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UNIÓN TIPOGRÁFICA

EDITORIAL HISPANO AMERICANA

EL MUNDO BIZANTINO 1

VIDA Y MUERTE DE
BIZANCIO
LOUIS BRÉHIER

LA EVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD | 48
Orígenes del Cristianismo y Edad Media| 2

Electronic Edition

México
1956
PROLOGO
Lo contingente en la historia bizantina

F
rancia, por la obra de Rambaud, Schlumberger, Diehl,
Millet, —y Luis Bréhier— ha tenido el honor de
cultivar, en gran parte, ese vasto dominio en el
espacio y en el tiempo que se conoce como mundo
bizantino y del que se han obtenido tan sorprendentes
guillas.1
Particular importancia tiene la cosecha de Luis Bréhier;
casi toda su vida ha estado consagrada a los estudios
bizantinos; Bizancio es su patria espiritual; la conoce como
aquel que, dotado de una excepcional longevidad, hubiera
sido testigo de todas las peripecias y de todos los dramas de
su historia.
Así, pues, su contribución a La Evolución de la
Humanidad constituye la suma de sus numerosas
publicaciones y de sus enseñanzas; auténtica suma, ya que
abarca la vida de Bizancio en toda su duración, el Imperio en
toda su carrera y la civilización bajo sus múltiples aspectos.
El primitivo proyecto de La Evolución de la Humanidad
incluía para Bizancio un solo volumen cuyo autor iba a ser
Carlos Diehl, quien el año 1901 había publicado en la Revue
de Synthèse historique un importante Examen general de la
historia bizantina.2 Pero al quedar Diehl ciego y verse

1Diehl escribía en 1920; “Tal vez se pueda decir que si las investigaciones
sobre historia bizantina reconquistaron derecho de ciudadanía en el
mundo científico se debe esencialmente a Francia”. Citado por V.
LAURENT, en CHARLES DIEHL, Historien de Byzance, pág. 21, en la Revue
historique du Sud-Est européen, XXII. Esta revista es una publicación
del Instituto de Historia Universal S.Iorga. No por esto hay que olvidar
otras contribuciones; en particular, durante los años recientes, la de
IORGA, a la vez, un gran historiador y un inteligente impulsor; las de G. I.
BRATIANU, su sucesor, y las de V. Laurent. Tampoco deben dejar de
citarse los nombres de J.B. BURY y de HENRY GRÉGOIRE.
2 Tomo III, 2, págs. 177-225. En este trabajo importante, Diehl abría su

comentario en cuanto a lo realizado con algunas reflexiones sobre la


evolución de los estudios bizantinos. “Fundados en el siglo XVII por
Ducange, abandonados casi sistemáticamente durante el siglo siguiente,
obligado a renunciar, me señaló a Luis Bréhier como el que
mejor podía llenar la tarea que él dejaba.
¿Por qué se cambió el título Bizancio? ¿Por qué va El
Mundo bizantino a comprender tres volúmenes? Para esta
ampliación hay dos razones: una de carácter personal y otra
de orden objetivo.
Luis Bréhier había alcanzado un tan completo, preciso y
minucioso conocimiento de su tema que hubiera sido
desagradable imponerle sacrificios y no permitir que el
historiador, el investigador o, simplemente, los espíritus
curiosos, se beneficiaran con su prodigiosa erudición. Su
bibliografía, en el presente volumen —con su lista de 172
Grandes Colecciones, Publicaciones académicas, Revistas,
Misceláneas, Trabajos colectivos y Diccionarios, con sus
294 números de Fuentes consultadas y sus 391 de Obras
consultadas—, representa la base real de su construcción.
Las notas, las abundantes notas que llenan el pie de las
páginas, demuestran el concienzudo uso que hizo de tan
enorme material bibliográfico. De esta manera, todo el
detalle está evidentemente apuntalado. Si el aparato erudito
es aquí más visible que en otros volúmenes se debe a que,
después de tantos años —pronto hará medio siglo—
consagrados a Bizancio, y 40 dedicados a la redacción del
Boletín bizantino de la Revue historique, Luis Bréhier ha
querido evitar, o facilitar, a los historiadores la
comprobación de su trabajo y proporcionar si no algo
definitivo —¿hay algo definitivo en la documentación? — al
menos un estado de conocimiento tan sólidamente
fundamentado que se pueda sentir, al utilizarlo, una
seguridad absoluta.
La otra razón, más honda, la objetiva, es que, a nuestro
juicio, no se ha dado hasta ahora, en las historias generales,
el espacio que le corresponde a ese mundo bizantino.3

reanudados de manera lenta y confusa en el segundo tercio del XIX,


lograron desde hace unos treinta años inesperada acogida y, en el último
decenio, aproximadamente, reconquistaron dentro de los estudios
científicos el sitio que por derecho les pertenecía”. En una nota citaba a
BREHIER, por su obra Le développement des études d’histoire
byzantine du XVIIe au XXe siècle.
3 Esta observación, por lo demás, ya ha sido hecha. El año 1923, en el 5º

Congreso Internacional de Ciencias Históricas celebrado en Bruselas, un


eminente historiador polaco, O. Halecki, llamó la atención “sobre el lugar
insuficiente que se ha reservado en la Historia, llamada general o
universal, a la historia de la Europa oriental, y terminó diciendo que la
historia del Oriente de Europa, por el curso que siguió, es un elemento
esencial de la historia europea”. El año 1933, en el 7º Congreso celebrado
Después del Mundo antiguo, y paralelamente a lo que se
llama la Edad Media —término que designa, para el
Occidente europeo, el período correspondiente—,4 hay un
mundo que recogió, junto con la herencia de Grecia y de
Roma, la aportación del Oriente asiático y que, al fundir estos
elementos diversos, supo crear una civilización original.
Ahora bien, esta civilización ejerció más tarde sobre
Occidente considerable influencia. Después de ser crisol de
elaboración, fue Bizancio centro difusor.
La estructura de nuestro El Mundo Bizantino y su
división en tres volúmenes, responde a la concepción teórica
que preside La Evolución de la Humanidad. Vida y muerte
de Bizancio: lo contingente, las contingencias diversas, como
el medio físico, las individualidades, el acaso, que van
tejiendo la trama de esta historia. Las instituciones del
Imperio bizantino: el aspecto social en el pleno sentido que
damos a esta palabra, la acción de la necesidad social. La
civilización bizantina: el desenvolvimiento cultural —como
suele decirse actualmente— bajo sus diversas formas, el
papel del impulso lógico.5

Hay un elemento de la historia bizantina que necesita ser


esclarecido, ante todo.
En volúmenes anteriores, hemos visto nacer y
desarrollarse, con el afán imperialista de determinadas

en Varsovia, un historiador checo, Jaroslav Bidlo, refiriéndose a las


consideraciones de Halecki, hacía, por su parte, una interesante
exposición, posteriormente ampliada, con el sugestivo título: Lo que es
la Historia del Oriente europeo; cuál es su importancia y cuáles fueron
sus etapas. Y pedía “una historia general o universal en el verdadero
sentido de la palabra, es decir, una historia que seguiría el movimiento
unitario e integral de la evolución de toda la humanidad desde un punto
de vista universalmente humano”. Bidlo cita, también, a Michel
Lhéritier, que contribuyó a los Mélanges. Charles Diehl sobre historia
bizantina en la Historia general, con páginas cuya conclusión es: “Igual
que en ella [en la historia bizantina] desemboca toda la historia antigua,
oriental, griega y romana, también en la bizantina tiene su arranque la
historia moderna y contemporánea de Oriente, de Europa y del mundo.”
4 En el prólogo del tomo XLVII de esta colección [El fin del Mundo

antiguo y los comienzos de la Edad Media] hemos considerado la


expresión Edad Media (y de manera general el problema de las divisiones
en la historia). Es evidente que sobresale el carácter muy relativo y
restringido del término, cuando se establece la relación en el tiempo, tal
como conviene, entre el Occidente, que se disgrega y barbariza, y el
Oriente, que se organiza y crea una civilización nueva.
5 Véanse la Synthèse en Histoire, págs. 52-53, 228, y En MARGE de

l'Histoire Universelle, págs. VIII, 18, 272, 275.


