contar con menos mujeres educadas y dinámicas con sufi-
portante para nuestra materia, pues han estado relativamente a res- ciente tiempo libre para organizar actividades cívicas, cenas para pro-
guardo de las fuerzas del abandono del compromiso cívico analiza- mover planes y otras actividades similares, los demás nos hemos ido
das en este capítulo, en especial del aCceso de las mujeres al mundo desentendiendo también gradualmente. Al mismo tiempo, los datos
del trabajo. nos llevan tamhién a pensar que ni las presiones de tiempo, ni las difi-
El nivel de compromiso social es superior entre las Jmas de casa ri- cultades económicas, ni el acceso de las mujeres al mundo del trabajo
cas que entre otras mujeres: dedican más tiempo a visitar a sus ami- retribuido son la causa primordial del abandono del compromiso cí-
gos, recibir invitados en casa, asistir a reuniones de clubes, etc. ASÍ, el vico durante las dos últimas décadas." El hecho exculpatorio funda-
proceso a largo plazo por el que las mujeres han abandonado la cate- mental es que el compromiso cívico y la vinculación social han dismi-
goría de «amas de casa ricas» para pasar a otras categorías sociales nuido casi por igual tanto entre hombres y mujeres que trabajan
ha tendido a reducir el compromiso cívico. Sin embargo, la reducción como entre los que no, tanto casados como solteros, tanto en los que
de las actividades de recibir invitados, acudir al club, trabajar en pro- se hallaban en apuros como en los que disfrutaban de una cómoda si-
yectos comunitarios, visitar a los amigos, etc., es prácticamente tan tuación económica.
grande entre las mujeres menos afectadas por el auge de las familias
con dos empleos o por la aparición casi simultánea de dificultades
económicas como entre otras mujeres. De hecho, el Índice de inasis-
tencia a las reuniones públicas, de abandono del trabajo en los parti-
dos y de los puestos directivos locales, además de otros tipos de im-
plicación formal, ha sido mayor entre las amas de casa adineradas
que entre el resto de la población. De manera similar, la decadencia
de las reuniones de clubes, visitas a los amigos, trabajo en proyectos
274 Movilidad y dispersión urbana 275

munidades con una gran movilidad las tasas de delincuencia son más
altas y los rendimientos escolares más bajos. Hasta aquellos que lle-
Capitulo 12 van mucho tiempo residiendo en esas comunidades tienen lazos más
débiles con sus vecinos) ASÍ, la movilidad socava el compromiso cívi-
I
~
Movilidad y dispersión urbana ca y el capital social de carácter comunitario.
Así pues, ¿podría ser esa movilidad creciente el principal malvado
del misterio al que nos enfrentamos? La respuesta es inequívoca: no.
Comparados con los ciudadanos de la mayoría de los demás países, Podemos exonerar totalmente a la movilidad residencial de cualquier
los norteamericanos han llevado siempre una existencia nómada. responsabilidad por el desvanecimiento del compromiso cívico, pues
Casi uno de cada cinco se muda todos los años, y una vez que lo ha no ha aumentado en absoluto durante los últimos cincuenta años. En
hecho tiende a ponerse en marcha de nuevo y volver a mudarse. Más realidad, los registros del censo muestran que la movilidad, tanto a
de dos de cada cinco esperan cambiar de residencia en los próximos distancias largas como cortas, ha descendido ligeramente en esas cin-
cinco años.' En consecuencia, comparados con otros pueblos, los co décadas.
norteamericanos se han habituado a montar rápidamente el campa- Durante la década de 1950 el 20 % de los norteamericanos cambió
mento y hacer amigos con facilidad. De nuestro pasado de frontera e de residencia cada año, y el 7 % se desplazó a un condado o un esta-
inmigración hemos aprendido a sumergirnos en nuevas instituciones do distinto. Durante la de 1990 las cifras comparables son de un 16 y
comunitarias al mudarnos de hogar. un 6 %. Por lo que respecta a su residencia, hoy los norteamericanos
Sin embargo, a las personas les ocurre lo que a las plantas: un cam- están si acaso ligeramente más enraizados que hace una generación.
bio frecuente de tiesto rompe el sistema radicular. A un individuo mó- En 1968 (cuando el compromiso CÍvico había alcanzado casi su pun- \
vil le cuesta tiempo echar nuevas raíces. Los recién llegados a una co- to más alto) el adulto medio norteamericano había vivido en una *
munidad cualquiera tienen menos probabilidades de votar, contar misma localidad durante veintidós años; tres décadas después esa ci-
con redes de apoyo de amigos o vecinos y pertenecer a organizaciones fra permanecía fundamentalmente sin cambios. Aunque los datos
cívicas. Las personas que esperan cambiar de domicilio en los si- históricos sobre movilidad residencial son incompletos, es posible
guientes cinco años tienen de un 20 a un 25 % menos de probabilida- que dicha movilidad no haya sido nunca tan baja en la historia de Es-
des de ir a la iglesia, asistir a reuniones de club, realizar tareas de vo- tados Unidos como lo es al concluir el siglo xx. La propiedad de la
luntariado o trabajar en proyectos comunitarios que quienes esperan vivienda ha ido también en aumento durante las últimas décadas
quedarse. Los propietarios de viviendas están mucho más arraigados hasta establecer una marca histórica del 67 % en 1999. Las expecta-
que los inquilinos, incluso manteniendo constantes las demás cir- tivas de los norteamericanos respecto a la probabilidad de mudarse
cunstancias sociales y económicas. Entre los propietarios de su vi- durante los cinco años siguientes se ha mantenido constante durante
vienda sólo uno de cada cuatro espera mudarse en los siguientes cin- . el último cuarto del siglo, por lo menos.' Si nuestros veredictos sobre
ca años, frente a dos tercios de quienes viven en alquiler. Dado su las presiones de tiempo y dinero tuvieron que ser matizados, el que
mayor arraigo, los propietarios tienden a participar en los asuntos de emitimos sobre la movilidad es inequívoco: esa teoría es sencillamen-
la comunidad considerablemente más que los alquilados.' te errónea.
Si quienes se mudan a menudo tienen lazos comunitarios más dé- Pero aunque el hecho mismo de mudarse no ha consumido nuestro
biles, también las comunidades con índices elevados de cambio resi- capital social, ¿no nos habremos mudado quizá a lugares menos pro-
dencial están menos integradas. Las comunidades móviles parecen picios para la vinculación social? Ahora, como en el pasado, la vincu-
menos amables para sus habitantes que las más estables. En las co- lación difiere en función del tipo de comunidad. Comparados con
Movilidad y dispersión urbana
¿Por qué?
- ----- --------.------------~.------

otros norteamericanos, los residentes en las mayores zonas metropo- las pruebas manteniendo al mismo tiempo constante una amplia gam~
litanas de la nación (tanto los centros de las ciudades como sus cintu- de características individuales: edad, sexo, estudios, raza, estado CI~
rones suburbanos) mantienen de un 10 a un 150/0 menos de afiliación vil, condición laboral y familiar, circunstancias económicas, propie·
a grupos, asisten de un 10 a un IS% menos a reuniones de club, van a dad de la vivienda y región del país. Al comparar dos. personas
la iglesia con una frecuencia de un 1 o a un 20 % más baja y tienden idénticas en todos esos aspectos, el residente de una gran zona metro-
a ocupar puestos directivos en organizaciones locales, ser miembros politana, tanto si vive en el centro urbano como en el cinturón su?ur~
de sus comités o acudir J reuniones públicas sobre asuntos locales de bano, tiende significativamente menos a asistir a reuniones públicas,
un 30 a un 40 {Yo menos (las figuras 50 y SI ilustran estas diferencias). participar activamente en las organizaciones de la com~nidad, ir ~ la
Según serialamos en el capítulo 7, los residentes en ciudades peque- iglesia, firmar una petición, ejercer tareas de voltln,tana~o, acudl: ,3
ñas y zonas rurales son más altruistas, honrados y confiados que los reuniones de club, trabajar en proyectos comunitarlos o mcluso VISI-
demás norteamericanos. De hecho, en las propias zonas suburbanas tar a sus amigos. 6 Los metropolitanos son menos comprometidos no
lo más pequerio es mejor desde el punto de vista del capital socia!.' La por ser quienes son, sino por estar donde están. .
participación en asuntos comunitarios resulta más atrayente -o el Podemos descartar también la posibilidad de que las localIdades
abstenerse de participar menos atractivo- cuando la escala de la vida pequeñas atraigan a personas más gregarias. Si mantenemos c~~stan­
cotidiana es más reducida e íntima. te el lugar de residencia, el compromiso cívico no guarda relaciOn con
¿Se trata quizá de un modelo interpretativo engañoso? ¿No será tal las preferencias por vivir en una gran ciudad, una zona suburbana o
vez que el tipo de personas que se congregan en las mayores zonas una pequeña localidad. La mayoría de la gente vive en el lugar del ta-
metropolitanas tiene algún tipo de predisposición contra el compro- maño que prefiere, pero cuando hay una divergencia entre las pre-
miso cívico? Para descartar esta posibilidad hemos vuelto a examinar ferencias y la realidad, lo que determina el compromiso cívico es la
realidad y no las preferencias.' El hecho de residir en una gran aglo-

U",I", "rh"nn ro' I ~"II"n


"m.h<le 1·"O""nt." I • Trabaló en
Are~metroJlOlrtand con m~, de 2 m,llcme,
dp h~hltante" C'udad centrahzada
SuburbiO U<DiI"" u,m 1 "'1.lIo~ un puesto
G rn,i,rl~ I"~',"r't., directivo Area metropohtana con m.s de 2 m,lIones
o como de habl!antes Ciudad no cen!rallzada
(en"Q '''5,0'. ~" co,,~ miembro
250000" t mdlt¡c d,' ",'hlf"nle , de comlte Are. me\'opoll!ana de ~OO 000" 2

Sul>urblo cJrb~no ~e ~'"rp


I de un rndlooe, de habl!an1p<; Ciudad c",,!,ali,ad~
grupo
250 000 y 1 mM" rj<o hoM>nt", local Area metrOPQM,~a de 500 000 a 1 m.llene,
T de h"bltanle< Ciudad no ce<ltralllada
Centro u,h.~~ rlp enW SO ()~ O
Y 250 OOQ ",1ollaNe,
O ASistIÓ
a una
I reurHón
Subu'blo "rt;,no de e~"e publica
SO 000 Y250 000 haM"nt~, sobre
asuntos Area metropoll1an. de 50 000 a 500.000
Ciudad de entr. 10 000 hablta~te,. Ciudad no {~ntrahz~da
urbanos o
1 SO 000 nol"'"r!.', escolares
C,udades y pueblOS con menOS de 50.000
C"""d~, 1 ".J~nl~, (011 mp",x
.1~ t(}I)O~h"b·',o,p,
¡ ~abll"nte,

II lb
20 2\ "
Porcentale de pDblaclOr1 aniva el año anterior

FIGURA 50: El compromiso comunitario es menor en las grandes FIGURA 51: La asistencia a la iglesia es menor en las grandes

zonas metropolitanas zonas metropolitanas


M()/Iilidad y dlsfJersirín urhana 279
¿Por qué?

meración metropolitana debilita de algún modo el compromiso cívi- banización hubiera descendido en la década de I990." Por tanto, el
co y el capital social. descenso de la vinculación social durante el último tercio del siglo xx
Cada vez son más los norteamericanos que viven precisamente en podría atribuirse al declive ininterrumpido de las pequeñas ciudades
ese tipo de entornos. La figura 52 registra los cambios en relación con en Estados Unidos.
los lugares de residencia de los norteamericanos a lo largo de la últi- Los norteamericanos se han mudado del campo a la ciudad du-
ma mitad del siglo xx, distinguiendo entre tres categorías amplias: rante más de un siglo entre constantes lamentos de los profetas ca-
1) la proporción de residentes fuera de aglomeraciones metropolita- tastrofistas antiurbanos. «[Nueva York] es un espléndido desierto,
nas tal como las define el Departamento del Censo -es decir, en ciu- una soledad con bóvedas y torres donde los extraños se hallan solos
dades pequeñas y zonas rurales- ha descendido del 44 % de la pobla- en medio de un millón de gentes de su raza -escribía Mark Twain en
ción en 1950 al 20 0/0 en 1996; 2) quienes viven en el centro urbano I8 6 7-' Una persona recorre a diario tediosos kilómetros por la mis-
de una metrópolis han bajado ligeramente del 33 % en 1950 al 31 % ma calle interminable abriéndose paso a codazos entre un herVidero
en 1996, y 3) quienes viven en alguna zona metropolitana, pero fuera de gente, pero sin ver nunca un rostro conocido y sin mirar un se-
del centro de la ciudad -es decir, en las zonas suburbanas-, se han gundo a un desconocido r... ] El resultado natural es 1... ] la serena
multiplicado por más de dos, pasando del 23 % en 1950 al 49 % en indiferencia del neoyorquino ante cualquier persona o cosa fuera de
1996. En la década de 1950 vivía en zonas metropolitanas escasa- lo que cae dentro de su círculo privado e individual.» Pocos años
mente la mitad de los norteamericanos, mientras que en la de 1990 después, el filósofo social Henry George extendía el reproche de la
residían en ellas en torno a cuatro de cada cinco. A lo largo de ese pe- urbanización en Estados Unidos más allá de la ciudad de Gotham:
ríodo los norteamericanos se han mudado a lugares que parecen me- «La miseria y el sufrimiento, y los vicios y. crímenes que derivan de
nos propicios para el compromiso cívico. Además, el mejor estudio ellos crecen por todas partes a medida que el pueblo se convierte en
de cuantos disponemos no halló pruebas de que el proceso de subur- ciudad».9
Sin embargo, la urbanización no parece haber tenido efectos des-
60
tructivos sobre nuestro compromiso cívico, al menos hasta hace
.
poco. En realidad, el número de norteamericanos que fue a :ivir a l~s
ciudades fue muy grande a lo largo de los dos primeros tercIOs del SI-
50
.-.. glo xx, coincidiendo con el auge continuo del compromiso cí:,ico .
"'§ .......... . /~ Además, el reciente declive de cualquier forma de compromiSO CIVICO
,
e
O

~
40 ......,
~
V ....... Zona
suburbana
es prácticamente idéntico en todas partes, en las ciudades grandes y
pequeñas, en las zonas suburbanas, en las pequeñas localidades y e.n
'""
--o- Centro
JO el campo.'o Ningún lugar de Estados Unidos, ni siquiera la aldea mas
~
urbano
1;

~ 20
/ ~
__ Areano
metropolitana
diminuta, ha resultado inmune a esta epidemia. En todo esto debe de
haber, por tanto, algo más que la simple urbanización.
~
/i!
Pudiera ser que el abandono del compromiso estuviese ligado no a
10 la urbanización, sino a la suburbanización. Las zonas suburbanas
han sido una característica de la vida norteamericana desde mediados
del siglo XIX, impulsadas en gran medida por las revoluciones produ-
1940 19:'0 1960 1970 1980 1990 2000 cidas en el transporte. Primero el tranvía y luego el automóvil permi-
FIGURA 52: La suburbanización de Estados Unidos (1950-1996) tieron a millones de norteamericanos vivir en la boscosa periferia ur-
;Pnr qué? Movilidad y dispersi6n urhana
--- ---------------~-

bana mientras disfrutaban de las ventajas económicas, comerciales y No era una simple moda pasajera, pues según explicaha Whyte,
culrurales de la ciudad. Tras la Segunda Guerra Mundial la difusión Park Forest fue un «vivero de participación. Con sesenta y seis orga-
de la propiedad del coche se sumó a un auge en la construcción de nizaciones para adultos y una rotación demográfica que las hace in-
carreteras y viviendas subvencionada por el Estado para producir un saciables en su búsqueda de nuevos miembros, Park Forest absorbe
movimiento acelerado hacia los suburbios que no se diferenciaba de porcentualmente más energía cívica que cualquier otra comunidad
las tendencias anteriores por su carácter, pero sí por su grado. del país». Pocos años después el sociólogo Herbert Gans, que se ha-
La suburnanización significa un aumento de la distancia entre lugar bía mudado de hecho a Levittown, en Nueva Jersey, para esrudiar su
de trabajo y residencia, y más segregación en función de la raza y la vida social, explicaba que sus hahitantes eran "asociacionistas hipe-
clase. Esta segregación no era en absoluto una novedad en las ciuda- ractivos). La imagen de la vida suburbana proyectada por estudios
des norteamericanas, pero durante la posguerra fue asumiendo cada realizados en la década de I960 era la de una participación insólita-
vez más unas características nuevas. En la ciudad norteamericana clá- mente emprendedora en actividades de barrio. l l Parecía como si los
sica los barrios solían ser homogéneos, pero los municipios eran hete- norteamericanos estuvieran descubriendo de nuevo las virtudes cívi-
rogéneos, siguiendo a menudo un modelo de pastiche con bloques cas de la vida en una pequeña ciudad.
ucranianos adyacentes a zonas irlandesas, barrips judíos contiguos a Sin embargo, a medida que continuó la suburbanización, las propias
otros negros, y criados que vivían aliado de los hogares de clase alta zonas suburbanas se fragmentaron en un mosaico sociológico colecti-
donde servían. En unos Estados Unidos suburbanizados los munici- vamente heterogéneo, pero individualmente homogéneo, pues la gente
pios fueron cada vez más homogéneos desde el punto de vista étnico y que huía de la ciudad se distribuía en «enclaves de forma de vida» di-
de clase. ferenciados cada vez con mayor sutileza, segregados por raza, clase,
Al principio la oleada de suburbanización de la posguerra pruvocó estudios, fases de vida, etc. La llamada desbandada blanca fue sólo la
un entusiasmo casi de frontera favorable al compromiso cívico. La forma más obvia de este movimiento hacia la diferenciación metropo-
mitología del entusiasta, alimentada por los promotores inmobilia- litana. Al concluir el siglo algunos suburbios eran de clase media alta,
rios, era decididamente comunitaria. Éstas eran las palabras de un pero otros eran de clase media, de clase media baja o incluso de clase
anuncio puhlicitario para Park Forest, el suburhio de Chicago estu- obrera. Unos eran blancos, pero otros negros, hispanos o asiáticos. Al-
diado en detalle por el urhanista Willialll Whyte para la obra The Oro gunos se centraban en los niños; otros, en cambio, estaban compues-
ganization Man: tos predominantemente por solteros con mucha marcha, por personas
¡Tu Jugar es PARK FOREST! adineradas que habían abandonado sus hogares o por juhilados. Mu-
chos suburbios acabaron pareciendo parques temáticos, con una ar-
En el momento en que llegues a nuestra localidad sahrás: quitectura uniforme y unos servicios y tiendas a tono. En la década de
Que eres bienvenido I9 80 comenzaron a proliferar (,urbanizaciones de intereses comunes»
Que formas parte de este gran grupo y «comunidades valladas») en las que unas asociaciones de propieta-
Que puedes vivir en una ciudad pequeña y amable rios particulares y unas barreras físicas visibles custodiadas por guaro
en vez de en una ciudad grande y solitaria das complementaban las barreras sociológicas invisibles que distin-
Que puedes tener los amigos que desees ... guían cada comunidad de las comunidades vecinas. En 1983 el 15%
y que puedes disfrutar en su compañía. de los proyectos urbanísticos del condado de Orange (California) eran
Pásate por aquí. Descubre el espíritu de Park Forest. ' I comunidades valladas, porcentaje que se dobló en cinco años.' 1
Sería de esperar que la abrumadora homogeneidad de estoS nuevOS
enclaves suburbanos fomentara cierta trabazón social, aunque sólo
¿Por qué? Mouilidad y dispersión urhalltl

fuera del tipo «vinculante» y no del que «tiende puentes». Los pro- Lang y Karen Danielsen, «en el pasado los residentes de las zonas
motores suburbanos de la década de I990, como sus predecesores de suburbanas pinchaban suavemente a sus vecinos para empujarles a
la de 1950, siguieron vendiendo comunidad. «¿ Recuerdas la calle actuar con responsabilidad, por ejemplo cuando su césped esta ha
donde naciste? -decía un anuncio en internet-o Donde los vecinos se muy alto. Ahora un representante de la asociación de vecinos pasa
conocían. Vive de nuevo allí, en Greenfield, junto a los Wheatlands. para medir con exactitud la hierba, y por cierta cantidad de dinero
Greenfield es una tradicional patria chica para familias que aspiran a corta el césped que ha crecido demasiado. Todo ese procedimiento
llevar una buena vida.» 14
formaliza un intercambio que históricamente había sido informab),l7
Sin embargo, en realidad la mayoría de los datos apuntan en la di- El eminente historiador de los suburbios norteamericanos Kenneth
rección opuesta. De esas comunidades selectas no se excluye sólo a T. Jackson concluye:
políticos en campaña ya girlscouts que venden galletas, sino que los
propios residentes, gente adinerada, parecen tener un índice sorpren- Una de las principales víctimas de la cultura norteamericJna del uso del auto-
dentemente bajo de partiCIpación cívica y comportamiento vecinal móvil es un debilitamiento del «sentimiento de comunidad» predominante
incluso dentro de sus propios límites. Según un cuidadoso análisis del en la mayoría de zonas metropolitanas. Me refiero a cierta tendencia hacia la
compromiso comunitario en zonas suburbanas de Estados Unidos «privatización») de la vida social y a una reducción del sentimiento de pre-
realizado por el politólogo Eric Oliver, cuanto mayor sea la homoge- ocupación y responsabilidad entre las familias respecto a sus vecinos, y entre
neidad social de una comunidad, más bajo será el nivel de implica- los residentes de la zonas suburhanas en general respecto a los del interior de
ción cívica: «Al crear comunidades de intereses políticos homogéneos, las ciudades r".l Sin embargo, el verdadero cambio se ha producido en el
la suburbanización reduce [os conflictos locales que implican a la ciu- modo en que nuestras vidas se centran hoy en el interior del hogar, más que
dadanía y la impulsan al terreno de lo público», 5
¡
en el barrio o en la comunidad. Con la utilización creciente del automóvil ha
Cuando lél etnógrafa M.P, Baumgartner vivió en una comunidad desaparecido en gran parte la vida en las aceras y en el patio delantero de las
suburb:lI1<l de Nueva Jersey en la década de 1 9Xo, encontró una cul- casas, y se ha desvanecido el intercambio social, que solía ser la princip;ll ca-
tura de aislamicnro atomizado, aurocontrol y «minimalismo morah, racterística de la vida urbana [... [ Hay pocos lugares tan desolados y solita-
y no la unidad compulsiva atribuida a los suburbios clásicos de la dé- rios como una calle suburbana en una tarde calurosa. ¡s
cada de 1950. Lejos de buscar la vinculación propia de la pequeña
ciudad, los residentes suburbanos se encerraban en sí mismos, pre- En los primeros años de la posguerra la estructura más amplia de la
guntaban poco por los vecinos y esperaban también poco a cambio. zona metropolitana típica siguió siendo monocéntrica: la gente vivía
«El suburbio es el no va más de la privatización, y podría ser incluso en los suburbios, pero seguía yendo al centro de la ciudad para el tra-
un límite morral -sostienen los nuevos arquitectos urbanistas Andres bajo y las compras. Sin embargo, tanto los trabajos como las tiendas
Duany y Elizabeth Plater-Zyberk-, y significa el fin de la auténtica emigraron también gradualmente a los suburbios, produciendo aglo-
vida cívica.» ¡I>
meraciones de grandes centros comerciales, oficinas centrales de em-
Hace más de sesenta años el urbanista Lewis Mumford observaba presas y parques administrativos e industriales, lo que el urbanista
que ,dos suburbios constituyen un esfuerzo colectivo por llevar una Joel Garreau denomina «ciudades marginales». A las antiguas zonas
vida privada». Ahora, sin embargo, la privatización de la vida subur- urbanas de estructura radial del nordeste les sucedieron las megaló-
bana se ha formalizado y despersonalizado. Las comunidades valla- polis diseminadas y policéntricas del Cinturón del Sol (los estados del
das son inherentemente introvertidas, de la misma manera que los sur y el suroeste). A comienzos del siglo XXI va en aumento el núme-
barrios urbanos eran inherentemente extrovertidos. Según explican ro de norteamericanos que se desplazan de un suburbio a otro en las
dos concienzudos estudiosos de las comunidades valladas, Robert horas de trabajo. Las compras se realizan cada vez más en megacen-
¿P()r qué? MovilIdad y dIspersión urhana 1. 8 5
- -- ---------- -----------

tros comerciales en lo que constituye un tercer suburbio_ Medidas de americanos en sus automóviles. Entre 1969 y (995, según encuestas
zonificación segregadoras han eliminado de la zonas residenciales lu- realizadas por el gobierno sobre el uso de vehículos, la longitud me-
gares de reunión como las tiendas y tos restaurantes locales, al tiempo dia del viaje de ida y vuelta al trabajo aumentó en un 26 %, mientras
que la política fiscal federal estimulaba el auge de los centros comer- que la distancia media recorrida en coche para ir de compras creció
ciales. en un 29 %. Mientras el número de viajes al trabajo por hogar aumen-
Hoy en día los residentes de las zonas suburbanas compran en gran- tó en un 24 % en el actual cuarto de siglo, el de los viajes por hogar
des hipermercados impersonales en vez de hacerlo en el colmado ba- para ir de compras llegó casi a doblarse, y el de otros viajes por asun-
_ rato de la calle Mayor, donde la gente se conocía de vista_ Aunque los tos personales o familiares se multiplicó por más de dos. Además, las
centros comcrciale:-. constituyen el espacio público contemporáneo probabilidades de que cada uno de esos viajes se realizara en solita-
más característico de Estados Unidos, están cuidadosamente diseña- rio fueron mucho mayores, pues la ocupación media por vehículo
dos para un oojetivo particular y primordial: dirigir a los consumido- cayó de 1,9 personas en 1977 a 1,6 en 1995; para los viajes de ida
res hacia la compra. A pesar de las aspiraciones de algunos promoto- y vuelta al trabajo, la ocupación media descendió de I,} a 1,15. (Como
res, la cultura de los centros comerciales no sirve para superar el la ocupación por vehículo no puede bajar de T ,0, estas cifras repre-
aislamiento y trabar contacto con los demás, sino para ir de tienda en sentan un descenso de un tercio en ocupación de pasajeros para todos
tienda en presencia de los otros, pero no en su compañía. La experien- los viajes y del 50 % en el traslado al trabajo.)
cia de comprar en una zona suburbana no cuenta con la interacción Una consecuencia inevitable de cómo hemos llegado a organizar es-
con personas insertas en una red social común. Cada vez son menos pacialmente nuestras vidas es que dedicamos una parte claramente
los que pasan mucho tiempo en el centro de la ciudad o en cualquier mayor de la jornada a ir solos dentro de nuestras cajas metálicas entre
otro sitio particul.ar. Según observaba una californiana: «Vivo en Gar- los vértices de nuestros triángulos privados. Según la encuesta de
den Grave, trabajo en Irvine, compro en Santa Ana, voy al dentista en transporte personal del Ministerio de Transporte, los adultos norte-
Anaheim, mi marido trabaja en Long Beach y yo era presidenta de la americanos pasan al volante una media diaria de setenta y dos minu-
League of Women Voters de Fullerton». A medida que nos desplaza- tos. De acuerdo con los estudios de los dietarios de ocupación del
mos a diario de casa al trabajo y del trabajo a casa, nuestras vidas se tiempo, es más de lo que dedican a cocinar o a comer, y más del doble
sitúan cada vez más en grandes triángulos suburbanos. rOl del tiempo que pasa con sus hijos un padre normal. Los coches parti-
Es difícil exagerar la simbiosis entre automóvil y suburbio. Hemos culares suman el 86 % de los viajes realizados en Estados Unidos, y
pasado de una sociedad de un coche por hogar en 1969 a casi dos en dos tercios de los viajes en coche se llevan a cabo en solitario, propor-
1995, a pesar incluso de que el tamaño del hogar medio fue reducién- ción que ha ido en aumento constante.
dose a lo largo de este período. Entre 1973 y 1996 el porcentaje de El traslado al trabajo representa poco más de una cuarta parte de los
norteamericanos que consideraban el segundo coche «una necesi- viajes personales, pero teniendo en cuenta la estructura de la vida de
dad» y no «un lujo» se multiplicó casi por dos, pasando del 20 al los nortemaericanos que trabajan, se trata del viaje individual más im-
3 7 %. En '990 Estados Unidos tenía más coches que conductores. portante del día. (El número de personas que trabajan en casa ha
Una gran parte de este cambio se ha producido muy recientemente. aumentado, pero la proporción sigue siendo minúscula, menos del
Todavía en T 9 8 5 sólo un 55 % de las viviendas unifamiliares nuevas 4 % de la población activa de T997 trabajaba en casa un día a la se-
incluían espacio para dos o más coches, pero en T998 este índice de mana por lo menos. En cualquier caso, quienes trabajan en casa con-
predominio del automóvil era del 79 % y seguía aumentando.w ducen tanto como los trabajadores tradicionales, pues los viajes al
La suburbanización de los últimos treinta años ha hecho que aumen- centro comercial compensan los no realizados al trabajo.) Durante las
tara no sólo el dinero, sino también el tiempo invertido por los norte- dos o tres últimas décadas, conducir solo se ha convertido para la ma-
~P()r qué? Movilidad y dispersión urhana
- - - -... __ . - - - - - - - - - - - - - - - - _ .. _ - -

yoría de los norteamericanos en la manera absolutamente predomi- el 45 % de los conductores -el 61 % de quienes tenían cntre dieciocho
nante de viajar al trabajo. La proporción de quienes van a trabajar en y veinticuatro años, aunque sólo el36 % de los de cincuenta y cinco o
vehículo propio ha aumentado del 61 % en 1960 al 91 % en 1995, más- estaba de acuerdo en que «el tiempo de conducir es el de pensar
mientras que han descendido todas las demás formas de desplaza- y disfrutar a solas».2.l
miento al trabajo: transporte público, marcha a pie, etc. El transporte Sin embargo, se puede demostrar que el coche y el desplazamiento
público tiene una importancia cada vez menor en la mayoría de las zo- al trabajo son malos para la vida comunitaria. En números redondos,
nas metropolitanas de la nación; en 1995 el 3,5 % de los viajes para ir los datos indican que cada diez minutos añadidos al tiempo de des-
al trabajo se realizó en medios de transporte públicos. La utilización plazamiento al trabajo reducen en un ID % la implicación en los
por turno de los coches de varias personas ha descendido también de asuntos de la comunidad: menos presencia en asambleas públicas,
forma continua durante más de dos décadas. La proporción de perso- menos presidencias de comités, menos firmas de peticiones, menos
nas que van a trabajar utilizando ese sistema se ha reducido a la mitad asistencia a oficios religiosos, menos tareas de voluntariado, etc. En
desde mediados de la década de 1970, y se prevé que alcance sólo del realidad, aunque el tiempo del desplazamiento al trabajo no influye
7 al 8 % en el año 2000. En resumidas cuentas: a finales de la década en el compromiso cívico de manera tan poderosa como la educación,
de 1990 del 80 al 90 % de los norteamericanos viajaban al trabajo es más importante que casi cualquier otro factor demográfico. Y los
conduciendo solos, cuando en una fecha tan cercana como J980 eran estudios de dietarios de empleo del tiempo indican que el dedicado a
el64 %. ir al trabajo tiene un efecto desfavorable igualmente fuerte sobre la
Además, las distancias para llegar al trabajo son cada vez mayores. interacción social informal. 2 )
De 1960 a 1990 el número de trabajadores que atravesaban las fronte- Sorprendentemente, el aumento del tiempo para desplazarse al tra-
ras de un condado para ir a trabajar se multiplicó por más de tres. En- bajo entre los residentes de una comunidad reduce el nivel medio de
tre J98) y 1995 la distancia media del viaje al trabajo aumentó en un participación cívica incluso entre quienes no tienen que desplazarse.
370/0. Resulta una ironía que el tiempo de viaje aumentara en sólo En realidad, la «penalización cívica» asociada a las comunidades con
un 14 %, pues la velocidad del viaje medio en el conjunto de medios de un índice elevado de desplazamiento al trabajo es casi tan grande
transporte ascendió en casi un cuarto. Tres factores contribuyeron a para los residentes jubilados y otras personas que no forman parte de
que los viajes fueran más rápidos, al menos en el pasado reciente: el la población activa como para los trabajadores a jornada completa, y
abandono de los viajes colectivos y del transporte público en favor de prácticamente igual para la asistencia a la iglesia el fin de semana que
los vehículos ocupados por una sola persona, que son más veloces para la participación en organizaciones laicas. En otras palabras, pa-
para el trahajador individual, aunque socialmente resulten ineficien- rece tratarse de un «cfecto sinérgico» típico en el que las consecuen-
tes, el aumento de los traslados de un suburbio a Otro y la mayor flexi- cias de las acciones individuales se desbordan más allá de los indivi-
bilidad del horario laboral. Por otra parte, la congestión del tráfico ha duos concernidos. En el lenguaje de los economistas, desplazarse para
hecho metástasis en todas partes. En un estudio de sesenta y ocho zo- ir al trabajo comporta externalidades desfavorables.
nas urbanas de Los Ángeles a Corpus Christi, Cleveland y Providence Este hecho, desconcertante por lo demás, es en realidad un indicio
los retrasos anuales relacionados con los atascos fueron aumentando importante de que lo malo para la vida de la comunidad no es mera-
de dieciséis horas por conductor en 1982 a cuarenta y cinco en 1997.21 mente el tiempo pasado en el propio coche, sino también la fragmen-
En resumen, cada vez pasamos más tiempo solos dentro del coche. tación espacial entre el hogar y el puesto de trabajo. La localidad de
Yen conjunto muchos lo consideramos un tiempo para estar tranqui. Lexington (Massachusetts), por ejemplo, se ha transformado en los
.Iamente relajados, en especial quienes llegaron a la edad adulta en últimos cincuenta años de una ciudad rural del Middlesex en una ciu-
medio de este auge del tráfico. Según una encuesta realizada en 1997, dad dormitorio para el MIT de Harvard y las zonas suburbanas dedi-
--
,FPor qué? M()/}ifúl,ld Y dis!Jersiríll Ifr!"/JIi/
"--- -------~-"-~~~-~--"---- ---~--

cadas a la alta tecnología situadas a lo largo de la carretera 128. Aun- de la segregación social, y la homogeneidad social parece reducir los
que sigue siendo un lugar agradable para vivir, desde un punto de vis- incentivos para la participación social, así como las posibilidades de
ta cívico es menos autosuficiente que cuando la mayoría de sus ha- crear redes sociales que se superpongan a las divisorias de clase y ra-
bitañtes trabajaba en la ciudad. Ahora, cuando la mayoría de ellos ciales. La dispersión ha resultado especialmente dañina para el capi-
sale de allí a diario para ir al trahajo, muchas organizaciones cívicas tal social que tiende puentes.
están pasando malos momentos, circunstancia ésta que afecta incluso En tercer lugar, la dispersión urbana destruye la ((vinculación» co-
a aquellos residentes que todavía trabajan en la localidad. Además, munitaria de forma extraordinariamente sutil, pero también suma-
los lazos anudados en el trabajo compiten con los establecidos en la mente poderosa. El tiempo de desplazamiento al trabajo es importan-
localidad en vez de reforzarlos. Si los compañeros de trabajo proce- te en gran parte como imagen de la creciente separación entre el
den de toda la zona metropolitana, habrá que elegir si se pasa una ve- trabajo, el hogar y la tienda. Hace más de tres décadas, cuando e! com-
lada con los vecinos o con los colegas. (Al llegar cansados después de promiso cívico fluía de forma torrencial (lo sabemos ahora retrospec-
un desplazamiento ajetreado, podemos decidir también, por supues- tivamente), los politólogos Sidney Verba y Norman Nie demostraron
to, quedarnos en casa solos.) En resumen, la dispersión urbana es un que quienes residían en comunidades "bien definidas y trabadas» ten-
mal colectivo tanto para quienes se desplazan al trabajo como para dían a involucrarse mucho más en los asuntos locales. En realidad,
quienes se quedan en casa. Verba y Nie llegaron a la conclusión de que el desplazamiento mismo
No hay duda de que los suburbios, los coches y la dispersión aso- al trabajo influía de manera fuertemente desfavorable en la participa-
ciada a ellos tienen sus ventajas. Si los norteamericanos deciden mu- ción. Con comprensión clarividente escribieron que las ((comunidades
darse a las zonas suburbanas y pasar más tiempo conduciendo es pro- que parecen fomentar la participación -las pequeñas y relativamente
bablemente porque consideran 'que unos espacios más amplios, unas independientes- son cada vez más raras».lj Al cabo de tres décadas
casas más grandes, unas compras y una vivienda más baratas -y qui- esta fragmentación física de nuestra vida diaria ha tenido un efecto
zá también la mayor segregación en función de la clase y la raza- va- perceptiblemente debilitador sobre el compromiso comunitario.
len el precio colectivo pagado a expensas de los asuntos comunita- Los residentes en grandes zonas metropolitanas sufren una «penali-
rios. Por otro lado, los datos de la encuesta de DDS Needham Life zación cívica por la dispersión urbana,) de aproximadamente el 20 Yo
Style sobre preferencias residenciales indican que, durante el último en la mayoría de los indicadores de compromiso comunitario. Cada
cuarto del siglo xx -años de una rápida suburbanización-la vida en vez son más quienes han acabado sufriendo esta penalización a lo lar-
zonas suburbanas comenzó a ser menos atractiva en comparación
con la residencia en el centro de las ciudades o de pequeñas localida·
j go de los últimos treinta años. La penalización cívica directa asociada
a la diseminación urbana, unida a la suburbanización de la población
des.:z. 4 Sin embargo, sean cuales fueren nuestra preferencias persona- norteamericana, tal como aparece en la figura 52, explica probable-
les, la diseminación metropolitana parece haber contribuido de ma- mente algo menos de una décima parte de la pérdida total del com-
nera significativa al abandono del compromiso cívico a lo largo de las promiso esbozada en la parte [[ del presente libro." Esto ayuda a ex-
tres o cuatro últimas décadas, al menos por tres razones distintas. plicar, al igual que las presiones de tiempo y dinero, la pérdida de
En primer lugar, la dispersión consume tiempo. El aumento del sentido cívico de los norteamericanos. Sin embargo, no puede repre-
tiempo que pasamos solos en el coche significa que dedicamos menos sentar más que una pequeña parte de! declive, pues el abandono del
a amigos, vecinos, reuniones, proyectos comunitarios, etc. Aunque compromiso cívico es perfectamente visible en ciudades más peque-
éste es el vínculo más obvio entre diseminación y pérdida de compro- ñas yen zonas rurales no afectadas aún por la dispersión. Nuestra re-
miso, no es probablemente e! más importante. dada de sospechosos no ha concluido todavía.
En segundo lugar, la expansión urbana está asociada a un aumento
Tecnología y medios de comunicaCión

En segundo lugar, la tecnología electrónica nos permite consumir en


privado, y hasta en completa soledad, este entretenimiento a medida.
Capítulo 13 Todavía a mediados del siglo xx el entretenimiento a bajo coste se ha-
llaba disponible en principio en entornos públicos, como el campo de
Tecnología y medios de comunicación béisbol, la sala de baile, el cine y el parque de atracciones, aunque en
la década de 1930 la radio se'convirtió rápidamente en una importan-
te posibilidad, la primera de una serie de inventos electrónicos que
Cuando se haya escrito la historia del siglo xx con mayor perspectiva transformarían el ocio en Estados Unidos. En la segunda mitad del si-
de la que ahora tenemos, los efectos de la tecnología sobre las comu- glo la televisión y sus derivados trasladaron el ocio a la intimidad de
nicaciones y el ocio constituirán seguramente un asunto importante. nuestros hogares. Según observaba el poeta T. S. Eliot a comienzos
Al comenzar el siglo apenas existían industrias de comunicación y en- de la era de la televisión: «Se trata de un medio de entretenimiento
tretenimiento fuera de algunas pequeñas editoriales y teatros de va- que permite escuchar a millones de personas el mismo chiste al mismo
riedades. Para cuando se inventó la expresión inglesa mass media tiempo, y no obstante estar solas».1 El artificio de la risa enlatada fue
('medios de comunicación') había transcurrido casi el primer cuarto un reflejo tanto de la realidad perdurable de que la compañía aumen-
de siglo. En cambio, al concluir éste la fusión gradual de las enormes ta el jolgorio como de la novedad de que la compañía se podía simular
industrias de telecomunicaciones y entretenimiento se habían conver- por medios electrónicos. La transmisión electrónica de noticias y en-
tido en el fundamento mismo de una nueva era económica. tretenimiento cambió prácticamente todas las características de la
Entre los efectos de esta transformación producida a lo largo de un vida norteamericana a un ritmo acelerado a lo largo del siglo.
siglo hay dos que son aquí especialmente significativos. En primer lu- El ritmo de esa transtormación fue sorprendente, incluso para la
gar, la información y el entretenimiento se han individualizado cada moderna tecnología. La tabla 2 muestra la rapidez de difusión de un
vez más. Para disfrutar de los productos culturales más raros y de la conjunto de aparatos modernos en los hogares norteamericanos du-
información más exclusiva no tenemos ya que hacer coincidir nues- rante el siglo xx. l Los que ofrecían entretenimiento electrónico -la
tros gustos y horarios con otra gente. En 1900 los amantes de la mú- radio, el vídeo y sohre todo la televisión- se difundieron por los ho-
sica tenían que sentarse con docenas de otras personas en momentos gares de todos los niveles en la sociedad norteamericana con una ra-
dados para escuchar programas prefijados; y si vivían en poblaciones pidez de cinco a diez veces mayor que otros aparatos que son ahora
pequeñas, como era el caso de la mayoría de los norteamericanos, la igualmente omnipresentes. Estas innovaciones están transformando
música era ofrecida probablemente por aficionados locales entusias- nuestra ocupación del día incluso más que el automóvil. En el presen-
tas. ,. En el año 2000, con mi discman de alta fidelidad puedo escu- te capítulo investigaremos si están también involucrados en el des-
char exactamente lo que desee y cuando lo desee sin que importe gaste del capital social de Estados Unidos.
donde viva. Todavía en 1975 los norteamericanos elegían entre un pu-
ñado de programas de televisión. Transcurrido apenas un cuarto de Aunque los medios de comunicación modernos ofrecen tanto infor-
siglo, el cable, los vídeos e internet nos ofrecen un cúmulo de posibili- mación como entretenimiento -en realidad, difuminan cada vez más
dades de elección individuales. la diferencia entre ambos productos-, desde el punto de vista del
compromiso cívico es importante tratar ambos por separado, aunque
,; En aquella época casi rodas !as pequeñas l"iudades de New Hampshire, donde es-
sólo sea en parte.
toy escrihiendo este lihro, tenían h.1ndas municipales; ahora son pocas las que las El primer medio de comunicación y entretenimiento no fue, por su-
tienen. puesto, electrónico; lo fue la palabra impresa y sobre todo el periódi-
~ Por qué? Tecn%xía y medios de comunicación 293
-----------------------------------
ciones cívicas, acuden con mayor frecuencia a reuniones locales, vo-
TABLA 2: Ritmo de introducción de ciertos objetos de consumo tan más habitualmente y trabajan más a menudo en proyectos comu-
-----._--_.
nitarios, e incluso visitan a sus amigos más veces y confían más en sus
Años transcurrrdos hasta
vecinos. 4 Los lectores de prensa son machers y schmoozers.
Invento IniCIO de la ¡ntrodu(C/ón llegar al 75 % de 105 hogares
Sin realizar experimentos controlados no podemos estar seguros de
tecnológico en los hogares (1 %) norteamericanos
- - -.. - . _ -
qué causas producen determinados efectos. Según la práctica totali-
Teléfono 1890 67
dad de los estudios no experimentales sobre los medios de comunica-
Automóvil 1908 52 ción, es difícil distinguir entre «efectos de selección" (las personas
Aspirador 1913 48 con una determinada característica buscan un medio particular) y
Aire acondicionado 1952 -48 «efectos de los medios» (las personas desarrollan esa característica al
Frigorífico 1925 23 estar expuestos a los efectos de ese medio). En el presente capítulo
Radio 1923 14 tendremos que lidiar repetidamente con ese problema analítico. No
Vídeo 1980 12 obstante, los datos dejan muy claro que la lectura de periódicos y una
Televisión 1948 7 buena ciudadanía marchan juntas.
Por tanto, no debería sorprendernos en absoluto que la lectura de
periódicos haya ido descendiendo en las últimas décadas, junto con la
ca. Alexis de Tocqueville vio claramente la importancia de la comuni- mayoría de los demás indicadores de capital social y compromiso cí-
cación masiva para el compromiso cívico: vico. En 1948, cuando el adulto norteamericano medio tenía nueve
años de escolarización, la difusión de la prensa diaria era de r.3 pe-
Cuando los homhres deian de estar unidos por lazos firmes y duraderos, es riódicos por hogar. Es decir, hace medio siglo la familia norteamerica-
imposihle ohtener ];s cooperación de muchos, J menos que podJl1loS persua- na media leía más de un periódico al día. Cincuenta años después la
dir a todos aquellos cUy;.l ayuda se requiere de que al unir voluntariamente escolarización ha aumentado en un 50 %, pero la lectura de periódi-
sus esfuerzos a los de todos los demás, sirven a su interés personal. Esto no se cos ha caído en un 57 %, a pesar de que la lectura de periódicos man-
puede conseguir de forma habitual y conveniente sin la ayuda de un periódi- tiene una alta correlación con los estudios. s
co. Sólo un periódico puede presentar el mismo pensamiento al mismo tiem- La lectura de prensa eS un hábito duradero adquirido en los prime-
po ante un millar de lectores [... 1 Así pues, es difícil que una asociación de- ros años de la vida adulta. En general, quien comienza de joven suele
mocr,lrica pueda mantenerse sin prensa.·1 continuar. Casi nada del brusco descenso sufrido por la difusión de la
prensa a lo largo de los últimos cincuenta años se puede atribuir a un
Casi dos siglos después la lectura de periódicos sigue siendo señal de descenso en la lectura individual. La práctica totalidad del declive se
un fuerte compromiso cívico. Los lectores de periódicos son mayores, debe al modelo, ahora ya conocido, de la sucesión generacional. Se-
tienen más estudios y están más arraigados en sus comunidades que gún muestra la figura 53, tres de·cada cuatrO norteamericanos naci-
el norteamericano medio. Sin embargo, aun manteniendo constantes dos en el primer tercio del siglo xx siguen leyendo un diario al acabar
la edad, los estudios y el arraigo, quienes leen las noticias están más éste, tal como lo hacía esa generación hace decenios. Sin embargo,
comprometidos y saben más del mundo que quienes sólo las ven. menos de la mitad de sus hijos, nacidos durante la explosión demo-
Comparados con otras personas demográfica mente idénticas a ellos, gráfica, continúa esa tradición, proporción que se ha reducido a uno
pero no lectores, quienes leen con regularidad la prensa pertenecen a de cada cuatro entre sus nietos, pertenecientes a la generación X.
más organizaciones, participan más activamente en cluhes y asocia- Como las cohortes más recientes no dan señales de llegar a ser lecto-
294 Tecnol()gía y r/1('dios de COInunlcaci6n 295
._-------
80.------------------------·-------------

-......
90

•.. ..
80
....•.
....•. .
70 .•.
. ~

.0
..
..... Nacidos
antes de
1929
..... NaCIdos
antes
de 1930
60
~ ..... Nrlcodos

.º .......
entre
1929
.. 11 .. Nandos
entre 1930
i5

~
50 --

. '
' ....... y 1945

.-.-. NaCIdos
y 1945

..... Nacodos
4G entre 1946
~ entre
1946 y 1960
e
~ !'I" . y 1960
NaCIdos
lO
....•
__ Q __

.... . "0-- NilCldos de~pués

I
lO • después
de 1960
20}---------------------------------~
de 1961

1O~------------------------------_l
"
1970 1975 1980 198) 1990 1995 2000 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996 1998 2000

FIGURA 53: La sucesión generacional explica la desaparición FIGURA 54: Los caza noticias son una especie en peligro
de periódicos de extinción

res de periódicos con el paso de los años, la difusión sigue descen- dos tercios de la población nacida antes de 1930 dice «categórica) o
diendo a medida que la generación de lectores es sustituida por la de «generalmente)) que sí. Entre la generación de sus hijos y nietos (naci-
no lectores.f, No será fácil invertir esta tendencia descendente, pues dos después de 1960), el interés por las noticias llega apenas a la mi-
cada año desaparece el suelo bajo nuestros pies. tad. Además, la figura 54 no muestra entre las nuevas generaciones
Podríamos imaginar que la explicación de esta tendencia es senci- absolutamente ninguna evidencia de un aumento de interés por las
lla: la televisión. En la actualidad vemos las noticias, no las leemos. noticias ligado al ciclo de vida y que pudiera acabar llevándolos al ni-
Sin embargo, la realidad es más complicada. Los norteamericanos no vel de sus padres o sus abuelos.
han desplazado sin más su consumo de noticias de la página impresa Como ver las noticias y leerlas son componentes del mismo síndro-
a la pantalla luminosa. De hecho, los que ven las noticias en televisión me, resulta apenas sorprendente que el hecho de verlas en televisión
tienden más, no menos, que otros norteamericanos a leer el periódi- esté asociado positivamente a la participación cívica. Quienes re-
co.' En la jerga de la economía las noticias televisadas y el periódico curren únicamente a las noticias televisadas no son tan cívicos en su
son complementarios, no sustitutivos. Algunas person<:Is andan a la comportamiento como sus conciudadanos que acuden a la prensa,
caza de la noticia y otras no. pero los teleinformados son no obstante más cívicos que la mayoría
Lo que está descendiendo en cada generación no es sólo la lectura de los demás norteamericanos. Los seguidores de los noticiarios de
de periódicos, sino el interés por las noticias en sÍ. Según muestra la las grandes cadenas de televisión (así como los de la National Public
figura 54, cuando se pregunta a la gente si «necesita conocer las noti- Radio e incluso de los informativos de las televisiones locales) dedi-
cias (mundiales, nacionales, deportivas, etc.) cada día)), la respuesta can más tiempo a proyectos comunitarios, acuden a más reuniones de
suele depender de cuándo nacieron. De forma más o menos estable, club y siguen la política mucho más de cerca que los demás norteame-
· ¿Por qué? Tecnología y medios de comunicación 297

ricanos (incluso aunque estén a la par en edad, estudios, sexo, ingre- tradicionales de emisión de noticias». En realidad, a medida que el
sos, etc.). Los norteamericanos que siguen las noticias en televisión uso de internet se extendió en la segunda mitad de la década de 1990,
están más al tanto de asuntos públicos (por comparación con quienes fue a menos la importancia relativa de su utilización para seguir los
no las siguen), aunque no sean tan caracterizada mente cívicos como asuntos públicos. !O En resumen, los medios más recientes se apoyan
los lectores de periódicos." sobre todo en el público tradicional de las noticias, público que no
Por desgracia, el número de quienes ven las noticias, como el de crece, sino que es cada vez menor.
quienes las leen, se halla en declive, según nos permite predecir la fi- Además, a diferencia de quienes recurren a la prensa, la radio y la
gura 54. En los últimos años la caída de la audiencia de las noticias televisión en busca de noticias, los pocos norteamericanos tecnológi-
por televisión ha sido incluso más rápida que la de la difusión de camente avanzados que se basan principalmente en internet para in-
prensa; la audiencia habitual de las noticias de la noche en las cade- formarse tienden a estar menos comprometidos cívicamente que sus
nas de televisión, por ejemplo, cayó bruscamente del 60 % de los conciudadanos. I I Esto no prueba, desde luego, que la red sea social-
adultos en '993 al 38 % en '998. Además, tal como ha ocurrido con mente desmotivadora. En primer lugar, es posible que estos «pioneros»
la difusión de los periódicos, una gran parte del descenso del público de las noticias en internet sean personas socialmente retiradas. No
de las noticias televisadas está motivada por diferencias generaciona- obstante, es improbable que la producción de noticias por internet y
les. La audiencia de los informativos televisados envejece rápidamen- cable vayan a compensar las pérdidas cívicas debidas a la reducción
te, según podemos adivinar por la publicidad sobre temas de salud de público de las informaciones de prensa y las grandes cadenas de te-
que sostiene a Brokaw, lennings y Rather. Según un estudio realizado levisión.
en 1997 por NBC News, mientras la edad media de los espectadores
de los programas de máxima audiencia era de cuarenta y cuatro años, la Dc todos modos, la mayor parte del tiempo, de la energía y de la crea-
media de los telespectadores de las noticias de la noche era de cin- tividad de los medios electrónicos no está dedicada a las noticias, sino
cuenta y siete. Además, hoy en día quienes ven las noticias están dis- al entretenimiento. Ver los informativos no daña nuestra salud cívica;
puestos a cambiar de canal al instante: la mitad de los norteamerica- pero ¿qué ocurre con los programas televisivos de entretenimiento?
nos dice ver los informativos con el mando a distancia en la mano.9 En este punto debemos comenzar por el hecho más fundamental so-
Algunos ven cierta esperanza en el aumento de las noticias en inter- bre el impacto de la televisión en los norteamericanos: en el siglo xx
net o en los canales por cable que transmiten sólo informativos. To- no ha habido nada que haya afectado a nuestro tiempo de ocio de
davía es demasiado pronto para predecir los efectos de estos canales a manera tan rápida y profunda.
largo plazo. Pero dicho esto, los primeros resultados no son estimu- En 1950 el número de hogares norteamericanos que disponían de
lantes. En primer lugar, de la misma manera que quienes van buscan- un televisor era apenas del 10%, pero en 195910 tenía ya eI90%, lo
do las noticias en televisión son también lectores de prensa en una que supone probablemente la difusión más rápida jamás registrada
proporción superior a la que les corresponde, la mayoría de las perso- en el caso de una innovación tecnológica. (La difusión del acceso a in-
nas que siguen las noticias en internet o en canales por cable de conte- ternet competirá con el récord establecido por la televisión, pero pro-
nidos exclusivamente informativos son también «generalistas» en su bablemente no lo superará.) Las reverberaciones de este rayo mantu-
consumo de noticias. La posibilidad de que los telespectadores de la vieron su intensidad durante décadas a medida que las horas por

I
CNN, por ejemplo, vean los informativos de la noche de las cadenas persona dedicadas a ver televisión aumentaron de un 17 a un 20 % en
de televisión es dos veces mayor que la de los demás norteamericanos. la década de 1960, con un 7-8 % adicional durante la de 1970 y otro
Los propios entusiastas de las noticias por internet admiten que «in- 7-8 % desde los primeros años de la de 1980 hasta finales de la de
ternet está siendo un suplemento -no un sustitutivo- de otras fuentes 1990. (Sobre este crecimiento constante véanse los índices de consu-
¿ Por qué? Tecnología y medios de comunicación 299

mo televisivo en los hogares en la figura 55.) En los primeros años de bey, investigadores del empleo del tiempo, nos ofrecen un cálculo cer-
la televisión su público se concentraba entre los sectores de la pobla- cano a las tres horas diarias, pero concluyen que como actividad
ción con menos estudios, pero durante la década de '970 el tiempo principal la televisión absorbió casi el 40 % del tiempo libre de los
de audiencia de los sectores con mejor formación comenzó a conver- norteamericanos en 1995, lo que supone un aumento de aproxima-
ger con los anteriores siguiendo una línea ascendente. El consumo de damente un tercio desde 1965. Entre 1965 y 1995 hemos ganado una
televisión aumenta con la edad, sobre todo tras la jubilación, pero media de seis horas semanales sobre nuestro tiempo libre, y esas ho-
desde la aparición de esta tecnología cada generación ha iniciado su ras adicionales se dedican casi en su totalidad a ver televisión. En re-
ciclo de vida en un punto cada vez más alto. El porcentaje de norte- sumen, según la conclusión de Robinson y Godbey, "la televisión es el
americanos adultos que ven «cualquier programa» -es decir, aquellos gorila de cuatrocientos kilos del tiempo libre»."
que encienden el aparato sin pensar en ninguno en particular- saltó Además, ha proliferado la costumbre de tener varios televisores en
del 29 % en '979 al 43 % a finales de la década de 1980, debido en casa: a finales de 1990 tres cuartas partes de los hogares estadouni-
parte a esas diferencias generacionales. En 1995 el tiempo por hogar denses contaban con más de uno, lo que permitía ver la televisión
dedicado a la televisión era superior al de la década de 1950 en más cada vez más en privado. La proporción de niños de sexto curso con
de un 50%.1l un televisor en su cuarto creció del 6% en 1970 a177% en 1999·
La mayoría de los estudios calcula que el norteamericano medio ve (Dos de cada tres chicos entre 8 y 18 años dicen que la televisión sue-
en la actualidad en torno a cuatro horas diarias de televisión, lo cual le estar encendida en sus casas durante las comidas.) Al mismo tiem-
se acerca mucho al máximo consumo del mundo. Utilizando la técni- po, la rápida difusión de reproductores de vídeo y videojuegos en los
ca más conservadora para el estudio de dietarios a fin de determinar hogares norteamericanos durante la década de 1980 añadió otras nue-
cómo organiza su tiempo la gente, John Robinson y Geoffrey God- vas formas de "tiempo de pantalla». Finalmente, durante la de '990
los ordenadores personales y el acceso a internet ampliaron de mane-
ra espectacular los tipos de información y entretenimiento introduci-
dos en los hogares norteamericanos. '4 (Algunas de estas tendencias se
2c le--
V recogen en la figura 56.)
~ La consecuencia individual más importante de la revolución televi-

V siva ha sido la de llevarnos a casa. Una encuesta realizada por

--- ~ Scripps-Howard informaba ya en 1982 de que ocho de las diez activi-


dades de tiempo libre más populares eran característicamente domés-
ticas. Entre todas las gráficas descendentes de participación social y
comunitaria que aparecen en las encuestas realizadas por DDB Need-
ham Life Style de 1975 a 1999 destaca la siguiente: la cifra de norte-
~ americanos que afirmaban preferir "pasar una velada tranquila en
~ 2
o
u casa» creció de manera continua. No es de extrañar que quienes lo
decían dependieran en buena medida de los programas de entreteni-
miento televisados. t5 Aunque lo!f primeros entusiastas de este nuevo
19S0 19)5 1960 1965 1970
medio hablaran apasionadamente de la televisión como un «corazón
1975 1980 1985 1990 1995 2000
electrónico» que propiciaría la unidad familiar, la experiencia de los
FIGURA SS: Aumento del consumo televisivo en medio siglo (1950-1998) últimos cincuenta años nos invita a reflexionar.
~ -,-

'---
¡ 90 ,e a siete veces más que a realizar actividades comunitarias fuera de
2, 4 ~ 80
e
V
casa. Por otra parte, a medida que se multiplica el número de televi-

1/ v
e
~ sores por hogar, se va haciendo más raro ver televisión en común.
7, 1
70 ;; Coda vez es mayor el tiempo que pasamos viéndola completamente

o I ¡.....¡ 60
~
g
o
1_
_ Telev'~ores

por hogar
solos. Según un estudio, por lo menos la mitad de los norteamerica-
nos ven la televisión a solas, mientras que según otro, el tiempo dedi-
8 J-1
I
J: lO
~
v
~
o
o
'

_
Hogares
co" video

Usuanosde
cado a verla en solitario es de un tercio del total. Entre los chicos y
V
V:', v chicas de ocho a dieciocho años las cifras son aún más alarmantes: el

--
~

6 ./ " e
8
ordenador
personal
tiempo que dedican a ver televisión con sus padres es menos del 5 %
V
1.4
11 /' ,•
,
JO

20

;j,

.
2
- _ U5uallOs de
,nternet del que pasan ante el televisor, y un tercio del mismo están completa-
mente sOlOS.17
2 I / • 10
,
~
v Ver televisión se ha ido haciendo en nuestras vidas una práctica

~
e
cada vez más habitual y menos intencional. La organización de son-
1,0
~ deos de opinión Roper planteó a los norteamericanos dos reveladoras
1970 1975 1980 1985 1990 199, 2000
preguntas en cuatro ocasiones entre 1979 y 1993:
FIGURA 56: Proliferación de pantallas en los hogares
norteamericanos: vídeos, ordenadores, televisores adicionales Cuando enciende el televisor, ¿comienza encendiéndolo, y luego busca algo
y la red (1970-1999) que le apetezca ver, o suele encenderlo sólo si hay algún programa concre~
to que desea ver?
Las polémicas observaciones del crítico social James Howard Kunts- A algunas personas les gusta tener un televisor encendido como fondo,
ler no van muy desencaminadas: aunque de hecho no estén viéndolo. ¿Considera usted que suele tener encen-
dido a menudo el televisor aun cuando de hecho no esté viéndolo, o bien ve la
El hogar norteamericano se ha centrado en la televisión durante tres genera- televisión, y si no la apaga?
ciones. El televisor es el foco de la vida familiar, y en consecuencia la vida de
casa se vuelve hacia dentro, lejos de cuanto ocurre más allá de sus cuatro pa- Los telespectadores selectivos (es decir, aquellos que encienden el tele-
redes. (El cuarto de la televisión se llama «habitación familiar» en la jerga de visor sólo para ver un programa concreto y lo apagan cuando no es-
los constructores. Un amigo arquitecto me explicaba: «La gente no quiere tán viéndolo) participan significativamente más en la vida comunita-
admitir que Jo que la familia hace en común es ver la tele},.) Al mismo tiempo I ria que quienes lo son por hábito (aquellos que encienden el televisor
la televisión es el principal vínculo de la familia con el mundo exterior. La sin tener en cuenta qué emite y lo dejan de fondo), incluso mantenien-
propia envoltura física de la casa no conecta ya en ningún sentido activo las do fijas las variables de educación y otros factores demográficos. Los
vidas de sus miembros con lo que ocurre fuera; más bien los impermeabiliza telespectadores selectivos son, por ejemplo, un 23 % más activos en
de él. El mundo exterior se ha convertido en una abstracción filtrada por la organizaciones de base y tienen un 33% más de posibilidades de acu-
televisión, de la misma manera que el tiempo atmosférico es una abstracción dir a reuniones públicas que otros norteamericanos que se hallan en
filtrada por el aire acondicionado.'(, su misma situación demográfica. Ver la televisión por hábito es espe-
cialmente perjudicial para el compromiso cívico. En realidad, el efec-
Los dietarios muestran que maridos y mujeres dedican tres o cuatro to de esa práctica sobre el abandono del compromiso cívico es tan
veces más tiempo a ver la televisión juntos que a hablarse, y de seis grande como el de dedicarse simplemente a ver más televisión."

..\-
¿Por qué?
-------~------~ .. _._-~~--~

Con el peso de los años ha aumentado la posibilidad de que encen- 43 % de los norteamericanos nacidos antes de 19J 3 (ninguno de los
damos la tele sin saber qué queremos ver y de que la dejemos como cuales creció con la televisión) eran telespectadores selectivos en 1993,
ruido de fondo, aunque no estemos viéndola, según muestra la fi- aproximadamente el doble del índice de consumo selectivo (23 %) de
gura 57. Todavía en la década de I970 los telespectadores selectivos aquel año entre las personas nacidas después de 1963 (todas las cuales
superaban a los habituales en más de tres a dos, pero las proporciones crecieron con la televisión). Todos los nacidos en la era de la televisión
se invirtieron a mediados de la de I990' En I962, sólo cinco años tendemos mucho más que nuestros mayores a considerarla un compa-
después de que la televisión se hiciera casi omnipresente, el protago- ñero natural y constante. Es justamente lo que deberíamos esperar, si
nista de The Manchurian Candidate podía decir: "En el mundo hay ver la televisión es un hábito adquirido con suma facilidad en la infan-
dos tipos de personas, las que entran en una habitación y encienden el cia. En resumen, aun cuando el total de horas de televisión sea el mis-
televisor, y las que entran en una habitación y lo apagan».I9 Al cabo mo en diferentes grupos de edad -como suele ocurrir-, las distintas
de cuatro décadas el primer tipo de personas ha acabado siendo más generaciones utilizan el televisor de manera diferente. Como la ten-
común, y el segundo cada vez más raro. dencia a ver televisión por hábito refleja más que nada los efectos de la
La habituación a la omnipresencia de la televisión es mucho más do- sucesión generacional, es improbable que se invi.erta en breve plazo. 1.0
minante entre las generaciones jóvenes. (Al analizar este punto pense- Ver televisión por hábito no es la única actitud en que difieren las
mos que, a finales de siglo, el concepto «jóvenes» puede incluir a cua- generaciones en sus costumbres de televidentes. Otra es la de cambiar
rentones.) Incluso los miembros de las generaciones más jóvenes con de canal. La figura 58, tomada de una encuesta Yankelovich Monitor
formación superior tienden mucho menos a ser telespectadores selecti- realizada en 1996, muestra que cuando están viendo realmente la te-
vos que las personas menos formadas de generaciones anteriores. El levisión, las generaciones más jóvenes (incluidos los nacidos en los

80%

45

• Sólo tengo
encendido el
televisor si lo
estoy viendo Porcentaje de 25
zapeadores
o S610 enCiendo el
tele~lsor si quiero
20
ver un programa
concreto
15

10

1979 1985 1989 199)

Ano de naCimiento
FIGURA 57: la televisión se convierte en hábito en Estados Unidos
a medida que decae el consumo selectivo FIGURA 58: El zapeo es más común en las generaciones más jóvenes
¿ Por qué? Tecnología y medios de comunicaci/m

años de la explosión demográfica, por comparación con sus mayores) 90


tienden a pasar de programa en programa « picoteando» o viendo va-
80
rios canales más que siguiendo sencillamente un solo relato. Según
otros estudiosos, las amistades de los jóvenes de la década de 1990 10

son menos, más débiles y no tan estables como las de los adolescentes o 5ólo (omo fondo
~
e • Sobre lodo
de la de 1 9 50." Aunque no conozco pruebas sistemáticas que apoyen
esta sensación, sospecho que el lazo entre el zapeo entre canales y el
zapeo social es más que metafórico.
1,
e
programas de
enlrele(llm,ento

~
La mejor manera de llegar él conocer la omnipresencia de ,la televi- ~

sión en nuestras vidas consiste en analizar la proporción de norte- ~


u
<
americanos que dicen ver televisión en diversos momentos a lo largo
del día. Las encuestas realizadas por DDS Needham Life Style de
1993 a 1998 pedían a los encuestados que indicaran si habían visto o
no televisión durante diez momentos distintos a lo largo del día ante-
rior, desde la mañana al levantarse, hasta la noche al ir a la cama.
Luego se les preguntaba si en cada uno de los períodos en que decían
haber visto televisión, lo habían hecho sobre todo por informarse,
FIGURA 59: Estados Unidos ve la televisión a diario
por entretenerse o «simplemente por tenerla de fondo». La figura 59
ya lo largo de todo el día
presenta las medias nacionales.
Al menos una cuarta parte de los adultos dijo haber visto algo de te-
levisión durante cada uno de los períodos del día. Concluida la jornada los norteamericanos dice ver televisión la mayoría de las noches, fren-
laboral, esta proporción aumenta en más de la mitad hasta alcanzar el te a sólo un 56% que habla con los miembros de su familia, un 36 %
punto más alto de un 86 % durante las horas llamadas acertadamente que come algo, un 27 % que realiza tareas domésticas y un 7 % que
«de máxima audiencia}}.2.2 En muchos hogares la televisión no pasa de saca el perro a pasear. Ver televisión por la noche se ha convertido en
ser un ruido de fondo, una especie de hilo musical televisivo, pero la fi- una de las pocas actividades universales de la vida norteamericana
gura 59 nos muestra que ese consumo fortuito representa una parte re- contemporánea.:l. 4
lativamente pequeña del consumo declarado de televisión. Estas me-
dias incluyen tanto a los norteamericanos que trabajan como a los que El cambio masivo en la manera como los norteamericanos pasan sus
no trabajan, aunque obviamente durante la jornada laboral las cifras días y sus noches se produjo precisamente durante los años del aban-
son más bajas para aquellos que trabajan. La mitad aproximadamente dono generacional del compromiso CÍvico. ¿Qué relación guarda el
de los norteamericanos -casados, solteros, con hijos y sin hijos- dice consumo de televisión con ese compromiso? La respuesta es sencilla
ver la televisión mientras cena, y casi un tercio lo hace durante el des- en lo que atañe a la correlación: ver más televisión significa reducir
ayuno y la comida." Al acabar el siglo xx la televisión se ha convertido prácticamente cualquier forma de participación cívica e implicación
en algo omnipresente en las vidas de los norteamericanos. social. El consumo televisivo está correlacionado así mismo con otros
Otro medio de constatar el predominio del consumo televisivo en factores que reducen el compromiso CÍvico, incluida la pobreza, una
las vidas de los norteamericanos consiste en compararlo con otras edad avanzada, pocos estudios, etc. Por tanto, para aislar la vincula-
formas de pasar el final del día. La figura 60 muestra que el 81% de ción específica entre televisión y participación social, tenemos que
','" ,,_o

único efecto del televisor sobre el compromiso cívico deriva del nú-
mero de horas pasadas ante él, más que de alguna otra cosa respecto
a cómo se ve la televisión, qué se ve en ella y quién es el telespectador.
Antes de abordar estas importantes sutilezas, la figura 61 nos ofre-
ce algunas de las pruebas que vinculan el consumo televisivo y la pér-
dida de compromiso cívico. Para excluir los efectos del ciclo de vida y
de los estudios, limitaremos aquí nuestra atención a los norteameri-
canos en edad laboral y con formación universitaria. (El modelo está
aún más caracterizado entre otros sectores de la población más de-
pendientes del televisor, como los jubilados o las personas con menos
estudios.) En este grupo quienes ven una hora o menos de televisión
al día tienen un cincuenta por ciento más de actividad cívica que quie-
nes ven tres horas diarias o más. Así, por ejemplo, el 39 % de quienes
ven poca televisión asistió el año anterior a alguna reunión pública
sobre asuntos locales o escolares, frente a sólo un 25 % de los grandes
v" Hablar con Ducharse Comer Leer la Tareas Leer el Sacar televidentes comparables demográficamente a los anteriores. De los te-
teleVISlórl la ¡amlha o bañarse algo prerlsa domésticas correo al perro
levidentes moderados, el 28 % escribió el año anterior al Congreso,
¿A cuál de estas activ'ldades se dedica la mayorla de las noches frente al 21 % de los grandes televidentes. De los televidentes mode-
de la semana después de la cena y antes de acostarse?

FIGURA 60: Por la noche los norteamericanos se dedican


sobre todo a ver televisión

mantener constantes, estadísticamente hablando, los demás factores.


Según ese análisis, en igualdad de condiciones respecto a todo lo de-
más cada hora adicional de televisión por día significa una reducción PartiCipó
erl alguna
del 10 % aproximadamente en la mayoría de las formas de activismo actIVidad
el año
cívico: menos reuniones públicas, menos miembros para comités lo- anlerior
(%)
cales, menos cartas enviadas al Congreso, etc.J.j
Si los cálculos de los dietarios de empleo del tiempo son correctos
cuando dicen que en 1995 los norteamericanos pasan frente a la tele
, hora
casi una hora diaria más que en 1965, entonces ese factor podría ex-
plicar tal vez por sí solo una cuarta parte del descenso total del com- Consumo
promiso cívico a lo largo de ese período. '6 Sin embargo, debo añadir televisivo
Ocupó un cargo o fue diario
miembro de comité de PronunCIÓ
dos matizaciones a este cálculo: una que podría corregirlo hacia arri- una organ,zac'ón local ,m discur50
ba, y otra hacia abajo. Por una parte, hasta el momento no he pre-
sentado pruebas de que la flecha causal vaya de la televisión al com- FIGURA 61: Más televisión significa menos compromiso cívico
promiso cívico, y no al contrario. Por otra, este cálculo supone que el (entre adultos con estudios universitarios y en edad laboral)
J08 ¿Por qué? Tecno!ogú1 )' medios de comunicaóón 30 9
~-- -._----------
rados, el 29 % tuvo algún cometido de liderazgo en alguna organiza- televisión ante todo para informarse, frente a un 41% que afirma
ción local, frente a sólo el 18 % de los grandes telespectadores. La verla primordialmente para entretenerse. (Los demás dicen que la ven
probabilidad de que los televidentes moderados pronunciaran un dis- tanto para informarse como para entretenerse; el vínculo inextricable
curso el año anterior fue tres veces mayor que la de los grandes televi- entre información y entretenimiento -«infoentretenimiento»- es una
dentes con una formación académica igual (el '4 % frente al 5 %). característica notable de la televisión, que la distingue de otros me-
La importancia de estas diferencias entre telespectadores modera- dios como los libros o la radio.)" Ya hemos visto que las noticias y
dos y grandes telespectadores se intensifica por el hecho de que, in- los programas de asuntos públicos parecen tener, si acaso, un efecto
cluso entre este grupo selecto de norteamericanos con buena educa- favorable sohre el compromiso cívico. Pero ¿qué ocurre con los pro-
ción y en edad laboral, los grandes telespectadores superan en número gramas de entretenimiento?
a los moderados por casi el doble. Un consumo importante de tele- Una manera de detectar los efectos de la televisión de entretenimien-
visión -como el que ha acabado caracterizando a la mayoría- resul- to sobre la participación social es centrarse en las personas que dicen
ta incompatible con una participación sustancial en la vida comu- que la televisión es su «principal forma de entretenimiento»: la mitad
nitaria. de los norteamericanos. No es de extrañar que esa gente vea mucha
En el capítulo 2 señalamos que las formas colectivas de compromi- más televisión que los demás norteamericanos, y que tienda mucho más
so, comO la asistencia a asambleas locales, el trabajo en comités o en a admitir que es do que podría llamarse un teleadicto».l.9 En cuanto a
favor de un partido político, habían disminuido en las últimas déca- compromiso cívico, estas personas máximamente dependientes de los
das mucho más rápidamente que las formas individuales de implica- programas televisivos de entretenimiento difieren de manera muy no-
ción, como el envío de cartas al Congreso o la firma de peticiones. Am- table de la otra mitad de la población norteamericana.
bos tipos de compromiso pueden tener consecuencias políticas, pero Si la consideramos junto con una veintena de otrOS factores predic-
sólo el primero ayuda a fomentar y reforzar los vínculos sociales. Ve- tores de participación social (como los estudios, la generación, el
mos pues que la televisión es mala tanto para el compromiso cívico sexo, la región, el tamaño del lugar de residencia, las obligaciones la-
individual como para el colectivo, pero que es especialmente dañina borales, el matrimonio, los hijos, los ingresos, las preocupaciones
para las actividades que realizamos conjuntamente. Mientras que el económicas, la religiosidad, la raza, la movilidad geográfica, el tiem-
hecho de ver mucha televisión (manteniendo constantes, como siem- po de ida y vuelta al trabajo, la propiedad de la vivienda y algunos
pre, los factores demográficos) reduce de un 10 a un 15% aproxima- otros), la dependencia de la televisión en relación con el entteteni-
damente ciertas actividades individuales, como la de escribir cartas, miento no es simplemente un predictor significativo de pérdida de
una cantidad igual de televisión adicional merma hasta en un 40 % compromiso cívico; es el predictor individual más sistemático que he
las actividades colectivas, como asistir a reuniones públicas o desem- podido descubrir.
peñar una función directiva en organizaciones locales. En resumen, Las personas que dicen que la televisión es su "forma principal de
así como la televisión convierte en actividad privada nuestro tiempo entretenimiento» realizan con menos frecuencia actividades volunta-
de ocio, también privatiza nuestra actividad, reduciendo nuestras in- rias y trabajos en proyectos comunitarios, asisten a menoS cenas y a
teracciones con los otros más aún de lo que desestimula nuestras acti- menos reuniones de club, dedican menos tiempo a visitar a sus ami-
vidades políticas." gos, reciben menOS en sus casas, organizan menos picnics, están me-
Según hemos visto, los cazanoticias que ven la televisión para infor- nos interesadas por la política, donan sangre menos a menudo, escri-
marse tienen mayor conciencia cívica que la mayoría de los norte- ben a los amigos con menot regularidad, realizan menoS llamadas
americanos. Pero muchos de nosotros vemos la televisión para entre- telefónicas interurbanas, envían menos postales de felicitación y me-
tenernos, no por las noticias. El 7 % de los norteamericanos dice ver nos correos electrónicos, y son más violentos en la carretera que las
fcen%Rla y medIOs de Cnll1¡/I7ICaÓ()1I ,11
3 10

..- - - -
personas dernográficamente iguales que sólo difieren de ellas en ma- ~----- ------~

nifestar que la televisión no es su forma principal de entretenimiento.


La dependencia de la televisión no va asociada simplemente a una
menor participación en la vida comunitaria, sino a una menor comu-
nicación social en todas sus formas, escritas, orales o electrónicas.
Resulta que esta simple cuestión distingue a los norteamericanos más Número
df' cartas
aislados socialmente de quienes están más implicados en sus comuni- escnt"s
"amigos y
parientf'S el
dades, tal como ilustran las figuras 62 a 66. Nada -ni una educación año anterior
escasa, ni el trabajo a jornada completa, ni los largos viajes de ida y
vuelta al trabajo en aglomeraciones urbanas, ni la pobreza o las difi-
cultades económicas- está asociado de forma tan amplia con el aban-
dono del compromiso cívico y con la desvinculación social como la
dependencia de la televisión para el entretenimiento)O Lo nie9~ Lo nIega Lo niega Esta E,ta E't~
categ6,i(~mente en generat moderadamente moderadamente deanrerdo categ6"came~te
Por término medio, los norteamericanos que categóricamente no de acuerdo ~n general de ~CLJerdQ

están de acuerdo con la frase: «La televisión es mi forma principal de «La televisión es mi principal forma de entretenimiento"
entretenimiento)) -permítaseme llamarlos minimalistas televisivos-
realizan tareas de voluntariado nueve veces al año. En cambio, los FIGURA 63: Los televidentes no mantienen contactos
maximalistas televisivos -quienes aJmiren categóricamente que la te-
levisión les proporciona su príncipe.11 Jctividad de tiempo libre- reali-

Tarea" Reunlonf'S
de vülurLtarwio df' club el
(numero de v('({"\ año antenor
el ario antf'"nr\

,._ W W W Lo mega Lo nIega Lo nlf'<j<1 es!~ E~!a [\tá


~
_
~
_
("I~q()"Cclrn~nte en gen~r~1 rnode'"damenlP modf'rad~mente de ilcuerdo (ateg6"c~mente c~teg6ricamf'nte en general modf'fadamf'ote moderadamente de acuerdo categ6r.camente
OP acuerdo en ge~er~1 rl~ ~(Uf'rdo de a("uerrlo en general de a(u~rdn

"La teleVISión es mi principal forma de entretenimú,'nto') «La teleVISión es mi principal forma de entretenimiento»

FIGURA 62: La televisión y el voluntariado no se compaginan FIGURA 64: La televisión y las reuniones de club no se compaginan

c
3'2 ¿Por qué? Tecnología y medios de comunicaCIón 31 3

zan trabajos voluntarios sólo cuatro veces al año. Los minimalistas


JO
televisivos escriben una media de dieciocho cartas al aii.o a amigos y
parientes; los maximalistas, sólo doce. Los minimalistas acuden a
nueve reuniones de club al año, frente a las cinco de los maximalisras.
Los minimalistas van a la iglesia veintisiete veces al aÍlo por término
medio; los maximalistas , diecinueve. En realidad, la dependencia de
ASistenCia
los programas de entretenimiento es un fuerte predictor desfavorable
anual a 15 para la asistencia a la iglesia, incluso manteniendo constante el factor
la Iglesia

de la religiosidad. Entre personas igualmente religiosas, quienes dicen


10 que la televisión es su principal forma de entretenimiento asisten a la
iglesia con mucha menor frecuencia)1
Las diferencias cívicas entre ambos grupos se plasman en la figura
66: los minimalistas televisivos declaran haber participado en más de
LO niega Lo nleQa lo niega E<1~ 'Itá Eltá
tres proyectos comunitarios al año y haber hecho un corte de mangas
(ategórl(a me n1 € en gen~rJI moderad~mente moderadamente
de acuerdo
de acuerdo
en general
c~t~6"':amente
d~ dcu~rdo
a otro conductor en menos de la mitad de casos. Entre los maximalis-
«La teleVISión es mi principal forma de entretenimiento') tas televisivos este Índice de civismo es exactamente inverso: dos ve-
ces más gestos groseros que participación en proyectos comunitarios.
FIGURA 65: La televisión y la asistencia a la iglesia no se compaginan
Los machers, los schmoozers y quienes sencillamente muestran una
actitud civilizada proceden de las filas de la minoría de norteamerica-
nos que hacen un uso mínimo de la televisión en una proporción que
3,:) no se corresponde con su número.
Podemos descubrir nichos de reSIStencia a la dependencia de la te-
3.0
levisión, pero incluso en ellos es posible detectar rastros de su in-

~ºo
2.\
fluencia en el abandono del compromiso. Tomemos por ejemplo el

, 2.0
caso de las mujeres con buena formación, en situación económica-
mente holgada, procedentes del nordeste y en la treintena o recién
"~ -+- HIlO un corte
de mangas a cumplidos los cuarenta: la categoría demográfica individual de la na-
~ otro conductor

~
1.\ ción con más probabilidades de renegar de la televisión como entre-
o -o- TrabajO en un
~
•E proyecto tenimiento. Incluso en este grupo selecto, más de una de cada cuatro
1.0 comunitario
~ confiesa que la televisión es su principal actividad en el tiempo libre.
0.\
No obstante, es cierto que comparadas con sus hermanas liberadas
de la televisión, las aquejadas de la enfermedad televisiva realizan ac-
O.O+---_---____ ~- _____ ~---_I
tividades de voluntariado un 62 % de veces menos, acuden a un 37%
Lo n,~go LO nl"9a lo n,ega Está Est,! Est:.
c~t"90rlCamenle en gpn~ral mod~'ad~mente moderi!damen!~ dp ~cu~rdo categÓrlcamenle menos de reuniones de club, asisten a los oficios religiosos en la igle-
de a{t.o~rrlo en gpneral de acuerdo
sia un 27% menos y un 21 % menos a cenas, reciben invitados con
"La telev'lsión es mi prinCipal forma de entretenimiento»
una frecuencia inferior en un 20 % Y dicen estar un 24 % más insatis-
FIGURA 66: La televisión y los buenos modales no se compaginan fechas con su vida.]l
¿P()r qué? Tecllología y medios de COI1lUlllWción
----~ ---~----- --~

Esta correlación negativa entre ver la televisión y estar socialmente lan supuestamente a lo largo de los años, es improbable que algunos
comprometido aparece en dietarios de empleo del tiempo y encuestas minutos de consumo televisivo en un laboratorio universitario re-
de muchos otras países. Tanto en Estados Unidos como en otras na- produzcan los efectos más profundos a los que nas estamos refirien-
ciones los grandes televidentes tienen muchas menos probabilidades do aquL)
de pertenecer a asociaciones voluntarias y confiar en los demás (in- Sobre este punto no contamos con pruebas verdaderamente con-
cluso manteniendo constantes otros factores demográficos). A medida cluyentes, y dadas las limitaciones éticas impuestas a la experimenta-
que la posesión y el uso del televisor se difundía entre la población, ción con seres humanos, no es probable que dispongamos de ellas a
iba ligado, tanto en Estados Unidos como en el extranjero,· a una re- corto plazo. (Resulta difícil saber si las enérgicas protestas públicas
ducción de los contactos con parientes, amigos y vecinos. Ver más te- contra esos experimentos se harían en favor de los individuos obliga-
levisión significaba pasar más tiempo no sólo en el hogar, sino dentro dos a ver televisión o de los obligados a no verla.) Por otra parte,
de sus cuatro paredes a expensas del vivido en el patio o en la calle, o de otros tipos de pruebas hacen más plausible en este caso la atribución
visita a otras casas.3 3 de culpa. En primer lugar, la epidemia del abandono del compromiso
Un resumen preciso del impacto de la televisión sobre el capital so- cívico comenzó poco menos de una década después de que se exten-
cial es el realizado por un miembro de la comunidad tradicional y muy diera la posibilidad de poseer un televisor. Además, según veremos
unida de los amish, en el sudeste de Pennsylvania, en respuesta a un con más detalle en el capítulo 14, cuanto mayor haya sido la exposi-
etnógrafo que le visitó y le preguntó cómo sabían ellos qué inventos ción a los efectos de la televisión en los años jóvenes de cualquier co-
tecnológicos debían admitir y cuáles eludir. horte de individuos, mayor será en la actualidad su grado de pérdida
de compromiso. Ya hemos observado que las generaciones más jóve-
Podemos reconocer casi siempre si un c"lmhio nos traerá huenas o malas nue- nes, expuestas a la televisión durante toda su vida, tienden a utilizar-
vas. Hay cosas que decididamente no desealllos, como la televisión y la ra- la más por hábito, y ese uso habitual se asocia a su vez a un menor
dio. Desrruirían nuestra pdctica de realizar visitas. En vez de juntarnos con compromiso cívico.
otra gente, nos quedaríamos en casa con la radio o el televisor. La práctica de Sorprendentemente, las pruebas directas respecto a la dirección
las visitas es imporranre por la proximidad entre las personas. ¿Cómo pode- causal nos llegan de un conjunto de interesantes estudios realizados
mos preocuparnos por los vecinos si no les visitamos o no sahemos qué ocurre poco antes y poco después de la introducción de la televisión. El más
en sus vidas?14 notable se basó en tres comunidades aisladas del norte de Canadá en
la década de 1970.35 Debido únicamente a la mala calidad de la señal,
Hasta el momento hemos descubierto que ver televisión yen especial los residentes de una de eJlas (a la que los investigadores bautizaron
depender de ella son prácticas estrechamente relacionadas con la con el seudónimo de Notel, 'Sintele') carecían de televisión al iniciar-
pérdida del compromiso cívico. Sin embargo, la correlación no de- se el estudio. El «tratamiento}), cuyos efectos se sometieron a obser-
muestra la existencia de una causa. Una interpretación posible po- vación, consistió en introducir un único canal entre los residentes de
dría ser también que las personas que de entrada son socialmente Notel, el de la Canadian Broadcasting Corporation (eBe). La vida
aisladas gravitan hacia la pantalla, al ser la línea de menor resisten- en Notel se comparó con la de otras dos comunidades, Unitel y Mul-
cia. Sin datos probatorios verdaderamente experimentales -en los que titel. Durante los dos años que duró el estudio la recepción de televi-
ciertos individuos elegidos al azar estén expuestos (o no) a los efec- sión en Unite1-que en otros aspectos era muy similar a Notel- pasó
tos de la televisión durante largos períodos de tiempo- no podemos de sólo la eBe a la eBe más tres canales comerciales norteamerica-
estar seguros de que la propia televisión sea la causa de la pérdida de nos. Multitel era similar a las otras dos localidades en todos los as-
compromiso. (Como los efectos atribuidos a la televisión se acumu- pectos significativos, aunque geográficamente se hallaba algo aparta-

I
.1
; P()r q//é? Tecno{ogl'a y medios de comuni,ac/r)n 31 7

da. Los residentes de Multitel pudieron recihir los cuatro canales a lo Este estudio indica decididamente que la televisión no es un mero
largo del período de la investigación. concomitante de un compromiso comunitario menor, sino realmente
La investigadora canadiense Tannis MacBeth Williams y sus com- una de sus causas. Un efecto importante de la llegada de la televisión
pañeros explicaron por qué esta tríada de localidades constituía un fue la reducción de la participación en actividades sociales, recreati-
auténtico experimento: vas y comunitarias entre las personas de todas las edades. La televi·
sión convierte el tiempo libre en actividad privada.
Si exceptuamos el <1nacronismo de no recihir la televisión en 1973, [Notel] Disponemos de pruebas comparables, aunque menos concluyentes,
era una locillid8d típica. Era accesihle por carretera, tenía servicio diario de de estudios sobre la introducción de la televisión en Inglaterra, Sudá-
autobús en dos direcciones y su mezcla étnica no era insólita. Simplemente frica , Escocia , Australia y Estados Unidos." Los efectos de la televi-
daba la casualidad de que el puehlo se halla ha situado en un valle de tales ca- sión en la socialización de la infancia han sido objeto de acalorados
racterísticas que el emisor que servía a la zona no permitía a la mayoría de los debates durante más de tres décadas. La conclusión más razonable de
residentes recibir la televisiónY' un fárrago de resultados aparentemente contrapuestos parece ser que
ver mucha televisión incrementa probablemente la agresividad (aun-
Es así mismo significativo el hecho de que el estudio se llevara a cabo que quizá no la violencia de hecho), que también probablemente re-
antes de la generalización de los aparatos de vídeo y de las antenas duce los rendimientos escolares y que es una práctica estadísticamente
por satélite. En otras palabras, es probable que no vuelva a darse asociada a «disfunciones psíquicas), aunque se discute qué parte de
nunca otro caso como éste de una comunidad fundamentalmente li- este efecto se debe a autoselección y cuál es de origen causal. Un alto
bre de televisión en una nación industrializada. Los resultados mos- consumo de televisión por parte de los jóvenes lleva aparejada igno-
traron claramente que la introducción de la televisión redujo la parti- rancia cívica, una actitud cínica y un menor compromiso político en
cipación de los residentes de Notel en actividades comunitarias. Según años posteriores, junto con una red ucción en el rendimiento académi-
informan concisamente los investigadores: co y un salario más bajo en etapas futuras de la vida. En una revisión
exhaustiva de esta bibliografía interdisciplinaria sobre los efectos de
Antes de que Notel dispusiera de televisión los residentes de la muestra longi- la televisión en la vida social norteamericana, George Comstock y
tudinal acudían a roda una serie de reuniones de club y de otros tipos en más Haejung Paik concluyen que la introducción de la televisión ha reha-
ocasiones que los residentes de Unitel y de Multitel, que no diferían entre jada la participación de la gente en actividades sociales fuera del
ellos. A raíz de la introducción de la'televisión se produjo un importante des- hogar. Ninguno de estos estudios brinda un apoyo completamente
censo en Notel, pero no hubo cambios ni en Unitel ni en MultiteJ.37 irrefutable a la tesis de que ver televisión provoque una pérdida del
compromiso cívico, pero en conjunto los datos apuntan sin duda en
Los investigadores preguntaron también si la televisión afectaba úni- esa. dirección. 4°
camente a quienes sólo participaban de forma marginal en actividades Si la televisión reduce el compromiso cívico, ¿cómo lo hace? En tér-
comunitarias o también a sus líderes. Su conclusión fue la siguiente: minos generales existen tres posibilidades:

La televisión parece afectar a la pJrricipación en actividades comunitarias de • La televisión compite por un tiempo ya escaso.
aquellos individuos que son fundamentales para dichas actividades, pero no • La televisión tiene efectos psicológicos que inhiben la participación
a la de quienes participan de forma más marginal. Los residentes tienden a social.
participar en las actividades de su comunidad fundamentalmente más en • Los contenidos concretos de los programas televisivos socavan las
ausencia que en presencia de televisión.J~ motivaciones cívicas.
lIS ¿ Por qué? Tccno!()¡.;ia y medios de cmn¡IIIICdC/I)¡¡

Examinemos las pruebas que apoyan cada una de estaS hipótesis. A lo largo de la década de '970, en el período preciso en que (según
Aunque cada día tiene sólo veinticuatro horas, la mayoría de las sabemos ahora) la pérdida de compromiso cívico cogía fuerza en Es-
formas de participación social y uso de los medios de comunicación tados Unidos, la organización Roper preguntó a los norteamericanos
mantienen una correlación positiva. La gente que escucha mucha mú- cómo había cambiado en los últimos años su asignación de tiempo y
sica clásica tiende más, no menos, que los demás a asistir a los juegos energías. De la encuesta se dedujeron dos grandes conclusiones. Pri-
de los boyscouts. La gente que realiza trabajos de bricolaje en casa mero, que, como muestra la figura 67, hubo un movimiento masivo
tiende en mayor grado que los demás a jugar mucho al vóleibol y a hacia las actividades domésticas (en especial el consumo televisivo),
hablar más en público. Incluso en grupos con características demo- con un abandono de las de socialización fuera de casa. El 47% de los
gráficas similares, las personas que van más al cine acuden también norteamericanos afirmaba, por ejemplo, ver más televisión que en el
más a reuniones de club, frecuentan más cenas, van más a la iglesia y pasado, frente a sólo un 16 % que decía que veía menos (un incre-
a reuniones públicas, donan más sangre y visitan más a menudo a sus mento neto del 31 %). En cambio, sólo un r 1 % decía que dedicaba
amigos. Hace más de treinta años el psicólogo social Rolf Meyersohn más tiempo que en el pasado a visitar a amigos y parientes que no vi-
observaba esta pauta en nuestras actividades de tiempo libre y las ca- vían «muy cerca», frente a un 38 % que afirmaba dedicar menos tiem-
lificaha simplemente con la expresión de «cuanto más, más»,4 1 po a este tipo de socialización, con un descenso neto del27 %. Las ac-
Según observaba Meyersohn, la televisión es la excepción principal tividades practicadas fuera del hogar estaban desvaneciéndose casi
a esta generalización, la única actividad de tiempo libre que parece sin excepción, mientras que iban en aumento las practicadas en casa
inhibir la participación en otras actividades de ocio. Se ve televisión a (en especial ver televisión).4}
expensas de casi cualquier otra actividad social fuera del hogar, en es-
pecial las reuniones sociales y las conversaciones informales. Las ¿Cuál de estas actiVidades practica ahora más que antes'
principales víctimas de un aumento del consumo televisivo, según los ¿Cuál de ellas practica ahora menos que antes'

dietarios ue empleo del tiempo, son la participación en actos religio- Menos ahora
-25% 25%
Mas ahora
'>0%
-50% 0%
sos, las visitas sociales, las compras, las fiestas, el deporte y la partici-
pación en organizaciones. Las únicas actividades ligadas positiva- Pasar tiempo en l<lSa f----------~j_-___-_-_-----'1
mente a un gran consumo televisivo son el sueño, la comida, los
trabajos caseros, escuchar la radio y las aficiones manuales. Los tele-
videntes permanecen anclados en casa, y son los primeros en recono-
cerlo; los grandes televidentes están en general de acuerdo en que son
«muy caseros», mientras que la mayoría de los televidentes modera-
dos creen que no lo son. Según los politólogos John Brehm y Wendy
Rahn, ver televisión tiene un efecto tan fuerte sobre el compromiso cí-
vico que una hora menos de consumo televisivo al día es la vitamina
cívica equivalente a cinco o seis años más de estudios. Hay razones
para creer que los efectos de desplazamiento del consumo televisivo
podrían ser incluso más significativos para actividades no estructura-
das, como salir con amigos, que para actividades más formales, como
las reuniones organizativas. 4l En resumen, más tiempo dedicado a la FIGURA 67: Los norteamericanos comenzaron a encerrarse
televisión significa menos tiempo para la vida social. en la década de 1970
¿Por qué? Tecnología y "HedlOS de cOn1unicacirín 3 2f

En segundo lugar, quienes decían que dedicaban más tiempo que


antes a ver la televisión tenían notablemente menos posibilidades de Los grandes televidentes pasan más tiempo con la televisión, pero lo conside-
acudir a reuniones públicas, realizar alguna lahor en organizaciones ran menos gratificante [... ) Aunque ¡... ] sentirse mal en momentos desesrruc-
locales , firmar peticiones y otras cosas similares que las personas de- rurados y solitarios conduce al consumo de televisión ¡... ] el hecho de ver mu-
mográficamente similares que declaraban pasar menos tiempo ante el cha y la rapidez de los actuales montajes televisivos pueden contribuir
televisor. En cambio, la minoría de personas que informaban de que también a reforzar en el telespectador masivo una intolerancia hacia los mo-
antes pasaban más tiempo con amigos tendía también más a partici- mentos del día que no están llenos de visiones y sonidos [... ] Parece probable
par en la vida cívica, incluso en comparación con grupos demográfi- que ver mucha televisión ayude a la perpetuación de esa misma actitud. Al-
camente idénticos. 44 El vínculo entre un aumento del consumo televi- gunos telespectadores acaban dependiendo de los estímulos impuestos por la
sivo y un descenso en el compromiso cívico en ese momento decisivo televisión o por entretenimientos similares, y son cada vez más incapaces de
es insólitamente claro. llenar su tiempo libre sin ayuda exterior. 46

La televisión roba tiempo, pero también parece estimular el aletar- KlIbey y Csikszentmihalyi explican que estos estados psicológicos
gamiento y la pasividad. Robert Kubey y Mihaly Csikszentmihalyi, concomitantes del consumo televisivo son comunes a muchas cultu-
investigadores del empleo del tiempo, utilizaron un método inge- ras. Según el psicólogo social británico Michael Argyle, la televisión
nioso para descubrir el uso que hacemos del tiempo y sus efectos induce un estado emocional calificado muy acertadamente de «rela-
sobre nuestro bienestar pSÍquico. 45 Para ello convencieron a los su- jado, adormilado y pasivo". Los investigadores británicos Sue Bow-
jetos del experimento para que llevaran consigo un busca las vein- den y Avner Offer explican:
ticuatro horas del día durante una semana; cuando el busca era ac-
cionado al azar, [os sujetos ponían por escrito lo que estaban haciendo La televisión es el medio má:; barato y menos exigente para conjurar el aburri-
y cómo se sentían. Kubey y Csikszentmihalyi descubrieron que ver miento. Según ciertos estudios sobre la televisión, su consumo es la actividad
televisión es una actividad relajante y que exige escasa concentra- casera que requiere el nivel más bajo de concentración, vigilancia, resistencia
ción. Los telespectadores se sentían pasivos y menos atentos des- y destreza f... ] Los índices de activación mientras se está viendo la televisión
pués de ver televisión. En veladas de mucho consumo televisivo la son muy bajos; se trata de una práctica que se experimenta como un escape
gente tiende también a realizar otras actividades que requieran relajante de la tensión. Al parecer, mientras los niños ven televisión sus índi~
poca energía o que puedan realizarse con indolencia, mientras que ces metabólicos se reducen, lo que contribuye a que aumenten de pesoY
en veladas de poca televisión esas mismas personas pasaban más
tiempo fuera de casa realizando, por ejemplo, actividades deporti- Según la conclusión de Kubey y Csikszentmihalyi, sin duda la televi-
vas o en reuniones de club. Un fuerte consumo televisivo va asocia- sión crea hábitos y podría ser levemente adictiva. En estudios experi-
do a mucho tiempo libre, soledad y problemas emocionales. La te- mentales los televidentes exigen una recompensa considerable para
levisión resulta al parecer especialmente atractiva para personas dejar la televisión, aun cuando afirman sistemáticamente que verla es
que se sienten desdichadas, en particular si no tienen nada más que una actividad menos satisfactoria que otras practicadas en el tiempo
hacer. libre, e incluso que el trabajo. En I977 el periódico Detroit Free Press
Es probable que la propia televisión no sea la causa principal de es- sólo consiguió encontrar cinco familias entre ciento veinte dispuestas
tos sentimientos pesimistas, pero tampoco sirve de gran ayuda, a no a dejar la televisión durante un mes a cambio de quinientos dólares.
ser como escape momentáneo. Según resumen en sus conclusiones La gente que renuncia a la televisión experimenta, según se dice, aburri-
KlIbey y Csikszentmihalyi: miento, ansiedad, irritación y depresión. Una mujer comentaba: «Fue
terrible. No hacíalllo~ n,1J;:l; mi m,lriJo y yo nos dcJicihamos a ha-
45
blar» .4 S
Bowden y Offer concluyen diciendo que, como ocurre con otras
adicciones:

Ocupan un puesto
Los televidentes son proclives a la habituación, la pérdida de sensibilidad yel alto entre qUienes
dicen padecer
hartazgo f ..• ) Un investigador informaba de que en 1989 «casi todos los tra- dolor de cabeza,
Ind'gestlon
bajadores de la industria de la televisión creen fervientemente que el tiempo einsomn,o(%)

de atención del público se reduce progresivamente, y que para mantener la


audiencia, el montaje ha de tener un ritmo cada vez más rápido y ofrecer ma-
terial visual más y más apasionante» l ... ) A medida que los consumidores se
acostumbran a las nuevas fórmulas de estimulación, requieren una dosis
cada vez mayor. 49 Lo nlfga Lo niego LD niega E\t~ E5t~ fSI~
Cale'lorlcam~nle en gent'al moderJdamente moderadam<,nte de acuerdo cateqorléilmente
de ""."do pn '1ene,~1 de ~("efrlo

Aunque la cuestión no sea inmediatamente significativa para nuestro «la televisión es mi prmclpal forma de entretenimiento»
principal interés -que es el compromiso cívico y el capital social-, la
dependencia de la televisión para el entretenimiento, confesada por FIGURA 68: los televidentes no se sienten demasiado bien
los propios telespectadores, está relacionada con una gama sorpren-
dentemente amplia de dolencias físicas y psicológicas. Se da la cir- mográficas estándares), los cuatro primeros de la lísta, bastante por
cunstancia de que las encuestas DOB Needham Life Style incluyen in- encima de los demás factores, resultaron ser la salud física, la insegu-
formes de los propios afectados sobre dolores de cabeza, indigestión ridad social, una formación baja (como equivalente de la clase social)
e insomnio. (Como el estudio se ideó originariamente, entre otras co- y la dependencia de la televisión. No es de extrañar que la salud física
sas, para ayudar a los encargados de departamentos comerciales de fuera el predictor más sólido del malestar, pero los otros tres poseían
farmacia, no es de extrañar que se incluyeran estos indicadores.) Por fundamentalmente idéntica capacidad predictiva. En otras palabras,
nuestra parte, hemos fusionado estos informes en un solo índice de la dependencia de la televisión es tan destructiva para nuestra salud
«malestar»: las personas con una alta puntuación en este índice son como la angustia económica y la pertenencia a una clase social baja.
víctimas frecuentes de dolores de cabeza y estómago, y de insomnios. Sin un estudio experimental no podemos demostrar hacia dónde
La figura 68 muestra que ese malestar está estrechamente asociado a apunta la flecha causal, pero no hay una razón obvia para que las
una dependencia del entretenimiento televisivo. 50 personas con dolor de cabeza busquen alivio en la televisión por enci-
Hemos comprobado, como siempre, si esta correlación inesperada- ma de lo que proporcionalmente les correspondería. (Más adelante
mente alta podría ser engañosa (tal vez la gente que no se encuentra veremos algunas pruebas de cómo intervienen en este punto las dife-
en buenas condiciones físicas o económicas tiene más dolores de ca- rencias generacionales.) No obstante, sean cuales fueren las causas y
heza y ve también más televisión). Sin embargo, entre varias docenas los efectos, resulta muy preocupante que al concluir el siglo xx más
de predictores potenciales de malestar (como las declaraciones de los de la mitad de los norteamericanos diga que la televisión es su forma
propios interesados sobre su salud, ansiedad económica, frecuencia principal de entretenimiento.
en la práctica de ejercicio físico, consumo de cigarrillos, religiosidad, Al igual que otros comportamientos adictivos o compulsivos, la te-
diversas formas de vinculación social y todas las características de- levisión parece ser una experiencia sorprendentemente insatisfacto-
;Por qllé~ Tecnofogia y medios de comunicación

ria. Tanto los estudios de dietarios del empleo del tiempo como los tancia» por la que, como televidentes, nos sentimos implicados en
basados en la utilización de un busca llegan a la conclusión de que nuestra comunidad sin el esfuerzo de estar realmente comprometi-
para el telespectador medio la televisión es tan agradable más o me- dos." Lo mismo que la comida basura, la televisión -yen especial los
nos como los trahajos caseros y la cocina, y se sitúa muy por debajo entretenimientos televisados- satisface la ansiedad sin proporcionar
de otras ~lcrividades de ocio, e incluso en una posición inferior al pro- una auténtica alimentación.
pio trabajo. P El predomino de la televisión en nuestras vidas no refle- Al tenernos al tanto de cualquier problema social y personal imagi-
Ja la sublimidad del placer que produce, sino su coste mínimo. John nable, la televisión reduce las posibilidades de que hagamos algo por
Robinson y Geoffrey Godbcy, estudiosos del empleo del tiempo, con- solucionarlos. «No es de extrañar que si los problemas de todo el
cluyen: mundo terminan siendo iguales en su aparente urgencia -observa
Meyrowitz-, mucha gente acabe preocupándose por los suyos.» En
Gran parte del atractivo de la televisión reside en su omnipresencia y su ca- un sentido similar, el politólogo Shanto ¡yengar ha demostrado expe-
rácter poco exigente l ... ] Corno actividad, ver televisión no requiere una pla- rimentalmente que la atención predominante prestada por la televi-
nificación previa, no cuesta casi nada, no exige un esfuerzo físico, raras veces sión a problemas como el de la pobreza lleva a los telespectadores a
nüS choca o nos sorprende, y se puede practicar en la comodidad del propio atribuirlos a fallos más bien individuales que sociales, y a eludir su
hogar. 'l responsabilidad para ayudar a resolverlos. El politólogo AlIan Mc-
Bride demostró en un detallado análisis de los contenidos de los pro-
Otra de las razones de que la televisión esté ligada tan desfavorable- gramas de televisión más populares que «los programas televisivos
mente a la vinculación social es quizá el hecho de que ofrece una es- menoscaban el capital social al centrarse en personajes y relatos que
pecie de conexión pseudopersonal con los demás. Cualquiera que se retratan un tipo de vida que debilita los vínculos de grupo y el com-
haya topado cara a cara con un personaje televisivo ha experimenta- promiso social y político,). La televisión ofrece una visión de los
do la poderosa sensación de conocerlo de antemano. El saludo diario acontecimientos del mundo ingenuamente directa y personal en un
dellocutar del programa matinal o el espacio dramático semanal con marco dominado por los valores del entretenimiento. Da preferencia
personajes queridos nos confirma que ya conocemos a esa gente, que a las personas sobre los problemas, y a las comunidades de interés
nos preocupamos por ellos y que participamos en sus vidas, y sin sobre las locales. En resumen, la televisión podría estar fuertemente
duda que ellos corresponden a esos sentimientos (o al menos así lo ligada a la pérdida del compromiso cívico debido a los efectos psico-
sentimos en nuestro subconsciente), lógicos del propio medio. 54
joshua Meyrowitz, teórico de la comunicación, observa que los
medios electrónicos permiten que los lazos sociales se disocien del Es posible que también el mensaje -o, dicho de otra manera, los con-
contacto físico. «Los medios electrónicos crean lazos y asociaciones tenidos programáticos concretos- sea responsable de los evidentes
que compiten con las formadas a lo largo de la interacción directa en efectos anticívicos de la televisión. Las encuestas de DDB Needham
lugares concretos, Los contactos directos son sin duda más "especia- Life Style nos permiten indagar esta posibilidad, pues además de las
les" y proporcionan unas relaciones más fuertes y profundas, pero su preguntas sobre vinculación social y participación cívica, obtienen in-
número relativo va en disminución.» Roderick Hart, especialista en formación sobre los programas concretos que los encuestados «ven
comunicación política, sostiene que la televisión, como medio, crea porque realmente les gustan". Dada la imposibilidad de deducir de
un sentimiento falso de compañerismo, y hace que la gente tenga sen- esos datos una relación causal, podemos elaborar una clasificación
sación de intimidad y se considere informada, inteligente, atareada e improvisada de los programas que atraen y/o crean los públicos más
importante. El resultado es una especie de «política de mando a dis- y menos cíVICOS.
¿ Por qué? TCC110!()gt',¡ y mediOS de (()I/1Ul1iC,7CN)n ,2.7
---

- - ----1
En el primer pucsro de la jerarquía propicia al civismo (mantenien- 0,) T - - - - - - - - - - - - - -

do constantes, como siempre, características demográficas estándares o


como la edad y la clase social) se hallan los programas de noticias y .~
:ij G,4 +----.----------.-
"~,
los educativos. A finales de la década de I990 los televidentes de pro-
gramas como los informativos de los canales nacionales y las produc-
ciones sobre asuntos públicos, NewsHour y otros programas del PBS g 0.3--1
---- ---
~--------_::_~~--~~-
_ __ • 1-::::- Programa,
¡jfC nOllCIJS
(Public Broadcasting Service, la radiotelevisión pública de Estados
Unidos), estaban en general más comprometidos con la vida comuni- ..
~
~ _ ... Programa,
I1 cc,

taria que los demás norteamericanos, en parte porque ese público ~ 0,2 +----,."......=--------------- ,nIOU,."IIVO>

tendía a evitar otras ofertas de la televisión. En el otro extremo de la


escala se encuentran las series de acción (ejemplificadas en una época
pasada por The Dukes of Hazzard y Corrupción en Miami), las tele-
¡~ 01
+-1

I
----------1
!
novelas (como Dalias y Melrose Place) y los llamados reality shows
(como America's Most Wanted y Current Affair).15
Una manera de medir las consecuencias de los diferentes tipos de
O+----------'-----
casI nunca
--,----J
Bastante a menudo A menudo

programas sobre el compromiso cívico (distinguiéndolo de la mera Frecuencia del consumo televisivo
cantidad de tiempo pasado ante la pantalla) consiste en comparar los
efectos de una exposición a dosis crecientes de programas informati- FIGURA 69: Tipos de programas de televisión y compromiso cívico

vos y no informativos, manteniendo constantes no sólo la educación, (manteniendo constante el tiempo pasado ante el televisor)
los ingresos, el sexo, la edad, la raza, el empleo, el estado civil y otros
factores similares, sino también el tiempo total dedicado a ver televi- ciudad de Oklahoma. Todos estos casos fueron experiencias naciona-
sión. Según muestra la figura 69, cuanto más tiempo dedique un indi- les compartidas únicamente porque la televisión introdujo en nues-
viduo a ver noticias, mayor será su actividad en la comunidad, mien- tros hogares las mismas imágenes dolorosas. Cuando la televisión ac-
tras que cuanto más tiempo pase viendo culebrones, concursos y túa de forma eminentemente cívica puede ser un lugar de reunión, una
tertulias, menor será su actividad comunitaria. 5/Í En otras palabras, fuerza poderosa para tender puentes entre las diferencias sociales, fo-
incluso entre personas que pasan el mismo número de horas ante la mentando la solidaridad y comunicando información cívica esencial.
tele, lo que ven guarda una relación estrecha con su grado de activi- Sin embargo, a esta lista de experiencias compartidas debemos aña-
dad en la vida comunitaria. dir las muertes de la princesa Diana y John F. Kennedy Jr. y el juicio
La distinción clara entre el público de NewsHour y el del Jerry de O.]. Simpson, que ofrecieron más melodrama que ilustración cívi-
Springer Show subraya el hecho de que no toda la televisión es antiso- ca. Los vínculos alimentados por estas experiencias comunes son psi-
cial. Estudios experimentales han demostrado que una programación cológicamente persuasivos, tal como puede atestiguar cualquiera de
de carácter social puede tener efectos socialmente favorables, como nosotros. Pero en general no resultan sociológicamente convincentes
el de estimular el altruismo." Además, la televisión (sobre todo, aun- en el sentido de impulsarnos a la acción. Cada uno de esos episodios
que no exclusivamente, los programas dedicados a asuntos públicos) es cautivador, pero pocos provocan cambios duraderos en la manera
puede reforzar a veces un sentimiento comunitario más amplio al co- de comportarnos o establecer vínculos. Los psicólogos infantiles ha-
municar una experiencia común a toda la nación, como ocurrió con el blan de un estadio bastante primitivo del desarrollo social llamado
asesinato de Kennedy, la explosión del Challenger y la bomba de la «juego paralelo»: dos niños en el cajón de arena de un parque donde
-- ,

;{'or qué? Te(Il(lfogia y mcái(Js de COIIl1I11!úU'!¡J'1 329

cada cual se entretiene con un juguete, pero sin interactuar realmente. ción a los efectos televisivos; además, mientras están en la Ul1lverSl-
En un desarrollo sano, los niños superan el juego paralelo. Pero los dad, los estudiantes que ven más televisión se hacen todavía más ma-
espectáculos públicos televisados nos dejan en ese estadio atrasado terialistas por comparación con sus compañeros que la ven menos o
del desarrollo que raras veces va más allá de la atención paralela a un no la ven. 60
mismo estímulo externo. En resumen, el auge de las comunicaciones y el entretenimiento
La televisión "salvaje», por así decirlo, está representada sobre electrónico es una de las tendencias sociales más poderosas del si-
todo por programas ligados empíricamente al abandono del compro- glo xx. En ciertos aspectos importantes esta revolución ha aliviado
miso cívico. Este tipo de programas asociados en su mayoría al aisla- nuestras almas e ilustrado nuestras mentes, pero también ha hecho de
miento cívico constituye un porcentaje masivo y creciente de la pro- nuestro ocio una realidad más privada y pasiva. Cada vez dedicamos
gramación televisiva. La «mercadotecnia orientada» y la llegada de la más tiempo y dinero a bienes y servicios consumidos individualmen-
televisión por cable con quinientos canales presagian una ulterior te, no a los de consumo colectivo. El tiempo libre de los norteameri-
fragmentación del público en función de intereses sociales, económi- canos puede medirse cada vez más -como lo hacen los especialistas
cos y personales. 5 '" Según Nielsen Media Research, el número de ca- en márketing- en función de la «visualidad)), pues la actividad de ver
nales recibidos en un hogar medio se disparó de diecinueve en T985 a cosas (en especial pantallas electrónicas) va ocupando progresiva-
cuarenta y nueve en 1997, y sigue aumentando. La capacidad de la te- mente una parte mayor de nuestro tiempo, mientras que la de reali-
levisión para crear una cultura nacional de «reunión en torno a la zarlas (en especial junto con otras personas) lo ocupa cada vez menos.
máquina dispensadora de agua» ha ido a menos a medida que dismi- Esta insistencia en el entretenimiento visual parece ser particularmente
nuía el número de personas que veían programas comunes. Al princi- común entre las generaciones crecidas en las últimas décadas/¡I Ver
pio de la década de 19 SO dos tercios de los norteamericanos encen- televisión, vídeos y ventanas de la pantalla del ordenador abiertas al
dían el televisor y veían el programa de mayor audiencia (I Lave Lucy); ciberespacio son prácticas cada vez más comunes. Compartir activi-
a comienzos de la de 1970 el programa de máxima audiencia (All in dades comunales lo es cada vez menos.
¡he Family) atraía aproximadamente a la mitad de la audiencia nacio- La apoteosis de estas tendencias se puede hallar, por más imprevisi-
nal; a mediados de In de T990 el índice de audiencia de Urgencias y ble que parezca, en las boleras Holiday Bowling de New London
Seinfeld era de apenas un tercio)" Esta tendencia a la segmentación (Connecticut). Sobre cada una de las calles de la bolera hay una pan-
del mercado permite elegir, y aumenta probablemente la satisfac- talla gigante de televisión que muestra la oferta de programas noctur-
ción del consumidor, pero también reduce la función de unir a la gen- nos. Incluso en una noche de competición de liga, los miembros del
te, de la que presumía en otros tiempos la televisión. equipo no se dedican a charlar animadamente sobre los acontecimien-
Otro efecto probable de la televisión (no sólo de la programación, tos del día, tanto públicos como privados, sino que cada cual se queda
sino también de la publicidad concomitante) es el fomento de los va- contemplando en silencio la pantalla y esperando su turno. Aunque
lores materialistas. Como dicen, por ejemplo, George Gerbner, estu- estén jugando juntos a los bolos, ven la televisión en solitario.
dioso de los medios de comunicación, y sus colegas, los adolescentes Los efectos de estas nuevas tecnologías sobre la visión del mundo
que ven mucha televisión «tienden más a desear trabajos de aIta cate- de los norteamericanos son más acusados entre las generaciones jóve-
goría que les permitan ganar mucho dinero, pero también quieren nes. Sven Birkerts, crítico social, hace hincapié en la ruptura histórica
que sus empleos sean relativamente fáciles, con largas vacaciones y que significó el advenimiento de la televisión:
tiempo para hacer otras cosas». Según veremos con más detalle en el
siguiente capítulo, el materialismo entre los universitarios de primer Hay una línea, un umbral, un punto a parrir del cual todo es diferente. Yo
curso ha aumentado notablemente durante la era de máxima exposi- trazaría esa línea en algún momento impreciso de 1:1 década de T950, cuando
3-'° ,:P()T que 33 1
-~~~- -~_._~--~----~~

la televisión ~e ahrih paso h;lStil renctrar en el tejido de la vida norteamerica-


na, cuando nos acostumhramos a la idea de dos realidades parale1Js: ague!!a
en que vivíM11OS, y otfa en la que nos introducíamos siempre que deseábamos Capítulo 14
descansar de nuestra vida, Las personas nacidas después de la mitad de la dé-
cada de 1950 son las portadoras de lo lluevo; constituyen IJ fuerza que nos De generación en generación
sacará de nuestra comprensión ya desvaneciente, rural, de pequeña ciudad o
urbana, de la organización social. El impulso del clmbio ha hecho qUt~ esas
e'xpresio!lt's y,¡ !lO rcng,lll ClSI st'ntldo."'- 1.¡1!" esfuerzos re.di/.ldos 11.ISI.I .dlllLl ¡UL\ Idl'll!dl,'.\r.\ ¡lIS ,·ldp.¡[,¡C ....
del :lh,lIldnIlO del o..'nlllprnl1liSi) l.'I\'il.·¡) ¡un Sldl) !nldlt"¡'['1 1S. J't'l'll 1¡.ld.1
.-\1 concluir el SIglo xx los nortl'.lI11l'nL'Jl1()~ \'l'fl 1l1.1S fl'Il'\'lSIOfl. L1 \'l'11 úlllL·IIlYC1Hl'S. 1,:1 tt'!CYlSi,)II, 1.1 CX!'.l!¡"':¡llll UI'/I.111.1 " Ll:- I'l'l':-IIIIH'S ,/¡-

de manera méls habitual y generalizada, y la ven más a menudo solosj tiempo y dinero contribuyen Jc Jll¡1l1era CU;1lHitic;¡hlc ,il pr()hklll;\,
y ven más programas asociados específicamente a la pérdida del com~ cada una por su parte. Sin embargo, incluso la pequeÍ'í3 y menguante
promiso cívico (programas de entretenimiento, a diferencia de los in- minoría de norteamericanos más ajenos a esas presiones -las parejas
formativos). El inicio de esta tendencia coincidió exactamente con el adineradas en las que sólo lino de sus miembros tieoe un trabajo re-
declive nacional de la vinculación social, y fue especialmente acentua- tribuido, que residen fuera de grandes zonas metropolitanas y rara-
da entre las generaciones jóvenes que, según veremos con más detalle mente ven la televisión- ha ido abandonando de manera constanre el
en el siguiente capítulo, son marcadamente ajenas al compromiso. compromiso con la comunidad y la vida social a lo largo de las dos
Además, los norteamericanos entre quienes se da la máxima probabi- últimas décadas. Aunque parezca que viven en una «anticuada» y con-
lidad de abandono de la vida cívica y social son precisamente los más vencional Pleasantville de los años cincuenta, esas personas acuden
caracterizados por esta dependencia del entretenimiento por televi- en la década de I990 a la mitad de reuniones de club de las que la
sión, son también quienes pasan menos tiempo con sus amigos, están gente como ellos frecuentaba en la de I970, y la probabilidad de que
menos implicados en organizaciones comunitarias y tienden a partici- se desentiendan por completo de la vida comunitaria es cinco veces
par menos en asuntos públicos. mayor. Incluso en las aldeas minúsculas y de mentalidad cívica del
Las pruebas son poderosas y detalladas, aunque al no poderse ex- bucólico estado de Vermont, la asistencia a las asambleas municipa-
traer de experimentos al azar, no pueden ser plenamente concluyentes les se redujo casi en un cincuenta por ciento entre los primeros años
en cuanto a los efectos causales de la televisión y otras formas de en- de la década de I970 y los últimos de la de I990.' Según hemos seña-
tretenimiento colectivo. Los grandes consumidores de estas nuevas lado más arriba, no hay prácticamente ningún sector de la sociedad
formas de entretenimiento son sin duda personas aisladas, pasivas y norteamericana que no haya sufrido este contagio anticívico. Ha
distantes de sus comunidades, pero no podemos estar completamente afectado a mujeres y hombres; a centros de ciudades, a zonas subur-
seguros de que si les faltara la televisión, fueran a ser más sociables. banas y a pequeñas localidades; a ricos, a pobres y a la clase media; a
Lo mínimo que puede decirse es que la televisión y sus primos electró- negros, a blancos y a otros grupos étnicos; a personas que trabajan y
nicos son cómplices voluntarios en el misterio cívico que hemos esta- a parados; a matrimonios y a solteros de vida alegre; al norte, al sur, a
do desentrañando, y hay una gran probabilidad de que sean los prin- las dos costas y al centro de Estados Unidos.
cipales implicados. La edad es la única excepción llamativa a esta uniformidad. Los
años van únicamente por detrás de los estudios como predictores de
casi todas las formas de compromiso cívico, y las tendencias en este
compromiso no son uniformes en todas las categorías de edad. Las
33 2 ¿ ['or qué.':'
)))

personas de edad mediana y los mayores son más activos en más or- significado de los efecros del ciclo de vida es que los individuos cam-
ganizaciones que la gente joven, van a la iglesia más a menudo, votan bian, pero la sociedad en conjunto no. Los efectos generacionales, en
con mayor regularidad, leen y ven las noticias con más frecuencia, su cambio, significan que la sociedad se transforma, aunque los indivi-
misantropía es menor y son más filantrópicos, están más interesados duos no 10 hagan. Hay pocas razones para creer que la visión media
en política, trahajan en más proyectos comunitarios y realizan más de los norteamericanos se deteriorará en las primeras décadas del si-
tareas de voluntariado.~ glo XXI, pero es prácticamente cierto que cada vez habrá menos vete-
Es evidente que hay algo en la edad que es clave par<l nuestro enig- ranos.
ma. Sin embargo, esta clave es fundamentalmente ambigua, pues po- Así, antes de poder decir si las diferencias omnipresentes relaciona-
dría corroborar cualquiera de estas dos interpretaciones diversas: las das con la edad son auténticamente generacionales y producen por
personas de diferente edad ¿se comportan de manera distinta porque tanto cambio social, necesitamos determinar si son atribuibles al ci-
se hallan de momento en puntos diferentes de un ciclo de vida común clo de vida normal. Si contamos con pruebas comparables a lo largo
o porque pertenecen de manera permanente a generaciones distintas? de varias décadas, podemos seguir cada una de las cohortes a medida
La edad es una clave valiosísima, pero no es ni de lejos tan infalible que sus miembros van pasando por diversas etapas de la vida. Si va-
como las huellas dactilares o el ADN, por lo que necesitamos exami- rias cohortes sucesivas recorren los mismos altibajos a medida que
nar las pruebas con cuidado. envejecen, podemos estar razonablemente seguros de que observa-
mos una pauta de ciclo de vida. De no ser así, es más probable que las
Al acabar el siglo xx los varones norteamericanos de sesenta y seten- diferencias relacionadas con la edad sean de origen generacional.l
ta años tenían la vista mucho peor que sus nietos de veinte y treinta, y Las pautas de ciclo de vida en el comportamiento social se deben
las probabilidades de que los ancianos hubieran servido en el ejército de manera característica a uno de estos tres factores: exigencias fami-
eran también mucho mayores que las de sus nietos. Sin embargo, es- liares (a saber, el matrimonio y la paternidad), pérdida de energías
tas dos pautas relacionadas con la edad se deben a causas muy dife- (decadencia de la adolescencia a la vejez) y configuración de las
rentes. El efecto de la pérdida de visión depende enteramente del ciclo carreras (es decir, entrada y salida de la actividad laboral). Las dife-
de vida: a todos se nos deteriora la vista a medida que envejecemos. rentes formas de participación cívica alcanzan su punto culminante
Por otra parte, la diferencia en el Índice de realización del servicio mi- en distintas etapas del ciclo de vida. Los clubes de deportes atraen las
litar se dehe a diferencias generacionales. De los hombres nacidos en energías de los jóvenes. El tiempo que pasamos con los amigos llega a
la década de 1920 hizo la mili aproximadamente un 80 % frente a al- su máximo nivel al comienzo de la veintena, se reduce con el matri-
rededor de un 10 % de los nacidos en la de '960, diferencia atribuible monio y los hijos, y vuelve a remontar cuando cumplimos los sesen-
por completo al distinto estado de los asuntos internacionales cuando ta, con el retiro y la viudez. Las actividades relacionadas con los ni-
cada uno de esos grupos cumplió dieciocho años. La visión refleja el ños, como las reuniones entre profesores y padres, la salidas al campo
ciclo de vida, mientras que el servicio militar es un reflejo de las gene- y los actos deportivos, están vinculados a los primeros años de pater-
raciones. Cuando los nietos lleguen a la edad de sus abuelos, su visión nidad (la veintena y la treintena). La afiliación a organizaciones cívi-
se enturbiará igualmente, pero nunca habrán compartido con ellos la cas y sociedades profesionales llega a su cresta entre hombres y muje-
experiencia del servicio militar. res que han cumplido los cuarenta y los cincuenta. La donación de
Si disponemos de pruebas procedentes de un único momento tem- sangre alcanza su punto más alto en la treintena y cae bruscamente a
poral, no podemos distinguir entre ciclo de vida y efectos generacio- partir de los cincuenta, mientras que la donación de dinero aumenta
nales, pero si logramos seguir la evolución de una cohorte determi- en las últimas épocas de la vida. Las relaciones con la iglesia crecen en
nada a lo largo de los años, nos será más fácil distinguir ambos. El la veintena (con la llegada del matrimonio y los hijos), se estabilizan
334 De generaci/m en generac/()n

y vuelven luego a reanudarse, aumentando poco a poco entre los ma- forma inesperada, el grado de compromiso de'los hombres y mujeres
yores. Las actividades de voll1ntariado solían tener una única cúspide de edad mediana no fue muy superior al de sus mayores.
en la treintena, como un reflejo de las fiestas para vender galletas en Además, a medida que los nacidos en los años de la explosión de-
beneficio de las PTA y de los entrenamientos para la Litle League, la mográfica iban pasando por el ciclo de vida normal, como pasa un
liga deportiva infantil, pero en las últimas décadas (según vimos en el cochinillo por la garganta de una serpiente pitón, Estados Unidos de-
capítulo 7) se ha producido una segunda racha de voluntariado en bería haber experimentado oleadas de creciente participación CÍvica
los años siguientes a la jubilación. El compromiso cívico en general cuando esas personas llegaban al ciclo normal de un mayor compro-
sigue de manera característica un trazado como el de la figura 70, miso comunitario. En las décadas de I970 y 1980 deberíamos haber
elevándose a partir de la primera edad adulta hacia un zona de esta- visto un auge en la afiliación a la PTA, junto con un rápido aumento
bilidad en la edad mediana, desde donde decae gradualmente. Este del número de miembros de las iglesias y una profusión de implica-
dibujo abovedado representa el arco natural de nuestros compromi- ción cívica en la de I990. (Según esa misma lógica, cuando los hijos
sos en la vida. 4 de la explosión demográfica comiencen a jubilarse, en la década de
Si este ciclo normal de los sucesos de la vida explicara por entero las 20IO, deberemos esperar un florecimiento del voluntariado y la filan-
diferencias en cuanto a compromiso CÍvico relacionadas con la edad, tropía.) De momento, sin embargo, ninguna de esas oleadas de com-
los norteamericanos más viejos deberían estar mucho menos compro- promiso cívico se ha materializado en el pasado; muy al contrario: se-
metidos cívicamente que las personas de edad mediana. Los estudios gún hemos visto a lo largo del libro, los nacidos durante el estallido
clásicos de sociología realizados en las décadas de I9 50 Y I960 llega- demográfico y sus sucesores no han seguido la misma senda cívica as-
ron exactamente a esa conclusión. En la de 1990, sin embargo, de cendente recorrida por generaciones anteriores. Este «perro CÍvico
que no ladró}} es un importante indicio del declive del civismo norte-
2,~ . - americano en las últimas décadas, pues las alzas esperadas provoca-
das por el ciclo de vida han debido de quedar anegadas por algún
inesperado movimiento generacional descendente. El interés y la par-

'1-· ----r ---"-'''''__----------- ticipación política, la asistencia a la iglesia, los proyectos comunita-
rios, las donaciones caritativas y la participación en organizaciones
son formas de compromiso cívico que, según hemos visto, han decaí-

1+---______
do en gran medida, si no exclusivamente -junto con algunas otras-, a
causa de la inexorable sustitución de una generación muy cívica por
otras que lo son mucho menos. 5
Podemos ver con máxima claridad este hecho examinando el com-
I
promiso cívico de generaciones sucesivas a medida que pasan por los
0.5+--------- - - -- - - - - - - - - - - ________-1 hitos fijos del ciclo de vida. La tabla 3 nos ofrece unos patrones de
cambio entre cuatro grupos de edad diferentes a lo largo del último
cuarto del siglo xx.' Merece la pena estudiar en detalle esa tabla,
o + - - - , - - - , - - - , - - - , - - - , - - , - - - ,__- .__- .__~ aunque esté cuajada de números, pues representa un sorprendente
o 10 20 JO 40 50 60 70 80 90 100
cuadro del cambio sociológico en Estados Unidos a lo largo del últi-
Edad
mo cuarto de siglo. La tabla mantiene constantes, en efecto, las dife-
FIGURA 70: la afiliación asociativa aumenta o disminuye con la edad rencias del ciclo de vida para centrarse en las generacionales. La pri-
;. Por qué? Oc gCI1('r'lcuin en K('lIcraOrJ/I .1.17
_.--------------._--_.-------_.-_._-
mera fila, por ejemplo, muestra el alcance del porcentaje de lectores
de periódicos en cuatro diferentes grupos de edad a comienzos de la TABLA 3: Todas las formas de abandono del compromiso cívico
década de '970. En esa época el número de quienes leían un periódi- se concentran en las cohortes más jóvenes
---- .----- --"---
co al día era ligeramente menos de la mitad de los adultos jóvenes Bandas de edad ("lo)
(49%), frente a tres cuartas partes más o menos en cada uno de los
18-29 30-44 45-59 +60
otros tres grupos de edad. Entre las personas de más de sesenta años, . ------------, --- - - - - - --
por ejemplo, eran lectores de periódicos el 76 %. La segunda fila Lee la prensa a diario
1972-1975 49 72 78 76
muestra el nivel de lectura de periódicos en cada uno de esos mismos 1996·1998 21 34 53 69
• CambiO relatiVO -57 -52 -37 -70
grupos de edad a mediados de la década de '990. En este período j Va a la iglesia una vez 1973-1974 36 43 47 48
más reciente el número de lectores entre los adultos jóvenes había caí-
do a un 2' % -menos de la mitad de la cifra de los adultos jóvenes de
l por semana 1997-1998 25 32 37 47

dos décadas antes-, con un descenso relativo del 57 %. En el otro ex-


1 Cambio relativo
1973-1974
-30
42
-25
42
-22
34
-3
22
F'lrmó una petición
tremo de la jerarquía de edad los lectores de periódicos habían baja- 1993-1994 23 30 31 22
do también algo, aunque sólo un ID %. La tercera fila de la tabla Cambio relativo -46 -27 -8 -O
1973-1974 15 18 19 10
muestra que el índice de descenso en la lectura de periódicos fue mu- Afiliación a un Sindicato
1993-1994 5 70 73 5
cho más rápido entre las cohortes jóvenes que entre las viejas. La pro- Cambio relativo -64 -47 -32 -42
babilidad de que las personas con más de sesenta años en la década de 1973-1974 19 34 23 10
As'lsM a una reunión pública
'990 (es decir, los nacidos en la de '930 o antes) leyeran periódicos 1993-1994 8 17 15 8
era casi tan alta como la de quienes tenían esa misma edad en la déca- CambiO relativo -57 -50 -34 -27
1973-1974 73 19 79 14
da de I970. En resumen, la reducción en el número de lectores en Es- Escribió a un congresista
1993-1994 7 12 14 12
tados Unidos de la década de '970 a la de '990 se concentraba fuer- Cambio relativo -47 -34 -27 -75
temente en las generaciones más jóvenes: cuanto más joven es la Fue cargo o miembro de comité 1973-1974 13 21 17 70
cohorte, más rápido es el declive en esas dos décadas. de una organización local 1993-1994 6 10 70 8
Si repasamos ahora la tabla hacia abajo, podemos ver que ese mis- CambiO relatiVO -53 -53 -47 -24
1973-1974 6 6 5 4
mo patrón se aplica a casi cualquier forma de compromiso cívico. La EscribiÓ una carta a un periódico
1993-1994 3 5 5 4
pérdida del compromiso se concentra en casi todos los casos en las Cambio relativo -49 -78 -9 -4
cohortes más jóvenes, y es menor en los hombres y mujeres nacidos y 1973-1974 5 7 7 5
Trabajó para un partido polltico
crecidos antes de la Segunda Guerra Mundial. Entre las personas de 1993-1994 2 3 4 3
más de sesenta años leer prensa, firmar peticiones y escribir cartas al Cambio relatiVO -64 -59 -49 -36
Se presentó como candidato 1973-1974 0,6 1.5 0.9 0,6
director de un medio y al Congreso eran prácticas casi tan comunes u ocupó un cargo público 1993-1994 0.3 0.8 0,8 0.5
en la década de '990 como en la de '970, pero entre la categoría más Cambio relativo -43 -49 -8 -22
joven tales actividades eran la mitad de comunes de lo que lo habían Tomó parte en alguna de doce 1973·1974 56 61 54 37
sido. En la cohorte de más edad la asistencia a la iglesia se mantuvo formas diferentes de vida cívica * 1993-1994 31 42 42 33
Cambio relatiVO -44 -37 -22 -77
fundamentalmente sin cambios entre '973-'974 y '997-1998, mien-
tras que entre las personas de menos de treinta años se redujo casi en Escribió al Congreso,.mandó una carta al director de un medio de prensa, eSCribió un artículo en una re-
un tercio. Incluso en casos como el de afiliarse a un sindicato y traba- Vista, pronunCIó un discurso, acudió a un mitin, aSistió a una reunión pública, trabajó para un partido polí-
tico, sirv'ló en un cargo o como miembro de un comité de una organización local. firmó una petiCión, ;,
jar para un partido político -casos en que rodas los grupos de edad presentó como candidato d un cargo ylo pertenecIó duna ogranizdcjón por un buen gobierno

¡ J
¿Por qué? De gencracuín en gC1/era_C/6~______ __ ,__ ~~~:.
----------------
muestran un descenso en la participación- el Índice de declive fue sig- del siglo XIX al xx a los nacidos en los años locos de la década de
nificativamente más rápido entre las cohortes jóvenes. Según mues- 19 20- encontramos al principio unos niveles altos y re~atlvamente es-
tran las tres últimas filas de la tabla, la participación en cualquiera de tables de compromiso cívico y capital social. Luego, sm embargo, de
las doce actividades cívicas medidas por las encuestas Roper Social forma bastante abrupta y comenzando por las mujeres y los hombres
and Political Trends cayó en un 110/0 entre quienes tenían más de se- nacidos en algún momento de la década de I930, hallamos slgn~s de
senta años, en un 22 % entre quienes tenían de cuarenta y cinco a cin- un descenso en la implicación comunitaria. Estas personas antenore,s
cuenta y nueve, en un 32 % entre quienes habían cumplido de treinta a la generación de la explosión demográfica son aún relativamente CI-
a cuarenta y cuatro, y en un 44 % entre quienes no habían llegado a vicas, pero algo menos que sus hermanos y hermanas de may~r edad.
los treinta. Leyendo a lo largo de las filas correspondientes a la déca- Según seguimos adelante hasta los miembros de la generaclon de la
da de I970 vemos la conocida ondulación del ciclo de vida según la explosión demográfica y de la generación X esa tende~Cla descenden-
cual la cohorte de más edad está significativamente menos compro- te en cuanto a asociacionismo, confianza, paruclpaclOn electoral, lec-
metida que los jóvenes. Sin embargo, en la de I990 la curva del ciclo tura de periódicos, asistencia a la iglesia, voluntariado e interés por la
de vida fue mucho más rebajada, pues las cohortes más jóvenes sólo política continúa casi ininterrumpidamente durante unos. cuarenta
estaban ligeramente más comprometidas que sus mayores. Cuanto años. (Los índices de asistencia a la iglesia y a clubes des~,enden en
más reciente es la cohorte, más espectacular es el desentendimiento todas las cohortes, en vez de mostrar la fractura c~ractenstlca de la
de la vida comunitaria. Se trata de un fuerte indicio de que el declive década de 1930.) La figura 7I muestra, en resumIdas cuentas, que
general en el compromiso cívico en Estados Unidos a lo largo de las cada una de las generaciones que han alcanzado la edad adulta desde
últimas décadas hunde sus raíces en diferencias generacionales.' la década de I950 ha estado menos comprometida en asuntos comu-
La pregunta clave que debemos plantearnos respecto a las diferen- nitarios que su predecesora inmediata. . .
cias generacionales no es qué edad tienen las personas en este mo- Estas diferencias intergeneracionales son extraordmanas en tod~s
mento, sino cuándo fueron jóvenes.!! La figura 71 aborda esta cues- los parámetros. Si mantenemos constantes las dis.raridades educati-
tión presentando varios indicadores de compromiso cívico según el vas, los miembros de la generación nacida en la decada de 19 20 p~r­
año de nacimiento de los encuestados.';! En efecto, la figura pone en tenecen casi al doble de asociaciones cívicas que los de la generaclOn
fila a los norteamericanos de izquierda a derecha según su fecha de de sus nietos, nacidos a finales de la década de 1960 (alrededor de 1,9
nacimiento, comenzando con los nacidos en el primer tercio del afiliaciones por individuo, frente a I,I aproximadamente),' La proba-
siglo xx y continuando hasta llegar a sus nietos, nacidos en el último bilidad de que los abuelos confíen en otras pe:sonas ,es mas del doble
tercio del siglo. A cada una de las sucesivas cohortes de nacimiento se que la de sus nietos (un 50% frente a un 20 Yo). El md,ce de particI-
le aplica una serie de comprobaciones respecto al capital social y al pación electoral es casi el doble que el de las cohortes reCIentes (8~-
compromiso cívico: ¿Votó en la última elección presidencial? ¿Con 85 % frente a 45-50%). Los abuelos tienden a mteresarse por la poh-
qué frecuencia lee un periódico? ¿A qué asociaciones voluntarias per- tica casi dos veces más (55 % frente a 30-350/0), Y suelen aSIStir
tenece, si es que pertenece a alguna? ¿Con qué frecuencia va a la igle- también a la iglesia con casi el doble de regularidad (45% frente. a
sia? ¿Cuántas veces acudió a una reunión de club el año pasado? ¿Le 25 %). La probabilidad de que trabajen en un proyecto comumtar!o
interesa la política? ¿Trabajó en algún proyecto comunitario el año es del doble (un 35% lo hizo en el año antenor, frente a un I 5- 20 Yo
pasado? ¿Piensa que se puede confiar en la mayoría de las personas, o de la generación más joven). Los abuelos son los últin;os cazadores
que nunca se es demasiado precavido? ansiosos de noticias: la probabilidad de que lean penodlcos es casI
A medida que nos desplazamos siguiendo esta línea desde la gene- tres veces superior a la de la cohorte más joven (75 % frente a 25 %),
ración más vieja hacia otras más jóvenes -de los nacidos en el paso y constituyen también la parte del león de los consumIdores de notl-
,; Por qué? De p;eneracirín en gellcraciríll 34 1
---------------------
cias televisadas. Además, unos patrones de ciclo de vida hien confir-
10

mados ofrecen pocos motivos para esperar que la generación más jo-
90%
.. ...........
ven llegue a igualar en algLln momento los niveles de sus abuelos en
cuanto a compromiso cívico.
Descifrada con esta clave, la figura 71 retrata una larga generación
cívica nacida más o menos entre T9IO y 1940, un amplio grupo de
80%

10%

60%
h
~,~

""'~
\"", ~
¡---l
. . . Votó en las

1---6-
eleCCIones
pre;Idenciales

Lee prensa a

personas fundamentalmente más comprometidas en los asuntos co- 50%


!......~ .'-' docc I
munitarios y que confiah.ln más que los de edad más joven. lr El nú-
~

............~, ), --+- "Se puede


con!,,]( f'n
I~ m~yo""

cleo de esta generación cívica es la cohorte nacida entre J925 y I930 ",. •...¡4.'\ de I~ gente"

que asistió a la escuela primaria durante la Gran Depresión, pasó la .10% ........ _ _ _' "f<,¡M --x- Tr~n,ll0 ~n

~Iqun
provecto
Segunda Guerra Mundial en el instituro (o en el campo de batalla),
votó por primera vez en I 948 o I 9 5 2, fundó un hogar en la década de
10%
... comurlltano

1950 Y vio su primer programa de televisión cuando se hallaba al fi- %

nal de la veintena. Desde que comenzaron los sondeos de opinión na- %


1980
cionales esta cohorte ha sido de un excepcional civismo: ha votado 1890 1900 1910 1920 1930 1940 19S0 1960 1970

más, se ha asociado más, ha leído más, ha confiado más y ha hecho más Año de nac'lmiento
donativos.
Más aún, este grupo ha realizado esta función cívica a pesar de ha-
ber recibido Llna formación académica considerablemente menor que
90%
la de sus hijos y nietos. Sólo una cuarta parte de los norteamericanos
nacidos entre T900 y T940 cursó estudios superiores a la enseñanza 80%

media, frente a más de la mitad de los norteamericanos nacidos des-


_+-
pués de esas fechas. Por lo que respecta a los estudios reglados, los '" Afol<ado a
un q(IjPO

miembros de la generación cívica larga fueron ciudadanos que se hi- 60% -fJ- Inlerf'sado
por la
cieron a sí mismos. Según ha dicho el reputado sociólogo Charles 001,1«,)
50%
Tilly (nacido en I928) refiriéndose a esta generación: "Somos los últi- ---6- Va (On
regularidad
mos pringados».ll '0% a I~ igles<~

Estas pautas dan a entender que haber crecido después de la Segun- --... A~l5t{> con
lO% regularoóad
da Guerra Mundial fue una experiencia muy diferente de haberlo he- ~ reuntones

df' cluh
cho antes de esa divisoria. Es como si las generaciones de posguerra ,0%

hubieran estado expuestas a algún tipo de rayos X anricívicos que re-


00%
dujeron en ellos de manera permanente y creciente la probabilidad
de establecer vínculos con la comunidad. Esa fuerza, sea cual fuere, 0%
1890 >900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980
explica -más que cualquier otra cosa ocurrida durante las décadas de
Año de nacimiento
1970 y 1980- la mayor parte del abandono del compromiso cívico
que aparece en el meollo de nuestro misterio. Pero ¿por qué tardaron FIGURA 71: Tendencias generacionales en el compromiso cívico
tanto en manifestarse los efectos de esos misteriosos rayos X? Si las (manteniendo constante la educaCión)
¿Por qué? De RencraClón en generación 343

raíces de la pérdida del compromiso cíViCO se puedtn remontar a las C;~­ [¿cion excepcionalmente cívica fue sustltLlldo por el de otras cohortes
cadas de I940 y '950, ¿por qué sus efectos no fueron obvios en las «poscívicas». Aunque la larga generación cívica ha disfrutado de una
reuniones de la PTA y las logias masónicas, en la Cruz Roja y en el co- esperanza de vida sin precedentes, lo que ha permitido a sus miem-
legio de abogados, en los colegios electorales y en los bancos de las bros aportar en las últimas décadas al capital social norteamericano
iglesias y las boleras de todo el país hasta las décadas de I960, '97° más de lo que proporcionalmente les correspondía, en estos momen-
tos está abandonando la escena. Al concluir el siglo habían alcanzado
y I9 80 ?
Los efectos visibles del desentendimiento cívico generacional se re- la edad de la jubilación incluso los miembros más jóvenes de esta ge-
trasaron varias décadas debido a dos factores importantes. En primer neración. Así, un análisis generacional nos lleva casi inevitablemente
lugar, el gran incremento de las matrículas universitarias proporcionó a concluir que es probable que continúe el hundimiento nacional del
a Estados Unidos una oportuna vacuna de refuerzo cívico que previ- compromiso cívico.
no un declive catastrófico en la participación política y social, que po- Hace más de un cuarto de siglo, justo cuando comenzaban a apare-
dría haberse producido a no ser por dicho incremento.') Y lo que es cer en la política norteamericana los primeros signos de pérdida de
aún más importante, los efectos de los fenómenos generacionales re- ese compromiso, el politólogo Ithiel de Sola Pool observó que la cues-
trasan varias décadas su aparición porque ése es el tiempo que tarda tión fundamental sería la de saber si el fenómeno representaba un
una generación en llegar a ser numéricamente dominante entre la po- cambio de tiempo pasajero o una alteración climática más duradera
blación adulta. La generación cívica larga (nacida entre '9IO y I94 0 ) (en aquel momento era aún demasiado prematuro hacer un juicio, se-
no. alcanzó su cénit hasta 1960, cuando abarcó a dos tercios de quie- gún señaló correctamente)." Ahora vemos que había identificado los
nes eligieron entre John Kennedy y Richard Nixon. No es casualidad signos iniciales de un cambio climático. Además, de la misma manera
que muchos de los índices de capital social examinados en la parte II que la desaparición de la capa del ozono no se demostró científica-
llegaran a su punto culminante en el mediodía de la larga generación mente hasta muchos años después de la proliferación de los cloro-
cívICa. fluorocarburos que la provocaron, así también la merma del capital
La generación «poscívica» no llegó a la edad adulta en número sig-
nificativo hasta después de mediada la década de 1960, momento en
1 social norteamericano sólo se hizo visible varias décadas después de
haber comenzado el proceso subyacente. Como la lechuza de Miner-
que diluyó y luego dejó de lado el compromiso cívico de las cohortes va, que vuela al anochecer, estamos empezando a apreciar la impor-
mayores de edad. Cuando Bill Clinton fue elegido presidente, en tancia de la larga generación cívica para la vida comunitaria norte-
I99 2 , la proporción de los miembros de la generación cívica larga en- americana en el preciso momento en que sus miembros se retiran.
tre el electorado había quedado reducida exactamente a la mitad en E invertir los efectos provocados por su marcha será tan difícil como
comparación con I960. En cambio, en el último cuarto del siglo xx, intentar volver a calentar una bañera de agua que se ha enfriado: para
los nacidos en los años de la explosión demográfica y los miembros elevar su temperatura media habrá que añadir una gran cantidad de
de la generación X (es decir, los norteamericanos nacidos después de agua muy caliente. A menos que Estados Unidos experimente duran-
I945) se multiplicaron por tres, pasando de uno a tres de cada cuatro te los próximos años un espectacular impulso ascendente en el com-
adultos. Estas matemáticas generacionales (unidas a las diferencias promiso cívico, los norteamericanos del siglo XXI se asociarán, con-
cívicas entre las sucesivas generaciones) son la explicación individual fiarán y votarán menos y entregaran menos donativos que al final del
más importante del hundimienro del compromiso cívico a lo largo de siglo xx.
las últimas décadas. Una consecuencia importante es el encanecimiento de los Estados
En resumen, las décadas que han conocido un deterioro del capital Unidos cívicos. Las personas mayores han votado casi siempre algo
social son las mismas en las que el predominio numérico de una gene- más que los jóvenes, pero esta diferencia generacional en el número
; Por qué? Dc generación Cll gencracH5n )45
344

de votantes se amplió considerablemente desde la década de 1960 fica, nacida ente 1946 y I964. Al iniciarse el nuevo siglo los miem-
hasta la de 1990. En realidad, la vida cívica del país ha ido encane- bros más viejos de esta cohorte masiva rondan los cincuenta y cinco
cienJo durante casi cuarenta años, debido en parte a que en la actua- años~ y los más jóvenes, los treinta y cinco. Los miembros de esa ge-
lidad los ancianos siguen siendo vigorosos durante más tiempo, pero neración son un tercio de la población adulta; lo han sido durante las
sobre todo porque, en comparación con lo que hacía la gente de su dos últimas décadas y lo serán durante casi dos más. Constituyen la
misma edad hace unas pocas décadas, los grupos jóvenes y de edad generación mejor formada de la historia de Estados Unidos. En su ju-
mediana han ido retirándose (o nunca han participado). A comienzos ventud vivieron una prosperidad sin precedentes y una gran vitalidad
de la década de T970 [as personas a partir de sesenta años sumaban el comunitaria, pero como adultos han padecido malas rachas. Aunque
r 2 IX) de los dirigentes y miembros de comités de organizaciones loca- no tanto como sus padres durante la Gran Depresión. l ?
les, el 20 %J de quienes realizaban tareas voluntarias en la comunidad Los hijos de la explosión demográfica fueron la primera generación
y el 24 % de los asistentes a reuniones de club. A mediados de la dé- expuesta a la influencia de la televisión a lo largo de toda su vida, y
cada de J990 estas cifras habían subido al 20, el 35 yel 38 % respec- tienden mucho más que sus mayores a encender el televisor sin saber
tivamente. Aunque la parte proporcional de ancianos en la población qué van a ver, y a dejarlo encendido cuando no lo están viendo. Palll
adulta no se modificó apenas durante esas dos décadas, su aportación Light, politólogo, explica:
a la vida comunitaria se multiplicó casi por dOS,'5
Esta excesiva representación de la generación de más edad en la vida En el momento en que la persona nacida durante la explosión demográfica
cívica refleja la libre decisión de diferentes cohortes repecto a la mane- cumplió dieciséis años había visto de doce a quince mil horas de televisión, o
ra de emplear su tiempo. De hecho, la generación más vieja está car- el equivalente a veinticuatro horas diarias de quince a veinte meses seguidos
gando con un peso cívico mayor del que le corresponde. Al mismo [... ] No puede haber mucha duda de que la televisión redujo el contacto de
tiempo, su voz sobre asuntos controvertidos queda amplificada por esas personas con sus iguales y sus padres, y que su generación [Uvo sus pri-
su activismo. Cuando los intereses de la generación más vieja difieren meros contactos con el mundo real a través de ese medio. [11
de los de la gente joven -sobre impuestos locales para apoyar a las es-
cuelas, por ejemplo-, es razonable sospechar que las opiniones de la Desde el punto de vista político, esa generación quedó indeleblemen-
generación de más edad tengan mayor peso del que tuvieron hace te marcada por los sucesos de los años sesenta: el movimiento por los
unas pocas décadas. A mediados de la de 1970 las personas a partir derechos civiles (ocurrido cuando la mayoría de ellos se hallaban en
de cuarenta y cinco años representaban un tercio de quienes partici- la escuela primaria), los asesinatos de Kennedy y Martin Luther King,
paban en las asambleas públicas para tratar asuntos municipales yes- el trauma de Vietnam y Watergate. Es posible que tengan razón -sin
colares. y una proporción igual de quienes escribían cartas al direc- duda lo piensan asÍ- al desconfiar de las instituciones, distanciarse de
tor; pero al cabo de veinte años su proporción tanto en las asambleas la política y (a pesar de sus aventuras en la universidad durante los
públicas como en las páginas editoriales ha subido a la mitad.'6 No años sesenta y setenta) comprometerse claramente menos con la vida
hay por qué suponer que esta generación más anciana va a ser insóli- cívica, y todavía menos sus hijos, algunos de los cuales han iniciado
tamente egoísta -lo cierto es probablemente lo contrario- para sen- un pequeño auge en el voluntariado (según vimos en el capítulo 7 y
tirnos preocupados porque los grupos jóvenes se han privado a sí volveremos a ver más adelante en el presente). A pesar de su forma-
mismos del derecho de representación. ción académica nada corriente, los hijos de la explosión demográfica
están menos informados sobre política que sus padres a una edad
Si la larga generación cívica es el notable protagonista de nuestro dra- comparable. Según observa Michael Delli Carpini, biógrafo político
ma moral, el segundo actor es la generación de la explosión demográ- de la generación de los años sesenta, «es menos probable que se inte-
¿ Por qué? De generi/cu)n en genert7cu)n 147

resen por la política, que la sigan con regularidad, que expresen una triotismo. Comparando las clases de quienes acabaron el bachillerato
opinión política y que tengan una información política exacta y perti- en 1967 y 1973, se ve con claridad que incluso en el instituto los naci-
nente».'9 Votan menos, participan menos en las campañas, asisten dos tardíamente en esta generación eran menos confiados, menos
menos a mítines políticos y en general eluden sus deberes cívicos más participativos, más escépticos respecto a las autoridades, más centra-
que otras generaciones.¡O Delli Carpini concluye: dos en sí mismos y más materialistas que los nacidos antes. Los hijos
de la explosión demográfica son en general muy individualistas, se
Lo que distingue más claramente a la generación de los años sesenta de otras sienten más cómodos a solas que en equipo, y tamhién más con los
cohortes anteriores no es tanto el desarrollo de una dirección política alter- valores que con las reglas. Son, por ejemplo, menos moralistas que
nativa cuanto e! rechazo de la política mayoritaria f... J En resumen, se trata sus padres en cuanto al consumo de drogas: tienden más a achacar los
de una generación que, en relación con las anteriores, rechaza las normas e problemas de las drogas a la s~ciedad que a los individuos, y menos a
instituciones fundamentales para e! sistema político de! que forma parte. El aceptar someterse a pruebas de consumo de drogas en el lugar de tra-
principal distinrivo de esta generación es lo que no le gusta o lo que no hace, bajo. Hay que decir en su honor que desde el principio han sido una
y no lo que le gusta o hace.¡¡ generación insólitamente tolerante, de mentalidad más abierta hacia
las minorías raciales, sexuales y políticas, y menos inclinados a impo-
La política, sin embargo, no es el único aspecto de la vida comunita- ner su propia moralidad a los demás.') En el capítulo 22 examinare-
ria del que se han desentendido los nacidos durante la explosión de- mos con más detalle esta admirable faceta de sus ideas políticas.
mográfica. Estas personas tardaron en casarse y se apresuraron a di- Las perso~as nacidas durante la explosión demográfica, tolerantes,
vorciarse. Tanto el matrimonio como la paternidad fueron decisiones, escépticas y «despreocupadas», pueden tener cierta razón en alguna
no obligaciones. Aunque el 96 % de esa generación se educó en una cuestión concreta, pero como síndrome sus actitudes han supuesto un
tradición religiosa, el 580;0 la abandonó, y sólo uno de cada tres elevado coste social. Cheryl Russell, analista de encuestas, caracteriza
apóstatas regresaron a su fe. En su vida laboral se hallan menos có- acertadamente a estas personas como gente «independiente».¡4 Los
modos con las burocracias, son menos leales a una empresa concreta datos relativos al capital social y al compromiso cívico examinados
y hacen mas hincapié en su autonomía. Quizá la propia uniformidad en capítulos anteriores ponen de manifiesto que esta independencia
de la sociedad de posguerra en que nacieron -familias de dos padres y de acción ha reducido la vitalidad de las comunidades norteamerica-
dos hijos, coches cromados y casas prefabricadas, clases abarrotadas nas: menos voluntariado, menos filantropía, menos confianza, menos
y mucho 1 Lave Lucy- les hizo dar una gran importancia al indivi- responsabilidad compartida en favor de la vida comunitaria.
dualismo y la tolerancia para con la diversidad y rechazar los roles Tras la generación de la explosión demográfica (los baby boomers),
sociales. Uno de los costes de las aulas abarrotadas a las que asistie- la nomenclatura es más controvertida. Corriendo el riesgo de insultar
ron los hijos de la explosión demográfica fue una menor posibilidad a sus miembros sin pretenderlo, seguiré aquí la costumbre de referir-
de aprendizaje social, pues la investigación demuestra que en las es- me a los nacidos entre 1965 y 1980 como la «generación X", Aunque
cuelas más grandes se reduce fundamentalmente la participación en los miembros de la generación X han sido acusados por sus mayores
actividades extracurriculares. Debido en parte a las presiones compe- (en especial por los hijos de la explosión demográfica) de ser los cau-
titivas inherentes a su pertenencia a una cohorte muy numerosa, tu- santes de los problemas de la sociedad norteamericana contemporá-
vieron que sufrir una reducción de las expectativas y padecer frustra- nea -en especial por la importancia dada al materialismo y al indivi-
ciones económicas. ¡ ¡ dualismo-, las pruebas que ya he presentado permiten ver claramente
A lo largo de sus vidas han expresado actitudes más libertarias que
sus mayores y menos respeto hacia la autoridad, la religión y el pa- I
j
que esta acusación está fuera de lugar. El desgaste del capital social
norteamericano comenzó antes del nacimiento de cualquier miembro
~Por qllé? De XcncracuJn en generaci¡jn .149

de la generaCión x, por lo que no se les puede tachar razonablemen- en la figura 72 una panorámica de las tendencias fundamentales).
te de haber sido los callSantes de esas tendencias adversas. Aun así, la A finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, cuando los
generación X refleja en muchos aspectos una continuación del cur- nacidos durante la explosión demográfica llegaron a la universidad,
so generacional emprendido inmediatamente después de la Segunda del 45 al 50% consideraba objetivos personales muy importantes
Guerra Mundial. mantenerse al día en política y contribuir a la descontaminación del
Examinada en detalle, la tabla 3 muestra claramente que casi todas medio ambiente, frente a un 40% aproximadamente que ponían a la
las formas de compromiso cívico -desde la sindicación a la asistencia misma altura «una excelente situación económica». En 1998, cuan-
a la iglesia, la firma de peticiones y la presencia en asambleas públi- do el último miembro de la generación X ingresó en la universidad,
cas- siguieron cayendo en picado entre los jóvenes que habían cum- tres décadas de materialismo creciente habían reducido el índice de la
plido veinte años en la década de '990, es decir, los miembros de la política y el medio ambiente a un 26 y un 19% respectivamente,
generación X. Esu generación aceleró en muchos aspectos las tenden- mientras que el bienestar económico se había disparado hasta alcan-
cias hacia el individualismo que hallamos en las de la explosión demo- zar un 7 5 %. Una encuesta nacional independiente realizada cada
gráfica, pues los X son la segunda generación consecutiva de indepen- año por la Universidad de Michigan entre universitarios de último
dientes. Su opinión sobre la política es extremadamente personal e curso confirma esta tendencia hacia un materialismo creciente al
individualista. Llegaron a la mayoría de edad en una época que enco- constatar que la proporción de estudiantes para quienes era muy im-
miaba los bienes personales y la iniciativa privada por encima de los portante «tener mucho dinero)~ había aumentado del 46 % en 1976
intereses públicos compartidos. A diferencia de los nacidos en la ex- al 70 % en 1990, antes de descender hasta un 60-65 % a mediados de
plosión demográfica, los de la generación X no han tenido nunca con- la década de 1990. '5
tacto con la política, por lo que hacen hincapié en lo personal y priva-
do por encima de lo público y colecrivo. Además, tienden a lo visual,
80,--------------·------------,
pasan continuamente de una cosa a otra, se dedican a múltiples tareas
y son especialistas en medios interactivos. Desde el punto de vista tan-
to personal como nacional esta generación está determinada por la in-
certidumbre (debido sobre todo al lento crecimiento y el inflacionis- ...... Una excelente
SituaCión
mo de las décadas de 1970 y 1980), la inseguridad (pues son hijos del eCOr'lÓmlC<I

auge de los divorcios) y una ausencia de historias colectivas de éxito: ...... Estar al di.. en
polltlca
no cuentan con un victorioso día D ni con un triunfo sobre Hitler, no
-o- Par1icipar en la
han vivido estimulantes y liberadoras marchas a Washington ni un descontamin,,·
Clón ambiental
triunfo sobre el racismo y la guerra; en realidad, desconocen casi por
. . . . PartiCipar en
completo cualquier «gran acontecimiento colectivo». Por razones activldcldes
comunit¡mas
comprensibles, esta cohorte está muy volcada sobre sí misma.
Los miembros de la generación X son más materialistas que sus pre-
decesores cuando tenían su edad, aunque quizá no lo sean más de lo
que han acabado siendo los de la explosión demográfica en la mitad
1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000
de la vida. La encuesta anual de la uelA sobre universitarios de pri-
mer año nos ofrece una visión útil de los valores cambiantes de la ju- FIGURA 72: La codicia triunfa sobre el sentimiento comunitario
ventud norteamericana a lo largo de las tres últimas décadas (véase entre los universitarios de primer año (1966-1998)
¿Por qué? De generación en generación

