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DESARROLLO DEL TALLER DEL DOCUMENTAL “LA POBREZA UN CRIMEN QUE SE

PAGA CON LA MUERTE”

Por María Patricia Valencia Rodríguez

1. Paso: VER, describa los hechos del documental tal cual aparecen.

El documental es el resultado de una investigación que adelantó el periodista Felipe

Zuleta en el que informa sobre unos hechos acaecidos en Soacha, un municipio con muchas

construcciones en ladrillo rojo, vías sin pavimentar, polución y sobrepoblado que el narrador

describe como: “población fría y rojiza incrustado literalmente en Bogotá, la capital de

Colombia”.

Lo señala como un lugar en donde se cruzan todos los males de la sociedad, donde hay

guerrilla, paramilitares, expendedores de marihuana, cocaína, heroína, bazuco, bandas de

apartamenteros, prostitución y maltrato infantil” y en el medio, “también conviven personas

honestas y trabajadoras”, diferenciando dos bandos, el de los buenos y el de los malos que

comparten un mal, que en un país como Colombia se convierte en una sentencia de muerte: “la

pobreza”.

Muestra imágenes de sus pobladores que describe como almas en pena, anónimas, que

deambulan por las calles empolvadas, cargando el peso de la miseria y de pronto aparece en

escena el rostro de tres personas que son protagonistas del documental: Adely, “la Paisa” y su hijo
Diomer, un pequeño grupo que salió de su anonimato y que representan a otros que en Soacha ya

no son anónimos, sin imaginar que esa decisión los haría objetivo de reporteros y camarógrafos

del país y de todo el mundo, a raíz del desaparecimiento de sus hijos y hermano en uno de los

hechos más escabroso de la historia de un país violento pero sobre todo indolente. Las imágenes

muestran las condiciones en que viven, sus carencias, fotografías de sus hijos desaparecidos, la

necesidad de saber la verdad de lo que pasó con sus hijos.

Los hechos comienzan en agosto de 2008, cuando sus hijos, a falta de oportunidades y

muchas carencias, deciden partir de Soacha a un sitio donde supuestamente conseguirían un

trabajo bien remunerado. “La Paisa”, madre de Andrés Palacios, asesinado por el ejército

nacional, a quien le decían “el paisita”, cuenta que su hijo les dijo a unos amigos en el barrio, que

se iba a ganar una plata y volvería para comprarle un rancho a su mamá y todo nuevo para su

hijo. Adely Marcera, madre de Diego Alberto Tamayo, asesinado por el ejército, dice que su hijo

le contó al celador donde vivían que lo llevaban a trabajar a un lugar bien lejos, pero que no le

podía decir a donde y quien se lo llevaba.

Se afirma que Diego, “el Paisita” y otros muchachos más, fueron rastreados y seducidos

con invitaciones a consumir alcohol y droga, lo que califica como el peor coctel que se le puede

ofrecer a un joven cuyo proyecto de vida digna es casi nulo. Adely Marcera, dice “escogieron

jóvenes que tuvieran problemas de drogadicción”. Después de varios días de parranda y

convencidos de tener la oportunidad de volver con algo de dinero llegó la hora de un viaje sin

regreso.
El ex presidente de la república Ernesto Samper dice: “son personas transportadas desde

Bogotá para ser asesinadas a veinticuatro horas de camino exportadas en un automóvil, en un bus,

eso establece una premeditación y una organización alrededor de los falsos positivos, que es lo

más preocupante”.

La noticia llega cuando los noticieros informan que en la población de Ocaña,

Noroccidente del país, fue hallada una fosa común con varios cuerpos. El noticiero de Caracol lo

anuncia así: “las autoridades encontraron en Norte de Santander una fosa con los cuerpos de 14

jóvenes que, según sus familiares, habían sido reclutados por las Farc en Bogotá”.