individualidades y de ciertos pueblos, la noción de Imperio.
Observamos que la humanidad tiende a hacerse, en el
sentido de unificación humana; para ese fin el proceso es
doble: de un lado, acrecentamiento de la solidaridad; del
otro, la imposición de la unidad, que es, precisamente, el
imperialismo.6 Pero, además, en el imperialismo, la
seducción puede ayudar a la violencia, y la superioridad de
civilización atenuar la coacción. Tal fue el sueño de
Alejandro, sucesor de los Faraones y del rey de los reyes
persa, rey-dios él mismo, es decir, el de vincular esos dos
mundos, Grecia y Asia —que, por otra parte, nunca
estuvieron completamente separados—, y establecer el
Imperio universal. Pero, pensador, a la vez que conquistador,
parece que el discípulo de Aristóteles haya tenido el deseo, la
esperanza, de fundir las razas en una especie de fraternidad
humana, la homonoia.7
El imperialismo de Roma, al extenderse desde la “aldea
del Palatino” a Italia y desde Italia a la mayor parte del
mundo entonces conocido, había convertido el Mediterráneo
en lago romano. El Orbis romanus constituyó el mayor
imperio geográficamente unido que presenta la historia;
eran unos cuatro millones de kilómetros cuadrados, ocho
veces la extensión superficial de la Francia actual.8
Por el hecho de que su poderío se extendía sobre Grecia y
Oriente, los emperadores romanos fueron un nexo entre
Alejandro y los basileos bizantinos. Interesante y curioso es
ver cómo en la historia de Bizancio fue ambicionado el título
de basileus con su carácter religioso, procedente del antiguo
Oriente, heredero del lejano, aunque prestigioso precedente
de Alejandro y de la autoridad del imperator. La coronación
de Carlomagno como emperador augusto, el 25 de
diciembre del 800, “verdadera usurpación… proporcionaba
al soberano de Occidente un prestigio igual al del basileus
bizantino” y sus relaciones con el califa Harún-al-Raschid
demuestran todo el alcance que tuvo.9 En suma, hasta el
1806, con el fin del sacro Imperio Romano-Germánico,
durante las guerras napoleónicas, no desapareció, a lo menos
en apariencia, aquella “obsesión de un Imperio universal”.

6 Véanse tomo XVI [El imperialismo macedónico…] y En MARGE...


páginas 11, 256.
7 Véase P. JOUGUET, El imperialismo macedónico y la helenización del

Oriente, tomo XVI de esta colección.


8 Véase V. CHAPOT, El mundo Romano, tomo XXVI de esta colección.
9 Véase BRÉHIER, infra, pág. 81
Esta tenaz noción de Imperio, idea dominante que
orientó determinados períodos de la Historia, creando su
grandeza y su unidad, aparece aquí, sobre todo, como
supervivencia, como elemento de rivalidades, de luchas y de
desorden. La dignidad imperial sigue siendo ambicionada y
violentamente disputada, aun cuando no se trate ya, como
dice IORGA, más que de “un imperialismo de cancillería”. Lo
que ya señalábamos en el Prólogo al tomo XVI de esta
colección con referencia a la época helenística, cuando
escribíamos que era “sobre todo caracteres, circunstancias y
efectos casuales los que determinan la historia, una historia
plena de tragedias”,10 debe aplicarse todavía en mayor
medida al mundo bizantino. En su vida política desempeñó
capital acción lo contingente.

Y, en primer lugar, el medio físico.


Quien haya visitado Constantinopla no pudo dejar de
sorprenderse por la hermosura de su ambiente; la
luminosidad encantadora que la envuelve, el fascinante
colorido de las puestas de sol en el Cuerno de Oro, dejan
imperecederos recuerdos.
Pero a la belleza del lugar se agrega su privilegiada
situación. Se ha dicho que Bizancio es “un puente tendido
sobre dos mares”. Sobre todo, es una encrucijada de caminos
marítimos y terrestres. Separada de Asia por un angosto
estrecho, tuvo su “gran suburbio” en el lado asiático. Si por
una parte podía e iba a influir en el Mediterráneo oriental,
por otra extendería su acción hacia Occidente.11 Además,
ante ella se abría el continente por caminos radiales. La
península de los Balcanes, las costas del Adriático, el valle del
Danubio, las riberas del Mar Negro, Asia Menor,
Transcaucasia y la Alta Mesopotamia, la Siria septentrional
con Antioquía, tal fue el marco que la Naturaleza señaló a un
Estado cuyo centro era Bizancio.12 Desde ese centro podía
extenderse con mayor o menor intensidad la fuerza de su
Imperio hacia tan diversas direcciones. Tales rutas de tierra
y de mar, tan fáciles y prometedoras, unas veces beneficiaron
y otras perjudicaron a Bizancio.
Luis Bréhier. a diferencia de los numerosos historiadores

10 Véase El Imperialismo Macedónico… cit.


11 JACQUES PIRENNE, en Les Grands courants de L’histoire universelle,
destaca más la importancia de las vías marítimas y fluviales. Cf. BRÉHIER,
infra, pág. 2.
12 BRÉHIER, infra, pág. 5.
que establecen las divisiones de la historia bizantina sobre
las dinastías, las instituciones o las guerras, las fundamenta
en “las peripecias experimentadas en el dominio geográfico
de Bizancio”. Los acrecentamientos o las reducciones
territoriales le permiten señalar “las auténticas separaciones
o cortes de esta historia" (pág. 7, infra); y tales divisorias,
como veremos, están relacionadas con el fracaso o el buen
éxito de diversos invasores a quienes atraían Bizancio y sus
opulentos territorios.
Fernando Lot ha escrito que la antigua Bizancio “no había
desempeñado sino un papel muy secundario, pese a la tesis
que atribuye un valor calificado de fatal a las posiciones
geográficas sobresalientes”,13 Ciertamente una “magnífica
situación” puede no ser explotada o tener que esperar mucho
tiempo su coyuntura histórica. Pero en el caso de Bizancio,
una vez convertida en Constantinopla, su situación fue
aprovechada, a ella debió su importancia y en ella encontró,
parcialmente, las directrices de su historia.
Para Lot, la fundación de Constantinopla fue, desde todos
los puntos de vista, un trascendental acontecimiento
histórico. Tuvo por resultado desplazar el eje del mundo
romano. En contra de la opinión de Bréhier —que “recoge
con talento la tesis tradicional que atribuye a Constantino
profundos designios políticos independientes de todo
pensamiento religioso” —, ve en ella “el efecto de una
decisión fulminante.”14
“Constantinopla, escribe Lot, nació del capricho de un
déspota presa de una intensa exaltación religiosa. Y, no
obstante, agrega, pocos actos políticos meditados tuvieron
efectos más considerables y duraderos. Durante una larga
serie de siglos, un gran Estado tuvo sus destinos vinculados
a esta ciudad.”15
No vamos aquí a descifrar el enigma de las intenciones de
Constantino, sino a seguir con Luis Bréhier la historia
milenaria del mundo bizantino. Y hacerlo así, hasta llegar a
la muerte de Bizancio, no es sólo completar el estudio de la

13 El fin del mundo antiguo, vol. XLVII de esta colección. Una


sublevación de helenos que tuvo lugar durante el principado de Severo,
produjo un terrible castigo sobre Bizancio, después de un sitio que duró
tres años (196). Las “famosas murallas fueron arrasadas”. Pero pronto.
Severo “se calmó, residió algún tiempo en la ciudad y llevó a cabo allí
amplias construcciones”. Véase Chapot, op. cit.
14 Ídem.
15 Ídem. Para Lot, Constantino quiso hacer de la ciudad una nueva capital

del cristianismo; por tanto, fracasó en sus designios.


