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§ 24.

El asesinato por lucro

El tipo penal de asesinato por lucro, supone la muerte ejecutada bajo promesa
remuneratoria, que de forma trascendente, procede de un mandante deseoso
del crimen de otro. Esta modalidad homicida, reviste gravedad extrema en su
esencia, el acto injusto del mandatario sobre la víctima, se incita mediante
beneficio fructífero, encomendado por un conspirador que desea gratuitamente
urdir la trama criminal, para alcanzar intensamente la muerte de su objetivo,
y en tanto, la concreción del delito. Los actos previsibles al desarrollo de la
consumación, se aplica básicamente por mandato condicionado, bajo concierto
voluntario entre mandante y mandatario, vinculados a los efectos homicidas, y
consecuentemente a intereses pecuniarios u otros de carácter evaluable. De
allí que, sobre la base de este fundamento, el comportamiento humano de los
sujetos incriminados del delito, constituye tipificación penal fijada en el
Artículo 108º, inciso 1) de la Ley, su castigo, afecta tanto a mandante como
mandatario, para condenar con quince años de pena privativa de la libertad y
máxima de 35 años.

Pues, aquella guisa prudente que mantiene el dogma básico del “Corpus Juris”,
desprende de su agravante, no solo al imponente sujeto subsecuente del delito,
con designio de mandante, si no, toda autoría y participación que incumbe al
fundamento so orden axiológico jurídico, incidido necesariamente por un modo
circunstancial, constituido en su estructura material, para recargar la pena
fundada en el lucro. Siguiendo este examen, el legislador sostuvo con sabiduría,
que tal imposición sustancial del Artículo 108º, sería principio aprovechable,
para adecuar la peligrosa gama, que constituye la vigente concurrencia de
modalidades comisivas del delito, y, sobre todo, alcanzar esa serie de figuras,
con rígido castigo equivalente.

De otro lado, atañe también pensar, que el lucro criminal requiere mayor
discernimiento especial, para viabilizar al detalle, la condición participativa de
los transgresores del hecho, principalmente la comisión del autor directo, que
radicaría en la trama homicida, concertada por un mandante con poder. Por
eso, el análisis que se aplica al delito, es determinante en el saber de roles
especiales, sujetos al pacto criminal retribuido. Ello, indica la representación
que desempeña cada individuo y su acto comisivo, desde el origen de los hechos
concertantes, hasta sus objetivos lucro criminales. En efecto, “el autor
inductor o el cooperador fáctico necesario, pueden merecer la misma pena que
el autor material del delito, pero no por ello son realmente autores del
mismo”27. Del mismo modo, el maestro Welzel menciona que: “En los delitos
dolosos es autor solamente aquél que, mediante una conducción, consciente
del fin, del acontecer causal en dirección al resultado típico, es señor sobre la
realización del tipo”28. Lo manifiesto es, que las condiciones participativas,
tanto de mandante, mandatario y otros de índole cooperante, no tendrían
variación de sus roles perpetradores, respecto del hecho, sin embargo, la
responsabilidad penal que atañe a la acción, abarcaría toda conducta

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26. Ricardo C. Núñez, Derecho penal argentino, Tomo I, pág. 65, Lerner ediciones, Córdova-Argentina, 1961,
27. Muñoz Conde, Derecho Penal Parte General, pág. 176, Editorial “IB de F”, Barcelona-España, 1991.
28. Hans Welzel, Derecho penal alemán, Parte general, 11va. Edición, pág.143, Editorial Jurídica de Chile, 1976.
participativa lúcida del delito. De esas dos formas de autoría, se prioriza
entonces, la del concertante y concertado, con más empuje en el asesinato por
lucro, toda vez, que su integración en ella, emanaría el pacto criminal artero y
consecuentemente, la concurrencia de nuevos partícipes como instrumentos
del crimen.

Los asesinos instigados del delito, hoy, aparecen como armas letales en escena,
las acciones que persiguen de modo organizado, es el de matar a otro por propio
beneficio, sabiendo que por esa vía, obtendrían ganancia o provecho lucrativo.
El estipendio, que pretende ofrecer el mandante, por la muerte deseada con
vehemencia, sería delegado sin más, al mandatario, este a su vez, comisionaría
también el auxilio de sujetos con temperamento brutal para concluir la trama.
Pues, el emolumento aprovechable bajo pacto criminal, sería precisamente
estímulo motivante que concierne a mandatario y partícipes del hecho, para
ultimar con voluntad consciente, la muerte de su víctima como encomienda
finalmente prometida.

Estos argumentos sustanciales, bajo promesa pecuniaria, determinaría la razón


peligrosa del autor material y sus colaboradores, pues, este medio empleado
para alcanzar el asesinato por lucro, es el que se deduce de nuestra legislación
penal, como única figura calificada de agravación. El requisito fundamental
para determinar la agravante, no solo se basa, en la extrema peligrosidad que
pueda revelar el autor, en la comisión de su delito, sino más bien, ello, requiere
actuar con ánimo lucro criminal. Entendiendo que la peligrosidad del autor, es
solo complemento de su actuar, que acompañaría siempre su acostumbrada
conducta criminal. Las acciones concertadas, que vincula la participación del
autor intelectual del asesinato lucrativo, es indirecta, ya que talvez, el odio o
la ira, fue su interés criminal por ganar mediante la muerte de la víctima, el
deseo más intenso de su persecución.