Parece una explicación lógica “en un país donde las fuerzas armadas revolucionarias de

Colombia han cometido los más horrendos crímenes, por lo que atribuirle la muerte de los 14

muchachos hallados en la población de Ocaña Santander, no resultaba insensato” e incluso las

mismas madres de los jóvenes lo creían, cuando una de ellas dice: “quedaron como engañados

pues tal vez las Farc les ofreció dinero”, mientras pasan imágenes de la fosa común en la que se

ve la parte inferior de uno de los cuerpos y camilleros transportando cuerpos.

La evolución de las noticias creó más zozobra y confusión, el reclutamiento

supuestamente de las Farc era desvirtuado a medida que pasaban las horas, de pasar a acusar

directamente a la guerrilla se pasó a acusar a un grupo armado ilegal. En Colombia hay tantos,

que mencionar la palabra “grupo armado” es totalmente ambiguo y así se da la noticia: “las

autoridades hallaron los restos de once personas que habían sido reportadas como desaparecidas
este año; las investigaciones señalan que las víctimas, entre ellas un niño, habían sido reclutadas

por grupos armados ilegales en Bogotá”.

El Estado, en cabeza del Ministro de Defensa, reaccionó en declaraciones a la prensa,

dando dos informaciones que el narrador califica como importantes pero contradictorias: por un

lado, aseguraba que los jóvenes habían sido muertos en combate con la guerrilla y al mismo

tiempo advertía: “queremos dejar muy en claro y es que el Ministerio y el Alto Mando no tolerará

ningún tipo de violaciones”, lo que el narrador cuestiona señalando: “¿qué información tenía el

Ministro que le permitía hablar de violación de derechos humanos y de muertes en combate al

mismo tiempo?”.

La versión de que los muertos habían sido dados de baja en combate entre el ejército y la

guerrilla, sumado al hecho de que los jóvenes asesinados vivían en Soacha, pero hallados en

Ocaña, a más de 500 kilómetros de distancia, prendieron las alarmas.

La mamá de “el paisita” le preguntó a su hijo si sabía de Andrés, a lo que le dijo que no y

que por eso la llamaba, porque “había un cuento de que se lo llevaron y lo mataron en Ocaña”. El

narrador dice: “mientras las madres no encontraban ninguna explicación lógica del por qué sus

hijos resultaron muertos en un lugar desconocido, el ejército sostenía la versión según la cual los

muchachos pertenecían a grupos armados ilegales”; versión que fue rechazada por los familiares.
“La Paisa” dice con firmeza: “mi hijo no es ningún guerrillero” se promete, así le toque

morirse, buscar las pruebas que más pueda para la Fiscalía, de que su hijo no era ningún

guerrillero.

El presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, habla por la televisión anunciando: “el

Fiscal General de la Nación aseguró que los jóvenes desaparecidos de Soacha fueron dados de

baja en combate, no fueron a recoger café, iban con propósitos delincuenciales y no murieron un

día después de su desaparición sino un mes más tarde”.

Se dice que gracias a las denuncias de los familiares de los asesinados, las organizaciones

no gubernamentales, la Fiscalía General de la Nación, la Procuraduría y la presión de los medios

de comunicación, se conoció la verdad. Así salió en las noticias: “graves revelaciones fueron

presentadas en el Congreso sobre jóvenes reportados como desaparecidos y registrados como

muertos en combate por el ejército”. Otra: “informes oficiales señalan que serían más de cien los

que corrieron la misma suerte de los reclutados de Soacha y cuyos cuerpos aparecieron en el

Norte de Santander”. Otra: “las denuncias abren la posibilidad de que las muertes estén asociadas

a falsos positivos”. Concluye el narrador: “el ejército colombiano, el encargado de la seguridad

nacional, reclutó y luego asesinó a decenas de jóvenes de zonas pobres como la de Soacha”.

Seguidamente aparece el personero municipal de Soacha, Fernando Escobar señalando:

“por un lado permite mostrar unos resultados por parte de la fuerza publica frente a la avanzada

contra organizaciones ilegales pero indeseables para la comunidad”.


