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EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

Magistrado Ponente

AP5618-2017
Radicación 49883
(Aprobado en acta No. 283)

Bogotá D.C., treinta (30) de agosto de dos mil diecisiete


(2017).

Se pronuncia la Sala acerca de la admisibilidad de los


fundamentos lógicos y de apropiada argumentación de las
demandas de casación presentadas directamente por los
procesados JORGE CARLOS RODRÍGUEZ PRETELT y
RUDY GÁMEZ BARRIOS, en su condición de abogados,
contra la sentencia de 11 de octubre de 2016, mediante la
cual el Tribunal Superior de Montería confirmó la que en su
contra emitió el Juzgado Promiscuo del Circuito de Chinú-
Córdoba, al condenarlos como autores del concurso
delictual de abuso de confianza calificado y falsedad en
documento privado.
CASACIÓN 49883
JORGE CARLOS RODRÍGUEZ PRETELT
y RUDY GÁMEZ BARRIOS

HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL

Dionisio Luis Yépez Díaz formuló denuncia contra los


abogados JORGE CARLOS RODRÍGUEZ PRETELT y RUDY
GÁMEZ BARRIOS con ocasión de la letra de cambio que les
entregó para que en su nombre y representación
adelantaran un proceso ejecutivo ante el Juzgado
Promiscuo Municipal de San Andrés de Sotavento-Córdoba,
porque se apropiaron del título judicial por valor de
$10.500.000 y exhibieron un recibo con fecha abril 19 de
2007 en el que supuestamente le habían cancelado el
monto del dinero cobrado, falsificando su firma.

Los hechos anteriores llevaron a que la Fiscalía


General de la Nación, bajo los lineamientos de la Ley 600 de
2000, adelantara investigación penal en contra de
RODRÍGUEZ PRETELT y GÁMEZ BARRIOS a quienes
vinculó a través de indagatoria endilgándoles los delitos de
abuso de confianza calificado y falsedad en documento
privado.

Clausurado el ciclo instructivo, mediante proveído de 6


de julio de 2011 emitió en contra de los procesados
resolución de acusación por los citados delitos, de
conformidad con los artículos 249, 250 numeral 2° y 289
del Código Penal, decisión que adquirió firmeza el 18 de
diciembre de 2012 cuando la Unidad de Fiscalía Delegada
ante el Tribunal de Montería declaró desierto el recurso de
apelación que había sido interpuesto.

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JORGE CARLOS RODRÍGUEZ PRETELT
y RUDY GÁMEZ BARRIOS

La etapa del juicio la adelantó el Juzgado Promiscuo


del Circuito de Chinú-Córdoba, despacho que luego de
surtir la audiencia pública, por sentencia de 9 de junio de
2016 condenó a JORGE CARLOS RODRÍGUEZ PRETELT y
RUDY GÁMEZ BARRIOS como autores del concurso
delictual objeto de acusación, a las penas principales de un
(1) año y diez (10) meses de prisión, multa de diez (10)
salarios mínimos legales mensuales vigentes, así como a las
accesorias de inhabilitación para el ejercicio de derechos y
funciones públicas e inhabilitación para el ejercicio de la
profesión de abogados por el mismo lapso de la sanción
aflictiva de la libertad, concediéndoles la suspensión
condicional de la ejecución de la pena. También los condenó
a pagar por concepto de perjuicios la suma de
$25.505.280,oo.

En virtud del recurso de apelación interpuesto por el


defensor común de los incriminados, el Tribunal Superior
de Montería mediante sentencia de 11 de octubre de 2016
confirmó la condena, razón por la cual los enjuiciados,
como abogados, impugnaron extraordinariamente,
allegando las respectivas demandas de casación, de cuya
admisibilidad se ocupa la Corte.

LAS DEMANDAS

La identidad en los fundamentos y las pretensiones


que exhiben los libelos demandatorios de los procesados,
hace aconsejable su presentación conjunta.

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y RUDY GÁMEZ BARRIOS

Formulan dos censuras y acuden al numeral 1° del


artículo 207 del Código de Procedimiento Penal para
postular la violación indirecta de la ley sustancial por
errores de hecho y de derecho, así como al numeral 3° del
artículo 220 del mismo ordenamiento adjetivo “cuando
después de la sentencia condenatoria aparezcan hechos nuevos o
surjan pruebas no conocidas al tiempo en los debates, que establezcan
la inocencia del condenado”.

