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Artemio Cruz León, Guillermo Ravest Santis


Sahagún: Historia General de las Cosas de Nueva España. Primer testimonio sobre agricultura y botánica
indígena
Revista de Geografía Agrícola, núm. 34, enero-junio, 2005, pp. 109-111,
Universidad Autónoma Chapingo
México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=75703408

Revista de Geografía Agrícola,


ISSN (Versión impresa): 0186-4394
rev_geoagricola@hotmail.com
Universidad Autónoma Chapingo
México

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DOCUMENTOS

Sahagún: Historia General de las Cosas de Nueva España


PRIMER TESTIMONIO SOBRE AGRICULTURA Y BOTÁNICA INDÍGENAS

Artemio Cruz León y Guillermo Ravest Santis

En el 2005 celebramos los 400 años de la edición de la obra más importante de la lengua española, El Inge-
nioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, escrita por Miguel de Cervantes Saavedra, joya de la literatura mun-
dial, surgida en la España que despertaba del Medioevo. Habrían de transcurrir varios siglos y buscar entre
viejos archivos europeos para encontrar la obra fundamental escrita en América, que –aunque de un género
distinto- pudiera equipararse a ese monumento literario y que adviniera el reconocimiento a uno de los apor-
tes fundamentales de las culturas nativas del Nuevo Mundo. Guardando las distancias y tomando en cuenta
la voz de los especialistas, habrá que mencionar la obra de Bernardino de Sahagún, en especial su Historia
general de las cosas de Nueva España que merecería también esos honores. Ella ha acumulado más de 450
años de que fue concebida e iniciadas las primeras recopilaciones en nuestra tierra. Aunque tardó más de 30
años en su elaboración, fue concluida en 1586, por lo cual su antigüedad puede aún ser mayor. El ilustre estu-
dioso de nuestros pueblos originarios, Ángel María Garibay K. (1975), nos dice: “como obra etnográfica,
como obra histórica, como arsenal lingüístico, como monumento literario no tiene nada igual, ya no diré de la
nación mexicana del presente; el continente todo en su complejidad, no puede hallar qué poner frente al libro
de Sahagún, no para igualarlo, sino siquiera para competir con él”.
Sí observamos la obra desde el interés de toda la comunidad de nuestra Universidad Autónoma Chapin-
go, podremos encontrar numerosas razones que incrementan la importancia del trabajo sahaguniano. Una
de ellas, resulta central y poco abordado. Se trata del reconocimiento de la existencia del otro conocimiento,
el generado por las civilizaciones indígenas, que se llevó a cabo con metodologías diferentes a las de la civili-
zación europea. Aparentemente Sahagún nunca enfrentó esta discusión, que resulta fundamental en la con-
cepción de una ciencia diferente a la generada por el sistema occidental, discusión que aún en los albores del
siglo XXI no se ha concluido y resulta fundamental su reconocimiento por parte de éste, de la validez de los
conocimientos, saberes, mitos y creencias.

En este punto se pudieran argumentar las dificultades y prohibiciones que el fraile franciscano debió en-
frentar –incluida la de la Inquisición- debido a que su obra reflejaba la cultura intelectual de los nahuas. Inclu-
so, algunos frailes vieron en ella un peligro de revivir viejas creencias, motejadas de idolatrías, por lo que ante
sus quejas lograron la expedición de la real cédula de Felipe II, del 22 de abril de 1577. En ella se estableció la
prohibición de la obra de Sahagún : “ha parecido que no conviene que este libro se imprima ni ande de ningu-
na manera en esas partes, por algunas causas de consideración; y así os mandamos que luego que recibáis
esta nuestra cédula, con mucho cuidado y diligencia procuréis haber estos libros, y sin que dellos quede ori-
ginal ni traslado alguno, los envíes a buen recaudo en la primera ocasión a nuestro Consejo de Indias, para
que en él se vean; y estaréis advertido de no consentir que por ninguna manera de vivir que estos indios
tenían, en ninguna lengua, porque así al servicio de Dios Nuestro Señor y nuestro” (Estrada L.,1987, citando
a Miguel León Portilla).