Adely Marera, madre de Diego Alberto Tamayo, dice: “por ellos ganar como méritos en el

ejército, uy matamos tantos guerrilleros, los condecoraban, les daban su dinero, se iban a

descansar” y se muestran imágenes del ministro colocando insignias a unos oficiales.

Se afirma que un mes después del hallazgo de los cadáveres, los hechos y el resultado de

las investigaciones eran tan contundentes que el Estado, en cabeza del Presidente de la República

y el Ministro de Defensa, no tuvieron más remedio que aceptar la verdad.

El presidente Álvaro Uribe Vélez, hablando a los medios de comunicación, señaló:

“puede haber integrantes de las fuerzas armadas incursos en asesinatos y que hay fallas en

procedimientos, en protocolos, en vigilancia”.

El ministro Juan Manuel Santos declara: “se encontraron serios indicios de negligencia

del mando en diferentes niveles, en cuanto a la observancia y verificación de los procedimientos

que rigen el ciclo de inteligencia y el planteamiento, conducción, ejecución y evaluación de las

operaciones y misiones militares, así como una inexcusable falta de diligencia del mando en la

investigación rigurosa de presuntos casos irregulares en su jurisdicción.

El periodista Jorge Alfredo Vargas anuncia: “un mes después de que el Gobierno ordenó

investigar la misteriosa desaparición de once jóvenes de Soacha y que fueron reportados como

muertos en combate en Norte de Santander, el ejército ordenó el relevo inmediato de tres

coroneles que al parecer están involucrados en al menos tres de las desapariciones”.


Se afirma que en total fueron veintiséis militares destituidos por el asesinato de decenas

de jóvenes, en lo que aquí se conoce como “los falsos positivos” pero que no son otra cosa que

crímenes de Estado. Según algunos sectores de la oposición, la masiva destitución de militares

más que tratarse de un acto de justicia, se trató de un fuerte blindaje al Ministro de Defensa y al

propio Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, quien además de ser el Comandante en

Jefe de las Fuerzas Armadas, es el estratega número uno de las políticas de lo que en Colombia se

conoce como la “seguridad democrática”.

Ernesto Samper dice: “de alguna manera es el resumen de alguna serie de políticas

equivocadas, por ejemplo, exigirles a los militares que sus méritos se midan en función del

número de muertos que ocasionen y no en la eficacia del control de la seguridad”.

Se señala el documental que a veinte y treinta años de cárcel han sido sentenciados

suboficiales, oficiales y soldados; ningún general de la República, ni mucho menos el Ministro de

Defensa o el Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares de Colombia han recibido castigo

alguno. Aparece Adely Marcera visitando la tumba de su hijo y “la Paisa” haciendo tareas en su

casa.

Para Adely y “la Paisa”, la tragedia comenzó el día que totalmente indefensas y con el

alma hecha pedazos se enfrentaron ante la realidad de encontrar y darles cristiana sepultura a sus

hijos.
“La Paisa” debe pedir limosna para mandar a su hijo mayor en busca de su hermano

asesinado, ni el Estado ni mucho menos el Ejército Nacional hizo nada por llevar los cadáveres a

su sitio de origen. Para Diomer ir en busca de su hermano se convertiría en una pesadilla de la

cual no ha podido despertar y que demuestra la indolencia de un Estado que supuestamente existe

para proteger a sus ciudadanos. Habla para decir que: “yo nunca creí que yo fuera a tener un

presidente tan cobarde, que nunca ha tenido el valor de atender a esas mujeres, hasta familias,

más que todo a las madres, de escucharlas y que les explique qué fue lo que sucedió, por qué se

lo llevaron”.

Diomer viaja a Ocaña con lo que recogió su madre, cuenta que allá le muestran un video

donde aparece su hermano sin vida, con un cable entre la boca introduciéndole formol y a las tres

y media en compañía del conductor de la funeraria, se puso a escarbar con un balde porque nadie

les presto una pala, fueron dos días excavando bajo el sol, entre más profundo el hueco más

fuerte era el olor que anunciaba una imagen dantesca de la que nunca se recuperará. Encontró

cinco cuerpos uno encima del otro y su hermano era el primero en el fondo, encima de él estaban

cuatro cadáveres desnudos, al lado, tres bolsas negras con los órganos de todos, mucho calor,

echaron gasolina alrededor para no marearse y en una bolsa para amarrar colocaron a su

hermano, lo sacaron de pie lo vio destrozado.