Estos índices coinciden con lo que los miembros de la generación X que comparten con sus mayores-, pero sí se sienten menos inclinados
dicen sobre su propio comportamiento. Según las encuestas de la a implicarse personalmenteY'¡ Una cuestión completamente distinta
UCLA, las discusiones políticas entre estudiantes universitarios eran es la de saber si la «culpa» de estos cambios es de los propios estu-
un cincuenta por ciento menos comunes a finales de la década de diantes o de sus padres, sus profesores o la sociedad en sentido am-
T990 que a finales de la de 1960. La participación en las elecciones plio -por mi parte tiendo a acusar a éstos, no a aquéllos-, pero los
estudiantiles cayó en picado aún más rápidamente, pasando de alre- datos parecen estar claros. La acción colectiva -yen especial la políti-
dedor del75 % a finales de la década de 1960 al 20% al acabar la de ca-les es aún más ajena a los miembros de la generación X que a los
T990. Cuando se entregó a los estudiantes de último curso de bachi- nacidos durante la explosión demográfica.
llerato una larga lista de posibles beneficiarios de donativos de cari- Una fuente absolutamente inesperada nos proporciona pruebas de
dad, desde United Way hasta grupos de presión cívicos y sociedades los retos característicos a los que se han enfrentado las cohortes re-
contra el cáncer, la proporción de quienes dijeron que harían «sin cientes: sirviéndose de una multiplicidad de merodologías diversas,
duda alguna)) una aportación al menos a una de esas organizaciones los epidemiólogos de salud pública han confirmado una tendencia a
(o que ya la habían hecho) se redujo en torno a un 25 % entre media- largo plazo y de fundamento generacional hacia un aumento de la
dos de la década de '970 y de la de '990.'6 Lo más prodigioso de depresión y el suicidio. A partir de las cohortes nacidas después de
todo es que los miembros de la generación X tienden a confiar en 194 0 la depresión ha afectado más temprano y de forma mucho más
otros mucho menos que las personas que tenían su edad hace veinte generalizada a las sucesivas generaciones. Un estudio informaba, por
años: la proporción de estudiantes de último curso de bachillerato ejemplo, de que «sólo un 1 % de los norteamericanos nacidos antes
que estaban de acuerdo con que «(se puede confiar eri la mayoría de de 1955 había padecido una depresión grave antes de los setenta y
las personas), se recortó exactamente por la mitad entre los últimos cinco años, mientras que el 6 % de los nacidos después de 1955 ha-
hijos de la explosión demográfica, nacidos en 1976 (el 46 % de los bía sufrido depresiones a los veinticuatro años de edad»).19 El psi-
cuales decía tener confianza), y los últimos de la generación X, naci- cólogo Martin Seligman concluye que «la tasa de depresión se ha
dos en 1995 (de los que sólo confiaba un 23 %)." multiplicado aproximadamente por diez durante las dos últimas ge-
Esta distinción persistió cuando los miembros de la generación X neraciones».3 0
llegaron a la edad adulta. Sólo un 54 % de estos adultos abrigaba sen- Por desgracia, esta misma tendencia generacional apareció también
timientos de culpa cuando no votaba, frente a más de un 70 % de en forma de verdadera epidemia de suicidios entre la juventud norte-
otraS generaciones mayores; de hecho, los de la generación X tienden americana en la última mitad del siglo xx. Entre 1950 Y 1995 el índi-
mucho menos a votar, sobre todo en las elecciones locales. Compara- ce de suicidios entre adolescentes de quince a diecinueve años se mul-
dos con generaciones mayores -incluso cuando los miembros de éstas tiplicó por más de cuatro, mientras que el de adultos jóvenes de veinte
tenían la misma edad que tienen ahora los de la generación X-, se in- a veinticuatro años llegó casi a triplicarse a partir de un nivel más
teresan menos por la política y están menos informados sobre aconte- alto. La mayor parte de este aumento, aunque no todo, se concentró
cimientos de actualidad la excepción de los escándalos, las personali- entre hombre jóvenes, aunque las mujeres jóvenes intentaron suici-
dades y los deportes), suelen asistir menos a reuniones públicas y es darse más a menudo. Este aumento de los suicidios juveniles ¿es sim-
menos probable que entren en contacto con altos cargos públicos, va- plemente parte del incremento general en suicidios entre los norte-
yan a la iglesia, trabajen con otros en algún proyecto comunitario y americanos de nuestra época ajetreada? Todo lo contrario; tal como
hagan aportaciones económicas a una iglesia, actividades caritativas muestra la figura 73, este crecimiento explosivo de los suicidios entre
o causas políticas. Los de la generación X no son especialmente escép- 'los jóvenes coincidió con un descenso igualmente notable en grupos
ticos en asuntos de política ni críticos con los líderes políticos -rasgos de más edad."
¿Por qué? De generaci(ln en gencraculn 153
--------~ ._-~ .. ~-_._~-- - _._--
de 1970 Y 1980 tendían a suicidarse con una probabilidad tres o cua-
tro veces superior a la de las personas de su edad también a mediados
---.--.-.--__-.-----J de siglo. Tanto si las diferencias generacionales en cuanto a capital
social explican plenamente 1.1 figura 7.1 como si no lo hacen, el hecho
--+-. DeSSa
64 años
es que dicha figura muestra con seguridad que las experiencias vitales
-.Q" De45a de las personas que llegaron a la mayoría de edad después de 195 0
54 años
fueron muy diferentes de las de quienes se hicieron adultos antes de
....... De 35 a
44 años esa fecha.
..• - De25a En muchos países occidentales se ha hallado de hecho una tenden-
34 arlO,
cia muy similar hacia el suicidio juvenil en un momento en que los Ín-
..o-. De15a
24 arios dices de suicidio descendían para el resto de la población. Como la
depresión clínica es un factor primordial de riesgo de suicidio, el in-
cremento de los índices de suicido entre los jóvenes coincide triste-
mente con el aumento generacional de la depresión. Según el resumen
de cientos de estudios realizados en docenas de países avanzados por
1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000
los principales investigadores de este campo:
FIGURA 73: Diferencias en el índice de suicidios en relación
Resulta llamativo que el aumento de trastornos psicológicos en los últimos
con la edad (1950-1995)
cincuenta años sea un fenómeno aplicable a los adolescentes y los adultos jó-
venes, no a los mayores. La explicación ha de t;~tar por tamo en los cambios
l
En la primera mitad del siglo xx la probabilidad de suicidio entre sociales, psicológicos o biológicos que afectan a grupos de edad jóvenes,3
los ancianos era mucho mayor que entre los jóvenes, debido proba-
blemente a la acumulación de frustraciones y flaquezas físicas a lo El suicidio es un síntoma poderoso pero (por suerte) raro de la angus-
largo del ciclo de la vida. tia psíquica. Las encuestas anuales de DDB Needhain Life Style detec-
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo xx el suicidio fue tan síntomas menos graves y más generalizados de dolores de cabeza,
cada vez menos común entre la gente mayor, y más corriente entre los indigestiones e insomnios, lo que denominamos «malestar». Según
jóvenes. En realidad, éste es precisamente el patrón que podríamos muestra la figura 74, la frecuencia de estos síntomas a mediados de la
haber pronosticado a medida que entraba en años la larga generación década de I970 no difería significativamente en función de la edad.
cívica y bien integrada (reduciendo los índices tradicionalmente ele- Por térmIno medio, las personas de sesenta o setenta años no tenían
vados entre la gente mayor), al mismo tiempo que los nacidos duran- ni más ni menos probabilidades que sus hijos o nietos de verse afecta-
te la explosión demográfica, menos integrados, y los miembros de la das por descomposiciones estomacales, migrañas y noches sin dor-
generación X comenzaban a formar parte de la población (elevando mir. Sin embargo, en las dos décadas siguientes, a pesar de algunas
los índices tradicionalmente bajos entre los jóvenes). Al concluir e! si- fluctuaciones a corto plazo, estos síntomas de malestar tendieron a
glo xx la probabilidad de que los norteamericanos nacidos y crecidos esfumarse entre la gente mayor, mientras que las personas de edad
en las décadas de 1920 y 1930 llegaran a suicidarse era un cincuenta mediana y (en especial) los jóvenes resultaron cada vez más afecta-
por ciento menor que la de quienes tenían su misma edad a mediados dos. Entre I975-I976 y I998-I999 la proporción de adultos de más
de! siglo, mientras que los norteamericanos nacidos y crecidos en las de treinta años con una elevada incidencia de síntomas de malestar
555
354 _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 0_ _ 0- _ _ ~_ o

------, más joven sea uno, peor le habrán ido la cosas durante las últImas dé-
Por enCima 0'0 cadas del siglo xx en cuanto a dolores de cabeza, indigestiones, in-
del malestar
general somnios y satisfacción general con la vida, e incluso en lo relativo a
quitársela.
A mediados del siglo los norteamericanos jóvenes (a quienes etique-
--.-- De 18a
29 anos taríamos como generación cívica larga) eran más felices y estaban me-
·-0 __ De 30 a
44 años
jor adaptados que los demás: por ejemplo tendían menos a quitarse la
-· ... De4Sa
vida. Al concluir el siglo esa misma generación (ahora jubilada) sigue
• 59 a~os siendo claramente adaptada psicológica y fisiológicamente. Por otra
-·0·- De 60
97aMs
a parte, al concluir el siglo los hijos y nietos de la larga generación cívi-
ca (los denominados hijos de la generación de la explosión demográfica

y de la generación X) viven mucho más afligidos y tienen más proba-
Por debalo
del malestar
bilidades de quitarse la vida que sus abuelos cuando tenían su edad.
general De momento, esta tendencia notable, bien confirmada y preocu-
1975 t980 1985 1990 1995 2000
pante hacia el suicidio, la depresión y el malestar entre las generacio-
nes norteamericanas más jóvenes no ha sido objeto de una interpreta-
FIGURA 74: Aumento de las diferencias generacionales en cuanto a sensación ción ampliamente aceptada. Sin embargo, una explicación plausible
de malestar físico (dolor de cabeza, insomnio, indigestión) es la del aislamiento social. Los socio pedagogos Barbara Schneider y
David Stevenson exponían recientemente que ((el adolescente norte-
saltó del 31 al 45 %, mientras que el índice comparable de trastornos americano medio pasa solo aproximadamente, yen general, tres ho-
en adultos de más de sesenta años descendió del 33 al 30 'Yo. Poco más ras y media diarias. Los adolescentes están más tiempo solos que con
de la mitad de esta diferencia creciente se puede atribuir a los proble- la familia o sus amigos». Comparados con los adolescentes estudia-
mas económicos adicionales con que se han encontrado los jóvenes a dos en la década de 1950, los jóvenes de la de 1990 hablaban de un
lo largo del último cuarto del siglo, pero esto deja aún sin explicar un número menor de amistades, que eran además más débiles y fluidas.
importante aumento del malestar juvenil, pues en este problema la De manera similar, Martin Seligman destaca que la epidemia de de-
brecha generacional se va ampliando incluso entre las personas con presión no ha afectado a la comunidad amish, muy trabada yorgani-
una situación económica desahogada)3 zada a la antigua, a pesar de que según estudios cuidadosos el índice
A lo largo de esos mismos años (y descontados los efectos del ciclo de las demás enfermedades mentales en esa comunidad no es diferen-
de vida) la satisfacción general con la existencia ha descendido entre te del de la sociedad norteamericana en general. Seligman ve el origen
personas de menos de cincuenta y cinco años, mientras aumentaba del aumento de las depresiones entre los jóvenes norteamericanos en
moderadamente entre quienes tenían más de esa edad. Según encues- un «individualismo rampante» unido a «acontecimientos que han de-
tas realizadas en las décadas de I940 y I9 50, los jóvenes eran más fe- bilitado nuestro compromiso con las grandes instituciones tradicio-
lices que los viejos. En I975 edad y felicidad no guardaban ninguna nales de nuestra sociedad».
relación. En 1999, sin embargo, los jóvenes eran más infelices que los
mayores." En definitiva: ha aumentado la diferencia generacional en El individualismo no tenía por qué llevar a la depresión mientras pudiéramos
cuanto a malestar e infelicidad. Las tendencias representadas en las apoyarnos en grandes instituciones: la religión, el país, la familia_ Cuando no
figuras 73 y 74 son, por desgracia, perfectamente coherentes: cuanto se consigue alcanzar alguna de las metas personales, como nos ocurre a (0-
¿PUl' qué? De generaci6n en gencraciríll 357

dos, podemos buscar esperanza en esas instiruciones mayores ¡... ] Pero en un amplia de organizaciones comunitarias, tanto religiosas como laicas,
individuo que se mantiene solitario, sin la amortiguación de unas creencias no podemos ser optimistas respecto a la perduración de su aumento.
más amplias, la indefensión y el fracJso pueden convertirse fácilmente en des- Por otco lado, una interpretación más optimista diría que la tenden-
esperanza y desesperación. \, cia de cuarenta años hacia un abandono generacional del compromi-
so está por fin tocando fondo.
Los datos demuestran que esta tendencia provoca no sólo el trauma
definitivo del suicidio, sino también síntomas crónicos de malestar La sucesión de las generaciones es, en resumen, un elemento crucial
más ligero. de la situación aquí expuesta. Sin embargo, no ha contribuido con
El aislamiento social es un factor reconocido de riesgo para la de- igual fuerza a todas las formas de pérdida del compromiso cívico y
presión grave. En cierto modo, la depresión provoca aislamiento (en social. El declive en la asistencia a la iglesia, la participación electoral,
parte porque las personas deprimidas deciden aislarse, y en parte el interés político, las actividades de campaña, la afiliación en asocia·
también porque no resulta agradable tratar con gente deprimida). Sin ciones y la confianza social es atribuible casi enteramente a la suce-
embargo, hay también motivos para creer que el aislamiento causa sión generacional. En estos casos el cambio social está provocado en
depresión. lA Aunque no se han recogido todos los datos posibles, es gran parte por diferencias surgidas de una generación a otra, no por
difícil creer que el declive generacional en lo relativo a la vinculación un cambio de hábitos de los individuos. En camhio, el descenso pro-
social y el aumento concomitante de los suicidios, la depresión y el ducido en diversas formas de socialización informal, como el juego
malestar no guarden ninguna relación. de cartas y los entretenimientos domésticos, son atribuibles sobre
A este sombrío cuadro de aislamiento social y pérdida del compro- todo a cambios que han afectado a toda la sociedad, a medida que la
miso cívico en las últimas generaciones debemos oponer un impor- gente de cualquier edad y generación tendía a abandonar esas activi-
tante dato de sentido contrario: los últimos diez años han presencia- dades. El descenso del número de reuniones de club, cenas con la fa-
do sin duda alguna un aumento sustancial del voluntariado y el milia o los amigos, relaciones de vecindario, presencia en la bolera,
servicio a la comunidad cntre los jóvenes. Según la encuesta anual de picnics, visitas a los amigos y envío de tarjetas de felicitación es atri-
los recién ingresados en la universidad, realizada en 1998, el número buible a una combinación compleja tanto de cambio social en sentido
de estudiantes que practicaron el voluntariado durante su último año de amplio como de sustitución generacional.
instituto fue todo un récord: un 74 % frente a un mínimo del62 % en En otras palabras, durante las últimas décadas los norteamericanos
I989. También está en alza el voluntariado practicado de manera re- de todas las edades se han visto afectados por un conjunto de fuerzas.
gular, con un 42% de universitarios de primer año que le dedican al Estas fuerzas sociales han resultado especialmente dañinas para las
menos una hora semanal, frente a un 27 % en 1987. Esta inversión de actividades de socialización privada, como jugar a las cartas y recibir
la tendencia del vol untariado entre estudiantes de enseñanza media invitados en casa. Los consiguientes descensos han sido moderada-
en la década de '990 aparece también confirmado en las encuestas mente fuertes y visibles a corto plazo, pues se ha visto afectado el
Michigan Monitoring the Future y en las DDB Needham Life Style. comportamiento de individuos de casi todas las generaciones. El
No sabemos todavía Con claridad cuál es la razón de este grato y atractivo de los pasatiempos electrónicos es una explicación probable
alentador aumento del voluntariado. En parte podría ser sencilla- de estas tendencias, pues ha transformado nuestra manera de pasar el
mente un reflejo de un mayor estímulo público a favor del servicio a tiempo.
la comunidad (incluso en algunos casos de exigencias planteadas por la Un segundo conjunto de fuerzas ha generado diferencias funda-
graduación). Si este voluntariado juvenil está impulsado sólo por las mentales en distintas generaciones sin cambiar a los individuos. Estas
presiones oficiales y no se apoya en una infraestructura cívica más fuerzas generacionales han afectado en especial a formas de compro-
¿ Por qué? De generación en generaCIón

miso público como la observancia religiosa, la confianza, la pa[(icipa~ uatado. La inestabilidad familiar, por ejemplo, parece contar con una
ción electoral, el seguimiento de las noticias y el voluntariado. Como coartada blindada para las fechas identificadas ahora por nosotros
esas fuerzas han actuado a través de la sucesión generacional, sus como período crítico, pues el declive generacional del compromiso CÍ-
efectos han sido más graduales y menos inmediatamente visibles. No vico comenzó con los hijos de los matrimonios estables de las décadas
obstante, los norteamericanos nacidos en la primera mitad del si~ de 1940 y 1950. El índice de divorcios en Estados Unidos descendió
glo xx han tendido a votar, ir a la iglesia, realizar tareas de volunta- en realidad a partir de 1945, y el salto más brusco en dicho índice no
riado, estar al tanto de los asuntos públicos y confiar en los demás se dio hasta la década de 1970, mucho después de que se hubieran
con más constancia que los nacidos en la segunda mitad del siglo. marchado de casa las cohortes que presentan el descenso más acusa-
Algunas actividades han padecido el zarandeo tanto de los efectos do en cuanto a compromiso cívico y confianza social. De manera si-
sociales como de los generacionales en su influencia sobre las normas milar, las madres trabajadoras quedan exoneradas tras el replantea-
públicas. Las reuniones de club, las cenas en familia y el liderazgo or- miento de nuestro problema, pues el hundimiento del sentido cívico
ganizativo local son ejemplos excelentes de esta clase de cambio. entre los hijos de las décadas de 1940, 1950 Y 1960 se produjo mien-
Como las actividades de ese tipo se han visto afectadas por cambios tras sus madres seguían aún en casa. Ni la adversidad, ni la prosperi-
tanto a la corta como a la larga, han puesto de manifiesto algunos de dad económica, ni las medidas del gobierno pueden vincularse fácil-
los cambios más espectaculares, como la caída de un 60 % en las reu- mente al declive generacional del compromiso cívico, pues la caída
niones de club y de un 53 % en el ejercicio de cargos directivos o en la parece haber afectado en igual medida a quienes llegaron a la mayo-
participación en comités de grupos locales, y el aumento del 60 % en ría de edad en la plácida década de los años cincuenta, en el auge de
el número de familias cuyos miembros acostumbran a cenar por se- los sesenta, en los insolventes setenta y en los agitados ochenta.
parado. Hay varios otros factores que encajan mejor con los datos. En pri-
El vínculo entre cambio generacional y decadencia del compromiso mer lugar, el replanteamiento generacional de nuestro misterio cen-
cívico varía entre los diversos campos; así pues, es un tanto engañoso tral sugiere la posibilidad de que el Zeitgeist de unidad nacional y pa-
elaborar un resumen único de la importancia del cambio generacio- triotismo de la época de la guerra, que culminó en 1945, reforzara la
nal en la explicación de los descensos analizados en la parte II del mentalidad cívica. Según un tópico de la sociología, el conflicto ex-
presente libro. No obstante, como resumen aproximativo, parece jus- terno incrementa la cohesión interna. Tal como escribía en 1906 Wi-
to decir que más o menos la mitad del declive general del capital so- lIiam Graham Sumner, un sociólogo pionero:
cial y el compromiso cívico se puede atribuir al cambio generacio-
nal.3' Sin embargo, afirmar que el abandono del compromiso cívico Entre nosotros -el grupo del nosotros o endogrupo- y cualquier otro -los
en los Estados Unidos de hoyes en gran parte generacional no hace grupos de los demás o exogrupos- surge una diferencia l... ] La relación de
más que plantear de nuevo nuestro enigma central. Las raíces de camaradería y paz en el grupo del nosotros y la de hostilidad y guerra hacia
nuestra soledad en la bolera se remontan probablemente a las déca- los grupos de los otros son mutuamente correlativas. Las exigencias de guerra
das de 1940 y 1950, más que a las de 1960, 1970 Y 1980; pero ¿qué con los extraños son las que crean la paz en el interior l... ] La lealtad al gru-
fuerza pudo haber afectado a los norteamericanos que llegaron a la po, el sacrificio por él, el odio y el desprecio a los extraños, la fraternidad en
mayoría de edad tras la Segunda Guerra Mundial de forma tan dis- el interior y la belicosidad hacia el exterior constituyen un conjunto, son pro-
tinta que a sus padres e incluso a sus hermanos y hermanas mayores? ductos comunes de una misma situación.

Varios candidatos verosímiles a primera vista no encajan bien en la En el capítulo 3 señalamos que la afiliación a asociaciones cívicas ha
cronología requerida por esta nueva formulación del misterio aquí conocido rachas de incremento después de cada una de las dos prin-
¿Por qué? De generación en generacián

cipales guerras del siglo xx, y la politóloga Theda Skocpol ha exten- actividades, tal como hemos observaJo, desde las ligas eh: holos y los
dido esta tesis a toda la historia de Estados Unidos. En el capítulo 5 juegos de naipes hasta la asistencia a la iglesia y las donaciones a Uni-
observamos que la sindicación ha crecido rápidamente a lo largo de ted Way.
la historia durante las principales guerras e inmediatamente después La Segunda Guerra Mundial trajo consigo, como otras grandes
de ellas. Las historiadoras Susan Ellis y Katherine Noyes insisten en guerras anteriores de la historia de Estados Unidos, una adversidad y
que para entender los orígenes del voluntariado en Estados Unidos un enemigo compartidos. 40 La guerra fue el preludio de un período
hay que tener en cuenta la historia de la implicación del país en la de intenso patriotismo nacional y de activismo cívico local, y afectó
guerra. «Los voluntarios suelen participar a menudo en los movi- directamente a casi todos los habitantes del país. Dieciséis millones
mientos que llevan a la guerra, en el apoyo a los esfuerzos para ga- de hombres y mujeres, incluidos seis millones de volunrarios, sirvie-
narla, en la protesta contra la guerra y en la reconstrucción de la so- ron en las fuerzas armadas. Ellos y sus familias directas sumaban por
ciedad tras ella. >d!! lo menos una cuarta parte de la población. Casi el 80 % de los hom-
Durante la guerra civil las mujeres del norte formaron las Ladies' bres nacidos en la década de '920 (la cohorte que sería el núcleo de la
Aide Societies para confeccionar vendajes, ropa y tiendas de campaña «larga generación cívica») sirvió en el ejército. 41 En millones de esca-
para los soldados, y finalmente un grupo de esas sociedades hizo cau- parates colgaban las estrellas azules, emblema de la presencia de un
sa común para constituir la U.S. Sanitary Commission, que se convir- hijo o un esposo en el ejército, y un desolador número de estrellas do-
tió en la mayor organización de auxilio durante y después de la guerra. radas, que significaban la pérdida de un ser querido. Y la angustiosa
A partir de su experiencia como enfermera de la Sanitary Cornmis- tarea de decidir a qué joven se enviaría;] la guerra se dejaba en manos
sion en el campo de batalla, Clara Barton constituyó la Cruz Roja no de una lejana burocracia federal, sino de miles de oficinas de re-
Americana en r88I. La guerra impulsó así mismo las asociaciones clutamiento no profesionales repartidas por todo el país.
fraternas apelando al espíritu de camaradería y sacrificio mutuo fo- Ciertos temas patrióticos, entre ellos el servicio civil -defensa civil,
mentado por la adversidad compartida en tiempo de guerra. Cinco de racionamiento, recogida de chatarra, venta de bonos de guerra-, im-
las asociaciones que acabarían siendo las más numerosas de finales pregnaban la cultura popular, desde los programas de radio hasta las
del siglo XIX y comienzos del xx -los Knights of Pythias, la Grange, tiras cómicas de los periódicos, de Hollywood a Broadway y la Tm
la Benevolent and Protective Order of Elks, la Ancient Order of Uni- Pan Alley, el centro de las ediciones de música popular. El historiador
ted Workmen y el Grand Army of the Republic- fueron fundadas en- Richard Lingeman informaba: «Había banderas norteamericanas
tre r864 y r868. Un brote similar, aunque menos pronunciado, de ac- desplegadas por doquier: frente a las casas, en edificios públicos, en
tividad voluntaria en la sociedad civil estuvo asociado a la Primera logias fraternas. Los Elks, los Lions, los Kiwanis, los Rotarios y hasta
Guerra Mundial. J9 los campamentos de caravanas, las gasolineras y los moteles apare-
El caso más significativo es, sin embargo, el del extraordinario esta- cían con banderas». La guerra reforzó la solidaridad incluso con los
llido de actividad cívica que (según hemos visto en repetidas ocasio- extraños: «Uno tiene la sensación de que el desconocido sentado a
nes en la parte 11) se produjo durante y después de la Segunda Guerra nuestro lado en el restaurante o en cualquier lugar abriga los mismos
Mundial. Casi todas las asociaciones principales cuya historia de afi- sentimientos que nosotros sobre cuestiones básicas».4l.
liación hemos examinado -desde la PTA, la League of Women Voters El gobierno procuraba servirse de la cooperación voluntaria siem-
y la American Society of Mechanical Engineers, hasta el Lions Club, pre que fuera posible, y recurría a controles poco sistemáticos: movi-
la American Dental Association y los boyscouts- ampliaron notable- do en buena parte por un cálculo político. Un agente del parudo de-
mente su «cuota de mercado» entre mediados de la década de r940 Y mócrata que se oponía al racionamiento de la gasolina antes de las
de la de 1960. Durante la posguerra hubo rachas similares en otras elecciones de '942 para el Congreso escribía: "Una llamada del presi-
(Por <lue Dc }!,cneraci6n en generau(j,¡ ]b]
.~~~-

dente para lograr la cooperación voluntaria obtendrá apoyo patrióti- plió de 1,2 millones a siete, y a mediados de J943 el número de norte-
co [... ] y será políticamente más segura».43 americanos registrados superaba los doce millones. ProvistoS de bra-
Henry Morgenthau, ministro de Hacienda, insistió en que se reali- zaletes, silbatos y linternas, los voluntarios se lanzaban a supervisar
zara una masiva campaña publicitaria para vender bonos de guerra en los apagones, planificar la descontaminación de gases y practicar los
la esperanza de que dicha campaña "hará que el país tome conciencia primeros auxilios. En abril de 1942 dieciséis mil capitanes de bloque
de la guerra». Batman vendía bonos de guerra desde la cubierta de su de viviendas juraron fidelidad en Chicago en una ceremonia masiva
libro de historietas, Betty Grable subastó un par de medias de nylon realizada en el Coliseum. Las comunidades locales recaudaron fon-
por cuarenta mil dólares y Marlene Dietrich recorrió en jeep dieciséis dos mediante reuniones ,~sociales» para construir puestos de ohserva-
ciudades de Ohio. La cosa funcionó: veinticinco millones de trabaja- ción aérea. "Un mitin de reclutamiento celebrado en Hannibal (Mis-
dores firmaron planes de ahorro sobre la nómina; y en 1944 las ven- souri), consistente en un desfile seguido por una asamblea de .Ia
tas de bonos de empresas eficientes (representadas con la letra E) ab- localidad, concentró a cuatro mil personas en el arsenal, y otras qUin-
sorbieron el 7,1 % de los ingresos personales después de impuestos.'4 ce mil se quedaron fuera por falta.de espacio», recuerda Lingeman.
Bing Crosby, la superestrella de la canción melódica, fue reclutado Entretanto, el número de voluntarios de la Cruz Roja se disparó en
para conseguir apoyo para la recogida de chatarra: toda la nación, pasando de 1,1 millones en 1940 a 7,5 en 1945, y la
gente puso manos a la obra liando vendas, transportando a los do-
Los cacharros ya no lo son, porque pueden ganar la guerra. nantes de sangre a los lugares de recogida y entrenándose para tareas
Lo que para ti es un cacharro tiene una función, pues los cacharros ya no de emergencia. 47
lo son. Los jóvenes se alistaban para el esfuerzo de guerra de mil maneras:
Pucheros y sartenes, los viejos cubos de basura, el hervidor que se ha ob~ los Junior Service Corps, los High School Victory Corps, los scouts, los
turado. Junior Red Cross, sin olvidar a los 4-H, que se pusieron en cabeza del
Recoge hoy para Estados Unidos, pues los cacharros pueden ganar la programa Victory Garden ('Huertas para la Victoria'). En su momen~
guerra. 45 to culminante estas popularísimas campañas civiles generaron casI
veinte millones de Victory Gardens en patios traseroS y parcelas va-
Por mucho que nos cueste creerlo en nuestros tiempos más cínicos, cías, obteniendo el 40 % de los productos hortícolas de todo el país.
esa clase de llamamientos daban en el blanco. Frente a una grave es- Para indicar el alcance de la participación de los jóvenes en el esfuer-
casez de goma, el presidente pidió a la población en junio de 1942 zo de guerra, Lingeman enumera las actividades de los alumnos de
que entregara «neumáticos usados, impermeables viejos de goma, octavo de Gary (Indiana) durante un período de dos años:
viejos pantalones de jardinería, calzados de goma, gorras de baño,
guantes; cualquier cosa que tengan y esté hecha de goma». Se apostó Se enseñó a las chicas cómo cuidar de los niños, se recogieron discos de fo~
a boyscouts en las gasolineras para recordar a los conductores que nógrafo, se distribuyeron señales de TRABAJADORES DE LA INDUSTRIA DE
donaran las alfombrillas. Millones de norteamericanos, literalmente, GUERRA DURMIENDO, se vendieron sellos de guerra en una exposición de un

respondieron a la llamada del presidente, y en menos de cuatro sema- submarino japonés capturado, se debatió la ley del toque de queda con el
nas se recogieron alrededor de cuatrocientas mil toneladas de resi- ayuntamiento, se distribuyeron tarjetas de compromiso contra el mercado
duos de goma, casi tres kilos por hombre, mujer y niño del país (o en negro, se recibieron cursos de entrenamiento para bombero y policía auxi~
el frente)." liar, se recogieron doscientos veintisiete mil kilos de papel usado, se vendió
Los voluntarios acudían en masa, sobre todo al inicio de la guerra. una media de cuarenta mil dólares al mes en sellos de guerra, se entregó en
En los seis primeros meses de 1942 el cuerpo de defensa civil se am- todos los hogares de la ciudad material para fondos municipales voluntarios,

------------------ ~~-...-¡,..¡--~- - --
;/J or qu¿'? [)e gencrdCJ()1I ('n ,f!,l'I/I'T</C/(íll

se parrocinó ulla campañ<J de P);HO Limpio Ipara impedir desperdiciar la co- chos de esos programas fueron perdiendo fuerza hasta paralizarse en
mida 1, se participó en las campañas de bonos de guerra y de recogida de la- 1944. Entretanto, sin embargo, habían demostrado el poder movili-
ras, y se recogieron libros de bibliorecas para los soldados.4 H zador de la adversidad compartida. El sociólogo L10yd Warner, al es-
tudiar los efectos de la guerra en una ciudad, explicaba que había en-
El voluntariado civil en tiempos de guerra se apoyó en la red asociati- contrado un sentimiento de «bienestar inconsciente» porque «todos
va del período anterior, y contribuyó a su vez a la febril actividad cívi- estaban haciendo algo para ayudar en la gravísima empresa común
ca de la posguerra. La historiadora social Julie Siebel ha narrado un con un espíritu más cooperativo que individualista», El historiador
ejemplo instructivo e inesperado. 49 En los Estados Unidos de antes de Richard Polenberg añade: «La participación en una causa común ten-
la guerra las Junior Leagues habían reunido a señoritas de clase privi- día en gran medida a realzar los sentimientos de camaradería y bien-
legiada en comunidades de todo el país con el propósito de ejercer ac- estar».50 Un dato más importante para lo que aquí nos interesa es
tividades sociales y practicar el voluntariado en favor de diversas que, casi con seguridad, no hay nada de accidental en que aquellos
«obras buenas» locales. Las Junior Leagues introdujeron ya en 1929 alumnos de Indiana de octavo curso (y sus hermanos y hermanas ma-
el concepto de «oficina de voluntariado» para actuar como una espe- yores) se convirtieran en años posteriores en miembros fiables de la
cie de cámara de compensación del voluntariado local. Antes incluso larga generación cívica.
de Pearl Harbar, la American Junior League Association (AJlA) tra- La guerra fomentó también la solidaridad de otra manera: acen-
bajaba ya con Eleanor Roosevelt (antigua afiliada a una Junior Lea- tuando la igualdad cívica y económica. Desde un punto de vista sim-
gue) para convertir las oficinas de voluntariado en Civilian Defense bólico fue importante que celebridades como Joe DiMaggio, Clark
Volunteer Offiees (CDVO, oficinas voluntarias de defensa civil de ca- Gable William McChesney Martin (presidente de la Bolsa de Nueva
rácter oficial). York) 'y los cuatro hijos de Franklin D. Roosevelt sirvieran en el ejér-
Al estallar la guerra la A.llA se convirtió de hecho en la Office of cito. Es cierto que fueron pocas las celebridades que entraron en com-
Civilian War Serviees (Departamento Civil de Servicios de Guerra) bate, pero se puede establecer una comparación instructiva con la
del gobierno. A finales de '943 se habían establecido cuatro mil tres- guerra de Vietnam, en la que la desigualdad social en el servicio mili-
cientas CDVO en toda la nación, y sus voluntarias preparanan comi- tar conocida por todos contribuyó directamente a que se extendIera
das en escuelas, coordinanan centros de atención diurna, llevaban a un sentimiento de escepticismo. Desde un punto de vista material, la
cabo recogidas de chatarra y organizaban actividades de bienestar so- combinación de la abundancia de trabajo en las industrias de guerra,
cial. Acabada la guerra, muchas de esas oficinas de voluntarios efec- la sindicación, los impuestos altos, el racionamiento y tal vez otros
tuaron con éxito la transición al servicio en tiempo de paz. En 1947 factores significaron que la Segunda Guerra Mundial (vinculada en
seguían funcionando todavía trescientas noventa de ellas, cinco veces cierta medida a la anterior Gran Depresión) fuera probablemente el
más de las existentes antes de la guerra. Multipliquemos este caso en suceso más nivelador de la historia económica de Estados Unidos. La
la proporción debida y comenzaremos a ver los mecanismos organi- parte de! total de la riqueza personal que se hallaba en manos del 1 %
zativos que sustentaron el renacimiento cívico masivo de posguerra superior de adultos cayó de un }I % en 1939 a un 23 % en "945, y
observado repetidamente en la parte TI. los ingresos obtenidos por el 5 % de las personas en mejor posición se
No pretendo juzgar de manera romántica la ubicuidad o la efectivi- redujeron de un 28 a un 190/0,51
dad de esas campañas, ni siquiera e! esprit de corps generado por La guerra es una fuerza poderosa de cambio social, y no hay duda
ellas. A medida que avanzaba la guerra se vio cada vez con mayor cla- de que no todos las cambios sociales fomentados por la Segunda
ridad que las energías (en particular las de los voluntarios adultos) Guerra Mundial fueron buenos para el capital social norteamericano.
podían emplearse mejor en otros ámbitos del esfuerzo bélico, y mu- La vigorosa explosión de solidaridad y autosacrificio provocada por
¿Por qué? De generación en gencraci61l
--"--._--------- --------
el ataque a Pe,ul Harbor no se mantuvo a lo largo de la guerra. La es- Congreso en 1946 dijo: «La mayor parte de la valentía demostrada
casez de alimentos y el racionamiento condujo, por ejemplo, al aca- en la guerra fue la de hombres que conocían su mutua dependencia.
paramlento y al mercado negro. Polenberg observa: «Cuanto más du- Unos salvaban las vidas de los otros arriesgando la propia simple-
raba la guerra, más se inclinaba la balanza hacia los intereses privados mente porque se daban cuenta de que al día siguiente serían salvadas
y personales, con olvido de los públicos y colectivos [... ] Uno de cada las suyas [... ] Debemos trabajar juntos [... ] Debemos tener la misma
cinco norteamericanos declaraba a los entrevistadores que a veces es- unidad que tuvimos durante la guerra"." Él y ellos habían formado
taba justificado comprar bienes escasos a precios de mercado ne- ya la larga generación cívica. Quince años más tarde, cuando Ken-
grO»):5~ Por otra.~arte, hubo grandes movimientos demográficos que nedy exhortó a la nación: «No preguntes qué puede hacer el país por
deshIcIeron famlbas y comunidades, y exacerbaron las tensiones re- . ti; pregúntate qué puedes hacer tú por él", los antiguos alumnos de
gionales, raciales y de clase. Al surgir nuevas e imponentes industrias octavo de Gary, que acababan entonces de cumplir los treinta yesta-
de guerra en lugares como Ypsilanti (Michigan), Pascagoula (Missis- ban sentando la cabeza, debieron de oírlo como una verdad que por
sippi) y Seneca (IIlinois), estallaron conflictos entre antiguos residen- desgracia ya no vale para la mayoría de los norteamericanos.
tes y recién llegados. Según un sentimiento característico del momen- Así, una explicación plausible de los fuertes efectos generacionales
to, ,da gente que vive en casas piensa que los de las caravanas son sobre el compromiso cívico que aparecen en todos nuestros datos es
alimañasll. 53 La guerra reforzó en ciertos casos las tensiones raciales: la sustitución de una cohorte de hombres y mujeres cuyos valores y
el más obvio es el de los norteamericanos de origen japonés interna~ hábitos ciudadanos se formaron durante un período de crecientes
d.os en C~lifornia, pero también el de un creciente antisemitismo y obligaciones cívicas por otra cuyos años formativos fueron distintos.
cJerto~ episodios violentos, como los disturbios raciales de J943 en Las pautas generacionales resaltadas en este capítulo refuerzan tam-
DetroJt, donde fueron asesinados veinticinco negros y nueve blancos. bién de forma complementaria lo que he argumentado en el anterior.
Por otra parte, desde una perspectiva histórica, los cambios sociales La larga generación cívica fue la última cohorte de norteamericanos
generados por la guerra contri buyeron directamente a los progresos que crecería sin televisión. Cuanto más expuesta está una determina-
expenmentados por los derechos civiles de los negros en las décadas da generación a los efectos de la televisión en sus años formativos,
de 1950 y 1960.
más bajo es su compromiso CÍvico en la edad adulta. Según vimos en
Al concluir el siglo xx los norteamericanos han aprendido que nin- el capítulo 13, los hombres y mujeres educados en las décadas de los
guna historia es sólo asunto de héroes. (En realidad, a veces tenemos años sesenta, setenta y ochenta no sólo ven más televisión que los na-
la sensación de que los héroes no existen.) Pero en 1945 la mayoría de cidos en las de los treinta, cuarenta y cincuenta, sino que también la
los norteamericanos creía que la guerra había sido justa y que su terri- ven de manera diferente-de forma más habitual e incluso mecánica-,
ble sacnflclo colectivo -todos aquellos hijos e hijas que no regresarían y esas maneras distintas de consumir televisión están ligadas a su vez
a casa- habían quedado en cierta medida justificado por la victoria. a diferentes grados de compromiso CÍvico. Aunque son necesarios
Este sentimiento no se repetiría en la década de 1950 en Corea o en más estudios para poner la cuestión fuera de cualquier duda razona-
la de '9 6 0 en Vietnam. Estudios a largo plazo sobre los veteranos de ble, parece probable que el efecto de la televisión, analizado en el ca-
estas guerras indican que mientras los veteranos de Vietnam se han pítulo '3, y el de la generación, estudiado en el presente capítulo,
visto socialmente aislados en cierta medida, incluso varias décadas sean en cierto sentido las dos caras de una misma moneda.
después de la guerra, los de la Segunda Guerra Mundial quedaron so- Según ha demostrado la politóloga Wendy Rahn, esas diferencias
CIalmente más integrados.54
generacionales siguen mostrándose más de medio siglo después en los
La mayoría de quienes escuchaban a John F. Kennedy debió de valores expresados por cohortes sucesivas (véase figura 75)." Los
asentir con la cabeza cuando en su campaña como candidato para el cambios forman parte probablemente de una transformación social
¿Por qué.? De generación en generación
3 68

90
90
~
80 ,
~
80

.
o
~ so
~ ". 4(,
o
o

~ 30
~
o
8 20
S

2000
1975 1980 1985

Patriotismo Donero AutorreallzaCIÓn


-~ FIGURA 76: Aumento del materialismo en las últimas décadas
• Nacidos antes de 1934 • Nacidos entre 1934 y 1948 [iI Naodos entre 1949 y 1968 O Nacidos des pues de 1968
del siglo xx
FIGURA 75: Mengua del patriotismo y auge del materialismo de generación
en generación bajo mejor pagado que la media (del 45 al 63 %) Y ropa «realmente
bonita» (del 36 al48 %). En cambio se produjo un descenso en las as-
más amplia que supone un acercamiento a valores individuales y ma- piraciones a tener un matrimonio feliz (del 84 al 80%), hijos (del 74
teriales, y un alejamiento de los valores comunales. En la figura 72 vi- al 7 2 %) Y «un trabajo interesante» (del 69 al6r %). La figura 7 6 re-
mos la prueba inequívoca de esta transformación de los valores ex- sume los cambios producidos durante el último cuarto del siglo xx en
presada al paso de los años por estudiantes universitarios de primer la definición norteamericana de «buena vida». Nuevos análisis mues-
curso; existen además datos probatorios comparables de un cambio tran que una gran parte de este crecimiento del materialismo es atri-
similar en toda la sociedad norteamericana. Cuando los encuestado- buible a la sustitución generacional, a medida que sale de escena una
res de Roper pidieron en 1975 que se identificaran los elementos de cohorte menos interesada por los bienes materiales y es reemplazada
una «vida buena", el 38 % de los adultos se decidió por «mucho di- por otra que da más prioridad a un segundo televisor en color y a una
nero», y otro 38% mencionó «un trabajo que contribuya al bienestar ropa realmente bonita)7
de la sociedad". A partir de entonces se planteó la misma pregunta La palabra «comunidad» significa cosas diferentes para distintas
cada tres años, y en T996 quienes aspiraban a aportar algo a la socie- personas. Hablamos de la comunidad de naciones, de la comunidad
dad habían bajado a un 32 %, mientras que quienes aspiraban a tener del Jamaica Plain, de la comunidad gay, de la comunidad de lBM, de la
mucho dinero habían saltado a un 63 %. Otros elementos cada vez comunidad católica, de la comunidad de Yale, de la comunidad afro-
más importantes de una buena vida son una casa de veraneo (con un americana, de la comunidad «virtual» del ciberespacio, etc. Cada uno
alza de! 19 % en 1975 al43 % en 1996), un segundo televisor en co- de nosotros extrae algún sentimiento de pertenencia de las diversas
lor (del 10% al 34 %), una piscina (del 14 % al 36%), un segundo comunidades de las que en principio querríamos formar parte. Para
coche (del 30 % al 45 %), viajar al extranjero (del 30 al44 %), un tra- la mayoría e! sentimiento de pertenencia más profundo se dirige a
37° ¿Por qué?' De generación en generación 37 1
- - - ----------._._-------
nuestras redes sociales más íntimas, en especial a la familia y los Sin embargo, un poco más allá la inserción de las generaciones en la
amigos. Más allá de este perímetro se hallan el trabajo, la iglesia, el comunidad difiere notablemente. En comparación con los miembros
barrio, la vida cívica y la multiplicidad de otros "lazos débiles» que de la generación X, los hombres y mujeres nacidos antes de 1946 tie-
constituyen nuestra reserva personal de capital social. (Pensemos nen casi el doble de probabilidades de abrigar sentimientos de perte-
que, aunque sean menos íntimos, los «lazos débiles» pueden ser co- nencia a su barrio, su iglesia, su comunidad local y los diversos gru-
lectivamente muy importantes.) ¿Cuál es la diferencia, si es que hay pos y organizaciones a los que pertenecen. (Los nacidos en los años
alguna, en el sentimiento de comunidad entre unas generaciones y de la explosión demográfica se sitúan a medio camino entre ambos en
otras? cualquiera de los casos estudiados.) Estos vínculos residenciales, reli-
Al concluir el siglo xx la empresa Yankelovich Partners encuestó a giosos y organizativos están más desgastados entre las generaciones
un gran número de norteamericanos acerca de lo que significaba para más jóvenes. No es de extrañar que los lazos electrónicos sean más
ellos el término «comunidad»: «¿De qué modo adquiere usted un importantes para los miembros de la generación X que para los de la
sentimiento verdadero de pertenencia o un sentimiento de comuni- generación más vieja, pero incluso entre la cohorte más joven, la fa-
dad?»." Según muestra la figura 77, la familia y los amigos son para milia y los amigos son veinte veces más importantes que los ciberami-
todas las generaciones los elementos más citados, seguidos por los gas como fuente de comunidad. Al iniciarse el nuevo siglo la genera-
compañeros de trabajo (para quienes trabajan fuera de casa). (A la ción más joven se sentía menos vinculada a las comunidades cívicas
luz de nuestro análisis del capítulo 5, es interesante observar que los -residenciales, religiosas, organizativas-, sin que hubiera ningún
compañeros de trabajo no son más importantes para la generación foco compensatorio de pertenencia, fuera de los vínculos con la fami-
joven de lo que lo fueron para sus mayores.) En este radio de acción el lia, los amigos y los compañeros de trabajo, vínculos que compartía
sentimiento de pertenencia no varía de una generación a otra. con la generación mayor. Los lazos fuertes siguen contando aún para
la cohorte más joven, pero ya no están complementados y reforzados
por vínculos con la comunidad en general.
Resumiendo: una gran parte del declive del compromiso cívico en
Estados Unidos durante el último tercio del siglo xx se puede atribuir
a la sustitución de una generación habitualmente cívica por varias ge-
neraciones (sus hijos y nietos) menas arraigadas en la vida de la co-
munidad. Al pensar en las explicaciones dadas a esta clara ruptura
generacional, me veo abocado a concluir que la dinámica de compro-
miso cívico de las últimas décadas ha estado configurada en parte por
hábitos y valores sociales sobre los que influyó a su vez el gran cata-
clismo mundial de mediados del siglo. Mi tesis, sin embargo, no es
que la guerra mundial fuera un medio necesario o loable para alean-
zar el objetivo de la vuelta a ese compromiso. Debemos reconocer las
consecuencias duraderas de lo que solíamos llamar "la guerra» -al-
gunas de las cuales fueron, según he sostenido, poderosamente bene-
ficiosas-, pero sin glorificar al mismo tiempo las virtudes marciales o
«¿De qué modo adquiere usted un verdadero sentimiento de pertenencia7»
el sacrificio de la vida. (Éste es precisamente el dilema abordado con
FIGURA 77: Significado de la comunidad para generaciones sucesivas tanta eficacia por el director Steven Spielberg en la película Salvar al
37 2 ; ¡'()r "lié'! 173

soldado Ryar;.J Cuando, a comienzos del siglo xx, una generación de


norteamericanos reflexionó sobre los horrores de la guerra y las vir-
tudes cívicas que inculcaba, formuló su tarea como la búsqueda del Capítulo 15
«equivalente moral de la guerra».)" Este capítulo es justamente eso en
la medida en que lo expuesto en él contiene alguna consecuencia ¿Quién fue el asesino del compromiso civico? Resumen
práctica para la renovación cívica.

Estamos casi listos para recapitular nuestras conclusiones sobre el


conjunto de factores que se ocultan tras el deterioro de la vinculación
social y el compromiso comunitario a lo largo de las últimas décadas.
Sin embargo, antes que nada debemos repasar las pruebas a favor y
en contra de algunos sospechosos adicionales.
En primer lugar la estructura de las familias norteamericanas ha
cambiado en varios aspectos importantes y potencialmente significa-
tivos a lo largo de las últimas décadas. El descenso en el compromiso
CÍvico coincidió con la ruptura de la unidad familiar tradicional: ma-
dre, padre e hijos. Como la propia familia es, según algunos, una for-
ma clave de capital social, pudiera ser que su eclipse explicase en par-
te la reducción del asociacionismo y la confianza en la comunidad en
general. ¿Qué nos muestran los datos?
Las pruebas de un debilitamiento de los lazos familiares son inequí-
vocas. Además del incremento de los índices de divorcio a lo largo de
un siglo (acelarado desde la década de I960 hasta mediados de la
de I970 y luego estabilizado) y del aumento más reciente de las fami-
lias monoparentales, la incidencia de hogares unipersonales se ha
multiplicado por más de dos desde I950, debido en parte al número
creciente de viudas que viven solas. Según la General Social Survey, la
proporción de norteamericanos adultos actualmente casados cayó
del 74 % en 1974 al 56 % en I998, mientras que la de adultos con hi-
jos en casa bajó del 55 al 38 %. La Oficina del Censo informa de que
el conjunto de adultos casados y con hijos en casa -la familia arquetí-
pica del programa Ozzie y Harriet- sufrió un recorte de más ¡:le un
tercio, pasando del 40 % en I970 al 26 % en 1997.'
Uno de los tópicos de las charlas de café es que se conoce a la gente
a través del cónyuge o de los hijos. ¿Hasta qué punto ha contribuido
al declive del compromiso CÍvico la transformación de la estructura
de la familia norteamericana y de la vida del hogar a lo largo de los

4~
J 74 ¿Por qué? ¿Quién fue el asesino del compromiso dVlco? Resumen 375
----------- -----~~~-~-~- ---
últimos treinta años (menos matrimonios, más divorcios, menos hi- Las personas casadas suelen ser hogareñas. Por tanto, al descender el
jos, más gente que vive sola)? La respuesta sorprendente es: «Proba- índice de matrimonios, el principal efecto sobre la vida social debería
blemente no mucho». haber sido un desplazamiento de las actividades sociales del hogar
El matrimonio y los hijos cambian el tipo de redes sociales a las que hacia entornos de carácter más público, pero sin efectos genéricos so-
pertenecemos. Tanto el uno como los otros dan lugar a un aumento bre el compromiso cívico en cuanto tal. En igualdad de condiciones,
del tiempo pasado en organizaciones comunitarias y en el hogar, y a el interés por la política es en realidad ligeramente superior entre los
una reducción del dedicado a la socialización informal con los ami- adultos solteros y sin hijos que entre los casados y padres. Según he-
gos. Sin embargo, sólo dos tipos de afiliaciones organizativas mantie- mos visto, tener hijos es más importante para implicar a las personas
nen una relación lo bastante fuerte con el estado civil y familiar como en actividades locales (tareas directivas, reuniones, voluntariado). La
para establecer una verdadera diferencia global: la iglesia y las activi- paternidad es ligeramente más importante que el matrimonio por sí
dades relacionadas con la juventud. mismo como medio de entrada en la vida comunitaria, pero el efecto
Los norteamericanos casados y los que tienen niños tienden mucho no parece extenderse más allá de las propias actividades relacionadas
más a participar en actividades religiosas, incluida la afilia.ción a una con la escuela y la juventud.
iglesia, la asistencia a los oficios religiosos y las actividades relaciona- El divorcio está de por sí negativamente relacionado con la partici-
das con la iglesia. Según explicaré en su momento, no está claro cuál pación en organizaciones religiosas, pero no parece guardar relación
es la causa y cuál el efecto, pero el vínculo es fuerte. No es de extrañar (ni positiva ni negativa) con otras formas de compromiso cívico, for-
que los padres participen también más en grupos escolares y de juven- malo informal. Comparadas con las personas que nunca se casaron y
tud (asociaciones de padres y profesores, boyscouts, etc.) y que tengan que demográficamente se hallan en sus mismas condiciones, los di-
más probabilidades de «asistir a reuniones públicas sobre asuntos vorciados no reciben amigos con menor frecuencia (aunque dan lt-
municipales o escolares». Finalmente, como las actividades relaciona- geramente menos cenas), no realizan menoS tareas voluntarias, no
das con la iglesia y la juventud son en Estados Unidos los dos lugares asisten menos a reuniones de club, no .trabajan en menos proyectos
más comunes para la actividad voluntaria, la probabilidad de partici- comunitarios, y en realidad firman unas pocas peticiones más, acu-
par en tareas de voluntariado es mayor entre los padres que entre per- den un poco más a reuniones públicas y escriben ligeramente más a
sonas de su misma edad y condición social, pero solteras y sin hijos. menudo al Congreso. El divorcio no parece estar de por sí seriamente
Por otra parte, ni el estado civil ni la condición familiar estimulan la implicado en la tendencia general hacia la pérdida del compromiso
afiliación a otros tipos de -agrupaciones. Si mantenemos constantes cívico.
otras características demográficas, el matrimonio y los hijos tienen La unidad familiar tradicional está en decadencia (mucho), al igual
una correlación negativa con la afiliación a grupos deportivos, políti- que el compromiso religioso (un poco), y probablemente existe al-
cos y culturales, y sencillamente no guardan ninguna relación con la gún vínculo entre ambos fenómenos. Sin embargo, la naturaleza de ~~e
afiliación a grupos de empresa y profesionales, clubes de servicios, vínculo no está nada clara. Pudiera ser que la disolución de la famll1a
organizaciones étnicas, asociaciones de vecinos y grupos de aficiones. tradicional hubiese llevado a una menor implicación religiosa, o que
Los casados asisten a menos reuniones de club que los solteros que se esa implicación religiosa más baja hubiera conducido a una mayor
encuentran demográficamente en su misma situación. aceptación del divorcio y de otras formas familiares no tradicionales.
Los casados tienden ligeramente más (pero sólo ligeramente) a dar En otras palabras, la decadencia de la familia tradicional podría ha-\
cenas y acudir a ellas, recibir visitas en casa y participar activamente ber contribuido al declive de la religión tradicional, pero lo contrarIO
en organizaciones locales. Por otra parte, es menos probable que los es igualmente plausIble. En cualqUIer caso, las pruebas no COInCIden
casados pasen su tiempo de manera informal con amigos y vecinos. con la tesis de que el declive general del compromiso cívico y la vincu-

.L
~P()r qué? ¿Quién fue el asesino del compromiso civicof Resumen 177

lación social es atribuible a una decadencia de la familia tradicional. blancos» por la que el fin de la segregación legal en la vida cívica les
Al contrario, hasta cierto punto el declive de las obligaciones familia- impulsó a retirarse de las asociaciones comunitarias. Esta interpreta-
res debería haber dejado tiempo libre para una mayor implicación so- ción racial de la destrucción del capital social es objeto de controver-
cial y comunitaria. sia y difícilmente puede entrar en el ámbito de estas breves observa-
Si pudiéramos repetir los últimos treinta o cuarenta años mante- ciones. No obstante, los datos básicos son los siguientes.
niendo constante la estructura familiar tradicional -cosa que pode- En primer lugar, no hay grandes diferencias raciales en cuanto a
mos hacer estadísticamente dando un peso adicional a las personas afiliación asociativa. Manteniendo constantes las diferencias en edu-
casadas y los padres que aparecen en nuestras encuestas-, podríamos cación e ingresos, los negros pertenecían por término medio a más
generar mayor participación religiosa y produciríamos seguramente asociaciones que los blancos, al menos hasta la década de 1 980, fun-
más implicación en los grupos escolares y juveniles. Esta pequeña ac- damentalmente porque en una situación comparable a la suya, ten-
tividad de ingeniería social incrementaría moderadamente el nivel dían a afiliarse más que los blancos a organizaciones tanto étnicas
medio de voluntariado por esas dos razones. (Es curioso que el volun- como religiosas, y no era menos probable que pertenecieran a algún
tariado sea una de las pocas formas de compromiso cívico donde no grupo de otro tipo.' Por otra parte, según vimos en el capítulo 8, las
se ha dado una decadencia que requiera una explicación.) Sin embar- diferencias raciales en lo relativo a la confianza social son ciertamente
go, esos retoques de la estructura familiar no tendrían prácticamente muy grandes incluso teniendo en cuenta las diferencias en lo referente
efectos sobre la afiliación o la actividad en organizaciones laicas (des- a estudios, ingresos, etc. Es evidente que estas diferencias raciales en
de Kiwanis a la NAACP y el AMA) ni detendrían el declive de activi- cuanto a confianza social no reflejan una paranoia colectiva, sino
dades políticas cama la participación electoral o el trabajo para un unas experiencias reales vividas a lo largo de muchas generaciones.
partido. Además, tenderían a reducir el tiempo que dedicamos a los En segundo lugar, el desgaste del capital social ha afectado a todas
amigos y vecinos más aún de lo que hemos visto de hecho. En resu- las razas. Este hecho no concuerda con la tesis de que la "desbandada
men, aparte del compromiso relacionado con la juventud y la iglesia, de los blancos» es una causa importante del abandono del compro-
ninguno de los principales descensos del capital social y el compromi- miso cívico, pues los afroamericanos han ido dejando las organiza-
so cívico que necesitamos explicar se puede atribuir a una decadencia ciones religiosas y cívicas y otras formas de vinculación social al me-
de la estructura familiar tradicional..!. En mi opinión, hay razones im- nos con tanta rapidez como los norteamericanos blancos. De hecho,
portantes para preocuparse por el desgaste sufrido por los valores de la caída más brusca en cuanto actividad cívica entre las décadas de
la familia tradicional, pero no consigo encontrar pruebas de que una 1970 y 1990 se dio entre los afroamericanos con estudios universita-
de ellas sea la pérdida del compro;"lÍso cívico. rios. Aún es más importante el hecho de que, entre los blancos, el ritmo
de abandono del compromiso no ha guardado relación con la intole-
La raza es una característica tan fundamental en la historia social rancia racial o el apoyo a la segregación. Los blancos declaradamente
norteamericana que casi todos los demás rasgos de nuestra sociedad racistas o segregacionistas no han dejado durante este período las or-
están ligados a ella de alguna manera. Así pues, parece intuitivamen- ganizaciones comunitarias con más rapidez que los blancos más tole-
te plausible que la raza haya tenido de algún modo un cometido en el rantes. El declive de la afiliación grupal es esencialmente idéntico en-
desgaste del capital social a lo largo de la última generación. En reali- tre los blancos favorables a la segregación, los que se oponen a ella y
dad, el declive de la vinculación y la confianza social comenzó inme- los negros. 4
diatamente después de los grandes éxitos obtenidos en la revolución En tercer lugar, si la pérdida del compromiso cívico representa una
por los derechos civiles de la década de 1960. Esta coincidencia nos huida de los blancos de una vida comunitaria integrada tras la revolu-
lleva a pensar en la posibilidad de cierto tipo de «desbandada de los ción de los derechos civiles, resulta difícil conciliar dicha pérdida con
37 8 ¿Por qué? ¿Quién fue el asesino del compromiso cívico? Resumen 379

las diferencias generacionales descritas en el capítulo 14. ¿Por qué la Un tratamiento empírico de este problema consiste en examinar las
pérdida del compromiso iba a ser apenas perceptible entre los norte- diferencias en cuanto a compromiso cívico y medidas públicas en dis-
americanos llegados a la mayoría de edad en la primera mitad del si- tintas jurisdicciones políticas con el fin de ver si una administración
glo, cuando la sociedad norteamericana estaba objetivamente más se- hipertrofiada lleva a una consunción del capital social. Sin embargo,
gregada y era subjetivamente más racista que en las décadas de I960 y las diferencias respecto al capital social en diversos estados norteame-
I970? Si el prejuicio racial fuera responsable del abandono del com- ricanos no guardan al parecer ninguna relación con diversos índices
promiso cívico, tal abandono debería ser especialmente pronunciado de gasto en bienestar social o de dimensiones de la administración. 6
en los individuos y en las generaciones más intolerantes. Pero no lo es. Los ciudadanos de estados liberales en sus gastos no están más com-
Estos datos no son concluyentes, pero trasladan la carga de la prue- prometidos que los de estados frugales. Una comparación entre dis-
ba a quienes creen que el racismo es una explicación primordial del tintas naciones puede arrojar también luz sobre esta cuestión. Entre
creciente abandono del compromiso cívico a lo largo del último cuar- las democracias occidentales avanzadas, la confianza social y la afi-
to de siglo, por más virulento que siga siendo el racismo en la socie- liación grupal mantienen, si acaso, una correlación positiva con el ta-
dad norteamericana. Un hecho de igual importancia es que esta evi- maño de la administración, y el capital social parece alcanzar sus ni-
dencia indica que la inversión de las ganancias obtenidas por los veles más altos en los estados escandinavos, con un gran gasto en
derechos civiles en los últimos treinta años no conseguirían dar la bienestar social.' Este análisis sencillo no puede decirnos, por supues-
vuelta a las pérdidas producidas en el capital social. to, si la vinculación social estimula los gastos en bienestar social, si la
asistencia pública fomenta el compromiso cívico o si ambas son re-
Las pruebas circunstanciales, en particular la cronología del descenso sultado de algún otro factor o factores no medidos. La identificación
de la vinculación social, han llevado a pensar a algunos observadores de las conexiones causales subyacentes requeriría un análisis mucho
que una causa importante -quizá incluso la causa- de la pérdida del más minucioso. Sin embargo. ni siquiera esta sencilla conclusión es
compromiso cívico es la excesiva dimensión del gobierno y el creci- fácil de conciliar con la idea de que una administración desmesurada
miento del Estado de bienestar. 5 Estas personas mantienen que al «re- socava el capital social.
legap, la iniciativa privada, la intervención del Estado ha subvertido Un examen de las tendencias en el tamaño de la administración
la sociedad civil. Se trata de un tópico de un alcance demasiado am- norteamericana a lo largo del último siglo refuerza las dudas sobre la
plio como para poder abordarlo aquí en detalle, pero es oportuno de- tesis de que el Estado de bienestar es responsable de nuestra disminu-
cir un par de cosas acerca de él. ción del capital social. La figura 78 muestra que por lo que respecta al
Por un lado, algunas medidas del gobierno han tenido, casi con se- tamaño de la administración frente al de la economía de Estados Uni-
guridad, el efecto de destruir una parte del capital social. Por ejem- dos durante el último medio siglo, sólo han cambiado realmente dos
plo, las denominadas iniciativas para la demolición de viviendas de cosas: I) los gastos en defensa han descendido en general de manera
los barrios bajos, tomadas en las décadas de I950 y I960, sustituye- más O menos continua de I 9 5 I a I 998, y 2) el gasto estatal y local ha
ron el capital físico, pero destruyeron el capital social al deshacer los aumentado constantemente de I947 a I975. Por otra parte, hay dos
lazos comunitarios existentes. También es concebible que ciertos gas- cosaS que no han cambiado en realidad: I) el volumen del gasto inte-
tos sociales y medidas fiscales hayan desincentivado las actividades rior federal (que a finales de la década de I940 y de la de I990 suma-
filantrópicas de mentalidad cívica. Por otra parte, resulta mucho más ba por término medio el 2,2 % del producto nacional bruto, y llegó al
difícil ver qué medidas gubernamentales podrían ser responsables del 2,7 % en su punto más alto a mediados de la de I960), y 2) el volu-
declive de las ligas para el juego de bolos, las cenas en familia y los men relativo del gasto federal frente al estatal y el local en los últimos
clubes literarios. veinticinco años.
)80 ;Pnr qué? ¿Quién fue el asesino del compromIso d/lico? Resumen
---
2\r-----------------.----------______________ .~
vínculos humanos a la categoría de meros bienes de consumo. El pro-
blema de esta teoría concreta de la desconexión social es que resulta
demasiado amplia: Norteamérica ha representado el capitalismo de
mercado durante varios siglos, y en ellos nuestras reservas de capital
social y de compromiso cívico han experimentado grandes altibajos.
o Delensa
nacional Una constante no puede explicar una variable.
11 Gastos No obstante, una versión del determinismo histórico puede resul-
!{'rierales al
margero de
la defens.a
tar más válida: la nacionalización y globalización graduales pero
crecientes de nuestras estructuras económicas. La sustitución de
• f5tatales y
locales bancos, comercios y otras empresas de carácter local por enormes
imperios multinacionales a menudo supone un declive del compro-
miso cívico por parte de los responsables directivos. A medida que
Wal-Mart sustituye al colmado de la esquina, el Bank of America se
apropia del First National Bank, y los empresarios locales son rele-
:953 1~56 1959 1962 1965 1%8 1971 '97~ 1977 1980 1983 1986 1989 1992 1995 1998 vados por mercados impersonales, se van atrofiando los incentivos
para que las élites del mundo de los negocios participen en la vida
FIGURA 78: Gasto público (1947-1998): aumentan los de los
comunitaria. El urbanista Charles Heying ha mostrado, por ejem-
gobiernos locales y estatales; disminuye el de la defensa nacional
plo, cómo esta «deslocalización empresarial» durante el último ter-
cio del siglo xx tendió a desmantelar las iniciativas cívicas en Atlan-
Entretanto, el capital social en la práctica totalidad de sus formas tao La cohesión soóal y el compromiso cívico de las élites de Atlanta
aumentó ~ucho entre 1947 y 1965, Y se redujo mucho entre 19 6 5 y alcanzaron su pico máximo entre las décadas de 1930 y 1960, Y a
199 8 . ASl, la figura 78 no casa, en mi opinión, con ninguna teoría \ partir de ese momento fueron descendiendo hasta la de 1990, en
que achaque el declive del capital social o del compromiso cívico a buena medida la misma trayectoria que siguieron otras mediciones
una. administración excesivamen~: grande o al tamaño relativo del del capital social. Heying ofrece pruebas sugerentes de tendencias si-
gobierno federal por comparaClOn con los gobiernos estatales y milares en lugares tan distintos como Chicago, Filadelfia, Dayton y
locales.
Shreveport. Uno de los principales promotores inmobiliarios de Bos-
ton se lamentaba ante mí en privado por la desaparición de The
Si un gobierno de grandes dimensiones no es la principal causa de la Vault, una famosa cofradía local de hombres de negocios. Me decía:
disminución del compromiso cívico en la sociedad norteamericana «¿Dónde están las élites poderosas cuando las necesitas? Todas ellas
contemporánea, ¿qué podemos decir del mundo empresarial, del ca- están fuera, en algún otro estado, en las oficinas centrales de alguna
pitalismo y del mercado? Los estudiosos sociales serios han temido gran empresa»,9
desde hacetí~mpo que el capitalismo acabaría minando las premisas No tengo la menor duda de que las transformaciones económicas
de su propiO eXlto al deteriorar los vínculos interpersonales y la con- globales están teniendo un importante impacto sobre la vida comuni-
fianza social.' Muchos de los grandes maestros de la teoría social del taria en Norteamérica. Está menos claro por qué la deslocalización
sigloXIX, desde Georg Simmel a Karl Marx, argumentaron que el ca- empresarial debería afectar, por ejemplo, a nuestra disposición para
pItalismo de mercado había creado una «sociedad fría», que carecía asistir a un acto social de la iglesia, jugar a las cartas con los amigos o
de la calidez interpersonal que la amistad requiere, y que reducía los incluso votar en las elecciones presidenciales. Con todo, la relación
¿Por qué? ¿Quién fue el asesino del compromiso cúnco? Resumen

