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Educación Física Emocional.

Una nueva manera de enfocar la materia de Educación Física.

Irene Pellicer Royo


irenepellicer@gmail.com

La propuesta que aquí se ofrece se centra en el desarrollo de la esencia de la persona a


través de la acción motriz, debido a todo el potencial que esta despierta por el hecho de
ser práctica, es decir, un espacio donde el alumno siente y vivencia.

Esta propuesta parte de un proceso de búsqueda. Un proceso de reencuentro conmigo


misma, un proceso de búsqueda de mi bienestar. Proceso que no tiene fin, pero si
sentido.
Este proceso se inició hace años y se culminó tras cursar un Máster en Educación
Emocional y Bienestar, donde conocí la teoría de Rafel Bisquerra (2000) la cual me dio
una amplia base teórica para sistematizar el desarrollo emocional desde la materia de
Educación Física, acorde con la actual Ley Orgánica 2/2006 de Educación y tomando
como medio los diferentes bloques de contenidos que el currículo educativo marca para
esta materia y con el objetivo de llegar a desarrollar las competencias emocionales de
los alumnos mediante las competencias básicas.

Para poder entender la propuesta es necesario partir del concepto de emoción definido
por Bisquerra (2000:61) como “un estado complejo del organismo que se caracteriza
por una excitación o perturbación que predispone a una respuesta organizada”.

El autor clasifica las emociones en positivas, negativas, ambiguas y estéticas. Esta


división no indica que unas emociones sean buenas y otras malas, todas ellas son
necesarias e imprescindibles, pues las emociones no se pueden elegir, surgen de manera
espontánea.

1. Emociones positivas:
a. Alegría.- Entusiasmo, euforia, excitación, contento, deleite, diversión, placer,
estremecimiento, gratificación, satisfacción, capricho, éxtasis, alivio, regocijo.
b. Humor.- Provoca: sonrisa, risa, carcajada, hilaridad.
c. Amor.- Afecto, cariño, ternura, simpatía, empatía, aceptación, cordialidad,
confianza, amabilidad, afinidad, respeto, devoción, adoración, veneración,
enamoramiento, ágape, gratitud.
d. Felicidad.- Gozo, tranquilidad, paz interior, dicha, placidez, satisfacción, bienestar.

2. Emociones negativas:
a. Ira.- Rabia, cólera, rencor, odio, furia, indignación, resentimiento, aversión,
exasperación, tensión, excitación, agitación, acritud, animadversión, animosidad,
irritabilidad, hostilidad, violencia, enojo, celos, envidia, impotencia.

b. Miedo.- Temor, horror, pánico, terror, pavor, desasosiego, susto, fobia.


c. Ansiedad.- Angustia, desesperación, inquietud, estrés, preocupación, anhelo,
desazón, consternación, nerviosismo.
d. Tristeza.- Depresión, frustración, decepción, aflicción, pena, dolor, pesar,
desconsuelo, pesimismo, melancolía, autocompasión, soledad, desaliento, desgana,
morriña, abatimiento, disgusto, preocupación.
e. Vergüenza.- Culpabilidad, timidez, inseguridad, vergüenza ajena, bochorno,
pudor, recato, rubor, sonrojo, verecundia.
f. Aversión.- Hostilidad, desprecio, acritud, animosidad, antipatía, resentimiento,
rechazo, recelo, asco, repugnancia.

3. Emociones ambiguas: son aquellas que pueden considerarse emociones positivas o


negativas en función de las circunstancias: sorpresa, esperanza, compasión.
4. Emociones estéticas: se dan cuando se reacciona emocionalmente ante ciertas
manifestaciones artísticas (literatura, pintura, escultura, arquitectura, música, danza,
cine, teatro, etc.)

El proceso de educación de las emociones es lo que Rafel Bisquerra y el GROP1


estructuran en cinco competencias emocionales, que guían el proceso de enseñanza –
aprendizaje.

Figura 1. Competencias emocionales (Bisquerra y Pérez, 2007: 9)

La primera de ellas y la base, es la conciencia emocional, entendida como la capacidad


para tomar conciencia de las propias emociones y de las emociones de los demás, así
como la habilidad para captar el clima emocional de un contexto determinado.
La segunda es la regulación emocional que es la capacidad para gestionar las
emociones de forma apropiada.

1
(Grupo de Investigación en Orientación Psicopedagógica) se creó en Septiembre de 1997 con la
intención de investigar sobre educación emocional.
La autonomía emocional es entendida como la capacidad de llevar a cabo una buena
autogestión de las emociones.
La competencia social se concibe como la capacidad para mantener relaciones
saludables con los demás.
Las competencias para la vida y el bienestar son conocidas como la capacidad para
adoptar comportamientos apropiados y responsables frente a la solución de problemas
personales, familiares, profesionales y sociales, con el fin de potenciar el bienestar
personal y social.