En suma, el principio razonable de la agravante, reside según Ricardo Núñez,


no en el mandato que el asesino recibe del tercero, sino en el pacto infame
sobre el precio, que representa la causa por la que el autor material interviene
y comete el hecho29. Raciocinio, que descolla el encargo bajo expresión orada
no documentada, dispuesta por el mandante, pues, sería ilógico pensar que los
acuerdos criminales, se reafirmen por escrito, pero, esto, no debe contraponer,
dado que, solo constituiría un acto preparatorio del delito, sin embargo, el
pacto o acuerdo criminal tendría su finalidad en la remuneración que recibiría
concluyendo la muerte deseada. Ello, debiendo coincidir que el lucro, producto
del encargo homicida, simboliza el acto motivacional, necesarios para los
efectos del fin buscado con la obra del mandatario. Con relación a la entrega
del emolumento, este no precisa sumo interés, puesto que, el recibimiento
antes o posterior al hecho punitivo, sería acto baladí, pero, lo capital del
convenio, es el salario que recibiría por la prestación de muerte, mediante
pacto nefasto. Por cierto, la Ley, frente a la entrega del valor monetario,
estimaría insuficiente tal acto, y del mismo modo, el cumplimiento o no, de la
promesa remuneratoria, además, la acción trascendental que busca la Ley, es
la ejecución mediante el móvil de lucro.
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29. Núñez, Ricardo C., ob. cit., ps. 48 y siguientes.
La adopción ejecutiva del lucro que predispone el homicida, se exterioriza con
vil sentir criminal y desprecio por la vida humana, su satisfacción de causa
material, se orienta al cumplimiento de la promesa, que se resume en la
entrega del precio. De ello, se tiene que el resultado lesivo del bien jurídico de
otro, concertado antes del fenómeno delictivo, sería motivo determinante para
obtener el provecho crematístico, pues, todo incumbe a la actuación ideológica
del mandante, que dio lugar a la construcción factual de su maraña criminal,
para ofrecer en contubernio con el mandatario, la motivación de un pago
lucrativo por la muerte de una vida tutelada. Estos hechos examinados, tendría
consideración real en escenarios confabulativos entre autores que desean la
misma comisión homicida, mientras que el primero, es el ejecutor material,
contratado para cumplir la perpetración, en su afán de cobrar el pecunio, el
segundo, es el mandante que desea con vehemencia, el asesinato de su víctima.
Por tal trascendencia primaria, ello no solo se trata de un sencillo afán homicida
para lucrar con la vida de otro, sino, que lo indigno es, el precio imponible
final, que retribuiría el mandante por esa vida humana, y, en congruencia
lógica, este no sería ajeno en sentido símil, al comportamiento del autor
material, porque más cruel, es aquel que encierra maldad en el estado de
ánimo, para utilizarlo en lo discurrido, que el propio asesino, que mata con
displicencia, sin tirria, ni repugnancia, o desprecio. Este autor intelectual como
impulsador del autor material y encargado de realizar el asesinato, es motivado
por sentimientos de odio o rencor en contra de su víctima futura. Además, es
el que exige y ejerce influencia sobre el mandatario en forma directa para que
cumpla con el pacto criminal. Asimismo, esta transacción delictiva se funda en
el acuerdo pactado entre autor inductor y asesino a sueldo, para concretar el
negocio que ambos se obligaron a cumplir. El mandatario del delito, imputado
comúnmente como el “homicida asalariado” recibe el dinero del precio
concertado por la asunción ejecutiva material del "asesinato comisionado”;
actuando con premeditación e intención dolosa por éste beneficio.
Así, pues, aunque no se precise expresamente en la disposición legal del
Artículo 108º inciso 1), de la Ley punitiva, queda sobrentendido, la dicción “(…)
el que mate a otro por lucro (…)”, para denominar solo al mandatario o asesino
(el que mate), y la víctima (a otro), pero, al referir la terminación “por lucro”,
ello, debe comprender toda causa provechosa que se origina de un pacto
infame, y en consecuencia saber que, el lucro se obtiene de la orden del
mandante. Por lo tanto, la sinopsis pondría de manifiesto, la participación
imputable de otro sujeto subsumido en el lucro, pues, su conchabanza con el
mandatario, serviría a propósito para tales efectos de cumplir el fin criminal.

§ 25. Diferencia de las formas de participación en el hecho por lucro

La implicancia de diversos modos de participación en el hecho lucrativo, indica


también involucrar una variedad de personas, dado que, sin ser autores directos
aportarían elementos suficientes para orientar la consumación del delito. Bien
se conoce, que la Ley no aporta información esencial, respecto de las categorías
basadas en la muerte remunerada, no obstante, la forma diversificada de los
concurrentes para este tipo penal, mantiene relevancia primordial en la causa
criminal, sobre las cuales podemos vincular, al autor material o directo, el
autor intelectual, los coautores y cómplices del hecho. Su calidad de
causantes y los diferentes modos de estructurar la participación en el ilícito
punible, se distinguen objetiva y subjetivamente, con arreglo al curso de su
voluntad homicida, incitados por el lucro. Luego, en ese orden jurídico
instituido, podemos distinguir los alcances siguientes:

a) El autor material del asesinato por lucro

Debemos entender por autor material del delito de asesinato lucrativo, al


sujeto que realiza la acción directa del asesinato, mediante pacto inicuo
de ofrecimiento pecuniario con el mandante, para encargar la destrucción
injusta de la vida protegida de otro. Su actuación bajo prognosis del hecho
criminal concertado, facilitaría la comisión para adecuar su conducta en
contra de la víctima y al pago del lucro. Los actos ejercidos por este autor
sobre su víctima, determina una muerte momentánea, esto es, con efecto
inmediato. Por último, es el ejecutor del asesinato a cambio de una
compensación económica, que se fijó mediante convenio criminal con el
autor intelectual.