Edad Media occidental con el de un mundo que terminó en
la misma fecha en que se hace acabar esa misma Edad Media,
sino, también, a partir del momento en que el Oriente se
separa del Occidente, abrir sobre este último una nueva
perspectiva.
En otro lugar vimos16 las diversas causas tanto interiores
como exteriores, materiales y morales, que produjeron la
conmoción del Imperio Romano y, para precipitar su caída,
aquella oleada de la barbarie que, contenida mucho tiempo,
rompió los diques, anegando el Orbis romanus. Lot, en
páginas que, en realidad, vienen a ser como una introducción
a Bizancio, ha trazado un cuadro impresionante de aquella
lucha que hubieron de sostener los emperadores romanos
para constantemente reparar los daños ruinosos que con
igual insistencia volvían a producirse, pese a su forcejeo por
evitarlos.17 Perdida la Bretaña; devastadas por la caballería
de hunos, godos y lombardos las provincias danubianas y la
Iliria; ocupadas Galia, España y África por bandas
heteróclitas de visigodos, suevos, vándalos, burgundos,
francos, alamanos; germanizándose Italia… Los bárbaros,
establecidos dentro del Imperio van poco a poco
adueñándose de él. El mundo romano se desmiembra. El año
476 ya no existía la pars Occidentals. A través de muchos
embates y vicisitudes, la única que conserva su
independencia y perpetúa en las orillas del Bósforo la
tradición del Imperio es la pars Orientals (pág. 12, infra).
En ese momento da realmente comienzo, con los rasgos
que le van a ser característicos, la historia de Bizancio,
“romana por sus tradiciones, helénica por su cultura,
oriental por sus sistemas de gobierno” (pág. 13, infra); una
historia en la que las intrigas palatinas, las conspiraciones y
los períodos de anarquía se mezclan con las guerras
defensivas u ofensivas, para formar ese conjunto complicado
y trágico que Luis Bréhier desenmaraña.
En él distingue tres fases.
La primera, dominada por la figura de un gran
emperador, Justiniano, es una era de restauración, de
reconquista; restablecida la autoridad imperial en África y en
Italia, extendido su prestigio a todo el Occidente, viene
Constantinopla a suplantar y a reemplazar a Roma. Subsiste
el Imperio romano universal. En los días de Heraclio, esta
obra de restauración se prosigue hacia Oriente. Pero con las

16 Tomos XIX, XXVI y XLVII de esta colección.


17 Págs. 225 y sigs.
derrotas y las pérdidas territoriales —en especial la de
Egipto— sufridas por la dinastía heráclida, acaba el período
de universalismo, y el año 717 da comienzo el Imperio
romano helénico o, mejor dicho, el Imperio bizantino.
En esta nueva fase, el Imperio, que ya no es sino una
teoría destinada a regir a todos los pueblos, se encuentra
reducido al dominio geográfico de Constantinopla, pero, al
menos, logra lo que faltaba al Imperio romano, la unidad
territorial, y va a serle posible beneficiarse de las ventajas
que le proporciona su situación.
Con las dinastías isáurica y amoriana o frigia, en un
período que va del 717 al 944, el Imperio, así reducido, se
organiza, se consolida y se defiende vigorosamente para
progresar de nuevo.
La dominación bizantina sigue extendiéndose en diversas
direcciones en un segundo período, el de la dinastía
macedónica, que va del 945 al 1057. “El gigantesco
contraataque que restituyó al Imperio provincias perdidas
desde el siglo VII que extendió sus fronteras- desde el
Danubio hasta la Mesopotamia, merece, con todo derecho,
calificarse de epopeya bizantina… Frente a los Estados
musulmanes divididos y a los pueblos de Occidente, todavía
en plena crisis de crecimiento, el Imperio bizantino se
convierte en la primera potencia militar de la Europa
cristiana y del Cercano Oriente” (pág. 157, infra).
Pero a partir del 1057, y pese a los esfuerzos de los
Comneno que lucharon durante un siglo, se presenta la
decadencia. La situación se hace desesperada durante la
dinastía de los Angel. Herida en sus fuentes vitales, Bizancio
sucumbe el 1204 a los ataques de los Cruzados.
Sin embargo, aun sin Bizancio, continuó la historia del
Estado bizantino. Mientras se establecía en Constantinopla
un Imperio latino, sobrevivía en Nicea el Imperio helénico.
El mundo bizantino se encontraba así dividido en dos
Imperios rivales.
En la fase postrera nos presenta Luis Bréhier la agonía,
interrumpida por sobresaltos, y luego la muerte de Bizancio.
En Nicea se reconstituye el Imperio griego, gracias a los
Lascaris, y con los Paleólogo deja de estar reducido al Asia
Menor y vuelve a posesionarse de la capital
constantinopolitana. Era un pasajero restablecimiento, ya
que las dificultades se reproducen hasta la caída final ante el
ataque de los turcos.
Bizancio, Constantinopla, Estambul: centro de una
historia cuyas grandes líneas acabamos de otear, cuyos
aspectos felices quedarán iluminados en los siguientes
volúmenes y cuyo carácter desordenado y tormentoso se nos
ofrece con transparencia en el relato de Luis Bréhier.

Lo que más impresión produce en la larga serie de sus


guerras, de sus victorias y derrotas, es que Bizancio se tuvo
que enfrentar a una increíble diversidad de grupos humanos
y de colectividades étnicas. Envidiada tanto como codiciada
por su privilegiada situación y su prestigio imperial, Bizancio
recurrió tan pronto a la diplomacia como a las armas. Supo
hacerse con aliados y con vasallos; sus aliados se convertían
en enemigos; sus enemigos, en aliados; eran combinaciones
en las que se aplicaba, con espíritu precursor o avant la
lettre, la doctrina de Maquiavelo.
En un principio tuvo que defenderse contra Persia, contra
los hunos, los avaros, los lombardos, los eslavos y los
búlgaros; y, muy pronto y constantemente, contra los
árabes.18 En el siglo VII, "por primera vez desde los días de
Alejandro, una potencia asiática, el islam, se establecía de
manera permanente en las orillas del Mediterráneo" y
organizaba allí una monarquía administrativa y militar.
Amenaza grave para Bizancio a quien salvaría la invención
del fuego griego. ¡Ya el arma secreta! En esas guerras
constantes llevaban los griegos, con frecuencia, la ventaja;
pero los árabes de Asia y luego los de África y de España19
constituyen una preocupación incesante.
En el siglo IX aparecieron los rusos, atraídos a la vez por
“objetivos comerciales y por gusto al saqueo”. Intentaron
establecerse junto al Danubio y luego apoderarse de
Constantinopla; finalmente se unieron a los griegos contra
los búlgaros, los ambiciosos búlgaros, que anteriormente se
habían aliado con los griegos contra los húngaros
procedentes de sus estepas como otrora los avaros.20
En el Oeste, Italia era un campo disputado por doquier,
en el que se hacía sentir en el siglo X la amenaza germánica,
que en el XI se agravaba, mientras los normandos ponían pie
en la Apulia.21 De sus ciudades opulentas sobresalen dos,
Venecia y Génova, que tan pronto están al servicio de los
bizantinos como los combaten.

18 Véase infra, págs. 47 a 176.


19 Véase infra, págs. 109, 112, 134.
20 Véase infra, pág. 146.
21 Véase infra, págs. 207, 218, 287, 291.
Igualmente, en medio de alternativas diversas que
acabaron con la pérdida de Constantinopla (1204), el
Imperio griego lucha, primero, al lado de los cruzados, y
luego, contra ellos. Y de esta manera las Cruzadas y el
Imperio de Balduino vienen a entrar en esta historia:
amalgama de elementos étnicos, en la que los francos
desempeñan importante y glorioso papel.
Después de la restauración (1261), la principal amenaza
viene de los turcos. Sus anteriores incursiones habían sido
rechazadas, pero durante el siglo XIII, empujados por la
invasión mongólica, se hacen temibles; poco a poco
conquistan territorios, se aprovechan de las discordias de los
Estados balcánicos y constituyen en Europa el primer
Imperio otomano. Su victoria en Kosovo prepara el cerco de
Constantinopla.22
Gracias al francés Boucicaut y al mongol Tamerlán, la
ciudad logra escapar en un principio a sus conquistas, pero
sólo para sucumbir finalmente, pese a tardías cruzadas. Es el
año 1453 una fecha, como vimos, que viene a señalar una
doble divisoria en la historia general.
Sólo nos es posible dar una pálida idea de la multitud, del
embrollo de pueblos que Luis Bréhier va encontrando en su
relato. Migraciones; mezclas; “confusiones étnicas”: la
materia es de una singular amplitud y produce admiración la
maestría con que domina ese hormiguear de
acontecimientos.
Y todavía no hemos dicho todo. Hay piratas que en
determinados momentos infestan el Mediterráneo y que
devastan sus costas con periódicas expediciones.23 La lucha
que llena por doquier esta historia también aparece con
frecuencia en el vivir interno. Hay guerras civiles, crisis de
anarquía, que benefician a los enemigos en acecho y que
contribuyen grandemente a las derrotas, a los desastres, a la
ruina.
Finalmente, tras los postreros sobresaltos producidos por
el paganismo, aparecen las querellas y las luchas religiosas
en el mismo mundo cristiano. Los conflictos de sectas
ocupan, por imposición de los acontecimientos, amplio
espacio en este volumen. Querella sobre la naturaleza de
Cristo: naturaleza única, totalmente divina, como lo
sostienen los monofisitas, o naturaleza dual, es decir, divina