Primer cargo

Aseguran que el Tribunal incurrió en un error de


hecho por falso raciocinio al basar la condena en las
contradicciones del denunciante y en las que incurrió
RODRÍGUEZ PRETELT, porque de lo contrario, habría
entendido que el abogado GÁMEZ BARRIOS no le fue
endosada la letra de cambio para su cobro.

Señalan que en la indagatoria RODRÍGUEZ PRETELT


afirmó que a él era a quien Dionisio Yépez le había
entregado la letra de cambio, pero luego en la ampliación
adujo que tal transferencia había sido hecha a GÁMEZ
BARRIOS, contradicción que según el Tribunal se
dilucidaba con la manifestación del denunciante cuando en
ampliación de su queja, tres años después, indicó que la
letra de cambio se la dio a GÁMEZ BARRIOS.

Pregonan también un error de derecho en la obtención


e incorporación del dictamen grafológico “por apreciación falsa
(si se le otorga mérito a la prueba que no reúne los requisitos exigidos

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por la norma) y falso juicio de convicción (cuando se aporta la prueba


contraviniendo las reglas que regulan su incorporación”, porque se le

dio valor probatorio a pesar de las siguientes deficiencias:

.- No fue practicado ni ordenado por la Fiscalía, no se


requirió al agente del CTI o al funcionario que ordenó su
práctica, ni se solicitó como prueba trasladada en copia
autentica conforme lo ordena el artículo 239 del Código de
Procedimiento Penal.

.- No se verificó si cumplía con los requisitos de ley


para surtir el traslado del artículo 254 de la citada
normativa.

.- Se allegó en copia simple y sin anexos, cuando


según el artículo 259 ibídem los documentos han de
allegarse en original o copia auténtica.

.- No se le informó a los sujetos procesales cuando se


iba a practicar.

.- No se realizó en legal forma ya que se debió tomar


una amplia muestra caligráfica al denunciante con
documentos de la misma fecha, no solo de su escritura,
porque al estar él prevenido de la toma de muestras
obviamente variaría la letra.

Señalan que después del fallo de segundo grado


debieron acudir a un perito particular, para lo cual
solicitaron al Consejo Superior de la Judicatura la entrega

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del original del recibo que obraba en una investigación


disciplinaria adelantada contra RODRÍGUEZ PRETELT y
pidieron también al Tribunal de Montería el desglose de
varios documentos, pero como esa Corporación no accedió
a tal pedimento, el experto debió acudir a esa sede judicial a
confrontar los escritos directamente para rendir su
dictamen grafológico el 20 de enero de 2017, el cual anexan
a la demanda.

Transcriben algunos de los apartes de la experticia en


donde se resalta que la firma cuestionada en el recibo como
atribuida a Dionisio Yépez es de elaboración rudimentaria,
conformada por signos de fácil elaboración, con pocos
elementos gráficos identificativos, propios de cualquier
persona con cierto grado de escolaridad, de fácil imitación,
reproducción o disfraz por el grado de simplicidad de sus
formas, las cuales se asemejan al modelo grafico aprendido.

Y tras destacar que hay diferencia en la ejecución de la


firma por parte del denunciante en cada uno de los
documentos signados por él, aducen los libelistas que el
dictamen inicial que obra en el proceso no cumple con los
presupuestos legales, porque se basó únicamente en la
toma de muestras de Dionisio Yépez y no se hizo el estudio
a cada una de las letras de la firma, ni se estudió la
distribución topográfica de los signos que la componen, la
altura, el grado de inclinación etc.

Para los recurrentes la variación en la firma por parte


del denunciante pudo obedecer a una habilidad propia e

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intencional suya para desfigurar su escritura y negar la


suscripción del recibo del dinero, ya que por el contrario, en
las firmas anteriores a la denuncia se encontraron rasgos
similares.

Aducen que incluso según las copias de la


investigación disciplinaria adelantada contra el abogado
RODRÍGUEZ PRETELT en la narración que de los hechos
hizo Dionisio Yépez en ningún momento dijo que la letra de
cambio se la hubiera entregado a GÁMEZ BARRIOS, lo cual
se constituye en una “prueba sobreviniente” demostrativa que
éste último no tiene responsabilidad alguna en los hechos.

