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El tipo penal de asesinato por lucro, supone la muerte ejecutada bajo promesa
remuneratoria, que de forma trascendente, procede de un mandante deseoso
del crimen de otro. Esta modalidad homicida, reviste gravedad extrema en su
esencia, el acto injusto del mandatario sobre la víctima, se incita mediante
beneficio fructífero, encomendado por un conspirador que desea gratuitamente
urdir la trama criminal, para alcanzar intensamente la muerte de su objetivo,
y en tanto, la concreción del delito. Los actos previsibles al desarrollo de la
consumación, se aplica básicamente por mandato condicionado, bajo concierto
voluntario entre mandante y mandatario, vinculados a los efectos homicidas, y
consecuentemente a intereses pecuniarios u otros de carácter evaluable. De
allí que, sobre la base de este fundamento, el comportamiento humano de los
sujetos incriminados del delito, constituye tipificación penal fijada en el
Artículo 108º, inciso 1) de la Ley, su castigo, afecta tanto a mandante como
mandatario, para condenar con quince años de pena privativa de la libertad y
máxima de 35 años.
Pues, aquella guisa prudente que mantiene el dogma básico del “Corpus Juris”,
desprende de su agravante, no solo al imponente sujeto subsecuente del delito,
con designio de mandante, si no, toda autoría y participación que incumbe al
fundamento so orden axiológico jurídico, incidido necesariamente por un modo
circunstancial, constituido en su estructura material, para recargar la pena
fundada en el lucro. Siguiendo este examen, el legislador sostuvo con sabiduría,
que tal imposición sustancial del Artículo 108º, sería principio aprovechable,
para adecuar la peligrosa gama, que constituye la vigente concurrencia de
modalidades comisivas del delito, y, sobre todo, alcanzar esa serie de figuras,
con rígido castigo equivalente.
De otro lado, atañe también pensar, que el lucro criminal requiere mayor
discernimiento especial, para viabilizar al detalle, la condición participativa de
los transgresores del hecho, principalmente la comisión del autor directo, que
radicaría en la trama homicida, concertada por un mandante con poder. Por
eso, el análisis que se aplica al delito, es determinante en el saber de roles
especiales, sujetos al pacto criminal retribuido. Ello, indica la representación
que desempeña cada individuo y su acto comisivo, desde el origen de los hechos
concertantes, hasta sus objetivos lucro criminales. En efecto, “el autor
inductor o el cooperador fáctico necesario, pueden merecer la misma pena que
el autor material del delito, pero no por ello son realmente autores del
mismo”27. Del mismo modo, el maestro Welzel menciona que: “En los delitos
dolosos es autor solamente aquél que, mediante una conducción, consciente
del fin, del acontecer causal en dirección al resultado típico, es señor sobre la
realización del tipo”28. Lo manifiesto es, que las condiciones participativas,
tanto de mandante, mandatario y otros de índole cooperante, no tendrían
variación de sus roles perpetradores, respecto del hecho, sin embargo, la
responsabilidad penal que atañe a la acción, abarcaría toda conducta
___________
26. Ricardo C. Núñez, Derecho penal argentino, Tomo I, pág. 65, Lerner ediciones, Córdova-Argentina, 1961,
27. Muñoz Conde, Derecho Penal Parte General, pág. 176, Editorial “IB de F”, Barcelona-España, 1991.
28. Hans Welzel, Derecho penal alemán, Parte general, 11va. Edición, pág.143, Editorial Jurídica de Chile, 1976.
participativa lúcida del delito. De esas dos formas de autoría, se prioriza
entonces, la del concertante y concertado, con más empuje en el asesinato por
lucro, toda vez, que su integración en ella, emanaría el pacto criminal artero y
consecuentemente, la concurrencia de nuevos partícipes como instrumentos
del crimen.
Los asesinos instigados del delito, hoy, aparecen como armas letales en escena,
las acciones que persiguen de modo organizado, es el de matar a otro por propio
beneficio, sabiendo que por esa vía, obtendrían ganancia o provecho lucrativo.
El estipendio, que pretende ofrecer el mandante, por la muerte deseada con
vehemencia, sería delegado sin más, al mandatario, este a su vez, comisionaría
también el auxilio de sujetos con temperamento brutal para concluir la trama.