22 Véase infra, págs. 402, 408 y sigs., 430.


23 Véase infra, págs. 94-95, 131-133, 385.
y humana.24 Querella de los iconoclastas y de los iconófilos o
iconólatras, mucho más grave que la anterior, ya que tuvo
duraderos efectos y preparó el cisma. La ortodoxia es, en
aquel momento, opuesta a las imágenes. Desde el siglo v, los
obispos habían proscrito aquellos iconos de Cristo, de la
Virgen y de los santos, aquellos cuadros y objetos a los que se
atribuía un carácter milagroso y entre los que estaban los
considerados como aqueiropoietes (no hechos por la mano
del hombre) y que eran objeto de un ferviente culto.25 El año
727 comenzaron las medidas iconoclastas, y el 730 las
primeras sanciones del papa. En 1054 se produjo el cisma
definitivo. Los acercamientos y los intentos de unión
tuvieron razones políticas mucho más que religiosas:
obtener el apoyo del papa y de los Cruzados contra el islam
o, por el contrario, lograr el auxilio de Constantinopla para
las Cruzadas. Ninguna de estas tentativas podía tener éxito.
El patriarca se erguía frente al papa y la ortodoxia ganaba
terreno en todo el Oriente europeo.
Este aspecto de la historia bizantina, el de las divisiones
de la cristiandad y la lucha contra el islam, es del mayor
interés. Sobre este tema volveremos a ocuparnos en otro
volumen.

Debemos insistir ahora en el factor que introduce a la vez en


la historia bizantina lo contingente y la lógica; nos referimos
al factor individual.
Nuestro autor, en un apéndice, establece una lista de los
emperadores bizantinos, con la ingeniosa indicación de la
fuente u origen de su poder. Esta interesante relación nos
proporciona una estadística elocuente.
Durante los 1074 años que duró la historia bizantina, se
sucedieron, en diez dinastías, 104 emperadores, de ellos, 34
por filiación dinástica, cuatro por adopción, cuatro sin
vínculo dinástico, pero por elección regular, nueve por
matrimonio y treinta por usurpación. Estas cifras dejan
entrever todo lo que el título y el poderío del basileus
produjeron en cuanto a intrigas, sediciones, efectos
dramáticos y guerras civiles: generales ambiciosos, eunucos
favoritos, aventureros intrigantes, emperatrices
voluntariosas o encaprichadas, desempeñaron con
frecuencia una acción funesta.

Véase infra, pág. 15.


24
25Infra, pág. 66. Juan Zimiscos, en una campaña en Palestina, halló en
Gadala “las sandalias de Cristo” (pág. 180, infra).
Un ejemplo. Zoé, hija de Constantino VIII, emperatriz
desde el 1028 al 1050, creó tres emperadores, por tres
sucesivos matrimonios. Hizo estrangular a su primer
marido, Romano III (1028-1034), en los baños del Palacio;
casó seguidamente con el segundo, Miguel IV (1034-1041),
que era hermano de un eunuco de su primer esposo; Luis
Bréhier nos hace un retrato curioso (pág. 211, infra) de la
numerosa familia de Miguel, de condición oscura y de
moralidad mediocre, pero que debió su fortuna a la habilidad
del hermano mayor, monje y eunuco; Miguel era epiléptico;
agotado poco a poco, abandonó más cada vez el poder en
manos del monje eunuco y se sometió a su creciente
influencia; por sugestión de éste, Zoé adoptó a un sobrino de
los dos hermanos y le confirió la dignidad de César, y fue
éste, que también se llamaba Miguel, el que sucedió a Miguel
IV; celoso de los honores que se tributaban a Zoé, Miguel V
la deportó, desterrando en un monasterio al tío, a quien
debía su ascensión al poder; pero tras un reinado de 132 días,
fue destronado por un motín y tuvo que refugiarse, a su vez,
en un cenobio; Zoé volvió al trono junto con su hermana
Teodora, a la que detestaba y a la que había obligado a
pronunciar votos monásticos, pero a la que el pueblo sacó del
convento. Y de paso, señalemos que entonces los
monasterios se convierten con frecuencia en refugios o en
prisiones. Cada una de las dos emperatrices trató de
suplantar a la otra, pero Zoé ganó la partida al lograr un
emperador por medio de un tercer casamiento. Ese
emperador fue Constantino Monómaco, personaje inquieto
al que había desterrado Miguel IV; sobrevivió a Zoé en cinco
años y reinó más de doce (1042-1055). Le sucedió Teodora,
exaltada por los eunucos del palacio, y reinó diecinueve
meses, y cuando los que la habían llevado al trono la vieron
próxima a morir, le obligaron a adoptar —a fin de evitar el
triunfo de los caudillos militares— a un anciano senador,
“hombre sencillo e inofensivo”, que fue Miguel VI (1056-
1057).
De manera diferente a la de reinar —para bien o para
mal—, y en forma completamente pasiva, participaron
algunas mujeres en la vida política. Se las utilizó
constantemente para anudar o sancionar alianzas. Las
indicaciones que damos al pie de esta página, y que no
pretendemos exhaustivas, demuestran la frecuencia de estas
uniones diplomáticas.26 En los primeros siglos de la historia
26 Véase infra, págs. 298 a 435.
bizantina solían los emperadores elegir sus esposas por
medio de concursos de belleza;27 sólo partir del siglo XI se
practica, sobre todo, aquella “política matrimonial” en la cual
la alianza con carácter humillante consistía en imponer
casamientos con bastardos y en las que también se
entregaban hijos en garantía.28
Además, estas alianzas, aun selladas de tal manera,
resultaban frágiles. Romper los compromisos adquiridos,
violar la fe jurada, deshacerse de rivales y de enemigos
utilizando los medios más inconfesables, eran
procedimientos ordinarios. Es curioso ver cómo —a pesar de
que la religión ocupa un lugar sobresaliente en esta historia—
resulta excepcional la presencia de escrúpulos morales y
subsiste la barbarie en las costumbres. Constantemente
encontramos en estas páginas referencias no sólo a
asesinatos, sino a las más diversas torturas, de “refinados
suplicios” (pág. 60, infra): se arranca la nariz o la lengua, se
aplica el hierro candente; pero, sobre todo, se horadan los
ojos, que es práctica corriente.29
Citemos un ejemplo, al menos, de tales costumbres. En el
reinado de Manuel I, de la dinastía de los Comneno (1143-
1180), su primo Andrónico, que iba a ser el futuro Andrónico
I, como estuviera en desacuerdo con él, pasó al principio
muchos años “en desgracia, en prisión y en destierro. Dotado
de una gran inteligencia, muy culto, atractivo en su persona
y elegante en la conversación, cumplido caballero de un valor
intrépido, unió a estas cualidades brillantes una notoria
inmoralidad y colmó la crónica escandalosa de
Constantinopla por sus aventuras amorosas y por sus
relaciones —aunque estaba casado— con Eudocia, sobrina de
Manuel y hermana de la amante del basileus”. Manuel lo
desterró. Convicto de sedición, fue detenido y encarcelado en
una prisión de palacio, de la que se escapó; preso de nuevo,
logra evadirse una vez más. Vuelve a la gracia del emperador
y es designado gobernador de Cilicia, de cuyo cargo fue
pronto destituido por su conducta. Entonces se escapó,

27Véase infra, págs. 85 nota 161, 90, 100.