b) El autor intelectual del asesinato por lucro

Otro sujeto, que implica la figura del lucro, es el autor intelectual o


mandante del hecho punible, su participación antijurídica, se funda en el
ofrecimiento pecuniario que mantiene con el autor material, a cambio de
asesinar a otro. Su voluntad criminal, por alcanzar la muerte de la víctima,
conduce al pacto con el avezado asesino, que impulsará su acto agravado,
para cumplir la ejecución apremiante, pues, la orden de exterminio de la
vida de la víctima, obedece a la transacción abyecta que mantuvieron
mandante y mandatario antes de la acción. En un examen más puntual,
debe conocerse que el autor intelectual, es el planificador, causante,
promotor o instigador, que da origen, causa y lleva a cabo la trama del
delito. Sobre todo, es el que exige, ejerce presión o induce en forma
directa al mandatario, para los efectos de encomendar la ejecución
material. En ese sentido, este mandante no tendría intervención ejecutiva
en la materialidad homicida, solo transmite instigación al autor material,
proporciona referencias personales, elementos anímicos, psicológicos, y,
en ese orden, además, aporta los medios económicos necesarios, para las
acciones de su plan homicida.

La autoría intelectual que maneja este sujeto, descansa sobre la base de


sus ideas para criminalizar un plan recompensado, en beneficio de otro,
que se condiciona como ejecutor. La razón más poderosa, en sus efectos
es de carácter oneroso por los servicios criminales que contrató el
mandante. Así pues, es el encargado de diseñar la estrategia criminal
antes de la consumación, actúa bajo el influjo de un poder dominante
necesario para encomendar al autor material.

c) El autor mediato
La autoría mediata en Derecho penal, precisa una modalidad calificante
del propio autor del hecho, para servirse de otro sujeto, que utilizará
como instrumento en la consumación del delito. Pues, en el lucro, ello
tendría similar forma en el acto de perseguir la muerte de la víctima
encomendada, ya que, para alcanzar tal consumación, es predominante
que incurra en otro delito. Sin embargo, lo propiciado, no se orienta a la
comisión de un nuevo delito, sino que este fue obstáculo para lograr el
objetivo material recompensado. Lo que determinaría, como causa
circunstancial del hecho, una trabazón entre el delito acaecido y el
asesinato resultante, produciéndose para tales efectos concurso de
delitos. Siendo así, la mediatez de su obra dual por ansiar la muerte de su
víctima, fue motivación imperante, en el ofrecimiento del dinero y
especialmente en el dominio de la trama orquestada con poder de otro
autor.

d) El coautor

Es el sujeto o participante del supuesto por lucro, que se encuentra


subsumido en la autoría (Art. 23º CP.), su actuación simétrica, es
coordinada con el autor directo, para afianzar la materialidad de la
víctima. Su calidad de coautor, en el ilícito penal, solo mantiene firmeza
en coadyuvar conscientemente la voluntad criminal del autor material,
teniendo pleno conocimiento, que su obrar causaría repercusión en la vida
de otro, estimulada al lucro. Debemos tener en cuenta también, que en
su calidad de coautor del delito, este sujeto depende del autor directo, a
su vez, es el delegado del mandante, que asume el rol de asesino pagado
por el delegante. Pues, el mandato maquinador del autor intelectual,
generó tal motivación subordinante, para que conjuntamente ejerzan
poder criminal, en representación del que la delegó según lo pactado.

e) El cómplice

Este individuo, también mantiene conocimiento pleno del acto homicida,


y del pecunio que obtendría el mandatario por la muerte de otro. La
implicancia de su acto, anterior o simultánea, se inicia bajo prestación de
medios esenciales para la perpetración del delito, que se ejecuta en
cumplimiento de promesas anteriores al hecho. Es de advertir, que los
actos ejecutados por el cómplice, no pretenden desvirtuar su naturaleza
comisiva, ni que su conducta haya sido apremiante en la muerte para
alcanzar el lucro, pues, si ello fuera así, no encuadraría la complicidad,
sino más bien, en el terreno de la coautoría o participación criminal30. En
tanto, el rol del cómplice, es netamente cooperante a la acción, pero, no
puede rebasar otro límite, más que su condición de portador del título
encomendado por el autor directo.

f) El encubridor

Este sujeto con características delictuosas, aunque conoce los efectos


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30. Manuel Ossorio y Florit, Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, pág. 139, Editorial Heliasta S.R.L.,
Buenos Aires-Argentina, 1981.
resultantes de la perpetración del delito por lucro, dista mucho de la
autoría y participación del hecho, la causa de su intervención dolosa
concurriría con posterioridad del acto, solo, en la prestación de auxilio
de los autores, así, también, oculta los instrumentos del delito para
desvirtuar la investigación, facilitan la fuga de los asesinos 31. Además,
frustra la administración de justicia, la tendencia al encubrimiento sería
un pago irrisorio por su silencio, pues, este sujeto callaría el verdadero
suceso hasta el final, o si lo hace, informaría sesgadamente. La conducta
cooperante, se encuentra prescrita en el último párrafo del Artículo 25º
de la Ley.

