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Revista RE - Presentaciones

Periodismo, Comunicación y Sociedad


Escuela de Periodismo Universidad de Santiago
Año 3, Número 6 / enero – junio 2010, 11-41.

Periodismo y Antropología:
Ficción y Lealtad
Javiera Carmona Jiménez
Periodista, U. Arcis
Magíster en Arqueología, U. Chile
Doctora en Historia, U.Chile
Docente Escuela de Periodismo USACH

jcarmonaidees@gmail.com

Resumen: Se plantea la relación que hay entre Periodismo y Antropología al examinar


los principios de la Etnografía como paradigma de la aproximación, y la innovación del
Periodismo narrativo o crónica latinoamericana, en cuanto propone formas nuevas de
reporteo e investigación cercana a la Etnografía. Esto implica una posición ética sobre
el Periodismo informativo. Se confrontan ejemplos y reflexiones de cronistas recono-
cidos con los preceptos etnográficos para examinar la forma en que ambas consideran
la cuestión de la subjetividad.
Palabras Clave: Periodismo Narrativo, Crónica Latinoamericana, Antropología, Etno-
grafía, Extrañeza, Familiaridad, Ética.
Abstract: We regard the relationship between Journalism and Anthropology, and we
consider the principles of the ethnography as a paradigm of approximation, and in-
novation of narrative journalism or latinamerican chronicle as proposed new forms of
reporting and research, like Ethnography. These imply an ethical position aboutt the
informative journalism. We put together examples and reflections of great latinamerican
chroniclers with the ethnographic precepts, and we regard the manner in which both
consider the question of subjectivity.
Key Words: Narrative Journalism, Latinamerican Chronicle, Anthropology, Ethnogra-
phy, Strangeness, Familiarity, Ethics.
RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

1. Introducción: Periodismo informativo como política del consenso

A
mediados del año 2004, Tomás Eloy Martínez propuso durante un taller de
Periodismo narrativo que dirigió en Santiago, que el fracaso del Periodismo
escrito se desencadenó cuando optó por “imitar” o replicar el lenguaje de
la televisión e Internet en lugar de oponérsele. Las noticias breves, tan cortas como lo
que permite completar una discreta pirámide invertida, plagadas de infografías o fotos,
suponían a un lector “no lector”, es decir, un usuario con escaso tiempo, voluntad o
motivación para informarse. La fuerza de la televisión, y sobre todo de Internet1, impuso
la “dictadura del diseño” en el Periodismo escrito, sostuvo T.E. Martínez2.
Esta tesis puede ser vista como una de las aristas o capas de un fenómeno algo
más problemático, pues no se remite de manera exclusiva a la prensa escrita. Más bien
abarca por completo a lo que por tradición se ha denominado como “Periodismo
informativo”3.
Los noticieros televisivos también prefiguran un usuario prototípico falto de tiempo,
que consume frente a la pantalla de TV el equivalente a lo que pareciera que demora en
leer una noticia del diario (alrededor de 2 minutos y medio por noticia). Así, editores
de prensa y televisión comparten un mismo imaginario sobre el perfil del “consumidor”
al que se dirigen. A partir de este denominador común sacralizaron un tipo de discurso
periodístico que rara vez se cuestiona. Lo que nos dicen los noticieros y la prensa se
presenta como “verdadero”, no admite dudas; es de naturaleza asertórica y coincide con
lo que admite el “horizonte de comprensión” del ciudadano medio; concuerda con las
expectativas del usuario, las que se supone conocen bien los periodistas y editores. Así,
el “Periodismo informativo” promueve la interpretación hegemónica, o al menos, la
interpretación que genera consensos con mayor facilidad. De esta manera insiste en
tan sólo un enflaquecido ángulo de aproximación a los hechos, preserva estereotipos y
prejuicios instalados de manera previa en el sentido común de usuarios y periodistas,
por los propios medios de comunicación4.
Al “círculo vicioso” de la interpretación dominante que perpetúa el “Periodismo
informativo” se suma la capacidad que han tenido los noticieros televisivos de institu-
cionalizar el “foco periodístico” en el Periodismo de actualidad. Copiado a su vez por los
medios impresos y las radios, el “foco periodístico” consiste en la exaltación del poder.
Unos pocos que forman la elite de ricos y famosos -políticos, empresarios, deportistas,
estrellas del espectáculo o farándula-, y los “caídos” -víctimas y victimarios de los hechos
policiales y catástrofes- proporcionan la información que a todo el resto interesa y que
consume. “Sin desastre, la mayoría de la población no puede (no debe) ser noticia”5,
sostiene Martín Caparrós, también periodista, escritor, argentino y crítico de la supre-
macía del “Periodismo informativo” al que nos han habituado los medios.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

El “Periodismo informativo” de algún modo es un “Periodismo cultural” porque


produce y reproduce una cultura: la cultura internacional popular dominante. No
obstante, hay un espesor y diversidad de lo social en la denominación de una “cultura
contemporánea” que no debe ser pasada por alto. Ante esto, la expectación convencional
de una homogeneización “del mundo” es un augurio inacabado.
“(…) el nuevo orden de realidad que se ofrece a la mirada (…) está dado por las
nuevas fronteras que no se confunden con las antiguas delimitaciones de lo social
y de lo cultural. Las relaciones de sentido (las alteridades y las identidades insti-
tuidas y simbolizadas) pasan por esos nuevos mundos y sus entrecruzamientos,
imbricaciones y rupturas constituyen la complejidad de la contemporaneidad.
Cualquiera que sea el orden a que esos mundos pertenezcan, tienen sin duda en
común la paradoja que los define: expresan a la vez la singularidad que los cons-
tituye y la universalidad que los relativiza”6.
La información que presentan los medios está programada -páginas, entrevistas,
escenarios y respuestas programadas- postula no sólo una manera de mirar el nuevo orden
de realidad que omite los mundos, sino además impone la idea unitaria de mundo: “un
modelo de mundo en el que importan unos pocos. Una “política del mundo”7.
La “política del mundo” constituye un sistema de interpretación, y en los medios
se aprecia en especial su valor para descifrar los infortunios y males vinculados a la
razón económica y política. La “política del mundo” extirpa toda idea que cuestione el
nexo necesario entre economía liberal y democracia representativa. Es una “política de
consenso” que naturaliza y consagra el orden establecido por desigual que sea.
“Un consenso mínimo es ciertamente la condición de toda vida social: los actores
deben por lo menos ponerse de acuerdo sobre el sentido de las palabras y sobre las
reglas del juego, pero la partida debe continuar jugándose y el futuro permanece
indeciso; apenas el consenso se extiende a otros objetos, apenas pretende consagrar
un orden establecido haciéndolo pasar por ‘la naturaleza de las cosas’, es preciso
medir el precio que hay que pagar por ello: el consenso sólo puede subsistir en
virtud de una perversa mezcla de cegueras e hipocresías, de enredos y de silencios
cómplices…”8.
Se puede sostener que el estado actual del “Periodismo informativo” tradicional en
los medios responde a las presiones del consenso, con lo que se convierte en síntoma
parcial, efecto o corolario de un ethos, de un momento histórico. Visto así se libera del
lastre de responder a sus propias condiciones de producción, siendo ésta la instancia para
situar un Periodismo informativo renovado, con auténtica capacidad explicativa.
Para algunos, la rehabilitación del “Periodismo informativo” estaría en fomentar la
inclinación hacia lo narrativo, una suerte de “literaturización” del Periodismo conocida
como el ya viejo “Nuevo Periodismo” o un Periodismo de tipo narrativo. Sin embargo,
los términos en que los periodistas –mejor dicho cronistas– proponen la revitalización de

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lo narrativo revelan rasgos teórico-metodológicos y éticos que se tienden como puentes


desde el trabajo periodístico hacia un enfoque menos literario y de corte más antro-
pológico9. Las premisas enarboladas en los últimos años por los cronistas reconocidos,
que constituyen todo un paradigma de la aproximación y la escritura, coinciden con el
signo más distintivo de cierta Antropología Social y Cultural: la Etnografía. Ulf Hannerz
insiste en que sólo hay distancias y diferencias entre el Periodismo y la Antropología10,
pero el punto de referencia que adopta Hannerz es el del Periodismo informativo que
tiene de modelo la pirámide invertida como la Antropología al informe de laboratorio.
No obstante, Periodismo narrativo y Antropología tienen algo en común: comparten
de una manera vigorosa una fuerte base etnográfica en la que destaca -en términos del
antropólogo Clifford Geertz- su componente textual.
El Periodismo narrativo es, para un periodista como Tomás Eloy Martínez -que
se desplaza sin dificultad y con acierto entre la crónica y la novela-, necesariamente un
producto literario, pero muy diferente a la Literatura11, porque trabaja con la no-ficción
y exige cierto tipo de lealtad ética con el público12. Para Geertz, la Etnografía es un
producto literario y no Literatura porque su materia prima es también la no ficción.
Pero además, encarna un compromiso personal de avistar los fenómenos que examina
en los términos de una perspectiva moral particular y resolver la tensión entre la reacción
moral y la observación científica13. Crónica y Etnografía se juegan en la eficacia del
lenguaje, la eficiencia del dato y la narración, y en la valoración de la dimensión ética
de la propia experiencia investigadora.
Sin embargo, la crónica admite la duda, emplea la alusión y la elisión, y no se
autoerige como la verdad absoluta pues muestra a su escritor. La Etnografía en tanto
adolece del trauma del documento científico que se esfuerza por ocultar a su autor y
todas las operaciones textuales e intelectuales (incluso epistemológicas) derivadas que
son inmanentes al discurso. Geertz lo describe como el problema de la Etnografía que
oscila entre el documento ostensiblemente científico, como un “informe de laboratorio”,
aunque implica experiencias claramente biográficas como en un relato de ficción14.
Los antropólogos han discutido de manera extensa sobre las implicaciones de la
Etnografía hasta superar la casuística y construir una teorización y una metodología sobre
ella con discrepancias y consensos al interior de la comunidad científica. En general,
los periodistas reconocen los principios que orientan la producción de una crónica de
manera más bien instintiva que con dificultad se intenta sistematizar en las redacciones
de los diarios y en las escuelas de Periodismo como se enseña magia y hechicería en el
colegio Hogwartz, donde estudia el joven aprendiz Harry Potter. En los últimos años
algunos de los cronistas (latinoamericanos y estadounidenses) más respetados se han
detenido a reflexionar sobre las posibles fórmulas y normas requeridas para hacer cróni-
cas. Ante esto, la revisión de la discusión sobre los preceptos que de manera simultánea
delimitan y amplían el marco de la Etnografía ofrece una instancia para debatir desde
una perspectiva teórico-metodológica y ética, la actividad que emprenden con coraje

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

los cronistas. Pero los etnógrafos carecen de las herramientas del oficio de la escritura
que los cronistas manejan con maestría.

