postura eclesial. Revista de Cultura Teológica, 91: 5-30. Juan Gabriel ARRIETA ZAMBRANO, O.Carm. Juan Camilo RADA PARDO, O.Carm. El debate sobre la teología práctica y la teología pastoral se ha venido desarrollando a lo largo de la historia, muchas veces, sin distinción alguna entre sí. El eje común que compartes ambas versa en la centralidad de la acción en su quehacer teológico, sin embargo, se diferencian en el aspecto metódico: la teología pastoral actúa en perspectiva ad intra, contrario a la teología práctica con una perspectiva ad extra. La historicidad y el existencialismo que enmarcan la fe cristiana permiten que ambas condiciones sean consideradas al mismo nivel. La teología busca en primer lugar las investigaciones históricas de modo que elaboración desemboque en la articulación entre la acción de la fe en el contexto y los modos como esta se presenta en la historia. A lo largo del tiempo, la práctica ha estado presente en la reflexión teológica. Desde las primeras comunidades cristianas se puede afirmar que la práctica es una importante en la vida de las comunidades. El sentido de práctica y teoría es abordado a partir de la institucionalización y expansión de la Iglesia, particularmente cuando se inicia el contacto con las otras culturas del Oriente Medio y Europa, al mismo tiempo en que va volviéndose doctrina hacia el siglo III. Cabe recordar que los padres de la Iglesia, además de ser teólogos cristianos, son pastores eclesiales, de modo que el equilibrio entre teoría y práctica está inserto en el plano pastoral. Por su parte, el medioevo piensa la teología y la pastoral estrechamente ligada a las universidades. Al principio la teología es enseñada en los monasterios en sentido de recoger el conocimiento heredado por los padres. Ahora, surge discontinuidad en el sentido en que la teología se entiende ahora como ciencia especulativa cuya reflexión se centra en las obras divinas y se relega la pastoral al ámbito ético tomista. En este orden, la modernidad hizo que el teólogo se difuminara entre la filosofía, de modo que las universidades católicas se dedican a mantenerse firme ante los peligros contra la fe, protegiendo primordialmente la mística, la piedad y la ortodoxia. Bajo esta premisa llegan los siglos XIX y XX, y especialmente con la influencia de Kant que intenta delimitar a la religión dentro de la razón, se emprende una renovación de la teología. De manera especial Schleiermacher asimila el origen de la teología a la teología filosófica pero que se desarrolla en la teología histórica y resulta en teología práctica. Finalmente el siglo XX acercó a la teología las ciencias humanas y la separación entre doctrina y práctica, poniendo en la mesa de la reflexión la necesidad de crear una teología práctica con su propio estatuto epistemológico. Con el Vaticano II, en el contexto francés nace la preocupación por el cambio en relación la pastoral, en relación con las nuevas corrientes teológicas como la Nouvelle Theologie. Marcaron el concilio especialmente por la eclesiología y la relación con el mundo de la teología alemana; la Pastoral Care de los americanos y el análisis de la acción y la interdisciplinariedad de los franceses. Esta última quizá la más relevante porque parte del hecho de que la teología pastoral recibe los principios de la dogmática y su tarea es verificar la cualidad de esos principios. Posteriormente aparece el recurso a la sociología y psicología para resultar, en último lugar, en el sentido crítico con el que se define la teología práctica, para el análisis de la actividad de la Iglesia en sentido crítico, hermenéutico y propositivo. En este sentido, la teología práctica apunta primeramente a reclamar su estatuto científico porque las cuestiones prácticas que interpelan a la teología le exigen una respuesta teológica. Con todo, no se trata de aplicar los datos de una religión sobre una práctica o de la aplicación de las ciencias sobre una práctica religiosa. Tampoco prima la suspensión de todo acto religioso, sino que las cuestiones cruciales de orden dogmático o moral son abordadas incluso desde la experiencia vivida que aparentemente parecería distanciarse de la teología. Asimismo, el interés de la teología práctica no es exactamente ser superior a la teología pastoral, así como tampoco es criticar al mundo, sino permitir una nueva hermenéutica que posibilites la profunda comprensión de toda la experiencia humana que pide respuestas, en el marco de unos actores eclesiales que asuman el proceso libremente pero por la responsabilidades de la colaboración en el misterio de Dios.