entre el no compromiso cívico y el no compromiso empresarial es dig- haber otros factores emboscados.) No obstante, del ro al 15% del
na de ser estudiada." cambio total es atribuible al impacto conjunto de la generación y la
televisión: lo que podríamos denominar de forma abreviada como
Resumamos lo que hemos aprendido sobre los factores que han con- « la generación de la tele»)."
tribuido al declive del compromiso cívico y el capital social documen- Estos cálculos no deben tomarse totalmente al pie de la letra, en par-
tado en la parte H. te porque los efectos concretos varían en función de las diferentes for-
En primer lugar, las presiones de tiempo y dinero, incluidas las es- mas de compromiso comunitario. La generación es más importante
peciales presiones experimentadas por las familias en las que trabajan para explicar, por ejemplo, el declive de la asistencia a la iglesia. No
los dos cónyuges, contribuyeron constatablemente a la disminución ~ obstante, la figura 79 representa una imagen aproximada de la impor-
del compromiso social y comunitario de los norteamericanos durante tancia relativa de los factores investigados. La porción que falta al grá-
estos años. Según mis cálculos, no se puede atribuir a ese grupo de fico circular refleja acertadamente los límites de nuestra actual com-
factores más de un ro % del declive total. prensión. El trabajo, la expansión urbana, la televisión y el cambio
En segundo lugar, la suburbanización, los desplazamientos para ir y generacional son partes sustanciales de esta historia, pero todavía que-
venir del trabajo y la expansión urbana tuvieron también una función¡'\ ~. dan por resolver elementos importantes de nuestro misterioso relato.
de apoyo. Según un cálculo razonable, estos factores en conjunto ex-
plicarían quizá a su vez otro ro % del problema.
En tercer lugar, el efecto del entretenimiento electrónico -sobre Trabajo
todo la televisión- en la privatización de nuestro tiempo libre ha sidoI
un factor sustancial. Mi cálculo aproximado es que dicho factor po- 1<.
dría dar tal vez razón de un 25 % del declive.
¡ Expansión
urbana
Cambio
En cuarto lugar, y éste es el punto más importante, el cambio gene- generacional
racional -la sustitución lenta, constante e ineluctable de la larga ge-
neración CÍvica por sus hijos y nietos menos comprometidos- ha sido
un factor poderoso. Los efectos de la sucesión generacional varían de ¿Otros?
manera importante según los distintos Índices de compromiso CÍvico ,-
-son mayores para las formas más públicas, y menores para la socia- \..
Iización informal y privada-, pero como norma general, según la con-
Generación Televisión
clusión a la que llegamos en el capítulo 14, se trata de un factor que' de la televisión
podría explicar quizá la mitad del declive total.
FIGURA 79: Hipótesis explicativa de la pérdida del compromiso
La coincidencia entre el cambio generacional y los efectos de la tele-
cívico (1965-2000)
visión a largo plazo complican ligeramente nuestra explicación del
cambio. No todos los efectos de la televisión son generacionales -los
propios miembros de la larga generación cívica que ven mucha televi-
sión reducen su participación cívica-, y no todos los efectos de la su-
cesión generacional Se pueden atribuir a la televisión. (Ya teorizamos
que los efectos debilitados de la Segunda Guerra Mundial son tam-
bién muy importantes; además, tras el «efecto generacional» puede
~~~~~----- - -""~- _.""- --"----

Parte IV

Bien. ¿y qué?

Con la colaboración de Kristin A. Goss.


Capitulo 16

Introducción

El capital social se ha ido desgastando continuamente y a veces de


manera espectacular durante las dos últimas generaciones en casi to-
dos los índices imaginables. Los datos cuantitativos resultan abruma-
dores, aunque la mayoría de los norteamericanos no han necesitado
ver tablas y gráficos para saber que algo malo estaba sucediendo en
sus comunidades y su país. Los norteamericanos han tenido de forma
visceral una sensación cada vez mayor de la desintegración de los la-
zos sociales. Posiblemente no es una coincidencia que en vísperas del
nuevo milenio el mercado de la nostalgia cívica esté más cotizado que
el de las acciones más seguras de la Bolsa. El libro del presentador
Tom Brokaw, por ejemplo, que hacía un esbozo de la heroica genera-
ción de la Segunda Guerra Mundial, recibió reseñas ambivalentes de
los críticos, pero no obstante fue un éxito de ventas aplastante. En
Los Ángeles se produjo un movimiento intermitente para rebautizar
el aeropuerto LAX con el nombre del actor Jimmy Stewart, héroe mi-
litar en la vida real, que llevó a la pantalla a los héroes cívicos Jeffer-
son Smith y George Bailey. La nostalgia norteamericana de finales del
siglo xx no es un recuerdo corriente y moliente o de color de rosa de
cosas del pasado, sino un intento de recuperar un tiempo en que la so-
lidaridad tenía realmente más valor y en que las comunidades "fun-
cionaban» de verdad. Cuando compramos libros y rebautizamos aeto-
puertos, nos parece estar diciendo que en un nivel profundo la virtud
cívica y el capital social son asuntos de importancia.
¿Estamos en lo cierto? ¿Tiene el capital social efectos saludables so-
bre individuos, comunidades o incluso naciones enteras? Sí; un con-
junto impresionante y creciente de estudios nos lleva a pensar que los
vínculos cívicos nos hacen saludables, prósperos y sabios. No es fácil
vivir sin capital social, tanto si se reside en un pueblo del sur de Italia
como si se es un pobre de alguna ciudad norteamericana O un empre-
sario forrado de dinero de un distrito con industrias de alta tecnología.
3 88 Bien, ¿y qué? Introducción

Si estamos dispuestos a creer que el capital social beneficia a indivi- para castigarlos si no lo hacen. Economistas como Oliver Williamson
duos y comunidades, debemos entender antes cómo realiza su magia y po litólogos como Elinor Ostrom han demostrado que el capital so·
dicho capital. Unos elevados niveles de confianza y participación ciu- cial se traduce en capital económico, y en una abundancia de recursos
dadana actúan a través de múltiples mecanismos para producir resul- para las empresas y para unidades que se rigen a sí mismas. De hecho,
tados socialmente deseables. Los mecanismos activos obviamente va- el economista y premio Nohel Kenneth Arrow concluyó que "prácti-
riarán en función de la circunstancia y el resultado en cuestión. Pero camente todas las transacciones comerciales encierran un elemento
en general el capital social tiene muchas características que ayudan a de confianza, y así ocurre sin duda con cualquiera que se lleve a cabo
la gente a convertir sus aspiraciones en realidades. durante un período de tiempo. Podemos sostener convincentemente
En primer lugar, el capital social permite a los ciudadanos solucio- C{ que una gran parte del retraso económico del mundo se puede expli·
nar problemas colectivos con mayor facilidad. Los sociólogos se han car por una falta de confianza mutua».l
preocupado desde hace mucho tiempo por ciertos "dilemas» de la ac- El capital social mejora nuestra suerte de otra manera al ampliar ;f
ción colectiva. Esos dilemas son omnipresentes, y su dinámica es sen- nuestra conciencia de los múltiples tipos de vinculación existentes en-
cilla. A todo el mundo le irá a menudo mejor si coopera y si cada cual tre nuestroS destinos. La gente que mantiene vínculos activos y de
cumple con su parte. Pero el individuo particular obtiene más venta- confianza con los demás -tanto si son miembtos de su familia como
jas eludiendo sus responsabilidades, en la esperanza de que otros ha- amigos o compañeros de la bolera- desarrolla o mantiene rasgos de
rán su trabajo por él. Además, si se equivoca y el otro se dedica tam- carácter que son buenos para el resto de la sociedad. Los asociacio-
bién a haraganear, se encontrará mejor situado al no haber sido el nistas se hacen más tolerantes y menos cínicos, y muestran más com-
único implicado. Obviamente, si cada individuo piensa que los demás pasión hacia las desgracias de los demás. Cuando las personas care-
harán el trabajo, nadie llegará a tomar parte, y todo será peor que si cen de contacto con los demás, son incapaces de comprobar la
nadie hubiera dejado de contribuir. veracidad de sus propias opiniones, tanto en el toma y daca de la con-
Apoyar al gobierno mediante un sistema fiscal constituye un dilema -;J< versación informal como en las deliberaciones más formales. Sin uoa
de acción colectiva. Lo mismo ocurre con la limitación del funciona- oportunidad así, la gente tiende más a dejarse influir por sus peores
miento de los aspersores para el césped y de las largas duchas durante impulsos. No es una coincidencia que los actos de violencia arbitra-
los veranos secos. Estos y otros retos de coordinación reciben diversas ria , como la racha de tiroteos vivida en las escuelas en 1999, tiendan
denominaciones: «problemas de acción colectiva», «dilema del prisio- a ser cometidos por personas identificadas tras los hechos como ((so-
nero», «problema del que actúa por libre» y «tragedias de la gente litarias» .
corriente», por nombrar sólo algunas. Todos, sin embargo, compar- Las redes que constituyen el capital social sirven también de con- "\
ten un rasgo: la mejor manera de resolverlos es utilizar un mecanismo duetos para el flujo de información útil que facilita la consecución de
institucional con poder para garantizar un comportamiento colectivo nuestros objetivos. Por ejemplo, según veremos en el capítulo 19, mu-
deseable. Las normas sociales y las redes que las refuerzan son las que chos norteamericanos -quizá incluso la mayoría de nosotros- conse-
proporcIonan ese mecanismo. guimos nuestro trabajo a través de contactos personales. Los sociólo·
En segundo lugar, el capital social lubrifica las ruedas que permiten ~ gas han demostrado que si nos falta ese capital social, nuestras
a las comunidades avanzar sin tropiezos. Donde la gente es confiada perspectivas económicas se reducen gravemente, aunque poseamos
y fiable, y donde está sujeta a interacciones reiteradas con sus conciu- mucho talento y formación (<<capital humano»). De manera similar, a
dadanos, los asuntos y transacciones sociales de cada día resultan las comunidades carentes de conexiones cívicas les resultará difícil
menos costosos. No hay necesidad. de gastar tiempo y dinero para compartir información y movilizarse, por tanto, para tener posibili-
asegurarnos de que los demás mantendrán su parte del acuerdo, ni dades u oponerse a alguna amenaza.
39° Bien, ¿y qué? Introducción 39 1

El capital social actúa también mediante procesos psicológicos y .f mejor la persuasión moral para garantizar que se preste una atención
biológicos destinados a mejorar las vidas de los individuos. Cada vez constante a los problemas que se presenten.
abundan más los datos que indican que la gente cuya vida es rica en Imaginemos que los Smith consiguen lanzar la PTA, y al cabo de va-
capital social afronta mejor sus traumas y combate la enfermedad rios meses la asociación dispone de una afiliación activa de diecisiete
con más eficacia. El capital social parece ser un complemento, cuan- padres. ¿Qué aporta esta nueva institución, este añadido a la reserva
do no un sustitutivo, del Prozac, las pastillas contra el insomnio, los de capital social, a los individuos implicados y a la comunidad en ge-
antiácidos, la vitamina e y otros productos que compramos en la far- neral? Por un lado, la pertenencia a la PTA inculca en los padres, casi
macia de la esquina. "L1ámeme [o llame a cualquiera] por la maña- con seguridad, ciertas habilidades cívicas. Personas que nunca han
na) podría ser, en realidad, un consejo médico mejor para remediar planeado un proyecto, hecho una presentación, ejercido presión so-
nuestras dolencias que un «tómese dos aspirinas». bre un funcionario público o incluso hablado en una reunión se ven
Para ver con claridad cómo funcionan en la práctica estos meca- forzadas a hacerlo. Más aún, la PTA sirve para establecer y hacer
nismos, consideremos el siguiente ejemplo teórico que, aunque sea cumplir normas de compromiso y rendimiento por parte de los fun-
inventado, representa la realidad de muchos padres. Bob y Rose- cionarios académicos, los profesores y quizá hasta los propios alum-
mary Smith, padres de ]onathan, un niño de seis años, viven en una nos. También permite una profundización de los lazos interpersona-
comunidad urbana llena de encantos y de problemas. Bob y Rose- les y una conciencia del «nosotros» entre familias y educadores. En
mary apoyan en principio la escuela pública, y les gustaría que su un sentido más personal, las reuniones de la PTA acaban establecien-
hijo de primer curso estuviera en contacto con niños de diversas do o reforzando normas de reciprocidad e interés mutuo entre los pa-
procedencias sociales, posibilidad que brindan las escuelas de ese dres. Es casi seguro que en el futuro estas vinculaciones tendrán su
tipo. Pero la escuela local de primaria de los Smith es un desastre: compensación de miles de maneras. Si Bab pierde su trabajo, contará
los profesores están desmoralizados, la pintura se desprende de las con quince adultos más a quienes poder llamar pidiendo sugerencias
paredes y no hay dinero para actividades extraescolares o para de empleo o simplemente apoyo moral. Si Rosemary decide crear un
equipamiento informático. Preocupados por las posibilidades de grupo de presión para obtener mejores servicios sanitarios para los
que Jonachan aprenda y progrese en este entorno, Bob y Rosemary niños en la ciudad tendrá quince apoyos potenciales más para ayu~
tienen dos alternativas: pueden sacar a su hijo de la enseñanza pú- darle en su causa. En el peor de los casos, Bob y Rosemary tendrán
blica y pagar mucho dinero para matricularlo en un colegio pri- una pareja o dos más con quienes ver una película los viernes por la
vado, o bien quedarse e intentar mejorar el colegio público. ¿Qué noche. Todas estas ventajas -habilidades cívicas, apoyo social, con-
hacer? tactos profesionales, trabajos de voluntariado, compañeros para ir al
Supongamos que los Smith desean quedarse y fundan una Parent- cine- habrán surgido porque los Smith deseaban que hubiera ordena-
Teacher Association en la escuela de ]onathan. El poder hacerlo de- dores en el colegio de su niño.
pende de dos cosas: la existencia de otros padres preocupados y con La vinculación comunitaria nO se reduce a vagas historias tiernas y
probabilidades de unirse a ellos, y la posibilidad de que esa asocia- confusas acerca del triunfo del civismo. El capital social supone una
ción consiga mejorar las condiciones de la escuela. Aquí es donde in- enorme diferencia en nuestras vidas en diversos sentidos constata bies
terviene el capital social. Cuanto más conozcan los Smith a sus vecinos y bien documentados. La presente parte contempla cinco ámbitos \
y cuanto más confíen en ellos, mayor será su capacidad de reclutar y ilustrativos: la asistencia y educación de la infancia, unos barrios sa-
retener a miembros de confienza para la nueva PTA. En vecindarios ludables y productivos, la prosperidad económica, la salud y la felici-
cohesionados con muchas vinculaciones entremezcladas los indivi- dad, y la ciudadanía democrática y la actuación del gobierno. Presen-
duos llegan a saber más fácilmente en quién confiar y pueden utilizar taré pruebas de que el capital social nos hace más inteligentes, más

.. ~
Bien, ¿y qué? Introducción 393
39 2

sanos, más seguros, más ricos y más capaces de gobernar una demo-
TABLA 4: Medición del capital social en los estados norteamericanos
cracia justa y estable,
Correlación
La mayor parte de las pruebas que aporto están tomadas de los traba- con el índice
Componentes del índice del capital social
jos de otros estudiosos en muchas disciplinas, He procurado además
apuntalarlas analíticamente comparando las diferencias en capital Indicadores de vida comunitaria organizativa
social y compromiso cívico existentes entre los cincuenta estados nor-
i
Fue miembro del comité de una organización local el año
teamericanos. Como estas comparaciones aparecerán bajo diferentes
aspectos, será útil describir el patrón geográfico del capital social en I anterior (%)
Ocupó un cargo en algún club u organ'lzación el año anterior (%)
0,88
0,83
los Estados Unidos de hoy, 1 Organizaciones cívicas y sociales por mil habitantes 0,78
Para clasificar la media del capital social de los diversos estados he- Cifra media de asistenc'la a reuniones de club el año anterior 0,78
mos sumado varios indicadores independientes que aparecen resumi- Promedio de afiliaciones a grupos 0,74
dos en la tabla 4, Partiendo de diversas fuentes, hemos compilado in-
dicadores estatales de participación en una serie de actividades cívicas
y políticas durante el año anterior, entre ellos la afiliación a grupos, la
asistencia a reuniones públicas sobre asuntos de la localidad o escola-
I Indicadores de participación en asuntos públiCOS
Participación en las elecciones presidenciales (1988 y 1992)
Asistencia a reuniones públicas sobre asuntos urbanos o escolares
0,84

res, el trabajo en un puesto directivo o como miembro de comité en en el año anterior (%) 0,77
alguna organización locaL la asistencia a reuniones de club, el trabajo
voluntario y los proyectos cumunitarios,~ las invitaciones a casa y la Indicadores de voluntariado en la comunidad
socialización con los amigos,' la confianza social,4 la participación Número de organizaciones no lucrativas por mil habitantes 0,82
electoral,5 y la incidencia de organizaciones y asociaciones cívicas no Promedio de veces en que se trabajó en proyectos comunitarios
lucrativas. 1i el año anterior 0,65
Estos catorce indicadores de redes comunitarias formales e infor- Promedio de veces en que se realizaron trabajos de voluntariado
males y de confianza social se hallan a su vez lo bastante correlacio- el año anterior 0,66
nados como para informarnos sobre un aspecto único de fondo. En
otras palabras, estos catorce indicadores miden facetas del capital so- Indicadores de sociabilidad informal
cial comunitario relacionadas pero distintas, y los hemos compilado Están de acuerdo con la frase: «Dedico mucho tiempo a visitar
en un único índice de capital socia1. 7 La tabla 4 resume estos catorce a amigos» 0,73
indicadores y su correlación con el índice compendiado, Promedio de invitaciones a casa el año anterior 0,67
Las diferencias entre estados en los índices de base son importan-
tes y expresan relaciones de tres a uno aproximadamente entre los Indicadores de confianza social
estados situados en puestos altos o bajos de la clasificación, La con- Están de acuerdo con la frase: «Se puede confiar en la mayorfa
fianza social, por ejemplo, varía del 17 % en Mississippi al 67 % en de la gente» 0,92
Oakota del Norte, La cifra media de afiliación asociativa por perso- Están de acuerdo con la frase: «La mayoría de la gente es honrada» 0,84
na va de 1,3 en Luisiana y Carolina del Norte a 3,3 en Oakota del
í
Norte, La participación en las últimas elecciones presidenciales ha j
variado entre el 42 % en Carolina del Sur y el 69 % en Minnesota, El
I

__________________________-------~L¡--------------------------------
394 Bien, ¿y qué? J~,,_',,:oducción 395

numero de organizaciones sin ánimo de lucro por mil habitantes Desde un punto de vista geográfico, el «mapa barométrico» nacio-
va de 1,2 en Mississippi a },6 en Vermont. La cifra media de reunio- nal del capital social es bastante sencillo. La principal zona de «altas
nes de club a las que se ha asistido en un año varía de las 4 ocasiones presiones» se centra sobre el nacimiento de los ríos Mississippi y Mis-
anuales en Nevada a 1 r en Dakota del Norte y del Sur. La propor- souri, y se extiende hacia el este y el oeste siguiendo la frontera con
ción de voluntariado de cinco veces por año en Nevada, Mississippi Canadá. La zona principal de «bajas presiones» está centrada sobre
y Luisiana al doble en Utah. La parte de la población que dice haber el delta del Mississippi y se extiende hacia el exterior en círculos con-
acudido el año anterior a una asamblea pública para tratar asuntos céntricos crecientes por toda la antigua Confederación.' California y
de la localidad o escolares oscila entre ello % de Georgia y Nueva los estados de la costa central del Atlántico se sitúan cerca de la media
York yel J2 % de New Hampshire, el 29 % de Utah yel 26% de nacional.' Podemos analizar, al menos de forma preliminar, los efec-
Wisconsin. tos de los diferentes niveles de capital social comparando la calidad
Las correlaciones de la tabla 4 implican una asociación en estas di- de vida en esos distintos estados. Minnesota y Mississippi difieren en
ferencias entre estados. Los lugares con redes asociativas densas sue- muchos sentidos, y no sólo por su nivel de capital social, por lo que
len celebrar reuniones públicas frecuentes para tratar cuestiones loca- debemos ser cautelosos al colegir una causación de una mera correla-
les; los que cuentan con una participación electoral alta suelen tener ción, pero los contrastes compendiados en la figura 80 nos propor-
un elevado índice de confianza social; los que disponen de muchos cionan un útil banco de pruebas inicial para investigar las diferencias
clubes sociales suelen apoyar a muchas organizaciones no lucrativas, que puede suponer el capital social.
etc. La figura 80 reproduce las diferencias en capital social y compro- Una simple ojeada superficial a este mapa de los recursos de Estados
miso cívico en Jos estados norteamericanos de forma muy parecida a Unidos en capital social nos lleva a preguntarnos: «¿De dónde han po-
como lo haría un mapa del tiempo. dido salir esas diferencias?". Responder a esta cuestión en detalle es
una tarea que dejaremos para otra ocasión, pero la distribución tiene
raíces históricas profundas. Alexis de Tocqueville, el santo patrón de
los capitalistas sociales contemporáneos, observó precisamente esa
misma distribución en sus viajes por los Estados Unidos de la década
de I8}0, y la atribuyó, al menos en parte, a pautas de poblamiento:

Según avanzamos hacia el sur [partiendo de Nueva Inglaterra] encontramos


una vida municipal menos activa; el ayuntamiento tiene menos funcionarios
y menos derechos y deberes; la población no ejerce una influencia tan directa
sobre los asuntos; las asambleas municipales son menos frecuentes y tratan
menos cuestiones. Por esta razón, el poder del cargo electo es comparativa-
Capital social
mente mayor, y el del votante, menor; el espíritu municipal está menos vigi-
lante y es menos fuerte [... J La mayoría de los inmigrantes que fundaron los
estados del noroeste llegaron de Nueva Inglaterra y llevaron a su nuevo ho-
gar los hábitos administrativos del antiguo. 10

Rutas migratorias muy trilladas contribuyeron a establecer modelos


FIGURA 80: Capital social en los estados norteamericanos locales de capital social en los Estados Unidos de hoy. Esas diferen-
Bien, ¿y qué? Introducción 397

cias entre estados guardan una sorprendente similitud con las exis- Las pruebas que presento en esta parte sobre la amplia gama de ven-
tentes en la «cultura política estatal» deducidas en la década de I950 tajas individuales y colectivas del capital social no son nI exhaustIvas
por el historiador político Daniel Elazar, que localizó su origen en ni concluyentes, aunque resultan impresionantes por su ámbito. Estu-
pautas migratorias del siglo XIX. Un buen predictor del grado de ca- diosos de campos tan alejados como la medicina, la criminología, la
pital social existente en un estado determinado de la década de I990 economía, la sociología urbana y la política investigan activamente
es, por ejemplo, su porcentaje de población de origen escandinavo. JI las correlaciones y consecuencias del capital social. Para demostrar el
Aún resulta más llamativa la correlación espacial entre un capital poder del capital social, y en especial para mostrar en detalle cómo y
social bajo al final del siglo xx y la existencia de esclavitud en la pri- cuándo resultan más ventajosos sus efectos serán necesarios muchos
mera mitad del XIX. Cuanto más virulenro fue su sistema esclavista , más trabajos. No pretendo que las generalizaciones que ofrezco en
menos cívico es actualmente un estado, De hecho, la esdavitud fue un esta sección sean la última palabra. No obstante, las pruebas que
sistema social ideado para destruir el capital social entre los esclavos, analizamos muestran que el hecho del declive del capital social y el
y entre éstos y las personas libres. Unas redes de reciprocidad bien compromiso cívico en Estados Unidos a lo largo de los últimos años
asentadas entre las personas oprimidas habrían aumentado el riesgo es importante en cuestiones comprobables. Esas mismas pruebas dan
de rebelión, y unos vínculos igualitarios de simpatía entre esclavos y a entender claramente que si dispusiéramos de más capital social y
libres habrían socavado la propia legitimidad del sistema. Tras la compromiso cívico, las cosas mejorarían en muchos terrenos diferen-
emancipación, las clases dominantes del sur siguieron muy interesa- tes e importantes para los norteamericanos de hóy.
das en impedir la creación de redes sociales horizontales. No es ca-
sual que los niveles más bajos de capital social comunitario se hallen
allí donde a un siglo de csclavismo en las plantadones le siguió otro
de política segregacionista. La desigualdad y la solidaridad social son
profundamente incompatibles.
La cuestión de si las pautas migratorias y el esclavismo proporcio-
nan la explicación exclusiva de las actuales diferencias en los niveles
de capital social merece una atención más intensa de la que puedo de-
dicarle aquÍ. Sin embargo, la claridad de las continuidades históricas
es reveladora en un aspecto de la investigación que estamos realizan-
do en este libro: si el capital social es causa o mero efecto de las cir-
cunstancias sociales actuales. Si los modelos regionales y locales de
compromiso cívico y vinculación social fueran evanescentes y muta-
bles, las correlaciones entre el capital social y otros factores sociales
(como los logros educativos, la sanidad pública o la delincuencia) po-
drían reflejar bien el efecto de esos factores sobre el capital social.
Pero si, por otro lado, las características regionales y locales del capi-
tal social representan tradiciones antiguas, entonces es más plausible
que el capital social sea causa, no simplemente efecto de la circuns:
tancia social contemporánea.
Educanón y hienestar infantil 399
----_._-------------------

TABLA 5: índice Kids Caunt de bienestar infantil


Capítulo 17
Porcentaje de niños nacidos con falta de peso
Educación y bienestar infantil Tasa de mortalidad perinatal (muertes por mil niños nacidos vivos)
Tasa de mortalidad infantil (muertes por cien mil niños de uno a catorce años)
Muertes por cien mil adolescentes de quince a diecinueve años por accidente,
El desarrollo de la infancia está fuertemente determinado por el capi- homicidio y suicidio
tal social. Un número considerable de estudios que se remontan al Tasa de paternidad entre adolescentes (partos por mil mujeres de entre quince
menos a cincuenta años atrás ha demostrado que la confianza, las re- y diecisiete años)
des y las normas de reci procidad en la familia del niño, en su escuela, Porcentaje de adolescentes que han abandonado los estudios secundarios
entre sus compañeros y en la comunidad en general tienen efectos de (entre dieciséis y diecinueve años)
largo alcance sobre sus posibilidades y decisiones, y por tanto sobre fndice de detenciones de jóvenes por delincuencia violenta (detendones
su conducta y su desarrollo.' Aunque la presencia de capital social se por cien mil jóvenes de diez a diecisiete añOS)
ha vinculado a diversos resultados beneficiosos, en particular en la Porcentaje de adolescentes que no asisten a la escuela y que no trabajan
educación, la mayoría de las investigaciones se han centrado en las (entre dieciséis y diecinueve años)
cosas malas que les ocurren a los niños que viven y estudian en zonas Porcentaje de niños que viven en la pobreza
con un déficit de capital social. La consecuencia es clara: el capital so- Porcentaje de familias monoparentales con hijos
cial impide que a los niños les sucedan cosas malas.
Un exponente de la poderosa relación existente entre el capital so-
cial y el desarrollo de los niños es la notable coincidencia entre el ín- este tipo de análisis de datos.' Estados como Oakota del Norte, Yer-
dice de capital social elaborado por nosotros para los diversos esta- mont, Minnesota, Nebraska y Iowa tienen adultos de un saludable ci-
dos y otra muestra de bienestar infantil muy conocida (los índices vismo, y niños sanos y bien adaptados; otros estados, principalmente
Kids Count publicados anualmente por la Annie E. Casey Founda- los del sur, se enfrentan a retos inmensos tanto en la población adulta
tion).' (La tabla 5 resume los apartados de que consta el índice Kids como en la juvenil.
Count de bienestar infantil.) Es evidente que la mera existencia de relación entre el capital social y
unas buenas condiciones para la infancia no significa que aquél sea la
Los estados situados en un puesto alto en el índice de capital social causa de esos resultados, o que, a la inversa, un déficit de capital social
-es decir, aquellos cuyos residentes confían en los demás, son miem- lleve a los niños a tomar decisiones erróneas en la vida. Aparte del ca-
bros de organizaciones, realizan tareas de voluntariado, votan y man- pital social, los estados difieren en muchos otros aspectos que podrían
tienen relaciones con los amigos- son los mismos en que los niños influir en el bienestar de la infancia: los niveles de estudios de los pa-
crecen saludables, donde los bebés nacen sanos y donde los adoles- dres, los índices de pobreza, la estructura familiar, la composición ra-
centes no suelen ser padres ni tienden a dejar la escuela, participar en cial, etc. Para complicar aún más las cosas, el propio capital social está
actos delictivos violentos o morir prematuramente por suicidio u ho- asociado a esos factores. ASÍ, los estados con un número despropor-
micidio (véase figura 81). Según las estadísticas, la correlación entre cionado de adultos con escasa formación académica y con familias
un alto grado de capital social y un desarrollo favorable de la infancia monoparentales y de ingresos bajos no suelen tener tantas comunida-
es tan perfecta como la mejor que puedan encontrar los sociólogos en des cívicas llenas de vitalidad como los estados cuyos residentes po-
4 00 8;en, ¿y qué? Educación y bienestar infantil

-ª i ---- ----
<1 de la pobreza, por la amplitud y profundidad de sus efectos sobre las
NH
vidas de los niños. Mientras que la pobreza es una fuerza especial-
VT NO
HE
mente poderosa para el aumento de la fertilidad juvenil, la mortalidad
MA
lA
MN y la holgazanería, el compromiso comunitario tiene precisamente los
N. CT
efectos opuestos. El capital social es especialmente importante para
., ID
KS
WA MT
SO
impedir que los niños tengan un peso patológicamente escaso en el
VA PA
CO OAWV nacimiento y que los adolescentes abandonen los estudios, se dedi-
IN
OH DIE quen a callejear y tengan hijos fuera del matrimonio. El bienestar in-
MI

MO
fantil se ve afectado también por la composición racial del estado y el
HV índice de familias mono parentales, aunque de manera bastante menos

..
WV
TX
KV
NC
sistemática y poderosa que la pobreza o un escaso capital social. En
.A
general, el nivel de educación de la población adulta no ejerce una in-
TN fluencia independiente significativa sobre el porvenir de los niños, una
NM
AL se
vez tenidas en cuenta la pobreza, el capital social y la demografía. La
infraestructura social del estado es mucho más importante de lo que
cualquiera habría predicho para garantizar un desarrollo saludable de
MS LA
~ ;B'=JO~-----------------------------------------------A~JJO la juventud.
Estudiosos que investigan la vida familiar en el ámbito del barrio e
índICe de capital social incluso de las familias individuales han llegado a conclusiones simila-
res. Los psicólogos de las comunidades han observado desde hace ya
FIGURA 81: Los niños viven mejor en estados con mucho capital social
tiempo que los índices de maltrato infantil son más altos allí donde la
cohesión vecinal es más baja. s Por ejemplo, en un estudio muy citado
se en una prosperidad económica y unas habilidades prácticas que les de dos barrios, uno con un índice elevado y otro con un índice bajo de
permiten ser participativos. Debido a este complicado conjunto de re- malos tratos infantiles, el capital social resultaba ser el principal fac-
laciones entre los logros de los niños, el capital social y la demografía, tor que diferenciaba a ambas comunidades. Los dos barrios tenían ni-
debemos estar atentos para no extraer falsas conclusiones de los datos. veles de ingresos similares, y tasas de mujeres trabajadoras y hogares
Lo que queremos saber realmente es si las diferencias observadas entre monoparentales también similares. Sin embargo, en los barrios de
los distintos estados en cuanto a bienestar infantil están directamente alto riesgo los residentes eran más reacios a pedir ayuda a un vecino.
ligadas al propio capital social, o a algún otro factor o factores que in- La probabilidad de informar sobre prácticas de intercambio en el cui-
fluyen tanto en el bienestar de los niños como en el capital social. dado de los niños o de permitirles jugar con otros niños del barrio era
Por suerte, los instrumentos estadísticos modernos nos ayudan a también mucho menor entre los padres de la zona con un alto índice
discernir entre esta maraña, al permitirnos mantener constantes otros de malos tratos. Los niños que vivían en barrios con poco riesgo te-
factores cuando examinamos los vínculos específicos entre capital nían el triple de posibilidades de encontrar en casa a un padre al salir
social y bienestar infantil. En esencia, nuestro análisis descubre que las de la escuela que los niños de zonas de alto riesgo. Los autores del es-
características socioeconómicas y demográficas son importantes, pero tudio llegaron a la conclusión de que en las zonas Con índices eleva-
que también lo es el capital social. 4 De hecho, entre los diversos indi- dos de malos tratos «los problemas de la propia familia parecían su-
cadores de Kid Counts, el capital social es el segundo, detrás tan sólo marse a los del medio vecinal, más que mejorar por la influencia del
Bien, ¿y qué? Educación y hienestar infantil
------------
barrio. En estas circunstancias es donde más se necesitan sistemas ti vos que los estados menos cívicos. El índice de capital social mantie-
fuertes de apoyo, pero también donde menos probabilidades hay de ne una elevada correlación con los res~ltados obtenidos en la escuela
que intervengao»),fi La ayuda que proporcionan las redes sociales in- primaria, educación secundaria obligatoria y bachillerato sobre pru:-
formales protege a los niños de los peores momentos de sus padres. bas normalizadas, así como con el índice de años de escolanzaciOn
Se ha demostrado que los niños expuestos a situaciones de peligro (véase figura 82).' Los efectos beneficiosos del capital social persisten
son especialmente vulnerables a los déficit de capital social. Un dato incluso después de tener en cuenta una multitud de otros factores que
más esperanzador es que justamente esos niños, son más sensibles a podrían afectar al éxito educativo de cada estado: composición ra-
los beneficios de la vinculación social cuando pueden recibirla. El pe- cial, prosperidad y desigualdad económicas, niveles de estudios de los
diatra Desmond K. Runyan y sus colegas siguieron a un numeroso adultos, índices de pobreza, gasto educativo, salarios de los docentes,
grupo de niños en edad preescolar caracterizados por hallarse ex- número de alumnos por aula, estructura familiar y afiliación religio-
puestos a un gran riesgo de malos tratos y abandono. Al cabo de va- sa así como las dimensiones del sector privado (que podría «reba-
rios años nada menos que un 87 % de esos niños amenazados padecía ñ;r» a los mejores estudiantes de las escuelas públicas). No es de ex-
problemas emotivos y de conducta. No obstante, el mejor predictor trañar que algunos de estos factores tuvieran un efecto independiente
para saber quiénes lograron evitar esos problemas fue el conocimien-
to del grado de implicación de ellos y sus madres en alguna red social B~----------------------
de ayuda, hasta qué punto vivían en un barrio que les apoyaba social-
mente y con qué regularidad asistían a la iglesia. Según la conclusión
" HD

lA
de los autores, «el capital social de los padres [... ] proporciona venta-
MH
jas a sus vástagos, del mismo modo que los niños se benefician del ca- WI MT
pital económico y humano de sus progenitores», incluso en esos años HH HE

preescolares. «El capital social podría ser sumamente decisivo para SD


aquellas familias que disponen de menos recursos económicos yedu- HJ co OR VT
WA
cativos.») Según otro estudio, los adolescentes afroamericanos resi- UT wy

dentes en los centros urbanos se sentían menos deprimidos que quie-


nes vivían en barrios menos trabados; este efecto favorable del apoyo
vecinal era especialmente acentuado entre niños carentes de lazos fa-
miliares fuertes. Se han descubierto resultados similares en medios
TN

KV
T'
HM
..
tanto urbanos como rurales.? HV
AL HC
wv A.
FL CA
El capital social es importante para desarrollarse con éxito en la
vida. Podemos extraer la misma conclusión respecto al vínculo entre DA LAac

capital social y rendimiento académico. La calidad de la educación en


Estados Unidos ha sido motivo de creciente preocupación en las últi- ...
lL__________________________________________________ ~
mas décadas; de hecho, muchos observadores bien informados creen Alto
BaJO
que la escuela pública ha entrado en crisis. 8 lnd'lce de capital social
Sin embargo, no todos los estados funcionan mal. En un reflejo de
nuestras conclusiones sobre la salud infantil, aquellos estados que FIGURA 82: Las escuelas funcionan mejor en los estados
disponen de mucho capital social obtienen mejores resultados educa- con mucho capital social
Hicn, ¿y qu8 Educacirín y hicnestar il1fantil
---~------ --

sobre las puntuaciones obtenidas por los estados y sobre los índices educativos similares a los de Connecticut, los residentes de ese estado
de abandono de los estudios, pero sorprendentemente el capital so- podrían hacer alguna de las siguientes cosas: aumentar su participa-
cial fue el factor explicativo individual más importante. En realidad, ción en las elecciones presidenciales en un 50 'Yo, multiplicar por dos
nuestro análisis indica que en algunos resultados -en particular en las la frecuencia de su asistencia a reuniones de clubes, triplicar el núme-
puntuaciones SAT (Scholastic Aptitude Test, 'prueba de aptitud aca- ro de organizaciones no lucrativas por cada mil habitantes o ir a la
démica')- el impacto de la raza, la pobreza y los niveles educativos de iglesia dos veces más por mes. Quizá parezcan retos descomunales
los adultos es sólo indirecto. Estos factores parecen influir en el nivel que requieren un gran esfuerzo de organización comunitaria; en cual-
de capital social de un estado, y el capital social, y no la pobreza o las quier caso, no pretendo insinuar que el lazo entre, pongamos por
características demográficas por sí mismas, es lo que hace subir la caso, la asistencia de adultos a clubes y los rendimientos escolares es
puntuación en las pruebas. ro simple, directo y mecánico. Por atraparte, los datos dan también a
Inesperadamente, el nivel de capital social informal de un estado entender lo difícil que sería para Carolina del Norte ponerse a la altu-
sirve mejor que el nivel de capital social formal institucionalizado ra de los rendimientos académicos de Connecticut mediante la simple
para predecir los logros de los estudiantes. En otras palabras, el nivel aplicación de unas reformas educativas tradicionales, por ejemplo re-
de confianza social existente en un estado y la frecuencia con que las duciendo el número de alumnos por aula. Dado que las repercusiones
personas establecen contactos informales (jugando a las cartas, visi- del número de alumnos por aula sobre los rendimientos académicos
tando a amigos y cosas por el estilo) tenían una relación aún más es- en el estado son escasas en comparación con las del capital social, se-
trecha con los resultados educativos que la cantidad de tiempo dedi- ría prácticamente imposible conseguir el mismo progreso por la mera
cado por sus habitantes a reuniones de club, asistencia a la iglesia y reducción de ese número.' En realidad, se requiere, por supuesto,
1

proyectos comunitarios. Esto no significa que las actividades forma- abordar la mejora de la educación desde varios flancos, pues no exis-
les carezcan de importancia. Lo que estos datos dicen a simple vista ten varitas mágicas; mi opinión es simplemente que la influencia po-
es, por supuesto, que en las comunidades donde las personas mantie- tencial del capital social es sorprendentemente grande comparada con
nen contactos mutuos hay algo que afecta de manera favorable a la otras propuestas más convencionales. l 2.
educación de los hijos, al margen de su riqueza o pobreza material, ¿Por qué parece que la densidad de las vinculaciones sociales exis-
la educación de los propios adultos o la raza o religión a la que perte- tentes en un estado tienen un efecto tan marcado sobre los buenos
necen. Y al contrario, comunidades que cuentan incluso con muchas rendimientos de los estudiantes en la escuela? La respuesta franca es
ventajas materiales y culturales hacen un mal papel en la educación que todavía no lo sabemos con absoluta seguridad, pero tenemos cla-
de sus hijos si sus adultos no mantienen Contactos entre sí. Por des- ves importantes. En primer lugar, allí donde existe un elevado com-
gracia, las pruebas aportadas en la parte 11 dicen que este tipo de nor- promiso cívico con los asuntos comunitarios en general, los profeso-
teamericanos son cada vez más numerosos. res hablan de la existencia de unos niveles superiores de apoyo de los
Podemos ver la importancia del capital social comparando ejemplos padres, y de menos actos de mala conducta entre los estudiantes,
concretos. Tomemos dos estados de tamaño medio de la costa este: como llevar armas al colegio, ejercer violencia física, hacer novillos y
Carolina del Norte (situada en el puesto 4 I de la nación en la puntua- mostrar en general desinterés por la educación. La correlación entre
ción SAT, en las pruebas de rendimientos escolares y en los índices de la infraestructura comunitaria, por un lado, y el compromiso de estu-
abandono de los estudios) y Connecticut (en el puesto 9). Si mantene- diantes y padres con las escuelas, por otro, es muy fundamental, in-
mos constantes todas las demás diferencias entre ambos estados (ri- cluso tras haber tenido en cuenta otros factores económicos, sociales
queza y pobreza, raza, niveles de educación de los adultos, urbanis- y educativos, como la pobreza, la composición racial, la estructura
mo, etc.), para que Carolina del Norte consiguiera unos resultados familiar, el gasto escolar, el número de alumnos por aula, etc. A la luz
Bten. ¿y qué? Educación y bienestar infantil

del rosario de actos de violencia mortal en '999, merece la pena ob- ción negativa entre la media de tiempo de consumo televisivo de los
servar que entre todos estos factores los mejores elementos de predic- niños y el nivel medio de compromiso cívico y vinculación social de
ción de violencia estudiantil en todos los estados SOn la existencia de los adultos es bastante notable. (Como siempre, hemos realizado las
familias biparentales y de un capital social comunitario, lo cual redu- comprobaciones para confirmar que esta correlación no es simple-
ce la importancia de ciertas condiciones sociales cama la pobreza, el mente un reflejo engañoso de algún otro factor, como la pobreza o la
urbanismo o el nivel académico de los padres. En resumen, los padres raza.) Parece probable que donde hay una gran tradición comunitaria
de estados con niveles altos de capital social están más comprometi- de participación social los niños tienden a utilizar su tiempo libre de
dos con la educación de sus hijos, y los estudiantes de estados con manera más productiva que donde la vinculación social y el compro-
esos mismos niveles de capital social tienden a estudiar más que a pe- miso cívico de los adultos son escasos.
learse. l
,'
Este análisis estado por estado vuelve a confirmar décadas de inves-
Una segunda razón de que los estudiantes obtengan mejores resul- tigaciones que muestran cómo el compromiso comunitario es funda-
tados en estados Con un elevado capital social podría ser que pasan mental para el éxito escolar. Según esos estudios, el aprendizaje aca-
menos tiempo ante el televisor. Según muestra la figura 83, la correla- démico está influenciado no sólo por lo que ocurre en la escuela y el
hogar, sino también por las redes, normas y confianza social en la es-
g cuela y en la comunidad en general. '4 De hecho, las PTA fueron crea-
<
;& MI das para institucionalizar el capital social entre padres, y entre padres
;;'"'" LA
AA
y profesores, a fin de que las escuelas pudieran alcanzar mejor sus
'"'" AL
metas educativas.
§ se MD .. El declive en la afiliación a las PTA a lo largo de las últimas décadas
3 DA
o
>
NC
KY FL VA refleja el abandono del compromiso por parte de muchos padres res-
B pecto a la escolarización de sus hijos. Este declive es una vergüenza,
o
~

g
TN WV

TX
... NT

IL OK MIMO pues, según indican las investigaciones, cuando los padres y la comu-

3 OH nidad en general colaboran con las escuelas, los estudiantes se benefi-

~

~
'0
e
.Q
NM ..IN
CA Al

AX
CT

DA
NE
cian de forma concreta y cuantificable. Uno de los estudios más tem-
pranos e influyentes que ligaron el capital social a la educación fue el
realizado por James Coleman, el difunto sociólogo de la Universidad

~
MA WI lA
de Chicago que sentó las bases teóricas para el estudio del capital so-
o M' MN
~ ID
CO WA MH
cial y sus efectos. Coleman se sentía desconcertado por los bajos índi-
> WT
MT
] ND
ces de abandono de los estudios en escuelas católicas y en otras de
o
E tipo religioso. La probabilidad de que los estudiantes de institutos
~
o
o públicos, por ejemplo, abandonaran los estudios era tres veces ma-
u UT
yor, y la de los estudiantes de colegios privados no católicos, más del
~
BalO doble. Además, se demostró que las escuelas católicas eran más efica-
Alto
Indic€ de capital social
ces en la enseñanza de matemáticas y lenguaje. Según la hipótesis de
Coleman, el éxito de la escuela católica no se debía a las característi-
FIGURA 83: Los niños ven menos televisión en estados cas propias de los estudiantes en particular, sino más bien a la estruc-
con mucho capital social tura social del entorno de la escuela: los padres de los alumnos man-
-
40 8 R{en, ¿y qué? Educacirin y hienestar infantil
--------~-----'-

tenían relaciones múlliples entre ellos como miembros de la iglesia lo- thony S, Bryk y sus colegas han llegado a la conclusión de que el capi-
cal y como padres de amigos de colegio, Y esas comunidades de pa- tal social «comunah y la «confianza en las relaciones)) dan a algunos
dres brindaban recursos sociales a los estudiantes en peligro y prote- colegios una enorme ventaja, incluso teniendo en cuenta las diferen-
gían las escuelas de las presiones ejercidas para rebajar los contenidos cias de formación de los profesores y las características demográfi-
de sus materias troncales. En resumeo, advertía Coleman, no pode- cas de los alumnos, Las escuelas católicas difieren en muchos aspec-
mos subestimar «la importancia de la inserción de los jóvenes en los tos de los centros públicos de enseñanza media en cuan'to comunidades
enclaves de los adultos más cercanos a ellos, ante todo y sobre todo la de aprendizaje, Las escuelas católicas son más reducidas, proporcio-
familia, y en segundo lugar la comunidad de adultos de su entorno nan relaciones de más calidad entre estudiantes y profesores en diver-
(ejemplificada en todos estos resultados por la comunidad religio- sas circunstancias, ofrecen una amplia gama de programas interacti-
sa}».lí Por desgracia, las «comunidades funcionales) de las que se be- vos extra académicos, y se caracterizan por un alto nivel de consenso
nefician los escolares católicos se han ido deteriorando, pues tanto la interno sobre la misión y los valores de la escuela, Según Bryk y sus
iglesia como la familia han perdido fuerza y cohesión, Es de prever colegas, si un colegio público «medio)) adoptara una «organización
que esta tendencia resulte perjudicial para los hijos de todos los gru- comunal» similar a la de otro católico demográficamente compara-
pos socioeconómicos, pero en especial para los desfavorecidos. ble, el colegio público experimentaría mejoras significativas en el
Anne Henderson y Nancy Berla, investigadoras de la educación, comportamiento de los profesores y el equipo, y en el interés de los
han resumido un gran número de estudios que tienden a mostrar que alumnos por la vida académica, El colegio público disfrutaría tam-
cuando los padres se hallan comprometidos en la educación de sus hi- bién de importantes reducciones en el número de alumnos por clase y
jos, éstos tienen mejores rendimientos escolares, y sus escuelas son en la indisciplina en el aula." Al igual que Coleman, Bryk y sus cole-
mejores. Ambas autoras concluyen diciendo que «las pruebas están gas concluyen que las escuelas católicas funcionan mejor que las pú-
fuera de discusión, Cuando las escuelas trabajan junto con las fami- blicas no porque los profesores o los alumnos estén más cualificados,
lias en apoyo del aprendizaje, los niños suelen tener éxito no sólo en sino porque ,das escuelas católicas se benefician de una red de rela-
las actividades académicas, sino también en la vida [,,,1 Cuando los ciones sociales caracterizadas por la confianza y que constituyen una
padres están involucrados en la educación de sus hijos en el hogar, és~ forma de "capital social"».I<)
tos van mejor en la escuela. Cuando los padres se comprometen en la Algunas ciudades están sacando partido a estas ideas para crear ca-
escuela, sus hijos progresan en los estudios, y las escuelas a las que pital social y participación ciudadana dentro de sus escuelas públicas,
asisten son mejores)). r6 En una de las primeras iniciativas de reforma escolar llevada a cabo
Pasando del nivel comunitario al de la escuela, otro estudio ha des- con mayor éxito y mantenida durante más tiempo, el psiquiatra in·
cubierto que el capital social dentro de los muros de la escuela aporta fantil James Comer, de la Universidad de Yale, ha desarrollado un
todo un cúmulo de ventajas a estudiantes, profesores yadministrado- modelo de vinculación eficaz entre escuelas, padres y comunidad.
res. Estudios que se remontan a treinta años por lo menos han demos~ Dos de los principios que guían las escuelas de Comer son ,da coordi-
trado que los colegios más pequeños suelen superar en rendimiento a nación y la cooperación entre todos los adultos preocupados por los
los grandes, debido en buena medida a que los colegios pequeños pro- mejores intereses educativos del niño)) y por «una participación acti-
porcionan más oportunidades y estímulos para que los alumnos se re- va de los padres en todas las etapas»,'" Según Comer y sus colegas, la
lacionen entre ellos en actividades personales extraacadémicas y se participación paterna puede mejorar el rendimiento escolar y el apoyo
responsabilicen de los clubes escolares y otros asuntos similares, '7 de la familia a los logros de los niños, pero sólo si se da a los padres
En varios estudios extensos y continuados durante varios años so· una auténtica responsabilidad en la toma de decisiones y se les coloca
bre escuelas de Chicago y escuelas católicas de toda la nación, An- en puestos adecuados a sus conocimientos y capacidades. u Donde no
Bren, ¿y qué? Educacuín y hicnestar mfantil
------~--- ------"-~"-------

se den estos componentes, los padres tienden a desilusionarse y a des- en clubes, actividades de clase, cuerpos rectores y grupos de presión en
confiar, socavando el capital social comunitario, tan vital para las es- el sector educativo." De este modo, esa reforma educativa podría ser
cuelas públicas. un motor para la recuperación del compromiso cívico, aunque si los
A finales de la década de 1980 Chicago lanzó una iniciativa pione- padres que envían a sus hijos a las nuevas escuelas, retirándolos de las
ra de reforma cuya piedra angular era la participación de los padres viejas y privando así a éstas de las «externalidades positivas» de su
en la toma de decisiones. Aunque el plan de reforma no funcionó tan compromiso para otrOS niños, son los más comprometidos, el efecto
bien como se esperaba, los que lo evaluaron comprobaron que el ca- neto podría ser el de una agudización de las desigualdades.
pital social dentro de las escuelas podía ser muy importante. Cuando El capital social del barrio o la comunidad influye claramente en el
existe un alto nivel de confianza entre profesores, padres y directores, aprendizaje infantil. Pero el capital social existente en el seno de las
estos agentes fundamentales se sienten más comprometidos con los familias afecta también poderosamente al desarrollo de los jóvenes. '4
principios básicos de la mejora escolar. Los profesores que se hallan Las familias que disfrutan de lazos familiares estrechos y los padres
en un ambiente de gran confianza se sienten leales a la escuela, procu- que inculcan en sus hijos el valor de la reciprocidad tienen más pro-
ran encontrar planteamientos pedagógicos innovadores, tratan de lle- babilidades de «conseguir un mayor grado de conformidad y adhe-
gar a los padres y tienen un hondo sentido de responsabilidad para sión a sus valores)).25 Aun manteniendo constantes muchos otroS facto-
con el desarrollo de los alumnos. La confianza sigue siendo un com- res que afectan al rendimiento académico, como los estudios e ingresos
ponente clave, incluso teniendo en cuenta los demás factores que in- de los padres, la raza, el tamaño de la familia, la región y el sexo, los
fluyen en las prohabilidades de éxito de la reforma." niños cuyos padres están estrechamente comprometidos con sus hijos
Según dan a entender estos estudios, el compromiso de los padres y y sus escuelas tienden mucho menos a abandonar el instituto que los
el de la comunidad ocupan el centro de los actuales esfuerzos por me- que carecen de estas formas de capital social. Los niños de padres que
jorar el funcionamiento de las escuelas. De hecho, dos de los plantea- asisten a programas que ofrecen las escuelas de sus hijos, ayudan en
mientos reformadores más discutidos -la creación de escuelas con es- las tareas domésticas y controlan la conducta de sus vástagos fuera
tatutos propios y la concesión de cheques escolares de financiación del colegio suelen tener unas notas medias más altas, participar más
pública para que tos niños asistan a colegios privados- podrían consi- en la clase, y evitar las drogas y las actividades delictivasY' Según un
derarse intentos de los padres para ofrecer a sus hijos las ventajas de estudio a largo plazo de madres de adolescentes con ingresos bajos
la «orientación comunal», que genera un comportamiento y un rendi- de Baltimore, en las familias con altos niveles de apoyo emocional
miento académico excepcionales. Los críticos de los programas de entre la madre y su hijo, y donde la madre contaba con una fuerte red
«elección» individual temen que sólo sirvan para exacerbar las des- de apoyo, las posibilidades del muchacho de concluir el bachillera-
igualdades educativas existentes. Quienes los apoyan aducen que de- to, ir a la universidad y encontrar un trabajo fijo eran muchísimo
jar la escolarización en las invisibles manos del mercado libre mejora- mayores. En otras palabras, los niños «en situación de riesgo» pue-
rá la calidad de todos, pues las escuelas se verán forzadas a competir den salir adelante en la vida si sus madres cuentan con suficiente capi-
en resultados. Aunque es demasiado pronto para pronosticar cuál de tal social. '7
los dos grupos está en lo cierto, tenemos pruebas de que si funcio- Los efectos beneficiosos del capital social no se limitan a las comu-
nan .los programas de libre «elección»), su éxito se deberá menos a la nidades desfavorecidas o a la educación primaria y secundaria. De
magia del mercado que a la del capital social. Las iniciativas de refor- hecho, algo que poseen en abundancia muchos distritos escolares sub-
ma escolar que estimulan a los niños a matricularse en escuelas más urbanos con alto rendimiento académico es el capital social, que des-
pequeñas y comunales pueden tener la consecuencia no buscada de in- de el punto de vista educativo tiene más importacia incluso que el
crementar la participación tanto de los alumnos como de los padres económico. En cambio, donde falta la vinculación social las escuelas
4 12 Bien, ¿y qué? 41 )

funcionan peor, al margen de lo próspera que sea la comunidad. Ade-


más, el capital social continúa influyendo poderosamente en la edu-
cación durante los años de universidad. Las actividades extraacadémi- Capítulo 18
cas y la participación en redes sociales de compañeros son excelentes
predictores de los índices de abandono y del éxito en los estudios uni- Barrios seguros y productivos
versitarios, incluso manteniendo constantes algunos factores previos
al ingreso en la universidad, como por ejemplo las aspiraciones." En
otras palabras, los vínculos sociales fomentan los logros educativos Según vimos en el capítulo anterior, el desarrollo saludable de los mu-
tanto en Harvard como en Harlem. Uno de los terrenos en que la chachos depende en gran parte del contexto social en que se hacen
merma de reservas de capital social en Estados Unidos puede llegar a adultos. Los barrios con un alto nivel de capital social suelen ser bue·
tener las consecuencias más perjudiciales es la calidad de la educación nos lugares para educar a los hijos. En zonas de mucho capital social
que reciben nuestros hijos (tanto en la escuela como fuera de ella). los espacios están más limpios, la gente es más amable y las calles son
más seguras. ¿Cómo se traducen en barrios hermosos y seguros la
confianza, las redes sociales y el compromiso ciudadano?
Los estudiosos, en especial los criminólogos, han dado vueltas du-
rante años a esas cuestiones. El interés de la mayoría de los primeros
trabajos era conocer por qué algunos barrios parecían sufrir mucho
más vandalismo, pintadas, delincuencia callejera y enfrentamientos
entre pandillas que otros. Estas características de barrio se mantenían
durante muchas décadas a pesar del cambio de la población. Desde la
década de 1920 algunos de los más destacados criminólogos de la na·
ción comenzaron a elaborar teorías «ecológicas» de la criminalidad y
la delincuencia juvenil. Las teorías variaban en los detalles, pero en ge-
neral se centraban en la «desorganización social) como motor del mal
comportamiento. Dicha desorganización marcaba a muchas comuni-
dades urbanas donde la rotación demográfica era alta y los vecinos
anónimos, los grupos étnicos se mezclaban con dificultad, las organi·
zaciones locales eran raras y los jóvenes desfavorecidos se hallaban
atrapados en «subcullUras» separadas del mundo de los adultos.
Resumiendo un gran número de estudios empíricos, el famoso crimi-
nólogo Robert J. Sampson, concluye que aun manteniendo constantes
la pobreza y otros factores que podrían estimular el comportamiento
delictivo, .Ias comunidades caracterizadas por al el anonimato y la es-
casez de redes de relación entre los residentes, bl la existencia de ban-
das de adolescentes sin control y de una reducida vigilancia del espa·
cio público, y el una débil base organizativa y una participación
social baja en actividades locales, se enfrentan a un riesgo cada vez
Bien, ¿y qué? Barrios seguros y productivos

mayor de delincuencia y violencia». Comparando por ejemplo ba- dida más fiable de la incidencia delictiva, la menos susceptible de dis-
rrios en igualdad de condiciones en cuanto a otros factores sociales y torsión entre distintas jurisdicciones.) Los estados con más capital so-
económicos, algunas encuestas nacionales muestran que vivir en un cial tienen proporcionalmente menos homicidios (véase figura 84).
barrio de gran movilidad residencial multiplica por dos el riesgo de Esta relación inversa es sorprendentemente sólida: está tan cerca de
ser víctima de un delito frente a lo que ocurre en barrios más estables. ser perfecta como podría esperarse entre otras dos fenómenos socia-
Sin embargo, añade Sampson, la escuela de la «desorganización so- les cualesquiera) Existen, por supuesto, muchas razones para expli-
cial» no explicaha adecuadamente cómo y por qué esas característi- car por qué los estados con un elevado capital social tienen precisa-
cas de algunos harrios parecían generar niveles crecientes de delin- mente índices de homicidio bajos. Los estados ricos en capital social
cuencia. ! tienden, por ejemplo, a ser más sanos, mejor educados, menos urba-
Jane Jacobs, la gran estudiosa de la vida urbana, nos ofreció una nos y más igualitarios en la distribución de sus ingresos. Pero un aná-
respuesta en su ya clásico libro de I96I The Death and Life ofGreat lisis más detallado que tenga en cuenta estos y otros factores hallará
American Cities. Jacobs observó que el «capital social» -expresión que la relación entre capital social y calles seguras es cierta. En reali-
de la que es una de las inventoras- era el factor que más diferenciaba dad, el capital social es casi tan importante como la pobreza, el urba-
a las ciudades seguras y organizadas de las inseguras y desorganiza-
das. En una mordaz acusación contra la planificación urbana y los es-
fuerzos de renovación del siglo xx sostenía que allí donde las ciuda-
LA
des se configuran para conseguir el máximo contacto informal entre
TX
vecinos, las calles son más seguras, los niños están mejor cuidados y
la gente se siente más feliz con su entorno. Para Jacobs, el contacto NV FL
habitual con el tendero local, las familias de la casa de enfrente y el NY CA
cura que recorre las viviendas de su parroquia, así como la presencia AL
NM MI
de mercados callejeros y parques que pueden frecuentarse con como- MDIL
HO
didad, hacen que se desarrolle un sentimiento de continuidad y res- AA
OK AZ
ponsabilidad entre los residentes. "La suma de esos contactos ocasio- KV VA
nales y públicos en el plano local -la mayoría de ellos fortuitos y
IN
asociados a los recados, determinados todos ellos por la persona inte- OH CO
PA
resada y no impuestos por nadie- equivale a un sentimiento de identi- wv NJ
OE
dad pública de la gente, una red de respeto y confianza pública, y un
RI MA HT
recurso para tiempos de necesidad de las personas y el barrio.»' lO NE
En las décadas transcurridas desde esos estudios tan influyentes, NH
HE SO
lA
muchos otros académicos de una gran diversidad de disciplinas han NO
elaborado los conceptos básicos. Las conclusiones de sus trabajos son
.~
sencillas e idénticas a las predichas por Jacobs y los primeros crimi- ~ ~~----------------------------------------------~~
BaJO Alto
nólogos: en igualdad de condiciones, unos niveles elevados de capital
Indlce de capital SOCial
social se traducen en tasas de delincuencia más bajas.
Resulta ilustrativo un análisis estatal de las estadísticas de la crimi- FIGURA 84: la delincuencia violenta es más rara en estados
nalidad. (Los índices de homicidios se aceptan en general como la me- con mucho capital social

,
.--L-
Bien, ¿y qué? Barrios seguros y productivos

nismo y la composición racial en cuanto determinante de un mayor capital social. Esta explicación da razón no sólo de la diferencia glo-
número de homicidios, Sorprendentemente~ el capital social fue más bal entre norte y sur, sino también de las existentes dentro de ambas
importante para predecir el número de homicidios per cápita en el pe- regiones. 6 En otras palabras, la violencia criminal es endémica donde-
ríodo "980-1995 que el nivel educativo del estado en cuestión, su ín- quiera que haya una carencia de capital social.
dice de hogares monoparentales y la desigualdad en las rentas. Resul- Para sondear más en detalle el vínculo entre ca pital social y violen-
ta extraño constatar que esta correlación sigue siendo fuerte cuando cia podremos servirnos de una bonita pregunta planteada en las en-
se mantienen constantes los niveles del temor a la criminalidad; este cuestas DDB Needham Life Style a lo largo de las últimas décadas.
hecho inesperado implica que la dirección de la flecha causal corre, al «¿Está o no de acuerdo con la siguiente expresión? -se preguntaba a
menos en parte, del capital social hacia la criminalidad.4 los encuestados-o En una pelea a puñetazos estaría por encima de la
En este punto nuestro relato social se cruza con un viejo enigma his- media.» El 38 % de los norteamericanos, por término medio, elige
tórico: ipor qué es diferente el sur? Los historiadores saben desde la alternativa agresiva (los hombres tienden a estar de acuerdo dos
hace más de un siglo que la violencia criminal es mucho más común veces más que las mujeres: un 53 frente a un 26 %; pero las mujeres
en los estados de la antigua Confederación que en el resto del país. En han ido reduciendo poco a poco la brecha de la truculencia al subir
realidad, los índices de homicidio han sido muy superiores en el sur de forma continua de un 20-25% por ciento de acuerdo a finales de
desde mucho antes de la guerra civil, y esta diferencia siguió existien- la década de 1970 a un 30 % al acabar la de 1990). A mayor abunda-
do, más o menos sin atenuarse, a lo largo del siglo xx. Durante las miento, resulta que hay diferencias significativas de estado a estado.
décadas de 1980 y 1990, por ejemplo, la tasa de homicidios en el sur En lo más alto de la escala están de acuerdo con esa frase casi la mitad
fue aproximadamente doble que en el norte. Además, esa misma dis- de los habitantes de Luisiana, Virginia Occidental y Nuevo México,
tinción regional la hallamos tanto entre los blancos como entre los frente a menos de un tercio de los habitantes de Dakota del Sur, Mai-
negros. Se han propuesto muchas interpretaciones: psicológicas, cul- ne, Iowa, Minnesota, New Hampshire y Nebraska. Según muestra
turales, sociales, económicas e incluso raciales. Sin embargo, la dife- la figura 85, la belicosidad guarda una fuerte correlación con la es-
rencia regional persiste incluso manteniendo constantes los factores casez de capital social, debido tal vez a que al faltar los efectos apa-
de raza, edad, desigualdad económica, urbanización, educación, po- ciguadores de la vinculación comunitaria y la confianza social, ha
breza y otros predictores confirmados del índice de homicidios. Hay surgido un sistema de autoayuda para hacer respetar el orden públi-
algo en lo sureño que parece estar asociado a una alta potencialidad co. En cualquier caso, los ciudadanos de estados caracterizados por
para la violencia mortífera. niveles bajos de capital social están más dispuestos a pelearse a pu-
Algunos observadores han echado la culpa a «una mentalidad sure- ñetazos (quizá porque necesitan estarlo) y son más proclives a ar-
ña que define como hostil el entorno social, político y físico [... } a la mar gresca.?
simbiosis entre hospitalidad efusiva e intensa hostilidad hacia los ex- Estas diferencias entre estados casan perfectamente con un cúmulo
traños». Otros sugieren que la clave del enigma está en una «cultura de investigaciones que han examinado los índices de criminalidad y
del honop> característicamente sureña, manifiesta en la tradición de- delincuencia en el plano local o en el censo. Aparte de contemplar la
cimonónica del duelo, y que podría remontarse quizá a los modelos conducta delictiva, estos estudios han utilizado técnicas estadísticas
migratorios del siglo XVIll.\ La figura 84 hace pensar, en cambio, que complejas para analizar los «efectos de barrio» sobre otros problemas
el eslabón perdido podría ser el capital social (o más bien la falta del que acosan a las ciudades norteamericanas (cualquiera de ellos: del
mismo). Una vez consideradas las diferencias en cuanto a capital so- maltrato infantil a los índices de abandono de los estudios, la ma ter-
cial, se esfuman vetustas diferencias regionales. El sur no es más vio- nidad entre adolescentes y el consumo de drogas).' La premisa co-
lento de lo que sería de esperar dado su bien comprobado déficit de mún a dichos estudios es que el comportamiento de una persona de-
------------ I
Bien, ¿y qué? Barrios seguros y productivos 419

~---~--- ~
en comparación con ((efectos familiares» como los de la educación
y la guía paterna.'
,
al
E
~
QA
..
LA'"

se
He
NM
00
Creo que se trata de críticas serias. No obstante, el mero número y
la diversidad de los estudios que han descubierto efectos de barrio
w TX sobre la delincuencia me han convencido de que tales efectos son rea-
~ YA
'D co MT
les. Aunque varíe la magnitud de la influencia del barrio, los estudio-
E MS
YN
CT
YT
~
UT
NY OY sos han conseguido demostrar que los muchachos que viven en medio

.,
A'
NY IL~'t.
AAH"
WA
g PA de otros que llevan vidas peligrosas tienen más probabilidades de in-
~ " MOMA
o• ND
currir en malos comportamientos más allá y por encima de su predis-
~ MD os

..
w IN MI w,WY
os posición individual para adoptar conductas de riesgo. En Bastan, por
2 ejemplo, los chicos cuyos compañeros de barrio consumen drogas,
~
'C
il.
~

~ ME
NH
. MN
cometen actos delictivos y son amigos de miembros de bandas suelen
practicar mucho más esos comportamientos, al margen de cuáles
~ sean sus tendencias iniciales. En Chicago, los jóvenes negros que ha-
~ o

~
bitan en barrios con muchos profesionales blancos tienen tres veces
1 más posibilidades de acabar la enseñanza secundaria que otros jóve-
j IL__________________________________________________SD~~
BaJo Alto
nes que viven en barrios cuyos residentes poseen peor formación aca-
démica. lo Estos estudios, y docenas más, nos llevan a pensar que la
índice de capital 5oc'lal
gente se siente profundamente motivada no sólo por sus propias deci-
siones y circunstancias, sino también por las de sus vecinos. Mi destino
FIGURA 85: Los estados con mucho capital social son menos agresivos no depende sólo de si yo estudio, no consumo drogas y vaya la igle-
sia, sino también de si lo hacen mis vecinos.
pende no sólo de sus propias características, sino también de las de su Aunque los métodos de análisis no han permitido siempre a los in-
entorno: vecinos, compañeros de escuela, etc. vestigadores establecer con exactitud cómo funcionan los efectos de
Estos estudios han sido el foco de un debate riguroso cuya cuestión barrio, últimamente se han realizado esfuerzos para mejorar la com-
principal era la de si han demostrado realmente algo, aparte de la ten- prensión de esos procesos. 1 T Los investigadores han acabado por creer
dencia de las personas de mentalidad similar a concentrarse en los que el capital social-o su ausencia- es una pieza importante del rom-
mismos lugares. La crítica que se les hace es la siguiente: es verdad pecabezas. Por un lado, la presencia de capital social-individuos mu-
que el abandono de los estudios por los adolescentes tiende a darse en tuamente vinculados por redes de confianza y valores comunes- per-
unos mismos barrios, pero no porque los jóvenes se influyan mutua- mite inculcar normas positivas a los jóvenes, y les ofrece acceso a
mente para dejar la escuela. La coincidencia se produce más bien mentores, modelos de conducta, promotores educativos y contactos
porque unas familias con valores o prácticas de crianza similares se laborales fuera del barrio." También puede ocurrir que las redes so-
sienten más cómodas viviendo juntas. Los críticos observan acertada- ciales proporcionen apoyo emocional y económico a los individuos, y
mente que hasta el análisis estadístico más refinado se encuentra con brinden a las instituciones comunitarias apoyo político y volunta-
problemas para identificar las fuerzas invisibles que pueden ser la rios.lJ En cambio, la falta de normas positivas, asociaciones comuni-
causa de que los "pájaros de una misma especie» formen bandadas. tarias, amistades informales y redes de parentesco entre adultos deja
Aún más, aunque existan los efectos de barrio, podrían ser triviales a los niños a expensas de sus propios recursos. En estos ambientes es

---------------~ -~- - ..
4 20 B,en, ¿y qué? Barr;ns seguros y productivos 4 21

donde existe la mayor probahilidad de que los jóvenes actúen SI- ción positiva con el barrio y unas normas, además de unas sanciones explíci-
guiendo impulsos con poca visión de futuro o autodestructivos. tas contra las conductas desviadas).!/i
En esos ambientes es también donde los jóvenes se muestran más
proclives a crear su propio capital social en forma de bandas o pandi- Basándose en años de estudio del centro de la ciudad de Filadelfia, el
llas de barrio. Según sostiene el sociólogo Roben Sampson, ,da falta etnógrafo urbano Elijah Anderson ha documentado así mismo un
de capital social es uno de los rasgos primordiales de las comunidades desgaste constante de la «cohesión moral» de los barrios con ingresos
socialmente desorganizadas»." Los mejores datos disponibles sobre bajos. También él vincula el descenso del capital social al éxodo del
el cambio en los niveles de vinculación entre vecinos indican que la capital económico y humano. La marcha de los negros de clase me-
mayoría de los norteamericanos están menos enraizados en sus barrios dia, concluye, «ha reducido una fuente sumamente importante de li-
que hace una generacÍón,'5 Ello se debe en parte a que las mujeres derazgo moral y social en el seno de la comunidad negra». Entretan-
-que fueron durante mucho tiempo las sólidas constructoras del to, los políticos y políticas principales del barrio -las «viejas cabezas»,
mundo vecinal- tienden ahora a hallarse fuera de casa, en el trabajo, como los llama Anderson- no se han ido, pero son cada vez menos y
a lo largo de la jornada más de lo que lo hicieron sus madres. Y los han perdido su autoridad moral. El varón que formaba parte de esta
hombres dedicados a una profesión, que en otros tiempos pusieron categoría de «viejas cabezas) era un «hombre con recursos estables
sus destrezas al servicio de las asociaciones de vecinos, pasan actual- fuertemente comprometido con la vida familiar y la iglesia, y lo que
mente en el trabajo más horas que sus padres. Según señalamos en la es más importante, con la transmisión de su manera de pensar -des-
parte 11, las probabilidades de que la gente mantenga hoy en día trato arrollada a partir de su gratificante experiencia laboral- a los jóvenes
social con sus vecinos y trabaje en proyectos comunitarios es menor. que consideraba valiosos», Este tipo de hombres han ido «perdiendo
En realidad, el declive del capital social en los barrios -seguimien- prestigio y credibilidad como modelos de rol» a medida que desapa-
to, socialización, tutelaje y organización vecinal- es, además de los recían los trabajos lícitos, y las actividades económicas ilícitas de-
factores puramente económicos, un rasgo importante de la crisis de mostraban ser altamente lucrativas. Al mismo tiempo, las '<madres))
los centros de las ciudades. M uchos estudiosos de la vida urhana han de la comunidad, sentadas en otros tiempos en las escaleras de los
hablado de la desaparición de los puestos de trabajo y las familias de porches y que actuaban como ojos y oídos del barrio, han acabado
clase media de las ciudades norteamericanas. Su marcha representa «arrolladas por una auténtica proliferación de "chicos de la calle",
una sangrí~ de capital tanto humano como económico, y por exten- niños casi completamente al margen de la vigilancia paterna, aban-
sión de capital social. William Julius Wilson, el principal sociólogo donados a sus propios recursos». Esas mujeres no gozan ya del per-
urbano del país, describía así esa espiral descendente en su obra clási- miso informal que tuvieron en el pasado para intervenir en nombre
ca The Truly Disadvantaged, publicada en 1987: de los vecinos. «A medida que los cuidadores y los modelos de Com-
portamiento desaparecen o pierden influencia, y que el desempleo y
La tesis fundamental no es que la cultura del gueto no encontró ya trabas al la pobreza son más duraderos -concluye Anderson-, la comunidad
retirarse de los centros de las ciudades las familias con ingresos elevados, -sobre todo sus hijos- acaba siendo más vulnerable a una diversidad
sino que esa retirada hizo aún más difícil el mantenimiento de las institucio- de males sociales, entre los que se hallan la delincuencia, las drogas,
nes básicas (como por ejemplo iglesias, tiendas, escuelas, instalaciones recrea- la desorganización familiar, la desmoralización generalizada y el
tivas, etc.) en dichos centros urbanos ante las situaciones de paro prolonga- paro.»17
do. Y al decaer las instituciones básicas, decayó también la organización La gente que vive y trabaja en los centros de las ciudades reconoce a
social de Jos barrios de los centros urbanos (organización que, según la defi- las personas y las circunstancias descritas por Anderson. Además, los
nición dada aquí, comporta un sentimiento de comunidad, una identifica- déficit de capital social conducen a la delincuencia y otras patologías
BJen, ¿y qué?
------_.-~----
--------------
sociales. Las ideas básicas de Anderson sobre la manera en que el ca- pan en organizaciones comunitarias, no vigilan a los adolescentes y
pital social es el sostén de unos barrios saludables han sido cuantifi- no están vinculados mediante redes de amigos. De manera similar, se-
cadas en docenas de análisis complejos sobre datos de vecindarios e gún un estudio de una docena de barrios de Nueva York, la participa-
individuos. ción en organizaciones comunitarias ayudaba a reducir los efectos de
Uno de los mejores es un estudio muy conocido sobre los barrios las carencias socioeconómicas sobre la delincuencia juvenil. 10 En
de Chicago realizado por Robert J. Sampson, Stephen Raudenbush otras palabras, los jóvenes atracan y roban no sólo porque son po-
y Felton Earls. El estudio, hasado en numerosos datos de encuestas y bres, sino también porque se han deteriorado las redes e instituciones
delincuencia, halló dos características -la confianza mutua y el al- de los adultos.
truismo entre vecinos, y su voluntad de intervenir cuando ven a niños Si los barrios pueden afectar a las familias, éstas pueden afectar de
que se comportan mal- que contribuían considerablemente a expli- igual manera a los barrios. En el lenguaje de los economistas, el capi-
car por qué algunos barrios son menos proclives que otros a la crimi- tal social de la familia tiene «externalidades positivas" que se extien-
nalidad. De hecho, la «eficacia colectiva» de un vecindario servía me- den de los hogares a las calles. Los estudiosos han descubierto que en
jor que su pobreza y su inestabilidad residencial para predecir las el norte de California la presencia de muchas familias estables en un
probabilidades de que una persona fuera objeto de malos tratos en el mismo barrio está asociada a niveles inferiores de violación de la ley
barrio. En este estudio sobre Chicago no parecían importar mucho por los jóvenes, no porque los adultos actúan como modelos o vigi-
otros indicadores de capital social, como la participación individual lantes, sino porque educan hijos adaptados y de buena conducta. Así,
en organizaciones locales, el número de proyectos de barrio y la am- las «buenas familias» tienen un efecto en cascada al aumentar la re-
plitud de los lazos de parentesco y amistad en el vecindario. Los auto- serva de «buenos iguales» con quienes los hijos de otras familias pue-
res concluyeron más bien que «la reducción de la violencia parece ser den entablar amistad. 11 Si pensamos en los conflictos juveniles como
atribuible más directamente a un control social informal y a una co- una enfermedad contagiosa -una especie de viruela del comporta-
hesión entre los residentes».r8 miento que se propaga a través de los institutos y los grupos de ami-
Según un estudio anterior realizado por Sampson y W. Byron Gro- gos-, las familias estables serían las vaCunas que reducen el número
ves, la participación organizativa y los vínculos sociales influyen en la de muchachos que pueden infectar a otros.
reducción de los niveles de delincuencia. Su análisis de los datos de Sin embargo, es posible que la integración de las familias en los
criminalidad en Gran Bretaña dio como resultado que en las zonas barrios no sea siempre beneficiosa. Si las normas y redes vecinales es-
donde la gente está vinculada a personas conocidas por lazos estre- tán en desacuerdo con lo que el etnógrafo Anderson denomina valores
chos de amistad y por otros menos rígidos pero más diversos, y don- «decentes»,u las familias que se implican en la comunidad podrían
de es más activa en comités y clubes locales, hay menos atracos, agre- entrar en conflicto con su propia decencia básica. Según un estudio
siones, robos en domicilios y de coches, etc." Lo más interesante de sobre alumnos de enseñanza media del norte de California, el grado
este estudio es su conclusión de que los "factores de riesgo" de los de conocimiento que tenían los padres acerca de los amigos de sus hi-
barrios tradicionales -como una pobreza y una movilidad residencial jos y de los padres de esos amigos era un excelente indicador del com-
elevadas- podrían no ser una parte tan importante del problema promiso del joven con su clase y del rechazo a consumir alcohol y dro-
como se supone. El análisis de Sampson y Groves indica que si bien gas. Pero esos efectos favorables de que «los padres se conozcan entre
las zonas más pobres y menos estables presentan índices sustancial- sí» sólo se hallaron en zonas donde el compromiso escolar y el consu-
mente más altos de atracos en la calle, ello no se debe de por sí a la mo de drogas no constituían un prohlema. En otras donde los estu-
pobreza y a la inestabilidad. Si esos lugares tienen índices de delin- diantes son más agitados, de hecho la integración social de los padres
cuencia más elevados, se debe más bien a que los adultos no partici- exacerba los problemas que supone vivir en una comunidad con com-
Bien, ¿y qué? Barnos seguros y productivos

pañeros mal adaptados.,) En otras palabras, la integración social en Debo insistir en que las obligaciones recíprocas descritas en estos
una comunidad de gente que actúa mal no produce buenos resultados. relatos de la vida de las bandas representan formas de capital social.
Las bandas de los centros de las ciudades podrían considerarse tam- En muchos aspectos estas redes y normas de reciprocidad sirven a los
bién intentos desacertados de constituir un capital social de barrio en intereses de los miembros de manera muy similar al modo en que el
zonas donde por desgracia faltan instituciones constructivas. Aunque capital social encarnado en el equipo de una bolera ayuda a sus
los expertos están de acuerdo en que es difícil identificar las bandas, y miembros. No obstante, los objetivos de la solidaridad de las bandas
aún más difícil contabilizarlas, la mayoría de los datos indican que su son típicamente más perjudiciales para quienes de hallan al margen.
número va en aumentO,l4 Algunas de estas bandas son empresas je- Este ejemplo nos recuerda que no todos los efectos externos del capi-
rárquicas cuya única finalidad es hacer negocio, sobre todo trafican- tal social son beneficiosos.
do con drogas y armas. Pero otras están más cerca de las sociedades Según estudiosos de las actividades de las bandas, éstas representan
de ayuda mutua basadas en lazos horizontales de confianza, recipro- una institución social importante en barrios donde los jóvenes tienen
cidad y amistad interpersonal defendidos hasta la muerte." En mu- pocas posibilidades de conectar con la sociedad en general," y donde
chos casos los miembros de las bandas son tolerados y están bien in- otras instituciones predominantes, como las asociaciones de vecinos
tegrados en la corriente mayoritaria de la comunidad. ,6 y las sociedades fraternales, se hallan debilitadas o son inexistentes. Jo
En su excelente estudio sobre las bandas de latinos en Chicago, Los miembros de las bandas han sido utilizados por los políticos de
Ruth Horowitz describe el amplio capital social existente en ellas: las agrupaciones electorales como soldados de la organización políti-
ca,J' por los sindicatos de la delincuencia organizada como emplea-
Los Lions se han mantenido juntos como grupo desde hace casi diez años, y dos de base en empresas ilegales,Jl y por grupos comunitarios como
durante ese tiempo ha existido un continuo intercambio, tanto individual fuente de trabajo de voluntariado y obtención de dinero y protec-
como colectivo, de bienes. servicios e información personal. Los pequeños ción)3 Este último punto es especialmente revelador, Según un estu-
intercambios se producen incesantemente, pero satisfacer obligaciones de dio sobre mujeres activistas en bloques de viviendas de Washington,
mayor alcance requiere a menudo años. El préstamo constante de dinero o el las bandas de drogas eran importantes benefactores que entregaban
pago de rondas de cerveza da una continuidad diaria a las relaciones sociales un dinero fundamental para los programas de atención infantil des-
y al flujo de intercambios, Quien tiene dinero paga las cervezas; no se hacen pués de las horas escolares organizados por las mujeres. Una activista
preguntas, no se registran historias. Lo mismo se puede decir de los pequeños invitó a los traficantes de droga a visitar su incipiente centro infantil,
préstamos y de la comida. Las obligaciones mutuas más graves, como la deu- y los traficantes hicieron correr la voz de que la labor organizativa
da con alguien por su ayuda en una lucha por el liderazgo o porque uno ha de las mujeres debería desarrollarse sin ningún -problema por parte de
ido a la cárcel sin revelar los nombres de los demás implicados, se suelen los matones callejeros." En resumen, aunque vendan drogas y libren
mantener durante un período prolongado. l7 guerras violentas en las calles, las bandas representan una forma de
capital social mediante sus redes de reciprocidad, donaciones caritati-
Sanyika Shakur, antiguo miembro de una banda de Los Ángeles, ex- vas, organización y establecimiento de controles sociales, si bien de
plicaba esas obligaciones a largo plazo en el lenguaje de la calle: "Si acuerdo con sus propias condiciones, a menudos destructivas. Allí
vives en este barrio y te marchas, y triunfas, adquieres una obligación. donde se permite que el capital y las instituciones sociales se marchi-
Corres con una doble indemnización: el deber cultural y la obligación ten, aparecen las bandas para llenar el vacío.
con el barrio ... El deber cultural consiste en que, si no vuelves y pagas, Todo esto no significa que los centros de las ciudades norteamerica-
se te retira el "carné del gremio". Luego está la responsabilidad por la nas carezcan de formas constructivas de capital social. Los guetos del
cosa del barrio, que puede hacer que te maten si no vuelves».l8 país son mucho más diversos de lo que suele considerarse. La mayo-
Biel1. ¿y qué? BarrIOS seguros y productivos

ría de sus habitantes trabaja, la mayoría de las familias no vive a ex- dan. En resumen, The Flats ofrecían un cuadro ricamente texturado
pensas de la seguridad social, y la mayoría de los adolescentes están de una gran abundancia de capital social entre gente pobre que lucha·
escolarizados. J5 Además, los etnógrafos de las comunidades minori- ba por la supervivencia."
tarias, en especial en las ciudades norteamericanas, han descubierto Por desgracia, otros estudios más recientes indican que las redes so-
abundantes redes espirituales y emocionales que sostienen a la gente ciales de los centros de las ciudades no son ni mucho menos tan den-
afectada por trastornos económicos y por la indiferencia de las insti- sas o efectivas como las halladas por Stack a finales de la década de
tuciones blancas predominantes. El estudio clásico de Carol Stack Al! I960,39 pues dichos centros, al igual que las zonas suburbanas en ex-
Our Kin puso hace más de dos décadas en conocimiento de los norte- pansión y los pequeños pueblos del interior del país, disponen hoy de
americanos blancos las complejas redes de apoyo y sostenimiento menos capital social del que tuvieron. No obstante, allí donde pervive
creadas por las familias negras de The Flats, un barrio del centro de este sistema de reciprocidad sigue siendo un recurso importante para
una ciudad del medio oeste. La mayoría de las personas a las que co- las personas pobres, un activo pasado por alto demasiado a menudo
noció Stack y entre las que vivió durante tres años eran norteñas de en las descripciones populares de las clases bajas urbanas.
segunda generación. La mayoría eran también mujeres solteras que En resumen, el capital social es en la mayoría de los casos algo bue-
criaban niños y vivían de la asistencia pública. Stack descubrió nume- no para los vecinos desfavorecidos. En zonas donde escasea el capital
rOsas «alianzas de individuos que comerciaban e intercambiaban bie- social, los efectos de la pobreza, el paro adulto y la quiebra familiar se
nes, recursos y cuidado infantil)~. La autora se sintió impresionada amplifican, haciendo la vida mucho peor tanto para los niños como
por la «intensidad de sus actos de cooperación doméstica y del inter- para los adultos. Según hemos visto, disponemos de pruebas embrio-
cambio de bienes y servicios entre aquellas personas, con o sin lazos narias, aunque interesantes, de que la confianza social, la participa-
de parentesco» y; ción en organizaciones y la cohesión vecinal pueden contribuir a
Aunque los estudiosos de la vida urbana solían aludir al alto nivel romper el vínculo entre carencias económicas y desorden juveni!. El
de desconfianza existente entre los habitantes pobres de las ciudades, problema reside, por supuesto, en que en las zonas desfavorecidas
la respuesta de Stack era que los niveles de confianza de los residentes suele faltar capital social, que además es de difícil formación. Según
de The Flats debían ser altos para mantener sus redes de intercam- un estudio sobre programas de «vigilancia vecinal de la delincuen-
bio, pues las devoluciones inmediatas eran raras. Además, razonaba cia», estos programas cuentan con una máxima posibilidad de éxito
Stack, lejos de ser desorganizados, los centros de las ciudades están (o en zonas donde menos se necesitan: barrios de clase media y estables
al menos estaban) caracterizados por redes de altruismo y obligación que ya se benefician de la confianza social y la existencia de redes aso-
bien organizadas, aunque a menudo invisibles.37 Estas redes adoptan ciativas. 40 En vez de caracterizarse por un «círculo virtuoso» en el
la forma de «grupos de parentesco~) extensos, socialmente estructura- que la existencia de capital social facilitaría la creación de más capital
dos y bien reconocidos, compuestos por parientes, compañeros senti- social, los centros de las ciudades están marcados demasiado a menu·
mentales y sus familias, amigos propios y miembros de la familia y do por un círculo vicioso en el que unos niveles bajos de confianza y
amigos de los amigos de la persona en cuestión. Stack observó que los cohesión conducen a otros elevados de delincuencia, lo que desembo-
residentes urbanos pobres, al saber que no pueden valerse por sí so- ca a su vez en niveles aún más bajos de confianza y cohesión. Las es-
los, procuran ampliar su red constantemente. Los miembros de una trategias que recurren intensamente al capital social pueden ayudar a
red pueden proporcionar atención infantil, ayuda en metálico, cobijo deshacer esta espiral desfavorable, pero son estrategias cuya aplica-
temporal y otras formas de apoyo. Entretanto, los miembros de la red ción supone un gran desafío.
se controlan mutuamente para reconocer cualquier prueba de hara- Durante la década de I980, y con el título de «medidas comunita-
ganería, e imponen fuertes sanciones a quienes toman más de lo que rias», los departamentos de policía de todo el país comenzaron a po-

,.
Bien. ¿y qué? Barr/os seguros y productivos

ner en práctica una especie de «capitalismo social aplicado)) en un in- las patologías de las comunidades blancas de clase media hubieran
tento por combatir la delincuencia creando asociaciones de colabora- sido objeto de una atención igual, podríamos realizar una valoración
ción entre los funcionarios encargados de la aplicación de la ley y los más equilibrada de los efectos de los déficit de capital social tanto en
residentes de las comunidades. Ciertos datos indican que las medidas Grosse Point como en el centro de urbano de Detroit. No hay razón
comunitarias reducen realmente los desórdenes sociales y la crimina- para suponer que los efectos (buenos y malos) del capital social en la
lidad, debido, al menos en parte, a la creación y activación del capital vida de los barrios se limiten a las comunidades pobres o minoritarias.
social loca!. En su evaluación del experimento de las medidas comu- Una segunda razón para hacer hincapié en la función del capital so-
nitarias aplicadas en Chicago -la llamada Chicago Alternative Poli- cial en las comunidades pobres es que, debido precisamente a que la
cing Strategy (CAPS)- Wesley Skogan y Susan Harnett informan de gente pobre tiene (por definición) poco capital económico y se en-
que «al generar posibilidades de participación relativamente unifor- frenta a obstáculos formidables para adquirir capital humano (es de-
mes, la CAPS dio el primer paso hacia una participación más amplia cir, una educación), el capital social es de una importancia despropor-
de todos los sectores de la comunidad». De manera similar, ]enny cionada para su bienestar. Así, aunque las pruebas aportadas en las
Berrien y Christopher Winship hablan de resultados prometedores partes I! y II! evidencian que el desgaste del capital social y la pérdida
derivados de la Boston's Io-Point Coalition, una iniciativa común de de compromiso comunitario han afectado a Grosse Point en un grado
la policía y los ciudadanos organizada con la mediación de pastores esencialmente similar al del centro de la ciudad de Detroit, los efectos
de iglesias locales. Según los autores de la evaluación, sólo estos pas- de este fenómeno han sido de momento mayores en el centra urbano,
tores disponían dentro de la comunidad de los contactos y la confian- que no cuenta con la amortiguación de otras formas de capital socia!'
za -capital social- necesarios para conseguir que la estrategia funcio- Los estallidos de violencia armada que afectaron a colegios de comu-
nara. Una de la razones del descenso de la criminalidad en las grandes nidades suburbanas y rurales al concluir el siglo xx nos recuerdan
ciudades norteamericanas durante la década de 1990 pudo haber que, a medida que continúa la quiebra comunitaria en entornos más
sido que sus habitantes y sus dirigentes han aprendido a capitalizar privilegiados, la prosperidad y la educación son insuficientes para im-
con más eficacia las reservas de capital social, tanto si estaban dismi- pedir una tragedia colectiva.
nuyendo como si no.4 I
En el presente capítulo hemos dado un repaso a los datos más des-
tacados que demuestran que el capital social contribuye a la existen-
cia de barrios sanos y productivos, mientras que su ausencia impide
los esfuerzos de mejora. (El capital social no es, por supuesto, el úni-
co factor que afecta a los índices de delincuencia, por lo que un decli-
ve del mismo sólo conducirá a un aumento de la criminalidad si se
mantienen sin cambios otros factores significativos.) Una gran parte
de mis pruebas ha sido tomada de estudios sobre los centros urbanos y
sus habitantes, pues durante más de una generación se han dedicado
energías académicas al estudio de los problemas de esos medios. Al
buscar las pruebas del impacto de la vinculación social sobre el bienes-
tar comunitario, he hallado en este corpus bibliográfico una abundan-
cia de datos empíricos e interpretaciones perspicaces. Sin embargo, me-
rece la pena subrayar que si la «cultura de las zonas suburbanas)) y
41 0 Prosperidad económica 43'

personas que yo, u oirán hablar de las mismas posibilidades que lle-
gan a mis oídos. En cambio, es más probable que los conocidos más
Capitulo 19 lejanos -mis "lazos débiles»- me pongan en contacto con oportuni-
dades inesperadas, por lo que esos lazos débiles me serán en realidad
Prosperidad económica más valiosos.
Otros investigadores interesados en la movilidad social han llega-
do a la misma conclusión que Granovetter sobre "la fuerza de los la-
De la misma manera que las zonas con un elevado capital social son zos débiles», extendiendo su campo de aplicación. Según estudios re-
buenas para mantener espacios habitables, también lo son para salir cientes, esos «lazos débiles}) ejercen una influencia especialmente
adelante en la vida. Un conjunto creciente de investigaciones indica fuerte en el destino de personas que se hallan al margen de las insti-
que donde florecen la confianza y las redes sociales, prosperan tam- tuciones económicas y sociales predominantes. 5 Como suele ocurrir
bién los individuos, las empresas, los barrios e incluso las naciones. 1 en estos casos, se discute intensamente sobre cuál es exactamente el
Más aún, según hemos visto en el capítulo anterior, el capital social número de redes laborales -o la falta de contacto con ellas- que in-
puede contribuir a mitigar los efectos insidiosos de las carencias socio- fluye realmente en las perspectivas de empleo de los habitantes de los
económicas. centros urbanos. Los escépticos han sostenido que el racismo de los em-
En el plano individual, las vinculaciones sociales afectan a las opor- presarios,6 las exigencias académicas de los nuevos trabajos urba-
tunidades de vida de las personas. Quienes crecen en familias que go- nos,' y la falta de acceso a los centros de crecimiento suburbanos de
zan de bienestar, con lazos sociales económicamente valiosos, dispo- que adolecen quienes viven en las ciudades constituyen otros tantos
nen de más probabilidades de éxito en el mercado económico no sólo obstáculos de importancia igualo mayor. 8 Sin embargo, un cúmulo
porque tienden a ser más ricos y contar con una educación mejor, creciente de pruebas indica que el capital social es importante para
sino también porque pueden y quieren servirse de sus contactos. En este fin, y que su presencia puede ayudar a superar esas barreras que
cambio, los individuos que crecen en zonas rurales y en los centros ur- impiden el empleo.'
banos afectados por el aislamiento social se quedan atrás no sólo por- Los investigadores han mostrado, por ejemplo, que cuando existen
que suelen sufrir carencias económicas y educativas, sino también redes e instituciones sociales, los parados las utilizan para un buen
porque son relativamente pobres en lazos sociales que puedan echar- fin. Esto es especialmente observable en comunidades étnicas de in-
les una mano para salir adelante:!. migrantes en las que los patronos confían en sus trabajadores para re-
Los economistas han realizado un conjunto impresionante de inves- clutar y formar a nuevos obreros. Según se dice, estos planteamien-
tigaciones de las que se deduce que los lazos sociales pueden influir en tos, característicos del capital social, aceleran la formación, mejoran
quién consigue un trabajo, una bonificación, un ascenso u otras ven- la moral de. los empleados y refuerzan la lealtad a la empresa. La
tajas laborales.' Las redes sociales proporcionan a la gente consejo, práctica de utilizar redes étnicas como redes de empleo explica en
pistas en el trabajo, información estratégica y cartas de recomenda- buena medida por qué algunos grupos étnicos dominan siempre cier-
ción. En su obra pionera sobre las personas que buscaban empleo en tos servicios e industrias; un buen ejemplo de ello es el gremio chino
la década de '970, Mark Granovetter documentó un hecho que con- de la confección en Nueva York. Según un estudio de las economías de
tradecía la opinión común; según él, los conocidos casuales pueden nicho, esas prácticas solidarias de contratación consiguieron elevar
ser para los individuos que huscan empleo un bien más importante los salarios de los inmigrantes al nivel de otros blancos con una pre-
que los amigos íntimos y la familia. 4 Mis amigos íntimos y mis pa- paración similar. Las redes de inmigrantes proporcionan también fi-
rientes -mis «lazos fuertes))- conocerán probablemente a las mismas nanciación a empresarios, bien en forma de donativos de miembros
432 Bien, ¿y qué? Prosperidad económica 4JJ

de la familia, o bien como préstamos de asociaciones crediticias rota- empresa son al menos tan importantes para determinar el éxito de su
torias. ro (Una asociación de crédito rotatorio es un grupo, a menudo carrera como su cualificación académica y su experiencia. Según do-
de carácter étnico, cuyos miembros hacen aportaciones regulares a cenas de estudios de Albany a Singapur y de Dresde a Detroit, en to-
un fondo común que se pone en todo o en parte a disposición de cada dos los niveles de la jerarquía social yen cualquier parte de la econo-
contribuyente de forma rotatoria. Este tipo de micropréstamos de mía, el capital social es un poderoso recurso para progresar en el
autoayuda está muy e"tendido por todo el mundo en aquellos lugares empleo, en el rango social y en las recompensas económicas, más im-
donde las instituciones crediticias formales no quieren o no pueden portante quizá que el capital humano (los estudios y la experiencia).
proporcionar créditos a pequeño,s prestatarios,) Según un estudio so- Al estudiar el mundo de la banca de Chica¡;o, Brian Uzzi descubrió
bre empresarios coreanos, alrededo~ del 70 % se endeudaba para fi- que las «empresas cuyas transacciones comerciales con su entidad de
nanciar el lanzamiento de sus empresas, el 410/0 obtenía el dinero de su crédito forman parte de sus vínculos sociales obtienen intereses más
familia, y el 24 % de amigos (frente a un 37 % que lo tomaban de al- bajos sobre los préstamos». Incluso al comprar y vender, sobre todo
guna institución financiera). cuando se trata de compras importantes o transacciones arriesgadas,
La ventaja económica de los lazos sociales va más allá de los encla- preferimos tratar con personas conocidas. Según los sociólogos Paul
ves étnicos. Por ejemplo, según encuestas realizadas sobre personas en Dimaggio y Hugh Louch, «las personas que realizan transacciones
paro, éstas acuden en primer lugar a amigos y parientes en busca de con amigos y parientes dicen sentirse más satisfechas con los resulta-
oportunidades de trabajo. Nada menos que el 85% de jóvenes de una dos que la gente que las realiza con desconocidos}).14
encuesta recurrió a redes personales para hallar un empleo, frente a Estos estudios nos proporcionan pruebas sólidas de la importancia
sólo un 54-58 % que dijo haberse servido de oficinas públicas y de la del capital social, pues si son suficientemente extensas, nuestras redes
prensa. En I,os Ángeles dos terceras partes de las mujeres blancas y nos ponen en l:untal:to con socios económicos potenciales, nos pro-
negras que habían buscado un trabajo en los cinco últimos años con- porcionan información muy cualificada y responden por nosotros.]5
siguieron el puesto en que se encontraban con ayuda de algún conoci- Además, en el caso de muchos empleos no manuales, la verdaderJ ra-
do que trabajaba en la misma empresa. Es interesante observar que, zón para que alguien nos contrate son nuestros contactos, o nuestro
en el caso de la mayoría de estas mujeres, la persona que más les ayu- acceso a otras personas e instituciones. En resumen, las redes sociales
dó vivía fuera de su propio barrio.] r En total, según datos de diversas poseen un innegable valor monetario.
encuestas, aproximadamente la mitad de la gente consigue su empleo Un problema, según han observado los principales estudiosos de la
por medio de un amigo o un pariente.]l Otros estudios han examina- vida urbana, es que esas redes sociales no existen precisamente en los
do la importancia de las redes institucionalizadas de capital social lugares donde más se necesitan. En Chicago, por ejemplo, las posibi-
para la obtención de empleo. Por ejemplo, la frecuencia de la asisten- lidades de tener un compañero habitual o un amigo íntimo son fun-
cia a la iglesia es uno de los mejores elementos de predicción para sa- damentalmente menores para los negros que viven en una extrema
ber si los jóvenes negros de los centros urbanos conseguirán un traba- pobreza -los «auténticamente desfavorecidos» de Wilson- que para
jo remunerado. Las creencias religiosas de los jóvenes no influyen casi los negros de zonas con poca pobreza. Si el habitante de una zona de
nada en el empleo, lo cual significa que lo que se halla tras el éxito extrema pobreza tenía un compañero o un amigo íntimo, era mucho
económico de esos jóvenes no es el factor religioso, sino el de la red menos probable que ese compañero/amigo hubiera concluido la ense-
social que constituye la asistencia a la iglesia. '3 ñanza secundaria o tuviera un trabajo estable que los compañeros o
El valor económico de las redes sociales no se limita a los desfavore- amigos de otros negros de barrios menos desfavorecidos. Los datos
cidos. El sociólogo Ronald S. Burt ha demostrado que los vínculos so- indican que «quienes residen en zonas de extrema pobreza no sólo dis-
ciales y organizativos plasmados en la agenda del ejecutivo de una ponen de menos lazos sociales, sino que suelen tener también vínculos
434 Bicn, ¿y qué? Prosperidad econrímica 435

de menos valor social en lo que respecta, por ejemplo, a la posi- mercado étnico inmediato . Algunos sociólogos han observado tam-
.!.1

ción de sus compañeros, padres, hermanos y amigos íntimos en la so- bién que los miembros menos afortunados de la comunidad se apro-
ciedad. En resumen, poseen un volumen menor de capital sociah),I6 vechan a veces de los vínculos de obligación y responsabilidad que
Quienes han estudiado otras ciudades han llegado a conclusiones si- sienten otros miembros de más éxito. Así, los empresarios con un rit-
milares. Así, por ejemplo, un estudio del distrito de Red Hook de mo de crecimiento rápido se enfrentan a menudo a demandas excesi-
Brooklyn, empobrecido y socialmente aislado, ha documentado el vas de empleo, dinero y otros favores por parte de miembros de su
deterioro de las asociaciones de barrio y de las actividades de las igle- familia y de vecinos que se hallan en apuros. Es posible que, para com-
sias. Su decadencia ha impedido el desarrollo de redes sociales en el probar todas sus posibilidades, los empresarios tengan que ir más
preciso momenro en que los empresarios realizaban la mayor parte allá de sus grupos o barrios étnicos y forjar vínculos con el ancho
de sus contratos "de palabra". '7 Según un estudio sobre el condado de mundo: clientes, instituciones financieras y asociaciones cívicas . Si
.!..!.

Los Ángeles, la pobreza de los barrios mantenía bajos los salarios el capital social no es productivo en determinado lugar, se ha de bus-
de los obreros no porque a éstos les faltaran medios de transporte car en otro lado.
para desplazarse a lugares con trabajos mejor pagados, sino sobre Las redes densas pueden ser explotadas también por intereses co-
todo porque carecían de acceso a redes de personas que pudieran ha- merciales que buscan beneficios fáciles. Por ejemplo, Amway y otras
blarles de buenas oportunidades de empleo." Los contactos sociales empresas confían en agentes casi independientes para reclutar a otros
pueden ser en teoría enormemente lucrativos: según un estudio reali- para la comercialización de sus productos. En estos casos se pide a los
zado en Atlanta, cada persona con trabajo que forme parte de la red agentes que inviten a amigos y vecinos a comprar y vender dichos
social de otra aumentará los ingresos anuales de ésta en mil cuatro- productos, situación que algunos consideran un anatema para las
cientos dólares.'9 Pero las redes tienden a ser más lucrativas para los normas tácitas de reciprocidad y altruismo que rigen las buenas rela-
blancos que para los miembros de grupos minoritarios. Los negros ciones sociales. No obstante, dejando de lado estas excepciones, la
que consiguen información laboral de sus vecinos suelen ganar me- mayoría de los investigadores están de acuerdo en que el capital so-
noS que los que consiguen su trabajo a través de contactos de fuera cial ayuda realmente a los individuos a prosperar. El único debate
del barrio. w Ello indica que el capital social que «tiende puentes» auténtico es el que se refiere a la importancia del papel que desempe-
puede ser la forma más lucrativa entre los desfavorecidos. En general, ña el capital social en relación con el capital humano o el económico.
quienes habitan en zonas económicamente desfavorecidas parecen Dado que el capital social puede beneficiar a los individuos, no es
ser víctimas por partida doble. Les faltan los recursos materiales para quizá de extrañar que también pueda ayudar a crear riqueza a barrios
salir adelante, y carecen de los recursos sociales que podrían permitir- e incluso a países enteros. Ello sucede de múltiples formas. Por lo que
les acumularlos. respecta al barrio, el capital social es un atractivo comercializable
El capital social puede ser económicamente contraproducente de para los propietarios de viviendas. Según un estudio realizado en
varias maneras. Algunos estudiosos que investigan las economías ét- Pittsburgh, en igualdad de condiciones respecto a todo lo demás, los
nicas de «nicho» -ventas al por menor, manufacturas y otros sectores barrios con un elevado capital social tendían menos a decaer que las
de servicios dominados por un grupo de inmigrantes- se han pregun- zonas con poco capital social.'l Si hay zonas cuyos residentes vo-
tado si sus estrechos vínculos de confianza y solidaridad no impiden tan, mantienen asociaciones de vecinos activas, se sienten ligados a
quizá el crecimiento y la movilidad. Aunque los enclaves étnicos pro- su barrio y lo consideran un buen lugar para vivir, otras personas de-
porcionan capital inicial y clientes a sus propios empresarios, las pre- searán trasladarse a ellas, y por tanto los valores inmobiliarios per-
siones de la solidaridad pueden debilitar a los individuos y los nego- manecerán comparativamente altos. La influencia favorable del com-
cios «demasiado» prósperos o que intentan expandirse más allá del promiso social se mantiene incluso tras haber tenido en cuenta otros
BIen. ¿y qué? Prosperidad económica 437

factores que podrían afectar a los precios de las viviendas, como la tarias, creando un centro médico y estableciendo un centro de forma-
proximidad al centro urbano, la composición racial y la situación so- ción profesional. Al mismo tiempo sólo se aceptaron empresas en la
cioeconómica de los residentes. La lección es clara: los propietarios ciudad si pagaban salarios altos a todos los trabajadores, y lo hacían
de viviendas que son además buenos vecinos convierten S':l capital so- como un objetivo compartido. En zonas marginales se crearon conse-
cial en capital bancario. jos de desarrollo rural para fomentar acciones colectivas de autoayu-
En el plano local o regional hay cada vez más datos de que el capi- da -desde formación técnica hasta campañas de limpieza local- en
tal social existente entre los agentes económicos puede producir un un medio en el que la acción cooperativa para alcanzar objetivos
crecimiento económico acumulativo. Eso no significa que la existen- compartidos había sido una actitud ajena a la cultura local.
cia de más ligas para jugar a los bolos y más PTA provoque necesaria- Durante los cincuenta años siguientes, bajo el liderazgo de Mclean
mente la prosperidad económica de la ciudad. Pero sí que, en ciertas y sus sucesores, Tupelo se ha convertido en un modelo nacional de
condiciones, la cooperación entre agentes económicos podría ser un comunidad y desarrollo económico, ha cosechado numerosos pre-
motor de crecimiento mejor que la competencia del libre mercado. mios y ha atraído un flujo constante de visitantes ansiosos de repro-
Consideremos dos ejemplos elocuentes. ducir el éxito de la ciudad en sus propias comunidades. El condado de
En T940 el condado de Tupelo (Mississippi) era uno de los más po- lee ha crecido desde 1983 a razón de mil puestos de trabajo indus-
bres del estado más pobre de la nación.~4 No poseía recursos natura- triales por año, ha atraído cientos de millones de dólares en nuevas
les excepcionales, ninguna gran universidad o empresa industrial en inversiones, probablemente ha creado el mejor sistema escolar de Mis-
la que fundamentar su desarrollo y ninguna autopista o centro de po- sissippi, ha construido un hospital de categoría mundial y ha mante-
blación próximo. Y lo que es peor, en I936 había sido asolado por el nido tasas de desempleo y pobreza muy inferiores a la media del esta-
cuarto tornado más mortífero de la historia de Estados Unidos, y al do (y a veces incluso a la nacional). El éxito de la comunidad se basó
año siguiente su única fábrica importante cerró tras una huelga que en su inquebrantable entrega a la idea de que los ciudadanos no ob-
ocasionó profundas divisiones. Un sociólogo de formación universi- tendrían ventajas individuales a menos que persiguieran sus objetivos
taria e hijo del condado, George McLean, volvió a su tierra por aque- de forma colectiva. Hoy resulta impensable que alguien pueda tener
llas fechas p,lra dirigir el periódico local. Dando muestras de un lide- importancia social en Tupelo sin participar también en la dirección de
razgo excepcional, unió a los dirigentes empresariales y cívicos de la comunidad. los habitantes de Tupelo invirtieron en capital social
Tupelo en torno a la idea de que la ciudad y el condado vecino de lee -redes de cooperación y confianza mutua-, y cosecharon beneficios
no se desarrollarían económicamente hasta que se hubieran converti- económicos tangibles.
do en una comunidad. Preocupado por las perspectivas nada hala- Otro «planteamiento de capital social" ligeramente diferente es el
güeñas de la actividad económica algodonera del condado, Mclean que hallamos en las raíces del milagro económico de Silicon Valley
convenció en un primer momento a los dirigentes empresariales y a (California). Bajo la dirección de un pequeño grupo de empresarios
los agricultores para que crearan un fondo común con el fin de com- informáticos ayudados por una comunidad universitaria rica en re-
prar un semental. Aquella iniciativa fue el comienzo de una lucrativa cursos, Silicon Valley surgió como la capital mundial del desarrollo y
industria lechera que mejoró los ingresos locales, y dio por tanto ma- la manufactura de la alta tecnología. El éxito se debe en gran parte a
yor prosperidad a los negocios. Para crear un orden social menos je- las redes horizontales de cooperación formal e informal desarrolladas
rárquico se disolvió la cámara de comercio de la localidad, formada entre empresas incipientes de la zona. Aunque nominalmente fueran
por las élites, y se instituyó en su lugar una fundación de desarrollo competidores, los directivos de estas empresas compartían informa-
comunitario abierta a todo el mundo. la fundación se puso a traba- ción y técnicas para resolver los problemas y, algo quizá igualmente
jar mejorando las escuelas locales, iniciando organizaciones comuni- importante, tomaban juntos cervezas después del trabajo. Crearon

1
Bien, ¿y qué? Prosperidad econ6mica 439

asociaciones comerciales, conferencias industriales y hasta un «Club consumo), el oeste de Michigan (muebles) y Rochester, Nueva York
Informático Casero» de cuyas filas salieron los dirigentes de más de (óptica).
veinte empresas de ordenadores. En una rama industrial con un eleva- Se trata de modelos cooperativos para una economía mundial cada
do índice de rotación de plantillas, los principales actores mantenían vez más competitiva. El comentarista social Francis Fukuyama ha
un trato mutuo constante reiterado en situaciones diversas: « Un cole- sostenido que las economías cuyos ciudadanos tengan unos elevados
ga podía convertirse en cliente o en competidor; el jefe de hoy podía niveles de confianza social-un considerable capital social- domina-
ser mañana un subordinado», Lejos de provocar ansiedad y descon- rán el siglo XXI. Quien no pueda confiar en sus empleados o en otros
fianza, este "constante barajar y reorganizarse tendía a reforzar el va- actores del mercado terminará dilapidando su fortuna en equipa-
lor de las relaciones y las redes personales»." Aquellas redes informa- miento de control, estructuras de sumisión, seguros, servicios legales
les se ampliaron hasta abarcar empresas de la periferia del nexo de la y aplicación de las normas del gobierno. '9 En cambio, estudios dedi-
alta tecnología: abogados especializados en cuestiones de propiedad cados a la industria biotecnológica por teóricos de la organización
intelectual y constitución de sociedades, capitalistas de riesgo, sumi- como Walter Powell y Jane Fountain han demostrado que las redes
nistradores, etc. A comienzos de la década de I990, cuando la situa- sociales que encarnan una norma de reciprocidad -es decir, capital
ción económica de Silicon Valley comenzó a decaer, las empresas loca- social- son «elementos clave para permitir>\ la innovación, el apren-
les, bajo la égida de la cámara de comercio de San José, explotaron dizaje mutuo y el crecimiento de la productividad, tan importantes
sus reservas de capital social y crearon una empresa conjunta: Silicon como el capital físico y humano, sobre todo en terrenos que evolucio-
Valley. Esta organización en red sin ánimo de lucro contribuyó a me- nan con rapidez. JO
jorar la cooperación púhlica y privada para todo tipo de asuntos, des- La comprensión de los vínculos pormenorizados entre capital so-
de cuestiones fiscales hasta licencias de obras y cursos de formación . .!./) cial y el funcionamiento económico constituye en este momento un
El principal competidor estadounidense de Silicon Valley, el corre- animado campo de investigación, por lo que sería prematuro atribuir
dor de la carretera 128, a las afueras de Bastan, no desarrolló ese demasiadas virtudes a la eficacia del capital social o hacer una des-
capital social entre empresas. Más bien mantuvo las normas tradi- cripción precisa de cuándo y cómo las redes de vinculación social
cionales de jerarquía empresarial, secretismo, autosuficiencia y terri- fomentan la productividad conjunta de una economía, Los estudios
torialidad. Era raro que los empleados salieran juntos o con personas sobre capital social y desarrollo económico en lo que llamábamos
de otras firmas después del trabajo. Según el excelente estudio dedi- «tercer mundo» aparecen a un ritmo rápido y se basan en trabajos de-
cado a los dos centras de la alta tecnología, la mentalidad de la carre- dicados a emplazamientos tan remotos como Sudáfrica, Indonesia,
tera 128, con su lema «tendré éxito por mí solo», es responsable en Rusia, India y Burkina Faso. De manera similar, se están realizando
gran parte de sus malos resultados en comparación con los de Silicon numerosos trabajos sobre cómo los norteamericanos podríamos ali~
Valley. "Las experiencias contrapuestas de Silicon Valley y la carrete- viar las penalidades de nuestras comunidades más pobres capacitán-
ra 128 indican que los sistemas industriales construidos sobre redes dolas para invertir en capital social y permitiéndoles capitalizar a
regionales son más flexibles y tecnológicamente más dinámicos que partir de los recursos sociales que ya poseen." De momento hemos
aquellos en los que la experimentación y el aprendizaje se limitan a entendido los vínculos entre redes sociales y éxito económico en el
empresas concretas.»" El gran economista británico Alfred Marshall plano individual. Podemos estar razona blemente seguros de que dis-
se percató hace ya tiempo de las ventajas de esos "distritos industria- poner de una red social más rica nos resultará beneficioso, aunque no
les», que permiten la existencia de flujos de información, aprendizaje está completamente claro si se trata de un simple reflejo de nuestra
mutuo y economías de escala." Antes incluso de Silicon Valley, el mo- capacidad para quedarnos con una porción mayor de un pastel de ta-
delo había triunfado en el norte de Italia central (artesanía y bienes de maño fijo, o si todos saldremos ganando al tener mayor número de
440 Bien, ¿y qué?
44 1

redes sociales. En cualquier caso, los primeros rendimientos obteni-


dos nos animan a pensar que un tipo adecuado de capital social fo-
menta la efiCIencia económica, de modo que si se ahondan nuestras Capitulo 20
redes de reciprocidad, todos obtendremos ventajas; y si se atrofian,
todos lo pagaremos caro. Salud y felicidad

De todos los terrenos donde he rastreado las consecuencias del capi-


tal social, no hay ninguno en el que la importancia de la vinculación
social esté tan bien confirmada como en el de la salud y el bienestar.
Los estudios científicos sobre los efectos de la cohesión social en la sa-
lud mental y física se pueden remontar a la influyente obra pionera El
suicidio, escrita por el sociólogo del siglo XIX Émile Durkheim. Se-
gún Durkheim, la autodestrucción es no sólo una tragedia personal,
sino una consecuencia sociológicamente predecible del grado de inte-
gración de una persona en la sociedad: 'es menos frecuente entre las
personas casadas, en comunidades religiosas bien trabadas y en tiem-
pos de unidad nacional, y abunda más cuando un cambio social rápi-
do rompe el tejido de la sociedad. La vinculación social es importante
para nuestras vidas en el sentido más profundo.
En décadas recientes los estudiosos de la salud social han extendido
esta concepción originaria a casi todos los aspectos de la salud, tanto
física como psicológica. Docenas de estudios pormenorizados desde
Alameda (California) hasta Tecumseh (Michigan) han confirmado
más allá de cualquier duda razonable que la vinculación social es uno
de los determinantes más poderosos de nuestro bienestar. Cuanto más
integrados estemos en nuestra comunidad, menos probabilidades ten-
dremos de padecer resfriados, ataques cardíacos, derrames cerebra-
les, cáncer, depresiones y cualquier tipo de muerte prematura. Esos
efectos protectores han sido confirmados para el caso de los lazos fa-
miliares estrechos, para la redes de amistad, para la participación en
acontecimientos sociales e incluso para la simple afiliación a asocia-
ciones cívicas religiosas y de otros tipos. En otras palabras, tanto los
machers como los schmoozers gozan de esas notables ventajas para
su salud.
Tras repasar docenas de estudios científicos, el sociólogo James
House y sus colegas han llegado a la conclusión de que las aportacio-
Bien, ¿y qué? Salud y felicidad 443

nes favorables a la salud debidas a la integración y el apoyo social ri- objeto de sus trabajos al individuo tanto en entornos naturales como
valizan con las desfavorables provocadas por factores biomédicos de en condiciones experimentales. La mayoría de esos estudios procura
riesgo bien reconocidos como el tabaco, la obesidad, la hipertensión tener en cuenta los factores que pueden inducir a error: la importancia
y la inactividad física. Estadísticamente hablando, las pruebas de que de fuerzas fisiológicas, económicas, institucionales, de comportamien-
la vinculación social contribuyen a la salud son tan fuertes como lo to y demográficas que podrían afectar también a la salud individual.
fueron las referidas al tabaco en el tiempo en que la dirección general En muchos casos los estudios son longitudinales: controlan a personas
de salud pública informó sobre los perjuicios de fumar. Si las tenden- durante muchos años para llegar a una mejor comprensión de cuáles
cias en cuanto a desvinculación social son tan generalizadas como he pueden ser las formas de vida que provocan la mejoría o el empeora-
sostenido en la parte 11, el hecho de estar «solo en la bolera» es una miento de la salud de la gente. Así, los estudiosos han podido demos-
de las amenazas nacionales más graves para la salud pública.' trar que el aislamiento precede a la enfermedad, descartando así la po-
Aunque los investigadores no están del todo seguros respecto a los sibilidad de que haya sido causado por ella. Durante los últimos veinte
motivos de la importancia de la cohesión social para la salud, cuentan años más de una docena de extensos estudios de este tipo realizados en
con varias teorías plausibles. En primer lugar, las redes sociales pro- Estados Unidos, Escandinavia y Japón han mostrado que las personas
porcionan ayuda tangible, como dinero, atención a los convalecientes socialmente desvinculadas tienen de dos a cinco veces más probabili-
y transporte, lo cual reduce la tensión psíquica y física, y proporciona dades de morir por cualquier causa que otros individuos comparables
una red de seguridad. Si vamos con regularidad a la iglesia, y un día con vínculos estrechos con la familia, los amigos y la comunidad. 4
nos damos un resbalón en la bañera y no asistimos a los oficios domi- Un estudio reciente realizado por investigadores de la Harvard
nicales, es probable que alguien lo advierta. Las redes sociales pueden School of Public Health nos ofrece una excelente visión general del
también reforzar las normas saludables: las personas socialmente ais- lazo de unión entre el capital social y la salud física en Esrados Uni-
ladas tienden más a fumar, beber, comer demasiado y tener otros com- dos.' Sirviéndose de datos tomados de unos ciento setenta mil indivi-
portamientos perjudiciales para la salud. Y las comunidades social- duos de los cincuenta estados, los investigadores encontraron, como
mente cohesionadas poseen una capacidad mayor para organizarse era de esperar, que los afroamericanos y las personas que no disponen
políticamente a fin de conseguir servicios médicos de primera calidad.l. de seguro médico, son obesas, fuman, tienen ingresos bajos o no po-
Finalmente -y esto es lo más fascinante- el capital social podría ser- seen formación universitaria están expuestas a mayores riesgos de
vir en realidad de mecanismo fisiológico desencadenan te que estimu- enfermar que los individuos socioeconómicamente más afortunados.
laría el sistema inmunitario de la gente para combatir la enfermedad y No obstante, estos mismos investigadores hallaron también una rela-
amortiguar las tensiones. Según investigaciones actualmente en curso, ción sorprendentemente fuerte entre mala salud y bajo capital social.
el aislamiento social tiene sobre el cuerpo efectos bioquímicamente Los estados con mayor probabilidad de que sus ciudadanos dijeran
cuantificables. Los animales aislados contraen aterosclerosis (endure- que padecían de una mala salud eran los mismos cuyos residentes
cimiento de las arterias) más extendidas que los menos aislados, y la tendían más a desconfiar de sus prójimos.' El paso de un estado rico
soledad parece reducir la respuesta inmunitaria y aumentar la presión en capital social a otro con capital social escaso (un grado bajo de
sanguínea tanto en los animales como en las personas. Liza Berkman, confianza o de afiliación a grupos de voluntariado) 'aumentaba en
una de las investigadoras más destacadas en este terreno, ha conjetu- torno a un 40-70 % las posibilidades de enconrrar una salud entre
rado que el aislamiento social es «una afección estresante crónica a la mala y regular. Cuando los investigadores tenían en cuenta los facto-
que el organismo responde envejeciendo con mayor rapidez») res de riesgo de los ciudadanos particulares, seguía manteniéndose la
Algunos estudios han documentado la fuerte relación existente entre relación entre capital social y salud individual. De hecho, los estudio-
vinculación y salud en el plano comunitario. Otros han tomado como sos llegaron a la conclusión de que si alguien deseaba mejorar su sa-
Salud y felicidad 445
444

lud, el traslado a un estado con un elevado nivel de capital social le


resultaría tan beneficioso como el abandono del tabaco. La conclu- TABLA 6: ¿Qué estado cuenta con mejor salud y mejor sanidad?
sión de los autores se complementa con nuestro propio análisis. He-
Escala Margan-QUltno de estados más saludables (1993-1998)
mos encontrado una fuerte relación positiva entre un indicador amplio '"--~-----~--- ------

de salud pública y el índice de capital social, junto con una correla- 1. NaCimientos con falta de peso 13. Tasa de SIDA (-)
ción fuertemente negativa entre el índice de capital social y las tasas como porcentaje del total de 14. Tasa de enfermedades de
de mortalidad por cualquier causa.' (Véase en la tabla 6 un índice de nacimientos (-) transmisión sexual (-)
salud púhlica y atcnclún sanitaria, yen la figura 86 las correlaciones 2. Partos de madres adolescentes 15. Porcentaje de población que
entre salud pública y mortalidad, por un lado, y capital social, por como porcentaje de niños nacidos no t'lene acceso a la atención
otro.) vivos (-) primaria (-)
Las conclusiones por estados son sugerentes, pero un gran número 3. Porcentaje de madres que reciben 16. Porcentaje de adultos que
de estudios que examinan la salud individual como función de los re- atención prenatal tarde o no la consumen mucho alcohol (-)
cursos de las personas en capital social constituyen pruebas bastante reciben (-) 17. Porcentaje de adultos
más definitivas de las ventajas de la cohesión comunitaria. En ningu- 4. Tasa de mortalidad (-) fumadores (-)
na parte aparece mejor ilustrada esta correlación que en Roseto 5 Tasa de mortalidad infantil (-) 18 Porcentaje de adultos con
(Pennsylvania).' Esta pequeña comunidad italoamericana ha sido ob- 6. Tasa de mortalidad por cáncer sobre peso (-)
jeto de casi cuarenta años de profundos estudios iniciados en la década ajustada a la edad (-) 19. Días del mes anterior en que el
de 1950, cuando ciertos investigadores médicos observaron un fenó- 7. fndice de muerte por suicidio (-) estado de salud no fue bueno (-)
meno venturoso pero desconcertante. Comparados con los residentes 8. Porcentaje de población no 20. Hospitales generales locales por
de las localidades vecinas, los habitantes de Roseta no morían casi cubierta por un seguro sanitario (-) mil seiscientos kilómetros
nunca de ataques cardíacos. Su índice en este tipo de dolencia (ajus- 9. Cambio en el porcentaje de cuadrados (+)
tando el factor de la edad) no alcanzaba el 50 % del de sus vecinos; en población no asegurada (-) 21. Camas de hospitales generales
un período de siete años ningún habitante de Roseta había fallecido 10. Gastos en atención sanitaria como locales por cien mil habitantes (+)
de ataque cardíaco. Los investigadores buscaron las explicaciones ha- porcentaje del producto interior 22. Porcentaje de niños de diecinueve
bituales: dieta, ejercicio físico, peso, tabaco, predisposición genética, bruto (-) a treinta y cinco meses totalmente
etc. Pero ninguna de ellas daba la solución; de hecho, los roseta nos 11. Gastos per cápita en salud personal (-) vacunados (+)
tendían a verse más afectados por alguno de esos factores de riesgo 12. In dice estimado de nuevos casos 23. fndke de utilización del cinturón
que las personas de las localidades vecinas. Los investigadores co- de cáncer H de seguridad (+)
menzaron entonces a estudiar las actividades sociales de Roseta. La
ciudad había sido fundada en el siglo XIX por gente llegada del mis-
mo pueblo del sur de Italia. Aquellos inmigrantes habían creado, me- tanoS aprendieron a recurrir a los demás en busca de ayuda económi-
diante los dirigentes locales, una sociedad de ayuda mutua, iglesias, ca, emocional o de cualquier tipo. Durante el día se reunían en los
clubes deportivos, un sindicato, un periódico, tropas de boyscouts, un porches de las viviendas a observar las idas y venidas de la gente, y de
parque y un campo de deportes. Los residentes habían desarrollado noche solían acudir a los clubes sociales. En la década de I960 los In-
también una comunidad estrechamente unida en la que las demostra- vestigadores comenzaron a sospechar que la clave de los saludables
ciones ostentosas de riqueza eran objeto de burla, al tiempo que se re- corazones de los roseta nos era el capital social (aunque no utilizaran
forzaban los valores familiares y el buen comportamiento. Los rose- esta expresión). Y se inquietaron pensando que cuando los jóvenes,
Bien. ¿y qué? Salud y felicidad 447

Ld '>,lllld D'lbIIC(l e~ melor en e<;tados con mucho capital social


con su movilidad social, comenzaran a rechazar la cultura popular
-------------------- italiana y sus estrechas relaciones, la tasa de ataques cardíacos empe-
.H
"T HH zaría a aumentar. Y así fue: en la década de 1980 la nueva generación
"
,.
eT
WA
.. H'
de adultos de Roseta tuvo un índice de ataques al corazón superior al
de sus vecinos de una localidad próxima y demográficamente similar.
.T
"•• •• WT La historia de Roseta es especialmente clara y convincente, pero
CA
.A
••H. otros muchos estudios han apoyado la intuición de aquellos investiga-
M.~
CO dores médicos para quienes la cohesión social era también importante
H'

" para prevenir la muerte prematura y las enfermedades, y acelerar la


NM tL
He
HT recuperación. Por ejemplo, según un estudio a largo plazo realizado
O'
n OH
., en California, las personas con menor número de vínculos sociales
oc
po,.KtJA'
son las que corren el riesgo más alto de morir de dolencias cardíacas,
~ KV O' problemas circulatorios y cáncer (en las mujeres), incluso después de
-6 MI TN

~
H
haber tenido en cuenta el estado de salud individual, los factores eco-
E o

~
L
i

BaJO
' "'"

AR
"

----------~
.0

Alto
nómicos y la aplicación de cuidados sanitarios preventivos.' Otros es-
tudios han vinculado los índices de mortalidad bajos con la afiliación
a grupos de trabajo voluntario y la participación en actividades cultu-
In dice de capital social
rales, w la asistencia a la iglesia," las llamadas por teléfono y las visi-
tas a amigos y parientes,Il y en general las prácticas de sociabilidad,
la mortalidad es menor en estados con mucho capttal social
------- - - - - -
como la celebración de fiestas en casa, la asistencia a reuniones sindi~
2
<?
H'
U
cales, las visitas a amigos, la participación en deportes organizados o
S
m
la pertenencia a unidades militares muy cohesionadas,13 La relación
m
::: H'
.A " .e
TM""w.V
con el capital social se mantenía incluso cuando los estudios examina~
~
o
~ ban otros factores que podían influir en la mortalidad, como la clase

-"
A'
•• •• social, la raza, el sexo, el tabaco y la bebida, la obesidad, la falta de
o He
'~~MIiIII

-
o
~
M!A ejercicio y (significativamente) los problemas de salud. En otras pala-

"
~
o
,,- " bras, no se trata sólo de que las personas saludables, preocupadas por
u su salud y privilegiadas (que podrían estar quizá también más com-
o
-g H'
CA
.T " prometidas socialmente) tiendan a vivir más. La amplia gama de afec-
"'~ ..
OfIWY MH

E JL MM
" .A
W'WA ciones en las que, según se ha demostrado, influye el apoyo social, y el
• •• H'
U

~
-6
.E
,. CT ca
.
,
•• m'
hecho de que ese nexo es aún más estrecho con la muerte que con la
enfermedad, tiende a hacer pensar que el efecto actúa en un plano
muy fundamental de la resistencia corporal en general. Lo que nos di-
! ~

cen estos estudios es que el compromiso social ejerce realmente una


BalO Alto

In dice de capital SOCIal


influencia independiente sobre la duración de nuestra vida.
Las redes sociales nos ayudan a mantener la salud. La conclusión a
FIGURA 86: La salud es mejor en estados con mucho capital social la que llegó un equipo de investigadores de la universidad Carnegie
Bien. ¿y qué? Salud y felicidad 449

Mellan, según la cual las personas con lazos sociales más variados se l 90

resfrían menos, no es en absoluto un caso único. 14 Por ejemplo, las


víctimas de un ataque de apoplejía que contaban con redes de apoyo
i ,o
~
.E
más sólidas funcionaban mejor después del ataque, y recuperaban 70

más capacidades físicas que las que disponían de redes sociales poco
~
1ie -r-:.-....
densas.' \ Los ancianos implicados en clubes, tareas de voluntariado y . 60

~
política local creen que gozan en general de mejor salud que los no
~
ID

comprometidos, incluso tras haber tenido en cuenta su situación so-


cioeconómica, sus características demográficas, el nivel de aplicación
de cuidados médicos y los años de retiro."
~, 40

El balance final de esta multitud de estudios es que, por regla gene-


''""e
8
lO

O 20
ral, quien no pertenezca a ningún grupo, pero decida afiliarse a uno, "g
reducirá a la mitad su riesgo de morir al año siguiente. Si una persona 10
-1l
fuma y no pertenece a ningún grupo, puede echar a cara o cruz si debe
dejar el tabaco o afiliarse. Estas conclusiones son en cierto modo alen-
~ O
1970 1975 1980 1985 \990 1995 2000

tadoras: es más fácil unirse a un grupo que perder peso, hacer ejerci-
FIGURA 87: Los norteamericanos no se sienten tan sanos como solían
cio con regularidad o dejar de fumar.
Pero también son preocupantes. Según vimos en la parte 11, durante
los veinticinco últimos años se ha producido un declive general de la mas que esta coincidencia tiene hondas raíces generacionales, en el
participación. La figura 87 nos muestra que ese mismo período fue sentido de que las generaciones socialmente más desvinculadas pade-
testigo de una importante pérdida de salud a tenor de lo que decía la cen más lo que algunos especialistas en salud' pública denominan el
gente, a pesar de los enormes triunfos en diagnóstico médico y trata- «agente de la depresión». En cualquier año un 10 % de norteamerica-
miento. De acuerdo con algunos importantes indicadores, entre ellos nos padece depresiones graves, y la depresión constituye la cuarta
la esperanza de vida, los norteamericanos son, por supuesto, más sa- carga patológica más importante de todas las afecciones sufridas por
nos que nunca, pero esas informaciones dadas por la gente sobre su es- los norteamericanos en general. Un gran número de investigaciones
tado indican que se sien,en peor. '7 La información sobre el propio esta- ha demostrado que los vínculos sociales inhiben la depresión. Los ni-
do está a su vez estrechamente ligada a la vinculación social, en el veles bajos de apoyo social son un presagio directo de depresión, in-
sentido de que quienes peor se sienten son precisamente los norteame- cluso manteniendo constantes otros factores de riesgo; y los niveles
ricanos menos vinculados. Estos hechos no demuestran por sí solos altos de apoyo social reducen la gravedad de los síntomas y aceleran
que nuestras dolencias físicas se deban a nuestra creciente desvincula- la recuperación. El apoyo social nos protege de la tensión de la vida
ción, pero estas pruebas, juntamente con las más sistemáticas acerca diaria. Los lazos personales directos parecen ser más rerapéuticos que
de los efectos saludables del capital social, constituyen otro eslabón de los geográficamente distantes. En resumen, el precio que pagamos
la cadena argumentativa según la cual el desgaste del capital social tie- por aflojar nuestros vínculos sociales es altísimo, incluso en el terreno
ne efectos perjudiciales susceptibles de cuantificación. concreto de la depresión."
En el capítulo 14 observamos la notable coincidencia de que la de- Incontables estudios documentan la conexión existente entre socie-
presión e incluso el suicidio hayan ido en aumento durante los mis- dad y psiquismo: las personas con amigos y confidentes íntimos, veci-
mos años en que ha decaído la vinculación social. También observa- nos amables y compañeros de trabajo que les apoyen tienden menos a
45° Bien. ¿y qué? Salud y felicidad 45 '

experimentar tristeza, soledad, una baja autoestima y problemas con ¿y qué ocurre con la formación académica y la satisfacción? La
la comida y el sueño. En igualdad de condiciones, los casados son sis- educación tiene importantes nexos indirectos con la felicidad debido
temáticamente más felices que las personas sin ataduras. Es difícil al aumento de la capacidad de ganar dinero, pero si mantenemos
que estas conclusiones sorprendan a la mayoría de los norteamerica- constantes los ingresos (así como la edad, el sexo y todo lo demás),
nos, pues la gente explica reiterativamente en todos los estudios que ¿cuál es la correlación marginal de la propia educación con la satis-
las buenas relaciones con los miembros de su familia, sus amigos o facción con la vida? En números redondos, la respuesta es que cuatro
sus compañeros sentimentales son requisito de su felicidad, más que años adicionales de estudios -por ejemplo, la asistencia a la universi-
el dinero o la fama. 19 La conclusión concreta más común a la que se dad- son el «equivalente en felicidad» de multiplicar más o menos
ha llegado tras medio siglo de investigación sobre los correlatos de la por dos nuestroS ingresos anuales.
satisfacción con la vida, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el Tras haber calculado en términos aproximados las correlaciones ~n­
mundo, es que el mejor método para predecir la felicidad de una per- tre el capital económico (ingresos), el capital humano (educación) y
sona consiste en conocer la amplitud y profundidad de sus vínculos una forma de capital social (matrimonio), y la satisfacción con la vida,
sociales. 2o podemos plantearnos ahora preguntas equivalentes sobre las correla-
Examinando varias de las preguntas de los archivos de encuestas de ciones entre la felicidad y diversas formas de interacción social. Pre-
DDS Needham Life Style podemos ver cómo se considera que el capi- guntemos qué ocurre con los miembros habituales de un club (los que
tal social es productor de sentimientos cálidos y difusos: acuden mensualmente), los voluntarios habituales (quienes realizan ta-
reas mensualmente), las personas que reciben con regularidad en sus
"Me gustaría dejar mi vida actual y hacer algo completamente distinto.» casas (pongamos una vez al mes) y quienes van con regularidad a la
«Me siento muy satisfecho con la marcha de las cosas en estos días de mi iglesia (por ejemplo, dos veces por semana). Las diferencias son sor-
vida.» prendentemente grandes. La asistencia regular a un club, el voluntaria-
«Si pudiera volver a vivir la vida, seguro que haría las cosas de manera dis- do, la recepción de invitados o la presencia en la iglesia son el equiva-
tinta.» lente en felicidad a obtener un título universitario o multiplicar los
"Soy mucho más feliz ahora que en cualquier otro momento anterior.» ingresos por más de dos. Los vínculos CÍvicos están a la altura del ma-
trimonio y la riqueza como elementos de predicción de una vida feliz. 2 )
Las respuestas a estos puntos están fuertemente correlacionadas, por Si las reuniones mensuales en el club son buenas, ¿lo serán treinta
lo que las he combinado en un único Índice de felicidad vital. En este veces más las reuniones diarias? La respuesta es que no. La figura 88
sentido, la felicidad se relaciona con el bienestar material. En térmi- nos muestra lo que los economistas podrían llamar «productividad
nos generales, a medida que se asciende en la jerarquía de ingresos, marginal decreciente" de la interacción social respecto a la felicidad.
aumenta la satisfacción con la vida. Así, el dinero sirve, a fin de cuen- Los mayores rendimientos de practicar el voluntariado, acudir al club
tas, para comprar felicidad. Pero no tanto como el matrimonio. Si y recibir invitados en casa parecen situarse entre «nunca» y «una vez
mantenemos constantes la educación, la edad, el sexo, el estado civil, al mes". Más allá de una reunión de club (o una fiesta, o un trabajo
los ingresos y el compromiso cívico, el ((efecto» marginal del matrimo- voluntario) cada tres semanas se gana poco en felicidad. A partir de
nio sobre la satisfacción con la vida equivale a ascender aproximada- encuentros bisemanales, la correlación marginal entre el trato social
mente setenta percentiles en la jerarquía de ingresos (por ejemplo, del adicional y felicidad es de hecho negativa, otra conclusión coinciden-
percentil quince al ochenta y cinco)." En números redondos, casarse te con la experiencia común. Por otra parte, ir a la iglesia es algo dis-
es el «(equivalente en felicidad» a multiplicar por cuatro nuestros in- tinto, ya que, al menos hasta el nivel de la asistencia semanal, cuanto
gresos anuales. u más se vaya más feliz se es.
45 2 nien. ¿y qué? Salud y felicidad 453

r---------"------------,
sido mayor entre los jóvenes y los adultos de edad mediana (de veinte
a cincuenta y cinco años). Las personas de más de cincuenta y cinco
-nuestros conocidos amigos de la larga generación cívica- son en rea-
lidad más felices que quienes tenían su edad hace una generación.'4
.......... PraC1lc~rof1 el
volurllanado Una parte de esta diferencia generacional se debe a preocupaciones
--0-- As'slIE.>ron monetarias: a pesar de una prosperidad creciente, las personas jóve-
a reunIones
de club nes o de edad mediana se sienten económicamente menos seguras.
-e- ReCibieron Pero otra parte de esa disparidad se debe también a la vinculación so-
InVlt~d(')s
cial. Sencillamente, los jóvenes y los adultos de edad mediana tienen
-:::>- fueron a I~
19les,a hoy menos probabilidades de invitar a amigos, ir a la iglesia o acudir
a reuniones de clubes que en generaciones anteriores. El psicólogo
Martin Seligman sostiene que el numero de quienes se sienten en baja
forma ha aumentado porque la sociedad moderna fomenta la creen-
cia en el control personal y la autonomía más que en el compromiso
10 10 30 40 lO 60
Numero de veces por año
con el deber y las actividades en común. Esta transformación aumen-
ta nuestras expectativas sobre lo que podemos lograr con decisión y
FIGURA 88: la vinculación social (al menos de forma moderada) agallas, y no nos prepara para afrontar los inevitables fracasos de la
fomenta la felicidad vida. Antes podíamos echar mano del capital social -las familias, las
iglesias, los amigos-, pero ahora este capital no es ya lo bastante im-
F....ste análisis aparece expuesto intencionadamente en números re- portante como para amortiguar nuestra caída. ¡5 En la vida personal
dondos, pues los cálculos que lo fundamentan son aproximativos. estamos pagando un precio importante por el cuarto de siglo de
Además, la dirección de la flecha causal es ambigua. Es posible que abandono del compromiso mutuo.
las personas felices tiendan más que las infelices a casarse, conseguir
aumentos de sueldo en el trabajo, no dejar los estudios, ir a la iglesia,
afiliarse a clubes, celebrar fiestas, etc. Mi propósito aquí es simple-
mente ¡lustrar el hecho de que las vinculaciones sociales mantienen
nexos profundos con el bienestar psicológico. Los Beatles dieron en el
clavo: todos «salimos adelante con un poco de ayuda de nuestros
amIgos».
En las décadas siguientes a la presencia de los Cuatro Magníficos
en la cabeza de las listas de discos más vendidos, la satisfacción de los
norteamericanos adultos con la vida empezó a decaer. Alrededor de
la mitad de ese descenso en la satisfacción está asociado a preocupa-
ciones económicas, y la otra mitad al declive del capital social: menos
índices de matrimonio y un descenso en la vinculación con los amigos
y la comunidad. No todos los sectores de la población son igualmen-
te pesimistas. Ciertos datos de encuestas muestran que la caída ha
454 Democracia 455

existieran los gobiernos de distrito jeffersonianos, la actividad cívica


local de los norteamericanos era un instrumento al servicio de su co-
Capítulo 21 munidad democrática nacional. Tocqueville observaba:

Democracia Es difícil sacar a un hombre de su círculo para interesarlo por el destino del
Estado, pues carece de una comprensión clara de la influencia que ese destino
puede tener sohre su suerte personal. Pero ante la propuest<J de que una carrc-
Se dice que el dramaturgo Osear Wilde hizo la siguiente reflexión: tera cruce los límites de su territorio estatal, constatará de un vistazo la exis-
«Lo malo del socialismo es que requeriría demasiadas veladas».' Así tencia de una vinculación entre el pequeño asunto púhlico y sus máximos in-
es, pero ¿cuántas veladas requiere la democracia liberal? Durante si- tereses privados, y descubrirá sin que nadie se lo muestre el esrrecho lazo que
glos se ha considerado una verdad de Perogrullo que el autogobierno une el interés particular con el general. 4
democrático requiere una ciudadanía activamente comprometida.
(Sólo a mediados del siglo xx algún politólogo comenzó a afirmar El filósofo político británico John Stuart Mili elogió los efectos de la
que para una buena ciudadanía bastaba simplemente elegir entre democracia participativa sobre el carácter. Si el ciudadano no partici-
equipos de políticos antagonistas en la cabina electoral, como se po- pa en la vida pública, escribía Mili, «nunca pensará en intereses co-
dría elegir entre marcas rivales de pasta de dientes.)' En este capítulo lectivos o en objetivos que alcanzar junto con otros, sino sólo en com-
voy a considerar tanto la afirmación convencional de que la salud de petir con ellos, y en cierta medida a sus expensas [... J Por tanto, un
la democracia norteamericana exige a los ciudadanos cumplir con sus vecino que no sea aliado o asociado será sólo un rival, pues nunca es-
deberes públicos, como la más amplia y controvertida de que la salud tará comprometido en ninguna empresa común para la obtención de
de nuestras instituciones públicas depende, al menos en parte, de una un provecho conjunto». En cambio, al ciudadano comprometido «se
participación amplia en grupos de voluntariado privados, esa clase de le invita a [... ] sopesar intereses que no son suyos; a guiarse, en caso
redes de compromiso cívico que encarnan el capital social. de derechos en conflicto, por una regla que no es la de su propia par-
El ideal de la democracia participativa tiene hondas raíces en la filo- cialidad [... J Se ve obligado a sentirse un miembro de la población y a
sofía política norteamericana. Cuando nuestro experimento democrá- pensar que lo que redunda en beneficio de ésta redunda también en el
tico se hallaba aún en su infancia, Thomas Jefferson propuso enmen- suyO».5
dar la Constitución para facilitar una democracia de base. En una El eminente filósofo progresista John Dewey tuvo que lidiar con un
carta escrita en 1816 sugirió «dividir los condados en distritos electo- enigma que sigue siendo actual hoy en día: cómo reconciliar la socie-
rales de un tamaño tal que permita a todos los ciudadanos asistir y ac- dad moderna, extensa y tecnológicamente avanzada, con las exigen-
tuar en persona cuando sean convocados». Los gobiernos de distrito cias de la democracia. «La fraternidad, la libertad y la igualdad aisla-
se encargarían de todo, desde la gestión de las escuelas hasta la aten- das de la vida comunal son abstracciones inútiles [... J La democracia
ción a los pobres, la actuación de la policía y del ejército y el manteni- debe comenzar en casa, y esa casa es la comunidad de los vecinos.»
miento de las vías públicas. Jefierson creía que .. hacer de cada ciuda- .. Sólo en las asociaciones locales y de relación personal -añade Ro-
dano un miembro activo del gobierno en los puestos que les resultaran bert Westbrook, biógrafo de Dewey- pueden los miembros de un pú-
más próximos e interesantes los vincularía con más fuerte sentimiento blico dialogar con sus compañeros, yesos diálogos son cruciales para
a la independencia de su país y a su Constitución republicana --..' la formación y organización del público.--'
Al visitar las tierras norteamericanas una década después, Alexis de Sin embargo, muchos de los padres fundadores de Estados Unidos
TocqueviJle hizo una observación similar al afirmar que aunque no no sentían gran estima por las asociaciones voluntarias. Es bien sabi-
Bien, ¿y qué? Democracia 457

do que se opusieron a los partidos políticos y los comités políticos lo- aumenta su celo. Las asociaciones aúnan las energías de las mentes que di-
cales, así como a cualquier otro grupo cuyos miembros pudieran vergen y las dirigen con vigor hacia una meta claramente indicada. lO
unirse para amenazar la estabilidad política. James Madison llamaba
a los grupos organizados en torno a algún interés o pasión particular Cuando las personas se asocian en grupos de barrio, asociaciones de
«facciones calamitosas», cuya presencia debía tolerarse en nombre de padres y profesores, partidos políticos o incluso grupos nacionales
la libertad, pero cuyos efectos había que controlar.' El temor de Ma- de defensa de intereses, sus voces individuales, y en otras circunstan-
dison, que encuentra ecos entre los actuales críticos de los grupos de cias silenciosas, se multiplican y amplifican. «Sin el acceso a una aso-
presión y de intereses particulares presentes en Washington, era que ciación dispuesta y capaz de hablar en favor de nuestras ideas y valo-
los representantes electos, influidos por esas «facciones», sacrificaran res -escribe la filósofa política Amy Gutmann- nuestra posibilidad
el bien general en provecho de proyectos que beneficiaran a unos po- de ser oídos por muchas otras personas o influir en el proceso político
cos. En su historia general de la vida cívica norteamericana, Michael son muy limitadas, si no se da la circunstancia de que seamos ricos o
Schudson concluye que los fundadores «no compartían, ni de lejos, famosos.»ll Para ser eficaz, la vinculación entre ciudadanos no re-
una visión pluralista, pues se sentían apegados a las ideas de consen- quiere instituciones formales. Según un estudio del movimiento de-
so, propiedad, virtud y deferencia, que les parecían algo natural».8 mocrático en Alemania del Este antes de la caída del muro de Berlín,
Según veremos un poco más adelante, las preocupaciones de los fun- el reclutamiento se realizaba a través de redes de amistad, y esos lazos
dadores respecto a las «facciones calamitosas» han vuelto a aparecer informales tenían más importancia para determinar quién se unía a la
en el actual debate sobre capital social y democracia. causa que el compromiso ideológico, el temor a la represión () las
Haciéndose eco de las observaciones de Tocqueville, muchos estu- campañas de organización formal.1:z.
diosos contemporáneos de la democracia han acabado encomiando Desde el punto de vista interno, las asociaciones y redes de compro-
las asociaciones «mediadoras» o «intermediarias», tanto si su carác- miso cívico menos formales inculcan en sus miembros hábitos de co-
ter político es premeditado como si es indirecto, pues las consideran operación y sentimientos públicos, así como las destrezas prácticas
fundamentales para mantener una democracia vigorosa. 9 Las aSOCia-r. necesarias para participar en la vida pública. Tocqueville observaba
ciones voluntarias y las redes sociales de la sociedad civil que hemos que «los sentimientos y las ideas se renuevan, el corazón se ensancha
llamado «capital social» contribuyen a la democracia de dos maneras c< y la comprensión se desarrolla únicamente por la acción recíproca en-
diferentes: tienen efectos "externos» sobre el sistema de gobierno en tre las personas».13 En un sentido profiláctico, los lazos comunitarios
sentido amplio, y efectos «internos» sobre los propios implicados. impiden a la gente ser presa de grupos extremistas que escogen por
En un sentido externo, las asociaciones voluntarias -de las iglesias i blanco a los individuos aislados y desvinculados. Según estudios de
y sociedades profesionales a los clubes de Elks y grupos de lectura- ~ ¡ psicología política realizados a lo largo de los últimos cuarenta años,
permiten a los individuos exponer al gobierno sus intereses y deman- i, «las personas separadas de la comunidad, el trabajo y las asociacio-
das, y protegerse contra los abusos de poder de sus dirigentes políti- nes son los primeros y principales defensores del extremismo». [4
cos. La información política fluye a través de las redes sociales, y en Dicho de manera más positiva, las asociaciones voluntarias son lu-
ellas se debate la vida pública. Al igual que en otras muchas ocasio- gares donde se aprenden habilidades sociales y cívicas, son «escuelas
nes, Tocqueville percibió este asunto claramente: de democracia». Sus miembros aprenden a dirigir reuniones, hablar
en público, escribir cartas, organizar proyectos y debatir con civis-
Cuando una opinión está representada por una asociación, se ve obligada a mo asuntos públicos.' 5 La descripción dada por William Muraskin
adquirir una forma más clara y precisa. Cuenta a las personas que la apoyan de los efectos de la Prinee Hall Masonry sobre las destrezas cívicas de
y las implica en su causa; sus seguidores se conocen entre sí, y su número los afroamericanos tiene aplicaciones mucho más amplias:
Bien, ¿y qué? Democracia 459

intereses étnicos en programas escolares y en departamentos del go~


La masonería como institución se ha preocupado por [... ] inculcar funciones bierno, está ampliando efectivamente el círculo de participantes. l l
de liderazgo en sus afiliados y formarlos en ellas. A través de la fraternidad, Las asociaciones voluntarias pueden servir no sólo como foros de \
sus miembros han aprendido a realizar muchas funciones sociales burguesas deliberación, sino también como oportunidad de aprendizaje de vir-
para las que no tenían ninguna experiencia anterior, o sólo una experiencia tudes cívicas, comola participación activa en la vida pública. 'J Según
limitada. Al enseñar esas funciones y promover una palestra en la que poner~ un estudio de seguimiento de alumnos de último curso de bachillera-
las en práctica, la masonería ha contribuido a cristalizar en la práctica las po~ to, aquellos que participaban en asociaciones voluntarias en el cole-
sihilidades de liderazgo de sus miembros. In gio tenían más probabilidades de tomar parte en campañas políticas
y debatir asuntos públicos dos años después de su graduación, al
Según el estudio más sistemático sobre las destrezas cívicas en los Es~ margen de su clase social, nivel académico, situación familiar y auto~
tados Unidos de hoy, las asociaciones voluntarias y las iglesias ofre- estima." Otra virtud cívica es la de la confianza. Un gran número de~­
cen a la clase obrera norteamericana las mejores oportunidades de investiga~iones indica que cuando la gente mantiene relaciones reite~
formación de tales destrezas; e incluso en el caso de los profesionales, radas, tiende mucho menos a escurrir el bulto y trampear. 25 Una ter~ 1
esos grupos sólo van a la zaga del puesto de trabaJO como lugares de cera virtud cívica adquirida mediante la vinculación social es la reci-
aprendizaje cívico. Dos tercios o más de los miembros de organiza- pr()ci-<la.!:l. Según vimos repetidamente en el capítulo 7, cuanto mayor
ciones religiosas, literarias, juveniles, de servicios y fraternales eierci~ -e~ el compromiso cívico de las personas (desde reuniones de club has-
taron destrezas cívicas como las de hacer una presentación o dirigir ta picnics promovidos por la iglesia y reuniones informales con ami~
una reunión. 17 Las iglesias en particular son algunas de las pocas ins- gas), mayores son sus probabilidades de que se muestren interesadas
tituciones esenciales que quedan en [as yue ciudadanos de cualquier por los demás en general, de que practiquen el voluntariado, donen
raza con ingresos bajos, pertenecientes a minorías y desfavorecidos sangre, realicen aportaciones caritativas, etc. Para los politólogos, la
pueden aprender hahilidades políticamente significativas y ser enro- reciprocidad tiene además otro significado: la buena disposición en-
lados para la acción política.l~ La consecuencia es de importancia tre partes contrarias a ponerse de acuerdo sobre las reglas básicas
fundamental para cualquiera que considere válida la democracia para llegar a un compromiso tras haber debatido suficientemente, in-
igualitaria: sin esas instituciones, las diferencias de clase en la política cluso (o en especial) cuando no coincidan respecto a lo que se debe
norteamericana serían mucho mayores. 19 hacer. 26 Los contactos regulares con mis conciudadanos no garantiza-
De la misma manera que las asociaciones inculcan hábitos demo- rán que yo sea capaz de ponerme en su lugar, pero el aislamiento so-
cráticos, sirven también de foros para deliberar reflexivamente so- cial será una garantía práctica de que no vaya serlo.
bre cuestiones públicas vitales. Los politólogos han vuelto a dirigir Por otra parte, un buen número de críticas razonables han suscitado
últimamente su atención hacia las promesas y escollos de la "demo- dudas sobre si las asociaciones voluntarias son necesariamente buenas
cracia deliberativ3».lO Algunos mantienen que las asociaciones vo- para la democracia." Es una obviedad que algunos grupos son abier-
luntarias mejoran la deliberación sobre todo cuando constituyen tamente antidemocráticos: el Ku Klux Klan es el ejemplo universal-
microcosmos de la nación desde puntos de vista económicos, étni- mente aducido. Ningún teórico sensato ha afirmado jamás que cual-
cos y religiosos." Otros aducen que incluso las organizaciones ho- quier grupo contribuya a fomentar los valores democráticos. Pero