Otro de los aspectos importantes del trabajo de Sahagún, corresponde a la de su metodología de investi-
gación. En términos estrictos su obra fue la realización de un virtual “trabajo de campo” e inaugura la metodo-
logía etnoecológica, que aun en nuestros días se encuentra en construcción. Pero, además de recopilar la
información de la civilización náhuatl, se valió de la forma indígena de conservar su historia, conocimientos y
tradiciones, además del de la oralidad se sirvió de las pinturas –como en los códices– que sirvieron de guía
para el informe escrito.

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Sahagún, Fray Bernardino de

Además, el haber recurrido a los ancianos sabios para la obtener la información, Sahagún nos proporcio-
na una lejana y vigente lección, que se asocia a lo que ahora se le llama “informantes clave”, “expertos” o “sin-
gular significativo” y que resultan fundamentales en la obtención de conocimientos relevantes. A lo anterior
habrá que agregar la participación de pintores de códices y traductores trilingües, que son garantía de la se-
riedad del trabajo desarrollado y del conocimiento recopilado. Todo esto habla de la rigurosidad y planeación
con las que fue elaborada una investigación que le implicó toda su vida.

El trabajo de este fraile franciscano es una obra maestra en la bibliografía del siglo XVI que recopila toda la
vastedad y riqueza de la civilización náhuatl, y que dejó registrados todos los aspectos de la vida cotidiana
que prácticamente desaparecieron con la llegada de los europeos. Esa primera recopilación permanece in-
completa o aislada, ya que no se le han sumado trabajos recientes que complementen o amplíen hacia otros
grupos étnicos que aun prevalecen en nuestro país. Una de las tareas pendientes de los investigadores del
siglo XXI es la recopilación de los conocimientos y cosmovisión de los indígenas actuales, como base para la
elaboración de propuestas de manejo de recursos naturales que sean tan productivos y eficientes en la con-
servación como la de los indígenas.

Transcurridos cinco siglos del contacto entre europeos y los pueblos indígenas de nuestro continente
–que otros prefieren denominar un encontrón-, cabe preguntarse ¿cómo apreciaban nuestros pobladores
originarios la agricultura, qué conocimientos empíricos ya habían desarrollado sobre botánica, factores cli-
máticos y edáficos, entre otros? Estos temas son difíciles de encontrar en los libros técnicos que forman el ba-
gaje esencial de nuestros estudiantes y profesionistas agronómicos. Por lo tanto, para inquirirlos, hay que re-
currir a los códices o textos indígenas y a los que nos legaron los primeros cronistas europeos que, aparte de
sus afanes de indoctrinación religiosa, escribieron textos esenciales sobre la cosmovisión –para nuestro
caso- de los pueblos mesoamericanos.

Habían transcurrido sólo diez años que Hernán Cortés divisara por primera vez la imagen deslumbrante
del lago y de México-Tenochtitlan, cuando Bernardino de Sahagún, un cura franciscano español, pisó tierra
en la Nueva España, el año 1529. El primero arribó con el afán de domeñar por lar armas. Sahagún por la
aculturación de las almas. Sin embargo, todos los estudiosos de la vida y obra de este cura franciscano coin-
ciden en que éste más bien fue conquistado por los indígenas. Por su cultura, a la que dedicó a estudiarla los
71 años de su vida que permaneció en la Nueva España.

Miguel León Portilla, sobrepasando la misión evangelizadora que Sahagún se echó sobre sus hombros, lo
define como un estudioso con visión y una curiosidad integrales, un auténtico etnógrafo y antropólogo, embe-
bido por los aires renacentistas del humanismo. Una de sus obras esenciales es la Historia general de las co-
sas de la Nueva España. La comenzó a escribir en 1548 en el pueblo de Tepepulco y que había sido
dependiente del señorío de Texcoco. Allí tras reunirse con el señor del pueblo y explicar sus objetivos,
Sahagún tuvo al día siguiente la presencia de “diez o doce sabios ancianos principales” de la región, quienes
“le darían razón de todo lo que les preguntase”. Con ellos trabajó alrededor de dos años, y no improvisada-
mente. Fray Bernardino llevaba anotada una larga lista de temas y preguntas. Ninguna de las “antiguallas”,
humanas y divinas, quedaron fuera de su curiosidad: la religión y sus dioses, organización social, sus fiestas,
los diversos oficios, orígenes de sus pueblos, tradiciones y refranes, la agricultura, plantas y animales, las ca-
lidades de la tierra y, lógicamente, la dimensión de sus conocimientos sobre astronomía, medicina, minera-
les, la educación y la moral, entre otros. Y hasta una versión proveniente de labios indígenas de cómo vivieron
ellos los avatares de la conquista. Es inoficioso advertir que todos estos sabios ancianos fueron contem-
poráneos, testigos de la irrupción hispana y del avasallamiento de sus pueblos. En esta ciclópea tarea que le
consumiría 30 años de su vida, el franciscano fue ayudado en Tepepulco por cuatro de sus alumnos indíge-
nas del colegio de Tlatelolco. Éstos allí aprendieron español y latín y desarrollaron sus habilidades para pintar
códices y mejorar su idioma vernáculo, el náhuatl.