Pues, de lo que se colige, este notable fundamento sustancial, sería la


validación equiparable de disimilitud, que mantendrían los contribuidores de la
causa, en razón, a que la facultad intencional del autor material, tiene su
manifestación en el acercamiento de personas para crear ayuda accesoria
compulsiva, en la coautoría, instigación y los cooperadores. Todo ello, dirigido
al propósito criminal, para fijar dependencia sumamente imperiosa, entre
participantes y la acción homicida orquestada del lucro. Lo que multiplicaría,
las actuaciones comisivas, sujetas a la accesoriedad intrínseca que delegó el
autor directo bajo dominio extremo.

En virtud del cual, la Ley penal peruana que se imparte hoy, ha incorporado
sabiduría en su precepto eminente, sobre todo, del principio de “autoría y
participación”, que se estima idóneo, para reforzar nuestra postura. De esta
manera, es básico descollar tres formas de intervención voluntaria sine qua
non, que se encuentra en el contenido material de la acción punible, de
acuerdo al siguiente orden normativo:

1. La AUTORÍA, en las formas de autoría mediata y coautoría.


“Artículo 23º.- El que realiza por sí o por medio de otro el hecho punible
y los que lo cometan conjuntamente serán reprimidos con la pena
establecida para esta infracción”.

2. La INSTIGACIÓN
“Artículo 24.- El que, dolosamente, determina a otro a cometer el hecho
punible será reprimido con la pena que corresponde al autor”.

3. La COMPLICIDAD, en la forma primaria y secundaria.


“Artículo 25.- El que, dolosamente, preste auxilio para la realización del
hecho punible, sin el cual no se hubiere perpetrado, será reprimido con
la pena prevista para el autor.

A los que, de cualquier otro modo, hubieran dolosamente prestado


asistencia se les disminuirá prudencialmente la pena”.

____________
31. Florit, Op. cit. p. 283
Quedando claro entonces, que la notoriedad de las afirmaciones vertidas, se
desprenden de disposiciones jurídicas emanadas legítimamente, para validar el
examen planteado, toda vez que, los efectos comparativos son establecidos
fundamentalmente en la equiparación de sus diferentes formas de participación
en el delito. En tanto, la denominada “participación”, constituiría ajuste
juicioso de la Ley en vigor, que abarcaría intrínsecamente la instigación y la
complicidad, para predominar el criterio de lo legislado, pues, en ella, revela
enfáticamente a todo partícipe del hecho, constituido como coautor del delito
y en esta condición, se encuentra también el autor material. De allí, que en
cada conducta participativa, se ofrecerá una voluntad criminal distinta en el
curso de su acción, pero, ello admite imperiosa imposición de la Ley, para
alcanzar no solo al autor material y autor intelectual con la misma pena
equivalente, sino que también, igual sanción recibiría todo participante
instigador o cómplice del hecho punible, según la teoría de la participación. De
otro lado, en potestad de la sanción aplicable, a propósito, de los cooperantes
que prestan ayuda para facilitar el acto bajo cualquier guisa, conociendo el
interés criminal del autor, tendrían penalidades atenuadas, que mermaría
racional y prudentemente su castigo. Siendo así, la meta del discernimiento en
este rango especial del último párrafo legal, no estimaría mayor relevancia
sobre el autor y el partícipe del hecho.

§ 26. Agravación de la acción por lucro

El fundamento del castigo rigurosamente grave, se encuentra en el mayor


reproche que merece quien mata por un puro interés32. Pues, frente a ello, se
adujo precedentemente, que no solo trata de censuras extremas en el pago por
el ánimo de matar a otro, sino, que la trama seguida desde la acción y resultado
por este mandatario, alcanzaría también peligro en grado sumo, que regula el
tipo penal de asesinato por lucro. La sustancia del elemento accidental, que
anexa el homicidio calificado por lucro, constituye gravedad máxima en su
perpetración criminal. El estímulo para alcanzar esta modalidad de comisión
penal, tiene su origen en el beneficio económico del lucro o precio, que este
autor recibiría de su concertante, convenido con antelación al hecho punible.