Cada una de ellas se divide en diferentes subcompetencias para facilitar el proceso de


desarrollo de las mismas.

La educación de las emociones a través de la materia de Educación Física parte de la


actual Ley Orgánica de Educación, donde en el apartado de competencias propias de la
materia se indica que:

“a) Los contenidos de la materia pretenden dar respuesta a necesidades que lleven hacia
el bienestar personal y promuevan una vida más saludable y de más calidad. La
competencia en la práctica de hábitos saludables de forma regular y continuada
contribuye a sentirse bien con el propio cuerpo, a la mejora de la autoestima y el
desarrollo del bienestar personal.

b) La competencia comunicativa se consigue con la experimentación del cuerpo y el


movimiento como instrumentos de expresión y comunicación; la expresión y
comunicación de sentimientos y emociones individuales y compartidas por medio del
cuerpo, el gesto y el movimiento y la valoración crítica de los usos expresivos y
comunicativos del cuerpo.

c) Esta materia también desarrolla la competencia social centrada en las relaciones


interpersonales por medio de la adquisición de valores como el respeto, la aceptación o
la cooperación, que serán transferidos a la actividad cotidiana (juegos, deportes,
actividades en la naturaleza, etc.). Las posibilidades expresivas del cuerpo y de la
actividad motriz potenciaran la creatividad y el uso de los lenguajes corporales para
transmitir sentimientos y emociones que humanicen el contacto personal.”

Del análisis de la misma se extrae que a la Educación Física del siglo XXI se le exige ir
más allá y asumir las necesidades que la sociedad actual está reclamando.
Se le solicita que desarrolle el bienestar personal, mediante la mejora de las
competencias personales; que desarrolle hábitos de vida saludables; que potencie la
autoestima de los estudiantes; que contribuya en el desarrollo de la ajustada expresión
emocional, etc. Así mismo, se le pide que intervenga en el bienestar social,
contribuyendo a la creación de relaciones saludables que se reflejarán en una mayor
armonía entre los ciudadanos de la sociedad.

En la actualidad, se puede afirmar que tras muchos esfuerzos, la asignatura de


Educación Física ha logrado el reconocimiento que merece, tanto de la materia en sí
como del profesorado. En parte, se debe a que la actividad física, hoy día, es entendida
como una necesidad básica que proporciona una mejora de la salud a nivel físico,
psíquico y social, así como una adecuada utilización del tiempo libre.
A pesar de este avance en cuanto al reconocimiento de la asignatura, la Educación
Física “sigue anclada en el concepto de movimiento, claramente definido y tratado por
la física mecánica, pero impreciso y superficial para explicar y comprender la acción
humana, compleja y repleta de singularidades” (Lagardera, 2007:3).
“La mayoría de los estudiosos están de acuerdo en que el objeto de estudio de las
ciencias de la actividad física y el deporte es el cuerpo en movimiento” (López y
Castañer en Lagardera, 2007:3) pero esta perspectiva no se refleja en la práctica real y
en numerosas ocasiones, queda reducida al adiestramiento corporal.
Actualmente, existen muchas aportaciones que contemplan la parte física y la parte
emocional del ser humano como algo indivisible. Una de ellas, viene de la mano de
Damasio (1996) que aborda:
- El vínculo cuerpo – mente.
- El vínculo sentimiento – cuerpo.
- El vínculo cuerpo – pensamientos de orden superior.

En esta misma línea se encuentra el trabajo de Tolle (2004:45-46) que afirma que la
emoción “es la reacción del cuerpo a tu mente... Por ejemplo, un pensamiento de ataque
o un pensamiento hostil crearán una acumulación de energía en el cuerpo que
denominamos ira. El cuerpo se prepara para luchar. La idea de que te estén
amenazando, física o psicológicamente, hace que el cuerpo se contraiga, y este es el
aspecto físico de lo que denominamos miedo. Las investigaciones han demostrado que
estas poderosas emociones provocan cambios en la bioquímica del cuerpo”.
La aportación de Reich (1978) revela que existe una equivalencia en cuanto a la
funcionalidad de la psique de una persona y su musculatura voluntaria, lo que indica
que los bloqueos psíquicos tienen correspondencia con las contracciones musculares
crónicas. Un ejemplo, sería una persona que siente miedo, la cual presenta tensiones a
nivel de la musculatura de los muslos y los hombros de forma permanente, pues es la
manera en que su cuerpo está preparado para protegerse la cabeza y echar a correr,
reacción lógica frente a un peligro.