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Documentos

El mismo Sahagún escribe cómo se fue realizando este trabajo: “Todas las cosas que conferimos me las
dieron por pinturas (códices), que aquella era la escritura que ellos antiguamente usaban, y los gramáticos
(sus alumnos) las declararon en su lengua, escribiendo la declaración al pie de la página”. Algunos de sus
discípulos escribían en náhuatl las palabras de los ancianos y otros iban copiando partes de los códices. De
este modo, debe inferirse que una parte sustancial de la Historia general corresponde a una transcripción de
la cultura texcocana en aquellos años del siglo XVI. Y Sahagún eligió un pueblo de esta región porque era la
que con mayor fuerza y desarrollo había cultivado las esencias toltecas.

Con posterioridad, el franciscano siguió incrementando sus fuentes de información con otros ancianos sa-
bios en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco y en el convento de San Francisco en México. Y fue el mismo
investigador quien, con posterioridad traduciría al español el vasto material acumulado en esos tres lugares.
Uno de los más insignes estudiosos de la obra de Sahagún, Ángel María Garibay, en un comentario a la Histo-
ria, escribe que para la etnología y la antropología inicial de los antiguos mexicanos, “son inapreciables. Ha-
llamos allí cuadros vivientes de la antigua sociedad; seguimos, paso a paso, la vida de cada año, de cada
mes… en el México que se perdió en los fangos de la salobre laguna. La conquista acabó con aquel raro es-
plendor: el benemérito fraile le salvó la vida al recoger para la posteridad estos cuadros de cada aspecto de
ella”.

Garibay y otros estudiosos, advierten que los textos de esta Historia deben ser entendidos teniendo pre-
sente que se está escuchando a los viejos ancianos que fueron los informantes de ese texto y, que son en
cierto modo, sus verdaderos autores. De este modo, no debe pensarse en tratadistas especializados. De ahí
que hay cierto candor sencillez en las descripciones que aprehenden la visión indígena que imperaba en ese
siglo XVI.

Las transcripciones, incluyendo sus títulos, que se insertan a continuación fueron tomadas de esta Histo-
ria general de las cosas de la Nueva España, 1975, Editorial Porrúa, México, cuya edición y anotaciones críti-
cas estuvieron a cargo de Ángel María Garibay, uno de los grandes estudiosos de la cultura de nuestros
pueblos mesoamericanos. Sií bien la obra incluye casi todos los aspectos de la vida de los pueblos del Altipla-
no, resulta de mayor importancia a nuestro interés los aspectos incluidos en los Libros Décimo y Undécimo.
Del primero nos interesa la descripción de los oficios de labradores, el mal labrador y de los hortelanos. En
tanto que para el segundo, de manera general nos interesan las plantas, sin embargo, por limitantes de espa-
cio, se han dejado fuera los aspectos relativos a las plantas medicinales, incluidas en el libro décimo, capítulo
VII, numeral 5; además del numeral 6 que trata sobre las piedras medicinales; de esta manera incluimos los
capítulos VI De los árboles y sus propiedades, con 9 numerales; y el capítulo VII En que se trata de todas las
hierbas, con 11 numerales de los cuales el 5 y 6 no se reproducen.

Bibiografia

Estrada L., E. 1987. Códice Florentino: Su información etnobotánica. Colegio de Postgraduados. Monteci-
llos, Estado de México.

Garibay K., A. M. 1975. Proemio General. En: Sahagún, Bernardino de. Historia general de las cosas de la
Nueva España. Ed. Porrúa. México. pp 1-14.

Sahagún, Bernardino de. 1975. Historia general de las cosas de la Nueva España. Ed. Porrúa. México.
1093 p.

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