Pues, el emolumento aprovechable bajo pacto criminal, sería precisamente
estímulo motivante que concierne a mandatario y partícipes del hecho, para
ultimar con voluntad consciente, la muerte de su víctima como encomienda
finalmente prometida.
c) El autor mediato
La autoría mediata en Derecho penal, precisa una modalidad calificante
del propio autor del hecho, para servirse de otro sujeto, que utilizará
como instrumento en la consumación del delito. Pues, en el lucro, ello
tendría similar forma en el acto de perseguir la muerte de la víctima
encomendada, ya que, para alcanzar tal consumación, es predominante
que incurra en otro delito. Sin embargo, lo propiciado, no se orienta a la
comisión de un nuevo delito, sino que este fue obstáculo para lograr el
objetivo material recompensado. Lo que determinaría, como causa
circunstancial del hecho, una trabazón entre el delito acaecido y el
asesinato resultante, produciéndose para tales efectos concurso de
delitos. Siendo así, la mediatez de su obra dual por ansiar la muerte de su
víctima, fue motivación imperante, en el ofrecimiento del dinero y
especialmente en el dominio de la trama orquestada con poder de otro
autor.
d) El coautor
e) El cómplice
f) El encubridor
En virtud del cual, la Ley penal peruana que se imparte hoy, ha incorporado
sabiduría en su precepto eminente, sobre todo, del principio de “autoría y
participación”, que se estima idóneo, para reforzar nuestra postura. De esta
manera, es básico descollar tres formas de intervención voluntaria sine qua
non, que se encuentra en el contenido material de la acción punible, de
acuerdo al siguiente orden normativo:
2. La INSTIGACIÓN
“Artículo 24.- El que, dolosamente, determina a otro a cometer el hecho
punible será reprimido con la pena que corresponde al autor”.
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31. Florit, Op. cit. p. 283
Quedando claro entonces, que la notoriedad de las afirmaciones vertidas, se
desprenden de disposiciones jurídicas emanadas legítimamente, para validar el
examen planteado, toda vez que, los efectos comparativos son establecidos
fundamentalmente en la equiparación de sus diferentes formas de participación
en el delito. En tanto, la denominada “participación”, constituiría ajuste
juicioso de la Ley en vigor, que abarcaría intrínsecamente la instigación y la
complicidad, para predominar el criterio de lo legislado, pues, en ella, revela
enfáticamente a todo partícipe del hecho, constituido como coautor del delito
y en esta condición, se encuentra también el autor material. De allí, que en
cada conducta participativa, se ofrecerá una voluntad criminal distinta en el
curso de su acción, pero, ello admite imperiosa imposición de la Ley, para
alcanzar no solo al autor material y autor intelectual con la misma pena
equivalente, sino que también, igual sanción recibiría todo participante
instigador o cómplice del hecho punible, según la teoría de la participación. De
otro lado, en potestad de la sanción aplicable, a propósito, de los cooperantes
que prestan ayuda para facilitar el acto bajo cualquier guisa, conociendo el
interés criminal del autor, tendrían penalidades atenuadas, que mermaría
racional y prudentemente su castigo. Siendo así, la meta del discernimiento en
este rango especial del último párrafo legal, no estimaría mayor relevancia
sobre el autor y el partícipe del hecho.
Por eso, la imperiosa gravedad del hecho, reside en la exigencia del pacto, toda
vez que, en ella asegure la muerte recompensada por mandato, conociendo que
los personajes del acto concertado, conllevan ambiciones disímiles en su
propósito criminal. Esto asiente, que los roles representativos discernidos en el
pacto, se encuentran subsumidos en los actos preparatorios. Sin duda, los
preclaros fundamentos del precio pagado o compensación ex post, debe
imperar en el ejecutor, accidente predominante de su comisión material, ello,
importaría que, la intervención relevante, se oriente específicamente a cumplir
la muerte y percibir el cobro prometido por el mandante. Otro aspecto esencial,
es que el fondo del trato convenido, ha de ser, un patrón criminal con fines de
lucro, considerando que, la base de su naturaleza pecuniaria, se estructura en
el interior del precio o promesa remuneratoria. Además, el beneficio que
alcanza el mandatario, no atribuye causa originada por la muerte de la víctima,
sino más bien, de su insensible acto de asesinar, dado que, su indolente forma
y frialdad de producir la muerte, es lo que debe primar. Pues, un caso
insuficiente sería, que la víctima muera de infarto, sin que el mandatario lo
haya perpetrado, solo para lograr el beneficio pecuniario ambicionado.