28 Juan Vatatzés, por ejemplo, estrechó su alianza con el emperador
Federico II, casándose con una de sus bastardas que tenía 12 años (infra,
pág. 338). Véase infra, págs. 358, 360, 369, 371.
29 Véase infra, págs. 69 a 418. “Con refinada crueldad, Basilio II (el

Bulgaróctono, 976-1028) hizo cegar a 15000 prisioneros búlgaros” y se


los devolvió a su zar, “dejando por cada cien de ellos a un tuerto para que
les sirviera de guía” (pág. 202). Su hermano, Constantino VIII, castigaba
las faltas leves extirpando ojos (pág. 209).
llevándose el producto de las contribuciones; fue condenado,
en contumacia, a ceguera y durante trece años vive huido,
llevando una vida errante de aventurero, de “caballero-
bandido” finalmente se humilló a los pies del basileus,
jurándole fidelidad a él y a su hijo Alejo —el futuro Alejo II
(1180-1183)—, a quien después suplantó e hizo estrangular
en su lecho. Ya sexagenario, Andrónico se casó con la
prometida de su víctima, Inés de Francia, que tenía 11 años…
Todo esto no es sino un resumen de las aventuras y de los
crímenes de “aquel hombre que, en algunos aspectos, se
parece a un sultán sanguinario, y en otros anuncia a los
tiranos del Renacimiento”. Al final, Andrónico fue
“literalmente despedazado vivo por la multitud enfurecida”.
Este mismo populacho fue el que, cuando se produjo la
usurpación de Andrónico, se puso a favor de éste: pero una
vez desencadenado su furor, aplacó salvajemente sus
contenidos odios en las colonias latinas. “Los más violentos
fueron los sacerdotes y los monjes griegos… El legado del
papa Alejandro III fue decapitado y su cabeza atada a la cola
de un perro. Hasta se llegó a degollar a los enfermos en sus
lechos y a desenterrar a los muertos en los cementerios…”30
Vimos el hombre y el medio; el retrato de Andrónico, en
estas páginas de Luis Bréhier, adquiere sorprendente relieve;
la novela, o el drama, de su vida está presentada de manera
conmovedora. Abundan los pasajes de este tipo, cuadros,
novelas y dramas abreviados;31 pero lo que debe
especialmente admirarse en este libro son los retratos. Todos
esos personajes, todos esos emperadores —algunos de ellos
sobresalientes y cuya acción organizadora y civilizadora será
destacada en los volúmenes sucesivos— están, a veces en
unas pocas pinceladas, vigorosamente trazados y
presentados con plenitud de vida ante el lector.32 Esta galería

30 Véase infra, págs. 304-308.


31 Véase, por ejemplo, pág. 104: la historia de la ascensión y advenimiento
de Basilio I, que “semeja una auténtica novela de aventuras”; pág. 232, el
“drama que se desarrolla durante la agonía de Alejo I”; y el drama final,
el sitio y la caída de Constantinopla, pág. 460 y sigs.
32 Véase, en especial, págs. 18, 19, 27, Justiniano; 90, Miguel II; 91,

Teófilo; 121, León VI; 139, Romano I; 158, Constantino Porfirogénito;


169, Nicéforo Focas; 136, Basilio II; 209, Constantino VIII; 220-223,
Constantino Monómaco; 248, Miguel Vil; 258, Alejo Comneno; 288,
Manuel I; 314, Alejo III; 342, Teodoro II Lascaris…
En contraste con el retrato de Andrónico, demos aquí el de Constantino
Porfirogénito que enlazará con los siguientes volúmenes: “A diferencia
de [su predecesor Romano I] Lecapenos, era poco idóneo para la acción
y además no podía renunciar de repente a la vida solitaria y estudiosa que
de retratos —en donde pueden encontrarse los elementos
necesarios para comprender la amplia y prolongada
influencia de Bizancio— proporciona aquí la explicación de
los desórdenes, de las tragedias, de la decadencia y de la
muerte.
Estos elementos positivos, constructivos, van a ser
utilizados y sistematizados. El presente volumen demuestra
cuánto puede tener de negativo y de destructor lo
contingente, y lo hace con la amplitud que brota de la misma
naturaleza de los acontecimientos. Esto es lo que nos
propusimos destacar.

HENRI BERR

hacía mucho tiempo llevaba en el Gran Palacio. Muy culto, representante


de la ciencia bizantina de su época, erudito y arqueólogo, sus aficiones le
llevaban hacia el pasado del Imperio y dedicaba sus recursos a adquirir
manuscritos. Gustaba rodearse de letrados, de artistas, de juristas y su
espíritu curioso abarcaba todos los conocimientos, incluso el de la
artesanía, como la arquitectura, la construcción de naves de guerra y la
toréutica o cincelado. Por sí mismo practicaba la pintura, la escultura, la
orificia, y se elogiaba el emparrado que había realizado para el techo del
Triclinium de los Diez y nueve asientos, el águila de plata ahogando a una
serpiente colocada sobre un surtidor y una mesa de plata incrustada de
maderas preciosas. También era músico, componía cánticos y él mismo
dirigía los coros. y lingüista, pues conocía los idiomas de los pueblos
vecinos del Imperio, y en sus obras da etimologías eslavas y
escandinavas.”
“Un tan amplio saber forzosamente tenía que ser superficial, como lo
demuestran los errores que comete y las fábulas que acepta sin ningún
sentido crítico. Por lo demás, su obra personal no fue inútil al Imperio.
Dueño del poder, teniendo a su disposición abundantes recursos, pudo
satisfacer sus gustos y emprendió la obra de redactar un inmenso
inventario de todas las riquezas de Bizancio, de sus tradiciones políticas
y jurídicas, de su historiografía, de sus conocimientos etnográficos, etc.
Fue, ciertamente, el emperador-archivero guiado por el deseo de
retornar a la gran tradición imperial e instaurar un régimen definitivo y
permanente en todos los terrenos, ceremonias, jerarquías, enseñanza,
derecho público, técnicas, etc. Esta fue su significación histórica.”
INTRODUCCION
El marco geográfico

E
l Imperio de Oriente o Imperio Bizantino no es sino el
Imperio romano que, destruido en Occidente por las
invasiones, se perpetuó en Oriente alrededor de la
Nueva Roma (nombre oficial de Constantinopla hasta
fines de la Edad Media), pero con rasgos nuevos que
constituyen la originalidad de su historia. En efecto, su
civilización es como la síntesis de todos los elementos
políticos, religiosos e intelectuales del mundo antiguo en su
decadencia: tradición latina, helenismo, cristianismo,
cultura oriental renaciente de la Persia sasánida. En el
momento en que Occidente sufría una regresión política,
social, intelectual y artística, Bizancio —y esto es lo que
constituye su grandeza —salvaguardaba, dentro de lo
posible, las contribuciones de la civilización antigua,
transmitiéndolas a los tiempos modernos: la literatura griega
generadora del humanismo y el Derecho romano,
fundamento del Derecho público europeo. A la vez servía de
muralla a Occidente para contener las nuevas invasiones
asiáticas y, por medio de su propaganda religiosa,
especialmente entre los eslavos, extendía los dominios de la
Europa civilizada.
El éxito de esta obra histórica se debió, indudablemente,
a fuertes tradiciones y a la continuidad maravillosa de una
acción política secular, pero fue también favorecido por el
marco geográfico en que se desenvolvió la historia de
Bizancio. Las fronteras del Imperio tuvieron, sin duda,
constantes variaciones, pero el primordial cuidado de la
defensa de Constantinopla, sede del Imperio y su supremo
reducto, condujo a los emperadores a afirmar ante todo la
posesión de territorios indispensables a su seguridad y
necesarios a su expansión. Y estos territorios constituyen,
precisamente, el marco geográfico verdadero del Imperio de
Oriente.
Por un lado, Constantinopla está situada en una barrera
natural que separa dos mundos, la región póntica y el
Mediterráneo; del otro domina la ruta transversal, que
enlaza a la Europa continental con el Océano Indico, el valle
del Danubio con el del Éufrates. Esta excepcional posición
determinó toda su historia.
La barrera natural formada por los restos del macizo
devónico, que unía Europa con Asia, no puede ser
franqueada sino por un angosto estrecho, a causa de su
ruptura por las aguas del Mar Negro, que trastornaron un
antiguo sistema hidrográfico cuyas huellas son todavía
visibles en el carácter fluvial del estuario del Cuerno de Oro
y en los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos.1
En la angosta península situada entre el Cuerno de Oro y
la Propóntide (Mar de Mármara), se edificó la ciudad sobre
un terreno que domina la ribera por pendientes abruptas y
que está cortado por depresiones y alturas que alcanzan los
110 metros de altitud y que no faltó quien comparara con las
siete colinas de Roma.2 Constantinopla es, por tanto, una
ciudad esencialmente marítima. “El mar, dice Procopio,
rodea a la ciudad y no deja a la tierra sino un pequeño
espacio, que sirve para cerrar la corona.”3 Esto explica que se
haya extendido más allá de su puerto natural, magnífico
estuario de siete kilómetros de largo, de orillas sinuosas que
proporcionan abras naturales y cuya profundidad alcanza los
42 metros. En su orilla izquierda se había construido, en la
época bizantina, el arrabal de los Sykes, actualmente Gálata
y Pera. En la costa asiática, al otro lado del Bósforo, su
arrabal de Crisópolis (Escutari) se remonta a la antigua
Bizancio, y Calcedonia (Kadıköy), más al Sur, estaba incluida
en su órbita. Además, la orilla de Asia, que bordea los
estrechos y la Propóntide, se encontraba íntimamente unida
a Constantinopla por la naturaleza del suelo, la población y
por toda su historia. En medio de la Propóntide, la península
rocosa del Cícico y la isla de Proconeso, cuyas canteras de
mármol la embellecieron, los profundos y paralelos golfos de
Mundania y de Ismid, la rica llanura de Brusa (antigua
Prusa), al pie del Olimpo de Bitinia, que se yergue a 2.800
metros, muy poblada y frecuentada por sus aguas termales,
las ciudades, actualmente en decadencia, de Nicomedia

1 [655], VII, 83-84.