La maniobra del dominante pacto homicida, se aflora entre urdidor y asesino,


ambos aceptan el vil contubernio del iter criminis, para asumir la muerte
injusta de otro, a cambio de una cantidad crematística considerable. Como ya
es sabido, el sujeto urdidor, es el que apetece la muerte del objetivo, conduce
también, el proceder criminal del ejecutor, y, este último, sería el mandatario
o asesino, que admite de manera consciente y voluntaria, la ejecución de la
víctima so monto pecuniario pactado. Respecto al precio, este puede fijar
cantidad exigua o cuantiosa, dado que, se tornaría banal, sin modificar la
culpabilidad del ejecutor. En realidad, es de acentuar, que en el acto
consumativo, el propio ejecutor mata sin sentir odio, ni repugnancia. Pues, la
Ley, ante tal conjetura, considera que el estado motivador por el lucro que le
precede al autor directo, sería fuerza esencial en la manifestación de su
___________
32. González Rus, ob. cit., p. 69.
intensión criminal, bajo convenio expreso, pero, aquello, debe siempre incluir
para sus efectos, pago compensatorio dinerario, y por esa vía, también el brote
de la agravante. En esta percepción, ello no dista que el mandante revele
agotable esperanza, en la entrega del pago prometido, o haya generado, cierta
inestabilidad en su compromiso. Siendo así, puede el mandatario entonces,
actuar en la creencia que su asesinato será reconocido y recompensado, visto
que, la argucia entre criminales es sumamente probable. Lo que colegiría,
deducción de trivialidad en las pautas vertidas, que hacen inalcanzable la
calificante de agravación por lucro.

Por eso, la imperiosa gravedad del hecho, reside en la exigencia del pacto, toda
vez que, en ella asegure la muerte recompensada por mandato, conociendo que
los personajes del acto concertado, conllevan ambiciones disímiles en su
propósito criminal. Esto asiente, que los roles representativos discernidos en el
pacto, se encuentran subsumidos en los actos preparatorios. Sin duda, los
preclaros fundamentos del precio pagado o compensación ex post, debe
imperar en el ejecutor, accidente predominante de su comisión material, ello,
importaría que, la intervención relevante, se oriente específicamente a cumplir
la muerte y percibir el cobro prometido por el mandante. Otro aspecto esencial,
es que el fondo del trato convenido, ha de ser, un patrón criminal con fines de
lucro, considerando que, la base de su naturaleza pecuniaria, se estructura en
el interior del precio o promesa remuneratoria. Además, el beneficio que
alcanza el mandatario, no atribuye causa originada por la muerte de la víctima,
sino más bien, de su insensible acto de asesinar, dado que, su indolente forma
y frialdad de producir la muerte, es lo que debe primar. Pues, un caso
insuficiente sería, que la víctima muera de infarto, sin que el mandatario lo
haya perpetrado, solo para lograr el beneficio pecuniario ambicionado.

Si bien la Ley, requiere para la estructuración del asesinato por lucro, un


concierto económico que promete un precio, entre dos sujetos aliados por la
misma causa material, ello entonces, presupone las circunstancias peligrosas
que se encuentran en el lucro. Determinando según analisis preciso, el lucro al
que alude la Ley en su precepto, es sin duda alguna, la figura que representa
el “pacto cruel”, confabulado entre asesino y concertante. De ese modo, debe
reconocerse que, al proferirse del asesinato por lucro, estaremos ante un hecho
concertado por un instigador, que coincide como autor detrás del ejecutor. Es
el que incita a la promesa de un pago por la muerte de otro, y en definitiva se
precisa como el que, dolosamente, determina a otro a cometer el hecho,
descrito por las reglas generales de la participación. Siendo consciente de sus
efectos, incrementaría gravemente su castigo, para reprimir su acto, con la
pena que corresponde al autor.33 En realidad, el sentido de instigación, supone
inducir a alguien a una acción, generalmente considerada como negativa. (…)
Tramar o preparar con astucia algo (…)”.34 Posición, significativa que sustenta
la forma incitante, impulsante, instigante, convincente y estimulante, de este
pagador del crimen, en ella, encierra diversa circunstancia real, suficiente para
probar empíricamente, solo la igualdad agravada de su castigo, alcanzable
tanto a mandante y mandatario, según sostiene “las reglas de la participación”.
___________
33. Artículo 24ª, inciso 2), del Código penal peruano. Autoria y participación.
34. RAE, Real Academia Española © Todos los derechos reservados.
En efecto, el estudio prolijo del delito en tratamiento, inserta en el Derecho
penal, formas técnico jurídico, que detalla las posiciones de los autores, tanto
material como intelectual consecuencia, para nuestro sistema jurídico
aparecen perfectamente hasta dos formas de verificarse el asesinato por lucro:

Sin duda, al mandante o inductor, al tener desde el inicio del acto homicida el
dominio del hecho, se le aplicará la misma pena que al sicario, pues ambos son
autores del asesinato. Así lo ha establecido la Corte Suprema en la Ejecutoria
del 16 de julio de 1999, al sostener que "de la revisión de lo actuado se
desprende que el encausado Julio César Benites Mendoza, si bien, no es quien
ejecutó el acto homicida, sin embargo, se ha acreditado que fue quien llevó al
autor material al escenario del crimen, esperando con este que se presenten
las circunstancias comisivas y luego de ejecutado el crimen, ayudó en la fuga
a bordo de su motocicleta al 'homicida' (...) ; siendo esto así, el encausado
Benites Mendoza ha tenido dominio funcional del hecho, prestando aportes
esenciales, en tanto y en cuento ha podido impedir la comisión del mismo, aún
más si todo esto fue ejecutado por un móvil de lucro, al haber recibido de su
coencausado Santos Antonio Alzamora Palomino la suma de trescientos dólares;
por lo que la condición jurídica que le corresponde es de coautor y no de
cómplice".