La segunda idea de Damasio es el vínculo sentimiento – cuerpo. La esencia de un


sentimiento es la percepción directa del lenguaje del cuerpo. Esto revela el vínculo entre
el sistema límbico, las cortezas prefrontales y los receptores del cerebro de las señales
procedentes del cuerpo. De aquí se extrae que los sentimientos son una información
directa sobre el estado, la estructura y la regulación del cuerpo.
Ya en 1972 (pág. 21), Towen afirmaba que “... una persona solo puede sentir en su
cuerpo. Uno no puede sentir el ambiente excepto a través de su efecto en el cuerpo. En
la realidad entonces, uno siente cómo el propio cuerpo reacciona al ambiente o a los
objetos externos y proyecta la percepción de este sentimiento sobre el estímulo. Así,
cuando yo me doy cuenta de que tu mano es cálida al posarla en mi brazo, lo que yo
estoy sintiendo es cómo mi calor corporal es afectado por tu mano. Todos nuestros
sentimientos son percepciones del cuerpo. Cuánto nos sentimos y cuán profundamente
nos sentimos es una función del conocimiento de sí mismo (self-awareness). El
conocimiento de sí mismo significa un conocimiento del cuerpo. El individuo que se
conoce a sí mismo está en contacto con su cuerpo. Se da cuenta de qué está pasando en
cada parte de su cuerpo, está, en otros términos, en contacto consigo mismo”.

En relación a esta conexión sentimiento – cuerpo, Lagardera (2007:7) comenta que


“actualmente se sabe que no es sólo la memoria del córtex cerebral la que es capaz de
retener una vivencia, sino que es todo el cuerpo quien la hace suya: la piel retiene las
sensaciones táctiles, los pies y las piernas las sensaciones asociadas a los
desplazamientos, el corazón los sentimientos y emociones, los riñones los cambios de
temperatura, los huesos y músculos las sensaciones de debilidad y fortaleza..., y así
sucesivamente, pues es toda la vida de modo sistémico la que interviene en cada acción
motriz”.
La visión de Ruano (2004:62) sigue la misma línea, afirmando que “el cuerpo no
funciona sólo atendiendo a la dimensión física, sino que las emociones y la mente están
asociadas a su funcionamiento y es imposible separarlas”, de manera que “el cuerpo
siempre nos pasa factura de nuestros estados emocionales (miedos, angustias o estrés).
La estrecha relación que existe entre el funcionamiento tónico muscular, las actitudes
posturales, los procesos psíquicos, y las emociones son causa de ello. La musculatura
refleja nuestro estado emocional, se contrae, se relaja, se mueve libremente en función
de la situación a la que nos enfrentamos”.
Esta misma perspectiva es apoyada por Castillo de Vora (en Motos, 2003) que afirma
que estas emociones que el cuerpo experimenta contienen toda la información que
necesitamos saber sobre nosotros mismos, aunque a veces, nos sepamos verla, leerla o
interpretarla, por ello, tenemos que aprender a leer nuestras emociones, en lugar de
disimularlas o ignorarlas.

La tercera idea de Damasio despliega el vínculo cuerpo – pensamientos de orden


superior. Gelpi2 (2009:14) resume este concepto a través de la idea: “el alma respira a
través del cuerpo, y el sufrimiento, ya empiece en la piel o en la imagen mental, tiene
lugar en la carne”.

2
Gelpi, P. (2009). Apuntes no publicados del curso Educación emocional a través de la motricidad.
Zaragoza: Asociación Aragonesa de Psicopedagogía.
A través de la teoría confirmada de Damasio, así como de las aportaciones de los
diversos autores queda notoriamente demostrada que la relación entre el cuerpo, el
movimiento y las emociones tiene la suficiente fuerza y peso, para asumir la
envergadura que la materia Educación Física puede y debe alcanzar.

Por ello, desde aquí se propone centrar la Educación Física en el estudio y desarrollo del
cuerpo en movimiento, entendiendo el cuerpo en su globalidad. No sólo como un
conjunto de músculos, huesos, articulaciones y su biomecánica conexión, sino como un
cuerpo que piensa, que siente, que escucha, que comunica, que expresa, etc. y que sólo
se puede concebir a partir de la conjunción de estas tres dimensiones: la mental a través
de los pensamientos; la emocional mediante los sentimientos y las emociones y la física,
a través de la acción motriz.

Para facilitar la aplicación de esta propuesta se han creado una seria de actividades de
enseñanza – aprendizaje donde el objetivo de las misma es la mejora de las
competencias emocionales a través de los bloques de contenidos que el currículo de
Educación Física contempla, con el fin de tener el cuerpo y la acción motriz como eje
para el desarrollo de la esencia de la persona.
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