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Lo que ni uno ni otro aprenden de forma más o menos organizada o reglada, pero si de una
manera natural, sobre la base de su propio desarrollo personal, es la capacidad de relacionarse y
comunicarse con las personas para poner en práctica su actividad profesional. Estas, llamémoslas
así, habilidades de comunicación, no se han tenido en cuenta hasta hace muy poco tiempo en la
planificación de los planes de estudio de los profesionales, pues se consideraba que esta
capacidad no se podía aprender, sino que suponía una cualidad que la persona poseía o no. Se
consideraba que las habilidades de comunicación tenían mucho más que ver con un arte que con
una ciencia, de forma que unas personas de manera «natural» contaban con la presencia de éstas
habilidades, mientras que otros, menos afortunados, no las disfrutaban de la misma forma y era
prácticamente imposible llegar a alcanzarlas, teniendo que conformarse sin su presencia. De
hecho, en las revisiones bibliográficas sobre el tema, muchas veces encontramos títulos que
relacionan arte y técnica, dando un mayor peso a uno u otro concepto según el planteamiento
teórico, e incluso en algunos, sólo se hace referencia a la comunicación como un «arte».
Hoy por hoy sabemos con certeza que la comunicación se puede aprender, pero que ese
aprendizaje está estrechamente relacionado con las características de la persona que aprende y,
por tanto, sobre la base de una serie de rasgos de personalidad. El estar presente estos rasgos en
mayor o menor grado en las diferentes personas, supondrá que el aprendizaje resulte más o
menos complicado, pero en ningún caso imposible. Todos tenemos la posibilidad de aprender o
mejorar nuestras habilidades de comunicación si seguimos la metodología adecuada.
Lo que se denomina «manera de ser» o «forma de ser» supone un factor muy importante de
cada persona a la hora de establecer relaciones del tipo que sea con los demás. Una persona
introvertida o tímida, tiene seguramente más dificultades a la hora de relacionarse con los demás
que otra cuya personalidad sea más abierta, más segura de sí misma o más extrovertida. De
cualquier modo, aunque esto facilite o dificulte el aprendizaje de éstas habilidades, existen
numerosos tímidos que han llegado a ser, con el entrenamiento y la técnica adecuada, unos
excelentes comunicadores.
Hay al menos dos elementos que contribuyen de forma importante a que nuestra
comunicación sea eficaz a la hora de llegar adecuadamente a nuestro interlocutor. Por un lado, es
importante que la persona posea una buena autoestima, esto es, que se quiera, que se valore y
que se acepte, pese a la presencia segura de limitaciones y defectos, como todo el mundo. Por
otra parte, que la persona «crea» intensamente aquello que quiere comunicar.
Más relacionado con nuestra personalidad o esa «forma o manera de ser» a la que hicimos
previamente referencia, en la capacidad de comunicación influyen dos factores que tienen que ver
con la inteligencia que pueden facilitar o dificultar la presencia de esa habilidad: la inteligencia
interpersonal y la inteligencia verbal. De forma independiente a la inteligencia en general, estos
dos factores nos facilitarán la capacidad de relacionarnos adecuadamente con los demás, en
cualquier contexto y dotándonos de una expresión correcta, fluida y adecuada.
Este intercambio de mensajes se realizará si se utilizan códigos similares por ambas partes, y
se hará mediante la utilización de un canal, que en el caso de la comunicación interpersonal es el
oral-auditivo, que actúa de soporte en la transmisión de la información. Además, para que este
mensaje sea eficaz ha de promover la reflexión y el diálogo interior y exterior. También hay que
tener en cuenta que para que la información sea eficaz y recordada, debe ser dada repetidamente
y a través del mayor número de fuentes posibles.
Como hemos dicho, el emisor es la persona que pretende comunicar algo al receptor. Las
características propias de esa persona van a condicionar la forma de establecer la comunicación.
Sus peculiaridades culturales, el sistema social en el que se encuentra, su nivel de instrucción y sus
actitudes en general, influirán de manera decisiva en su forma de comunicarse. Si el emisor,
pretende ejercer alguna influencia en el receptor deberá poseer dos cualidades complementarias:
resultarle atractivo y digno de crédito.
En cuanto a la atracción, se ha observado que la mera apariencia física es influyente; una cara
agradable, un aspecto afable, un tono de voz amable, capta mejor la atención del interlocutor. Y
ser digno de crédito alude a la cualidad de ser creíble como persona y como profesional ante los
demás. Si una persona pierde la credibilidad en el plano profesional inspira desconfianza y no se le
valoran sus mensajes.
El receptor, es la persona que recibe el mensaje, para lo cual es preciso que posea capacidad
de escucha y atención. Al igual que ocurría en el emisor, la recepción del mensaje también
depende de las características psicosociales del individuo receptor, que dependen de su
personalidad, su ámbito sociocultural, su nivel de instrucción y sus habilidades de comunicación.
El código es el conjunto de claves, imágenes, lenguaje, normas, etc., que sirven para trasmitir
la información o las ideas que constituye el mensaje.
Otros elementos importantes de la comunicación son el contexto, los ruidos y los filtros. La
comunicación se puede facilitar o entorpecer dependiendo del lugar donde se desarrolle.
Los ruidos son todas las alteraciones de origen físico que se producen durante la transmisión
del mensaje y, pesé a su nombre, no tienen por qué tener necesariamente relación con el sonido,
aunque es lo más habitual.
Los filtros hacen referencia a las barreras mentales, que surgen de los valores, experiencias,
conocimientos, expectativas, prejuicios, etc., de emisor y receptor. Son muy importantes pues
actúan incluso antes de que se produzca el encuentro entre emisor y receptor.
En este apartado se han expuesto de forma resumida los diferentes elementos que
intervienen en la comunicación, a continuación, se expone cómo se produce este proceso de
comunicación.