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El 19 de abril de 1616, ya enfermo de hidropesía y a escasos tres días antes de morir, Miguel de

Cervantes redacta la dedicatoria de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, dirigida a Pedro


Fernández de Castro, conde de Lemos:
“Puesto ya el pie en el estribo,
con las ansias de la muerte,
gran señor, esta te escribo…”
Su último gran trabajo ve la luz en enero de 1617, cuando el autor ya ha muerto, gracias a la
aprobación del maestro Josef de Valdivielso. El libro se publicó, casi simultáneamente, en Madrid,
Barcelona, Valencia y Pamplona, y en el extranjero (ediciones en Lisboa y Paris).
Corresponde al género conocido como novela bizantina de raíz helenística. Narra la complicada
relación amorosa de Periandro y Auristela (Persiles y Sigismunda), una historia de aventuras a la
manera de la novela griega pero con matices adaptados a la visión de una España católica. Como ya
señala Cervantes en sus Novelas ejemplares, mencionando el Persiles, estaba escribiendo un“libro
que se atreve a competir con Heliodoro…”.
Cervantes escoge como protagonistas a dos príncipes de origen nórdico: Persiles y Sigismunda. Esta
pareja de enamorados decide peregrinar a Roma para contraer matrimonio. Para lograr su objetivo,
han de cambiar su identidad, como en toda buena novela de este género, y se hacen pasar por
hermanos, cambiando sus nombres por Periandro y Auristela. Durante su huida a Italia deben
superar obstáculos que ratifican y afianzan su amor, y refuerzan la imagen del héroe literario
universal: un personaje que para obtener su recompensa siempre debe luchar por su destino.

El carácter utópico de Persiles y Sigismunda radica precisamente en su


carácter positivo, constructivo, moralista, “ejemplar,” a pesar de su contorno
barroco, desengañado, cínico, negativo. Persiles sabe utilizar las fuerzas
constructivas del primer barroco español, tanto religiosas como literarias, para
no negar simplemente, sino trascender las limitaciones de las utopías
renacentistas. Si el mundo del Quijoteestaba lleno de malos encantadores
empeñados en hacer pasar por realidad lo que no era sino engaño, en el mundo
del Persiles se descubre una realidad tras los espejos deformadores hechos
añicos por el Caballero de la Triste Figura, quien, lamentablemente, no vivió
para verla. Esa realidad que trasciende todos los engaños, incluso la misma
ilusión de “lugar,” nos es brindada, sólo tras las batallas angustiosas
del Quijote, por el armado católico, humanista y novelista, no necesariamente
en este orden.
Por última vez, de decisiva importancia que Cervantes pudo ver cuando se
refirió al Persiles como “el mejor libro o el más malo” de los escritos, se
darán la mano en la pluma del escritor la ética y la estética. Si para el
contenido se va a agarrar del centro inamovible de la divinidad, para la forma
va a tener un escrupuloso cuidado en buscar a Heliodoro o la perfección: en
buscar al Filósofo. Si en dispositiola utopía de Cervantes es una novela, una
narración que deviene, que no “es” (la narración de Periandro se va haciendo
perfecta gracias a la retroalimentación dialéctica que recibe de quienes
escuchan), en lainventio el viaje de Periandro y Auristela es un progresivo
desengaño de lugares utópicos posibles. No es el suyo un viaje a través de
islas cada vez más civilizadas, sino a través de formas utópicas de vida cada
vez más perfectas, es decir, por nombrar sólo algunos ejemplos, la utopía del
hombre primigenio (isla bárbara), la utopía del estado feliz y racional (la
armonía reconstruida gracias a la mente: la isla sin nombre del rey Policarpo),
la utopía de la vida retirada (tras haber fallado la razón constructiva de
mundos ideales: isla de los eremitas), la utopía del estado omnipotente y
perfecto (“un monarca, un imperio y una espada”: España), etc. Desde el
borde del mundo hasta el centro, Cervantes ha hecho un corte transversal del
universo y ha ido colocando a sus personajes a lo largo de ese radio en
diversos puntos, sin detenerlos en ninguno, excepto por la muerte, que en cada
nueva isla parece reclamar sus derechos a una nueva víctima. Van
incorporándose personajes a la peregrinación desde cada uno de esos lugares,
y otros van quedándose rezagados en ellos, cada cual al cobijo de su utopía
particular. Cervantes niega la posibilidad de la utopía como lugar concreto,
como paraíso en la tierra, y admite, simultáneamente,

En elPersiles se producen situaciones basadas en la habitual pareja de amantes a quienes el destino


somete a las más inesperadas aventuras y adversidades, que culminan con la definitiva unión de los
enamorados.

Esta situación es modernizada por Cervantes, el cual confiere a la pareja todas las virtudes poéticas
y cristianas posibles, sustituyendo el luminoso y vital mundo mediterráneo por el tétrico
septentrión. Persiles, es príncipe de Thule, y Sigismunda, es hija del rey de Frislandia. Se hacen
pasar por hermanos bajo los nombres falsos de Periandro y Auristela, y comienzan un peregrinar
desde las extremas regiones septentrionales hasta la ciudad de Roma, pasando por Portugal,
Francia e Italia, para conseguir del Papa la legitimación de su amor, que atraviesa con castidad y
pureza las más complicadas y terribles pruebas.

El plan de la novela es complicado, pues se basa fundamentalmente en una línea narrativa que se
interrumpe frecuentemente, lo que permite al autor sugerir la intervención de un hado ciego bajo
cuya influencia se sitúan los protagonistas y demás personajes secundarios que por azar se
encuentran en el camino. En las dos primeras partes, los personajes se encuentran en unas
situaciones de absoluta fantasía viviendo naufragios, raptos, separaciones, sueños, y muchas otras
historias que enriquecen la trama.