2. Etnografía y Crónica Periodística

Desde que en 1922, Bronislaw Malinowski propuso en “Los Argonautas del Pa-
cífico Occidental” los tres principios metodológicos de la “magia del etnógrafo” para
captar el espíritu de las culturas distantes, la Etnografía se ha transformado mucho.
El abanico de las perspectivas etnográficas es variado e incluye la vida en las ciudades,
medios de comunicación, salas de clases, producción de ciencia y tecnología, fenómenos
religiosos y un largo etcétera. De las descripciones totalizantes y omnicomprensivas de
lugares remotos y exóticos se ha pasado a los estudios focalizados en temas limitados,
más cercanos, e incluso “microscópicos”, como los escolares usuarios del MSN o los
pacientes de los servicios de salud pública de una ciudad o una familia de un barrio.
Desde esta perspectiva, los temas de la Etnografía y del Periodismo narrativo coinciden
en cuanto la atención está en los relatos particulares que se revelan como nodos de una
trama general, “lo que puede sintetizar el mundo. La pequeña historia que puede contar
tantas. La gota que es el prisma de otras tantas”15.
En general, el compromiso característico de la Etnografía –como un método de
investigación social– consiste en “la participación del etnógrafo, sea abierta o encu-
biertamente, en la vida cotidiana de las personas, durante un período prolongado de
tiempo, observando lo que sucede, haciendo preguntas –de hecho, recopilando cualquier
dato que esté disponible para arrojar luz sobre los temas de su investigación”16. Sin
embargo, a esta declaración de tipo más bien práctico, se puede agregar que el objetivo
último del etnógrafo es de tipo interpretativo; es buscar significaciones (estructuras de
significaciones) socialmente establecidas y que no son evidentes en la “superficie” de
las expresiones sociales. Esta perspectiva formulada por Geertz, asume la Etnografía
como “descripción densa”17.
La tradición antropológica distinguía tres operaciones consecutivas en la descripción
etnográfica: observar, registrar y analizar. Según Geertz, en la “descripción densa” las
tres acciones no son autónomas, sino simultáneas e imposibles de distinguir entre sí. El
énfasis está en la observación; en ver y describir lo que la gente hace e interpretarlo, y
no en participar como un espía o tratar de convertirse en nativo o imitarlos. La “obser-
vación participante” es tan sólo observación (y mucha conversación), pero atendiendo
a la posición en la que se construyó la significación, sostiene Geertz en la obra “La
Interpretación de las Culturas”, posición que no está en la exterioridad en la que se
sitúa el etnógrafo. Esta es la cuestión difícil de aprehender y que corona el proceso de
comprensión. Para el caso de la crónica, Caparrós lo entiende como el ‘no saber desde
dónde estamos mirando’. “Eso por un lado es una debilidad y por otro es interesante
porque nos obliga a crear el lugar desde el que estamos mirando”18.

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En principio, el etnógrafo recoge las dichos de los informantes en las conversaciones


que sostienen con él o entre ellos. En la conversación el etnógrafo indaga, elabora un
relato y la representación de la existencia de su informante. El informante construye
en tanto una imagen de sí mismo que comprende las representaciones que los demás se
forjan de él y las propias. Todo lo dicho por el informante son interpretaciones de los
mismos actores, son interpretaciones de primer orden y todas “verdaderas” en cuanto
proponen al mismo tiempo una imagen de la sociedad en la que vive.
Cuando el etnógrafo las registra por escrito o audiovisualmente, lo fija en un
documento, emprende una interpretación de segundo orden y hasta tercer orden (in-
terpretación de interpretaciones primarias). El etnógrafo cristaliza, atrapa un momento
único en el relato, en el texto etnográfico que elabora y que puede ser consultado y
revisado más allá del tiempo en que sucedió. Es un acto de construcción de memoria
pero también es en cierta forma una ficción (ficción en el sentido de algo elaborado,
hecho, compuesto): los actores y los hechos son reales y ocurrieron, pero hay un “acto
imaginativo” en el etnógrafo al seleccionar, plasmar, aclarar lo que sucede y contar una
historia. Desde este punto de vista, el “pacto de la no-ficción” que el autor –bien sea
etnógrafo o periodista/cronista- le propone al lector (voy a contarle una historia y esa
historia es cierta, ocurrió y yo me enteré de eso)19 siempre será quebrantado.
Geertz -quien antes de convertirse en antropólogo y oponerse a la tradición antropo-
lógica estudió Literatura- redefine los principios y campo de la Etnografía recuperando
su dimensión creativa que compromete de manera esencial el escrito como una vitrina
en la que se observa al autor y su relación con los informantes. Un fenómeno semejante
ocurre en una crónica: “Si hay una justificación teórica, y hasta moral, para el hecho de
usar todos los recursos que la narrativa ofrece, sería esa: pensar que con esos recursos se
está poniendo en evidencia que hay una subjetividad, una persona que mira y cuenta”,
señala Caparrós20. T.E. Martínez respalda esta afirmación cuando confronta las diferencias
entre el género informativo convencional y la crónica periodística narrativa:
“El tradicional artículo noticioso está basado en una supuesta objetividad: estoy
narrando desde una cierta distancia, desde una toma de distancia, estoy narrando
hechos, estoy narrando datos, estoy narrando historias que me son ajenas, que están
allá, del otro lado, y que las estoy exhibiendo con la misma frialdad que las exhibe
la televisión, o Internet. Y obliga, además, a contar las dos partes de la historia.
Siempre a hacer oír las dos campanas de la misma historia. Con oraciones decla-
rativas, con una estructura de pirámide invertida y con respuesta a las preguntas
clásicas. En cambio el Periodismo Narrativo tiene una voz subjetiva. Desde que
titulas una noticia, hasta que eliges el modo de contarla, hasta que determinas cuál
de todo el conjunto de datos que tienes es la noticia y cuál es el eje de tu noticia.
Ahí interviene tu subjetividad, tu inteligencia. Tu punto de vista”21.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

La “descripción densa” que propone Geertz para la Etnografía es además micros-


cópica, tanto en términos espaciales como conceptuales. Los contextos sobre los que
trabaja el etnógrafo son reducidos, localizados (una institución, un barrio de la ciudad),
y los hechos son cotidianos, domésticos, usuales (actividades laborales, relaciones entre
personas). Ya en 1949, el antropólogo Oscar Lewis se escandalizaba por la gran cantidad
de información que los estadounidenses poseían, gracias a los antropólogos, sobre las
costumbres de una tribu aislada de Nueva Guinea con una población de 500 personas,
desconociendo totalmente la vida de miles de pobladores de los centros urbanos de su
propio país22. El propósito de Lewis fue visibilizar para la ciencia –para la Antropolo-
gía- la poco exótica “cultura de la pobreza”, que para 1950 sus depositarios constituían
alrededor del 80% de la población de los países subdesarrollados: campesinos y masas
urbanas empobrecidas.
Lo microscópico de la Etnografía y de la crónica enfrenta, la primera, los paradig-
mas positivistas de las Ciencias Sociales, y la segunda, la perspectiva macroestructural
y elitista del Periodismo convencional:
“Una forma de pararse ante esa estructura de la información que habla de unos
pocos y decir que vale la pena contar lo que le pasa a todos los demás. A veces es
más importante, más noticioso, más informativo para mucha gente enterarse de lo
que pasa con unas personas en una plaza cualquiera que leer las declaraciones de
un ministro. Puede hablar más sobre su vida, su país y sus circunstancias. Es una
lástima que los medios no tomen la idea de que sería mejor contar vidas cotidianas.
El Periodismo tendría que dedicarse a la vida de todos”23.
La justificación de la mirada microscópica puede resultar de la máxima metonímica
que asegura la posibilidad de percibir y captar el mundo grande, como totalidad, a través
de la descripción del pequeño. Trascender de lo particular a lo general sumando hechos
pequeños constituye uno de los mayores problemas metodológicos de la Etnografía y
un argumento peligroso para la crónica. Ambas tienen un carácter “circunstanciado y
específico”, producto de contextos confinados. Los megaconceptos de las Ciencias So-
ciales en general encuentran su expresión en formas sencillas y domésticas que revelan
lo particular y permiten redefinirlos a partir de material concreto24. Con la crónica que
repara en lo pequeño se interpela al lector -en una medida variable- sobre los proyectos
de felicidad, sobre su espacio, su tiempo y nuestra vida:
“Con la actual explosión de la información, con esto de las noticias instantáneas,
el lector en general desea una información o un trato a la noticia con mayor pro-
fundidad. El lector quisiera que lo apartes un instante de ese vértigo noticioso
actual y le digas: Mira, presta atención a esta historia, esta historia es diferente,
esta historia te concierne como ser humano, esto te importa, esto afecta tu vida,
esta historia modifica tu forma de ver las cosas, tiene que ver con tu mundo y
aquí está”25.

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Derivado del enfoque microscópico surge el elemento narrativo -presente en crónicas


y Etnografías- denominado “personalización”. “Es decir, lograr que 3 ó 4 personas repre-
senten un fenómeno colectivo. Si decimos que 480 personas murieron en el hipermercado
de Asunción, estamos dando una cifra que no nos afecta. Pero si decimos que la señora
Elida Pérez y sus dos niños de repente vieron que se caía una viga incendiada del techo,
intentaron caminar hacia la puerta y un grupo de guardias las repelieron y las obligaron
a retroceder, y vieron los cadáveres llameantes de dos o tres amigas cercanas que estaban
allí a su lado... Es así como el drama y la tragedia se transforma en comunicable, real,
de mayor intensidad. Contagia y puede identificar un conflicto que afecta a la especie
humana en términos generales y como tal es importante”26.

