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Esta situación es modernizada por Cervantes, el cual confiere a la pareja todas las virtudes poéticas
y cristianas posibles, sustituyendo el luminoso y vital mundo mediterráneo por el tétrico
septentrión. Persiles, es príncipe de Thule, y Sigismunda, es hija del rey de Frislandia. Se hacen
pasar por hermanos bajo los nombres falsos de Periandro y Auristela, y comienzan un peregrinar
desde las extremas regiones septentrionales hasta la ciudad de Roma, pasando por Portugal,
Francia e Italia, para conseguir del Papa la legitimación de su amor, que atraviesa con castidad y
pureza las más complicadas y terribles pruebas.
El plan de la novela es complicado, pues se basa fundamentalmente en una línea narrativa que se
interrumpe frecuentemente, lo que permite al autor sugerir la intervención de un hado ciego bajo
cuya influencia se sitúan los protagonistas y demás personajes secundarios que por azar se
encuentran en el camino. En las dos primeras partes, los personajes se encuentran en unas
situaciones de absoluta fantasía viviendo naufragios, raptos, separaciones, sueños, y muchas otras
historias que enriquecen la trama.
En los dos últimos libros, Cervantes buscará como escenario para las aventuras de los enamorados
mayor variedad e historicidad, variando en plazas y ciudades de su mundo contemporáneo, aunque
sin dejar de mantener la sorpresa y la intriga. Así, logra también reflejar su verdadera naturaleza de
autor fino y humorístico que observa detenidamente la realidad humana.
El final de la novela no queda demasiado definido, dándose una conclusión trágica motivada por la
muerte de Periandro, y un final sorprendentemente feliz en el último capítulo. Esta indefinición no
supone, de todos modos, perturbación alguna, porque no se trata de buscar una coherencia lógica
interna de los personajes de la novela, sino precisamente un sugestivo y motivador esquema de
sombras fugaces e impersonales que actúan en un mundo idealizado y que se evoca con artificios
que nos trasladan a una extraordinaria musicalidad
Como contrapunto negativo encontramos por ejemplo las terribles consecuencias de la lascivia y de
la lujuria. Hay una doble vertiente que alterna el amor y los celos. La locura también será peligrosa
consecuencia del amor descontrolado, que ante la magnifica consecuencia de la muerte, servirá
como objetivo de la ironía de Cervantes, que criticara los exagerados suspiros y desavenencias del
amor desdichado. Los desmayos que padecen los personajes serán perfectamente diferenciados por
el autor en cuanto a sus causas físicas o psíquicas
Próximo a su muerte Cervantes se encarga de elaborar este magnifico relato sobre uno de los
tópicos mas universal de todas las épocas, el de la enfermedad del amor.
Este último, surge desde el principio como un conflicto y una búsqueda en continuación con la
tradición de la novela bizantina. Los protagonistas han de sufrir hasta conseguir su unión final.
Los celos serán representados como una enfermedad, ocasionada por la aparición de un tercer
personaje que altera una relación estable. El síntoma es generalmente el mismo y en ocasiones será
revelado por el narrador. Su sentido aristotélico vendrá dado por la concepción del alma como
principio vivificador del cuerpo, declarando sus dolencias como inseparables de las físicas. Así se
continua la tradición de la psicología naturalista, no siendo El Persiles una mera imitación, sino un
enriquecimiento favorecido por las nuevas teorías medicas de la época.
Conforme avanza la obra se confirman las enfermedades de amor y de celos, jugando un papel
importante la aparición de la típica historia de enamoramiento entre el anciano y la joven. Aquí el
problema avanza en cuanto que se trata también el problema de la falta de pasión, surgiendo así el
contraste entre la melancolía de una soledad inicial y la vivencia de una relación insustancial. La
soledad era también por lo tanto problemática, puesto que suponía el disfrute relativo de un retiro
silencioso, lo que provocaba una enfermedad bien conocida por los personajes enamorados en las
églogas pastoriles.
La muerte acaba siendo resultado de la destrucción que provocan los celos. De esta manera los
celos, la enfermedad y la muerte se unen armoniosamente formando un acóplela teoría de los
tratados amorosos de tipo novelesco.
La obra continua relatando variados estragos amorosos, que se alternan en su forma, pero no en su
tema. Cervantes introduce su habitual critica a las fuerzas sobrenaturales y a los encantamientos
mágicos, incluyendo su justa valoración de la locura amorosa. También se analiza la vertiente
demoniaca del amor de manera que se trastoca la tradición referente a esta cuestión, evidenciando
la absoluta depreciación de la influencia del demonio y la posesión diabólica sobre la cuestión
amorosa. Esto se logra con un final festivo y teatral, reduciendo todo al plano de la ironía cómica.
El Persiles guarda en muchos pasajes ciertas similitudes de sus personajes femeninos con la figura
de la Virgen María. El retrato será con una corona en la cabeza y un mundo a los pies, aunque
Cervantes no se olvidara de pedir disculpas por la posible blasfemia, que no obstante, otorga a los
pintores. La belleza de las protagonistas es reflejo de la bondad divina y de un ente espiritual
esplendoroso.
El matrimonio será sacralizado como resultado de un amor puesto a prueba. Al contrario de los
trágicos desenlaces de las novelas sentimentales y pastoriles, aquí el matrimonio goza de una
función curativa, similar a la de la literatura de la época medieval.
El enamorado será representante de la fantasía que en concordancia con la figura del poeta, genera
comparaciones entre la locura amorosa y la artística. La poesía es usada para narrar desdichas y
para descubrir amores.