Sin duda, al mandante o inductor, al tener desde el inicio del acto homicida el
dominio del hecho, se le aplicará la misma pena que al sicario, pues ambos son
autores del asesinato. Así lo ha establecido la Corte Suprema en la Ejecutoria
del 16 de julio de 1999, al sostener que "de la revisión de lo actuado se
desprende que el encausado Julio César Benites Mendoza, si bien, no es quien
ejecutó el acto homicida, sin embargo, se ha acreditado que fue quien llevó al
autor material al escenario del crimen, esperando con este que se presenten
las circunstancias comisivas y luego de ejecutado el crimen, ayudó en la fuga
a bordo de su motocicleta al 'homicida' (...) ; siendo esto así, el encausado
Benites Mendoza ha tenido dominio funcional del hecho, prestando aportes
esenciales, en tanto y en cuento ha podido impedir la comisión del mismo, aún
más si todo esto fue ejecutado por un móvil de lucro, al haber recibido de su
coencausado Santos Antonio Alzamora Palomino la suma de trescientos dólares;
por lo que la condición jurídica que le corresponde es de coautor y no de
cómplice".
b) La concreción del pacto por precio, entre concertante y servidor del crimen,
carece de punibilidad, siempre que la actuación con antelación al hecho, no
posibilite la voluntad homicida. Pues, para encuadrar el tipo, no solo debe
precisar, la muerte del objetivo, sino que, por mandato legal, ello exige previo,
un trato o acuerdo lucrativo con autores que mantienen el fin material de otro,
ambos obligándose a su cumplimiento, de forma tal, que el lucro motive la
muerte de la víctima. El criterio del convenio, se funda en el consentimiento
del urdidor, para que en su representación, el mandatario obre por medio suyo,
la ejecución cruel del perpetrado. Esto supone, que el pacto por lucro criminal,
señala el acuerdo puntual, fijo y exacto, del ofrecimiento de pago, de ahí que,
puede precisar, el plan calculador preparado, para orientar y ubicar la causa
suficiente en el convenio homicida. La deliberación de la trama, en el pacto
inhumano anticipado, debe revestir compromiso explícito, pues, el solo hecho
implícito, invalida la agravante, por lo tanto, en esa misma armonía, la ausencia
de manifestación en el propósito del mandante para beneficiar al mandatario,
tampoco podría alcanzar, tal circunstancia.
c) Respecto del último punto, la Ley requiere para la configuración del delito,
la existencia del pago remuneratorio que se prometió en el pacto, pues, este
móvil lucrativo, deberá ser motivo suficiente para la consumación homicida. En
realidad, el fundamento del precio pactado, se basa en la representación como
causalidad motivacional, que impulsaría necesariamente la perpetración en el
autor material, y en conclusión su agravante. Pero, la sustancia concerniente
al precio por matar, que busca la Ley penal para lograr su transgresión, es
netamente crematística. Por tanto, ello no dista que otras razones retribuibles
de dispar naturaleza, pudiera acarrearse en el autor material, para motivar
apropiadamente la muerte de la víctima, pero, esta conducta distorsionada,
hacia otra forma de estímulo homicida, caería en la impunidad, toda vez que,
el castigo imponente por el delito que se persigue, quedaría sin efecto en el
precepto y la agravante por lucro.
La mayor gravedad que califica el asesinato por lucro, radica en el hecho que
contiene a la propia perfidia relacionada con una persona indiferente que se
presta por dinero para servir sus deseos criminales; refiriéndonos al
mandatario, como causante directo de una muerte dada sin un fin propio, es
decir, como instrumento de objetivos ajenos. El término lucro empleado por
nuestro código es más lato37que los términos "precio" o "promesa
remuneratoria" que emplean otras normativas. Un hombre puede matar a otro
no sólo por lucrar con el precio en dinero que le haga el inductor, sino también
por obtener un bien inmueble como una casa, o, también a cambio de alhajas,
empleos, etc. Además, de acuerdo a la doctrina peruana, no es preciso que el
dinero o la recompensa se hayan entregado al mandatario; sólo basta convenir
a la “promesa” por la muerte de la víctima como presupuesto esencial.
En este orden característico, es relevante precisar, el caso del asesino que
después de haber consumado la muerte de su víctima, es engañado por el
mandante, sin saber, que este no recibiría ningún pago por el acuerdo
finiquitado; aun así, el mismo mandatario deberá ser sancionado por el delito
de asesinato por lucro. Quedando demostrado, que se requiere solo su
propuesta u oferta anticipada, para adecuarla como presupuesto del delito. El
incumplimiento de pago por la promesa remunerativa, no es requisito para
alcanzar punibilidad en el asesinato por lucro; salvo su consumación en la
muerte y no en el concierto económico. En el convenio o pacto no se comienza
la ejecución del asesinato. Se trata sólo de un conato, pues la realización del
hecho punible se inicia cuando el sicario haya comenzado los actos externos de
ejecución del homicidio38. El asesinato por lucro se traduce en el medio para
satisfacer el interés económico del ejecutor, y, se subsume en dos elementos
constitutivos vinculados entre sí: mientras que el móvil, es el motivador del
interés económico y estímulo esencial en la muerte de la víctima, el medio
fijará la muerte concertada por precio o promesa de pago, de tal forma que se
presente la relación de causalidad entre el interés de matar por precio y la
ejecución de la muerte como resolución deseada.