mogéneas pueden fomentar la democracia deliberativa al hacer que aunque limitemos nuestra atención a los grupos que actúan dentro de
las interacciones públicas sean menos discriminatorias. Cuando al- las normas de la democracia, existe la preocupación común de que las
gún grupo minoritario presiona, por ejemplo, a favor de una nor- asociaciones -o los grupos de intereses- distorsionen la toma de deci-
mativa contraria a la discriminación y de la inclusión obligatoria de sión de los gobiernos. Desde la obra End of Liberalism, escrita por
DemocraCIa
R/('n, ¿y qué?

Theodore Lowi en la década de 196o, hasta Demosclerosls, publicada varias repercusiones importantes. En primer lugar, las organizaci~)~es
por ]onathan Rauch en la de '990, los críticos del pluralismo norte- voluntarias ideológicamente homogéneas podrían reforzar las opmlo-
americano han sostenido que las peticiones constantes y contrapuestas nes de sus miembros y aislarlos de otras que pudieran ilustrarles." En
de grupos de presión cada vez más especializados han paralizado in- algunos casos, esa actitud cerrada podría alimentar actitudes para-
cluso a hombres públicos bien intencionados, y ahogado esfuerzos por noicas y obstruccionistas. En un universo polarizado de grupos ~o­
eliminar o mejorar programas gubernamentales ineficaces. 28 Esta que- luntarios es casi imposible una deliberac.ión razonable y una negoCIa-
ja nos recuerda el lamento expresado por Madison, según el cual la ca- ción para llegar a un compromiso mutuO aceptable, pues cada una de
lamidad de las "facciones» saldría beneficiada a expensas del bien co- las partes se niega «por principio» a ceder terreno. Además, la po.lan-
mún. En contra del ideal de los pluralistas, para quienes la negociación zación política podría incrementar el escepticismo sobre la capaCIdad
entre grupos diversos conduce a un bien más grande para un número del gobierno para resolver problemas, y disminuir la confianza en
mayor de personas, acabaríamos teniendo, en cambio, los mayores ca- que el compromiso cívico suponga alguna diferencia. J3 .

prichos para un número de personas menor, pero mejor organizado. Se trata de preocupaciones serias. Las asociaciones volunt~f1as n~
Una segunda preocupación es que los lazos asociativos benefician a son buenas siempre y en todas partes. Pueden reforzar tendenCIas antl-
quienes están mejor equipados, por naturaleza o por las circunstan- liberales; y pueden ser objeto de abuso por parte de fuerzas antide-
cias, para organizarse y hacer oír su voz. Las personas con estudios, mocráticas. Además, no todos cuantoS participan en ellas acabaran
dinero, rango social y vínculos estrechos con los demás miembros de siendo mejores personas: algunos de los que se adhieren a grupos de
su comunidad de intereses tendrán muchas más posibilidades de be- autoayuda, por ejemplo, aprenderán a ser compasivos y cooperati-
neficiarse políticamente en situación de pluralismo que los no educa- vos, mientras que otros se volverán más narcisistas. En ~alabras. d~ la
dos, los pobres y los desvinculados." En palabras ya empleadas por I politóloga Nancy Rosenblum: "La utilización de la VIda asoCIativa
i--
nosotros, el capital social se refuerza a sí mismo y beneficia sobre
todo a quienes ya poseen un fondo con el que comerciar. Mientras el
por sus miembros es indefinida en cuanto a su morahdad».34
Los grupos voluntarios no son una panacea para los males que
aquejan a nuestra democracia. y la falta de capital social :-normas,
1A
asociacionismo esté determinado por la clase, tal como indican prác-
ticamente todos los estudios,-~o la democracia pluralista no podrá lle- confianza, redes asociativas- no elimina la política. Pero sm ~apltal
gar a ser igualitaria. Citando las famosas palabras del politólogo E. E. social es más probable que la política que tengamos sea de un tipo de-
Schattschneider: "El fallo del paraíso pluralista es que el coro celes- terminado. La democracia norteamericana evolucionó históricamente
tial canta con un fuerte acento de clase alta».-;! en un medio insólitamente rico en capital social, y muchas de nuestras
Finalmente, los críticos del pluralismo han insinuado que puede instituciones y prácticas -como el grado poco corriente de descentrali-
provocar polarización y cinismo políticos. Los politólogos preocupa- zación de los procesos gubernativos en comparación con los de otros
dos por la decadencia de los partidos políticos de masas como fuerzas países industrializados- constituyen adaptaciones a ese m~dio. Como
de organización de la política sostienen que la política ciudadana de una planta afectada inesperadamente por un cambIO cllmatlco, nues-
grupo es casi por naturaleza extremista, pues las personas con opi- traS prácticas políticas tendrían que cambiar si el capital social dismI-
niones muy firmes tienden a ser líderes y activistas. De hecho, según nuyera de forma permanente. ¿Cómo podría funcionar el SIstema de
datos de los archivos de Roper Social and Political Trends, el extre- gobierno norteamericano en unas condiciones de mucho menor capI-
mismo ideológico y la participación cívica están relacionados aun- tal social y compromiso cívico?
que, según veremos dentro de poco, resulta que este hecho tien~ con- Una política sin socialización ni organización directa podría adop-
secuencias inesperadas para nuestro actual problema. tar la forma de ayuntamiento electrónico al estilo de Ross Perot, una
Si la participación y el extremismo están ligados entre sí, se darán especie de democracia plebiscitaria. Se escucharían muchas opinio-
Bien. ¿y qué? Democracia

nes, pero sólo como un revoltijo de voces desencarnadas que no esta- demográficas normales -ingresos, estudios, tamaño de la ciudad, re-
rían recíprocamente comprometidas ni ofrecerían una buena guía a gión, edad, sexo, raza, profesión y estado civil y familiar-, los norte-
quienes deben tomar las decisiones. Entre una política basada en la americanos que se califican de «muy) liberales o «muy» conservado-
televisión y la acción política existe la misma relación que entre ver res tienden más a acudir a reuniones públicas, escribir al Congreso,
Urgencias y salvar a alguien en apuros. De la misma manera que no participar activamente en organizaciones cívicas y hasta asistir a la
se puede hacer que un corazón lata de nuevo con el mando a distan- iglesia que sus conciudadanos con opiniones más moderadas. Ade-
cia, tampoco se puede lograr que arranque una ciudadanía republica- más esta correlación entre «extremismo» ideológico y participación
na sin una participación directa, cara a cara. La ciudadanía no es un se h~ reforzado a lo largo del último cuarto del siglo xx, en que las
d!'porte de espectadore~ personas que se consideran ideológicamente '<gente corriente» han
La política sin capital social es una política a distancia. No se pueden desaparecido de las reuniones públicas, las organizaciones locales, los
atribuir responsabilidades a las conversaciones entre quienes llaman a partidos políticos, las concentraciones y otras actividades similares
un estudio de Dalias o Nueva York, pues estos «participantes» no ne- por encima de lo que proporcionalmente les correspondía. l '
cesitan enfrentarse nunca de manera significativa a opiniones contra- En la década de I990 la posibilidad de que aquellos que se califica-
rias, y aprender por tanto de ese enfrentamiento. Las conversaciones ban de gente corriente participaran en reuniones públicas, organiza-
reales -del tipo de las mantenidas en las reuniones comunitarias sobre ciones cívicas locales y partidos políticos era de la mitad aproxima-
los lugares donde se vende crack o los presupuestos escolares- son más damente que a mediados de la década de I970. La participación de
«realistas» desde la perspectiva de la resolución de problemas demo- quienes se definían como liberales o conservadores «moderados») des-
cráticos. Sin esa interacción cara a cara, sin una reacción inmediata, si cendió en torIlO a un tercio. El menor declivc -mcnos de un quinto- se
no nos sentimos forzados a examinar nuestras opiniones a la luz del dio entre personas que se definían coma <'muy» liberales o «muy»)
juicio de otros ciudadanos, nos resultará más fácil llegar a arreglos conservadoras. Escribir a un periódico o al Congreso, o pronunciar un
apresurados y demonizar a quienes no estén de acuerdo. El anonimato discurso fueron actividades que descendieron un mero 2 % entre per-
es fundamentalmente execrable para la deliberación. sonas que se declaraban «muy» liberales o conservadoras, en torno a
Si decae la participación en la deliberación política -si las voces un 150/0 entre quienes se calificaban de «moderadamente» liberales o
participantes en el debate democrático son cada vez menos-, nuestra conservadores y alrededor de un 30 % entre quienes se definían como
política será más estridente y menos equilibrada. Cuando la mayoría '<gente corriente»)7
de la gente eluda acudir a reuniones, quienes sigan acudiendo tende- Curiosamente, cada vez son más los norteamericanos que califican
rán a ser más extremistas, pues se preocuparán más por el resultado. sus opiniones políticas de corrientes o moderadas; pero los extremos
El politólogo Morris Fiorina cuenta, por ejemplo, cómo una propues- más polarizados del abanico ideológico representan una parte cada
ta generalmente bien aceptada para ampliar una reserva natural en vez mayor de quienes acuden a reuniones, escriben cartas, trabajan
Concord (Massachusetts), donde él vivía, acabó empantanándose en comités, etc. Las opiniones más extremistas han ido imponiéndo-
en una controversia prolongada y costosa perpetuada por un grupo se en la vida cívica norteamericana de la gente normal al haber opta-
minúsculo de ecologistas «ortodoxos)))5 do por el silencio otras voces más moderadas. En ese sentido, el aban-
Las encuestas de Roper Social and Political Trends muestran que la dono del compromiso cívico está exacerbando el problema clásico de
situación vivida por Fiorina es una experiencia típica: los norteame- las «facciones" que preocupaba a los padres fundadores.
ricanos que se sitúan en los extremos políticos están más compro- El compromiso psicológico es tan importante como el real. El capi-
metidos con la vida cívica, mientras que los moderados han tendido tal social es también aquí un factor clave. Hay encuestas que mues-
a abandonarla. Si mantenemos constantes todas las características tran que la mayor parte de nuestras discusiones políticas se producen
Democracia

de manera informal en la sobremesa o junto al dispensador de agua raciales, etc., sería un asunto de simple división del trabajo. «No es la
fresca de la oficina. Nos enteramos de cuestiones políticas por con- democracia de Tocqueville -admite Michael Schudson-, pero esas
versaciones informales. Alguien me dice lo que ha oído y lo que pien- organizaciones podrían representar un uso muy eficiente de la ener-
sa, y lo que han oído y piensan sus amigos, y yo introduzco esa nueva gía cívica. El ciudadano que se afiliase a ellas podría conseguir igual
información en mi base de datos mental al tiempo que sopeso y reviso rentabilidad cívica con menos complicaciones personales. Esto es así
mi postura sobre alguna cuestión. En un mundo de redes cívicas tan- sobre todo si concebimos la política como un conjunto de medidas
to formales como informales, nuestras opiniones se forman por los públicas. El ciudadano podría influir en el gobierno de manera más
intercambios con amigos y vecinos. El capital social permite la difu- -7< satisfactoria afiliándose anualmente al Sierra Club o la National Rifle
sión de la información políticaY¡ - Association que asistiendo a los almuerzos locales de su club.»4 0 Para
Sin embargo, según han señalado los politólogos Cathy J. Cohen y algunos intelectuales, la ciudadanía por delegación tiene cierto en-
Michael C. Dawson, estas redes informales no están a disposición de canto. 41
cualquiera. Los afroamericanos que viven en bolsas de pobreza de los Pero si nuestra concepción de la política y la democracia es más am-
centros de las ciudades norteamericanas padecen no sólo carencias plia que una defensa de intereses estrechos, el enorme auge de las or-
económicas, sino también una escasez de información y posibilidades ganizaciones con oficina central en Washington, profesionalizadas y
políticas. Según su estudio de los barrios de Detroit donde se concen- dirigidas por un equipo, quizá no sea tan satisfactorio, ya que esos al-
tra la pobreza, los propios residentes que no viven en la indigencia muerzos locales eran el lugar donde se ponían a punto las destrezas
tienden mucho menos a ir a la iglesia, pertenecer a alguna organiza- cívicas y se producía una auténtica deliberación de toma y daca. Se-
ción voluntaria, acudir a reuniones públicas y hablar de política que gún expone Theda Skocpol:
otras personas similares en barrios más favorecidos,39 Las personas
que viven en barrios muy pobres se sienten desconectadas de sus re- En los Estados Unidos del civismo ciásico, millones de hombres y mujeres
presentantes políticos y consideran inútil el compromiso político y corrientes podían interactuar unos con otros, participar en grupos aliado de
comunitario. Esta apatía distante refleja también el hecho de que los los más privilegiados e influir tanto en los asuntos comunitarios como en los
barrios de los centros de las ciudades suelen carecer de instituciones nacionales [ ... 1Últimamente ese antiguo país cívico ha sido eludido y arrin-
que movilicen a los ciudadanos para la acción política. En otras pala- conado por una pandilla de grupos de defensa de intereses dominados por
bras, la gente no participa porque no se la moviliza, y al no ser movi- profesionales y por instituciones sin ánimo de lucro que en raras ocasiones
lizada nunca puede saborear los frutos de la participación. cuentan con una afiliación digna de tal nombre. En este proceso se han pues-
Pero pudiera ser que la movilización directa no fuese necesaria para to en peligro ciertas ideas de ciudadanía compartida y ciertas posibilidades
una democracia eficiente. Según este razonamiento, bastaría con que de influencia democrática. 4 2.
ciertos grandes grupos nacionales de afiliación, como la American
Association of Retired Persons, la Audubon Society y la NAACP, re- Pe ter Skerry ha mantenido que las grandes organizaciones con afilia-
presentaran los intereses del conjunto difuso de sus afiliados. De la ción nacional tienden a estar dominadas no por lo que aportan los so-
misma manera que usted y yo contratamos a un mecánico para que cios -que en definitiva suele reducirse a un cheque enviado para el
nos repare el coche y a unos financieros para que nos administren pago de la cuota-, sino por el equipo de las oficinas centrales. Estas
nuestra fortuna, así también, se podría aducir, contratar a la AARP personas se ven empujadas inevitablemente a satisfacer los deseos de
para que defienda nuestros intereses como futuros jubilados, a la Au- sus principales patronos: individuos adinerados, fundaciones y hasta
dubon Society para que represente nuestras opiniones ecologistas y a departamentos gubernamentales que financian indirectamente a mu-
la NAACP para que defienda nuestras simpatías respecto a cuestiones chas de ellas. Como los miembros de las organizaciones voluntarias
Ru,tI, ¿y qué? Democracia

están geográficamente dispersos, esas organizaciones tienden tam- planta midiendo el crecimiento de semillas genéticamente idénticas
bién a depender de estrategias propias de los medios de comunicación sembradas en parcelas diferentes, procuramos entender los logros de
para imponer sus planes. Esas estrategias, utilizadas para generar los gobiernos estudiando cómo evolucionaban aquellas nuevas insti-
más aportaciones económicas, suelen hacer hincapié en las amenazas tuciones en sus diversos marcos. Tal como habíamos esperado, algu-
de los «enemigos» del grupo, y de paso ofrecen una política de parti- nos de los nuevos gobiernos resultaron ser un fracaso descorazonador:
dismo y confrontación, más que de debate razonado.4.' ineficaces, adormilados y corruptos. Otros, sin embargo, tuvieron un
Hay otra explicación para el hecho de que las grandes organizacio- éxito notable y crearon programas innovadores de atención diurna y
nes «terciarias» no puedan sustituir a las formas más personales de centros de formación profesional, fomentaron la inversión y el des-
compromiso político: la mayor parte de la toma de decisiones políticas arrollo económico, y promovieron normas medioambientales y clíni-
no tiene lugar en Washington. Por tanto, para ser eficaz la actividad cas familiares, gestionando los asuntos públicos con eficacia y satisfa-
política no debería limitarse a enviar por correo las cuotas a un grupo ciendo a sus electores.
de interés afincado en la Beltway. El economista James T. Hamilton ¿Cuál podría ser la explicación de esas fuertes diferencias en cuanto a
descubrió, por ejemplo, que en los barrios donde la gente era propieta- calidad de gobierno? Algunas respuestas aparentemente obvias resulta-
ria de su vivienda y votaba solía haber menos vertederos de residuos ron ajenas a la cuestión. La organización gubernamental era dema-
peligrosos que en los barrios donde la gente vivía en alquiler y votaba siado similar entre las diversas regiones como para explicar la discre-
en raras ocasiones (manteniendo constantes los demás factores). Su pancia de resultados. La política partidista o la ideología no suponían
conclusión fue que en el momento de decidir dónde ubicarse, las em- grandes diferencias. La riqueza y la prosperidad no tenían ningún
presas de recogida de basuras peligrosas procuraban elegir lugares en efecto directo. La estabilidad social, la armonía política o los movi-
los que podían esperar la menor oposición organizada posible.44 De mientos demográficos no eran la clave. Ninguno de esos factores
este modo, la pérdida de compromiso cívico en el plano local socava el guardaba relación con un buen gobierno, tal como habíamos previsto
poder del barrio. La afirmación contraria es también cierta, pues la que ocurriera. En cambio, el mejor predictor fue otro que podría ha-¡
pérdida de compromiso y de poder son dos caras de la misma moneda. ber esperado Alexis de Tocqueville. Los distintivos de una región de 'f.
éxito fueron unas tradiciones fuertes de compromiso cívico: partici-
El capital social afecta no sólo a lo que llega a la política, sino tam- pación electoral, lectura de periódicos, afiliación a sociedades corales
bién a lo que sale de ella. La mejor ilustración del poderoso efecto del y círculos literarios, Lions Clubs y clubes de fútbol.
compromiso cívico sobre el funcionamiento del gobierno no la en- Algunas regiones italianas, como Emilia-Romagna y Toscana, cuen-
contramos en Estados Unidos, sino en una investigación realizada tan con numerosas organizaciones comunitarias activas. Lo que lleva-
por varios colegas míos y por mí sobre el tema aparentemente arcano ba a comprometerse a los ciudadanos de esas regiones eran los asun-
del gobierno regional en Italia." tos públicos, no el patrocinio. Todos confiaban en que los demás
A partir de 1970 los italianos establecieron en toda la nación un actuarían con justicia y obedecerían la ley. Los dirigentes de esas co-
conjunto de gobiernos regionales potencialmente poderosos. Aque- munidades son relativamente honrados y se sienten comprometidos
llas veinte nuevas instituciones eran prácticamente idénticas en cuan- con la causa de la igualdad. Las redes sociales y políticas están organi-
to a su forma, pero las circunstancias sociales, económicas, políticas zadas horizontal, no jerárquicamente. Estas «comunidades cívicas»
y culturales en que se implantaron diferían enormemente, e iban de lo valoran la solidaridad, la participación cívica y la integridad. Y en
preindustrial a lo postindustrial, de un catolicismo devoto a un fervo- ellas funciona la democracia.
roso comunismo, de la inercia feudal al frenesí de la modernidad. De En el otro extremo se hallan las regiones «incívicas», como Cala-
la misma manera que un botánico investigaría el desarrollo de una bria y Sicilia, acertadamente caracterizadas por el término francés de
• +
• l.:

Bien, ¿y qué? Democracia

incivisme. En ellas el concepto mismo de ciudadanía .es una noción unas bases morales sobre las que fundamentar nuevas actividades co-
atrofiada. La participación en asociaciones sociales y culturales es operativas. Los gobiernos sensibles trabajan con mayor eficacia en
exigua. Desde el punto de vista de los habitantes, los asuntos públicos presencia de un capital social. La policía soluciona más casos cuando
son cosa de otros -de los notabili, los jefes o los políticos-, pero no los ciudadanos controlan las idas y venidas en su barrio. Los departa-
suya. Casi todos están de acuerdo en que las leyes están hechas para mentos de atención infantil realizan un trabajo mejor de "protección
ser violadas, pero al temer a la ilegalidad de los demás, todos exigen de la familia .. cuando vecinos y parientes ofrecen apoyo social a los
una disciplina más rigurosa. Atrapados en estos círculos viciosos en- padres con problemas. Las escuelas públicas enseñan mejor cuando
trelazados, casi todos se sienten impotentes, explotados e infelices. los padres realizan tareas de voluntariado en las aulas y se aseguran
Apenas sorprende que el gohierno representativo sea aquí mellos efi- de que los chicos hagan los deberes. Cuando falta la participación co-
caz que en comunidades más cívicas. munitaria, las cargas que recaen sobre los empleados del gobierno
Las raíces históricas de la comunidad cívica son asombrosamente ) -burócratas, trabajadores sociales, profesores, etc.- son mucho ma-
profundas. Ciertas tradiciones perdurables de participación cívica y yores, y los éxitos mucho menos palpables.
solidaridad social se pueden remontar a casi un milenio, hasta el si- }-t. Las tradiciones cívicas parecen importar también en Estados Uni-
glo XI, cuando se instituyeron repúblicas comunales en lugares como dos. Tal como expliqué brevemente en el capítulo 16, el politólogo
Florencia, Bolonia y Génova, exactamente las comunidades que go- Daniel Elazar realizó en la década de 1950 un estudio pionero de las
zan actualmente de un compromiso cívico y un gobierno eficaz. En el «culturas políticas)) de Estados Unidos.4 6 Según su conclusión, había
núcleo de este legado cívico hay unas redes ricas de reciprocidad or- en el país tres culturas: una «tradicionalista») en el sur; otra «indi-
ganizada y solidaridad cívica: gremios, hermandades religiosas y so- vidualista» en los estados del Atlántico medio y del oeste, y otra
ciedades de torres para la autodefensa en los municipios medievales, «moralista» centrada en el nordeste, en el norte del medio oeste yel
cooperativas, sociedades de ayuda mutua, asociaciones de barrio y noroeste de la costa del Pacífico. Sorprendentemente, el mapa polí-
sociedades corales en el siglo xx. tico-cultural de Elazar se parece mucho a la distribución del capital
El compromiso cívico es importante tanto para la demanda como social trazado en la figura 80. Los estados tradicionalistas, donde la
para la oferta de gobierno. En diado de la demanda, los ciudadanos política suele estar dominada por élites opuestas a la innovación, son
de las comunidades cívicas esperan un gobierno mejor, y lo consiguen también los que acostumbran a tener menos capital social. Los esta-
(gracias en parte a sus propios esfuerzos). Según vimos anteriormente dos individualistas, donde la política está dirigida por partidos fuertes
en el estudio sobre los residuos peligrosos, si los encargados de tomar y políticos profesionales, y se centra en el crecimiento económico,
decisiones esperan que los ciudadanos les rindan cuentas desde el suelen tener niveles modestos de capital social. Los estados moralis-
punto de vista político, tenderán más a moderar sus peores impulsos tas -en los que se premia un «buen gobierno»), unas campañas cen-
antes de enfrentarse a las protestas públicas. En el lado de la oferta, el tradas en asuntos importantes y la innovación social- suelen tener ni-
funcionamiento del gobierno representativo se ve facilitado por la in- veles de capital social comparativamente elevados. La correlación -i
fraestructura social de las comunidades cívicas y por los valores de- entre el índice político-cultural deducido del estudio de Elazar'? y
mocráticos tanto de los funcionarios como de los ciudadanos. En el nuestro índice de capital social es asombrosamente amplia."
lenguaje de la economía, el capital social reduce los costes transaccio- Entonces, ¿las tradiciones cívicas predicen también el carácter de
nales y los dilemas propios de la recaudación de impuestos. Cuando los gobiernos en Estados Unidos? Según algunos estudios sugeren-
las personas se conocen unas a otras, se relacionan cada semana en tes, los estados «moralistas»), ricos en capital social, tienden a ser ex-
los ensayos del coro o en competiciones deportivas, y confían mutua- cepcionalmente innovadores en cuanto a las medidas públicas y a
mente en que su comportamiento será honrado, tienen un modelo y tener sistemas de ascenso por méritos en la contratación de los emplea-
47° Bien., ¿y qué? Democracia 47 1

dos públicos. En estos estados la política está más orientada hacia los No obstante, na todos se sienten igualmente desilusionados. En
asuntos de interés, se centra más en los servicios sociales y educati- aquellos estados cuyos ciudadanos consideran a los demás funda-
vos, y es visiblemente menos corrupta. Hay estudios preliminares se- mentalmente honestos, el cumplimiento de las obligacIOnes Ílscales es
gún los cuales los estados con un alto nivel de capital social apoyan superior al de los estados con poco capital social (véase figura 89)· Si
gobiernos más eficaces e innovadores. 4 ,-) tenemos en cuenta las diferencias entre estados en cuanto a capital SO~
De acuerdo con ciertas investigaciones, unos niveles altos de partici- cial, ingresos per cápita, desigualdades de rentas, composición racial,
pación de los ciudadanos corrientes tienden a debilitar la política de urbanización y niveles educativos, el capital social es el único factor
patronazgo.'i O y a ga-rantizar una distribución más justa de los fondos que predice con éxito el cumplimiento de las obligaciones fiscales. 53
federales para el desarrollo comunitario, incluso en el terreno munici- De manera similar, según ciertas encuestas, los contribuyentes lOdlVI-
pal.,P Y las ciudades que cuentan con organizaciones de barrio insti- duales que creen a los demás deshonestos o desconfían del gobierno
tucionalizadas, como Portland (Oregón) y Sto Paul (Minnesota), son son más propensos a defraudar ellos mismos. 54 Mi disposición a pa~
más eficaces en la aprobación de propuestas deseadas por los habitan- gar la parte que me corresponde depende fundamentalmente de mi
tes de la localidad. Estas ciudades disfrutan también de niveles más al- idea de que los demás hacen otro tanto. En efecto, en una comumdad
tos de apoyo a sus gobiernos munici pales y de confianza en ellos." rica en capital social el gobierno somos «oosotros», no «ellos». De
La relación entre un elevado capital social y un funcionamiento efi-
caz del gobierno plantea una pregunta obvia: ¿existe algún vínculo si-
milar entre el declive del capital social y el descenso de la confianza en ~I NV

el gobierno? ¿Hay alguna conexión entre nuestro descontento demo-


wv
crático y la péruiua del compromiso cívico? Suele suponerse que el
escepticismo hacia el gobierno ha provocado el abandono de la parti-
cipación en política, pero la afirmación contraria es igualmente pro- OK
bable: el desentendimiento nace de que el funcionamiento real del DE
gobierno se ha visto afectado al haher abandonado nuestros compro- NO
misos tanto nosotros como nuestros vecinos. Según decía Pogo, el Ne

personaje de la tira cómica de Walt Kelly: .. Nos hemos encontrado TN


KY
con el enemigo, y somos nosotros». se
GA MO CT OR
El capital social afecta al gobierno de muchas maneras. Todos esta- AL
TXAA
IN AZ WY
MS .. ILOH MIID COUTME
mos de acuerdo en que el país va mejor cuando todos pagan los im- eA MA WI MT
K. WA
puestos debidos. Nadie desea subvencionar el fraude fiscal. La legiti- NM RI $0
NH lA Na MM
mación del sistema impositivo se basa en parte en la convicción de
que todos cumplimos con lo que nos corresponde. Sin embargo, sabe-
VT
mos que la inspección fiscal no puede controlar a todo el mundo, por
lo que los ciudadanos juiciosos tienen todo tipo de razones para creer l~-----------------------------------------------:~
Alto
Bajo
que si pagan su parte, están en realidad subvencionando a quienes no Indlce de capital SOCial
se sienten tan ligados por el sentido del honor. Se trata de una receta
para desilusionarse con la inspección fiscal y con el sistema impositi- FIGURA 89: La evasión de impuestos es baja en aquellos estados donde
vo en general. el capital social es alto
Democracia 473
47 2 Bien, ¿y qué?

iere de los ciudadanos que sean unos santoS altruistas, pero supo-
esta manera, el capital social refuerza la legitimidad del gohierno: requ , . . h
pago mis impuestos porque creo que la mayoría de la gente lo hace, y ne, sin mayores pretensiones, que la mayona nOS reslsnrem,os mue as
veo que el sistema fiscal funciona básicamente como debe. En cam- veces a la tentación de defraudar. Hay pruebascada v~z mas numero-]
bio, en una comunidad entre cuyos habitantes no existen lazos de reci- sas de que el capital social fortalece el lado meJor y mas expanSIvo de
nuestra personalidad. Es un hecho comprobable que el funCIonamIen-
procidad no me sentiré obligado a pagar voluntariamente mis impues-
to de nuestras instituciones democráticas depende del capItal sOCIal.
tos, pues creeré que la mayoría de la gente defrauda, y consideraré que
el sistema fisea 1 es otro programa del gobierno aquejado de un mal
funcionamiento, estahlecido por "ellos» y no por «nosotros».
En este contexto no es de extrañar que uno de los mejores predicto-
res de cooperación con el censo realizado cada década sea el nivel de
participación cívica. Aún es más llamativo el dato de que las comuni-
dades que ocupan un puesto alto en los indicadores de capital social,
como la participación electoral y la confianza social, contribuyan no-
tablemente más a la radiodifusión pública, incluso manteniendo cons-
..
(

tantes otros factores que, según se dice, afectan a las preferencias y al


gasto de los oyentes: estudios, riqueza, raza, deducciones fiscales y gas-
to púhlico." Las cadenas públicas son un ejemplo clásico de hien pú-
blico: me beneficio de ellas tanto si pago coma si no, y es improbahle
que mi aportación mantenga por sí misma las emisiones. ¿Por qué un
oyente sensato e interesado en sí mismo iba a enviar un cheque a la
emisora local, aunque fuera un adicto a Jim Lehrer? La respuesta pa-
rece ser que, al menos en comunidades ricas en capital social, las nor-
mas cívicas sostienen un sentimiento difundido de «interés personal»
y una confianza más firme en la reciprocidad. Así pues, si disminuyen
nuestras reservas de capital social, serán cada vez más los que se sien-
tan tentados a ir por libre, no sólo ignorando los llamamientos a «es-
pectadores como tú'), sino descuidando los millares de deberes cívi-
cos que permiten el funcionamiento de nuestra democracia.
De manera similar, según ciertas investigaciones, las unidades mili-
tares resultan más eficientes cuando sus lazos de solidaridad y con-
fianza son numerosos, y las comunidades con redes sociales y asocia-
ciones de base fuertes afrontan mejor las crisis inesperadas que las
que carecen de esos recursos cívicos. in En todos estos casos nuestro
interés colectivo requiere realizar acciones que contrarían nuestro in-
mediato interés personal y dan por supuesto que nuestros vecinos ac-
tuarán también colectivamente. La sociedad moderna está cuajada de
posibilidades para ir por lihre y ser un oportunista. La democracia no
474 El lado oscuro del capital social 475

Eagles, los Maccabees, los Knights 01 Pythias, los Knights 01 Columbus y


otras órdenes secretas caracterizadas por un alto grado de empeño, moral
Capítulo 22 sana y respeto a la Constitución. Había cuatro razones para afiliarse a aque-
llas órdenes: era lo que había que hacer; era bueno para los negocios, pues
El lado oscuro del capital social los hermanos de logia se convertían a menudo en clientes; daba a los norte-
americanos que no podían ser Geheimrdte o Commendatori unos títulos ho-
noríficos tan untuosos como el de Alto Escriba de Digna Recordación o Gran
El afiliado estúpido, estrecho de miras, materialista, esnob, hipócrita, Hoogow, que añadir a las distinciones corrientes de coronel, juez y profesor;
intolerante y de clase media es una figura de repertorio en las cartas y permitía al reprimido esposo norteamericano pasar fuera de casa una vela-
que escriben los norteamericanos. La película Pleasantvil/e, de 1998, da por semana. La logia era su plaza, su terraza de café. Podía jugar al biliar,
satirizaba a la gente de la década de T9 50 tachándolos de provincia- mantener conversaciones de hombre y ser obsceno y atrevido. Babbitt era,
nos, misóginos, racistas, protofascistas y (lo peor de todo) aburridos, por esas razones, lo que él llamaba un <'asocíacionista».l
comparados con la gente ilustrada, liberada y en tecnicolor de la de
I990. El tema de la sátira no era nada original. Ya en T865 Henrv Personajes como George Babbitt dieron mala fama al capital social.
David Thoreau escribió despectivamente en el Atlantic Monihly qu~ y nos obligan a examinar cuidadosamente qué vicios pueden ocultar-
los ~orteamericanos se habían convertido «en unos tipos raros, reco- se en el lado oSCuro de la virtud cívica.
nOCibles por el desarrollo de su órgano de comportamiento gregario y
su mamfIesta falta de inteligencia». 1 Las banderas de la Revolución francesa llevaban inscrita una tríada '~
Sinclair Lewis, primer premio Nobel de Literatura norteamericano de ideales: libertad, igualdad y fraternidad. La fraternidad, tal como
añadió a nuestra lengua la expresión bahbitism en su novela de 192~ la entendían los demócratas franceses, era otra manera de denominar '{ \
s~bre George ~~ Babbitt, agente inmobiliario, promotor al cien por lo que yo llamo «capital social». La cuestión no resuelta en aquellas
cien de la localidad de Zenith (Ohio), y del partido republicano, que banderas, o en los posteriores debates filosóficos, es si esas tres cosas
llevaba en la cadena del reloj buenas van siempre juntas. Una gran parte de los debates políticos
mantenidos en Occidente durante doscientos años ha girado en torno
... un diente largo y amarillento de alce -para proclamar su condición de al equilibrio entre libertad e igualdad. Un exceso de libertad, o al me-
miembro de la Orden Fraternal y Protectora de los Alces-, y en la solapa nos un exceso de libertad bajo ciertas formas, podría minar la igual-
de su mediocre traje gris, bien cortado y confeccionado, la insignia del Club de dad. Demasiada igualdad, o al menos demasiada igualdad bajo cier-
Patrocinadores. Con la concisión del gran arte, la insignia llevaba escritas tas formas, podría socavar la libertad. Todavía son menos familiares,
dos palabras: «¡Patrocinadores-Aúpa!». Aquello hacía a Babbitt sentirse leal pero no menos impresionantes, los equilibrios relativos al tercer valor
e importante, lo vinculaba a los Good Fellows, a personas agradables, sensi- de la tríada: ¿será malo para la libertad y la igualdad un exceso de fra-
bles e importantes pertenecientes a los círculos empresariales. Era Su Cruz de ternidad? Las cosas buenas no van necesariamente juntas, por lo que
la Victoria, su banda de la Legión de Honor, su clave Phi Beta Kappa. quizá una búsqueda obstinada del capital social podría invadir de ma-
Sus clubes y asociaciones eran un pábulo que confortaba su espíritu. A los nera inaceptable el terreno de la libertad y la justicia. El presente capí-
hombres decentes de Zenith se les exigía pertenecer a una, y preferiblemente tulo aborda algunas de esas difíciles cuestiones normativas.
a dos o tres, de las innumerables logias y clubes de almuerzos para el fomen- ¿Se haHa el capital social en conflicto con la libertad y la tolerancia?
to de la prosperidad; a los Rotaríos, los Kiwanis o los Promotores; a los Odd- Ésta era y sigue siendo la objeción liberal clásica a los lazos comuni-
fellows, los Moose, los Masones, los Red Men, los Woodmen, los Owls, los tarios: la comunidad coarta la libertad y estimula la intolerancia. Wal-

I
~
Ef lado oscuro del capital sOCIa! 477
Bien, ¿y qué?

ter Bagehot, el perspicaz inglés del siglo XIX, describía hasLl qué pun-
to pueden ser opresivos los suaves grilletes de la comunidad: TABLA 7: índices de tolerancia hacia la integración racial,
la igualdad sexual y las libertades civiles
Podemos hablar de la tiranía de Nerón y Tiberio, pero la auténtica tiranía es
A Tolerancia haCia la integración rac"lal (sÓlo blancos)
la del vecino de al lado. ¿Qué leyes tan cruel como la que ordena hacer lo 1 Los blancos tienen derecho a mantener a Inegros/personas de color /afroamericanosl fuera de SUS barriOS
que haga él? ¿Qué yugo tan mortificante como el de la necesidad de ser como si así lo desean, y los Inegros/personas de color/afroamericanosl deberían respetar ese derecho (está de

él? ¿Qué espionaje despótico llega hasta nuestra puerta con tanta eficacia acuerdo/no lo está)
2 ¿Cree que debería haber leyes contra los matrimOniOS entre [negros/personas de color/afroamencanosl
como el ojo del vecino de alIado? La opinión pública es una influencia que
y blancos? (sí/no)
todo lo invade y exige obediencia; requiere de nosotros que pensemos los 3 ¿Algún miembro de su familia ha llevado a cenar en su casa a un amigo Inegro/persona de
pensamientos de los demás, que hablemos las palabras de los demás, que si- color/afroamericanol durante los últimos años? (sf/no)
gamos sus háhitos. 1 4 Suponga que se celebra en toda la comunidad una votación sobre la cuestión general de la Vivienda
Las leyes pOSibles que van a votarse son dos: una dice que un propietario puede deCidir por su cuenta
a quién vender su casa, aunque prefiera no venderla a ¡negros/personas de color/afroamencanosl.
En los Estados Unidos de la década de '950, organizados en pequeñas la segunda ley dice que un propietariO no puede negarse a vender la casa a algUien por su raza o color
ciudades, la gente estaba profundamente comprometida con la vida co- ¿por qué ley votaría'
munitaria, pero según muchos esta plétora de capital social parecía im- 5 SI su partido nominara candidato a la presidencia a un ¡negro/persona de color/afroamericanol.

poner conformidad y división social. Luego, en los años sesenta, hubo ¿votaría por él si estuviera capacitado para el cargo? (sí/no)
6. Si usted y sus amigos perteneciesen a un club que no permite la afiliaCión de miembros
un florecimiento de tolerancia y diversidad coincidiendo casi exacta-
¡negros/personas de color lafroame(lcanos], (Intentaría cambiar las normas para que los
mente con el declive del capital social. 4 Comentaristas atentos como [negros/personas de color/C1froamcrlcanosl pudieran afiliarse? (sí/no)
Michael Schudson y Alan Wolfe han sugerido que durante los años si- Tolerancia hacia el feminismo
guientes los norteamericanos se hicieron más tolerantes al tiempo que Las mujeres deberían encargarse de llevar su hogar y dejar la dirección del país a los hombres (está

se desvinculJban unos de otros.·' «El Jumento de libertad ¿no merecerá de acuerdo/no lo está)
2. ¿Aprueba o desaprueba que una mUjer casada gane dinero en los negocIos o la industria SI tiene un
los costes pagados en materia de comunidad?», se preguntaban.
marido capaz de mantenerla' (lo aprueba/no lo aprueba)
No hay ninguna duda de que en la década de '990 Estados Unidos 3 SI su partido nombrara a una mujer candidata a la prpsldencla, ¿votaria por ella SI estuvleril Cdpacltada
era un lugar más tolerante que en la de 1950 ° incluso que en la de para el cargo? (sf/no)
1970. Basándose en el archivo de la General Social Survey, la tabla 7 4. La mayoría de los hombres son emocionalmente más aptos para la política que la mayoría de las

resume tres indicadores amplios de apoyo a la integración racial, la mujeres (esta de acuerdo/ no lo está)
5. Es mucho mejor para todos los interesados que sea el hombre quien haga las cosaS fuera de casa,
igualdad sexual y las libertades civiles, es decir, la libertad de hablar y y la mUjer la que se cuide del hogar y la familia (está de acuerdo/no lo está)
escribir en apoyo de opiniones controvertidas. La figura 90 nos ofre- C. Tolerancia hacia las libertades óviles
ce una visión de conjunto de cómo cambiaron las ideas de los norte- Siempre hay gente cuyas ideas son consideradas malas o peligrosas por otras personas. Por ejemplo,

americanos en cada uno de esos terrenos a lo largo del último cuarto alguien que esté en contra de cualquier iglesia y religión. Si una persona así quiSiera pronunciar en su
comun'ldad un d'lscurso contra las 'lgles'las y la religión, ¿se le deber"la permitir hablar o no?
del siglo xx. En realidad, las actitudes sobre las veintiuna preguntas
2 Si alguien de su comunidad sugiriera que un libro escrito por esa persona en contra de las iglesias
resumidas en la tabla 7 derivaron hacia una dirección más tolerante y la religión debía retirarse de la biblioteca pública, ¿estaría usted a favor de la retirada del!lbro o no'
durante esos veinticinco años: más tolerancia hacia los matrimonios Estas dos mismas preguntas se plantearon también sobre
racialmente mixtos, más tolerancia hacia el trabajo femenino, más _ una persona que considera a los negros genéticamente inferiores

tolerancia hacia la homosexualidad, etc. _ un hombre que admite ser comunista


_ una persona que aboga por la abolición de las elecciones y por dejar que los militares dirijan el pais
El aumento de la tolerancia en las últimas décadas ha sido fuerte y
- un hombre que admite ser homosexual
amplio. En 1956 el 50% de los norteamericanos blancos decía que
Bien, ¿y qué? El lado oscuro del capital social 479

~I
dió de más de la mitad a menos de uno de cada tres. En 1975 la mitad
de los norteamericanos seguía estando de acuerdo en que <da mayo-
i --.--
,---~
ToleranCia
ría de los hombres son emocionalmente más aptos para la política que
..•..•. ! hae'a la
Integración
raílal (sólo
blancos)
la mayoría de las mujeres», yen que «el lugar de la mujer es el hogar".
En 1999 sólo refrendaba estas opiniones menos de una cuarta parte .
.--b.-- Toleranoa
Detrás de cada una de estas tendencias estadísticas hay una clase de
haCia la,
¡'bf!rt~de~
norteamericanos cada vez más liberados de estigmas y opresiones/í
clvlle~
ASÍ, los norteamericanos pasaron a ser fundamentalmente más tole-
--•• - Tolerancia
hac,a la
rantes de mediados de la década de 1960 a finales de la de 1990, pre-
Igualdad
sexual cisamente en el mismo período en que (según vimos en la parte 1I) es-
taban desvinculándose de la vida cívica y de las relaciones mutuas .
.... -.
¿Puede ser una coincidencia que la tolerancia haya ido en aumento a
medida que se derrumbaba el capital social? La decadencia de los clu-
19/2 1974 1976 '978 ¡9SCl 198? 1984 1986 1988 199Cl 1992 1<)94 1996
bes a la antigua ¿no reflejará simplemente que la gente abandona las
FIGURA 90: Aumenta la tolerancia hacia la integración racial, actividades asociativas (o no se suma a ellas) porque se ha hecho más
las libertades civiles y la igualdad entre sexos tolerante con las mujeres, los negros, etc., de lo que lo fueron sus pa-
dres, mientras que los clubes no han aumentado su tolerancia? ¿No

l
nos hemos hecho más tolerantes precisamente porque nos hemos libe-
blancos y negros debían ir a escuelas separadas; en 1995 sólo lo dice rado de las influencias asfixiantes y provincianas de aquellos compar-
un 4 %. En 1963 el 45 % de los norteamericanos blancos decía que se timentos herméticos? En resumen, ¿no existe una especie de ley de
mudaría si algún negro iba a vivir alIado de su casa; en 1997 lo decía hierro que liga el capital social y la intolerancia, de modo que el decli-
un 1 %. En 1973 sólo un 20 % de los norteamericanos informaba so- ve del capital social es simplemente un fenómeno concomitante del
bre la presencia de alguien de otra raza en una cena dada en su casa auge del individualismo tolerante? ¿No nos enfrentamos, en definiti-
recientemente, pero en 1996 esa cifra se habia multiplicado por más va, a una elección penosa y hasta arbitraria entre valores: comunidad
de dos, llegando al 42 %. En 1987 el 46 % de los norteamericanos se o individualismo, pero no ambos; libertad y fraternidad, pero no am-
oponía todavía a salir en pareja con personas de otras razas, pero en bas? Si aspiramos a la comunidad estrechamente unida de Salem, ¿no
1999 esta cifra se había reducido a la mitad, hasta un 23 %. En 1963 entrará en el trato, según sostenía Arthur Miller en 1953 en Las bru-
el 61 % de los norteamericanos apoyaba las leyes que prohibían el jas de Salem, el rechazo de las «brujas», es decir, de todo aquel que no
matrimonio entre miembros de distintas razas, pero en 1998 sólo lo encaje? Si no hay «brujas», no hay «Salem».7
hacía el I I %. Los puentes sociales interraciales se fueron reforzando Si este marco conceptual es exacto, quienes se interesen tanto por
a pesar de haberse atenuado la mayoría de las formas de capital so- la libertad como por la comunidad se enfrentarán a una penosa elec-
cial, o quizá por ello. ción, pero no hay mal que por bien no venga. Michael Schudson sos-
En 1973 casi la mitad de los norteamericanos (e145 %) era favora- tiene que <da decadencia de la solidaridad organizativa es sin duda
ble a prohibir la presencia en bibliotecas públicas de libros que de- una pérdida, pero es también la otra cara de la moneda de un auge de
fendieran la homosexualidad, pero veinticinco años después esa cifra la libertad individual, que ciertamente es un beneficio».' Ya no esta-
había caído a un 26 %. Entre 1987 y 1999 la proporción de nortea- mos vinculados, pero al menos ni yo te molesto a ti, ni tú me moles-
mericanos partidarios de despedir a profesores homosexuales descen- tas a mí.
Rien, ¿y qué? E/lado oscuro del capital social
------------------
Pero ¿es inevitahle ohteller la solidaridad a costa de la lihertad, Las personas activas en asociaciones sociales son, por regla general
como se saca cara a costa de la cruz? El abandono del compromiso más tolerantes ante la disidencia y los comportamientos no con,ven-
¿es simplemente la (otra cara de la moneda)) de la liberación? Antes cionales que quienes están socialmente aislados, pauta descuble,rta
de aceptar esta seductora interpretación, contemplemos la tabla 8. por primera vez por algunos sociólogos durante el penado represIvo
Conceptualmente, al menos, la tolerancia y el capital social no son tiel maccarthysmo, en la década de 1950, Y confirmada desde enton-
los polos opuestos de un único continuo que va del individualismo ces en repetidas ocasiones. Según un estudio global de las !Olclatlvas
extremo al sectarismo extremo. En realidad, desde un punto de vista de participación ciudadana en cinco grandes ciudades norteamenca-
lógico, los tipos posihles de sociedad son cuatro. La interpretación nas, la gente muy activa en esas iniciativas era conslderahlcm~nt,e
simple de "Iihertad frente a comunidad" hace hincapié en las casillas más tolerante con los derechos de los oradores impopulares y poleml-
1 y 4' la sociedad individualista con mucha libertad pero poca comu- cos que quienes na participaban en ellas. A excepción del dato muy
nidad, y la sociedad sectaria con mucha comunidad pero poca liher- común de que el compromiso religioso, en espeCial en IgleSias funda-
tad. Sin embargo, no deberíamos desechar con demasiada rapidez los mentalistas, está ligado a la intolerancia, no he hallado m un solo~s­
otros dos tipos, en especial la atrayente casilla 3, que combina el capi- tudio empírico que confirme el supuesto vínculo entre partI~lpac!on
tal social con la tolerancia. Comunidad y libertad ¿podrían ser com- comunitaria e intolerancia.' Es posible que George Babbltt fuera
patibles, al menos bajo ciertas circunstancias? arrogante y dogmático, pero (así lo indica la evidenCia empírica) su
La primera prueba en favor de esta interpretación más esperanzada fanatismo podría haber sido incluso peor si no hubiera estado ex-
es que los individuos más comprometidos con sus comunidades son puesto al ajetreo de la vida comunitaria de Zenit~.. .'
en general más (no menos) tolerantes que sus vecinos que se quedan en La con~xión entre capital s9¡;:_iaLY t~!~_r~_~~la ClVlca e~_.~un mas ~_o­ /

casa. El resultado de muchos estudios es que la correlación entre par- sitiva-~~ -~l terreno comunitario. La figura 91 muestra que los C1O-
ticipación social y tolerancia es en todo caso positiva, no negativa, in- d;d~;;-os de estados con abundante capital social son mucho más
clus,o, mantenie~do co~~tante la vari~ble de la educación. La relación \1 tolerantes respecto a las libertades civiles, y están mucho más com-
pOSItiVa entre villculaclOn y tol,erancl~ ~s especialmente fuerte respec- \'\ ',1 prometidos con la igualdad sexual y racial que los de estados con
to al sexo y la raza: cuanto mas partiCipa la gente en organizaciones r} 1

poco capital social. Lejos de ser incompatibles: libertad y fratermdad


comunitarias, más abierta está a la igualdad sexual y a la integración se apoyan mutuamente, lo cual sigue SIendo c~~rto cu~ndo mantene-
racial. mos constantes otros factores, como la educaclOn, los mgresos, l~ ur-
banización etc. Las comunidades más tolerantes de Estados Umdos
, " " "
TABLA 8: Capital social y tolerancia: cuatro tipos de sociedad son precisamente aquellos lugares de máxima partlClpaClO n clvlca.
y al contrario: las comunidades cuyos residentes están solos en la bo-
Poco capital social Mucho capital social lera son los lugares menos tolerantes de Estados Unidos. '0.
Mucha tolerancia
Además, examinadas más en detalle, las tendenCias haCia una ma-
(1) Individualista: Tú a lo (3) Comunidad cívica
yor tolerancia y un abandono del compromiso cívico a lo largo de los
tuyo, y yo a lo mío (Salem sin «brujas»)
últimos treinta años no son simplemente dos caras de la mIsma mone-
Poca tolerancia (2) Anárquico: Guerra (4) Comunidad sectaria da. La mayoría de los cambios tanto en tolerancia como en compr~­
de todos contra todos (endogrupo frente a miso cívico ocurridos durante las últimas décadas se pueden atribUIr
exogrupo; Salem con a la sucesión generacional. Es decir, que la razón principal de que la
«brujas») gente se comprometa menos y sea más tolerante es ~ue unas ,genera-
ciones más jóvenes y tolerantes, y menos comprometidas han Ido sus-
Bien, ¿y qué? El lado oscuro del capital social

del capital social, según observé en el capítulo 14. Entre las personas
OA
VT
eT WA
NH nacidas en la década de 1920 y las nacidas en la de 1940 hay poca di-
M' so ferencia en cuanto a hábitos cívicos, pero quienes nacieron en las de
eo
CA RI
WT
lA
194 0 y 195 0 son más cívicos que los nacidos en las de 1970 y 19 80 ."
NY MD
NJ
AZ
En la primera mitad del siglo xx hubo algo que hizo más tolerantes
UT MT ND
IL
MI WI MN a las sucesivas cohortes de norteamericanos, pero ese motor genera-
DE KS
VA PAOK
cional no consiguió producir nuevos aumentos de tolerancia entre los
TX
OHIN MO nacidos en la segunda mitad del siglo. Los últimos miembros de la ge-
MS
CA
" neración X no son más tolerantes que los primeros de la explosión de-
.A se mográfica. Así, los beneficios mayores en cuanto a tolerancia perte-
TN
necen ya al pasado. En cambio, en los Estados Unidos de la segunda
KT mitad del siglo xx ocurrió algo que hizo a la gente menos comprome·
tida cívicamente. Los últimos miembros de la generación X son muo
cho menos participativos que los primeros de la explosión demográfi·
Ne AA
ca. En consecuencia, las mayores pérdidas generacionales en cuestión
wv

-
de compromiso están aún por llegar.
AL No hay prácticamente ninguna cohorte de ciudadanos de Estados
l~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ Unidos más comprometida o más tolerante que la de los nacidos en
Indice de capital social
~ torno a 1940-1945. Esas personas son los comunitaristas libertarios
por excelencia. Sus padres eran igual de comprometidos, pero menos
FIGURA 91: El capital social y la tolerancia van juntos tolerantes. Sus hijos son igual de tolerantes, pero menos comprometi-
dos. Por alguna razón, esa cohorte heredó la mayor parte del senti-
tituyendo gradualmente a otras cohortes más viejas, menos tolerantes miento comunitario de sus padres, pero se desprendió de su intole-
y más comprometidas. Pero la divisoria generacional entre norteame- rancia. Luego consiguieron legar casi por entero su tolerancia a sus
ricanos tolerantes e intolerantes no es la misma que la existente entre hijos, pero no lograron transmitir los hábitos comunitarios que ellos
norteamericanos comprometidos y no comprometidos. mismos habían heredado. El movimiento por los derechos civiles sur-
La creciente tolerancia de las últimas décadas se debe casi por ente- gió de esa matriz cultural. Pero dicha matriz había comenzado ya a
ro a la sustitución de personas menos tolerantes, nacidas en la prime- desvanecerse, dejando tras de sÍ, en el momento en que iniciamos un
ra mitad del siglo xx, por las más tolerantes de la explosión demo- nuevo siglo, una nación cada vez menos comprometida, pero no más
gráfica y la generación X. La gente nacida después de 1945, más o tolerante. Vistas con mayor precisión, las raíces generacionales de la
menos, es, y siempre lo ha sido, más tolerante que la nacida antes de creciente tolerancia y del declive del compromiso cívico de las últimas
esa fecha. Sin embargo, este motor generacional productor de una décadas son absolutamente distintas. No hay razón para suponer que
mayor tolerancia parece haberse detenido con la llegada de los hijos el compromiso con la comunidad deba tener necesariamente conse-
de la explosión demográfica. Según observó hace algunos años el so- cuencias antiliberales. De hecho, si paseamos la mirada por los vario-
ciólogo James c. Oavis, las personas nacidas en las décadas de 1970 pintos estados y comunidades. de este país tan diverso, lo que parece
y 1980 no son más tolerantes que sus padres, nacidos en las de 1940 y cierto es precisamente lo contrario: el capital social y la tolerancia
1950. El momento generacional decisivo es muy distinto en el caso mantienen una relación simbiótica.
Bien, ¿y qué? El lado oscuro del capital social

Henry David Thoreau, Sinclair Lewis y Walter Bagehot no estaban Los liberales y los igualitarios han atacado a menudo ciertas formas
del todo equivocados. Es indudable que los vínculos comunitarios de capital social (de los gremios medievales a las escuelas de barrio)
son a veces opresivos. Los clubes e iglesias norteamericanos están aún en nombre de las oportunidades del individuo. No siempre hemos te-
más segregados racialmente que nuestros barrios y escuelas. u El ca- nido en cuenta los costes sociales indirectos de nuestros planes, pero
pital social vinculante (por oposición al que tiende puentes) es espe-
cialmente propicio para producir efectos antiliberales. Según ha ob-
'I'.~ teníamos razón al preocuparnos por el poder de las asociaciones pri-
vadas. El capital social puede comportar desigualdades sociales. Las
servado la filósofa política Amy Gutmann: normas y redes que sirven a algunos grupos pueden ser un impedi-
mento para otros, sobre todo si las normas son discriminatorias o las
Aunque muchas actividades asociativas apoyan en Estados Unidos clara y di- redes socialmente segregadas. El reconocimiento de la importancia
rectamente la democracia liberal, otras no le dan un apoyo tan claro o direc- del capital social para el sostenimiento de la vida comunitaria no nos
to; y aún hay otras que son francamente hostiles y potencialmente destructo- exime de preocuparnos por cómo se define esa «comunidad>,: quién
ras para la democracia liberal [... 1 En igualdad de condiciones respecto a pertenece a ella, y por tanto se beneficia del capital social, y quién está
todo lo demás, cuanto más heterogéneos sean los afiliados a una asociación fuera y no obtiene ningún provecho.
desde e'l punto de vista económico, étnico y religioso, mayor será la capaci- ¿Significa esta lógica que, desde algún punto de vista fundamental,
dad de la misma para cultivar el tipo de discurso y deliberación pública pro- debemos elegir entre comunidad e igualdad? Los datos empíricos so-
picios para la ciudadanía democrática. 13 bre tendencias recientes no dejan lugar a dudas: la respuesta es no.
Comunidad e igualdad no son incompatibles, sino que se refuerzan
Los activistas comunitarios fomentaron la intolerancia en el pasado, mutuamente. El capital social y la igualdad económica marcharon a
y sus herederos del siglo XXI necesitan alcanzar un nivel superior. la par durante la mayor parte del siglo xx. Los Estados Unidos de las
Pero una vez dicho esto, hay que reconocer que la mayor amenaza décadas de I950 y I960 eran más igualirarios de lo que lo habían
para la libertad norteamericana proviene de las personas no compro- sido durante más de un siglo en cuanto a la distribución de la rique-
metidas, no de las comprometidas. Hoy en día los individuos y comu- za y los ingresos. Según vimos en la parte II, esas mismas décadas
nidades más intolerantes de Estados Unidos son los menos vincula- fueron también el punto culminante de la vinculación social y el
dos, no los más vinculados. No hay ningún tipo de pruebas de que el J i compromiso cívico. Las marcas más altas en igualdad y capital so-
abandono del compromiso cívico sea un instrumento útil contra la JI cial fueron simultáneas. En ambos casos las pruebas circunstanciales
intolerancia, o la tolerancia un efecto colateral ventajoso del abando- señalan la época de la Segunda Guerra Mundial como un momento
no de ese compromiso. clave. '4
En cambio, el último tercio del siglo xx fue un tiempo de desigual-
¿Está el capital social en guerra con la igualdad? Algunos radicales dad creciente y de erosión del capital social. Al concluir el siglo xx la
reflexivos han temido desde hace tiempo esta posibilidad. El capital brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos había ido ensanchán-
social, en particular el que nos vincula con otras personas semejantes dose durante casi tres décadas, el aumento más prolongado en cuan-
a nosotros, refuerza a menudo la estratificación social. El abundante to a desigualdad durante un siglo, por lo menos, unido al primer de-
capital social de la década de I950 fue a menudo excluyente en lo re- clive constante del capital social durante un período igual.' 5 La
lativo a la raza yel sexo. En términos generales los ricos participan en relación cronológica entre ambas tendencias es sorprendente: en al-
muchas más actividades cívicas que los pobres. Así, el fortalecimiento gún momento en torno a I96 5-I970 Estados Unidos cambió de rum-
del poder social y político de las asociaciones voluntarias podría muy bo, y comenzó a ser económicamente menos justo y a estar social y
bien ampliar las diferencias de clase. políticamente más desvinculado. Este par de tendencias ilustra que
Bien, ¿y qué? El lado oscuro del capital social

fr8ternidad e igualdad no son valores contrapuestos, sino comple- monopolizada por los ricos y deja fuera a los menos afortunados. En
mentanos. resumen, tanto espacial como temporalmente la igualdad y la frater-
La comparación entre igualdad y capital social en los estados norte- nidad guardan una fuerte correlación positiva.
americanos refuerza esta misma conclusión. Las figuras 92. y 93 \ Este sencillo análisis no puede detectar cuál es la causa y cuál el
muestran que los estados norteamericanos con los niveles más altos ti efecto. Hay varias alternativas plausibles. En primer lugar, el capital
de capital social son precisamente los más caracterizados por una social podría ayudar a generar igualdad. Históricamente el capital so-
igualdad económica y socia!.,6 La figura 92 muestra que los ingresos cial ha sido la principal arma de los desposeídos, que carecían de
están distribuidos más igualitaria mente entre los estados con un ele- otras formas de capita!. «Solidaridad por siempre» es un lema lleno
vado capital social, y que la brecha entre ricos y pobres es especial- de dignidad y estratégicamente acertado para quienes no tienen peso
mente amplia en estados con poco capital socia!' La figura 93 mues' en la política clásica, como las minorías étnicas o la clase obrera. Así
tra que en estados con un elevado capital social las personas de clases pues, es muy posible que las comunidades bien trabadas mantengan
sociales distintas tienen la misma probabilidad de acudir a reuniones formas de organización sociales y políticas más igualitarias. En cam-
públicas, dirigir organizaciones locales y hacer otras cosas similares, bio, las grandes disparidades de riqueza y poder son desfavorables
mientras que en los estados con poco capital social la vida cívica está para la difusión de la participación y la integración comunitaria am-
pliamente compartida, lo que hace también plausible que la flecha

OE
VT NE
KS
VA AZ MN SO
UT
MT
W1
NJ OK
TX M' 00
NO MDILeA MOMA
co
WA
MH ,.
KY CT

MT
SO "'N ME
TM Me FL OH RI
NY

LA

{5 wv
e¡ QA
i5 AL le
~ AR

I
I
MS

~L-__________________________________________________~
Alto BaJO Alto

I
Indlce de capital social

FIGURA 92: El capital social y la igualdad económica van juntos FIGURA 93: El capital social y la igualdad cívica van juntos

1
I
BIen, ¿y qué? El lado oscuro del capital social

causal apunte desde la igualdad hacia el compromiso cívico y el capi- exaltación de! capital social y la solidaridad comunitaria desemboque
tal social. Según una tercera opinión, la vinculación social y la igual- en los odios asesinos de Bosnia y Kosovo?
dad están alimentadas por las mismas fuerzas externas, como ocurre No nos hace falta cruzar el Atlántico para encontrar ejemplos vívi-
por ejemplo con los efectos niveladores y robustecedores de una guerra dos de este dilema, pues se trata quintaesencialmente de «un dilema
general (y victoriosa). norteamericano», según el título que dio Gunnar Myrdal a su análisis
No me es posible emitir un fallo sobre esta compleja cuestión histó- clásico de la raza en nuestra historia. La raza es la encarnación más
rica, pero las pruebas contradicen poderosamente la opinión de que importante de los remolinos formados hoy en día en torno a las rocas
el compromiso comunitario incrementa necesariamente la desigual- del capital social en Estados Unidos. Quizá sea aventurado ofrecer
dad. Al contrario: hay todo tipo de raZOnes para pensar que las dos

'..~' 1I
aquí una breve interpretación de estas cuestiones, pero sería irrespon-
tendencias gemelas de nuestro tiempo -menos igualdad y menos com- sable eludirlas .
promiso- se refuerzan mutuamente. ASÍ, los esfuerzos para fortalecer . I La esclavitud y su secuela de la segregación racial tuvieron el efecto
el capital social deberían ir de la mano de los destinados a aumentar de frustrar los vínculos que en caso contrario podrían haberse creado
la igualdad. entre los desfavorecidos de ambas razas. Según vimos en el capítulo
Son muchas las posibles tensiones prácticas entre la fraternidad, 16, las zonas de Estados Unidos donde el nivel de confianza social y
por un lado, y la libertad y la igualdad, por otro, pues podemos con- de otras formas de capital social es actualmente más bajo son aque-
cebir fácilmente iniciativas que propiciarían uno de esos valores a llos lugares donde la esclavitud y las medidas raciales estuvieron his-
expensas de los demás. Sin embargo, la evidencia empírica contradi- tóricamente más arraigadas. El movimiento por los derechos civiles
ce claramente la simple opinión de que la única manera de tener se dirigió en parte a destruir ciertas formas excluyentes de capital so-
más fraternidad consiste en sacrificar la libertad y la igualdad. Con- cial que no servían para tender puentes: escuelas, barrios y otras for-
solarnos Con la idea de que el hundimiento de lo comunitario en Es- mas sociales racialmente homogéneas. La pregunta más profunda era :¡
tados Unidos nos ha traído al menos un país más liberal e igualita- qué vendría después, y en cierto sentido esa pregunta sigue ocupando
rio es una actitud de falso optimismo. Abstenerse de realizar los a principios del siglo XXI un lugar tan destacado entre las tareas de la
esfuerzos para reconstruir la comunidad por miedo a que lleven ine- nación como a comienzos del xx. La respuesta fácil es: «Más capital'
vitablemente a la intolerancia y la injusticia es una actitud de falso social que tienda puentes)), es decir, más lazos de unión que crucen las
pesimismo. líneas de separación racial. Según señalamos en el capítulo 5, la inte-
gración en el puesto de trabajo ha sido, con mucho, e! mayor éxito en
Sin embargo, todavía no hemos abordado la acusación más profunda este sentido, a pesar de todas las dificultades.
y paradójica en ciertos aspectos que se puede dirigir contra los defen- Por otra parte, la integración escolar ha planteado con mucha ma-
Sores de la fraternidad, es decir, la idea de que la fraternidad se halla yor brusquedad el problema de los equilibrios entre e! capital social
en algún sentido en guerra consigo misma. A menudo el capital social vinculante y el que tiende puentes. La polémica sobre el traslado de
se crea con mayor facilidad en oposición a algo O alguien. La fraterni- niños en autobús para ir al colegio fuera de su zona ilustra este dilema
dad es natural sobre todo en el seno de grupos homogéneos. La iden- con absoluta claridad, pues los dos bandos en disputa se sentían fun-
tidad tradicional de los blancos del sur se forjó en parte por oposición damentalmente preocupados por el capital social (aunque, como es
a la integración racial, los judíos están unidos por el antisemitismo y 1 comprensible, no emplearan este lenguaje). Los partidarios del trasla-
algunos afroamericanos temen que la integración pueda socavar la do creían que Estados Unidos sólo podría generar suficiente capital
solidaridad racial. La capacidad de división es la cuestión normativa social -vida familiar, tolerancia, solidaridad, confianza, hábitos de
fundamental planteada por el comunitarismo. ¿Es inevitable que la 1 cooperación y respeto mutuo- si superaba las divisiones entre razas
49° Bien, ¿y qué? El lado oscuro del capital social 49 1

mediante unas escuelas racial mente integradas. Los adversarios de lnen más probabilidades de proporcionarnos pistas para conseguir un
los traslados replicaban que en la mayor parte de Estados Unidos las /nuevo trabajo. Desde un punto de vista colectivo, el obJetivo del capI-
escuelas de barrio ofrecían un lugar único para formar capital social: tal social que necesitamos depende de la escala de los problemas a los
amistad, hábitos de cooperación, solidaridad. La tragedia más pro- que nos enfrentamos. Esta máxima debería ayudarnos a guiarnos
funda de la polémica sobre los traslados en autobús es que probable- cuando tengamos que abordar el dilema de la varita de aluminio que
mente ambas partes tenían razón. acabo de describir. ¿Qué ocurriría si tuviéramos que elegir entre unas
Disponemos aquí de un medio de delimitar el problema central al medidas capaces de producir un pequeño capital para tender puentes
que se enfrenta Estados Unidos a medida que aumenta aún más su di- y otras que pueden generar una gran cantidad de capital social vincu-
versidad racial. Si tuviéramos una varita mágica de oro que creara lante? El capital social vinculante puede ser el mejor para conseguir
milagrosamente más capital social para tender puentes, es seguro que que los niños reciban el estímulo y la estructura que necesitan. En su
querríamos utilizarla. Pero supongamos que sólo tenemos una varita caso, un poco de «familiarismo» nos llevaría bastante lejos, sin que
de aluminio que podría crear más capital social, pero sólo del tipo importara 10 cívicamente «amorah> que pudiese ser. Para mejorar las
vinculante. Esta varita mágica, no tan buena como la primera, lleva- escuelas públicas necesitamos capital social en la comunidad, tanto si
ría a un número mayor de blancos y negros a la iglesia, aunque no a se trata de comunidades de residentes (por ejemplo en el modelo de
la misma iglesia, más hispanos y anglos al estadio de rugby, per no al escuela de barrio) como de comunidades de familias con una misma
mismo estadio. ¿Debemos utilizarla? Según el vívido planteamiento mentalidad (en el modelo de escuela con ideario). Para otras cuestio-
de la politóloga Eileen McDonagh, «¿es mejor tener barrios de resi- nes -como la de decidir qué tipo de red de seguridad ha de sustituir al
dencia restringida por ley en función de la raza, pero en los que todos sistema de asistencia social, si es que ha de haber alguna- el capital
pueden admitir a cenar en su casa a todos, o barrios sin restricciones social más apto para mejorar la calidad del debate público será el que
en función de la raza, pero con poca interacción social entre veci- tienda los puentes más amplios. En resumen, para nuestros proble-
nos?».17 Ése era el dilema plasmado en la polémica sobre los trasla- mas colectivos de mayor envergadura necesitamos precisamente el tipo
dos en autobús. Si lo ignoramos, nuestros esfuerzos por vigorizar de de capital social que tiende puentes, y que es más difícil de crear. dI Éste
nuevo la comunidad en Estados Unidos podrían llevarnos sencilla- será el reto fundamental cuando en la siguiente parte nos planteemos
mente a una sociedad más dividida. la pregunta más importante del libro: ¿qué debemos hacer ahora?
Una gran parte de las pruebas que he presentado indican que el ca-
pital social se refuerza mutuamente en diversos planos, que quienes
frecuentan a los amigos o la familia son también a menudo las perso-
nas más activas en los contactos con la comunidad. Pero esto no es
siempre así. El dilema de fraternidad contra fraternidad pone de relie-
ve un aspecto de esta cuestión de objetivos. Algunos tipos de capital
social vinculante podrían poner freno a la formación del capital so-
cial que tiende puentes, y viceversa. Eso es lo que ocurrió en el caso de
los traslados escolares.
En páginas anteriores observé que el capital social vinculante y el
que tiende puentes son buenos para cosas distintas. Unos lazos fuer-
tes con amigos íntimos pueden garantizarnos un caldo de pollo si cae-
mos enfermos, pero los vínculos débiles con conocidos distantes tie-
Parte V

LQué hacer'?
49.\

Capítulo 23

Lecciones de historia:
la edad dorada y la era progresista

Diversos cambios sociales, económicos y tecnológicos han hecho que


durante las tres últimas décadas quedara obsoleta una importante re-
serva de capital social en Estados Unidos. La televisión, las familias en
que trabajan los dos cónyuges, la expansión suburbana y los cambios
generacionales de los valores, junto con otros más ocurridos en la so-
ciedad norteamericana, han significado que cada vez sea menor el nú-
mero de aquellos a quienes les parece que la League of Women Voters,
la United Way, los Shriners, el club de la partida de bridge mensual o
una comida dominical al aire libre con los amigos encajan en el tipo
de vida que hemos acabado llevando. El déficit creciente de nuestro
capital social amenaza el funcionamiento de la educación, la seguri-
dad en los barrios, una recaudación fiscal equitativa, el interés por la
democracia, la honradez de cada día y hasta nuestra salud y felicidad.
El desgaste del capital social ¿es una consecuencia ineluctable de la
modernidad? ¿Podemos hacer algo para impedirlo? A veces la histo-
ria puede servirnos de lección al enfrentarnos a preguntas fundamen-
tales como éstas. En este caso podemos hallar algunas lecciones ines-
peradamente significativas -yen muchos sentidos optimistas- en un
período extrañamente parecido al nuestro: las décadas de finales del
siglo XIX y comienzos del XX, conocidas por los historiadores norte-
americanos como la edad dorada y la era progresista. * Los retos a los
que se enfrentó la sociedad norteamericana a finales del siglo XIX

* Ninguna de ambas expresiones se utiliza con gran precisión, pero en términos aproxi-
mados la .. edad dorada» se refiere al período de 1870 a 1900, y la "era progresista» al
de 1900 a 1915- Esta divisón, como cualquier otra delimüación histórica, no es rigu-
rosa, ya que algunos sucesos asociados al movimiento progresista tuvieron anteceden-
tes claros durante el período anterior, y orros vinculados con la edad dorada pervivie-
ron hasta el período siguiente.
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y /a era progresista 497

prefiguraron en más de un sentido los que tenemos que afrontar en industrializada y urbana. A finales de la guerra civil Estados Unidos
nuestro tiempo. seguía siendo predominantemente un país de pequeñas granjas, pe-
Hace casi exactamente un siglo Estados Unidos acababa de vivir un queñas ciudades y pequeñas empresas, como lo había sido en los
período de espectacular cambio tecnológico, económico y social que tiempos de la visita de Tocqueville en la década de 1830. Al concluir
convirtió en algo obsoleto una importante reserva de capital social. el siglo se estaba convirtiendo rápidamente en una nación de ciuda-
En las tres o cuatro décadas que siguieron a la guerra civil, la revolu- des, rebosante de inmigrantes nacidos en pueblos de Europa o Améri-
ción industrial, la urbanización y las oleadas masivas de inmigrantes ca, pero que ahora se afanaban en fábricas gestionadas por enormes
transformaron las comunidades de Estados Unidos. Millones de nor- empresas industriales.
teamericanos dejaron tras de sí familias y amigos en sus granjas al El cambio tecnológico fue una de las claves de esta transformación.
mudarse a Chicago, Milwaukee o Pirrsburgh, y millones más aban- En las ocho décadas anteriores a 1870 la oficina de patentes de Esta-
donaron instituciones comunitarias en algún shtetl de Polonia o en al- dos Unidos había reconocido ciento dieciocho mil inventos. En las
gún pueblo italiano al trasladarse al Lower East Side o al North End. cuatro siguientes las patentes se generaron a un ritmo casi veinte ve-
En el último cuarto del siglo XIX Estados Unidos padeció los síntomas ces mayor. Algunos de los nuevos inventos (como la segadora) revolu-
i
típicos de un déficit de capital social: oleadas de delincuencia, degra- cionaron la productividad agrícola. Otros (como la máquina de coser
dación de las ciudades, una educación inadecuada, un aumento de las \
diferencias entre ricos y pobres; lo que cierto contemporáneo den 0-
minó un carnaval de corrupción política.
I y los alimentos enlatados) transformaron el hogar. Pero los inventos
más trascendentales fueron los que fundamentaron en Estados Uni-
dos las revoluciones industrial, del transporte y urbana: la caldera de
Pero en el mismo momento en que surgían esos problemas, los vapor, el acero, la electricidad, el telégrafo y el teléfono, el ascensor, el
norteamericanos comenzaron a solucionarlos. En unas pocas déca- freno neumático y muchos otros. La producción de acero, por ejem-
das en torno al cambio de siglo, un acentuado sentimiento de crisis plo, se multiplicó, pasando de 77.000 toneladas en 1870 a II,2 mi-
en conjunción con unas bases y unos líderes nacionales llenos de en- llones en I900. El número de fábricas de Estados Unidos llegó casi a
tusiasmo provocaron un extraordinario estallido de imaginación cuadruplicarse, de 140.00 en 1865 a 5I2.000 en I900; y el tamaño
social y reforma política. En realidad, la mayor parte de las institu- de las mismas creció con rapidez aún mayor. En I865 la factoría típi-
ciones comunitarias de la vida norteamericana actual fueron inven- ca de Nueva Inglaterra tenía sólo de doscientos a trescientos trabajado-
tadas o renovadas en ese período de innovación cívica, el más fecun- res. En 19I5 la primera planta de la Ford empleaba a no menos de
do de la historia norteamericana. La era progresista no fue el único quince mil. 2
caso de entusiasmo cívico práctico de esa historia, y seguramente Así como los nervios de la nación eran ahora de acero, la electrici-
tampoco fue intachable, pero (en parte por esa razón) tiene muchos dad transformó sus sinapsis. Hacia el cambio de siglo escribía el pe-
paralelismos instructivos con nuestro período. El presente capítulo riodista Mark Sullivan:
narra la historia de esa época excepcional, y ofrece sugerencias, ilus-
traciones y unos pocos relatos con moraleja que pueden iluminar la La electricidad recorría el país de arriba abajo literalmente como un rayo:
nuestra,J por todas partes se tendían los cables que le abrían camino, como largos ner-
vios de un nuevo crecimiento partiendo de las centrales eléctricas, llegando
Durante el último tercio del siglo XIX varios cambios tecnológicos, de la ciudad a los suburbios, con una capacidad cada vez mayor para trans-
económicos y sociales transformaron la vida norteamericana. Entre portarla a pueblos distantes, y de los pueblos a las granjas. Y todo ello termi-
I870 y I900 aproximadamente Estados Unidos evolucionó con rapi- naba en un interruptor que al girarlo permitía a la gente explotar un depósi-
dez de una sociedad rural, local y tradicional a una nación moderna to de fuerza física prácticamente ilimitado.}
5°0 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada)' la era progresista 5°1

La prosperidad de estas dos décadas produciría una sociedad lo bas- tos nativos en dieciocho de las veinte ciudades con una población de
tante segura y eficiente como para considerar que la innovación a más de cien mil habitantes."
gran escala resolvería los problemas del momento: crimen, violencia, Los inmigrantes procedían de muy diversos países europeos, así
enfermedades, miseria urbana, corrupción política e incluso las cre- como de Canadá y Asia oriental. Alemanes, irlandeses, franceses, ca-
cientes desigualdades en riqueza y poder. También dio a luz una coa- nadienses, británicos y escandinavos fueron los más numerosos hasta
lición progresista amplia e internamente dispar unida bajo la hipóte- 1890, pero durante las dos décadas siguientes, según señala el histo-
sis optimista de que la sociedad era capaz de mejorar mediante una riador Steven Diner,
reforma voluntarista.
Las décadas transcurridas entre la guerra civil y la Primera Guerra ... otros inmigrantes, en su mayoría católicos y judíos de países desconocidos
Mundial fueron también una época de rápido crecimiento demográfi- del sur y el este de Europa, afluyeron a Estados Unidos en cantidades no su-
co y urbanización. La población nacional se multiplicó casi por dos peradas hasta entonces para trabajar en su expansiva economía industrial.
entre 1870 Y 1900, pasando de cuarenta millones a setenta y seis, Aquellas personas. que solían vivir en barrios urbanos densamente poblados
mientras que la población de las ciudades se triplicó de diez a treinta donde predominaban las lenguas extranjeras, crearon sus propias iglesias. si-
millones. Las grandes ciudades crecieron con rapidez aún mayor, y nagogas e instituciones comunalesY·
otras nuevas engrosaron las filas casi cada año. El número de ciuda-
des con más de cincuenta mil habitantes se triplicó en este período, pa- En I 890 la cacofonía de lenguas y costumbres desconocidas de los re-
sando de veinticinco a setenta y ocho. La población de Bastan aumen- cién llegados suscitó un debate nacional sobre la «americanizaCÍón)) y
tó en un 79 % hasta llegar casi a cuatrocientos cincuenta mil habitantes la identidad étnica, similar en muchos aspectos al debate sobre las ac-
en sólo veinte años, entre 1870 y 1890; la de San Francisco se duplicó tuales corrientes del «multiculturalismo)) y «sólo en inglés)). El histo-
hasta casi trescientos mil; la de Milwaukee se triplicó hasta superar riador Sean Dennis Cashman nos recuerda, por ejemplo, que «cuan-
los doscientos mil; y la de Denver se multiplicó por veinte, llegando a do en I889 y I890 los estados de Illinois y Wisconsin decidieron que
ciento siete mil. Chícago, que apenas era un pueblo en 186o, tenía en el inglés fuera el medio de enseñanza escolar, hubo grandes protestas
1910 una población de dos millones doscientos mil habitantes. Año de alemanes y escandinavos)).13
tras año una corriente interminable de emigrantes esperanzados lle- El nuevo habitante de Chicago vivía una vida y se enfrentaba a unos
gados de granjas norteamericanas y pueblos europeos se vertía en las riesgos muy diferentes de los que podría haber esperado por su educa-
ciudades abarrotadas y anónimas de los bloques de vecinos y los ras- ción, tanto si su andadura había comenzado en Iowa como en la Eslo-
cacielos. ro Estos emigrantes no sólo vivían en una comunidad nueva, vaquia rural. Había llegado en busca de oportunidades económicas, y a
sino en un medio tan poco familiar y descoyuntado que muchos du- menudo las encontró, pero también se topó con una profunda insegu-
daban de si merecía en realidad el nombre de comunidad. ridad. Los obreros urbanos se hallaban a menudo en paro. Los sistemas
La mayoría de los nuevos residentes urbanos vivía también en un antiguos de «ayuda domiciliaria" -programas locales y temporales de
país nuevo. En los treinta años transcurridos entre 1870 y 1900 casi asistencia pública- se vieron anegados por nuevas demandas, como el
doce millones de personas emigraron a Estados Unidos, más de los sistema más reciente de «ayuda para asilados». Las redes sociales tra-
que habían llegado a sus costas en los dos siglos y medio anteriores. dicionales de seguridad -la familia, los amigos y las instituciones co-
En los catorce años siguientes llegarían casi trece millones más. En munitarias- no se ajustaban ya a los modos de vida que habían aca-
1870 un tercio de los trabajadores industriales de Estados Unidos ha- bado adoptando los nuevos trabajadores urbanos."
bía nacido en el extranjero. En I900 eran más de la mitad. En 1890 Por otra parte> las oleadas cada vez mayores de inmigrantes habrían
los inmigrantes adultos superaban en realidad en número a los adul- remitido de no haber sido por las perspectivas realistas de un trabajo
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 499

El ferrocarril y el telégrafo transformaron Estados Unidos de un [re las empresas de compra por correo, mientras que distribuidores como
país de pequeñas «comunidades aisladas» y remotas esparcidas a lo A&P y Woolworth's establecieron nuevas pautas para las ventas al detalle en
largo de casi cinco millones de kilómetros cuadrados en una unidad cadenas comerciales. 6
económica nacional integrada. Entre r870 y r900 la red nacional de
ferrocarriles creció de ochenta y cinco mil a trescientos diez mil kiló- Medido en índices materiales, e! nivel de vida de Estados Unidos mejo-
metros. «Una red ferroviaria transcontinental aproximó las granjas y ró sustancialmente durante e! medio siglo que siguió a la conclusión
las fábricas, el campo y la ciudad -concluye el historiador Sean Den- de la guerra civil. La riqueza per cápita creció en torno a un 60 %, y el
nis Cashman-. El telégrafo y el teléfono, la electricidad y la prensa in- producto nacional bruto real per cápita aumentó en un 133 %, a pesar
crementaron el conocimiento público, la eficiencia empresarial y el incluso del incremento de la población debido a la afluencia de emi-
debate político. ». grantes pobres. De r87r a 1913 la media anual de la expansión de la
Juntamente con estas revoluciones tecnológicas se produjo otra en economía norteamericana fue del 4,3 0/0.7
la escala de las empresas, pues aquel período fue también la época de Estos beneficios no se distribuyeron de manera regular ni entre las
siembra de las modernas compañías. La organización en grandes clases sociales, ni a lo largo de! tiempo. Las diferencias entre ricos y
compañías diezmó muchas profesiones, como las de los pequeños co- pobres, así como la brecha entre trabajadores especializados y no es-
merciantes y artesanos independientes, a la vez que creaba otras nue- pecializados, se amplió, en palabras del historiador Mark Wahlgren
vas, como las de administrador de empresas y obrero industrial no es- Summers, «en experiencia laboral, satisfacción con la sociedad norte-
pecializado. Entre I 897 Y r 904 la primera oleada de fusiones de la americana, escalas salariales y control de la propia vida». En r896
historia de Estados Unidos barrió Wall Street, dejando tras su estela Charles B. Spaur calculaba que el r % de la población era dueño de
enormes corporaciones de nueva creación: la Standard Oil, la Gene- más de la mitad de la riqueza nacional, mientras que el44 % de las fa-
ral Electric, Du Pont, U.S. Steel, American Tobacco, Nabisco y mu- milias del escalón más bajo poseía sólo el r,2 %. Según jeffrey Wi-
chas más. En realidad, en relación con las dimensiones de la econo- lliamson y Peter Lindert, historiadores contemporáneos de la econo-
mía en conjunto, la oleada de fusiones de finales del siglo XIX no tuvo mía, la desigualdad económica había crecido rápidamente durante
parangón hasta las fusiones gigantescas de la década de 1990. 5 los años de la primera industrialización, antes de la guerra civil, y si-
El historiador de la economía Glenn Porter resume estos cambios guió creciendo de manera irregular hasta unos niveles muy altos, al-
espectaculares en la estructura y la escala de la economía norteameri- canzando su punto álgido justo antes de la Primera Guerra Mundial.
cana con las siguientes palabras: La desigualdad económica no se acentuaría como lo hizo durante e!
siglo XIX hasta las décadas finales del siglo xx. Sin embargo, a pesar
Por primera vez industrias enteras pasaron a identificarse con los nombres de de la creciente mala distribución del bienestar, los ingresos reales y el
individuos poderosos que las dominaban: Cornelius Vanderbilt, E. H. Harri- nivel de vida de los trabajadores norteamericanos aumentaron signi-
man y James J. Hill en el ferrocarril; Cyrus McCormick en las trilladoras; ficativamente a finales del siglo XIX y principios de! xx.'
John D. Rockefeller en el petróleo; J.P. Margan en las finanzas; James B. Varias recesiones graves (o «pánicos», según la denominación con
Duke en el tabaco; Gustavus Swift y Philip Armour en la carne enlatada, y que fueron conocidas) interrumpieron el progreso económico. El des-
Andrew Carnegie en el acero ... De manera similar, las mejoras en el transpor- empleo superó el r6% en las depresiones de r873-r877 y 1893-
te y las comunicaciones y el crecimiento de las ciudades ofrecieron oportuni- 1897. Ningún período de dificultades económicas ha sido tan pro-
dades a la comercialización masiva en los nuevos campos de los grandes al- fundo y traumático en la historia norteamericana como los años que
macenes, las oficinas de compra por correo y las cadenas comerciales. van de r893 a r897. Por atraparte, aquella depresión estuvo seguida
Montgomery Ward y Sears, Roebuck & Company se pusieron en cabeza en- por casi dos décadas de crecimiento prácticamente ininterrumpido.'
5 02 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 5°)

mejor remunerado. A pesar de estar desigualmente distrihuida, la tradicional; muchas se unieron a las campañas locales de reforma
nueva prosperidad se sumó pronto al ingenio para producir una cul- bajo el estandarte del «gobierno doméstico municipal», y unas pocas
tura nueva de ocio y materialismo. El invento del gramófono y el cine ejercieron tareas profesionales como la abogacía y la medicina, sen-
entre 1896 y 1902 presagió una transformación radical de la natura- tando así los cimientos para la «nueva mujer» de la era progresista. IB
leza de las actividades masivas de entretenimiento en el nuevo siglo. Para quienes vivieron esa época 10 más llamativo fue sencillamente
Ya en 1908 la ciudad de Nueva York tenía por sí sola más de seiscien- el ritmo abrumadora mente acelerado del propio cambio. Solemos ha-
tas salas de cine a cinco centavos la entrada en locales comerciales. En blar fácilmente del paso rápido del cambio en nuestro tiempo. Sin
1914 se produjeron medio millón de discos, y en 1921 esta cifra se embargo, en la experiencia del norteamericano medio de finales del
dispararía a más de cien millones." Ya en 1897 Míster Dooley (el siglo xx no hay nada que equivalga a la dislocadora transformación
barman de ficción americano de origen irlandés ideado por Finley Pe- experimentada a comienzos del mismo por un inmigrante criado
ter Dunne) se burlaba de la nueva importancia dada al consumo ma- como campesino en un pueblo polaco, que había cambiado poco des-
terial: de el siglo XVI, y que al cabo de unos años participaba en la construc-
ción de los rascacielos vanguardistas de Louis Sullivan en la ciudad
He visto América extenderse del Atlántico al Pacífico con una oficina comer- de los «espaldas anchas» [Chicagol, a orillas del lago Michigan. El
cial de la Standard Oil Company en cada aldea. He visto caer los grilletes de ritmo del cambio en las últimas décadas del siglo XIX era extraordi-
los esclay'os, lo que permitió lincharlos en Ohio [... ] y los inventos [... ] el telar nario incluso para los naturales de Estados Unidos. Según escribió
de algodón y la ginebra con limón [... ] la bicicleta y el aeroplano, la máquina más tarde el bostoniano Henry Adams refiriéndose a su propia niñez,
tragaperras y el coche de Croker y las heladerías y -el colmo de nuestra civi- «el muchacho norteamericano de 1854 se hallaba más cerca del año
lización-la caja registradora y; 1 que del 1900».19

Gran parte del cambio fue para mejor, pero otra parte importante
Diez años más tarde el filósofo de Harvard William James expresaría no. Comencemos -como hicieron los reporteros sensacionalistas Lin-
el mismo desdén en el elevado lenguaje de los reformadores yanquis coln Steffens y Jacob Riis- por la degradación urbana. Las ciudades
al lamentarse de «la endeblez moral nacida del culto exclusivo a la hipertrofiadas de la edad dorada eran desiertos industriales, centros
perra diosa del ÉXITO. Ésa es nuestra enfermedad nacional, con una de vicio, pobreza y enfermedades endémicas, llenas de cuchitriles hú-
interpretación sórdidamente monetaria de la palabra "éxito"».17 medos y atiborrados de gente, y con una administración corrupta. La
No obsrante, otros cambios culturales producidos durante la edad mortalidad infantil aumentó en dos tercios entre 1810 y 1870. El re-
dorada fueron más progresisras. A medida que avanzaba la revolu- formador social neoyorquino Charles Loring Brace había llamado la
ción industrial, los límites entre los mundos masculino y femenino de atención ya a finales de la década de 1860 sobre los niños a quienes
la clase media se hicieron menos rígidos. Las mujeres asumieron nue- denominó «árabes callejeros», que formaban bandas de delincuentes
vas funciones públicas, exigieron el derecho al voto, recibieron una y creaban una «clase peligrosa». El trabajo infantil estaba en auge:
educación superior y trabajaron y actuaron cada vez más junto con «En 1900 casi uno de cada cinco niños de menos de quince años ga-
los hombres. Es posible que los ingredientes críticos de este cambio naba un sueldo en trabajos no agrícolas, y un sinnúmero de millones
fueran los avances en la educación femenina y un mayor número de más trabajaba en granjas». La delincuencia aumentó vertiginosamen-
posibilidades de ocio desconocidas hasta entonces (en el caso de las te en las ciudades norteamericanas de finales del siglo XIX y princi-
mujeres de clase media, capaces de saborear los frutos de los nuevos pios del XX, al igual que en varios otros países occidentales, en medio
aparatos domésticos que les permitían ahorrar tiempo). Durante la de los dolores de parto de la industrialización y la urbanización. El
edad dorada las mujeres comenzaron a salir de su «ámbito propio» historiador Cashman escribe:


¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 5°5

Las condiciones de las metrópolis superpobladas producían un es-


La población de algunas partes de Chicago era tres veces mayor que la de las pecial desasosiego a los nuevos profesionales de clase media. "Para
zonas más pobladas de Tokyo y Calcuta. Barrios enteros estaban congestio- ellos -escribe el historiador Don Kirschner- las ciudades eran estéti-
nados, sucios e infectos. La calle aparecía sembrada de despojos y estiércol camente repulsivas y comercialmente torpes, estaban culturalmente
mezclados con basura y desperdicios. Difícilmente podía extrañar que en las balcanizadas, eran moralmente depravadas, socialmente opresivas y
grandes ciudades fueran endémicas: la tisis, la neumonía, la bronquitis y la políticamente explosivas.» Es cierto que algunos historiadores han
diarrea [... ] Pittsburgh tenía la tasa de mortalidad más alta del mundo por mantenido últimamente que los críticos de la era progresista exage-
fiebres tifoideas: 1,3 por mil.2.0 raron la depravación de las ciudades de la edad dorada. Jon Tieford,
por ejemplo, señala que los expertos municipales de las ciudades del
El retrato más vívido de las ciudades norteamericanas a finales del si- siglo XIX podían enorgullecerse de muchos logros prácticos: agua
glo XIX sigue siendo la obra publicada en r890 por el periodista de corriente, transporte eficaz, numerOsas bibliotecas. Las propias ma-
origen danés Jacob Riis, How the Other Half Uves: quinarias políticas tuvieron efectos beneficiosos, en especial al permi-
tir a los inmigrantes urbanos acceder a la política, aunque según ob-
En los bloques de pisos todas las influencias contribuyen a agravar la situa- serva el historiador urbano Robert Barrows, el soborno, la corrupción
ción, pues son Jos semilleros de las epidemias que llevan la muerte a ricos y y los abusos asociados a la política urbana de finales del siglo XIX «no
pobres por igual, los viveros de la miseria y el crimen que llenan nuestras cár- se excusan por el hecho de que la actividad caritativa fuera a veces un
celes y nuestras comisarías. Año tras año se deshacen de una escoria de cua- derivado de ellos». Según señalaba Lincoln Steffens, el crítico cívico
renta mil ruinas humanas para arrojarlas a los asilos para pobres construidos más famoso, la responsabilidad última no era de los políticos, sino de
en las islas [de Manhattan y BrooklynJ y sostenidos por las parroquias. En los propios votantes. "El desgobierno que sufre el pueblo norteameri-
los últimos ocho años han producido alrededor de medio millón de mendigos cano es el desgobierno causado por el pueblo norteamericano.» 2.4
que se alimentan de nuestros donativos de caridad y mantienen un ejército El aparato municipal ofrecía patrocinio a los pobres urbanos e in-
permanente de diez mil vagabundos, con todo lo que ello implica, pues con migrantes, contratos y licencias para negocios legítimos y protección
su letal contagio moral afectan principalmente a la vida familiar. l / para los ilegítimos. Entre tanto, proliferaban los sobornos y la corrup-
ción: bajo el mandato de Boss Tweed, por ejemplo, la ciudad de Nue-
Jane Addams, fundadora de la Hull House, condenaba así la falta de va York pagó 179.729,60 dólares por tres mesas y cuarenta sillas, una
servicios públicos: suma colosal en aquel tiempo. El historiador Steven Diner resume los
efectos políticos con palabras bastante parecidas a las empleadas para
Las calles están indescriptiblemente sucias, el número de escuelas es inade- describir la despreocupación por la política de un siglo después:
cuado, la legislación sanitaria no se aplica, la iluminación vial es mala, el ado-
quinado miserable y completamente ausente en callejas y calles pequeñas, y Los norteamericanos de clase media [... ] observaban, mientras los trusts mani-
los establos son nauseabundos más allá de cualquier descripción posible. pulaban a los miembros del Congreso y utilizaban los tribunales y las autori-
Cientos de casas no están conectadas con el alcantarillado.2.1 dades federales para acabar con la hostilidad de agricultores y obreros. El go-
bierno, que según los ideales norteamericanos debería representar la voluntad
Otros observadores menos compasivos aplaudían la filípica antiurba- del pueblo, aparecía como un cautivo de los intereses particulares.2.;
na del evangelista Josiah Strong: "La primera ciudad fue construida
por asesinos, y en la ciudad se han enconado desde entonces el cri- El norteamericano medio, alzando la mirada con envidia, veía la nue-
men, el vicio y la maldad»." va riqueza casi inimaginable de los robber barons, los barones saltea-
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista
506

dores, capitalistas sin escrúpulos: Rockefeller, Margan, Carnegie y turales del país a luchar contra «vicios» que veían con especial clari-
otros de su ralea. Los granjeros -hemos de tener en cuenta que la ma- dad en las tradiciones culturales de los inmigrantes. '7
yoría de los norteamericanos siguió viviendo en el campo hasta entra- Como ha sucedido siempre en nuestra historia, el etnocentrismo
do el siglo xx- estaban escasamente protegidos contra la explotación más virulento se reservó para los asuntos de raza. Al concluir la re-
del ferrocarril, los créditos costosos y la deflación de los precios. Los construcción, en 1877, el control de los blancos de cualquier locali-
nuevos trusts industriales ahogaban la competencia y transformaban dad sobre los negros emancipados se hizo más violento. Según infor-
el poder económico en poder político. Los obreros, carentes de orga· ma el historiador Richard McCormick, <dos primeros años de la
nización, dependían de salarios impuestos por las grandes corpora- década de 1900 trajeron consigo [para los negros sureños] la exclu-
ciones empresariales. Su respuesta eran unos reiterados esfuerzos por sión casi completa de la política, la segregación legal de prácticamen-
crear sindicatos, pero hasta el cambio de siglo dichos esfuerzos te todos los servicios públicos y privados, y una explosión mareante
fueron rechazados con violencia y aplastados por las depresiones re- de disturbios y linchamientos de carácter racial». El 18 de mayo de
currentes que socavaban el poder de mercado de la mano de obra. r896, en el caso «Plessy contra Ferguson», de triste memoria, el Tri-
Varias oleadas de huelgas dieron muestras, no obstante, de su descon- bunal Supremo respaldó las llamadas leyes Jim Crow destinadas a
tento,l6 mantener a la población «segregada pero igual». La mancha de aceite
Muchos norteamericanos blancos naturales del país que contempla- de la segregación se extendió de manera constante tras el comienzo
ban temerosos lo que ocurría por debajo de su nivel se sentían profun- del siglo, de los ferrocarriles a los tranvías, de los transbordadores a
damente preocupados por los inmigrantes y los afroamericanos. las cuerdas de presos, de los parques zoológicos a los teatros, de los
Como ocurre en los Estados Unidos de hoy, las divisiones étnicas ten- hospitales a las cárceles. Los somatenes racistas blancos se propaga-
dían a reforzar las diferencias de clase. Según observa el historiador ron del sur al medio oeste. En la década de I880 el linchamiento era
Nell Irvio Painter, «mientras las clases media y alta eran en su mayo- ya una práctica común, y alcanzó su punto culminante entre 1889 y
ría protestantes y nacidas en el país de antepasados británicos, las cIa- 1898. Durante esas décadas la media de linchamientos fue de uno
ses trabajadoras, sobre todo los obreros industriales, estaban forma- cada dos días en algunas zonas de Estados Unidos. Entretanto, de
das por numerosos extranjeros, católicos 0, en el caso del sur, negros», 1890 a 1908 la práctica totalidad de los estados sureños privó de de-
Los últimos años del siglo XIX fueron testigos del auge de una actitud rechos políticos a los afroamericanos, recurriendo a limitaciones ra-
defensiva de los naturales del país (nativismo), de una alianza hetero- ciales en el derecho al voto: impuesto de capitación, prueba de alfabe-
génea de conveniencia entre sindicatos (temerosos de la competencia tización, cláusula del abuelo y otras estratagemas. La participación
de los bajos salarios de los inmigrantes), protestantes conservadores electoral de los afroamericanos en el sur se redujo en una media del
(hostiles al creciente influjo de judíos y "papistas» de Europa meridio- 62 %: el 100 % en Carolina del Norte, el 99 % en Luisiana, el 98 %
nal y oriental), e incluso algunos reformadores sociales (inquietos en Alabama y el83 % en Florida."
ante la posibilidad de que una inmigración sin control exacerbara los Las formas más atroces de segregación se concentraron en el sur,
problemas de las ciudades). En 1894 la American Protective Associa- pero muchas instituciones cívicas del norte excluían explícitamente
tion, de ideología na ti vista, fundada en Clinton (Iowa) en 1887, asegu- de la afiliación a personas de clase obrera, así como a afroamerica-
raba contar con la asombrosa cifra de dos millones y medio de miem- nos, judíos y católicos. Los progresistas del sur estaban resueltos a
bros (o aproximadamente el 7 % de los adultos norteamericanos), si excluir a los negros de la política, y los del oeste se mostraban hostiles
bien su número descendió a continuación rápidamente. El malestar con los asiáticos. Al mismo tiempo, las doctrinas racistas lograron
ante la ,<depravación» extranjera ayudó a dar pábulo al movimiento credibilidad intelectual a lo largo y ancho de la nación. El profesor de
antialcohólico "Di simplemente no», que llamaba a los protestantes na- Harvard Nathaniel Shaler mantenía que los negros emancipados es-
¿Qué hacer? · '. la edad dorada y la era progresista
Lecciones de h lsuma.

lado, los optimistas se mostra~an ~~tuseiarSm~t~~í~~ ~~:s~:!~~~: ~:~


taban .volviendo a ser los salvajes que habían sido anteriormente.
«Los gobiernos de T.R. [Teddy Roosevelt] y Woodrow Wilson coin- I . s de la comumcaclOn p , .
cidieron en el punto más bajo de las relaciones entre razas en Estados nuevaS
,, 'teeno ogla r la compaslon " h uman, a El altruismo se expandma,
Clan mas amp 10 a .' d I ferrocarril los tendl-
en una sociedad recientemente umlf¡ca ~,port: p'lca de WiÚiam Allen
Unidos desde la abolición del eselavismo», observa el historiador po-
lítico Wilson Carey McWilliams. En resumen, la era progresista estu- ,. I l' fo 3' En a VISlOn u o
vo íntimamente asociada a la exc!usión,l9 dos electncos y e te egra. 1" os en el terreno de las comunica-
Wh' los nuevos avances teeno oglc ,, . d
Al coneluir el siglo XIX los norteamericanos estaban divididos tan- ' Ite ' l a posibilidad de convertir la naClOn «en un barno, ."
to como lo están hoy por clases, etnias y razas, aunque las líneas divi- clOne~~~ntJe;;ac:ble eléctrico, la tubería de hierro, el tranvía, el per~­
sorias actuales difieren en sus detalles de las de hace un siglo (pues vecm,la .:. I l' f [1 han hecho de todos nosotros un cuerpo. a
los asiáticos y los hispanos, por ejemplo, han sustituido a los judíos dlco d ;lO, e te e ~n~ "'Ios seres humanos pueden entenderse [... 1 En
y los italianos como objetivo de la discriminación). Los debates so- no hay orasteros. o os I cer de un despertar espiritual»,))
realidad noS hallamos en e aman,e medios de comu-
bre los efectos de la revolución del transporte y las comunicaciones El filósofo Herbert Croly sostema que los nuevos , d
en los lazos comunitarios tradicionales evocan igualmente nuestros .. , . d d í activa «reunirse» a pesar e
nicación perrnltlrlan a una cm. ~ a~ :liminarían la necesidad de re-
propios dilemas. El ferrocarril y el correo rural, las empresas de venta
las distancias, con lo que reducman ml'entos la electricidad y
por correspondencia y (algo más tarde) las cadenas de tiendas y el ., S . mas en estos razona
automóvil desbarataron el comercio local y pusieron en peligro los presentaclOo. U.stltuya I . nos sonará extraordinariamente
el teléfono por mternet, Y a tesIS
vínculos sociales de carácter local. Sears, Roebuck, Montgomery Ward, 'd comienzos del siglo xx.
la A&P y Woolworth fueron los equivalentes de las actuales Wal- apropIa
P r otra a aparte a a Igunos o bservadores sociales más cautelosos,
,
Mart y Amazon.com. William Allen White, el influyente periodista o J h D w;y y Mary Parker Follett, les preocupaba como entre-
progresista de Kansas, lanzaba estas atronadoras observaciones: como o n e l ' on los lazos personales directos. Aunque
tejer la nueva teeno ogla c ciedad nueva y más amplia, apre-
Si no se les ponen límites, las empresas de venta por correo asesinarán a nues- ~~~~:~c:::~i~~~::a~::e:~~:lil:I:~ más peque!ias y antiguas de los
tras localidades más pequeñas, creando grandes ciudades con su f ... 1 inevita- barrios. Dewey escribía:
ble sentimiento de casta provocado por la presencia de pobres y ricos que vi-
ven juntos, pero se desconocen. La amistad, la vecindad, la fraternidad, o d l or y la electricidad sea una
Es posible que la gran sociedad.~r~a L: r::a:ióv:~e la comunidad por los nue-
cualquier nombre que podamos dar a ese espíritu de camaradería que surge
sociedad, pero no es una comUnI a , ,. s del conjunto de los com-
cuando las personas se conocen bien, es el cemento que mantiene ligada esta modos relativamente impersonales Y mecanIco. J
unión de estados.-Io vos . h 1 hecho más sobresaliente de la vIda moderna [ ...
portam~e~tos ,u:~:~~ el: ~ran sociedad en desarrollo ha invadido y desinte-
El editorial de un periódico de la vecina lowa decía: «Cuando se en- ~a~r: e~ :a~:ias pequeñas comunidades del pasado sin generar una gran
terraba a nuestro ser más querido, iera Marshall Field and Co. quien comunidad,H
derramaba una lágrima de compasión y pronunciaba las palabras de
aliento, o el comerciante de nuestra localidad natal?»)' y Follett añadía:
La nueva tecnología de las comunicaciones concitó entre los filóso-
fos de finales del siglo XIX y principios del xx un intenso debate que , . niendo en algún lu-
La verdadera solidaridad no se alcanzara nunca SI no es u d b' [ 1
prefiguró con notable fidelidad la creciente controversia suscitada ac- gar un pequeño grupo con o"tro [· .. 1 ~os ~iversos gru~:s n~r:nal ;r~: p~'~_
tualmente en Estados Unidos sobre los efectos de internet. Por un sólo podrán llegar a constituir una vida Ciudadana sa ,

1
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y [a era progresista PI
5 '0
--------
tidista mediante la unión real, no apelando a la fantasía. En tal caso, ser Los reformadores sociales de la era progresista (al igual que los de
miembro de un grupo de barrio significará ser al mismo tiempo miembro, la nuestra) se hallaban entre la espada y la pared de un dilema. En ser-
y miembro responsable, del estado.35 vicios sociales, sanidad pública, planificación urbana, educación, or-
ganización de barrios, filantropía cultural y hasta en la fuerza ejerci-
Follen, que trabajaba en Roxbury, un suburbio de Boston nuevo por da por los grupos de presión, un equipo profesional podía realizar a
aquellas fechas, con línea de tranvía, comentaba: «En la actualidad menudo un trabajo más eficaz y eficiente para la solución de las ta-
una vida comunitaria libre y plena vivida dentro del vínculo sustenta- reas propuestas que unos voluntarios «bienintencionados», Sin em-
dor y nutricio de la comunidad l ... ] es algo casi desconocido». Según bargo, el hecho de quitar poder a los miembros ordinarios de asocia-
el historiador Jean Quandt, Follett, en un intento de recrear unos la- ciones voluntarias podía reducir fácilmente el compromiso cívico de
zos de relación directa entre vecinos, «buscó convertir los centros [co- base y fomentar la oligarquía. Los progresistas luchaban consigo mis-
munitarios] en instituciones para superar la apatía CÍvica, ampliar el mos sobre la elección entre profesionalización y democracia de base,
entendimiento mutuo entre grupos y crear un marco local para la in- aunque al final acabaría venciendo la profesionalizaciónY
tegración de iglesias, asociaciones comerciales, logias y grupos juveni- Tras estos proféticos debates sobre tecnología y profesionalización
les [... ] La comunicación cara a cara, que partía del centro comunita- muchos norteamericanos de finales del siglo XIX notaban que se esta-
rio, seguiría siendo el camino más seguro para crear solidaridad»)6 ba produciendo una erosión de la moralidad y una quiebra de la co-
Otros de los motivos de preocupación de los progresistas fueron munidad. La ideología pública dominante de la edad dorada había
la tendencia a la profesionalización y el que los hombres y mujeres sido el darwinismo social. Sus defensores habían sostenido que el
corrientes renunciaran a participar y prefirieran ser espectadores progreso social requería la supervivencia del más apto, y que el go-
ociosos. El sociólogo Robert Park escribía: bierno interfiriera poco o nada en las <<leyes naturales del mercado».
En una sociedad organizada de ese modo los más capaces triunfarían,
En política, religión, arte y deportes estamos representados actualmente por quienes no tuvieran unos objetivos fracasarían y el proceso sin trabas
delegados, cuando antes participábamos en persona. Todas las formas de ac- de su eliminación garantizaría el progreso social. Esta filosofía presa-
tividad comunal y cultural en que tomábamos [... 1 parte anteriormente han giaba, en ciertos aspectos importantes, el culto liberal al mercado sin
sido asumidas por profesionales, y la gran masa de seres humanos no son ya limitaciones que ha vuelto a popularizarse en los Estados Unidos de
actores, sino espectadores. hoy. Sin embargo, a finafes del siglo XIX los críticos del darwinismo
social fueron imponiéndose gradualmente tanto desde el punto de
Pocos años más tarde, John Dewey, uno de los miembros jóvenes de vista intelectual como (cada vez más) desde el político. «A la vuelra
los intelectuales progresistas, atribuía el declive del compromiso CÍvi- del siglo -explica el historiador Painter- los norteamericanos comen-
co a los pasatiempos baratos: zaron a creer cada vez más que la sociedad debía ser democratizada
para garantizar a todos una oportunidad de vida decente, la libertad
El aumento del número, diversidad y baratura de los entretenimientos consti~ y la búsqueda de la felicidad.»"
cuye una poderosa distracción de las preocupaciones políticas. Los miembros Este giro en el rumbo filosófico fue provocado en parte por las re-
de un público incipiente tienen excesivos medios de entretenimiento y traba- velaciones de periodistas que practicaban la denuncia social: Jacob
jo como para pensar demasiado en organizarse como público eficaz [ ... ] Es Riis, cuyo libro How the Other Half Lives (1890) retrataba las trági-
significativo que el acceso a los medios. de diversión se haya facilitado y aba- cas condiciones en las viviendas de los barrios bajos; Lincoln Steffens,
ratado más de cuanto se conoció en el pasado.37 cuya obra Shame of the Cities (1904) censuraba la miseria urbana y
la corrupción del gobierno; Ida Tarbell, cuyas revelaciones en la revis-

- ·S "
-
jI2 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 51 3

ta McClure's (1905) atacaban las actividades depredadoras de la El historiador urbano Robert Barrows señala la excesiva simplifica-
compañía Standard Oil; Upton Sinclair, cuya obra The Jungle (19 0 5) ción nostálgica de estas líneas, pero añade que «el lamento de Tar-
censuraba los abusos cometidos contra los jornaleros inmigrantes, y kington por la pérdida de un tiempo más sencillo reflejaba también
algunos otros.'O Sin embargo, además de ese tipo de abusos concre- una realidad que los lectores de su generación habrían aceptado sin
tos, los intelectuales progresistas expresaron un anhelo más amplio dudar». El sociólogo Charles Horton Cooley, testigo ocular de los
por los valores comunitarios de la vida de las pequeñas ciudades, nos- cambios, observaba en '9'2:
talgia provocada por el materialismo, el individualismo y la «gran-
diosidad» de los nuevos Estados Unidos. Hernos presenciado en nuestra vida cómo la intimidad del barrio se ha vis-
El ritmo y el grado del cambio social experimentado por los norte- to quebrantada por el crecimiento de una intrincada red de contactos más
americanos hace exactamente un siglo provocaron una profunda des- amplios que nos hace ser extraños para la gente que vive en nuestra misma
orientación. La transformación de su sociedad afectó prácticamente a casa [... ] y reduce la comunidad económica y espiritual con nuestros ve-
todos y cada uno, y desgarró las relaciones tradicionales. Aquellas cinos. 43
personas expresaban con palabras notablemente actuales sus senti-
mientos sobre los trastornos sociales sufridos en sus vidas. Walter La urbanización, la industrialización y la inmigración habían socava-
Lippmann escribía en 1914: do la vecindad.
Los pensadores progresistas procedían en su mayoría de pequeñas
Estamos desconcertados hasta las raíces mismas de nuestro ser. No hay rela- 'ciudades, y reconocían las características opresivas de la vida local:
ción humana entre padres e hijo<;, entre maridos y mujeres, entre obreros y «el rebaño de la pequeña ciudad», en expresión de uno de ellos. Pero
patronos, que no cambie en una situación desconocida. No estamos habitua- también recordaban las virtudes de una comunidad que hundía sus
dos a una civilización comrlicada, no sahemos cómo comportarnos cuando raíces en los lazos personales. «Al leer sobre una boda o sobre el naci-
han desaparecido el contacto personal y la autoridad de siempre. No existen miento de un niño -observaba William Allen White- experimenta-
precedentes para guiarnos, no hay parecer saoio que no esté hecho para una mos ese sentimiento de vecindad que nutre la verdadera democra~
época más sencilla. Hemos camhiado nuestro entorno más rápidamente de 10 cia.» Esa vecindad constituía una red informal de ayuda mutua, un
que hemos sabido cambiarnos a nosotros mismos:" capital social de una forma especialmente pura. En las pequeñas po-
blaciones, observa el historiador Quandt,
Un año después Booth Tarkington, el novelista de Indiana ganador
del Premio Pulitzer, reflexionaba sobre las transformaciones sociales ... donde cada cual se preocupaba de los asuntos de los demás, no tardaban
que habían acompañado al proceso de urbanización de su ciudad de en conocerse las enfermedades o dificultades, y provocaban una respuesta
Indianápolis en el siglo XIX: rápida. Jane Addams recordaba las funciones del cotilleo en el pueblo: ser-
vía para mantener a las personas informadas sobre quién necesitaba ayuda,
Hace menos de una generación no había aquí un gigante jadeante ni una ciu- y les permitía hacer «un bien que se hallaba al alcance de la mano)) [... ]
dad convulsa y mugrienta, sino sólo una población grande y grata de personas Además del sentimiento de intimidad y de una sensación de inexistencia de
que vivían como en un barrio, que se entendían mutuamente, pues eran en ge- clases sociales, la moral de la pequeña ciudad que conformaba los valores
neral muy parecidas. Era un lugar reposado y amable (<<como en casa», se de- de aquellos intelectuales hacía hincapié en una participación amplia en los
cía ... ). Los buenos burgueses se dedicaban a salir para dar en familia una vuel- asuntos públicos de la comunidad [... ] El resultado era una dernocracia po-
ta dominguera montados cómodamente en faetones o en calesas. Nadie era lítica basada en un sentimiento de comunidad más igualitario que paterna~
rnuy rico; pocos, muy pobres. El aire era limpio y había tiernpo para vivir.42 lista :44

1
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 515

Los progresistas comunitarios censuraron el desgaste de esos lazos Los reformadores sociales de la era progresista comenzaron a
estrechos en los Estados Unidos de la urbanización y la industrializa- considerar los males de la sociedad -la pobreza y todo lo demás-
ción. Los vínculos impersonales y diluidos del mercado sustituyeron un reflejo de causas sociales y económicas, y no fracasos morales in-
a los más firmes de la familia, la amistad y la solidaridad de la peque- dividuales. En aquellas circunstancias nuevas y más complejas, el
ña localidad. Sus teorías se hicieron eco de distinciones expuestas por individualismo grosero les parecía cada vez menos realista, y fue
teóricos sociales contemporáneos de Europa: las teorías de la posi- sustituido gradualmente por una concepción más orgánica de la
ción social frente al contratb, de Henry Maine; de la Gemeinchaft sociedad. Los progresistas no negaban la importancia del interés
frente a la Gesellschaft, de Ferdinand Tbnnies; de la solidaridad me- propio, pero añadían que hombres y mujeres eran movidos tam-
cánica frente a la orgánica, de Émile Durkheim, y la comparación de bién por valores inmateriales: el afecto, la reputación y hasta el al·
Georg Simmel entre ciudad y metrópoli, expuestas todas ellas entre truismo.
1860 y 1902. Gran Bretaña, como primer país industrializado, fue Durante la edad dorada los actos de «caridad" y la «americaniza-
también el primero en afrontar el moderno choque entre el egoísmo y ción» parecieron a las confortables clases medias una respuesta
la solidaridad. Benjamin Disraeli, que llegaría a ser un reformador adecuada a los males sociales. «En esas décadas -escribe el histo-
victoriano, escribía ya en r845: riador social Paul Boyer-Ia clase media estaba abandonando en rea-
lidad las ciudades de los inmigrantes y sus complejos problemas:
En las grandes ciudades las personas se unen por el deseo de lucro. En lo re- huía a las zonas suburbanas, se retiraba a enclaves de barrios com-
ferente a hacer forruna no se hallan en una situación de cooperación, sino de pactos, menospreciaba, ridiculizándola, la política municipal, y
aislamiento; y en cuanto él rodo lo demás, no se preocupan por sus vecinos. permitía al capitalismo industrial que estaba configurando la ciu-
El cristianismo nos enseña a amar a nuestro prójimo corno a nosotros mis- dad un avance sin límites ni control.)) Pero, añade el historiador
mos; la. sociedad moderna no reconoce a prójimo alguno. ]effrey A. Charles, «al cambiar el siglo [... ]Ia mera sociabilidad pa-
recía ser una respuesta inadecuada al sentimiento de crisis que se
Sus sucesores norteamericanos estaban de acuerdo con él en que en el apoderaba de la clase media [... ] La redención social requería un
nuevo orden social (das relaciones tendían a ser superficiales; las limi- nuevo tipo de activismo cooperativo [... ] al servicio de la comu-
taciones impuestas por la opinión pública, débiles, y la causa común nidad».47
con el prójimo, inexisrenre).45 En su campaña para la presidencia de 1912 Woodrow Wilson ha-
Sin embargo, aquellos pensadores abrigaban la esperanza de que se bló de la transformación que se había adueñado de Estados Unidos
pudieran reconstituir unos vínculos sociales de forma distinta, pero con en las cuatro décadas anteriores empleando palabras que, según sa-
valor similar incluso en la sociedad que tenían ante ellos y que veían bía, los votantes entenderían.
surgir en torno. Su diagnóstico del cambio social les llevaba a proponer
recetas, no a desesperarse. Según la descripción que da el historiador Hemos llegado a una época muy diferente de cualquiera de las que nos han
Quandt de la postura optimista de aquellos reformadores, «el senti- precedido. Ayer, y desde los inicios de la historia, los hombres se relaciona-
miento no forzado de pertenencia, la similitud de experiencias y la ética ban entre sí como individuos [... ] En toda la Unión las personas sienten que
de la participación se podían mantener con más facilidad en la pobla- no controlan el curso de sus asuntos. Actualmente la gente mantiene relacio-
ción pequeña que en cualquier otra parte, pero ello no excluía su culti- nes cotidianas sobre todo con grandes intereses impersonales, con organiza-
vo en suelos diferentes).4 6 La búsqueda o la creación de nuevos utensi- ciones, y no con otros individuos. Ahora bien, esta situación equivale prácti 8

lios para cultivar la comunidad en el terreno desconocido de la sociedad camente a una nueva época social, a una nueva era de relaciones humanas, a
industrial fue, pues, una tarea fundamental para los progresistas. un nuevo escenario en el drama de la vida. 48

\
í \

51 6 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista jI?

Era, en resumen, un tiempo muy parecido al nuestro, rebosante de cial- darían el fruto de la era reformista más poderosa de la historia
promesas de avance tecnológico y prosperidad sin precedentes, pero de Estados Unidos.
añorante de un sentimiento de vinculación más integrado. Entonces, Mientras los románticos reaccionarios cavilaban sobre una vuelta a
como ahora, unos nuevos modos de comunicación parecían prometer una época menos grandiosa, más sencilla y bucólica, los progresistas
unas formas nuevas de comunidad, pero los hombres y mujeres reflexi- fueron demasiado prácticos como para sentirse atraídos por esa lla-
vos se preguntaban si era oro todo lo que relucía en esas nuevas for- mada. Admiraban las virtudes del pasado, pero comprendían que no
mas. Entonces, como ahora, el optimismo alimentado por avances se podía volver atrás. A pesar de sus defectos, la época industrial ha-
económicos recientes se impuso al pesimismo fundado en las duras bía hecho posible una prosperidad material que fue condición esen-
realidades de unos males sociales aparentemente enconados. cial para el progreso CÍvico. La cuestión no era «modernidad, ¿sí o
Entonces, como ahora, nuevas concentraciones de riqueza y poder no?», sino más bien cómo reformar las instituciones y adaptar los há-
empresarial planteaban preguntas sobre el significado real de la de- bitos en aquel nuevo mundo para garantizar los valores permanentes
mocracia. Entonces, como ahora, unas concentraciones urbanas ma- de la tradición.
sivas de minorías étnicas empobrecidas planteaban cuestiones funda- Sus puntos de vista eran activistas y optimistas, no fatalistas y des-
mentales sobre justicia y estabilidad social. Entonces, como ahora, la corazonados. La característica distintiva de los progresistas fue su
clase media que llevaba una vida confortable se sentía desgarrada en- convicción de que los males sociales no se remediarían por sí solos, y
tre los seductores atractivos del escapismo y las exigencias más pro- que era insensato esperar pasivamente el paso del tiempo, que todo lo
fundas de una solidaridad social redentora. cura. Según la expresión de Herbert Croly, no creían que el futuro se
Entonces, como ahora, nuevas formas de comercio, unos puestos fuera a ocupar de sí mismo. 49 Y tampoco debemos creerlo nosotros.
de trabajo reestructurados y una nueva organización espacial de los Al escribir sobre los años finales del siglo XIX, el historiador Ri-
asentamientos humanos amenazaban a las antiguas formas de solida- chard McCormick podía haber estado trazando un rumbo para los
ridad. Entonces, como ahora. oleadas de inmigrantes cambiaron la norteamericanos que entran en el siglo XXI:
complexión de Estados Unidos y parecieron poner en peligro el unum
de nuestro pluribus. Entonces, como ahora, el materialismo, el escep- En tiempos difíciles muchos norteamericanos se preguntaban por la adecua-
ticismo político y la tendencia a adoptar un comportamiento de es- ción de sus instituciones y se planteaban la cuestión de si en una sociedad in-
pectadores más que de actores parecieron frustrar el reformismo dustrializada son posibles la democracia y la igualdad económica. Al respon-
idealista. der a estas preguntas con esperanza y trabajo duro, algunos hombres y mujeres
Sobre todo, entonces, como ahora, el cambio tecnológico, econó- comenzaron a experimentar nuevos métodos para resolver los problemas
mico y social desgastó -y hasta destruyó- antiguas ataduras de víncu- existentes. Cientos de personas volcaron sus energías sobre los centros socia-
los sociales. Algunos observadores serios comprendieron que no se les de los barrios en que vivían y trabajaron con los pobres de las ciudades.
podía volver a la senda del pasado, pero pocos vieron con claridad el Una nueva generación de clérigos intentó hacer desde sus púlpitos que el cris-
camino hacia un futuro mejor. tianismo fuera significativo para este mundo, no sólo para el futuro, situan-
Al final del siglo XIX y principios del xx a la complacencia alimen- do activamente sus iglesias en el lado de los desfavorecidos. El movimiento a
tada por las hazañas tecnológicas le siguió la insatisfacción, la inven- favor de la reforma municipal entró en todo el país en una nueva fase cuando
tiva cívica y unos esfuerzos de reforma organizada estimulados por empresarios y profesionales intentaron ir más allá de sus propias filas yobte-
una mezcla de descontento y esperanza. En la década siguiente este ner un amplio apoyo para múltiples programas de mejora urbana. Los clubes
movimiento floreciente y polifacético -que brotó de semillas planta- de mujeres trasladaron cada vez más su atención de los debates literarios a
das en la edad dorada y se apoyó en nuevos tallos de vinculación so- los problemas sociales. Aunque estos esfuerzos de las clases media y alta no
5 18 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 51 9

alcanzarían su mayor fuerza hasta una década después, las semillas del pro' terior del país, el número de asociaciones voluntarias fue creciendo a
gresismo se plantaron durante la depresión de la década de r890.50 ritmo aún mayor que la población, que aumentaba rápidamente. Así,
la densidad de asociaciones -fraternales, religiosas, étnicas, labora-
Un rasgo llamativo de la revitalización de la vida cívica en Estados les, profesionales, cívicas, etc.- por ciudadano aumentó bruscamente
Unidos durante las últimas décadas del siglo XIX fue un auténtico a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Luego, poco después del
auge de la creación de asociaciones. El equivalente norteamericano de paso al siglo siguiente, aquella densidad de asociaciones comenzÓ a
los clubes se remontaba a los primeros años de la república." Algunas estabilizarse. (La figura 94 nos presenta el crecimiento numérico de
asociaciones de la era progresista (como la Independent Order of Odd organizaciones locales per cápita en una muestra de veintiséis comu-
Fellows) provenían del primer tercio del siglo XIX, y muchas otras da- nidades diversas de todo el país.)"
taban de la guerra civil y del período siguiente. Según observamos en Ahora que nos hallamos en la frontera de un nuevo siglo, podemos
el capítulo 14, los Knights of Pythias, la Grange, la Benevolent and ver que la primera piedra de la sociedad civil del siglo xx fue coloca-
Protective Order of Elks, la Ancient Order of United Workmen y la da por la generación de 1870-1900. Este período de fermento insti-
Grand Army of the Republic (GAR) habían sido fundadas entre 1864 tucional concluyó en los primeros años del siglo XX, pero entonces
y 1868. El equivalente de la American Legion en el siglo XIX, la GAR, (según hemos visto anteriormente) le siguió una larga época de aden-
contaba con más de trescientos mil miembros en 188 5.5~ samiento, al unirse a sus filas de afiliados las organizaciones funda-
Los historiadores están, sin embargo, de acuerdo en que sobre esos das en la edad dorada y en la era progresista. El hecho de que la figu-
primeros cimientos se construyó una nueva estructura sólida de aso- ra 94 refleje a la perfección un crecimiento explosivo en la prensa
ciaciones cívicas a finales del siglo XIX y principios del XX.53 Los clu-
bes sociales no eran una novedad en la vida norteamericana, pero los
historiadores de la realidad comunitaria suelen señalar su prolifera-
ción en este período. A finales del siglo XIX el país se vio recorrido
por un denominado «movimiento de clubes» que hacía hincapié en la
autoayuda y la no profesionalización. En 1876 Henry Martyn Robert
publicó las Robert's Rules ofOrder para imponer orden en la prolife-
rante anarquía de reuniones de clubes y comités. Aparecieron manuales
para la fundación de clubes de muchachos o mujeres. Las fraternida-
des de hombres y mujeres en las universidades se extendieron rápida-
mente en las décadas de 1880 y 1890.
En las últimas décadas del siglo XIX los norteamericanos crearon
un número sin precedentes de asociaciones voluntarias y se afiliaron
a ellas. Desde la década de 1870 hasta la de 1910 se multiplicaron
nuevos tipos de asociaciones y proliferaron secciones locales de otras
anteriormente existentes, y todas ellas se federaron cada vez más en
organizaciones estatales y nacionales. En Peoria y Sto Louis, Boston y 1940
1840 1850
Boise, Bath y Bowling Green, los norteamericanos organizaron clu-
bes e iglesias, logias y grupos de veteranos. En todas partes, desde las FIGURA 94: Densidad de asociaciones en veintiséis comunidades
grandes metrópolis comerciales hasta las pequeñas localidades del in- norteamericanas (1840-1940)
¿Qué hacer? LeCCIOnes de h;stüna: la ¿tnd dorada y la era progreslst.:< 52!

local de Estados Unidos de 1880 a 1910, seguido por un período de En efecto, apenas se puede considerar exagerado afirmar que la
cierto estancamiento entre 1920 Y 1940, significa que el trazado de la mayoría de las principales instituciones CÍvicas de gran alcance pre-
curva representa un arco no sólo de constitución de asociaciones, sentes en la vida norteamericana actual fueron fundadas en varias dé-
sino también de creatividad e iniciativa cívica.·<¡5 cadas de excepcional creatividad social en torno al paso del siglo XIX
Durante los años de 1870 a 1920 la inventiva cívica alcanzó un al xx. La tabla 9 nos presenta pruebas de esta generalización. De la
crescendo sin parangón en la historia norteamericana, no sólo en ci- Cruz Roja a la NAACP, de los Knights of Columbus a la Hadassah,
fras de clubes, sino también en el alcance y duración de las organiza- de los boyscouts al Club de Rotarios, de la PTA al Sierra Club, de la
ciones recientemente fundadas. La politóloga Theda Skocpol y sus Gideon Society a la Audubon Society, de la American Bar Association
colegas han demostrado que la mitad de las mayores organizaciones a la Farm Bureau Federation, de los Big Brothers a la League of Wo-
de afiliación masiva de los dos siglos de la historia de Estados Uni- men Voters, de la Teamsters Union a las Campfire Girls, es difícil
dos -asociaciones que en algún momento reclutaron al menos a un mencionar una institución cívica importante y general en la vida nor-
1 % de la población adulta masculina o femenina- fueron fundadas teamericana de hoy que no fuera inventada durante aquellas pocas
en las décadas que van de 1870 a 1920.,6 Según muestra la figura 95, décadas.
el numero de esas grandes asociaciones con afiliados creció de mane- Más aún, las organizaciones fundadas en aquel período fecundo del
ra espectacular a finales del siglo XIX, alcanzando en la década de paso del siglo XIX al xx tuvieron una vida insólitamente larga. De las
1920 un nivel estable del que casi no se movió durante el resto del si- quinientas seis «sociedades y asociaciones» nacionales contemporá-
glo xx. neas enumeradas, por ejemplo, en Encarta 2000 World Almanac
-grandes y pequeñas, con secciones locales y sin ellas, religiosas, pro-
Número dr qrupos fundildos Con afiliaCión superior al 1 % fesionales, sociales políticas y de otros tipos-, las fundadas en los
treinta años transcurridos entre 1890 y 1920 fueron casi dos veces
q más que las creadas en los otros treinta que van de 1960 a 1990. La
8
.... , figura 96, donde se muestra la distribución de fechas de fundación de
7

,
Numero de grupos
fUrldados
'"
Con afil,a(lón supenor all %
,
1
las quinientas seis asociaciones, revela que al concluir el siglo xx la
sociedad civil norteamericana se basaba aún en gran medida en los ci-
mientos organizativos sentados al comenzar el siglo. 57 Una distribu-
ción cronológica de este tipo -en la que las asociaciones viejas supe-
~ ran a las jóvenes- implica un descenso de la tasa de natalidad, o un
aumento del Índice de mortalidad infantil. En otras palabras, compa-
J 1

, rados con los empresarios organizativos de nuestro tiempo, los crea-


dores de organizaciones de finales del siglo XIX y principios del xx
\
I fueron más prolíficos o tuvieron más éxito, o ambas cosas.
d 820 ,820 ,830 ,840 1850 1860 1870L 1880 1890 ,900 J
1910 1920 1930 19401950 1960 1970 19801990
'"=
Además, por muy valiosos que sean, los grupos más recientes lista-
dos en los anuarios y aparecidos últimamente son agrupaciones de
Fuente" CIVIC Engagement ProjeCt. Harvard Unlversity; datos hasta julio de 1999 listas de correos, como People for the American Way, o de tipo res·
tringido o difuso, como la Association for Investment Management
FIGURA 95: Fundación e incidencia acumulativa de asociaciones and Research, la International Society of Sand Castel Builders, los
con una gran afiliación New Age Walkers o el Group Against Smokers' Pollution (GASP).

.i
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 523

Parent-Teacher Association (en origen National Congress of Mothers) 1897

Fraternal Order 01 Eagles 1898


TABLA 9: Innovaciones en capital social (1870-1920)
Gideon Society 1899
Fecha de Veterans of Foreign Wars 1899
Organización fundación
National Consumers League 1899
National Rifle Associatlon 1871 International Ladies Garment Workers Unían 1900
Shriners 1872 4-H 1901
Chautauqua Institute 1874 Aid Association of Lutherans 1902
American Bar Associatlon 1878 Goodwilllndustries 1902
Ejércll0 de Salvación (E EU U) 1880 National Farmers Union 1902
Cruz Roja Norteamericana 1881 Big Brothers 1903
------
Americ,;ln Association of Universlty Women 1881 International Brotherhood of Teamsters 1903
._-_._--------._----
Knlghls 01 Columbus 1882 Son s 01 Poland
"-----_._----------- ._----------- ---_._------ 1903
Amer"lcan Federation of labor 1886 National Audubon Society 1905
---------- -
International Association of Machinists (y más tarde Aerospace Workers] 1888 Rotarios 1905
Loyal Order of Moase 1888 Son s 01 11aly 1905
Women's Missionary Uníon (Baptistas del Sur) 1888 Boys Clubs 01 America 1906
Hull House (en pocos años se fundaron otros centros de asentamiento) 1889 YWCA 1906
General Federatlon of Women's Clubs 1890 Big Sisters 1908
United Mine Workers 1890
-_._--------------._---- .. _-- . - ------- --- ._----_._-_. NAACP 1909
International Brotherhood of Electrical Workers 1891 American Camping Association 1910
International Longshoremen's Association 1892 Boy Scouts 1910
Sierra Club 1892 Camplire Girls 1910
National Council of Jewish Women 1893
Urban League 1910
-----------~-
National (ivic League 1894
Glrl Seouts 1912
--_._----------------::--
American Bowling Congress 1895 Hadassah 1912
Son 5 of Norway 1895 Community Chesl (más larde Uniled Way) 1913
American Nurses Association 1896 Fundaciones comunitarias (Cleveland, Bastan, Los Angeles, etc.) 1914-1915
Volunteers of America 1896 American Association of University Professors 1915
Irish-American Historical Society 1897 Junior Chamber of Commerce (Jaycees) 1915
--------------------------------
524 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 52 5

Kiwanis 1915 Los grupos fundados entre 1890 Y 1920 -que de momento han pervi-
Ku Klux Klan (segundo) 1915 vido, al fin y al cabo, durante un siglo aproximadamente- tienden
más a ser organizaciones profesionales, cívicas o de servicios con una
Women's Internatlonal Bowling Congress 1916
base amplia, como los boyscouts, la National Association of Grocers,
Civitan 1917 la Cruz Roja o el Lions Club. (¿Tiene alguna verosimilitud la idea de
lions Club 1917 que los New Age Walkers, o incluso el GASP, seguirán existiendo en
American legion 1919 torno al 2099?)
Para encontrar algún tipo de enseñanza en la oleada de inversiones
Optlmists 1919
en capital social ocurrida en el paso del siglo XIX al XX, observemos en
Business and Professlonal Women (BPW) 1919 primer lugar la amplia diversidad de tipos en que se manifestó. Hace
American Civd libertles Union 1920 un siglo Estados Unidos era un lugar más marcado por las diferencias
American Farm Bureau Federation 1920 sexuales que el país actual, y la mayoría de las organizaciones funda-
league of Women Voters 1920 das en ese período estaban segregadas en función del sexo. Por tanto,
no es de extrañar que el caso más destacado de proliferación organi-
zativa en esa época fuera el de los grupos de fraternidades. Aunque la
masonería tenía orígenes mucho más antiguos, la edad dorada señaló
el inicio de un período de expansión masiva de grupos fraternales.
"Uno de cada cinco o quizá uno de cada ocho hombres con quienes
nos encontramos se identifica con alguna organización fraternaL>, es-
cribía en 1897 W.S. Harwood. El historiador David Beito sospecha
que «según un cálculo nada aventurado, una tercera parte de los va-
rones adultos de más de diecinueve años eraD miembros» de alguna
de esas asociaciones en 1910.
El fraternalismo representó en parte una reacción contra el indivi-
dualismo y la anomia de aquella era de rápido cambio social, un asilo
donde protegerse de un mundo de desorden e incertidumbre. Los gru-
pos fraternales proporcionaban beneficios materiales (por ejemplo
seguros de vida y médicos), y solidaridad social y ritual. Un rasgo
fundamental de estos grupos era la ayuda mutua, basada en el princi-
pio de reciprocidad: quien recibe hoy será mañana donante. El histo-
riador Beito observa que <<lograron crear unas amplias redes sociales
y de ayuda mutua entre los pobres». Según sus informaciones, las
10t----------------- mayores organizaciones fraternales de la nación -los masones, los
Odd Fellows, los Knights of Pythias, la Ancient Order of United
1790 1810 1830 1850 1870 1890 1910 1930 1950 1970 1990 Workmen, las Modern Woodmen of America- contaban con miles de
FIGURA 96: Fechas de fundación de asociaciones existentes miembros en secciones locales de todo el país. Beito señala que aque-
actualmente en Estados Unidos
lla "estructura geográficamente extendida [... ] facilitaba una especie

{
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista

de reaseguro para mitigar crisis locales, como los desastres o epide- mando grupos juveniles, creando guarderías infantiles y hasta respal-
mias naturales»; y para concluir añade: dando la reforma laboral. En la década de r 890 la WCTU comenzó a
decaer, y al morir Willard en r898 limitó su actividad a la abstención
Al afiliarse a una logia, el iniciado adoptaba, al menos implícitamente, un del alcoholismo y la prohibición legal de la venta de alcohol. Entre-
conjunto de valores. Las sociedades se dedicaban al progreso del murualis· tanto, no obstante, comenzaron a aparecer nuevos grupos femeninos
mo, la independencia, la formación profesional, el ahorro, las habilidades de que surgieron en parte de las numerosas agrupaciones independientes
liderazgo, el autogobierno, el autocontrol y la formación de un buen carácter de lectura y estudio descritas en el capítulo 9. En r890 esta red de or-
moral. Estos valores reflejaban un consenso fraternal que iba más allá de di- ganizaciones de mujeres, que iba más allá de lo local, se unió para
visiones aparentemente irreductibles de raza, género e ingresos. constituir la General Federation of Women's Clubs. Durante aquel
período las asociaciones de mujeres comenzaron a comprometerse
Hombres de todas las categorías sociales se afiliaban a esas socieda- explícitamente en cuestiones políticas, y a realizar campañas sobre
des. Las organizaciones fraternales acogían tanto a miembtos de la asuntos como el trabajo infantil, el empleo femenino, las guarderías y
clase media como de la clase obrera. Era característico que estuvieran miles de otras reformas sociales, entre ellas el sufragio femenino."
segregadas en función de la raza y el sexo. Por otra parte, según ha Las asociaciones de inmigrantes y étnicas ilustran otros aspectos de
demostrado Beito, había muchas organizaciones comparables para la formación de capital social a finales del siglo XIX. En términos ge-
afroamericanos y mujeres, que cumplían las mismas funciones de nerales la emigración devalúa el capital que uno posee, al tener que
ayuda mutua y edificación moral. Es posible que la segregación re- dejar tras de sí la mayor parte de los propios vínculos sociales. Por
pugne a nuestros valores, pero en cuanto forma de capital social en tanto, los inmigrantes se esfuerzan de forma racional por conservar-
ascenso, la organización fraternal no se limitaba sin duda a los varo- lo. La llamada emigración en cadena, por la que inmigrantes de una
nes blancos de clase media. Tal como lo ilustra el caso de los Knights determinada localidad del «viejo país~~ se asientan cerca unos de
of Columbus, la B'nai B'rith y la Prince Hall Freemasonry (organiza- otros en su nueva patria, fue y sigue siendo una estrategia común
ción para masones negros), diversos grupos étnicos tendieron a gene- para solventar la situación. Además, las sociedades benéficas de ayu-
rar sus propias organizaciones fraternales. A comienzos del siglo xx da mutua fueron para muchas comunidades de inmigrantes el suelo
estas organizaciones se encontraron con la competencia de los nuevos firme que les proporcionó seguridad económica, camaradería y hasta
clubes de servicios (Rotarios, Kiwanis, Lions, Jaycees y otros simila- representación política. Un miembro de un tong (sociedad secreta)
res) y de asociaciones profesionales. Estos grupos más recientes ofre- chino expresaba el valor esencial del capital social para los inmigran-
cían contactos profesionales, una apariencia más moderna y un celo tes en un comentario realizado a principios del siglo xx: «Somos fo-
cívico más visible, aunque todo ello a expensas de la «hermandad" rasteros en tierra extranjera. Debemos tener una organización (tong)
del fraternalismo.,R que controle a nuestros paisanos y desarrolle nuestra amistad)~.60
Entre las mujeres, una cruzada más o menos espontánea impulsada Según el historiador Rowland Berthoff, «los inmigrantes, habitua-
en r873-r874 desde su base en el medio oeste dio nuevas fuerzas al dos a una vida comunal más cerrada de lo que puede recordar ahora
movimiento antialcohólico, y tuvo como consecuencia la formación casi cualquier norteamericano, adoptarían pronto la forma fraternal
de la Woman's ChristIan Temperance Union (WCTU), que se exten- de la asociación voluntaria norteamericana para unir sus comunida-
dió rápidamente como vehículo para una reforma moral y social más des étnicas locales frente a la impredecible desvinculación de la vida
amplia. Frances Willard, su activista dirigente, optó por unas medi- en Estados Unidos». Los alemanes, que constituían la minoría étnica
das nacionales cuyo lema era «Haz de todo", y las mujeres de la más numerosa durante ese período, fueron especialmente asociacio-
WCTU lo hicieron así, abogando por la reforma de las cárceles, for- nistas. Cuando italianos, judíos, polacos y otros grupos de Europa
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 52 9

meridional y oriental llegaron en torno al cambio de siglo, organiza- en 1880. Fue una época de «evangelio social» y «cristianismo vigoro-
ron también rápidamente sociedades de ayuda, de préstamos sin inte- so». El movimiento del Evangelio Social encarnaba un esfuerzo reali-
reses, funerarias, sociales y deportivas, y clubes recreativos, periódi- zado al final del siglo XIX por algunos teólogos y ministros protestan-
cos en lengua extranjera, iglesias y sinagogas. En 1910 se decía que tes liberales para que sus feligreses de clase media prestaran atención a
dos tercios de los polacos de Estados Unidos pertenecían al menos a ciertos problemas sociales urgentes, como la pobreza urbana. El Evan-
una de las aproximadamente siete mil asociaciones polacas, y las ci- gelio Social fue una reacción contra el individualismo, el/aissez faire y
fras eran similares para judíos, eslovacos, croatas, etc. Además, otras la desigualdad, y un intento de hacer que la religión fuera significativa
organizaciones fraternales nacionales como B'nai B'rith, Hadassah y en las nuevas circunstancias sociales e intelectuales.
los Knights of Columbus atrajeron un gran número de personas al Fue en este período cuando muchas iglesias asumieron las caracte-
concluir el siglo XIX." rísticas de lo que el historiador de la religión E. Brooks Holifield de-
La constitución de asociaciones entre negros emancipados siguió nomina «la congregación sociab).
un modelo parecido que incluía la ayuda mutua, los entierros y las
asociaciones de tipo social además de grupos fraternales y femeninos En los últimos años del siglo XIX miles de congregaciones se transformaron
negros. Al quedar libres de la esclavitud, ejercitar las libertades cívi- en centros no sólo abiertos al culto, sino disponibles también para la cate-
cas recién adquiridas y enfrentarse a profundas fracturas sociales, quesis dominical, conciertos, actividades sociales de la iglesia, reuniones de
hubo muchos negros que entre 1870 y 1900 fundaron y se afiliaron a mujeres, grupos de jóvenes, agrupaciones de chicas, brigadas de muchachos,
asociaciones, tanto en el norte como en el sur. En su clásico estudio ti- círculos de costura, sociedades benéficas, escuelas diurnas, sociedades antial-
tulado The Philadelphia Negro, W. E. B. Du Bois hizo hincapié a fina- cohólicas, clubes atléticos, tropas de boyscouts y un sinnúmero de otras acti-
les del siglo XIX en la importancia de las sociedades secretas negras, vidades [ ... 1 Henry Ward Beecher aconsejaba a los seminaristas de Yale que
como la de los Odd Fellows y los masones, para proporcionar «dis- «multiplicaran las comidas campestres» en sus parroquias, y muchas congre-
tracciones de la monotonía del trabajo, ámbitos para la ambición y la gaciones de todo tipo pasaron de los picnics a los gimnasios, las casas parro-
intriga, posibilidades de ostentación y seguridad frente a las desgra- quiales, los campamentos, los equipos de béisbol y los grupos de entrena-
cias)), prácticamente los mismos servicios que atrajeron a millones de miento militar [... ] También entregaron cantidades de dinero cada vez
blancos hacia aquellas organizaciones durante esos años. Según ana- mayores a objetivos distintos del de su propio mantenimiento: tanto en las
lizamos en capítulos anteriores, la iglesia desempeñó un cometido de ciudades como en las iglesias rurales, las congregaciones protestantes dona-
importancia singular en la formación de capital social en el seno de la ron en 192.3 a misiones y causas benéficas del 2. 5 al 35 % de las ofrendas re-
comunidad afroamericana. Al mismo tiempo surgieron asociaciones cibidas, frente a un 14 a un 18 % que habían sumado los donativos al con-
que vincularon a negros y blancos en apoyo de la reforma social, so- cluir el siglo anterior. 63
bre todo la NAACP y la Urban League."
Aunque la cultura del mundo industrial norteamericano se iba ha- La inspiración religiosa, la mejora personal y el compromiso cívico
ciendo más profana en algunos sentidos, la religión tuvo un papel fun- estuvieron íntimamente ligados en aquellos años. El movimiento
damental en las realizaciones cívicas del período, muy al margen de Chautauqua, fundado en el norte de Nueva York en 1874 como insti-
las actividades devotas de las parroquias y congregaciones locales. El tuto de verano para los profesores de la catequesis dominical meto-
Ejército de Salvación, movimiento protestante evangélico que atendía dista, creó en toda la nación varias escuelas de ampliación formativa,
a los pobres urbanos sin iglesia con celo misionero y una mercadotec- grupos de estudio y circuitos de conferencias en carpas, en cuyos viajes
nia de masas nada ortodoxa -marchas, bandas de instrumentos y participaron de forma regular diversos conferenciantes, desde Eugene
«chicas del aleluya »-, se propagó de Gran Bretaña a Estados Unidos Debs hasta Warren Harding. Un comentarista calculaba en 1919 que
Lecciones de historia: /(1 edad dorada y la era progresista 53 '
¿Qué hacer?

«una de cada once personas del país, hombre, mujer o niño, asistía campañas de los sindicatos resultaron más duraderas, y la afiliación
todos los años a un liceo o a un programa de Chautauqua». La radio no bajaría durante el resto del siglo del nuevo nivel alcanzado."
(y más tarde la televisión) proporcionaría entretenimiento más atra- Los historiadores Thomas Cochran y William Miller demuestran
yente, aunque brindaría menos oportunidades a la deliberación cívica claramente que los sindicatos formaban parte de las vidas sociales de
de base e interclasista. sus miembros, que no eran sólo un medio para consegUir mejoras
Los católicos tendían a mostrarse aún más compasivos que los materiales:
protestantes con las dificultades de los pobres, en parte porque eran
más los pertenecientes a la clase obrera. Como siempre, la iglesia La acción colectiva obrera tenía raíces más complejas que las simples cuestio-
desempeñó un cometido especial entre la comunidad negra. Evelyn nes de salarios y horario [ ... ] Los sindicatos eran sólo una parte del movi-
Higginbotham, destacada historiadora de la iglesia negra, observa que miento de masas para formar clubes, logias y órdenes fraternales. Trabajar
«abarcaba diversos programas, como escuelas, bibliotecas ambulan- para el sindicato y autorizar a los delegados a batallar con el patrón equivalía
tes, conciertos, restaurantes, compañías de seguros, formación profe- a una reafirmación del poder del individuo sobre su entorno. Los planes de
sional, clubes de atletismo, dirigidos todos ellos a una población mu- prestaciones mutuas conferían un sentimiento de seguridad frente a los acci·
cho más amplia que los miembros de las iglesias particulares. La dentes industriales Y el paro estacional, mientras que las iniciativas sociales,
iglesia [... 1celebraba reuniones políticas, conferencias de clubes feme- bailes, fiestas campestres y conferencias de los sindicatos ofrecían una activi~
66
ninos y graduaciones escolares)). En resumen, una cristiandad social- dad estimulante para los momentos de ocio.
mente reformista fue un elemento central de inspiración del activismo
social de la época. Cuando los delegados de la Convención Progresis- Los reformadores de la era progresista eran especialmente conscien-
ta se dispusieron a nombrar a Theodore Roosevelt candidato del re- tes de la importancia del desarrollo de la juventud, por lo que este
formismo por aclamación, en 1912, estallaron espontáneamente en terreno fue un foco importante de atracción de sus energías organiza-
un coro cargado de emoción que entonó Onward, Christian Sol- tivas. En un extraordinario estallido de creatividad se fundaron en
diers!f.4 menos de una década (190[-1910) la mayoría de las organizaciones
Fue también una época en la que el movimiento obrero organizado juveniles nacionales que dominarían el siglo xx: los boyscouts y girls-
se convirtió en una fuerza ¡m portante de la vida norteamericana. Ba- couts, las Campfire Girls, los 4-H, los Boys Clubs y Girls Clubs, los
sándose en el principio de que todo tipo de trabajadores debía enro- Big Brothers y Big Sisters y la American Camping Association, crista-
larse en «un gran sindicato», los Knights of Labor habían crecido lización organizativa del movimiento de campamentos de :erano que
enormemente, pasando de veintiocho mil miembros en 1880 a sete- se había desarrollado con rapidez en las dos décadas antenores.
cientos veintinueve mil seis años después, para retroceder luego a cien Las guarderías infantiles y los institutos de enseñanza media pasa-
mil en r890 y hundirse en r894 ante los conflictos internos entre tra- ron a ser también en aquellos años elementos reconocibles del siste-
bajadores especializados y no especializados, así como entre negros y ma escolar público norteamericano, y el patio de recreo se con~irtió
blancos. Su función directiva fue asumida pronto por la American Fe- en un algo corriente en las poblaciones y ciudades de Estados UnIdos.
deration of Labor, junto con diversos sindicatos organizados por ra- A partir de la creación de parques para niños en Boston en 188 5, los
mas profesionales e industriales: mineros (fundado en r890), trabaja- terrenos de juego organizados se difundieron rápidamente hasta
dores de la electricidad (r89r), estibadores (r892), trabajadores de la Nueva York, Chicago, Filadelfia, Los Ángeles y otros lugares, y en
confección (r 900), transportistas (r 903), etc. En apenas siete años r9 06 se fundó la Playground Association of America. Mediante la
(r897-r904) la sindicación nacional se multiplicó casi por cuatro, pa- creación de estos centros recreativos públicos, los reformadores espe-
sando del 3,5 al r2,3 % de la mano de obra no agraria. Esta vez las raban que toda la familia participara en unos pasatiempos saludables

w
Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 53'
53 2 ¿Qué hacer?

en vez de dejar a los niños sin vigilancia en unas calles peligrosas. Los centros de asentamiento hicieron aportaciones valiosas ~ la
Frente a los malos tratos a los niños, recientemente reconocidos, la vida de los pobres urbanos. Centros como la Kingsley House de PIttS-
New York Society for the Prevention of Cruelty to Children fundada burgh organizaban programas estivales al «aire libre» para miles de
. '
en I874 segun el modelo de la New York Society for the Prevention niños, junto con sus padres. Un club de la Hull House, dIO su pnmer
of Cruelty to Animals, tuvo en otras partes organizaciones sucesoras clarinete a Benny Goodman. Es, sin embargo, una Iroma que el efecto
similares, y:n I908 había cincuenta y cinco sociedades locales para más significativo a largo plazo del movimiento de los centros de asen-
la prevenClOn de la crueldad contra los niños. En resumen, los norte- tamiento no lo experimentaran los beneficiarios del serVICIO, SinO
americanos de aquella época no se lamentaban simplemente de quienes lo prestaban. Jane Addams había esperad~ que el contacto
«cómo son hoy los niños» ni suspiraban nostálgicos por la pérdida
directo con las realidades más crudas de la Vida dana sentido a las VI-
del control social en los puehlos. Los progresistas dedicaron más bien das de los jóvenes que acababan la enseñanza media. La serie de líde-
sus energías intelectuales, organiza ti vas y económicas a abrir nuevos res surgidos de la experiencia de los centros de asentamiento fue ex-
caminos constructivos y hrillantes para la juventud. En un golpe de ge- traordinaria: no fueron sólo docenas de reformadoras SOCiales, como
ma comercial, las nuevas organizaciones aunaron los valores sociales Florence Kelley y Eleanor Roosevelt, sino también futuros magnates
perdurables (<< El boyscout es fiel, leal, servicial, amable y cortés ... ») dotados de conciencia pública, como Gerard Swope (preSidente de la
con la pura diversión de la acampada, el deporte y el juego. 6? General Electric de I922 a 1944) Y Walter Sherman Gifford (presi-
Uno de los inventos sociales más notables de la era progresista fue- dente de la AT&T de I925 a I948). El historiador Richard McCor-
ron los centros de asentamiento (settlement houses), idea importada mick resume así el impacto producido a largo plazo por los centros:
de la Inglaterra de los años centrales de la época victoriana. Los cen-
tros de asentamiento acogían a jóvenes ¡de-alistas de clase media Los centrOS de asentamiento sirvieron de terreno de entrenamiento tanto
para hombres como para mujeres. Desde ellos, los residentes se, integraro~ en
hombres y mujeres, que vivían durante varios años en barrios baio~
urbanos para proporcionar ((sostén moral» y educativo a los inmi~ todo tipo imaginable de actividades de reforma social progresista: la meJora
grantes pobres. A la Hull House, fundada por Jane Addams en Chica- de los bloques de viviendas, el movimiento de parques públicos d~ juego, la
cruzada por la abolición del trabajo infantil, la exigencia de horanos y sala-
g,o ~n 1889, le siguió rápidamente una proliferación de experimentos
slmdares en ~tras ciudades: seis en 1891, setenta y cuatro en 1897 y rios mejores para las mujeres trabajadoras, Ymuchas cosas más [ ... } Sus ~al~­
res y actividades debieron de parecer a menudo extraños a los obreros \Oml-
unos cuatroCIentos en I9IO. Al principio el objetivo primordial de los 00
mIembros de los centros era enseñar inglés y aportar el conocimiento grantes a quienes intentaban ayudar. Pero a comienzos de la década de 19
cívico necesario para la vida ciudadana, pero sus actividades se am- no hubo otros norteamericanos que intentaran idear soluciones para los pro-
pliaron rápidamente, según describe el historiador Mark Wahlgren: blemas urbanos o industriales con tanto vigor o éxito como las mujeres Y
69
hombres del movimiento de los centros de asentamiento.
Los trabajadores de los centros de asentamiento crearon sociedades de deba-
te y ciclos de conferencias, enseñaron a las madres de los barrios bajos la im-
Como movimiento social, el progresismo fue amplio y diverso. Según
portancia de bañarse y disponer de instalaciones sanitarias, las instruyeron ha observado el filósofo político Peter Levine, «difícilmente podría
en el conocimiento de habilidades manuales para competir en el mercado la~ llamarse movimiento al que pudiera atraer a Upton Sinclair y J. Ed-
boral, y dirigieron guarderías infantiles y centros de atención diurna para los gar Hoover, W. E. B. Du Bois y Robert Taft, Herben Hoover y el jo-
niños de padres trabajadores, Al dormitorio principal de Hull House se aña-
ven Franklin D. Roosevelt».7° Cualquier interpretaclOn Simple corre
dió pronto una galería de arte y luego una cafetería, un gimnasio y un cuarto pues el peligro de ser incompleta e inducir a error. Sin embargo: de~de
para bebés. fi8 nuestro punto de vista la era progresista representó una reacclOO CIVl~
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 5) 5

ca comunitaria frente al individualismo ideológico de la edad dorada. nes. En sus primeros años las guarderías se inspiraron en una filosofía
Aunque culminó en un movimiento específicamente político, comen- pedagógica innovadora que estimulaba la creatividad infantil. Sus or-
zó con unas metas sociales más amplias y más inmediatas. Una de las ganizadores voluntarios buscaban proporcionar un entorna educati-
razones importantes que explicaban sus eficaces esfuerzos por crear vo sano a los hijos de los inmigrantes e influir en las técnicas de crian-
terrenos de juego, museos cívicos, guarderías infantiles, parques pú- za de sus padres. En torno a las guarderías creció un cúmulo de formas
blicos y otras instalaciones similares era la de robustecer los hábitos nuevas de vinculación entre adultos: clubes de madres, de costura y
de cooperación sin ahogar el individualismo. Frederick Law Olms· algunos otros. Algunas de las características más innovadoras del
ted, diseñador del Central Park de Nueva York (abierto en 1876) y movimiento, como su legión de voluntarios y su insistencia en la cre-
primer comisario del Parque Nacional de Yosemite (1890), hizo cam- atividad infantil, más que la mera capacidad escolar, se desvanecieron
paña a favor de la creación de parques y zonas recreativas como me- a medida que las guarderías se fueron incorporando cada vez más al
dio para superar el aislamiento y la desconfianza. De manera similar, sistema de escuelas públicas y las maestras lucharon por conseguir el
un abogado entusiasta del movimiento en favor de los terrenos de reconocimiento profesional; pero quedó un importante resto. El Na-
juego declara ha: tional Congress of Mothers, formado en parte a partir del movimien-
to de guarderías en 1897, pasó luego a organizar grupos escolares
Están apareciendo en cantidades importantes y por todo país, y en cualquier locales de padres y profesores. En 1924 el Congress of Mothers fue
parte producen los mismos resultados sociales, es decir, generan un buen espí- rebautizado formalmente con el nombre de National Congress'of Pa·
ritu comunitario, despiertan la conciencia cívica y la cooperación, y fomentan rents and Teachers (la posterior PTA).73
una camaradería espiritualmente sana, en vez del individualismo y el aisla· Según pone de manifiesto McCormick, el compromiso cívico se ha-
miento. Si pudiéramos ver el triunfo de la idea de los terrenos de juego [... ] llaba en el corazón de los planteamientos progresistas:
los beneficios para la nación, gracias al número cada vez mayor de ciudada-
nos joviales, satisfechos, laboriosos y patrióticos, serían mucho mayores que El progresismo debió mucho de su éxito a un método característico de refor-
si se descubrieran minas de riquezas fabulosas o si se pusiera bajo nuestra ma, algunas de cuyas variantes fueron adoptadas por los dirigentes de casi
bandera todo el comercio del mundo,?1 todas las demás causas. Era típico de ellas comenzar organizando una asocia-
ción voluntaria, investigando un problema, acopiando datos significativos y
En resumen, aunque no emplearan en general esta terminología, un analizándolos de acuerdo con los preceptos de una de las ciencias sociales
objetivo importante de los progresistas era el fortalecimiento del ca- más recientes. A partir de ese análisis solía surgir una propuesta de solución,
pital social.7 2 Recordemos que la propia expresión de «capital social» se popularizaba mediante campañas de educación y persuasión moral y -en
fue inventada por un educador de la era progresista, L.J. Hanifan, al una mayoría de casos, si parecía funcionar bien- era asumida como función
exponer el valor de los centros comunitarios. pública por alguna instancia gubernamental,74
El impulso educativo y asimilador alcanzó quizá su máximo flore·
cimiento con el movimiento de las guarderías infantiles. La primera Las personas que impulsaban esas iniciativas sociales, tanto en el pla-