El autor se pregunta: “¿Quién castiga un Estado que permite que esto le pase a uno de sus

ciudadanos? ¿Quién juzga a una sociedad que impávida presencia este tipo de atrocidades?” Y

agrega: “Estas tres personas que encarnan la tragedia de miles de colombianos hoy viven más

pobres que antes. Dice: “antes frente a la miseria “la Paisa” y Adely tenían como escudo la
esperanza de que sus hijos les compraran una casa y que cuando la vejez las encontrara, sus

muchachos estarían ahí cuidándolas hasta que el fin llegara”.

“La Paisa”, dice: “ando por las calles por donde andaba mi hijo, para mí es muy duro, por

donde él caminaba. Esto es un barrio donde no tiene sino una sola entrada y eso me ha tenido

muy enferma, muy dolida, mi hijo esta muy enfermo con ese trauma, nosotros vivimos solos,

pero si yo lo veo a él llorando yo no lloro porque yo ya soy una vieja valiente y entiendo la vida,

pero ha sido muy duro para mi”.

Se afirma que la única reparación que algunas de las mamás de Soacha han recibido por el

asesinato de sus hijos ha sido un mercado. “La Paisa” dice: “en la única parte que a mi y a las

otras “mamases” nos han dado algo, de pronto un mercado, ha sido una organización que llama

los “Claretianos”, nos da una bolsita que dura tres días”.

Se finaliza diciendo que en Colombia el crimen llamado pobreza se paga caro, muchas

veces con la propia vida, pero el Estado, el mayor responsable de esta tragedia, las desapariciones

y luego asesinatos de personas inocentes, lo paga con un simple mercado.

Luego aparecen varios mensajes que me permito transcribir:

El 30 de diciembre de 2009 mientras los colombianos concentraban su atención en

celebrar las fiestas de fin de año, un juez de la Republica amparado por la figura de vencimiento
de términos, comenzó a liberar a los militares de bajo rango que habían sido arrestados por el

asesinato de los jóvenes de Soacha.

El 15 de enero de 2010 terminó la producción de este documental, hasta ese momento

Adely, La Paisa y el resto de las madres de Soacha no habían recibido un solo peso como

compensación económica por el asesinato de sus hijos.

El 16 de octubre de 2009, fecha en que Colombia recordó el primer año de las ejecuciones

de inocentes por parte del Estado, varios medios de comunicación denunciaron que algunas de las

mamás de Soacha habían sido amenazadas de muerte, una de ellas fue arrastrada por el pelo

desde una moto sin placas, a otra le llegó un aviso fúnebre y a otra le dejaron un cinturón militar

con púas colgado de la puerta del ranchito donde vive.

Por último, en Colombia hay mil setecientas setenta y ocho mamás en la misma situación

que las mamás de Soacha, esto quiere decir que hay reportados mil setecientos setenta y ocho

casos de ejecuciones a muchachos inocentes por parte del Estado.

2. Paso: JUZGAR, realice un diagnóstico y evalué con su juicio propio que pasó en el

documental.

El documental trata un tema que fue álgido y doloroso en Colombia como son los falsos

positivos, que afectó de manera infame muchas familias pobres de nuestro país, entre las cuales

encontramos las familias de Soacha, que perdieron a sus hijos como consecuencia de una
competencia que se había creado entre algunos miembros del Ejército para obtener un

reconocimiento, donde el todo vale, los llevó a acabar con la vida de muchos jóvenes inocentes

que no merecía morir bajo esa política.