Segundo cargo

Exponen que según la causal tercera del artículo 220


de la Ley 600 de 2000 con el nuevo dictamen pericial como
“prueba sobreviniente” se demuestra que la primera experticia

es ilegal y por ende inexistente.

Explican que debieron acudir a un segundo dictamen


privado ante la imposibilidad de controvertir el que se allegó
procesalmente, y que aquél se ajustó a las normas legales
con muestras que correspondían cronológicamente con el
documento cuestionado, de lo cual surge la posibilidad que
la firma en el recibo del dinero sea de Dionisio Yépez.

En criterio de los demandantes, si el Tribunal hubiera


entendido que el dictamen no cumplía con los requisitos, no
lo habría tenido en cuenta, y al valorar las pruebas con un

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verdadero raciocinio ante el antecedente de Dionisio Yépez


por otra investigación por falsedad en documento privado,
debió concluir que no hay prueba de responsabilidad de
GÁMEZ BARRIOS.

Consecuentemente, solicitan casar la sentencia y


emitir decisión de reemplazo de carácter absolutorio.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

De acuerdo con el artículo 209 de la Ley 600 de 2000


los procesados están facultados para acceder directamente
a esta sede extraordinaria, toda vez que son abogados y no
se tiene noticia que estén inhabilitados actualmente para
ejercer legalmente tal profesión.

No obstante, se trunca el propósito de los


demandantes las demandas sean admitidas para evidenciar
la ilegalidad del fallo, porque buscan el cotejo con un nuevo
y tardío dictamen pericial, lo que denota que tienen un
entendimiento equivocado de lo que constituye una “prueba
sobreviniente”.

En efecto, si bien la solicitud de pruebas en la fase del


juicio, en la Ley 600 de 2000 bajo la cual se rituó este
asunto, ha de hacerse en el término de traslado previsto en
el artículo 400, esto es, 15 días hábiles siguientes al recibo
del proceso —peticiones que se analizan en la audiencia
preparatoria—, nada impide que una vez practicadas en la
audiencia pública, surjan otras que se desprendan de ellas.

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La Corte ha precisado así que de conformidad con los


artículos 401 y 409 del citado estatuto adjetivo hay
oportunidad para incorporar o practicar pruebas que no
hayan sido pedidas en el término legalmente previsto en el
artículo 400, esto es, aquellas sobrevinientes o que se
derivan de la etapa del juicio. Para tal fin el juez tiene la
facultad de decretarlas de oficio o puede adoptar las
determinaciones que considere necesarias con el fin de
lograr el esclarecimiento de los hechos, toda vez que es el
director de la vista pública.

Sin embargo, esa facultad no es ilimitada, por cuanto


de acuerdo con el principio de preclusión de los actos
procesales y sólo atendiendo ese carácter teleológico de
dilucidar los hechos, puede ordenar la evacuación
probatoria, aun a instancia de los sujetos procesales, hasta
antes de concederles el uso de la palabra para que inicien
sus intervenciones finales.

En CSJ SP 19 may. 2010, rad. 33548; SP 25 ago.


2004, rad 22692, entre otras, la Corte ha señalado que:

…el juez podrá decretar pruebas de oficio en la audiencia de


juzgamiento respecto de las que se puedan derivar de las
practicadas en la audiencia, ordenadas en virtud del artículo 400
del C.P.P., o en razón del traslado subsiguiente a la variación de
la calificación jurídica efectuada por el fiscal a iniciativa propia o
por sugerencia del juez (Art. 404.1) y finalmente, cuando
concluido este período probatorio, estime que hay prueba
sobreviniente, necesaria para el esclarecimiento de los hechos
objeto de juzgamiento. (Art. 409 ya citado)

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Para concluir el examen de los aspectos anunciados, la prueba


sobreviniente, como la misma expresión lo señala, es aquella que
se deriva de otra, cuya viabilidad y conocimiento emerge de la
práctica de otra, cuya existencia no era conocida o de la cual no
resultaba posible establecer su conducencia, procedencia o
necesariedad.

En este caso, los procesados exhiben el dictamen


pericial de un grafólogo privado, practicado con
posterioridad a la emisión del fallo de segundo grado a fin
de demeritar el realizado por un grafólogo de la Fiscalía
allegado al proceso, pero precisamente esa
extemporaneidad impide realizar alguna comparación o
baremo.