2 [474], I, 10-11, 23 y sigs.
3 [215] De Aedificiis, 5; [655], V, III, 85-86.
(Ismid) y de Nicea (Iznik), formaban como el gran suburbio
asiático de Constantinopla.
Tal es la encrucijada privilegiada en donde, durante la
Edad Media, se cruzaban las cuatro grandes vías que daban
acceso a las comarcas que debemos considerar como el
dominio geográfico del Imperio.
Y, ante todo, las dos rutas marítimas. El Bósforo, angosto
estrecho de una longitud de 30 km, cuyas orillas, a su mitad,
se acercan hasta 550 m y cuya corriente alcanza 3 m por
segundo,4 abre la entrada del Mar Negro, bordeada, del lado
de la costa anatolia, por la barrera montañosa del arco
póntico, interrumpido por la desembocadura del Halys
(Kizilirmak) con los únicos puertos de Amastris y de Sinope.
En la costa del Ponto, con numerosos ríos y opulenta
vegetación, la metrópoli era Trebisonda, cuyo territorio
confinaba con la región caucásica y en donde se encontraban
un conjunto de posesiones o de Estados vasallos. Primero
estaba Georgia (Transcaucasia), estrecha llanura apretada
entre el Cáucaso y el macizo montañoso de Armenia, pero
comarca de ricos cultivos por lo bonancible de su clima y vía
a la vez comercial y estratégica de un lado hacia
Mesopotamia y del otro hacia los desfiladeros del Cáucaso y
las estepas del Caspio. La abrupta costa del Cáucaso
occidental, habitada por los abasgos o abjazes, aliados del
Imperio, estaba cubierta de fortalezas y de establecimientos
mercantiles, de los que todavía hay huellas. Finalmente, y
como en la época romana, completaba la Crimea el sistema
defensivo contra los pueblos nómadas y era base de
penetración comercial en la llanura rusa. Otros nómadas,
como los hunos, jazaros y tártaros, ocuparon sucesivamente
las estepas septentrionales de Crimea, mientras al abrigo de
las montañas, en la fértil costa de clima primaveral, habitaba
desde el sigloIIIde la era cristiana una tribu de godos,
tributaria del Imperio, establecida en verdaderas reservas
(climata). Allí poseyó Bizancio, hasta el siglo XIII, la antigua
colonia griega de Querson, ciudad mercantil y plaza fuerte,
puesto avanzado de Constantinopla en el Mar Negro.5 En
cambio, jamás pudo establecer su influencia en la región de
los pantanos del Dniéper y del Dniéster y sólo logró
conservar mucho tiempo la posesión de las bocas del
Danubio, de la provincia llamada Pequeña Escitia

4 [655], VII, 82-85. Sobrepasa los 10 km por hora.


5 [651], I, págs. 3-57.
(Dobruaja) y de los puertos tracios del Mar Negro.6
Al oeste de la Propóntide, el Helesponto (estrecho de los
Dardanelos) abría el camino hacia el Mediterráneo. Igual
que el Bósforo, es un arcaico valle sumergido, pero más largo
(75 Km) y más ancho (4 Km en su mitad y 1 270 m en
Tchanak), y con una velocidad de corriente que varía de 3 a
8 Km por hora.7 El puerto de Galípoli ocupaba, a la salida de
la Propóntide, el istmo de Quersoneso de Tracia, y en la orilla
asiática, en Abidos (no lejos del actual fuerte de Nagara, por
donde el estrecho no tiene más de 1.350 m de ancho), estaba
instalada la aduana imperial. Una vez franqueado este
pasaje, ya era fácil la navegación en el Archipiélago; sin
embargo, para penetrar en la cuenca oriental del
Mediterráneo había que atravesar una serie de barreras
determinadas por la prolongación de los arcos dináricos que,
por las Cicladas, enlazan a Grecia con el Asia Menor. Los
terremotos rompieron estas barreras; pero, entre las islas
que representan las crestas de las antiguas cadenas de
montañas, los pasos son estrechos y pueden interceptarse
fácilmente. Un primer arco enlaza el extremo de Eubea con
el monte Micala por Andros, Tinos, Icaria y Samos; más
cercanas todavía están las islas que forman como las
pilastras de un puente entre el cabo Sunium y la península
de Halicarnaso, las de Ceos, Citnos, Serifos, Paros, Naxos,
Amorgos y Cos finalmente, el tercer arco se jalona desde el
cabo Malea, al sur del Peloponeso, por las islas de Citerea,
Creta, Cárpatos y Rodas.8 La ocupación de Creta por una
potencia hostil al Imperio (los sarracenos de España desde el
827 al 961; Venecia, después del 1204) era suficiente para
hacer peligrosa la navegación de las flotas bizantinas por
aquellos parajes.
Resultaba, por tanto, indispensable mantener la
seguridad de aquella ruta mediterránea, ocupando
sólidamente las islas y las orillas, tan abundantes en abras
naturales, de Grecia y de la Anatolia occidental. Además,
aquella región era el principal centro marítimo del Imperio.
Allí estaban los grandes astilleros navales, a los que
proporcionaban maderas los bosques de Asia Menor; allí se
escalonaban los grandes puertos de Tesalónica, Lesbos,
Focea, Esmirna, Samos. Rodas y Candía.
Pero Bizancio no era sólo una thalassocracia: las rutas

6 [655], VII, 81-96.


7 [655], VII, 83-84.
8 [655], VII, 1. 11-12; VII, 2, 400
terrestres que dominaba por su posición, la llamaban a ser
potencia continental y militar.
Por el norte, varios caminos enlazaban Constantinopla
con el valle del Danubio, que abría un desemboque a la
Europa central. El más fácil atravesaba su suburbio europeo,
una meseta alzada por un reborde de colinas calcáreas que
abrían valles profundos, línea defensiva natural reforzada
desde el siglo vi por la Larga Muralla de Anastasio y
protegida por el bosque de Belgrado, verdadero depósito
hidrográfico de Constantinopla, que cruzaba la península del
uno al otro mar.9 Más lejos, el descenso de la cadena
balcánica (gargantas del Eminska Planina al Oeste, cuyas
alturas no alcanzan sino 200 o 300 m) permitía a la ruta
comunicar los puertos del Mar Negro, Varna (la antigua
Odessos) y Constanza (la antigua Constancia), hasta llegar a
la desembocadura del Danubio.10
Un segundo camino, hacia el noroeste, atravesaba Tracia
por Adrianópolis (Edirne). remontaba el alto valle del
Maritza por Filipópolis (Plovdiv) y, por las Puertas de
Trajano, llegaba a la meseta montañosa de Sardica (actual
Sofía), a 565 m de altitud; cruzando luego los desfiladeros de
Tsaribrod (Dimitrovgrad) y de Pirot, descendía al valle del
Nišava hasta Naissus (Niš), uno de los más importantes
nudos viales, y luego, por el valle del Morava, terminaba en
Belgrado. Este camino, antigua vía militaris de los romanos,
se consideraba la ruta principal de la península; es la ruta del
zar de los documentos serbios y la que hoy sigue el ferrocarril
de Belgrado a Constantinopla.11 En 1443, fue el Camino
Largo de Juan Hunyadi.
Un tercer camino se dirigía hacia el Sudoeste por
Cristópolis (Kavala), Filipos (gran ciudad desaparecida,
cuyas ruinas han sido exploradas hace poco) y Serres, y,
dejando al Sur la Calcídica, desembocaba en Tesalónica, la
segunda metrópoli de la península, de la que salían tres rutas
de vital importancia: al sur la de Grecia, por el valle del
Tempe y las Termópilas; al norte, la de Belgrado, que
remontaba el valle del Vardar por Skoplje; al centro, la
antigua Via Egnatia, que pasaba bajo el arco del triunfo de
Galerio, atravesaba la Macedonia por Edesa (Vodena),
pasaba por Monastir (Bitola) y por la región de los grandes
lagos, franqueaba la cadena de la Jablanica por una garganta

