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Podríamos decir que este asno, este pollino, es uno de los protagonistas
también de este día. En el evangelio de Mateo se nombra que tenía que ocurrir así
para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta: “Decid a la hija de Sión: Mira a
tu rey que viene a ti, humilde, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila”.
Este es el gran ejemplo que nos da hoy Jesús, que no usa un animal signo de
ostentación, sino signo de humildad. Es el rey que se sienta sobre un animal
pacífico, manso y humilde, porque es un rey pobre que porta la paz, y por eso va a la
ciudad de la paz, Jerusalén.
Parece que se repite en esta entrada el texto de Isaías: “Qué hermosos son sobre
los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que anuncia la
salvación, que dice a Sión: Ya reina tu Dios.” Este es Jesús, que se sienta sobre un asno,
sobre un pollino.
Orígenes dice que “el asno simboliza al pueblo gentil y el buey, al pueblo de Israel”.
Siendo el asno un animal impuro, sin embargo fue el que llevó a Jesús en Jerusalén
sobre sí, y ese pueblo gentil sería el que llevara el conocimiento del evangelio de
Cristo hasta los confines de la tierra.
Pero aparte de este aspecto que podemos meditar ayudados por los Padres de
la Iglesia, podríamos meditar otra cosa: yo soy también un asno, un pollino, que
llevo sobre mí a Jesús y todo el bien que hago es para gloria de Dios. Los aplausos y
las aclamaciones no son para mí, un pobre asno, sino para el que llevo sobre mí, que
es Jesucristo, “por eso al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el
abismo y toda nuestra alma, todo nuestro corazón, proclame: Jesucristo es mi Señor para gloria de
Dios Padre.”