guardería norteamericana, copiada de una institución inventada por no local de base como en el nacional, constituían asociaciones nuevas
los educadores progresistas alemanes, fue lanzada por Elizabeth Pal- que al principio no solían tener objetivos políticos. Un ejemplo tem-
mer Peabody, una "dama generosa» de Boston. A finales de la década prano fue el movimiento antialcohólico, que en parte se propuso crear
de I870 este movimiento de guarderías se extendió rápidamente por «una estructura cohesionada de responsabilidad recíproca)) frente a
todo el país, y en 1908 había más de cuatrocientas gestionadas por clu- la industrialización y la urbanización. A menudo las nuevas organiza-
bes de mujeres, grupos antialcohólicos, iglesias y otras organizacio- ciones se constituían además a partir de redes sociales preexistentes,
¿Qué hacer? LeccIOnes de historia: la edad dorada y la era progresista 537

sobre todo de tipo religioso. A su vez los movimientos de reforma lo- todo a mejorar las condiciones de trabajo. El auge de la sindicación
cales y nacionales se construían sobre los fundamentos de grupos in- en el cambio de siglo culminó, no obstante, en '9'0 con la elección
formales o apolíticos. de quince sindicalistas para el Congreso; y al respirarse en el ambien-
Un ejemplo ni mucho menos único es el de la transformación de los te la amenaza del «socialismo», la clase política se decidió a incluir
grupos de lectura femeninos primero en movimiento cívico y después entre sus objetivos la reforma laboral. Las alianzas entre las distintas
en fuerza política. Durante la depresión de la década de 1890 ciertos clases fueron también importantes en este punto. El objetivo de la
grupos femeninos de lectura ampliaron sus programas hasta incluir National Consumers League, fundada en 1899 por Florence Kelley,
servicios sociales y defensa de intereses. La General Federation of una activista de los centros de asentamiento, fue permitir a las com-
Women's Clubs (GFWC), fundada en r890 hizo campaña a favor de pradoras de clase media boicotear las empresas que no ofrecían con-
que el gobierno inspeccionara los alimentos, unas normas de vivienda diciones laborales decentes a sus empleadas."
más estrictas, una mayor salubridad del agua potable, la protección Como movimiento social, el progresismo no se amolda a ninguna
de la mujer en el puesto de trabajo, y servicios para pobres, enfermos, clasificación simple de «arriba» y «abajo». Muchas de las nuevas or-
discapacitados y niños. El National Congress of Mothers, creado ganizaciones fraternales, cívicas y de reforma fueron consecuencia de
para educar a las madres en la crianza de sus hijos, buscó luego el las campañas de reclutamiento realizadas por oficinas generales y lí-
apoyo público para la fundación de clínicas infantiles, tribunales ju- deres nacionales, mientras que otras surgieron en respuesta a iniciati-
veniles, hogares de libertad condicional para niños a la espera de jui- vas locales. Algunas, como 4-H y Grange, fueron en realidad creación
cio, guarderías infantiles y terrenos de juego. Las afroamericanas, a del gobierno federal. Todavía fue más importante la difusión de ini-
quienes la segregación impedía afiliarse a la GFWC, formaron en ciativas de una comunidad a otra por contacto. Según observa la po-
r896 la National Association of Colon:J Women's Cluhs of America Iitóloga Theda Skocpol, «este método de expansión organizativa re~
hicieron campaÍlas contra el consumo de alcohol y apoyaron escuela~ cordaba mucho a las técnicas utilizadas por los clérigos metodistas y
infantiles, guarderías infantiles y hogares para madres solteras. «El baptistas que recorrían un circuito para propagar las nuevas congre-
lugar de la mujer es el hogar -escribía la sufragista Rheta Childe Dorr gaciones por los Estados Unidos de antes de la guerra civil como un
en 1910-, pero el hogar no se limita a las cuatro paredes de la vivien- reguero de pólvora)).77
da individual. El hogar es la comunidad.»" El movimiento sufragis- El aprendizaje por contacto fue común en la difusión de las ideas
ta, que iba más allá de las divisiones de clase (aunque no de las de progresistas a favor del desarrollo del compromiso cívico. Iniciativas
raza, en general), fue tan sólo la culminación más visible de la organi- nacidas en una parte del país se recogían y desarrolla ban en otras co-
zación feminista durante el paso de siglo XIX al XX. munidades, desde donde se difundían aún más allá. Podemos ver este
Las oleadas sucesivas de movilización obrera nos proporcionán proceso en acción siguiendo las huellas de la evolución de una sola in-
otro ejemplo del nexo entre movimientos de solidaridad social y de novación cívica. En la década de 1890, inspirándose en parte en las
reforma política. Los esfuerzos para organizar el mundo obrero en conferencias pronunciadas en la Hull House por académicos como
las décadas finales del siglo XIX no eran ni mucho menos reuniones j ohn Dewey, las universidades de Wisconsin y Chicago crearon es-
para tomar el té, pues aquellos años fueron la época más agitada del cuelas de extensión universitaria para profundizar los lazos entre la
conflicto de clases en la historia de Estados Unidos. «La década de universidad y los ciudadanos adultos. En la primera década del nuevo
1880 chorreó sangre», recordaba Ida Tarbell en sus memorias. A pe- siglo Tom johnson, el famoso alcalde progresista de Cleve/and, con-
sar de los reiterados esfuerzos por ampliar los planes de la clase tra- cibió la idea de celebrar reuniones periódicas en una carpa para indu-
bajadora para hacer que incluyeran la reforma social y la lucha de cir a ciudadanos y dirigentes políticos a un intercambio informal sobre
clases, los sindicatos de más larga vida del siglo XIX tendieron ante asuntos públicos. En 1907, basándose en estas iniciativas, organiza-
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresIsta 539

ciones cívicas de Rochester (Nueva York) habían fundado «centros fundirse luego gradualmente por toda la nación, las siguientes carac-
sociales» en las escuelas públicas para organizar con fondos públicos terísticas de nuestro procedimiento político: el voto secreto (1888,
debates populares sobre asuntos locales. Kentucky), la iniciativa popular y el referéndum (1898, Dakota del
Al cabo de tres años, según recoge el Demacrat and Chronicle del Sur), las elecciones primarias para la presidencia (1900, Minnesota),
20 de marzo de 19 IO, se celebraban anualmente en Rochester cente- el sistema de gerente municipal (1903, Galveston, Texas), la elección
nares de reuniones de ese tipo: «El programa de esta semana en los senatorial directa (1913) y el sufragio femenino (1893, Colorado;
centros sociales y clubes cívicos es variado, y comprende veladas dedi- 19 20 , Constitución de Estados Unidos). Aparte de estas reformas po-
cadas a debatir sobre condiciones en la empresa, salud, arte, organiza- líticas básicas, fue también el período más intenso de reforma admi-
ción social, carestía de los precios, el problema de las bebidas alcohó- nistrativa local de nuestra historia. 8o
licas y los de los barrios». La participación en estas deliberaciones En el plano nacional los progresistas pusieron las piedras angulares
cívicas no tenía en cuenta, ni mucho menos, las diferencias de clase y institucionales de los principios generales fiscales y políticos con la
educación; un observador de 1911 informaba lacónicamente que «al Reserva Federal (1913), el impuesto sobre la renta (1913) y la oficina
tratarse el tema de la forma delegada del gobierno, una lavandera po- presupuestaria (1921). Apenas hubo un terreno de dirección pública
laca y la presidenta de la WCTU se opusieron a un limpiador y un pro- que no fuera tocado por la avalancha de iniciativas políticas de los
fesor universitario}}. En 1916 el movimiento de los «centros sociales» progresistas: la primera legislación de la historia de Estados Unidos
(o «centros comunitarios») se había extendido por todo el país y lle- para la protección del consumidor (la Food and Drug Administration
gado a Virginia Occidental, donde, tal corno hemos visto, suscitó en y la inspección federal de los productos cárnicos en 1906, y la Federal
L.]. Hanifan la primera referencia registrada al «capital sociah}J8 Trade Comission en 1914), la primera legislación medioambiental (el
Según ilustra esta historia, aunque los grandes centros metropolita- sistema forestal nacional de 1905 y el sistema de parques nacionales
nos de Nueva York, Boston y otros de su tipo participaron en el pro- de 1913), la creación de los departamentos (ministerios) de Comercio
ceso de renovación cívica, una gran parte de la actividad creativa se y Trabajo (1913) y la Oficina general de Cuentas (1921), la consoli-
llevó a cabo en comunidades del interior del país, cuando los activis- dación de las normas antitrust (1903), las leyes contra el trabajo in-
tas locales, interesados en reconstruir los lazos comunitarios en el fantil (1916), la jornada de ocho horas (iniciada en el ferrocarril en
nuevo siglo, aprendieron unos de otros qué era lo que funcionaba. En "9 16 ), las indemnizaciones a los trabajadores (1916), la primera re-
realidad, la oleada de constitución de asociaciones de finales del si- gulación federal de la industria de las comunicaciones (19IO), la Ofi-
glo XIX había comenzado en las pequeñas ciudades del interior, no en cina de Investigación (1908; rebautizada en 1935 con el nombre de
las metrópolis cosmopolitas. El movimiento de institutos de enseñan- Oficina Federal de Investigación, el FBI), la normativa para la finan-
za media se difundió con máxima rapidez en las pequeñas ciudades ciación de las campañas (1907), la mayor liberalización del comercio
del medio oeste y el oeste. Es posible que los historiadores Arthur en medio siglo (1913), los cimientos para la normativa federal del
Link y Richard McCormick exageren un poco, pero captan los rasgos agua en los estados del oeste (1902) y el Día de la Madre (1914)." De
distintivos del movimiento cuando concluyen que el «progresismo forma característica, la innovación comenzó con reformas experi-
fue el único movimiento de reforma experimentado por toda la na- mentales en estados y comunidades locales, para acopiar luego fuer-
ción norteamericana a lo largo de su historia}} J9 zas a medida que avanzaba hacia Washington como un trueno.
Como movimiento político, los progresistas fueron responsables de No todas estas reformas tuvieron el éxito esperado por sus defenso-
la mayor renovación de los programas e instituciones públicas de la res, y retrospectivamente algunas fueron decididamente perniciosas.
historia de Estados Unidos, comparable sólo al New Dea!. En unas No obstante, este paquete de reformas constituyó en conjunto un lo-
pocas décadas se introdujeron en la política estatal y local, hasta di- gro impresionante en un sistema constitucional creado para frustrar
¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 54 1

cualquier cambio radical. La base de esa hazaña fue un movimiento especial los inmigrantes. El historiador Philip Ethington ha observado
político nacional amplio y de base que afectó a los dos principales par- que «entre las muchas ironías de la llamada era progresista (de la dé-
tidos políticos en la primera década del siglo. A su vez, esa moviliza- cada de r890 a la de r920 aproximadamente), la más triste es quizá el
ción política se apoyó en las energías y organizaciones creadas durante daño profundo y duradero causado a la democracia por sus amigos
el período de formación de capital social de las décadas anteriores. más íntimos», pues en vez de la democracia deliberativa propugnada
En términos generales, la oleada comenzó en el último tercio del si- por algunos progresistas, Estados Unidos acabó teniendo la democra-
glo XIX con organizaciones (como los grupos fraternales y culturales) cia directa y plebiscitaria promovida con éxito por otros. ,)
centradas ante todo en los intereses privados de sus miembros, entre Entre los historiadores se ha suscitado un debate aún más intenso
ellos el ocio y la autoayuda. En la última década del siglo XIX y pri- sobre si la era progresista se propuso la reforma social, el control so-
mera del xx esas asociaciones (y otras más recientes nacidas en aquel cial o la revolución social. Algunos estudiosos han argumentado que
período) dirigieron gradualmente su atención a asuntos comunita- los reformadores procedentes de la clase media organizaron asocia-
rios, y finalmente a la reforma política. La fase anterior de creación ciones voluntarias para ejercer el control social sobre los inmigrantes
de redes sociales, orientada hacia los propios grupos, abrió camino a de clase obrera, revoltosos y toscos. Otros investigadores, aun reco-
la fase posterior de acción política, orientada hacia fuera. Hl. Esta inter- nociendo que los dirigentes progresistas procedían de la clase media,
pretación podría ser exagerada, como cualquier generalización histó- hacen hincapié en el aspecto benéfico de las nuevas instituciones, di-
rica esquemática, pues hubo aspectos públicos en los Shriners y face- rigidas a fortalecer las comunidades inmigrantes y de clase obrera y
tas privadas en la League of Women Voters, pero el hecho fundamental reducir las desigualdades sociales. Otros más han señalado que los re-
es que esa inversión en capital social no fue una alternativa a la movi- formadores de la clase media eran impulsados a actuar por las deman-
lización y la reforma política, sino un requisito previo de las mismas. das de sus «clientes» de la clase obrera, por lo que reducir esta dinánli-
También esto es una lección crucial para nuestra época. ca a un control social de arriba abajo equivale a ignorar las intenciones
y medios de aquellas personas cuyas vidas cambiaron. «El temor a la
No nos hace falta lavar la imagen de la era progresista, pues los histo- violencia de la clase obrera explica una gran parte de lo que se ha lla-
riadores llevan ya casi un siglo ocupándose en debatir el legado de mado reforma progresista», concluye el historiador Painter. 84
este movimiento. Sus críticos, mayoritarios entre los historiadores Incluso aquellos que celebraron el nuevo asociacionismo y sus con-
profesionales durante una gran parte del pasado medio siglo, señalan secuencias políticas reconocieron a menudo la posibilidad de un con-
la propensión de los progresistas a favorecer un elitismo tecnocrático. trol social excesivo y una subordinación de los individuos." Los im-
Al proponer soluciones «profesionales», de ((especialistas», a los pro- pulsos comunitarios de la era progresista podían ir demasiado lejos:
blemas sociales, muchos progresistas adoptaron una postura antipolí- durante la Primera Guerra Mundial, Dudley Foulke, presidente de la
tica que tuvo el efecto de desmovilizar la participación pública, aun- National Municipal League, propuso que los reclutas se utilizaran
que no fuera ésa su intención. A partir de r896 la participación después de la guerra para actividades de servicio público:
electoral inició un declive del que todavía no se ha recuperado. La po-
lítica partidista, y especialmente la maquinaria de los partidos, fue la El bienestar público requerirá quizá que algunos se casen y críen hijos en be-
gran enemiga de los progresistas, que en general prefirieron «conse- neficio de la comunidad. Han de estar dispuestos a hacerlo, tanto si lo desean
jos» y «comisiones» dominados de hecho por profesionales de clase como si no. De otros podrá requerir que abandonen el consumo de bebidas
media. Los progresistas eran conscientes de la corrupción y dependen- alcohólicas y dejen otros hábitos que implican excesos o inmoralidad [ ... ]
cia inherentes a aquella maquinaria, pero no veían que daba acceso a tanto si existe como si no una ley que los prohíba. Puede exigir períodos de
la esfera pública a personas que de lo contrario carecían de poder, en formación para el servicio militar o para la organización de las industrias del

§
54 2 ¿Qué hacer? Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista 543

estado o la ciudad con fines de defensa o mejora social, y aquellos a quienes «La vida era mucho más bella en el pasado, cuando vivíamos en pue-
se convoque deben estar dispuestos a sacrificar sus intereses privados y res- blos. ¡Que todo el mundo vuelva a la granja!». Ellos no cedieron a la
ponder a la llamada. HI> tentación de invertir el flujo de los acontecimientos, y eligieron en
cambio la senda más dura pero más segura de la innovación social. De
Esta actitud de «gran hermano» al estilo americano ilustra los riesgos manera similar, sería tentador decir entre quienes hoy se sienten pre-
de un comunitarismo exagerado. ocupados por el déficit de capital social: «La vida era mucho más bella
Aún resulta más inquietante el hecho de que la segregación racial y en los años cincuenta. Por favor, ¿podrían todas las mujeres presentar-
la exclusión social fueran, según hemos visto, un componente esen- se en la cocina y apagar de paso el televisor?-. La ruptura social puede
cial de los planes de la era progresista. La discriminación racial fue le- alimentar fácilmente una forma de nostalgia reaccionaria.
galizada en 1896, en 1909 se creó la NAACP para atacar la discrimi- Mi mensaje es, en cambio, que necesitamos desesperadamente una
nación, y en 1915 se fundó el segunde> Ku Klux Klan (en parte) para era de inventiva cívica para crear un conjunto renovado de institucio-
ponerla en práctica. incluso por medios ilegales si fuera necesario. s? nes y canales que revigoricen una vida cívica que se acomode a nuestra
No todas las «innovaciones cívicas» de la era progresista fueron be- propia existencia. El reto que ahora se nos plantea es el de volver a in-
neficiosas y progresistas. Quienes buscamos en esa época pasada de ventar en el siglo XXI el equivalente de los boyscouts, los centros de
reformas una inspiración para los Estados Unidos de hoy debemos asentamiento, los terrenos de juego, la Hadassah, la United Mine Wor-
estar atentos al riesgo de que la insistencia en lo comunitario exacer- kers o la NAACP. Es posible que lo que creemos no se parezca en nada
be la división y la exclusión. El capital social se fomenta forzosamen- a las instituciones inventadas hace un siglo por los progresistas, de la
te con mayor facilidad en el seno de comunidades homogéneas, por misma manera que sus inventos no fueron copias en papel carbón de
lo que insistir en su creación puede hacer que, sin darnos cuenta, la las anteriores costumbres populares de las pequeñas localidades cuyo
balanza social se incline hacia el capital social vinculante olvidando el fallecimiento lamentaban. Necesitamos estar tan dispuestos a experi-
capital social que tiende puentes. Ésta es una de las lecciones más ins- mentar como lo estuvieron los progresistas. La disposición a errar -y
tructivas de esa época anterior. luego a corregir la puntería- es el precio del éxito en la reforma social.
Pero hay también otras lecciones más beneficiosas. Las institucio- Volviendo la mirada atrás desde el umbral del siglo XXI, resulta di-
nes de la sociedad civil creadas aproximadamente entre 1880 y 1910 fícil imaginar un tiempo sin boyscouts, pero hace un siglo debió de
han perdurado durante casi un siglo. En esas pocas décadas las es- haber parecido extravagante que en el siglo xx el equivalente de la
tructuras voluntarias de la sociedad norteamericana asumieron una banda formada por Tom Sawyer antes de la guerra civil en los bancos
forma moderna. Las tendencias al abandono del compromiso cívico de arena del Mississippi apareciera llevando sombreros y abalorios
analizadas en la parte" del presente libro registran en esencia la des- por méritos y pronunciara la promesa scout. No obstante, institucio-
composición de esa estructura a lo largo del último tercio del siglo xx. nes como las de los boyscouts proporcionaron un foro nuevo y de
Sin embargo, en los asuntos humanos no es ninguna nimiedad crear éxito a la formación de una comunidad juvenil. Del mismo modo, al-
un conjunto de instituciones que puedan durar y servir a la sociedad gunas soluciones para paliar el actual déficit cívico pueden parecer al
durante un siglo de transformaciones sociales y económicas tan va- principio ridículas, pero deberíamos estar hartos de hacer pasar nues-
riopintas. tra inventiva cívica por filtros convencionales. Las reformas concre-
A pesar de todas las dificultades, errores y perfidias de la era progre- tas de la era progresista no son ya apropiadas para nuestro tiempo,
sista, sus dirigentes y precursores inmediatos de finales del siglo XIX pero su idealismo práctico y entusiasta -y sus logros- deberían ser
diagnosticaron correctamente el problema de un déficit de capital so- pa,ra nosotros una inspiración.
cial o de compromiso cívico. En 1890 debió de resultar tentador decir:

"
544 Un programa para capitalistas socIales 545

blica, pero las consecuencias más serias nos recuerdan a la antigua


adivinanza de salón: «¿Qué le falta a este cuadro?». El debilitamiento
Capitulo 24 del capital social se manifiesta en cosas que se han desvanecido casi
sin darnos cuenta: las fiestas de barrio y las reuniones con amigos, la
Un programa para capitalistas sociales· amabilidad espontánea de los desconocidos, la búsqueda compartida
del bien común en vez de una persecución solitaria de los bienes pri-
vados. Mencionar el problema es un primer paso esencial para hacerle
«Todo tiene su tiempo y sazón bajo el sol), cantaba el poeta hebreo frente, de la misma manera que poner una etiqueta al «medio am-
en el Eclesiastés. Cuando Pete Seeger puso en música folk esta máxi- biente}> permitió a los norteamericanos escuchar el manantial callado,
ma antigua en la década de 1960, había llegado quizá el momento de y nombrar lo que Betty Friedan llamó «el problema sin nombre» per-
que los norteamericanos se soltaran los grilletes de un gregarismo in- mitió a las mujeres expresar qué estaba mal en sus vidas.
discreto. Sin embargo, al entrar en un nuevo siglo ha sonado ya la Sin embargo, dar nombre a nuestro problema -e incluso calcular
hora de que comencemos a retejer la tela de nuestras comunidades. sus dimensiones, diagnosticar sus orígenes y evaluar sus consecuen-
Al comienzo de mi investigación señalé que la mayoría de los norte- cias, como he intentado hace~ en este lihro- no es más que un acto
americanos se sienten hoy vaga e incómodamente desvinculados. Son preliminar del desafío más duro. En un mundo irrevocablemente alte-
muchos los que al acabar el siglo xx tienen la impresión, como el jo- rado, un mundo donde la mayoría de las mujeres tiene un trabajo, los
ven Walter Lippmann a principios del mismo, de que "hemos cambia- mercados son mundiales, los individuos y las empresas móviles, el en-
do nuestro entorno más rápidamente de lo que nos hemos cambiado a tretenimiento electrónico, la tecnología avanza de manera acelerada
nosotros mismos)). A los encuestadores les decimos que desearíamos y (por suerte) no hay guerras importantes, ¿cómo podemos volver a
vivir en una comunidad más civil, más digna de confianza y preocu- llenar nuestras reservas de capital social? Como la mayoría de cues-
pada por la colectividad. Los datos de nuestra investigación demues- tiones sociales, ésta tiene dos caras, una institucional y otra indivi-
tran que este anhelo no es pura nostalgia o «conciencia falsa». Los dual. Utilizando la apropiada metáfora del mercado, necesitamos
norteamericanos tienen razón al decir que los vínculos de nuestras atender tanto a la oferta de oportunidades para el compromiso cívico
comunidades se han debilitado, y nosotros estamos en lo cierto al te- como a la demanda de esas oportunidades.
mer que esta transformación tenga costes muy reales. Sin embargo, el Tal como hicieron nuestros antecesores de la era progresista, nece-
reto que se nos platea, como el planteado a nuestros predecesores en sitamos crear nuevas estructuras y programas (públicos y privados)
el paso de la edad dorada a la era progresista, no consiste en lamen- para facilitar una renovación del compromiso cívico. Según explicaré
tarnos por el cambio social, sino en guiarlo. con más detalle acto seguido, los líderes y activistas de todos los ám-
La creación (o recreación) de capital social no es tarea sencilla. La bitos de la vida norteamericana deben buscar formas innovadoras de
facilitaría una crisis nacional palpable, como una guerra, una depre- respuesta a la pérdida de eficacia de las instituciones y prácticas cívi-
sión o un desastre natural, pero para bien y para mal Estados Unidos cas que hemos heredado. Al mismo tiempo necesitamos robustecer
no se enfrenta a ninguna de estas crisis galvanizadoras. El reflujo de nuestra decisión de volver a vincularnos como individuos, pues tene-
la vida comunitaria durante las últimas décadas ha sido silencioso y mos que superar una conocida paradoja de la acción colectiva. Aun-
engañoso. Advertimos sus efectos en los intersticios de nuestras vidas que particularmente preferiría una comunidad más efervescente, no
privadas sometidas a tensión y en la degradación de nuestra vida pú- puedo realizar ese objetivo por mí mismo; al fin y al cabo, si sólo apa-
rezco yo, no hay reunión, y tampoco hay club si yo soy el único
... Quiero agradecer a Tom Sander su ayuda en la preparación de este capítulo. miembro. Resulta tentador retirarse a los placeres privados que pue-
¿Qué hacer? Un programa para capitalistas socia/es 547

do lograr por mí mismo. Pero al hacerlo así, hago que al otro le resul- Los filósofos, de Aristóteles a Rousseau, William James y John De-
te aún más difícil resolver su propia versión del mismo problema. Las wey, iniciaron sus debates sobre el civismo considerando la educación
acciones individuales no bastan, pero son necesarias para restablecer de la juventud. Sopesaron las virtudes, habilidades, conocimiento y
la comunidad. hábitos esenciales de los ciudadanos democráticos, y cómo inculcar-
Así pues, nuestro reto es restablecer la comunidad norteamericana los. Este punto de partida es especialmente apropiado para los refor-
para el siglo XXI mediante la acción colectiva y la iniciativa indivi- madores de hoy, pues la causa particular más importante del proble-
dual. Reconozco la imposibilidad de pregonar una panacea para los ma que actualmente nos aflige es un declive generacional omnipresente
problemas de abandono del compromiso cívico que afectan a nuestra y continuo en casi todas las formas de compromiso cívico. La juven-
nación. Por otra parte, debido a mi experiencia de los últimos años al tud actual no fue la iniciadora del desgaste del capital social de los
actuar como punta de lanza de un diálogo coordinado en toda la na- norteamericanos -lo fueron sus padres-, y es obligación de los norte-
ción e inspirado en el intenso intercambio que mantuvieron estudio- americanos de cualquier edad ayudar a reavivar el compromiso cívi-
sos y prácticos durante la era progresista, pienso con optimismo que co en la generación que llegará a la edad adulta en los primeros años
si trabajamos juntos, los norteamericanos de hoy podemos volver a del siglo XXI.
ser tan cívicamente creativos como nuestros antepasados progresis- Así pues, éste es el reto que propongo a los padres y educadores de
tas. Esas deliberaciones a las que me refiero, el Saguaro Seminar: Ci- Estados Unidos, y sobre todo a los jóvenes adultos norteamericanos:
vic Engagement in America, reunieron a pensadores y activistas de encontremos el modo de garantizar que en el 2010 el nivel de com-
múltiples comunidades norteamericanas para formular preguntas y promiso cívico entre los norteamericanos que lleguen entonces a la
buscar respuestas.' Los ulteriores debates dieron forma de muchas edad adulta se halle en todas las partes de nuestra sociedad a la altura
maneras a las propuestas que presento en este capítulo. Los objetivos del de sus abuelos cuando tenían su edad, y que al mismo tiempo el
del grupo han consistido, en primer lugar, en hacer que los norteame- capital social que tiende puentes sea fundamentalmente mayor que
ricanos sean más conscientes de la importancia colectiva de los miles el de la época de esos abuelos. Una comprobación específica de nues-
y miles de decisiones minúsculas que tomamos a diario para invertir tro éxito será la de saber si podemos restablecer la participación elec-
en capital social-o retirar esa inversión-; y en segundo lugar, en pro- toral hasta el nivel de la de la década de 1960, pero nuestro objetivo
vocar la imaginación cívica de nuestros conciudadanos para descu- deberá ser aumentar también la participación y la deliberación de otras
brir e inventar nuevos modos de vinculación social adecuados a los maneras más sustanciales y delicadas, desde los deportes de equipo
cambios producidos en nuestras vidas. hasta los coros, y desde el altruismo organizado hasta los movimien-
Imaginar en detalle la manera de renovar nuestras reservas de capi- tos sociales de base.
tal social es una tarea para toda una nación y una década, no para un Los medios para conseguir estos objetivos a comienzos del siglo XXI
solo estudioso, un solo libro o incluso un solo grupo. Mi intención en y las nuevas formas de vinculación que marcarán nuestro éxito serán
este capítulo es modesta: identificar las facetas claves del desafío al con seguridad diferentes de los de mediados del siglo xx. Por tal ra-
que nos enfrentamos esbozando brevemente seis ámbitos que merecen zón, el éxito requerirá la sensibilidad y las habilidades de la genera-
una especial atención por parte de quienes aspiran a ser capitalistas ción X y sus sucesores, más aún que la de los nacidos en la explosión
sociales: la juventud y las escuelas, el puesto de trabajo, el diseño me- demográfica y sus mayores. No obstante, resultan pertinentes algu-
tropolitano y urbano, la religión, las artes y la cultura, y la política y el nas ideas «anticuadas». Tomemos como ejemplo el caso de la educa-
gobierno. Ofreciendo algunas sugerencias propias, intento provocar ción cívica. Sabemos que el conocimiento de los asuntos públicos y la
la imaginación del lector en cada una de esas facetas con la esperanza práctica de las destrezas cívicas de cada día son requisitos previos
de que juntos podamos producir algo aún más creativo y poderoso. para una participación efectiva. Sabemos también que el «carné de
¿Qué hacer? Un programa para capitalistas sociales 549

calificación CÍvica» expedido por el Departamento de Educación de dad, la participación en grupos musicales, equipos de atletismo, clu-
Estados Unidos a los estudiantes de estudios primarios y secundarios bes de servicios y otras actividades similares en el instituto es uno de
a finales del siglo xx fue una decepción.' Así, un elemento de nuestra los precedentes más claros de participación en la vida adulta, incluso
estrategia debería ser mejorar la educación cívica en la escuela; no se comparando grupos demográficamente similares.' Desde un punto
trata sólo de saber «cómo se hace ley un proyecto», sino «cómo pue- de vista cívico, las actividades extracurriculares son simples (flecos»,
do participar efectivamente en la vida pública de mi comunidad». pero los fondos destinados a ellas fueron diezmados durante las déca-
Imaginemos por ejemplo las lecciones CÍvicas que puede impartir en das de I980 y I990. Dar la vuelta a este proceso perverso sería un
la zona central meridional de Los Ángeles un profesor que trabaje buen comienzo para alcanzar nuestro propósito de reenganche juve-
con sus estudiantes para lograr un cambio público que éstos conside- nil para el año 20IO. Finalmente, sabemos que las escuelas de tamaño
ren importante, como conseguir iluminación para un campo de ba- menor estimulan una participación más activa que las grandes en
loncesto del barrio. programas extracurriculares; en las pequeñas son más los estudiantes
Conocemos otras estrategias que también funcionarían. Un cúmulo que tienen la posibilidad de tocar el trombón, jugar de extremo iz-
de pruebas cada vez mayor confirma que los programas de servicio co- quierda o representar el papel de rey Lear. Los colegios más peque-
munitario fortalecen realmente los músculos cívicos de quienes parti- ños, como las ciudades más pequeñas, generan expectativas superio-
cipan en ellos, especialmente si el servicio tiene sentido, se ofrece con res de reciprocidad mutua y acción colectiva. Así, desconcentrar los
regularidad y está entretejido en la trama del programa escolar. Los megacolegios o crear «colegios menores dentro de los colegios» pro-
servicios esporádicos tienen poca influencia, y resulta difícil imaginar duciría casi con seguridad dividendos CÍvicos.
que los trabajos de canguro y portero -los dos tipos más frecuentes Nuestros esfuerzos por aumentar la participación social entre los
de «servicio a la comunidad" en toda la nación, según un estudio de jóvenes no se han de limitar a las actividades escolares. Aunque toda-
I997- produzcan un gran efecto beneficioso. Por otra parte, según vía no es fácil ver cuál puede ser en la era de internet el equivalente
indican los datos que van apareciendo, los programas de aprendizaje del club 4-H o de los centros de asentamiento, deberíamos otorgar un
de prestación de servicios bien diseñados mejoran el conocimiento, premio anual Jane Addams al miembro de la generación X o Y que
aumentan la eficacia ciudadana, incrementan la responsabilidad so- aporte la mejor idea. Lo que necesitamos no son brócolis cívicos
cial y la autoestima, enseñan habilidades de cooperación y liderazgo -buenos para la salud, pero nada sabrosos-, sino una versión actuali-
y pueden incluso (tal como señala un estudio) reducir el racismo.' Es zada de la ingeniosa combinación de valores y diversión del movi-
interesante observar que los programas voluntarios parecen funcio- miento scout. Reto a quienes llegaron a la edad adulta en la última
nar tanto como los obligatorios. El volu'ntariado practicado en la ju- década del siglo xx, tan descorazonadora desde el punto de vista cívi-
ventud es, según señalamos en el capítulo 7, uno de los predictores co, a inventar fórmulas poderosas y atractivas para aumentar el com-
más claros de actividad voluntaria en la edad adulta. Trabajar como promiso CÍvico entre sus hermanos y hermanas más jóvenes que al-
mentor de miembros de otra generación puede servir también para fi- canzarán la mayoría de edad en la primera década del siglo XXI.
nes cívicos, como ocurre con el programa Bastan 's Citizen Schools,
que permite a voluntarios adultos trabajar con jóvenes fuera de la El carácter cambiante del trabajo y la entrada de las mujeres en el
jornada escolar en proyectos tangibles, como el aprendizaje de escri- mundo laboral asalariado, relacionada estrechamente con esos cam-
tura narrativa o la creación de páginas web. bios, se cuentan entre las revoluciones más trascendentales ocurridas
La participación en actividades extracurriculares (ligadas a la es- en la sociedad norteamericana durante el siglo xx. Esta transforma-
cuela o independientes) constituye otro medio acreditado para incre- ción del puesto de trabajo fue comparable por su magnitud a la meta-
mentar la participación cívica y social en años posteriores. En reali- morfosis experimentada por Estados Unidos un siglo antes, al pasar

¡
55° ¿Qué hacer? Un programa para capitalistas sociales 55 1

de una nación de explotaciones agrarias a otra de fábricas y oficinas. sitamos reconsiderar cómo premiar a las empresas que muestren una
Sin embargo, al comenzar el siglo XXI las instituciones norteamerica- actitud responsable hacia los compromisos familiares y comunitarios
nas, tanto públicas como privadas, y las normas y prácticas vigentes de sus empleados, y cómo estimular a otros empresarios a seguir su
en el lugar de trabajo no han hecho más que iniciar su adaptación a ejemplo. Muchas empresas ofrecen una reducción de jornada a los
este cambio. Según vimos en el capítulo n, esta revolución en ellu- trabajadores que realizan actividades de voluntariado al servicio de la
gar de trabajo está involucrada en el declive casi simultáneo de la vin- comunidad, una práctica valiosa que debería extenderse. Ahora bien,
culación social y la participación cívica. Éste es, pues, mi reto a los el voluntariado es sólo una forma más de compromiso cívico. Medi·
empresarios, dirigentes sindicales y funcionarios públicos, y a los pro- das públicas como la ley de baja por razones familiares y médicas
pios trahajadores norteamericanos: encontremos el modo de garanti- aprobada en 1993 y las exigencias legales para que los empresarios
zar que para el 2010 los lugares de trabajo en Estados Unidos serán faciliten el servicio en jurados ilustran que el interés público por los
fundamentalmente más favorables para la familia y más acordes con vínculos cívicos y sociales puede justificar la regulación de los contra·
la comunidad, a fin de dar a los trabajadores norteamericanos la po- tos de trabajo por las autoridades públicas. No obstante, el cuidado
sibilidad de completar nuestras reservas de capital social tanto dentro de los seres queridos no es la única responsabilidad familiar, y el ser·
como fuera del lugar de trabajo. vicio como jurado no constituye el único deber del ciudadano, y así
Por fortuna, hay ciertos datos que demuestran que las prácticas debería reconocerlo nuestra legislación laboral.
propicias a la comunidad y la familia en el lugar de trabajo benefician Nuestras conclusiones del capítulo 11 señalan sin ambigüedad los
tanto al empresario como al trabajador. Además, esas prácticas se es- dividendos tanto cívicos como personales ligados al empleo a tiempo
tán convirtiendo en un elemento clave para reclutar y retener una parcial. Hemos descubierto que el trabajo a tiempo parcial ofrece
mano de obra leal y de alta calidad, al menos en períodos de pleno para muchas personas lo mejor de ambos mundos, pues aumenta las
empleo. Por suerte, la proporción de trabajadores norteamericanos posibilidades de estar en contacto con redes sociales más amplias y
que dicen disponer de cierta flexibilidad en sus horarios laborales ha deja a la vez más tiempo para buscar ese tipo de posibilidades fuera
aumentado del 16% en T990 al 30% en 1997-' Sin embargo, mu- del puesto de trabajo. También hemos descubierto que es característi-
chos de los beneficios de las prácticas de empleo que estimulan la for- co que los trabajadores a tiempo parcial estén más implicados en acti-
mación de capital social -familias más sólidas, escuelas más eficien- vidades comunitarias que quienes trabajan a jornada completa y
tes, barrios más seguros y una vida pública más animada- se «filtran» quienes no tienen ningún trabajo. No todos desean, por supuesto, un
fuera de la propia empresa, mientras que los costes corren por entero trabajo a tiempo parcial, pero hay muchos que sí lo quieren, y las ins-
a cuenta de ella. Este hecho las incita a reducir la inversión de sus em- tituciones norteamericanas públicas, sin ánimo de lucro y privadas
pleados en compromiso cívico. En cambio, las prácticas laborales que no han hecho más que comenzar a plantearse el reto de reestructurar
inhiben la participación en la comunidad y la vinculación con la fa- el trabajo para hacer frente a esa demanda. La nueva política del em-
milia generan una situación clásica calificada por los economistas de pleo del tiempo debe ocupar un lugar preeminente en los planes pú-
«externalidades negativas», que imponen a la sociedad un coste sin blicos para el nuevo siglo.
contrapartida. Podemos hallar compromiso CÍvico y vinculación social en el lugar
En la actualidad es opinión ampliamente aceptada que en el caso de de trabajo, no sólo fuera de él. Así, nuestros planes para el lugar de
la contaminación ambiental los incentivos fiscales y de otros tipos trabajo deberían incluir también nuevos medios de formación de ca-
son una respuesta pública apropiada a las externalidades negativas, pital social en el ejercicio profesional. Esto es especialmente cierto en
pues refuerzan la persuasión moral como medio para fomentar com- lo referente al capital social que tiende puentes, pues la creciente di-
portamientos favorables al medio ambiente. De manera similar, nece- versidad existente en el lugar de trabajo es para los capitalistas socia-
552 ¿Qué hacer? Un programa para capitalistas socia/es 553

les un bien valioso y que todavía no ha sido plenamente explotado. se ha invertido mucho más tiempo y energía en la exposIción y
Según vimos en el capítulo 5, se están poniendo ya en práctica algu- la puesta en práctica de estas ideas que en medir su impacto sobre la
nas iniciativas estimulantes en este sentido: trabajo en equipo, re- participación comunitaria. Es seguramente probable que ciertas in-
estructuración arquitectónica y otros planteamientos similares. Por novaciones de diseño, como las zonas de uso mixto, las redes de calles
lo demás, otros cambios ya analizados aquí -en especial la prolifera- peatonalizadas y la disposición de más espacio para uso público,
ción del trabajo «circunstancia!»)- hacen mayor el reto de crear un ca- aumenten el capital social, aunque es menos obvio que los detalles
pital social fundado en el trabajo. Empresarios, sindicatos, especialis- cosméticos de diseño victoriano o colonial y los ecos de la arquitectu-
tas laborales y los propios trabajadores deben ser más creativos al ra pública decimonónica que hallamos de manera característica en
hacer frente a las necesidades de vinculación social de quienes traba- comunidades como Disney's Celebration (Florida) vayan a tener ne-
jan de forma temporal, a tiempo parcial o como independientes.' Fi- cesariamente ese efecto. (La flamante localidad de Easton [Ohio] dis-
nalmente, tenemos que cuestionamos la idea de que la vida cívica no pone de un centro urbano construido a semejanza de una estación de
guarda ninguna relación con el lugar de trabajo. ¿Por qué no dispo- tren transformada, aunque en aquel lugar no hubo nunca estación
ner de espacio y tiempo, proporcionados por el empresario, para la ferroviaria.) En cualquier caso, ya es hora de comenzar a evaluar con
formación de grupos de debate y clubes de servicios? ¿Por qué no me- rigor las consecuencias reales de estas prometedoras iniciativas. 9
jorar la protección de la intimidad de las comunicaciones de los tra- El nuevo urbanismo es un experimento en curso para ver si nuestra
bajadores? sed de una abundante vida comunitaria supera nuestra hambre de jar-
dines privados, grandes superficies comerciales con precios rebaja-
A medida que el siglo xx llegaba a su fin, los norteamericanos co- dos y facilidades para aparcar. Al final, los norteamericanos tendre-
menzaron a constatar gradualmente que el modelo de asentamiento mos en gran parte el tipo de espacio físico que exijamos; si realmente
metropolitano extenso que creamos para nuestro uso en las cinco dé- no deseamos más comunidad, na la tendremos. Por otro lado, la ex-
cadas anteriores imponía pesados costes personales y económicos: pansión urbana segregacionista del pasado estuvo también fuerte-
contaminación, atascos y pérdida de tiempo. En el capítulo 12 descu- mente configurada (a menudo de forma no premeditada) por planes
brimos que la expansión metropolitana ha dañado también el tejido públicos como los de la construcción de autopistas, deducción de in-
social de nuestras comunidades. Por tanto, éste es mi reto para los tereses por hipoteca, zonas de velocidad limitada y concentración de
planificadores urbanos y regionales, para los organizadores de las co- viviendas. A medida que se vean con mayor claridad los costes (eco-
munidades y para los compradores de viviendas: actuemos para con- nómicos y medioambientales, pero también sociales) de la expansión
seguir que en el año 2010 los norteamericanos dediquen menos tiem- urbana, las medidas públicas para evitarla serán más atractivas,
po que hoya viajar, y más a relacionarse con los vecinos; que vivan en como ha ocurrido ya en varios lugares, de Atlanta a Portland. Final-
zonas más integradas y amables para los peatones; y que el diseño de mente, los pensadores y organizadores comunitarios con capacidad
nuestras comunidades y la disponibilidad de espacio público estimu- de innovación, como Harry Boyte, Ernesto Cortés y John McKnight,
len una mayor socialización informal con amigos y vecinos.' Un obje- han dedicado grandes esfuerzos a hallar y explotar recursos inespera-
tivo engañosamente sencillo podría ser el siguiente: que el número de dos en comunidades desfavorecidas. Las Community Development
quienes conocen a más vecinos por su nombre de pila sea mayor que Corporations, creadas en la década de I970 para promover la re-
el actual. construcción física de barrios asolados, están interesándose ahora
Enarbolando la bandera del «nuevo urbanismo», los urbanistas por invertir también en capital social, y ciertos grupos como la Local
han presentado durante los diez o veinte últimos años muchas suge- Initiatives Support Corporation han tenido algunos éxitos en este te-
rencias creativas precisamente en este sentido. 8 Debemos admitir que rreno.'O Propongo a todos el reto de añadir a esta buena obra el obje-
Un programa para capitalistas sociales 55 5
554 ¿Qué hacer?

tivo de crear redes que tiendan puentes entre las divisiones raciales, En el capítulo anterior observamos cómo a finales del siglo XIX se
sociales y geográficas que fracturan nuesrras zonas metropolitanas. había producido un tercer período importante de compromiSO reli-
gioso y preocupación social encarnado en actividades como el movI-
Las comunidades de fe siguen siendo en Estados Unidos un depósito miento Social Gospel y el Ejército de Salvación: la llamada IgleSia de
fundamental de capital social. Es difícil ver cómo podríamos recompo- los pobres dedicada a la «décima parte sU,mergida» de ~a vida norte-
ner su desgaste de las últimas décadas sin una importante aportación americana, expresión con la que se conOCla al sector mas pobre de la
religiosa. Los norteamericanos aprecian, sobre todo en el ámbito pú- población, zarandeado por las tensiones de la urbanización y la in-
blico, las restricciones de la Primera Enmienda, que les han permitido dustrialización. El Ejército de Salvación -«salvar el mundo alma por
combinar una religiosidad incomparable y un pluralismo confesional alma»- fue un interesante híbrido de fundamentalismo doctrinal,
con un mínimo de conflicto religioso. Por otra parte, es innegable que heterodoxia litúrgica (con bandas en formación y «chicas del alelu-
la religión ha desempeñado una función importante en todos los perío- ya») y creencias progresistas sobre ayuda a los pobres, mejora de la
dos de renovación cívica de la historia de Estados Unidos. Éste es, por condición religiosa de las mujeres y un servicio por igual a blancos y
tanto, mi reto a los clérigos, dirigentes laicos, teólogos y fieles del país: negros. u , '
alentemos un nuevo «gran despertar» pluralista y socialmente respon- 'Se dan en Estados Unidos al comenzar el siglo los mgredlentes
XXI
, 1 .
sable, para que en el 2010 los norteamericanos estén comprometidos para otro gran despertar? Las megaiglesias, por poner un so o eJem-
con mayor profundidad de lo que lo están hoy con alguna comunidad plo, utilizan técnicas de mercadotecnia y entr,etemml:n:o para cons-
espiritual que dé sentido a sus vidas, al tiempo que se hacen más tole- truir una experiencia religiosa accesible a su clientela tlplCam,e~t~ sub-
rantes hacia las creencias y prácticas de los demás norteamericanos. urbana y de clase media. (Aunque al principio estuvieran dltlgldas a
En nuestra historia nacional la religión ha contribuido a la creación la población blanca, las mega iglesias atraen cada vez más a la gente
de capital social, sobre todo en tres «despertares» imponentes y fer- de color.) Aunque sólo sea por sus dimensiones, sus ceremonias sue-
vorosos. Durante el gran despertar de 1730 a 1760, los movimientos len parecer impersonales y teológicamente insípidas, pero los dirigen-
de renacimiento religioso «estallaron como una traca» en forma de tes de esas iglesias gigantescas son capitalistas SOCiales avezados que
«reuniones reviva listas masivas y constantes [... ] mantenidas en ac- organizan actividades en pequeños grupos que constituyen redes per-
ción por los predicadores ambulantes». El segundo gran despertar, de sonales y combinan religión y socialización (mcluso eqUlpos de bo-
1800 a 1830, fue un período de compromiso igualmente burbujeante los). Entretanto, según vimos en los capítulos 4 Y 9, las Igleslasev~n­
en el que los «predicadores que hacían su ronda a caballo» llevaban gélicas y fundamentalistas (junto con sus contrapartidas en los JUdlOS
el nuevo evangelio de un asentamiento fronterizo sin iglesia a otro. y otras tradiciones religiosas) constituyen, en una parte distinta del
Esos predicadores formaban grupos de diez o doce conversos para espectro religioso, una de las más notables excepcIOnes a la decaden-
que se reforzaran entre sí en su búsqueda espiritual hasta poder ins- cia general del capital social descrita en este libro. , .
taurar iglesias normales. Los historiadores debaten sobre la motiva- Desde un punto de vista cívico, un nuevo gran despertar no sena (SI
ción e incluso la religiosidad de estos evangelistas, pero el movimien- es que se produce) una bendición sin reservas. Según señalamos en los
to inspiró a muchos a dirigirse a los pobres, rechazar la esclavitud y capítulos 4 Y 22, las religiones proselitistas son más diestras en crear
fundar sociedades misioneras y antialcohólicas. Un invento notable capital social vinculante que capital social que tiende puentes, y la to-
fue el movimiento de escuelas dominicales que unía el revivalismo a lerancia hacia los no creyentes no es una virtud especialmente aSOCIa-
un deseo de alfabetizar a las personas excluidas de las escuelas nor- da al fundamentalismo. Un nuevo gran despertar plantearía cuestio-
males, entre ellas las mujeres (negras y blancas), los niños trabajado- nes sobre la separación constitucional entre iglesia y Estado en
res de las fábricas y los hombres de la frontera." nuestra cultura, aunque no en nuestra jurisprudencia, según lo ilustra
55 6 ¿Qué hacer? Un programa para capitalistas sociales 557

la controversia suscitada en torno a las medidas de reforma asisten- tuirlas por una «comunidad virtual» que es pura apariencia. Incite-
cial que prevén una «opción caritativa» y proporcionan fondos pú- mOs a los diseñadores de programas informáticos Y a los especialistas
blicos a servicios sociales vinculados a instituciones religiosas. Por en tecnología de la comunicación a prestar atención a la llamada de
otra parte, se pueden detectar también señales de una religiosidad de Paul Resnick, el especialista en ordenadores de la universidad de Mi-
amplio carácter ecumén,ico y compromiso social en movimientos chigan, para hacer que internet propicie el capital social y crear un
como el evangélico CaU to Renewal. Además, algunas de las innova- Cuerpo de Información Comunitaria que estimule a los jóvenes pro-
ciones de la edad dorada y la era progresista, como los centros de fesionales de la informática a utilizar sus habilidades para reconsti-
asentamiento y el movimiento Chautauqua, aunque no fueran reli- tuir el hecho comunitario en Estados Unidos.
giosos en sentido estricto, podían ser una fuente de inspiración para En el mismo capítulo 9 analicé algunos obstáculos importantes al
otras equivalentes en el siglo XXI.I3 empleo de lacomunicación por ordenador para constituir capital so-
cial. Las medidas públicas pueden (y deben) hacer frente a alguno de
Ningún sector de la sociedad norteamericana influirá más sobre la fu- esos obstáculos, como el de las diferencias en el uso de medios digita-
rura situación de nuestro capital social que los medios de comunica- les. Otros obstáculos, como el anonimato y la unilateralidad, pueden
ción electrónicos, y en especial interner. Si estamos dispuestos a inver- encontrar «soluciones» tecnológicas. Por otra parte, la comunicación
tir de alguna manera fundamental el rumbo de las tendencias adversas por medios informáticos ofrece también a ciertas formas de delibera-
de las tres últimas décadas, la industria del entretenimiento y las tele- ción democrática y creación de comunidad oportunidades impensa-
comunicaciones electrónicas habrá de ser un importante componente bles hasta ahora, como los debates abiertos a todos los ciudadanos
de la solución, en vez de constituir una parte considerable del proble- sobre asuntos locales, investigaciones conjuntas sobre historia local o
ma. Así pues, mi reto a los magnates de los medios de comunicación, incluso anuncios para una final de frisbee.Varios estudios anteriores
los periodistas y los gurús de internet en Estados Unidos, además de realizados con comunidades bien conectadas indican -de forma pro-
a los espectadores como usted y como yo, es el siguiente: encontremos visional pero esperanzadora- que los residentes con acceso fácil a una
el modo de conseguir que en el 2010 los norteamericanos permanez- comunicación local por ordenador utilizan esta nueva herramienta
can menos tiempo sentados pasivamente y en solitario frente a unas para fortalecer, no para sustituir, los lazos directos con sus vecinos, y
pantallas luminosas, y más en contacto activo con sus conciudadanos. que algunos de ellos participan de manera más activa en la vida de la
Promovamos nuevas formas de entretenimiento y comunÍ.cación elec- comunidad, precisamente en el sentido deseado por nosotros, los ca-
trónica que refuercen el compromiso comunitario en vez de impedirlo. pitalistas sociales." Los grupos de apoyo electrónico a personas ma-
Una de las corrientes que pueden llevarnos hacia esa estrategia es la ac- yores confinadas en sus casas podrían servir de complementos útiles
tual avalancha de interés por el «periodismo cívico», con tal de que no de las visitas personales regulares (sin llegar a sustituirlas). La clave
se interprete como sustitutivo de una participación genuina de base, es, según creo, encontrar el modo de que la tecnología de internet
sino como acicate y plataforma para incitar a esa participación. '4 En el pueda reforzar en vez de suplantar las redes sociales duraderas funda-
capítulo 13 señalé que, como recurso técnico, el extraordinario poder das en lo local y hechas de relaciones cara a cara.
de la televisión puede tanto estimular como poner freno a ia participa-
ción cívica. Incitemos a las personas de talento que presiden la indus- La creación de un capital social que tienda puentes requiere superar
tria norteamericana del ocio a crear nuevas formas de entretenimiento nuestras identidades sociales, políticas y profesionales para conectar
que arranquen al espectador de su sillón y lo lleven a su comunidad. con personas diferentes de nosotros. Ésa es la razón de que los depor-
En el capítulo 9 vimos que se puede utilizar internet para reforzar tes de equipo sean un buen terreno para la creación de capital social.
las comunidades reales y de relaciones directas, no sólo para susti- En este sentido, un medio igualmente importante y menos explotado
Un programa para capitalistas sociales 559
¿Qué hacer?

son las actividades artísticas y culturales. Cantar en coro (como jugar Baltimore Museum of Art insta a los residentes locales a explotar sus
juntos a los bolos) no requiere compartir una ideología ni un origen espacios públicos en los «jueves libres}} invitando a grupos corales y
social o étnico. Por esta razón, entre otras, reto a los artistas, directo- de otros tipos a interpretar en público. La Gallery 37 de Chicago ofre-
res y patrocinadores de las instituciones culturales de Estados Uni- ce cursos de aprendizaje a diversos artistas en ciernes -ricos y pobres,
dos, así como a los norteamericanos en general a encontrar el modo suburbanos y del centro de la ciudad, negros, blancos y latinos- para
de conseguir que para el 20IO haya un número significativamente que se dejen llevar por su propia inspiración y establezcan vínculos so-
mayor de norteamericanos que participen en actividades culturales (y ciales entre artistas tutores, artistas aprendices y observadores. En el
no simplemente las consuman o «aprecien'»), desde la danza en grupo Mattole Valley, al norte de California, David Simpson ha utilizado
a los festivales de canto, desde el teatro comunitario a los festivales de el teatro comunitario para construir puentes entre leñadores y ecolo-
rapo Descubramos nuevas formas de utilizar las artes como vehí~ulo gistas. Muchas de esas actividades producen obras de gran arte, pero
para reunir a grupos diversos de conciudadanos. también pueden generar capital social para tender puentes, lo que, en
16
Es evidente que el arte importa por sí mismo, más allá de los efectos algunos aspectos, es un logro todavía más impresionante.
favorables que pueda tener en la reconstrucción de las comunidades
de Estados Unidos. Los objetivos estéticos, y no los meramente socia- La política y el gobierno son el terreno donde comenzó nuestro viaje
les, son obviamente importantes. Dicho esto, hemos de pensar que el para indagar la situación del capital social en Estados Unidos, y en él
arte es especialmente útil para superar las barreras sociales conven- es donde concluiré mis retos a aquellos lectores que estén tan preocu-
cionales. Además, el capital social es a menudo un subproducto va- pados como yo por el restablecimiento de los lazos comunitarios en
lioso de actividades culturales cuyo principal objetivo es puramente el país. La necesidad de restablecer la vinculación, la confianza y el
artístico. compromiso cívico no son tan claros en ninguna parte como en los
El Dance Exchange de Liz Lerman ha creado unos agrupamientos foros públicos de nuestra democracia, a menudo vacíos hoy en día.
comunitarios inimaginables mediante la danza moderna practicada Así pues, éste es mi reto a los cargos públicos de Estados Unidos, ase-
en comunidad, reuniendo por ejemplo a trabajadores de astilleros en sores para cuestiones de política y politicos, y (sobre todo) a mis con-
paro y profesionales administrativos cuando el cierre de los astilleros ciudadanos: encontremos el medio de conseguir que para el 20IO
de Portmouth (New Hampshire) sometió a tensiones los lazos de sean muchos más los norteamericanos que participen en la vida pú-
unión de la comunidad local. La compañía de teatro Roadside ha blica de nuestras comunidades, presentándose a cargos, asistiendo a
congregado a diversos grupos locales de poblaciones en declive de los asambleas públicas, trabajando en comités, haciendo campaña en las
Apalaches para que celebren sus tradiciones y restablezcan la con- elecciones y hasta votando. Quizá sea una temeridad esperar que in-
fianza comunitaria mediante la dramatización de historias y músicas virtamos en diez años el sentido de todo el declive producido en las
locales. El museo del National Center for African American Artists tres o cuatro últimas décadas, pero la democracia norteamericana
de Bastan ha convocado a diversos grupos de americanos negros sentirá sin duda los efectos beneficiosos de un cambio de rumbo in-
(haitianos, jamaicanos, afro brasileños y afroamericanos nativos) cluso parcial.
para construir y posteriormente exponer esculturas de peces de seis La reforma de las campañas electorales (sobre todo la reforma de su
metros en el acuario de Nueva Inglaterra. La Freestyle Union de Toni financiación) debería dirigirse a aumentar la importancia del capital
Blackman, en Washington DC, utiliza el ciphering, una combinación social-ya disminuir la del capital económico- en nuestras elecciones
de hip-hop, poesía rap y certámenes de poesía ante el público, para federales, estatales y locales. Como el tiempo está distribuido entre la
atraer a gente de todo tipo y condición, desde un ejecutante filipino población con mayor igualdad que el dinero, favorecer la participa-
de break-dance hasta un cristiano defensor del derecho a la vida. El ción dependiente del tiempo por encima de la basada en los talonarios
5 60 ¿Qué hacer? Un programa para capitalistas sociales

de cheques significaría comenzar a dar la vuelta a la creciente desigual- excesiva brevedad. Uno de ellos es el de "los de arriba frente a los de
dad en la política norteamericana. La autoridad del gobierno debería abajo». Los cometidos de las instituciones nacionales y locales en el
descentralizarse lo más posible para llevar las decisiones a jurisdiccio- restablecimiento de la comunidad en Estados Unidos deben comple-
nes menores y locales, a la vez que se reconoce y compensa el posible mentarse; ninguno de los dos polos puede resolver el problema por sí
efecto desfavorable de esa descentralización sobre la igualdad y la re- solo. Otro falso debate es el de si el gobierno constituye el problema o
distribución. De hecho, los liberales atentos a los beneficios del capi- la solución. A juzgar por los datos históricos, la respuesta exacta es
tal social deberían hallarse más dispuestos a delegar la autoridad del que puede ser ambas cosas (según expuse en el capítulo 15)' Muchas
gobierno a niveles inferiores, del mismo modo exactamente que los de las inversiones más creativas en capital social en la historia de Es-
conservadores compasivos deberían hallarse más dispuestos a transfe- tados Unidos -desde los agentes de condado y el club 4-H hasta las
rir recursos y autoridad de las comunidades ricas a las desposeídas. La universidades comunitarias y la March of Dimes- se debieron direc-
descentralización de los recursos y autoridad del gobierno a los conse- tamente a medidas del gobierno. El gobierno es quizá responsable de
jos de barrio ha funcionado bien en ciudades como Minneapolis, Por- una pequeña parte del declive del capital social detallada por mí en
t1and y Seattle, creando nuevo capital social en forma de cenas en las este volumen, y además no puede ser la única solución; pero es difícil
que cada invitado aporta un plato, jardines comunitarios y mercadi- imaginar que podamos hacer frente a los retos que planteo para Esta-
llos, aunque se necesitan proyectos inteligentes para garantizar que el dos Unidos en el año 2010 sin recurrir al gobierno.
equilibrios entre el capital que vincula y el que tiende puentes no se in- El último falso debate que debemos evitar se refiere a si lo necesario
cline demasiado hacia la fragmentación urbana. para restablecer la confianza y los vínculos comunitarios en Estados
Los planificadores de programas de actuación, sean cuales fueren Unidos es el cambio individual o el institucional. Una vez más, la res-
sus convicciones de partido, deberían ser más avisados en asuntos de puesta sincera es «ambos)). Las principales instituciones cívicas nor-
capital social y procurar causar el mínimo daño a las reservaS del mis- teamericanas, tanto públicas como privadas, están algo anticuadas
mo ya existentes precisamente cuando están buscando posibilidades después de un siglo de la creación de la mayoría de ellas, y necesitan
de aumentarlas con nuevas reservas. ¿Qué tal un (<informe sobre el ser reformadas de tal modo que inviten a una mayor participación.
impacto del capital social») en unos programas nuevos, menos buro- La capacidad más o menos persuasiva de las sugerencias concretas
cráticos y legalistas de lo que han acabado siendo los informes sobre presentadas por mí para una reforma institucional tiene una impor-
impacto medioambiental, pero igualmente efectivo para llamar la tancia menor q~e la posibilidad de mantener un debate nacional so-
atención sobre consecuencias imprevistas? El máximo daño causado bre cómo hacer que nuestras instituciones sean más favorables al ca-
al capital social en el centro de la ciudad de Indianapolis (Indiana) pital social. Sin embargo, en última instancia la reforma institucional
durante el último medio siglo fue, por ejemplo, la eliminación no pre- no funcionará -en realidad no se llevará a cabo- mientras el lector y
meditada de las redes vecinales cuando los barrios fueron atravesa- yo, junto con nuestros conciudadanos, no nos decidamos a reanudar
dos por la autopista interestatal 65 a comienzos de la década de el contacto con nuestros amigos y vecinos. El consejo de «multiplicar
1960. La Front-Porch Alliance, creada por el antiguo alcalde Stephen las comidas campestres», dado hace un siglo por Henry Ward Bee-
Goldsmith hace más de veinticinco años, fue un esfuerzo valioso para cher, no es hoy una completa ridiculez. Aunque parezca una ironía,
ayudar a restablecer algunas instituciones de barrio de Indianápolis, deberíamos hacerlas, no porque vaya a ser bueno para Estados Uni-
pero el propio Goldsmith fue el primero en decir que habría sido me- dos -aunque lo será-, sino porque será bueno para nosotros.
jor comenzar evitando el daño producido. '7
Los capitalistas sociales deben evitar incurrir en falsos debates en
todos los terrenos de creación de capital social analizados aquí con
Apéndice I

Cuantificación del cambio social


Este libro está compuesto en gran parte por pruebas cuantitativas re-
ferentes a las tendencias sociales que se han dado a lo largo de la últi-
ma mitad del siglo xx. El presente apéndice resume los retos metodo-
lógicos fundamentales que ha supuesto este ejercicio, así como las
fuentes de datos más importantes en las que me he apoyado.
Mi principal estrategia ha consistido, según expliqué en el capítu-
lo 1, en levantar una triangulación entre el mayor número posible de
fuentes probatorias independientes, siguiendo el modelo de quienes
estudian el calentamiento global. Mi estudio del cambio social se ve
inevitablemente limitado por el hecho de que, tal como ocurre con el
calentamiento global, nadie pensó en el pasado en recoger las prue-
bas realmente perfectas que necesitaríamos ahora: unas mediciones
realizadas a lo largo de medio siglo sobre la fiabilidad de los amigos,
la servicialidad de los desconocidos, la honradez de los tenderos o la
frecuencia de las fiestas de barrio; en consecuencia, necesitamos bus-
car pruebas convincentes no en un par de sondeos de opinión o en
una serie particular de encuestas, sino en la coincidencia entre varias
series distintas, realizada cada una de ellas por diferentes investigado-
res. y cuando sea posible, deberemos buscar el cambio no sólo en los
datos de los sondeos, sino también en las instituciones y en las con-
ductas.
El principio central es pues el siguiente: ninguna fuente de datos ca-
rece de fallos, pero cuanto más numerosas y diversas sean, menos
probabilidades habrá de que les haya podido afectar el mismo fallo.
Dos líneas probatorias independientes son mejor que una; y más de
dos, todavía mejor, sobre todo si presentan imperfecciones distintas.
¿Cuáles son las principales fuentes de pruebas empleadas en este estu-
dio, nuestro equivalente a los anillos de crecimiento, los cilindros de
hielo y los registros climatológicos?
En algunos aspectos los registros llevados por las organizaciones
5 66 Apéndice / Cuantificación del cambio social

son los indicadores más sólidos, pues a través de ellos podemos com- actualidad se fundaran en la última década no demuestra absoluta-
parar directamente la participación cívica de los norteamericanos en mente nada sobre las tendencias organizativas, a no ser que conozca-
las décadas de 1950, 1970 Y 1990. La labor constante de llevar regis'- mos también cómo han desaparecido muchos grupos similares a lo
tros realizada por miles de secretarias de club, funcionarios de con- largo del mismo período.' Este asunto es especialmente problemático
dado y tesoreros de iglesias a lo largo de décadas es mucho más fia- si, como ocurre por ejemplo con los registros de las organizaciones
ble que los frágiles recuerdos de «cómo solían ser las cosas». En esa no lucrativas llevados por el Internal Revenue Service (dirección ge-
comparación hay muchos datos que se mantienen constantes (o casi neral de impuestos), no se poda con regularidad una lista de organi-
constantes): la posible clientela del grupo, el significado de «afilia- zaciones para eliminar las ya difuntas.
ción», la asiduidad en la recogida de información. Por supuesto, has~ En tercer lugar, no todas las actividades comunitarias están encar-
ta estos datos pueden cambiar. La «afiliación» a un sindicato puede nadas en organizaciones con registros; en realidad, es probable que la
significar algo diferente en 1998 y 1938, Y la profesión de «transpor- mayoría no los lleven. Un estudioso, por ejemplo, calcula que el 80 %
tista» ha cambiado, sin lugar a dudas. No obstante, los problemas de de los grupos comunitarios constituye «materia negra» social, es de-
la comparación son menos graves para los registros de las organiza- cir, carecen de estructura formal, no tienen dirección ni archivos, no
ciones que para la mayoría de otros tipos de datos. Además, como aparecen en los periódicos y son por tanto invisibles para los cronis-
las organizaciones mantenían sus registros durante períodos largos, tas convencionales. 2 Si limitamos nuestra atención a las listas de afi-
nuestras comparaciones se pueden remontar a décadas y hasta siglos liados, podemos perdernos cambios masivos o una estabilidad masiva.
atrás, dándonos una mayor perspectiva sobre los acontecimientos re- Aún peor, si la vida comunitaria se vuelve, por cualquier razón, más
cientes. Una caída de un 10 % en afiliación o en aportaciones de un rica pero está menos organizada formalmente, el mero seguimiento
año a otro ¿es realmente significativa o constituye tan sólo un des- de la trayectoria de las cifras de afiliados nos llevaría exactamente a
censo corriente? Únicamente nos lo podrán decir los registros a largo extraer una conclusión equivocada.
plazo. Estas deficiencias de los registros de las organizaciones pueden
Sin embargo, los registros de afiliados presentan varios defectos compensarse en cierta medida mediante uno de los inventos más úti-
graves en cuanto medida del cambio social. En primer lugar, las pro- les del siglo xx: la encuesta social sistemática. Un sondeo bien diseña-
pias organizaciones tienen ciclos vitaks que pueden ser independien- do puede proporcionar una instantánea útil de opiniones y compor-
tes de la vitalidad de las comunidades en las que existen. Si el club de tamientos. Mejor aún, una serie de encuestas comparables puede
los Elks decae es quizá porque su lugar está siendo ocupado por miles producir una especie de fotografías sociales tomadas a intervalos fi-
de otras organizaciones, demasiado jóvenes aún todas ellas y dema- jos. De la misma manera que una instantánea tomada a diario por
siado bullentes como para preocuparse por llevar registros cuidado- una sola cámara apuntada sin variaciones a la misma parcela de una
sos de sus miembros. Si nos limitamos a examinar las listas de afilia- huerta puede generar una maravillosa película de nacimiento y creci-
dos de organizaciones con una larga vida, pasaremos por alto grupos miento botánico, así también, repetida con regularidad, una sola pre-
nuevos y de crecimiento rápido. gunta de encuesta puede producir una sorprendente imagen del cam-
Otra reserva importante deriva del hecho de que las organizaciones bio social.
rienen ciclos de vida. Nada se puede deducir sobre la vitalidad cívica Además, si la pregunta está formulada con suficiente destreza, pue-
de una comunidad a partir del índice de nacimientos de nuevas orga- de abarca; un paisaje social más diverso y cambiante que el estudio de
nizaciones, a menos que examinemos también al mismo tiempo la una única organización. Las encuestas nos permiten examinar la par-
tasa de mortalidad de las antiguas. El descubrimiento de que, por ticipación no sólo en la League of Women Voters, por ejemplo, sino
ejemplo, la mitad de las organizaciones ecologistas existentes en la en cualquier club que la encuestada considere que merece la pena
Apéndice 1 Cuantificación del camhio social

mencionar. Podemos evaluar la asistencia no sólo a una «reunión mu- pongamos. Al evaluar el cambio social, dos observaciones son mejor
nicipal» oficial, sino a cualquier asamblea local. Lo mejor de todo es que una, pero muchas son mejor que dos. A partir de una sola foto o
que las encuestas pueden captar actividades informales: no el mero una sola encuesta no se puede decir nada, literalmente, sobre el cam-
hecho de votar, sino también las charlas con el vecino; no sólo la afi- bio de forma atinada. Aunque este punto parece obvio, personas que
liación a una organización, sino también las partidas de póquer. En por lo demás son inteligentes pretenden detectar la dirección de un
resumen, las encuestas pueden iluminar la «materia negra» de la vida cambio social a partir de una sola observación, lo cual es tan necio
comunitaria. como afirmar algo sobre el calentamiento global a partir de una úni-
Sin embargo, a pesar de su utilidad, las encuestas tienen al menos ca mirada al termómetro. 4
cuatro importantes limitaciones. Los datos desde dos momentos cronológicos nos ofrecen algún
punto de apoyo para comprobar las afirmaciones sobre el cambio,
Comparabilidad: De la misma manera que en las fotografías a inter- pero son vulnerables a las imperfecciones de la medición en cualquie-
valos fijos la cámara debe estar inmovilizada para captar el movi- ra de los dos puntos. Un único error en la medición -un cambio sutil
miento, así también las preguntas de las encuestas deben mantenerse en el orden de las preguntas, por ejemplo- podría desembocar en un
(más o menos) sin cambios para captar el cambio. Los encuestadores juicio erróneo acerca de la tendencia general. Supongamos también
experimentados saben, por ejemplo, que cuanto más rigurosa sea la que una encuesta sobre la asistencia a la iglesia en I964 se tomó a me-
pregunta, más respuestas se obtienen. Así, el número de afiliaciones diados de las vacaciones de agosto, y que la misma pregunta se plan-
a organizaciones descubierto por un sondeo dependerá mucho del teó casualmente en I994 entre el Viernes Santo y el lunes de Pascua.
número de preguntas. Esto es tan cierto que difícilmente se puede Con sólo dos puntos cronológicos, podríamos caer en el engaño de
considerar una exageración que a la pregunta «¿A cuántos grupos pensar que la observancia religiosa experimentó un auge en la década
cree que está afiliado el norteamericano medio?» se le dé la siguiente de I990. Del mismo modo que sería una imprudencia por parte de los
respuesta: «A tantos como usted quiera, si pregunta con suficiente ri- estudiosos del calentamiento global dar mucha importancia a un par
gor».) Además, a medida que los estudiosos de las encuestas han ido de lecturas de la temperatura con un intervalo de dos décadas, así
aumentando la complejidad de sus métodos, han descubierto mu- también al evaluar el cambio social las fluctuaciones aleatorias pue-
chas otras trampas puestas al incauto estudioso del cambio: «efectos den invalidar juicios basados únicamente en unos pocos puntos de
del orden» (las respuestas dependen en parte del orden en que se datos.
planteen las preguntas), «efectos de la casa» (las diferentes organiza- El cambio medido en múltiples puntos a lo largo del tiempo se vuel-
ciones de encuestas obtienen de manera sistemática resultados dis- ve exponencialmente más fiable; si una determinada variable crece de
tintos para la misma pregunta), etc. En otras palabras, es fácil que manera constante del momento I al momento 2, del momento 2 al
nuestra cámara social sufra alguna sacudida. Resulta especialmente momento 3, y así sucesivamente hasta el momento 10, es práctica-
arriesgado comparar resultados de preguntas planteadas en momen- mente imposible pensar en una serie de errores de medición que pue-
tos diferentes por distintas organizaciones de encuestas. Sólo unos dan haber producido la tendencia. En resumen, para llegar a una eva-
pocos archivos contienen datos controlados con suficiente cuidado luación fiable del cambio social necesitamos no sólo mediciones
como para garantizar la fiabilidad de nuestra fotografía social a in- comparables, sino mediciones comparables repetidas el mayor núme-
tervalos fijos. ro de veces posible. Por tal razón en el presente libro me he apoyado
sobre todo en encuestas que plantearon la misma pregunta docenas
Continuidad: La fiabilidad de nuestra serie de fotografías a intervalos -y hasta cientos- de veces a lo largo del último cuarto del siglo xx.
fijos depende también mucho del número de instantáneas de que dis-
57 0 Apéndice / (;ttanti(i,ación del camhio social 57 T

alrededor de una década después. No podemos estar seguros de lo


Exhaustividad: Como en el caso de las listas de afiliados, nuestras en- que ocurrió antes de que comenzara a activarse el disparador de
cuestas deben cubrir una amplia gama de actividades. Aunque una nuestra cámara de fotografía a intervalos fijos, pero es probable que
pregunta se mantenga literalmente sin cambios, su precisión como los archivos de encuestas pasaran por alto algunas de las acciones
vara de medir puede cambiar con el paso del tiempo. Podríamos con- más interesantes. Este defecto es una raZÓn importante para aprove-
siderar que una pregunta sobre la frecuentación de la bolera es un in- char los registros de las organizaciones. También es una raZÓn para
dicador de la camaradería social informal. Sin embargo, si los bolos prestar una atención especial a las escasas encuestas que abarcan el
fueran sustituidos poco a poco por el s"ftool o el fútbol como depor- período anterior, como el estudio NIM H de la Universidad de Michi-
te de entretenimiento preferido por los norteamericanos, un descenso gan citado en los capítulos 3,4 Y 6.
registrado de manera precisa en la práctica del juego de bolos en equi- Una última cuestión metodológica: ¿deberíamos medir el cambio
po habría quedado simplemente compensado por un auge del sóftbol absoluto o el relativo? y si medimos el segundo, ¿cuál habrá de ser su
o del fútbol, ambos deportes de equipo.' Por tanto, debemos lanzar correlato? ¿Debemos considerar el número absoluto de participantes
nuestra red con la máxima amplitud posible. o de aportaciones a un objetivo comunitario, o servirnos por el con-
trario de algún parámetro relativo de comparación? Las organizacio-
Oportunidad: Como el cambio social na se produce de forma regular, nes y redactores de titulares suelen alardear del aumento de la partici-
los períodos de medición deben ajustarse a hipótesis sobre la escala y pación en términos absolutos: "iEl club XYZ ha batido este año la
cronología del cambio. Lo que nos interesa no es el «cambio social» marca en el número de miembrosb>, «iCifra récord de ciudadanos de
en abstracto. Nuestro deseo es saber qué les ha ocurrido a nuestras Los Ángeles que han acudido a las urnas!", "iLos donativos de la
cornuniuaues, si es que les ha ocurrido algo, a lo largo del último me- iglesia local superan las marcas de todos los tiempos!». Pero las cifras
dio siglo, más o menos. De la misma manera que podemos deducir absolutas pueden ser terriblemente engañosas.
poca cosa acerca del calentamiento global comparando los datos de Si el total de los votos aumenta en un 5 % mientras la población en
ayer con los de hoy, tampoco podemos llegar a grandes conclusiones edad de votar crece en un 10 %, la participación habrá descendido. Yal
sobre el cambio social en las últimas décadas examinando pruebas de contrario, si la afiliación a Grange cae en un 5 % mientras el número
los últimos años, o de los últimos siglos. Así pues, al examinar cual- de granjeros desciende en un 50 %, la participación del granjero me·
quier tendencia no debemos limitarnos a preguntar «¿Qué está cam- dio habrá aumentado en realidad. Si la afiliación a la Parent-Teacher
biando?», sino ((¿Qué está cambiando durante qué período?)). Una Association ha descendido simplemente porque en la actualidad hay
comprobación imparcial de nuestra tesis requiere datos comparables menos padres, no consideraríamos ese dato como una prueba de de-
a lo largo del máximo período de tiempo posible entre las tres y las clive cívico. En cambio, si el número de abogados de nuestra locali-
cinco últimas décadas. (, dad se duplicara y la afiliación al colegio aumentara sólo en un 5 %,
sería engañoso concluir que los abogados están participando de for-
La buena noticia es que algunos archivos de encuestas nacionales nos ma más activa en los asuntos profesionales. En resumen, deberíamos
proporcionan datos probatorios comparables, continuos y exhausti- tener en cuenta en general lo que los economistas llaman «cuota de
vos. La mala es que, salvo raras excepciones, esas recopilaciones no mercado»: ¿qué parte de la población potencial participa en una de-
comienzan antes de los años centrales de la década de 1970.' Hay ra- terminada actividad?8
zones para sospechar que algunos cambios de rumbo en la vida co- Un caso importante (y por cierto muy controvertido) de cambio ab-
munitaria norteamericana comenzaron a mediados de la década de soluto frente a cambio relativo es el siguiente: al examinar los cam-
1960, pero pocas de nuestras cámaras empezaron a funcionar hasta bios en la participación cívica, ¿debemos mantener constante la va-
57 2 Apéndice 1 Cuantificación del cambio social 573

riable del nivel de estudios? El argumento para hacerlo es sencillo y cas cuando quienes me rodean aumentan su nivel de educación. En
poderoso. La educación es uno de los predictores más importantes -en algunos casos el efecto de la educación puede ser relativo, de modo
realidad, suele ser el elemento de predicción más importante- de mu- que (al sentirme intimidado por los cerebros que me rodean) tenderé
chas formas de participación social, desde la participación electoral a hablar menos en las reuniones públicas de una localidad universita-
hasta la presidencia de un comité local o la organización de una cena. ria de lo que lo haría en una comunidad normal. En estos casos el
Además, los niveles de estudios de la población norteamericana han efecto de la educación es fundamentalmente relativo, y no debería-
aumentado de manera muy acentuada precisamente durante el perío- mos esperar que el aumento del nivel de estudios fomente la participa-
do que nos interesa. Así pues, parece lógico «mantener constante» la ción. En otros casos parece probable que mi propensión a participar
educación, preguntando por ejemplo por la participación cívica de la aumente en realidad con el nivel de educación de mis vecinos. Por
media de los licenciados universitarios. En efecto, mantener constante ejemplo, es más probable que me afilie a un grupo de lectura si vivo
de ese modo la variable educativa equivale a asumir que, dado el creci- en una comunidad en la que abundan otros lectores bien formados.
miento de los niveles educativos, deberíamos esperar un aumento de la En estos casos es de esperar que un aumento en los niveles educativos
participación cívica; por otra parte, el descubrimiento de un descenso eleve los índices de participación a un ritmo aún mayor.
en relación con los niveles educativos supondrá que algún otro factor Las pruebas expuestas en el curso de esta investigación sugieren po-
está reduciendo esa participación. Por analogía, si descubrimos que derosamente que los efectos de la educación en la participación social
las destrezas léxicas en Estados Unidos se mantienen o descienden a son característicamente absolutos, no relativos. lO Mi formación aca-
pesar de aumentar los niveles de estudios, deberíamos buscar sin duda démica incrementa mi participación social, y en términos generales
algún otro factor (como por ejemplo la televisión) que haya podido los estudios de los demás no reducirán mi participación. Así, si mi
tender simultáneamente a reducir la capacidad de lectura y escritura. prójimo y yo somos titulados universitarios, tenderemos ambos a un
La práctica normal entre los sociólogos al calcular los cambios en mayor compromiso cívico. En estas circunstancias sería apropiado
cuanto a participación social y política ha sido, al menos hasta fechas mantener constante el aumento de los niveles educativos. Sin embar-
recientes, mantener constante la variable del nivel educativo. go, esta práctica tiene el efecto de amplificar el descenso en la partici-
Sin embargo, últimamente algunos estudiosos han indicado que pación y minimizar su aumento, por lo que, dada la naturaleza de mi
muchos de los efectos sociológicos de la educación podrían no ser ab- argumentación, la actitud más conservadora será la de no mantener
solutos, sino relativos.' Si en la actualidad son más las personas con constante la variable de la educación.
título universitario, la importancia sociológica de esa credencial ha En los análisis expuestos en este libro mantengo en general constan-
quedado quizá devaluada. El rango social, por ejemplo, está asociado tes los cambios de población, pero no suelo hacerlo con los cambios
a la educación, pero no deberíamos suponer necesariamente que por en la composición educativa de la población. Este principio general
el hecho mismo de que hoy haya más norteamericanos con estudios va en contra de mi hipótesis. El resultado final es que las pruebas pre-
que nunca, Estados Unidos cuenta con un volumen de rango social sentadas aquí podrían muy bien subestimar el declive general del com-
mayor que en cualquier momento del pasado. En la medida en que la promiso cívico en Estados Unidos a lo largo del pasado medio siglo.
educación sirve para clasificar a la población, no para aumentar sus Los controles estadísticos son también significativos para otra cues-
destrezas, conocimientos, valores cívicos y vinculaciones sociales, tión tratada reiteradamente en este libro: la determinación de causas
será erróneo «mantener constante» el cambio educativo. y efectos. Supongamos que nos interesa la relación entre ver la televi-
Los estudiosos no están de acuerdo sobre este asunto. El meollo de sión y el compromiso cívico, y que descubrimos que quienes pasan
la cuestión es si (manteniendo constante mi propio nivel de estudios) mucho tiempo ante el televisor son raramente activos en organizacio-
tengo más o menoS probabilidades de participar en actividades cívi- nes. Sin embargo, antes de concluir que la televisión coarta la parti-
574 Apéndice 1 Cuantificación del cambio social
575

cipación social debemos considerar otros factores, como la clase 50- Una última cuestión de cosmética sobre las figuras del libro: en to-
ci~l, que podrían hacer que esa correlación fuera falsa: quizá los dos los casos presento los puntos de los datos disponibles. A menudo,
miembros de la clase trabajadora vean más televisión, mientras que la sin embargo, las fluctuaciones a corto plazo oscurecen las tendencias
dirección de las organizaciones está monopolizada por la clase me- a largo plazo. La figura 2, por ejemplo, presenta los datos anuales del
dia. Una manera de comprobar esta posibilidad es mantener constan- Ministerio de Comercio sobre el número de organizaciones políticas.
te estadísticamente la clase social y comparar en realidad los Índices Pero incluso un examen superficial del gráfico revela un claro ritmo
de participación entre personas de una misma clase con hábitos tele- bianual (con más organizaciones en los años de elecciones) junto con
visivos diferentes. unas pocas desviaciones más respecto a la tendencia a más largo pla-
Técnicas estadísticas como la de la regresión múltiple nos permiten zo (como el moderado descenso de 1995). En este gráfico, como en
mantener constantes simultáneamente muchas variables que se pres- todos los demás, muestro una línea punteada que liga los puntos de
tan a confusión, sobre todo cuando se dispone de archivos de encues- datos reales, y además una curva más OScura y de trazo más regular
tas muy amplios (como ocurre, por suerte, en nuestro caso). Casi to- que expresa la tendencia a largo plazo. Las líneas más oscuras (calcu-
das las generalizaciones de este libro han sido sometidas a ese tipo de ladas simplemente como las curvas polinómicas más ajustadas) están
análisis estadístico detallado que mantiene constante simultáneamen- pensadas para facilitar la lectura de las figuras, pero los puristas que
te la edad (o el año de nacimiento), el sexo, la educación, los ingresos, prefieran los datos sin pulir pueden ignorarlas, sin más.
la raza, el estado civil, el estado familiar, las condiciones de empleo ¿Cuáles son las fuentes primarias de nuestros datos probatorios?
(trabajo a jornada completa, a jornada parcial o paro) y el tamaño de Los archivos para el estudio académico de encuestas más utilizados
la comunidad de residencia. Además, en los casos en que era signifi- referentes al comportamiento social y político de los norteamericanos
cativo, he mantenido constantes otros factores de fondo, entre ellos el son los National ElectiOll Studies (NES) y la General Social Survey
año de la encuesta, la región, los problemas económicos, la posesión (GSS). Desde 1952, y coincidiendo con las elecciones nacionales , el
de la vivienda, la movilidad residencial (tanto pasada como prevista), Survey Research Center de la Universidad de Michigan ha encuesta-
el tiempo para ir y venir del trabajo, las actividades de ocio en gene- do casi cada dos años a una muestra de norteamericanos sobre su
ral, las urgencias de tiempo comunicadas por el encuestado, la salud comportamiento político (NES). Desde 1974, la National Opinion
según sus declaraciones, y otros factores. Es cierto que este tipo de Research Corporation de la Universidad de Chicago ha realizado más
controles, aun siendo necesarios, no son siempre suficientes para des- o menos también cada dos años un conjunto muy similar de encues-
cartar los datos improcedentes. Por esa razón me he asegurado de tas sobre el comportamiento social (GSS). Ambos archivos nos pro-
que los datos que sustentan mis conclusiones se hallen fácilmente a porcionan pruebas científicas de gran calidad acerca de los cambios
disposición de otros investigadores, de modo que puedan estudiar in- en las actitudes y el comportamiento de los norteamericanos, y en
terpretaciones distintas. I I No obstante, me he propuesto ser también este lIbro me he basado en ambos archivos. Sin embargo, la utilidad
personalmente diligente en los análisis realizados para este libro con de los NES es limitada para nuestros fines, pues se centra en las elec-
el fin de descartar los datos obviamente improcedentes. Para conse- ciones y presta poca atención a la participación CÍvica cotidiana. La
guir que el complejo aparato estadístico no se vea afectado por la pre- GSS cubre una gama más amplia de actividades, aunque en los terre-
sentación de mis conclusiones principales, los gráficos y tablas que nos más fundamentales para nuestros intereses su cobertura continua
presento aquí muestran los datos de forma característica sin los con- se limita a la afiliación formal a algún gru po, a la asistencia a la igle-
troles multivariantes, pero en cada uno de los casos he realizado am- si~ y a la confianza social. Por suerte, en el curso de esta investigación
plias comprobaciones para estar seguro de que la relación subyacente mIS colegas y yo hemos descubierto varios otros archivos importantes
no era espuria. ll. de encuestas para complementar la GSS y los NES.'J

e
Apéndice 1 Cuantificación del cambio social 577

Entre septiembre de 1973 y octubre de 1994 la organización de en- novedad e importancia, ofreceré aquí alguna información adicional
cuestas Roper entrevistó personalmente unas diez veces al año a una sobre él.
muestra representativa de unas dos mil personas en edad de votar, ge- A partir de 1975 la empresa de publicidad DDB Needham encargó
nerando un archivo de encuestas de más de cuatrocientas diez mil cada año a Market Facts, una empresa comercial de sondeos de opi-
personas a lo largo de más de dos décadas: la serie de datos Roper So- nión, que preguntara a un panel de hogares norteamericanos por sus
cial and Political Trends.'4 El método de muestreo (una muestra pro- preferencias y comportamiento respecto al consumo." La mayoría de
babilística estratificada y polietápica con cuotas para el sexo, la edad las aproximadamente veinte páginas del cuestionario escrito está fór-
y las mujeres con trabajo) se mantuvo fundamentalmente constante a mada por preguntas sobre detergentes, fondos mutuos, automóviles,
lo largo de todo el período. Durante este tiempo se plantearon reite- etc. Sin embargo, cada año se planteaba también un núcleo de pre-
radamente muchas preguntas de importancia social y política, y nues- guntas sobre asuntos de «estilo de vida», entre ellos el consumo de
tro análisis se basa a menudo en este archivo. No se plantearon todas medios, problemas económicos, actitudes sociales y poiíticas, autoes-
las preguntas en todas las encuestas, por lo que e! análisis de las prue- tima y una amplia gama de conductas sociales, como lectura, viajes,
bas basado en el archivo Roper Social and Political Trends se apoya a deportes y otras actividades de ocio, vida familiar y participación co-
veces en un número mucho menor que la muestra completa de cua- munitaria.
trocientos diez mil encuestados. (En tales casos he señalado las en- Desde el punto de vista de los clientes comerciales de DDB Need-
cuestas concretas en las que aparecen las cuestiones pertinentes.) Sin ham, estas preguntas sobre «estilo de vida)) son valiosas para planear
embargo, una serie de preguntas de importancia crucial para el com- estrategias comerciales, definir nichos de mercado y redactar textos
promiso cívico (resumidas en la tabla 1) aparecieron en todas las en- publicitarios. Por ejemplo, ¿suelen mandar más felicitaciones navide-
cuestas junto con otra información demográfica estándar, y esta ñas quienes van a la iglesia? ¿Están sustituyendo los restaurantes de
muestra masiva nos permite examinar formas regulares de participa- comida rápida la cena en familia en los hogares donde trabajan am-
ción muy raras, como la de presentarse como candidato para un car- bos cónyuges? ¿Son más liberales en sus actitudes sociales quienes
go público. frecuentan las salas de cine? ¿Quiénes tienen más probabilidades de
Cuando nos hallábamos en la mitad de esta investigación mis cole- ver por televisión el rugby el lunes por la noche, los aficionados a los
gas y yo nos topamos con una segunda fuente de pruebas basadas en conciertos de rack o los forofos de los museos?" No obstante, desde
encuestas anuales sobre actividades cívicas y sociales que cubría el úl- e! punto de vista de la ciencia social, los datos de DDB Needham Life
timo cuarto de! siglo xx: las encuestas DDB Needham Life Style. Es- Style constituyen una fuente informativa sin parangón sobre tenden-
tas extraordinarias encuestas, iniciadas en 1975 y que todavía conti- cias en e! comportamiento social a lo largo de las dos últimas décadas.
núan realizándose, nos proporcionan lecturas barométricas regulares Sin embargo, la encuesta DDB Needham Life Style no deja de tener
sobre docenas de temas sociales, económicos, políticos y personales, sus fallos. Una de sus limitaciones importantes se puede compensar
desde asuntos internacionales y creencias religiosas hasta problemas de forma obvia y fácil, pero otra es más grave. La primera es que hasta
financieros y utilización del condón. Con una mu~stra anual de tres 1985 sólo se incluyeron en la muestra hogares de parejas casadas. No
mil quinientas a cuatro mil personas, e! contenido de este archivo en obstante, he encontrado pocos casos en que las tendencias observa-
1999 era de más de ochenta y siete mil encuestados durante el último das entre I985 y I999 difieran significativamente entre encuestados
cuarto dd siglo xx. En la medida en que se puede demostrar que es casados y solteros, aunque en cierto número de casos hay diferencias
metodológicamente fiable, e! archivo DDB Needham Life Style cons- moderadas en cuanto a los niveles. Por ejemplo, las personas casadas
tituye una de las fuentes conocidas más ricas de datos sobre cambio van a la iglesia más a menudo que las solteras, mientras que éstas acu-
social en Estados Unidos en e! último cuarto del siglo xx. Dada su den a reuniones de club con más frecuencia que aquéllas, pero las
Apéndice 1 Cuantificación del cambio social 579

tendencias tanto en asistencia a la iglesia como a clubes son esencial- para las encuestas anuales DDB Needham Life Style (así como para
mente idénticas para ambos grupos. En todos los casos en que esta cientos de otras encuestas comerciales y de otros tipos realizadas a lo
peculiaridad del muestreo plantea posibles problemas de análisis, he largo del año).'o Cada uno de los encuestados o encuestadas para
estudiado los datos por separado según el estado civil para confirmar Life Style recibe por correo un cuestionario escrito que, según se le
que «los solteros olvidados entre 1975 y 1984» no viciaron nuestras pide, ha de rellenar y devolver al cabo de algunas semanas. En esta
conclusiones esenciales. En los casos en que los niveles y/o tendencias fase el índice de respuestas (en torno al 70-80%) es característica-
en características de interés varían en función del estado civil he reali- mente más elevado que el de las muestras aleatorias convencionales.
zado un ajuste apropiado para detectar cambios a lo largo de todo el Hasta donde he podido comprobar, no se han introducido cambios
período entre 1975 y '998.'7 sustanciales en estos procedimientos a lo largo de las dos últimas dé-
La segunda limitación preocupante es que los datos de DDB Need- cadas, aunque se han tomado registros menos cuidadosos desde el
ham Life Style no provienen de muestras de población aleatorias, sino punto de vista procedimental de lo que habría sido característico en
de un tipo de muestreo por cuotas denominado «paneles de correo». archivos académicos comparables, y en particular faltan datos siste-
Las personas objeto de esta clase de encuestas -utilizadas a menudo máticos sobre el índice de respuestas favorables a las invitaciones ini-
por las empresas comerciales de sondeos- se autoseleccionan en un ciales por correo.
primer momento. Como las pocas personas que deciden participar Comparado con las muestras aleatorias conv.encionales, el método
podían diferir significativamente de los muchos que no participan, del panel por correo tiene varios posibles inconvenientes:
este procedimiento de muestreo requiere tener seriamente en cuenta
la posibilidad de que en estos datos haya un margen de error en las r. Como el reclutamiento inicial se hace por correo, la alfabetización
respuestas. En otro lugar he evaluado con más detalle este posible en inglés es un requisito esencial, y por tanto no está representado
problema, pero merece la pena hacer aquÍ unas breves consideracio- el peldaño inferior de la escala educativa, al igual que los no an-
nes generales. I8 gloparlantes.
El muestreo comienza cuando Market Facts adquiere de agentes de 2. Los índices de respuesta efectiva son mucho menores entre mino-
listas comerciales los nombres, direcciones y a veces características rías raciales.l. 1
demográficas de un número muy elevado de norteamericanos, toma- 3. Los adultos de menos de veinticinco años están ligeramente subre-
dos de oficinas de permisos para conductores, guías de teléfonos y presentados, debido probablemente a que su movilidad dificulta
muchas otras fuentes. Luego se invita por correo a amplias muestras su seguimiento.
de estas listas a expresar por adelantado su voluntad de responder
periódicamente a cuestionarios por correo y teléfono acerca de pro- Los rasgos sociales especialmente comunes en estos sectores de la
ductos y servicios comerciales, así como sobre otras cuestiones de ac- población quedan así menos representados de lo que les corresponde
tualidad." Según altos empleados de Market Facts, el índice de res- en la muestra DDB Needham Life Style. En números redondos, y en
puestas favorables a estas invitaciones varía entre los diferentes comparación con lo que les correspondería, la muestra contiene un
sectores de la población: desde quizá menos de un r % entre las mi- ro % menos de personas que han abandonado los estudios, un ro %
norías raciales y los residentes de los centros urbanos, hasta en torno menos de solteros encuestados, otro ro % más de padres y un 50 % me-
al 5-10 % entre (norteamericanos medios» de clase media y edad nos de miembros de minorías raciales. Además, las categorías de in-
mediana. De este "panel de correo» previamente reclutado (que pue- gresos familiares más altas y más bajas podrían estar también poco
de sumar quinientas mil personas en un momento determinado) se reflejadas en la muestra. Estos datos representan razonablemente al
extraen luego muestras aleatorias y demográficamente compensadas 80-90 % medio de la sociedad norteamericana, pero no constituyen

m 7
5 80 Apéndice 1 Cuantificación del camhlO socia!
----- 5 8r

una huena representación de las minorías étnicas, los muy pobres, que se podrían considerar especialmente sensibles a las disparidades
los muy ricos y los muy boyantes." Por otra parte, es posible que en técnicas, son sorprendentemente escasas. Las dos muestras distintas
ellos esté excesivamente reflejada la parte de la población más inte- no difieren en asuntos de afiliación religiosa y religiosidad, opinio-
resada por los medios de comunicación. ASÍ, una cuestión funda- nes sobre medidas públicas (acerca de la política fiscal, el aborto y el
mental respecto al archivo de encuestas de DDB Needham Life Style control de armas), ideas sobre las circunstancias económicas perso-
es hasta qué punto estas desviaciones conocidas de la muestra redu- nales y nacionales, altruismo (voluntariado, filantropía) o actitud
cen nuestra capacidad de calcular las tendencias sociales a partir de general «positiva», orientaciones básicas respecto al consumo, hábi-
sus datos. tos de compra, propiedad o uso de productos corrientes, salud, bie-
¿Con qué exactitud representan los datos de DDB Needham Life nestar físico o tiempo de ocio. Las únicas diferencias importantes
Style las tenden"ias de la sociedad norteamericana? Al faltar un censo son: r) las simpatías partidistas (las personas de los paneles por co-
completo del comportamiento social-algo en lo que no cree ya ni si- rreo son ligeramente menos demócratas, debido probablemente a la
quiera la Oficina del Censo de Estados Unidos-, las dos preguntas menor representación de las minorías raciales), y 2) el consumo de
clave son las siguientes: medios de comunicación (esas mismas personas ven un poco menos
la televisión y leen un poco más la prensa)." Un estudio reciente que
I. Las personas que participan en un panel por correo ¿difieren de comparaba los resultados obtenidos de muestras de personas "acce-
forma sustancialmente significativa de quienes están dispuestos a sibles» y "poco accesibles» permitía concluir que los índices bajos de
responder a las encuestas convencionales? respuesta probablemente no desvían los resultados importantes.
2. ¿Ha cambiado con el paso del tiempo el grado de diferencias entre Aparte de unas claras divergencias sobre cuestiones raciales, la con-
la lista de componentes de la encuesta Life StyIe y las encuestas clusión es que no hay diferencias significativas en cuanto a posicio-
convencionales, lo que haría sospechoso cualquier juicio sobre ten- nes sobre otros asuntos, sobre el consumo de medios, sobre la parti-
dencias? cipación en actividades diarias y sobre sentimientos acerca de los
demás.2.4
Si la respuesta a la primera pregunta es «sí)), entonces los datos de Una comparación entre las dos encuestas nacionales más citadas
DDB Needham Life Style podrían ser inexactos en algunos sentidos sobre confianza del consumidor en Estados Unidos -una (de la Uni-
desde el punto de vista descriptivo. Sin embargo, los datos de Life versidad de Michigan) basada en una muestra aleatoria convencio-
Style falsearán las tendencias que aparecerían en una encuesta aleato- nal, y otra (del Conference Board) basada en un panel por correo-
ria convencional sólo si la respuesta a la segunda pregunta es «sí». nos ofrece una confirmación adicional. Los cambios a largo plazo re-
Una desviación continua resultaría sin duda desconcertante, pero gistrados por ambos métodos han sido muy similares. (La correlación
sólo una desviación que significara un cambio afectaría a nuestros semianual entre los dos índices a lo largo de más de tres décadas es de
juicios sobre las tendencias. R' =0,55.) Se puede preferir una u otra de estas encuestas para detec-
Respecto a la calidad de los encuestados del panel por correo, dis- tar cambios más sutiles y mensuales, pero las impresiones más genéri-
ponemos de información tranquilizadora procedente de varios estu- cas sobre tendencias anuales que podemos extraer de ambas son muy
dios que han comparado directamente resultados de paneles por similares.
correo y muestras convencionales. En primer lugar, dejando de lado Para analizar más en detalle la fiabilidad de los datos de DDB
la disparidad demográfica que acabamos de describir (un menor nú- Needham Life Style aproveché el hecho de que este conjunto de da-
mero de jóvenes, pobres y minorías raciales en el panel por correo), tos incluye más de una docena de preguntas diversas comparables
las diferencias entre los dos métodos, incluso en cuanto a variables con otras planteadas con regularidad a lo largo del mismo período
Apéndice 1 Cuantificación del cambio social

en la General Social Survey. Estos índices recogen actitudes hacia el si mantenemos constante simultáneamente el año de la encuesta, el
feminismo, legalización de la marihuana y el aborto, opiniones so- de nacimiento, el estado civil, el de empleo, el familiar, la educación,
bre la Unión Soviética, problemas económicos, servicio militar, va- los ingresos, la raza, la región del país y el tipo de residencia, los da-
lores sociales básicos, consumo de tabaco, vídeos, caza y posesión tos de la GSS indican que las mujeres asisten a la iglesia exactamen-
de armas, y (un dato especialmente significativo para nuestros inte- te 5,3 veces más al año que los hombres, mientras que los datos de
reses) confianza social, asistencia a la iglesia y actividades de tiem- DDB Needham Life Style dan a entender que la diferencia entre se-
po libre." Para cada uno de esos apartados propuse tres comproba- xos respecto a la asistencia a la iglesia es de 4,8 veces al año -una
Clones: vez más, una diferencia que encaja perfectamente dentro del error
de muestreo. El hecho de que los datos de DDB Needham Life Style
1. Teniendo en cuenta las obvias diferencias en la formulación de las superen esta rigurosísima prueba de comparabilidad con los datos
preguntas, ¿difieren en ambas muestras los niveles de respuesta a de la GSS -los datos científicamente mejor acreditados sobre estos
estas variables? temas- aumenta nuestra confianza en el archivo de DDB Needham
2. ¿Difieren entre ambas muestras las tendencias que deduciríamos Life Style.
para la característica subyacente? Finalmente, ambos archivos contienen preguntas directamente
3. ¿Difieren entre ambas muestras las pautas subyacentes de los corre- comparables sobre una serie de actividades de tiempo libre. La tabla
latos demográficos de estas variables? 1 del apéndice muestra las respuestas a varias cuestiones respecto a

las «actividades de ocio o recreativas [... ] realizadas en los últimos


Según exponemos detalladamente en otro lugar Steven Yonish y yo, doce meses», La incidencia de estas actividades en las dos encuestas
la respuesta es «no») en todos los casos.l 6 En lo que respecta a la fue asombrosamente similar y encajaba perfectamente dentro de los
descripción y explicación de esta amplia gama de actitudes y com- límites de error de la muestra. ¿Cuántos norteamericanos fueron al
portamientos, las dos encuestas son prácticamente indistinguibles, a cine en I993? Según GSS, el 70 %; según DDB, el72 %. ¿Cuántos van
pesar de sus marcadas diferencias en el muestreo (muestreo aleato- a cazar y pescar? GSS dice que un 37 %; DDB, un 37 %. ¿Y respecto a
rio frente a muestro por cuotas), el procedimiento de interrogación la asistencia a conciertos de música clásica?; GSS habla de un r6 %;
(entrevista personal frente a cuestionario por correo) y en algunos DDB, de un I7 %. En otras palabras, los perfiles de las actividades de
casos la formulación de la pregunta. Las tendencias halladas por mí tiempo libre representados en el panel por correo de las encuestas
en todos los apartados comparables no son sólo idénticas en ambos de DDB Needham Life Style y de la muestra aleatoria de la General
archivos, sino que la estructura más profunda de relaciones entre Social Survey eran esencialmente idénticos. '7
esos apartados y las categorías demográficas son también muy simi- En resumen, de la misma manera que, a pesar de no ser infalibles,
lares. los cilindros de hielo son una fuente inestimable de información acer-
Según la General Social Survey, por ejemplo, la probabilidad de ca del cambio climático, sobre todo cuando se cotejan con otras me-
que en I990 una madre soltera blanca de treinta y cinco años, con diciones, el archivo DDB Needham Life Style constituye una fuente de
dos años de estudios universitarios y un trabajo a tiempo parcial, información valiosa para la evaluación de las tendencias básicas res-
que alquilara un piso en una ciudad de tamaño medio de Nueva In- pecto a la participación social durante el último cuarto del siglo xx,
glaterra fuera favorable a la legalización de la marihuana era del sobre todo si (como ocurre con todos los análisis expuestos en este li-
35 %, mientras que la probabilidad comparable según los datos de bro) sus resultados coinciden con los de otros tipos de medición.
DDB Needham Life Style era del }8 %, diferencia que encaja perfec- Tanto la General Social Survey como las encuestas de DDB Need-
tamente en los márgenes de error de la muestra. De manera similar, ham Life Style suelen pedir a los encuestados que calculen la frecuen-
Cuantificación del cambio social
Apéndice 1

Visitó un museo o una galeria de arte 41 47


cia de diversas actividades, como la asistencia a la iglesia, pero am-
bas encuestas utilizan categorías ligeramente diferentes con esa in- Visitó una galería de arte o un museo
tención. Para facilitar la comparación entre estos dos archivos -yen Confeccionó objetos de arte o artesania, como cerámica, 37 37
general para simplificar la presentación de las frecuencias calculadas trabajos en madera, colchas o cuadros
para diversas actividades- he convertido en cada caso los datos en Trabajó en algún proyecto artesanal (labores de aguja, etc)'
bruto en frecuencias anuales sirviéndome del algoritmo de la tabla 2 37
Salió a cazar o a pescar 37
del apéndice. Puede haber diferencias entre observadores razonables
.sobre qué significa, por ejemplo, en términos cuantitativos «varias Salió a cazar y/o a pescar
veces al año», pero los resultados básicos que he obtenido no se ven Tocó un instrumento musical, como piano, guitarra o violín 24 23
afectados por los números enteros asignados exactamente a las di- Tocó un ínstrumento musical
versas cate~orías.:!.!I Asistió a una representación de música cláSICa u ópera 16 17
Asistió a un concierto clásico
Tabla I del Apéndice: Actividades de ocio medidas
Acudió a una carrera de coches, de coches reforzados 16 9
en dos archivos nacionales de encuesta
o de motos
Actividades de ocio durante los doce meses anteriores (1993) Acudió a una carrera de cocheS'

Formulación de la General Social Survey Life


Los datos de Life Style s610 están disponibles desde 1988-1991 La cifra dada aquí es de
Formulación de la encuesta de DOS Needham Life Style GSS (%) Style ('lo)
1991
b Como el cuestionario de life 5tyle preguntaba por estos deportes por separado, se
Fue a ver una pelicula a una sala de cine 72 70 plantearon, en relidad, seis cuestiones distintas. Esta diferencia hinchó, casi con seguri-
dad, los resultados de Life Style en comparación con la pregunta única de la GSS.
Salió a ver cine e El excursionismo se incluyó en las encuestas de Life Style en 1975-1984 y 1996-1997;

Grabó un programa de TV para verlo más tarde 63 70 la cifra para 1993 es interpolada. La canoa no se incluyó nunca en las encuestas de Life
Grabó un programa de TV en vídeo' Style.
d Los datos de Life Style s610 están disponibles para 1994-1997. La cifra ofrecida aQul es
Cultivó hortalizas, flores o arbustos en un huerto o jardin 62 68 una proyección para 1993.
e La asistencia a carreras de coches sólo se incluyó en las encuestas de life Style en 1997;
Traba/ó en un huerto o jardín
es la cifra que utilizamos aquí.
Participó en alguna actividad deportiva como sóftbol,
baloncesto, nataCión. golf, bolos, esqui o tenis 59 69
Jugó al sóftbol y/o fue a nadar y/o a jugar al golf y/o
Otro valioso archivo de datos utilizado a menudo en este libro
los bolos y/o a esquiar y/o a jugar al tenis b
está tomado del proyecto Americans' Use of Time, dirigido en las úl-
Asistió a una prueba deportiva entre aficionados 56 56 timas décadas por el profesor John Robinson de la Universidad de
o profesionales Maryland, basado en dietarios llevados cuidadosamente por mues-
Acudió a una prueba deportiva tras nacionales de norteamericanos en los años I965, I975, I9 8 5 Y
Salió de acampada o de excursión o montó en canoa 44 44 I99 5. El libro Time for Life: The Surprising Ways Americans Use
Salió de acampada y/o de excursión' Their Time, escrito por Robinson juntamente con Geoffrey Godbey,
5 86 Apéndice 1 Cuantificación del cambio social

mos ponderado los datos brutos para asegurarnos de que cada día
Tabla 2 del Apéndice: Algoritmo para «anualizar» de la semana estuvo representado de manera igual en la muestra fi-
las frecuencias calculadas nal. Estos ajustes explican algunas discrepancias de menor impor-
tancia entre los resultados presentados por Robinson y Godbey y
Posibles respuestas Punruación Posibles respuestas Puntuación los expuestos aquí.
a GSS atribuida a ODa Needham Life Style atribuida

Nunca O Ninguna vez en el año anterior O


Menos de una vez al año 0,5 De 1 a 4 veces 2
Una vez al año De 5 a 8 veces 6
Varias veces al ano 6 De9a 11 veces 10
Una vez al mes 12 De 12 a 24 veces 18
2-3 veces al mes 30 De 25 a 51 veces 38
Casi una vez por semana 40 + 52 veces 54
Todas las semanas 52
Más de una vez por semana 60
--_.

ofrece abundantes detalles sobre esos datos," Esos dietarios presen-


tan una característica especial que merece, no obstante, una breve
mención. Una ventaja importante de este archivo de datos es que se
inicia en 1965, por las mismas fechas más o menos en que (según
otros datos) comenzaron a decaer diversas formas de capital social.
Sin embargo, los datos de I965 diferían un tanto de los de los años
siguientes, pues la muestra de 1965 no contenía preguntas dirigidas
a personas que vivían en zonas con ciudades no mayores de cincuen-
ta mil habitantes, así como a hogares que no tuvieran a ningún
miembro de entre dieciocho y sesenta y cinco años trabajando en al-
gún sector que no fuese el agrario, Como la muestra de I965 excluía
a las familias rurales y de jubilados, las cifras brutas de ese año de-
forman ligeramente lo que habría podido encontrarse en una mues-
tra nacional de aquella fecha, Para calcular las cifras de I965 com-
parables más exactamente con los datos nacionales posteriores
hemos ajustado los datos no elaborados para I965 sirviéndonos de
las diferencias observadas en las encuestas de I975 y I985 entre la
muestra nacional completa y el subconjunto de encuestados que ha-
brían sido incluidos en el marco del muestreo de I 96 5, Además, he-
Apéndice 11

Fuentes para las figuras y las tablas

.:1;.
~

Figura Título FI/clltc de los deltos '"o


Tendencias en las elecciones Walter Dean Burnham, cálculos no puhllcados sohre participación electural,
presidenciales ( I 820- (996) «The Turnour Problem", en: James Reichley, ed., Eleetjons American Style,
por regIOnes \Xia~hington, D.C., Brookings, I')H7, pp. 113' r r 4·

2 Organizaciones políticas con un L: ..',- Burean of rhe Census, ClJl/llty Business l'attems, [977-/ yyf" Washington,
equipo permanente y pagado n.c., varios anos. La población re5iJente en Estados Unidos en esta figur,l y las
(1977-[996 ) SIguientes está tomada de Stlltistlúll Ahstract o( lhe U nited Slates, Wash in¡"ton,
D.C., U.S. Bureau of [he Census, varios años.

) Participación ciudadana en Archivo de encuestas de National Elenions Studies, r952-t996.


actividades de campaña electoral ".
(1952- 1 99 6 ) "~'
-'"
4 Tendencias en el compromiso Archivo de encuestas de Roper Social and Political Trends, 1973-1994.
~
cívico 1

5 Tendencias en el compromiso Archivo de encuestas de Roper Social and Political Trends, 1973- 1994.
cívico II

6 Tendencias en el compromiso Archivo de encuestas de Roper Social and Political Trends, 1973-1994.
cívico 111

7 Crecimiento de las asociaciones Las organizaciones nacionales no lucrativas están tomadas de la Eneyclopedia
nacionales no lucrativas o( Associations, Detroit (Michigan), Gale Research, varios años, según aparecen
l' 968-' 9971 en Statistical Abstraet of the United States, varios años.

8 índice de afiliación a treinta y dos Véase en el apéndice IIIla lista de asociaciones y sus «miembros potenciales". Los
asociaciones nacionales con datos de afiliación obtenidos de las oficinas centrales de diversas asociaciones y de
secciones locales (19°0-1997) informes anuales de estas organizaciones fueron consultados en la Biblioteca del

Congreso, y complementados y confirmados con datos de World Almanae,


Nueva York, Press Pub. Co. (New York World), varios años; EncycJopedia o(
Assodations, Detroit (Michigan), Gale Research, varios años; historias de
organizaciones particulares (como Gordon S. «Bish,. Thompson, Q( Dreams and
Deeds, St. Louis, Optimist International, 1989, y Edward E. Grusd, B'nai B'rith:
The Story o( a Covenant, Nueva York, Appleton-Century, 1966), Y el proyecto
sobre compromiso cívico dirigido por la profesora Theda Skocpol de la
Universidad de Harvard. Agradezco a la profesora Skocpol su intercambio de
datos sobre afiliación; mi interpretación de los datos no es responsabilidad suya. ~~
Los datos sobre afiliación para los años que faltan se calcularon mediante •
~
interpolación lineal. Es característico de algunas organizaciones dar cifras de
afiliación que incluyen miembros no naturales de Estados Unidos, que 11;::
constituyen también de manera característica un porcentaje crecienee del total de
[
afiliados; siempre que ha sido posible, hemos excluido de los datos esos miembros
no norteamericanos para centrarnos en las tendencias existentes dentro de ~
Estados Unidos. Los datos demográficos de los miemhros potenciales (como ~
veteranos de guerra, juventud rural, etc.) están tomados de datos publicados y no "¡;-
publicados del U.S. Bureau of the Census, en especial del Statistical Abstraet o( the •
¡;
United States, Washington, D.C., U.5. Bureau of rhe Census, varios años, y de o-
Historical Statisties of the United States: Colonial Times to 1970, Washington, [
D.C., U.5. Bureau of the Census, 1975. Para generar la figura 8 hemos
estandarizado las cifras de la cuota anual de mercado en el período de 19°0' 1 997,
Yluego hemos promediado los resultados Z para las treinta y dos organiz:.lClones.

Auge y caída de la pT A Las cifras de afiliados están tomadas de la oficina ceneral nacional de la PTA.
9
El número de familias con hijos en 1950-1997, de Current Population
(19 10- 1997)
Reports, Washington, D.C., U.S. Bureau of {he Census, varios años, serie P2,
~
TI; para 1900~T950, el número de familias con hijos está calculado a partir
'"
H
~

Figura Título Fuente de los dat05 '"


~

de la matrícula de los colegios públicos de enseñanza elemental y secundaria,


según aparecen en Historieal Statisties of the United States, serie H420,
confrontados con el numero de hogares familiares y tamaño de las familias.
Aunque estos cálculos para 1900-1950 son imprec1sos, no afenan al diseño
básico de la figura 9. Por ejemplo, la matrícula. de las escuelas públicas en
1935 fue de algo más de veintiséis millones de alumnos; mi método generó un
cálculo de veintiún millones de familias, con un ínJice de afiliación a la PTA
equivalente a R. Es absolutamente improbable que el número real de familias
fuera de más de veinticinco millones o de menos de quince millones, lo que
nos da unos límites de siete y once para el índice de afiliación a la PTA.
»
!O Participación acriva en Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends, 1973- 1994. "'"
~.

organizaciones (1973-1994) ~
::
Disminuye la asistencia a Archivo de encuestas DOB Needham Life Style, I975-1999.
" reuniones de club (1975-1999)
12 Afiliación a iglesias (1936-1999) Los datos para las diversas confesiones están tomados de Constant H.1acquer
1r., Yearbook of American and Canadian Churches, [984, Nashville, Abingdon
Press, 1984, p. 248, Y de ediciones posteriores del mismo anuario; Statistieal
Abstraet of the Un/ted States (varios años), y Senton 1ohnson, «The
Denominations: The Changing Map of Religions America», en: Publie
Perspeetive, 4 (marzo/abril de 1993), p. 4. Sobre las debilidades metodológicas
de los datos confesionales véanse las notas del Yearbook of American and
Canadian Churehes, [984 y ediciones posteriores de este anuario. Los datos de
la empresa de sondeos Gallup están tomados de George H. Gallup, The Gallup

Poli: Publie Opinion [935-1971, Nueva York, Random House, 1972; George
Gallup Jr., The CalJup Poli: Publie Opinion, Wilmington (Delaware), Scholarly
Resources [nc., varios años; Statistical Abstraet of the United States, 1997, tabla
86, basada en encuestas realizadas por la Gallup Organizarion; Mayer, Changing
American Mind, p. 379; Y la página web de Gallup: www.gallup.com/polVindica-
torslindreligion.asp.

1) Tendencias en la asistencia La figura se basa en cifras medias de asistencia a la iglesia tomadas de Gallup
a la iglesia (1940- 1999) Poli (.. la semana pasada», 1940-1999),los sondeos de opinión Roper Social
and PoJitical Trends (,da semana pasada», 1974- 1998), los National Elecrion ,o~
Srudies {.. con regularidad», I952-1968; «casi semanalmente», 1970-1998),la
~
General Social Survey («casi cada semana», 1972-1998), y los sondeos de 1;
opinión DDS Needham Life Sryle (por lo menos «veinticinco veces durante e! ~
pasado año», 1975-1999). Los resultados de los tres últimos archivos han sido a
~.
recalculados para encajar con los parámetros de asisrencia semanal de los dos
~
primeros; otras fórmulas de recalculación afectarían ligeramente al nivel
estimado de asistencia, pero no alterarían las tendenci,ls básicas. El formato de
~
la pregunta de NES se modificó en I970, y nuevamente en 1990, pero estos "a
cambios no parecen haber alterado sustancialmente los resultados de los que ¡;
nos hemos serVido para construir la figura 13. Segun señalamos en el texto, se
han planteado dudas sobre la fiabilidad del nivel absoluto de asistencia a la
a""
iglesia registrado en las encuestas.

'4 Sindicación en Estados Unidos Barry T. Hirsch y John T. Addison, The Eeonomie Allalysis uf Unions, Boston,
(1900- 199 8 ) Allen & Unwin, 1986, pp. 46-47 (tabla 3. Il; Barry T. Hirsch y David A.
Macpherson, Uníon Membership and Earnings Dula Buok: Compilations from
the Current Population Survey, Washington, D.C., Bureau of National Affairs,
1998, p. 10 (labia 1). ~

'"
~
~
Figura Títlllo Fuente de los datos ...'"
'5 índice medio de afiliación a ocho Véase en el apéndice III una lisra de las asociaciones profesionales y de los
asociaciones profesionales «miembros porenciales» de cada una de ellas. La cifras de afiliados fueron
obtenidas de las oficinas centrales nacionales de las respectivas asociaciones,
de los números de miembros empleados en cada profesión según Histnrieal
Statistics of the United States, y de datos sin publicar proporcionados por el
Bureau of Labor Statistics.
,6 Actividades sociales y de ocio de Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends, de junio de 19 86 ,
los aduhos norteamericanos abril de 1987 y junio de 1990.
(19 86 - 1 99 0 )

'7 Frecuencia de actividades sociales Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975-199~L
,.
-"
o,
seleccionadas formales e
informales (1975-1998) ~
:;:
I8
:::
Descenso de las visitas sociales Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975- 1999; archivo Roper Social
(I975- 1 999) and Polítical Trends y Ropa Reports, Nueva York, Roper Starch Worldwide,
varios meses: salen a casas de amigos: marzo de 1982, 1984, 1990, 1993, 1995;
reciben a amigos encasa: novit~mbrede I977, 1985, 1988, 199.3, 199 6.
I9 Disminuye la frecuencia de las Archivo de encuestas DOS Needham Life Sryle, 1977- 1999.
cenas en familia (1977-1999)
20 Bares, restaurantes y pequeñas Jack Richman, ed., T998 National Retail Census: Report to Retailers, Nueva
cafeterías ceden terreno a los York, Audits & Surveys Worldwide, 199 8 .
establecimientos de comida rápida
(197 0 - 1 99 8)

2I Auge de los juegos de cartas en Venta de barajas tomada de los registros fiscales: Jesse Frederick Steioer,
Estados Unidos (1900- 19 5 1) Amerieans at Play: Reeent Trends in Recreation and Leisure Time Activities,
Nueva York, McGraw-Hill, 1933, p. 138, actualizado con daros posteriores del
AnnuaL Report Df the Commissioner of Internal Revenue, Washington, D.C.,
us. Department of the Treasury, varios años, sobre el impuesto directo sobre las
barajas; población de catorce o más años: Historical Statisties of the United
States, 1 parte, 10, serie A 29-42.
22 Juegos de canas y otIaS Archivo de encuestas DDS Needham Life Seyle, 1975-1999.
actividades de tiempo libre l
('975-<999) ~
~
-"
23 Descenso del trato entre vecinos Archivo General Social Survey, 1974-1998. •il
24 Socialización informal medida Archivo de datos Amerlcans' Use ofTime, 1965-1995. Véanse más detalles ¡;-
en los estudios de dietarios sobre este archivo en el apéndice 1. "
(I9 6 5- I 995) ""
'\1
~
25 Estancamiento en la práctica de Archivo de encuestas DOS Needham Life Style, 1975-1999. "ir
ejercicio físico (excepto caminar)
e
.,-
26 Auge y decadencia de la liga Annual Report, American Bowling Congress, Greendale (Wisconsin), American
ir
de bolos Bowling Congress, 1994, actualizado con información de las oficinas centrales
del American Bowliog Congress.

27 Crecimiento de los deportes de Historiea/ Statisties of the United States: Statistiea/ Abstraet of the United
espectadores (1960-1997) States, varios años.
28 La asistencia a clubes y a la iglesia Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975-1999.
fomenta el voluntariado
~

29 Sehmoozing y buenas obras Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975-1999. '"
~
~

Figura Titulo Fuente de los datos 'D


'"
JO La asistencia a clubes y a la iglesia Archivo de encuestas DDB Needham Life Sryle. 198 T -1984, 1986, 1992-19'H
fomenta la donación de sangre Y 1999· Por donante «habitual» de sangre se elHiende el que la ha donado al
menos una vez en el año anterior, dos veces en los tres últimos, o tres en [os
cinco últimos.

1[ Auge y caída de IJ generosidad Aportaciones en 1929-197°: David Harnmack y Dennis A. Young, eds.,
filantrópica (1929-1998) Nunprofit Organizations in a Market Economy, San Francisco, Jossey Bass,
f993, tabla 2.1; eSta setie aplica procedimientos de cálculo mejorados a los
datos proporcionados en Internal Revenue Savia Statisties uf ¡n come:
Individual In come Tax Returns, y sustituye anteriores cálculos, como la serie
H399 de la edición HistoriealStatisties of the United States de 1975. Al igual ,.
que las anteriores, la serie compensa la «excesiva información .. sobre """.
~.

aporracioñes y contiene cálculos de aportaciones de quienes no las declaran


8
al Internal Revenue Service. Las tendencias de ambas series son ::
esencialmente idénticas, pero la serie Hammack- Young supone un nivel de
generosidad ligeramente mayor en rodo el período. Aportaciones de 1967-
1998: Ann E. Kaplan, ed_, Giving USA I998, Nueva York, American
Association of Fund-Raising Counsel Trust for Philanthropy, 1998. Ingresos;
Historieal Statisties ofthe United States, [parte, p. 225, serie F25, y Bureau
of Economic Analysis, Nationallncome and Produet Aecounts, U.S.
Departament of Commerce, Washington, D.C., 1998. Las series de 1929-
1970 Y 1967-1998 coinciden bastante exactamente para los cuatro años en
que se superponen (1967-1970), lo que indica que ambas son comparables
en general.

"
)2 Tendencias en los donativos Tendencias entre los protestantes: John y Sylvia Ronsvalle, The State of
de protestantes y católicos y a United Chureh Giving through I995, Champaign (1IIinois), Empty Tomb, 1997, p. 37·
Way (décadas de 1920 a 1990) Tendencias entre los católicos: Andrew Greeley y William McManus, Catholie
Contributions: Sociology and Poliey, Chicago, Thomas More Press, 1987,
actualizado en Andrew Greeley, The Catholic Myth: The Behavior and BeJiefs
of American Catholics, Nueva York, Charles Scribner's Sons, 1990, p. 130,
con nueva actualización para 1989 según mis cálculos a paerir del archivo
General Social Survey, fuente de los datos de Greeley para 1987-1988. United
Way: los datos numéricos han sido proporcionados directamenre por United
Way of America; para el período de 1925-195° he confirmado estos datos con
los que se dan en F. Emerson Andrews, Philanthropic Giving. Nueva York,
Russell Sage Foundation, 1950, p. 142. Datos de ingresos tomados del Bureau ¡¡
of EconOffiic Analysis, Nationallncome and Product Accounts. iJ
¡;-

~
33 Los donativos de caridad Datos no publicados tomados de Yankelovich Partners, Inc. (1981-1999);
declarados descendieron en las archivo de encuestas Roper Political and Social Trends (noviembre de 1980,
décadas de 1980 y [990 1981,1983,1985,1986,1989,1991,1992 y 1994)·
~
"¡;-
J4 Ascenso del voluntariado, Archivo de encuestas DDB Needh'am Life Style, 1975 1999. •
¡;
descenso de los proyectos ~

comunitarios (1975-1999) ~

35 Tendencias en el voluntariado por Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, T975-1998.
categoría de edad

36 Tendencias en la participación en Archivo de encuestas DOS Needham Life Sryle, 1')75- [998.
proyectos comunitarios por
categoría de edad
~
'D
"
~

Figura Titulo Fuente de Jos datos


'"""
37 Sensación de descenso de la 1952, Ben Gaffin and Assoóates; 1965 Y 1976, Gallup, encuesta de 1998 para
honradez honradez y la moralidad el Washington Post. Las tres primeras columnas están tomadas del archivo
( ('J52-1'n~q POLL on-linedel Roper Center for Public Opinion Research de la Universidad
de Connecticut; la última, de David S. Broder y Richard Morin, "Srruggle over
New Srandards», Washington Post, 27 de diciembre de [99H, cuadernillo ° 1.

)8 Cuatro décadas de mengua de la Las fuentes primarias para esta figura son: General Social Survey (1972- [998);
confianza: adultos y adolescentes National Election Study (1964-1998); archivo de encuestas DOS Needham Life
( 1960- T 999) Sryle ([975- 1999); archivo de encuestas Monitoring rhe Future (estudiantes de
secundaria. 1976-1996). Las tres primeras fuentes se describen en el apéndice 1.
La cuarta es una encuesta anual realizada por el Survey Research Center de la
,.
Universidad de Michigan y está disponible a través del Interuniversity "~,

"
Consorrium for Polítical and Social Research. Otros puntos de datos fueron
recogidos del archivo de encuestas POLL on-hne del Roper Center for Public
~
::;
Opinion Research de la Universidad de Connecticut; Tom W. Smith, «Factors
Relating to Misanthropy in Contemporary American Sociery". Social Science
Research, 26 (1997), p. 175; las World Values Surveys (1980,1990,1995),
disponibles a través dellntertuniversity Consortium for Political and Social
Research; Robert E. Lane, «The POJitlCS of Consensus in an Age of Affluence»,
American Political Science Review, 59 (diciembre de 1965), p. 879; y Richard G.
Niemi, John Mueller y Tom W. Smith, Trends in Public Opinion, Nueva York,
Greenwood Press, 1989, p. 303. Los datos que faltaban fueron excluidos de
codos los cálculos. La pregunra de DDS Needham es un aparrado del tipo «está
de acuerdo sí/no" con seis niveles: «La mayoría de las personas son honradas».
La tendencia de veinticinco años para esta pregunta es esencialmente idéntica a la
de la pregunta estándar: «Se puede confiar en la mayoría de la gente". frente a

«Nunca se es lo bastante cauteloso". aunque e! nive! de acuerdo absoluto con la


pregunta de DDB Needham es alrededor de un 10 % más alto.
39 La sucesión generacional explica la Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975- 1999.
mayor parte de! declive de la
confianza social

4° Cambio en e! respeto a la señal John Trinkaus, «Stop Sigo Compliance: An Informal Loob, Psychological
de stop Reports, 50 (1982), p. 288; Trinkaus, «Stop Sigo CompJiance: Another Loob,
Perceptua/ and MotorSkills, 57 (1983), p. 92.2.; Trinkaus, «Stop Sign ;r
Compliance, A Further Loob, Perceptual and Motor Skills, 67 (1988), p. 670;
Trinkaus, «Stop Sign Compliance: A Follow-up Look". Perceptual and Motor
~
~
Skills, 76 (1993), p. 1218; Trinkaus, «Stop Sign Compliance: A Final Look", ¡¡
Perceptual and Motor Skills, 85 (1997). pp. 2. 17-218. ~
¡;-
4' Índices de criminalidad en Estados Statistieal Abstract of the U.S. 1997; Crime in the U.S. 1997. Washington, D.C., "
Unidos (1960-[997) Federal Bureau of Investigarion, 1998. ~
¡¡
4' Aumento del empleo en cuerpos de 1900-1970: Historical Statistics of the United States, I parte. 0589-0592.
'"
seguridad y judiciales a partir p. 144; 1970- 1996: Statistical Abstraet of the United States y datos if
de 1970 proporcionados directamente por el Bureau of Labor Statistics (BLS). Estos ¡;
'>-
daros se refieren a los puestos reales, no a la cualificación profesional; quedan if
excluidos, por tanto, los licenciados en derecho que no practican. Tanto el BLS
como la Oficina del Censo (Census Bureau) han hecho todo lo posible por
mantener la comparabilidad entre las definiciones operacionales de !as diversas
profesiones a lo largo del tiempo.

43 Crecimiento explosivo de A partir de 1970: Bosso, «The Color of Money". y Bosso, «Facing che Furure».
organizaciones ecologistas en Ames de 1970: Mitchel,l, Mertig, y Dunlap, «Twenty Years of Environmental
Estados Unidos (1960-1998) Mobi!ization». En unos pocos casos he interpolado datos de los años que '~

faltaban para evitar distorsiones graves en la serie. '"


'"
Figura Título Fuente de los datos
",o
o

44 Iniciativas presentadas en Estados Datos proporcionados por M. Dane Waters, dellniriative and Referendum
Unidos en votaciones nacionales Insritute.
(1900- I 99 8)

45 Encanecimiento de los Los datos para 1974 están tomados de Samuel H. Barnes, Max Kaase et al.,
manifestantes Política] Action: An Eighr Natíon Study, 1973- [976; para [981, de M. Kent
jennings,jan W. van Deth et al., Political Acrion 11, [979-1981; para (980
y 1990, de World Values Study Group, World Values Survey, 1981-1984 y
1990- 199). Estos tres archivos de encuesta los distribuye el Inreruniversiry
Consortium foc Political and Social Research (Universidad de Michigan, Ann
Arbor, Michigan). Los datos para 1995 son de World Values Survey y fueron
,.
proporcionados directamente por Ronald Inglehart. "
4" Tendencias respecto al teléfono,
llamadas y cartas
Introducción en los hogares: Trends in Telephone Service, Washington, D.C., F::
Federal Communications Commission, septiembre de 1999, cálculos de equipo
basados en datos tomados de Historical Statistics of the United States, 11,
p. 783, excepto para los años 1980 y 1990, en que se toman de los censos
decenales. Antes de 192.0 los índices de introducción en los hogares son cálculos
extrapolados de daros sobre teléfonos per cápira. Llamadas telefónicas y cartas
personales: archivo de encuestas Roper Social and Polítical Trends, (973- 1994.

47 Mujeres norteamericanas que Archivo de encuestas DDB Needham Life Sryle, 197H, [980-1999.
trabajan por decisión propia o
por necesidad (I978-1999)

48 Aumenta el número de mujeres Archivo de encuestas DOB Needham Life Style, 1978, 19 80 - 1999.
que que trabajan por necesidad
(197 8 - 1999)
49 El trabajo a jornada completa Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1978, 19 80 - 1 999.
reduce el compromiso comunitario

;0 El compromiso comunitario es Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends, 1974-1994.
menor en las grandes zonas
metropolitanas ,~
5' La asistencia a la iglesia es menor Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975~1998. ~
"-
en las grandes zonas ""¡:
~

metropolitanas
~
La sub urbanización de Estados Para 1950-1970: Historical Statistics of the United States, 1, p. 40, serie
52
Unidos (1950-1996) A276287; para 1980-1990, [990 Census Popu/ation and Housing Unit Count, ~¡:
Washington, D.C., U.S. Bureau ofthe Census, (995, tabla 48. Para 199 2 y "
'-'
1995: datos proporcionados directamente por la Oficina del Censo. Obsérvese
~
que para mantener la comparabilidad, las cifras de [98o se basan en zonas ¡;
metropolitanas estándar según su definición en 1990. ""~
53 La sucesión generacional explica la Archivo General Social Survey, 1972~ 199 8 .
desaparición de periódicos

54 Los caza noticias son una especie Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 19 86 . [999·
en peligro de extinción

Aumento del consumo televisivo Nielsen Report on Television [998, Nueva York, Nielsen, 1998;
55
en medio siglo (195°-199 8 ) Communications lndustry Report, 1997, Nueva York, Veronis, Suhler & '"
o
~
Figura Título Fuente de [os datos '"
o
~

Associates, 1998; Cobbert S. Steinherg, TV Facts, Nueva York, Facts un File,


[980. Los datos se limitan a los hogares con TV_

56 Proliferación de pantallas en los Datos sobre vídeos y televisores: Statistical Abstrae! of the United Sta tes (varios
hogares norteamericanos anos); uso de ordenadores e internet: archivo de encuestas DDB Needham l.ife
( [97°-1999) Seyle,19 88 -1999·

57 La televisión se convierte en hábito Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends, 1975, 1979, 19 8 5 Y
en Estados Unidos a medida que 1989.
decae el consumo selectivo
).
58 El zapeo es más común en las J. Walker Smirh y Afm Clurman, Rocking the Ages: The Yankelovieh Report on ."
generaciones más jóvenes Generationa/ Marketing, Nueva York, Harper-Business, 1997, p. 18 [, que cita ,"
"'-
el Yankelovich Monitor de 1996. ~.

=:
59 Estados Unidos ve la televisión a Archivo de encuestas DDS Needham Life Style, 1993 1998.
diario y a lo largo de (Oda el día

60 Por la noche los norteamericanos Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends, 1985 y 1989.
se dedican sobre todo a ver
televisión

61 Más televisión significa menos Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends, 1973. 1974, 1977.
compromiso cívico (entre adultos 1983,1988,1991 Y 1993; el análisis se limita a personas encuestadas de treinta
con estudios universitarios y en a treinta y nueve años con al menos algún estudio universitario (N = l3· [49).
edad laboral)

62 La televisión y el voluntariado no Archivo de encuestas DOS Needham Llfe Style, [975 -1998.
se compaginan

Archivo de encuestas DOB Needham Life Style, 1975- 1 97 8 .


6) Los televidentes no mantienen
contactoS
Archivo de encuestas DOB Needham Life Style, 1975- 199 8 .
64 La televisión y las reuniones de
club no se compaginan
Archivo de encuestas DOS Needham Life Style, 1975- 199 8.
65 La televisión y la asistencia a la
iglesia no se compaginan
Archivo de encuestas OOB Needham Life Style, 1975- 1998 ( [997- 199 8 para
66 La televisión y los buenos modales ~
no se compaginan
«hacer un corte de mangas a otro conductor» l· •~
Archivo de encuestas Roper Social and Potitical Trends, 1974- 1975, 1977, ."
~
67 Los norteamericanos comenzaron
~
1979·
a encerrarse en la década de 197 0
Archivo de encuestas DOB Needham Life Style, 1975-[99 8 .
a
68 Los televidentes no se sienten
'""'•"
demasiado bien ~
Archivo de encuestas Roper Social and Political Trends. 1994 (N = 1.4 8 2.). Los
69 Tipos de programas de televisión
resultados se basan en probabilidades calculadas a partir de la regresión
"a
y compromiso cívico ¡;
logística, y han sido generados mediante la simulación Monte Cario. Las
variables controladas son la educación, los ingresos por hogar, el sexo, la edad, "'•"
¡;-
la raza, el estado civil, el empleo, el tamaño de la comunidad, el año del estudio,
el consumo de televisión en las horas de mayor audiencia, el hecho de ver
programas deportivos y el tiempo total de consumo televisivo.

Archivo General Social Survey, 1972.- 1994.


La afiliación asociativa aumenta

o disminuye con la edad
Voto: National Election Study, 1952.-1996; lectura de periódicos: General Social
7'
Tendencias generacionales en el 8
Survey, 1972-1998; confianza social: General Social Survey 1972.-[99 ; ~
'"o
compromiso cívico proyectos comunitarios: DOB Needham Life Style, 1975-1998; afiliación a
Figura Título Fuente de los datos ..'"
o

grupos: General Social Survey, 1974-1994; interés por la política: DDB


Needham Life Style, 1975-1998; asistencia a la iglesia: General Social Survey,
[972.- 1998; asistencia a clubes: DDB Needham Life Style, 1975- [998.

72 La codicia triunfa sohre el Archivo de encuestas UCLA College Freshmen, 1966-1998, según aparece en
s~ntimiento comunitario entre [os Linda J. Sax et al., The American Freshman, Los Ángeles, lICLA Higher
universitarios de primer ano Educatíon Research Institute, 1998, y volúmenes ,ltlteriores de esta misma serie.
(1966- 1998)

7) Diferencias en el índice de Kathleen Maguire y Aim L. Pastare, eds., Sourcebook of Criminal Justice
suicidios en relación con la edad Statistics I 99 i", Albany (Nueva York), Hindelang Criminal Justice Research ,.
(195 0 - 1 995) Center, r 996, p. 365. ",
o,

S
74 Aumento de las diferencias Archivo de encuestas DDB Needham Life Style, 1975 1999. 8
generacionales en cuanto a =o
sensación de malestar físico

75 Mengua del patriotismo y auge del Wall Street Journal/NBC News Poli, julio de 1998.
materialismo de generación en
generación

76 Aumento del materialismo en las Archivo Roper Social and Pohtieal Trends, 1976, [979, 1982., J985,
últimas décadas del siglo xx 1989,1992, aumentado para 1995 y 1997 a partir de los Roper Reports,
significativos en esta materia (Nueva York, Roper Starch Worldwide,
varios anos).

77 Significado de la comunidad para Encuestas Yankelovich Parmers, "lnc., 1997-1999.


generaciones sucesivas

7 Gasto público (1947- 1 99 8 ) Bureau of Economic Analysis, National Income Accounts, U.S. Department
8
of Commerce, Washington, D.C., 1999·

79 Hipótesis explicativa de la pérdida Cálculos del autor a partir de análisis múltiples expuestos en la parte 111.
del compromiso cívico
(196S-2000)
80 Capital social en los estados Véanse fuentes para la tabla 4·
norteamericanos
Véanse fuentes para las tablas 4 y 5. Los daws sobre las dos variables están
:r,
o
8, Los niños viven mejor en estados
disponibles para cuarenta y ocho estados. ~
con mucho capital social
Véanse fuentes para la tabla 4. Nuestro índice de rendimientos académicos se
"ti
~

82 Las escuelas funcionan mejor en


los estados con mucho capital
basa en las siguientes fuentes: I} Datos estatales de siete pruebas nacionales del ~
National Assessment of Educational Progress (NAEP) tomados del Digest of ~
social
Educatioll Statistics: 1992, Digest of Education Statistics: I99 5, NAEP 199 6 ""
Science Report eard for the Nation and the States, y NAEP 1996 Mathematics
~
Report Cnd for the Nation and the States, publicados todos ellos por el "~
Naciona[ Center for Educarían Statistics, Washington, D.C., Department of ¡;
Education, varios años: nivel de lectura en cuarta curso de primaria en 1994; '"~
nivel de ciencias en octavo en 1996; nivel de matemáticas en cuarto en 199 2 y
199 6, Y nivel de matemáticas entre alumnos de octavo en 1990, 199 2 Y 199 6 .
2.) Las puntuaciones del Scholastic Achievement Test (SAT), ajustadas a la
participación, están tomadas de Brian Powell y Lala Carr Steelman, «Bewitched,
Bothered, and Bewildering: The Use and Misuse of State SAT and ACT Scores»,
Harvard Educational Review, 66 (1996), p. 38. 3) Seis indicadores convergentes
(aunque no idénticos) de índice de abandono de los estudios en secundaria:
porcentaje pata 1990 de jóvenes en edades entre dieciséis y diecinueve que no
'~
o
habían concluido la enseñanza secundaria según el Digest of Education
Figura Titulo Fuente de los datos
°'"'"
Statlstics: I992, p. 13; porcentaje de personas entre dieciséis y diecinueve años
que en el censo de [990 no se encontraban en un centro escolar reglado y no
habían concluido el duodécimo grado o un GED, según el StatisticaJ Abstract of
the U.S., 1995, p. [59; porcentaje de quienes tenían de dieciséis a diecinueve años
en J 993-199 5 Y no estaban matriculados en un centro escolar ni habían
concluido la enseñanza secundaria ni tenían un GEO, según Kids Cuunt 1997;
<, índice de graduados en segunda enseñanza en 1989- 1990», según Vinaria Van
Son, CQ's State Fact Finder, Washington, O.c., Congressional Quarterly, 1993,
p. [06; Ylos índices de finalización de la enseñanza secundaria para 1990-1992
y 1993 - J 99 5 (Digest of Educacion Statístícs: 1997). Los datos sobre las dos
variables están disponibles para cuarenta y ocho estados. '""
~.

8) Los niños ven menos televisión en


estados con mucho capital social
Véanse fuentes para la tabla 4; indicadores NAEP sobre el consumo diario de ~
televisión entre niños de octavo en 1990 y 1992, Yde cuarto en 1992, según :::
Digest of Education Statistics: 1992 y Digest uf education Statistics: 199 5. Los
daros sobre ambas variables están disponibles para cuarenta y cuatro estados.

84 la delincuencia violenta es más Véanse fuentes para la tabla 4; Crime in the United States, 1997, Washington,
rara en estados con mucho capital o.c., Federal Bureau of Investigation, L998. Los datos sobre ambas variables
social están disponibles para cuarenta y ocho estados.

85 Los estados con mucho capital Véanse fuentes para la tabla 4; archivo de encuestas DOS Needham Life Style,
social son menos agresivos 1976-1998. Los datos sobre ambas variables están disponibles para cuarenra y
ocho estados.
86 la salud es mejor en estados con Véanse fuentes para las tablas 4 y 6; Ichiro Kawachi, Bruce P. Kennedy,
mucho capital social Kimberly Lochner y Deborah Prothrow-Stith, "Social Capital, Income

Inequality, and Mortality», American ¡ourna/ of Pub/ic Hea/th, 87 (1997),


pp. 149 1 - 1 49 8. Los datos sobre ambas variables están disponibles para
cuarenta y ocho estados.
Archivo de encuestas DOS Needham Life Style, 1975 1999·
87 Los norteamericanos no se sienten
tan sanos como solían
Archivo de encuestas DOS Needham Life Style, 1975- 1 999.
88 La vinculación social (al menos de
forma moderada) fomenta la ;ro
felicidad
Véanse fuentes para la tabla 4; el factor de la punruación de revisiones punibles

~
la evasión de impuestos es baja en
y condenas del Internal Revenue Service por cada cien mil habitantes (199 2 -
89 ."
~
aquellos estados donde el capital <:
1997) está tomado de Transacrional Records Access Clearinghouse,
social es alto
Universidad de Syracuse. Los datos sobre ambas variables están disponibles 1f
para cuarenta y ocho estados. ~
~
Aumenta la tolerancia hacia la Archivo General Social Survey, 1974- 1 99 6 . .~

9° 1f
integración racial, las libertades
1;
civiles y la igualdad entre sexos
Véanse fuentes para la tabla 4; archivo General So'cial Survey, 1974- 199 6 . Los
""
1f
9[ El capital social y la rolerancia
datos sobre ambas variables están disponibles para cuarenta y tres estados.
van juntoS
Véanse fuentes para la tabla 4; Kawachi, Kennedy, Lochner y and Prothrow-
92 El capital social y la igualdad
Stith, "Social Capital, lncome lnequality, and Mortality». Los datos sonre ambas
económica van junros
variables están disponibles para cuarenta y ocho estados.
Véanse fuentes para la tabla 4; archivo de encuestas Roper Social and Political
93
El capital social y la igualdad
Trends, 1974-1994. Los daros sobre ambas variables están disponibles para
cívica van juntos
cuarenta y dos estados.
'"O
-.J
Figura Título Fuente de los datos '"
o
00

94 Densidad de asociaciones en Gerald Camm y Roherr D. Putnam, ... The Growth of Volllntary Associarions in
veintiséis comunidades America, r840-1940», ¡oumal of lnterdisciplinary l-Ilstory, 29 (1999),
norteamericanas ([ 840- [Y40) pp. 5 11 -557.

95 Fundación e incidencia Theda Skocpol,« How Amerlcans Became Civic», en: Theda Skocpol y Morris
acumulativa de asociacIones con P. Fiorina, eds., Ciuic Engagement in American Den/o(Tacy, Washington, D.C.,
una gran afiliación Brookings lnstitution Press, 1999, p. 54, figura 2-.1.

96 Fechas de fundación de Encarta 2000 New Wor/d A/manac, Oxford, Helicon Pllhlishing Ltd., 1998.
asociaciones existemes
actualmente en Estados Unidos
""
~.

~
:::

Fuente de los datos


Tabla Título

Tendencias en participación Archivo Roper Social and Political Trends, 1974- 1994·
política y comunitaria
Sue Bowden y Avner Offer, ... Household Appliances and rhe Use of Time: The
2 Ritmo de introducción de ciertos
Unired States and Britain Since [he 19205», Economic History Review, 47
objetos de consumo
(noviembre de 1994), p. 729, complementado con datos tomados del Statistical
Abstract of the UnÍted States (varios anos). ;r
,
Lectura de periódicos: General Social Survey, 1972-[998; rodas las demás

il
Todas las formas de ahandono del
J formas de participación: archivo Roper Social and Political Trends, 1974- 1994, i?
compromiso cívico se concentran ~
complementado con datos sobre asistencia a la iglesia tomados de Roper
en las cohortes más jóvenes
Reports, Nueva York, Roper-Starch Worldwide, (99 6 - 1 99 8 . f
~
4
Medición del capital social en los ~
estados norteamericanos: '<
¡;-
componentes del índice del capital ~

¡;
social o-
Fue miembro del comité de una Archivo Roper Social and Polítical Trends, [974- 1 9':14. f
organización local el ano
anterior
... Se puede confiar en la General Socia! Survey, 1974- 1 99 6 .
mayoría»I .. Nunca se es lo
bastame cauteloso"
Está de acuerdo con ... La mayoría Archivo DDS Needham Life Sryle, 1975- 199 8 .
de la gente es honrada»
Participación en las elecciones U.5. Census Bureau, f98H y 1992. '"o
presidenciales '"
Tabla Titulo Fuente de los datos '"o
Ocupó un cargo en una Archivo Roper Social and Political Trends, IY74-1994·
organización local el año
anterior
Orgamzaciones caritativas por Non-profit Almanac, 1989, San Francisco, jossey-Bass, 1989.
mil habitantes
Acudió a reuniones de club: Archivo O[) B Needham Life Style archIve, 1975-' 998.
frecuencia durante el año
antenor
Organizaciones cívicas y County Business Patterns, Dept. of C:ommerce, 1977- 1992.
sociales por cien mil habitantes ".
~
Acudió a una reunión pública Archivo Roper Social and Political Trends, 1':174-1994.
"
sobre asuntos municipales o
escolares
~
o
Afiliaciones per cápita a
diversas organizaciones
General Social Survey, 1974-1996. "
"Dedico mucho tiempo a visitar Archivo OOB Needham Life Style. 1975-199R.
a amigos"
Recibe en casa: frecuencia Archivo DOB Needham Life Sryle, 1975- 1998.
durante el año anterior
Realizó trabajos de Archivo OOB Needham Life Sryle, [975-[998.
voluntariado: frecuencia
durante el año anterior
Trabajo en algún proyecto Archivo DDB Needham Life Sryle, [975-1998.
comunitario: frecuencia
durante el año anterior

Índice Kids Count de bienestar Annie E. Casey Foundation, Baltimore (Maryland), 1999, página web
5
infantil www.aecf.orglkidscountlindex.hrm.
Margan-Quimo Health Care State Rankings (1993-1998), recopilado
6 Estado con la mejor salud y la
por Morgan-Quitno Press (Lawrence, Kansas) y descargado de
mejor sanidad
www.morganquitno.com.

índices de tolerancia hacia la General Social Survey, 1974- 199 8 .


7 ;r
integración racial, la igualdad ,
o
sexual y las libertades civiles ~
Capital social y tolerancia: cuatrO Análisis del autor. 1;
8 ~
tipos de sociedad
a
Fechas de fundación tomadas de la oficinas centrales de varias asociaciones, ~
9 Innovaciones en capital social
complementadas y confrontadas con datos del World Almanac, Nueva York, ~
(1870-1920)
Press Pub. Ca. (New York World), varios años, la Encyclopedia of Associatüms, "a
Derroit (Michigan), Gale Research, varios años, y descripciones de ¡;
organizaciones particulares. a""

'"
H
Apéndice 111

Auge y caída de las asociaciones


cívicas y profesionales
Aumel/lo d" Comie,uo
D,'sce1lso Jd '"
H
-'"
¡"d',eJ,' /"dICI' de
Iu ufil1<1áim de la A,jo ¡mde/u u(¡/,,¡d,,>
~Mlem¡'m; P"/i'1I'-',¡{"," uf,",-,d,»
d,' '\l40-194í e5l1Jb'¡¡Zunó" mlmmu1l/e C,I"I""~'nán desde el ,,,j,) lllOr",d)
F""dada paru w/,;"f.¡r 1.. I'-'M d<,
OrgQmwaón hus/a el mi" del índ,u drl ¡"dw' dl'i ¡"J"-l' c"lml!w1lte e,/ el '-'""
en a(¡IiU(Wllp"r /!Id
<-ulm"umle ('Y,,) deaflllud"s deJ/i'f",J,,_, '/"J(z1l<1dU5 I,us(¡¡ "C7 (",;,1 <,,,1/11111,/11/<,

AsociaCIones cívicas

4-H 190[ Jóvenes rurale,>


American Assoclanon of Universiry 54 195 0 19<;0 197 6 -.!.h ,Xo
Women [88 I Mujeres con titulo llm\'cr~it;lno '1
American Bowling Congress 193° [955 [955 -X4
s"¡
,X95 Hombres a panir de .!.o etii.o;
Amencan Legion 434 [964 19 6 4 '979 -72
'919 Todos los veteranos de guerra
B'nai B'rirh 'o 194° 1945 [945 --<7 2:-4
l843 Hombres ludios 90
Boy and Girl Scour adulr leaders 1947 [947 [96) eSL-75 ".
'9[O- l 9 l 2 Jóvenes de 5 a [7 anos 7'
Boy Scours and Girl Scours [9 10-[9 1 2 Jóvenes de 5 a 17 J no,
'90 1957 (9)7 1957 -,8 ,0 -"
~.
Soy Scouts '34 [957 [97.!. 1973 -8
19lO Chicos de 5 a 17 anos "8
I,{, 2:
(95 8
Girl Scours
Business and ProfessionaJ Women
Eagles
19 12
19I9
Chicas de 5 a 17 años
Trabajadoras no mJJluales
'74
S'
195 6
I949
[972
19 6 9
195I
[997
'971
r95I
-5
-1<;
-R.
''lO
12, "
18 98
Easrern Star [868
Hombres a partir de wanos 8, '947 1947 195 0 -7.!. "
2<)
Mujeres a partir de .!.o años ,8
Order of rhe EJks 1868 Hombres a partir de w anos
I93 0 19_~0 [961 -7, ,0
General Federarion of Women 's '°7 1962 1970 1977 -4' .1-';
Clubs l890 Mujeres a partir de 20 anos S6
Grange I949 195 6 [95 6 -84 ,6
186 7 Población rural
Hadassah 4' 19<;[ t95.!. 19 'i 5 -'o ,6
1912 Mujeres judías
Jaycees '53 [95 0 19 8 3 1986 -1<; [2.,
19 1 5 Hombres de 20 a 34 anos 00
Kiwanis 19n [975 1<;178 -5.'1
19 1 5 Hombres a partir de 20 anos
Knights of Columbus 94 195 6 [960 '966 -4 2
l882 Varones católicos
League of Women Voters 46 I949 1954 1959 -6
1920 Mujeres a partir de LO aiios '4
Lions "S 1954 19 6 5 1969 -6,
19 17 Hombres a partir de 20 anos I29 1957 1967 (976 -58 9

Masons 1733 Hombres a partir de 20 anos ,8 1927 19 2 7 [957 -7' 90


Moose (sólo miembros masculinos) 1888 Hombres a partir de 20 años ,8, 195 0 I9 80 19 80 -35 '9
Moose (sólo miembros femeninos) 19 27 Muieres a panir de 20 años .08 1990 199 0 1995 -J 6
NAACP 19°9 Afroamericanos 69 1944 1944 19 6 9 -46 1'
Odd FelJows 18 19 Hombres a partir de 20 anos o 1920 1920 1920 -94 54
Oprimists 19 1 9 Hombres a parrir de 1-0 anos 8S 19 8 5 199 0 199 0 -'4 ,
Parent-Teacher Association Familias con hIjos menores ,u 19 66 ".
1 897 1957 1960 -60 48
de 18 anos ~
Red Cross (voluntarios)
Rotary
1881 Adultos de más de 20 anos
Hombres a partir de 20 afias
45 195 6 195 6
[967
197 0 -6, '9 "8
19°5 60 1949 199 0 -'S

Shriners 1872 Hombres a panir de 20 afias 16 195 8 I9 60 1962 -59 ~

Veterans of Foreign Wars 1899 Todos los veteranos de guerra UO 1945 1945 (995 --<J
"
"4 ;;.
Women 's Bowling Congress f9 l 7 Mujeres a partir de 20 anos 1121 19 6 5 1978 (97 8 -66 54 ~
Women's Christian Temperance
Unían 1874 MUieres a partir de 20 anos 1920 191-0 19;1.0 --<J6
""o
Mediana 19°0 85
4
195 1 1959 196 9 -58
"
JO ~.
"5
Asociaciones profesionales •~
o
§,
American Bar Association 187 X Abogados en ejercicio 1977 1977 1989 5°3
American Dental Associarion 18 59 Dentistas autorizados 1960 1970 1970 960 §
en elerClClo '<
American Instirue of Architects [857 Arquilectos en ejercicio c.1950 1970 c. [970 4°9 -"o
American Institute of Certified
Public Accountants
American Medical Association
l887
1847
Cemores de cuentas en e¡'ercicio
Médicos en ejercicio
1987
1949
1992-1993
1959
1993
[959 74S
,,8 '""~
American Nursing Associarion 189 6 Enfermeras con título oficial no Ames de 1977 no I76, ~
por 10
meno~

American Society of Mechanica!


Engineers 1880 Ingenieros mecánicos (9)I [93 0 [993 400
en ejercL<:lo '"
~

~
616 Apéndice III Auge y caída de las asociaciones cívicas y profesionales

B'nal B'nth

,
1,.1
r !-.JI!'
v-v- "o " I
-----'

, / i
"
",,,- ....... --

o
) lí i J J
,
I i
V
" 1940

, American As,n of UnlverSlty Women Boy and Glrl Scout Adult leader1

o /V IV t'-. f \\.-.
--';;11'
A

"-\ 7
o
V
/ , '"
o r ~

o
-+"'=-
-1_
w

L V -+-~--- ~-------c

.910 I~!r ,~
,"' ,~


AmenCiln l:!OWllng Congress
, Boy ~[)d G I Seo !5
" "
, \
!
.....,. ''"
'" -¡
~ .r"I
\: i7
...
'" ,-
o I \ '" 7"
, J '\ ""
, '"
"o JV'
r"
I
" '"
'" ../
./
I
" '910 '.0

American Legion BUSI11es and Professional Women


00
'"
" " '"
¡v "
1
" IV
\
'- t-'\. V •
/ ' " '\
00

"

1/ " """-
: , "0 ,~
• '~IO ,~

'"
618 Apéndice lIf Auge y caída de las aSOClaCÚ'I1eS cívicas)' profesionales 6T9

t<n,ghts 01 Columbus Moose(Ml'n)


'¡- "
• k • "- .ti I

t--'
, \ , "\ / "\
• / \ ¡- • / \ I
\;
/ , /
I
____ . J.._
'v I

_._~
o
l¡JC,
'''"'''
Leagul' oi Women Voters Moo<,e (Womenl
;
'rI -,-- -T-'r]
• A

(
l' P\
\ ~ !
;

, /
1
o
, ' r ,

~ J ~ , I
"-
, , "-
•• ,~ 1910
'"'
• ..
,

Elks NAACP
'" ¡ - - - "I , --,--------,.I - Jaycees Lions
,
I "'--T '
--~I----, o
:
r¡-t
J

-~
¡
A

~
.-- -- ---j

:t='
' y.¡
J
Ir\.¡.
, •
,
r ~
\
o


o f"
A
~

1/
/ " ,

V
}J

o

• J
,.,.
..
,
'"""
~ 1~IO 1910

T --;---,------,-',
-
General federiJtlon 01 Women's Club, Masons Odd Fellows
--,-----,---,---
r--

1";--
, !

'1- - - 1---- - '--' •


""\ •/
1\
-- -- ~--

,~t-,-f7Z" ......... í
,
--
'"1-----,.,
,
,
,
i ,.
Í\ ~
'
/ "'"\ •

\
\

"'"
¡-.......",
, • • r-
'910
'000

,~ I~¡'l
'" ..
' ro.
• '9¡~ lO"
o
1910
6w Apéndice III Auge y caída de las asociaciones cívicas y profesIOnales 62r

OPto",,,!s American Bar Associatoon


I\,--------~! ---'T-~-----¡-----~'------"
.-

'" ,--~-l--j ---l----+,.A;-J


. l ' I
I

~ ..
/
+-+--.-1~-~-1
,o~--l~ 1---.
)
0\ .----r---- i
_ .. ~ -
!
------j
V'-'
./ '","0 1%0 1'13() )()()11
1910

American Nllr~mg ASSOClat,on


Ame"c¡m Dental Assoclalion
Paref1\· Teacher ASSO(lat,oo
, Veleran; 01 FOfl!lgrl Wars ,~
"

1/-
TI-~:~' i
o
,~ ., / ~ :
"f---+--
/ V --_.
\' 1
o

~
I,, "' / i ,,,,,,,",,-
o

o
....... ,, '"' / i
"f---+---A ,
.,.;
r ¡, ,o.
,V : 1
,
, I ,, ,~ ,~ ,~

,~ ,~¡n , '.0
1910

Am*!riCilnlnSli\lJle 01 Archlteds Amellcan SOClety 01 Mechanlcal Englneers


Red (ro<;s Voluoteers , _ _~-,wcocmc'cC~·':.::BOwlH1g Congress

¡LI.·tl=1
! o "'
"r----f-----r----+---~~---1 • i,• ."
r- /,\
,

"¡---r--I- ~ ro. --"" f'-Jv..


~
"
"Fl'--'¡ ~t--+··-·j
f--'
1/ •, ,o. l )
iO t-- _.- ---t---t~
'--1/
, i , i I

t - -----¡ .--- t '"' ¡ - - - - ¡ - - . - I - - - O


lO -

- -1-~- -1 ".L~---" .-~.c-+--.".,.-+ 1~ ,L _____..---L...J


10
,. ,
,~'c---C"-,"--"',~h---c,~-'--J,,.-----',~
,~
1910 19.0
'91" "'6r,

American Instltute 01 Certilied Publlc ElectnCi,l1 and Electrorllc Er1gm~rs


; -_ _, -_ _~~"Cotilry,_ _ _, _ _, Women'S Christian Temperance Un'on ACCOUrltants
" '" I i
"
/' ........ ""'¡ . IJ ...." IE!,[J\
", / \
\ r
1" , -- \.
,~E

--¡----1
,

---.. ,/

-- ---
o , / ,
, --'-=t.
t-'
,L__ L
, "- , 1~¡O
f--' './0 ,q.o , I
,~
,i
19!G I~'O ,~ , o
" ,""
Notas

Capitulo 1: Reflexiones sobre el cambio social en Estados Unidos

T. David Sean y Geoffrey Godhey, «Recrearion Specializarion in the Social World


of Contraer Bridge», ¡ourna/ of Leisure Research, 26 (1994), pp. 275-295; Suzi Par-
ker, «Elks, Liaos may Go Way of rhe Dodo», Christian Science Monitor, 24 de agosto
de 1998; John D. Cramer, «Relevance of Local NAACP Is Up for Debate», Roanoke
Times, 24 de enero de 1999; Dirk johnson, «As Old Soldiers Die, V.F.W. Halls Fade
Away», New York Times, 6 de septiembre de 1999. Agradezco al profesor David Seon
su información sobre el club de bridge Cieno Valley; «Cleen Valley» es el seudónimo
de una ciudad universitaria del centro de Pensilvania.
2. Christine Wicker, «A Camman Thread ofDecency», Dalias Morning News, 1 de
mayo de 1999; David StreitfeJd, "The Last Chapter: After 50 Years, Vassar Ends Its
Famed Book Sale», Washington Post, 28 de abril de 1999; Caroline Louise Cale, "SO
Many New Uniforms, bur So Few Musicians», Boston Sunday G/obe Northwest
Weekly, 5 de septiembre de J999·
3. Jeffrey A. Charles, Service Clubs in American Saciety: Ratary, Kiwanis, and
Lions, Urbana, University of IIIinois Press, 1993, p. 157·
4. Eric Larrabee y Rolf Meyersohn, Mass Leisure, Glencoe (lllinois), Free Press,
1958, p. 359, cirado en Foster Rhea Dulles, A History ofRecreation: America Learns
to Play, Nueva York, Appleton-Cencury-Crofts, 1965, lo: ed., p. 390.
5. Life, 21 de febrero de 1964, pp. 91~93· Agradezco a Rob Paarlberghaber descu-
bierto esre número norable en un mercadillo de Maine.
6. Robert E. Lane, Po/itieaf Life: Why Peop/e Get lnvo/ved in Politics, Glencoe
(IlIinais), Free Press, 1959, p. 94; Daniel Bell y Virginia Held, "The Communiry Revo-
lution», The PubJic ¡nterest, 16 (1969), p. 142.
7. De hecho, el número de votantes fue del 53 % en 1976, con tendencia descen-
dente. Véase Richard A. Brody, «The Puzzle of Polirical Participarían in Ameríca», en:
Anrhony King, ed., The New American PoJitical System, Washington, D.C., American
Enterprise Instirure for Publie Poliey Research, 1978.
8. George H. Gallup, The GaJ/up Poli Public Opinion 1935-1971, Nueva York,
Random House, 1972; Karlyn Bowman, "Do You Wanr to Be President?», Public
Perspective, 8 (febrero/marzo de 1997), p. 40; Roberr E. Lane, «The Polirics of Con-
sensus in an Age of Affluence», American PoJitieal Science Review, 59 (diciemhre de
1965), p. 879; Richard G. Niemi, John Mueller y Tom W. Smith, Trends in Publie
Opinion, Nueva York, Greenwood Press, 1989, p. 303. La versión de la pregunta so~