9 [586], 27
10 [655], VII, 1, 495.
11 [357], 21.
a 1096 metros de altitud y, por el valle del Shkumbin , llegaba
al Adriático junto a Dirraquim (Durrës, Durazzo), desde
donde era fácil pasar a Italia. Más al sur, Avlona (Valona) era
otro puerto de embarque, frente a Otranto; esta vía era el
verdadero camino terrestre de Constantinopla para Italia y
el Occidente, y fue seguida en todas las épocas por los
ejércitos, los viajeros y los peregrinos.12
Quizá era todavía más importante para la economía del
Imperio el camino terrestre que cruzaba la meseta de
Anatolia y, por los desfiladeros del Tauro de Cilicia, abría las
puertas de Oriente. A las antiguas rutas de las Indias que
salían de Sardes (camino real de los persas) y de Éfeso (época
romana), substituyó después de la fundación de
Constantinopla la vía militar y comercial que atravesaba
Brusa, Nicea, Dorilea (Eskişehir) y bifurcaba en Iconio
(Konya). Desde allí, un ramal aprovechaba el antiguo camino
de las Indias y, por Heraclea (Ereğli) y los desfiladeros del
Tauro, penetraba en Cilicia y luego en Siria, llegando, por
Alepo, hasta el valle del Éufrates; el otro ramal ascendía
hacia el Noreste hasta Cesárea de Capadocia y, por el valle
del Kizilirmak, llegaba hasta el brazo septentrional del
Éufrates y, por Teodosióupolis (Erzurum), penetraba en
Armenia. La posesión de estas rutas que seguían las
caravanas y los ejércitos, y la de las regiones por las que
pasaban, era de vital importancia para Bizancio, que tuvo
que defenderlas sucesivamente contra los persas, los árabes
y los turcos y que, en cuanto no tuvo acceso a ellas, comenzó
inmediatamente a declinar.
Pues todas estas rutas terrestres y marítimas que
convergían en el Bósforo determinaron el verdadero dominio
geográfico del Imperio de Oriente. La Bizancio antigua se
había limitado a recaudar fructuosos, diezmos como
contribución por el paso de los estrechos. El papel histórico
de Constantinopla consistió en defender esas grandes vías
contra las invasiones y utilizarlas para su expansión;
sirvieron por igual a sus ejércitos, a sus comerciantes y a los
misioneros que difundían lejanamente su influencia. La
península de los Balcanes, las costas del Adriático, el valle del
Danubio, las riberas del Mar Negro, Asia Menor,
Transcaucasia y la Alta Mesopotamia, la Siria septentrional
con Antioquía, tal fue el marco tenía sobre sus enemigos la
ventaja de poder maniobrar dentro de sus líneas interiores y

12 [365], 209 y sigs.; [470], 340 y sigs.; véase LEMERLE, Philippes, 1945
transportar sus tropas de un continente al otro.13
A diferencia de la Roma antigua, la posición geográfica de
Constantinopla no la destinaba en modo alguno a convertirse
en sede de un imperio mediterráneo y, como se ha
observado, cuando que la Naturaleza señaló a un Estado
cuyo centro era Constantinopla. La época más floreciente de
la historia bizantina es aquella en la que, bajo la dinastía
macedónica, pudo consolidar incontrastablemente este
dominio. Amenazada a la vez por varias fronteras, perdió sus
posesiones exteriores por ser impotente para defenderlas,
Egipto, Siria, África y hasta Italia y sus dominios
constituyeron un Estado compacto, fue cuando pudo
salvarse por la magnífica restauración que alcanzó su apogeo
a fines del siglo X. 14Entonces pareció que estaba destinada a
reinar sobre un imperio, a la vez continental y marítimo, que
realizaría la unión entre Europa y Asia, entre la cultura
grecorromana, el cristianismo y las civilizaciones de
Oriente.15
Pero a tal programa de cohesión se oponían las
tradiciones seculares trasladadas por Constantino al
Bósforo. Como sucesores legítimos de los Césares de la
antigua Roma, los emperadores bizantinos siempre tuvieron
la ambición de recobrar y restablecer en su integridad el
inmenso Imperio desmembrado por los bárbaros.
Esta obsesión de un Imperio Universal, que era imposible
restaurar sin poseer el incontestable dominio del
Mediterráneo, y, por otra parte, la necesidad de defender las
rutas terrestres y marítimas que conducían a
Constantinopla, explican las contradicciones de la historia de
Bizancio. Era, efectivamente, emprender una tarea
sobrehumana querer a la vez consolidar el dominio imperial
en Asia, en los Balcanes, en el Mar Negro, y continuar por
otra parte su restauración en Occidente. El ejemplo de
Justiniano y de sus sucesores lo demostrará holgadamente.
Es cierto que, después de destruir la marina vándala,
Bizancio recobró el dominio del mar y lo conservó hasta la
creación de la flota de guerra omniada en el siglo VII,16 pero
las provincias que había reconquistado Justiniano al precio
13 El 995, Basilio II retira un ejército del frente búlgaro, le hace atravesar
Asia Menor en 16 días y llega a tiempo para socorrer a Alepo. [611], II,
88-91.
14 [586], 48 y sigs.
15 Sobre este papel de enlace entre Europa y Asia, véase [357], 15-16.
16 [586], 36 y sigs. Opiniones interesantes sobre el Imperio bizantino y el

Mediterráneo.
de ingentes esfuerzos, África, Italia, las grandes islas del Mar
Tirreno, la Bética, jamás estuvieron unidas íntimamente al
Imperio y aparecían más bien como territorios coloniales,
cuyas tendencias separatistas favorecieron a sus invasores.
Lo mismo sucedió con las posesiones exteriores, como Siria
y, sobre todo, Egipto, constantemente en conflicto de
carácter político o religioso con Constantinopla.
Y con todo, hasta el siglo XII, tuvieron los emperadores
con mucha frecuencia veleidades para restablecer su
dominación en Occidente y volvieron a poner el pie en Italia
durante cerca de dos siglos. Estas tentativas —la última fue
la de Manuel Comneno— estaban por anticipado condenadas
al fracaso, porque al dispersar las fuerzas del Imperio ponían
en peligro la defensa del territorio geográfico, cuyo centro
natural era Constantinopla y cuya posesión aseguraba su
seguridad y su grandeza.
En el conjunto masivo de acontecimientos que se
sucedieron durante los mil años que duró el Imperio, se ha
tratado de descubrir los hechos de importancia capital que
proporcionan una cierta unidad a los diversos períodos de su
historia. Pero en esto no se han puesto de acuerdo los
historiadores, ya que cada uno se sitúa en un punto de vista
diferente, según que detenga su atención en la historia de las
dinastías, de las instituciones o de las guerras.17 Ahora bien,
las peripecias que ha sufrido Bizancio en el dominio
geográfico son las que señalan las divisiones naturales de su
historia. Tres veces fue amenazado de perecimiento ese
territorio, por los bárbaros en el siglo V, por los árabes y por
los eslavos en el curso del VII, por los cruzados occidentales
en el XIII; tres veces halló el Imperio en sí mismo los
elementos defensivos que permitieron preparar
contraofensivas victoriosas, seguidas por restauraciones más
o menos completas y de períodos de prosperidad que se
manifestaron con el restablecimiento del prestigio imperial y
la expansión totalmente pacífica de la civilización bizantina
en Europa.
Estos tres renacimientos se debieron, el primero, a
Justiniano, el segundo, a las dinastías amoriana o frigia y
macedónica, el tercero, a los Paleólogos; estos renacimientos
señalan las verdaderas divisiones de la historia de Bizancio
en función de los acrecentamientos o disminuciones de su
dominio geográfico.
Durante el primer período, que transcurre
17 [388]; [389], 31 y sigs.; [331], 25-40; [630], 229-254.
aproximadamente en tres siglos, el Imperio de Oriente
consigue su independencia con la expulsión de las milicias
bárbaras, lo que permite a Justiniano organizar el Estado
sobre bases inconmovibles y laborar por la restauración del
Imperio romano universal. Luego, numerosas invasiones
(lombardos, avaros, eslavos, árabes y búlgaros) arrancan al
Imperio sus posesiones exteriores y hasta una parte de su
dominio geográfico. A comienzos del siglo VIII,
Constantinopla estaba amenazada por los árabes y el Estado
se encontraba al borde de la disolución. Ya no se podía
pensar en un Imperio romano universal. En esta época fue
también cuando el griego, idioma nacional de
Constantinopla, substituyó definitivamente al latín como
lengua oficial del Imperio.
El segundo periodo, el más largo, ya que comprende cinco
siglos, es el del Imperio romano helénico, cuyo territorio,
después de ser reconstituido por las dinastías isáurica,
amoriana o frigia y macedónica, correspondía exactamente a
las fronteras de su territorio geográfico y hasta se extendía
por Italia y Armenia. Este período fue el más brillante de la
historia de Bizancio, pero sus dos últimos siglos se señalaron
por las invasiones de pueblos nuevos: los normandos de
Italia, los pechenegos, los turcos selyúcidas y, finalmente, los
cruzados de Occidente, que llegaron a apoderarse de
Constantinopla en 1204 y a repartirse los territorios del
Imperio.
Y, sin embargo, Bizancio sobrevivió a la catástrofe.
Refugiados en Nicea, organizaron allí los emperadores la
resistencia y comenzaron a reconstituir lentamente, por
medio de una política hábil, su dominio territorial en Asia y
en Europa. De esta manera prepararon la obra de
restauración que ilustró el nombre de Miguel Paleólogo, el
reconquistador de Constantinopla. Pero esta restauración
fue incompleta y el Imperio no pudo recobrar sino una parte
pequeña de su dominio geográfico de otrora: en Europa tuvo
que enfrentarse con los proyectos ambiciosos de las jóvenes
naciones serbia y búlgara; en Asia, a la creación de una nueva
Bizancio, el Estado de Trebisonda, que la hizo retirar del Mar
Negro; finalmente, en la misma Constantinopla, en el
Archipiélago y en Grecia, tuvo que soportar las exigencias
insaciables de las repúblicas italianas. Desprovista de los
recursos que le eran indispensables para su defensa,
desgarrada por las guerras civiles y las querellas religiosas,
Bizancio fue incapaz de resistir la conquista otomana,
aunque su agonía se haya prolongado durante medio siglo.
Su tarea histórica estaba cumplida.
LIBRO PRIMERO