Es claro que el origen de los falsos positivos se debió a la alta exigencia de resultados a

los miembros de las Fuerzas Militares en su enfrentamiento con la guerrilla de las Farc, ejército

irregular que en un momento dado tuvo prácticamente sitiado al país. Se convirtió en una noticia

diaria, los ataques que con cilindros de gas realizaba este grupo sin compasión, sin distinción, a

un gran número de municipios convertidos en objetivos, sobre todo a aquellos pueblos donde la

presencia de la Policía estaba conformaba por unos pocos e indefensos agentes o no existía,

acabando con la vida de estos, de sus pobladores o la realización de retenes en las carreteras para

secuestrar personas cuyo único objetivo era exigir un pago a sus familias a cambio de respetar sus

vidas. Transitar por las carreteras de Colombia se volvió un peligro, volviéndonos prisioneros en

nuestras propias ciudades, llenos de miedo de salir a las calles.

Bajo este panorama llega un gobierno nuevo donde una de sus políticas fue la seguridad

democrática, que llevó al Ministro de Defensa en su afán de obtener resultados, de recuperar la

seguridad y la tranquilidad del país, a crear recompensas para aquellos militares que mostraran

resultados con sus acciones, lo que hace que estos, a cambio de un reconocimiento, planearan y

llevaran a cabo falsos positivos cuyo único fin era conseguir jóvenes desorientados, dañados por

el vicio, con carencias, pero llenos de ilusión de conseguir dinero para salir de su miseria;

víctimas fáciles para quienes maquinaron esta trampa. Como lo dice el expresidente Ernesto

Samper en el video: “De alguna manera es el resumen de alguna serie de políticas equivocadas,
por ejemplo, exigirles a los militares que sus méritos se midan por un número de muertos que

ocasionen y no en la eficiencia del control de la seguridad”.

La historia de las madres de los jóvenes de Soacha, representadas por quienes, a pesar de

su dolor, se llenan de valor para contar cómo sus hijos perdieron sus vidas de manera infame a

manos del Ejército Nacional en el afán de obtener méritos, no puede quedar en el olvido de los

colombianos, así como tampoco se puede pasar por alto el trato dado a estas familias por un

Estado que, a pesar de reconocer su error, no da una explicación, no busca su perdón, ni trata

reparar el daño causado, cuando debió ser su único propósito. Un Estado indolente.

Las palabras llenas de dolor estas madres solo suplican una explicación. Son madres que

siguen viviendo en la pobreza, llenas de carencias, que tratan de sobrevivir el día a día, pero

ahora con un dolor intenso por la pérdida de sus hijos.

Estos hechos no deberían repetirse nunca más en Colombia; difícil tal vez pero no

imposible, si las personas no se alejan de su relación con Dios, de los valores esenciales como el

respeto por la vida, la dignidad de las personas, por sus diferencias; si en lugar de limitarnos en

formar profesionales competitivos, con el pensamiento de que “todo vale” para conseguir las

metas, formamos profesionales en principios y valores éticos donde el respeto por las personas,

por los seres vivos, por el mundo que los rodea sea lo importante, en el camino de sus metas.
3. Paso: ACTUAR, corresponde a la pregunta: ¿Qué debemos hacer para cambiar la situación

según el Pensamiento Franciscano? ¿pero también como estudiante qué propone para cambiar la

situación del documental?

En la lectura “Fundamentos Filosóficos Franciscanos de Justicia, Paz y Ecología” escrito

por Silvestre Gialdi, ofm, cap. en 1991, señala que Justicia, Paz y Ecología son tratados con

enfoques sociológicos, filosóficos y muchas otras cosas que también entran diariamente en

nuestro consciente en forma de noticia a través de los medios de comunicación, que causan más

bien indignación, conmoción y poca sorpresa, que propuestas y soluciones y un ejemplo de ello

es el documental “La pobreza un crimen que se paga con la muerte”.

En el documental la decisión de los jóvenes de alejarse de sus familias ante la propuesta

de ganar mucho dinero es en la persona humana el predominio fuerte del “ser ganancioso” sobre

“el ser generoso”. (Gialdi, 1991, parte final primer párrafo de la introducción).