Finalmente, este convenio antijurídico ilustrado, se transforma en una


dicotomía lucro criminal, de intereses dispares entre ambos sujetos, que sólo
persiguen con afán el asesinato de la víctima designada por el autor intelectual,
supuesto que, alcanzaría origen en la agravante, sin desconocer a propósito de
la calidad de autor diferente. Pues, la agravante atiende puntualmente a
hechos crematísticos de índole homicida, el objeto debe siempre dimanar por
causalidad netamente concertante. En otras palabras, entender que el solo
convenio atribuye un acto preliminar que carece de condena, examinadas bajo
precepto absoluto de la participación. Sin embargo, se debe tener en cuenta
que, el asesinato por precio o promesa dineraria, encuentra la realización de
la acción consumativa en la muerte, pero, no en el convenio lucrativo. La
verdadera perpetración empieza, cuando el autor pone de manifiesto las
acciones ejecutivas del asesinato. Por último, el vínculo causal para este delito,
reside en el interés de matar por precio (móvil) y la muerte ejecutada como
efecto resultante (medio). La tentativa del asesinato por lucro, se admite, toda
vez que, el medio encaminado, posibilite eficazmente el propósito consumativo
del crimen.

§ 27. Elementos del delito de asesinato por lucro

En el asesinato por lucro, se determina factible la concurrencia de elementos


primarios del tipo, su existencia como componente sustancial, es apremiante
en la estructuración del delito. Siendo así, ello, puede detallarse en el siguiente
orden:

a. La participación esencial de dos o más sujetos imputables


b. La existencia de un pacto
c. El precio o promesa determinantes del asesinato.
a) Es requerible, que los involucrados para el tipo penal lucrativo, sean
necesariamente, bajo concurso de un autor intelectual y otro material,
mientras el primero, es el concertante que promete el pago por la muerte de
otro, este último, es el mandatario que ejecuta la muerte so promesa de pago
remunerativo. Ello, no exime también, que pueda participar individuos con
categorías disímiles, como se manifestó de forma precedente, ya que, si estos
se subsumen en la coautoría y complicidad, abarcaría entonces, culpabilidad
suficiente, para alcanzar también la agravante en calidad de coautores, todo
ello, a razón de su protagonismo en el hecho homicida. Es de aclarar, que la
propuesta participativa de otros integrantes para la comisión del delito, fue
propiciada por orden del propio autor material.

b) La concreción del pacto por precio, entre concertante y servidor del crimen,
carece de punibilidad, siempre que la actuación con antelación al hecho, no
posibilite la voluntad homicida. Pues, para encuadrar el tipo, no solo debe
precisar, la muerte del objetivo, sino que, por mandato legal, ello exige previo,
un trato o acuerdo lucrativo con autores que mantienen el fin material de otro,
ambos obligándose a su cumplimiento, de forma tal, que el lucro motive la
muerte de la víctima. El criterio del convenio, se funda en el consentimiento
del urdidor, para que en su representación, el mandatario obre por medio suyo,
la ejecución cruel del perpetrado. Esto supone, que el pacto por lucro criminal,
señala el acuerdo puntual, fijo y exacto, del ofrecimiento de pago, de ahí que,
puede precisar, el plan calculador preparado, para orientar y ubicar la causa
suficiente en el convenio homicida. La deliberación de la trama, en el pacto
inhumano anticipado, debe revestir compromiso explícito, pues, el solo hecho
implícito, invalida la agravante, por lo tanto, en esa misma armonía, la ausencia
de manifestación en el propósito del mandante para beneficiar al mandatario,
tampoco podría alcanzar, tal circunstancia.

c) Respecto del último punto, la Ley requiere para la configuración del delito,
la existencia del pago remuneratorio que se prometió en el pacto, pues, este
móvil lucrativo, deberá ser motivo suficiente para la consumación homicida. En
realidad, el fundamento del precio pactado, se basa en la representación como
causalidad motivacional, que impulsaría necesariamente la perpetración en el
autor material, y en conclusión su agravante. Pero, la sustancia concerniente
al precio por matar, que busca la Ley penal para lograr su transgresión, es
netamente crematística. Por tanto, ello no dista que otras razones retribuibles
de dispar naturaleza, pudiera acarrearse en el autor material, para motivar
apropiadamente la muerte de la víctima, pero, esta conducta distorsionada,
hacia otra forma de estímulo homicida, caería en la impunidad, toda vez que,
el castigo imponente por el delito que se persigue, quedaría sin efecto en el
precepto y la agravante por lucro.

La concurrencia de la circunstancia por lucro, comprendida en la Ley, supone


un hecho concreto en la petición del pago por el precio pactado, de allí, que la
cantidad del monto fijado en la entrega del dinero, antes o después de la acción
homicida, sería de carácter irrelevante para la Ley. Pues, el solo acuerdo del
precio pactado por el asesinato de otro, sin importar cantidad específica o
adelanto económico, revestiría suficiencia para agravar la conducta criminal
del autor material. En este orden de ideas, también alcanzaría insuficiencia en
la Ley penal, la promesa crematística no retribuida al autor material, posterior
al asesinato que se determinó con el pacto.

La promesa debe ser efectiva, no presunta o esperada por el sicario 35.


La doctrina española es pacífica en interpretar exclusivamente en un sentido
económico las referencias al precio, recompensa o promesa mencionadas en la
Ley, con exclusión de cualquier otra ventaja o provecho36.