Ello porque el derecho al debido proceso además de


ser una garantía encaminada a proteger a los intervinientes
y en mayor grado al sujeto pasivo de la acción judicial
penal, implica también el respetar las precisas etapas en
que se surte el trámite irradiadas por un carácter preclusivo
que impide retrotraer la actuación, pues en el
diligenciamiento los actos están concatenadas, siendo unos
presupuestos de otros.

Por lo mismo, pierde razón de ser el examen de la


decisión atacada en sede de casación si se da cabida a otros
elementos probatorios de los cuales el inferior no tuvo
oportunidad de conocer, porque ello encajaría en la
cláusula de exclusión del inciso final del artículo 29 de la

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Constitución Política “es nula, de pleno derecho, la prueba


obtenida con violación del debido proceso”.

También el mandato que se desprende del inciso 2° del


citado artículo del texto superior, de la observancia plena de
las formas propias de cada juicio, impide a los funcionarios
judiciales apreciar un medio de convicción que no haya sido
legal y oportunamente allegado al proceso, o cuando se
hubiese obtenido con violación de los derechos
fundamentales.

Así entonces, a la Corte sólo le está permitido analizar


la decisión impugnada con base en las pruebas
incorporadas con antelación al fallo de primer grado, esto
es, lo que fue debatido en las instancias, de ahí que del
dictamen que aportan los procesados con sus demandas de
casación no pueda derivarse algún valor suasorio.

Esa equivocación llevó a los demandantes a fusionar


indebidamente con las causales de casación, la prevista
para la acción de revisión en el numeral 3° del artículo 220
del Código de Procedimiento Penal de 2000, cuando luego
de proferida la sentencia surgen hechos nuevos o pruebas
nuevas no conocidas al tiempo de los debates, postura que
desnaturaliza la impugnación extraordinaria, porque
acuden al mecanismo que no puede catalogarse como un
recurso, ni una instancia, ya que es una acción
independiente del proceso que busca la remoción de una
providencia que pese a tener ejecutoria material y por lo
tanto haber hecho tránsito a cosa juzgada, de ella se

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advierte razonablemente un contenido de injusticia al diferir


de la realidad lo declarado en el proceso.

Además de lo anterior, no corresponde a la realidad la


crítica que los incriminados formulan contra el dictamen
grafológico que obra en el diligenciamiento por no haber
sido practicado por la Fiscalía, porque fue a instancia del
ente investigador que se analizaron las firmas de Dionisio
Yépez, solo que en principio fue para la investigación
disciplinaria que el Consejo Seccional de la Judicatura de
Córdoba adelantaba coetáneamente y por los mismos
hechos contra el abogado JORGE CARLOS RODRÍGUEZ
PRETELT.

Efectivamente, mediante oficio de 4 de septiembre de


2007 el investigador criminalístico del Cuerpo Técnico de la
Fiscalía Antonio Fernández Morillo solicitó a la fiscalía
instructora el desglose del documento en el que constaba el
recibo del dinero por parte de Dionisio Yépez para hacer el
estudio grafológico en la investigación disciplinaria que se
proseguía contra aquél profesional del derecho (folio 42
cuaderno original N° 1).

Una vez la Fiscalía accedió a tal pedimento, con


posterioridad requirió al perito a través de la resolución de
19 de enero de 2009 para que allegara el resultado del
aludido estudio (folio 52 ibídem), el cual fue aportado

mediante oficio de 17 de marzo de 2009 (folios a 54 a 58 idem).

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En el dictamen se concluyó que “las firmas que a nombre


de Dionisio Yépez, reposan en un fragmento de papel con textos
mecanográficos correspondiente a un recibo fechado el 19-IV-07, NO
PRESENTAN UNIPROCEDENCIA GRAFOLÓGICA con las muestras
aportadas como patrón para el presente análisis y elaboradas por el
titular de dicha signatura señor Dionisio Yépez Díaz”. mayúsculas
integradas al texto.

Por esa razón el Tribunal destacó que si bien la prueba


pericial fue ordenada por la Sala Disciplinaria del Consejo
Seccional de la Judicatura, la misma se practicó sobre el
documento original y fue debidamente trasladada a la
actuación penal, pudiendo ser apreciada y controvertida por
los sujetos procesales.