2.1 Extrañeza y Familiaridad

Según Lins Ribeiro, el antropólogo estudia la conciencia práctica, un modo desde el


que se reflexiona sobre la acción. No obstante, el actor social no necesariamente realiza
este análisis en la vida diaria pues en la cotidianidad opera con elementos que no se
requieren explicitar de manera discursiva puesto que se incorporan en el actor a través
de las rutinas. Tales elementos forman un escenario, un contexto en el que las personas
despliegan sus acciones27.
La primera reacción del observador ante estos escenarios puede ser sorpresa, admira-
ción y extrañeza. Los puede hallar ajenos, extraños y hasta exóticos debido a la distancia
social (física e intelectual) que separa al investigador de lo observado. Si este es el caso,
el desafío consiste en superar la extrañeza a través del acercamiento y la aproximación;
volver lo extraño en algo familiar. Es la situación de tensión y confrontación entre dos
sistemas sociales y cognitivos distintos: el del observador frente al del observado. El
par contradictorio extrañeza/familiaridad es el que permite abordar la discusión sobre
posiciones objetivistas y subjetivistas en cuanto que “al no participar de la conciencia
práctica de los actores que estudia (el observador) se ubica en una situación objetiva (de
exterioridad) respecto a la conciencia práctica de los otros: por desconocer subjetivamente
puede percibir objetivamente, la conciencia práctica, aquellos que los actores, metidos
en su cotidianidad, sólo perciben subjetivamente. Pero ese conocimiento es también
subjetivo, ya que el investigador puede percibir objetivamente sólo a través de sus propios
filtros subjetivos: sus valores, sus conocimientos, su propia conciencia práctica”28.
El cronista chileno Juan Pablo Meneses asume como norma de investigación/es-
critura desde la tensión de la extrañeza/familiaridad, “encontrar la normalidad en esce-
narios raros (…) que la historia aunque sea lo más lejana (trate) de poner siempre un
ingrediente que sea universal y que haga al lector hacerse preguntas”29. Pero a veces, la
ansiedad por buscar lo universalizable se estrella contra la pared de los particularismos.
Como el desconcierto y después maravilla de Laura Bohannan cuando se dio cuenta
que el “universal” Hamlet era en realidad demasiado inglés (y occidental) cuando al

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

relatar el drama a los miembros de los Tiv -en África Occidental- en lugar de reconocer
el heroísmo del dubitativo príncipe distinguen con admiración a Laertes, pues “hace
falta un corazón muy fuerte para matar por brujería a la propia hermana”30.
No sólo es buscar lo cotidiano en lo extraordinario. En sentido inverso, Meneses
también insiste en la búsqueda de lo inusual en lo familiar para relatar “la historia de
un personaje ordinario, contada de manera extraordinaria”31. Caparrós es categórico y
afirma que “existe la superstición de que no hay nada que ver en aquello que uno ve todo
el tiempo. Periodistas y lectores la comparten: la ‘información’ busca lo extraordinario; la
crónica, muchas veces, el interés de la cotidianidad. Digo: la maravilla en la banalidad”32.
La misma contradicción de la extrañeza/familiaridad permite examinar la propia sociedad
a la que pertenece el observador, de manera que convierte su cotidianidad (su conciencia
práctica) en algo exótico y asume una posición de extrañeza sobre lo propio.
“Me gustan las crónicas que narran algo que todo el mundo ve todos los días. Me
gusta la idea de enfrentarme con lo evidente y hacerlo visible. Una crónica sobre Birmania
es fácil, lo difícil es contar la manzana de tu casa. Obviamente la muleta del exotismo
facilita mucho las cosas. Uno sabe que tiene que estar mirando y mira con esa virgini-
dad que permite ver en cada cosa lo digno de ser contado”33. En el impactante relato
sobre el turismo sexual infantil en el Sudeste asiático, del libro de crónicas La Guerra
Moderna, Caparrós constata cómo aquello tipificado como exótico por momentos exige
una menor tensión intelectual y se vuelve una tarea más sencilla, ante la disposición
anticipada del periodista a encontrar lo sorprendente, actitud que le impide apreciar el
mismo fenómeno en un contexto más familiar.
“El té estaba delicioso. Stanley me vio la cara de placer y me preguntó si yo sabía
que en la producción de eso que me daba tanto gusto trabajaban chicos de menos de
10 años.
- O sea que también en este caso hay menores que trabajan para nuestro placer. Y
sin embargo nadie se escandaliza mucho por eso, ¿no?
- Bueno, no es lo mismo. Aunque es obvio que habría que acabar con el trabajo
infantil.
- Sí, pero tú no habrías venido desde tan lejos para hacer una nota sobre los chicos
que trabajan en las plantaciones de té, ¿no es cierto? En tu país también debe haber
chicos que trabajan…
- ¿En mi país?”34
Por el contrario, hay argumentos etnográficos que permiten afirmar que el estudio
de contextos o cosas que son familiares exige un esfuerzo intelectual menor y culmina
con una productividad reducida por la ausencia del estímulo cognitivo del “choque
cultural”35. La mirada es intencionada y se termina por “ver sólo lo que se desea” o
encontrar lo prefigurado en la imaginación. “La extrañeza es uno de los motores de la
motivación investigadora, sin embargo ¿cómo te vas a extrañar de lo que siempre has

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vivido?”36. Es el contraste con lo exótico, novedoso e inusual lo que activa el distancia-


miento/extrañeza, o actitud de sorpresa ante lo extraño, que nos impulsa a cuestionar
lo propio, fraguar una actitud relativista y reconocer nuestros esquemas etnocéntricos.
Meneses denomina como “Síndrome Colombia” cuando al cronista lo aprisionan las
ideas preconcebidas sobre un lugar o personas, como la marca del narcotráfico en todo
lo relacionado con este país. “Es lo difícil que se nos hace despojarnos de los prejuicios
a la hora de viajar (…) No hay otra manera para que tu historia no sea un resumen de
clichés de determinado lugar”37.
“Después de aquella vez he vuelto varias veces a Colombia. Tengo buenos amigos,
escribo para revistas de ahí y creo, absolutamente, que es un destino formidable. Tiem-
po después, un policía de la aduana de Barajas, en Madrid, revisando mi pasaporte se
detuvo en los timbres de Colombia y me preguntó: ¿por qué viajó tanto a Colombia?
Respiré aliviado. No era que sospechara de mí. Sólo había aparecido, una vez más, el
abominable Síndrome Colombia”38.
El “Síndrome Colombia” insiste en uno de los ejes principales de la Etnografía,
que consiste en la auto vigilancia sobre actitudes etnocéntricas, pues “unos y otros
vemos las vidas de los demás a través de los cristales de nuestras propias lentes”39. Pero
asimismo, la autovigilancia involucra también contener el relativismo a ultranza que
sobreestimule el campo de nuestras simpatías por efecto de una sobrevaloración de las
creencias de los otros grupos humanos y termine por convertirse en la tolerancia a costa
de la indiferencia.
El reto de la Etnografía y la crónica consiste en plantearse como extraño lo propio,
lo que hasta ahora ha sido lo razonable y consistente, es decir, la forma de vida propia,
en lo inestable y lleno de extrañezas. “Sólo haciendo familiar lo extraño, podremos llegar
a hacer extraño lo familiar”40.
Tal parece que para sufrir la extrañeza en el propio entorno hay que ser especialmente
sensible al hecho de que por muy miembro que uno sea de un campo cultural concreto
o pertenezca a otro totalmente distinto, todos estamos rodeados de diferencias, incluso
dentro de nuestra propia comunidad41.
En “El Interior”, Caparrós se propone relatar en 630 páginas qué es lo que hace a
la Argentina ser un país.
“Hay una idea, muy bien establecida, que pretende que el Interior es la verdadera
Argentina. En lo bueno –tradición, religión, historia viva, etcétera- y en lo malo
–tradición, religión, historia viva, etcétera-. Frente a la solidez de esas raíces, Buenos
Aires es lo lábil, lo sin identidad, la mezcla –más o menos- pervertida. Hay una
idea –previa, necesaria- de que existe una verdadera Argentina, y otras falsas”42.

A lo largo de los párrafos el lector se encuentra con una seguidilla de historias y


personajes verdaderos pero inverosímiles, paradójicos, tristes y discordantes, en escena-

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

rios multiformes de vegetación exuberante, pampas secas y polvorientas o precipicios


rocosos. Gente que vive en un mínimo nivel de subsistencia, y otros que viven bajo él,
pero convencidos de que están en el lugar correcto; funcionarios públicos que viven de
la amoralidad del Estado; ancianos que recuerdan “el granero del mundo” sin esperanza
por el mediano plazo, y gente que de manera admirable hace su vida insistiendo en
que todo puede ser distinto. Después de recorrer más de 20 mil kilómetros Caparrós
advierte que:
“(…) se me hace difícil pensar qué es la Argentina: tenemos, ahora, un país hecho
de lo que se perdió. Un país que solía ser pura promesa –que siempre fue promesa
hasta que de pronto descubrió que el futuro que prometía se le había transformado
en pasado –y que el presente no había existido nunca”43.
Al volver a la capital constata que ha sido su viaje más difícil -más que recorrer
África-. Su única afirmación radical es que Buenos Aires no es ni el interior ni el exterior,
que es una especie de limbo. A medida que cruza la autopista e ingresa en la ciudad por
primera vez se da cuenta de:
“La masa de ruido, de movimientos, de imágenes-carteles-edificios. Todo eso que
me ha parecido normal miles de veces de pronto se me vuelve casi monstruoso: impre-
sionante. Todo está en la mirada, o sea: todo está en todos lados y en ninguno”44.
Al igual que un etnógrafo, Caparrós nos convence de que “estuvo allí” y le presenta
al lector a Argentina como otro mundo que a él le resulta ajeno. Muestra su capacidad
para seleccionar las expresiones de personajes que le dicen cómo se ven a sí mismos y a
los otros -los de la capital- porque el cronista penetró (o fue penetrado por) otra forma
de vida y fue sensible a ello. Desde el principio del relato asume el mismo desafío de un
etnógrafo, pero como todo buen cronista, el problema de “la firma” o la autoría es una
presencia concreta desde la primera página. En las Etnografías convencionales se aprecia
la negación del autor, aunque su presencia de manera implícita empapa todo el texto.
En lo formal se le restringe a unas notas al pie de página contando una anécdota o una
reflexión personal. Sin embargo ambas funcionan (Etnografía y crónica) porque persua-
den de la producción del “milagro invisible”, que es donde interviene la escritura.