La mayor gravedad que califica el asesinato por lucro, radica en el hecho que
contiene a la propia perfidia relacionada con una persona indiferente que se
presta por dinero para servir sus deseos criminales; refiriéndonos al
mandatario, como causante directo de una muerte dada sin un fin propio, es
decir, como instrumento de objetivos ajenos. El término lucro empleado por
nuestro código es más lato37que los términos "precio" o "promesa
remuneratoria" que emplean otras normativas. Un hombre puede matar a otro
no sólo por lucrar con el precio en dinero que le haga el inductor, sino también
por obtener un bien inmueble como una casa, o, también a cambio de alhajas,
empleos, etc. Además, de acuerdo a la doctrina peruana, no es preciso que el
dinero o la recompensa se hayan entregado al mandatario; sólo basta convenir
a la “promesa” por la muerte de la víctima como presupuesto esencial.
En este orden característico, es relevante precisar, el caso del asesino que
después de haber consumado la muerte de su víctima, es engañado por el
mandante, sin saber, que este no recibiría ningún pago por el acuerdo
finiquitado; aun así, el mismo mandatario deberá ser sancionado por el delito
de asesinato por lucro. Quedando demostrado, que se requiere solo su
propuesta u oferta anticipada, para adecuarla como presupuesto del delito. El
incumplimiento de pago por la promesa remunerativa, no es requisito para
alcanzar punibilidad en el asesinato por lucro; salvo su consumación en la
muerte y no en el concierto económico. En el convenio o pacto no se comienza
la ejecución del asesinato. Se trata sólo de un conato, pues la realización del
hecho punible se inicia cuando el sicario haya comenzado los actos externos de
ejecución del homicidio38. El asesinato por lucro se traduce en el medio para
satisfacer el interés económico del ejecutor, y, se subsume en dos elementos
constitutivos vinculados entre sí: mientras que el móvil, es el motivador del
interés económico y estímulo esencial en la muerte de la víctima, el medio
fijará la muerte concertada por precio o promesa de pago, de tal forma que se
presente la relación de causalidad entre el interés de matar por precio y la
ejecución de la muerte como resolución deseada.

El asesinato bajo móviles de lucro, nos lleva a comprender una conducta


criminal ejecutada con “animus lucri faciendi gratia” que significa,
considerarla como propósito de enriquecimiento, ganancia económica,
provecho o ventaja, para determinar la actuación especial del autor material

_______________
35. CUELLO CALÓN, E., Ob. cit., p. 449.
36. BAJO FERNANDEZ, Miguel, ob. cit., p. 65
37. La nota "lucro" no supone siempre la intervención de terceros, ya que el agente puede matar para lucrar él, como
en el caso del que mata para cobrar el seguro (caso que trae......criminología).
38. Francesco Carrara, Programa de Derecho Criminal Ob. cit. pág. 119 (Traducción de José Ortega Torres y Jorge
Guerrero). Editorial Temis, Bogotá-Colombia, 1988.
en las eventualidades de desdoblamiento o formación dual, que se constituye
esencialmente a partir de la existencia del autor intelectual. Sabemos, que la
calidad de mandatario se atribuye con imperiosa voluntad a los sicarios, por
conocer que éstos, solo llevarían a cabo su propósito criminal, cuando existiera
una transacción de por medio, incitado a recibir una jugosa suma de dinero por
asesinar a otra persona.

En la posición de Ricardo Núñez, nos dice que: “Este crimen no tiene su razón
cualificante en el mandato que el asesino recibe del tercero, sino en el pacto
infame sobre el precio, que representa la causa por la que el autor material,
interviene y comete el hecho”39.

En consecuencia, a los principios jurídicos examinados, reconocemos que existe


una gran controversia en el tratamiento del delito respecto de la actuación
ejecutiva y específica del mandatario, más no del mandante; pero, como
podemos ver, nuestra labor como juristas en la investigación de las ciencias del
derecho penal, no sólo consiste en la elaboración de un tratamiento sólido y
eficaz del delito, sino, que permita al juzgador tener un alcance real de las
herramientas adecuadas en los supuestos de lucro, a fin de poder aplicarlas con
mucha coherencia en una actuación procesal impecable.

§ 28. El asesinato por lucro en grado de tentativa

El crimen por lucro, también admite la tentativa, la Ley exige para configurar
su tipificación, que el mandatario, siga completamente el curso homicida por
encargo de otro, y por circunstancias ajenas a su intención, este autor, no
concluye la muerte de su objetivo criminal. Bajo este aserto jurídico, la
tentativa abarcaría formas disímiles en su frustración homicida, que comprende
un delito sin resultado material, en este orden, el autor encontraría grado tal
de culpabilidad, alcanzando solo penalidad menor, determinada por el togado
de la causa, ya que, sus efectos comisivos no alcanzaron el deceso de la víctima
o si logro la perpetración homicida, el caído no murió.

Conforme a ello, con los actos ejecutivos previos a la realización del asesinato,
se funda la acción de matar del autor, pero, sin alcanzar el grado sumo que
atañe a la modalidad agravante. Siendo así, la comisión homicida del mandante,
convenido so pago previo o posterior a la consumación, constituye el curso
criminal que determinaría su acción, en representación del instigador. Pues,
tanto mandante y mandatario, nunca tomaron en cuenta las consecuencias
imprevisibles del intento doloso, que a toda luz tendría solamente competencia
en el delito interrumpido.