bre la "confianza" utilizada en las décadas de 1940, 1950 Y 1960 no es directamente
comparable con la fórmula normalizada en los últimos años.
Capítulo r
Notas

tingent Value of Social Capital», Administrative Science Quarterly, 4 2 (1997),


9. Véase R. Rochon, Culture Moves: Ideas, Activism, and Changing Values, Prince-
pp. 339-3 6 5; Ronald S. Burt, "The Gender of Social Caplta!>" Rationalrty & Society,
ton (Nueva Jersey), Princeton University Press, 1998, pp. XIII-XIV.
10 (199 8 ), pp. 5-46; C1aude S. Fischer, "Network Analysis and Urban Studies», en:
10. Doug McAdam, Freedom Summer, Nueva York, Oxford Universiry Press,
Claude S. Fischer, ed., Networks and Places: Social Relations in the Urban Settin${,
1988, pp. 14- 15.
Nueva York, Free Press, J977, p. J9; James D. Montgomery, "Social Networks and
JI. James Q. Wilson, «Why Are We Having a Wave of Violence?», The New York
Labor-Market Outcomes: Toward 3n Economic Analysis», American Econontic Re-
Times Magazine, 19 de mayo de 1968, p. 120.
view, 81 (1991), pp. q08-1 418, en especial la tabla l .
12 .. Lyda Judson Hanifan, "The Rural School Community Center», Annals of the
15. En una obra anterior hice hincapié en este aspecto público del capital social
American Academy of Politieal and Social Science, 67 (1916), pp. 1}0-138, citado en
hasta dejar casi de lado los beneficios privados del mismo. Véase Robert D. Putnam,
p. 1 JO. Hanifan, que fue siempre un reformador práctico, utilizaba deliberadamente el
"The Prosperous Community: Social Capital and Public Afbirs», The American Pro,,'
término «capita!» para estimular a los hombres de negocios y a los economistas tozu-
pect, 13 (1993), pp. 35-42, en el que se inspira el presente texto. Véase una reseña hl-
dos a reconocer la Importancia productiva de los recursos sociales. Tras introducir la
bliográfica que destaca los beneficios privados basta dejar casi de lado su componente
idea ~e c~pital social, observaba: «No hace falta repetir en este capítulo que en algu-
colectivo en Alejandro Portes, "Social Capital: Irs Origins and Applicatians in Modern
nos dIstritos rurales hay una gran carencia de ese capital. La cuestión importante en
este momento es cómo mejorar esa situación. Lo que voy exponer seguidamente es Sociology», Annual Review ofSociology, 2.2 (1998), pp. 1- 24.
una descripción de la manera como una comunidad rural de Virginia Occidental creó 16. Robert Frank, en conversación privada.
17. Xavier de Souza Briggs, "Social Capital and the Cities: Advice to Change
realmente en un solo año un capital social que usó a continuación para mejorar sus
Agents», National Civic Review, 86 (verano de 1997), pp. 1 IJ-J 1 7· ..
condi.ciones recreativas, intelectuales, morales y económicas», Sl) ensayo, que recogía
18. U.S. News & World Report, 4 de agosto de 1997, p. 18. Fareed Zakana, "Blg-
una hsta de ejercicios prácticos para activistas comunitarios, fue preparado original-
ger Than the Family, SmaHer Than the State», New York Times Book Review, 13 de
mente en 1913 para los maestros de Virginia Occidental a modo de «manual para reu-
agostO de 1995, p. 1, señalaba que McVeigh y sus compañeros de conspiración pasa-
niones comunitarias en escuelas rurales", y posteriormente se incluyó en L.]. Hanifan,
ban las tardes ¡untos en una bolera, y llegaba a la conclusión de que «habría sido me-
The Commumty Center, Boston, Silver, Burdett, 1920. Agradezco a Brad Clarke haber
jor para rodos que McVeigh hubIese ido solo a la bolera». A veces, como ocurre,en
sido el primero en hal!ar este empleo de la expre<;ión «capital social".
ciertos cultos o clanes, los propios efectos internos del capital social pueden llegar a ser
13. John R. Seeley, Alexander R. Sim y Elizaberh W. Loosley, Crestwood Heights:
desfavorables, pero son menos habituales que los efectos desfavorables externos.
A Study of the Culture of Suburban Life, Nueva York, Basic Books. 1956; Jane Ja-
19, En Making Democracy Work: Civic Traditio11S in Modem ¡tafy, Princeton
cobs, The Death and Life of Creat American Cities, Nueva York, Random House,
(Nueva Jersey), Princeton University Press, J 993, pasé por alto la posibilidad de que el
1961; Glenn Loury, "A Dynamic Theory of Racial Income Differences», en: P.A. Wa-
capital social pudiera tener efectos antisociales, pero la reconocí explícitamente en
llace y A. LeMund, ed., Women, Minorities, and Employment Discrimination, Lexing-
ton (Massachusetts), Lexington Books, 1977, pp. 153-188; Pi erre Bourdieu "Forms «The Prosperous Community», publicado aquel mismo año.
20. El mérito de haber acuñado estoS calificativos pertenece, hasta donde yo sé, a
of Capital», en: John G. Richardson, ed., Handbook of Theory and Researc'h for the
Ross Gittell y Avis Vidal, Community Organizing: Building Social Capital as a Deve-
Sociology of Education, Nueva York, Greenwood Press, 1983. pp. 2.41-258; Ekkehart
Schlicht, «Cognitive Dissonance in Economics», Normengeleitetes Verhalten in den lopment Strategy, Thousand Oaks (California), Sage, 1998, p. 8.
21. Mark S. Granovetter, "The Strength of Weak Ties», American }ournai of Soóo-
Sozialwissenschaften, Berlín, Duncker and Humblot, 1984, pp. 61-81; James S. Cole-
logy. 7 8 (1973). pp. 1360-1380; Xavier de Souza Briggs, "Doing Democracy Up Clo-
man, «Social Capital in the Crearion of Human Capital", American Journal of Socio-
se: Culture, Power, and Communication in Community Building», Journal of Plan-
logy, 9.4 (1988), pp. S95-S120; James S. Coleman, Foundations of Social Theory,
Cambndge (Massachusetts), Harvard University Press, 1990. Véase también George ning Edueation and Research, 18 (1998), pp. 1 -13·
22. Citado en Richard D. Brown, "The Emergence of Voluntary Associations in
C. Homans, Social Behavior: Its Elementary Forms, Nueva York, Harcourt, Brace &
Massachusetts», ¡ournal of Voluntary Aetion Research, 2 (abril de 1973), p. 69· Véa-
World, 1961, pp. 378-398. No consigo encontrar pruebas de que ninguno de estos
se también Ashutosh Varshney, Ethnie Confitct and Gvíc Life: Hindus and Muslirns in
teóricos fuera consciente de los usos anteriores de la expresión, a excepción de un bre~
ve reconocimiento de la obra de Loury por parte de S. Coleman. Véase un estudio ge- India, New Haven (Connecticut), Yak University Press, 2000.
23. Alexis de Tocqueville, Demoeracy in America, ed. J.P. Mayer, trad. George
neral de la hi.storia conceptual del capital social en Michael Woo1cock, "Social Capital
Lawrence, Garden City (Nueva York), Doubleday, 1969, p. 506. Véase también Wil-
and Economlc Development: Toward a Theoretical Synthesis and Policy Framework»
son Carey McWilliams, The Idea of Fraternity in America, Berkeley, University of Ca-
Theory and Society. 27 (1998), pp. 151 -208. '
lifornia Press, 1973. y Thomas Bender, Community and Social Change in America,
14. Ronald S. Burt, Structural Holes: The Social Structure of Competition, Cam-
bridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1992; Ronald S. Burt, «The Con- Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Universiry Press, T 97 R•
626 Notas Capítulo .2

24. David Hackett Fischer, Paul Revere's Ride, Nueva York, Oxford University Brady, Voice and Equality: Civic Voluntarism in American Polittcs, Cambridge (Mas-
Press,1994· sachusetts), Harvard Universi1Y Press, I995, p. 69. En sentido estricto, la participa-
25. Barry We1!man, "The Communiry Quesrion Re-Evaluated», en: MichaeJ Peter ción en las votaciones puede ser un acto muy individual, y en cuanto eal no es necesa-
Smith, ed" Power. Conmnity ami the City, New Brunswick (Nueva Jersey), Transac- riamente una expresión de capital social. Por otra parte, abundan las pruebas (a partir
tion 1988. pp. 82.-8). Pamela Paxton, "Is Social Capital Declining in rhe United Sta- de los primeros estudios electorales) que evidencian que el hecho de votar es casi siem-
tes? A Multiplc Indicator Assessment», American 1ourna! o( Sociology, 105 (1999), pre un acto socialmente arraigado y que la participación electoral y el compromiso so-
pp. 88- 12.7· cial guardan una gran relación. Este hecho, sumado a la disponibilidad de indicadores
26. The Publie Perspective, 8 (diciembre/enero de 1997), p. 64; Robert Wurhnow, sobre participación electoral a lo largo del tiempo y el espacio, hace que se trate de una
"Changing Character of Social Capital in the United Srares», en: Roberr D. Putnam, medida representativa muy útil del compromiso social.
ed., The Dynamics uf Social Capital in Comparatwe Perspective, 2.000; The Publie 3. Da[ton, Citizen Polities; Raymond E. Wolfinger y Seeven J. Roscnstone, Who
Perspective, 10 (abril/mayo de 1999), p. 15; Wall Street ¡ouma/, 24 de junio de Votes?, New Haven (Connecticut), Yale University Press, 1980; Frances Fax Piven y
r999, p. 12; Mark J. Penn, «The Community Consensus", 8lueprint: Ideas for a Richard A. Cloward, Why Americans Don't VOl, Nueva York, Pantheon Books, 19 88 .
New Cel1tury (primavera de 1999). Se excluye a los encuestados que no tienen una Ruy Teixeira, The Disappearing American Voter, Washington, D.C., Brookings Insti-
opinión. tution, 1992, pp. 29-30, resume los datos de 1992, antes de [a introducción de la ins-
27. Las figuras _" 1-33 presentan, por ejemplo, datos de seis fuentes independientes cripción en el censo electorallJamada motor voter (sistema por el que se simultaneaba
sobre tendencias filantrópicas, pero por mi parte he descubierto también cuatro más la inscripción en el censo y la solicitud del carné de conducir). Los daros sobre gastos
que confirman esta pauta básica: estas fuentes aparecen mencionadas brevemente en para la motor voter están tomados de la Nationa[ Association of Secretaries of Sra te.
las notas. Para un análiSIS adicional de la metodología véanse los apéndices. Según Stephen Knack, "Drivers Wanted: Motor Yoter and the Election of 199h", PS:
28. Emma Jackson, ,'8uddy Had Kidney to Spare", Ann Arbor News, 5 de enero Political Science and Politics, 32 (junio de 1999), pp, 237-243, la participación electo-
de I998. Agradezco a Michael Dover su elegante colocación de esta información en la ral habría descendido aún más en I996 sin la motor Valer.
página de Nonprofit and Yoluntary Action, www.arnova.orglarnova~l.htm. 6 de ene- 4. La figura 1 se limita a las elecciones presidenciales, pero la cifra correspondiente
ro de 199H. a las elecciones de menor importancia es idéntica en todos sus aspectos cuantitativos.
Agradezco ai profesor Walter Dean Burnham sus cálculos recientes, aún no publicados,
Capitulo 2: Participación polltica acerca de la participación electoral en la historia de Estado Unidos. Véanse cálculos
anteriores en Walter Dean Burnham, «The Turnout Prob[em», en: A. James Reichley,
l. A mediados de la década de 1970 los norteamericanos solían participar de ma- ed., Elections American Style, Washington, D.C., 8rookings Institution Press, 19 8 7,
nera activa en campañas políticas unas dos veces más que los ciudadanos de Gran Bre- pp. 1 I 3-1 14. Además de la exclusión de los negros del censo electoral, el control ejer-
taña, Alemania, Auseria y Holanda, y sólo ihan por detrás de Alemania en cuanto a cido en el sur por un solo partido redujo también la participación de los hlancos en las
frecuencia en asistencia a mítines políticos; véase Samuel H. Barnes, Max Kaase et al., elecciones. Véase V. O. Key, Southern Politics in State and Nation, Nueva York,
Political Action: Mass Participation In Five Westem Democracies, Bever[y Hills (Cali- Knopf, 1949, y Piveti y Cloward, Why Americans Don't Vote, cap. 3·
fornia), Sage, 1979, pp. 541-542. Unos veinte años después [os norteamericanos em- 5. James DeNardo, "The Turnout Crash of 1972», en: John G. Geer, ed., Politi-
pataban en un tercer puesto entre cuarenta democracias (antiguas y nuevas) en cuanto cians and Party PoLitics, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins University Press, 199 8 ,
a frecuencia en la firma de peticiones, aunque ese mismo estudio [os situaba en la vigé- pp. 80-101.
sima posición entre cuarenta por lo que respecta a la frecuencia de debates políticos 6. Según Burnham, la participación en las elecciones de 1998 en los estados no per-
con los amigos; Russell Oalton. Citizen Polities: Public Opinion and Political Parties tenecientes a la antigua Confederación fue la más baja desde 1818. El descenso del nú-
in Advanced Western Democracies, Chatham (Nueva Jersey), Chatham House, 1996, mero de electores en el norte en [os primeros años del siglo xx fue atribuible también a
2," ed., p. 74. Sobre participación electoral, véase p. 45. reformas políticas como los requisitos para para el registro en el censo, que aumentó
2. Las cifras sobre participación electoral presentadas aquí están tomadas de! Sta- los obstáculos para la participación electoral. mientas que a partir de 1960 el declive
tistical Abstraet of the United States (varios años), basadas a su vez en estudios de gran se ha dado en un medio propicio a un elevado nivel de votantes. El descenso durante
amplitud realizados por la Oficina del Censo (Census Bureau). Las cifras de la figu- tres décadas a partir de 1896 se vio acentuado por la introducción del sufragio femeni-
ra 1, basadas en datos reales procedentes de los diferentes estados y en cálculos sobre no en 1920, que redujo temporalmente la participación en las dos elecciones siguien-
el electorado legalmente reconocido realizados estado por estado son probahlemente tes. En I971 la edad para ejercer el derecho al voto se redujo a dieciocho años, pero
un poco menos precisos. Sin emhargo, todas las fuentes muestran en esencia el mismo esto ha tenido una repercusión menor sobre el descenso general de la participación
descenso relativo. Sobre participación electoral local véase Verba, Schlozman y E. electoral en las cuatro últimas décadas.
Notas Capítulo 2
--_._---------
7. Véanse Philip E. Converse, Thc Dynamics o( Party Support: Cohort Analyzing blación implicada en alguna actividad representan descensos de un quimo, o un 20 (X,.
Party ldentification, Beverly Hills (California), Sage, 1976; Glenn Firehaugh, "Met- Como las muestras utilizadas por mí son en general muy amplias, ciertas diferencias
hods for Estimating Cohort Replacemenr EHects», en: C. C. Clogg, ed., Soci%gical absolutas, incluso pequeñas, son estadísticamente muy significativas. La tendencia li-
Methodolngy 1989, Oxford, Basi! Blackwe!l, 1989, pp. 2.43-2.62.; William G. Mayer, neal a largo plazo que aparece en los datos de Roper en la fracción de personas que
TIJe Changinf{ American Mind: How and Why American Pub/ic Opinion Changed manifiestan "bastante interés» por los asuntos de actualidad cayó de aproximadamen-
Betwecn 19t5o and [988, Ann Arhor, University of Michigan Press, 1993. Un tercer te un 5 o % en 1974 a alrededor de un 38 en 1998. En las encuestas DOS Needham Life
proceso de cambio -el cambio en el cido de vida- suele enmascarar el cambio acumu- Style, las respuestas afirmativas a la propuesta «estoy interesado por la política» su-
lado, o se hace pasar por él. Sin emhargo, a no ser que cambie la estructura de edad de frieron una bajada repentina del 52 % en 1975-1976 al 42. en 1998-1999. Según una
la poh1<'lcltín, el mero C<lmh!() del ciclo de vid" no Aenera ningL1I1 camhio social, pues serie distinta de· preguntas planteadas en el informe Roper (disponible en Roper Re-
los hilos ({'producen sencil!¡:¡nleJlte el ciclo trnado por sus p¡:¡dres. Los camhlOs en la ports INueva York, Roper Starch Worldwide, 1995-19981, no en el archivo de encues-
estructura de edad ocurridos en la última mitad de! siglo xx entre la población de Es- tas Roper Social and Political Trends), el número de norteamcncanos que hablaron de
tados Unidos fueron directamente opuestos a los camhios acumulados en la participa- política «en la última semana» se redujo de manera más o menos continua del 51 % en
ción política y social; es decir, que la participación aumentó cuando la parte de la pobla- 1980 al 28 % en 1996.
ción que se acerca ha a la mitad de la vida se redujo dehido a la explosión demográfica 14. Cuando se aplica un cálculo de regresión al interés político de las encuestas
(1945-1965), y la participación descendió al crecer la parte de la población que alcan- OOB Needham Life Style y al interés por los acontecimientos actuales de las encuestas
zó esa misma edad cuando los miemhros de la generación de la explosión demográfica Roper en función del año de nacimiento y el año de la encuesta, el coeficiente de re-
(baby hoom) Ilep;aron a la edad madura (1965-2.000). En otras palahras, si se tuvieran gresión para al año de nacimiento es muy elevado, mientras que el del año de la en-
en cuenta de manera más explícita los factores del ciclo de vida, se exagerarían las ten- cuesta resulta insignificante. En otras palabras, las tendencias son atribuibles entera-
dencias en cuanto a participación estudiadas por mí. mente al cambio entre cohortes, y no al que se da en una misma cohorte. Sobre esta
R. Crilculo de! autor a partir del "rchivo Roper Social and Polítical Trends. metodología véase Firebaugh, "Methods for Estimating Cohort Replacement Ef-
9. Warren E. Miller y.l. Merrill Shanks. The New American Voter, Camhridge (Mas- fecrs», pp. 2.43-262. Stephen Earl Bennett, "Young Americans' Indifference to Media
sachusetts). HarvarJ University Prcss, T996, p. 69. concluyen con las siguientes pala- Coverage of Public Affairs», PS . Politieaf Scienee & Palit/es, 31 (sepriemhre de 1998),
bras el estudio más exhaustivo sobre esta cuestión: «I.as diferencias generacionales en pp. 540, 539, informa de que "es menos probable que los individuos de efltre diecio-
los índices de votaCión 1... ] se traducen en un descenso continuo en la participación cho y veintinueve años de edad lean, escuchen o vean informaciones políticas, y tam-
electoral nacional debido al mecanismo demográfico de la sustitución generacional». bién que presten una gran atención a la cobertura de los asuntos públicos por los me-
10. Stephen Knack. "Soci,,1 Altruism and Voter Turnout: Evidence from the 1991 dios de comunicación». Véase también Delli Carpini y Keeter, What Americans Know
NES Pilot Study», Colle~e Park, University of Maryland, 1992, y Margaret Conway, About Politics, p. 170.
Polítical Parflcipatinn in the United States, Washington, O.c., CQ Press, 1991, 2.. a ed., 15. Times Mirror Center for the People and the Press, "The Age of Indifference»,
p. 1:1 S; Ja1lles A. McCann. "Elector,,! Participation and Local Community Activism: Washington, o.c., Times Mirror Center, 28 de junio de 1990. Delli Carpini y Keerer,
Spillover EHects. 1992.-! 99r.·) (ponenci" presentado en la asamblea anual de la Ame- What Americans Know About Polities, p. 172., confirman que la "diferencia de cono-
rican Política! Science AssocJation, Boston, septiembre de 1998) y la investigación cimiento 1... 1 se debe más a procesos generacionales que de ciclo de vida».
citada en ella. 16. Según los National Election Studies, en las dos elecciones presidenciales de la
11. Verha, Schlozman y Br;:¡dy, VOlee and Equality, pp. 23-2.4 Y passim. Sobre el década de 1950, el7 % de los votantes de menos de treinta años dijo sentirse «muy in-
descenso del número de votantes véanse Brody, «The Puzzle of Political Participa~ teresado» por ellas. Las cifras correspondientes a las dos elecciones presidenciales de
tion»; Wolfinger y Rosenstone, Who Votes?; Teixeira, The Disappearing American la década de 1990 fueron del 40 % para quienes tenían más de seSenta años y del ¡ 5
Voter; Steven ]. Rosenstone y John Mark Hansen, Mobilization, Participation, and para quienes tenían menos de treinta.
Democraey in Ameriea, Nueva York, Macmillan, 1993; MiIler y Shanks, The New 17. Joseph A. Schlesinger, "The New American Political Partr" , American Political
American Voter. Science Review, 79 (diciembre de 1985), pp. II52-II69; Latry Sabato, The Party's
12.. Verha, Schlozman y Brady, Voice and Equality, p. 362. Y passim; Michael X. ¡ust Begun, Glenview (IIlinois), Scott, Foresmann, 1988; John H. Aldrich, Why Par-
Delli Carpini y Scoa Keeter, What Americans Know About Polities and Why It Mat- ties?, Chicago, University of Chicago Press, 1995, en especial pp. 15, 2.60. El análisis
ters, New Haven (Connecticutl, Yale University Press, [996, pp. 116+134,196-199. de los National Eleetion 5tudies de 1952-1996 es del autor.
13. Dado que la frecuencia de las actividades varía ampliamente, hago en general 18. Sabato, The Party's ¡ust Begun, p. 76. La figura 2 se basa en el número de orga-
hincapié a 10 largo del libro en el índice del descenso, más que en la magnitud absoluta niza·ciones políticas de toda la nación sujetas al pago de las tasas de la seguridad social,
del mismo. En otras palabras, una caída tanto del 50 al40 como del 5 al4 % de la po· ajustado al crecimiento de la población nacional.


63'
Capítulo 2
Notas

. T t . a en e n e der1995
o , lo que imposibilita la compara-.l
I9. Sonre la dec<ldencia en la identificación con los partidos véanse Miller y cambiaron de manera slgm Lca IV , b 1 tendencias de los daros recog -
.ores Sm em argo, as .
Shanks, The New American Vota, cap. 7; Rosenstone y Hansen, Mohilization, Partj- ción directa con los d atos anten '" n n descenso continuado en pra c -
b · la presentaCiOn muestra u ' ' h·
cipalian, and Democracy, cap. 'i; RusseJl J. Dalron, «Parties without Partisans: The dos después de 1cam 10 en 8 Véanse detalles sobre este arc IVO en
Decline of Party Identifications Among Democratic Publics», Irvine, University of Ca- ticamente todos los apartados, al menos en 199 .
lifornia, r99~L Los independientes prestan una atención mucho menor a la política y el Apéndice l. d los resultados de las encuestas Roper
' b' del error e muestreo, 'T
los asuntos públicos y tienden mucho menos a participar. Véase, por ejemplo, el estu- 26. DentrO d e l am lto . d l figura 3 son muy coincidentes. o-
dio clásico de Angus Campbell, Philip E. Converse, Warren E. Miller y Donald E. StO- de la figura 4 y los estudios National ElectlOns e a ea un número de entrevistas
di' f de Roper se basan
kes, The American Voter, Nueva York, John Wi[ey & Sons, 1960, y Miller y Shanks, dos los puntos de datos e gra lCO d 1 'f· de los NFS por lo que.las ten-
, que los e gra LCO . ,
The New American Voter. aproximadamente diez veces mayor, 1 1 de los Nationa[ Elewon 5tu-
R mas regu ares que os
20. La participación ha descendido en Jos años de elecciones presidenciales más d
dencias de los datos e oper son l. d por Mediamark Research mues-
b consumo rea Iza as
que en los de otras elecciones. La mitad aproximadamente del descenso en [as activi- dies. Las encuestas anua les so re . - s de la década de 1980 y los
bl d I 8 % entre los primeros ano
dades durante el año de la campaña para [a elección de presidente y casi [a totalidad de tran una caída compara e e 3 , d 1 t bala activo para un partido o un
n ro a frecuencia e " ra ,,
la tendencia descendente en las actividades para las demás elecciones se ha de atribuir últimos de la d e 1990 en cua d' k a Julian Baym por permitirme com-
a una sustitución generacional. En los National Election 5tudies se miden también candidato político». Agradezco a Me lamar y
otras dos formas de participación en las campañas: 1) la exhibición de las preferencias partir estos datos. ' 1 'd [azar y e'ntrevistados por Roper a lo
políticas propias medianre la práctica de llevar un distintivo, colocar una pegatina en 27 De los 64.210 norteamencanos e egl os a
. - 1976 500 exacta m '
°
ente (o un 7 8 %) dijeron
el coche o algún símnolo en casa; 2) una aportación económica a la campaña. Ambas largo de los cuatro anos entre 1973 Y d ' 1 'Itimos doce meses. En J99J-1994
haberlo ocupa o en os u 'h·l·d d
formas presentan cambios irregulares y no del todo explicables, debidos quizá en par- haber busca d o un cargo o '1 l· de las muestras la POS! 1 I a
"d 66 % Debido a o amp 10 '
te a otros cambios en la formulación de la pregunta. esta cifra habla cal o a un O , , ]' d d tadística es menor que uno entre
21. El análisis de los National Election 5tudies es del autor. La pregunta sobre con- de que esta tendencia temporal sea una casua I a es
tactos con el parrido es: «¿ Le llamó alguien de algún partido político o fue a visitarle y veinticinco. 5 '1 d polmcal Trends es del autor. Las en-
le hahló de la eampaib?». üL El análisis de los datos de Roper OCia an 'd d 1 250;' más o menos, entre los
, kR rch muestran una cal a e o,
22. Marshall Ganz, «Voters in the Crosshairs: How Technology and the Market cuestas de Medlamar esea 1 'l· d la de 1990 respecto a la frecuen-
- 1 d' d d 1980y os u umos ' 1 ,. "y otra del 35 % en la d e
e
Are Destroying Po]¡tics", The American Prospect, 16 (invierno de J994), pp. 100-109; Primeros anos .' de a eca a e ,
., activa en algun asunto socia CIVICO ,
Aldrich, Wh)' Parties?; R. Kenneth Godwin, "The Direct Marketing of Policics», en: da en la «paruclpaclOn
Mark Petracca, ed., The Politics of Interests, Baulde (Colorado), Westview Press, 1992, «hablar ante una reun~ó,n,política~. " . lectorales en e[ capítulo 9. Los daros de
pp. 308-325. Los daros sobre gastos de campaña están tomados de Stephen J. Wayne, 29. Véanse más anahsls de las 100clanvda.s e d tOS presentados por Dalton, Citize n
' d ' .ones contra Icen a
The Road to the White House J996: The Politjcs of Presidenlial E/ections, Nueva Roper sobre la fIrma e petlCI , d .' es se hizo más habitual entre 1975
York, Sto Martín's Press, 1996, pp. 30, 46; Herbert B. Asher, Presidentia/ Elections and Politics, p. 76. según los cuales la ftrma e rr:tl~:nplias y están realizadas con mucha
American Po/itics: Voters, Candidates, and Campaigns Since 1952, Pacific Grove (Ca- 7 h
y 1990. Las encuestas Ro~er son mu; masat posible explicación de [a diverge n -
lifornia), Brooks/Cole, 1992, 5: ed., pp. 2IO-2II; Common Cause (agosto de 1999). mayor frecuencia que las Citadas por a ton. ra b SI' el encuestado había firmado
. ' d por Dalton pregunta an , .
En el capítulo 9 se estudia una excepción a la decadencia de las organizaciones de cia eS que las encuestas Cita as d Roper se centraba en los «ulu-
. " . tras que la pregunta e
base: la derecha cristiana. «alguna vez» una penClOn, mlen, b b·l·d d d que las generaciones más jóvenes
lmayorprOalla e ,
23. John Aldrich y Richard G. Niemi, «The 5ixth American Party 5ystem: Electoral mas doce meses». Dd a a a .' d 1 cl·fra Dalton I,ara el «tiempo
. "IOn 11 to creCimientO e a
Change, 1952-1992>', en: Stephen C. Craig, ed., Broken Contract: Changing Re/a- hubieran firmado una petLC , e en d I 'ndice «anual» medido por Ro-
tionships Between Americans and Their Government, Boulde (Colorado), Westview de vida» podría estar de acuerdo con el el~cendso enterel 1974 y 19 8 5 por el Food Mar-
c' anales rea Iza as en 1
Press, 1995, pp. 87-109. Pero Según nueve encuestas 1 na 1 d' 1 se dio un descenso desde e
perrnerca oS nactona es, d
24. Verba, Schlozman y Brady, Voice and Equality, pp. 71-73, 77. 518. El número keting Institute (FMI I para os s: 8 -1 8 en la proporción de personas que e-
de miembros de un club político descendió de un 8 a un 4 % de la población adulta, 4 6 % en 1974-1977 hasta el 30 Yo en lf? 3 9 5 pet·lción' Consumer Altitudes and
. d ecinos Irmaran una ,
mientras que el de quienes hicieron una aportación para un partido o un candidato cían haber Intenta o qu~ sus v Food Marketing Institute, 1983, 1985, 19~4,
aumentó del 13 al23 %. the Supermarket, Washmg ton , D.C., " s ue hasta donde yo sé, ofrecen senes
25. Los sondeos de Roper Social and Political Trends continuaron después de di- 1995, 1996. Estas tres fuentes son l~s.umcaLq d'atos de Raper sobre cartas al Con-
., de pétlclones. os /.
ciembre de 1994, pero los daros sin elahorar no están disponinles para los investigado- temporales sobre presentaCLOn b 5 hl an Y Brady Voice and Equa Ity,
res académicos. Además, la formulación y la presentación de las cuestiones principales greso no parecen coincidir con los de Ver a, c ozm '
Notas Capitulo 3 633

p. 73, pero las encuestas del FMI tienden a confirmar los resultados de Roper, ya que 33. En 1947 el norteamericano adulto medio había cursado nueve años de estudios
muestran un descenso del 40 % entre 1974- 197 5 Y1984- 1 98 5 en la proporción de en- reglados; en 1998 esta cifra rondaba los trece años. Según la oficina del censo, la pro~
cuestados que habían «escrito una carta al Congreso pidiendo que el gobierno hiciera porción de adultos que habían concluido la enseñanza media aumentó de un 31% en
algo». Algunos investigadores dan noticia de un aumento en la correspondencia reci- 1947 a un 82 % en 1998.
hida en el Congreso, pero esto no contradice un descenso en los escritos enviados por 34. El análisis de los sondeos Harris archivados en el Instituto de Investigación en
los particulares si (se¡:?;lÍn parece a simple vista) una parte creciente del correo llegado Ciencias Sociales de la Universidad de Carolina es del autor.
al Congreso representa una correspondencia masiva enviada por organizaciones de
grupos de presión; véanse Malcolm E. Jewell y Samuel C. Patterson, The Legislative
Process in lhe Un¡t('d Sta/es, Nueva York, Random House, 1977, 3:' ed., pp. 30 6-3°7; Capítulo 3: Participación civica
Stephen E. Frantzich, Write Your Congressman: Constituent CommunicatlOns and
Representation, Nueva York, Pracger, 1986; David Thelen, Becoming Citizens in the 1. Tocqueville, Democracy in America, pp. 513-517.
Age ofTelevision, Chicago, University of Chicago Press, 1996. Los datos de Roper in- 2. Un sondeo realizado por Gallup en 1981 situaba Estados Unidos en la cabeza de
dicaban un descenso del 14 % en las Cartas al director entre 1973 y I994, pero los de doce democracias industrializadas en cuanto a frecuencia de afiliación a asociaciones
DDB Needham d<tban a entender un aumento de aproximadamente ellO % en esa ac- voluntarias; yen 1991, según la World Values Survey, entre treinta y cinco naciones, e!
tividad entre 19 8 7 y 1998. Las encuestas de Mediamark Research muestran una caída país estaba empatado con Noruega en la cuarta posición, detrás únicamente de Suecia,
del T5 % entre los primeros años de la década de 1980 y los últimos de la de 1990 en la Islandia y Holanda. Véanse Verba, Schlozman y Brady, VOlee and Equality, p. 80, Y
frecuencia del envío de cartas al director, un descenso del 20 %, más o menos, en el en~ Roben D. Putnam, «Sowling Alone: America's Declining Social Capital", ¡oumal of
vío de cartas a un cargo electo «acerca de alguna cuestión referente a asuntos públi~ Democracy, 6 (enero de 1995), pp. 65-78.
cos», otro del 30 % en la frecuencia de las visitas "personales a un cargo electo para 3. Murray Hausknechr, The joiners, Nueva York, Bedminster Press, 1962; Nicho~
exponerle un punto de vista», y otro deI35~40% en cuanto a escribir o llamar por te~ las Babchuk y Alan Booth, «Voluntary Association Membership: A Longitudinal
léfono a una emisora de radio o televisión. En general, el balance entre las pruebas in~ Analysis», American Sociological Review, 34 (febrero de 1969), pp ..~ 1~45.
diea decididamente que durallte las tres últimas décadas los norteamericanos han sido 4. Gale Researeh Company, EncyeJopedia of Associations, citada en el Statisrical
menos proclives a expresar sus opiniones sobre asuntos públicos. Abstraet of the United Srates (varios años); AJlan J. Cigler y Burdett A. Loomis, eds.,
30 . Los datos de Roper contradicen la afirmación de Everett Carll Ladd, «The Data lnterest Group Poljtics, Washington, D.C., CQ Press, 1991, 3. a ed., p. JI; Kay Leh~
J.ust. Do~'t Show Erosion of America's "Social Capital"», Publie Perspeetive, 7 man Schlozman y John T. Tierney, Organi:z;ed lnterests and American Democracy,
(¡uOlo/¡uho de 1996), p. 17, que cita pruebas presentadas en Verba, Schlozman y Brady, Nueva York. Harper & Row, 1986; Jack L. Walker, Mobilizing Interest Groups in
VOlee and Equa/ity según las cuales la proporción de norteamericanos que colaboraron America: Patrons, Professions, and Social Movements, Ann Arbor, University of Mi~
en actividades comunitarias aumentó entre 1967 y 1987. Verba y sus colegas no afir~ chigan Press, 1991; Frank R. Baumgarmer y Beth L. Leech, Baste Interests: The Im~
maron (y dijeron en privado que no creían en ello) que las pruebas proporcionadas por portance of Groups in Po/itjes and in Political Science, Princeton (Nueva Jersey), Prin-
sólo dos encuestas se impusieran a la evidencia de un cambio continuo medido en los ceton University Press, 1998, en especial pp. 102~106.
más de doscientos sondeos de Roper realizados mensualmente durante veinte años. 5. David Honon Smith, «National Nonptofit, Voluntary Associations: Sorne Para-
31. Stephen Knack, «Civic Norms, Social Sanctions and Voter Turnout», Rationa- meters», Nonprofit and Voluntary Sector Quarterly, 21 (primavera de 1992), pp. 81 w

lityand Society, 4 (abril de 1992), pp. 146~I47, sostenía que el descenso en la partici- 94. Las conclusiones de Smith fueron confirmadas por mí comparando muestras alea~
pación electoral representa un debilitamiento de la vinculación social. Knack fue uno torias de doscientas asociaciones con miembros individuales tomadas de diversas
de los cinco académicos que llamaron la atención sobre el debilitamiento general de ediciones de la Encyclopedia of Associations, Detroit, Gale Research Co., 1956, 1968,
Jos vínculos sociales en los últimos años. Véase su escrito «Why We Don't Vote _ Or 1978,1988 Y 1998. La afiliación media por asociación descendió de 111.000 en 1956
Say "Thank You" ", Wall Street joumal, 31 de diciembre de 1990, y Narval D. Glenn, a 13.000 en 1998. Agradezco a Adam Hickey su útil ayuda en esta y otras tareas.
«Social Trends in the United Sta tes», Public Opinion Quarterly, 51 (invierno de 6. En 1971 el 19 % de las asociaciones nacionales no lucrativas tenían su cuartel
1987), SI09~SJ 26,
general en Washington; en 1981 la cifra era del 29 %, según Robert H. Salisbury. «In w

3 2. Lori Weber, The Effects of Democratie Deliberation on Political Tolerance, te~ reresr Representatíon: The Dominance of Institutions», American Political Science Re~
sis doctoral, University of Colorado, 1999, pp. 24~42, explica que las formas «socia~ view, 78 (marzo de 1984), pp. 64~76. Véase también Cigler y Loomis, lnterest Group
les» de participación (como la asistencia a reuniones) están asociadas al aumento de la Politics, y Smith, «National Nonprofit, Voluntary Associations».
tolerancia política, mientras que las formas de participación «individual» (como la de 7. Theda Skocpol, «Advocates wirhollt Members: The Recent Transformatian of
establecer contacto con cargos públicos) no lo están. American Civic Life», en: Theda Skocpol y Morris P. Fiorina, eds., Civic Engage w
Notas Capítulo 3 635

ment In American J)enwrrae}', Washington, D.C., Brookings [nstiwtlon Press, IY99, Burdett A. Loomis, eds., Interest Group Palitics, Washington, D.C., Congressional
pp·4 hl -S09.
Quartcrly Prcss, 1998, 3:' ed., pp. 35-h2.
H. Jeffrey M. Berry, !,rJhbYIl1X ror the Pe()pfe: The I'rJlitlcal Behavior o/ Puh/ic Interest T 5. Con la figura 8 se pretende ofrecer únicamente un resumen aproximado de las
Groups, Princeron (Nueva Jersey), Princeton lJniversity Press, [977, p. 42. Tras un exa- experiencias de más de treinta organizaciones distintas; instamos a los lectores interesa-
men detallado de [os periódicos más importantes, la publicación Congressional Quar- dos a consultar los diferentes estatutos de cada una de las organizaciones presentadas
ter/y, la Encyc!opedia nf Associations y un cúmulo de grupos de presión registrados, en el Apéndice 111. Dada la inevitable inseguridad acerca de los datos sobre afiliación a
Berry (p. 14) llegó a la conclusión de que "esta encuesta representa un porcentaje suma- lo largo de todo un siglo y la irremediable arbitrariedad en cuanto a los grupos que se
mente alto -seguramente superior al 80- del verdadero número de grupos de interés han de incluir, no deberíamos sobreinterpretar los detalles de la figura 8. Mi intención
público existentes en e[ momento de las entrevistas (septiembre J 972·junio de [973 }». ha sido abarcar todas [as grandes organizaciones cívicas con secciones nacionales exis-
9· Estas cifras están calculadas a partir de la encuesta presentada en Walker, Mabi/i- tentes en las décadas de 1950 y 1960, además de cualquier otra creada a partir de en-
zing Interest Groups in America. Entre los grupos de ciudadanos recogidos en la en- tonces (no apareció ninguna) y una selección de organizaciones más pequeñas, de «ni-
cuesta, la correlación entre la fecha de fundación y las secciones con miembros indivi- cho», como Hadassah, NAACP, Optimists y 4-H. (Los sindicatos y las asociaciones
duales fue de r = -0,17, cifra estadísticamente significativa en el nivel O,or. Sobre la profesionales quedan excluidas de la figura, pero se estudian en el capítulo 5,) Como las
anomalía de la existencia de grupos de interés público sin miembros véanse Frank J. So- líneas generales de la figura 8 encuentran un eco en la mayoría de este grupo variado de
rauf, The Wall nf Separation, Princeton (Nueva Jersey), Princeton University Press, organizaciones, tengo una gran confianza en que representará grandes tendencias histó-
1976; Berry, Lobbying for the People; Michael T. Hayes, «The New Group Universe», ricas en la afiliación a ese tipo de organizaciones. Para dar a la figura 8 una tendencia
en: Allan J. Cigler y Burdett A. Loomis, eds., Interest Group Politics, Washington, D.C., contraria a mi hipótesis -que la afiliación ha descendido en el último tercio del
Congressional Quarterly Press, 1986, p. 134; Theda Skocpol, "Civic America, Then siglo XX-, he excluido varias grandes asociaciones del XIX que tendieron a extinguirse
and Now», en: Putnam, Dynamics ofSocial Capital in Comparative Perspective. en la primera mitad de! XX, como e! grupo fraternal de los Redmen, aunque he incluido
10. Charles R. Morris, The AARP: America's Most Powerfut Lobby, Nueva York, unas pocas que seguían siendo fuertes tras la Segunda Guerra Mundial, como los Odd
Times Books, 1996, pp. 23-43; Cristine L. Day, What O/der Americans Think: lnte- Fellows. La inclusión de esos grupos reduciría el evidente crecimiento de la vitalidad
rest Groups and Aging Palicy, Princeton (Nueva Jersey), Princeton University Press, asociativa en la primera mitad del siglo xx y exageraría su posterior decadencia. Estas
1990, p. 61>.
inclusiones o exclusiones no alterarán, sin embargo, decisivamente las grandes líneas de
11. Los sociólogos utilizan [a expresión «asociaciones primarias» para referirse a
la figura 8. Para cada organización enumerada en el Apéndice 111 he calculado una afi-
los vínculos más estrechos de! individuo -la familia y los amigos íntimos-, y la de liación anual como fracción de sus miembros potenciales: afiliación a la PTA por mil fa-
«asociaciones secundarias» para lazos menos estrechos, como las iglesias, sindicatos y milias con niños, afiliación a la Legión Americana por mil veteranos, afiliación a la Ha-
organizaciones comunitarias. Véase un análisis pionero en Bernard Barber, "Participa- dassah por mil mujeres judías, etc. Para los años que faltan, he interpolado la afiliación
tion and Mass Apathy in Associations», en: A. W. Gouldner, ed., Studies in Leader~ de los años contiguos. Para dar a todas las organizaciones un peso igual, al margen de
ship, Nueva York, Harper, 1950.
su tamaño y cuota de mercado, he calculado "puntuaciones estándar» para cada una
12. Algunas de estas organizaciones proporcionan, por supuesto, a sus miembros de ellas comparando su cuota de mercado en un año dado con su cuota de mercado me-
servicios comerciales, como seguros de grupo o camisetas de alta costura, pero en esta dia a lo largo del siglo en conjunto, sacando luego la media de las puntuaciones están-
función no se distinguen de otras empresas de compra por correo. dar de todas las organizaciones en un año determin::ldo. Este método de estandariza-
13· Los datos sobre afiliación a organizaciones de veteranos están tomados de la Ge- ción hace que el eje vertical mida no los índices absolutos de afiliación, sino tendencias
nera! Social Survey, 1974-1994; los referentes al número de veteranos vivos, de la relativas a la media de un siglo. Agradezco a la profesora Theda Skocpol sus numerosos
Veterans Administraticm. Los referentes a la afiliación sindical, de la encuesta anual e ilustrativos análisis sobre la historia de las asociaciones en Norteamérica, así como su
de! Ministerio de Trabajo; los de! número de slOdicatos, de la Encyclopedia af Asso- generosidad en compartir conmigo los datos recogidos en su proyecto de investigación
ciations.
sobre este tema. No obstante, la responsabilidad por los datos y conclusiones expuestos
14· Christopher J. Bosso, «The Color of Money: Environmental Groups and the aquí es sólo mía. Véase Theda Skocpol, con la ayuda de Marshall Gam, Ziad Munson,
Pathologies of Fund Raising», en: Allan J. Cigler y Burdett A. Loomis, eds., Interest Bayliss Camp, Michele Swers y Jennifer Oser, «How America Became Civic», en Skoc-
Group Patities, Washington, D.C., Congressional Quarterly, 1995,4: ed., pp. 101- poI y Fiorina, eds., Civic Engagement in American Democracy, pp. 27-80.
13°, en especial p. 1 17, Y entrevistas con miembros del equipo. Sobre las compras por r6. Aunque los datos cuantitativos sobre asociacionismo en el siglo XIX son esca-
correo directo por «grupos de ciudadanos», véanse Jeffrey M. Berry, The Interest sos, parece ser que e! único período en que se dio un indudable descenso en la activi-
Group Society, Nueva York, Longman, 1997, 3..' ed., pp. 77-80; Paul E.Johnson, «In- dad asociativa entre 1865 y J9(15 fue el de 1930 a T93'i. Véanse algunas pruebas y la
terest Group Recruiting: FindlOg Members and Keeping Them», en: AlIan J Cigler y historiografía correspondiente en GemId Camm y Robert D. Putnam, «Growth of Vo-
Notas
- - - . - - - - - - . _ -.. -----
luntary Associatjons in Allleric<I, IH40-l94o», journal of InterdisC/pllllary History, sia», así como a [a categoría global de «otros". En 1993 y 1994 sólo se planteó esta
29 (primavera de J999), pp. 511-557. John Harp y Richard J. Gagan, «Changes in significativa pregunta a algunos subconjuntos de [a GSS, por lo que [os resultados de
Rural Social Organizations: Comparative Data from Three Srudies», Rural Sociology, aquellos años son menos fiables.
34 (1969), pp. 80-85, informa de que la densidad organizativa no cambió entre 1924 28. Estos datos están tomados de [a General Social Survey de 1987. Según una en-
y 1936, Y aumentó a continuación en un 50% hasta J964, lo cual confirma de forma cuesta Louis Harris de 1973 (estudio número 2343 dellnstitute for Research in the
independiente la figura 8. Social Sciences de la Universidad de Carolina del Norte), el 48 % de los miembros de
17· La vida cívica en Norteamérica experimentó también un auge después de J865 alguna organización había ocupado en algún momento un puesto administrativo en
y de 1918, pero ambos aumentos en tiempos de posguerra resultaron razonablemente algún club, cifra prácticamente idéntica a la dada por [a GSS en 19 8 7.
duraderos incluso en una situación de trastornos económicos sustanciales, mientras 29. El análisis del archivo de los daros de Roper Social and Political Trends es del autor.
que el declive producido después de 1960 comenzó y continuó en períodos de prospe- 30. William Safire, «On Language», New York Times, 13 de agosto de 19 8 9.
ridad. En otras palabras, la caída posterior a 1960 no se ha de interpretar como una 31. Véase el Apéndice 1 sobre detalles metodológicos,
simple vuelta a la «normalidad" de los años de preguerra. 3 2 • John P. Robinson y Geoffrey Godbey, Time for Life: The Surprlsing Ways Ame-
a
18. Babchuk y Booth, «Vo[unrary Association Membership», p. 34. ricans Use Their Time, University Park, Pennsylvania State University Press, 1999, 2.
19· Susan Crawford y Peggy Levitt, «Social Change and Civic Engagement: The ed. Agradezco al profesor Robinson haber compartido conmigo el archivo del empleo
Case of the PTA», en: Skocpol y Fiorina, eds., Civic Engagement in American Demo- del tiempo por los norteamericanos, y a Dan Devroye su cuidadoso análisis de [os da·
cracy, pp, 250-25I. tos. Mis resultados difieren ligeramente de los presentados por Robinson y Godbey
20. Los avances de [a PTO podrían explicar únicamente, en el mejor de los casos, debido a mi compensación de los datos: J) para corregir anomalías en la toma de
una parte del retroceso de la PTA, Según The Third PTA National Education Survey, muestras de la encuesta de 1965, y 2) para garantizar una importancia igual a los die-
Los Ángeles, Newsweek, 1993, dos terceras partes de los hogares afiliados a algún tarios de cada día de la semana. El ajuste más importante corrige el hecho de que las
grupo de carácter escolar pertenecían a la PTA; por tanco, incluso en [a hipótesis su- muestraS recogidas en J965 excluían los hogares de comunidades con menos de trein-
mamente improbable de que en 1960 no hubiera ninguna PTO no afiliada, el hipotéti- ta y cinco mil personas en [os que todos fueran jubilados.
co aumento de los grupos no afiliados no podía equivaler <11 descenso en el número de 33. El análisis del archivo del empleo del tiempo por los norteamericanos es del autor.
miembros de los afiliados a la PTA. Por otra parte, uno al menos de los mayores gru- 34. La fórmula de escalamiento semanal utilizada aquí presupone que una persona
pos locales no afiliados -la Unired Parents Associations de la ciudad de Nueva York que dice haber realizado una actividad el miércoles no informaría de haberla realizado
Ciry- experimentó a su vez descensos masivos en el número de miembros tras los pri- también el jueves. Como la aproximación es probablemente algo inexacta, las cifras
meros afios de la década de 1960. VéaseSam Dillon, «A Surge in Advocacy Within Pa- globales dadas en el texto sobrevaloran quizá levemente la parte total de pers~nas ~~e
rent Groups», New York Times. 13 de octubre de T993. participaron durante una semana. Es poco probable, sin embargo, que esta estJmaclon
21. Tom W. Smith, "Trends in VoJuntary Group Membership: Comments on aproximativa afecte al tamaño y dirección del cambio a lo largo del tiempo. Todas las
Baumgartner and Walkcr», American journal of Pofitical Science, 34 (agosto de tendencias sobre empleo del tiempo de las que se informa en este libro son altamente
1990), pp. 646-66 1, cira en la p. 647. significativas desde un punto de vista estadístico.
22. Frank R. Baumgarrner y Jack L. Walker, «Survey Research and Membership in 35. Statistical Abstract of the United States 1997, tabla 406, complememada con
Voluntary Associarions», American Journal of Political Sciene, 32 (noviembre de datos no publicados del Bureau of Economic Analysis, US Department of Comerce.
1988), pp. 908-92R; Smith, «Trends in Voluntary Group Membership».
23· Joseph Veroff, Elizaberh Douvan y Richard A. Kulka, The lnner American:
A Self-Portrait from 1957 lo 1975, Nueva York, Basic Books, 1981. Capitulo 4: Participación religiosa
24, Veroff, Douvan y Kulka, lnner American, p. 17.
25· El único apartado que no decayó a lo largo de estas dos décadas fue el de «gru- 1. Seymour Martin Lipset, «Comment on Luckmann», en: Pierre Bourdieu y James
pos socia[es» (que abarca desde los clubes de campo a los equipos deportivos), repre- S. Coleman, eds., Social Theory for a Changing Society, Boulde (Colorado), Westview
sentantes aproximadamente de uno de cada cinco afiliados; el índice de afiliación en Press, 1991, pp. 185-188, cita en la p. 187.
esta categoría aumentó del I3 al 16%. 2. Phillip E. Hammond, Re/igion and Personal Aulonomy: The Third Disestablish-

26. En el Apéndice 1 se describe en detalle cada uno de estos archivos de encuestas. ment in America, Columbia, University of South Carolina Press, J992, p. XIV.
27· En quince encuestas distintas realizadas entre J974 y 1994, la General Social 3. Roger Finke y Rodney Stark, The Churching of Ameri~a> 1776-1990: Winners
Survey preguntó a los nortemaricanos si «eran o no miembros de» uno de los quince and Losers in Our Re/igious Economy, New Brunswick (Nueva Jersey), Rutgers Uni-
tipos específicos de grupos, desde los «fraterna[es» a los «relacionados con una igle· versity Press, 1992, en especial p. 16.
Notas Capítulo 4 639

4· E. Rronks Holifleld, "Towards a History of American Congregarions», en: Ja- Commitment ro Action: How Religious Involvement Affects Giving and Yoluntee-
mes P. Wmd y James W. Lewis, eds., American CongregatlOns, vol. 2.: New Perspecti- ring", y Mordechai Rimar y Gary A. Tobin, «Jewish Giving Parterns to Jew~sh ancl
l/es in lhe 5tudy (J/ Cnngregations, Chicago, University of Chicago Press, 1994. pp. 23- Non-jewish Philanthropy", ambos en: Robert Wurhnow, Virginia A. Hodgkmson y
.5), cita en la p. 24. asociados, ecls., Faith and Phi/anthropy in America, San Francisco, jossey-Bass, 199°,
5· Wade Clark Ronf y WilJiam McKinney, American Mainline Religion: lts Chan- pp. 93- 1 14, 134- 16 4. Yéanse pruebas parcialmente contradictorias en jo.hn Wilson y
ging Shape and Future, New Brunswick (Nueva jersey), Rutgers University Press, ThomasJanoski, .. The Contribution of Religion to Yolunteer Work», SoC/o!ogy of Re·
1987, p. 6. ligion, 56 (verano de 1995), pp. 137- 1 5 2 .
6. Sara Terry, "Resurrecring Hope», The Bastan G/abe Magazine, I7 de julio de 14. Kenneth D. Wald, Religion and Pofities in the United States, Nueva York, Sto
I994, p. 22 Martin's Press, 1987, pp. 29-30. Véase también Strate et al., «Life Span Civic Deve-
7· Hammond, Religion and Personal Autonomy, apéndice A, pp. 178-I84; Holi- lopment», p. 452.
field, uTowards a History of American Congregarions», p. 44. 1 S. Ram A. Cnaan, Amy Kasternakis y Robert J. Wineburg, "Religious People, Re-
H. Verba, Schlnzm;ln v Brady, Voice and Equa/ity, en especial pp. 282-283, JI7- ligious Congregations, and Volunteerism in Human Services: Is There a Link?", Non-
3.) 3, 3 77- ~H4 v 'j-l H-S 2. 1; Theodore F. Macalauso y John Wanat, "Yoring Turnout & profit and Voluntary Sector Quarter/y, 22 (primavera de 1993), pp. 33-5T; ~lton F.
Religiosity", Polit)', 12. (otoño de 1979), p. J 59; John M. Sera re, Charles]. Parrish, jackson, Mark D. Bachmeier,James R. Wood y Elizabeth A. Craft, .. Yolunteenng and
Charles D. Eldcr y Cnit rord, 111, d.de Span, Civic Developmenc and Yoting Partici- Charieable Giving: Do Religious and Associational Ties Pro mote Helping Behavior?»,
patioo», American ?nlillca! Science Review, 8 (junio de 1989), pp. 443-464; Steven Nonprofit and Voluntary Sector Quarterly, 24 (primavera de 1995 l, pp. 59-7 8; John
A. Peterson, "Church Participation and Political Participation; The Spillover Effect", Wilson y Marc Musick, "Who Cares? Toward an Integrated Theory of Yolunteer
American PolitlCS Quarterly, 20 (enero de 1992), pp. 123-139; Fredrick C. Harris, ,,50- Work» American Sociological Review, 62 (octubre de 1997), pp. 694-71.,. En las en-
mething Within: Re!igion as a Mobilizer of African-American Political Activism", cuestas' DDB Needham Life Style, la asistencia a la iglesia es un prediccor mucho más
¡ournal o/ Polities, SIÍ (fehrero de I994), pp. 42-68; Kenneth D. Wald, Lyman A. poderoso de actividades de voluntariado que el acuerdo con la frase" La religión es
Kellstedc y David C. Leege, "Church Involvemenr and Political Behavior», en; David importante para mi vida".
C. Leege y Lylllan A. Kellstedr, eds., Rerfiscouering the Rcligious Factor in American 16. Los datos de este párrafo están tomados de la National Congregational Survey
PO!i:ICS, Armonk (Nllcva York), M. E. Sharpe, T993, en especial p. 1 JO; Rosenseone y de 1998, según aparecen reseñados en Mark Chaves, "Religious Congregations a~d
H;¡nsen, lvlnhilizatio1/, P,ntu:ipatinn, and Democracy In America, p. T .')8. Welfare Reform: Who WiI! Take Advantage of Charitable Choice?", American SOCIO-
9· El andlisis de la General Social Survey y de los daros de DDS Needham Life Style logical Review, 64 (r999), pp. 836-846, Y Mark Chaves, ,'Congregations' Social Ser-
es del autor; se mantienen constantes las variables de educación, ingresos, trabajo a vice Activities», Washington, D.C., The Urban Institure, Center on Nonprofits an~
jornada completa, sexo, estado matrimonial y parental, residencia urbana/rural, edad Philanthropy, 1999. índices de actividad algo más altos, aunque menos representati-
y raza. Esta fuerce correlación entre religiosidad y asociacionismo fue expuesta en la vos, aparecen reseñados en Virginia A. Hodgkinson, Murray S. Weirzman y asociado~,
década de 1950 por Hausknecht, The}oiners, 54, y Bernard Lazerwitz, "Membership Prom Belie{ to Commitment: The Community Servjce Activities and Finances of Relt-
in Vohmt;¡ry Associatinn~ and Frequency of Church Attendance», }ournal for the gious Congregations in the United States: 1993 Editian, Washington, D.C., Independent
.'·IC/entific Study o/ Religinn, 2 (octubre de 1962), pp. 74-84. Sector, 1993, en especial p. 3 T, Y Ram A. Cnaan, Social and Community lnvolvement
10. El ;¡n,íli~is del National Election Study de T996 es del autor. of Re/igious Congregations Housed in Historic Religious Properties: Findings fro m a
I l. En 1;1~ el1<."lIl'st;lS J)DB Ncedh;¡1ll Life Seyle, la asistencia a 1;1 iglesia)' el acuerdo Six.City Study, Filadelfia, University of Pennsylvania School of Social Work, T997·
con la é1t"lrm.lciún ,. t.~1 rdigiún cs importante en mi vida» son predictores mas fuertes Véanse también John J. Dilulio jr., "Support Black Churches: Faith, Outreach, and the
que acudir a cluhes, realizar trabajos voluntarios, visitar a amigos y recibir invitados Inner-City Poor", The Brookings Review, 17 (primavera de (999), pp. 42-45; Glenn.C.
en (aS<1. En casi todos los indicadores de compromiso cívico de las encuestas Roper So- Loury y Linda Datcher Loury, "Not by Bread Alone", The Brookings Review, T 5 (111-
Cial and Political Trends la diferencia entre quienes asistieron a la iglesia la semana an- vierno de 1997), pp. 10-13; Samuel C. Freedman, Upon this Rock: The Miracles o( a
terior y quienes no lo hicieron es tan grande como la existente entre quienes han con- Black Church, Nueva York, Harper-Collins, 1993; Mark R. Warren, «CommullIty
cluido los estudios de enseñanza media y los universitarios. Building and Policical Power: A community Organizing Approach ro Democraric Re-
T 2. El análisis de una encuesta sohre comunicación inrerpersonal de Scripps-Ho- newal», American Behavioral Scientist, 41 (septiembre de 1998), pp. 7 8-9 2 . .
ward/Ohio University, junio de '997, es del autor. 17. Aldon D. Morris, The Origins of the Civil Rights Movement: Black Communt-
13· Virginia A. Hodgkinson y Murray 5. Weirzman, Givingand Volunteering in the ties Organizing for Change, Nueva York, Free Press, 1984, cita en p. 4· Véase también
United States: [99(-, t."ditioll, Washington, D.C., Independent Sector, '996, pp. 5, 14, McAdam, Freedom Summer, y Doug McAdam, Politica/ Process and the Deve/op-
12.1-1.~1; Vir.c:ini~l A. 1-fndgkinson, Murray S. Weitzman y Arthur D. Kirsch, «From ment of Black lnsurgency T9.30-T970, Chicago, University.of Chicago Press, 19 82 .
Notas Capítulo 4

18. Fredrick C. Harris, Something Within: Religion in African-American Political análisis de las debilidades metodológicas de los datos sobre confesiones en las notas
Activism, Nueva York, Oxford University Press, 1999, en especial pp. 59, 63-64; C. del Yearbook of American and Canadian Churches, I984, y en posteriores ediciones del
Eric Lincoln y Lawrence H. Mamiya, The Black Church in' the African American Ex- mismo anuario. Los datos del sondeo Gallup están tomados de Statistical Abstract of
perience, Durham (Carolina del Norte), Duke University Press, 1990; Mary Pattillo~ the United States, I997 (tabla 86), basado en encuestas realizadas por la Gallup Orga-
McCoy, .. Church Culture as a Strategy of Action in the Black Community", American nization, Inc.; George Gallup Jr., The Gallup Poli: Pub/ic Opinion, Wilmington (Dela-
Sociolngical Review, 63 (diciembre de 1998), pp. 767-784. La mayor religiosidad de ware), Scholarly Resources Inc., 1986 y otros años, la página web de Gallu~, www. ga-
los afroamericanos se ve confirmada por las encuestas Genera! Social Survey, National lIup.c om /polllindicators/indreligion.asp, y en Mayer, The Changtng Ame~lc~n Mm~,
Election Study, Roper Social and Political Trends y los archivos de DDB Needham Life p. 379. En años posteriores esta serie combina múltiples encuestas en una UOlca ~edla
Style, así como por Verba, Schlozman y Brady, Voiee ami Equality. anual. Norval D. Glenn, «The Trend in "No Religion" Respondents to U.S. Natlonal
J9. C. Eric Lincoln, "The Black Church and Black 5elf-Determinaríon» (artículo Surveys, Late 1950S to Early 1980s», Puhlic Opininn Quarterly, 51 (otoño de 1~87),
presentado en la reunión anual de la Association of Black Foundation Executives pp. 293-3 1 4; Robert Bezilla, ed., Religion in America: 1992-1993, Princeton RehglOn
Kansas City, Missouri, abril de 1989). ' Research Center, 1993, p. 4°·
20. Véase Mayer, The Changing American Mind, pp. 375-376. Según el sondeo
2.5. La prueba a más largo plazo y expuesta más ampliamente procede de una pre-
GaJ1up (www.gallup.com/poll/indicators/indreligion.asp). la proporción de norteame- gunta normaliza~a plantea.da d.e manera .regular desde 1~3~ en u~ son~e~ de opinió~
ricanos que dicen "La religión es muy importante en mi vida» cayó de un 75 % en Gallup: «¿Ha aSIStido a la IgleSIa lo a la smagoga1 en 105 ultlmos s.lete dlas. ». Una pre
1952. a un 52% en 1978, rero seguidamente se recuperó algo hasta llegar a un 60 % gunta similar aparece en el archivo Roper Social and Polítical Trends de 1~74-1~9~:
en 1999. Seglln el archivo DDB Needham Life Style, la proporción que estaba "defini- «'Cuál de las siguientes cosas ha hecho en la pasada semana? l···] ir a la igl es1a o aSIstir
tiva» o «generalmente» de acuerdo con la expresión "La religión es muy importante a t oficio religioso». Entre 1952 y 1968 los National Elecrion Studies preguntaban a
un
en mi vida» había caído de un 57 % en 1 981 a un 50 % en 1999. En cambio, el Prince- sus encuestados: «¿Diría usted que asiste a la iglesia con regularidad, a menudo, rara-
ton Religious Index, que mide la fe en Dios, la preferencia religiosa, la creencia en que mente o nunca?»; a partir de 19681a pregunta estaba formulada así: «¿Diría usted que
DIOS puede dar respuesta a los prohlemas actuales, la pertenencia a una iglesia, la con- asiste a la iglesia/sinagoga todas las semanas, casi todas las semanas, una o dos veces al
fianza en la religión organizada, el sentimiento de que el clero es honrado, la opinión m~, unas pocas veceS al año o nunca?». Desde 1967 el National Opinion Rese,arch
de que la religión es muy importante para la propia vida y la asistencia a la iglesia o a la Center (más tarde General Social Survey) ha planteado esta pregunta: «¿Con que fre-
sinagoga descendieron bruscamente y de manera más o menos continua de 1961 a cuencia asiste a los oficios religiosos?»; Y desde 1975 las encuestas de DDB Needham
1994: C. Kirk Hadaway y David A. Roozen, Rerouting the Protestant Mainstream: Life Style pregunta: «¿Cuántas veces ha asistido a una iglesia u otro lugar de culto en los
Sources of Grnwth and Opportunities (or Change, Nashville (Tennessee), Abingdon últimos doce meses?». El cálculo de asistencia semanal ofrecido en el texto representa el
Press, 1995, pp 43-44· ámbito de los resultados de Roper y Gallup; los cálculos de DOS Needham Y GSS de en-
21. Mamn Marty, profesor de la Universidad de Chicago, citado en "Spirítual tre veinte y veinticinco asistencias anuales a la iglesia implican una cifra similar. .
America», U.S. News & World Report, 4 de abril de 1994. 26. Estos datos están tomados del sondeo Gallup y de la serie National Elecnon
22. Roben Wuthnow, The Crisis In the Churches: Spiritual Ma/aise, Fiscal Woe, Study. Según las encuestas NIMH citadas en la nota 1 del capítulo 3, entre. 19.57 y
Nueva York, Oxford University Press, 1997, p. I71. Sobre el debate acerca de la secu- 197 6 se produjo un descenso del 10 % en la asistencia a la iglesia, resultado cOlOcIden-
larización véanse Jeffrey K. Hadden, "Toward Desacralizing Secularizatíon Theory», te con otras pruebas de encuestas de ese período.
Soctal Forces, 65 (marzo de I987), pp. 587-611; Frank J. Lechner, "The Case against 27. Los cinco archivos y los cambios respectivos registrados por cada u~o de ellos
Secularizatíon: A Rebuttal», Social Forces, 69 (junio de 1991), pp. 11°3-11 19; y el es- son: sondeos Gallup (descenso de un 4 % de 1975-1976 a 1998-1999), Natlonal Ele~­
pecial "Symposium: Surveys of U. S. Church Attendance», American Sociological Re- tion 5tudies (descenso de un 6 % de 1970.1972 a 1996-1998), Roper Social and Poh-
view, 63 (febrero de 1998),PP. 1II-145· tical Trends (descenso de un 19 % de 1974-1975 a 1997-1998), General Social Survey
23. R. Stephen Warner, "Work in Progress toward a New Paradigm for the Sociolo- (descenso de un 13 % de 1974-1975 a 1997.1998) Y DOB Needham Life Style.{descen-
gical Study of Religion in the United Sta tes» , American ¡numal o( Sociology, 98 (mar- so de un 15% de 1975-1976 a 1998-1999). Un sexto archivo que Yankelovlch Part-
zo de 1993), pp. I044-1093, en especial p. 1049. ners han puesto amablemente a mi disposición pregunta por asistencias al menos
24. Los datos sobre confesiones están tomados de Constant H. Jacquet Jr., ed., Ve· «ocasionales»; dado que este umbral es más bajo, los datos no son lo bas[,ante c~~pa­
arbook of American and Canadian Churches. I984, Nashville (Tennessee), Abingdon rabies como para ser incluidos en la figura 13, pero este barómetro cayo tamblen en
Press, 1984, p. 248, Y ediciones posteriores del mismo anuario; Statistical Abstract of torno a un 25 %, de un 64 % en 1978-1980 a un 49 % en 1997. 1 999. ..
the U~it.ed States, I994; Benron johnson, «The Denominations: The Changing Map 28. La figura 13 se basa en las cifras medias de asistencia semanal a la IglesIa del
of Rehglous America», Public Perspective, 4 (marzo/abril de 1993), p. 4. Véase un sondeo Gallup (1940.1999), los sondeos Roper Social and Political Trends (1974-
N()tas Capítulo 4

T99 6 ), los Narional Electinn Srudies (1952-1992), los sondeos DDB Needham Life Sty- en el tiempo dedicado a la iglesia según Sandra L. Hoffert y .Iack Sandberg, «Changes
le (1975-T999) y la General Social Survey (T972-1998). Hemos recalculado los resulta- in American Children's Time, 1981-1997" (artículo presentado en la asamblea anual
dos de los tres últimos archivos para ajustarlos al formato de "asistencia semanal a la de la American Sociological Association, Chicago, agosto de 1999), p. 30.
iglesia» de los dos primeros. Otras fórmulas de calibración alterarían el nivel absoluto 33. El análisis de los datos de GSS, Roper, NES, NIMH y DDS Needham Life Style,
documentado de asistencia a la iglesia, pero no las tendencias básicas. El formato de la así como de los datos de dietarios es del autor. (Los datos de Gallup no están disponi-
pregunta de los NES se modificó en 1970, y nuevamente en 1990, pero es[Os cambios bles para un análisis secundario por parte de estudiosos ajenos a la organización.) La
no alteraron sustancia Imente los resultados utilizados para construir la figura 13. metodología estadística en que se basa esta conclusión aparece descrita en Firebaugh,
2~. Véanse C. Kirk Hadaway, Penny Long Marler y Mark Chaves, "What the Polls "Methods for Estimating Cohort Replacement EHects». Véase también James A. Da-
Don t Show: A Closer Look at U.S. Church Anendance», American Sociological Re- vis, "Changeable Weather in a Cooling Climate atop the Liberal Plateau: Cnnversion
view, 58 (diCIembre de 1993), pp. 74'-752; Mark Chaves y Jame~ c. Cavendish, and Replacement in Forty-Two General Social Survey ltems, 1972-1989», Puhlic 01)1-
"MoreE.vidence on.l~.S. Carholic Church Attendance»,Jounal for the Scientific Study nion Quarterly, 56 (otono de 1992), pp. 261-306, en especial p. 301 .
of ReftglOn, 33 (dlclemhre de 1994), pp. 370-38r; "Symposium: Surveys of U.S. 34. Sobre los modelos de ciclo de vida y generacionales en el comportamiento reli-
Church Attendance». Según la General Social Survey de J996, sólo un 2 % de las per- gioso de los norteamericanos véanse Michael Hout y Andrew M. Greeley, "The Center
sonas .que no habían ido a la Iglesia la "semana anterior» decía haber asistido a algún Doesn't Hold: Church Attendance in the United Sta tes, 1940-1984», American Socio-
°
otro tIpO de acontecimiento reunión religiosa. Por tanco, la pregunta estándar no logical Review, 52 (junio de 1987), pp. 325-345; Mark Chaves, "Secularizatíon and
pasa por alto un número significativo de personas que asisten, por ejemplo, a reunio- Religious Revival: Evidence from U.S. Church Acrendance Rates, 1972-1986», Joumal
nes de oración en vez de a los oficios eclesiásticos. for the Scientific Study of Religion, 28 (diciembre de 1989), pp. 464-477; Glenn Fire-
3°· Las encuestas resumidas aquí son el National Election Study de T952, según el baugh y Brian HarJey, "Trends in U.S. Church Attendance: Secularization and Revival,
cua.1 ha~ía un 23 % de afiliacIón a grupos religiosos al margen de la afilia~ión a algu- or Merely Lifecycle Effects", Journal for the Scientific Study of Religion, 30 (diciembre
na IglesIa; u~a encuesta de T955 presemada por Hausknecht, The Joiners (25%); la de 1991), pp. 487-5°0; Ross M. Stolzenberg, Mary Blair-Loy y Linda J. Waite, "Reli-
,?eneral Social Survey de 1987 (14 %); una encuesta de 1989 presentada por Yerba, gious Participatian in Early Adulthaod: Age and Family Life Cycle EHects on Church
Schlozman y Brady, VOlee and Equaftty (R 'Yo), Y el National Election Study de 199 6 Membership", American SfJLiological Review, 60 (febrero de T995), pp. 84- 1 °3.
(~3 %). La formulación de las preguntas pertinentes variaba ligeramente entre estas 35. El análisis de los archivos Roper Social and Polítical Trends (f974- 1 99 8 ) Y Ge-
ClOCO encuestas, pe.r~ c~,mo en bs últimas se realizaron más sondeos, es probable que neral Social Survey (1972-J998) es del autor.
el descenso en la a6!taclOn a grupos religiosos entre la décadas de 1950 y las de 19 8o - 36 . Wade Clark Roof, A Generation of Seekers: The Spiritual Journeys of the Baby
1990 fuera, si acaso, subestimado. Boom Generation, San Francisco, Harper, 1993; David A. Roozen y William McKin-
3 r. Según la General Social Survey, la afiliación a un «grupo relacionado con algu- ney, "The "Big Chill" Generation Warms ro Worship: A Research Note», Review of
na i?lesia" decayó gradualmente de un 43 % en 1974 a un 34 % en la década de 1990. Religious Research, 31 (marzo de 1990), pp. 314-322; Tom W. Smith, "Counting
Segun la GSS de 1987, la mitad aproximadamente de esas afiliaciones de las que se in- Flocks and Lost Sheep: Trends in Religious Preference Since World War lI", GSS Social
forma son sencillamente afiliaciones a una iglesia. Como la afiliación propiamente di- Change Report, núm. 26 (Chicago, National Opinion Research Center, enero de
cha a una iglesia no decayó con tanta rapidez, las cifras generales deben de reflejar un 1991), p. 9; Hadaway y Roozen, Rerouting the Protestant Mainstream, pp. 4°-42.
descenso ~o~ lo menos igual de brusco entre los encuestados que participaban en otros 37. Roofy McKinney, American Mainline ReliglOn, pp. 18- 19,7- 8,3 2-33.
grupos religiOSos. Otra prueba de que esta pregunta descubre una participación inten- 38 . Sobre movilidad religiosa véanse Smith, "Counting Flocks and Lost Sheep», en
sa en alguna comunidad religiosa es el hecho de que apenas un tercio (32-35 %) de los especial p. 20; Hadaway y Marler, "AII in the Family»; Robert Wuthnow, The Restruc-
protestantes ~e la~ confesiones mayoritarias afirman estar afiliados a grupos relacio- turing of American Religion: Society and Faith since World War!l, Princeton (Nueva
na?os con su IglesIa, frente a casi dos tercios (63 %) de los evangélicos, los fundamen- Jersey), Princeton University Press, 1988, en especial pp. 88-91. Sobre cultos véase Ro-
tallstas y los mormones. Véanse Roof y McKinney, American Main/ine Religion, pp. 83- ger Finke y Rodney Stark, The Churching of America, I776-I990, pp. 239- 245.
84,. Y Robert Wuthnow, «Mobilizing Civic Engagement: The Changing lmpact of 39. Wade Clark Roof, «America's Voluntary Establishment: Mainline Religion in
Rehglons Involvement», en: Skocpol y Fiorina, eds., Civic Engagement in American Transition», en: Mary Douglas y Steven Tipcon, eds., Religion and Ameriea: Spiritual
Democracy, pp . .13 J -3 63. Life in a SecularAge, Boston, Beacon Press, 1983, pp. 13 2,137.
32· Véase tamhién Stanley Presser y Linda Stinson, "Data Collection Mode and So- 40. R. Stephen Warner, "Work in Progress toward a New Paradigm for the 50cío10-
cial Desirability Bias in Self-Reported Religious Artendance", American Sociological gical Study of Religion in the United States», pp. 1076-1078.
~evJew, 63 (febrero de 1998), pp. 137-145. En los datos de dietarios recogidos de ni- 41. Roof y McKinney, American Mainline Religion, p. 170. Véanse también John
nos entre tres y doce anos en 191h y 1997 aparece un sorprendente de~censo del 50 % C. Green y James L. Guth, "From Lambs to Sheep: Denominational Change and Poli-

----------~~.~.~.-.-~.- '"'"
Notas Capítulo 4

tícal Behavior», en: David C. Leege y Lyman A. Kellsted, eds., Rediscovering the Reli- caso Sobre tendencias entre los afiliados a las iglesias evangélicas y fundamentalistas
gious Factor in American Polttícs, Armonk (Nueva York), M.E. Sharpe, J993, pp. 105, véanse Penny Long Marler y C. Kirk Hadaway, "New Church Development and Deno-
T14; Smith, "Couming Flocks and Lost Sheep», en especial pp. 19-22. minational Growth (195°-1988): Symptom or Cause?», en: David A. Roozen y C. Kirk
42. Hammond, Religion and Personal Autonomy, pp. 7-8 (cita), 30, 43, 55; Step- Hadaway, eds., Church and Denominational Growth, Nashville (Tennessee), Abing-
hen Carter, The Culture of Disbelief, Nueva York, Basic Books, 1993. don Press, 1993, pp. 47-86; Smith, "Counting Flocks and Lost Sheep», en especial
43. Presser Y Stinson, "Data Collection Mode», p. 144. Cada uno de estos dos ar- pp. 10 Y T6; Finke y Stark, The Churching of America, en especial p. 24&; Roof y Mc-
chivos de series cronológicas de datos tomadas de encuestas a personas jóvenes inclu- Kinney, American Manfine Religion; Wuthnow, The Restructuring of American Reli-
ye a ciemos de miles de encuestados, por lo que las tendencias son sumamente fiables. gion; Wuthnnow, «Mobilizing Civic Engagement»; Tom W. Smith, "Are Conservatrve
44. El coeficiente de variación para los índices anualizados de asistencia a la iglesia Churches Growing?», Review of Religious Research, 33 (junio de 199 1 ), pp. 3°5-3 1 9;
aumentó de 0,9 (1974- r 975) al, 1 (199H-1999) tanto en los archivos de General So- David Romen, «Denominations Grow as Individuals .Ioin Congregations", en: Roozen
cial Survey como en los de DDS Needha.m Life Style, y de 7,5 (J975) a 17,3 (1995) en y Hadaway, Church and Denominational Growth, pp. T5-3 S; Wade Clark Roof,
el archivo del empleo del tiempo por los norteamericanos. Véase también Glenn, "America's Voluntary Establishment: Mainline Religion in Transition», pp. J 3 7- 13 H.
"Trend in "No Religion" Respondents», p. 309. 4 8 . El análisis de los datos de las encuestas GSS, Roper, NIMH, NES y Americans' Use
45. Entre T980 y J990 los cinco estados que experimentaron el mayor aumento en of Time es del autor. Véanse también Hour y Greeley, "The Cemer Doesn't Hold», y
adhesión a una iglesia cristiana fueron Mississippi, Alabama, Luisiana, Carolina del Presser y Stinson, "Data Collection Mode». Smith ("Counting Flocks and Lost Sheep»,
Sur y Georgia, mientras que los cinco que experimentaron el mayor descenso fueron p. 14) señala que, entre 195R y 1986, la proporción de la población de Estados Unidos
Vennont, New Hampshire, Maine, Oregón y Massachusetts. Véase el 5tatistica/ Abs- que asistió a los oficios protestantes en una semana medía bajó en 6,6 puntOS porcen-
traet nf the Umted States: 1996, tahla H9. Véase también Hammond, Religion and tuales, mientras que la proporción de católicos descendió en 4,6 puntos. Según los da-
Personal Au!onomy, en especial p. T65. Por otra parte, esta polarización regional en la tos de Roper Social and Polítical Trends, los descensos comparables entre 1974- 1 975
religiosidad no aparece en los datos de Social Survey, Roper Social and Political Trends y 199 1 - J 99 2 fueron de 6,1 puntos porcentuales para los protestantes y de 2.,1 para los
o DDS Needham Life Style. católicos. Hout y Greeley sostienen que la totalidad del descenso en la asistencia a la
46. Véanse Smith, uCounting Flocks and Lost Sheep"; Roof y McKinney, Ameri- iglesia a lo largo de los últimos treinta años se debe a un aumento antiguo del rechazo
can Mainline Re/igion, p. 16; Finke y Stark, The Churching of America, p. 248, sobre de los católicos a las directrices del Vaticano, pero esta tesis no concuerda con dos he-
el cambio entre J94S-J952 y T9H5 en cuota de mercado por confesiones. La misma chos. En primer lugar, la caída de los índices de participación entre los católicos es
pauta -aumento en la cuota de mercado para católicos y «ninguna IreligiónJ», y des- continuada. En segundo lugar, el descenso de la observancia entre los protestantes no
censo para protestantes y judíos- aparece en el sondeo Gal1up (1947-1999),los Natio- se muestra en unos índices de asistencia menores entre sus miembros, sino en unos ín-
nal Election Studics (194R-19RR), la encuesta anual UCLA Survcy ofCollege Freshmen dices más bajos de afiliación.
(19(')6-1997), las encue<;r3~ Roper Social and Political Trends ([974-1994) Y la Gene- 49. Darren E. Sherkat y Christopher G. Ellison, "The Politics of Black Religious
ral Social Survev (1974-199H). La!> encuestas Roper informan de un descenso de un Change: Disaffiliation from Black Mainline Denominations», Social Forces, 70 (dl-
62 (Yo en 1973- T974 a un _~o 'X, en 1991-1992 en la parte de población correspondien- ciemhre de 1991), pp. 4 JI-4 5 4, Y Sherry Sherrod DuPree y Herbert C. DuPree, "The
te a los protestantes; Harris Poll, un decenso del 67'10 en 1966 al 55% en 1992; la Explosive Growth of the African American Pentecostal Church», en: Yearbook of
GSS, un descenso de! 63 % en 1972 al 53 % en 1998; y el sondeo Gallup, un descenso American and Canadian Churches, Nashville (Tennessee), Abingdon Press, 1993,
del 70 % en J962 al 5 S % en T999. En Hadaway y Romen, Rerouting the Protestant pp. 7- TO . Según los datos de Roper Social and Political Trends, la asistencia a la iglesia
Mainstrcam, p. 30, se supone un descenso prácticamente igual de! 22 % de 1966 a descendió entre 1974 y 1994 en 2,7 puntos porcentuales por década entre los negros
1991 en la parte de la población de Estados Unidos correspondiente al protestantismo. (aproximadamente un 1 T% en general), frente a un declive de 3,2 puntos porcentuales
La parte protestante de la población de Estados Unidos se redujo también entre 1890 (o alrededor de un 15 % en general) entre los no negros. Durante el mismo período, y
y 1906 debido a la inmigaración masiva de católicos y judíos del sur y el este de Euro- según los datos de GSS, la· afiliación a grupos relacionados con iglesias cayó en torno a
pa, pero aquel descenso fue casi con seguridad menor del JO %. Véase Finke y Stark, un 18% entre los negros, frente a un 16% entre los no negros.
The Churcning of America, p. 1 J 3. 50. Finke y Stark, The Churching of Ameriea; Christian Smith, American Evangeli-
47. Empleo los términos "evangélico» y dundamentalista» de manera un tanto caJism: Embatt/ed and Thriving, Chicago, University of Chicago Press, 1998; William
laxa para referirme a iglesias que hacen hincapié en la aceptación de Jesús como el sal- G. McLoughlin, Revivals, Awakenings, and Reform: An Essay on Religion and Social
vador personal del individuo (la experiencia del «renacer»), una lectura más o menos Change in America, r607-I977, Chicago, University of Chicago Press, I97 8 .
literal de la Biblia y la obligación de los cristianos de difundir la palabra de Dios, aun- 51. Wade Clark Roof, "America's Voluntary Establishment: Mainline Religion in
que en esta categoría amplia existen marcadas diferencias teológicas, sociales y políti- Transition», p. 134·
Notas Capítulo 5

52. Wuthnow," Mobilizing Civic Engagement», p. 6. Los católicos tienen más pro~ ciation Memberships of American Adults: Evidence from National Sample Surveys»,
hahilidades de asistir a la iglesia que los protestantes, pero ésros tienden más, como American Sociological Review, 23 (junio de 1958), pp. 284-294. Es cierto que la sindi-
grupo, a comprometerse en otras actividades sociorreligiosas; véase Yerba, Schlozman cación tiene más probabilidades de ser meramente nominal que la afiliación a otras
y Brady, Voice and Equality, pp. 246-241, 320-325. asociaciones voluntarias, en parte porque las reglas específicas de los sindicaros impli-
53· En este punto me haso decididamente en Wuthnow, "Mobilizing Civic Engage· can que algunas sindicaciones no son en absoluto voluntarias. Por otra parte, según la
meot». y Wilson y Janoski, "The Contribution of Religion to Volunteer Worb, General Social Survey, casi la mitad de las personas afiliadas a un sindlcato (46 %) de~
pp, 1 38, 149~ r 50, Para el argumento contrario, según el cual los protestantes evan- cían todavía en 1987 que participaban activamente en asuntos sindicales.
gélicos participan plenamente en asuntos cívicos, véase Smirh, American Evange/ica- 3. Paul Weiler, "The Representation Cap in the North American Workpla~e», con-
lisrn, pero también la reseña crítica de este libro escrita por Mark Chaves en Christian ferencia no publicada, según se cita en Chaison y Rose, «The Macrodetermmants of
Century, r 16 ( r 999), pp. 227-229. Union Growth and Decline», p. J 3·
54· George Marsden, "Preachers of Parado x: The New Religious Right in Histori- 4. Véanse diversas interpretaciones del declive de la sindicación en Wil1iam T. ~i­
cal Perspective», en: Dou~las y Tipron, Religion and America, pp, 15°-168, cita en la ckens y jonathan S, Leonard, «Accounting for the Decline in Union Membershlp,
p, 16J; las cifras sobre filantropía han sido calculadas a partir de la Genera! Social I950~198o», Industrial Labor Relations Review, 38 (abril de 1985), pp. ~23~334; Leo
Survey,I9 8 7- T 9 R9. Troy, «The Rise and Fall of American Trade Unions», en: Seymour Manm Llpset, ed.,
55· Nancy Tatom Ammerm;'l!1, Bd,{e Be/ievers: Fundamentalrsts In the Modern Unions in Transitian: Entering the Second Century, San Francisco. les Press, 19 8h •
World, New Brunswick (Nueva Jersey), Rutgers University Press, 1987; George Wil1, pp. 7 5~109; Michael Goldfield, The Decline (Jf Organized Labor in the United ~tates,
"Chuck Colson's M!racle», Washington Post, 30 de mayo de T999, p, B07; Joe Locon- Chicago, University of Chicago Press, 1987; Chaison y Rose, "The Macrodetermlnants
te, "Jailhouse Rock of Ages», p(J/icy Review, 84 (julio/agosto de 1997), 'pp. I2-I4; of Union Growth and Decline»; Freeman, "Spurts in Union Growth ... Henry S. Bar-
Chaves, «Religious Congregarions and Welfare Reform». ber, «Extent of Unionization in the United States», en: Thomas A. Kochan, cd., ChalIcn-
56. Wuthnow, «Mobilizing Civic Engagement». ges and Choiees Facing American Labor, Cambridge (Massachusetts), M1T Press,.19 H5,
57.. Wuthnow, :,Mobilizing Civic Engagement», p. '4; véanse también Wilson y ja- pp. 1 5~4 3, tablas estadísticas en p, 38, calcula que los factores estructurales expltcan el
noskl, "The Contnbutton of Religion to Volunteer Work», p. 138, Y Fredrick C. Harris, 40 % del declive total, mientras qlle Richard B, Freeman y james L. Medoff, What
"Religious If)stltucions and African American Political Mobilization», en: Paul E. Pe- Do Unions Do?, Nueva York, Basic Books, 1984, sitúan la cifra aproximadamente en
tersan, ed., Classi(ying By Race, Princeton (Nueva jersey), Princeton Universiry Press, un 55~60%. Chaison y Rose, "The Macrodeterminants of Union Growth and Decli-
1995· Wuthnow y Hodgkinson, Faith and Philanthropy in Ameriea, cap. 8, explican ne», calculan que el cambio en la estructura industrial no explica más del 25 % del de-
que las !gleslas protestantes liberales están más comprometidas que las conservadoras clive total.
en tremta y cmeo acnvidades públicas distintas, de hecho en todas ellas a excepción de 5. Tray,« The Rise and Fall of American Trade Unions», p. 87; Statistical Abstract
las protestas por el derecho a la vida. ofthe United States, 1997, tabla 691; Union Data Book I998, Washington, D.C., Bu-
reau ofNational AHairs, 199 8 .
6. Henry S. Farber y Alan B. Krueger, «Union Membership in the United Sta tes:
Capítulo 5: Vínculos en el lugar de trabajO The Decline Continues», ponencia de trabajo núm, W4216 de! National Bureau of
Economic Research, Cambridge (Massachusetts), National Bureau of Economic Re~
1. La guerra está asociada en toda la historia de Estados Unidos, y también en las search, 1992., pp. 17- 18 .
de otros países, a un aumento de la afiliación sindical. Véanse Richard B. Freeman, 7. Peter J. Pestillo, «Can the Unions Meet the Needs of a "New" Work Force?»,
"Spurts in Unimil Growth: Defining Moments and Social Processes>" en: Michael D. Monthly Labor Review, 102 (febrero de 1979), p. 33. En las encuestas de DDB Need~
Bordo, Claudia Goldin y Eugene N. White, eds., The Defining Mament: The Creat ham Life Style, el acuerdo con la afirmación de que los «sindicatos tienen demasiado
Depressian and the American Economy in the Twentieth Century, Chicago, Univer~ poder en Estados Unidos» cayó de un 79 % en 1977 a un 55 % en 199 8 . .
siry of Chicago Press. T998, pp. 265~295; Gary N. Chaison y joseph B. Rose, "The 8. Para la década de 1950 véanse Murray Hausknecht, The Joiners, y e! NatlOnal
Macrodeterminants of Union Growth and Decline», en: George Strauss, Daniel G, Ca~ Election Study de 1952. Para las décadas de 1980 y 1990 véanse la General Social
l1agher y Jack Fiorita, eds., The State o( the Unions, Industrial Relations Research As~ $urvey; Verba, $chlozman y Brady, Voiee and Equality, y el National Election Study
sociarion Series, Madison (Wisconsin), IRRA, J991, pp. 3-45, en especial p. 33. de 1996. .
2. Según una encuesta nacional de 1953, e! 2 J % de los encuestados pertenecía a al- 9. El análisis de la General Social Survey es del autor. Por otra parte, el porcenta¡e
gún sindicato, lo que constituía e! tipo de afiliación única más común en alguna aso~ de la población que ejercía profesiones liberales u ocupaba altos puestos directivos as-
ciación voluntaria. Véase Charles R. Wright y Herbert H. Hyman, "Voluntary Asso* cendió aproximadamente en la misma proporción. Entre los candidatos potenciales a
Notas Capítulo 5

afiliarse ~ ~sociaclOnes profes!on~les se da una ligera tendencia descendente (estadísti- 19. Michael Novak, Business as a Calling, Nueva York, Free Press, 199 6, cita en
camente insignificante) en los índices de afiliación con el paso del tiempo. pp. 14 6 - 1 50; Thomas H. Naylor, William H. WilIimon y Rolf 6sterberg, The Search
lO. La figura T 5 pretende ser un resumen aproximado de la experiencia de ocho or-
for Meaning in the Workplace, Nashville (Tennessee), Abingdon Press, 1996; Carolyn
ganizaciones distintas. Hemos utilizado aquí la técnica de estandarización de la figura R. Shaffer y Kristin Amundsen, Creating Community Anywhere: Finding Support and
8. Como no existen datos disponibles de las ocho organizaciones para la totalidad de! Connection in a Fragmented World, Nueva York, Perigree, 1993·
período, la construcción de medias anuales supone cierta arbitrariedad. Véanse en e! 20. Paul Osterman, «How Common ls Workplace Transformation and How Can
Apéndice J J 1 tablas diferenciadas para cada una de las ocho organizaciones. Las cifras We Explain Who Does Ir?», Industrial and Labor Re/ations Review, 47 (enero de
de afiliados se obtuvieron de las oficinas centrales nacionales de las respectivas asocia- 1994), pp. I73~I88; Peter Cappelli, The New Deal at Work: Managing the Market-
ciones; las cifras de profesionales están tomadas de la ohra Historical Statistics o( the Driven Workforce, Boston, Harvard Business School Press, 1999, pp. 14 6-147, Y las
United Stat('s: Cnf(!IIial Times lo 1 iJ70, W<1shingtnn, D.C., u.s. BurC<1U of the Census, obras citadas allí; Claudia H. Deutsch, "Communication in che Workplacc; Compa-
1975, y de d:1tm!lo publicados del Bureau of Labor Staristics. En cada caso he dividi· nies Using Coffee Bars to Get Ideas Brewing», New York Times, 5 de noviemhre de
do la afiliación total por el número de pcrsonas empleadas realmente en la profesión 1995; Arlie Russel1 Hochschild, <,There's No Place Like Work», New York Times Ma-
respectiva en toda la nación, cotejando las estadísticas del gobierno y de las asociacio- gazine, 20 de abril de I997, p. 53·
nes. Las cifras de ingenieros mecánicos en activo para 1930 y 1940 son estimativas. 21. Elen Galinsky, james T. Bond y Dana E. Friedman, The Changing Work(orce,
Sólo los censores jurados de cuentas pueden ser miembros del American Institute of Nueva York, Families and Work Institute, 1993, p. 24;James T. Bond, Ellen Galinsky
Certified Public Accountants, pero los únicos datos hiscóricos sistemáticos disponibles y jennifer F. Swanberg, The 1997 National Study o( the Changing Workforce, Nueva
son los referentes a todos los censores de cuentas, y no sólo a los censores jurados. La York, Families and Work lnstitute, I998, pp. I06, 1°3, 161. Sobre la amistad en el
figura I5 subestima, por tanto, la afiliación entre censores jurados de cuentas, pero la trabajo véanse fuentes citadas en la nota 24. El análisis de una encuesta nacional sobre
tendencia en sentido amplio -un crecimiento en la cuota de mercado de 1900 a 1980- comunicación interpersonal realizada en junio de 1997 por Scripps~HowardlOhio
1990 y una posterior caída- es probablemente exacta. University es del autor.
I l. Este patrón es aplicahle a varias otras asociaciones profesionales, como la Na- 22. Gallup Poli Social Audit on BlacklWhite Relations in the United States, Execu-

tiona! Society of Professional Engineers. pero no hemos conseguido construir series de ti ve Summary, Princeton (Nueva jersey), Gallup Organizarion, junio de 1997; Peter
datos satisfactorias como para reflejar en detalle el descenso. Marsden, «Core Discussion Networks of Americans», American Sociologica/ Review,
12. Al enfrentarse a un descenso en el número de miemhros, muchas organizacio- 52- (I987), pp. I2-2~IJI; Diana C. Mutz y jeffrey J. Mondak, «Democracy at Work:
nes añadieron nuevas categorías de «afiliados» para estudiantes, aprendices y trabaja- Contributions of the Workplace Toward a Public Sphere», manuscrito no publicado,
dores, etc., en terrenos vinculados al suyo. Esta práctica aumentó el numerador de la abril de I998.
fracción de «cuota de mercado» sin ningún ajuste compensatorio en el denominador 23. Además de las pruebas presentadas más adelante en este capítulo, véase tam~
(personas empleadas en esa profesión), por lo que la figura 15 tiende quizá a subesti~ bién el análisis de la figura 77 en el capítulo 14·
mar la caída posterior a la década de 1970' 24. Claude S. Fischer, To Dwell Among Friends: Personal Networks in Town a~d
13. La proporción de cirujanos pertenecientes al American College of Surgeons era City, Chicago, University of Chicago Press, 1982; Barry Wellmam, R. Y. Wong, DaVid
del 62 % en 1975, y del 64 % en 1996. La de los anestesistas miembros de la American Tindall y Nancy Naxer, «A Decade of Network Change: Turnover, Persistence and
Sociery of Anesthesiology cayó de un 72 % en I970 a un 65 % en I996. 5tability in Personal Communities», Social Networks, 19 (1997), pp. 27.50; Bruce C.
14. Agradezco a Krisrin Goss y David Pinto-Duschinsky su excepcional ayuda en la Straits, «Ego-Net Diversity: Same- and Cross-Sex Co·worker Ties» , Social Networks,
preparación de esta parte. I8 (1996), pp. 2.9~45; Gweo Mame, "Structural Determinants of Men's and Women's
15. Alan Wolfe, "Developing Civil Society: Can che Workplace Replace Bowling?», Personal Networks», American Sociological Review, 53 (1990), pp. 7 26 -73 5; Srephen
The Responsive Community, 8:2 (primavera de 1998), pp. 41-47, citas en la p. 44. Véa- R. Marks, «Intimacy in the Public Realm: The Case of Co-workers», Social Forees, 7 2
se también Maria T. Poarch, "Tics That Bind: U.S. Suburban Residents 00 the Social (1994), pp. 843-858; Peter Marsden, «Core Discussion Networks of Americans».
and Civic Dimensions ofWork», Community, Work & Fami/y, 1 (I998), pp. 125-147. 2.5. Thomas R. Horton y Peter C. Reid, Be'yond the Trust Cap: Forging a New Part-
16. Statistica/ Abstract nf the United States, 1998, tabla 644. nership Between Managers and their Employers, Homewood (IlIinois), Business One
I 7. Arlie Russell Hochschild, The Time Bind: When Work Becomes Home and Irwin, 199I, p. 3; Cappelli, Bassi et al., Change at Work, pp. 67~69; Y más en general,
Home Becomes Work, Nueva York, Henry Holt, 1997. Cappelli, New Deal at Work, y Charles Heckscher, White Collar Blues: Management
18. Maria T. Poarch, "Civic Life and Work: A Qualitative Study of Changing Par- Loyalties in an Age of Corporate Restructuring, Nueva York, Basic Books, 19? 5· .
teros of Sociabilicy and Civic Engagement in Everyday Life», tesis doctoral de filoso- 26. Cappelli, New Deal at Work, p. 17; sobre recolocación véase Horton y Reld,
fía, Universidad de Bosron, t997, p. 166. Beyond the Trust Cap, p. 9·
65 1
Capítulo 6
65 0 Notas

6 El análisis de la General Social Survey para 1972.'1,998 es


27. En 1989 el 6.~ (Yo de los trabajadores decían ser menos leales a sus empresas que Plenum Press, 1993. p. 4· . _ d 16 0;'( al 610;. entre los trabaJadores
diez años anteS, mientras que sólo un 22 % afirmaban serlo más: Horton y Reid, Be- del autor: la satisfacción con el traba}o cayo. e . ~ o , , 0 . d 1 S o;. a 43 % en-
f h
o su sltuaClOn econorniCa, e 4 o l
yond the Trust Cap, p. 10, donde cita una encuesta de Yankelovich Clancy Shulman. que se sentían plenamente satis ee os con , del 3 6 % al 30 %
, ' os satisfechos con su economla, y o
Aunque la reestructuración es perjudicial para el compromiso de los trahajadores, fo- tre quienes se sent1a~ m.as o ,men nn Firebau h y Brían Hadey, "Trends in Job
menta a menudo la productividad. Véanse Cappelli, New Dea/ at Work, pp. 45.46, entre quienes se senn~n insatISfechos. Gle G d ~ Type of Occupation», Research
122-136, Y Cappelli, Bassi et al., Change at Work, pp. 53 -6 5. 79-84. Satisfaction in the Umted Sta tes by Race, en er, ano forman de ningún cambio en la
28. Heckscher, White Collar Blues, citas en pp. 6,12,49,73. Hekscher enconrró en
,
in the Socwlogy o
f1!Zor,
k (
5 1995,
) pp 87-104, no lO
. d' d d 80 Y Bond Galinsky y Swan-
" 1 b' 10 largo de la eea a e 19, •
unas pocas empresas una nueva forma de comunidad limitada: «Haré lo mejor por ti satisfacclOn con e tfa aJo a h - w: Force cap 7 descubrió un cre·
Th National Study of the C angmg or /' , .,
mientras esté aquí, pero ninguno de los dos considerará esto una relación a largo plazo». berg, e 1997 'f 'ón con el trabajo entre 1977 Y 1997· Por otra
Véase también Hartan y Reid, Beyond the Trust Cap, pp, 9-10,4°-43; CappeUi, Bassi'et cimiento moderado en cuanto a satis accl ¡ica que tras décadas de relativa
al., Change at Work, pp. 79·84; Richard Sennett, The Corrosion o( Charader. The Per- e 11' NewDealatWork,pp.I22.· 12 3,exp , , h
parte, appe 1 " . \izadas por empresas particulares no an
sona/ Consequences o( Work in the New Capitalism, Nueva York, W. W. Norton, 1998. estabilidad, variOS archiVOS de e~cuestas rea " y agresivas en el trabajo a lo largo
29. CappeJli, New Deal at Work, p. 14. detectado pruebas sólidas de actitudes poco clvl,cas s cree que esas conductas han ido
3 o. Fundación Points of Lighr, Corporate Vo/unteer Programs: Benefits to Busi- del tiempo, aunque la mayoría de los norteam.encaunoc'v¡'l Wars" U.S. News & World
, J h Marks "The Amencan n i ,
ness, informe 1029, hoja de datos, Washington, D,C., s.L; Hodgkinson y Weitzman, en aumento; veanse o n , Robett ABaron "Aggression in the
b '1 d 96' Joe! H Neuman Y " ,
Giving and Volunteering 1996, pp. 4-111; Giving and Vo/unteering in the United Report, 22 d e a n e 19 " l ' J Id Greenberg, eds., Antisocial Behavior m
States: Findíngs (rom a National Survey, 1999 Executive Summary, Washington, D.C., Workplace", en: Robert A. Glaca one y era .' .6 . Ch.
. . Th dO ks (California), Sage Pubhcatlons, 199 6 , pp. 37 7,
Independent Sector, 1999. La proporción de voluntarios que dicen haber sido requeri- OrganzzatlOns, ousan a ] d' h W Webner "When Workers Flout
dos específicamente por su patrón es aún menor: en torno al 7-8 %. rcistine~. peaArsSotnu'dLy:~~~kP~:::;~~~il~ty~, :anu~crito no'publicado, Chapel Hill,
31. Lawrence Mishel, Jared Beenstein y John Schmitt, The State o( Working Amerí· onventlon:
ca: I998-99, Economic Policy Institute, Ithaca (Nueva York), Cornell University University of North Carolina, 1999·
3 6 Wolfe «Developing Civil Society", p. 45· .' . S '11 nce
Press, 1998, en especial pp. 227"235; Cappelli, New Deal at Work, pp. 133-135. . h RAiello "Computer·Based Work MOnltonng: ElectroOlc urvel a
32. Mishel, Bernstein y Schmitt, State of Working America, pp. 242-250; Cappelli,
New Dcal at Work, pp, 136-144; CappeJli, Bassi et al., Change at Work, pp. 73-78;
~7; ]~ffn t : Jour~al of Applied Social Psychology, 23 (1993), p~. 499·5°7; Cyn~­
an ts ec s , D Process in the Workplace», IndIana Law journa ,
Sharon R. Cohany, "Workers in Alternativc Employment Arrangemenrs: A Second hla L. Estlund, «Free Speech and ue d V' f the Cubide' Protecting and
l ' David C Yama a," Olees rom '
Look», y 5teven Hipple, "Contingent Work: Results from the Second Survey», ambos 7 1 (1995), pp. 1.01-15 , S· h in the Post-industrial Workplace», Berkeley
en Monthly Labor Review, noviemhre de 1995, pp. 3·3_~. Encouraging Pnvate Employee peee 1- r' "More U.S. Firms Chec-
33. Ronald S. Burt y Mare Knez, "Artist and Third-Party Gossip»,en: Roderick M. journal of ~mployment ~~ld Lab~rp~~; ¿al\::~~~::~ Y~rk, American Management
Kramer y Torn R. Tyler, eds., Trust in Organizations: Frontiers of Theory and Re- kAin ~-~all, Cborm¡ldPeut:9r991 e~g::dezco a Jasan Mazzone su aportación a esta parte.
g
search, Thousand Oaks (California), Sage Publications, 1996, pp. 68-89, en especial SSOClatlon, a .
p. 77; Katherine J. Klein y Thomas A, D'Aunno, "Psychological Sen se of Community
in the Workplacen,journal of Communíty Psychology, 14 (octubre de 1986), pp. 365-
Capitulo 6: Vinculos sociales informales
377, en especial p. 368; Fischer, To Dwell Among Friends. Según los datos de GSS para

co~e!acion~ b~v:ria~~;e ~~~;~~::b~: l:sd~~:~~~:~:;C;eg;:~~,:


1986, la proporción de amigos íntimos que son a la vez compañeros de trabajo es, en
el caso de quienes trabajan a tiempo parcial, sólo de dos tercios de la de quienes traba- 1. Todas las eSn;;:
jan a jornada completa. las series de datos e DDB ee am mente ositivas si mantenemos constantes las va·
34, Jeanne S. Hurlbert, «Social Networks, Socia! Circ!es, and Job Satisfaction», chers enumeradas en el texto son fuerte d p . '1 Todas menoS dos de las puntuacio·
Work and Occupations, 18 (199J), pp. 415-430; Randy Hodson, «Group Relations at riables de educación, edad, sexo, raza y estda ~ Cdl~l.d es de las actividades enumeradas
I' , tre las varias docenas e lO Ica or
Work: Solidarity, Conflict, and Relations with Management", Work and Occupa- nes d e corre aClon en .. nteniendo constantes los mismos facto·
tions, 24 (1997), pp. 426-452; Ronni Sandroff, "The Power of Office Friendships», de los schmooz ers son .fu~rt~~ente pos~t;~:~ :~ón en organizaciones comunitarias y en
Workíng Mother, noviembre de 1997, pp. 35-36, Y las obras citadas allí. res demográfic~s. L~ dlstlOClon entre p Plaridad en análisis factoriales de encuestas
35. Ga/lup PolI Monthly, 332 (mayo de 1993), p. 21; Y http://www.gallup.com (oc- actividades SOCiales lOdforDmDa~s~~e~~:~~o~a ~orrelación entre participación formal e in-
tubre de 1999); se excluye a los encuestados que "no opinan». Cheryl Russell, The tanto de Roper como e
Master Trend: How the Baby Boom Generatíon Is Remaking America, Nueva York, formal es positiva, pero moderada.
65 2 Notas Capítulo 6

2. Todas las generalizaciones de los dos párrafos siguientes quedan confirmadas 11.. El análisis de [os archivos de DOB Needham Life Sryle es del autor. Como las di-
mediante el análisis de regresión múltiple de los correlatos demográficos de asistir a la versas preguntas de Roper (la semana pasada, el mes pasado) y de Life Style (el año pa-
iglesia y a clubes, realizar tareas de voluntariado, visitar a amigos, recibir invitados en sado) están formuladas de maneta distinta, no es posible comparar directamente las
casa, jugar a las cartas, ir de bares y otras prácticas similares, tanto en [os archivos Ro- respuestas, pero las pautas son muy coincidentes. Por ejemplo, la frecu~ncia relativ.a
per Social and Politica[ Trends como en los de DDB Needham Life Seyle, de cenar en un restaurante, recibir en casa, acudir a reuniones de club, saltr de bares, Ir
3, Los daros sobre correspondencia y llamadas telefónicas están tomados de los al cine y asistir a espectáculos deportivos es prácticamente la misma en los tres tipos de
archivos de Roper Social and Political Trends y DDB Needham Life Style; los datos encuestas.
sobre regalos, de Gallup Poli Monthly, 1.93 (febrero de 1990), p. 31, Y del Interna- 13. El análisis de las encuestas de DDB Needham Life Style es del autor.
t~onal Communications Research Survey Research Group, para la Sears Corpora- 14. La frecuencia anual media del último cuarto del siglo xx fue doce partidas de
tlOn, 1997; los datos sohre tarjetas de felicitación y sobre el tiempo pasado con los cartas y cinco películas según los datos de DOS Needham Life Style, tal como muestra
amigos, del archivo DDR N eedham Life Sey[e; los datos sobre utilización del ordena- la figura 17.
dor, de "Computer Use in the United States», U.S. Census Bureau, Washington, 15. La mitad superior de la figura 18 se basa en datos de DOB Needham Life Style,
D.C., Department of Commerce, 1999, pp. 5, 9. Según los dietarios, las mujeres dedi- y la mitad inferior en datos de Roper Social and Politica! Trends. Como I~ muestra y I.a
can más tiempo que los hombres a visitar a sus amistades y mantener conversaciones formulación de las preguntas difieren entre estos dos archivos, las dos mitades de la fi-
informales. Claude S, Fischer, America Cal/ing: A Social History of the Telephone, gura 18 no son directamente comparables, pero el hecho de que dos archivos t~n ~if~­
Berkel~y, University of California Press, 1992, cita en la p. 1.35. Fischer muestra que rentes muestren descensos similares en las visitas de carácter social es tanto mas slgO!-
las mUjeres han utilizado mucho más en todas partes el teléfono doméstico. Incluso ficativo. Las encuestas DDB Needham Life Style muestran también que las invitaciones
~~ la década de 1990, tan libre de constricciones, las jóvenes «tendían más que los a cenar (como invitado o como anfitrión) se redujeron de un 7,1 anual a mediados de
Jovenes a expresar su preocupación y resposabilidad por el bienestar de los demás» la década de 1970 a un 3,7 a finales de la de 1990. Según Yankelovich Partners lnc., el
según Ann M. Beutel y Margarer Mooney Marini. "Gender and Values», America~ acuerdo con la frase "Estos días rengo poco espacio en mi vida para nuevos amigos»
Sociological Review, 60 (199.5), pp. 436-448, Y Constance A. Flanagan et al., «Tíes subió de un 23 % en 1985- 1 986 a un 32.'10 en 1998-1999, (Agradezco a Yankelovi~h
That Btnd: Correlates of Adnlescents' Civic Commitme:nrs in Seven Countries» Partners el haber compartido conmigo estos datos.) Las encuestas anuales de Medla-
jou,rnal ofSociallssues, 54 (1998), pp. 4457-4475. Las diferencias entre hombres; mark Research muestran una caída de un quinto entre comienzos de la década de
mUjeres en lo que respecta a la "comprensión social» podrían tener un fundamento 19 80 y finales de la de T990 en cuanto a frecuencia de «recihir amigos n parientes en
genético: Véase O.H. Skuse et al., «Evidence from Turner's Syndrome of an Imprin- casa». Finalmente, los encuestadores de Gallup preguntaron en ocho ocasiones entre
ted X-Llnked Locus Affecting Cognitive Function», Nature, 387 (junio de 1997), 193 8 y 199 0 sobre la «manera preferida de pasar una velada». A lo largo de todo ese
pp. 7°5-708, período, las actividades de «bailar» y «jugar a las cartas y otros juegos» c~y.eron bru~­
4. El análisis del archivo DOS Needham Life Style es del autor. camente, y a partir de la década de 1970 descendieron también las d~ ."vlsltar a am!.-
5, Karen V. Hansen, A Very Social Time: Crafting Community in Antebellum New gas» y «cenar fuera». «Ver televisión» y «quedarse en casa con la familIa» fueron acti-
England, Berkeley, University of California Press, 1994, p. 80. vidades que subieron a lo largo de este período, lo que indica unas pautas de
6. Herbert Gans, The Urban Vi//agers, Glencoe (1IIinois), Free Press, 1962.; Fischer, enclaustramiento coincidentes con los datos de Roper y DDB Needham. Por otra par-
To Dwell Among Friends; Wellman, "The Community Question Reevaluared». te debido a los cambios en la formulación de las preguntas, me fío menos de las ten-
7, Roben R. Bell, Worlds of Friendship, Beverly Hills (California), Sage, 1981; d:ncias que aparecen en Gallup. (Véase George GaJlup Jr., The Cal/up Poli: Pub/ic
Marsden, "Core DiscusslOn Networks of Americans». Opinion, Wilmington (Delaware), Scholar[y Resources lnc., 1986, pp. I04, 1 30.) ~e­
8, Esta pregunta se planteó a muestras nacionales de unas dos mil personas cada gún la General Social Survey, la frecuencia en la práctica de pasar una velada soc!al
una ,en 1981., I~84, 199,°' 1993 Y 1995, Las respuestas suman más del 100% porque con «amigos que viven fuera del barrio» más de una vez al mes aumentó de un 40 % en
podla haberse CItado mas de una salida nocturna. 1974- 1 97 6 a un 44 % en 1994-t996. De los seis archivos de encuestas nacionales des-
9, Según se indica en la figura 16, a cada uno de los aproximadamente dos mil inte- cubiertos por mí y que contienen datos de tendencias sobre la amistad a lo largo de las
grantes de las muestras nacionales seleccionadas por Roper se le preguntó sobre una últimas décadas, ésta es la única serie que no muestra un descenso importante. (A dife-
gran diversidad de actividades sociales y de tiempo libre en junio de 1986, abril de rencia de otros indicadores sobre la amistad, este resultado de la GSS es también inex-
1987 y junio de 1990. plicablemente más común entre hombres que entre mujeres,) Véanse también Roben
10. ,La disparidad entr.e recibir Invitados y salir fuera refleja el hecho de que en la J. Sampson, «Local Friendship Ties and Community Atrachmem in Mass Society:
mayona de las fIestas los invItados superan en número a los anfitriones. A Multilevel Systemic Model», American Sociological Review, 53 (octubre de 1988),
11, El análisis de! archivo de Americans' Use of Time es del autor. pp. 7 66 -779; Fischer, To Dwell Among Friends; Claude S. Fischer, Robert M. ]ackson

·-e
Notas Capítulo 6

et al., Networks and Places: Social Relations in the Urban Setting, Nueva York, Free de un 57 % en 1975 a un 45 % en 1995, Aunque la frecuencia de las comidas en familia
Press, 1977. difiere entre parejas con o sin hijos, las tendencias a lo lo largo del tiempo son idénticas.
16. Según los datos de DDB Needham Life Style, las cenas en restaurantes aumen- 20. Los hogares unipersonales se multiplicaron por dos, pasando del 13 % en 1960
taron de dieciocho al año en 1975-1976 a veintidós en 1998-1999 para las personas al 26 % en 1998, mientras que la proporción de hogares con parejas casadas cayó del
casadas, y bajaron de diecinueve en 1985-1986 a dieciocho en 1998-1999 para los sol- 74 al 53 %. Véase Lynne M. Casper y Ken Bryson, «Household and Family Characte-
teros. Según la National Restaurant Association (NRA), el número de «cenas de em- ristics: March 1998 (Update)>>, Current Population Reports, P2o-515, Washington,
presa por semana» fue de 1,2 en 1981, 1985 Y 1991, Y de 1,3 en 1996. Además, cada D.C., U .5, Bureau of the Census, octubre de 199 8 .
vez es mayor la proporción de comida "de empresa» para llevar fuera del restallrante, 21. Roper Reports 97-5, Nueva York, Roper Starch Worldwide, 1997, pp. 186-
por lo que ha descendido el número de cenas en éstos. Tanto los datos de NRA como 19 1, basado en encuestas realizadas en 1 97h, J98h, r 990, 1995 Y T 997· Confirmando
de Life Style indican que e! único aumento significativo en las comidas realizadas fue- esta tendencia, Sandra Hofferth y jack Sandberg, "Changes in American Children's
ra de casa a lo largo de las últimas décadas es el de los desayunos. El gasto real anual Time, 1981-1997», PSC Research Report nO. 98-431, Ann Arbor (Michigan), Univer-
per cápica en comida y bebida fuera de casa aumentó de manera casi imperceptible du- sity of Michigan Population Studies Center, 1998, explican que el tiempo dedicado
rante las tres últimas décadas, de 476 dólares en 1967 (en dólares de 1997) a 499 dó- por los niños a las comidas en familia entre semana se redujo en un 20 % entre 19 8 J Y
lares en J 997. Véase U.S. Bureau of the Census, «Annual Benchmark Reporr for Retail 1997, mientras que el dedicado a conversar en familia se recortó en un 50 %.
Trade: january 1988 Through December 1997", Current Business Repons, serie 22. El análisis de las encuestas de Roper Social and Political Trends (incrementadas

BR/97-R v, Washington, D.C., 1998. Según las encuestas sobre gastos de consumo rea- con datos de Roper Reports 1995-3, Nueva York, Roper Starch Worldwide, 1995, Ge-
lizadas por el Bureau of Labor Statistics, e! gasto en comida fuera de casa como frac- neral Social Surveys y DDB Needham Life Style) es del autor, que ha empleado fórmulas
ción de! gasto total en comida se mantuvo estable durante e! período de 1984-1997, de anualización expuestas en el Apéndice 1 y la regresión lineal para calcular la caída.
aumentando cíclicamente durante los períodos de prosperidad hasta alcanzar un pico
del 43 %, y cayendo durante las recesiones a un punto bajo del 38 %, sin ninguna ten-
dencia a largo plazo. Este mismo ciclo económico para las cenas fuera del hogar apa- Tendencia Tendencia
rece en los datos de Roper Social and Political Trcnds desde los primeros ailos de la dé- Formulación de la pregunta Período entre solteros ('''/o) entre casados (%)
Encuesta
cada de 1970 hasta comienzos de la de 1990, sin ninguna tendencia permanente. El
¿Salió a un bar, club J982-1995 -39 -60
estudio de dietarios de NPD descrito en la nota 40 muestra una ligera tendencia a dejar Roper
la práctica de comer fuera durante la década de 1990. En resumen, ninguna de las nocturno o discoeca
pruebas disponibles indica que el cenar fuera haya aumentado significativamente en la pasada semana?
¿Con cuánta frecuencia 1974- J 99 8 -JI -4 I
las últimas décadas. GSS
17. Según una pregunta planteada tres veces por Roper Social and Polítical Trends va a un bar o una taberna?
¿Cuántas veces fue a un bar 199 8- 1 999 -2I -I3
entre 1986 y 1994 (de acuerdo con el resumen dado en Roper Reports 94-10, Nueva DDB
York, Roper Starch Worldwide, 1995), el 62 % de los norteamericanos prefiere «reu- o una taberna el año pasado?
nirse con amigos en casa", mientras que el 3I % prefiere «salir con amigos a un res-
taurante, bar o club». A lo largo de este período, quienes preferían salir fuera bajaron
de un 34 % a un 28 %, mientras que la proporción de quienes declararon espontánea- 23. Los datos de la figura 20 están tomados de jack Richman, ed., "1998 National
mente que no estaban en absoluto interesados en pasar el tiempo con amigos aumentó Retaíl Census», en: Report to Retailers, Nueva York, Audits & Surveys Worldwide,
del 2 % al 6 %. En realidad, este sentimiento creciente de quedarse en casa vale para 199 8 . Hasta 1998 «los cafés y las cafeterías» no fueron divididas en categorías separa-
prácticamente todas las actividades de tiempo libre evaluadas en las encuestas Roper, das dentro de «otros» por Audits & Surveys. Agradezco estos datos a Audits & Surveys.
desde ver cine a escuchar música y comprar comida para llevar a casa. 24. George Ritzer, The McDonaldization of Society: An Investigation into the
r8. Según las encuestas de DOB Needham Life Style, las comidas anuales al aire li- Changing Character ofContemporarySocial Life, ed. revisada, Thousand Oaks (Cali-
bre entre adultos norteamericanos descendieron de 4,9 en 1975 a 2,0 en 1999.John P. fornia), Pine Forge Press, 1996, pp. 132-13 6 .
Rabinson, ,«Where's the Boom?», American Demographics, marzo de 1987, p. 36, men- 25. Ray Oldenburg, The Great Good Place: Cafes, Coffee Shops, Community Cen-
cionaba un descenso del 20 % en los picnics entre 1962 y 1982. ters, Beauty Par/ors, General Stores, Bars, Hangouts, and How They Get You Th-
19. El análisis del archivo DDB Needham Life Style es del autor. La propordón de rough the Day, Nueva York, Paragon House, 19 89.
encuestados casados que están de acuerdo en las encuestas DOB Needham Life Style 26. Véase OswaldJacoby y Albert H. Morehead, The Fireside Book ofCards, Nue-
con la frase "Los fines de semana solemos tener un gran desayuno familiar» descendió va York, Simon & Schuster, 1957, p. 17, sobre las encuestas de 1940. Hasta la década

_1:......._ - - - - _..__. __ ......... - ..


65 6 Notas Capítulo 6 657

de 19.')0 rodas las barajas vendidas en Estados Unidos estaban suietas a un impuesto p. II65; Alexander von Hoffman, Local Attachments: The Making o( an American
especial. Hemos actualizado los datos que aparecen en Jesse Frederick Sreiner, Ameri. Urban Neighborhood. [850-1920, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins University
cans al Play: Recen! Trends in Recreation and Leisure Time Activities, Nueva York, Press, 1994. Véanse también Robert A. Rosenbloom, "The Neighborbood Movement:
McGraw-Hill, r 9 33. p. T.3 8, con informaciones posteriores de Hacienda. Where Has lt Come From? Where Is Ir Coing?», Journal o( Voluntary Action Re-
27· Véanse pruebas acerca de las generalizaciones que se hacen en este párrafo en search, 10 (abril/junio de 1981), pp. 4-26; Matthew A. Crenson, Neighhorhood Poli-
David Seon, «Narrative An<llysis of a Declining Social World: The Case of Contraer tics, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1981; John R. Logan y
Bridge". Play and CI/lture. 4 (febrero de 199I), pp. 11-23, cita en p. II; Babchuk y Cordana Rabrenovic, «Neighborhood Associations: Their Issues, Their Allies, and
Boorh, «Yoluntary Association Membership», p. 34; Bonnie H. Erickson y T.A. No- Their Opponents», Urban A((airs Quarterly, 2.6 (1990), pp. 68-94; Roben Fisher, Let
sanchuk, "H{)w an Apolítical Association Politicizes», Canadian Revicw o( Sociology the People Decide: Neighborhood Organiúng in America, Nueva York, Twayne Pu-
and Anthropology, 27 (mayo de 1990), p. 2..0fl-219; David Scott y Ceoffrey C. Cod- blishers, 1994,2.." ed. Robert C. Ellickson, «New Institutions for Old Neighborho-
bey, "An Analysis of Adult Play Groups: Social Versus Serious Participation in Con- ods», Duke Law journal, 48 (1998), pp. 75-110, en especial p. 81, ofrece pruebas de
traet Bridge", Leisure Selences, 14 (enero/marzo de 1992), pp. 47-fl7. que las asociaciones de propietarios de viviendas (<<asociaciones de comunidades resi-
28. El análisis de los datos de DOB Needham Life Style es del autor. Las encuestas denciales») han proliferado recientemente, en gran parte como mecanismo de merca-
anuales de Mediamark Research muestran una caída comparable de aproximadamen- dotecnia para nuevos complejos suburbanos.
te un 40 % en la frecuencia del juego de cartas entre los primeros años de la década de 3 7. Criminal Victimization and Perceptions o( Community Safety in 12 Cities.
1980 y los últimos de la de T990. 1998, Washington, D.C., U.S. Deparrment of Justice, 1999, p. 21. Otro 61 % de los
29· En función de los daros de encuesta de DDB Needham Life Style, este cálculo encuestados dijeron que ellos y sus vecinos habían acordado vigilar por su seguridad
supone 8,4 partidas anuales por adulto (con un ritmo de descenso de 0,4 partidas al mutua, ilustrando así la vitalidad de la importancia del capital social, pero por degra-
año), 192 millones de adulros y 3,5 adultos por partida. cia el estudio no ofrece pruebas del cambio de esa importancia a lo largo del tiempo.
3°· El análisis de los daros de DDB Needham Life Style es del autor. Entre 19 81 y 38. Véase James R. Cillham y Ceorge A. Barnett, «Decaying {nterest in Burglary
1998 los juegos de.Clrtas descendieron en un 3fl % entre las personas de más de sesen- Prevention, Residence on a Block with an Active Block Club, and Communication
ta años, pero en un 48 % entre las que tenían menos de esa edad. A mediados de la dé- Linkage: A Routine Activities Approach ", Journal of Crime jusrice, 17 (1994), pp. 2..3-
cada de T970 las personas más jóvenes jugahan a [as cartas más a menudo que sus ma- 48, Y la extensa bibliografía citada allí, en especial en p. 24.
yores, pero en la de I 990 esta pauta se había invertido. Datos de edad proporcionados 39. El análisis de los datos de Americans' Use of Time es del autor. Véanse más de-
por la American Contraet Bridge League, Memphis, Tennessee. talles en el Apéndice l. Nuestro análisis en este pasaje se limita a actividades «prima-
3 1 . Los juegos de mesa infantiles están siendo reemplazados rápidamente por jue- rias», con exclusión, por ejemplo, de la conversación cuando se realiza en el marco del
gos de ordenador en solitario, lo que (según Adam Perrman, "Board Cames? No cuidado de los niños o en el trabajo. Debido a una incoherencia en la codificación de
Dice», Bosf()11 Glnhe, rh de diciemhre de t998) fomenta "un abandono social funda- las conversaciones telefónicas en 1965, la cifra para las conversaciones informales
mental de la importancia dada a v:tlores y comportamientos comunitarios». de aquel año es imprecisa. El índice de participación para todas las actividades de so-
32. El análisis de las encuestas de DJ)P. Needham tife Style de 1977~ 1996 es del autor. cialización en 1965 se sitúa casi con seguridad entre el58 y el 68 %, y el tiempo medio
.~ 3· El análisis de las encuestas de la GSS es de! autor, que utiliza e! algoritmo de ac- diario se halla casi seguramente entre setenta y ocho y ochenta y nueve minutos. Las
tualización expuesto en el Apéndice lo líneas discontinuas de la figura 24 reflejan el punto medio de esas bandas de incerti-
34· Según el estudio de [a universidad de Michigan-NIMH citado en la nota 2..3 del dumbre. Si para evitar esta incertidumbre se excluye del análisis la «conversación in-
c~pítulo 3, e! porcentaje de adultos norteamericanos que «salían» con amigos y pa- formal», el declive de treinta años en el tiempo dedicado a «charlar con amigos» sigue
nentes al menos una vez por semana cayó del 65 % en 1957 al 58 % en 1976, un des- siendo muy significativo. Robinson y Codbey, Time (ar Li(e, pp. 170 Y 176, confir-
censo estadísticamente significativo. La proporción de residentes en la zona de Detroit man un descenso sustancial en las actividades de socialización informal entre 1965 Y
que «salen» con sus vecinos al menos una vez por Semana cayó de un 44 % en 1955 a 1985. En el archivo DDB Needham Life Style la proporción de norteamericanos, tan-
un 32% en T9.~ 9 '! a un 24 o/" en 1971. El análisis de los datos del estudio de la univer- to casados como solteros, que dicen dedicar «mucho tiempo a charlar con amigos» ha
sidad de Michigan-NI.\1H '! del Derroit Area Study es del autor; los daros están dispo- bajado en torno a un 10 % en los diez o veinte últimos años.
nibles a través dellnrerllniversiry Consnrtium for Polítical and Social Research. 40. Time Unes: How Americarn Spent Their Time During the 90S, Rosemont (IIli~
35· El análisis del N,Hlnnal Elecrion Stlldy de J996 es del autor. nois), NPD Croup, julio de 1999. Todos los años entre 1992 y 1999 el NPD Group pi-
3 6 . Véanse Barren A. Lee. R.S. Oropesa, Barbara J. Metch y Avery M. Guest, dió a tres mil adultos que registraran sus actividades cada treinta minutos durante un
"Testing the Decline-of-Community Thesis: Neighhorhood Organizations in Seattle, período de veinticuatro horas. Para generar una "semana sintética», mi análisis valora
19 2 9 and 1979", American ]ournal o( Sociology, 89 (1984), pp. 1 r (j 1 _ r 188, cita en por igual a hombres y mujeres, y sopesa de manera apropiada los días laborables y los
No;:;:¡s '.1106

del fin de semana. Agradezco a Harry Balzer y sus colegas del NPD el compartir con- en 1998. En cambio, los datos de la NSCA, la SCMA y las NHIS, basados tan sólo en
migo sus resultados; ellos no son responsables de mis interpretaciones. un único episodio anual, indican un crecimiento en la práccica de ejercicio en casa du-
4 J. El análisis de los archivos de datos de DOS Needham Life Style, General Social rante esos mismos años. Esta prueba indica que muchas andaderas y otros aparatos de
Survey, Americans' Use ofTime y Roper Social and Political Trends es del autor. ejercicio físico podrían permanecer inutilizados en los sótanos de las viviendas norte-
42. Sobre hogares unipersonales véase nota 20. Según la General Social Survey, la americanas tras un intento único y esperanzado. En cualquier caso, es difícil que el
proporción de adultos casados con hijos de menos de diecinueve años cayó del 32% ejercicio realizado en casa con aparatos constituya una ocasión de crear capital social.
en I975 al 24 % en 1998. 46. Según las encuestas de la NSGA, la proporción de norteamericanos mayores de
43· Los cálculos son del autor y se basan en encuestas sobre participación deporti- siete años que jugaron al fútbol al menos dos veces al año aumentó del 4 % en 1986 al
va realizadas para la Nacional Sporting Goods Association (NSGA, I986-I997), la 6 % en I997. y las cifras comparables para el baloncesto fueron del lO y del13 %. En-
Sporting Goods Manufacturers Association (SGMA, 1987-1997), y en encuestas de tretanto, durante el mismo período, la proporición de quienes jugaban al béisbol cayó
DDB Needham Life Style (1985-1998), así como en un informe sobre las National He- del 7 al 6 %; la del fútbol americano (toque y placaje), del 9 % aproximadamente al
alth Interview Surveys (NHIS) del National Center for Health Statistics (19 8 5- 1995), 8 %, también aproximadamente; la del sófrbol, del JO % al 7 %, Y la del vóleibol, del
según John P. Robinson y Geoffrey Godbey, «Has Fitness Peaked?», American Demo- 1 I % al 7 %. En resumen, el aumento de 5 pumas porcentuales para el fútbol y el ba-
graphies, septiembre de 1993, pp. 36-42, actualizado con el análisis de los datos de las loncesto se ha de contraponer a la pérdida conjunta de 9 puntos para los otros cuatro
NHIS de 1995 realizado también por el autor. Los resultados de la NSGA se basan en deportes. Según las encuestas de la SG~¡A. b participación en los "seis gr:tndes" de-
personas de seis años en adelante que realizaron alguna actividad deportiva al menos portes de equipo Icomo ror...-enr.lie de la ro~b~'ión de m:ü de ~ei~ :lñ0S\ dé'~·.lnl de ;l!rt'-
una vez en el pasado año. Los resultados de Life Style se basan en adultos que realiza- dor dei -:. en IC¡~- ~ ~:. .... ~ e:-:; 1"';;-. L~ ~::::~;:,~i~. .;..-nrx-¡~ .!r"::-_:\-l-¡~ ~-l~:~..::J;>::;::: ~'..:;: 1.1.
Ú,(.

rOn alguna actividad deportiva al menos una vez en el pasado año. Los resultados de . _-::z...-=..=;:~=:..:c ~ J:S ~~l:-~ .:c !'.;=-:;o: ~J.:_": ~ :.:'~': :; =-__ ~:-:. ~': :; _< ~.;..-~ ~ .J!
NHIS se basan en adultos que realizaron alguna actividad deportiva en las dos sema- kt; :.:...::'::',~s =.e:z L-:':S_ ~ ;..=-:::...-:~,---:.:o:: ":::C.-:'--=::: ~ ::--~--=:l .. ~,.; :;...::::--¡-.,.:..:;.:c,: .:r.;':'~--¡ l.;

j
nas anteriores. Cada uno de estos cuatro archivos se basa en encuestas realizadas a de- diierenres \1'1'1Cdidas p:>r tTtI.:ua'I..:u.:ie ¡:urTh..l.p.iUoo, .;a.:",w"-:':";';:"JI:.J S~G ..... ~ :~.j- .,' :~.;;­
cenas de miles de norteamericanos, cada una de las cuales planteaba preguntas un tan- -desde el ejercicio con aparatos hasta el tiro al plato, y de la navegaCIón en motora d
to distintas a poblacLones también algo diferentes. No obstante, al margen de unas las caminatas- se redujo en torno a un 5 %. La cifra equivalente para cuarenta y nueve
pocas excepciones, tanto los niveles como las tendencias concuerdan entre las cuatro deportes diferentes calculados por la SGMA equivale a un descenso del 4 %.
series. (Así pues, estas pruehas son más creíbles que las de la General Social Survey, ba- 47. Los datos de este párrafo están tomados del archivo DDB Needham Life Style.
sadas en algunos casos en sólo unas pocas entrevistas anuales.) Entre las docenas de Entre los veinteañeros la natación se redujo de unas veinte veces al año a comienzos
diferentes deportes medidos en estos Cuatro archivos, las únicas discrepancias signifi- de la década de I980 a menos de la mitad en 1998, mientras que entre las personas de

I
cativas son las referentes al excursionismo (ascendente en los estudios de la NSGA, y más de sesenta años se mantuvo constante en unas cuatro veces al año. Entre 1989 y
descendente en los de la SCMA y Life Style) y el ciclismo (descendente en los estudios I998 la asistencia a clubes gimnásticos se multiplicó por más de dos entre las personas
de la NSGA, SGMA y Life Style, y ascendente en las NHIS). Los datos de la NSGA se de más de sesenta años (pasando de una media de una vez al año a más de dos), mien-
presentan a veces (por ejemplo en el Statistieal Abstraet af the United States) sin ajus- tras que entre quienes tenían de dieciocho a veintinueve años bajó de seis a cinco veces
tarlos al crecimiento general de la población. Esta práctica produce la impresión enga- al año. Esta misma pauta -mayores descensos en grupos de edad más jóvenes- se ve
ñosa de una marcha boyante de los hábitos atléticos de los norteamericanos. confirmada en las encuestas del National Center for Health Statistics de 1985 Y I990;
44· L~s encuestas de la NSGA informan de un descenso del3 % entre 1986 y I997; véase Robinson y Godbey, «Has Fitness Peaked?», pp. 38, 42. John P. Robioson.
las de la SGMA, de un descenso del 36% entre J987 y 1997; las de Life Style, de un des-
censo del 34 % entre 1983 y J996; las NHIS, de un descenso de alrededor del 25 % en-
J «Where's the Boom?», pp. 34~37, resume las encuestas sobre actividades recreativas
en I965 y 1982: las personas de cuarenta y cinco años en adelante fueron en 1982 más
tre 19 8 5 y 1995· Las cuatro coinciden en que a finales de la década de I990 el número activas que las de esa edad en 1965, mientras que las de menos de veinticinco fueron
de adultos norteamericanos que jugahan al sóftbol Cuatro veces al año por lo menos en 1982 menos activas que las de esa misma edad en 1965.
no sobrepasaba los diez millones. En cambio, según se recoge en el Statistica/ Abstract 48. Según el 1998 State of the lndustry Repart de la Sporting Goods Manufactu-
of the United States, la Amateur Sóftbol Association afirmaba que no había variado la
cifra de más de cuarenta y un millones de jugadores anuales a lo largo de los diez o
veinte últimos años. No he hallado ninguna otra fuente que coincida en esa cifra, que
i, rers Association, «una tendencia preocupante es el descenso general de la forma física
y de la actividad relacionada con el deporte y la forma física entre los jóvenes de Esta-

!
dos Unidos [... Entre I986 y 1997] el número de jóvenes de doce a diecisiete años que
qmzá es más representativa de la letargia administrativa que de encuestas reales. participó en alguna actividad deportiva. de preparación física o de equipo de manera
45· Según el archivo de DOS Needham Time Life Style, la práctica de ejercicio en "frecuente" aumentó sólo el 2,9 % para trece millones de jóvenes [lo que equivale a un
caSa se redujo de una media nacional de dieciocho veces al año en I984 a trece veces descenso del 4 % por habitante]». Véanse también «Is Working Out Uncool?», Ameri-

Capitulo 6 66T
660 ¡\iotas

can Demographics, marzo de 1996, y Roben Bezilla, ed., Amenca's Youth in the datos de la SGMA, un descenso del 1 % en los de NH IS, y un descenso del 6 'Yo en los de
19905, Princeton (Nueva Jersey), Gallup Internacional I.nsticute, 1993, p. 228. Por ot(a DDB Needham Life Style. En resumen, la participación en el juego de bolos (a diferen-
parte, Hofferrh y Sandberg, «Changes in American Children's Time», expone que el cia de la mayoría de deportes) se ha mantenido justamente a la altura del crecimiento
tiempo dedicado por preadolescentes de entre tres y doce años al deporte extraescolar demográfico.
aumentó de dos horas y media en 1981 a cuatro en T997. 54. El análisis de las encuestas de la NSCA, SGMA y DDB Needham Life Style es del
49. La afiliación juvenil a ligas de fútbol organizadas, estandarizada para el número autor. Entre las actividades físicas, caminar, nadar, realizar ejercicios y andar en bici-
de jóvenes de cinco a diecinueve años, se multiplicó por más de tres entre J980 y 1995, cleta son las más comunes; la pesca se halla a su altura, pero va retrocediendo. El ba-
según el Soccer Industry Council. Por otra parte, tanto los daros de la SGMA como los loncesto y el billar son los siguientes deportes más populares, pero sus practicantes son
de la NSGA indican que el crecimiento nacional por habitante en cuanto a participación sólo tres cuartas partes de los que juegan a [os bolos.
en el fúthol se estancó a partir de 1990, sobre todo entre los adolescentes. Véase tam- 55. El análisis de las encuestas de DOS Needham Life Style es del autor. Según la
bién Youth lndlcators 1996: Trends in the Well-Being o( American Youth, Washington, encuesta de 1996, los norteamericanos de veinte años jugaban a los bolos 2,3 veces al
o.c., National Cenrer for Education Statistics, 1996, indicador 41. año y salían a patinar 1,7 veces también al año. Sobre las boleras-discoteca véase Lisa
50. Un informe optimista de la Sporting Goods Manufacturers Association, Gai- Chadderdon, "AMF Is on a Roll», Fast Company, septiembre de 1998, p. 13 2.
ning Ground: A Progress Report on Women in Sports, 1998, admite (p. 3) que «a ex- 56. Datos del American Bowling Congress.
cepción del grupo de edad de seis a once años, ha habido pocos cambios en el porcen- 57. La cifra sobre jugadores de bolos al año está tomada del Statistical Abstract o(
taje general de mujeres que practican a menudo algún deporte». En realidad el informe the United States: 1998, tabla 437, p. 2.65. Otras fuentes dan un cálculo un poco más
muestra que la participación regular de mujeres de veinticinco a treinta y cinco años en bajo de cincuenta y cuatro millones de participantes al año en el juego de bolos. Según el
actividades deportivas descendió de un 8,J % en t987 a un 5,8 % en 1997. Curiosa- Committee for the Study of the American Electorate, "Turnout Dips to 56-Year Low",
mente, las beneficiarias del título noveno parecen tender a participar menos en activi- Washington, D.C., CSAE, 5 de noviembre de 1998, en www.epn.orglcsae/cgans4.html.
dades deportivas que sus hermanas mayores. el número de norteamericanos que votaron en 1998 fue de setenta y dos millones y
51. Tras un rápido crecimiento a comienzos de la década de 1980, el número de medio.
miembros de los gimnasios aumentó (según la International Health, Racquet & Sports 58. La asistencia a carreras de caballos y galgos y competiciones de cesta punta se
Cluh Association) de ochenta adultos por mil en 1987 a ciento dos por mil en 1995. hundió a(legalizarse las apuestas en la década de 1980, y está excluida de la figura
Estas cifras son rrricricamcnte idéntica~ a las de DDB Ncedham Llfe Style para las per- 27. Al parecer, los norteamericanos apuestan cada vez más a solas. Los datos de en-
sonas que afirman haher acudido nueve o más veces a un gimnasio el año anterior. Las cuestas Roper, ajustados estacionalmente, sobre si el encuestado ha presenciado al-
encuestas de SGM A, basadas en sólo una visita, muestran un crecimiento del 51 % en- gún espectáculo deportivo fuera de casa en la semana anterior muestran un modera-
tre 1987 y 1997. do aumento de aproximadamente el 8 % a comienzos de la década de 1970 hasta en
52. Los d;1tos dr este párr;¡fo y del dlHerior est;ín tomados del archivo DDB Need- torno a un rO-I2°,.{, a finales de la de 1980. Según una encuesta realizada en 1993, el
ham Life Style. Se~l'l1l In encuesr,l de 199H, el 1.9 % de los adultos norteamericanos número de personas que ve programas de deportes en televisión es de tres a cinco ve-
jugó a las cartas .1.1 menos nueve veces el ano anterior, frente al 9 % que acudió a un ces mayor que el de espectadores directos; véase Public Perspective, 5 (marzo/abril de
gimnasio con igual frecuencia. Incluso entre personas solteras vemteañeras con estu- 1994), p. 98. El aumenro de público en los aconrecimienros deportivos profesionales
dios universitarios, las visitas al gimnasio ganan a las partidas de cartas sólo por cua- (y casi profesionales, como el rugby y el baloncesto universitario) está compensado
tro a tres. La participación conjunta en actividades de ;ogging, gimnasios y clases de en cierta medida por un descenso en la asistencia a espectáculos deportivos de aficio-
ejercicio físico se mantuvo prácticamente constante de 1989 a 1999. El aumento de la nados, como el fútbol americano y el baloncesto entre equipos de institutos de ens~­
práctica de caminar se concentra por entero entre los norteamericanos de más de cin- ñanza media, equilibrio que refleja probablemente un declive de los vínculos comUnl-
cuenta años. El auge de la práctica de caminar entre los mayores aparece en todos los rarios.
conjuntos de daros soore participación deportiva. Sobre la obesidad véanse K.M. Fle- 59. En análisis no publicados del archivo de encuestas de DBB Needham Life Style
gal et al., "Overweight and Obesity in the United Sta tes: Prevalence and Trends, 1960- para 1997-1998, Thad Williamson (Department of Government, Harvard University,
T 994 », ¡ nternationa! lourna! o( Obesity and ReJated Metabo/ic Disorders, 22 (enero 1999) halló que manteniendo constantes las variables de edad, sexo, educación y si-
de 1998), pp. 39-47, Y Ali H. Mokdad et al., «The Spread of the Obesity Epidemic in tuación económica, civil y familiar, y el nivel general de actividad en el tiempo libre, la
the United Sta tes, 1991 - 1 998», lO/anal o( the American M edical Association, 282 (27 asistencia a pruebas deportivas en directo guarda una realción positiva con el compro-
de octubre de I999), pp. T 519-1522. miso cívico. Sin embargo, este efecto «procívico» de la asistencia a espectáculos de-
53· Los datos de la NSGA Indican que los índices de participación en el juego de bo- portivos parece limitada al deporte aficionado: la Little League, el rugby en los institu-
los crecieron en torno a un 6 % entre 1986 Y 1997, freme a un 1 % de aumento en los tos de enseñanza media y el fútbol universitario.
662 Notas Capítulo 7

60. El análisis de las encuestas de DDB Needham Life Style es del autor. 8. Las siguientes generalizaciones se suelen exponer comúnmente en la bibliografía
61. El análisis de las encuestas de DDB Needham Life Style es del autor. Según las científica y están confirmadas por el análisis de los archivos DDB Needham Life Style y
encuestas sobre participación en actividades artísticas del National Endowment for Rope r Social aod Policical Trends realizado por el autor, así como por los datos de en-
the Arts, la asistencia a clases de música a lo largo de la vida bajó de un 47 % en 1982. cuesta de Giving and Volunteering para 1996.
aun40%en 1992.. 9. Paul G. Schervish y John J. Havens, «Do che Poor Pay More? ls che U-Shaped
62.. Music USA 1997, Carlsbad (California), National Associarion of Music Mer- Curve Correet? », Nonprofit and Voluntary Sector Quarterly, :q (primavera de 1995),
chanrs, 1997, pp. 37-38. pp. 79-9°·
10. El análisis de las encuestas de DDS Needham Life Seyle y Raper Social aod Po-
brical Trends es del autor. (En los datos de DDS Needham Life Style la donación regu-
Capitulo 7: Altruismo, voluntariado y filantropia lar de sangre es ligeramente más baja en !as zonas rurales que en las grandes ciudades,
pero ésta no es la conclusión habituaL) Sobre las diferencias en altruismo en funci~n
r. Roben B. Wesrbrook, John Dewey and Anerican Democracy, ¡thaca (Nueva del tamaño de la localidad véanse Charles Korte y Nancy Kerr, «Responses to AltrUls-
York), Cornel[ University Press, 1991, p. 164. Véase también Theda Skocpol, "Ameri- tic Opportunities in Urban and Nonurban Settings», Journal of Social Psychology, 95
ca's Vo!untary Groups Thrive in a Nacional Networh, The Brookings Review, 15 (abril de 1975), pp. 183-184; James S. House y Sharon Wolf, «Effecrs of Urban Resi-
(otoño de 1997), pp. 16-19. Agradezco a Gerald Gamm y Celia Borenstein la informa- dence on Interpersonal Trust and Helping Behavior», Journal of Personal and Social
ción sobre Providence. Psychology, 36 (1978), pp. 102.9-1043; Thomas C. Wilson, "Settlement Type and In-
2.. Everett Carll Ladd, The Ladd Report, Nueva York, FreePress, 1999, pp. 131-145. terpersonal Estrangement: A Test oí the Theories of Wirth and Gans», Social Forces,
3. Andrew Carnegie, .. Wealth», North American Review, 148 (junio de 1889), pp. 64 (septiembre de 1985), pp. 139-150; Nancy Mehrkens Steb!ay, «Helping Behavior
653- 66 4. in Rural and Urban Environments: A Mera-Analysis», Psychological Bulletm, 102.
4. F. Emerson Andrews, PhilanthroPic Civing, Nueva York, Russell Sage Foun- (noviembre de 1987), pp. 346-356; Jane Allyn Piliavin, «Why Do They Give the Gift
dacion, 1950, p. 14r. La profesionaliz,lCión de la fiLJOtropí,l se aceleró a finales del of Life? A Review of Research on Blood Donors Since 1977", Transfusirm, 30 (junio
siglo XX; por poner un ejemplo, la afiliación a la Nacional Society of t-=und Raising de 1990)' pp. 444 -459; David Horton Smith, "Dctcrminants of Volunta rr A~~oci<ltltm
Execurives se multiplicó por diez pasando de J .900 miembros en 1979 a 18.800 en Participatíon and Volunteering: A Literature Review", Nonprofit and Vo/untary Sec-
1997· tor Quarter/y, 2.3 (otoño de 1994), pp. 2.43-2.63;Julian Wolpert, Patterns ofGenero-
5. The Chronicle of Phiianthropy, 30 de occubre de 1997; Debra Blum, "United sity in America: Who's Holding the Safety Net?, Nueva York, Twentierh Century Fund
States Has 7 Charities per 10,000 People, Study Shows», The Chronic/e of Philanth- Press, 1993·
ropY,7 de agosto de 1997. La legislación fiscal ayuda a explicar el auge de las nuevas 110 Sobre edad, filantropía y voluntariado véanse, además del análisis de las en-
actividades de caridad organizada. cuestas de DDS Needham Life Style y Roper Social and Política! Trends realizado por
6. TocquevilJe, Democracy in America, p. 526. Fuentes para el párrafo anterior: el auror, las series de Giving and Volunteering; Charles T. Clotfelter, Federal Tax Po-
voluntariado: Hodgkinson y Weitzman, Givingand Volunteering, p. 3; según los auto- liey and Charitable Giving, Chicago, University of Chicago Press, 1985; Anne Stat-
res, aunque quizá haya poca información sobre ellas, las ayudas informales explican ham y Patricia Rhoton, «Marure and Young Women's Volunteer Work, 1974- 1 9 81 ",
menos de una cuarta parte del voluntariado. Filantropía: Ann E. Kaplan, ed., Giving Columbus (Ohio), Center for Human Resource Research, Ohio State University, fe-
USA 1998, Nueva York, AAFRC Trust for Philanthropy, 1998. Donantes de sangre: brero de 1986; Richard B. Freeman, "Working for Nothing: The Supply of Volunteer
E. L Wallace el al., "Collection and Transfusion of Blood and Blood Components in Labor», National Bureau of Economic Research. documento de trabajo núm. 545,
the United States, 1992.", Transfusion, 35 (octubre de 1995), pp. 802-812. Según el Cambridge (Massachusetts), National Bureau of Economic Research, enero de 199 6 ;
Harris Poli #88 (2.4 de diciembre de 1996), el 76 % de los donantes de sangre mencio- Wilson y Musick, .. Who Cares?", Mi interés por la filantropía se debe a que la consi-
nan el «deseo de ayudar a otros» como la razón de su actividad. Encuesta de 1989: Li- dero un indicador del altruismo y del capital social entre los norteamericanos corrien-
chang Lee,jane Allyn Piliavin y Vaughn R.A. Call, «Giving Time, Money, and Blood: tes, más que como un apoyo al sector no lucrativo; por tanto, no me he centrado en las
A Comparative Analysis», Madison (Wisconsin), University oí Wisconsin, 1998. Los donaciones de los ricos, aunque un trabajo no publicado realizado por el sociólogo del
tres cálculos están hinchados por el deseo del público de parecer altruista, pero su po~ Boston College Paul Schervish da a entender que esos donativos constituyen una parte
sición relativa es probablemente exacta. cada vez mayor de la filantropía en Estados Unidos. Teresa Odendahl, Charity Begins
7· Giving and Volunteering: 1996, pp. 35-38, Y Jane Allyn Piliavin y Hong-Wen at Home: Generosity and Self~lnterest Among the Phi/anthropic Elite, Nueva York,
Charng, «Altruism: A Review of Recent Theory and Research», Annual Review 0(50- Basic Books, 1990, y Francie Ostrower, Why the Wealthy Give: The Culture of Elite
ciology, 16 (1990), pp. 2.7-65, en especial p. 56. Philanthropy, Princecon (Nueva Jersey), Princeton University Press, 1995, muestran
Notas Capítulo 7

que incluso entre los ricos el capital social tiene una importancia crucial en las dona- la frecuencia en la realización de trabajos de voluntariado, la residencia en una ciudad
ciones. pequeña y los estudios, por este orden. Sobre filantropía, altruismo y capital social
n. 500re traoajo y volun~ariado véanse David Horton Smith, «Determinants of véanse Reddy, "Individual Philanrhropy and Giving Behavior»; Piliavin y Charng,
Voluntary Association Participation and Volunteering»; Richard B. Freeman, "Wor- "Altruism»; jaDe Allyn Piliavin y Perer L. CaBero, Giving Blaad: The Devefapment af
king for Nothtng»; Lewis M. Segal, Four Essays on the Supp!y of Volunteer Labor and an Altruistic ldentity, Baltimore (Maryland), johns Hopkins Universiry Press, 199 r ;
Econometrics, tesis doctoral, Norrhwstern University, 1993. Tanto los archivos de en- Amato, "Personality and Social Network Involvement as Predictors of He!ping»;
cuestas de OOR Needham Life Style como los de Roper Social and Political Trends Krzysztof Kaniasry y Fran H. Norris, "In Search of Altruisric Cornmuniry: Patterns of
confirman que el voluntariado es mayor entre [os trahajadores a tiempo parcial que Social Support Mobilization Following Hurricane Hugo», American Journal of Com-
entre los de Jornada completa o cntre quienes no tienen un trahnjo pagado. munity Psychology, 2,3 (agosto de T995), pp. 447-477·
J.,. CiuinR and Voluntcering 1l)9Ó, p. 6. Según C5.ta fuente (en pp. 4-1 3 J l, el predictor 19. Gabriel Berger, Factors Explaining Vo!unteermg for OrganizatlOrIS in General,
particular más sólido de! número de personas que ejercen actividades de voluntariado es and Social Welfare Organizations in Particular, tesis doctoral, Brandeis Universlty,
la fuerza de sus lazos informales con otras personas en organizaciones comunitarias. 199 1 ; Amato, "Personality and Social Network lnvolvement as Predictors of Hel·
14. La figura 28 y el estudio asociado a ella se basan en análisis de los archivos de ping». Sin experimentos asignados al azar -en los que se solicita a algunas personas
DOR Necdham Life Seyle realizados por el autor y corroborados por los datos de Gi- que asistan a organizaciones eclesiásticas y cívicas, mientras que se impide a otras que
ving and Volunteering del Gallup Poll-Independent Sector. lo hagan- no podemos excluir que alguna "propensIón socia[» no calculada explique
15. El análisis de los datos de encuesta de DOR Needham Life Style es del autor. Es- plenamente las conexiones entre donación, voluntariado y compromiso comunitario,
tas relaciones persisten aun manteniendo rigurosamente constantes Otros predictores pero el modelo pormenorizado de correlaciones hace que sea improbable.
demográficos. 2,0. Véanse Giving and Volunteering: 1996; Alvin W. Drake, Sta n N. Finkelstein y
16. john Wilson y Marc Musick, "Who Cares?»; john Wilson y Marc Musick, Harvey M. Sapolsky, The American Bload Supply, Cambridge (Massachuserrs), MIT
"Attachment ro Volunteering», Sociological Forum, 14 (junio de 1999), pp. 2,43-2,72,. Press, 1982, Un fuerte determinante para la práctica del voluntariado, incluso mante-
Los lazos familiares -una forma especial de capital social- son también elementos al- niendo constantes otraS características sociales y de personalidad, es el hecho de que
tamente predictores de actividad voluntaria. El voluntariado, lo mismo que la ayuda «se lo pidan a uno», Véanse Bt:rger, Factors Explaining Volunteering; Freeman,« Wor-
espontánea, se practica en familias. Véanse Giving and Volunteering 1996, pp. 4-90; king for Nothing»; Richard B. Freeman, "Give to Charity?-Well, Since You Asked»,
Segal, Four Essays; Freeman, «Working for Nothing», pp. 8-9. Cambridge (Massachusetts), Harvard University, 1993·
17. Givingand Volunteering: 1996, pp. 6, 4-92 a 4-95. Richard D. Reddy, «Indivi- 21. Véanse pruebas de las tesis propuestas en este párrafo en Wilson y Musick,

dual Philanthropy and Giving Behavior», en: David Horton Smith y Jacqueline Ma- «Who Cares?»; Amaro, "Personality and Social Network Involvement as Predictors of
caulay, eds., Participation in Social and Political Activities, San Francisco,jossey-Bass, Helping»; Harvey Hornstein, Cruelty and Kindness: A New Look at Aggression and
r980, PP, 370-399, resume siete estudios realizados entre J957 y 1975; a más partici- Altruism, Englewood Cliffs (Nueva jersey), Prenrice-Hall, 1976, en especial p. 133;
pación, más aportaciones. Los datos de encuestas de Roper Social and Political Trends Giving and Volunteering: 1996, pp. 4-88. Esta fuente (en 4-I2.9-31) considera la prác-
sobre donaciones caritativas confirman esta pauta. En un análisis de regresión múlti- tica del voluntariado en la juventud como el predictor particular más fuerte de activi-
ple, el mejor elemento de predicción de donaciones es el compromiso cívico (especial- dad voluntaria en la edad adulta, manteniendo constantes docenas de otros factores
mente la dirección en organizaciones y la asistencia a reuniones), seguido por el año de sociales y psicológicos, El lazo entre.la vinculación social y las donaciones y el volun-
nacimiento y [os estudios. tariado sigue siendo fuerte si se mantienen constantes todos [os factores demográficos
18. Según las encuestas de DOB Needham Life Style, el 15 % de quienes van con re- significativos, entre ellos la educación, la riqueza, la edad, el sexo y el estado civil y la-
gularidad a la iglesia o al club son también donantes regulares de sangre, frente a me- boral; en realidad, las mediciones de vinculación social reducen a menudo las correla-
nos de! 10 % de quienes no son miembros. Según las encuestas de Roper Social and ciones demográficas a un grado insignificante. Estas conclusiones (basadas en análisis
Political Trends, e! 2,0 % de las personas que han ocupado un cargo directivo, han sido de archivos de datos de OOB Needham Life, Sryle, Roper Social and Po[itical Trends e
miembros de comités de una organización local o han asistido a una reunión pública Independent Sector realizados por e! autor sobre una veintena de diferentes indicado-
en el último año han sido también donantes de sangre, freore al 10 % de las demás res de compromiso comunitario y conducta altruista) se ven confirmadas por Hausk-
norteamericanos. En los análisis de regresión múltiple de la encuestas tanto de OOB necht, The Joiners, pp. 100, 109; Paul R. Amato, "Personality and Social Network In-
Needham como de Roper, los elementos de predicción más sólidos para la donación de volvement as Predictors of Helping Behavior in Everyday Life», Social Psycholagy
sangre son la edad y e! sexo (las mujeres y los mayores donan sangre menos a menudo, Quarterly, 5 (marzo de 1990), pp. 31-43; Smith, "Determinants of Voluntary Associa-
posiblemente por razones fisiológicas), el empleo a tiempo completo (probablemente tion Participation and Volunteering»; jackson et al., «Volunteering and Charitable Gi-
por las posibilidades de donar sangre en el trabajo), la asistencia a la iglesia y al club, ving»; Wilson y Musick, "Who Cares?».
666 Notas Capítulo 7

22. Ladd." The D;Ha Juse Don 't Show Erosion of America 's Social Capital », p. 17. sanas con un alto nivel de estudios, los donantes a grupos juveniles entre padres con
2.~. Daws del Stutist/(ol Ahstrart o(the United States: 1997. hijos en edad escolar, y así sucesivamente). Así pues, las donaciones para Unired Way
2.4. "Diezmo: aportaci6n o pago de una décima parte de los ingresos anuales de suelen ser representativas de las tendencias nacionales de la generosidad laica. Los da-
una persona." The American HentaKe Dictionary ol the English Language, Nueva tos sobre donaciones entre los protestantes expuestos en la figura 33 a barcan diez con-
York, Houghcon Mifflin Company, 1992. 3: ed. fesiones mayoritarias, además de la Southern Baptist Convention. A partir de 1968
2.5. Todos los cálculos históricos de la filantropía personal son un tanto aproxima- disponemos de datos para una muestra más amplia de veintinueve confesiones protes-
tivos, por lo que es esencial hallar una serie de datos constante y a largo plazo. Las tantes, entre ellas la mayoría de las principales corporaciones evangélicas. Lo datos
fuentes de la figura 31 se ofrecen en 'el Apéndice fl. Nuestro análisis se centra en los más completos muestran un declive aún más brusco (del 17% entre 1968 y 1996) que
donativos de individuos vivos, pues son los más significativos para el capital social. En la línea de tendencia de la figura 32. Cada una de las series cronológicas analizadas en
las finanzas del sector na lucrativo,.una tendencia parcialmente compensatona ha sido esta parte -donaciones totales, don<'lciones protestantes, donaciones católicas y dona-
el crecimiento de las fundaciones caritativas y las expresadas en los legados de patro- ciones a United Wa y- están tomadas de una fuente completamente independiente, por
nos adinerados, pero estos hechos reflejan alzas del mercado más que cambios en el al- lo que su coincidencia respecto a las tendencias en la donación a lo largo de las cuatro
truismo. Entretanto, la filantropía empresarial como parte de los ingresos antes de im- últimas décadas es especialmente probatoria.
puestos ascendió bruscamente en los primeros años de la década de 1980 y ha ido 27· Según John y Sylvia Ronsvalle, The State of Church Giving through I 99 5,
cayendo desde encances. Véanse detalles sobre la filantropía no procedente de indivi- pp. 24-27, entre 1968 y 1995 los donativos de carácter religioso cayeron, como frac-
duos particulares en Gil'ing USA: I998. Una fuente independiente para la primera mi- ción de los ingresos disponibles, del 6,1 a14,1 % entre los miembros de ocho confesio-
tad del período cubierto por la figura 31, el U.S. Treasury Department Report on Pri- nes afiliadas a la National Association of Evangelicals, y del 3,3 al 2,9 % entre miem-
vate Foundations, Washington, D.C., Government Printing OHice, 1965, p. 67, bros de confesiones afiliadas al mayoritario National Council of Churches of Christ.
calculaba que entre J92.9 y 1962. los donativos de individuos vivos como fracción de 2.8. Estas cifras se basan en la muestra completa de veintinueve confesiones protes-
los ingresos brutos ajustados había crecido en un 78 %. Varias fuentes independientes tantes recogida por John y Sylvia RonsvalJe, The State o( Church Giving through
confirman la tendencia descendenre de la segunda mitad del período cubierto por la fi- 1995, Y han sido actualizadas a partir de John y Sylvia Ronsvalle, The State of Church
gura 31: 1) el informe de la Filer Commission, Giving in America: Toward a Stronger Giving through 1997, Champaign (IIIinois), Empry Tomb, I999, p. 42.
Voluntary Sector, Washington, D.C., Commission on Private Philanthropy and Public 29· Esta cifra se ha calculado a partir de la figura 32; John y $ylvia Ronsvalle, "A
Needs, 1975, pp. 82.-S3, que informa de un descenso del 15 % en la filantropía perso- Comparison of the Growth in Church Contributions with United Sea tes Per Capita In-
nal entre 1960 y 1972.; Y 2.) la Consumer Expenditure Survey, realizada con regulari- come». en: Constant H. Jacquet Jr., ed., Yearbook of American and Canadian Chur-
dad por el Departamento de Trabajo, que muestra un descenso constante del 3,4 % en ches: 1989, Nashville (Tennessee), Abingdon Press, 1989. p. 2.75, dan un descenso
1984-1985 al 2.,7% en 1996-1997 en las aportaciones domésticas como fracción de prácticamente idéntico del 57 % entre 1963 y 1984 en los donativos de los católicos
los ingresos después de impuestos, descenso de más de un quinto en poco más de una como fracción de sus ingresos. Pecer Dobkin Hall y Colin B_ Burke, "Voluncary, Non-
década. Por razones técnicas. expuestas en John y Sylvia Ronsvalle, The State of profit, and Religious Entities and Activities», en: Historical Statistics of the United
Church Giuing through I995, Champaign (Illinois), Empry Tomb, 1997, cap. 6, los States: Mil/ennia/ Edition, Nueva York, Cambridge University Press, 2.000, ofrece da-
datos de Giving USA utilizados en la figura 31 podrían subestimar et descenso ocurri- tos sobre donativos filantrópicos a la iglesia católica romana para 1929-1959. Aunque
do desde 1967, pero los acepto aquí como una práctica metodológicamente conserva- no sean directamente comparables con nuestros datos para 1960-1989, los de Hall
dora. Las oscilaciones en las donaciones a finales de la década de 1980 reflejan los muestran que los donatvios por católico (como fracción de los ingresos nacionales per
cambios en la legislación fiscal que afectan a las deducciones por aportaciones caritati- cápita) cayeron un 49% de 1929 a 1945 y se recuperaron en un 7% entre 1945 y
vas. Dichas aportaciones pasaron a ser plenamente deducibles, por ejemplo, para to- 1960. Así, a lo largo de las siete últimas décadas del siglo xx, los donativos per cápita
dos los contribuyentes en 1986, medida que se revocó aquel mismo año. de católicos y protestantes (como fracción de sus ingresos) parecen haber seguido más
26. Las fuentes de la figura 32. se dan en el Apéndice 1 J. Según Roper Reports 95-4, o menos vías paralelas: cayendo bruscamente durante la Depresión, elevándose mode-
Nueva York, Roper Starch Worldwide, 1995, el 19 % de los norteamericanos hicieron radamente tras la guerra y declinando de manera continua a partir de 1960.
donativos a United Way en los doce meses anteriores, frente a un 53 % que los entre- 30. El análisis de las encuestas de Roper Social and Political Trends, así como de los
garon a iglesias y sinagogas, un 2.3 % que los dieron a todas las actividades caritativas resultados de Yankelovich Monitor, generosamente puestos a mi disposición por Yan-
médicas en conjunto, un 16% a todos los grupos juveniles, un 7 % a rodas las organi- kelovich Partners, Inc., es del autor. En las encuestas Roper se pregunta a los encuesta-
z:lcione~ e(olo~iH.15. etc Los don~1ntes llnited \'(',w son demog.rjJi(~lmenre mis repre- dos qué actividad. entre una gran diversidad de actividades posibles. han realizado
':'~''5-I..'r.J.lm~m~ ~n el me'S Jnt~ri.('r~: LIS l..:ri"i.dJ..!es ":.1" desde "ir JI dentlSU" J 'J1-
. ,'~~," '" ,
668 Notas Capítulo 7

evitar las variaciones estacionales, la pregunta se planteó siempre en octubre. En las cluso un simple cambio en la proporción de voluntarios- para cada categoría de edad
encuestas de Yankelovich se pregunta a los encuestados qué actividad religiosa, de en· genera esencialmente e! mismo resultado. Ambas figuras acumulan datos para adultos
rfe varias posibles, «realiza usted al menos ocasionalmente»; entre las actividades se solteros y casados, pero examinando las dos categorías por separado aparece fllnda-
enumeran las de asistir a un centro de culto, leer un libro sagrado, actuar como volun- mentalmente la misma pauta. Entre personas mayores de sesenta años, los solteros rea-
tario, rezar, etc. Esros datos coinciden ampliamente con otros resultados comparables lizan más tareas voluntarias que los casados, mientras que en el apartado de edad me-
expuestos en Giving and Volunteering in (he United States, I999, Washington D.C., diana ocurre lo contrario. Probablemente las personas mayores practican el voluntariado
Independent Sector, 2000, aunque esta serie de encuestas no comenzó hasta 1987_ para ayudarse a superar el aislamiento social, mientras que las de edad mediana lo ha-
31. El cálculo para congregaciones religiosas está tomado de John y Sylvia Ronsva- cen como un efecto derivado de sus lazos familiares. Aunque son más imprecisos y me-
lIe, The State of Church Giving through 1995, pp. 48-49; los referentes a United Way nos sólidos que los de DDB Needham, los datos de las encuestas bianuales Giving and
ya los donativos totales son del autor y están realizados a partir de datos tomados de Volunteering del Independent Sector, realizadas entre 1987 y 1999, muestran también
United Way y Giving USA. un incremento del voluntariado entre encuestados de más de cuarenta y cinco años (en
32. Wuthnow, The Crisis in the Churches. especial entre personas mayores de setenta y cinco), unido a un crecimienco escaso o
33. Greeley y McManus, Catho/ic Contributions, p. 63. inexistente entre quienes tienen menos de cuarenta y cinco.
34. Robert Wuthnow, «The Changing Character of Social Capital in the United 3 8 . Según la National Fire Protection Association, el personal de bomberos volun-
States», en: Putnam, Dynamics of Social Capital in Comparative Perspective; Diane tarios se redujo en toda la nación de 884.600 en 1983 a 803·350 en 1997, mientras
Colasanto, «Voluntarism: Americans Show Commitment ro Helping Those in Need», que los profesionales aumentaron de 2.26.600 a 275.700. La mayoría de las comuni-
Gallup Report, noviembre de 1989, p. r9. En cambio, varias otras fuentes probatorias dades de menos de cincuenta mil habitantes están protegidas por cuerpos de bomberos
no confirman ningún crecimiento de la media de actividades de voluntariado. Basán- voluntarios. Según el ComprehensilJe Report on B/ood Col/ection and Transfusion in
dose en encuestas bianuales realizadas por el ¡ndependent Sector, Giving and Volun- the United States in 1997, Bethesda (Maryland), National Blaod Data Resource Cen-
teering in the United States, 1999 informa sobre una caída moderada y continua del ter, mayo de 1999, p. 29, las donaciones de sangre por habitante en toda la nación (ex-
promedio de horas semanales de voluntariado de 2.,r en 1987 a 1,9 horas en r999, so- cluidas las autotransfusiones) decendieron en torno a un 20% entre 1987 y 1997· La
bre todo porque el voluntariado regular está siendo sustituido por otro irregular u es- parte de la población que decía que donar sangre era una manera de contraer el SIDA
porádico. Algunos psicólogos sociales han realizado a lo largo de las tres últimas déca- bajó del48 % en agosto de 1989 al 24 % en junio de 1995, según Public Opinion On-
das numerosos esrudios sobre la «ayuda espontánea» (devolución de objetos perdidos, line, Roper Center at University of Connecticut, Storrs. Aunque no sean directamente
ayuda a deconocidos, etc.). Nancy Mehrkens Steblay, en «Helping Behavior in Rural comparables, los datos de 1979 a 1987 indican un aumento del índice de donaciones
and Urban Environments», examinó sesenta y cinco estudios de ese tipo y halló que la de sangre, pero el descenso posterior a 1987 es ya mayor que la anterior subida. La
conducta de ayuda había decaído con el paso del tiempo en las zonas urbanas, sin un conclusión sistemática de encuestas realizadas a lo largo del último cuarto de siglo es
alza compensatoria fuera de las ciudades. que la donación de sangre cae bruscamente a partir de los cincuenta años de edad, por
3 5· Por asistencia «regular» entendemos el hecho de ir a la iglesia al menos una vez 10 que el descenso comenzó justamente cuando las personas nacidas en T 93 7 (aquellos
por semana y acudir a una reunión de club al menos una vez al mes. En este sentido, el a los que en el capítulo 14 calificamos de «la larga generación cívica») abandonaron la
compromiso regular con la comunidad cayó del :z.:z. % en I975 al9 % en r999, mien- reserva de donantes. Sobre factores generacionales en el declive de la donación de san-
tras que el número de quienes nunca acuden ni a la iglesia ni a reuniones de club creció gre véase también Eric Nagourney, «Bload Shortage: Answers Scarce, Too», New
de un 1 T a un 20 %. La práctica del voluntariado entre quienes van con regularidad a York Times, 5 de octubre de 1999, D8.
la iglesia y al club creció de quince a veinticuatro veces por año, mientras que el índice 39. Kristin A. Goss, "Volunteering and the Long Civic Generarion», Nonprofit and
de quienes nunca iban ni a la iglesia ni a un club aumentó de 0,8 a 2.,8 veces anuales. Voluntary Sector Quarterly, 28 (1999), pp. 3 78-4I 5. Véase también Susan Chambré,
36. Wilson y Musick, «Attachment ro Volunteering». Según Giving and Voluntee- "Volunteerism by Elders: Past Trends and Future Prospects», Gerontologist, 33 (abril
ring in the United States, I999, p. I, un 41 % de quienes se declaraban voluntarios en de 1993), pp. 2.21-228.
1999 "habían contribuido sólo esporádicamente y lo consideraban una actividad rea- 40. Robinson y Godbey, Time for Life; John P. Robinson, Perla Werner y Geoffrey
lizada en e! pasado». Godbey, «Freeing Up the Golden Years», American Demographics, octubre de 1997,
37· Las figuras 35 Y 36 se basan en análisis de! archivo de DDB Needham Life Style pp. :z.0~:z.4·
realizados por el aucor. Las entradas se obtienen mediante un cálculo de regresión de 41. Manteniendo constantes los factores de edad, educación, año, sexo, ingresos,
frecuencias de proyectos de voluntariado o comunitarios por año en cada categoría asistencia a la iglesia y a clubes y estado civil y familiar, el voluntariado guarda una
de edad, multiplicando por veintitrés años y dividiendo por la puntuación inicial. Sin correlación positiva con el interés por la política, y negativa con el acuerdo con la afir-
embargo, los cambios en puntuaciones medias entre 1975~I976 y 1997-1998 -o in- mación de que "no se elige a gente honrada». El 58 % de quienes practican a menudo

______________ --'¡o~ ______________ ~~.-_ 0_0 •• _0_0_0.0·0


Notas Capítulo 8

el voluntariado dice estar interesado pOr la política, frente a un 4 r % entre [os no vo- derick M. Kramer y Tóm R. Tyler, eds., Trust in Organizations, Thousand Oaks (Cali-
luntarios. Esta correlación entre voluntariado y compromiso político mantuvo cons- fornia), Sage Publications, 1996, pp. 68-89. Esta distinción entre confianza densa y di-
tante su carácter positivo a lo largo del último cuarto de siglo. luida es parecida (aunque no idéntica) a la distinción establecida entre «confianza» y
«entrega» por Toshio Yamagishi y Midori Yamagishi, «Trust and Commitment in the
United Sta tes and Japan», Motivation and Emotion, r8 (junio de 1994), pp. 12.9-166.
Capitulo 8: Reciprocidad. honradez y confianza II. Rotter (<<Interpersonal Trust, Trustworthiness, and Gullibility», p. 2.) define «al
otro en general» como «una persona o grupo sobre el que no se tiene mucha experien-
1. David Hume (A Treatise af Human Nature, libro 3, II parte, sección 5 [1740]), cia personal». En cuarenta y tres estados para los que disponemos de daros, la densi-
citado en Robert Sugden, The Economics af Rights, Ca-operation and Welfare, Ox- dad de organizaciones (tomando como base las encuestas de Roper Social and Political
ford, Basil B!ackwell, 1986, p. 106. Trends) y la confianza social (tomando como base la General Social Survey y las en-
2. Michael Taylor, Community, Anarchy, and Liberty, Nueva York, Cambridge cuestas de DOB Needham Life Style) mantienen una correlación de RL = o,p.
University Press, 1982, pp. 2.8-29. Véase también Alvin W. Gouldncr, "The Norm of I2.. La «confianza densa» y la «confianza diluida» representan los extremos de un
Reciprocity: A Preliminary Statement», American Sociologlcal Review, 25 (abril de continuo, pues la «confianza densa» se refiere a la confianza dentro de un radio corto
1960), pp. 16I-178. que abarcaría sólo a los otros cercanos, sociológica mente hablando, a quien confía,
3· Tocqueville, Democracy in America, pp. 52.5-528. mientras que la «confianza diluida» se refiere a una confianza de radio amplio que
4· Francis Fukuyama, Trust, Nueva York, Free Press, I995; Rafael La Porta, Flo- abarcaría a personas situadas a mayor distancia de quien confía.
rencio López-de-SiJanes, Andrei Shleifer y Robert W. Vishny, «Trust in Large Organi- 13. Wendy M. Rahn y John E. Transue, «Social Trust and Value Change: The De-
zations», American Economic Review Papers and Proceedings, 87 (mayo de 1997), cline of Social Capital in American Youth, 1976-1995 », Political Psychology, 19 (sep-
pp. 333-33 8; Stephen Knack y Philip Keefer, "Ooes Social Capital Have an Econo- tiembre de 1998), pp. 545-565, cita en la p. 545.
mic PayoW A Crosscountry Investigarion», Quarterly Journal of Economics, II2. I4. Véanse pruebas de las generalizaciones expuestas en este párrafo en John Brehm