3. Cuestión de Lealtades o una Escritura Ética

En la actualidad, y de manera inédita, la mayor parte de la población mundial vive


en ciudades, escenario de los grandes fenómenos constitutivos de nuestra modernidad
que han transformado la naturaleza de la relación que cada uno puede establecer con lo
que lo rodea y con su medio. El crecimiento de la trama urbana, la proliferación de las
redes de transporte, la uniformización de ciertas referencias culturales, la mundialización
de la información y la imagen son rasgos contemporáneos que compartimos en todo
el orbe y que de alguna forma vuelven difusa y problemática la frontera entre nosotros
(como investigadores) y los otros (investigados). Las distancias se reducen en términos

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

simbólicos y físicos, y la noción de lo lejano y lo cercano se diluye. Así, el mundo de


“los otros” remite de manera permanente al propio mundo del investigador. Todos
poseemos imágenes del otro –a veces truncas, deformadas, falseadas-, que por sobre
su carácter referencial aluden ante todo al sí mismo (en términos culturales, afectivos
o cognitivos). De manera potencial, la historia de otro puede ser la recreación de una
parte de mi propia historia o la del lector. Cada vez es más fácil que sin proponérselo
tanto el etnógrafo como el cronista terminen por describir su propia comunidad. Ante
esto hay que anticipar los riesgos que implica y tomar precauciones.
Entre los riesgos está el manejo de las expectativas que se generan en los informantes
sobre la publicación y los efectos que tendrá en sus vidas. Se requiere anticipar el “shock
de la publicación”, que en el caso de una crónica ejerce una fuerte presión pues las
personas en general creen en el poder de los medios de comunicación para transformar
su propia situación. Hay que considerar las posibles decisiones futuras que se tomen en
una comunidad o por los informantes en función de lo relatado. Con una Etnografía
se puede cambiar una tradición para ajustarse a lo relatado por el investigador o dar
lugar a la confrontación entre miembros de una comunidad. Por una crónica se puede
sellar el estigma sobre un colectivo. Este es el caso de la población La Legua, en donde
se produjo “la legualización de la discriminación”. Sus habitantes se sienten aislados del
resto de Santiago como resultado de la estigmatización que los medios de comunicación
instalaron en la opinión pública.
“Para nosotros, pobladores de la Legua Emergencia, ha significado en la prácti-
ca un endurecimiento en el ya insoportable aislamiento que vivimos dentro de
Santiago, como producto de la estigmatización que se ha instalado en la opinión
pública. Los resultados de esta estigmatización, que posiciona en el imaginario
de los habitantes de nuestra ciudad que toda persona relacionada con la Legua es
un posible drogadicto, traficante o delincuente, son muy concretos y reales: ahora
es aún más difícil conseguir empleo y más necesario ocultar domicilio, familia y
raíces para obtener un puesto de trabajo. Ahora hay menos voluntarios que quieran
venir a trabajar en los programas sociales y se ha debilitado la red social que es en
la práctica la única fuente de esperanza para los vecinos. Ahora es más difícil que
algún chofer quiera entrar a nuestra población. La presunción de que todo legüino
es narcotraficante o delincuente se confirma como un papel de antecedentes que
nos acompaña desde la niñez hasta la muerte”45.
Reconocer que la crónica se dirige a un público masivo y que tendrá un impacto es
una cuestión de lealtad con el público, según T.E. Martínez. “Los periodistas sabemos
a qué público vamos dirigidos y servir a ese público es esencial”46. Esta es una de las
diferencias fundamentales con la Literatura. Para T.E. Martínez también es una cuestión
de lealtad en la crónica ser fiel a la verdad, con lo que realmente ocurrió, y por último,
no firmar algo con lo que no se está de acuerdo. No traicionarse a sí mismo.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

En el caso de la Etnografía, la que en principio tiene una responsabilidad social


equivalente a la de la crónica, esquiva su deuda por la constatación que su público lector
es muy limitado. Rara vez se publican en un medio de comunicación o se convierten
en lecturas masivas, sin considerar que muchas son tesis de grado, leídas en promedio
por unas 5 personas aparte de la comisión que las examina. El temor del etnógrafo a la
decepción de los informantes luego de leer el escrito final es sólo un apremio cuando
se trata de la propia comunidad del investigador, donde rehusar la petición de lectura
es una descortesía imperdonable.
La duda sobre lo políticamente correcto e incorrecto, lo que parece lícito y ético
no escribir sobre la información que proporcionó la gente con la que se convive es uno
de los mayores dilemas que encierra la crónica y la Etnografía. De manera habitual esta
disyuntiva debería inquietar a los cronistas. Los etnógrafos, en tanto, cada vez están más
atentos a discutir sobre la dimensión inevitablemente moral en que desborda cualquier
reflexión epistemológica sobre la Antropología actual47.
“Es éste, en definitiva, un tema que me preocupa mucho, especialmente porque se
trata de piornalegos, gente con la que voy a tener que convivir el resto de mi vida, en
algún caso quizá de mi propia familia, y con los cuales no quiero tener ningún problema
que pueda provenir de esta investigación. No obstante como se empeñan en hacerme
saber mis directores de Tesis, una cosa es la tesis, material confidencial, y otra muy
distinta su publicación, pero aún así, a uno se le plantean serias dudas”48.
La discusión sobre la tensión en la operación de extrañeza/familiaridad reconoce
no sólo el impacto personal que el investigador siente y las transformaciones que se
producen a raíz de la experiencia. Identifica también su carácter reflexivo, la importancia
de esos efectos en la construcción de sus explicaciones. Etnografía y crónica son parte
del mundo social que intentan revelar, de ahí su carácter reflexivo.
“Salirte fuera para mirar adentro”, dejar de ser un poco algo para convertirse en
un forastero acarrea también el problema de “mirar el mundo con otros ojos” y no
poder dejar de hacerlo. Una vez que el observador de la propia comunidad encara
la tarea de erotizar lo familiar nunca más verá su entorno de la forma en que lo
hacía antes, ni tampoco su entorno lo verá de la misma forma. Para su gente pasará
a ser “el que escribe sobre nosotros”. “El daño para el etnógrafo que investiga en
su propia comunidad es el cambio que experimenta en su relación con ella, tanto
proveniente de él mismo como provocado desde la misma comunidad, para cuyos
miembros ya nunca serás el mismo”49.
Tampoco hay camino de vuelta cuando se empieza a mirar lo exótico como familiar.
Nunca más dejará de ser familiar. No se puede olvidar al ver una nota policial sobre
narcotráfico y muerte en La Legua o sobre el desayuno que Michelle Bachelet ofreció
en La Moneda a los jóvenes ganadores del mundial de fútbol de calle 2009, que en ese
barrio estigmatizado hay más organizaciones sociales con participación entusiasta de

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

sus habitantes que en ninguna otra parte de Chile. Lo sé y lo recuerdo porque escribí
de ellos, me dio miedo, y me encontré con otra realidad que nunca olvidaré.
“Nunca es fácil salir de una historia. Ni en las relaciones de parejas, ni en el reporteo
de una crónica. Cuando uno se involucra, nunca deja completamente un tema
(…) Desde que escribí de los atletas de Kenia, nunca más dejé de involucrarme
con esos deportistas que corren con nada, sigo sus carreras, y cada vez que uno
gana lo celebro. Desde que estoy escribiendo de mi vaca argentina, cada vez que
veo una ternera en televisión me recuerdo de esa historia. Es un recuerdo íntimo,
mezcla de satisfacción y nostalgia. Porque hay algo que el cronista debe saber de
antemano: en el lugar que dará el gran golpe hay un buen botín, pero ahí también
quedará parte de su vida. Para siempre”50.
Para el caso de la Etnografía, en el prólogo de “Tristes Trópicos” de Claude Lévi-
Strauss, Manuel Delgado señala que: “El precio de la lucidez es alto. La práctica radical
de la Etnografía es algo de lo que raras veces se sale indemne: siempre se sufre daño”51.
El mismo Lévi-Strauss lleva al extremo la capacidad de exotizar lo familiar de manera
casi patológica, así reconoce que “nunca más en ninguna parte volveré a sentirme en
mi casa”52.

4. Crónicas sin Recetas y Etnografías sin Manual

El requisito que antaño fue indispensable para ser cronista (y periodista) era “tener
olfato” y cierta sensibilidad práctica; esto incluso después de pasar por la universidad. La
mayoría de los cronistas cultivó la capacidad para contar historias leyendo con atención
a los grandes de la Literatura. Un gran cronista, Lee Anderson, recuerda que:
“mis ojos se orientaban sin poder evitarlo hacia los detalles, los ambientes, el
espacio. Pienso que fue la Literatura lo que influyó y me dio esa forma de mirar.
Recuerdo a D.H. Lawrence y su libro “Hijos y amantes”. Es el retrato de una
época, de una familia tratando de mantener la decencia ante la penuria de los
mineros de carbón. Después de leerlo yo quería salir a ser minero de carbón.
Experimentarlo. Sentirlo”53.
Pero el instinto para desarrollar la “mirada extrema” (buscar en lo cotidiano) y
encontrar lo que vale la pena mostrar en un relato sólo lo daba el oficio y un buen guía.
El mismo Anderson sostiene que un buen editor es el mejor maestro y guía, en especial
si tiene buena intuición. El editor ejerce el papel de una conciencia o de “cerebro su-
plente”. Así lo vivió Anderson con el editor peruano de un pequeño diario que lo alentó
a enfrentar diversas situaciones, y con la editora con la que entabló una larga relación
profesional en la revista “The New Yorker”. En la actualidad lo más difícil es encontrar
un buen editor. En los medios casi no hay espacio para el cronista, y el cronista inde-
pendiente -free lance o “portátil”54- trabaja más bien en solitario. Aunque en su labor