Concluyendo, es requerible que el asesinato tentado por lucro, abarque las


acciones sucesivas del delito, que obedece a las fases seguidas en el iter
criminis, ello, añadido, complementaría el concepto capital, para fijar la
tentativa acabada, toda vez, que la obra encaminada por el mandatario, sigue

______________
39. Ricardo C. Núñez, Derecho penal argentino, Tomo I, pág. 48, Lerner ediciones, Córdova-Argentina, 1961,
el curso criminal que la Ley exige, sin efectos resultantes en su producción
material. La frustración específica, en respuesta del propósito criminal seguido
por el autor material, no determina malogro causal alguno, respecto de su
resultado final. Entendiendo, que su afán por el lucro, encaminaría su acto, sin
prever el surgimiento inidóneo en la muerte intentada. En el caso del contrato
asalariado entre mandante y mandatario, sin el logro de sus intereses lucrativo
criminal, este no tendría injerencia en el marco legal, ya que, el pacto criminal
resultante, concluye solo en una tentativa del crimen. Además, la voluntad y
el deseo de asesinar, bajo empleo de medios idóneos a comienzo del evento,
fueron revelados con un solo objetivo homicida. En este sentido, el grado
calificador del juez frente a la tentativa terminada, aplicaría disminución
prudencial de la pena, dado el peligro inherente al intento y el grado de
ejecución alcanzado. Pues, el mandante, en el caso concreto, no tendría mayor
relevancia en la tentativa, porque de igual forma sería procesado por homicidio
simple.

§ 29. El desistimiento del ejecutor en el asesinato por lucro

La dogmática penal peruana, en su Artículo 18º, contempla el desistimiento


voluntario del ejecutor, pero, sin favorecer al mandante, lo que oportunamente
correspondería a la renuncia de proseguir con el pacto criminal que se había
iniciado, pudiendo determinar la suspensión, en un punto de equilibrio ex post
a los actos preparatorios, sin efecto homicida. Ello, debido tal vez en sentido
figurado, a una rectificación voluntaria, que fluyo en el comportamiento del
representante, para inhibirse del curso homicida de la víctima, que fue causa
estimulante del tipo por lucro. Pudiendo también, imposibilitar las acciones
ejecutivas previas a la consumación de la víctima. Sin embargo, la hipótesis del
anticipo pagado al mandatario con antelación del concierto, fue decisivo para
encauzar el delito, toda vez que, constituiría forma punible distinta, solo, si la
deliberación reflexiva de las consecuencias fácticas, no pretenda alcanzar
suficiencia material. Infiriendo así, castigo inevitable del sujeto comisionado,
únicamente hasta las acciones ejercidas por concierto de voluntades, aun
aquellas que, revistan gravedad o erija cualquier modo de índole penal.

La acción y el resultado, de la abdicación potestativa en la continuidad y


producción material del autor, debe comprenderse, como la interrupción por
motivos impropios a su voluntad. Pues, creemos que la previsión intencional de
los actos preliminares, condujeron la meditabunda reflexión del ejecutor, para
llevar el cauce enmarañado de su conducta, a la desestabilización emocional,
y por ende, al arrepentimiento persistente de su rol material. Por eso, tal
construcción resultaría lógica, respecto de la renuncia no obligada del autor,
ello, crearía confusión también, entre mandante, mandatario, y, del mismo
modo, los participantes del hecho.

En efecto, el arrepentimiento provocado por el asesino, descubre sólido


fundamento en la decisión que su criterio frustrante le impone, ya que, en su
condición de delegado del crimen, es inaceptable, atribuir la abstención de su
acto a la conciencia moral. Piénsese, que ello es contradictorio, porque la
amoralidad en los asesinos es inmutable, y en definitiva, adolece de percepción
real de ética alguna, pues, por eso, no intuye en su ser la conciencia moral.
Así, de las críticas controvertidas, también se aduce que, esas formas inidóneas
de ejecución, serían causa alcanzada por el desistir espontáneo del autor. Ello,
no dista que la peligrosidad, originada ex ante, dicho justamente del mismo
pacto, representado por el ejecutor, con facultad al entendimiento de su
mandato, pudiera estimar suma gravedad en el curso criminal. Sin embargo, se
puede asentir, que la conducta sobre el cual, alude este autor, tuvo su esencia
penal en la trama emprendida, hacia la muerte por lucro. Lo que pretendería,
hacer idóneo en sus inicios, para diseminar su obra bajo cálculo causal, sería
inadecuado, entonces, al emplear otra técnica extraordinaria contraria a la
Ley, en el curso criminal, ya que, el recorrido que sigue dicho acto, debe
considerar impunemente ex ante y ex post, respectivamente. Por último, las
acciones de encomienda delegadas al autor fáctico que fueron fructíferas o
inidóneas, por razones de arrepentimiento, será materia analítica, propiamente
competitiva del juzgador.

En términos más abstractos, esto puede explicarse por el hecho de que sólo
puede ser comunicativamente relevante una representación mínimamente
racional del mundo40.

_____________
40. Jakobs, Derecho Penal… [nota 3], apartado 25, núm. 23, pág. 865; el mismo, “Representación del autor e
imputación objetiva” [nota 34], pág. 235.

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