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35. CUELLO CALÓN, E., Ob. cit., p. 449.
36. BAJO FERNANDEZ, Miguel, ob. cit., p. 65
37. La nota "lucro" no supone siempre la intervención de terceros, ya que el agente puede matar para lucrar él, como
en el caso del que mata para cobrar el seguro (caso que trae......criminología).
38. Francesco Carrara, Programa de Derecho Criminal Ob. cit. pág. 119 (Traducción de José Ortega Torres y Jorge
Guerrero). Editorial Temis, Bogotá-Colombia, 1988.
en las eventualidades de desdoblamiento o formación dual, que se constituye
esencialmente a partir de la existencia del autor intelectual. Sabemos, que la
calidad de mandatario se atribuye con imperiosa voluntad a los sicarios, por
conocer que éstos, solo llevarían a cabo su propósito criminal, cuando existiera
una transacción de por medio, incitado a recibir una jugosa suma de dinero por
asesinar a otra persona.
En la posición de Ricardo Núñez, nos dice que: “Este crimen no tiene su razón
cualificante en el mandato que el asesino recibe del tercero, sino en el pacto
infame sobre el precio, que representa la causa por la que el autor material,
interviene y comete el hecho”39.
El crimen por lucro, también admite la tentativa, la Ley exige para configurar
su tipificación, que el mandatario, siga completamente el curso homicida por
encargo de otro, y por circunstancias ajenas a su intención, este autor, no
concluye la muerte de su objetivo criminal. Bajo este aserto jurídico, la
tentativa abarcaría formas disímiles en su frustración homicida, que comprende
un delito sin resultado material, en este orden, el autor encontraría grado tal
de culpabilidad, alcanzando solo penalidad menor, determinada por el togado
de la causa, ya que, sus efectos comisivos no alcanzaron el deceso de la víctima
o si logro la perpetración homicida, el caído no murió.
Conforme a ello, con los actos ejecutivos previos a la realización del asesinato,
se funda la acción de matar del autor, pero, sin alcanzar el grado sumo que
atañe a la modalidad agravante. Siendo así, la comisión homicida del mandante,
convenido so pago previo o posterior a la consumación, constituye el curso
criminal que determinaría su acción, en representación del instigador. Pues,
tanto mandante y mandatario, nunca tomaron en cuenta las consecuencias
imprevisibles del intento doloso, que a toda luz tendría solamente competencia
en el delito interrumpido.
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39. Ricardo C. Núñez, Derecho penal argentino, Tomo I, pág. 48, Lerner ediciones, Córdova-Argentina, 1961,
el curso criminal que la Ley exige, sin efectos resultantes en su producción
material. La frustración específica, en respuesta del propósito criminal seguido
por el autor material, no determina malogro causal alguno, respecto de su
resultado final. Entendiendo, que su afán por el lucro, encaminaría su acto, sin
prever el surgimiento inidóneo en la muerte intentada. En el caso del contrato
asalariado entre mandante y mandatario, sin el logro de sus intereses lucrativo
criminal, este no tendría injerencia en el marco legal, ya que, el pacto criminal
resultante, concluye solo en una tentativa del crimen. Además, la voluntad y
el deseo de asesinar, bajo empleo de medios idóneos a comienzo del evento,
fueron revelados con un solo objetivo homicida. En este sentido, el grado
calificador del juez frente a la tentativa terminada, aplicaría disminución
prudencial de la pena, dado el peligro inherente al intento y el grado de
ejecución alcanzado. Pues, el mandante, en el caso concreto, no tendría mayor
relevancia en la tentativa, porque de igual forma sería procesado por homicidio
simple.
En términos más abstractos, esto puede explicarse por el hecho de que sólo
puede ser comunicativamente relevante una representación mínimamente
racional del mundo40.
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40. Jakobs, Derecho Penal… [nota 3], apartado 25, núm. 23, pág. 865; el mismo, “Representación del autor e
imputación objetiva” [nota 34], pág. 235.