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

interviene a menudo alguien que verifique datos. Según Meneses, los cronistas “parece
que estuviéramos solos, pero pobre del que realmente se lo crea”55.
La Etnografía en tanto tampoco era un conocimiento fácil de transmitir porque su
valor se supone residía en lo inesperado, y lo espontáneo no puede ser programado, ni
diseñado, como es el caso de otro tipo de investigaciones56. La anécdota de L. Nader que
reproduce Hammersley y Atkinson en su “cuasi manual” Etnografía, es la experiencia
compartida de muchos etnógrafos que al solicitar orientación o consejos a sus tutores
de postgrado para iniciar su investigación etnográfica sólo reciben una voluminosa
publicación y la indicación de “vete y hazlo así”57.
Si bien el curso de una Etnografía, como la de una crónica, no puede estar prede-
terminado, esto no suprime la necesidad de una preparación previa que en términos
generales comparten ambas actividades.
“¿Cómo vamos a saber qué es lo más valioso de nuestro alcalde o de una bailarina
famosa? El primer error sería preguntárselo a ella misma: la persona nunca nos lo va a
decir. Generalmente ni ella misma lo sabe. Y si lo sabe, lo más seguro es que no lo querrá
mostrar. Lo mismo sucede con los bancos. El banco nunca te va a decir: “nuestro tesoro
está en el segundo piso, en la puerta 4 a la derecha”. Por eso es que tenemos que dar un
“gran golpe” (…) Por eso, para dar un gran golpe hay que tener la ambición de querer
darlo. Y luego, como en todo asalto, hay que idear un buen plan58.
Para comenzar una Etnografía, según Hammersley y Atkinson, hay que plantearse
problemas preliminares sobre el tema a abordar, pero para llegar a éstos se requiere
revisar un espectro amplio de documentación que trata la cuestión (monografías, ar-
tículos periodísticos, autobiografías, diarios, novelas, etc.). En los casos en que no hay
conocimiento detallado sobre un fenómeno o proceso el punto de partida puede ser
constatar esta ausencia. Lo mismo se recomienda para iniciar una crónica:
“Hay que revisar todo lo dicho: Cuando voy a comenzar un trabajo me da la
sensación de que ya todo está contado, todo está entendido, y que mejor me que-
do en mi casa. Pero se me pasa pronto. Después de haber elegido lo que quiero
contar sigo con la documentación. No está mal leer todo lo que uno pueda. Para
mí ahí empieza el trabajo de campo. Lo leído me sirve para aislar cierta data (no
creo que lo personal, que el punto de vista, excluya ni la información ni las cifras)
y sobre todo para extraer ideas de dónde ir, qué hacer, que después serán un diez
por ciento de lo que finalmente haré o quizás ni me sirvan. Pero me tranquilizan,
me permiten encarar el trabajo”59.
A veces ubicar el “problema” es un proceso inconsciente, que emerge de mecanismos
no conscientes que operan en silencio pero que requieren ser provocados, “atizados” con
algo. La mexicana Alma Guillermoprieto, quien exuda un espíritu etnográfico, confiesa
que “yo, como cronista, no puedo escribir si no estoy profundamente conmovida. Por
eso estoy muy agradecida con Colombia. Ahí, lo que sucede es siempre profundamente

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

conmovedor. Ése es mi punto de partida. No es nada intelectual ni de observación


diletante. Es arriesgar en ocasiones hasta el pellejo. Pero no quiero dramatizar”60. La
editora para el Cono Sur de la revista Gatopardo, la argentina Leila Guerriero revela
“el motor intuitivo” de sus crónicas:
“Yo no sé por qué me interesan las historias que me interesan aunque creo que
todas tienen algo en común: se trata de historias que han sido recorridas hasta el
hartazgo por diarios y revistas y en las que, a veces, veo un rayo: la sospecha de que,
a pesar de todo, queda todo por decir. Y entonces el monstruo de mi curiosidad se
despierta y yo ya no soy yo sino un pescador en mar espeso, sin caña y sin anzuelo,
sin más estrategia que la pura paciencia y los ojos abiertos”61.
Cuando se cree que los problemas preliminares están más o menos esclarecidos
se constata con cierto espanto que estos rara vez se completan antes de comenzar el
trabajo de campo. La selección del lugar y los casos de investigación puede modificar la
formación y desarrollo de los problemas de investigación y plantear uno de los dilemas
que requiere mayor valentía: abandonar las preguntas elegidas o buscar otro lugar donde
puedan ser estudiadas. Los criterios de selección que se deben invocar se relacionan con
la idoneidad de la opción así como con aspectos prácticos (contacto con las personas,
acceso, costos, disponibilidad de información documental, etc.), elementos en especial
relevantes para un periodista independiente, free lance o portátil que asume los riesgos
de su investigación sin el respaldo de un medio.
En esta fase ya es impostergable para el etnógrafo inaugurar la producción de su
herramienta más preciada: el diario de campo: una libreta, cuaderno, hojas sueltas,
grabaciones en audio o video. El diario de campo debe permitir el registro serio del
material que se obtiene; en él se deben escribir anotaciones reflexivas y descripciones,
diálogos, sonidos y olores. Los criterios para optar por un medio de registro resultan
de opciones prácticas que por último tienen que ver con hábitos, gustos y preferencias
muy personales. M. Caparrós acostumbra grabar sus reflexiones en MP3. “Es raro, pero
en el mundo contemporáneo llama mucho menos la atención una persona que habla
sola que alguien que escribe62.
Por lo general se recomienda no dejar que pase mucho tiempo entre la observación
y la anotación de las observaciones para obtener registros detallados que luego se pueden
consultar y agregar descripciones concretas. También se sugiere evitar los períodos largos
entre observaciones y sistematización de éstas pues la reflexión sobre la información es
al final de pobre calidad, se pierden elementos valiosos que la memoria no guarda.
Un punto importante a considerar es el acceso al terreno, el que puede requerir
estrategias y recursos interpersonales para revelar “el código nativo” y describir los
obstáculos que dificultan el acceso y los medios efectivos para sortearlos. En ocasiones
la pregunta es engañar o revelarse, y la opción ética que debe prevalecer es revelarse, de
lo contrario, ocultar la identidad y propósitos del etnógrafo/cronista a los informantes
invalida al propio investigador y lo convierte en policía o espía.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

Parte de la investigación son también las relaciones “de campo” y negociaciones


que hay que realizar para asegurar la posición marginal del investigador. Por ejemplo, se
deben tomar decisiones sobre optar por una presencia o apariencia personal, vestuario,
forma de hablar, reservar las creencias, opiniones personales y políticas del investigador,
de modo que no tengan efectos importantes sobre los informantes y el propio investi-
gador. A veces el género, edad o etnia del investigador requieren ser considerados en el
diseño y desarrollo de la investigación. Tomar este tipo de decisiones requiere análisis
de la información adquirida, sensibilidad e intuición.
Buena parte de las recomendaciones que reciben los etnógrafos es percibir el modo
más apropiado para obtener los relatos en ciertas circunstancias. Saber cuándo preguntar
o sólo escuchar exige atender con detalle a todos los hechos posibles y distinguir entre
la información a la que no se puede acceder sólo observando. A veces la única forma
posible es preguntar informalmente, contando siempre con la influencia que ejerce el
investigador en los relatos de los informantes. En la crónica como en la Etnografía no
se trata de sólo observar o sólo preguntar. Es preciso percibir cuándo conviene una u
otra. Además, hay que tener siempre presente y registrado que todos los relatos deben
ser interpretados en términos del contexto en el que son producidos.
Las formas de preguntar, cuándo y cómo concertar entrevistas formales y conver-
saciones casuales es una materia que trabajan con mucho cuidado los etnógrafos. El
manejo de las fuentes escritas y los documentos complementarios, así como el registro
y organización de la información para discriminar el momento de la recogida de datos
y el tipo de anotación (analítica, observación, descripción) también posee un método
que combina el sentido común con principios de la archivística e informática (bases
de datos). En ocasiones conviene emplear un criterio cronológico para almacenar la
información que permite después su fácil consulta, en otras es más cómodo organizar
por tópicos o temas, y hasta elaborar un índice analítico. En síntesis, no hay sistema
de archivo y consulta ideal; varía con cada persona. El análisis de la información es
simultáneo a las tareas de diseño, registro y organización de la información, y requiere
adoptar estrategias como pasar de lo particular a lo general o ver lo recurrente y lo
inusual dentro de la información obtenida, por ejemplo.
Cuando Oscar Lewis decidió estudiar durante 15 años la “cultura de la pobreza” en
México se aventuró con un modelo experimental que en 1950 fue bastante innovador y
que consistió en centrar su foco en cinco familias mexicanas, revelando aspectos diversos
del complejo fenómeno de la pobreza. El relato lo construyó como un día en la vida
de cada familia. A partir de esta experiencia, Lewis desarrolló una reflexión metodo-
lógica sobre tomar como unidad de estudio la familia en una gran metrópoli. Como
resultado de esta experiencia, Lewis propuso cuatro formas diferentes de acercamiento
que al combinarse proporcionan un estudio integral de la vida familiar. El primero es
observar los grandes conceptos que la Antropología aplica a una comunidad completa
(vida económica, religiosa, relaciones interpersonales, cultura material) en una familia

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

restringida. La segunda es la técnica Rashomon que consiste en ver la familia en un plano