También se ven reflejados estos problemas: uno, la falta de oportunidades en los jóvenes

de sitios marginados donde apenas logran sobrevivir, y otro, el trato deshumanizado que da el

Estado frente al dolor que causa a las personas, como consecuencia de fallas en las políticas que

adopta.

Frente al primer problema, se hace necesario repensar cómo crear oportunidades para

jóvenes que a duras penas aprenden a leer y escribir o que a pesar de lograr educarse no

encuentran donde ubicarse. La educación no solo debe ser en pensamiento sino también en
aprender una actividad, un oficio que les permita vivir, conseguir un trabajo que permita su

sustento, una vida digna, lograr su realización y evitar que solucionen sus problemas tomando

caminos fáciles o siendo presas fáciles de engaños o de promesas de que pueden conseguir sus

sueños de un futuro mejor cuando resultan ser el chivo expiatorio o la víctima de otro, que hace

lo que sea por lograr sus metas, siendo el ejemplo de “la sociedad opulenta que desvirtúa el

mundo del trabajo y privilegia los antagonismo y las rivalidades, donde el otro es mi competidor

y es preciso vencerlo; donde a naturaleza es un obstáculo y es necesario dominarla”, del trabajo

humano en la visión franciscana, como contribución de la Filosofía Franciscana a la Justicia, la

Paz y la Ecología. (Gialdi, 1991, párrafo 41)

Por otro lado, el Estado debe ser más humano, si reconoce un error debe reparar el daño,

pedir perdón, llegar a las personas que les ha causado un daño, explicarles lo que pasó y

prometer que no volverá a su suceder, eso es lo que se llama reparación integral y no limitarse a

reconocer solo el error, como se observa en el video, dejando que las víctimas se llenen de dolor,

queden en el olvido, en su miseria pero con el dolor profundo por la pérdida de un ser querido.

La deshumanización del hombre ha llegado al punto que, como se refleja en el

documental, se observa un Estado, gobernado por hombres que han perdido su humanidad y que,

en el caso de los jóvenes masacrados, ni siquiera tuvieron la decencia de devolverles los cuerpos

de sus hijos para que hicieran el duelo y tuvieran un lugar donde llorarlos. Fue ruin e infame que

al hermano de una de las víctimas, a punta de limosnas que recogió su madre, le tocara

desenterrar el cuerpo destrozado que se encontraba debajo de cuatro cuerpos más, causándole un

trauma para el resto de su vida, que vive a través de pesadillas que le han quitado su paz. Actuar
que lo único que ha hecho es que las familias se llenen de resentimientos, amargura, dolor y

odios.

En el pensamiento franciscano “las estructuras y las instituciones serán justas si el hombre

es justo. Solo a partir de su corazón el hombre será portador de paz, constructor de justicia y

promotor de ecología. Es un cuestionamiento de mentalidad y no solo de cultura, de política y de

estructura” (Gialdi, 1991, párrafo 50). Ello significa que, si no cambiamos desde nuestro interior,

nuestra manera de pensar, de ver la vida, será muy difícil para la sociedad de hoy, para un país,

para el mundo, lograr la reconciliación, la paz con nosotros mismos, con el otro, con todos los

seres vivos, con la naturaleza, con nuestro entorno, con nuestro planeta. El cambio no está en el

exterior, en lo que nos rodea sino en el interior del mismo hombre, en su alma, en su

pensamiento, en su corazón, “por lo que el desafía mayor es convertir al ser ganancioso y

opulento, sediento, en adepto y capaz de justicia, paz y ecología”. (Gialdi, 1991, parte final

primer párrafo de la introducción).

Mi visión como estudiante en este último paso se identifica plenamente con el

pensamiento franciscano, debemos hacer una conversión desde nuestro propio interior, haciendo

más fuerte nuestro ser generoso con nosotros mismos, en nuestra relación con el otro, con las

todas las criaturas creadas por Dios y la naturaleza.


Listado de Referencias

Gialdi, S. (1991). Fundamentos Filosóficos Franciscanos de Justicia, Paz y Ecología.

Cuadernos Franciscanos, (no. 96).

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