(I997), pp. 12.51-1288; Kennerh J. Arrow, «Gifts and Exchanges», Philosophyand y Wendy Rahn, «Individual-Leve! Evidence for the Causes and Consequences of Social
Public Affairs, 1 (verano de T972.), pp. 343-362.. Capital », American ¡ournal of Politica/ Science, 4I (julio de 1997), pp. 999-102. 3; Eric
5· Ichiro Kawachi, Bruce P. Kennedy y Kimberly Lochner, «Long Live Community: Uslaner, «Faith, Hope, and Charity: Trust and Collective Action», College Park, Uni-
Social Capital as Public Health», The American Prospect, noviembre/diciembre de versity of Maryland, 1995; ]ohn T. Scholz, «Trust, Taxes, and Compliance», en: Trust
'997, pp. 56-59· and Governance, Russell Sage Foundation Series on Trust, vol. 1, ed. Valerie A. Braith-
6. Julian B. Rotter, «Interpersonal Trust, Trustworthiness, and Gullibility», Ameri- waite y Margaret Levi, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1998, pp. 135-166;
can Psychologist, 35 (enero de 1980), pp. 1-7, presenta pruebas de que la confianza Youngdahl Song y Tinsley E. Yarbrough, «Fax Ethics and Taxpayer Attirudes! A Sur-
social generalizada (confianza mientras falten pruebas en sentido contrario) no guarda vep, Public Administration Review, 38 (septiembre/octubre de I978), pp. 442.-452.;
relación con la credulidad (confianza en presencia de pruebas en sentido contrario). Steven M. Sheffrin y Robert K. Triest, "Can Brute Deterrence Backfire? Perceptions
7· Agradezco a Russell Hardin que me haya aclarado esta importante distinción. and Attitudes in Taxpayer Compliance», en: Joel Slemrod, ed., Why People Pay Taxes:
Véase su artículo «Srreer Level Episremology ofTrust», Politics & Society, 21 (diciem- Tax Compliance and Enforcement, Ann Arbor, University of Michigan Press, I992,
bre de I993), pp. 505-52.9. pp. I93-218; John Scholz y Mark Lubell, «Trust and Taxpaying: Testing the Heuristic
8. Diego Gambetra, «Can We Trust Trust?". en: Diego Gambetta, ed., Trust; Ma- Approach to Collective Action», American Journal of Political Science, 42. (abril de
king and Breaking Cooperative Relations, Oxford, Blackwell, 1988, p. 2.2.1. 1998), pp. 398-417; Stephen Knack, «Civic Norms, Social Sanctions, and Voter Tur-
9· Mark Granovetter, «Economic Action and Social Structure: The Problem of Em- nout .. , p. 145; Rotter, «Interpersonal Trust, Trustworthiness, and Gullibility»; y un
beddedness», American Journal of Sociology, 91 (noviembre de 1985), pp. 4 81 -51 0 ; análisis no publicado de una encuesta Roper de 1991 realizado por Robert B. Smith,
Coleman, Foundations, pp. 300-321; Putnam, Making Democracy Work, cap. 6; Mar- Cambridge (Massachusetts), junio de 1998; agradezco mucho al doctor Smith el haber
garet Levy, «Social and Unsocial Capital: A Review Essay of Robert Putnam's Making compartido conmigo este análisis. Véanse detalles sobre la encuesta en Pub/ic Attitude
Democracy Work», Politics & Society, 24 (marzo de 1996), pp. 45-55; Edward Glaeser, Monitor I99I, Wheaton (IIlinois), Insurance "Kesearch Council, 1991. Según los datos
David Laibson, Jose Scheinkman y Christine Soutter, «What ls Social Capital? The De~ de DDB Needham Life Style, manteniendo constantes diversos factores demográficos,
terminants of Trust and Trustworthiness», documento de trabajo 72.16, Cambridge la confianza social está asociada a la asistencia frecuente a reuniones de club y oficios
(Massachusetts), National Bureau of Economic Research, julio de 1999. religiosos en la iglesia, así como a una mayor frecuencia en la donación de sangre.
IO. Bernard Williams, «Formal Structures and Social Reality», en: Gamberta, 15. La dirección de la flecha causal entre estos factores está siendo objeto de un
Trust, p. 313; Ronald S. Burt y Marc Knez, «Trusr and Third-Party Gossip», en: Ro- vivo debate. El debate es importante y complicado tanto teórica como empíricamente.
Capítulo 8 673
Notas

Sin embargo, sólo afecta de manera tangencial a 10 que aquí me interesa. Véase un pri· la confianza social. En otras palabras, allí donde los ciudadanos afirman que «se pue-
mer paso en la exploración experimental de estas cuestiones en Glaeser, Laibson, de confiar en la mayoría de la gente», están en general en lo cierto, y donde los ciuda-
Scheinkmann y Sourrer, "What Is Social Capital?». danos dicen que «nunca se puede ser demasiado precavido al tratar con la gente»,
16. La confianza social y la confianza política guardan correlación en los indivi-
también tienen razón. Este fascinante resultado se expone en Knack y Keefer, «Does
duos, los países y el tiempo, pero los sociólogos están lejos de llegar a un acuerdo acer· Social Capital Have an Economic Payoff?», p. I2.57·
2.2.. Los psicólogos sociales han encontrado pruebas de que la confianza social es
ca de las razones de esa correlación. Algunos creen que ambas se explicarían por
una disposición congénita a la credulidad. Otros, que ambas están influenciadas por una tanto un rasgo más o menos estahle del psiquismo individual como una respuesta cog-
misma cosa: la prosperidad, los logros del gobierno o cualquier otra causa. Otros cre- nitiva a los cambios de circunstancias y contexto. Véase, por ejemplo, Sharon G.
en que una lleva a la otra a través de una complicada cadena causal; por ejemplo, es Goto, «To Trust or Not to Trust: Situational and Dispositional Determinants», Social
posible que una escasa confianza social desemboque en un conflicto político que redu- Behavior and Personality, 2.4 (1996), pp. 119-132. Eric Uslaner, en su obra The Moral
cirá los logros del gobierno, 10 cual disminuirá a su vez la confianza en él. Véanse va· Foundations ofTrust, de próxima aparición, sostiene que la confianza densa o diluida
rias hipótesis en Levi y Braithwaite, Trust and Governance; Susan Pharr y Robert nace del optimismo personal, que deriva a su vez de la experiencia de la infancia.
D. Putnam, eds., What's Troubling the Tri/atera/ Democracies?, Princeton (Nueva 1er- 23. Robert Wuthnow, «The Role of Trust in Civic Renewal», The National Com-
sey), Princeton University Press, 2.000; Robert Wuthnow, "The Changing Character of mission on Civic Renewa/, documento de trabajo núm. 1, College Park, University of
Social Capital in rhe United States»; Brehm y Rahn, "Individual-Leve! Evidence»; Tom Maryland, 1997. Claeser, Laibson, Scheinkman y Soutter, "What Is Social Capital?»,
W. Smirh, "factors Relating ro Misanthropy in Contemporary American Sociery», So- mantienen que la pregunta estándar predice la fiabilidad de una conducta, no la con-
cial Science Research, 2.6 (junio de 1997), pp. 170-196; Ken Newron, «Social and Po- fianza,
2.4. En The Cynical Americans: Living and Working in an Age af Discantent and
litical Trust», en: Pippa Norris, ed., Critica/ Citizens: Globa/ Support for Democratic
Government, Oxford, Oxford University Press, 1999. Disillusion, San Francisco, Jossey-8ass, 1989, Donald L. Kanter y Philip H, Mirvis di-
17. Véanse pruebas empíricas de que esta pregunta sondea la confianza en los des-
cen que el 72. % de los trabajadores encuestados estaba de acuerdo con la frase: «Hay
conocidos en Eric Uslaner, Moral Faundations ofTrust (de próxima publicación). una pérdida creciente de la confianza y la fe básicas en los demás».
18. Kenneth Newton, «Social Capital and Democracy», American Behavioral 25. Lane, «Politics of Consensus», pp, 8,9, y Niemi, Mueller y Smith, Trends in
Scientist, 40 (marzo/abril 1997), pp. 575.586. Public Opinion, p. 3°3, informan de que el acuerdo con la frase "Se puede confiar en
19. El análisis de los archivos de encuestas de GSS y DDB Needham Life Style es del la mayoría de la gente» subió de un 66% en 1942.-194H a un 77 % en 1963-1964, ca-
autor, que ha mantenido constantes otras características demográficas, Un análisis in· yendo posteriormente a un 71 % en 1966 y a un 56% en 1983. Estos datos no se pue-
dependiente de [a GSS confirma estas pautas; véase Smith, "Factors Relating to Mis· den comparar con otras respuestas dadas a la pregunta estándar sobre la confianza
anthropy». utilizadas en otros pasajes de nuestro libro, pues las encuestas citadas aquí formulaban
2.0. Véanse pruebas que apoyan las generalizaciones realizadas en este párrafo en
sólo la frase "Se puede confiar en la mayoría de la gente», mientras que la pregunta es-
Uniform Crime Rates for the United States 1997, Washington, D.C., Federal Bureau tándar ofrece una opción entre "Se puede confiar en la mayoría de la gente» y «N~nca
of Investigation, 1998, disponible en Brehm y Ralin, «Individual·Level Evidence»; Al· se puede ser demasiado precavido», La adición de la alternativa desconfiada reduce la
fred DeMaris y Renxin Yang, «Race, Alienatían, and Interpersanal Mistrust», Socio· confianza medida en torno a veinte puntos porcentuales.
logical Spectrum, 14 (octubre/diciembre de 1994), pp. 32.7·349; Tom W. Smith, «Fac· 26. Las encuestas resumidas en la figura 38 son las siguientes:
rors Relating to MisanthroPY"; Korte y Kerr, «Response to Altruistic Opportunities
in Urban and Nonurban Settings», pp. 183.184; Stanley Milgram, "The Experience
of Living in Cities", Science, 167 (marzo de 1970), pp. 1461-1468; análisis no publi· Conftam.a Confianza Cambio
cado de Robert B. Smirh, citado en la nota 14; Paul Blumberg, The Predatory Saciety: en el año más en el año más relativo por
Archivo de
Deceptian in the American Marketplace, Nueva York, Oxford University Press, Período lejano (%) reciente ('lo) década ("/n)
encuestas
1989. p. 163,
2.1, Un estudio patrocinado por Reader's Digest proporciona pruebas interesantes NORC·General Social Survey 197 2 - 1 99 8 48 39 -7
relativas a la exactitud de algunos informes sobre reciprocidad generalizada. Para di· National Election Study 19 6 4. 1 99 8 55 4° -8
1975- 1 999 42 25 -16
cho estudio se dejaron en las calles de una ciudad de catorce países europeos cien car- DDS Needham Life Style
teras con cincuenta dólares en efectivo y los nombres y direcciones de sus presuntos Monitoring the Future
dueños. El índice de devolución de las carteras con su contenido intacto correspondió (estudiantes de enseñanza media) 197 6 - 1 99 6 46 24 -23
estrictamente (r = 0,67) a la puntuación nacional sobre la pregunta estándar acerca de
Capítulo 8 675

Las fuentes de la figura 38 se describen en el A éndlce J En -~- mavera de 1994), pp. 124-146, tahla en p. (46, basada en sondeos de opinIón de Ro-
en las encuestas DDS Needham Life Style se ud~ , I .. rodos los casos, excepto per; Robert W. Oldendick y Michael W. Link, « The Answering Machine Generatian:
encuestas: "En términos generales 'd· " d] IZO a misma pre~unta para todas las Who are They and What Problem Do They Pose for Survey Research?", Public Opi-
las personas, o que no se puede se~ ~el::s~:~eo ~~~::i~~eade confIar en la mayoría de nion Quarterly, 58 (verano de 1994), pp. 2.64-2.73, cita en p. 268; Michael W. Link y
encuestas DDB N dh f' .. p I tratar con la gente?». Las Robert W. Oldendick, «Call Screening: ls lt ReaUy a Problem for Survey Research?»,
L ee am o reCtan seIs Oiveles de acuerdo o desacuerdo con la op· ..

:iv: :a;~;,:: ~eel~:;:~~~i::sz:~:~~;~:de~>;~;noomao ~~t:;~si!:~~ece ~na alt~::a~


de
Pub/ic Opinion Quarterly, 63 (1999), pp. 577-5 89.
3 l. Sobre devoluciones del censo por correo véase Mick P. Couper, Eleanor Singer,
otros aspectos la pregunta funciona como la versión dobl: Par e a;ue~ o, pero en Richard A. Kulka, "Participation in the 1990 Decennial Census: Politics, Privacy Pres-
preglJ1lta sea más comparable con las demás me h ·d d· I a po er acer que la sures", American Polities Quarterly, 2.6 (enero de 1998), pp. 59. 80 , así como los da-
tán de acuerdo d .d.d ' e servI o e os encuestados que es- tos de la Oficina del Censo proporcionados por Kristin Goss y Stephen Knack, a quie-
afectan de . , " eCI I amenre»
di. o "en general », pero estos puntos d e intersección no nes quiero mostrar mi agradecimiento. En las pruebas generales para el censo del 2000
nmgun mo (j a as conclusIones.
la Oficina del Censo halló que el compromiso cívico era un elemento de predicción
27. Sobre la desconfianza social en los jóvenes véase Rahn y Transue "S . I T
and Value Change». La profesora Rahn tiene el mérito de ha . ' o~la rust muy fuerte de participación en el censo, mucho más que la exposición a la propaganda

~d:sn~~~;~:a base generacional de tendencias a largo plazo en e~~:::~7 :;c¡:i~:~:t:~ ideada para fomentar dicha participación. Véase Nancy Bates y Sara Buckley, "Repor-
ted Exposure to Paid Advertising and Likelihood of Returning a Census Form» (po-
nencia presentada en la UV conferencia anual de la American Association for Public
28. Las Life
Needham pruebas este párrafo. están t ama d a~ de I anaT Isis de los archivos de DDB
St I de G
. ye Y eneral Soc]al Survey reabzados por el auto S· . d i ' Opinion Research, Sto Petersburg [Florida 1, mayo de 1999)·
todo expltcado por Firebaugh, «Methods for Estimatin r. ¡gu]en o e me- 32.. Sobre la agresividad en carretera véase Matthew L. Waid, "Temper Cited as
fects", la mayor parte del declive global de la confianza s!c~~h~rt Re~lacemen~ E~­ Cause of 2.8,000 Road Deaths aYear", New York Times, 18 de julio de 1997· Un pun-
ble a la sustiq.lción de cohortes. Esta conclusion . . la , SI no to o, es atrtbu¡- to de vista escéptico sobre esta teoría en Michael Fumento, ,,"Road Rage" Versus Rea-
descensos experimentados por la confa . Ctnclde plenamente con los bruscos hty», Atlantie Month/y, agosto de 1998. Fumento explica, sin embargo, que los cho-
enseñanza media detectados por las enlc:::s~::~~a ~~n~~~:~~gS~~:~v~s
de alumnos 6de
1 6
que!; ante los semáforos aumentaron en un 14 % en el período de 199 2- 99 , con un
199 6 . Véase una confirmación independiente d I l.' u ure entre 197 y incremento de accidentes mortales ante semáforos del 19'10. La tolerancia hacia el ex-
0
confianz. a social y las cohortes en Smith F e a fRe alcl?n eorre ese descenso de la ceso de velocidad en las ciudades creció de forma constante de un 20 % en 199 a un
I ' ' "actors e atmg to Misanthro E
conc us]on no se ve afectada por los punto d . ., py». sta 4 % en 1997, mientras que la tolerancia hacia el exceSO de velocidad en carretera se
nes sucesivas. s exactos e mterseCClon entre generacio- 6
mantuvo estable en torno r! un 50 %, según el Pub/ie Attitude Monitor, 5 (Wheaton
[IIIinoisl, lnsurance Research Council, 1997), p. 8. Sobre los resultados del sondeo
29. Robert
NuevaM.YoGraves
k W. y Mick R . C ouper, N onresponse in Household [nterview
Surveys Gailup véanse George Gallup Jr. y Frank Newport, "Americans Take Their Automobi~
S"I tM· . N r, dey, 199 8 , pp. 155- 18 7. Véanse también John Goyder The
les Seriously», Gallup Poll Monthly, 308 (mayo de 1991), pp. 4 6•61 , en especial
li:;~res:>n~;,:~" enO~:;~~:7~~n::;oJ:~~i:~~!:r;~~s;,;;::::ridge (Reino unidoi: Po, pp. 5 -59, Y Gallup Poll Monthly, agosto de 1997, p. 60. Véase una confirmación adi-
8
Surveys and Politleal Representatian Ann Arb u· . m f ResP~ndents: Optnton cional en The Pub/ie Perspective, 8 (diciembre/enero de 1997), p. 64·
)' Joop.J. Hox y Edith D. de Leeuw
'
«ACompa~:~n OIfveNrslty o Mlchlgan Press, 1993,
o onresponse m Mail Teleph
33. Véanse en el Apéndice 11 las fuentes para la figura 40. Agradezco esta cita a
ne, an d FU ace-to-F. ace
._ ' Quality & Qua ni
Surveys).) (f y, 28 ( .
novlemhre , a pp
de 1994) - Stephen Knack.
34. La figura 4 1 se apoya en datos de los Unifarm Crime Reports del FBl, tanto
l 29--'44. na opm]on contrarta en Tom W. Smith "Trends i S ' .
para el conjunto de delitos (violentos y no violentos) como para los homicidios. Las ci-
InternatlOnal !aumal of P"bl,·c Op· R h' n urvey Non-Response»,
. mlOn esearc 7 (1 9 ) 1
30 . Según los sondeos de Lo . '. 9 5., pp. 157- 7T. fras del índice de homicidios son más fiables, pero están estrechamente ligadas a las

~a~~tSe Irn5s~~tudteflor R~searchud:~ ~;~;~~ ~i~~;;~:t~:'~~~~;r~:~~e~ ~~ ~:;~~~vaod:~


d::
desavenencias familiares y a los altibajos de las guerras por la droga, y son por tanto
un indicador escasamente ideal para medir el respeto a la ley en la nación. No dispo-
,
aparecían e Io e _os f encuesta os dIO en 19 74- 197 6numeras
' de teléfono que no nemos de índices de discriminación de la National Crime Survey para años anteriores
n a gUla, rente a un 25 % en 1997 D . d
Sampling lnc halló que la prop , d h . e manera m ependiente, Survey
a la década de 1970.
un 22 % en 1. 8 ,0rClon
o
e ogares sin nu·m ero en l · aumentó de
a gUla 35. Véase, por ejemplo, Fax Butterfield, "Decline of Violent Crimes is Linked ro
A Quarterly ~e~/:/e~:;'fo~os:~v:~9X~s:!;;~:~e:o Is ~ost Unlisted", The Frame: Crack Market», New York Times, 28 de diciembre de 199 8 .
nion.com/newsstand taPf _ &.d ' arzo e 1997, en www.worldopi- 3 . Quisiera dar las gracias a Sam Bowles por haberme sugerido en un primer mo-
R~eaof ]the= ~e2:8M!~~r>~, ~::;;:o~~~~~:nd;~~:e:~:,s 5~é~;~~
6
William G. Mayer, «The' mento este planteamiento.
Notas Capítulo 9

:~, As; es, tanto si se mide en fum.,,¡n de la pob[aclón ;:oral de Estados UnH:i,:;s 5. Robert Oliphant, "My Say", ['v{)!¡shers Weekly, 4 de ef1cro de T9 8 5, p. 7 2 ;
como del empleo total. Véase también Richard L. Abe!, American Lawyers, Nueva Mary Mackay, «Booking a Group Adventure», Belles Lettres: A Rel'iew of Bookshy
York, Oxford University Press, 1989. Women,8 (verano de 1993), p. 26. El Srudy Circle Resource Center y la Kerrenng
3 8 . Richard H. Sander y E. Douglass Williams, "Why Are There So Many Law- Foundation patrocinan grupos de estudio y lectura en rodo el país.
yers? Perspectives on a Turnulent Market», Law and Social Inquiry Journal, 14 6. Encuestas realizadas en 1967 (Sidney Verha y Norman H. Nie, Participa/Ion in
(19 8 91, p. 433· America: Potitical Democracy, and Social Equality, Nueva York, Harper & Row,
39· Las estadísticas de este párrafo y del anterior están (Omadas de Historieal Sta- 197 2 ) y en 1996 (National Election Study) hallaron índices de participación esenci,a~­
tistics of the United States, series D5 89-0 592, Statistical Abstract of the United States mente idénticos (4 %) en grupos literarios, artísticos, de estudio o de debate. El analL-
(varios años), serie 637. y de datos proporcionados directamente por el Bureau of La- sis de [a General Social Survey realizado por el autor no descunrió un camhio nero sig-
bor Statistics. nificativo en la afiliación a esa clase de grupos entre 1974 y '994, Y sí un descenso
40. Robert Clark, "Why So Many Lawyers», Fordham Law Review, 61 (1993), importante si se mantienen constantes los cambios en cuanto a educación y estado ci-
P·275· vil. Según el equipo del programa Great Books, programa nacional para grupos de lec-
41. Véanse Marc Galanter, «The Day After the Litigatíon Explosíon», Maryland tura instituido en 1947, el número de participantes es en la actualidad el doble que en
Law Review, 46 (otoño de 1986), pp. 3-39; Marc Galanter, «Beyood the Litigation Pa- la década de 1960.
nic», en: Walter 0150n, ed., New Directions in Liability Law, Nueva York, The Aca- 7. Alfred H. Katz, Self-Help in America: A Social Involvement Perspective, Nueva
demy of Political Science, 1988, pp. 18-3°; Marc Galanter, "Real World Torts: Ao An- York, Twayne Publishers, 1993; Irving Peter Gellman, The Sober A/coholic: An Orga-
tidote to Anecdote», MaryIand Law Review, 46 (1996), pp. 1093- r 160; Marc Galanter nizational Analysis of Alcoholics Anonymous, New Haven (Connecticut), College and
y Thomas Palay, Tournament of Lawyers, Chieago, University of Chicago Press, 1991. University Press, 1964; Nan Robertson, Getting Better: Inside A/cohoIícs Anony-
42. Mare Galanter, "The Faces of Mistrust: The Image of Lawyers in Public Opi- mouS, Nueva York, William Morrow, 1988, pp. 88, 155- 1 5 6 .
oion, ]okes, aod Political Discourse», University of Cincinnati Law Review, 66 (pri~ 8. El análisis del National Election Study de 1996 es del autor; Monon A. Lieber-
mavera de 1998), pp. 8°5-845, cita en pp. 806-807. man y Lonnie R. Snowden, "Problems in Assessing Prevalence and Membership Cha-
43· R.]. Gilson y R.H. Mnookin. "Dispuring Through Agents: Cooperation and racteristics of Self-I-Ielp Group Participants», Journal of Applied Behavioral Science,
Confliet Between Lawyers in Litigaríon», Columbia Law Review, 94 (1994), pp. 50 9- 29 (junio de 1993), pp. 166-180.
566, según se cita en Tom R. Tyler, "Trust and Democratic Governance», en: Valerie 9. Wuthnow, Sharing the Journey, p. T 58.
Braithwaite y Margaret Levi, eds., Trust and Governance, Nueva York, RusseJ[ Sage ro. Lieberman y Snowden, «Problems in Assessing Prevalence and Membership
Foundation, 1999, pp. 2.69-294. cita en p. 288. Characteristics of Self-help Group Participants», pp. 176- I 78. Véanse opiniones opues-
tas sobre grupos de autoayuda en Frank Riessman y David Carroll, Redefining Self-Hclp:
Po/icy and Practice, San Francisco, Jossey-Bass, 1995; Katz, Self-Help in Ameriea, 1993;
Capítulo 9: ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos sociales y la red Wendy Kaminer, I'm Dysfunctional, You're Dysfunctional: The Recovery Movement
and Other Self-HeIp Fashions, Reading (Massachusetts), Addison Wesley, 1992.·
lo Rohert Wuthnow, Sharing the Journey: Support Groups and America's New II. Alfred H. Katz y Eugene I. Bender, eds., The Strength In Us: Self-Help Groups
Quest for Community, Nueva York, Free Press, 1994, en especial pp. 45-46, 59-7 6 , in the Modern Wor/d, Nueva York, Franklin Watts, 1976, p. 6.
170,320. 12. Riessman y Carroll, Redefining Self-Help; Katz, Self-Help in Ameriea.
2. Theodora Penny Martin, The Sound of Our Own Voices: Women's Study Clubs 13. El análisis del Nationa[ Election Srudy de 1996 es del autor. Lieberman y Snow-
1860- 1 9 10 , Boscon, Beacon Press, 1987, citas en p. 172; Theda Skocpol, Protecting den, "Problems in Assessing Prevalence and Membership Characteristics of Self-Help
Soldiers and Mothers: The Polítical Origins of Social Po/icy in the United States, Cam- Group Participants», p. 170.
bridge (Massachusetts), Harvard University Press, Belknap Press, 199 2 . 14. Wuthnow, Sharing the Journey, pp. 3-6. Wuthnow explica (p. 322.) que los gru-
3· ElIen Slezak, The Book Group Book, Chicago, Chieago Review Press, 1993, pos «pequeños» más grandes (con más de veinte miembros) estimulan a los pa~tici­
P·I4· pantes a centrarse en cuestiones más amplias, pero que los más pequeño~ (con d~e~ o
4· James A. Davis, Great Books and Smal Groups, Glencoe (Illinois), Free Press, menos miembros) nO lo hacen. Véase también Wuthnow, Loose Connect/Ons: Jommg
1961, así como el análisis del National Election Study de 1996 realizado por el autor, Together in America's Fragmented Communities, Cambridge (Massachusetts), Har-
donde se relacionan la afiliación a grupos literarios, de estudio y de debate con otras vard University Press, 1998.
formas de participación comunitaria, manteniendo constantes otros factores demo- 15. Jack L. Walker, Mobilizing [nterest Groups in Ameriea, en especial pp. 35-4 0 ;
gráficos. W. Douglas Costa in y Anne N. Costain, «The Political Strategies of Social Move-
Notas Capítulo 9

ments: A Comparison of the Women's and Environmental Movemenrs», Congress and and Littlefield, 1998, pp. 1-28, en especial p. 4. Ronald Inglehart, Modernizatlon and
the Presidency, 19 (primavera de 1992), p. 127. Postmodernization: Cultural, Economic, and Polítical Change in 43 Societies, Prince-
r6. Rochon, Culture Moves. ron (Nueva jersey), Princeton University Press, 1997, en especial p. 3 I 3, sostiene que
17· McAdam, Freedom Summer, pp. 63-64, 217 SS.; Doug McAdam y Ronnelle el comportamiento de "desafío a las élites» se ha hecho más común. Sobre el argumen-
Paulsen, «Speeifying the Relationship between Social Ties and Activism", American to de que los movimientos sociales terminan como grupos de interés convencionales o
Journal of SOciology, 99 (noviembre de 1993), pp. 640-667; Morris, Origins of the Ci- como «organizaciones profesionales de movimientos» véanse Frances Fox Piven y Ri-
vil Rights Movement; Edward J. Walsh y Rex H. Warland, «Social Movemem Involve- chard A. Cloward,. Poor People's Movements: Why They Succeed, How They Fail,
ment in the Wake of a Nuclear Accident: Aetivisrs and Free Riders in the TMI [Three Nueva York, Vintage Books, 1977, y John D. McCarthy y Mayer Zald, The Trend
Mile ¡sland] Area», American Sociological Review, 48 (diciembre de 1983), pp. 7 6 4- of Social Movements in America: Professionalization and Resource Mobi/ization,
7 80 ; Sara Diamond, Roads lo Dominion: Right- Wing Movements and Political Power Morristown (Nueva jersey), General Learning Press, 1973·
in the United States, Nueva York, Guilford Press, 1995; John D. McCarthy, «Pro-Life 27. Morris, Origins of the Civil Right Movement, pp. 182-185, 191; McAdam,
and Pro-Choice Mohilizarion: Infrasrructure Deficirs and New Technologies», en: Freedom 5ummer; Anne N. Casta¡n, Inviting Women's Rebellion: A Political Process
Mayer N. Zald y John D. McCarthy, eds., Social Movements in an Organizational50- Interpretation ofthe Women's Movement, Baltimore (Marylaod), johns Hopkins Uni-
ciety: Collected Essays, New Brunswick (Nueva Jersey), Transaction Books, 19 8 7, versity Press, 1991, en especial pp. 79-12 1; Debra Minkoff, «The Sequencing of Social
pp. 49- 66 , en especial pp. 5 5-S6; Rochon, Culture Movements, cap. 4. Movements", American Sociological Review, /Í2 (octubre de 1997), pp. 779-799, en
IS. Mario Diani, "Social Movements and Social Capital: A Network Perspecrive on especial p. 789; Anne Costa in, Richard Braunstein y Heidi Berggren, «Framing the
Movemem Outcomes", Mobi/ization: An International ¡ournal, 2 (septiembre de Women's Movememt», en: Pippa Norris, ed., Women, Media, and Politics, Nueva
1997), pp. 129-147; Carmen Sirianni y Lewis Friedland, "Social Capital and Civic In- York, Oxford Uoiversity Press, 1997, pp. 20S-120.
novarion: Learning and Capacity Building from the 1960s ro the 1990S", ponencia pre- 28. Riley E. Dunlap y Angela G. Mertig, eds., American Environmentalism: The
sentada en la asamblea anual de la American Sociological Asociarion, Washington, D.C., U.S. Environmental Movement, 197o~I990, Nueva York, Taylor and Francis, 199 2;
1995; www.cpn.orglsecrions/new __ eitizenshipltheory/socia!capital_civicinnov.html. Costaio y Costa in, "The Political Strategies of Social Movement"; Donald Snow, (nsi-
J 9· McAd<ln1, Frccdol1l Summcr, pp. J .1 l., liJO; Kellneth T. Andrews, «The Impacts of de the Environmental Movement: Meeting the Leadcrship Chal/enga, Washington,
50ci<'ll Movemcnts nl1 che PoliciclJ Process: The Civil Rights Movement and Black Elec- D.C., Island Press, 1992, p. 9·
roral Polirics in Mississippi ", AmerIcan Sociological Review, 62 (1997), pp. 800-S 19. 29. Todos los datos posteriores a 1970 sobre afiliación a grupos ecologistas aporta-
20. Dehra C. Minkoff, "Producing Social Capiral», American Behavioral Scientist, dos en este capítulo esrán tomados de Christopher .J. Bosso, "The Color of Money:
40 (marzo/ahril de J 997), pp. tíotí-6 1 9. Environmental Groups and the Pathologies of Fund Raising», en: Cigler y Loomis, /n-
21. Margit Mayer, "Social Movement Research and Social Movement Practice: terest Group Po~itics, 4." ed., pp. 101-13°, Y Christopher .l. Boss(), «Facing the Futurc:
The U.S. Pattern», en: Dieter Ruche, ed., Research on Social Movements: The State of Environmentalists and [he New Political Landscape", en: ABan J. Cigler y Burden
the Art in Western Europe and the USA, Boulder (Colorado), Westview Press, 199 1, A. Loomis, eds., Interest Group Politics, Washington, D.C., Congressional Quarterly
pp. 47-120, cita en p. 64. Press, 1999,6." ed. Agradezco al profesor Bosso haberme ayudado a entender el movi-
22. John D. McCarchy, "Pro-life and Pro-Choice Mobilization», p. 58. miento ecologista. Para el período anterior a 1970 me he apoyado en Robert Cameron
23· McCarthy, "Pro-Life and Pro-Choice Mobilizarion»; Suzanne Staggenborg, Mitchell, Angela G. Mertig y Riley E. Dunlap, «Twenty Years of Environmental Mo-
The Pro-Choice MO/Jement: Orgamzation and Activism in the Abortion Conflict, bilization: Trends Among National Environmental Organizations», en: Dunlap y
Nueva York, Oxford Universiry Press, 1991, pp. S-6, 146. Mertig, American Environmentalism, pp. II-26. En unos pocos casos he interpolado
24· Entrevisras con funcionarios estatales del NARAL. los datos para los años que faltaban.
2S· Minkoff, "Producing Social Capiral», p. 613. 30. Robert C. MitcheJl et al., «Twenty Years ... », p. 17; Bosso, "Color of Mo-
26. Sidney Tarrow ha expuesro las dos posturas de este debate. Sobre su teoría de ney», p. II7.
los «ciclos de protesta» que terminan aplacándose por agotamienro véase Sidney Ta- 3 J. Las citas y datos sin fuentes de los tres párrafos siguientes son de Paul E. John-
rrow, Power in Movement: Social Movements and Contentious Politics Nueva York son, «Interest Group Recruiting: Finding Members and Keeping Them", en: Cigler y
Cambridge Universiry Press, 1998, 2." ed., en especial pp. 141-160. Por~tra parte, res~ Loomis, Interest Group Polítics, S.a ed., pp. 35-61, Y Bosso, "Color of Money», en es-
pecto a sus conjeturas sobre una nueva "sociedad en movimiento» permanentemente pecial pp. I I 3~rl 5. Véase también Grant Jardan y William Maloney, The Protest Bu-
acriva véase David S. Meyer y Sidney Tarrow, "A Movement Society: Contentious Po- siness? Mobilizing Campaign Groups, Manchester (Reino Unido), Manchester Um-
litícs for a New Century». en: David S. Meyer y Sidney Tarrow, eds., The Social Move- versity Press, 1997.
ment Saciety: ContenlÍous Politics for a New Century, Lanham (Maryland), Rowman 32. Mitchell, Mertig y Dunlap, «Twenty Years of Environmental Mohilization ", p. r 3·
680 Notas Capítulo 9 681

3.1· Bosso, "Color of Money», pp. 1 f3-114. son-Hall, 1992., p. 178. Pedimos a los representantes en dos o treS estados de cada una
H· Creg Easterhrook, "Junk-Mail Politics», New Republic, 25 de abril de 19 8 8, p. de las organizaciones ecologistas con secciones esratales o locales que calcularan qué
2 ¡, seglín se c~ta en Jeffrey M. Berry, The Interest Croup Society, Nueva York, Long- proporción de sus miembros hacían algo más que contribuir con su aportación econó-
man, 1997, 3. ed., p. 77. mica. Los cálculos oscilaron entre un I,S y un 15 %, cifras que difícilmente tenderán a
35· Andrew S. McFarl<lnd, Common Cause: Lohbying in the Public lnterest, Chat- la baja. En 1998 había 27.082 rotarios en Texas, según los Rotary Internarional Mem-
ham (Nueva Jersey), Chatham House Pub!ishers, T984, p. 4 6 . bership Services (Evanston, Hlinois). Los miembros del club de rotarios deben asistir al
3 6 . E-mail del subdirector de «afiliación y mercadotecnia» de una importante or- 60 % de las reuniones semanales, pero el objetivo de la mayoría es el 100 %.
ganización ecologista. 5I. Riley E. Dunlap y Angela G. Mertig, «The Evolucion of the U.S. Environmental
37· R. Kenneth Godwin, One Hilf/On Do"ars n( Influence, Chatham (Nueva Jer- Movement from 1970 ro 1990: An Overview», en: Dunlap y Mertig; American Envi-
sey), Chatham House, 19HH, pp. 55-65, Y las obras citadas allí; John D. McCarthy, ronmenta/ism, p. 6,
"Pro-Llfe and Pro-Choice Mobilization», pp. 49-66, en especial pp. 62- 6 3. 51.. Datos de Gallup citados en Riley E. Dunlap, "Trends in Public Opinion Toward
3 8 . De las rreinta y dos asociaciones representadas en la figura 8, sólo esos dos gi- Environmental Issues: 1965-1990», en: Dunlap y Mertig, American Environmentalism,
gantes del siglo XIX cuya afiliación aclanzó su punto culminante en la década de 1920 p. 113, Y sondeo de opinión Gallup/CNNIUSA Today, 13-14 de abril de 1999·
(la Wnmen's Christi;111 Temperance Un ion y la International Order of Odd Fellowsl 53. Los datos de encuesta de este párrafo esrán tomados de la General Social Sur-
perclieron hast3 un H5 'Yo de los miembros que les queda han de su nivel más alto entre vey de 1993-1994. Los cálculos de la GSS parecen ser muy exagerados. Durante la dé-
los anos posteriores;l la Segunda Guerra Mundial y el final del siglo xx. cada de 1990 la afiliación conjunta a las principales organizaciones ecologistas alcan-
.)'). Chrisropher.l. Bnsso, rese11" de TIJe Proles! Business? MohillZlng Campaign zó una media anual de seis a siete millones de miembros. Esta cifra incluye muchos
~ro~{ps, de Granr .Iord"n y William Maloney, American Politlcal Science Review, 93 dobletes, pues los miembros de tipo medio hacen donaciones a vanas otras de la lisra
(lunlOde J999), p. 467. y continúan contribuyendo durante tres años. Sin embargo, suponiendo que todos los
40. Linda L. Fowler y Ronald G. Shaiko, "The Grass Roots Connection: Environ- miembros contribuyeran a sólo una organización y dejaran de contribuir a los dos
mental Activisrs and Senate Rol! Calls», American Journai o( Political Science, JI años, el número de adultos que podían haber contribuido a lo largo de cinco años al-
{agosto de T'}H7}, pp. 4H4-S 10, cita en la p. 490. canzaría un máximo de dieciséis millones de norteamericanos, o el 8 % de la población
4 1 . Los daros expuestos ya en el capítulo 7 sobre tendencias en la filantropía expli- adulta, frente al índice del 49 % según la GSS. Esta diferencia no podría cubrirse con
can plenamente las aportaciones económicas J grupos terciarios según se resume en la cálculos plausibles de donativos a organizaciones ecologistas que no lleguen a ser de
figura .i l. carácter nacional.
4 2 . Kelly P,merson, ,¡rhe Polrri¡;al Firepower of the National Rifle Association" 54. Resultados no publicados de los archivos de Yankelovich Partners, Inc, Según
en: Cigler y Loomis, lnterest Grou/, Po/ities, S:\ ed., p. 130. ' Roper Reports 97-3, Nueva York, Roper Starch Worldwide, 1997, pp. 117-121, entre
43· John D. McCarchy, "Pro-Life and Pro-Choice Mobilization», p. 62. 19 8 9 y 1997 la actividad diaria de reciclado por parte de los norteamericanos aumen-
44· Tarrow, Power in Movement, p. 133. tó decididamente (por ejemplo, «la separación de la basura del material reciclable [···1
4S· Jordan y Maloney, The Protest Business, p. 191. Esta encuesta se realizó entre como práctica regular» saltó de un 14 a un 39 %). debido probablemente a la prolife-
miembros británicos de estas dos organizaciones, aunque no hay motivos para dudar ración de programas de reciclaje local, pero el envío de «cartas a políticos en las que se
de que los resultados son también aplicables a sus miembros norteamericanos. God- expresaran opiniones sobre cuestiones medioambientales [ ... ] con periodicidad regular
win, One Billion Dotlars oi ln(luence, p. 48, alega que «el objetivo de muchos grupos [o] de cuando en cuando» cayó del 2.0 al 17 %. Al escribir el presente libro me puse en
es el contribuyente pasivo y no unos miembros activos». contacto con una docena de especialistas, tanto académicos como activistas, para tra-
4 6 . Jordan y Maloney, The Protest Business, p, 169. tar del ecologismo de base. Todos sin excepción creían que las actividades ecologistas
47· McCarthy y Zald, The Trend of Social Movements, p, 3. Ronald G. Shaiko, de base se hallaban en alza. No obstante, nadie, excepto uno, pudo citar pruebas sóli-
«More Bang for the BllCk», en: Cigler y Loomis, Interest Group Po/itics, 3: ed., p. 12.4. das que apoyaran esa impresión. La excepción fue una serie de directorios de grupos
4 8 . Bosso, «Facrng the Future». Véase también Mirchell, Mertig y Dunlap, ecologistas estatales y locales preparada cada año por la National Wildlife Federation
«Twenty Years of Environmental Mobilization», pp. 21- 2 3. (NWF) a partir de 1968. La cifra en bruto de esas organizaciones, enumeradas en años
49· En su estudio clásico Po/itica/ Parties, Glencoe (IlIinois), Free Press, 1962 sucesivos, ha ido en aumento. Sin embargo, a lo largo de esos treinta años la NWF me-
(19 1 ¡l, Robert Michels sostenía que hasta las organizaciones de inspiración más de- joró su búsqueda de esos grupos, y una vez tenida en cuenta esa mejora, los directorios
mocrática caen inevitablemente bajo la influencia de una élite reducida. nos transmitieron un mensaje de declive. Por ejemplo, de los grupos presentados en el
. 5°· "Yogurt-eaters for Wilderness», Sierra, enero/febrero de 1989, p. 22., según se directorio de 1999 con fechas fundacionales anteriores a 1968, sólo un tercio había
cIta en PhiJip A. Mundo, Interes! Groups: Cases and Characteristics, Chicago, Nel- sido listado en el directorio de ese año. Un ajuste moderado para la infravaloración de
682 Notas Capítulo 9 68)

esas primeras fechi'ls convierte el crecimiento aparente en un descenso real. Agradezco 63. David O. Schmidt, Citizen Lawmakers: The Bal/ot lnitíative RevolutlOn, Fila-
a Arkadi Gerney la ayuda prestada para esta investigación. Otras supuestas pruebas delfia, Temple Uníversity Press, 1989.
de incremento de las organizaciones ecologistas de hase, como las presentadas en Ni- 64. David B. Magleby, «Direct Legislatíon in the American States», en: David Bu-
cholas Freudenberg y Ca rol Steinsapir, "Not in Our Backyards: The Grassroots Envi- tler y Austin Ranney, eds., Referendums around the Wor/d, Washington, D.C., AEI
roomental Movemenr», en: Riley Dunlap y Angela G. Mercig, eds., American Envi- Press, 1994, pp. 230-233.
ronmentalism: The [J,S. Environmental Movement, 1970-1990, Nueva York, Taylar 65. Carohne J. Tolbert, Daniel H. Lowenstein y Todd Donovan, "Election Law
& Francls, 1992., p. 29, están gravemente viciadas por el hecho de que la mayoría de and Rules for Using lnitiatives», en: Shaun Bowler, Todd Donovan y Caroline J. Tol-
las hstas de grupos ecologistas de hase no han sido purgadas nunca de las que ya han bet, eds., Citizens as Legis!ators: Direet Democraey in the United States, Columbus,
desaparecido. Otro elemento de prueha contra el supuesto crecimiento del activismo Ohio Sta te Universiry Press, 1998, p. 35. Véanse también otros capítulos dellihro de
ecologista a lo lar!4() de I<l~ últillla~ décadas proviene de la encuesta anual de cientos de Bowler, Donovan y Tolbert; David B. Maglehy, Direet Legislation: Vottng nn Ball()t
miles de universitarios de primer ano realizad,l en la veLA. La proporción de quienes Propasitions in the United States, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Universiry
consideraban un importante objetivo vital "participar en programas para descontami- Press, 1984; Thomas E. Cronin, Direet Democraey: The Po!itics nf lmttatwc, Refe-
nar el medio ambiente" cayó del45 % en 1972 al19 % en 1998; véanse Linda]. Sax et rendum, and Recall, Cambridge (Massachuserts), Harvard University Press, 1989; M.
al., The American Freshman, Los Ángeles, VClA Higher Education 'Research Insritu- Dane Walters, "A Century Later: The Experiment with Citizen-Iniriared Legislation
te, 1998, y anteriores volúmenes de eSa serie. En la década de 1990 surgió un movi- Continues».
miento antiecologista, en especial en el Oeste, con la etiqueta de "Un uso sensato» y 66. Véanse pruebas de las proposiciones de este párrafo en Betty H. Zisk, Money,
"derechos de propiedad», pero no he hallado pruebas sólidas de que cuente con una Media, and the Grass Roots: State Ballot lssues and the Electoral Proeess, Newbury
participación de base. Park (California), Sage, 1987, cita en la p. 246; Cronin, Direet Democracy, en especial
55· Sobre la derecha religiosa véanse Robert C. Liebman y Robert Wuthnow, eds., pp. IlO-Il6; Tolbert, Lowenstein y Oonovan, «Election Law»; Magleby, "Oireet Le-
The New Christian ,RiKht: Mabilization and Legitimatian, Hawthorne (Nueva York), gislation in the American Sta tes». Agradezco a Benjamin Deufel su útil ayuda sobre
Aldllle Publishing Company, T983; Dlamond, Raads ta Daminian; Jusrin Watson, este tema.
The Christian Coalition: Dreams of Restoratio/1, Demands for Recognítion, Nueva 67. Zisk, Money, Media, and the Grass Roots, p. 250.
York, St. Martin's Press, J997; Smith, American Evangelicalism. En 19981a Christian 68. Kevin Ojo Everett, "Professionalization and Protest: Changes in the Social Mo-
Coalícion afirmaba tener 1,7 millones de miembros y más de 1.425 secciones locales. vement Sector 1961-1983», Social Forees, 70 (junio de 199 2 ), pp. 957-975·
Informes posteriores indicaban que esas pretensiones estaban muy hinchadas, y que la 69. Debra 'E. Blum, «Men's Group Lays Off Entire sraff», The Chronicle of Phi-
Christian Coalition era ante todo una operación de correo directo. Véase Laurie Go- lanthropy, 12 de marzo de 1998. Los Promise-Keepers reanudaron su actividad segu~­
odsrein, "Coalition's Woes May Hinder Goals of Christian Righr», New York Times, da mente, pero un año después de la manifestación "Stand in the Gap» seguían redUCI-
2 de agosto de T999. dos desde el punto de vista organizativo a la mitad aproximadamente de lo que eran
56. Wuthnow, The Restructuring of American Religion, pp. 173- 21 4. antes. Véase "Promise Keepers ar a Prayerful Crossroads; One Year After Mall Rally,
57· Robert Wuthnow, «The Political Rebirth of American Evangelicals», en: Lieb- Men's Religious Group Grapples with Message, Money», Washington Post, 7 de oc-
man y Wuthnow, The New Christian Right, pp. 1fi7-IH5. tubre de 1998.
5 H. Smirh. AmeriWl1 Euan!wlicalism, p. 39. 70. Las pruehas para las generalizaciones expuestas en este p~rrafo proceden de
59· .lames 1.. Cuth, .lohn C. Grecn, tyman A. Kellstedr y Corwin E. Smídt, "On- Verha, Schlozman y Brady, Voiee and Equality, pp. ~o, 60, tHI-H9; Dalron, Citizen Po-
ward Christian Soldiers: Religiolls Activist Groups in American Politics», en: Cigler y lities, pp. 67-85; Matthew Crozat, «Are rhe Times A-Changin'? Assessing the Accep-
Loomis, lnterest Group Po/itics. 4: ed., pp. 55-76. tance of Protest in Western Democracies», en: Meyer y Tarrow, The Social Movement
60. Guth, Green, Kellsredt y Smidt, "Onward Christian Soldiers», pp. 63, 73. Society, pp. 59-81; Y el análisis de los datos de General Social Survey (1973,1996) rea-
61. Las generalizaciones de este párrafo están tomadas de James L. Cuth, Lyrnan lizado por el autor, al igual que los de Polítical Action Studies (1974, 1981), encuestas
A. Kellstedt, Corwin E. Smidt y John C. Creen, "Thunder on the Right: Religious Inte- de Roper Social and Polítical Trends (1978, 1980, 1985, 1994) YWorld Values Surveys
rest Group Mobilizarion in the 1996 Electíon», en: Cígler y Loomis, Interest Group (1980,199°,1995), Como confirmación del «encanecimiento» de los participantes en
Politics, 5. a ed., pp. 169-192. manifestaciones de protesta mostrado en la figura 45, las encuestas Roper detectan que
62. Datos generosamente proporcionados por M. Dane Waters del Initiative and Re- la proporción de quienes se consideran manifestantes protestarios mayores de cuarenta
ferendum lnstitute. Véase M. Dane Waters, "A Cenrury Later: The Experiment wíth Ci- y cinco años se dobló del 17 % en 1978 al 32 % en 1994. Dalton observa que los datos
tizen-Iniriared Legislaríon Continues», The Pub/ie Perspective, número especial: Ameri- de las cinco encuestas realizadas por Political Action y World Values Surveys entre
ca at the Polls: r998, 10 (diciembre/enero de 1999 j, pp. J 23-144, en especial p. 128. 1974 y 1995 muestran que la proporción de adultos que participaron en un boicot en
Capítulo 9 68 5
Notas

alguna ocasión aumentó del 16% en f974 al 19 % en 1995; la de quienes participaron king=/, visitada el 5 de octubre de 1999); página web de AARP: "Silver Stringers Get
en alguna ocasión en una manifestación autorizada subió de un r 2 a un 16 'Yo; la de New Life on Line», Bastan Globe, 25 de diciembre de 199 8 .
quienes participaron alguna vez en una huelga salvaje aumentó de un l. a un 4 'Yo; Y la 81. Oficios religiosos: "Cad Goes Online», Walf Street journal, 2.6 de marzo de
de quienes participaron en una sentada se mantuvo constante en un 2 %. Estas mismas 1999; oración: Joshua Cooper Ramo, «Finding God on the Web n, Time, 16 de dici.cm-
encuest"Js muestran, sin embargo, que la media de edad de los adultos que han partici- bre de 199 6, pp. 60-65; "Praying on the Internet», Christian Century, 16 de abnl de
pado alguna vez en una manifestaóón aumentó constantemente de treinta y cinco años r997; bodas: «The Knot: Weddings for the Real World Launches Wedding Day», Bu-
en 1974 a cuarenta y seis en 1995; el protesrario típico durante este período fue el vete- si11J!sS Wire, 24 de junio de 1997; funerales y asesoramiento para el duelo: "Post-mor-
rano entrado en años de la década de los sesenta. tems Meet Modems: Online Funerals Is Mourners' Way to Ca», Associated Press, en
71. Meyer y Tarrow, "A Movement Society», p. R. Sacramento Bee, 2.5 de agosto de 1996; Sarah Wyatt, "Comfort and Counsel in Times
72. Para todas las llamadas telefónicas: Federal Communications Commission, Sta- of Crief", New York Times, 18 de agosto de 1997; manifestaciones virtuales y grupos
tistics of Communicatjons Common Carriers (antes Statistics of the Communication de presión: "We Shall AH Log-On: Digital Demonsrrators Unite on the Web», :«a/l
Industry in the U.S.), Washington, D.C., Government Printing Office, 1945-1999. Para Street ¡ournal, 3 de diciembre de 1998; Rebecca Fairley Raney, "Flash Campalgns:
todas las llamadas personales realizadas en 1982: Fischer, America Calling, p. 2.26; Online Activism at Warp Speed», New York Times, 3 de junio de 1999; internet y co-
para las tendencias en las llamadas a larga distancia y el envío de cartas: análisis del ar- munidad: WilIiam A. Galston, ,,(How) Does the Internet Affect Community? Sorne
chivo de encuestas de Roper Social and Political Trends realizado por el autor, además Speculations in Search of Evidence», en: Elaine Ciulla Kamarcky Joseph S. Nye,. Jr.,
de los Roper Reports para agosto de 1995. Para el consumo de 1998: Pew Research eds., democracy.com? Covernance in a Networked World, Holbs (New Hampshlre),
Center for [he People & the Press, Biennial News Consumption Survey, www.people- Hollis Publishing, 1999, pp. 45- 6 1.
press.orglmd 98que.ht m. 82.. Philip Aspden y James E. Katz, "A Nation of Strangers?n, Communications of the
73. Sobre predicciones acerca del impacto social del teléfono véanse Ithiel de Sola ACM 40, diciembre de 1997, pp. 81~86; "The Internet News Audience Goes Ordlnary»,
Pool, Forecasting the Telephone: A Retrospective Technolagy Assessment o( the Tele- Pew Research Center for [he People & the Press (www.people-press.org!tech98mor.htm.
phone, Norwood (Nueva Jersey), Ablex Publishing, 1983; Sidney Aronson, "Bell's Elec- visitada el 15 de agosto de 1999), en especial p. 15; el análisis del archivo de encuestas de
trieal Toy: What's [he Use? The Sociology of Early TeJephone Usage", y Asa Bnggs, DDB Needham Life Style es del autor. Para una conclusión similar véase Bruce Bimber,
"The Pleasure Telephone: A Chapter in the Prehistory.of the Media", ambos en: Ithiel "Information and Civic Engagement in America: Political Effects of Informatíon Tech-
de Sola Pool, ed., The Social lmpact of the Telephone, Cambridge (Massachusetts), nology», manuscrito no publicado, Universidad de California en Santa Barbara, 1999·
MIT Press, J977; Fischer, America Calling, cita en la p. 82.. Agradezco a David Camp- 83. Barry Wellman, Janet Salaff, Dimitrina Dimitrova, Laura Garton, Milena Gulia
beJl su reseña sobre los efectos sociales de la telefonía. y Caroline Haythornthwaite, "Computer Networks as Social Networks: Collabo-
74· Pool, "Inrroduction», en: SuciallmfJact uf the Telephone, p. 4. rative Work, Telework, and Virtual Community», Annual Review o( Soci%gy, 2.2
? 5.. Alan H. Wurtzel y Colin Turner, "The Latent Functions of the Telephone: What (199 6 ), pp. 213- 2 3 8, cita en la p. 21}; Barry Wellman y Milena Gulia, «Virtual Com-
MISSiOg the Extension Means », en: Social lmpact of the Telephone, pp. 2.46-261. munities as Communities: Net Surfers Don't Ride Alone», en: Marc A. Smith y Peter
76. Sidney H. Aronson, "The Sociology of the Telephone», lnternationa/ journal Kollock, eds., Communities in Cyberspace, Nueva York, Routledge, 1999, pp. 167~
of Comparative Soci%gy, I2 (septiembre de r 97 1), p. 162; Fischer, America Calling, 194, cita en la p. 188.
p. 195; Malcolm M. WilJey y Stuart A. Rice, Communication Agencies and Social 84. Starr Roxanne Hiltz y Murray Turoff, The Network Nation: Human Commu-
Life, Nueva York, McGraw-Hill, 193}; Martin Mayer, «The Telephone and the Uses nication Via Computer, Reading (Massachusetts), Addison-Wesley, 197 8, citado en
of Time~, en: Social /mpact of the Telephone, pp. 225-245, citas en las pp ..2.2.6 Y 230. Nitin Nohria y Robert G. Eceles, «Face-to·Face: Making Network Organizations
77· Flscher, America Calling, pp. 3, 242., 253, 265-2.66. Work", en: Nitin Nohria y Robeet G. Eceles, eds., Networks and Organizations:
?8. Daniel J. Boorstin, The Americans: The Democratic Experience, Nueva York, Structure, Form, and Action, Bostan, Harvard Business School Press, 199 2 , p. 2 89;
Vmtage Books, 1974. p. 391. Michael Strangelove, "The Internet, Electric Gaia and the Rise of the Uncensored
79. Difusión tecnológica: tabla 2 infra, y el correspondiente análisis; uso del tiem- Self», Computer-Mediated Communication Magazine, 1 (septiembre de 1994), p. 11:
po: John Robinson, Shawn Levin y Brian Hak, «Computer Time». American Demo- 85. Howard Rheingold, The Virtual Community: Homesteading on the Electromc
graphics, agosto de 1998; uso de internet: figura 56 infra y «64.2. Millíon American Frontier, Reading (Massachusetts), Addison-Wesley, 1993, p. Ij John Perry Barlow,
Adults Regularly Use the Internet", comunicado de prensa de Mediamark (12 de Sven Birkets, Kevin Kelly y Mark Slouka, "What Are We Doing On-Lioe», Harper's,
mayo de 1999), en www.mediamark.com/rnri/docs/pres_s99.htrn. agosto de 1995, pp. 35-46, cita en la p. 4°·
80. Jóvenes e internet: Pro;ect Vote SmartlPew Charitable Trusts 1999 Survey, Philips- 86. Joho Seely Brown y Paul Duguid, The Social Li(e of Information, Bastan, Har-
burg (Montana), Project Vote Smart, 1999 (www.votesmart.org!youthsurvey.phtml?chec- vard Business School Press, 2000, cita en la p. 3 Ij Laura Gartoo y Barry Wellman,
686 Notas Capítulo 9 687

«Socialllllpacts of Elecrronic Mai! in Organizations'. A Review of the Research Litera- tal Literature on Electronic Support of Group Work: Results of a Meta-Analysis», Hu-
rure», Communication Yearbook. 18, Thousand Oaks (California), Sage, 1995, pp. man-Computer Interaction, 7 (1992), pp, 257-280; joseph B, Walther, «Interpersonai
434-45.~' en especial pp, 444-447· Effects in Computer-Mediated Interaction: A Relacional Perspective», Communica-
87. Michael L. Dertouzos, What WiU Be: How the New Wor/d of In(ormation WiU tian Research, 19 (I992), pp. 52-90; joseph B, Walther, «Anticipated Ongoing lnte-
Change Our Lives, San Francisco, Harper-Edge, 1997, pp. 157-160, raction Versus Channel Effects on Relacional Comrnunication in Computer-Mediated
88. Rheingold, Virtual Community, p. 422; Starr Roxanne Hiltz y Murray Turoff, Interaction», Human-Computer Interaction, 20 (1994), pp, 473-50I; M, Lea y R.
The Network Nation, ed. revisada, Cambridge (Massachusetts), MIT Press, 1993; Pe- Spears, «Love at Fírst Byte? Building Personal Relationships over Computer Net-
ter Sreincr. «On (he Internet, No One Knows You're a Dog», New Yorker, 5 de julio works». en: j.T. Wood y S. Duck, eds., Understudied Relationships: Off the Beaten
de J99_'. p. f,r. Track, Newbury Park (California), 1995, pp, 197-233; Garton y Barry Wellman,
89· Lec Sprollll y Sara B. Kiesler, Connections: New Ways of Working In the Net- «Social Impacts»; Susan G. Straus, «TechnoJogy, Group Process, and Group OutcO-
worked Orgamzatúm, Cambridge (Massachusetts), MIT Press, 199 r. mes: Testing the Connections in Computer-Mediated and Face-to-Face Groups», Hu-
90. Peter Kollock y Marc A. Smith, «Communiries in Cyberspace», en: Smith y Ko- man-Computer Interaction, I2. (1997), pp. 227-265. en especial pp. 233-236; E[ena
lIock, eds" Communities in Cyberspace, Nueva York, Routledge, 1999, pp, 3-25. cita Rocco, " Trust Breaks Down in Electronic Contexts but Can Be Repaired by Sorne Ini-
en la p. T3. tial Face-ro-Face Contact», Computer-Human Interaction [eH!] Proceedings, Los
91. Mark S. Bonchek, Fronz Broadcast to Netcast: The Internet and the Flow of Ángeles (California), abril de 1998, pp. 492-5°2, Los científicos no están de acuerdo
Politica/ Information, tesis doctoral, Harvard University, I997, en especial pp, 99-1°9. sobre las diferencias entre la comunicación cara a cara y por ordenador que explican
92, Brown y Duguid, Social Life of Information, p, 226, la diversidad de resultados: la mayor riqueza en "presencia social» en situaciones cara
93. El análisis de encuestas de DDB Needham Life Style sobre el uso de Internet a cara, la mayor lentitud comunicativa en situaciones basadas en textos, la suposición
es del autor; Falling Through the Net 11: New Data on the Digital Divide, Wash- más acentuada del mantenimiento de la relación en situaciones cara a cara o alguna
ington, n.c., Narioll~ll Tdccorllmunicacions <lnd Inform<ltion Administration, 1999, otra cosa. Brown y Duguid, Social Life of Informarían, pp, 41-52, ofrece una ventajo-
en www.ncin.doc.gov/ntiahome/nct2/falling.html. visir<lda elIde julio de 1999; Ma- sa visión global de las diferencias entre el trato en la vida real y en el ciherespacio,
nuel Castell~. Thl' R/sl' nf thl' Netwnrk S()ciety, Camhridge (Massachllsetts), Black- 97. Brown y Duguid, Social Life o( Information, p, 61. Sobre «echar fuego» véanse
well. r ~9f" pro :¡6,-.,f,4; Pipra Norris, (, Who Sllrfs? New Technology, Old Voters, & Martin Lea, Tim O'Shea, Pat Fung y Russell Spears, «"Flaming" in Computer-Mediated
Virtual Democracy". en: Kamarck y Nye, democracy,com, pp. 71-94; Pippa Norris, Communication: Observations, Explanations, Implications», en: Martín Lea, ed., Con-
"Who Surfs Café Europa? Virtual Democracy in the U,S. and Western Europe», po- texts oi Computer-Mediated Communication, Nueva York, Harvester Wheatsheaf,
nencia presentada en J<l ,lsamblea anual de la American Political Science Association, 199 2, pp, 89- 112 ; Garton y Wellman, "Social Tmpacts», pp. 441-442; Srraus, «Techno-
Ar1anra, septiembre de 1999. logy», pp, 2.34-235. Según Rocco ("Trust Breaks Down»), una breve interacción cara a
94, Derrouzos, What Will Be, p. 2.99. cara antes de la comunicación mediante ordenador mejoraba la cooperación.
95, Albert Mehrabian, Silent Messages: Implicit Comrnunications of Ernotions and 9 8 . Nohria y Eccles, "Face-ro-Face», pp. 300-301; Andrew Cohil1 y Andrea Kaya-
Attitudes, Belmont (California), Wadsworth, I98I, p, JII, citado en Brirtney G. Che- naugh, Community Networks: Lessons (rom Blacksburg. Virginia, Norwood (Massa-
nault, «Developing Personal and Emotional Relacionships Via Computer-Mediated chusetts), Artech House, 2000.
Communication», CO/l1puter-Mediated Cornmunication Magazine, 5 (mayo de T998), 99. Galsron, «(How) Does the Internet Affect Community?».
p. r, en www.december.com/cmclrnaglr998/may/chenault.htrnl. consultada el 16 de roo. Brid O'Connaill, Steve Whittaker y Sylvia Wilbur, "Conversations ayer Video
octubre de J999, Sobre evolución y honradez véase Robert H. Frank, Passions Within Conferences: An Evaluation of [he Spoken Aspects of Video-Mediated Communica-
Reason: The Strategic Ro/es of the Emotinn, Nueva York, Norton, 1988, tion», Human-Computer Interaction, 8 (1993), pp, 389-42.8; Abigail J. Sellen, «Re-
96, Los estudios comparativos entre la comunicación cara a cara y mediante orde- mote Conversations: The EHects of Mediating Talk with Technology», Human-Com-
nador son numerosos, Véanse Nohria y Eccles, «Face-to-Face», en especial pp. 2.92- puter Interaction, 10 (1995), pp. 401-444·
2.99, de donde tomamos [a cira; Sara Kiesler, Jane Siegel y Timothy W. McGuire, "So- 101. Marshall van Alstyne y Erik Brynjolfsson, «Elecrronic Comrnunities: Global
cia[ PsychoJogical Aspects of Computer-Mediated Communication», American Village or Cyberbalkanization?» (1996), web,mit.edu/marshall/www/Abstracts.hml,
Psych%gist, .19 (1984), pp. II23-II34; LK, Trevino, R.H. Lenge! y R,L. Daft, visitada el 1 de octubre de 1999. Véase Bruce Bimber, «The Internet and Polítical
"Media Symbolism. Media Richness, and Media Choice in Organizations: A Symbolic Transformation: Populism, Cornmunity, and Accclerated Pluralism», Po/ity, 3 I
Interactionist Perspectiyc», Communication Research, 14 (1987), pp. 553-574; Lee (199 8 ), pp. 133- 160 , sobre un razonamiento relacionado con el anterior según el cual
SproulJ y Sara Kiesler, "Computers, Networks, and Worb, Scientific American, 2.65 internet estimularía "la fragmentación del sistema actual de una política basada en
131 (r99 f), pp. r r fí-f 27; Poppy 1,nuretra McLeod, "An Assessment of the Experimen- grupos de interés».
688 Notas Capítulo 11

I02. 5rephen Doheny-Farina, The Wired Neighborhood, New Haven (Connecti- realizados por el autor, que ha mantenido constantes otros factores demográficos, en-
cut\ '-'ale University Press, 1996, p. 16. tre ellos el sexo, la raza, el estado civil o familiar, el empleo, la edad, los problemas de
¡ 03. Agradezco a Paul Resnick sus constantes enseñanzas y concienzudas reflexio- ingresos y económicos, y la propiedad de la vivienda.
nes sobre interner y el capital social. 6. Sobre la función de la educación para explicar las diferencias en participación
104. Time, 27 de septiembre de 1999; Roben Kraut, Michael Panerson, Vicki política véanse Yerba, Schlozman y Brady, Voice and Equality; Norman H. Nie, Jane
':.-undmark y Sara Kiesler, «Internal Paradox: A Social Technology That Reduces $0- Junn y Kenneth Stehlik-Barry, Education and Democratic Citizenship in America,
cial Involvement and Psychological Well-Being?», American Psychologist, 53 (sep- Chicago, University of Chicago Press, I996, así como el Apéndice 1.
tiembre de 1998), pp. 1017-1°31. 7. Statistical Abstraet of the United States 1998, Washington, D.C., U.S. Census Bu-
105. Emmanuel Koku, Nancy Nazer y Barry Wellman, «Netting Scholars: Online reau, 1998, suplementado con análisis de la General Social Survey realizados por el autor.
and Offline», American Behavioral Scientist, 43 (2000). Según Keith N. Hampton y 8. Según observamos anteriormente, los efectos sinérgicos pueden llegar a oscure-
Barry Wellman, "Nerville Online and Off-Iine: Observing and Surveying a Wired Su- cer o eliminar la correlación individual entre dos factores que mantienen una relación
burb", American Behavioral Scientíst, 43 (noviembre/diciembre de 1999), pp. 475- causal dentro del conjunto.
492, los residentes de este suburbio cableado de Taranta utilizaban la comunicación
por ordenador ante todo para reforzar sus lazos con los vecinos, más que para ampliar
sus redes sociales más allá de los límites de su espacio físico. Wellman explica también capitulo 11: Presiones de tiempo y dinero
en «The Global Yillage Isn't So Global», Connections, 22 (1999), pp. 14-16, que se-
gún un estudio piloto sobre el uso del correo electrónico entre estudiantes graduados 1. Yerba, Schlozman y Brady, VOlee and Equality, p. 129; Giving and Volunteering:

de la Universidad de California. casi dos tercios de los mensajes procedían de la zona de 199 6, pp. 4-112; Robinson y Godbey, Time for Life, p. 231; Y el análisis muhivariante
la Bahía, y todo un cincuenta por ciento del propio Berkeley. Agradezco a Barry Well- de las encuestas de DDB Needham Life Style y GSS realizado por el autor. En las en-
man muchas observaciones útiles sobre el tema tratado en esta parte, así como sus cuestas de DDB Needham, por ejemplo, la proporción de norteamericanos que «se
conocimientos de especialista sobre los BMW. Yéanse pruebas adicionales de que las quedaron hasta tarde en el trabajo» al menos una vez al mes el año anterior fue aumen-
telecomunicaciones y la comunicación cara a cara no compiten, sino que se comple- tando de un 29 % en 1985 a un 38 % en 1999·
mentan, en Jess Gaspar y Edward L. Glaeser, «Information Technology and the Future 2. Ellen R. McGrattan y Richard Rogerson, "Changes in Hours Worked Since
of Cities», ¡ournal of Urban Economics, 43 (T 998), pp. l3 6-15 6. 1950», Federal Reserve Bank of Minneapolis Quarterly Revíew, 2.2. (invierno 199 8 ),
106. Dertouzos, What WiU Be, p. 300; Brown y Duguid, Social Life of Informa- pp. 2- 1 9. El Report on the American Workforce 1999, Washington, D.C., Department of
tion, p. 226, que citan a Dan Huttenlocher. Labor, 1999, cap. 3, ofrece una visión general equilibrada y completa de [as tendencias
en cuanto a horas de trabajo. Según analizaremos más adelante, esta estabilidad de con-
¡unto oculta grandes redistribuciones de horas trabajadas por subgrupos poblacionales.
Capítulo 10: Introducción 3. Robinson y Godbey, Time for Life, p. 339. El tiempo libre es todo el que no se
dedica al trabajo, el hogar, el cuidado familiar y personal, las compras, la comida y el
I. Morris Janowitz, The Community Press in an Urban Setting: The Social Ele- sueño. Véase un debate sobre tendencias en cuanto a las horas de trabajo en Robioson
ments of Urbanism, Chicago, University of Chicago Press, 1967, 2.~ ed., p. XVII; Fis- y Godbey, Time for Life; Juliet B. Schor, The Overworked American, Nueva York, Ba-
cher, Jackson et al., Networks and Places, pp. 20I-203. sic Books, I991; McGrattan y Rogerson, «Changes in Hours»; Mary T. Coleman y
2. Wuthnow, Sharing the Journey, p. 6. John Pencavel, «Changes in Work Hours of Male Employees, 1940-T988», Industrial
3. Véase un razonamiento análogo en Robert J. Sampson, «Local Friendship Ties», and Labor Re/ations Review, 46 (enero de 1993), pp. 262-2.83; Mary T. Coleman y
pp. 766-779· John Pencavel, «Trends in Market Work Behavior of Women Since 1940», Industrial
4. El análisis de los archivos de la General Social Survey, DDB Needham Life Style y and Labor Relations Review, 46 (julio 1993), pp. 653-676; Laura Leete y Juliet B.
Roper Social and Politica! Trends es del autor. Henry E. Brady, Kay L. Schlozman, Sid- Schor, .. Assessing the Time Squeeze Hypothesis: H'ours Worked in the United Sta res,
ney Yerba y Laurel Elms, "Who Bowls? Class, Race, and Polítical Inequality, 1973- 1969-I989», Industrial Relations, 33 (enero de 1994), pp. 25-43; Barry Bluestone y
I994", ponencia pronunciada en la asamblea anual de la American Political Science Stephen Rose, «Oveworked and Underemployed», The American Prospect, 31 (mar-
Associarion, Boston, septiembre de 1998, confirman la ausencia de diferencias de cla- zo/abril de 1997), pp. 58-69; Michel, Bernstein y Schmitt, The State ofWorking Ame-
se en lo relativo al abandono del compromiso cívico. rica, en especial pp. 17-I8, 123.
5. Las generalizaciones expuestas en este párrafo se basan en análisis de archivos de 4. El análisis de los sondeos Harris, obtenidos del archivo de sondeos de Louis Ha-
DDB Needham Life Style, Roper Social and Polítical Trends y General Social Survey rris de la Universidad de Carolina del Norte, es del autor. Robinson y Godbey, Time
Notas Capítulo II

for Life, pp. 126-129. Los daros de los dietarios son en general más fiables que las pre- entre compromiso social y preocupaciones económicas no demuestra, por supuesto,
guntas de encuesta en las que se pide exponer un recuerdo, y muestran menos tiempo una causalidad. Es posible que las inversiones en capital social actúen como amortigua~
dedicado al trabajo y nlás tiempo libre. dores de los reveses económicos, o quizá los individuos socialmente comprometidos
5. Seller, The Overwarked American; Rabinson y Godbey, Time for Life, pp. 2.17- son más fáciles de sarisfacer económicamente que las demás personas, más materialis-
2. 1 8; Report on the American Workforce 1999, pp. 95, 100. tas. (Agradezco a Lara Putnam eStas observaciones.) En cualquier caso, el hecho de
6. Juliet Schor, "Civic Engagement and Working Hours: Do Americans Really mantener constantes las preocupaciones económicas sólo reduce imperceptiblemente
Have More Free Time Than Ever Befare?», en: Lonnie Golden y Dehorah M. Figart, las caídas fundamentales en el compromiso cívico y social analizadas en la parte 11.
eds., Working Time, Overwork and Underemployment: Trends, Theory and Policy 12. Juliet B. Schor, The Overspent American: Upscaling, Downshifting, and the

Perspectives, Londres, Routledge, 2000. New Consumer, Nueva York, Harper, T999; Robert H. Frank, Luxury Fever: Why
7. El análisis de los daros de la Ceneral :,ooal Survey y UDS NeecJham Life Style es Money Fails to Satisfy in an Era of Excess, Nueva York, Free Press, 1999. Véanse más
del autor, que ha mantenido constantes las variables de sexo, raza, año de nacimiento, pruebas del materialismo creciente en la figura 76.
año de realización de la encuesta, educación, ingresos, problemas económicos, región, 13. Marie ]ahoda, Paul Lazarsfeld y Hans Zeisel, Marienthal, Chicago, Aldine-
tamaño de la ciudad, estado civil y familiar, situación de empleo, salud del encuestado Atherton, 1933 (I97r); EJi Ginzberg, The Unemployed, Nueva York, Harper and Bro-
según él mismo, movilidad esperada, propiedad de la vivienda y tiempo medio de ida y thers, 1943; Richard C. Wilcock y Walter H. Franke, Unwanted Workers, Nueva
vuelta al trabajo en el condado de residencia. Nuestro índice de presión del tiempo York, Free Press of Glencoe, 1963.
para DDB Needham se basa en cuatro componentes estrechamente correlacionados; 14. Las generalizaciones expuestas en este párrafo y en el siguiente se basan en aná-
los tres primeros son expresiones de acuerdo/desacuerdo: 1) «Trabajo muy duramente lisis de archivos de DDS Needham Life Style, Roper Social and Political Trends y Ge-
la mayor parte del tiempo»; 2.) "Me sobra mucho tiempo» (las puntaciones están in- neral Social Survey realizados por el autor. En la GSS la participación electoral y la afi-
vertidas); 3) «Me siento sometido a mucha presión la mayor parte del tiempo», y 4) liación a algún grupo guardan una correlación positiva con la satisfacción económica,
«¿Cuántas veces se quedó hasta tarde en el trabajo durante los lJltimos doce meses?». manteniendo constantes las variables de ingresos, educación, edad, sexo, raza, estado
8. Richard B. Freeman, «Working for Nothing: The Supply of Volunteer Labor», civil y familiar y año de la encuesta.
documento de trahajo núm. 5435 para el National Bureau of Economic Research, r 5. Caroline Hedges Persell, "The Interdependence of Soetal Justice and Civil So-
Cambridge (Massachuserrs), National Bureau of Economic Research, 1996, pp. 2.8- ciety», Nueva York, New York University, 1996; W. Lance Bennett, «The Uncivic Cul-
34; Verba, Schlozman y Brady, Voice and Equa/ity, pp. 352-358, en especial nota 40; ture: Communication, Idemity, and the Rise of Lifestyle Politics», PS: Political Science
Kay Lehman Schlozman, Henry E. Brady, Sidney Verba, Jennifer Erkulwater y Laurel Po/it¡cs, 31 (diciembre de 1998), pp. 741-761.
EIms, «Why Can't They Be Like We Were? Life Cycle, Generarion, and Polítical Parti- 16. El análisis de los datos de DDB Needham Life Seyle es del aueor.
cipation", ponencia presentada en la asamblea anual de la American Polítical Science J7. Robert Wuthnow, «Changing Character of Social Capital in the United Sta tes» .
Associarion, Aclanta, septiembre de '999; el análisis de los daros de encuestas de DDB Burnham, «Turnout Problem », presenta pruebas de que entre mediados de la década
Needham Life Style es del autor. de 1960 y de la de 1980 la participación electoral descendió dos veces más deprisa en-
9. John Robinson, "The Time Squeeze», American Demographics, fenrero de tre los obreros que entre los empleados. Aunque he encontrado pocas pruebas de que
J990. La presión del tiempo y la dependencia del televisor mantienen también una el abandono del compromiso cívico se haya concentrado en las clases bajas, mi análi-
fuerte correlación negativa en los datos de DDB Needham. sis de sondeos de 1966 a 1998 procedentes del archivo de sondeos Harris de la Univer-
10. El análisis de los daros de DDB Needham Life Style es del autor. sidad de Carolina del Norte indica que el desentendimiento ha crecido con más rapi-
11. El análisis de los datos de DDB Needham Life Style es del autor. La angustia dez en los peldaños más bajos de la jerarquía social. En este semi do encuentro cierto
económica se mide mediante cuatro declaraciones de acuerdo/desacuerdo: «Nunca te- apoyo para la interpretación que alude a la «marginalidad» en relación con las actitu-
nemos la impresión de salir adelante, al margen de la rapidez con que aumenten nues- des y comportamientos políticos.
tros ingresos» (están de acuerdo); «Nuestra familia está actualmente muy endeudada» 18. Theda Skocpol, "Unraveling from Above», The American Prospect, marzo-
(están de acuerdo); «Tenemos más que la mayoría de nuestros vecinos para gastos ex- /abril de 1996, pp. 2.0-2.5·
traordinarios» (no están de acuerdo), y «Nuestros ingresos familiares son lo bastante 19. El análisis de los archivos de DDB Needham Life Style, General Social Survey y
altos como para satisfacer casi todos nuestros deseos importantes» (no están de acuer- Roper Social and Political Trends es del autor, que ha utilizado una amplia gama de in-
do), Las cuatro expresiones muestran un aumento de las preocupaciones económicas dicadores de la participación social y de la situación de privilegio económico. Vé<lse
entre 1975 y 1999 (en especial en la primera mitad del período); las cuatro están ade- también Yerba etal., "Who Bowls?».
más fuertemente correlacionadas con el abandono del compromiso cívico y social, 2.0. Esta generalización se basa en un extenso análisis multivariante de General So-
manteniendo constantes otros factores demográficos estándar. La correlación negativa cial 5urvey,Ios archivos de DDB Needham Life Style y los de Roper Social and Political
Notas Capítulo 11

Trends, que predicen índices de compromiso cívico a partir de numerosos factores de- encuesta. Esta misma pauta aparece en el archivo Amerícans' Use of Time, según in-
mográficos, como los ingresos y las preocupaciones económicas, además del año de formación de Laura Tiehen, "Has Working Caused Married Women to Volunteer
encuesta. La tendencia en el tiempo se ha recortado en no más de un 5-10%, incluso Less? Evidence from Time Diary Data 1965 to 1993», ponencia pronunciada en la
bajo los controles económicos más rigurosos, tanto objetivos como subjetivos. XXVIII conferencia anual de la Association for Research on Nonprofit Organizations
2.1. Bureau of Labor Sratisrics; Coleman y Pencavel, "Trends in Market Work Be- and Voluntary Action (ARNOVA), Washingwn, D.C., 4-6 de noviembre de 1999·
havior of Women». McGrattan y Rugerson, "Changes in Hours», calculan que las ho- Igualmente, según datos de Roper Social and Polítical Trends, manteniendo constantes
ras semanales de trahajo pagado por mujer aumentaron en torno a siete entre 19 60 y otros factores demográficos, los maridos de trabajadoras a tiempo completo van a la
1990. Leete y Schor, «Assessing che Time Squeeze», calculan que el trabajo femenino iglesía menos a menudo.
pagado aumentó en cinco horas semanales de T 969 a 1 9R9; el Report on the American 2.7. El análisis de los daros de General Social Survey (afiliación a organizaciones de
Work(orce, p. 84, calcula un aumento de seis horas por semana de J976 a 1 99R. Estos servicio escolar), de DDB Needham Life Style (asistencia a clubes) y del archivo Ameri-
estudios utilizan métodos diferentes y cubren períodos distintos, pero coinciden en un cans' Use of Time (sobre empleo del tiempo) es del autor.
aumento calculado en aproximadamente una hora diaria más en trabajo pagado por 28. La pregunta completa es: "En la sociedad actual muchas mujeres trabajan en el
mujer de tipo medio a lo largo de estas tres décadas. Basándose en datos de dietarios, hogar como amas de casa a jornada completa y otras muchas trabajan y reciben un sa-
Robinson y Godbey, Time (or Li(e, p. 346, calculan que entre 1965 y 1995 el incre- lario por trabajos que realizan fuera del hogar. Otras combinan ambos mundos traba-
mento de horas de trabajo pagado para todas las mujeres llegó a ocho horas por sema- jando a tiempo parcial. ¿Cuál de las opciones expuestas abajo describe mejor lo que
na, mientras que el descenso en tareas del hogar y cuidado de los niños equivalió a tre- hace usted, y cuál es la principal razón de su decisión? 1) Ama de casa a tiempo com-
ce horas semanales, lo que supuso una ganancia neta de unas cinco horas a la semana pleto, porque obtengo satisfacción personal siéndolo y no siento interés por trabajar
en tiempo libre de uso discrecional. fuera de mi hogar; 2) ama de casa a tiempo completo, porque creo que debo estar en el
2.2. Irhiel de Sola Pool y Manfred Kochen, "Contacts and Influence», Social Net- hogar para cuidar mejor de mis hijos, aunque me gustaría tener un trabajo; 3) trabaja-
works, 1 (1978-1979), pp. 5-51; Patricia Klobus Edwards, John N. Edwards y Ann dora a tiempo parcial, porque obtengo satisfacción personal al trabajar al menos un
DeWitt Warrs, "Women, Work, and Social Participation»,journal o( Voluntary Ac- tiempo fuera del hogar; 4) trabajadora a tiempo parcial, porque el dinero que gano
!ion Research, r3 (enero/marzo de 1984), pp. 7"2.2.; el análisis de los archivos de con mi trabajo ayuda a la economía familiar; 5) trahajadora a tiempo completo, por-
Roper Social and Political Trends y de la GSS es del autor. Según Robinson y God- que obtengo satisfacción personal de mi trabajo, y 6) trabajadora a tiempo completo,
bey, Time (or Lite, las mujeres no empleadas dedican más tiempo a actividades en porque los ingresos que gano contribuyen a la economía familiar». Según observamos
asociaciones voluntarias que las que tienen un empleo a tiempo completo. Este daro en el Apéndice 1, las encuestas de ODS Needham Life Style no incluyen a personas sol-
está confirmado por pruebas del archivo de DDS Needham, según se expone en la teras antes de 1985. Para ampliar nuestro análisis de tendencias remontándolo a 1978,
figura 49. he atribuido la distribución de la condición de trabajo y preferenc(as a mujeres solteras
2.3· El análisis de los archivos de Roper Social and Political Trends es del autor. entre 1978 y 1984 basándome en tendencias observadas para ellas en el período de
Manteniendo constantes los factores demográficos estándares, el empleo a tiempo 1985-1999. No obstante, si limitáramos nuestro análisis a los años de 1985-1999, no
completo entre las mujeres está ligado a un moderado aumento en la dirección de or- se modificaría ninguna conclusión en el texto, aunque se recortase el grado de cambio
ganizaciones locales, la firma de peticiones, el envío de cartas al Congreso y otras for- en la condición laboral de la mujer.
mas públicas de compromiso comunitario. 2.9. Este resultado se ve confirmado por las conclusiones de Roper según las cuales
24· El análisis de las encuestas de DOB Needham Life Style es del autor. Esas en~ la "proporción de mujeres que dicen que preferirían quedarse en casa a ir a trabajar se
cuestas predicen un compromiso cívico entre las madres solteras, manteniendo cons- situó en un 53 % en 1992 a partir de un 43 % en 1985, inversión de la tendencia a la
tantes todas las variables demográficas estándares. baja en este dato estadístico desde los primeros años de la década de 1970. Russell,
2.5· El análisis de Jos daros de DDB Needham Life Style y del archivo Americans' Master Trend, p. 65' Es necesario mostrarse cauteloso al evaluar los detalles de la figu-
Use of Time es del autor. Según Yerba, Schlozman y Brady, Voice and Equality, p. 259, ra 48, dado el especial carácter de la muestra de DOS Needham Life Sryle descrita en el
los hombres son más activos en política, y las mujeres más en instituciones religiosas; los Apéndice l. No tengo motivos para dudar de la pauta que aparece en la figura 48, pero
autores no encuentran diferencias en función del sexo en la participación en activida- no he hallado otros archivos que contengan la información a largo plazo sobre prefe-
des laicas no políticas. rencias laborales de las mujeres necesaria para confirmar dicha pauta.
26. El análisis de las encuestas de DDB Needham Life Style es del autor. Las genera- 30. Las columnas de la figura 49 representan coeficientes de regresión no estanda-
lizaciones de este párrafo se refieren al efecto neto del trabajo a jornada completa, rizada por mínimos cuadrados para variables ficticias que representan las diversas si-
manteniendo constantes la educación, la raza, los problemas económicos, la movili- tuaciones laborales de la mujer, manteniendo constantes la educación, el año de naci-
dad residencial, el estado civil y familiar, y el año de nacimiento y de realización de la miento, el año de la encuesta, el estado civil y familiar, los problemas económicos y la

- - - - - - - - - -_ _ _ _----l.)_ _ _ _ _~=~~~~"_»~"~.. _~.-. ___ _


Notas Capítulo I2

expectativa de movilidad en el futuro. En ausencia de preocupaciones económicas, los prom iso no tienen en cuenta los efectos sinérgicos del acceso de la mujer al mundo del
ingresos bajos no tienen un efecto neto sobre el compromiso cívico. trabajo: si, por ejemplo, el hecho de que algunas mujeres acepten un empleo reduce
31. La misma pauta aparece en la General Social SurveYi en Nicholas Zil1, «Family también la asistencia a clubes entre las que se quedan en casa.
Change and Student Achievement: What We have Learned, What Ir Means for Schools», 38. El análisis de los archivos de DDB Needham Life Style y Roper Social and Poli-
en: Alan Booth y Judith Dunn, eds., Family-School Links: How Do They Affect Edu- tical Trends es del autor. En el análisis de DDS Needham Life Style la prosperidad se
cationa! Outcomes?, Mahwah (Nueva Jersey), Lawrence Erlbaum, 1996, p. 23; Y en definía como el cuartil más bajo en cuanto a angustia económica. Durante estas dos
Marc Musick y John Wilson, "Women's Labor Force Participation and Volunteer décadas el número de amas de casa adineradas descendió en dos tercios hast<1 llegar
Work», ponencia presentada en la asamblea anual de la Association for Research on únicamente a un 8 % de las mujeres en edad laboral. La prosperidad en el análisis de
Nonprofir Organizatlons and Voluntary Action, Washington, D.C., T999. Roper Social and Political Trends (ausente como indicador directo de la allgustia eco-
32. En estos cálculos se mantienen constantes la educación, la edad, la seguridad nómica) se definía como el cuarril superior en la escala de ingresos.
económica y el estado civil y familiar. 39. Los efectos del trabajo femenino y de las preocupaciones económicas, analiza-
33· Las mujeres que deciden trabajar (a tiempo completo o parcial) tienden a ir a la dos en este capítulo, no se pueden acumular sin más, pues ambos factores se superpo-
iglesia aún menos que las que trabajan por necesidad. En este caso podría ser significa- nen, según hemos visto. Mi suposición es que, en el mejor de los casos, explican en
tiva la autoselección, en el sentido de que las mujeres que son religiosamente muy ob- conjunto aproximadamente una décima parte del declive total de la vinculación social.
servantes podrían tender más a decidirse por un papel familiar tradicional.
34· He indagado posibles interacciones entre trabajo y estado civil y familiar en
cuanto que afectan a la interacción social de las mujeres. Según hemos expuesto ante- Capitulo 12: Movilidad y dispersión urbana
riormente, el trabajo a tiempo completo impide la vinculación social, a excepción de
los casos de las madres solteras, sea cual sea el estado civil o familiar de la mujer. 1. Sally Ann Shumaker y Daniel Srokols, «Residential Mobility as a Social Issue
35. El análisis multivariante de los datos de DDS Needham indica que las mujeres and Research Topic»,journal ofSocial [ssues, 38 (1982), pp. 1-19, Yel análisis de las
que no están empleadas a tiempo completo dedican su tiempo libre adicional a activi- encuestas de DDB Needam Life Style realiza.do por el autor.
dades cívicas, mientras que los hombres que trabajan de la misma manera no lo hacen. 2.. J. Miller McPherson y William G. Lockwood, «The Longitudinal Study of Vo-
36. El análisis de los datos de la General Social Survey es del autor. Mi trabajo ante- luntary Association Memberships: A Multivariate Analysis», jaumal of Voluntary Ae-
rior se basó exclusivamente en la medición de la afiliación formal realizada por la GSS, tion Research, 9 (enero/diciembre de 1980), pp. 74-84; Wolfinger y Rosenstone, Who
por lo que se vio abocado a la hipótesis -firmemente contradicha por las pruebas más Votes?, en especial pp. 50-54; Robertj. Sampson, «Linking the Micro- and Macrole-
abundantes disponibles en la actualidad- de que el empleo a riempo completo podría vel Dimensions of Community Social Organization», Social Forces, 70 (septiembre de
no ser un obstáculo para la participación social de la mujer. Véanse mis artículos «Tuning 1991), pp. 43-64; Sampson, «Local Friendsp Ties»; Steven J. Rosenstone y John Mark
In, Tuning Out: The Strange Disappearance of Social Capital in America», PS: Politieal Hansen, Mobilization, Participation, and Democraey in America, en especial pp. 157-
Scienee and Politics, 28 (diciembre de 1995), pp. 664-683, Y "The Strange Disappearan- 158; Yerba, Schlozman y Brady, Voiee and Equality, pp. 452-455; Johanne Boisjoly,
ce of Civic America», The American Prospect, invierno de 1996, pp. 34-48. Greg j. Duncan y Sandra Hofferth, "Access to Social Capital», Journal of Family
37· Mi cálculo somero sohre los efectos de la entrada de la mujer en el mundo la- [ssues, 16 (septiembre de 1995), pp. 609-631; Hausknecht, joiners, pp. 47-4R; y el
boral es el siguiente: la nlayor diferencia respecto a la aSistencia a clubes se da entre las análisis de las encuestas de DDB Needham Life Style realizado por el autor, que ha
amas de casa por elección y las trabajadoras a jornada completa por necesidad, que mantenido constantes factores demográficos estándares como la edad, el sexo, la raza,
acuden a dos reuniones por año. Entre f978 y I999, según nuestros datos, una perso- la educación, los ingresos, el estado civil y familiar, y la condición laboral.
na de cada diez (como valor neto) aproximadamente pasó de la categoría de máximo 3. Sampson, "Local Friendship Ties,,; Robert D. Crutchfield, Michael R. Geerken y
«interés por los clubes» a la de mínimo «interés por los clubes». Por tanto, si ninguna Walter R. Gove, «Crime Rate and Social Integratíon: The Impact of Metropoliran Mo-
mujer hubiese accedido al mundo del rrabajo a lo largo de ese período, este hecho ha- bility», Criminology, 20 (noviembre de 1982), pp. 467-478; Robert Audette, Robert
bría «salvado» 0,2 reuniones de club por adulto al año, mientras que el declive real Algozzine y Michelle Warden, «Mobility and School Achievement», Psyehalogiea/ Re-
ocurrido durante esos mismos anos (según se mostró en el capítulo 3) rondó las cinco parts, 72. (abril de 1993), pp. 701-702.;John Eckenrode, Elizaberh Rowe, Molly Laird
reuniones anuales. Cálculos comparables para otras formas de compromiso cívico y Jacqueline Brathwaire, ((Mobility as a Mediator of the Effects of Child Maltreatment
coinciden en una estimación aproximativa de que el 10 % del abandono total de la on Academic Performance», Chi!d Development, 66 (agosto de 1995), pp. 1130-
asistenCia a los c1uhes debería asociarse a este factor. Estos cálculos ignoran el efecto Il42;John Hagan, Ross MacMillan y Blair Wheaton, «New Kid in Town: Social Ca-
del trabajo de una mujer sobre la actividad cívica de su marido, pero dicho efecto es pital and the Life Course Effects of Family Migrarían on Children», American Socio-
pequeno en conjunto. Estas correlaciones individuales entre condición laboral y com- fogieal Review, 61 (junio de 1996), pp. 368-385. Véanse pruebas en sentido contrario
Notas Capitulo 12.

en Peter H. Rossi, Why Families Move, Beverly Hills (California), Sage, 1980; y Fis- 7. La encuesta DDB Needham Life Seyle incluye preguntas sobre dónde preferirían
cher, Jackson et al., Netwarks and Places, pp. 177-184. vivir los encuestados: ciudad grande o ciudad pequeña, centro de ciudad o zona subur-
4. Larry E. Long, Migration and Residential Mobility in the United States, Nueva bana. Cuando en el análisis de regresión múltiple de los indicadores de participación
York, Russell Sage Foundation, 1988; Shumaker y Stokols, "Residential Mobility,,; social se incluyen tanto el lugar de residencia actual como el preferido, el actual es
Historical Statístics of the United States 1, p. 646; Statistica/ Abstract of the United siempre significativo, mientras que el preferido 10 es en raras ocasiones.
States 1998; U.S. Census Bureau, «Housing Vacancies and Homeownership», en 8. John D. Kasarda. Stephen J. Appold, Stuart H. Sweeney y Elaine Sieff, "Central-
www.census.gov/hhes/www/housinglhvs/historiclhisttI4.html; Fischer, jackson et al., City and Suburban Migratíon Patterns: Is a Turnaround on the Horizon?», Housing
Networks and Places, pp. 191-192; y análisis de National Election Study y de las en- Poliey Debate, 8 (1997), pp. 307-358.
cuestas de DDFI Needham Life Style realizados por el autor. Un estudio reciente pro- 9. Mark Twain (1867), citado en Bayrd Still, Urban America: A History with Do-
pone que la movilidad durante la segunda mitad del siglo xx pudo haber sido supe- cuments, Bastan, Utde Brown, J974, p. 198; Henry George, Progress and Poverty
rior a la del período entre 1860 y 1920, pero también este estudio halla una menor (18 8 4), extractado en David R. Weimer, ed., City and County in America, Nueva
movilidad en los años de 1960-r990 que en los de 1940-1990; véase Patricia Kelly York, Appleton-Century-Crofts, 1962, p. 60.
Hall y Steven Ruggles, "Moving Through Time: Internal Migration Paneros of Ame- 10. Las encuestas Roper Social and Political Trends indican un ciclo de «auge y caí-
ricans, 1850- 1990», ponencia presentada en las reuniones de la Social Science History da» cívicos en las ciudades pequeñas y las zonas rurales en los últimos años de la dé-
Association, Forr Worrh (Texas), noviembre de 1999. Aunque el norreamericano me- cada de 1980, un modelo que desdibuja la tendencia descendente de larga duración en
dio ha vivido en la misma localidad durante más de dos décadas, cambia de residencia aquellos medios, pero dicho modelo no aparece en las encuestas de DOS Needham
cada cinco años, más o menos -los alquilados cada 2,1 años, los propietarios cada Life Style, General Social 5urvey o National Election Study, por lo que es muy proba-
8,2-; Randolph E. Schmid, "Americans Move ahout Every 5 Years», Associated ble que se trate de una casualidad e·stadística.
Press, 29 de octuhre de 1998, citando un estudio de la Oficina del Censo. Una posible 1 l. Anuncio para Park Forest Homes, Inc., 8 de noviembre de 1952, citado en William
excepción al descenso de la movilidad es el hecho de que los solteros jóvenes se mudan H. Whyte Jr., The Organization Man, Nueva York, Simon & Schuster, 195 6 , p. 28 4.
quizá ligeramente más en la actualidad de lo que cambiaban de domicilio sus homólo- 12. Whyte, The Organization Man, cita en la p. 287; Herbert j. Gans, The Levit-
gos de hace unas décadas, pero esta tendencia es demasiado limitada como para expli- towners: Ways oi Life and Politics in a New Suburban Community, Nueva York,
car el declive conjunto que se da en la vinculación social. El análisis de las encuestas Pantheon Books, 1967; Claude S. Fischer y Robert Max jackson, ,,$uburbanism and
de DOB Needham Life Style es del autor; Matthew Klein, "Where America Lives», Localism», en: Fischer et al., Networks and Places, pp. 117-138; Seeley, Sim y Loosley,
Amertcan Demngraphics, enero de 199H, que cita a la Narional Association of Home Crestwood Heights. En cambio, Bennett M. Berger, Working Class Suburb: A Study of
Builders. Autoworkers in Suburbia, Berkeley, University of California Press, 1960, y Basil G.
5. El análisis de los archivos de ODB Needham Life, Raper Social and Politica] Zimmer y Amos H. Hawley, «The Significance of Membership in Associations», Ame-
Trends y de la General Social Survey es del autor, que ha mantenido constantes las va- rican Journal of SocioJogy, p. 65 (septiembre de 1959), pp. 196-201, hallaron una par-
riables de educación, edad, raza, ingresos, estado civil y estabilidad residencial. Los ticipación comunitaria escasa o nada extraordinaria en las primeras zonas suburbanas
habitantes de grandes ciudades y sus zonas suburbanas suelen estar menos comprome- de la posguerra.
tidos en cualquiera de las doce actividades cívicas medidas en las encuestas Roper So- 13. Peter O. Muller, Contemporary Suburban America, Englewood Cliffs (Nueva
cial and Political Trends, en especial las de presentarse como candidato a cargos, tra- Jersey), Prentice-Hall, 1981; Gregory R. Weiher, The Fractured Metropolis: Politieal
bajar en puestos directivos o como miembro de comité de una organización local, Fragmentatio n and Metropolitan Segregation, Albany, State University of New York
acudir a una reunión púhlica y pronunciar un discurso. Véanse también John Eric Oli- Press, 1991; Douglas Massey y Mirchell Eggers, "The Spatial Concentration of Af-
ver, Civil Society in Suburbia: The Effects of Metropo/itan Social Contexts and Par- fluence and Poverty During the 1970s", Urban Affairs Quarterly, 29 (diciembre de
ticipation in Voluntary Organizations, tesis doctoral, Universidad de California en 1993), pp. 299-315; Evan McKenzie, Privatopia: Homeowner Associations and the
Berkeley, 1997, en especial p. 64, Y Hausknecht,]oiners, pp. 18-21. Rise of Residential Private Government, New Haven (Connecticut), Yale University
6. Esta pauta aparece en la práctica totalidad de las docenas de indicadores de par- Press, 1994; Edward J. Blakely y Mary Gail Snyder, Fortress America: Gated Commu-
ticipación cívica tanto en los datos de DOS Needham Life Style como en los de Roper nitjes in the Unjted States, Washington, D.C., Brookings Institution, 1997· McKenzie
Social and Political Trends, manteniendo constantes todas las variables demográficas explica que las asociaciones de propietarios se multiplicaron en toda la nación pasan-
estándares. La categorización exacta del tamaño de la ciudad difiere entre los dos ar- do de diez mil en 1970 a ciento cincuenta mil en 1992., cifra que representaba a treinta
chivos, según se indica en las figuras 50 y 51, pero el compromiso cívico desciende con y dos millones de norteamericanos.
cada aumento gradual en tamaño desde las zonas rurales hasta las grandes zonas me- 14. www.concordhomes.comlcolco~reenfield.html. Irónicamente, Greenfield se
tropolitanas. halla a pocos kilómetros del Park Forest estudiado por Whyte.
Notas Capítulo 12

I 5. Blakely y Snyder, Fortress America; J. Eric Oliver, «The Effects of Metropolitan max, The 1999 Annual Urban Mobifity Study, College Sration, Texas Transportation
Economic Segregation on Local Civic Participation», American Joumal of Political lnstitute, Texas A&M University, 1999, en http://mobility.tamu.edu/, Our Nations
Science, 43 (enero de 1999), pp. 186-2.12., cita en la p. 205. Los estudios serios sobre Trave/ calcula los viajes de ida y vuelta en solitario al puesto de trabajo en un 80 % en
las comunidades valladas se hallan aún en pañales. 1995; Gallup (www.gallup.com) los calcula en un 90 % en diciembre de 1998. Otros
16. M. P. Baumgartner, The Moral Order of a Suburb, Nueva York, Oxford Univer- datos sobre el tiempo de ida y vuelta al trabajo coinciden en veinte minuros de ida y
sity Press, 1988; Duany y Plater-Zyberk, citado en William Schneider, «The Suburban otros tantos de vuelta, que van aumentando con el paso del tiempo. Estos cálculos in~
Century Begins", The Atlantie Month/y, julio de I992, pp. 33-44, cita en la p. 37. cluyen el censo decenal (I98o~I990), las encuestas Roper Social and Political Trends
17, Lewis Mumford, The Culture of Cities, Nueva York, Harcourt, Brace, 193 8 , (1973-1998) y los estudios Americans' Use of Time (I965-J985), Según Roper Re-
p, 4 r 2.; Rohen E. Lang y Karen A. Danielsen, «Gated Communicies in America: Wa- ports 98-3, Nueva York, Roper Starch Worldwide, 1998, p. 150, que proporciona las
Iling Out the World?", Housmg Poliey Debate, 8 (19~7), p. 873. series cronológicas más largas y actualizadas, contabilizando incluso el trahajo reali-
J 8. Kenneth T. .Jackson, Crahgrass Frontier, The Suhurhanization of the United zado en casa, el número de trabajadores que empleaban más de veinte minutos en los
States, Nueva York, Oxford Universiry Press, 1985, cita en las pp. 272., 279-2.80. viajes de ida y vuelta al trabajo aumentÓ del 2.9 % en 1973 al 38% en 1999. El Report
19, Roben Fishman, Bourgeois Utopías: The Rise and Fall of Suburbia, Nueva on the American Workforee 1999, p, 1 I7, muestra que la proporción de trabajadores
York, Basic Books, I987;Joel Garreau, Edge City: Life on the New Frontier, Nueva York, que realizaron algún rrabajo en casa, incluidos los auroempleados y quienes se lleva-
Anchor Books, 199 1; James Howard Kunstler, The Geography of Nowhere: The Rise ban tarea al hogar para hacerla de noche, descendió de un 18,3 % en 1991 a un
and Declme of America's Man-Made Landscape, Nueva York, Simon & Schuster, 17,7 % en 1997.
1993; Pecer Karz, ed., The New Urhanism: Toward an Arehiteeture of Community, 22. Edmondson, "In the Driver's Seat».
Nueva York, McGraw-Hill, r994; Thomas W. Hanchett, «U,S. Tax Policy and the 23, El análisis de los archivos de encuestas de DDB Needham Life Style, Roper So-
Shopping Cenrer Boom of the 19S0S and 1960s», American Historica/ Review, 101 cial and Polítical Trends y Americans' Use of Time es del autor, que ha mantenido
(ocrubre de 1996), pp. lO!h-ll ro; Kennerh T. Jackson, "Al! the World's a Mal!: Re- consrantes todas las variables demográficas estándares, En las encuestas de Roper y de
flections on the Social and Economic Consequences of the American Shopping Cen- Use of Time el tiempo de ida y vuelta al trabajo se basa en el cálculo de los propios en-
ter", American Historical Review, octubre de 1996, pp, I J 11-1 121; Margaret Craw- cuestados, mientras que en el análisis de DDB Needham la medición es la media del
ford, «The World in a Shopping Mall», en: Michael Sorkin, ed., Variations on a tiempo de ida y vuelta en el condado de residencia del encuestado, Todos los plantea-
Theme Park: The New American City and the End of Public Space, Nueva York, No- mientos coinciden en el cálculo de que diez minutos más en el tiempo de ida y vuelta al
onda y Press, 1992.;Jackson, Crabgrass Frontier, p. 2.65, trabajo significan un 10 % menos de participación en muchos indicadores de compro-
2.0, Statistieal Abstraet ofthe United States: J998, p. 636; The Puhlie Perspeetive, miso cívico.
J o (febrero/marzo de 1999 l, p, 2.6; Brad Edmondson, «In rhe Driver's Seat», American 24. En las zonas metropolitanas con más de dos millones de habitantes la propor-
Demographies, marzo de 1998, en www.americandemographics.com; y National As- ción de personas que de manera generala categórica preferirían vivir en una gran ciu-
sociation of Home Builders, de datos del censo, en www.nahb.com/facts/forecast/- dad en lugar de en otra pequeña descendió del 38 % en 1975 al 31 % en 1999. Sobre el
sf.html (consulrada el 27 de enero de 2.000), debate acerca de las zonas suburbanas y el coche véanse Jane Holtz Kay, Asphalt Na-
2.1, Los datos de es re párrafo y de los dos anteriores están roma dos de Patricia S, tion: How the Automobile Took Over America and How We Can Take Jt Back, Nue-
Hu y Jennifer R, Young, «Summary of Travel Trends: 1995 Nationwide Personal va York, Crown, 1997; Richard Moe y Carter Wilkie, Changing Plaees: Rebuilding
Transportarion Survey», preparado para el U.S. Department of Transportarion, Oak Community in the Age of Spraw/, Nueva York, Henry Holt, 1997; James Q. Wilson,
Ridge (TenAessee), Center for Transportation Analysis, Oak Ridge National Labora- "Cars and Their Enemies», Commentary, 104 (julio de 1997), pp. 17-23.
tory, enero de 1999), www.cta.ornl.gov/nptsIr995/Docltrends_reportI8,pdf, datos de 2.5. Yerba y Nie, Participation in America, pp. 236, 247.
1995 ajustados para ser comparados con encuestas anteriores; Statistica/ Abstraet of 26. La proporción de la población que vive en zonas metropolitanas ha crecido en
the Uníted States: 1998, p. 636; Our Nation's Travel: 1995 Nationa/ Personal Trans- torno a diez puntos porcentuales desde mediados de la década de 1970, y la penaliza-
portation Survey Early Results Report, Washingron, D.C., U.S, Department of Trans- ción cívica asociada a tales zonas es, en número redondos, del 2.0 %, según indican las
portaríon, 1998; "Work at Home in 1997", informe del Bureau of Labor Statistics, figuras 50 y 51 Y nuestro análisis de los efecros del tiempo de ida y vuelta al trabajo. Si
http://stats.bls,gov/news,release/homey,nws,htm; WilJiam G, Deming, "Work at los norteamericanos siguieran viviendo en los mismos espacios donde vivían a media-
Home: Dara from the CPS», Month/y Labor Review, febrero de 1994, pp. 14-20; Pa- dos de la década de 1970, el nivel conjunto de participación comunitaria sería aproxi-
tricía L. Mokhtarian y Dennís K, Henderson, «Analyzing the Travel Behavior oí madamente un 2 % superior frenre a las caídas de un 20 a un 40 % registradas en la
Home-Based Workers in .the 1991 CA L TRANS Statewide Travel Survey», Joumal of parte 11. Este cálculo es improvisado y no tiene en cuenta los efectos sinérgicos,
Transportation and Statistics, octubre de 1998, pp, 2.5-41; David Schrank y Tim Lo-
Notas Capitulo I.3 7°1
7°°

phen C. eraig y Stephen Ead Bennet, eds., Arter the Boom: The Po/itics o( Generatimt
Capitulo 13: Tecnologia y medios de comunicación X, Lanham (Maryland), Rowman & Littlefield, 1997; C¡¡ff Zukin. Generation X and
the News: Road Closed?, Radio and Television News Directors Foundarion, 1997. en
I. T.S. Eliot, New York Post, 22 de septiembre de 1963. www.rtndLorglrtndf/genx/index.hnnl. Según Richard Davis y Diana Owen, New Me-
2. Sue Bowden y Avner OHer, "Household Appliances and the Use ofTime: The Uni- dia and Amencan Politics, Nueva York, Oxford Press, 1998, p. 13 6 , en 1975 casi la
ted States and Britain Sin¡;;e the 1920S», Eeonomie History Review, 47 (noviembre de mitad de los hogares veían las noticias de la televisión nacional (Odas las noches, fren-
1994), p. 729, complementado con datos del Statistieal Abstraet ofthe United States. te a sólo una cuarta parte en 1997·
3. Tocqueville, Demoeraey in Ameriea, pp. 517-518. 10. Pew Center, Internet News Takes Off; Norris, "Who Surfs?». pp. XO-S2; y el
4. El análisis de los archivos de General Social Survey, DDB Needham Life Style y análisis del archivo de encuestas DDB Needham Life Style realizado por el autor, que
Roper es del autor, que ha mantenido constantes el año de nacimiento, el sexo,la edu- es la fuente de las generalizaciones ofrecidas en el texto.
cación, los ingresos, el estado civil y familiar, la situación laboral, el tamaño de la ciudad, 1 lo El análisis del archivo de encuestas de DDB Needham Life Style es del autor: los
la raza y la propiedad de la vivienda. Quienes leen con regularidad la prensa suelen encuestados que dicen recurrir primordialmente a internet para conocer las noticias
participar en torno a un 10-20% más en todas las actividades citadas en el texto. tienden menos que los demás norteamericanos a realizar tareas voluntarias, pasar tiem-
Véanse tamhién Pippa Norris, "Does Television Erode Social Capital? A Reply to Put- po con amigos, confiar en los demás, etc.
nam», PS: Palitieal Scienee & Polities. 29 (septiembre de 1996), pp. 474-480, en espe- 12. Statistica/ Abstract ofthe United States (varios años); Veronis, Suhler & Asso-

cial p. 479; So Many Choiees, So Little Time, Vienna (Virginia), Newspaper Associa- ciates, Communications Industry Report: Five- Year Historica/ Report (199 I - 1 99 5 l,
tion of America, 1998, pp. 15, 18; Delli Carpini y Keeter, What Amerieans Know Nueva York, Veronis, Suhler & Associates, 1996; Cobbett S. Steinberg, TV Facts, Nue-
About Polities. va York, Facts on File, 1980; Russell, Master Trend, p. 59; «People, Opinion, and
5. Statistieal Ahstraet of the United States (varios años); Historical Statistics of the Polls: American Popular Culture», Pub/ie Perspective, agosto/septiembre de 1995,
United States. p. 47; Robert T. Bower, The Changing Television Audience in Ameriea, Nueva York,
6. El análisis del archivo de la General Social Survey es del autor; So Many Choiees, Columbia University Press, 1985. en especial pp. 3}, 46; George Comstock et al., Te-
So Little Time; Statúlieal Abstraet of the United States; Stu Tolley, "The Abyss That Is levision and Human Behaviur, Nueva York, Columbia University Press, 1978; George
Destroying Daily Newspaper Reading», Vienna (Virginia), Newspaper Association of Comstock, Evolution of American Television, Newbury Park (California), Sage Publi-
America, 1998, en www.naa.orglmarketscopelresearch/cohort.htm. caeions, 1989; Doris A. Graber, Mass Media and American Polities, Washington,
7. Según la encuesta de DOB Needham Life Style de 1998, la mitad de los norte- D.C., CQ Press, 1993·
americanos que leían las noticias en un periódico veían también las de la noche en la 13. Los datos de este párrafo excluyen el tiempo en que la televisión no es más que un
televisión, frente a sólo un cuarto de quienes no leen ningún periódico. Esta correla- fondo. Comstock, Evolution of American Television, p. 17, dice que «un día cualquiera
cion persiste manteniendo rigurosamente constantes todos los factores demográficos de otoño de finales de la década de 1980 el televisor de un hogar medio estaba encendi-
estándares. do durante unas ocho horas». Según Eurodata TV (One Television Year in the World:
8. El análisis del archivo de encuestas de DOB Needham Life Style es del autor; Jack Audience Report, abril de 1999), Estados Unidos ocupa el tercer puesto entre cuarenta y
M. McLeod, Katie Daily, Zhongshi Guo, William P. Eve!and Jr., Jan Bayer, Seungchan siete naciones en cuanto a horas de consumo diario de televisión, detrás únicamente de
Ying y Hsu Wang, "Community. Integratíon, Local Medía Use and Democratic Pro~ Japón y México. Agradezco a Pippa Norris su asesoramiento sobre medios de comuni*
cesses», Communieation Researeh, 2.3 (1996), pp. 179-209; Norris, "Does Television cación y participación. Robinson y Godbey, Time for tife, pp. 136-153, 34 0 -34 1.
Erode Social Capital?»; Stac! Rhine, Stephen Ead Bennett y Richard S. Flickinger, 14. Statistical Abstraet oi the United States (varios años); Kids & Media @ The
"Americans' Exposure and Attention to Electronic and Print Media and Their Impact New Millennium, Menlo Park (California), Henry J. Kaiser Family Foundation, 1999,
on Democratic Citizenship», ponencia presentada en la asamblea anual de la Midwest p. 13. Los datos sobre acceso a internet de la figura 56 están tomados del archivo DDB
Polítical Science Association, Chicago, 1998. Needham Life Style; estos datos son muy coincidentes con otras encuestas sobre el uso
9. Pew Research Center for the People & the Press, Internet News Takes Off, en- de internet, como las de Nielsen and InteJliQuest, resumidas en Nua Internet Surveys,
cuesta bianual sobre consumo de noticias, Washington, D.C., Pew Research Center for Dublín, Irlanda, Nua Ltd., 1999. en www.nua.ie/surveys/how_many_onlineJn_ameri-
the People & the Press, 1998, en www.peoplepress.org/med98rpt.htm; Times Mirror ca.htlml (consultada el 11 de diciembre de 1999) y el informe de enero de 1999 reali-
Center, «Age of lndifference»; William G. Mayer, «The Polls-Poll Trends: Trends in zado por el Pew Research .Center para People & the Press, www.peoplepress.orgl-
Media Usage», Publie Opinion Quarterly, 57 (junio de 1993), pp. 593-6II; Stephen tech98sum.htm.
Ead Bennett y Eríc W. Rademacher, «The Age of Indifference Revisited: Patterns of 15. Where Does the Time Co? The Vnited Media Enterprises Report on Leisure in
Polirical Imerest, Media Exposure, and Knowledge among Generation X», en: Ste- America, Nueva York, Newspaper Enterprise Association, 1983, p. 10; el análisis del
¡\jotas Capítulo 13 7°)

archivo de nPB Necdh,lIn Llfe Seyle es del autor. La preferencia por pasar una velada Teenagers», American Demographics, julio de 199H. pp ..,7-3oS, un 59'10 de los ado-
tranquila en casa suhió de! 6S % en 1975 al 77% en 1999. Quienes estaban de acuer- lescentes decía en 1990 que la televisión esta ha encendida durante la cena, cifra que
do solían estarlo tamhién con la afirmación: «La televisión es mi principal forma de había ascendido a un 50% en 1997·
entretenimiento» . 24. El análisis del archivo de Roper Social and Political Trends es del autor, y se
16. Kunsrler, Geography o( Nowhere, p. 167. basa en encuestas realizadas en 1985 y 1989. La cifra de consumo de televisión inclu-
17. Paul William Kingston y Steven L. Nock, "Time Together Among Dual Earner ye tanto los informativos (58 %) como otros programas (68 %).
Couples», American Sociological Review, 52 (junio de 1987), pp. 391-400; Zukin, 25. Todos los cálculos de este párrafo y de los dos siguientes se basan en análisis
Generation X and the News; Diane Crispell, «TV Soloists», American Demographics, multivariantes de regresión logística de encuestas de Roper de 1973, 1974, 1977,
mayo de 1997, rJ. ,~2; Rohert Kuhey y Mihaly Csikszentmihalyi, Television and the 19 8 3,19 88 ,199 1 Y 1993, manteniendo constantes la educación, los ingresos, el esta-
Quality of Life: Hnw Viewing Shapes Everyday Experience, Hillsdale (Nueva Jersey), do civil y familiar, la situación lahoral, el sexo, la edad, la raza, la región yel tamaño
Lawrence Erlhaum, r 990, p. 74; Kids & Media, pp. 62-63. Ya en 1996 del 76 % de ni- de la ciudad. Sólo la clase social (medida en función de la educación y los ingresos)
ños (de edades entre nueve y diecisiete años) que tenían su propio dormitorio, el 59 % compite con el consumo de televisión como elemento predicrivo de las doce formas de
tenían también su propio televisor, el 55% una conexión por cable/satélite, el 36 % un participación cívica de! archivo Roper. La figura 61 se limita a personas en edad labo-
sistema de videojuegos y el 39 % un aparato de vídeo; fuente: www.yankeJovich.coml- ral y con formación universitaria, y a cuatro indicadores de participación para ilustrar
press3·htm. que la correlación es negativa incluso entre el sector poblacional más comprometido
18. Análisis de las encuestas Roper Social and Polítical Trends de 1979, 1985, cívicamente, pero la pauta se encuentra en todos los subconjuntos de la población y en
1989 Y 1993 realizado por el autor; David E. Campbell, Steven Yonish y Robert D. todos los grados de participación. El I7 % de los norteamericanos en edad laboral y
Putnam, «Tuning In, Tuning Out Revisited: A Closer Look at the Causal Links betwe- con estudios universitarios decía ver la televisión menos de una hora diaria, el 54 % de
en Television and Social Capital », ponencia presentada en la asamblea anual de la una a tres horas, y e! 29 % más de tres horas. Las cifras equivalentes para la población
American Political Science Association, Atlama (Georgia), septiembre de 1999. Doy en conjunto eran del 12 %,43 % Y 45 %.
las gracias a mis coautores por sus numerosas ideas sobre este asunto. No obstante, no 26. Este cálculo pretende únicamente indicar el posible orden de magnitud del efec-
son responsables de mis conclusiones en este libro. to de la televisión sobre el compromiso cívico: el compromiso cívico decayó en torno
19. Agradezco a Steve Yonish haber localizado eHa línea como parte de sus tareas al 40% a 10 largo del último tercio del siglo, y el consumo adicional de televisión du-
de investigación, consistentes en ver películas a altas horas de la madrugada. rante esos años podría suponer un 10 % del declive.
20. El análisis del archivo Roper Social and Political Trends es del autor. Más de la 27. Esta pauta aparece tamo en los datos de Roper Social and Political Trends
mitad de la tendencia de la figura 57 refleja diferencias generacionales. La generación como en los de DDB Needham Life Style; véase Campbell, Yonish y Putnam, "Tuning
predice la práctica de ver televisión de forma habitual con mayor fuerza que cualquier In, Tuning Out Revisited».
otra característica demográfica. Véase también Campbell, Yonish y Putnam, «Tuning 28. Las pruebas para este párrafo están tomadas de las encuestas Roper Social and
In, Tuning Out Revisited». Political Trends de 1973-1975, 1988 Y 1993; véase Campbell, Yonish y Putnam, "Tu-
21. Barbara Schneider y David Stevenson, The Ambitious Generation: America's ning In, Tuning Out Revisited».
Teenagers, Motivated hut Directionless, New Haven (Connecticut), Yale University 29. Todas las generalizaciones de este párrafo y de los seis siguientes se basan en
Press, 1999, pp. 189-211. análisis del archivo de encuestas de DDB Needham Life Style realizados por el autor.
22. La figura 59 se limita al consumo televisivo entre semana, pero las cifras para el La proporción de encuestados que estaban de acuerdo con la frase: "La televisión es
fin de semana son similares. Estas encuestas no revelan cuánto tiempo se dedicó du· mi principal forma de entretenimiento» ha tendido a aumentar de en rorno a un
rante cada período a ver televisión; así pues, exageran un tanto la proporción de públi- 47% en la década de 1970 a alrededor de un 53 % en la de 1990. (Inexplicablemen-
co que ve televisión en un momento dado. Para confirmar estas pautas sobre consumo te, la proporción aumentó de forma brusca hasta el 60-65 % en 1987-1988, y luego
televisivo véanse Kubes y Csikszentmihalyi, Television and the Quality o( Life, p. 75 descendió un tanto, pero la tendencia a largo plazo es ascendente.) Emre las perso-
(para Estados Unidos); y Michael Argyle, Social Psycho/ogy of Everyday Life, Nueva nas que recurren a la televisión como entretenimiento, el 47% admite también ser
York, Routledge, 1991, p. III (para e! Reino Unido). algo así como un apoltronado, frente al 17 % de los demás norteamericanos. Toman-
23. El análisis de los datos de encuestas de DOS Needham Life Style para 1993- do como base los momentos del día en que dicen ver televisión, quienes afirman que
1998 es del autor. El índice de quienes ven la televisión durante la cena es del 39 % ésta es su principal forma de entretenimiento ven en torno a un 40 % más que los de-
para parejas casadas con hijos en casa, y del 55% para otros adultos. Otro 7 % de más norteamericanos. Esta pregunta de la encuesta identifica de manera efectiva a
adultos dice que la televisión está encendida durante [a cena como ruido de fondo. Se- uno de cada dos norteamericanos más dependientes de la televisión para su entrete-
gún Bezilla, ed., Americas Youth in rhe T990s, p. 39, y Catherine McGratrh, «Busy nimiento.
Notas CapítuLo I3

30. Las figuras 62 a la 66 inclusive presentan relaciones bivariables, pero todas las Wilbur Schrarnm, Jack Lyle y Edwin B. Parker, Television in the Uves of our Children,
generalizaciones propuestas en este párrafo y en el anterior se basan en análisis de re- Stanford (California), Stanford University Press, 1961, sobre Estados Unidos; J.R.
gresión múltiple, manteniendo constantes las variables de sexo, raza, año de nacimien- Brown, ]. K. Cramond y R.]. Wilde, "Displacement Effects of Television and the
to, año de la encuesta. eSTudios, ingresos, problemas económicos, región, tamaño de la Child's Functional Orientatíon to Media», en: Jay G. Blumler y Elihu Katz. eds., The
ciudad, estado civil y familiar, situación [ahoral, salud física según el encuestado, ex- Uses or Mass Communications: Current Perspectives on Gratifications, Beverly Hills
pectativas de mobilidad, propiedad de la vivienda, presiones de tiempo según el en- (California), Sage, 1974, sobre Escocia; John P. Murray y Su san Kippax. "Children's
cuestado y media de tiempo de ida y vuelta al trabajo en el condado de residencia. La Social Behavior in Three Towns with Differing Television Experience», Journal oi
dependencia de la televisión como medio de entretenimiento según el encuestado (me- Communication, 28 (1978), pp. 19-2.9, sobre Australia; y Diana C. Mutz, Donald F.
dida en una escala de seis puntos) es en casi todos los casos uno de los dos o tres mejo- Roberts y O.P. Van Vuuren, "Reconsidering the Displacemem Hypothesis: Television's
res predicrores; es también el predictor particular más sistemático entre todos los indi- Influcence on Children's Time Use», Communication Research, 20 (1993), pp. 51-75,
cados de sociabilidad pública y privada. sobre Sudáfrica. Karl Erik Rosengren y Sven Windahl, Media Matter: TV Use in Child-
3 I. El análisis del archivo de DDB Needham life Style es del autor. La religiosidad hood and AdoJescence, Norwood (Nueva Jersey), Ablex, 1989, presentan pruebas ba-
está medida en función del acuerdo con la frase: "La religión es importante en mi vida». sadas en un estudio de niños suecos.
3 2 . Las encuestas de DOR Needham Life Style realizadas entre 1975 y I998 inclu- 40. Richard G. Niemi y Jane Junn, Civic Educatíon: What Makes Students Learn, New
yen a trescientas tituladas universitarias de treinta a cuarenta y cuatro años de edad Haven (Connecticut), Yale Universiry Press, 1999; Alan S. Zuckermann, "first Steps into
pertenecientes al tercio económicamente más seguro de la población y residentes en Politics: The Political Bases of The Decisions of Young People to Engage in Political Dis-
Nueva Ingbterra o en los estados del Atlántico medio. Las estadísticas del texto com- cussion», Providence (Rhode Island), Brown Universiry, 1998; Jay Braatz y Robert D. Put-
paran la participación cívica del 28 % de estas mujeres que están de acuerdo con la fra- nam, «Community-Based Social Capital and Educational Performance: Exploring New
se: "La televisión es mi primera forma de entretenimiento», y el 72 % que no 10 están. Evidence», Cambridge (Massachuserrs), Harvard Universiry, 1999; John Condry, "Thief
Estas comparaciones mantienen por tanto constantes las variables de sexo, región, ofTime, Unfaithful Servant: Television and the American Child", Daedalus, 122 (invierno
educación, preocupaciones económicas y edad, los cinco factores más estrechamente de 1993), pp. 259-278; William T. Bielby, "The Cost of Watching Television: A longitudi-
correlacioTl<lJos con la dependencia de la televisión como medio de entretenimiento. nal Assessment of the Effect of Heavy Viewing on Earnings», documento de trabajo, Bos-
Para [a medición de la satisfacción con la vida véase capítulo 20. ton, Harvard Universiry School of Public Health, s.f.; George Comstock y Haejung Paik,
3.3· Rohinson y Godhey, Time for Life, pp. 139-144; Harwood K. McClerking y Te/evision and the American Child, Nueva York, Academic Press, 1991, pp. 72, 86.
Krisrin<'l C. MiJer, «The Delereriolls Effecr of Television Viewership on Membership in 4 I. El análisis de los archivos de DDS Needham Life Style es del autor. que ha man-
Voluntary Organizations», ponencia preparada para la asamhlea anual de la Southern tenido constantes las variables de educación, ingresos, urbanización, edad, estado civil
Political Science Associarion, Norfolk (Virginia), noviembre de 1997; Harwood K. y familiar, situación laboral, sexo, raza y religión. Los dos archivos presentan la misma
McC[erking, Kristina C. Miler e Trfan Nooruddin, «Must See TV? A Non-Random pauta. Rolf Meyersohn, «Television and the Rest of Leisure», PubLic Opinion Quar-
Assignement Model of Television and Membership», ponencia preparada para la reu- ter/y, 31. (primavera de 1968), pp. I02-rr2.
nión anual de la American Po[itical Science Association, Boston, septiembre de 199 8 ; 42.. Comstock et al., Te/evision and Human Behavior; John P. Robinson. «Televi-
Pippa Norris, «Blaming the Messenger? Television and Civic Malaise», en: Pharr y sion and Leisure Time: A New Scenario», Journa/ ofCommunication, JI (invierno de
Putnam, What's Troubling the Trilateral Democracies? 1981), pp. Il.O-130; Comstock, Evolution of American Television; Bower, Changing
34· Tay Keong Tan, "Silence, Sacrifice, and Shoo-Fty Pies: Art Inquiry Into the So- Te/evision Audience; Robinson y Godby, Time ror Life; Kubey y Csikszentmihalyi. Te-
cial Capital and Organizational Strategies of the Amish Community in Lancaster /evision and the QuaUty of Life; Brehm y Rahn, "Individual-Leve! Evidence», p. 1015,
County, Pennsylvania», tesis docroral de filosofía, Harvard University, 199 8 . y comunicación personal de Brehm y Raho; Schramm. Lyle y Parker. Television in the
)5. Tannis MacBeth Williams, ed., The lmpact of Television: A Natural Experi- Uves of Qur Children; Comstock y Paik, Te/evision and the American Child; Mutz,
ment in Three Cnmmunities, Orlando (Florida), Academic Press, 1986. Agradezco a Roberts y Van Vuuren, «Reconsidering the Displacement Hypothesis». El análisis de
David Campbe[1 su revisión de [a bibliografía sobre los efectos de la televisión en la las encuestas de DDB Needham Life Style de 1993 a 1998 es del autor; el 39 % de los
vida comunitaria. encuestados que veían televisión en dos momentos distintos del día o menos estaban
36. Wiltiams, Impact ofTelevision, p. 2. de acuerdo de manera «general» o «categórica» con la frase: «Soy una persona case-
37. Ibídem, p. 166. ra», frente a un 50% de quienes la veían durante seis o más momentos. Véase también
3~L Ihidem, p. T78. mi escrito" Tuning in, Tuniog Out».
39· William A. Belson, "Effects of Television on Interests and Initiative of Aduh 43. El aumento del enclaustramiento durante la década de 1970 aparece confirma-
Viewers in Greater London", Britísh Joumal of Psychology, 50 (t959), pp. 145-158; do en las encuestas DDS Needham Life Style de 1975-1976. Las actividades más prac-
70 6 Notas Capítulo I3

(icadas por los encuestados, según ellos mismos, eran quedarse en casa, pasar el tiem- versity Press, 1985, p. 318; Roderick P. Hart, Seducing Ameriea: How Television
po con la familia y los amigos, cenar en familia y ver la televisión: en resumen, descan- Charms the Modern Voter, Nueva York, Oxford University Pcess, 1994; Shamo Iyengar,
sar en casa solos o con familiares y amigos. Las actividades que, según sus declaracio- Is Anyone Responsible? How Television Frames Political Issues, Chicago, University
nes, se hallaban en declive eran las de recibir invitados, salir a Cenar e ir al cine: en of Chicago Press, 1991; AlIan McBride, "Television, Individualism, and Social Capi-
resumen, salir de casa o recibir visitas de manera formal. tal», PS: Política/ Scienee & Po/jtjes, 31 (septiembre de 1998), pp. 542-552; Lawrence
44· El análisis del archivo de encuestas Raper Social and Polirical Trends de 1974. K. Grossman, The E/ectronic Republic: Reshaping Democracy in the Informatíon
1975,1977 Y 1979 es del autor. Manteniendo constantes el sexo, la edad, la educación Age, Nueva York, Penguin, 1995.
y el tamaño de la ciudad, así como el estado civil y familiar, y la situación laboral, los 54. Una línea polémica de investigación seguida con la etiqueta de <,efecto mundial
encuestados que decían ver más televiSIón que en el pasado tenían de un 25 a un 35 % medio» sostiene que ver mucha televisión se asocia a síntomas de misantropía, como el
menos de probabilidades de participar en actividades comunitarras que quienes afir- de exagerar los índices de criminalidad. Véanse George Gerbner, Larry Gross, Michael
maban ver menos televisión que en el pasado. Véase también Campbell, Yonish y Put- Morgan y Nancy Signorielli, «The "Mainstreaming" of America: Violence: Profile
na m, «Tuning In, Tuning Out Revisited". No. 11»,journal ofCommunication, 30 (verano de 1980), pp. JO-29; Anthony N.
45· Kubey y Csikszentmhalyi, Television and the Quality of Life. Esras autores re- Dobb y Glenn F. Macdonald, «Television Viewing and Fear of Victimization: Is the
pasan los estudios dedicados a los efectos psicológicos del consumo televisivo. Véase Relationship Causal?», journal of Persona/ity and Social Psychology, 37 (J 979),
también Neil Postman, Amusing Ourse/ves to Death: Pub/ie Discourse in the Age of pp. 170-179; Paul M. Hirsch, (,The "Scary World" of the Nonviewer and Orher Ano-
Show Business, Nueva York, Viking, 1985. malies: A Re-analysis of Gerbner et al.'s Findings on Cultivation Analysis, Part 1»,
4 6 . Kubey y CsikszentmihalYI, Te/euisian and the Quality af Life, pp. J64-165. Communication Researeh, 7 (octubre de 1980), pp. 403~456; Michael Hughes, "The
47· Michael Argyle, Social Psyehology of Everyday Life, p. 110; Bowden y Offer, Fruits of Cultivation Analysis: A Re-examination of the Effects of Television Watching
«Household Appliances", pp. 73-'-736. on Fear of Victimization, Alienarion, and the Approval of Violence», Publie Opinion
4 8 . Kubey y Csikszentmihalyi, Television and the Qua/ity of Life, pp. 13 8 - 1 39. Quarterly, 44 (J980), pp. 287-303; Comstock, The Evolution of American Television,
49· Bowden y Offer, .. Household Appliances», pp. 739-741. pp. 265-269; L.J. Shrum, Robert S. Wyer Jr. y Thomas C. O'Guinn, «The Effects of
50. Los datos de este párrafo y del siguiente provienen del análisis del archivo DOB Television Consumption on Social Perceptions: The Use of Priming Procedures ro In-
Needham Life Style realizado por el autor. Para el análisis se fusionaron en una pun- vestigare Psychological Processes», journal of Consumer Researeh, 24 (marzo de
tuación factorial de malestar tres indicadores estrechamente correlacionados a los que 1998), pp. 447-458. Brehm y Rahn, «Individual-Leve! Evidence», Dhavan V. Shah,
se daban respuestas de acuerdo/desacuerdo: J) .. Tengo más dolores de cabeza que la «Civic Engagement, Interpersonal Trust, and Television Use: An Individual-Leve! As-
mayoría de la gente», 2) .. Me cuesta dormir», y 3) «Me indigesto a menudo». Cada sessment of Social Capital», Political Psyehology, 19 (septiembre de T998), pp. 469-
uno de esos síntomas está correlacionado de manera independiente con la televisión, 496, Y mi propio análisis de los daros de DDB Needham indican que el vínculo entre
pero el insomnio es el menos vinculado a ella; por tanto, la correlación básica no es desconfianza y consumo televisivo es proba blemente espurio.
una función de los insomnes que se quedan viendo televisión hasta muy avanzada la no- 55. El análisis de encuestas de DDB Needham Life Style es del autor. Agradezco a
che con el fin de distraerse. El adjerivo "alto» de la figura 68 se refiere al tercio de la Rusty Silverstein, Dan Devroye, David Campbell y Steve Yonish su ayuda en esra in-
población que más sufre dolores de cabeza, indigestión e insomnio. No puedo excluir vestigación. El mérito de haber sugerido esta línea de trabajo corresponde a Shah, «Ci-
la posibilidad de que las grandes dosis de publicidad televisiva sobre remedios contra vic Engagement».
los dolores de cabeza, la indigestión y el insomnio aumenten la hipocondría. 56. La figura 69 está tomada de Campbell, Yonish y Putnam, «Tuning In, Tuning
5I. Bowden y Offer, pp. 737'738; Robinson, «TV and Leisure», p. 129; F. Thomas Out Revisited».
Juster, "Preferences for Work and Leisure», en: F. Thomas Juster y Frank P. Stafford, 57. J. Philipe Rushton, «Television and Prosocial Behavior», en: David Pearl, Lo-
eds., Time, Goads, and Well-Being, Ann Arbor, Institure for Social Research, University rraine Bouthilet y Joyce Lazar, eds., Television and Behavior. Ten Years of Scientifie
of Michigan, J985, pp. 333-351; Robinson y Godbey, Time for Life, pp. 242-250. En Progress and Implications for the Eighties. Rockvill¿ (Maryland), National Insritute
los datos de DDB Needham Life Style el recurso a la televisión cama entretenimiento of Mental Health, U.S. Department of Health and Human Services, 1982, pp. 248-
es un poderoso predictor de infelicidad (según las mediciones del capítulo 20), equiva- 258, YSusan Hearold, «A Synthesis of 1,043 Effecrs ofTelevision on Social Behavior»,
lente más o menos a los prohlemas económicos y la solrería (que suele considerarse el en: George Comstock, ed., Publie Communieation and Behavior, vol. 1, Nueva York,
elemento de predicción más fuerte de infelicidad). Academic Press, 1986, pp. 65-133.
52. Robinson y Godhey, Time ror Life, p. 149. 58. Joseph Turow, Breaking Up America: Advertisers and the New Media World,
53· Las fuentes para esre párrafo y el siguiente son: Joshua Meyrowitz, No Sense of Chicago, University of Chicago Press, T997.
Place: The lmpaet of Electronic Media on Social Behavior, Nueva York, Oxford Uni- 59· Nielsen Media Research, 1998 Reporton Televisíon, Nueva York, 1998, pp. J9, 23·
70 8 Notas Capítulo I4

60. Rahn y Transue, "SocIal Trust and Value Change»; George Gerhner, Larry se basa en cinco mil y siete mil quinientas entrevistas, excepto en el caso de la afiliación
Gross, Michael Morgan y Nancy Signorielli, «Growing Up with Television: The Culti- sindical y la asistencia a la iglesia, para los que disponemos de abundantes confirma-
vation Perspective», en: Jennings Bryant y Dolf Zillman, eds., Media Effects: Advan- ciones en otras encuestas; por tanto, son muy fiables incluso las pequeñas diferencias
ces in Theory and Research, Hillsdale (Nueva Jersey), Lawrence Erlbaum Associates, absolutas.
I994, pp. 17-41, cita en la p. 31; Alexander W. Astin, What Matters in College, San 7. En el archivo American's Use of Time el descenso de la actividad en organizacio-
Francisco, ]ossey-Bass, J993, p. 31o. nes tanto religiosas como laicas es también atribuible casi por completo al efecto ínter-
61. Roben E. Lane, «The Road Not Taken: Friendship, Consumerism, and Happi- generacional.
ness», Critica/ Review, 8 (otoño de 1994), pp. 521-554; Nicholas Zill y John Robinson, 8. David Butler y Donald Stokes, PoliticaL Change in Britain: The Ello/ution of
«The Generation X Difference», American Demographics. 17 (abril de 1995), pp. 24-31. Electoral Choice, Londres. Macmillan, 1974·
62. Sven Birkerts, The Gutenberg E/egies, Bastan, Faber and Faber, 1994, pp. 214-215. 9. La figura 71 se basa en entrevistas realizadas a 10 largo de un cuarto de siglo (de
197 0 - 1 975 a 1995-2000) para calcular el compromiso cívico en función del año de na-
cimiento. Excluye a encuestados de menos de veinticinco y más de ochenta años con el
Capitulo 14: De generación en generación fin de mantener constantes los efectos del ciclo de vida en edades más bajas y más ai-
taso En estas encuestas aparecen pocas personas nacidas a finales del siglo XIX como
1. Entre los encuestados por DDS Needham Life Sryle que negaban que la televisión para discernir de manera fiable las diferencias entre sucesivas cohortes generacionales.
fuera su principal entretenimiento, vivían en ciudades de menos de cincuenta mil habi· Sin embargo, esos escasos datos (no analizados en la figura 71) sugieren que el final
tantes, tenían unos ingresos familiares situados en el tercio superior de la escala nacional, del siglo XIX debió de haber sido una época de creciente compromiso cívico. De mane-
estaban casados y sólo el marido trabajaba a jornada completa, la asistencia a reunio- ra similar, son también pocos los encuestados nacidos después de 1970 presentes ya en
nes de club por año cayó de dieciséis en la década de 1970 a nueve en la de 1990. Entre encuestas nacionales como para que podamos estar seguros de su perfil generacional,
los encuestados por Roper que veían menos de una hora diaria de televisión, vivían en aunque los magros resultados indican que el descenso generacional en el compromiso
ciudades de menos de doscientos cincuenta mil habitantes, tenían ingresos superiores a cívico prolongado durante cuarenta años podría estar tocando fondo. La parte II mos-
la media y eran mujeres con un empleo a tiempo parcial o varones casados, el número tró que el declive en el compromiso cívico es importante, incluso sin mantener cons-
de quienes no participaban en ninguna de las doce formas de actividad cívica aumentó tante la variable de la educación, pero para clarificar las diferencias generacionales la
del JI % en la década de 1970 al J2 % en la de 1980 y al 55% en la de 1990. Frank figura 71 mantiene constante la composición educativa de diversas cohortes genera-
Bryan halló que en una muestra de unas setenta y cinco localidades de Vermont con cionales. Para compensar las relativamente pocas muestras anuales ininterrumpidas y
una media de población de unos mil habitantes la asistencia a reuniones municipales mantener constantes las diferencias educativas, la figura 71 representa las medias cam-
había descendido del 27% aproximadamente de los votantes registrados en 1970- biantes de cinco años para encuestados con estudios inferiores a la enseñanza media,
1973 a en torno al 15% en J99~L Comunicación personal de Frank M. Bryan, y Real de enseñanza media y superiores a la enseñanza media. Hace abstracción del ciclo de
Democracy, manuscrito no publicado, citado en joseph F. Zimmerman, The New En- vida y los efectos periódicos, pero los análisis subyacentes a esta figura han indagado
gland Town Meeting: Democracy in Action, Westport (Connecticut), Praeger, 1999, otras posibles interpretaciones, y no creo que la interpretación generacional induzca
pp. 93-97· gravemente a error en ningún sentido importante. Los indicadores operacionales son
2. El análisis de los archivos de DDB Needham Life Sryle, Roper Social and PoJitical el voto: National Election Studies (1952-1996), votación en años de elecciones presi-
Trends, Geperal Social Survey y National Election Studies es del autor, que ha mante- denciales; la prensa: General Social Survey (1972-1998), leen la prensa a diario; la con-
nido constantes las variables demográficas estándares. fianza social: GSS (1972-1998), están de acuerdo con que «se puede confiar en la ma-
3. Es posible que el cicio de vida y los efectos generacionales actúen conjuntamente. yoría de la gente»¡ proyectos comunitarios: DDS (1975-1998), han trabajado en un
Sobre tratamientos técnicos de esta cuestión metodológica véase la nota 7 del capítulo 2. proyecto comunitario por lo menos en el año anterior; afiliación a grupos: GSS (1974-
4· El análisis de los archivos de encuestas de GSS, Roper y DDB Needham Life 1994), son miembros de al menos un grupo; interés por la política: DDS (1975- r 99 8 ),
Style es del autor; Babchuk y Booth, "Yoluntary Association Membership»; S. Cu- están de acuerdo con la frase: «Me interesa la política»; la iglesia: GSS (1972), asisten
tler, «Age Differences in YoJuntary Association Membership», Social Forces, 55 a la iglesia por lo menos «casi una vez por semana»; clubes: DDB (1975-1998), acu-
(197 6 ), pp. 43-5 8 . dieron a nueve o más reuniones de clubes en el año anterior.
5. El mérito de poner de relieve la base generacional del deciive en el capital social 10. Véase Zukin, Generation X and the News.
es de Wendy Rahn. II. La generación de 1910-1940 parece también más cívica que la de sus mayores,

6. Para conseguir la máxima fiabilidad, la tabla 3 acumula varios años de encuestas al menos a juzgar por las pocas personas nacidas a finales del siglo XIX que aparecen
realizadas al principio y final de las dos décadas. Cada uno de los apartados de la tabla 3 en estas muestras.
710 Notas Capltulo 14 71 ¡

12.. En un comentarlO no publicado sobre una versión anterior del razonamiento 27. El análisis del archivo de Monitoring the Furure es del autor. Las respuestas
que sostengo aquí. «indecisas» se excluyen de este análisis, aunque su inclusión no afectaría a la tendencia
13. Miller y Shanks, New American Voter, p. 57. fundamental.
14. Ithie[ de Sola Pool, "Public Opioian», en: Ithiel de Sola Pool et al., ed., Hand~ 28. Bennert y Rademacher, "The "Age of Indifference" Revisited»; Zukin, Genera-
book ofCommunication, Chicago, Rand McNally, 1973, pp. 818-821. tionX and the News; Diana Owen y Molly W, Sonner, «"Think Globally, Acr Locally";
15. El análisis de los archivos de National Eleerian Studies, Roper Social and Politi- Why Political Science Underestimates the NEXT Generation», ponencia preparada
cal Trends, DDB Needham Life Style y GSS es del autor. La diferencia en cuanto a par- para la asamblea anual de la Midwest Political Science Associarion, Chicago, abril de
ticipación electoral entre quienes tenían entre veintiuno y veintinueve años y cincuenta 1995; Diana Owen, "Mixed Signals: Generation X's Attitudes toward the Polincal
o más aumentó del 16 % en la década de 1960 y 1970 a un 2.5 % en la de 1980 y 1990. System», en: Craig y Bennett, After the Boom, pp. 85-106; Times Mirror Center, "The
Véase también Times Mirror Center, "Age of lndifference», p. 2.5- Age of Indifference», pp. 26-28; Y el análisis del archivo de Roper Social and Politica!
16. El análisis del archivo de Roper Social and Polítical Trends es del autor. Duran- Trends realizado por el autor. Como la figura 72 mantiene constante la variable del ci-
te estos años la proporción de población adulta de cuarenta y cinco años en adelante clo de vida, los menores índices .de participación de los miembros de la generación X
aumentó ligeramente del 44 al48 %. no se pueden atribuir simplemente a su juventud.
17· Michael X. DeBí Carpini, Stability and Change in American Politics: The Co- 2.9. Myrna Weissman, Martha Livingston Bruce, Philip J. Leaf, Louise P. Florio y
ming of Age ofthe Generation of the T96os, Nueva York, New York University Press, Charles Holzer llI, "Affective Disorders», en: Lee N. Robins y Darre! A. Regier, eds.,
1986; Paul C. Light, Baby Boomers, Nueva York, W. W. Norton, 1988; Cheryl Rus- Psyehiatric Disorders in America: The Epidemialogiea/ Catchment Area Study, Nueva
sell, The Master Trend. York, Free Press, 1991, pp. 53-80, cita en la p. 80. La fuente incluye un apéndice que
18. Light, Baby Boomers, pp. 123-12.5. revisa y desestima posibles fallos metodológicos en estas pruebas.
19· Delli Carpini, Stability and Change, p. 150. 30 , Martin E. P. Seligman, «Boomer Blues», Psychology Today, octubre de 19 88 ,
20. Russell, The Master Trend; Delli Carpini, Stabi/ity and Change; M. Kent Jen- pp. 50-55, cita en la p. 50. Véanse también Gerald L. Klerman, "The Current Age of
nings y Richard G. Niemi, GeneratlOns and Polities: A Panel Study of Young Adu/ts Youthful Melancholia: Evidence for [ncrease in Depression among Adolescents and
and Their Parents, Princeton (Nueva Jersey), Princeton University Press, 1981; y el Young Adules», British ¡oumal of Psyehiatry, 152 (1988), pp. 4-14; Gerald L. K!er-
análisis de los archivos dt: Roper Social and Polítical Trends y DDB Needham Life Sty- roan y Myrna Weissman, "Increasing Rates of Depression»,journa/ of American Me-
le realizado por el autor. dical Association, 261 (1989), pp. 222.9-2235; Martin E.P. Seligman, Leamed Opti-
21. DeBi Carpini, Stability and Change in American Polities, p. 326. mism, Nueva York, Pocket Books, 1990; Cross-National Collaborative Group, «The
22. Light, Baby Boomers, pp. 32, 136,49, que cita a Richard Easterlin, Birth and Changing Rate of Depression: Cross-National Comparisons», Joumal of American
Fortune: The lmpaet af Numbers on Personal We/fare, Nueva York, Basic Books, Medical Associatian, 2.68 (2 de diciembre de 1992.), pp. 3098-jI05; Peter M. Lewi-
I(j80. sohn, Paul Rohde, John R. Seeley y Scott A. Fischer, «Age-Cohort Changes in the Life-
23· Jennings y Niemi, Generations and Polities, pp. 215-226; Light, Baby Boo- time Occurrence of Depression and Other Mental Disorders», Journal of Abnormal
mers, p. 28; Daniel YankeJovich, «How Changes in the Economy Are Reshaping Ame- Psychology, 102 (1993), pp. 1 lO-UO; Eric Fombonne, «Depressive Disorders: Time
rican Values», en; Henry .J. Aaron, Thomas E. Mann y Timothy Taylor, eds., Values Trends and Possible Explanatory Mechanisms», en: Michael Rurter y David J. Smith,
and PubÚc Poliey, Washington, D.C., Brookings, 1994, pp. 16-53. eds., Psyehosocial Djsorders in Young People: Time Trends and Their Causes, Nueva
24. Russell, The Master Trend. York) Wiley and Son s, 1995, pp. 544-615.
25· Rahn y Transue, "Social Trust and Value Change». Véanse también las encuestas 3 1. Kathleen Maguire y Ann L. Pastore, eds., Soureebook of Criminal Justice Statis-
High School and Beyond realizadas por el National Center for Education Statistics del tics, 1995, Albany (Nueva York), Hindelang Criminal Justice Research Cemer, 199 6 ,
Ministerio de Educación de Estados Unidos en 1974, 1984 Y 1994, así como R.A. Eas- p. 3 6 5. Véanse también u.s. Publ¡c Health Service, The Surgeon Ceneral's Ca// ta Action
terlin y E. M. Cummings, "Privare Materialism, Personal Self-Fulfillmenr, Family Life to Prevent Suicide, Washington, D.C., 1999, y las investigaciones citadas allí. Sobre los
and Public Inrerest: The Nature, Effects, and Causes of Recent Changes in the Values of bajos índices de suicidio en la que llamo la «larga generación cívica» véase Max A. Wood-
American Youth», Publie Opinion Quarter/y, 55 (invierno de 1991), pp. 499-533. buy, Kenneth G. Manton y Dan B!azer, "Trends in U.S. Suicide Mortality Rates 1968 to
26. El análisis del archivo de encuestas de Monitoring the Future es del autor; el ar- 1982.: Race and Sex Differences in Age, Period and Cohort Components», lnternational
chivo fue proporcionado por el Interuniversity Consortium for Political and Social Re- Journal of Epidemi%gy, 17 (1988), pp. 356-362, en especial p. 360. Véanse pautas
search de la Universidad de Michigan. El descenso fue desde un 14-15 % a mediados comparables en otras naciones en.e. Pritchard, «New Patterns of Suicide by Age and
de la década de 1970 hasta un 10-11 % a mediados de la de 1990. Como estas mues- Gender in the United Kingdom and (he Western World 1974-1992: An lndicator of So-
tras son muy amplias, los cálculos son también muy fiables. cial Change?», Social Psyehiatry and Psyehiatrie Epidemiology, 31 (1996), pp. 227~234·
712 Notas Capítulo l4

32. Michael Rutter y David J. Smith, «Towards Causal Explanations ofTime Trends encuestas de Roper Social and Political Trends se complica gravemente por el hecho de
in Psychosocial Disorders of Young People», en: Rutrer y Smirh, eds., Psychosocia/ Di- que la «edad» -y por tanto el año de nacimiento- está medida en estas encuestas de for-
sorders in Young Peop/e, p. 807. ma rudimentaria, por lo que el análisis de regresión de sus datos proporciona un apo-
33. Sobre nuestro índice de malestar véase la nora 50 det capítulo 13. Algunos sín- yo menos claro a la interpretación generacional. Por otra parte, véanse en la tabla 3
comas de malestar muestran efectos del ciclo de vida -el insomnio aumenta ligeramen- pruebas de la función de la generación en los datos de Roper.) La cuestión fundamen-
te con la edad, mientras que los dolores de cabeza disminuyen-, pero las diferencias tal en estos análisis era la siguiente: «¿En qué proporción se reduce la tendencia tem-
por ciclo de vida han sido eliminadas de la figura 74. Un malestar «alto» se refiere al poral [por ejemplo, el coeficiente de regresión para el año de realización de la encues-
tercio superior de los encuestados a lo largo de estos veinticinco años, pero cualquier ta] si se mantiene constante la variable generacional [introduciendo por ejemplo en la
punto de corte razonable daría los mismos resultados. Las preocupaciones económicas regresión el año de nacimiento]>'. Según analizamos anteriormente, casi rodo el cam-
han aumentado en la cohorte más joven a lo largo del último cuarto del siglo, yesos bio nero ocurrido durante el ultimo tercio del siglo xx en algunos indicadores de com-
problemas provocan a su vez dolores de cabeza, indigestióri y noches insomnes, Cuando promiso cívico -participación electoral, asistencia a la iglesia, lectura de prensa, interés
nuestro índice de preocupaciones económicas se añade a una predicción de regresión por los asuntos públicos y confianza social- es atribuible al cambio generacional. Este
múltiple para el malestar (incluidas las variables de sexo, educación, edad, utilización de modelo se puede ver, por ejemplo, en las figuras 39 y 53, Y en el hechode que si inclui-
la televisión como entretenimiento y un término interactivo para edad y año), el coefi- mos en la misma regresión el año de nacimiento y el de la realización de la encuesta,
ciente de regresión sobre el término interactivo -medida estadística de la diferencia este último resulta prácticamente insignificante como prediccor de esas medidas, Para
creciente ente generaciones- se reduce en torno a un 60 % pero sigue siendo altamente otrOS indicadores de capital social, como la asistencia a reuniones de club y las cenas
significativo, en familia, si se mantiene constante la variable generacional, se elimina algo menos de
34· Ed Diener, "Subjective Wel1-Being», PsycIJrl/()gical BuJ/etin, 95 (1984), pp. la mitad de la tendencia. Para algunos indicadores de schmoozing, como jugar a las
542-575, en especial p, 554. W,A. Stock, M.A, Okull. \1.J. Haring y R.W. Witter, cartas y recibir invitados, el control de la variable generacional tiene poco o ningún
«Age and Subjecrive Well-being: A Meta-analysis ", l'n: R.J. Light, ed., Evaluatíon Stu- efecto sobre las tendencias.
dies: Annual Review, vol. 8, Beverly Hills (California), Sage, 1983, pp. 279-302; D.D. 3 8 . William Graham Sumner, Folkways: A Study of the Sociological Importance of
Wirr, G. D. Lowe, C. W. Peek y E. W. Curry, «The Changing Relationship between Age Usages, Manners, Cusroms, Mores, and Mora/s, Boston, Grim, 1911, pp. 12-13. Le-
and Happiness: Emerging Trend or Methodological Artifact?», Social Forces, 58 wis A. Coser, The Functions of Sodal Conflict, Glencoe (Illinois), Free Press, I95 6 ;
(T979), pp. T302-1 307; Y el análisis del archivo de DOS Needham Life Style realizado Arthur A, Stein, «Conflict and Cohesion », journal of Conflict Resolution, 20 (197 6 ),
por el autor. Sohre nuestro índice de satisfacción véase el capítulo 20. El análisis del ar- pp, 14 2 - 1 7 2 ; Theda Skocpol, Ziad Munson, Marshall Ganz y Andrew Karch, "War
chivo de encuestas de DDH Needham Life Style es del autor. and the Development of American Civil Society», ponencia preparada para la asam-
35. Schneider y Stevenson, Ambitious Generatian, pp, r89-2rT, cita en la p. 192; blea anual de la American Sociological Association, Chicago, agosto de 1999; Susan J.
Seligman, "Boomer Blues», pp. 52, 55. EJlis y Katherine H. Noyes, By the People: A History of Americans as Volunteers, ed.
36. L r. Pearlin, M. A. Lieberman, E, G. Menaghan y J. T. Mullan, «The Stress Pro- revisada, San Francisco, Jossey-Bass, 1990, cita en la p. 13·
cess».journal of Health and Social Behavior, 22 (1981), pp. 337-356; P. Cohen, E.L 39. Charles,ServiceClubs,pp. r5- J (;,3 1 .
Struening, G, L. Muhlin, L. E. Genevie, S. R. Kaplan y H. B. Peck, "Community Stres- 40. Agradezco a Wendy Rahn y Theda Skocpol sus clarificadores análisis de los
sors, Mediating Conditions and Wellbeing in Urban Neighborhoods»,journal ofCom- efecros de la guerra, en especial de la Segunda Guerra Mundial, sobre el capital social y
munity Psychology, 10 (T982), pp. 377-391; A. Billings y R. Moos, "Social SuPPOrt el compromiso cívico. Véase Theda Skocpol, con la colaboración de Marshall Ga nz ,
and Functioning among Community and Clinical Groups: A Panel Model»,journal of Ziad Munson, Bayliss Camp, Michele Swers y Jennifer Oser, «How Americans Became
Behavioral Medicine, 5 (1982), pp, 295-3 11; Nan Lin y W.M. Ensel, «Depression-Mo- Civic» , en: Skocpol y Fiorina, eds., Civic Engagement in American Democracy, pp. 27-
bility, and Its Social Etiology: The Role of Life Events and Social Support», journal of 80, Y Tom Brokaw, The Createst Generation, Nueva York, Random House, I99 8 .
Health and Social Behavior, 25 (1984), pp. 176- 1 88; G. A. Kaplan, R. E. Roberts, T. C. 4 1 . John Morton Blum, V Was for Victory: Politics and American Culture during
Carnacho y J.e. Coyne, "Psychosocial Predictors of Depression», Americanjournal of World War ll, Nueva York, Harcourt, Brace, jovanovich, 1976, p. 339; el análisis de
Epidemiology, 125 (1987), pp. 206-220. la General Social Survey (r974-1994) y del archivo DDB Needham Life Style es del
37. Esta generalización resume el extenso análisis multivariante realizado por el autor (1983-1988). Los veteranas no están más comprometidos cívicamente que otros
autor sobre docenas de indicadores de compromiso cívico y capital social contenidos hombres de su generación, Los efectos duraderos de la Segunda Guerra Mundial sobre
en los archivos de encuestas de Roper Social and Political Trends y DDB Needham Life los hábitos cívicos de quienes la vivieron no se limitaron al campo de batalla. También
Style, la General Social Survey, los National Election Studies, el archivo Americans' es posible que los efecros brutalizadores del combate contrarrestaran los efectos comu-
Use of Time, el archivo Monitoring rhe Furure y otros, (El análisis generacional de las nitarios.
Notas Capitulo 15 7I 5

42. Richard R. Lingeman, Don't You Know There's a War On? The American Los «lujos materialesn de la figura 76 se refieren a encuestados que escogieron al me-
Home Front, 1941-1945, Nueva York, G. P. Purnam's Sons, 1970, p, 71; Bill Gold, ci- nos dos de los seis siguientes apartados como componentes de la definición de "buena
tado en Roy Hoopes, Americans Remember the Home Front: An Oral Narrative, vida»; un trabajo mejor pagado que la media, una piscina, una casa de vacaciones,
Nueva York, Hawthorne, 1977, p, XII. ropa realmente bonita, un segundo televisor en color y un segundo coche. Mantenien-
43· Richard Polenberg, War and Society: The United States, 1941-1945, Nueva do constantes los ingresos, la educación, el estado civil y familiar, el sexo y el tamaño
York,j,B. Lippincott, 1972, p, 17, de la ciudad, tanto el ano de la encuesta como el de nacimiento son predictores muy
44, Po[enberg, Warand Society, pp, 29-30. significativos del materialismo, pero el año de nacimiento (que representa diferencias
45· La tonadilla publicitaria de Crosby aparece en una colección de grabaciones de generacionales) es con mucho el elemento de predicción más sólido.
recuerdos de los anos de ~llerra, The Home Front, 193R- '945', Pcraluma (California), SR. Las alrernativas propuestas eran las siguientes: mi familia, mis viejos amigos,
The Mind's Eye, J98,). mis nuevos amigos, la gente de mi barrio, mi iglesia/sinagoga, las personas con quie-
46. Lingeman, Don't You Know, p. 237, calcula 335.000 toneladas; Polenberg, nes trabajo, la lectura de prensa [ocal, las organizaciones o grupos a los que perte-
War and Society, p. 16, propone 45°.000 toneladas. La llamada del presidente apare- nezco, los padres de los amigos de mis hijos, la lectura de revistas especializadas y las
ce citada en Polenberg, War and Society, p. I6. personas que conozco por el ordenador. Se podía elegir más de una posibilidad. Para
47· Lingeman, Don't You Know, pp. 52, 59, 62, 250; listas de afiliados a la Cruz simplificar la figura 77 he fusionado "nuevos» y «viejos» amigos, y eliminado «los
Roja nacional. padres de los amigos de mis hijos» y las «revistas especializadas». En general, el9 %
48. Lingeman, Don't You Know, p. 2S I. citaban revistas, y el 28 % de los padres con hijos en casa mencionaban a otros pa-
49. julie Siebel, "Silent Partners/Active Leaders: The Association of junior Lea- dres; ninguna de las dos posibilidades difería significativamente en función de [as ge-
gues: The Office of Civilian Defense, and Community Welfare in World War 11», tesis neraciones. El apartado «compañeros de trabajo» se calcula sólo en función de los
doctoral en filosofía, Unlversity of Southern Ca lifornia, 1999. encuestados que trabajaban fuera de casa por lo menos a tiempo parcial. El desglose
50. Polenherg, War and SOClct)', p. 1.32, qUf' cita a W. Lloyd Warner, "The Ameri- por cohortes fue determinado por Yankelovich Partners, y excluye a encuestados na-
can Town», en: Willtam Fielding Ogburn, ed., American Society in Wartime, Chicago, cidos después de 1978; para simplificar la figura 77 he omitido a los nacidos en la
University of Chicago Press, 1943, pp. 45-46'. época de la explosión demográfica (1946-1964); casi sin excepción se sitúan a medio
51· ]effrey G. Williamson y Peter H. Lindert, American Inequality: A Macroecono- camino entre las otras dos cohortes. No hay diferencias importantes entre [as en-
mic History, Nueva York, Academic Press, J980, en especial pp. 53-54 Y 82-92, datos cuestas realizadas en I997, I998 Y J999; la figura 77 presenta la media para estos
en las pp. 54 Y 315· Véase también Polenberg, War and Society, p. 94. La Primera tres años. Agradezco a Yankelovich Partners el haber puesto estos datos a mi dispo-
Guerra Mundial había reducido también fuertemente la desigualdad económica, pero sición.
el efecto igualador de la guerra se desvaneció en uno o dos años, mientras que la distri- 59. William]ames, «The Mora[ Equivalent ofWar n, Nueva York, American Asso-
bución más igualitaria de la riqueza y los ingresos después de la Segunda Guerra Mun- ciation for International Conciliation, 19IO.
dial persistió e incluso mejoró hasta los primeros años de la década de I970.
52. Po[enberg, War and Society, p. r 7. Visto retrospectivamente, podría extrañar-
nos que todo un 80 % de los norteamericanos creyera que nunca estaba justificado re- Capitulo 15: ¿Quién fue el asesino del compromiso cívico? Resumen
currir al mercado negro.
S3· Polenberg, War and Society, pp. 140-14 5, cita en la p. J 4 3; Brian M. Downing, I. Theodore Caplow, Howard M. Bahr, John Model! y Bruce Chadwick, Recent
The Paths of Glory: War and Social Change in Twentieth-Century America (de próxi- Social Trends in the United States: 1960-1990, Montreal, McGillQueen's University
ma aparición), sostiene que los efectos perjudiciales de la guerra para la comunidad Press, 1991, pp. 47, 106, I I 1; U.S. Bureau of the Census, Current Population Reports.
superaron a los favorables. series Pl.O~509, «Household and Family Characteristics: March 1997», e informes an~
54· Comunicación personal, Robert Roseinheck, M.O., New Haven (Connecticut), teriores, El análisis de la General Social Survey es del autor,
Veterans' Administration. 2, Todas las generalizaciones de los párrafos anteriores se basan en el análisis de los
55· BJum, V Was for Victory, p. 340. archivos de Roper Social and Political Trends, DOB Needham Life Style, Americans'
56. Agradezco a la profesora Rahn [os datos utilizados para la figura 75, tomados Use ofTime, General Social Survey y National Election Studies realizado por el autor,
de un sondeo realizado en julio de 1998 por Wal/ Street JournallNBC News PolI. que ha mantenido constantes todas las características demográficas estándares. Esta
57· El análisis del archivo de Roper Social and Political Trends es del autor. El ar- conclusión difiere de la conjetura expuesta por mí en "Tuning in, Tuning Out», y se
chivo cubre el año de 199I y fue incrementado para I994 y I996 a partir de los co- basa en una gama mucho más amplia de datos probatorios sobre los lazos entre es-
rrespondientes Roper Reports, Nueva York, Roper Starch Worldwide, varios años. tructura familiar y vinculación social.
716 Notas Capítulo 16 717

3. Yerba, Schlozman y Brady. Voiceand Equality, pp. 241-247. compromiso cívico descrito en la parte 11 sea resultado de un aumento de la delin-
4. El análisis de los archivos de la Genera! Social $urvey. Roper Social and Political cuencia.
Trends y DDS Needham Life Style es del autor. El apoyo de los blancos a [a segrega- 11. Estos cálculos aproximativos de la relativa importancia de diversos factores
ción se mide en función de esta pregunta planteada en la GSS: «Si usted y sus amigos causales derivan de análisis de regresión múltiple realizados sobre los principales con-
perteneciesen a un club social que no permitiera afiliarse a personas negras, ¿intentaría juntos de datos utilizados en este estudio y de los principales indicadores de participa·
cambiar las normas para que los negros pudieran afiliarse?», Si el racismo de [os blan- ción social y política. En efecto, mi pregunta era: «¿Cuánto habría decaído la partici-
cos se mide por su apoyo a la segregación residencial o a las leyes contra el mestizaje, pación cívica o el capital social si el factor causante pertinente -la proporción de
los resultados son similares. mujeres que forman parte del mundo laboral, las preocupaciones económicas, la su-
5. Fukuyama, Trust. pp. 3 I 3-314. $ohre el debate acerca de si los programas públi- burbanización, el consumo de televisión, etc.- no hubiera cambiado a lo largo del úlei·
cos no dejan lugar para la filantropía y el voluntariado, y erosionan el capital social, mo tercio del siglo xx?». Necesariamente, este planteamiento no tiene en cuenta dife-
véanse Paul L. Menchik y Burton A. Weisbrod, « Volunteer Labor Supply», Joumal of rencias menores en diversas mediciones, y prescinde de todo efecto sinérgico. No
Puh/ie Eeonnmics, 32 (1987), pp. 159-[83; Susan Chambre, "Kmdling Poines of obstante, como resumen general no distorsiona las pruebas subyacentes.
Lighc: Volunteering as Pu blic Palicy», N(mprofit and Vo!untary Studies Quarterly, 18
(1989), pp. 249-268; Richard Steinberg, "The Theory of Crowding Ouc: Donations,
Local Government Spending, and che New Federalism», en: Richard Magar, ed., Phi- Capitulo 16: Introducción
lanthropic Giving, Nueva York, Oxford University Press. 1989, pp. 143-156; Marvin
Olasky, The Tragedy of American Compassion, Washington, D.C., Regnery Gaceway, l. Kenneth J. Arrow, «Gifts and Exchanges», Philosophy and Publie Affairs, 1 (ve-
1992; Peter Dobkin Hall, lnventing the Nonprofit Sector, Baltimore (Maryland), rano de 1972). p. 357.
Johns Hapkins Universiry Press, 1992, pp. 1-83; Robert Moffitt, "Incentive EHeces of 1. El cálculo de la afiliación a grupos está tomado de la General Social Survey, des-
rhe U.S. Welfare Syscem: A Review», Journal of Economic Literature, 30 (1992), crito en el capítulo 3, y está disponible para cuarenta y tres estados. Los cálculos de
pp. 1-61; Debnrah Stone, "The Durabiliey of Social Capital», Journal of Health Poli- reuniones de club, voluntariado y proyectos comunitarios proceden del archivo DDS
ties, Policy, and Law, 20 (r995), pp. 689-694; J. David Greenstone y Paul E. Peterson, Needham, descrito en los capítulos 3 y 7, Y están disponibles para cuarenta y u¡,;hu es-
Raee and Authority in Urban Polities: Community Participation and the War 01'1 Po- tados.
verty, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1973. 3. Las formulaciones concretas del archivo DOS Needham son: «Paso mucho tiem-
6. Las diferencias estatales en cuanto al capital social, según se analizan en la parte po visitando a amigos» (sí/no), y ,,¿Cuántas veces recibió invitados en su casa durante
IV, son importantes y razonablemente estables, al menos desde la década de 1970 has- el último año?»; Se hallan disponibles para cuarenta y ocho estados.
ta la de 1990. 4. Las formulaciones concretas son las del archivo DOS Needham (<<La mayoría de
7. Putnam, «Tuning In, Tuning Out», p. 671. las personas son honradas»). disponible para cuarenta y ocho estados, y la de la Gene~
8. Daniel Bell, The Cultural Contradietions ofCapita/ism, edición del xx aniversa- ral Social Survey ("Se puede confiar en la mayoría de la gente», frente a «Nunca se es
rio, Nueva York, Basic Books, 1996; Robert E. Lane, The Market Experienee, Nueva demasiado precavido»), disponibles para cuarenta y un estados. Aunque estas medi-
York, Cambridge University Press, 1991. ciones de la confianza social nacional son completamente distintas desde el punto de
9. Charles H. Heying, «Civic Elites and Corporate Delocalization: An Alrernative vista metodológico, son muy coincidentes (r = 0,79 para todos los estados disponibles;
Explanation for Declining Civic Engagement», American Behavioral Scientist, 40 r = 0,85 para los treinta y ocho estados para los que se contaba al menos con cien en-
(1997), pp. 657-668. cuestados por encuesta).
10. Otra posible explicación del abandono del compromiso cívico es el aumento 5. Nuestro cálculo de la participación electoral es sencillamente la media porcen-
del índice de delincuencia durante las décadas de 1970 y 1980. Sin embargo, si man- tual de la población en edad de votar que participó en las elecciones presidenciales de
tenemos constantes otras variables que influyen sobre la vinculación (educación, 1988 y 1991, según el U.S. Statistieal Abstract, 1994, p. 189; estos datos están dispo-
raza, ingresos, generación, sexo, estado civil y familiar, situación laboral, preocupa- nibles para los cincuenta estados.
ciones económicas, tamaño de la ciudad, propiedad de la vivienda, movilidad resi- 6. Nuestra medición de la incidencia de organizaciones no lucrativas consiste senci-
dencial, tiempo de ida y vuelta al trabajo y dependencia de la televisión), ni el índice llamente en el número de organizaciones de ese tipo en cada estado en 1989 (según el
objetivo de delincuencia del correspondiente condado ni el temor subjetivo a esos Non-Profit AJmanae for 1992-1993), dividido por la población del estado en 1990.
delitos guarda relación con indicadores de compromiso cívico como el de acudir a (Doy las gracias al profesor Tom W. Rice por haberme señalado esos datos.) Esta me·
reuniones de club, recibir invitados en casa, visitar a amigos, interesarse por la polí- dición es estable a lo largo del tiempo; en 1989 nuestro cálculo guarda una fuerte corre-
rica o participar en proyectos comunitarios. No hallo pruebas de que la pérdida de lación (r = 0,89) con el correspondiente para T992. Nuestra medición de la incidencia
Notas Capítulo 17 719

de·asociaciones cívicas es la media de «asociaciones cívicas y sociales» (SIC 8640) pre-


sentada anualmente de 1977 a 1992 por el Ministerio de Comercio, dividida por la Capítulo 17: Educación y bienestar infantil
población de cada estado en cada año. Ambas series de daros están disponibles para
los cincuenta estados. 1. Urie Bronfenbrenner, Phyllis Moen y James Garbarino, «Child, Family, and
7· De las noventa y una correlaciones bivariables posibles entre estos catorce indi- Community», en: Ross D. Parke, ed., Review or Child Development Research, vol. 7,
cadores, ochenta y ocho son estadísticamente significativas en la dirección adecuada Chicago, University of Chicago Press, 1984.
en el nivel 0,5 o superior, y ninguna aparece en la dirección errónea. La correlación 2. Kids Count Index de la Annie E. Casey Foundation, Baltimore (Maryland), 1999,
media entre las noventa y una es r = 0,56. Esta correspondencia result~ impresionan- página web: www_aecf.org/kidscountlindex.htm.
te, dado que los daros subyacentes proceden de tres archivos de encuestas indepen- 3. El coeficiente de correlación de Pearson es +0,80. Una puntuación de 1 represen-
dientes y de tres departamentos gubernamentales. El índice resumido es simplemente taría una asociación lineal perfecta; los sociólogos consideran en general que puntua-
la media de las puntuaciones estandarizadas sobre los catorce indicadores que compo- ciones superiores a 0,40 constituyen una correlación fuerte.
nen el índice detallado. Para maximizar el número de casos hemos calculado esta me- 4. Esta conclusión se basa en diez análisis corrientes de regresión multivariante de
dia incluso para aquellos pocos en los que faltaban daws para incluso cinco de los ca- mínimos cuadrados. Las unidades de observación fueron los cincuenta estados, ex-
torce indicadores subyacentes: este procedimiento nos permitió incluir en nuestro cluido el Distrito de Columbia. Se utilizaron las diez variables dependientes siguien-
análisis todos los estados excepto Alaska y Hawai. El índice es, en efecto, idéntico a la tes: nacimientos por mil mujeres de entre quince y diecisiete años en 1995; porcentaje
puntuación factorial derivada de un análisis de los principales componentes de las ca- de niños en situación de pobreza en 1995; porcentaje de bebés nacidos con peso infe-
torce variables.
rior al normal en 1995; porcentaje de adolescentes (de dieciséis a diecinueve años)
8. Las pocas excepciones a los gradientes sorprendentemente suaves de la figura 80 que no asistían a la escuela ni trabajaban en 1995; tasa de mortalidad infantil (en eda-
son explicables intuitivamente: Nevada tiene una puntuación insólitamente baja. Utah, des comprendias entre uno y catorce años) en 1995; porcentaje de adolescentes (entre
tierra de mormones, una puntuación relativamente alta. dieciséis y diecinueve años) que abandonan el instituto; tasa de mortalidad entre ado-
9· La práctica demuestra que otro indicador plausible del capital social-la asisten- lescentes (de quince a diecinueve años) por accidente, homicidio y suicidio en 1995;
cia a la iglesia- guarda muy poca rt"lación con los demás indicadores empleados aquí. además del índice general Kids Couot para 1997. En cada modelo de regresión se in-
La proporción de encuestados de la General Social Survey de 1974-1994 que dicen cluyeron simultáneamente las siguientes variables de control: índice de pobreza del
asistir a oficios religiosos al menos «casi una vez por semana» no guarda fundamen- estado (1987-1992); proporción de población blanca en 1990; proporción de familias
talmente ninguna relación con nuestro índice de capital social (r = -0,06). Algunos es- monoparentales con hijos, y proporción de adultos que habían concluido el bachi1Je-
tados con altos niveles de observancia religiosa (por ejemplo Alabama) se sitúan en rato. En todos los modelos el índice de pobreza era un importante predictor (p <0,05,
puestos muy hajos en nuestra medición del capital social de tipo comunitario, pero ° más) de cinco resultados desfavorables. La composición racial y la proporción de
otros estados rclanvamentee religiosos (por ejemplo Minnesota) ocupan un puesto muy familias monoparentales eran significativas en cuatro y tres de los modelos, respecti-
airo en cuanto a capital social. En camhio, Dakota del Sur se sitúa en un puesto alto en vamente, pero la magnitud del efecto era escasa, y los predictores estaban también