más íntimo a través de los ojos de cada uno de sus miembros, empleando largas e intensas
autobiografías de cada uno de los familiares. El tercer enfoque consiste en seleccionar
el problema, suceso especial o crisis a la que reacciona toda la familia para examinar
la forma en que enfrenta situaciones nuevas y apreciar la psicodinámica familiar y las
diferencias individuales. El último enfoque es ver a la familia como un todo por medio
de la observación detallada en un día típico de la vida familiar para darle profundidad y
significado63. La propuesta de Lewis tiene ventajas evidentes tanto para la Antropología
como para la crónica (y la Literatura). La inusual Etnografía de Lewis, escrito bajo el
espíritu científico de la Antropología, es hoy un clásico de la Literatura que revela un
cuadro mexicano que ilustra la dinámica escasamente reconocida de la pobreza y que
por momentos se asemeja a la Argentina que vio Caparrós en El Interior.
“El peor golpe de todos sería la pérdida de un buen trabajador. De modo que
Pedro mantenía una estricta vigilancia sobre sus hijos, mirando que trabajaran
duramente y que no perdieran el tiempo con otros jóvenes en la calle. Les desani-
maba sobre el disfrute de fiestas o gastos en ropa, diversiones y otras vanidades.
También desanimaba los intentos de Macrina de aparecer arreglada y bonita.
En realidad, el matrimonio era lo último que deseaba para sus hijos. Esperanza
tenía una actitud muy parecida. Si hubiera tenido necesidad de una nuera que le
ayudara a cuidar de los hombres en la casa, hubiera sido diferente. Pero tenía una
buena ayudante en Macrina.
A las diez de la noche Esperanza y Pedro se levantaron de las banquitas de la cocina
y se fueron a la cama llevando encendida una vela. Pedro ajustó una tabla que
servía de puerta durante la noche para que no entraran los animales. Sin quitarse
las ropas se acostaron, y pronto quedaron dormidos”64.
La experimentación más innovadora de las nuevas generaciones de cronistas no ha
sido con el uso del lenguaje (con lo que innovó el viejo Nuevo Periodismo) sino con
el modo en que se consigue una historia, con el reporteo65. Esta renovación implica
explorar maneras distintas de obtener información, aproximarse a los informantes y
hechos. Visto en estos términos, la novedad de la crónica periodística contemporánea
es, sin duda, un guiño bastante directo hacia la Etnografía.
La escritura es el apartado más problemático para los etnógrafos. “Reservar la mayor
cantidad de tiempo para la redacción y después multiplicarlo por dos”, es la máxima de
Hammersley y Atkinson que reconoce la falta de destreza, habilidad y preparación en la
elaboración de un relato que exponga la experiencia etnográfica vivida. Dejar tiempo para
hacer varios borradores, asumir la interpretación como una actividad escrita y observar
la estructura narrativa básica de las obras literarias66, son las únicas recomendaciones
de las que se puede beneficiar un etnógrafo que revise el texto clásico de Hammersley
y Atkinson. Esta es la cuestión más estructurada por los cronistas, que constituye todo
un saber oportuno para los etnógrafos.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

El principio rector de toda crónica es lo que Ryszard Kapuściński llamaba “ir con
los cinco sentidos”, que los ojos, olfato, oído estén listos para capturar el entorno67,
lucidez necesaria también en una Etnografía, y que Anderson –un cronista instintivo-
explica así:
“Más allá de metodologías o de estructuras, para escribir una crónica es necesario
sentir. ¿Por qué? Porque para transmitir un contenido emocional tienes que sentir
tú primero, tienes que ser compasivo con lo que estás viendo. No se trata de ir por
el mundo rasgándose las vestiduras por el dolor de los demás, pero sí de caminar
con los cinco sentidos abiertos. Ir con la curiosidad viva, despierta”68.
El ejercicio de la crónica requiere que sean las personas las que encarnen los acon-
tecimientos en lugar de relatar los fenómenos en abstracto (personalización). La aten-
ción en el detalle es fundamental, sobre todo en la crónica que se construye a partir de
personajes y no de generalizaciones y cifras (poner en escena). No es lo mismo aportar
con datos estadísticos sobre la cantidad de muertos relacionados con narcotráfico que
hay en Chile que narrar la historia de un fallecido cualquiera que lentamente se nos
muestra en el relato sujeto a una red de microtráfico69. También conviene detenerse
en la arquitectura (el guión) del relato, identificar el principio (sabido como el punto
más importante para mantener secuestrado al lector) y el final (que quede con ganas
de seguir leyendo al mismo autor). Desarrollar la sensibilidad para establecer el punto
en el que se da el vuelco en la narración, y usar con discreción las pausas (comas y
puntos) confiere un ritmo de lectura y reflexión. Los signos de puntuación imponen
una cadencia, una armonía. La confesión de lo que se siente vivir el último instante
de la vida antes de la muerte, que al final no llegó, lo presenta T.E. Martínez, con el
decidido resplandor de un haiku:
“Miyeko, la hija ciega del señor Nukushina, imagina que la Hiroshima donde
nació sigue como hace veinte años, con sus oscuras casitas de tejado curvo. No
puede concebir que la ciudad donde nació sea otra, lavada por las lágrimas y la
desdicha. “Aquel día de agosto –contar-, el cielo se cayó. Cuando el cielo volvió
a levantarse, todo siguió igual que antes. Somos sólo nosotros los que hemos
cambiado (1965)”70.
Encontrar el propio tono que uno le puede imprimir al relato es lo que permite
contar de una determinada manera. Tonos trágicos o satíricos resultan de la coloración,
de la creación de atmósferas, de la relación que establecen los personajes con su realidad.
Frases y párrafos cortos o largos también dan el tono, transmiten la sensación de lo
que se está contando y a la vez facilitan componer el hilo conductor de la narración71.
Algunos recomiendan usar frases de 12 sílabas, como una media entre 14 (frases largas)
y 8 (frases cortas)72. En la Fábula del perfecto perdedor se aprecia el tono hecho del con-
trapunto entre los hechos amargos de dos personajes desvalidos y sus contradicciones
extravagantes.

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

“Eric Moussambani, un nadador de estilo libre de Guinea Ecuatorial, perdió en las


Olimpiadas de Sydney 2000 en una carrera de cien metros en la que nadó sin nin-
gún competidor. Había llegado hasta allí luego de haber ganado una competencia
en su país y por uno de esos cupos de caridad que el Comité Olímpico Internacional
reserva para deportistas de países pobres. En esa competencia contra sí mismo, el
único mérito de Moussambani fue no ahogarse hasta llegar a la meta. En su país
no había más que dos piscinas, y nunca había nadado cien metros continuos. En
Sydney su marca fue de un minuto con 52 segundos, el peor registro de natación
en la historia de las olimpiadas, treinta segundos más que la marca de Arnold
Guttmann para la misma distancia en las Olimpiadas de Atenas, pero las del siglo
XIX. De inmediato tuvo un club de fans por internet, modeló enterizos de piel
de tiburón diseñados para nadadores más veloces y en una subasta alguien pagó
más de 2.500 dólares por sus gafas acuáticas. Luego se mudó a España, donde se
consiguió un entrenador y logró rebajar a un minuto su marca en los cien metros
libres. Cuatro años más tarde, Moussambani no pudo ir a las Olimpiadas de Atenas
porque las autoridades de su país habían extraviado la fotografía de su pasaporte
y no lo inscribieron a tiempo. “Ha sido lo peor que me ha pasado en estos años.
Me han dejado tirado. Siento que me han engañado”, declaró. Ambicioso en la
derrota, ha amenazado con estar en las próximas Olimpiadas de Pekín.
Cuando Eric Moussambani aterrizó en Australia en el año 2000, fue a contemplar
la piscina en la que iba a competir. Hasta llegar a las Olimpiadas, nunca había
visto una pileta de cincuenta metros como el Aquatic Centre de Sydney. Tenía
veintidós años y era la primera vez que salía de su país. “No puedo”, le suplicó a
su entrenador al ver la distancia entre el principio y el fin. La leyenda decía que
apenas había aprendido a nadar meses antes en las aguas de un río infestado de
cocodrilos, que de lunes a viernes se entrenaba en una piscina de veinte metros de
un lujoso hotel de la capital del país africano y que los fines de semana le quedaba
el río donde se jugaba la vida” 73.
Presentar los diálogos con la exactitud como se dieron en una entrevista o conver-
sación informal es un punto en discrepancia. Algunos optan por recrearlos, y otros por
transcribirlos literalmente. Los primeros no toman nota y llevan todo en la memoria,
de ahí la dificultad para reproducir las conversaciones con fidelidad. Los segundos co-
pian o graban todo y reconocen el valor de lo dicho y también de la forma en que fue
expresado. En todo caso, es una ilusión ingenua creer que se puede separar la forma y
el contenido. Nadie habla por hablar.
“El señor José vive en uno de esos ranchos, debajo de todo, al borde de un arroyo
muy sucio. De vez en cuando el agua sube hasta su rancho y el señor José tiene que
escaparse, con sus cinco hijos. El señor José tiene dos hijos deficientes y se ocupa de
ellos. El señor José debe tener mi edad pero es un viejo.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

- A nosotros nos dieron cien pesos nomás. Quedaron que me iban a seguir
ayudando, después nos mandaron unas ropas, unas mantas, pero plata nada, cien
pesos nomás nos dieron por el chico. Recién nacido era, el chiquito, yo nunca lo
pude ver cómo era el chico, cuando yo fui al hospital me dijeron que no entrara
porque la mamá estaba con el nene que les estaban curando algo, me dijeron. Yo
le dije que la mamá era mi señora pero no me dejaron, yo no pude entrar esa vez y
después me vine para volver más tarde pero entonces ya hicieron el negocio ellos,
la mujer que era mía y esa gente, la enfermera y la señora ésa que le digo, y del
hospital nomás se la llevaron a Eldorado a la que era mi señora y al chiquito para
hacerla legal, hacerle los papeles, todo del chiquito. Y acá vinieron esos dos que se
lo fueron a llevar, el hombre sy la mujer y estuvieron hablando acá conmigo, acá
debajo de este árbol, pero era de noche y no les pude ver bien cómo eran ellos, le
vi que el hombre era grande como usted pero no pude verle mucho más.
- ¿Y por qué decidieron venderlo?
- No, mi señora fue la que hizo eso, hablaron con ella, y después mi señora
me dijo nos van a ayudar y yo entonces le dije mirá si vos querés no sé, a mí no
me gustaría le dije, y ella otra vez me dijo que nos iban a ayudar, que lo iban a
llevar porque nosotros tenemos muchos chicos y entonces el chico allá iba a tener
alimentos, lo iban a hacer estudiar, iba a estar mejor y menos peso para nosotros.
Y cada año lo iban a traer, me dijo, a vernos. Y nunca lo trajeron.
- ¿Usted no lo conoce?
- No, yo nunca lo conocí a ese hijito, no. Es como si fuera que no lo viera, que
no existiera, nada. Yo quería verlo, está esa señora que estuvo en el negocio que a
veces me dice que está bien, que está creciendo, pero nada más me dice ella, nada
más, y me dice que con esa familia está mejor, en el sur, en una ciudad.
- ¿A usted le parece que el chico está mejor con ellos que con usted?
- Bueno, cómo le digo yo, señor… Yo pienso que sí, para mí que el chico está
mejor, pero yo quería verlo por lo menos antes de irse, pero no pude, ojalá que
algún día pueda verlo. Mis hijos me dicen él algún día te va a ayudar, nos va a
ayudar a nosotros los hermanos, a lo mejor porque como allá está bien él puede ser
que tenga plata y después nos ayude. Yo a veces le quiero pedir a la señora que me
dé aunque sea un número de teléfono de ellos, así cada tanto yo les puedo llamar
pero no me quieren dar.
- Deben tener miedo de que usted pueda reclamar.
- Sí, eso. Pero yo si está bien no voy a reclamar. Yo lo que quiero es saber cómo
está nomás. Si sé que está bien no voy a decir nada. A uno le va a doler si es que
está pasando mal, pobrecito, uno se va a sentir un poco… como responsable o
indignado, por qué le habré dicho que le diera. Si la está pasando bien, si está con
una familia que está bien me voy a quedar más tranquilo. A mí se me hace que está