Los defensores denuncian vicios formativos y de


aducción de tal experticia y si bien acerca de la
contemplación jurídica de las pruebas por parte del
juzgador la Corporación ha precisado que el falso juicio de
legalidad se presenta cuando se aprecia un elemento de
convicción que no cumplió con las reglas legales para su
aducción al diligenciamiento o adolece de irregularidades
que afectan su validez, también en CSJ SP 24 abr. 2013,
rad 35366 y SP 1° feb 2012, rad 38112, entre otras, ha
señalado que lo fundamental frente a la validez de la
aducción de la prueba trasladada no es el proceso de
formación en la actuación de origen sino el rito de su
traslado y la posibilidad de que una vez incorporada los
sujetos procesales hayan podido conocerla y por ende
ejercer el derecho de contradicción.

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En este caso, los procesados señalan que el inicial


dictamen grafológico no se practicó en legal forma, ni se
solicitó como prueba trasladada, que no obra en copia
autentica ni se verificó si cumplía con los requisitos de ley,
pero no dedican espacio para denotar que tales situaciones
los privaron de ejercer su respectiva contradicción.

Precisamente el Tribunal evidenció que el dictamen


grafológico en el que se concluía que el denunciante
Dionisio Yépez no suscribió el documento en el que aparecía
recibiendo un dinero, se aportó como prueba trasladada al
proceso penal y que se permitió su debida confrontación a
los sujetos procesales, pero además, destacó la
comparecencia a la audiencia pública del perito grafólogo
donde dio las explicaciones pertinentes y se le brindó la
oportunidad a los sujetos procesales de contrainterrogarlo,
preservando así la garantía de contradicción.

Los libelistas sólo reparan en la idoneidad probatoria


del dictamen, olvidando que si se trata de demostrar errores
en torno a las pruebas, acorde con el desarrollo completo
del cargo es menester desquiciar todos y cada uno de los
fundamentos probatorios de la sentencia, porque basta que
se mantenga uno sólo de ellos con suficiente contundencia
para que el sentido de la decisión conserve su doble
presunción de acierto y legalidad, por eso desdeñan las
manifestaciones del denunciante acerca de que nunca
recibió el dinero por parte de los abogados y que la firma
estampada en el recibo no era la suya.

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Sólo enuncian que el Tribunal incurrió en un error de


hecho por falso raciocinio al basar la condena en las
contradicciones del denunciante y en las que incurrió
RODRÍGUEZ PRETELT, pero pasan por alto que
precisamente las manifestaciones del denunciante
encontraron respaldo en el dicho del citado procesado
cuando aclaró que el endoso de la letra de cambio para su
cobro fue dado por Dionisio Yépez al abogado GÁMEZ
BARRIOS.

Incluso se tuvo en cuenta para predicar la


responsabilidad penal el indicio de manifestaciones
posteriores cuando el denunciante precisó que después de
poner en conocimiento de las autoridades el hecho el
abogado GAMEZ BARRIOS se le acercó y le propuso darle la
suma de $2.500.000, a lo cual no accedió.

De esta manera el reparo de los enjuiciados se queda


sin alguna demostración, circunstancia adicional para
advertir que las demandas no pueden ser admitidas, en
cuanto su postulación y desarrollo comportan falencias que
no corresponde enmendar a la Sala en virtud del principio
de limitación que rige esta impugnación extraordinaria, de
conformidad con lo establecido en el artículo 213 de la Ley
600 de 2000.

Finalmente, es oportuno resaltar que la Sala no


observa con ocasión del trámite procesal o en el fallo
impugnado violación de derechos o garantías de los sujetos
procesales, como para que se hiciera necesario el ejercicio

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de la facultad legal oficiosa que le asiste a fin de asegurar


su protección en los términos del artículo 216 del citado
ordenamiento procesal.

En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de


la Corte Suprema de Justicia,

RESUELVE

NO ADMITIR la demanda de casación interpuesta por


los procesados JORGE CARLOS RODRÍGUEZ PRETELT y
RUDY GÁMEZ BARRIOS, ante las razones manifestadas en
la anterior motivación.

Contra esta decisión no procede recurso alguno.

Notifíquese y cúmplase.

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER


Presidente

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA

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JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO

LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA

GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ

EYDER PATIÑO CABRERA

PATRICIA SALAZAR CUELLAR

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CASACIÓN 49883
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y RUDY GÁMEZ BARRIOS

LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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