capital social, pero bajo en cuanto a asistencia a la iglesia, mientras que Hawai es rela- asociados en sentido opuesto en dos y tres de los modelos, respectivamente. Los índi-
tivamente haia en ambos indicadores. ces de adultos con el título de bachillerato estaban vinculados en sentido opuesto en
10. Tocquevi!le, Democracy in America, p. 8r. siete de las diez variables. Se investigó igualmente la proporción de adultos licen-
11. Nuestra medida del capital social estatal en las décadas de 1980 y 1990 mantie- ciados universitarios, pero también este grado académico era un predicror débil. Sólo
ne una correlación de R 1 = 0,52 con el índice de «cultura política del estado» ideado la pobreza y el capital social tenían un efecto independiente importante para predecir la
por Daniel J. Elazar, American Federalism: A View (rom the States, Nueva York, Cro- magnitud general de bienestar infantil, y se situaban en el nivel O,OOJ de significación
well, 1966, basado en descripciones de la política estatal en la década de 1950 y si- estadística.
guientes, cuantificadas por Ira Sharkansky, «The Utility of Elazar's Political Culture», 5. JiU E_ Korbin y Claudia J. Coulton, «Understanding the Neighborhood Context
Polity, 2 (1969 l, pp. 66-83. En un estudio fascinante e importante, Tom W. Rice y Jan for Children and Families: Combining Epidemiological and Ethnographic Approa-
L. Feldman, «Civic Culture and Democracy from Europe to America»,journal orpo- ches», en: Jeanne Brooks-Gunn, Greg J. Duncan y J. Lawrence Aber, eds_, Neighbor-
fitics, 59 (1997), pp. 1143-1712, dicen que ,<las actitudes cívicas de los norteamerica- hood Poverty, vol. II, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1997, pp. 65-79. Véanse
nos de hoy guardan una gran semejanza con las actitudes cívicas de los ciudadanos ac- también Susan P. Lumber y Maury A. Nation, «Violence within the Neighborhood
tuales de las naciones de Europa con las que comparten antepasados comunes», aun and Community», en: Penelope K. Trickett y Cynthia J. Schellenbach, eds., Vio/ence
cuando el último contacto directo con la «madre patria» puede remontarse a varias against Children in the Family and the Community, Washington, D.C., American Psy-
generaciones atrás.
chological Association, 1998, pp. 191- 194; Robert J. Sampson, Jeffrey D. Morenoff y
Capítulo 17 7 21
720 Notas

Felron Earls, «Beyond Social Capital: Spatlal Dynamics of Collective Efficacy for Chit-
medio de las clases en Carolina del Norte en la fecha en que se recogieron esos datos
dren», American Sociologicaf Review, ó4 (1999), pp. 6.33-660.
era en realidad de diecisiete estudiantes. Este hecho representa estadísticamente la im-
6. James Garbarino y Deborah Sherman, «High-Risk Neighborhoods and High-
posibilidad práctica de basarse únicamente en reducir el número de alumnos por aula
Risk Families: The Human Ecology of Child Maltrearment», Child Developrnent, 51 para solucionar los problemas educativos.
12. El análisis de los datos estatales sobre rendimiento escolar y de los datos de los
(1980), pp. 188- 198.
7. D.K. Runyian, W.M. Humee et al., «Children Who Prosper in Unfavorable En- archivos de DDB Needham Life Style y Roper Social and Patitical Trends acumulados
vironments: The Relationship to Social Capital», Pediatrics, JOI (enero de 1998), para los diversos estados es del autor.
13. En una regresión multivariante con un índice de mal comportamiento de los
pp. 12-18; Howard C. Stevenson, «Raising 5afe Villages: Cu!cural Ecological Factors
that lnfluence the Emorional Adjustmenr of Adolescents», Journal of BJack Psycho-
estudiantes como variable dependiente, el capital social de la comunidad tenía un ín-
logy, 24 (1998), pp. 44-59; A.j. De Young, "The Disappearance of Social Capital in dice beta estandarizado de -0,61 2, frente al de 0,333 para los hogares monoparenta-
Rural America: Are AIl Rural Children "Ar Risk"?», Rural Special Education Quar- les, 0,261 para la proporción de la población con cuatro cursos de enseñanza media
por lo menos, y 0,226 para la proporción entre alumnos y profesores. Todos esos fac-
terly, ID {19891, pp. )8-45·
8. Ronald A. Wolk, ed., Quality Counts: A Report Card on the Condition o( Pub/ic tores eran significativos, con P <0,05 o superior (el capital social era significativo con
Educatíon in the 50 States, Washington, D.C., Editorial Projects in Education, 1997, p. 3. p = 0,0002). Otras variables demográficas, económicas y educativas incluidas en el
9. Excluyendo del análisis al Distrito de Colombia, hallamos que el índice de capi- modelo inicial no eran significativas. La variable dependiente era un índice compues-
tal social está relacionado con las siete pruebas de! National Assessment of Educatiónal to por las ideas que se hacían los profesores de enseñanza media sobre la gravedad de
Progress aplicado en la década de 1990: matemáticas de cuarto curso, 1992: r = 0,81; cuatro problemas: posesión de armas por parte de los alumnos, absentismo y desinte-
matemáticas de cuarto, 1996: r = 0,67; matemáticas de octavo, 1990: r = 0,90; mate- rés, además de la violencia ejercida entre los alumnos.
máticas de octavo, 1992: r = 0,91; matemáticas de octavo, 1996: r = 0,88; lectura de 14. P. W. Cookson, Schoo/ Choice: The Struggle for the Soul o( American Educa-
cuarto, 1994: r =0,68; ciencias de octaVO, 1996: r =0,85, Además, el índice de capital tian, New Haven (Connecticut), Yale University Press, 1994; Sharon G. Rollow y An-
social está correlacionado con [as medias de puntuación por estados en e! Scholastic thony S. Bryk, «The Chicago Experiment: The Potential an,d Reality of Reform»,
Assessmem Test (1993), ajustada para los índices de participación en las pruebas en Equity and Choice, 9, núm. 3 (primavera de J993), pp. 22-3 2 .
los diversos estados (r = 0,67). E[ índice de capital social está también negativame co- 15. James S. Ca lema n y Thamus Hoffer, Public and Private High Schools: The In/-
rrelacionado con e! índice de abandono escolar en [a enseñanza media en [os diversos pact ofCommunities, Nueva York, Basic Books, 1987, pp. 94, 133-135, 23 1 , 229·
estados acumulado a lo largo del período 1990-1995 (r = 0,79). Véanse pruebas en sentido contrario en Stephen L. Margan y Aage B. S"rensen, «A Test
10. El análisis de los datos sobre rendimiento educativo y de los datos procedentes of Coleman's Social Capital Explanation of School Effects», American Sociological
de los archivos DDB Needham Life Style y Roper Social and Pohtical Trends, acumu- Review, 64 (t999), pp. 661-681.
lados para los diversos estados, junto con los datos estatales sobre composición racial, 16. Anne T. Henderson y Nancy Berla, A New Ceneration o( Evidence: The Pami/y
pobreza y niveles de estudios de la población adulta es del autor. Todos los análisis del Is Critical to Student Achievement, Washington, D.C., National Commirree for Citi-
rendimiento educativo del estado presentados en este capítulo mantienen constantes el zens in Education, 1994, p. 1.
índice de familias monoparentales en 1984-1990, la proporción de alumnos/profesor 17. Roger G. Barker y PauJ V. Gump, Big School, Smal/ School: High School Size
en 1988-1990, el índice de pobreza del estado en 1987-199°, el porcentaje de pobla- and Student Behavior, Scanford (California), Stanford University Press, 1964; Ken-
ción no blanca en 1990, los ingresos medios personales per cápita en 1980-1990, la neth R. Turner, «Why Sorne Public High Schools Are More Successful in Preventing
desigualdad de ingresos (coeficiente Ginil en 1990, proporción de la población adulta Dropout: The Critical Role of School Size», tesis doctoral no publicada, Harvard Uni-
que poseía al menos título de bachillerato en 1990, el gasto educativo total por alum- versity Graduate School of Educatíon, 1991.
no de 1989-1990 a 1991-1992 (en dólares reales) y salarios mínimos del profesorado lB. Anthony S. Bryk, Valerie E. Lee y Peter B. Holland, Catholic Schools and the
en 1989, ambos datos ajustados a las diferencias estatales del coste de la vida, propor- Common Cood, Cambridge (Massachuserrs), Harvard Universiry Press, 1993· Una
ción de estudiantes de primaria y secundaria en escuelas públicas, porcentaje de católi- escuela pública en el percentil 50 para la satisfacción de los profesores con el trabajo se
cos en la población del estado, y un índice compuesto de práctica religiosa basado en desplazaría, por ejemplo, al percentil 84 si se adoptase una «organización comunal»
la encuesta. católica en la escuela. Igualmente, una escuela situada en el percentil 50 que se hiciera
II. Hablando estrictamente, e! análisis estadístico indica que situar a Carolina del
más comunal se desplazaría al percentil 89 en cuanto a moral de equipo, a[ percentil
Norre en e! nivel de rendimiento escolar de Connecticut ajustando sólo la proporción 30 para los índices de reducción del número de alumnos por clase, al percentil 2B en
entre alumnos y profesores requeriría una reducción de! número de alumnos medio de cuanto a desórdenes en clase y al percentil 66 en cuanto al interés de los estudiantes
las clases de entre veinte y veinticinco alumnos por aula, pero e! número de alumnos por asuntos académicos.
Notas Capttulo IR 723

19. Bryk, Lee y Holland, Catho/ic Schools (1993), p. 314. va York, Russell Sage Fouodation, 1997, p. 122; Robert j. Sampsan, "The Commu-
20. James P. Comer y Norris M. Haynes, Summary of School Development Pro~ nity», en: James Q. Wilson y loan Petersilia, eds., Crime, San Francisco, Institute far
gram Effects, New Haven (Connecticur), Yale Child Study Center, 1992. Contemporary Studies Press, 1995, pp. 193-216.
21. james P. Corner, Schoo/ Power: Implications of an Intervention Project, Nueva 2. ]acobs, Death and Life of Great American Cities, p. 56.
York, Free Press, 1980, pp. 126-128. Véase también Wendy Glasgow Winters, Afri- 3. El coeficiente de correlación de Pearson entre el índice medio de homicidios en
can-American Mothers and Urban Schools: The Power of Participation, Nueva York, un estado (198o-1995) y el índice de capital social es de -0,8, donde -1,0 constituiría
Lexington Press, 1993. una asociación lineal perfectamente negativa.
22. Anthony S. Bryk y Barbara Schneider, "Social Trust: A Moral Resource for 4. En una regresión múltiple con los cincuenta estados como unidad de análisis, el
School lmprovement», en: G.G. Whelage y j.A. Whire, eds., Rehuilding the Vi/lage: modelo que mejor encaja incluye cuatro variables estadísticamente significativas: el ín-
Social Capital and l:-ducation in America, Londres, falmer Press, de próxima publica- dice de capital social, el índice medio de pobreza (1987-1990), la proporción de pobla-
ción. Véase también Donald Moore, "What Makes These Schools Stand Out?», Chi- ción blanca (1990) Yla proporción de población clasificada como urbana {1990}. Otras
cago, Designs for Change, ahril de J99H, pp. 1-19 Y 83-1°3. variables introducidas, pero que no resultaron estadísticamente significativas, fueron
23. El hecho de que [as escuelas más pequeñas fomentan una mayor participación el índice medio de familias monoparenrales (1984-r990), los ingresos personales per
de los estudiantes en actividades curriculares y extracurriculares es un juicio común cápita (de 1.992 dólares en 1990), la proporción de la población con al menos cuatro
entre los investigadores de la educación, al igual que la generalización de que la parti- años de estudios universitarios (1990), [a proporción de población con al menos cua-
cipación extracurricular en el colegio es un fuerte elemento de predicción del compro- tro años de ens·eñanza media (1990), [a proporción de población ca cólica, el índice
miso cívico en años posteriores. Véanse las fuentes citadas en la nota 17 y en la nota 4 Gini de desigualdad de ingresos (1990), y las respuestas a la pregunta de la encuesta de
del capítulo 24· DDB Needham Life Style sobre las preocupaciones porque la familia del encuestado
24. Coleman, "Social Capital in rhe Creation of Human Capital». «sea víctima de un delito». Si la flecha causal corriera de una tasa de criminalidad alea
25. Frank F. Furstenberg jr. y Mary Elizabeth Hughes, «The lnfluence of Neighbor- hacia un nivel bajo de capital social, porque e! miedo a la criminalidad inhibiera e! trato
hoods 00 Children's Development: A Theoretical Perspective and a Research Agen- social, entonces, si mantuviéramos constante e! temor a la criminalidad, eliminaríamos
da», en: ]eanne Brooks-Gunn, Greg]. Duncan y j. Lawrence Aber, eds., Neighhorhood la correlación entre crimen y capital social; pero las cosas no son así: la correlación par-
Poverty, vol. JI, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1997, p. 43. cial entre delincuencia y capital social sigue siendo muy importante: r = -0,53. Según
26. Nancy Darling y Lawrence Steinberg, «Communiry Influences on Adolescenr Mitchell B. Chamlin y John K. Cochr.an, "Socia[ Altruism and Crime", Criminology,
Achievement and Deviance», en: Brooks-Gunn, Duncan y Aber, eds., Neighhorhood Po- 35 (1 997), pp. 2°3-227, si se mantienen constantes otros factores significativos (como
verty, vol. 11, pp. 12.0- 13 1; jay Teachman, Kathleen Paasch y Karen Carver, "Social Ca- la pobreza, la desigualdaJ, la raza, la movilidad residencial y la estructura familiar), la
piral and the Generarion of Human Capital», Social Forces, 75 (1999), pp. 1343-1359. delincuencia es más naja en ciudades donde la proporción entre aportaciones a United
27. Frank F. FurstenhergJr. y Mary Elizaheth Hughes, "Social Capital and Success- Way y los ingresos de [;1 ciudad es más elevada, otro indicador de capital social.
fuI Development among At-Risk Youth", jaumal a( Marriage and the Family, 57 5. Sheldon Hackney, "Southern Violence», American Historical Review, 73
(agosto de 1995), pp. 580-592. (1969), pp. 906-925, cita en la p. 925; Richard E. Nisbett y Dov Cohen, Culture o(
28. Ernest T, Pascarella y Patrick T. Terenzini, How Co/lege Affects Students: Fin~ Honor: The Psychology ofViolence in the South, Boulder (Colorado), Westview Press,
dings and lnsights from Twenty Years a( Research, San Francisco, jossey-Bass, 1991; 1996; Raymond D. Gastil, "Homicide and a Regional Culture of Violence», American
Uri Treisman, "Studying Students Studying Calculus: A Look at the Lives of Minority Sociological Review, 36 (1971), pp. 412-427; Steven F. Messner, "Regional and Racial
Machematics Students in College», Col/ege Mathematicsjournal, 23 (1992), pp. 362- Effects on the Urban Homicide Rate: The Subculture of Vio[ence Revisited», Ameri-
372; Alexander W. Astin, "What Marters in College», Liberal Education, otoño de can Journa/ ofSociology, 88 (1983), pp. 997-1007; Y (una opinión crítica) Co[in Lof-
1993, pp. 4-14; Alexander W. Astin, «Involvement in Learning Revisiced: Lessons We tin y Robert H. HiJ], "Regional Subculture and Homicide: An Examination of the Cas-
Have Learned", Jouma/ of Co/lege Student Development, 37 (1996), pp. 123 -1 34· til-Hackney Thesis», American Sociological Review, 39 (1974), pp. 714-724.
6. Esta conclusión se basa en predicciones multivariantes amplias del índice·de ho-
micidios en 1980-1995 en [os cincuenta estados, las predicciones basadas en índices de
Capitulo 18: Barrios seguros y productivos· pobreza, nivel y desigualdad de ingresos, niveles educativos, grado de urbanización y
composición racial, junto con nuestro índicador estándar de capital social y de la d is-
1. Robert ]. Sampson y ]effrey D. Morenoff, «Ecological Perspectives on the tinción norte/sur. Cuando se introduce el capital social en casi todas las especificacio-
Neighborhood Context of Urban Poverty: Past and Present», en: jeanne Brooks- nes, la distinción norte/sur resulta insignificante. Los elementos de predicción más só-
Gunn, Greg J. Duncan y J. Lawrence Aber, eds., Neighborhood Poverty, vol. 11, Nue~ lidos de los diversos modelos son el porcentaje de no blancos en la población, el índice
Notas Capitulo 18

de pc::,eza, el grado de urbanización y e: capital social, todos con una impor!:8.n:;¿ r6. Wílliam Julius Wilson, The Truly Disadvantaged, Chicago, University of Chi-
equivalente. Entre los treinta y nueve estados no pertenecientes a la antigua Confede- cago Press, 1987, p. 144.
ración la correlación hivariahle entre capital social e índice de homicidios es muy fuer- 17. Elijah Anderson, Streetwise: Race, C/ass, and Change in an Urban Community,
te: r = -0,74. Chicago, University of Chicago Press, 1990, pp. 4, 69, 72..
7. El análisis de las encuestas de DOB Needham Life Style es del autor. Los efectos 18. Roberr J. Sampson, Srephen W. Raudenbush y Felron Earls, "Crime: A Multile-
del capital social aparecen aquí también bajo la máscara de diferencias regionales. Los ve! Study of Collecrive Efficacy", Science, 2.77 (15 de agosto de 1997), pp. 918-924,
sureños par~cen más agresivos que tos del norte, pero esas diferencias regionales desa- 19. R.j. Sampson y W.B. Groves, "Community Structure and Crime: Testing So-
parecen cuando mantenemos constantes las relativas al capital social, mientras que si cial Disorganization Theory", American ¡oumal of Soci%gy, 94, núm. 4 (1989), pp.
mantenemos constante la variahle de la región (considerando, por ejemplo, solamente 774-802.. Véase también Edward L. Glaeser, Bruce Sacerdote y José A. Scheinkman,
los estados norteños), persiste la correlación negativa entre capital social y agresividad Crime and Socia/ Interactions, documento de trahajo 502.6 NBER, Camhridge (Mas-
física. sachusetrs), National Bureau of Economic Research, 1995.
8. Sohre los efectos del barrio véanse Christopher Jencks y Susan E. Mayer, «The 2.0. Ora Simcha-Fagan y Joseph E. Schwartz, «Neighborhood and Delinquency: An
Social Consequences of Growing Up in a Poor Neighborhood», en: L. E. Lynn Jr. y Assessment of Contextual Effects», Crimin%gy, 2.4, núm. 4 (1981Í), pp. 667-703.
M. G. H. McGeary, eds., Inner-City Poverty in the United States, Washington, O.c., 2.1. Darling y Steinberg, «Community Influences on Adolescent Achievement and
National Academy Press, 1990, pp. lI1-186; Martha A. Gephart, «Neighborhoods Deviance», pp. 12.0-131.
and Communities as Contexts for Development», en: Jeanne Brooks-Gunn, Greg j. 22.. Elijah Anderson, Code of the Street: Decency, Violence, and the Moral Ufe of
Duncan y J. Lawrence Aber, eds., Neighborhood Poverty, vol. 1, Nueva York, Russell the Inner City, Nueva York, Norron, 1999.
Sage Foundation, 1997, pp. 1-43· 2.3. Darling y Steinberg, "Community Influences".
9. W.N. Evans, W.E. Oates y R.M. Schwab, «Measuring Peer Group Effects: A 2.4. Herbert C. Covey, Scott Menard y Robert j. Franzese, Juvenile Gangs, Spring-
Study of Teenage Behaviof'>, Journal of Po/itical Econorny, 100 (1992.), pp. 966-99J. field (Illinois), Charles C. Thomas Publisher, 1997, 2:' ed., pp. 23-30, JIÍI-185.
Greg J. Duncan, James P. Connell y Pamela K. Klebanov, «Conceptual and Merhodo- 2.5. Agradezco a Karen Ferree su reseña de la bibliografía sobre bandas y capital
logical Issues in Estimating Causal Effects of Neighborhoods and Family Conditions ~ocial.
on Individual Development", en: Brooks-Gunn, Duncan y Aber, eds., Neighborhood 2.6. Joan W. Moore, Homeboys, Filadelfia, Temple Universiey Press, 1978.
Poverty, vol. 1, pp. 2 I 9-2 50; Jencks y Mayer, "Social Consequences». 27. Ruth Horowitz, Honor and the American Dream, New Brunswick (Nueva Jer-
10. Anne C. Case y Lawrence F. Katz, "The Company You Keep: The Effects of Fa- sey), Rutgers University Press, 1983, p. 187.
mily and Neighborhood on Disadvantaged Youths", documento de trabajo 3705 NBER, 2.8. Las terribles experiencias de Shakur se describen en Kody Scotr [Sanyika ShakurJ,
Cambridge (Massachusetts), National Bureau of Economic Research, 1991; M. E. Ens- Monster: The Autobiography of an L.A. Gang Member, Nueva York, Penguin, 1994.
minger, R. P. Lanikin y N. Jacobson, «School Leaving: A Longitudinal Perspective Inclu- 2.9. Moore, Horneboys.
ding Neighborhood Effects", Child Development, 67 (1996), pp. 2.400-2.416. 30. John Hagedorn y Perry Macon, People and Folks: Gangs, Crime and the Un-
1 l. Susan E. Mayer y Christopher Jencks, «Growing Up in Poor Neighborhoods: derclass in a Rusthelt City, Chicago, Lakeview Press, 1988.
How Much Does Ir Matter?», Science, 17 de marzo de 1989, pp. 1441-1445; Ingrid 31. Martín Sánchez Jankowski, Islands in the Street: Gangs and American Urban
Gould Ellen y Margery Austin Turner, "Does Neighborbood Matter? Assessing Re- Sacie!]'. Berkeley, Universir:' of California Press, 1991.
cent Evidence», Housing Po/icy Debate, 8 (1997), pp. 833-866. 31.· Ko-Lin Chino ~Chinese Gangs and Exrorrion,.. en: Ronald Hurr, ed .. Gangs in
12.. Fursrenberg y Hughes, «The Influence of Neighborhoods on Children's Deve- America, Newbury Park (California), Sage Books. 1990.
lopment»; Margery Austin Turner, Ingrid Gould Ellen, Sheila O'Leary y Katherine 33. Jankowski. Islands: .\10ore. Honteho)'s.
Carnevale, «Location, Locarion, Location: How Does Neighborhood Environment .q. J\risrin A.. Goss. ~ \X-e :\.11 H:l\"c' Cl' Cl1tne Tl1~t'rht"r: .\h1Ills· R,,/¡' in P1S,lrIlIin~
Affect the Well-Being of Families and Children?", manuscrito no publicado, mayo de Kids in the Nation's Capiral», resina de másrer, Duke Unin:rsiry, 1996.
1997· 35. Paul A. Jargowsky, «Beyond the Street Corner: The Hidden Diversiry of High-
13. Turner, ElIen, O'Leary y Carnevale, "Location, Locatíon, Location». Poverty Neighborhoods», Urban Geography, 17 (1996), pp. 579-603.
q. Roberr J. Sampson, «Family Management and Child Development: Insighes 36. Ca rol B. Stack, All Our Kin: Strategies for Survival in a Black Community,
from Social Disorganizarion Theory", en: Joan McCord, ed., Facts, Framework, and Nueva York, Harper & Row, 1974, p. 2.8.
Forecasts: Advances in Criminological Theory, vol. 3, New Brunswick (Nueva Jersey), 37. Elliot Liebow, Tally's Comer: A Study of Negro Street Comer Men, Boston,
Transactlon Publishers, 1992., pp. 1Í3-93. Lárde, Brown, 1967, sostiene, en cambio, que entre los hombres solteros y en paro que
15. Véase capítulo IÍ. permanecen ociosos en las calles de las ciudades las relaciones sociales son superfici~-
( :,1 fu f uln I ') 71.. 7
--------------
les y pasajeras. Behind Ghetto Walls, de Lee Rainwater, un estudio del infame bloque Capital at the Top: Effects of Social Similarity and Status on CEO Compensatíon»,
de viviendas protegidas Pruitt-Igoe de la ciudad de Sr. Louis (Chicago, Aldine De Academy of Management joumal, 39 (1996), pp. 1568-1593; Joel M. Podolny y Ja-
Cruyter, 1970), descrihe un mundo de distanciamiento y desconfianza tanto en el seno mes N. Baron, "Resources and Relationships in the Warkplace: Social Nerworks and
de las familias como entre vecinos. Mobility in the Workplace», American Sociological Review, 62 (1997), pp. 673-693.
38. Un autor, al menos, ha puesto en cuestión la hipótesis de que las redes de pa- 4. Mark S. Granovetter, Getting a Job, Cambridge (Massachuserrs), Harvard Uni-
rentesco extendidas son necesariamente buenas para las personas con ingresos bajos. versity Press, 1974; Granovetter, «The Srrength of Weak Ties».
Cuando los miembros del grupo de parentesco consumen o venden drogas, estas redes 5. Jay MacLeod, Ain't No Making It: Aspirations and Attainment in a Low-Inco-
se convierten en correas de transmisión del consumo de drogas de una generación a me Neighborhood, Boulder (Colorado), Westview Press, 1985, 2.~ ed. •
otra. Véase Eloise Dunlap, «The Impact of Drugs on Family Life and Kin Networks in 6. Joleen Kirschenmann y Kathryn M. Neckerman, ,,"We'd Love to Hire Them,
che Inner-City. African-American Single Parent Household ", en: Ade!e V. Harrell y Geor- Bur. .. ": The Meaning of Race for Employers», en: Chrisropher Jencks y Paul E. Peter-
ge E. Peterson, eds., Drugs, Crime, and Social Isolation: Barriers to Urban Oppor- son, eds., The Urban Underclass, Washington, D.C., Brookings Institution, 199I,
tuity, Washington, D.C., Urban Institute Press, r992. pp. 2.03-232.; David T. Ellwood, "The Spatial Mismatch Hypothesis: Are There Tee-
.39. Muy Benin y Verna M. Keith, «The Social Support of Employed African Ame- nage Jobs.Missing in the Ghetto?", en: Richard B. Freeman y Henry J. Holzer, eds.,
rican and Anglo Mothers»,journal ofFarni/y Issues, r6 (1995), pp. 275-297; R. Kel1y The Black Youth Employment Crisis, Chicago, University of Chicago Press, 1986,
Raley, "Black-White Differences in Kin Contact and Exchange Among Never Married pp. 147- 18 5.
Adulrs», ¡oumal nf Family Issues, 16 (1995), pp. 77-103; Dennis P. Hagan, David J. 7. John D. Kasarda, «Urban Change and Minority Opportunities», en: Pau1 E. Pe-
Eggebeen y Clifford C. C\ngg, "The Strllcture of Inrergenerational Exchanges in Ame- terson, ed., The New Urban Reality, Washington, D.C., Brookings Institution, 1985;
rican Families», Americanjoumal OfSOClOlogy, 98 (1993), pp. 1428-1458; Dennis P. John D. Kasarda, «Urban Industrial Transition and the Underc1ass», Annals of the
Hagan, Ling-Xin Hao y Wiltiam L Parish, «Race, Kin Networks, and Assistance ro American Academy of Political and Social Science, 501 (enero de 1989), pp. 26-47.
Mother-Headed Families», Social Forees, 68 (1990), pp. 797-812. 8. John D. Kasarda, "Urban Industrial Transition and the Underc1ass»; Henry J.
40. Wesley G. Skogan, «Community Organizations and Crime», en: Michael Holzer, "The Spatial Mismatch Hyporhesis: What Has the Evidence Shown?», Urban
Tonry y Narval Morris, eds., Cri111e and justice: A Review of Research, vol. 10, Chica- Studies, 2-8, núm. I (1991), pp. 105-12-2-.
go, Univec~ity of Chicago Press, 1988. 9. Katherine M. O'Regan, «The Effect of Social Networks and Concenrrated Po-
41. Wesley Skogan y Susan Hartnett, Community Po/icing: Chicago Style, Nueva verty on Black and Hispanic Youth Employmem», Annals of Regional Science, 27,
York, Oxford Universiry Press, 1997, cita en la p. 160; Christopher Winship y Jenny núm·4 (diciembre de 1993), pp. 327-342.
Rerrien, "Boston Cops and Black Churches", Puhlic Interese, 136 (1999), pp. 52.-68. 10. Roger Waldinger, Stil! the Promised City?, Cambridge (Massachusetts), Har-
vard University Press, 1996; Ivan Light, Ethnic Enterprise in America: Business and
Welfare Among Chinese, japanese, and Blacks, Berkeley, University of California
Capitulo 19: Prosperidad económica Press, 1972.
I l. James H. Johnson Jr., Elisa Jayne Bienenstock y Walter C. Farrell Jr., "Bridging
l. Fukuyama, Trust; La Porta et al., "Trust in Large Organizations»; Knack y Kee- Social Networks and Female Labor Force Participarion in a Multi-Erhnic Metropo-
fer, «Does Social Capital Have an Economic Payoff?». lis», en: Lawrence D. Bobo, Melvin L Oliver, James H. Johnson Jr. y Abe! Valenzuela,
2.. El economista Glenn C. Loury, uno de los varios ... inventores» independientes eds., Prismatic Metropolis: Analyzing Inequality in Los Angeles, Nueva York, Russell
del concepto de capital social, lo hizo así para comprender que aunque se neutraliza- Sage Foundation, 2.000.
ran las ventajas que el capital humano y económico supone p.lfa los norteamericanos 12. Corearan, Datcher y Duncan, "Most Workers Find Jobs through Word of
blancos, sus contactos más numerosos con las principalt-s instituciones de Estados Mouth,,; Gary P. Green, Leann M. ligges e Irene Browne, "Social Resources, Job Search,
Unidos -su "capital social»-Ies daría una ventaja de [a que no podrían disponer ni si- and Poverty in Adanta», Research in Community Sacio/ogy, 5 (T99 5), pp. 161-182.
quiera los miembros de clase media de las comunidades minoritarias. Véase Glenn C. 13. Richard B. Freeman, "Who Escapes? The Retation of Churchgoing and Other
Loury, "The Economics of Discrimination: Getting ro the Core of the Problem», Har- Background Facrors ro the Socioeconomic Performance of Black Male Youchs from
vardjournal of African American Public Policy, I (I992), pp. 91-110. Inner-Ciry Tracts», en: Richard B. Freeman y Henry J. Holzer, eds., The Black Youth
3· Mary Corcoran, Linda Datcher y Greg Duncan, «Most Workers Find Jobs th- Employment Crisis, Chicago, University of Chicago Press, 1986, pp. 353-376.
rough Word of Mouth», Monthly Labor Review, agosto de 1980, pp 33-35; Montgo- 14. Burt, Structural Hales; Burt, "The Contingent Value of Social Capital; Nan
mery, "Social Networks and Labor-Market Ourcomes"; Burt, ... Contingent Value of Lin, "Social Nerworks and Status Arrainment», Annual Review of Soci%gy, 25
Social Capital»; Maura A. Belliveau, Charles A. O'Reilly 111 y James B. Wade, "Social (1999), pp. 467-487, Y las obras citadas en el artículo; Brian Uzzi, "Embeddedness in
CorJÍtulo 20
.~~-----

the Making of Financial Capital: How Social Relations and Networks Benefit Firms logy», Administrative Science Quarterly, 41 (1996), pp. 116-145; Jane A. Fountain,
Seeking Financing», American Sociological Review, 64 (I999), pp. 481-5°5; Paul Di- "Social Capital: A Key Enabler of Innovation», en: L.M. Branscomb y J. Keller, eds.,
maggio y Hugh Louch, "Socially Embedded Consumer Transactions: For What Kinds lnvesting in Innovation: Toward a Consensus Strategy for Federal Technology Paliey,
of Purchases Do People Most Often Use Nerworks?», American Sociologica/ Review, Cambridge (Massachusetts), MIT Press, 1998, pp. 85- 11 I.
6J (1998), pp. 619-637. 3 I. Sobre obras recientes acerca del capital social y el desarraHo económico véanse
T 5. Philip Kasinirz y Jan Rosenberg, «Missing the Conneetion: Sociallsolation and Pardia Dasgupta e Ismail Serageldin, eds., Social Capital: A Multifaceted Perspective,
Employment on the Brooklyn Warerfront», Social Problems, 43, núm. 2. (mayo de Washington, D.C., The World Bank, 2000; Susan Saegert, J. Phillip Thompson y Mark
1996), pp. 180-196. R. Warren, eds., Social Capital and Poor Communities (de próxima aparición); Mi-
¡fí. Lo'l'c J.D. Wacqu3nr y William Julius Wilson, "The Cost of Racial and Class chael Woolcoek, Using Social Capital: Getting the Social Relations Right in the The-
Exclusion 10 the Inner Clty", Annals o(the American Academy (J( Political and Social ory and Practice of Economic Development, Princeton (Nueva Jersey), Princeton Uni-
Science, 501 (1990), pp. H-25' versity Press, 2000.
17. Kasinitz y Rosenberg, "Missing rhe Connection».
18. Manuel Pastor Jr. y Ara Robinson Adams, «Keeping Down wirh rhe Joneses: Capitulo 20: Salud y felicidad
Neighbors, Networks, and Wages», Review of Regional Studies, 26, núm. 2 (1996),
pp. TI5-145· I. Los siguientes artículos ofrecen una visión general y amplia de [a masiva biblio-

19. Green, Tigges y Browne, "Social Resources». grafía sobre salud y vinculación social: James S. House, Karl R. Landis y Debra Um-
20. Ibídem. berson, «Social Relationships and Health», Scienee, 241 (1988), pp. 54°-545; Lisa F.
2.1. Carherine Zimmer y Howard Aldrich, "Resource Mobiliza(Íon Through Eth- Berkman, "The Role of Social Relations in Healrh Promotion», Psychosomatic Medi-
nic Networks: Kinship and Fríendship Ties of Shopkeepers in England», Sociologica/ cine, 57 (1995), pp. 245-254; Teresa E. Seeman, «Social Ties and Health: The Benefits
Perspectives, 30 (19 H7), pp. 421.-445. of Social Integration», Annual o( Epidemia/ogy, 6 (1996), pp. 442-451. Otros estudios
2.2.. Alejandro Pones y Julia Sensenbrenner, "Embededness and Immigration: No- generales recientes son: Benjamin C. Amick 111, Sol Levine, Alvin R. Tarlov y Diana
tes on the Social Determinants of Economic Action», American ¡ournal of Soci%gy, Chapman Walsh, eds., Society and Health, Nueva York, Oxford University Press,
9R, nlÍm. 6 (mayo de 1993), pp. 13 2.O-l3 50; Woolcock, "Social Capital and Economic 1995, en especial Donald L. Patrick y Thomas M. Wiekizer, «Communiry and Health»,
Development». pp. 40-92; Richard G. Wilkinson, Unhealthy Societies: From Inequality to Wel/-Being,
2.:;. Kenneth Temkin y Willíam Rohe, ,<Social Capital and Neighborhood Stability: Nueva York, Routledge, 1996; Linda K. George, «Social Factors and Illness», en: Robert
An Empirical Invesrigaríon», Housing Púbey Debate, 9, núm. I (1998), pp. 61-88. H. Binstock y Linda K. George, eds., Handbook of Aging and the Social Sciences,
2.4· Esta historia del desarrollo de Tupelo está tomada del excelente relato escrito Nueva York, Academic Press, 1996, 2.: ed., pp. 2.2.9-252.; Frank W. Young y Nina Glas-
por Vallghn L. Crisham Jr., Tupe/o; The Evo{ution n( a Community, Dayron (Ohio), gow, "Voluntary, Social Participation and Health», Research on Aging, :z.o (1998),
Kenering Found<1rion, 1999. pp. 339-362; Sherman A. James, Amy J. Schulz y Juliana van Olphen, "Social Capital,
2.5· Anna-Lee Saxenian, RegIOnal Adva,¡tage: Culture and Competition in Si/icon Poverty, and Community Health: An Exp[oraríon of Linkages», en: Saegert, Thompson
Valley {/nd Rrlufe 12M, Cambridge (Mass3chuserrs), Harvard Universiry Press, 1994, y Warren, eds., Using Social Capital.
p. )6. 2. B". H. Kaplan, J. C. Cassel y S. Gore, «Socia[ SuPPOrt and Hea1th», Medica/ Care,
2.6. Dara Elizaberh Menashl, Making PubliclPrivate Collaboration Productive: 15 (suplemento), núm. 5 (1977), pp. 47- 5 8; L. F. Berkman, "The Relationship of So-
Lessons for Creating Social Capital, tesis doctoral no publicada, John F. Kennedy cial Networks and Social Support to Morbidity and Mortality», en: S. Cohen y S.L.
School of Government, Harvard Universiry, 1997. Syme, eds., Social Support and Health, Orlando (Florida), Academic Press, 1985,
27. Saxenian, Regional Advantage, p. 161. pp. 241-262; j.S. House, D. Umberson y K.R. Landis, «Structures and Proeesses of
28. Michael J. Piore y Charles F. Sable, The Second Industrial Divide: Possibilities Social Support .. , Annual Revjew ofSociology, 14 (1988), pp. 293-318; Ichiro Kawa-
for Prosperity, Nueva York, Basie Books, 1984. chi, Bruce P. Kennedy y Roberta Glass, «Social Capital and Self-Rated Health: A Con-
2.9. Francis Fukuyama, Trust; William G. Ouchi, «Markets, Bureaucracies and textual Analysis», American Journal of Publk Health, 89 (1999), pp. 1187-1193.
Clans», Administrative Scienee Quarterly, 25, núm. 1 (marzo de 1980), pp. 129-141; 3. Lisa Berkman, «The Changing and Heterogeneous Nature of Aging and Longe-
Lynne G. Zucker, "Producrion of Trust: Institutional Sources of Economic Structure, vity: A Social and Biomedical Perspective», Annual Review of Gerontology and Ceria-
184°-192.0», Research in Organizatianal Behavior, 8 (1986), pp. B-III. tries, 8 (1988), pp. 37-68; Lisa Berkman y Thomas Glass, «Social Integrarion, Social
30. Walter W. Powell, Kenneth W. Koput y Laurel Smith-Doerr, «Interorganizatio- Networks, Social Support, and Health», en: Lisa F. Berkman e Ichiro Kawachi, eds.,
nal Collaboration and the Locus of Innovatian: Networks of Learning in Bioteehno- Social Epidemi%gy, Nueva York, Oxford University Press, 2000, pp. 137-174; T.E.

'1
Notas Capítulo 20 71 1

Seeman, L. F. Berkman, D. Blazer el al., "Social Ties and Supporr and Neuroendocrine Wilhelmsen, "Prospective Study of Social Influences on Mortality», The Lancet, 20 de
Function: The MacArrhur Studies of Successful Aging», Annals oi Behaviora/ Medici- abril de 1985, pp. 915-918; Frederick J. Manning y Terrence D. Fullerron, "Health
ne, I fi (1994), pp. 95- 1 06; Sheldon Cohen, "Health Psychology: Psychological Fac- and Well-Being in Highly Cohesive Units of the U.S. Army»,journa/ of App/ied Social
tors and Physical Disease from the Perspective of Human Psychoneuroinmunology», P,ychology, 18 (1988), pp. 5°3-519.
Annual Review o( Psychology, 47 (1996), pp. 113 - 1 42. I 4. Sheldon Cohen et al., "Social Ties and Susceptibility to the Common Cold",Jour-
4. Berkman y Glass, «Social Integration, Social Networks, Social Support, and Health». nal of the American Medica/ Association, 277 (25 de junio de 1997), pp. 1940-1944·
5. Kawachi eta/., "Social Capital and Self~Rated Health». 15. A. Colantonio, S.v. Kasl, A.M. Ostfeld y L. Berkman, "Psychosocial Predic-
6. El coeficiente r de Pearson entre quienes dicen tener buena o mala salud y la des- tors of Stroke Ourcomes in an Elderly Population», faunal af Gerontology, 48, núm.
confianza (compensada demográfica mente) en el estado (en una clasificación de baja, 5 (1993), pp. 5.61-5.68.
media o alt<'l) fue de 0,71; el coeficiente r entre la parte de la población con buena/mala 16. Young y Glasgow, "Voluntary Social Participation and Health».
salud y la «utilidad" (compensada demográficamente) del estado (en una clasificación 17. Según Angus Deaton y C. H. Paxson, «Aging and Inequality in Income and
de baja, media o alta) fue de -0,66. Health; American Ecanomic Review, 88 (1998), p. 252, "no ha habido una mejora, y
7. El coeficiente r de Pearson entre el índice de capital social yel índice de salud sí posiblemente un deterioro de la salud entre las cohortes nacidas después de 1945,
Morgan-Quitno (199I-r998) en los cincuenta estados es igual a 0,78, una magnitud mientras que se dieron mayores mejoras entre los nacidos antes de 1945".
alta según los criterios normales de la sociología; la correlación comparable entre el ín- 18. R. C. Kessler et a/., "Lifetime and 12-Month Prevalence of DSM-JII-R Psychia-
dice de capital social y la tasa de mortalidad por cualquier causa ajustada a la edad es tric Disorders in the Unieed Sta tes», Archives o( General Psychiatry, 5 I (1994), pp_ 8-
de -0,8 l. Doy las gracias a !chiro Kawachi por haberme proporcionado esta medición de 19; CJ. Murray y A.D. López, ... Evidence-Based Health Policy~Lessons from the Global
la tasa de mortalidad. Burden of Disease Study», Science, 274 (1996), pp. 740-743; L.!. Pearlin et al., "The
8. Agradezco a Kimberly Lochner el haher dirigido mi atención hacia la historia de Stress Process»; G. A. Kaplan et al., "Psychosocial Predictors of Depression "; A. G. Bi~
Roseto, y presentarme la bibliografía sobre los efectos de la vinculación social en la sa- Ilings y R. H. Moos, "Life Stressors and Social Resources Affeet Posttreatment Outco-
lud. Los estudios fundamentales son: j. G. Bruhn y S. Wolf, The Roseto Slory: An Ana- mes Among Depressed Patients", ]ournal o( Ahnormal Psychiatry, 94 (1985), pp. 14°-
tnmy n( H(,f1!th, Nnrman (Oklahoma), University of Oklahoma Press, J979; S. Wolf y 153; C.D. Sherhourne, R.D. Hays y K.B. Wells, "Personal and Psychosocial Risk
J. G. Bruhn, The Power o( Clan: The In(luence o( Human Relationships on Heart Di- Factors for Physical and Mental Health Outcomes and Course of Depression among
sease, New Brunswick (Nueva Jersey), Transaction Publishers, 1993; B. Egolf, J. Las- Depressed Patients»,fournal of Consulting and Clinical Psychology, 63 (1995), pp. 345-
ker, S. Wolf y L. Potvin, «The Rosero Effcct; A Fifty-Year Comparison of Mortality 355; T. E. Seeman y L. F. Berkman, "Structural Characteristics of Social Networks and
Rates», American ¡ournal o( Epidemiology, 125, núm. 6 (1992), pp. 1089-1°92. Their Relationship with Social Support in the Elderly: Who Provides Support», Social
9. L. F. Berkman y S. L. Syme, «Social Networks, Host Resistance and Mortality: Science and Medicine, 26 (1988), pp. 737-749. Estoy en deuda con Julie Donahue por
A Nine Year Follow-up of Alameda County Residents», American jaumal a( Epide- su excelente trabajo sobre este tema.
miology, 109 (1979), pp. 182-204· 19. L.!. Pearlin, M.A. Lieberman, E.G. Menaghan, J.T. Mullan, «The Stress Pro-
10. J. House, C. Robbins y H. Metzner, i,The Association of Social Relationships cess», faurnal af Health and Social Behavior, 22, núm. 4 (1981), pp. 337-356; A. Bi·
and Activities with Mortality; Prospective Evidence from the Tecumseh Community lIings y R. Moos, "Social Support and Functioning Among Community and Clínical
Health Srudy", American ¡Dumal o( Epidemi%gy, 1 16, núm. I (1982), pp. 123-14°. Groups: A Panel Model», ¡ournal of Behavioral Medicine, 5, núm. 3 (1982), pp. 2.95-
Este daro se refería sólo a los hombres. 3 I 1; G.A. Kaplan, R. E. Roberts, T. C. Camacho y J. C. Coyne, "Psychosocial Predictors
Ir. House, Robins y Meezner (1982); este dato se refería sólo a las mujeres. T.E. of Depression», American fourna/ o( Epidemiology, 125, núm. 2. (1987), pp. 206-220;
Seeman, G. A. Kaplan, L. Knudsen, R. Cohen y]. Guralnik, "Social Network Ties and P. Cohen, E. L. Struening, G. L. Muhlin, L. E. Genevie, S. R. Kaplan y H. B. Peck, "Com-
Mortality among rhe Elderly in (he Alameda County Study", American fouma/ o( munity Stressors, Mediating Conditions and Well-being in Urban Neighborhoods»,
Epidemia/ogy, 126, núm. 4 (1987), pp. 7 I4-72 3; según este estudio, el aislamiento so- joumal o(Cammunity Psychology, 10 (1982), pp. 377-391; David G. Myers, "Close
cial era un elemento predictor de mortalidad sólo para personas de más de sesenta Relationships and Quality of tife», en: D. Kahneman, E. Diener y N. Schwartz, eds.,
años. Well-being: The Faundations of Hedonic Psych%gy, Nueva York, Russell Sage Foun-
12. D. Blazer, «Social Support and Mortality in an Elderly Community Popula- dation, 1999.
tion», American foumal o( Epidemi%gy, I I 5, núm. 5 (1982.), pp. 684-694; K. Orth- 20. Michael Argyle, The Psychology o( Happiness, Londres, Methuen, 1987; Ed
Gomer y J. V. Johnson, "Social Network Interacrion and Mortality»,fourna/ ofChro- Diener, "Subjective Wellbeing», Psychological Bul/etin, 95 (1984), pp. 542-575; Ed Die-
nic Diseases, 40, núm. 10 (I987), pp. 949-957. ner, «Assessing Subjective Well-being», Social lndicators Research, 31 (I994), pp.
13. L. Welin, G. Tibblin, K. Svardsudd, B. Tibblin, S. Ander-Peciva, B. Larsson y L. 103-157; David G. Myers y Ed Diener, "Who Is Happy?», Psych%gical Science, 6
73 2 Notas Capitulo 21 733

(199 S), pp. 10- 19; Ruur Veenhoven, "Developments in Sarisfacrjon-Research», Social 6. John Dewey, The Publie and Its Problems, citado en Robert B. Westbrook,john
Indicators Research, 37 (1996), pp, 1-46, Ylas obras citadas en el artículo. Dewey and American Democracy, Irhaca (Nueva York), Cornell University Press,
21. En estos datos y en la mayoría de estudios el efecto del matrimonio sobre la feli- 199 1 , p. JI4·
cidad de vida es esencialmente idéntico entre hombres y mujeres, al contrario de lo que 7. James Madison, Federalist, p. 10.
se dice en ciertos informes según los cuales tiene efectos más favorables en los hombres. 8. Michael Schuclson, The Goad Citizen: A History of American Civic Lite, Nueva
22. En encuestas consecutivas de Life Style los ingresos se miden por bandas de in- York, Free Press, 1998, p. 55·
gresos definidas en dólares anuales. Para mejorar la comparabilidad a lo largo del 9. Véase por ejemplo, Peter L. Berger y Richard John Neuhaus, To Empower Peo-
tiempo, hemos traducido cada una de esas bandas de las diversas encuestas anuales a pie: Prom State to Civil Society, Washington, D.C., AEI Press, 1977. 199 6 .
su rango percentil medio en la distribución de ingresos del año en cuestión, El efecto 10. Tocqueville, Democracy in America, p. 190.
de los ingresos medido en percentiles de satisfacción no es lineal, pero este inconve- 11. Amy Gutmann, "Freedom of Association: An Introductory Essay», en: Amy

niente se compensa con el hecho de que la traducción de ingresos en dólares a per- Gutmann, ed., Freedom of Association, Princeton (Nueva Jersey), Princeton Univer-
centiles de ingresos tampoco es lineal. Así, el "equivalente en felicidad» de cualquier sity Press, 1998, p. 3.
cambio concreto en los ingresos es preciso en su orden de magnitud, aunque no en 12. Karl-Dieter Opp y Christiane Gern, «Dissident Groups, Personal Networks,
detalle. and Spontaneous Cooperation: The Easr German Revolution of 1989», American 50-
23. Los resultados aquí expuestos se basan en un análisis de regresión múltiple de ciologiea/ Review, 58 (1993), pp. 659-680.
la muestra de DOS Needham Life Style, incluidos la edad, el sexo, la educación, los in- 13. Tocqueville, Demoeraey in Ameriea, p. 515.
gresos, el estado civil y nuestros diversos indicadores de compromiso cívico. Los re- 14. William Kornhauser, The PoUties of Mass Society, Glencoe (lllinois), Free
sultados son esencialmente idénticos para hombres y mujeres, con la excepción de que Press, 1959. p. 73·
los efectos de la educación y los contactos sociales sobre la felicidad son ligeramente 15. Yerba, Schlozman, Brady, Voieeand Equality, pp. 304-333·
mayores en las mujeres. Los ingresos, la educación y los contactos sociales tienen un 16. William A. Muraskin, Middle-Class Blaeks in a White Society: Prince Hall Fre-
efecto mayor sobre los solteros que sobre los casados. Los efectos de las reuniones de emasonry in Ameriea, Berkeley, University of California Press, 1975, p. 2.7.
club sobre la felicidad de las personas solteras son, por ejemplo, dos veces mayores 17. Yerba, Schlozman, Brady, Voiee and Equality, p. 378.
que los que ejercen sobre las personas casadas. En otras palabras, si dejamos de lado 18. Frederick C. Harris, "Religious Institu[Íons and African American Political
el matrimonio, que es por sí mismo un poderoso refuerzo de la satisfacción con la Mobilization», en: Paul Peterson, ed., Classifying by Raee, Princeton (Nueva Jersey),
vida. otros factores ganan en importancia. En cambio, entre las personas pobres, sin Princeton University Press, 1995, p. 299. La evidencia indica que las iglesias organiza-
estudios y socialmente aisladas el matrimonio constituye una barrera importante para das en congregaciones, como las confesiones protestantes, tienden a proporcionar a
la satisfacción. sus feligreses más posibilidades de desarrollar destrezas cívicas que las iglesias de orga-
24. El análisis de los datos de sondeos de DDB Needham Life Style y Harris es del nización jerárquica, como las confesiones católica y evangélica. La probabilidad de
autor. que los protestantes informen sobre posibilidades de ejercitar sus habilidades cívicas es
2S· Martín E.P. Seligman, «Boomer Blues», Psychology Today, octubre de 1988, tres veces mayor que la de los católicos. Yerba, Schlozman, Brady, Voiee and Equality,
pp. 50-55· pp. 321-322, 3 2 9.
19. Verba, Schlozman, Brady, Voieeand Equality, p. 38S.
Capítulo 21; Democracia loO. John Elster, ed., De/iberative Democracy, Cambridge (Reino Unido), Cambridge.
Universiry Press, 1998; Amy Gutmann y Dennis Thompson, Demoeracy and Disagree-
l. Aunque esta agudeza suele atribuirse a Wilde, he sido incapaz de confirmar la ment, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1996; J. Bohman, PubUc:
atribución. Deliberatíon, Cambridge (Massachusetts), MIT Press, 1996; C. Nino, The Constitution
2. Joseph Schumpeter, Capitalism, Soc:ialism, and Democraey, Londres, Harpee ofDeliberative Democracy, New Haven (Connecticut), Yale University Press, 1996.
and Brothers, 1942. 21. Gutmann, «Freedom of Association», p. 2S.

3. Jefferson a Kercheval, 12 de julio de 1816, en: MertilJ Peterson, ed., Writings, 2.2.. Véase por ejemplo, WiIl Kymlicka, «Ethnic Associations and Democratic Citi-
Nueva York, Library of America, 1984, PP, 12.27, citado en James P. Young, Recomi- zenship», en: Gutmann, Freedom of Associatíon, pp. 177-2.13.
dering American Libera/ism, Boulder (Colorado), Westview Press, 1996, p. 86, 23. Veáse Michael Walzer, "The Civil Society Argument», en: Ronald Beiner, ed.,
4, Tocqueville, Democracy in America, p. SI l. Theoriz;ng Citizenship, Albany, State University of New York Press, 1995·
S, Texto de John Stuart Mili, Considerations on Representatíve Government 24. Michael Hanks, «Youth, Voluntary Associations, and Political Socialization»,
(1861), en english-www.hss.cmu ,edulphilosophy/miU-representative-govt. txt. Social Forc:es, 60 (1981), pp. 2.11-223.
734 Notas Capítulo 21 735

25· David Sally, "Conversatían and Cooperation in Social Dilemmas: A Meta- 37. He calculado la tendencia lineal entre 1974 y 1994 para las doce formas bási-
Analysis of Experiments from 1958 to 1992», Rationality and Society, 7. núm. 1 cas de participación en cada una de las cinco categorías de auroidentificación ideológi-
('9951, pp. 5 8 -92. ca, y expresado el cambio neto a lo largo de los veintiún años como una fracción del
26. Cutrnann y Thompson, Democracy and Disagreement, pp. 52- 5 3. índice de participación en 1974. Este planteamiento es menos sensible a las desviacio-
27. Véanse por ejemplo, Nancy Rosenblum, Membership and Mora/s, Princeton nes anuales que otras mediciones posibles, y permite comparaciones más fáciles entre
(Nueva Jersey), Princeron Universiry Press, 1998; Daniel Schulman, .. Voluntary Orga- las distintas formas de participación, pero cualquier cuantificación razonable lleva a la
nizarion Involvement and Polítical Participarían», Journal of Voluntary Action Re- misma conclusión: cuanto más extrema sea la postura ideológica declarada, menor
search, 7 (T97R), pp. U;-105. será el descenso relativo en el índice de participación durante esas dos décadas.
2.R. Thl'odore J. L()wi, The End nf Libera/ism: Ide%gy, Poliey, and the Crisis of 38. Gabriel Weimann, .. On the Importance of Marginality: One More Step in the
Puhlic Authority. Nueva York, Nonon, 1969; Jonathan Ranch, Demosclerosis: The Two-Step Flow of Communication», American Soci%gica/ Review, 47 (diciembre de
Silen! Killer n( American Government, Nueva York, Times Books, 1994. 1982), pp. 764-773; Gabriel Weimann, "The Strength of Weak Conversarional Ties in
29· Michael Walzer, «The Civil Society Argumenr», en: Ronald Beiner, ed., Theori- the Flow of Information and Influence», Social Networks, 5 (1983), pp. 245-267;
zing Cit1zenship, Albany, Scate Universicy of New York Press, I995. Matthew A. Crenson, .. Social Networks and Polítical Processes in Urban Neighbor-
30. Véanse por ejemplo, Hausknecht, The Joiners; Verba, Schlozman, Brady, Voice hoods», American Joumal o( Po/itical Science, 2.2., núm. 3 (agosto de 1978), pp. 578-594;
and Equality; David Horton Smirh, "Determinants of Voluntary Association Partici- Michael MacKuen y Courtney Brown, "Polítical Context and Attitude Change», Ame-
pation and Volunteering: A Literature Review», Nonpro(it and Vo/untary Sector rican PoliticaJ Science Review, 81 (junio de 1987), pp. 471-49°; Robert Huckfeldt y
Quarterly, 2", núm. 3 (otoño de J994), pp. 243-2.63. ]ohn Sprague, Citizens, PoJitics, and Social Communication: ln(ormation and lnf/uen-
3 I. E. E. Schattschneider, The Semisovereign People: A Realist's View o( Demo- ce in an E/ection Campaign, Nueva York, Cambridge University Press, 1995·
crac)' In America, Nueva York, Holr, Rinehart & Winston, I960. 39. Cathy]. Cohen y Michael C. Dawson, «Neighborbood Poverty and African
32. Seymour Marrin Lipset, Po/itieal Man: The Social Bases o( Polities, Garden American Politics», American Political Science Review, 87 (1993), pp. 286-302..
City (Nueva York), Doubleday, T960; Samuel Srouffer, Communism, Con(ormityand 40. Michael Schudson, «What if Civic Life Dido't Die?», The American Prospect,
Civ'¡ Lihert/cs, Nueva York. Douhlcday, 1955; Sheri Berman, «Civil Suciety and the 2.5 (1996), pp. 17-1.0, cita en la p. 18.
Collapse of che Weimar Republic", World Politics, 49 (abril de 1997), pp. 4°1-42.9. 41. Tarrow, Power in Movement, p. 133.
33· Samuel P. Huntingron, «The Democratic Distemper», The Public lnterest, 41 42.. Theda Skocpol, «Advocates without Members: The Recent Transformatíon of
(otoño de 1975), pp. 9-38. American Civic Life», en: Skocpol y Fiorina, eds., Civic Engagement in American De-
34· Rosenblum, Membership and Morals, p. 155. mocracy, pp. 505-506.
35· Morris P. Fiorina, «Extreme Voices: The Dark Side of Civic Engagement», en: 43. Peter Skerry, «The Strange Polities of Affirmative Aetion», Wi/son QuarterJy,
Skocpol y Fiorina, eds., Civic Engagement in American Democracy. La anécdota de invierno de 1997, pp. 39-46.
Fiorina es lúcida, y su llamamiento final a favor de un mayor compromiso cívico, 44. james T. Hamilton, "Testing for Environmental Racism: Prejudice, Profirs, Political
correcto. Por desgracia, algunos pasajes de su ensayo confunden un aIro grado de par- Power?»,journaJ o( PoJicy AnaJysis and Management, 14, núm. I (1995), pp. 1°7-132..
ticipación ciudadana en una comunidad con un sistema de representación o un proce- 45. Robert D. Putnam con Roberr Leonardi y Raffaella Nanetti, Making Demo-
so de tonl<l de decisiones que privilegia la participación ciudadana, por escasos que eracy Work: Civic Traditions in Modern Ita/y, Princeton (Nueva jersey), Princeton
puedan ser los participantes. El primer punto es un rasgo de comportamiento; el se- University Press, 1993.
gundo, una característica institucional. (Ambos podrían estar vinculados causal o his- 46. Daniel Elazar, American FederaJism: A View (rom the States, Nueva York, Cro-
tóricamente, pero no son lo mismo.) Fiorina utiliza de manera confusa la expresión well,1966.
«compromiso cívico» para referirse a ambos, aunque su ensayo demuestra el «lado os- 47. Ira Sharkansky, "The .Utility of Elazar's Political Culture", Polity, 2 (1969),
curo» del segundo argumento, pero no del primero. En contra del título del ensayo, pp. 66-8).
sus pruebas muestran el lado oscuro del abandono del compromiso cívico. 48. El coeficiente de la correlación r de Pearson es 0,77, donde 1,0 significa una re-
3 6 . Las generalizaciones de este párrafo y el siguiente están tomadas del análisis de lación lineal perfecta.
los archivos Roper Social and Politícal Trends realizado por el autor. La descripción 49. Charles A. johnson, "Political Culture in American States: Elazar's Formulatian
ideológica que hacen las personas de sí mismas se basa en la siguiente pregunta: .. Aho- Examined», American Journal o( PoJitical Science, 2.0 (1976), pp. 491-5°9; Ira Shar-
ra, pensando política y socialmente, ¿cómo describiría su actitud general: como muy kansky, RegionaJism in American Politics, Indianapolis (Indiana), Bobbs-MerriU,
conservadora, nloderadamente conservadora, un término medio, moderadamente li- 1970; Richard A. ]oslyn, .. Manifestations of Elazar's Political Subcultures: State Public
beral o muy liberal?». Opinion and the Content of Political Campaign Adverrising», john Kincaid, «Political
Notas Capítulo 22 737

Culture and the Qualiry of Urhan Life», y Susan Welch y john G. Perers, "State Politi-
cal Culture and che Attitudes of State Senarors Toward Social, Economic Welfare, and Capítulo 22: El lado oscuro del capital social
Corruption Issues,>, todos ellos en: john Kincaid, ed., Po/itical Culture, Public Po/icy
and the American Statcs, Filadelfia, Institute for the Study of Human Issues, 1982. 1. Henry David Thoreau, "Life whitout PrincipIe», Atlantic Monthly, XII (1863),
pp. 59-80, 121-149, 151-159; Tom W. Rice y Alexander F. Sumberg, "Civic Culture pp. 484-495, citado en McWilIiams, Idea of Fraternity in America, p. 2.96,
and Government Performance in the American States», Publius, 27 {1997l, pp. 99- 2. Sinclair Lewis, Babbitt, Nueva York, Harcourt, Brace & World, 1950 (192.2),
114; Maureen Rand Oakley, "Explaining the Adoption of Morality Policy Innova- p. 2.03. The American Heritage Dictionary of the English Language, Nueva York,
tions: The Case of Fetal Homicide Policy», ponencia presentada en la asamblea anual Hougton Mifflin, 1992, 3.~ ed., define babbitt como «un miembro de la clase media
de la American Political Science Association, Adama (Georgia), septiembre de 1999. cuyo apego a sus asuntos e ideales sociales es tal que hace de él un modelo de estrechez
50. La política de patronazgo se suele basar en el capital social vinculante. Aunque de mente y satisfacción consigo mismo»,
podría desembocar en un gobierno ineficiente y reforzar las divisiones étnicas, es a me- 3, Norman Sto john-Srevas, ed" The Col/ected Works of Walter Bagehot, Londres,
nudo muy eficaz para la movilización política. The Economist, 1965-1986, vol. 111, p. 243.
51, Margaret Weir, "Power, Money, and Politics in Community Development», en: 4. Gallup Poli Social Audit (varios años); John L. Sullivan, james E. Piereson y Geor-
Ronald F. Ferguson y William T. Dickens, eds" Urban Problems and Community De- ge E. Marcus. PoliticaJ To/erance and American Democracy, Chicago, University of
veJopment, Washington, D.C., Brookings Instirurion Press, 1999, Chicago Press, 1982, en especial pp. 26-53; Glenn, «Social Trends in rhe U~ited Sra-
52. jeffrey M, Berry, Kent E. Portney y Ken Thomson, The Rebirth of Urban De- res»; John Mueller, .. Trends in Political Tolerance», Public Opinion Quarterly, 52
mocracy, Washington, Brookings Institution Press, 1993, (1988), pp. 1-25; Davis, .. Changeable Weather in a Cooling Climate atop the Liberal
53. En un análisis de regresión para predecir los índices de cumplimiento en los dis- Plateau»; Benjamin I. Page y Robert y, Shapiro, The Rational Pub/ic: Fifty Years of
tintos estados sólo el índice de capital social resultó ser una variable estadísticamente Trends in American's Preferences, Chicago, University of Chicago Press, 1992; Tho-
significativa, Otras variables -ingresos per cápita, desigualdad de ingresos, composi- mas C. Wilson, .. Trends in Tolerance Toward Rightist and Leftist Groups, I976-
ción racial, urbanización, educación- no eran significativas. Sobre la función del capi- 1988», Pub/ic Opinion Quarterly, 58 (I994). pp. 539-556; George E, Marcus,john
tal social y la confianza para reforzar el cumplimiento de las obligaciones fiscales véa- L. Sullivan, Elizabeth Theiss-Morse y Sandra L. Wood, With Maliee Toward Some:
se Tyler, «Trust and Democratic Governance». How People Make Civil Liberties Judgments, Nueva York, Cambridge University
54. Young-dahl Song y Tinsley E. Yarbrough, «Tax Ethics and TaxpayerAttitudes: Press. 1995; Howard Schumann, Charlotte Sreeh, Lawrence Bobo y Maria Krysan,
A SurveY", Public Administration Review, 38 (1978), pp. 442-452; Steven M. Sheffrin Racial Attitudes in America: Trends and Interpretations, edición revisada, Cambridge
y Roben K. Triest, "Can Brute Deterrence Backfire: Perceptions and Attitudes in Tax- (Massachusetts), Harvard University Press, 1997, Los estudiosos han debatido acalo-
payer Compliance», en: joe! Slemrod, ed., Why People Pay Taxes: Tax Comp/iance radamente sobre si la colerancia en general ha crecido o si sólo lo ha hecho la toleran-
and Enforcement, Ann Arbar, University of Michigan Press, 1992, pp. 193-222; cia hacia algunos grupos concretos (de izquierda); en la actualidad parece haber un
Scholz y Lubell, "Trust and Taxpaying»; Scholz, "Trust, Taxes, and Compliance». acuerdo en que la tolerancia ha cambiado de rumbo, pero ha aumentado rambién en
55, Martha E. Kropf y Stephen Knack, "Yiewers Like You: Community Norms términos generales.
and Contributions ro Public Broadcasting», manuscrito no publicado, Kansas City, 5. Schudson, The Good Citizen; Alan Wolfe, One Nation After Al/, Nueva York,
University of Missouri, Kansas City Department of Political Science, 1999. Viking Press, 1998,
56. jennifer M. Coston, Terry Cooper y Richard A. Sundeen, "Response of Com- 6, Fuentes de los dacos de los dos párrafos anteriores: Schumann et al., Racial Atti-
munity Organizations to the Civil Unresr in Los Angeles», Nonprofit and Voluntary tudes in America, pp. 104-105; 117; archivos del Pew Research Ceorer for the People
Sector Quarterly, 2.2 (1993 l, p, 357; Krzyszof Kaniasry y Fran H. Norris, "In Search & the Press (www.people-press.orgl); Gallup Poli Social Audit (varios años); y el aná-
of Altruistic Cornmunity: Patteros of Social Support Mobilization Following Hurrica- lisis de los archivos de General Social Survey y DDB Needham Life Style realizado por
ne Hugo», American Joumal of Community Psych%gy, 23 (1995), pp. 447-477. La el autor. Los investigadores no están de acuerdo sobre si las tendencias favorables en
bibliografía sobre la solidaridad en grupos pequeños y la eficacia militar es enorme, y las respuestas dadas por los blancos a preguntas acerca de la raza reflejarían simple-
una gran parte de ella es significativa para la teoría del capital social. Yéanse Edward mente una actitud de corrección política más que unos auténticos cambios de compor-
A. Shils y Morris Janowitz, .. Cohesion and Disintegration in the Wehrmacht in World tamiento, pero la mayoría cree que los cambios son demasiado grandes y sistemáticos
War II», Pub/ic Opinion Quarter/y, 12 (1948), pp. 280-315; Samue! A. Stouffer et a/., como para descartarlos.
The American Soldier, Princeron (Nueva Jersey), Princeton University Press, 1949; 7. Tomo esta imagen de la elocuente crítica de Amy Gutmann a la filosofía política
Anthony Kellett, Combat Motivation: The Behavior ofSo/diers in Batt/e, Boston, Klu- comunitaria: «Co~munitarian Critics of Liberalism», Philosophy & Public Affairs,
wer-Nijhoff,1982.. 14 (1985), pp. 308-322, cita en p, 319.
Notas Capítulo 22 739

8. Schudson, The Goad Citizen, p. 307. mucho más fuerte que cualquiera de los factores socioeconómicos estándares () que (O-
9. Fuentes de pruebas presentadas en los dos párrafos anteriores: análisis realizado das ellos juntos.
por el aucor del archivo de la General Social Survey y de la encuesta de Adult Civic In- 11. Otros investigadores han observado también que el aumento de la tolerancia
volvement llevada a cabo en 1996 por la Nacional Household Educatíon Survey del se debe sobre todo a diferencias existentes entre las generaciones de preguerra y pos-
Ministerio de Educación estadounidense; Berry, Portney y Thomson, Rebirth of Ur- guerra, más que a diferencias entre generaciones más recientes. Véanse Davis, «Chan-
ban Democraey, pp. 220-22.1; Samuel C. Stouffer, Communism, Conformity and Civil geable Weather in a Cooling Climate atop the Liberal Plateau"; Thomas C. Wilson,
Uberties, Nueva York, Doubleday, J956; Clyde Z. Nunn, Harry J. Crocketty y]. Allen «Trends in Tolerance toward Rightist and Leftisr Groups, 1976-1988: Effects of Attitude
Williams .Ir., Tolerance for Naneonfarmity, San Francisco, Jossey-Bass, 1978; Herbert Change and Cohort Succession», Public Opinion Quarter/y, S8 (1994), pp. 539-S 56;
McClosky y Alida Brill, Dimensions ofTolerance: What Amerieans Believe about Ci- Schumann et al., Racia/ Attitudes in America; Kevin A. HilJ, «Generations and Tole-
vil Liberties, Nueva York, RusselJ Sage Foundation, 1983;James L. Gibson y Richard rance: Is Youth Really a Liberalizing Factor?» , en: Craig y Bennett, After the Boom;
D. Bingham, Civil Liberties and Nazis: The Skokie Free Speeeh Controversy, Nueva Kenneth H. Stehlik-Barry, "The Growth of Polítical Tolerance 1976-96», ponencia
York, Praeger, 198 S; Page YShapiro, Rationa/ Public; John L. Sullivan, Patrick Walsh, preparada para ser presentada en la asamblea anual de la American Political Science
Michal Shamir, David C. Barnum y James L. Gibson, «Why Are Politicians More To- Association, Boston, 36 de septiembre de 1998.
lerant? Selective Recruitment and Socialization Among Political Elites in New Zea- 12. Gallup Social Audit, encuesta de 1997 disponible en www.gallup.comlSpecial_-
land, Israel, Britain, and the United Sta tes», British Journa/ of Po/itica/ Scienee, 23 Reports/black-white.htm.
(1993), pp. P-76. No todos los estudios han hallado una correlación positiva entre 13. Amy Gutmann, «An Introductory Essay», pp. 19, 25·
tolerancia y compromiso cívico, pero ninguno ha encontrado una correlación negati- 14. Rohert D. Plomick, Eugene Smolensky, Eirik Evenhouse y Siobhan Reilly, «The
va. Según Lorí Weber, The Effects of Demacratie Deliheration on Polítical To/eranee, Twentieth Century Record of Inequality and Poverty in the United Sta tes», Madison,
tesis doctoral, Universidad de Colorado, 1999, pp. 24-42, que se apoya en encuestas (Wisconsin), University of Wisconsin Institute for Research on Poverty, artículo de de-
realizadas por Verba, Schlozman y Brady, Voiee and Equa/ity, las formas «sociales» de bate núm. II66-98, 1998; Williamson y Lindert, American lnequality.
participación política (como la asistencia a mítines) están asociadas a un aumento de la 1 S. Sobre el aumento de la desigualdad económica en las tres últimas décadas del
tolerancia política, mientras que las formas «individuales» de participación política siglo xx véase Edward N. Wolff, Top Heavy: A Study of the lncreasing lnequality of
(como contactar con cargos públicos) no lo están. Por otra parte, docenas de estudios Wealth in America, Nueva York, Twentieth Century Fund Press, 1995; Mishel, Berns-
han vinculado la participación religiosa con la intolerancia política, manteniendo tein y Schmitt, State of Working America, pp. 37-9°.
constantes posibles variables que pueden provocar confusión; véanse por ejemplo, 16. La medida de la igualdad económica empleada en la figura 92 se basa en la dis-
Stouffer, Communism, Conformity and Civil Liberties; Nunn, Crocketty Williams, tribución de los ingresos; en concreto, el índice Gini de desigualdad de ingresos es 1.
Tolerance for Noneonformity; Kathleen Beatty y Oliver Walter, «Religious Preference Disponemos de muchas mediciones diferentes de la igualdad económica, pero cualquier
and Practice: Reevaluaring Their Impact on Political Tolerance», Publie Opinion posibilidad razonable apoya la misma conclusión fundamental: el capital social y la
Quartery, 48 (1984), pp. 318-329. igualdad económica mantienen una correlación positiva. El índice de igualdad cívica
10. He acumulado en el plano esrarallos tres indicadores de tolerancia subrayados utilizado en la figura 93 se basa en diferencias en el índice de participación política en
en la tabla 7. Disponemos de cálculos razonablemente fiables sobre el promedio de to- función de la clase tal como aparecen medidas en las encuestas Roper Social and Politi-
lerancia para cuarenta y cinco estados. Por razones de economía, la figura 91 combina cal Trends. Para cada una de las doce formas de participación política medidas en esas
los tres indicadores de tolerancia -hacia la diversidad sexual y racial y a favor de las li- encuestas -firma de peticiones, asistencia a mítines públicos, etc.- hemos construido la
berrades civiles- en un único índice, pues todos esos indicadores están muy estrecha- proporción de incidencia registrada en el quintil superior de la distribución de ingresos
mente correlacionados en todos los escados. No obstante, ese mismo modelo vale para respecto al quintil inferior de dicha distribución. Estas distintas medidas de desigualdad
cada uno de los índices por separado. La figura 91 presenta la relación bivariable entre cívica estaban fuertemente correlacionadas entre sí, y a partir de ellas construimos una
capital social y tolerancia, pero el vínculo es muy sólido en el análisis multivariable, y puntuación factorial (excluyendo la de presentarse como candidato para un cargo, dis-
es igualmente fuerce para cualquiera de los parámetros de la tolerancia tomados por tribuida de forma anormal). La puntuación se invirtió para que un número positivo sig-
separado. Si mantenemos constantes las variables de educación, ingresos, raza, urba- nificara una igualdad cívica relarivamente alta o, en otras palabras, una diferencia rela-
nización, desigualdad de ingresos e incluso la región (norte/sur), el índice de capital so- tivamente escasa en la frecuencia en participación cívica entre la quinta parte más rica y
cial mantiene una importante correlación con la tolerancia hacia la igualdad sexual la más pobre de la población. Estoy muy agradecido a Bruce P. Kennedy por haber
(r = 0,48), el apoyo a las libertades civiles (r = 0,44), la tolerancia racial entre Jos blan- construido esta medición, aunque sólo yo soy responsable de su empleo en este libro.
cos (r = 0,45) Yel índice compuesto de tolerancia presentado en la figura 91 (r = o,so). 17. Comunicación personal.
El capital social es un elemento de predicción de la tolerancia en los diversos estados 18. Agradezco a Lara Putnam el haber aclarado estos dilemas.
74° Notas Capítulo 23 74 I

4· Cashman, America in the Gilded Age, pp. 8-9, 23. Sobre las «comunidades aisla-
Capítulo 23: Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista das» véase Wiebe, Search for Order.
5· Diner, Very Different Age, p. 49; Surnmers, Gilded Age, p. 283; Ralph Nelson,
I. Los párrafos siguientes, aunque coinciden con las descripciones históricas co- Merger Movements in American lndustry: 1895- 1956, Princeton (Nueva Jersey), Peio-
múnmente aceptadas, no pretenden ser un panorama de la historia de Estados Unidos ceton University Press, 1959; Devra L. Golbe y Lawrence J. White, «Mergers and Ac-
entre 1865 y 1920. Véanse exposiciones generales sobre la edad dorada y la era pro- quisitions in [he U.S. Economy: An Aggregate and Historical Overview», en: Alan
gresista en Nell Irvin Painter, Standingat Armageddon: The United States, 1877-1919, J. Auerbach, ed., Mergers and Acquisitions, Chicago, University of Chicago Press, 1988,
Nueva York, Norron, 1987; Richard L. McCormick, «Public Life in Industrial Ameri- pp. 2.5-47, en especial las figuras 9.7 y 9.8 en las pp. 273 Y 275; Gregory Marchildon,
ca, T877-r917», en: Erie Foner, ed., The New American History, Filadelfia, Temple ed., Mergers and Acquisitions, Cambridge (Massachussets), Cambridge University
University Press, 1990, pp. 93-f r7; John Whiteclay Chambers 11, The Tyranny of Press, 199T; Patrick Gaughan, Mergers, Acquisitions, and Corporate Restructurings,
Change: Amaiea in the Progressjue Era, 1890-1920, Nueva York, Sto Martin's Press, Nueva York,john WiJey & Sons,lnc., 1996. Para datos recientes véase Mergerstat en
1992; Sean Dennis Cashman, America in the Gilded Age: From the Death of Lincoln www.mergerstat.comlfree _re pofts/free _ reports_ m_a nd_a_ acti vi ty. h cm I.
to the Rise ofTheod()re Roosevelt, Nueva York, New York University Press, 1993, 3. a 6. Glenn Porter, «Industrializatian and the Rise of Big Business», en: Calhoun, Gil-
ed.; Charles W. Calhoun, ed., The Gilded Age: Essays on the Origins of the Modern ded Age, pp. 9, 14-15.
America, Wilmington (Delaware), Scholarly Resources, 1996; Mark Wahlgren Sum- 7· Thomas C. Cochran y William MilIer, The Age of Enterprise: A Social History of
mers, The Gilded Age: or, The Hazard of New Functions, Upper Saddle River (Nueva Industrial America, Nueva York, Harper, 1961, p. 2.)0, citado en Husock, «Elks Clubs,
jersey), Prentice~Hall, 1997; Steven j. Diner, A Very Different Age: Americans of the Settlement Houses», p. 2.; Historical Statistics of the United States, vol. 1, pp. 2.2.4-2.2. 5.
Pragressive Era, Nueva York, Hill & Wang, 1998; Sidney M. Milkis y jerome M. Mi- 8. Wahlgren Summers, Gilded Age, pp. 1) 8, 122; Cashman, America in the Gilded
leur, eds., Progressivism and the New Democracy, Amherst (Massachusetts), Univer- Age, p. )54; Painter, Standing at Armageddon, pp. XIX-XX; Erie Arnesen, «American
sity of Massachusetts Press, 1999. Entre las interpretaciones clásicas se hallan las de Workers and the Labor Movement in the Late Nineteenth Century», en: Calhoun, Gil-
Benjamin Parke De Witt, The Progressive Movement: A Nonpartisan, Comprehensive ded Age, pp. 42-4); Williamson y Linden, American Inequality; Claudia Goldin y
Diseussion of Current Tendencies in American Politics. Seattle, University of Wwas- Lawrence F. K:uz, «The Returns to Skill across the Twentieth Century United Scates",
hington Press, 1968 (1915); Richard Hofstadter, The Age of Reform: From Bryan ta manuscrito no publicado, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Depart-
F.D.R., Nueva York, Alfred A. Knopf, 1985 (1955); Samuel P. Hays, The Response ment of Economics, 1999. Los historiadores de la economía parecen estar de acuerdo
to Industrialism, 1885- 19 T4, Chicago, University of Chicago Press, 1957; Roben H. en que la desigualdad aumentó desde la década de 1830 o 1840 hasta el año 1910
Wiebe, The Search for Order: 1877"1920, Nueva York, Hill and Wang, 1967; Thomas aproximadamente (el aumento más rápido se produjo al comienzo del período), que
Bender, Toward an Urban Visian: Ideas and Institutions in Nineteenth Century Ame- se estabilizó y quizá se redujo a partir de 1910 aproximadamente hasta 1940 más o
rica, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins University Press, 1982; Paul Boyer, Urban menos, y que sin duda descendió de 1940 a 1970, también aproximadamente, y que
Masses and Moral Order in America: r820-1920, Cambridge (Massachusetts), Har- aumentó indudablemente a partir de 1970 más o menos. Las reducciones de la desi-
vard University Press, 1978. Al no ser historiador, hago mío el alegato del sociólogo gualdad se centraron en torno a las dos guerras mundiales.
inglés T. H. MarshaJl: "El deber de los historiadores es cribar un conjunto abigarrado 9· Arnesen, «American Workers», p. 42; McCormick, «Public Life», p. 103. El
de autoridades dudosas y dar a los demás los resultados de su cuidadosa evaluación producto nacional bruto real per cápita aumentó de año en año entre 1896 y 1912, a
profesional. Seguramente no rechazarán al sociólogo por depositar su fe en lo que es- excepción de algunas recesiones moderadas en r902., 1904 y 1907-1908, según Histo-
criben los historiadores», T. H. Marshall, Class, Citizenship, and Social Develapment, rical Statistics, vol. 1, p. 224.
Nueva York, Doubleday & Ca., 1964, p. 35. 10. Historical Statisties, vol. 1, p. 8, 1I-l2; Robert G. Barrows, «Urbanizing Ame-
2.. Historical Statistics of the United States, vol. 2., pp. 958-959; Cashman, America rica», en: Calhoun, Gilded Age, pp. 91-1I0. La definición de «urbano» dada por la
in the Gilded Age, p. 100; Calhoun, Gilded Age, p. XII; Howard Husock, «Elks Clubs, oficina del censo para este período es cualquier lugar con una población de dos mil
Settlement Houses, Labor Unions and the Anti-Saloon League: Nineteenth and Early quinientos habitantes o más. La mitad aproximadamente de los nuevos residentes ur-
Twentieth-Century America Copes with Change», John F. Kennedy School of Govern" banos procedían de las zonas rurales de Estados Unidos, y la otra mitad eran inmi-
ment, carpeta núm. CI05 97-1381.0, Cambridge (Massachusetts), Harvard University, grantes extranjeros.
1997, pp. 1-2.. En el presente capítulo me apoyo a menudo en este resumen; agradezco 1I. Historical Statisties, vol. 1, pp. 1°5-106; Calhoun, Gilded Age, p. XIII; Cash-
a Howard Husock su experta presentación de las pruebas y su amplio conocimiento man, Ameriea in the Gilded Age, p. 146. A pesar de estas oleadas de inmigrantes, la
de la era progresista. proporción de la población nacida en el extranjero creció sólo del 13,2. % en 1860 al
3. Citado en Cashman, America in the Gilded Age, p. 19. 14,5 % en 1910. En 1997 esa cifra era del 9,7 %. Dianne Schmidley y Herman A. Alva-
74 2 Notas Capítulo 23 743

rado, «The Foreign-Born Population in [he United States: March 1997 (Updarel». 26. Cashman, America in the Cilded Age, pp. 36-72, 100-134; Arnesen, "Ameri-
Curren! Population Reports, núm. P20-507, Washington, D.C., U.S. Census Bureau, can Workers and the Labor Movemem», pp. 39~61.
marzo de 1998. 27. Paimer, Standing at Armageddon, p. XXIX; Cashman, America in the Gilded
12. Diner, Very Different Age, p. 5. Age. pp. 97-98; Wahlgren Summers, Gilded Age, pp. 174-178; Joseph R. Gusfield,
13. Cashman, America in the Gilded Age, p. 92; véase también Diner, A Very Díf- Symbo/ie Crusade: Status Po/ities and the American Temperanee Movement, Urbana,
{erent Age, p. 101. Universiry of IlIinois Press, 1963; Bordin, Woman and Temperance; Paul Aaron y David
14· Husock, «Elks Clubs, Settlement Houses ... ". p. 4, que cita a Codnan y Miller, Musto, "Temperance and Prohibirion in America: A Historical Overview», en: Mark
Age of Enterprise; Painter, Standing at Armageddon, p. xx. H. Moore y Dean R. Gerstein, eds., Alcohol and Public Po/iey: Beyond the Shadow of
15· Painter, Standing al Armageddon, p. 172.; McCormick, .. Public Life in Indus- Prohibition, Washington, D.C., National Academy Press, 1981, pp. 127-181.
trial America», p. T03; Cashman, America in the Gilded Age, p. 2.0; Wahlgren Su m- 2.8. McCormick, "Public Life in Industrial America». p. 110; Cashman, America in
mees, Gi/ded Age, p. 4. the GiLded Age, pp. 2.38-2.4°, 242.; Wahlgren Summers, Gilded Age, pp. 156.161,2.59;
16. Citado en Cashman, America in the Gilded Age, p. 354. Leslie H. Fishel Jr., "The African-American Experience», en: Calhoun, Cilded Age,
17· Citado en James T. Patterson, America in the Twentieth Century: A History, pp. 137- 16 1.
Nueva York, Harcourr Bracejovanovich, 1983, 2." ed., p. B. 29. Wahlgren Summers, Gilded Age, p. 157; McWilliams, Idea of Fraternity in
18. Stacy A. Cordery, "Women in Industrializing America», en: Calhoun, Gilded America, p. 503; Eileen L. McDonagh, «Race, Class, and Gender in the Progressive
Age, pp. JlI-135. Era», en: Milkis and Mileur, eds., Progressivism, pp. 145-191.
19· Henry Adams, The Educatian of Henry Adams: An Autobiography, Boston, 30. Emporia Gazette, 1 de febrero de 1912, 'Citado en Jean B. Quandt, From the
Houghron Mifflin, 1961 (1918), p. 53. Smal/ Town to the Creat Community: The Social Thought of Progressive lntellectuals,
20. Husock, "Elks Clubs, Settlement Houses ... », p. 4; Painter, Standing at Arma- New Brunswick (Nueva jersey), Rutgers University Press, 1970, p. 17.
geddon, p. XXII; Cashman, America in the Gilded Age, p. 148. Escasean las estadísti- 3 l. Diner, Very Different Age, p. 45·
cas fiables sobre criminalidad para el siglo XIX. pero el homicidio -considerado en ge- 32.. Quandt, Small Town ea Great Community, pp. 2.3-35. Agradezco a Brad Clar-
neral como un barómetro de la criminalidad violcnta- aumentó bruscamente durante ke su reseña del pensamiento político de los progresistas.
[as primeras décadas del siglo xx. Véanse Ted Robert Curr, "Historical Trends in Vio- 33. WiIliam Allen White, The OLd arder Changeth: A View of American Demo-
lent Crime: A Critical Review of the Evidence», en: Michael Tonry y Norval Morris, eracy, Nueva York, Macmillan, 1910, pp. 2.50-2.52..
eds., Crime and justice: An Annual Review of Research, vol. 3, Chicago, University of 34. Cirado en Michae[ J. Sandel, Democracy's Discontent: America in Search ofa Pu-
Chicago Press, 19fh, pp. 2.95- 353. en especial [a figura 2. en la p. 32.5; Bureau of Justi- b/ic Philosophy, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1996, p. 2.08.
ce Statistics, "Homicide Trends in rhe U.S.», en www.ojp.usdoj.gov/bjs. 35. Quandr, Small Town to Great Community, pp. 44-45, que cita a Mary Parker
2.1. Jacoh Riis, How the Other Half Lives, Nueva York, Penguin Books, 1997 Follett, The New State, Nueva York, Longmans, Green, 1918, p. 25 l.
(1890), p. 6. 36. Quandt, Small Town to Creat Community, pp. 39, 41.
2.2. Según la cita de Paimer, Standing at Armageddon, pp. XXII-XXIII. 37. Roben Park, Society: Collective Behavior, News and Opinion, Sociology and
2.3· josiah Strong, The Twentieth Century City, Nueva York, Baker and Taylor, Modern Society, ed. Everett Cherrington Hughes et al., Glencoe (Illinois), Free Press,
1898, p. 181, según [a cita de Richard Hofstadter, The Age of Reform: Fram Bryan to 1955 (1918), p. 147, citado en Quandt, Small Town to Great Community, p. 146;
F.D.R., Nueva York, Knopf, 1955, p. 175. John Dewey, The Publk and lts ProbLems, Denver (Colorado), Alan Swallow, 1927,
24· Don S. Kirschner, The Paradox of Professionalism: Reform and Pub/ic Service pp. 13 8- 1 39.
in Urban America, 1900-1940, Nueva York, Greenwood Press, 1986, p. 179; Jan C. 38. Clarke Chambers, Seedtime of Reform: American Social Service and Social Ac-
Teaford, The Unheralded Triumph: City Covernment in America, 187°-19°°, Balti- tion, 1918-1933, Minneapolis: University of Minnesota Press, 1963; Karhleen D. Mc-
more (Maryland), Johns Hopkins University Press, 1984; Terrence J. McDonald, The Carthy, Noblesse Oblige: Charity and Cultural Philanthropy in Chicago, 1849-1929,
Parameters of Urban Fiscal Policy: Socio-Economic Change and Potitical Culture in Chicago, Universiry of Chicago Press, 1982; Paul Starr, The Social Transformation of
San Francisco, 1860-r906, Berkeley, University of California Press, 1986; Barrows, American Medicine, Nueva York, Basic Books, 1982.;Judith Ann Trolander, Professio-
"Urbanizing America», en: Calhoun, Gilded Age, p. 107; Linco[n Sreffens, The Shame naLism and Social Change: from the Settlement House Movement to Neighborhood
ofthe Cities, Nueva York, Hill and Wang, 1957 (1904), p. 2. Centers, 1886 to the Present, Nueva York, Columbia University Press, 1987; William
2.5· Diner, A Very Different Age, p. 5. Charles W. Ca[houn, "The Political Culture: H. Wilson, The City Beautiful Movement, Baltimore (Maryland), Johns Hopkins Uni-
Public Life and the Conduct of Polirics», en: Calhoun, Cilded Age, pp. 185-213, criti- versity Press, 1989; Robyn Muncy, Creating a Female Dominion in American Reform,
ca [os estereotipos convencionales de los políticos de [a edad dorada. 189°-1935, Nueva York, Oxford Universiry Press, 1991; Robert Fisher, Let the Peo-
744 Notas Capitulo 23 745

pie Decide: Neighhorhood Orgamzmg in America, Nueva York, Twayne Publishers, Lawrence F. Katz, «The Shaping of Higher Educatíon: The Formative Years in the Uní-
I994. 2."' ed.; 5teven G. Brint, In an Age of Experts: The Changing Role oi Professio- ted States, 1890 to 1940»,}ourna/ of Economic Perspectives, 13 (1999), pp. 37-61, Y
nals in Politics and Pub!;c Lite, Princeton (Nueva Jersey), Princeton University Press, NBER, documento de trabajo núm. W6537 (abril de I998), muestran que los años de
1994· 189°-1910 fueron también el período culminante de la historia norteamericana en
39· Paimer, Standing al Armageddon, p. XLIII; Wahlgren $ummers, Gilded Age, p. cuanto a fundación de universidades y sociedades eruditas.
119; Patterson, America in the Twentieth Century, p. 40. 58. Para los cuatro párrafos anteriores véanse W.S. Harwood, "Secret Societies in
40. Diner, Very Different Age, pp. 2°3-2°5; Patterson, America in the Twentieth America», North American Review, 164 (1897), pp. 617, 620, Y David T. Beito, From
Century, p. 40. Mutual Aid to the Welfare State: Fraternal Societies and Social Services, 1890-1967,
4 r. Walter Lippman, Drift and Mastery, Englewood Cliffs (Nueva Jersey), Premi- Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2000, citas en las pp. 14, lO, 3, 27·
ce-Hall, 1961 (1914), p. 92., citado en Sandel, Democracy's Discantent, pp, 2°5-206. Beito explica claramente que una función central de las organizaciones fraternales
42. Booth Tarkington, The Turmail, Nueva York, Grossec & Dunlap, 1915, p. 2, era proporcionar seguros de vida, sanitarios y de accidentes, y que cuando esas fun-
citado en Barrows, «Urbanizing America», en: Calhoun, Ci/ded Age, p. 91. ciones fueron asumidas por empresas privadas y por el gobierno, a partir de las déca-
43· Barrows, «Urbanizing America», en: Calhoun, Ci/ded Age, p. 91. Cooley, cita- das de 1920 y 1930, las órdenes fraternales perdieron una parte importante de su ra-
do en Amos H. Hawley, ed., Roderick D. McKenzie on Human Ec%gy, Chicago, zón de ser.
Universit)' of Chicago Press, 1968, p. 72. 59. McCormick, "Public Life in Industrial America», en: Foner, New American
44. Quandt, Sma// Town to Creat Community, pp. 5,7. History, p. 108; Skocpol. Protecting So/diers and Mothers, cap. 6; Painter, Standing at
45· Benjamin Disraeli, Sybi/, or The Two Natíons, Londres, H. Colburn, 1845, li- Armageddon. en especial p. 105.
bro II, cap. 5; Quandt, Small Town to Creat Community, p. 19. 60. Diner, Very Different Age, pp. 72, 76-101, cita en la p. 92. Véase también Bei-
46. Quandt, Sma// Town lo Creat Community, p. 10. to, From Mutual Aid to the We/fare State, cap. 2, sobre ayuda mutua en las comunida-
47. Boyer, Urban Masses, en especial p. 161; Charles, Servíce Clubs, p. 25; Bender, des de inmigrantes.
Urban Vision; Hays, Response to Industrialism; Quandt, Sma// Town to Creat Com- 61. Rowland Berthoff, An Unsettled Peop/e: Social Order and Disorder in American
munity, en especial p. 28; McWilliams, Idea of Fratemity, en especial p. 484. History, Nueva York, Harper & Row, 1971, p. 273; Diner, Very Different Age, p. 91.
48. Woodrow Wilson, The New Freedom, Nueva York, Doubleday, Page & Com- 62. W.E.B. Du Bois, The Filadelfia Negro: A Social Study, Nueva York, Schocken
pany, 1913, citado en Diner, Very Different Age, frontispicio y p. 200. Books, 1967 (1899), pp. 224-233, citado en Loretta J. Williams, B/ack Freemasonry
49. McWilliams, Idea of Fratenity, p. 487. and Midd/e-Class Rea/ities, Columbia; University of Missouri Press, 198o, p. 85; Jesse
50. McCormick, "Public Life in Industrial America», en: Foner, New American Thomas Moare Jr., A Search for Equality: The National Urban League, 1910-196r,
Hístory, pp. I03-104. University Park, Pennsylvania State University Press, 1981; Ralph Watkins, «A Reap-
51. Skocpol, "How American Became Civic». praisal of the Role of Volunteer Associations in the African American Community»,
52· Theda Skocpol, "Civic America, Then and Now», en: Putnam, Dynamics of Afro-Americans in New York Life and History, 14 (1990), pp. 51-60; Evelyn Brooks
Social Capital in Comparatíve Perspective; Wahlgren Summers, Cilded Age, p. 49. Higginbotham, Righteous Discantent: The Women's Movement in the Black Baptist
53· Véase una extensa hibliografía en Gamm y Putnam, «Growth ofVoluntary As- Church. 1880-1920, Cambridge, Harvard University Press, 1993; Firor $cott. «Most
sociations». Invisible of AH»; Diner, Very Dífferent Age, pp. 141-147; Vahlgren Summers, Gi/ded
54· Véanse detalles metodológicos en Gamm y Putnam, «Growth of Voluntary Age, p. 288. Esre modelo de crecimiento queda confirmado por datos probatorios no
Associations», de donde está tomada la figura 94 y parte del texto correspondiente. publicados procedentes del proyecto descrito en Gamm y Pumam, «Growth of Volun~
5 5· Véanse Glenn R. Carroll, «Organizational Ecology», Annual Review of Socio- tary Associations».
logy, 10 (1984), pp. 71-93, en especial la figura 2C en la p. 88. 63. E. Brooks Holifield, "Toward a History of American Congregations», en: Ja-
56. Skocpol, «How Americans Became Civic». La proporción de las asociaciones mes P. Wind y James W. Lewis, eds., American Congregations, vol. 2, Chicago, Uni-
de esas dimensiones es de veintinueve entre cincuenta y ocho. Más de la mitad de las versity of Chicago Press, 1994. pp. 23-53. cita en las pp. 39-41.
organizaciones de afiliados de ese tamaño existentes todavía (aunque disminuidas) se 64. Higginbotham, Righteous Discantent, p. 7; Arthur S. Link y Richard L. Me-
fundaron en el período de 1870-1920 (veinticuatro de cuarenta y tres). Cormick, Progressivism, Wheeling (Illinois), Hartan Davidson, 1983, p. 23; Cash-
57· Encarta 2000 New World A/manac 2000. En esta lista no se incluyen todas las man, America in the Ci/ded Age, p. 370; McWilIiams, Idea of Fraternity, pp. 479-481.
asociaciones más importantes, pero parece ser ampliamente representativa del asocia~ Sobre Chautauqua véase Theodore Morrison, Chautauqua: A Center for Education.
ciooismo norteamericano. Un análisis similar de todas las asociaciones listadas en el Religion, and the Arts in America, Chicago, Universiry of Chicago Press, I974, cita en
World Almanac de 1999 dieron resultados prácticamente idénticos. Claudia Goldin y la p. 181.
Notas Capítulo 23 747

65. Painter, Standing at Armageddon, pp. 44, 95, et passim; Husock, «Elks, Clubs, 74. McCormcik, «Public Life in Industrial America», en: Foner, New American
Settlement Houses ... », p. 7; Leo Troy, Trade Union Membership, 1897-1962, Nueva History, p. 107. La sociología norteamericana nació en este período al servicio del re-
York, National Bureau of Economic Research, distribuido por Columbia University formismo; véanse Anthony Oberschall, «The Institutionalization of American Socio-
Press, 1965, p. 2. La afiliación se redujo de 1905 a 1909, pero luego volvió a crecer. logy», en: Anthony Oberschal, ed., The Establishment of Empirical Sociology: Studies
66. Cochran y Miller, Age of Enterprise, p. 25. in Continuity, Diseontinuity, and /nstitutionalization, Nueva York, Harper & Row,
67. Bover, Urban Masses; LeRoy Ashby, Saving the Waifs: Reformers and Depen- 1972, en especial p. 198, Y Dorothy Ross, The Origins of American Social Science,
dent Children, r890-T9I7, Filadelfia, Temple University Press, 1984; Dominick Cava- Cambridge (Reino Unido), Cambridge University Press, 1991. Véase una exposición
110, Museles and Morals: Organized Playgrounds and Urban Reform I880-I920, Fila- concienzuda y detallada de la entrega de los progresistas al compromiso cívico y la de-
delfia, University of Pennsylvania Press, 1981; Lela B. Costio, "Unraveling the Mary mocracia deliberativa en Levine, New Progressive Era.
Ellen Legend: Origins of che "Cruelty" Movement», Social Service Review, 65 (1991), 75. Diner, Very Different Era, pp, :2.I, 202.
pp. 2°3-223; Michael B. Katz, «Child-Saving», History of Education Quarterly, 26 76. Ida M. Tarbell, All in the Day's Work: An Autobiography, Nueva York, Mac-
(1986), pp. 413-424; MacJeod, Building Character in the American Boy; Franklin M. millan, 1939, p. 82, citado en Painter, Standingat Armageddon, pp. 72, 2Il, 245; Di-
Reck, The 4-H Story, Chicago, National Committee on Boys and Girls Club Work, oer, Very Different Age, p. 210.
1951; Michael Rosenthal, The Character Factory: Baden-Powell and the Origins of 77. Skocpol, «How Americans Became Civic», p. 61.
the Boy Seout Movement, Nueva York, Pantheon Books, 1984; Claudia Goldin, 78, Kevin Mattson, Creating a Democratic Publie: The Struggle for Urban Partici-
«America's Graduation from High School: The Evolution and Spread of Secondary patory Demoeraey During the Progressive Era, University Park, Pennsylvania State
Schooling in the Twentieth Century», Journal of Economic History, 58 (1998), pp. University Press, 1998, citas en las pp, 56,59, Véase una exposición similar en David
345-374· C. Hammack, "Community Foundations: The Delicate Question of Purpose», reim-
68. Vahlgren Summers, Gilded Age, p. 177. preso en David C. Hammack, ed., Making the Nonprofit Sector in the United States:
69· Husock, «Elks Clubs, Senlement Houses ... », p. 9; Paioter, Standing at Arma- A Reader, Bloomington, Indiana University Press, 1998, pp. 33°-353.
geddon, p. T07; McCormick, «Public Life in Industrial America», en: Foner, New Ame- 79. Gamm y Putnam, «Growth of Voluntary Associations»; Claudia Goldin y
rican History, p, 109; Diner, Very Different Age, pp. 21-23; AlIen F. Davis, Spearheads Lawrence Katz, «Human Capital and Social Capital: The Rise of Secondary Schooling
for Reform: The Social Seltlements and the Progressive Movement, I890-1914, New in America, 1910-194°», ]ournal of lnterdisciplinary History, 29 (1999), pp. 683-
Brunswick (Nueva Jersey), Rutgers University Press, 1984, Para otras perspectivas sobre 723; Link y McCormick, Progressivism, p. 9.
el movimiento de los centros de asentamiento véanse Ruth Hutchinson Crocker, Socia/ 80. Jan c. Teaford, The Unheralded Triumph; Kenneth Fox, Better City Govern-
Work and Social Order: The Settlement House Movement in Two Industrial Cities, ment: Innovation in American Urban Politics, I850-1937, Filadelfia, Temple Univer-
1889-193°, Urhana, Univcrsiry of Illinois Press, r 99 2., Y Elizaherh Lasch-Quinn, Black sity Press, 1977; Martin J. Schiesl, The Politics of Efficiency: Municipal Administra-
Neighbors: Race and the Limits of Refnrm in the Sett/ement House Movement, Chape! tion and Reform in America, r880-I920, Berkeley, University of California Press,
Hill, University of North Carolina Press, 1993, y las ohras citadas en e! libro. J977; Link y McCormick, Progressivism, pp. 28-32.
70. Peter Levine, The New Progressive Era: Toward a Fair and Deliberative De- 81. Véase la trilogía del historiador Morton Keller: Affairs of State: Public Life in
mocracy, Boulder (Colorado), Rowman & Littlefie!d, 2000, p. XI. Peter G. Filene, Late Nineteenth~Century America, Cambridge (Massachusetts), Harvard University
«An Obituary for "The Progressive Movement"», American Quarterly, 22 (1970), Press, I977; Regulating a New Economy: Publk Po/icy and Economic Change in
pp. 2.0-34· America, 19°0-1933, Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1990; Y
71. Myron T. Scudder, «Rural Recreatian: A Socializing Factor", Country Life, 40 Regulating a New Society: Public Policy and Social Change in America, I900-I933,
(marzo de 1912), pp. 175-19°, cita en las pp. 185-186. Véase también Cavallo, Mus- Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1994; Skocpcol, Protectig Sol-
eles and Mora/s, p. 8. diers and Mothers.
72. Michael Sande!, Demacracy's Discantent, p. 210; McWilliams, Idea af Frater- 82.. Skocpol, Protecting Soldiers and Mothers, pp. 321-372; Elisabeth S, Clernens,
nity, p. 475. «Securing Political Returos to Social Capital: Women's Associations in the United Sta-
73. Husock, «Elks Clubs, Settlement Houses ... )" p, 8; Marvin Lazerson, «Urban tes, 1880s-192.0S",journal oflnterdisciplinary History, 29 (1999), pp. 613~638.
Reform and the Schools: Kindergartens in Massachusetts, I870-1915», History of 83. Link y McCormick, Progressivism, en especial cap. 3: "Social Justice and Social
Education Quarterly, verano de 1971, pp, I I 5-142; Michael Steven Shapiro, Child's Control»; McCormick, «Public Life in Industrial America», en: Foner;New American
Carden: The Kindergarten Movement from Froebel to Dewey, University Park, History, pp. 110-114; McWiIliams, Idea of Fratenity, pp, 498-502; Philip J. E[hing-
Pennsylvania State University Press, 1983. Agradezco a Melissa Buis su trabajo sobre ton, «The Metropolis and Multicultural Ethics: Direct Democracy versus Deliberative
este y otros importantes aspectos del capital social en la historia de Estados Unidos. Democracy in the Progressive Era», en: Milkis y Mileur, eds" Progressivism, pp. 192~
Notas Capítulo 24 749

225, cita en la p. 192. Sobre participación electoral véase el capítulo 2, figura 1, del noski, Mark Musick y John Wilson, «Being Volunteered? The lmpact of Social Parti-
presente libro. ciparion and Pro-Social Attitudes of Volunteering», Sociological Forum, 13 (septiem-
84. Linda Gordon, Heroes of their Own Lives: The Politics and History of Fami/y bre de 1998), pp. 495-519; Alan MeJchior y Larry Orr, Evaluation of National and
Violence, Boston 1880-1960, Nueva York, Penguin, 1988; Painter, Standing at Arma- Community Service Programs, Overview: National Eva/uation of Serve-America
geddon, p. XII. (Subtitle BI), Washington, D.C., Corporation for National Service, 20 de octubre de
85. C.H. Henderson, "The Place and Funcrion ofVoluntary Associations», Ameri- 1995; Alexander W. Astin y Linda j. Sax, «How Undergraduates Are Affected by Ser-
can journal of Sociology, I (1895), pp. 327-334; Louis Wirth, "Urbanism as a Way of vice Participation», journal of Col/ege Student Development, 39, núm. 3 (mayo/ju-
Life», American journal of Soci%gy, 44 (1938), pp. 1-24; Arthur M. Schlesinger, nio de 1998), pp. 251-263; Dwight E. GilesJr. y Janer Eyler, "The Impact of a Colle-
«Biography of a Natíon of ]oiners», American Historical Review, 50 (octubre de ge Community Service Laboratory on Students' Personal, Social, and Cognitive
1944), pp. J-25; Osear y Mary Handlin, The Dimensions of Liherty, Cambridge Outcomes», joumaJ oi Adolescence,- 17 (1994), pp. 321-339; Richard G. Niemi,
(Massachuserrs), Belknap Press of Harvard University Press, 1961. Mary Hepburn y Chris Chapman, «Community Service by High School Students: A
86. Citado en Kirschner, Paradax af Professionalism, p. 15· Cure for Civic IlIs?», Political Behavior (próxima publicación) y las obras ciradas
87. Husock, «Elks Clubs, Settlement Houses ... », p. 6. El segundo Ku Klux Klan allí. El «aprendizaje del servicio» se refiere a servicios comunitarios vinculados al tra-
tuvo también componentes antiinmigrantes, anticatólicos, antidelictivos y fundamen- bajo en la clase, y la mayoría de los observadores creen que es más efectivo para in-
talistas, y alcanzó su mayor fuerza en el medio oeste, no en el sur. culcar hábitos cívicos. En 1999 en torno a un 57% de los estudiantes estadouniden-
ses de los cursos sexto a duodécimo participó en algún ripo de servicio comunitario,
desde un 49 % en 1996; por otra parte, sólo un poco más de [a mirad de ellos (el 3o %
Capítulo 24: Un programa para capitalistas sociales de la totalidad de los estudiantes) tomó parte en el aprendizaje del servicio. Véase
"Youth Service Learning and Community Service among 61'11_ through 12 TH Grade
l. El Saguaro Seminar está compuesto por treinta y tres pensadores o activistas de Students in the United States, 1996 and 1999», Washington, D.C., Narional Center
gran talento que se reúnen con regularidad para desarrollar ideas practicables destina- for Educatíon Statistics, 1999.
das a incrementar la vinculación entre los norteamericanos y con las instituciones co- 4. James Youniss, Jeffrey A. McLellan y Miranda Yates, «What We Know about
munitarias. Los participantes son de distintas procedencias, profesiones y partes del Engendering Civic Identity», American BehavioraJ Scientist, marzo/abril de 1997,
país; entre ellos han figurado Xavier de Souza Briggs, Bliss Browne, Kirbyjon Cald- pp. 620-631; Elizabeth Smith, "Extracurricular Activities and Political Participarion:
well,john Dilulio, E.j. Dionne, Carolyn Doggett, Lewis Feldstein, Chris Gates, Stephen Exploring the Connection», ponencia presentada en 1998 ante la Midwestern Poliei-
Goldsmíth, Amy Gurmann, Henry lzumizaki, Louse Keonedy, Vanessa Kirsch, Carol cal Science Association, manuscrito no publicado, 1998; Michael Hanks, "Youth,
Lamm, Liz Lerman, Glenn Loury, joho Mascotte, Martha Minow, Mark Moore, Ba- Voluntary Associations, and Political Socia[ization», Social Forces, 60 (1981), pp.
rack Obama, Peter Pierce, Ra[ph Reed, Paul Resnick, Kris Rondeau, Tom Sander, Juan 211-223; Verba, Schlozmann y Brady, Voice and Equality, pp. 423-442, 449, 452;
Sepúlveda, Robert Sextoo, Harry Spence, George Stephanopoulos, Dorothy Stone- Paul Allen Beck y M. Kent jennings, «Pathways to Participarion», American Political
man, Lisa Sullivan, Jim Wallis, Vin Weber y William julius Wilson. Ninguno es res- Science Review, 76 (1982), pp. 94-108; David Zib[att, «High School Extracurricular
ponsable de las recomendaciones que hago aquí. Se puede encontrar más información Acrivities and Political Socialization», Anna/s of the American Academy of Political
sobre el Saguaro Seminar poniéndose en contacto con su equipo de la joho F. Kennedy and Social Science, 361 (1965), pp. 20-31; John Wilson y Thomas janoski, «Contri-
School of Government, Harvard University, o en ksgwww.harvard.edu/saguaro. Véase bution of Religion to Volunteer Work», Socio/ogy of Re/igion, 56 (1995), pp. 137-
un compendio complementario de recomendaciones para revitalizar la democracia 152; Nicholas zm, Christin Winquist Nord y Laura Spencer Loomis, «Adolescent
norteamericana en Levin, Progressive Era. Time Use, Risky Behavior, and Outcomes: An Analysis of National Data», en:
2. Delli Carpini y Keeter, What Americans Know About Politics and Why It Matters; http://aspe.os.dhhs.gov/hsp/cyp/xstimuse.htm.
A.D. Lutkus et al., The NAEP 1998 Civics Report eard for the Nation, Washington, 5. Sandra E. Black y Lisa M. Lynch, «How to Compete: The Impact of Workplace
D.C., U.S. Department of Education, National Center for Education Statistics, 1999. Practices and Informarion Technology on Productivity», Cambridge (Massachusetts),
3. Fred M. Newmann y Robert A. Rutter, "The Effecrs of High School Com- National Bureau of Economic Research, documento de trabajo, serie #6120, agosto de
munity Service Programs on Students' Social Development», Washington, D.C., Na- 1997; Report on the American Workforce I999, p. 103. Véase un tratamiento más ge-
rional Institute of Educarion, diciembre de 1983; Virginia Hodgkinson y Murray neral sobre cuestiones relativas a[ trabajo, la familia y la comunidad en las publicacio-
S. Weitzman, Volunteering and Giving Among Teenagers I2 to 17 Years of Age, Wa- nes del Families and Work Institute en www.familiesandwork.orgl.
shington, D.C., Independent Sector, 1997; Richard Battistoni, "Service Learning and 6. Un grupo de experimentación en este ámbito es Working Today (www.working-
Democratic Citizenship», Theory into Practice, 35 (1997), pp. r 50-15 6; Thomas Ja- today.org).
Notas Apéndice T 751

7. Véase un análisis razonado de las <llternativas para reducir la expansión urbana Ir Work? », informe especial para el Pew Center for Civic Journalism, 1997, disponible
en Richard Moe y Carter Wilkie, Changing Places: Rebuilding Cornmunity in the Age en www.pewcenter.orgldoingcj/research/r_doesit.html. Véase una crítica reflexiva en
ofSprawl, Nueva York, Henry Holt, J997. Charlotte Grimes, «Whither the Civic Journalism Bandwagon?», documento de deba-
R. Véase una perspectiva general en William Fulron, New Urbanism: Hope or te D-36, Joan Shorenstein Center on Press and Politics, John F. Kennedy School of Go-
Hype for American Communities?, Cambridge (Massachusetts), Lincoln Institute oE vernment, Harvard University, 1999.
Land Policy, 1996. El Congress for the New Urbanism (www.cnu.org) elaboró unos 15. Keith Hampton y Barry Wellman, «Examining Cornmunity in the Digital
estatutos a los que se atienen constructores, arquitectos, planificadores y funcionarios Neighborhood: Early Results from Canada's Wired Suburb», en: Toru Ishida y Kathe-
del gobierno. rine Isbisrer, eds., Lecture Notes in Computer Science, Berlín, Springer- Verlag, 2000;
9. Véanse impresiones matizadas y personales sobre la comunidad de Celebration Andrea Kavanaugh, «The Impact of the Internet on Community: A Social Network
en Douglas Frantz y Catherine Collins, Celebration, U.S.A.: Living in Disney's Brave Analysis», Blacksburg (Virginia), Blackshurg Electronic Village, Virginia Polyrechnic
New Town, Nueva York, Henry Holt, 1999, y Andrew Ross, The Celebration Chroni- Institute and State UOlversity, 1999; Andrew S. Patrick, "Personal and Social Impacts
eles: Life, Liberty and the PurSUlt o( Property Va/ue in Disney's New Town, Nueva of Going On-Line: Lessons from the National Capital FreeNet», Ortawa (Canadá),
York, Ballantine Books, 1999. Communications Research Cenrer, 1997, en http://debra.dgbt.doc.ca/services-re-
10. John L McKnigbt y John P. Kretzmann, Building Communities from the Inside searchlsurvey/impacts. Conviene mostrarse cauteloso en el momento de evaluar estos
Out: A Path Toward Finding and Mobi/iúng a Community's Assets, Chicago (lIIi- primeros rendimientos, sobre todo dada la posibilidad de una autoselección. Véase
nois), ACTA Publicarions, 1993; Harry C. Boyte y Nancy N. Kari, Building America: más en general, Douglas Schuler, New Cornmunity Networks: Wired for Change,
The Democratic Promise of Public Work, Filadelfia, Temple University Press, 1996. Nueva York, Addison-Wesley, 1996.
La Texas Industrial Areas Foundation, dirigida por Ernesto Cortés, ha sido precursora 16. Sobre algunos de los proyectos citados aquí véase la siguiente información: Liz
en muchas técnicas eficaces de organización de comunidades; Mark Russell Warren, Lerman Dance Exchange, en www.danceexchange.orgllizhome.html; Roadside Thea-
Social Capital and Community Empowerment: Religion and Political Organization in ter, en appalshop.orglrst/99rstabt.httm; Baltimore Museum of Art, en www.arrbma.org;
the Texas Industrial Areas Foundation, tesis doctoral, Harvard University Department Gallery 37, en www.gallerY37.org. Véase también Opening the Daor to the Entire
of Sociology, T99 5, ofrece una buena visión general. Sobre las Community Develop- Community: How Museums Are Using Permanent Cal/ections to Engage Audiences,
ment Corporations y el capital social véanse Ferguson y Dickens, eds., Urban Pro- Nueva York, Lila Wallace Reader's Digest Fund, noviembre de 1998, disponible en
b/ems and Cornrnunity Development, y Xavier de Souza Briggs y Elizabeth Mueller, www.wallacefunds.orgllilaframesetpub/htm.
From Neighborhood to Community: Evidence on the Social Effects of Community 17. Sobre la Front-Porch Alliance de Indianapolis véase www.indygov.com/ma.
Development, Nueva York, Community Development Research Center, New School yorlfpa/. Sobre las instituciones de barrio véase Serry, Portney y Thomson, The Re-
for Social Research, 1997. birth of Urban Democracy.
11. William C. McLoughlin, Revivals, Awakenings, and Reform; Marshall William
Fishwick, Great Awakenings: Popu/qr Religion and Popular Culture, Nueva York,
Haworth Press, 1995; Anne Boylan, Sunday Schoo/: The Formation of an American Apéndice 1: Cuantificación del cambio social
Institution, 1790-1880, New Haven (Connecticut), Yate University Press, 1988; Bo-
yer, Urban Masses and Moral Order, pp. 4-53. l. Ejemplos de este error en Lester M. Salamon, «The Rise of the Nonprofit Sector»,
I2.. Diane Winston, Red-Ho! and Righteous: The Urban Religjon of the Salvation Foreign A(fairs, 73 (1994), pp. J09-122, en especial p. TIl, Y Nicholas Freudenberg
Army, Cambridge (Massachuserts), Harvard University Press, 1999. y Carol Sreinsapir, «Not in Our Backyards: The Grassroots Environmental Movement».
I3. En T995 varios evangélicos encabezados por Jim Wallis, de Sojourners, forma- en: Riley E. Dunlap y Angela C. Mertig, eds., American Environmentalism: The U. S.
ron una coalición evangélica que abarcaba el ámbito político que iba de los ultralibe- Environmental Movement, 1970-1990, Nueva York, Taylor & Francis, 1992, p. 29.
rales a los ultraconservadores. Véase Jim Wallis, Faith Works, Nueva York, Random 2. David Horton Smith, «The Rest of the Nonprofit Sector: Grassroots Associa-
House, 2000. Véase también Howard Husock, «Bringing Back the Settlement Hou- tions as the Dark Marter Ignored in Prevailing "Flat Earth" Maps of the Sector», Non-
se", The Pub/ic Interest, I09 (otoño de 1992), pp. 53-72. profit and Voluntary Sector Quarterly, 26 (junio de 1997), pp. 115-13 l.
14. Lewis A. Friedland, Jay Rosen y Lisa Austin, Civic Journalism: A New Approach 3. Según Yerba, Schlozman, Brady, Voice and Equality, p. 62, en respuesta a una
to Citizenship (1994), en www.cpn.orglsectionsltopics/journalism;Jay Rosen y Paul sola pregunta sobre afiliación a organizaciones -«por ejemplo, sindicatos o asociacio-
Taylor, The New News v. the Old News: Press and Polities in the 1990s, Nueva York, nes profesionales, grupos fraternales, organizaciones recreativas o de asuntos políti-
Twentieth Century Fund Press, 1992; James Fallows, Breaking the News, Nueva cos, grupos comunitarios o escolares, etc.»-, el 49 % de los encuestados decía ser
York, Vintage Books, 1997; Frank Denton y EsrherThorson, «CivicJournalism: Does miembro de al menos una organización. En respuesta al siguiente sondeo sobre dieci-
75" Notas Apéndice I 753

nueve tipos específicos de organizaciones. nada menos que un 79 % mencionaba una o 10. John Helliwell y Robert O. Putnam, «Education and Social Capital», manuscri-
más afiliaciones. ro no publicado.
4. Algunos especialistas con mayores conocimientos quebrantan a veceS este pre- r r. La información sobre el acceso a los principales archivos de datos utilizados en
cepto elemental; véase, por ejemplo, Andrew Kohut, ... Trust and Citizen Engagement esta investigación está disponible en www.bowlingalone.com.
in Metropoliran Philadelphia: A Case Srudy», Washington, D.C., Pew Research Cen- I2. Las figuras 53, 65 Y 73 incorporan controles multivariables.
ter on rhe People & rhe Press, f997, y American Association of Retired Persons, Main- I3. Los datos de los NES se pueden conseguir en Interuniversity Consortium for
taining A merica 's Social Fabric: The AARP Survey of Civic ImJOlvement, Washington, Political and Social Research de la Universidad de Michigan. Los datos de la GSS están
D.C., AARP, 1996. disponibles en el Roper Center for Public Opinion Research de la Universidad de Con-
5. Estos ejemplos de casos contrarios, citados a menudo (como Nicholas Lemann, necticut (Storrs).
«Kicking in Groups: A!leged Decline of America's Communal Capital», Atlantic 14. Los datos sin tratar de estas encuestas fueron depositados en el Roper Center
Month/y, abril de 1996, pp. 22-27; Robert]. Samuelson, «"Bowling Alone" Is Bunk» , for Public Opinion Research de la Universidad de Connecticut (Storrs). Sin embargo,
Washington Post, 10 de abril de 1996, p. A19), son en realidad engañosos. Según se ex- debido a dificultades de archivo, los propios datos no han estado disponibles para
puso en el capítulo 6, cuatro archivos nacionales de encuestas confirman que la prácti- análisis hasta fechas recientes, gracias a los esfuerzos de un equipo conjunto de las uni-
ca del sóftbol se redujo en un tercio enrre mediados de la década de 1980 y finales de la versidades de Harvard y California en Berkeley. Agradezco a Steve Yonish y a Henry
de 1990. El fútbol, aunque es indudable su creciente importancia, implica sólo a una Brady y sus colegas los hercúleos esfuerzos realizados en este trabajo de Augias. Véase
minúscula proporción de la población adulta, incluso en calidad de espectadores. Según un análisis anterior sobre participación política, basado en los datos acumulados de
la Sporting Goods Associatíon of America, menos del 20 % de los escolares norteameri- Roper, en Rosenstone y Hansen. Mobilization, Participation, and Demoeracy. Los
canos jugó al fútbol más de una vez en 1993. Habida cuenta de que menos del 30 % de sondeos de Roper continuaron después de diciembre de 1994, pero los datos en bruto
los norteamericanos son padres de niños en edad escolar, los padres de muchachos fut- recogidos a partir de esa fecha no se hallan disponibles para los investigadores acadé-
bolistas eran menos del 6 % de la población adulta; en cambio, un 18% de los adultos micos, y en cualquier caso las preguntas cruciales cambiaron significativamente en ese
jugó a los bolos más de una vez ese mismo año. En resumen,los jugadores de bolos son momenro, por lo que ya no es posible establecer comparaciones directas con los datos
tres veces más numerosos en Estados Unidos que los padres de los futbolistas. Incluso anteriores. Los resultados de la primera encuesta de I995 muestran un salto brusco y
en el caso -muy improbahle- de que cada madre y cada padre norteamericanos comen- simultáneo para cada una de la docena de actividades cívicas, pero a partir de esta
zaran ;1 <lp<lrecer con re~ularidad como espectadores en tos partidos de sus hijos, su ci- nueva cota las distintas actividades volvieron a su tendencia descendente. En otras pa-
fra no compensaría el declive de l<l liga de halos. En ren[idad, las encuest<ls de DDB lahras, aunque el análisis de los datos de Roper expuesto en este libro se limita a los
Needham Life Style indican que la asisrencia de los padres a las pruehas deportivas fue años de 1973 a 1994, hay razones para creer que el declive de! compromiso cívico con-
de hecho menor en la década de 1990 que en la de 1970. Las madres y padres que acu- tinuó después de ese período. Los resultados acumulados de las encuestas Roper entre
den con regularidad a los p<lrcidos de fúthol crean capital social, pero son demasiado es- 1995 y 1998 utilizados en el presente libro están tomados de los Roper Reports, de
casos, en rérminos relativos, como para constituir un cambio de tendencia importante. aparición bimensual (Nueva York, Roper Starch Worldwide, 1995-1998), que pueden
6. Evererr C. Ladd, «The Data Just Oon't Show Erosion of America's Social Capi- consultarse en el Roper Center de la Universidad de Connecticur.
tal», The Pub/ie Perspeetive, 7 (junio/julio de I996), pp. 5-22, ofrece una crítica que I 5. Agradezco a Dhavan Shah, anterior graduado de la Universidad de Minnesota,
mezcla de forma indiscriminada datos sobre «cambios» en un año o dos y «cambios» y a su tutor, el profesor William Wells, haberme advertido de la existencia de las en·
en medio siglo. cuestas DDB Needham Life Style, Marty Horn, Doug Hughes, Chris Callahan y sus
7. De las cuatro series principales de encuestas en las que podemos apoyarnos, la colegas de DDB Needham pusieron generosamente a mi disposición esos daros para
General Social Survey comenzó en 1972, las encuestas Roper Social and Political analizarlos, y respondieron a las posteriores peticiones de información. Sid Groene-
Trends en 1974, y las DDB Needham Life Sryle en 1975. Los National Election Studies man y sus colegas de Market Facts me ayudaron a encender la metodología utilizada y
se iniciaron en 1952., pero su cobertura a largo plazo se limita ante rodo al comporta- sus potenciales ventajas e inconvenientes. Sobre cuestiones de fondo véanse William
miento nacional en e1eciones y campañas electorales. D. Wells, ed., Life Style and Psyehographies, Chicago, American Marketing Associa-
8. Orro ejemplo de cambio absoluto frente a cambio relativo es el del dinero. Según tion, I974, y William O. Wells, "Psychographics: A Critical Review",Journal of Mar·
se explicó en el capítulo 7, la generosidad debería medirse por [a proporción de ingre- keting Researeh, I2 (I975), pp. 196-2.13,
sos personales (o nacionales) entregada a actividades de caridad, no por la cifra abso- 16. La respuesta a todas estas preguntas es «sí».
luta en dólares. 17. Este ajuste implica el cálculo de la diferencia de «nivel» entre encuestados casa-
9. Norman H. Nie, Jane Junn y Kenneth Stehlik-Bar, Edueatian and Demacratie dos y solteros a lo largo del período de I985 a 1999, diferencia que se utiliza para cal-
Citizenship in Ameriea, Chicago, University of Chicago Press, 1996. cular las puntuaciones anuales para cada encuestado durante e! período de 1975 a
754 Notas Apéndice 1 755

1984, Y luego la puntuación anual de la población entre 1975 y 1984, creanclo una tas Roper relativas a cenar fuera, ir al cine y asistir a acontecimientos deportivos. La
muestra «sintética" con la fracción apropiada de encuestados casados y solteros. En pregunta de Roper era: «¿Practicó esta actividad la semana pasada?», mientras que la
los pocos casos en que [a diferencia de «nivel .. entre casados y solteros cambió de de Life Style decía: «¿Cón cuánta frecuencia practicó esta actividad el año anterior?".
1985 a 1999, he proyectado dicha diferencia para el período de 1975 a 1984. Este Al convertir las respuestas de Roper sobre la «seman.a pasada» en «veces al año» (mul-
procedimiento prescinde de cualquier interacción no lineal en los efectos de año y esta- tiplicando por cincuenta y dos), los resultados son prácticamente idénticos a los de las
do civil, pero no he hallado pruebas de tal interacción en ninguna de las variables inte- respuestas dadas aLife Style (cenar fuera: diecinueve veces al año en ambas encuestas;
resantes para este estudio. cine: cinco veces en ambas encuestas; deportes: cuatro veces en las encuestas Roper y
lB. Roberr D. Purnam y Sreven Yonish, "How Important Is Response Rate? An cinco en las de Life Style).
Evaluarion of a "Mail Panel" Survey Archive», manuscrito no publicado, Cambridge 28. En la muestra completa de GSS la correlación entre nuestras puntuaciones y las
(Massachusetts), Harvard University, 1999. generadas por un algoritmo completamente independiente descubierto por mí tras ha-
19. A veces se ofrece a los encuestados un regalo nominal-un paquete de postit o ber defmido el mío era de R 1 = 0,99 (Michael Hout y Andrew Greeley, «Exchange on
una pequeña bolsa, por ejemplo- por rellenar un cuestionario especialmente pesado. Overreporting ofu.s. Church Attendance», American Soci%gical Review, 63 (r998],
20. Según Sid Groeneman (<<Multi-purpose Household Panels and General Sam- p. II6).
pies: How Similar and How Different?», ponencia presentada en la asamblea anual de 29. University Park, Pennsylvania State University, 1999, 2. a ed. Agradezco al pro-
la American Association for Public Opinion Research, Danvers (Massachusetts), 1994, la fesor Robinson haber puesto a mi disposición datos seleccionados de la oleada de
muestra está «tomada para aproximar a las nueve divisiones del censo las distribucio- 1995 para este estudio.
nes reales de ingresos por familia, densidad demográfica, edad de los miembros del pa-
nel y tamaño de la familia». A continuación se aplican elementos de ponderación a las
encuestas realmente realizadas para ajustar [a composición demográfica de la muestra
final a la población objeto del estudio. Los cuestionarios se envían por correo a unos
cinco mil encuestados; las respuestas utilizables se reciben de una media de tres mil
quinientas a cuatro mil personas.
21. Esto vale también para el muestreo convencional, pero la disparidad es mayor
para paneles por correo.
22. Aunque las preguntas no son exactamente comparables, hay pruebas de que los
datos de DDB contienen un ro % más de propietarios de viviendas que los de GSS. Hay
también ciertas pruebas de que la menor representación de personas con menos estu-
dios se ha reducido algo en los últimos años.
23· Groeneman, «Multi-purpose Household Panels», comparaba las muestras de
panel y de otros tipos utilizando datos obtenidos del panel por correo de Market Facts
y de encuestas telefónicas realizadas al azar. La discrepancia en la identificación de par-
tido es muy escasa, aunque sea estadísticamente significativa. En 1996 el NES encon-
eró un 39 % de demócratas, un 28 % de republicanos y un 33 % de independientes.
24· Andrew Kohut, «Conservative Opinions Not Underescimated, but Racial Hos-
tility Missed», Washington, DC., Pew Research Center on the People & the Press,
1998. Véase también Penny Visser, Jan Krosnick, Jesse Marquette y Michael Curtin,
«Mail Surveying for Election Forecascing: AIl Evaluation of the Columbus Dispatch
Poli», Public Opinion Quarterly, 60 (1996), pp. 181-227.
25. No he hallado en las dos encuestas pteguntas emparejadas que pudieran poner
en cuestión la comparabilidad esencial de ambos conjuntos de datos. Es decir, no he
seleccionado comparaciones que apoyarían mi conclusión.
26. Putnam y Yonish, «How Important Is Response Rare?».
27· He cotejado también los resultados de DDB Needham Life Style de 1982 y
1984 con datos simultáneos y aproximadamente comparables tomados de las encues-
757

Cómo se forjó este libro

La existencia de este libro refuta su premisa fundamental. Mi argu-


mentación sostiene, entre otras cosas, que la reciprocidad generaliza-
da -la práctica de ayudar a los demás sin la esperanza de obtener una
ventaja- se halla en declive. Sin embargo, de no haber disfrutado de
una generosidad no solicitada, inesperada y no correspondida, no ha-
bría podido escribirlo. Quiero contar aquí hasta qué puntO estoy en
deuda con otras personas.
Volviendo la vista atrás, el trabajo sobre el libro comenzó en serio
en I992, mientras terminaba Making Democracy Work, un estudio so-
bre el gobierno local en Italia a lo largo de veinte años. Acabába de
concluir un período como decano de la Kennedy School of Govern-
ment, donde me había centrado en los problemas de la democracia
norteamericana. Poco a poco me fui dando cuenta de que una de las
conclusiones de la investigación italiana -que la democracia depen-
día del capital social- podía tener consecuencias para los Estados
Unidos de hoy.
A lo largo de los dos años siguientes, con el apoyo y e! estímulo de!
difunto Joe! Orlen y de la American Academy of Arts and Sciences,
convoqué varios talleres académicos sobre el capital social y sus re-
percusiones en el desarrollo económico, la pobreza urbana y la demo-
cracia norteamericana. Finalmente, Peter B. Evans, Susan Pharr y The-
da Skocpol se unieron a mí en la dirección del proyecto, y aprendí
mucho de sus puntos de vista conceptuales, diferentes de los míos en
aspectos importantes. Nuestro trabajo contó con el apoyo generoso
de la Carnegie Corporation y las fundaciones Ford y Rockefeller.
Agradezco a Alberta Arthurs, Clifford Chanin, Barbara Finberg, Pe-
ter Goldmark, David Hamburg, Michae! Lipsky, Geraldine Mannion
y sus colegas su disposición a dedicar sus esfuerzos a ideas cuyo rigor
teórico y compensaciones prácticas eran inciertos. También les estoy
agradecido -además de a tres conocidos casuales del mundo del pe-
Solo en la 1)()lera Cómo se (orjó este lihro 759

riodismo: David Boldr, jonathan S. Cohn y Paul Solman- por haber- (muchos de ellos de mayor elegancia erudita, según creía inmodesta-
me forzado con suavidad, pero también con firmeza, a llevar el deba- mente, que «Bowling alone»), ninguno había atraído la mínima aten-
te más allá de los círculos académicos. ción por parte del público. A partir de ese momento me invitaron a
Comencé a indagar sin mucha urgencia cualquier tipo de pruebas Camp Davis, fui tratado como una autoridad por los presentadores
estadísticas que conseguí encontrar que pudieran revelarme tenden- de programas de entrevistas y fotografiado con mi mujer, Rosemary,
cias relativas al compromiso cívico en Estados Unidos, sin estar del en las páginas de People (el equivalente profano actual de la canoni-
todo seguro de si los datos reales corroborarían mi corazonada. Ha- zación en Estados Unidos). La explicación no era el florecimiento tar-
raid A. Pollack, que era en ese momento mi «equipo de investiga- dío de un genio, sino el simple hecho de que, sin pretenderlo, había
ción», reunió los indicios iniciales con destreza, energía y una actitud expresado un desasosiego que había comenzado a tomar forma en las
escéptica que parecía decirme: «demuéstramelo». A comienzos de mentes de muchos norteamericanos corrientes. (Ese período me ense-
I994 habíamos acumulado suficientes datos sobre asuntos como la ñó rápidamente cuál es el poder del foco de los medios de comunica-
afiliación en las PTA y en organizaciones fraternales como para ir ción para provocar reacciones personales; la generosidad espontánea
más allá de la fase de lo meramente anecdótico. En la primavera de de amigos, parientes, colegas y personas totalmente desconocidas hi-
aquel año, durante una sobremesa, un amigo generoso, Peter Acker- cieron de mí el ufano poseedor de una de las mejores colecciones de
man, mencionó que las tendencias en la liga del juego de bolos pare- baratijas relacionadas con la bolera: desde insignias y toallas, hasta
cían encajar con el desarrollo de mis generalizaciones. Pocas semanas corbatas y juegos de saleros con motivos de bolos.) Aquel bullicio re-
después, escuchando esta historia, mi compañero Jack Donahue co- sultaba embriagador; ahora bien, tal como escribí a dos amigos en fe-
mentó que los norteamericanos parecían estar «solos en la bolera», y brero de I995, "la cosa se sube enseguida a la cabeza, pero me ha
estuvimos de acuerdo en que podía ser un bonito título para un ar- apartado de mi ordenador, donde se supone que debería estar elabo-
tículo sobre el que estaba cavilando. Para entonces iba tirando con rando una versión más completa [... ] Quizá nos estemos exponiendo
algo más que una pequeña ayuda de mis amigos. al peligro de llevar demasiado lejos nuestra operación de márketing
Según mi costumbre en anteriores proyectos de investigación, me sin haber desarrollado el producto".
hice el plan de redactar una versión preliminar de mi razonamiento, es- Era plenamente consciente de que la tesis con que se me asociaba en
cuchar los comentarios críticos de mis colegas y luego volver a formu- ese momento se basaba en unas pruebas limitadas. Para ahondar en mi
lar una versión más refinada. Invitado por Axel Hadenius, Dietrich y argumentación necesitaba más tiempo y ayuda. Varios patrocinado-
Marilyn Rueschmeyer y Bjbrn Wittrock, accedí a presentar algunas re- res generosos, entre ellos el Aspen Institute's Nonprofit Sector Re-
flexiones iniciales en un par de conferencias académicas pronunciadas search Fund, Colin Campbell (y el Rockefeller Brothers Fund), Craig
en agosto de I994 en Uppsala, Suecia. En mayo escribí a un amigo di- Dykstra y Susan Wisely (y el Lilly Endowment), Charles Heck (y la
ciéndole que esperaba "pasar I995 concluyendo un delgado volumen Comisión Trilateral), Paul Light y Rebecca Rimel (y los Pew Charita-
sobre este tema para un público que no fuera estrictamente académi- ble Trusts) y Frank Weil (y la Norman Foundation), se dispusieron a
co». (Los lectores de aquel tomo sabrán que erré el blanco en más de ofrecerme estímulos y recursos fundamentales. Agradezco especial-
un sentido.) En enero de 1995 se publicó una versión abreviada de la mente a los benefactores que prestaron su apoyo a esta fase del pro-
ponencia de Uppsala en una revista respetada pero poco conocida, el yecto que, a pesar de aguardar ansiosos las conclusiones sobre «qué
Journal of Democracy. Sin previo aviso, se desató un diluvio. hacer», mostraron un gran respeto a la importancia de recabar datos
Hasta enero de I 99 5 yo había sido (según observó más tarde un crí- claros antes de pasar demasiado deprisa a las posibles soluciones.
tico con absoluta precisión) «un oscuro académico». Aunque había Para conseguir datos claros necesitaba familiarizarme con mucho
publicado docenas de libros y artículos en las tres décadas anteriores material bibliográfico nuevo. Una gran parte de mi argumentación-y
Solo en la bolera Cómo se for;ó este libro

en realidad una gran parte del pr',ente libro- consistía sencillamen- Rahn, Michael Walzer y Rober t Bellah y sus coautores de Habits of
te en integrar masas de estUdios pertinentes que ya habían sido pues- the Hearth habían expresado ya preocupaciones similares sobre la
tos a punto por especialistas en una docena de campos distintos a lo pérdida del compromiso cívico. Por otra parte, la propia notoriedad
largo de varias décadas. La realización de esa tarea en menos del plazo de «Bowling Alone» invitó a otras personas a presentar interpretacio-
de una vida requería ayuda. Dudo que ningún otro proyecto de inves- nes contrarias de un conjunto de pruebas todavía magro que, según
tigación haya gozado nunca de un grupo de colaboradores con más debo admitir, era ambiguo. Al acabar 1995 los ecos no eran agrada-
ingenio, esmero y energía que éste. El equipo, renovado continua- bles -«Bowling alone Is Bunb ('Solo en la bolera es una estupidez'),
mente con nuevos reclutas a lo largo de los años, creó una tradición decía un titular memorable-, pero la crítica fue instructiva y, en últi-
de reuniones regulares en las que se presentaban informes individua- ma instancia, más productiva que los elogios.
les, y los ulteriores debates se cuentan intelectualmente entre los más En el posterior debate, aprendí mucho de mis críticos, entre ellos
gratifican tes de mi vida. Aunque todos los participantes compartían autores como Carles Boix, Bob Edwards, Michael W. Foley, Charles
en la práctica la convicción de estar explorando un tema de conside- Heying, Patricia Landolt, Nicholas Lemann, Daniel N. Posner y Ale-
rable importancia, algunas de las críticas más inquisitivas a mis teo- jandro Portes. Aún resultó más gratificante que en los años siguientes
rías partieron de este grupo. En 1999 la lista de investigadores se había algunos de quienes habían realizado una crítica pública más incisiva
alargado hasta llegar casi a medio centenar, entre ellos Cindy Adams, me ofrecieran también consejos personales que, además de sabios, les
Neil Allison, Maryann Barakso, Ben Berger, Jay Braatz, Melissa Buis, exigieron una gran dedicación. Esta actitud colegial nada corriente y
David E. Campbell, Brad Clarke, Zoe Clarkwet, Ben Deufel, Dan que excede de las normas de nuestra profesión, proclive a la polémi-
Devroye, Karen Ferree, Kate Fitzpatrick, Archon Fung, Arkadi Ger- ca, me hace estar especialmente agradecido a Marshall Ganz, Ken-
ney, Krisrin Goss, Louise Hayes, Isadora Helfgorr, Aclam Hickey, neth Newton, Pippa Norris, Michael Schudson, Theda Skocpol, Ri-
Scott Jacobs, Bertram Johnson, Jeffrey Kling, Lisa Laskin, Kristen chard M. Valelly y Robert Wuthnow. A medida que las pruebas fueron
Lasky, Jonathan Leeman, Kimberly Lochner, Karen Mapp, Stephen más claras, algunos críticos y yo coincidimos en un diagnóstico com-
Marshall, Jasan Mozzone, Víctor Mendiola, Rob Mickey, Elizabeth partido, pero las diferencias se mantuvieron. Es habitual añadir a los
Morton, Chad Noyes, Amy Perlmutter, David Pinto-Duschinsky, agradecimientos la puntualización convencional de que quienes tu-
John Rector, A.]. Robinson, Emily Ryo, Alexandra Samuel,' Andrew vieron la amabilidad de dar sus consejos no cargan con ninguna res-
Schneller, Rustin Silverstein, Zach Stern, Hannah Stires, Maurits van ponsabilidad por los resultados; esta observación es pertinente aquí
der Veen, Geoffrey Vaughan, Christian Warren, Mark Warren, Aaron de manera singular.
Wicks y Steve Yonish. Varias personas del grupo -Melissa Buis, Da- Mi seguridad en el argumenro de «Bowling Alone» sufrió una ines-
vid Campbell, Ben Deufel, Arkadi Gerney, Kristin Goss, Adam Hic- perada sacudida a comienzos de 1996, cuando John Helliwell, un
key, Jasan Mazzone y Steve Yonish- merecen una mención especial amigo economista con quien colaboraba en un estudio relacionado, y
por la duración e intensidad de su compromiso y la extraordinaria yo descubrimos que la versión publicada de la General Social Survey
creatividad de sus aportaciones en la casi totalidad de las fases del (en la que me había basado para obtener algunas pruebas fundamen-
proyecto. Kristin Goss redactó con destreza la versión inicial de una tales) estaba viciada. La corrección de los errores de cálculo tuvo el
gran parte de lo que acabó siendo la parte IV de este libro a partir de efecto de reducir el aparente descenso de la afiliación a grupos forma-
mis notas y esbozos en bruto. les. Mi único consuelo fue haber descubierto el error antes que mis
La primera oleada de publicidad con que había sido acogida mi ar- críticos. A lo largo de este período aprecié no sólo la amistad y la agu-
gumentación a comienzos de 1995 fue excesivamente halagadora, de- deza académica de John, sino también su dedicación constante a If
bido en buena parte a que otros estudiosos, como Steve Knack, Wendy tras las pruebas hacia donde éstas condujeran.

-
S% en la holera Cómo se (orjó este lihro

Entretanto, siempre afortunado con mis colaboradores, comencé a Irónicamente, a mediados de 1997 se produjo un descubrimiento
trabajar con Gerald Gamm, especialista en historia política, sobre la aún más llamativo aparecido en una nota a pie de página de una críti-
evolución de las asociaciones cívicas en Estados Unidos desde los ca a «Bowling Alone» realizada por un estudiante graduado que me
tiempos de Tocqueville. Durante los años siguientes Gerald me ins- había sido enviada por Wendy Rahn. Me había beneficiado de doce-
truyó pacientemente en las cautelosas sutilezas del arte de los histo' nas de misivas de aquel tipo, pero ninguna resultó más instructiva
riadores, a la vez que compartía mi entusiasmo por nuestros inespe- que aquel artículo escrito por Dhavan Shah, que estudiaba enronces
rados descubrimientos. en la Universidad de Minnesota con William Wells, y que me puso so-
Yo había visto con claridad desde el comienzo la debilidad de «Bow- bre aviso de la existencia del archivo de encuestas DDB Needham Life
ling Alone» citada más comúnmente: al basarme ante todo en pruebas Style. Steve Yonish logró acceder a aquellos datos y, con la ayuda de
sobre el declive de la afiliación a grupos formales concretos, había ig· Jim Crimmins, Chris Callahan, Marty Horn y Doug Hughes, de DDB
norado la posibilidad de que en otros grupos o en tipos informales de Needham, y Sid Groeneman, de Market Facts, añadimos, según he
vinculación se hubieran producido aumentos que compensaran aquel descrito en el apéndice 1, un recurso incomparable a nuestro reperro-
declive. En algunos supuestos ejemplos contrarios, como los partidos rio. Después de todo, resultaba que alguien había estado llevando la
de fútbol y sóftbol, un trabajo arduo sacó a la luz pruebas sólidas de que cuenta de los picnics y partidas de cartas, y para asombro de rodos
en su mayoría se trataba de casos ilusorios; pero aquella clarificación nosotros, los nuevos datos parecían demostrar que «Bowling Alone))
momentánea no redujo la posibilidad de una expansión en otras for- podría en realidad haber subestimado la hondura y amplitud de la
mas de capital social pasadas por alto. Sencillamente, no podía ni ima- transformación social que se estaba produciendo en Estados Unidos.
ginar la existencia de algunas fuentes de pruebas sistemáticas referen- La validación y análisis de los nuevos datos probatorios iba a sumar
tes al compromiso cívico en general, y todavía menos a realidades tan dos años al proyecto, pero profundizaría nuestra seguridad de que
efímeras como los picnics y las partidas de cartas. Mis colegas Kristin nos hallábamos tras la pista de algo.
Goss y Steve Yonish dedicaron cientos de horas a búsquedas infinita- A lo largo de estos años me debatí entre los imperativos igualmente
mente sagaces (pero habitualmente infructuosas) de pruebas sistemáti- poderosos del rigor y la acción. En abril de 1994 había escrito a Tom
cas de lo que llamamos «indicadores discretos)) de vinculación social. Rachan, antiguo amigo y crítico nada convencido:
Cuando supimos de la posibilidad de dar con un tesoro de encues-
tas no analizado hasta entonces -lo que describo en el apéndice 1 Aunque no demuestra nada, debo expresar una llamativa diferencia entre
como el archivo Roper Social and Political Trends-, se produjo un las reacciones de los académicos y del público en general. Los académicos
avance decisivo. Henry Brady, jefe del Survey Research Center de la desean siempre saber si es realmente cierto que estamos abandonando el
Universidad de California, a pesar de ser firmemente agnóstico en re- compromiso -¿qué hay de los nuevos movimientos sociales?, ¿y de internet,
lación con mis afirmaciones sobre la pérdida del compromiso cívico, o de los grupos de 12 pasos, los grupos de encuentro new age, etc., etc.?
accedió generosamente a compartir la tarea de adquirir los daros y y nunca hacen ningún comentario sobre lo que podría hacerse, de ser eso
prepararlos para el análisis. El archivo resultó ser mucho más evasivo cierto. El público en general no pregunta casi nunca si es verdad, pues según
de lo que habíamos esperado, pero un año de trabajo duro realizado su propia experiencia suena a algo muy verdadero. Y siempre se siente pro-
por Steve Yonish en Harvard y Dorie Apollonio, Andrea Campbell y fundamente preocupado por cómo resolver el problema. Sus preguntas son
Laurel Almes en Berkeley dieron como resultado un archivo de valor más peliagudas.
incomparable. Hasta los escépticos de nuestro grupo se sintieron im-
presionados por aquellas nuevas pruebas masivas de abandono del Para entonces había comenzado ya a mantener conversaciones infor-
compromiso cívico. males con Lewis Feldstein, presidente de la New Hampshire Charita-

-
Solo en la bolera Cómo se forjó este lihro

ble Foundation, a quien había conocido a través de un amigo común, guía sólido en las duras y en las maduras, compartiendo y canalizan·
en torno a las consecuencias prácticas de mis teorías. En la primavera do mi entusiasmo hacia la elaboración de un manuscrito publicable.
siguiente estas conversaciones maduraron hasta convertirse en una Nick Mitropoulos, encarnación de las virtudes clásicas griegas del
propuesta formal para lo que acabaría siendo el Saguaro Seminar on buen amigo y buen ciudadano, junto con las virtudes bostonianas
Civic Engagement in America. Durante los cinco años siguiente~ mi también clásicas de la lealtad y los contactos, se materializó a mi lado
colaboración con Lew floreció y llegó a ser una de las más placenteras en todos los momentos difíciles vividos en la última década para dar-
y productivas de mi vida profesional. Apoyándose en toda una vida me ánimos y resolver problemas. Angela Glover Backwell, entonces
de idealismo práctico, me animó a ver nuestra investigación en mar- vicepresidente de la Rockefeller Foundation y profundamente escép-
cha en un marco más amplio. Lew tenía también habilidades prácti- tica con algunos aspectos de mi argumentación, me proporcionó no
cas para la planificación y gestión de un movimiento social incipien- obstante un apoyo esencial, a la vez que se esforzaban pacientemente
te, habilidades de las que yo carecía por completo. Aunque no es en ayudarme a entender sus intuiciones. El difunto Michael Bruno,
responsable del derrotero final de mi argumentación, a nadie se debe vicepresidente y primer economista del Banco Mundial, Partha Das-
más que su enfoque no se limite sólo a lo que ha sucedido, sino que se gupta, catedrático de la Facultad de Economía y Política de la Univer-
extienda también a lo que se podría hacer al respecto. sidad de Cambridge, e ¡smail Serageldin, vicepresidente de Desarrollo
En I997, en colaboración con Tom Sander y algo después con Chris Sostenible del Banco Mundial, dieron generosamente su aliento a un
Gates, presidente de la National Civic League, Lew y yo reclutamos a novicio que traspasaba los límites de su disciplina. William A. Gals-
un grupo de dirigentes cívicos y estudiosos de primera categoría pro- ton, distinguido filósofo político y asesor de la Casa Blanca, compar-
cedentes de todo el país para que formaran parte del Saguaro Semi- tió y estimuló mi entusiasmo por el comunita'rismo liberal, al tiempo
nar. (Nos decidimos por ese nombre porque el cactus saguaro, del que me advertía de que debía estar seguro de contar con los datos
territorio suroccidental, que crece durante décadas sin ser visto casi correctos. Michael Woolcock, a quien «conoch> en un primer momen-
nunca antes de desarrollar esos maravillosos troncos que a su vez al- to como el autor anónimo de un artículo de revista brillante (pero crí-
bergan a miles de comunidades vegetales y animales, parecía una me- tico) que se me pidió reseñar, se convirtió en un buen amigo y conspi-
táfora adecuada del capital social.) El Saguaro Seminar fue generosa- rador en el naciente movimiento del capital social. Cuando intentaba
mente patrocinado por la Carnegie Corporation de Nueva York, el entender cómo se recreaba el capital social en la base de la gente
LilIy Endowment, la John D. y Catherine T. MacArthur Foundation, corriente, Ernie Cortes me enseñó cómo era Texas; lo mismo hicieron
la Charles Stewart Mott Foundation, la Surdna Foundation, el Roc- Milda Hedblom y Rip Rapson con Minnesota, y Ethan Seltzer y Lynn
kefellers Brothers Fund, la Rockefeller Foundation y el Lila Wallace Youngbar con Oregón. Marcia Sharp me ofreció consejos frescos y
Fund del Reader's Digest. Los participantes en el Saguaro Seminar no valiosos en varios momentos cruciales. Ed Skloot, de la Surdna Foun-
escatimaron su tiempo, su experiencia y su creatividad en la lucha co- dation, y Alice Mayhew, de Simon and Schuster -que me apoyaron
mún por definir un plan nacional factible de revitalización cívica. Mis aunque esperaban ansiosos a que progresara más rápidamente de lo
colegas en dicho seminario aparecen nombrados en el capítulo 24, que era capaz-, fueron un constante acicate; lamento haber sido para
que se basa también considerablemente en las ideas de nuestras reu- ellos motivo de diversas frustraciones. Y por último, aunque no sea ni
niones. Poco después de la publicación del presente libro aparecerá de lejos la persona menos importante, citaré a quien ha llevado a
un informe más detallado sobre nuestras conclusiones. cabo el trabajo de edición de cada página de este libro -así como de
A lo largo de este estudio he disfrutado del apoyo y la sabiduría toda mi obra de los últimos diez años y aún más-, mi hija Lara Put-
inesperados de una amplia gama de conocidos, antiguos y nuevos. nam, una editora despiadadamente sincera, intelectualmente exigente
Rafe Sagalyn, mi excepcional agente literario, resultó ser un amigo y y constructiva mente creativa.
Solo en la bolera Cómo se forió este libro

Cientos de estudiosos, investigadores y ciudadanos corrientes me ción, algunos de los cuales he aceptado (aunque bajo mi responsabili-
enviaron cartas de ánimo y reflexiones críticas, demasiados para dad y no bajo la suya). Entre ellos se encuentran Joel Aberbach, Lo-
mostrarles individualmente mi reconocimiento, aunque todos produ- rien Abroms, Robert Axelrod, Benjamin Barber, Daniel Bell, Lisa F.
jeron algún efecro. Tendrá que bastar con un par de ejemplos impre- Berkman, Peter Berkowitz, Derek Bok, Harry Boyte, Xavier de Souza
visibles: el general Bernard Trainor compuso un largo relato sobre la Briggs, Steven Brint, Richard Cavanagh, Mark Chaves, el difunto Ja-
historia de los esfuerzos del Cuerpo de Marines de Estados Unidos mes S. Coleman, Susan B. Crawford, Russell Dalton, Jack Donahue,
para garantizar la solidaridad en las unidades pequeñas, con la vista Michael A. Dover, Lewis Feldstein, Cla udia Goldin, Sid Groeneman,
puesta en las posible lecciones para la vida civil; por su parte, el pro- Vaughn L. Grisham, Jr., Glenn Firebaugh, Robert Frank, Marc Ga-
fesor David Scott de Texas A&M me escribió, como caído del cielo, lanter, Gerald Gamm, Peter Dobkin Hall, David Halpern, Russell
hablándome de su investigación sobre la sociología del bridge, una Hardin, Frederick C. Harris, SCOtt Hemphill, Virginia Hodgkinson,
correspondencia que desembocó finalmente en las líneas iniciales de Bonnie Honig, Howard Husock, Helen Ingram, Kathleen Hall Jamie-
este libro. Lamento profundamente no poder agradecer individual- son, Christopher Jencks, Lawrence F. Katz, Morton Keller, Gary
mente cada una de las aportaciones que me llegaron de forma inespe- King, Robert Keohane, Robert Klitgaard, Steven Knack, Margaret
rada, pues me convencieron, más que cualquier elemento estadístico Levi, Seymour Martin Lipset, Glenn Loury, Robert Luskin, Doug
probatorio, de que los resortes de la renovación cívica norteamerica- McAdam, Eileen McDonagh, Steven Macedo, Jane Mansbridge, Peter
na siguen siendo fuertes. Marsden, John D. McCarthy, David G. Myers, Carl Milofsky, Mart-
En el curso de esta investigación muchos colegas y organizaciones ha Minow, Mark Moore, Katherine Newman, Richard Niemi, Susan
compartieron generosamente conmigo daros de proyectos propios, Olzak, Elinor Ostrom, Virginia Park, David Pinto-Duschinsky, Jane
entre ellos J ulian Ba ym, de Mediamark, Christopher J. Bosso, Steven Piliavin, Fred Pryor, Wendy Rahn, Paul Resnick, Tom Rochon, Nancy
Brint, Frank M. Bryan, Margot Celia, del Food Marketing Institute, Rosenblum, Robert 1. Rotberg, Peter Rowe, Kay Schlozman, Juliet
Anne Costain, Russell Dalton, Ronald Inglehart, Ann Kaplan, del Schor, Dhavan Shah, Dietlind Stolle, Janet Topolsky, Eric Uslaner,
AAFRC Trust for Philanthropy, !chiro Kawachi, Bruce Kennedy, Wi- Sidney Verba, Robert Vos, Mark Warren, Margaret Weir, Barry Well-
lIiam G. Mayer, Peter Nardulli, Lisa Parmalee, del Roper Centre de la man, Edwenna Werner, Grant Williams, Shirley Williams, Thad Wi-
universidad de Connecticut, John P. Robinson, Tbeda Skocpol, Ro- lIiamson,John Wilson, Alan Wolfe, Michael Woolcock, Robert Wuth-
bert Smith, M. Dane Waters y Don Winter y J. Walker Smitb, de Yan- now, Alan Zaslavsky y Alan Zuckerman.
kelovich Partners. Miembros de equipos de docenas de organizacio- Además de estos compañeros de profesión, estudiantes demasiado
nes cívicas no escatimaron su tiempo y pericia, rescataron informes numerosos como para nombrarlos personalmente localizaron defec-
difíciles de hallar y completaron detalles históricos. Debo elogiar en tos en mi argumentación y pruebas, aumentaron mi visión del entor-
particular la destreza, minuciosidad y cortesía de casi una veintena no llamando mi atención sobre ideas inesperadamente pertinentes
de especialistas de la Oficina del Censo, de la de Estadística Laboral, de en disciplinas adyacentes y (sobre todo) corroboraron mi seguridad en
la Biblioteca del Congreso y de otros departamentos del gobierno que que (a pesar de lo que quizá podría concluirse con excesiva facilidad a
respondieron con prontitud y eficacia a las preguntas planteadas por partir de algunos datos aportados en este libro), el ingenio y el idea-
mí y mi equipo de investigación, y cuya pericia y energía desmintie- lismo de las generaciones jóvenes representan un poderoso recurso
ron reiteradamente los estereotipos que corren sobre los funcionarios para la renovación CÍvica.
públicos. Esta investigación resultó ser fundamentalmente más exigente de lo
Agradezco a muchos colegas que, en el curso de este proyecto, me que había imaginado, y una consecuencia sumamente grave fue que
han proporcionado ayuda y consejo con especial detalle y penetra- en repetidas ocasiones no cumplí del todo con mis responsabilidades
Solo en la bolera Cómo se forjó este libro

en otros varios proyectos relacionados con éste. No obstante, mis co- de la democracia en Estados Unidos no habrían llegado a buen térmi-
laboradores en ellos se mostraron muy tolerantes, sin dejar de pro- no sin el extraordinario cometido de mis dos asociados profesionales,
porcionarme su extraordinario estímulo intelectual y su amistad per- Louise Kennedy y Tom Sander, que convirtieron un caos de buenas
sonal. Deseo expresar de manera especial mi profundo aprecio por intenciones en una aventura maravillosa.
Jean-Claude Casanova, Charles Heck y el difunto Seizaburo Sato, co- Cuanto Tom se unió al proyecto, le dije que alguien tendría que le-
laboradores en el proyecto de la Comisión Trilateral sobre Democra- vantarse cada mañana con la preocupación de cómo se podrían movi-
cia en el Mundo Contemporáneo; por Eva Cox, Peter Hall, Takashi lizar las energías cívicas de Estados Unidos, y que no iba a ser yo. Tom,
Inoguchi, Claus Offe, Víctor M. Pérez-Díaz, Bo Rothstein, Dirk profundamente inteligente e impulsado por una enorme conciencia cí-
Rumberg, Theda Skocpol, Volker Then, Jean-Pierre Worms y Robert vica, ha bregado durante cuatro frenéticos años con todos los aspectos
Wuthnow, que me han prestado su colaboración y apoyo en el pro- de este proyecto. Todo lo relativo al Saguaro Seminar -desde su miste-
yecto de la Fundación Científica Bertelsmann sobre la dinámica del rioso nombre hasta su lista de distinguidos participantes, desde sus
capital social en Europa, Estados Unidos y el Extremo Oriente; y por reuniones exhaustivamente planificadas hasta el informe final- es tra-
mi íntima amiga y colega Susan J. Pharr, que asumió la dirección del bajo de Tom. Este libro lleva también las huellas indelebles de su ener-
proyecto sobre Democracia en el Mundo Trilateral, patrocinado por gía y creatividad. Mientras yo dedicaba, por ejemplo, una tarde a cavi-
la fundación Ford. Entretanto, mis compañeros de facultad en el de- lar sobre las tendencias en la práctica de la abogacía, él trabajaba día y
partamento de gobierno de la Universidad de Harvard y en la Ken- noche para descubrir cifras, catalogar interpretaciones y evaluar dis-
nedy School of Government estimularon y enriquecieron mi investi- crepancias. Sin que nadie se lo pidiera, se labró una función de censor
gación, a menudo de manera inconsciente, al sobrellevar con generosa del proyecto, inspeccionando cada una de las generalizaciones para
colegialidad las cargas de las que yo me desprendí mientras estuve in- ver si yo había eludido la verdad. Es un colega maravilloso.
merso en este proyecto aparentemente interminable. Durante cinco extraordinarios años, Louise, una sólida roca de es-
El proyecto fue acogido sucesivamente por el Weatherford Center table sentido común, exquisito tacto y lealtad fabulosa, se hizo cargo
for International Affairs, presidido por Jorge 1. Domínguez, y por el de mi vida profesional. Enmascarada casi siempre tras el título de ino-
Taubman Center for Sta te and Local Government, presidido por centes resonancias de «asistente ejecutiva», ha organizado una veinte-
Alan Altshuler. He disfrutado de la amistad personal de Jorge y Alan na de conferencias y talleres, ha supervisado a medio centenar de ayu-
durante más de dos décadas, y ninguno de los dos ha escatimado su dantes de investigación, ha llevado la contabilidad de un presupuesto
apoyo a esta investigación. También doy al gracias a los decanos Je- multimillonario en dólares, ha diseñado y ejecutado estrategias para
remy R. Knowles y Joseph S. Nye por su estímulo tanto intelectual los medios de comunicación, ha calmado ánimos exaltados, ha miti-
como organizativo. gado mi entusiasmo y mi desesperación, ha planeado y replanteado
En el curso de la investigación me he aprovechado, casi más de cientos de viajes, ha formulado estrategias sobre el cambio social, me
cuanto pueda creerse, del duro trabajo y pericia de colegas han im- ha recordado las buenas formas y (de paso) ha dirigido el trabajo del
pulsado el proyecto, entre ellos Cindy Adams, Lisa Adams, Annette Saguaro Seminar sobre cultura y artes, y diseñado nuestra página
Mann Bourne, Jeffrey Boutwell, Alicia Carrasquillo, Zoe Clarkwest, web. Su juicio sobre todo tipo de asuntos, grandes y pequeños, es im-
Anne Emerson, Kate Fitzpatrick, Sarah Hagan, Roger Labrie, Steve pecable. Y lo más importante de todo, ella, al igual que Tom, nunca
Minicucci, Marisa Murtagh, Erin Quinn, Julissa Reynoso, Karen Ro- ha titubeado en su convicción de que estábamos realizando una mi-
gers, Barbara Salisbury, Corinne Schelling y Katie Tenney. sión valiosa.
A pesar de todas las ayudas que he enumerado con placer, este libro No todos los autores son tan afortunados como yo en contar con
y los esfuerzos relacionados con él para contribuir a un renacimiento una familia que me ha dado afecto' y apoyo. Christin Campbell, Ma-
Solo en la holera

rio Pérez y ]onathan y Lara Pt'-:-r!c1m me han tomaJí) el pelo ,-();, -I~
t'~ en fJ'ante sobrF ;_'1 nemr'-, "ta;-;,' 'l:.randc, ] ';::!~,;".:r) (;:
r-,'" 1 '--lue todos mis conocido:,~,:, mientras me brindaban a la vez innu-
merables intuiciones y palabras de ánimo. Mi madre Ruth Putnam y
mis difuntos padres políticos, Louis y Zelda Werner, aceptaron gra-
ciosamente mis ausencias al tiempo que me servían de ejemplos ex-
traordinarios de la «larga generación cívica}). Mi esposa, Rosemary,
hizo posible de incontables maneras mi adicción a este proyecto. Como
bibliotecaria, se valió de su experiencia profesional para catalogar las
decenas de miles de documentos, manuscritos, informes y recortes de
prensa que iba acumulando el proyecto. Al mismo tiempo, Rosemary
soportó -casi siempre con buen ánimo- el hecho de que pasara la
mayor parte de los cinco últimos años en nuestra casa de Frost Pond
(New Hampshire) trabajando en el proyecto, mientras ella iba y ve-
nía todas las semanas. Cuando las cosas se ponían difíciles, ella me le-
vantaba el ánimo; y cuando mi ego remontaba, me recordaba que lla-
mara a mi madre. Todo el mundo necesita un amigo del alma; yo
tengo la dicha de estar casado con el mío.
773

¡ndice onomástico

Adams, Heney, 503 Boorstin, Daniel, 225


Addams,jane, 504, 532-533 Boschma, Andy, 28
AlIen, Woody, 74 B0550, Chrisropher, 208,
Anderson, Elijah, 421-423 210,212
Anderson, Sherwood, 22 Bourdieu, Pierre, 15
Andrews, Kenneth, 202. Bowden, Sue, 321.322
Argyle, Michael, 321 Boyee, Paul, 515
Aristóteles, 149, 547 Boyte, Harry, 553
Armoue, Philip, 498 Brace, Charles Loring, 503
Arrow, Kenneth, 389 Brady, Henry, 39
Brehm, john, 3' 8
Bagehot, Walter, 476, 484 Brokaw, Tom, 387
BaiJey, Geirge, 387 Brown, John Seeley, 229,
Barlow, John Perry, 228 23 2 ,235
Barrows, Robert, 505, 513 Browning, Robert, 197
Barron, Clara, 360 Bryk, Anthony S., 408-409
Baurngartner, M. p" 282 Burt, Ronald S., r6, 432
Beeeher, Heney Ward, 529, 561
Beito, David, 525-526 Cappelli, Peter, 112-113
Bell, Alexander Graham, 221 Carnegie, Andrew, 152,
Sell, Daniel, 12. 498, 506
Bender, Eugene 1.,199 Carson, Rachel, 12
Berkman, Liza, 442.- Cashman, Sean Dennis, 498,
Berla, Nancy, 408 5°1,5°3
Berra, Yogi, 17 Castells, Manuel, 233
Berrien, Jenny, 428 Charles, jeffrey A., SI 5
Berthoff, Rowland, 527 Christie, Agatha, 247
Birkerts, Sven, 329 Clinton, Bill, 34, 342
Blackman, Toni, 558 Cochran, Thomas, 531
Bonchek,Mark,23 1 Cohen, Cathy J., 464
774 Solo en la bolera Indice onomástico 775

Coleman, James S., 16,407'409 Duke, James B., 498 Goffman, Erving, 234 Iyengar, Shanto, 325
Coleman, Jeff, 19 Dunne, Finley Peter, 502 Goldsmith, Stephen, 560
Colson, Charles, 98 Durkheim, Émile, 441, 514 Goodman, Benny, 533 Jackson, Kenneth T., 2.83
Comer, James, 409 Grable, Betty, 362. Jackson, Robert, 2.46
Comstock, George, 3 J 7 Eastwood, Clint, 22 Granovetter, Mark, 20,43°-431 Jacobs, Jane, 15,414
Cooley, Charles Horron, 513 Eccles, Robert G., 234-235 Greene, Thomas, 2.1 james, William, 502, 547
Cortés, Ernesto, 553 Elazar, Daniel, 396, 469 Groves, W. Byron, 422. Janowitz, Morris, 246
Croly, Herbert, 509, 517 Eliot, T. S., 291 Gutmann, Amy, 457, 484 Jefferson, Thomas, 454
Crosby, Bing, 362 Ellis, Susan, 360 johnson, Tom, 537
Crow, Jim, 35, 507 Emerson, Ralph Waldo, 22 Hamilton, Diana, 109
Csikszentmihalyi, Mihaly, Ethington, Philip, 541 Hamilton, James T., 466 Katz, Alfred H., 199
320~321 Hammond, Phillip, 80, 93 Kelley, Florell('L', 5,; ,J. 537
Falwell, Jerry, 214 Hanifan, L.]., 15-16,18, Kelly, Walt, 470
Danielsen, Karen, 283 Finke, Roger, 97 534,53 8 Kennedy, John E, 11,34,1°3,
Dante Alighieri, 196-197 Fiorina, Morris, 462 Hansen, Karen V,) 123 326,342,345, )66-3 6 7
Darley, John M., 12.0 Fischer, Cla ude S., 16, 123, Harding, Warren, 529 Kennedy, John E, Jr., 327
Davis, James C., 482- 223- 22 4,24 6 Harnett, SlIsan, 428 King, Martin Lurher, Jr., 345
Dawson, Michael c., 464 Fiseher, David Hackett, 22 Harriman, E. H., 498 Kirsehner, Don, 505
Debs, Eugene, 529 Follett, Mary Parker, 509-5 ro Hart, Roderick, 324 Kissell, Tom, 9
Delli Carpini, Michael, 345-346 Foulke, William Dudley, 541 Harwood, W. S., 525 Kolloek, Peter, 230
Derrouzos, Michael L., 229. Fountain,jane, 439 Heekseher, Charles, 113 KlIbey, Robert, 320-321
233,24 0 Frank, Robert, 17 Held, Virginia, 12 Kunstler, James Howard, 300
Dewey, John, 151,455.5°9-510, Friedan, Betty, r2, 545 Henderson, Anne, 408
537,547 Fukuyama, Francis, 439 Heying, Charles, 381 Lambert, John, 28
Diana, Princesa de Gales, 32.7 Higginbotham, Evelyn, 530 Lane, Robert E., I I
Dietrich, Marlene, 362 Gable, Clark, 365 Hiltz, Starr Roxanne, 228 Lang, Robert, 2.82-283
Dilbeck, Pat, 10 Galanter, Mare, 193 Hill, James J., 498 Latané, Bibb, 120
DiMaggio,Joe,3 6 5 Gamberra, Diego, 177 Hitler, Adolf, 348 Lee, Barrett A., 138
Dimaggio, Paul, 433 Gans, Herberr, 281 Hobbes, Thomas, 230 Lehrer, Jim, 472
Diner, Steven, 501, 505 Garreau, Joel, 2.83 Hochschild, Arlie Russell, 109-110 Lerman, Liz, 558
Disraeli, Benjamín, 514 Gates, Bill, 226 Holifield, E. Brooks, 80, 529 Levine, Peter, 533
Doheny-Farina, Stephen, 2.37 George, Henry, 279 Hoover, Herbert, 533 Lewis, Sinclair, 474, 484
Dole, Bob, 34 Gerbner, George, 32.8 Hoover, J. Edgar, 533 Light, Paul, 345
Dorr, Rheta Childe, 536 Gifford, Walter Sherman, 533 Horowitz, Ruth, 424 Lincoln, C. Erie, 85
Duany, Andres, 282 Gilson, R.]., 193 House,]ames, 441 Lindert, Peter, 499
Du Bois, W. E. B., 528, 533 Godbey, Geoffrey, 254-255, Hume, David, 175-176 Lingeman, Richard, 361, 363
Duguid, Paul, 229. 232, 235 29 8 - 2 99, 3 2 4 Huttenlocher, Dan, 240 Link, Arthur, 538
Solo en la Imiera [ndice onomástico 777

Lippmann, Waltcr, 5 r 2,544 Mnookin, Robert, 193 Rahn, Wendy, 178, 318, 367 Shakur, Sanyika, 424
Locke, John, 2}0 Moon, Sun Myung, 92 Rauch,jonathan, 46o Shaler, Nathaniel, 507
Louch, Hugh, 433 Morgan, John Pierpont, Raudenbush, Stephen, 422 Siebel, j ulie, 364
Loury, Glenn, 15 498, 506 Reagan, Ronald, 104, 205 Simmel, Georg, 38o, 514
Lowi, Theodore, 459 Morgenthau, Henry, 362 Reed, Ralph, 214 Simpson, David, 559
Mumford, Lewis, 282 Resnick, Paul, 238, 557 Simpson, O.j., 327
Madison, James, 456,460 Muraskin, William, 457 Revere, Paul, 23 Sinclair, Upton, 512, 533
Maine, Henry, 514 Myerson, Alix, ro Rheingold, Howard, 228, 230 Skerry, Peter, 465
Marsden, George, 9R Myrdal, Gunnar, 489 Riis,jacob, 503-504, 511 Skocpol, Theda, 360, 465,
Marshall, Alfred, 438 Robert, Henry Martyn, 5 I 8 5 20 ,537
Martin, William McChesney, 365 Nerón, 476 Robertson, Pat, 214 Skogan, Wesley, 428
Marx, Karl, 380 Nie, Norman, 289 Robinson,john, 76, 254-255, Smith, Christian, 215
Mayer, Margit, 203 Nixon, Richard M., 34, 342 29 8 - 2 99,3 2 4 Smith, David Horton, 59
Mayer, Martin, 224 Nohria, Nitin, 234-235 Rockefeller,john Davison, 498,5°6 Smith, jefferson, 387
McAdam, Doug, 13, 202 Norris, Pippa, 232 Rogerson, Richard, 254 Smith, Marc, 230
McBride, AlIan, 325 Noyes, Katherine, 36o Ronsvalle, john, 162 Smith, Tom, 71
McCarthy, john, 203, 210-211 Ronsvalle, Sylvia, 162 Souza Briggs, Xavier de, 18, 20
McCormick, Cyrus, 498 Offer, Avner, 321-322 Roof, Wade Clark, 92, 97 Spaur, Charles B., 499
McCormick, Richard, 507, 517, Oldenburg, Ray, 132 Roosevelt, Eleanor, 364, 533 Spielberg, Steven, 371
533,535,53 8 Oliver, Eric, 282 Roosevelt, Franklin Delano, 365, 533 Stack, Carol, 426-427
McDonagh, Eileen, 490 Olmsted, Frederick Law, 534 Roosevelt, Theodore, 508, 530 Stark, Rodney, 97
McGrattan, Ellen, 254 Ostrom, Elinor, 389 Rosenblum, Nancy, 461 Steffens, Lincoln, 503, 505, 511
McKinney, William, 92 Rousseau,]ean-jacques, 547 Stevenson, David, 355
McKnight,john, 553 Paik, Haejung, 317 Runyan, Desmond K., 402 Stewart, jimmy, 387
McLean, George, 436-437 Painter, NelJ Irvin, 506, 511, 541 Russell, Cheryl, 347 Strangelove, Michael, 228
McMullen, Craig, 81 Park, Robert, 510 Strong, josiah, 504
McVeigh, Timothy, 19 Peabody, Elizabeth Palmer, 534 Sampson, Robert J., 413-414, Sullivan, Louis, 503
McWilliams, Wilson Carey, 508 Perot, Ross, 34,49,461 4 20 ,4 22 Sullivan, Mark, 497
Mehrabian, Albert, 233 Pestillo, Peter, 104 Schattschneider, E. E., 460 Summers, Mark Wahlgren, 499
Meyer, David, 220 Plater-Zyberk, Elizabeth, 282 Schlicht, Ekkehart, 16 Sumner, William Graham, 359
Meyersohn, Rolf, JI 8 Polenberg, Richard, 365-366 Schlozman, Kay, 39 Swain, Carroll, 9
Meyrowitz,joshua, 324-325 Pool, [thiel de Sola, 223, 343 Schneider, Barbara, 355 Swift, Gustavus, 498
Michels, Robert, 2 I 2 Pope, Alexander, 121 Schudson, Michael, 456, 465, Swope, Gerard, 533
Mili, john Stuart, 455 Porter, Glenn, 498 47 6 ,479
Miller, Arthur, 479 Powell, Walter, 439 Seeger, Pete, 544 Taft, Robert, 533
Miller, William, 5 JI Seligman, Martin, 351, 355, 453 Tarbell, [da, sr 1, 53 6
Minkoff, Debra, 204 Quandt, jean, sra, 513-sr4 Shaiko, Ronald, 21 I Tarkington, Booth, 512-513
S% en /a holera
------ - - --------------- - - -779
-
Tarrow, Sidney, 220 Wallace, George, 214
Taylor, Michael, 175 Warner, L1oyd, 365
Thoreau, Henry David, 22, Warner, Stephen, 93
474,4 84 Wellman, Barry, 23, 227, 239
Tiberio, 476 Wesrbrook, Robert, 455 índice general
Tieford, Jon, 505 White, William Allen, 5°8-509, 5'3
Tilly, Charles, 340 Whitman, Walt, 22
Tocqueville, Alexis de, 22, 57, 65, Whittlesey, Roger, 10 Parte 1
80,99, 1°5,153,159,17 6 ,29 2 , Whyte, William, 280-281 Introducción
395,454-457,4 6 5,4 6 7,497 Wild, Osear, 454
Tbnnies, Ferdinand, 514 Wilson, William Julius, 420, 433 Capítulo 1: Reflexiones sobre el cambio social en Estados Unidos. 9
Toole, Jererny, 109 Wilson, Woodrow, 508, 515
Transue, John, 178 Willard, Frances, 526-527
Turoff, Murray, 228 Williams, Jody, 231 Parte Il

Twain, Mark, 279 Williams, Tannis MacBeth, 316 Tendencias en el compromiso cívico
Tweed, Boss, 505 Williamson, Jeffrey, 499 yen el capital social
Tyler, Elizabeth, '09 Williamson, Oliver, 389
Winship, Christopher, 428 Capítulo 2: Participación política .. . 33
Uzzi. Brian, 433 Wolfe, Alan, 109, 117, 476 Capítulo 3: Participación cívica ... . 57
Wolfe, Tom, 17 Capítulo 4: Participación religiosa .. 80
Capítulo s: Vínculos en el lugar de trabajo .. . 101
Vanderbilt, Cornelius, 498 Wuthnow, Robert, 97, 99,
Capítulo 6: Vínculos sociales informales .... . 120
Verba, Sidney, 39,46,256,289 19S-196, 198, 200, 21S
Capítulo 7: Altruismo, voluntariado y filantropía .. '5 '
Capítulo 8: Reciprocidad, honradez y confianza . . . . . . . . . 175
Wahlgren, Mark, 5 J 2 Zald, Mayer, 211 Capítulo 9: ¿Contra la corriente? Grupos pequeños, movimientos
Wald, Kenneth, 8 J Zisk, Betty, 218 sociales y la red . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . 195

Parte III
¿Por qué?

Capítulo 10: Introducción. . . . . . . . . . . . 245


Capítulo 11: Presiones de tiempo y dinero. . 253
Capítulo 12: Movilidad y dispersión urbana 274
Capítulo 13: Tecnología y medios de comunicación. 290
Capítulo 14: De generación en generación .... . . 33 1
Capítulo 15: ¿Quién fue el asesino del compromiso cívico? Resumen .. 373
Solu P¡~ [a bolera
- - - - - - - - - ---

Parte IV
Bien, ¿y qué?

Capítulo 16: Introducción. , . . . . . . . . . . . )87


Capítulo 17: Educación y bienestar infantil. )9 8
Capítulo 18: Barrios seguros y productivos. 4 1)
Capítulo 19: Prosperidad económica ... 4)0
Capítulo 20: Salud y felicidad .... 44 1
Capítulo 2J: Democracia 454
Capítulo 22: El lado oscuro del capital social. 474

Parte v
¿Qué hacer?

Capítulo 23: Lecciones de historia: la edad dorada y la era progresista. 495


Capítulo 24: Un programa para capitalistas sociales. . . . . . . . . .. 544

Apéndice 1: Cuantificación de! cambio social. . . . . . . . . . . . . 563


Apéndice 11: Fucnrcs para las figuras y las tablas. . . . . . . . . . . 589
Apéndice 111: Auge y caída ue las asociaciones cívicas y profesionales 613
Notas . , . . . . . . 62.3
Cómo se forjó este libro. 757
índice onomástico. 773
Título de la edición original:
Bowling alane: The Collapse and Revival
of America Community
Edición al cuidado de Noemí Subregués
Diseño: Adrián Puig
Producción: Grupo Editorial Plaza & Janés
© Roben D. Pumam, 2.002.
e José Luis Gil Aristu por la traducción, 2.002.
\O Nueva Galaxia Gutenberg, S.A., 2.002
10 Círculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal), 1002.
Fotocomposición: Víctor Igual, s.!.
Impresión y encuadernación:
A & M Grafic, S. 1. Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona)
NUEVA GALAXIA GUTENBERG, S.A.
Passeig de Picasso, 16, 08003 Barcelona
www.galaxiagutenberg.com
CiRCULO DE LECTORES, S.A.
Travessera de Gracia, 4 7·49,08011 Barcelona
www.circulolectores.com
1357 100 68641
Depósito legal: B-1414 1-1001
ISBN Galaxia Gutenberg; 84-8109-383-1
ISBN Círculo de Lectores: 84-116-9573-1
N.O 34033
Impreso en España.

Das könnte Ihnen auch gefallen