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

bien, pero la verdad me gustaría saber, muchas veces yo pienso que me gustaría
saber qué fue de él”74.
Reconocer el contraste, los matices en personajes y hechos es una necesidad en la
crónica. No se escribe en blanco o negro sino en escala de grises75. La crónica recuerda de
manera constante que “nada es lo que parece”. Por último, la tarea más ardua es acertar
con “la voz propia”, el estilo inconfundible que distingue a cada cronista. Al principio
se empieza copiando (giros, tonos, formas e ideas) y, de a poco, la escritura se libera y
se convierte en un modelo para otro.
“Una puerta se abre como un suspiro, se cierra como una pluma. Mercedes Salado
deja una caja liviana —frutas y hortalizas— sobre un escritorio. Después dice buen día y
enciende el primero de la hora. Es española, bióloga, trabajó en Guatemala desde 1995,
forma parte del equipo desde 1997, y durante mucho tiempo sus padres, dos jubilados
que viven en Madrid, pensaban que el oficio de la hija no era un oficio honesto.
—Un día me llaman y me preguntan: “Oye, Mercedes, lo que tú haces... ¿es legal?”.
Claro, cuando yo empecé con esto no se sabía muy bien qué cosa era Latinoamérica, y
meterse en las montañas a sacar restos de guatemaltecos... Mis padres tendrían miedo
de que los llamaran diciendo: “Su hija está presa porque se ha robado a uno”. Ahora en
Madrid los vecinos me saludan, como “uau, es legal”. Lo que me sorprende del equipo
es la coherencia. Se mantiene con proyectos, pero también hay un fondo común. Cada
uno que sale de misión internacional, pone ese salario en el fondo común. Y es un sistema
comunista que funciona. Se hace porque se cree en lo que se hace. Nadie hubiera estado
veinte años cobrando lo que se cobra si esto no le gusta. Pero este trabajo tiene una cosa
que parece como muy romántica, como muy manida. Y es que esto no es un trabajo,
sino una forma de vida. Está por encima de tu familia, de tu pareja, por encima de tu
perspectiva de tener hijos. Nos hemos olvidado de cumpleaños, de aniversarios de boda,
pero no nos hemos olvidado de una cita con un familiar. Y en el fondo es tan pequeño.
¿Qué haces? Encuentras la identidad de una persona. Es la respuesta que la familia
necesitaba desde hace tanto tiempo... y ya. Y eso es todo. Pero cuando le ves el rostro a
la gente, vale la pena. Es una dignificación del muerto, pero también del vivo.
Después, con una sonrisa suave, dirá que tiene un trauma: que no puede meter
cráneos dentro de bolsas de plástico, y cerrarlas.
—Me da angustia. Es estúpido, pero siento que se ahogan”76.

5. La Mirada Latinoamericana y la Rehabilitación de una Crónica “Etnográfica”

Hay una percepción compartida por cronistas y grupos asociados a centros de


estudio sobre la prensa, Periodismo y Literatura que “la verdadera sangre nueva de
la Literatura latinoamericana creo que está en la crónica. La crónica latinoamericana
está proporcionando buena parte de la mejor Literatura”77. Aún son pocos los medios

32
Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

latinoamericanos que admiten con orgullo la crónica y acogen escritores sobresalientes,


como el diario “Crítica” (Buenos Aires), y las revistas “Gatopardo” (México) y “Etiqueta
Negra” (Lima). Pero sí se patentiza que hay un impulso editorial por ofrecer volúmenes
de cronistas o compilaciones que tienen en común “la mirada latinoamericana”. En
el 2008 el diario “El País” (España) dedicó uno de sus suplementos culturales a los
nuevos cronistas de América Latina, “los nuevos cronistas de Indias”. En Chile recién
se publicó en octubre de 2009 la primera antología de crónicas “Historia de una mujer
bomba y otras crónicas de América Latina”78 con relatos que consuman una “mirada
latinoamericana” y atienden a lo efectivo:
“¿Qué es la mirada latinoamericana? ¿De qué manera un hecho, por muy mundial
que sea, nos afecta a nosotros como latinoamericanos. De qué modo lo contamos,
para ser entendido? La mirada latinoamericana hoy, tal vez sea la de escasez de
recursos. Por eso, en una gran crónica desde lugares remotos, esa mirada debe
destacarse y no ocultarla”79.
Como la Historia y las Artes, la Etnografía y la crónica proporcionan relatos y
escenarios para concentrar la atención, y que permita vernos a nosotros y a cualquier
otro, lanzados a un mundo lleno de desconciertos de los que no podemos librarnos y
no desde la autocomplacencia y aceptación. Desde este punto de vista, la Etnografía es
una disciplina “capacitadora” a un contacto fructífero con una subjetividad variante que
podría nutrir a los cronistas, que, además de hacer su trabajo, reflexionan sobre él.
Más que en acatar los preceptos de un manual creado para superar la xenofobia y
el racismo en el tratamiento de la información80 para estimular en alguna medida la
adopción de la perspectiva de los otros y abandonar las propias convicciones, la cuestión
está en inquirir que la extranjería “no comienza en los márgenes de los ríos, sino en los
de la piel”81. El Periodismo informativo tal cual funciona elude toda discusión moral,
estética y cognitiva. La crónica admite el debate y es (como la Etnografía) la que hoy
permite sacar partido de diferencias más sutiles y escribir sobre puntos más agudos,
que a simple vista parecen menos espectaculares, pero que notifican que el mundo no
se encamina hacia un acuerdo esencial sobre asuntos fundamentales.
La Etnografía ni la crónica son anomalías salvajes y solitarias. Comparten tareas
y localizan formas que hoy todos necesitamos conocer. Resta entonces examinar el
procedimiento para preparar nuevos lectores82 y recobrar a los desertores. En palabras
del peruano Julio Villanueva Chang -ex director y fundador de la Revista Etiqueta
Negra- se trata de atender mejor a “los pescados”:
“Si el Periodismo es el arte de envolver pescado, habría que empezar por respetar
más a los pescados. Uno de los anzuelos para pescar más lectores de crónicas es
apostar por publicar con frecuencia historias más poderosas, inteligentes y conmo-
vedoras, que estén más cerca de la gente común y corriente, y a la vez demanden
un nuevo tipo de imaginación, compromiso y tiempo de trabajo de editores y
cronistas”83.

33
RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

Examinar el modo de prolongar las consideraciones sobre el conocimiento y


escritura etnográfica y de la crónica al lenguaje audiovisual que consumen a diario
millones de personas a través de sus televisores en el mundo entero, es una operación
postergada. Tal vez la mirada atenta de los deliciosos documentales del chef Anthony
Bourdain compartiendo un sancocho de pescado en un barrio de Medellín sea más
reveladora sobre la ruta a seguir que una teorización semiótica de sillón.

6. Notas

1. Con la aparición de Internet se puede apreciar que en un principio los medios


impresos comienzan imitando el formato de papel y luego, de manera muy
lenta, se empiezan a emancipar hasta lograr un formato propio. Otro aspecto
que vale mencionar es que los diarios prestigiados en su versión impresa (The
New York Times, El Pais, etc.) extienden ese “capital simbólico” a su versión
electrónica, la que merece más credibilidad porque están masificados y gozan
de igual manera del prestigio del impreso. Internet extiende el prestigio social
de tales medios, pues son instituciones sociales. Agradezco a Álvaro Cuadra
compartir conmigo esta idea que está en proceso de publicación.
2. Tomás Eloy Martínez. “Taller de Periodismo narrativo”. Fundación Nuevo Pe-
riodismo Iberoamericano, Santiago, 10 al 13 de agosto de 2004. Disponible en In-
ternet: http://www.fnpi.org/nc/biblioteca/relatorias/taller-de-Periodismo-na-
rrativo-con-tomas-eloy-martinez/?cid=1170&did=808&sechash=af94a5f5
3. Tipologías menos convencionales y más acuciosas, atentas a los procesos de
producción de los mensajes periodísticos, identifican otra variedad de géneros,
como por ejemplo el “Periodismo informativo de creación” que enfatiza la
dimensión connotativa del lenguaje, dando lugar a textos con carácter narra-
tivo, argumentativo y descriptivo simultáneamente. Otro enfoque alternativo
a los géneros tradicionales lo encarna el “Periodismo sistémico”, atento a los
niveles sintáctico, semántico y pragmático de la relación entre el mensaje y sus
destinatarios. Ver Eduardo Román. “Semiología y Periodismo. La búsqueda
de un modelo teórico”, 1998. Revista Chilena de Semiótica Nº 3. Edición
virtual. Disponible en Internet: http://www.Periodismo.uchile.cl.
4. Miquel Rodrigo Alsina. “¿Pueden los periodistas no ser etnocéntricos?”.
Culturas de guerra: medios de información y violencia simbólica. Fernando R.
Contreras Medina, Francisco Sierra (Coord.), 2004, pp. 239-254. Disponible
en Internet: http://ldei.ugr.es/webequal/Documentos/TextosArenaProfesio-
nales/ModuloC/Textos/MRodigoAlsina.pdf
5. Martín Caparrós. “Por la Crónica”. Paneles y Ponencias IV Congreso Ibero-
americano de la Lengua Española, Cartagena, 2007. Disponible en Internet

34
Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

en http://congresosdelalengua.es/cartagena/ponencias/seccion_1/13/capa-
rros_martin.htm.
6. Marc Augé. Antropología de los Mundos Contemporáneos. Barcelona, Gedisa,
1995, pp. 124-125.
7. M. Caparrós. 2007. Op. Cit.
8. Emmanuel Terray en Le genre humain, citado por Marc Augé en Antropologia
de los mundos contemporáneos, Barcelona, Gedisa, 1996, p. 56.
9. El término Antropología que se emplea en este artículo equivale a Etnogra-
fía. En esta reflexión no se consideran otras especialidades de estudio que de
manera habitual abarca la noción de Antropología (arqueología, lingüística
comparada, Antropología física, etc.).
10. Ulf Hannerz. Conexiones transnacionales. Cultura, gente, lugares. Madrid,
Cátedra, 1996.
11. T.E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 7.
12. Loc. Cit.
13. Clifford Geertz. Los usos de la diversidad. Ediciones Paidós, Barcelona, 1996.
p. 62.
14. Clifford Geertz. The Anthropologist as Author. Stanford University Press, 1988,
pp. 9-20.
15. Martín Caparrós. “Taller de Periodismo y Literatura”. Fundación Nuevo
Periodismo Iberoamericano, Cartagena, 16 al 20 de diciembre de 2003, p. 5.
Disponible en Internet: http://www.fnpi.org/nc/biblioteca/relatorias/taller-
de-Periodismo-y-Literatura-con-martin-caparros-2003/?cid=1180&did=811
&sechash=55ed5f4e
16. Martin Hammersley y P. Atkinson. Etnografía. Ediciones Paidós, Barcelona,
1994, p. 15.
17. Clifford Geertz. La Interpretación de las Culturas. México, Gedisa, 1987.
18. M. Caparrós. Op. Cit., 2007.
19. Ibid, p. 1.
20. Ibid, p. 3.
21. T.E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 4.
22. Oscar Lewis. Antropología de la Pobreza. Fondo de Cultura Económica,
México, 1969, p. 16.
23. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 6.
24. C. Geertz. Op. Cit. 1987, p. 34.
25. T.E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 5.