En los dos últimos libros, Cervantes buscará como escenario para las aventuras de los enamorados
mayor variedad e historicidad, variando en plazas y ciudades de su mundo contemporáneo, aunque
sin dejar de mantener la sorpresa y la intriga. Así, logra también reflejar su verdadera naturaleza de
autor fino y humorístico que observa detenidamente la realidad humana.

El final de la novela no queda demasiado definido, dándose una conclusión trágica motivada por la
muerte de Periandro, y un final sorprendentemente feliz en el último capítulo. Esta indefinición no
supone, de todos modos, perturbación alguna, porque no se trata de buscar una coherencia lógica
interna de los personajes de la novela, sino precisamente un sugestivo y motivador esquema de
sombras fugaces e impersonales que actúan en un mundo idealizado y que se evoca con artificios
que nos trasladan a una extraordinaria musicalidad

Como contrapunto negativo encontramos por ejemplo las terribles consecuencias de la lascivia y de
la lujuria. Hay una doble vertiente que alterna el amor y los celos. La locura también será peligrosa
consecuencia del amor descontrolado, que ante la magnifica consecuencia de la muerte, servirá
como objetivo de la ironía de Cervantes, que criticara los exagerados suspiros y desavenencias del
amor desdichado. Los desmayos que padecen los personajes serán perfectamente diferenciados por
el autor en cuanto a sus causas físicas o psíquicas
Próximo a su muerte Cervantes se encarga de elaborar este magnifico relato sobre uno de los
tópicos mas universal de todas las épocas, el de la enfermedad del amor.

Este último, surge desde el principio como un conflicto y una búsqueda en continuación con la
tradición de la novela bizantina. Los protagonistas han de sufrir hasta conseguir su unión final.

Los celos serán representados como una enfermedad, ocasionada por la aparición de un tercer
personaje que altera una relación estable. El síntoma es generalmente el mismo y en ocasiones será
revelado por el narrador. Su sentido aristotélico vendrá dado por la concepción del alma como
principio vivificador del cuerpo, declarando sus dolencias como inseparables de las físicas. Así se
continua la tradición de la psicología naturalista, no siendo El Persiles una mera imitación, sino un
enriquecimiento favorecido por las nuevas teorías medicas de la época.

Conforme avanza la obra se confirman las enfermedades de amor y de celos, jugando un papel
importante la aparición de la típica historia de enamoramiento entre el anciano y la joven. Aquí el
problema avanza en cuanto que se trata también el problema de la falta de pasión, surgiendo así el
contraste entre la melancolía de una soledad inicial y la vivencia de una relación insustancial. La
soledad era también por lo tanto problemática, puesto que suponía el disfrute relativo de un retiro
silencioso, lo que provocaba una enfermedad bien conocida por los personajes enamorados en las
églogas pastoriles.

La muerte acaba siendo resultado de la destrucción que provocan los celos. De esta manera los
celos, la enfermedad y la muerte se unen armoniosamente formando un acóplela teoría de los
tratados amorosos de tipo novelesco.

Cervantes , como ya hemos mencionado, no se limita a la recreación de tópicos, sirviéndonos como


perfecto ejemplo el uso novelesco del dialogo entre dos enamorados que buscan el equilibrio entre
su rivalidad y su amistad. El autor consigue aprovechar esta problemática para el desarrollo de la
acción. El alejamiento será, por fin, la única solución al sufrimiento de las protagonistas. Los celos
sanos y los lascivos serán perfectamente diferenciados, pero ambos se consideraran indisolubles al
amor.

La obra continua relatando variados estragos amorosos, que se alternan en su forma, pero no en su
tema. Cervantes introduce su habitual critica a las fuerzas sobrenaturales y a los encantamientos
mágicos, incluyendo su justa valoración de la locura amorosa. También se analiza la vertiente
demoniaca del amor de manera que se trastoca la tradición referente a esta cuestión, evidenciando
la absoluta depreciación de la influencia del demonio y la posesión diabólica sobre la cuestión
amorosa. Esto se logra con un final festivo y teatral, reduciendo todo al plano de la ironía cómica.

El Persiles guarda en muchos pasajes ciertas similitudes de sus personajes femeninos con la figura
de la Virgen María. El retrato será con una corona en la cabeza y un mundo a los pies, aunque
Cervantes no se olvidara de pedir disculpas por la posible blasfemia, que no obstante, otorga a los
pintores. La belleza de las protagonistas es reflejo de la bondad divina y de un ente espiritual
esplendoroso.

El matrimonio será sacralizado como resultado de un amor puesto a prueba. Al contrario de los
trágicos desenlaces de las novelas sentimentales y pastoriles, aquí el matrimonio goza de una
función curativa, similar a la de la literatura de la época medieval.

El enamorado será representante de la fantasía que en concordancia con la figura del poeta, genera
comparaciones entre la locura amorosa y la artística. La poesía es usada para narrar desdichas y
para descubrir amores.

Recordando a Aristóteles en cuanto a la pueda de la virginidad y de la castidad se presenta la figura


del personaje bueno, el cual se caracterizara por aceptar resignadamente cualquier infortunio y aun
sacar provecho de esos acontecimientos. A esta idea del bien se une la de felicidad. El control de las
pasiones favorece la dignidad humana y por lo tanto la vida feliz. Para llegar a esta teoría Cervantes
analiza profundamente las pasiones, casi de una forma medica, intentando establecer las relaciones
entre el cuerpo y el alma y aplicando remedios psicoterapéuticos.

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