35
RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

26. Loc. Cit.


27. Lins Ribeiro. “Descotidianizar”, en Cuadernos de Antropología Social, Vol. 2,
Nº 1, Buenos Aires, 1989, p. 2, citado por M. Bovini et al. Constructores de
Otredad. Eudeba, Buenos Aires, 1999, p. 218.
28. Loc. Cit.
29. Juan Pablo Meneses. Un día con Juan Pablo Meneses. Asociación de la Prensa de
Aragón, Congreso Nacional de Periodismo Digital, Huesca, 2006, p. 45.
30. Laura Bohannan. “Shakespeare en la Selva”, en por M. Bovini et al. Cons-
tructores de Otredad. Eudeba, Buenos Aires, 1999, p. 80.
31. Loc. Cit.
32. M.Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 9.
33. Ibid., p. 7.
34. Martín Caparrós. La Guerra Moderna. Norma, Buenos Aires, 1999, p. 35.
35. Sebastián Díaz Iglesias. “Hacer Etnografía en la propia comunidad: problemas
de expectativas, atribuciones y responsabilidades”. Revista de Antropología
Experimental, Nº 5, 2005, Universidad de Jaén, p.5. Disponible en Internet:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1382844&orden=58274&
info=link
36. Loc. Cit.
37. J.P. Meneses. Op. Cit., p. 40.
38. Loc. Cit.
39. C. Geertz. Op. Cit. 1996, p. 124.
40. G.D. Spindler y L. Spindler. “Roger Harker and Schoenhausen: From the
familiar to Strange and Back”. En G.D. Spindler (Ed.) Doing the Ethnography
of Schooling, pp. 21-46. Holt, Rinehart y Winston. New York, 1982.
41. José Luis García García. “¿Qué tienen que ver los españoles con lo que los
antropólogos piensan sobre ellos?”. En M. Cátedra. Los españoles vistos por los
antropólogos. Júcar Universidad, Madrid, 1991, pp. 109-126, citado por S.
Díaz Iglesias. Op. Cit., p. 5.
42. Martín Caparrós. El Interior. Emecé Editores/Seix Barral, Buenos Aires, 2006,
p. 6.
43. Ibid., p. 631.
44. Loc. Cit.
45. Javiera Carmona. “La Garrapata: una voz contra la discriminación”, en Más
allá de víctimas y culpables. Relatos de experiencias en seguridad ciudadana y
comunicación en América Latina. Germán Rey y Omar Rincón (Eds.), Centro

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

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Ebert Stiftung, Documento 6, Bogotá, 2008, p. 69. Disponible en Internet:
http://www.c3fes.net/docs/chile_carmona.pdf)
46. T. E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 7.
47. C. Geertz. Op. Cit. 1996.
48. S. Díaz Iglesias. Op. Cit., p. 9.
49. Ibid., p. 11.
50. J. P. Meneses. Op. Cit., p. 21.
51. Claude Lévi-Strauss. Tristes trópicos. Paidós, Barcelona. 1997, p. 15.
52. Ibid., p. 59.
53. Jon Lee Anderson. “Caminar con los sentidos abiertos”. Taller de cróni-
ca periodística. Fundación por un Nuevo Periodismo Iberoamericano,
Cartagena de Indias, 20 al 24 de marzo de 2007, p. 3. Disponible en
Internet: http://www.fnpi.org/nc/biblioteca/relatorias/cronica-con-jon-
lee/?cid=1048&did=768&sechash=f1951674
54. Para J. P. Menses recorrer el mundo escribiendo de lo que se ve es el principio
del “Periodismo portátil”. Op. Cit., p. 57.
55. Ibid., p. 17.
56. M. Hammersley y P. Atkinson. Op. Cit., p. 41.
57. Loc. Cit.
58. J. P. Meneses. Op. Cit., pp. 10-11.
59. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 8.
60. Entrevista Alma Guillermoprieto. “Los reporteros no escuchan”, por Víctor
Núñez Jaime. Sala de Prensa. Nº 116, Año XI, Vol. 5, junio 2009. Disponible
en Internet: http://www.saladeprensa.org/art844.htm
61. Leila Guerriero. Frutos extraños. Aguilar, 2009.
62. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 8.
63. O. Lewis. Op. Cit., pp. 18-19.
64. M. Caparrós. Op. Cit.2006, pp. 62-63.
65. Robert S. Boynton. The New New Journalism Vintage Books, 2005.
66. La organización del texto escrito implica reordenar la información y la expe-
riencia. No sólo contar qué pasó sino establecer una estructura temática. Así,
las estructuras narrativas recomendadas por Hammersley y Atkinson son: a)
historia natural, en la que se sigue el proceso de descubrimiento y exploración
del propio etnógrafo y termina siendo sumamente selectivo, b) cronología,
en la que se sigue un “ciclo de desarrollo”, “carrera” u “horario”, característico

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RE-Presentaciones Periodismo, Comunicación y Sociedad, Año 3, Número 6 / enero – junio 2010

de actores y lugar de investigación regido por el tiempo (cuartel de bomberos,


servicios de emergencia) o cuando el tiempo tiene importancia analítica, c)
embudo (“zoom in” o “zoom out”, moverse en los niveles de generalidad y
especificidad, y d) organización temática, en la que se construye una tipolo-
gía de conceptos o categorías bajo las que se ordena el relato. Hammersley y
Atkinson. Op. Cit., pp. 227-252.
67. Ryszard Kapuściński. Los cinco sentidos del periodista (estar, ver, oír, compartir,
pensar). Fondo de Cultura Económica, Fundación Nuevo Periodismo Ibero-
americano, Fundación Proa, Bogotá, 2004.
68. J.Lee Anderson. Op. Cit., p. 5.
69. Javiera Carmona. “Narcohistorias de mujeres en Chile: todo queda en familia”.
¡Sin nosotras, se les acaba la fiesta! América Latina en perspectiva de género. Sonia
Santoro (Ed.), Centro de Competencia en Comunicación para América Latina,
FES-C3, Friedrich Ebert Stiftung, Artemisa Comunicación, Documento 8,
Bogotá, 2009. Disponible en Internet: http://www.c3fes.net/docs/sin_noso-
traschile.pdf.
70. Tomás Eloy Martínez. Lugar común la muerte. Planeta, Buenos Aires, 1998,
p. 228.
71. T. E. Martínez. Op. Cit. 2004, pp. 6-8.
72. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p. 13.
73. Julio Villanueva Chang. “Fábula del perdedor perfecto”. Revista Letras Libres.
Abril, 2008. Disponible en Internet: http://www.letraslibres.com/index.
php?art=12864)
74. M. Caparrós. Op. Cit. 2006, p. 141-142.
75. J. Lee Anderson. Op. Cit., p. 4.
76. Leila Guerriero. “El rastro en los huesos”. Revista Gatopardo. Nº 88, abril
2008. Disponible en Internet: http://www.gatopardo.com/numero-88/cro-
nicas-y-reportajes/el-rastro-en-los-huesos.html
77. Entrevista a Tomás Eloy Martínez, en BBC Mundo. 9/3/2002. Disponible en
Internet: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_1861000/1861767.
stm.
78. Bárbara Fuentes (Ed). Historia de una mujer bomba y otras crónicas de
América Latina, Universidad Adolfo Ibáñez, Santiago, 2009.
79. T. E. Martínez. Op. Cit. 2004, p. 8.
80. M. Rodrigo Alsina. Op. Cit., p. 11.
81. C. Geertz. Op. Cit. 1996, p. 77.

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Javiera Carmona Jiménez. Periodismo y Antropología: Ficción y Lealtad

82. Un buen punto de partida podría ser estimular en los estudiantes de Perio-
dismo la “doble ciudadanía” de ser lector y espectador, y no sólo audiencia de
audiovisuales o multimedia, a partir de los aportes de la Etnografía virtual,
por ejemplo. M. Caparrós sostiene que: “¿Por qué la televisión se cree que tiene
derecho a enseñarle al espectador a mirar y los diarios no creen que tienen
el derecho de enseñarle al lector a leer? Si queremos tener la oportunidad de
trabajar de otra manera, tenemos que proponerle al lector otras formas de
acercarse a lo escrito, tenemos que conseguir quién sea capaz de recibir aquello
que vamos a producir. Si no creamos lectores no podemos ser periodistas me-
jores, no podemos ser periodistas distintos. Obviamente desafiar a los lectores
supone desafiar a los editores primero, y antes supone desafiarnos a nosotros
mismos (mucho más que a editores y lectores). Desafiarnos a ser capaces de
hacer algo que no sea la papilla de siempre. M. Caparrós. Op. Cit. 2003, p.
19.
83. Julio Villanueva Chang. . “El que enciende la luz”. Revista Letras Libres,
diciembre 2005. Disponible en Internet: http://www.letraslibres.com/index.
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