IMPERIO ROMANO UNIVERSAL


(395-717)
1 CÓMO ADQUIRIÓ SU INDEPENDENCIA EL
IMPERIO DE ORIENTE

E
l Imperio de Oriente se constituyó en sus límites
territoriales a la muerte de Teodosio (enero del 395).
Para comprender el alcance de este acontecimiento,
hay que recordar que la división del Imperio romano
entre Arcadio y Honorio no tenía ningún carácter
inmutable, que las dos mitades del mundo romano vivían,
casi siempre, separadas desde los días de Diocleciano1 y que
una circunstancia imprevista, el establecimiento de los
pueblos germánicos en Occidente, fue lo que hizo definitiva
una división que estaba proyectada como provisional.
Mientras en Occidente los caudillos de las milicias federadas
arruinaban la autoridad imperial, el Imperio de Oriente
escapaba a esta ocupación. La expulsión de esas milicias de
su territorio, a través de luchas que duraron cerca de un siglo
(395-488), es el primer capítulo de sus anales y el
fundamento mismo de su independencia.
Teodosio no halló nada mejor para defender el Imperio
que establecer en él a los godos en masas compactas y
conferir a sus caudillos nacionales los más altos cargos del
ejército. De ahí que se produjeran entre ellos ambiciones
nunca saciadas y rebeliones acompañadas de saqueos, como
el de Alarico (395-397), que, felizmente para Oriente, fue a
buscar fortuna a Italia con su pueblo visigodo.2
Igual ambición insaciable movía a Gainas, otro general
godo de Teodosio que hizo asesinar al prefecto del pretorio,
Rufino (noviembre del 395). Encargado de reprimir la
rebelión del caudillo de los godos federados de Asia Menor,
llamado Tribigildo, se puso de acuerdo con el rebelde y se
presentó como dueño en Constantinopla, exigiendo de
Arcadio que condenara a muerte a su ministro favorito, el
eunuco Eutropio; pero, por vez primera, la población civil

1 Desde el 286 al 392, es decir, en 106 años, las dos mitades del Imperio
no estuvieron reunidas accidentalmente y varias veces sino durante 21
años.
2 [525], 65-71; [621], 349-354; [339], 109-115; [524], 25-27; [227], 540.
reaccionó; en Asia Menor se opusieron eficazmente a
Tribigildo aldeanos armados; y en Constantinopla se produjo
tal sublevación contra los godos que tuvieron que evacuar la
ciudad con armas y bagajes, y el mismo Gainas hubo de
seguirles y marcharse (12 de julio del 400).3
De momento ganó en Constantinopla el poder civil, pero,
después de la muerte sin sucesión masculina de Teodosio II,
su hermana Pulquería, a quien había asociado con él en el
trono, se vio obligada para conservarlo a casarse con un
oscuro soldado, llamado Marciano, jefe de la guardia de los
bucelarios de Alano Aspar, conde, señor de la milicia y
cónsul en 434, caudillo famoso y muy popular entre los
federados.4 Sin duda, fue Aspar, a quien sus creencias
arrianas no permitían ascender al trono, quien impuso a
Pulquería a su protegido. Al morir Marciano, el 26 de enero
del 455, Aspar le puso como substituto a otro de sus clientes,
al tracio León, simple tribuno de una tropa de intendencia (7
de febrero del 457).5 Extinguida la dinastía teodosiana,6 y sin
emperador en Occidente desde la deposición de Avito
(octubre del 456) durante 13 días, desde el 26 de enero al 7
de febrero del 457, el trono quedó vacante en las dos mitades
del mundo romano; sus dueños eran Genserico, en Cartago,
Teodorico II, en Tolosa, Ricimero, en Rávena. y Aspar, en
Constantinopla.7 Aspar pretendía fundar una dinastía,
dejando que León ocupase el trono hasta que su hijo menor,
Patricio, que debía ser designado en primer lugar César,
estuviera en edad de sucederle,8 pero si confiaba en hallar en
su protegido León un instrumento dócil, no tardó en
desengañarse.
En efecto, asustado León del puesto que su protector
tenía en el Estado, opuso a las tropas góticas una milicia

3 [339], I, 127-135; [503], I, 160-168 (relato más completo). Los


contemporáneos se dieron cuenta de. la importancia del acontecimiento
que Sinesio, a la sazón en Constantinopla, narró en una novela con clave,
De la Providencia, P.G., LXVIII, 1209 y sigs.
4 [581], I, 520-521; [298], I, 235-237; [642], I, 330 (disco de Florencia

con la representación de Aspar llevando traje consular); D.H.G.E., 1062-


1066.
5 [339], I, 314-316, relato sacado del acta de entronización conservada

por Pedro el Patricio, [55], 745-769.


6 Con excepción de Eudoxia, hija de Teodosio II, y sus dos hijas, que

entonces estaban cautivas de Genserico.


7 [329], 86-87.
8 [329], 89; D.H.G.E., 1064. Según Teodorico, entonces rehén en

Constantinopla, Aspar rehusó el Imperio para sí (Anagnosticum regis,


A.A., XII, 425).
indígena reclutada en la población guerrera de las montañas
de Isauria, casó a su hija mayor Ariadna con el jefe de
aquellas tropas, llamado Tarasicodissa, que cambió su
nombre por el de Zenón, le dió el mando de un cuerpo de su
guardia y luego le designó magister militum per Orientem
en el lugar del hijo mayor de Aspar (466-467). Comenzó
entonces una terrible lucha entre las dos milicias, y el primer
acto de esta tragedia acabó con el asesinato de Aspar y de sus
hijos en el curso de un banquete al que habían sido atraídos
por traición el año 471.9
Esto dio lugar a una guerra civil entre los isáuricos y los
federados ostrogodos, guerra que asoló al Imperio durante
veinte años. Desgraciadamente, fueron las provincias las que
la sufrieron, y los beligerantes no suspendían las hostilidades
hasta que la región que saqueaban ya no podía
alimentarlos.10 Después de la muerte de León, la sucesión al
trono se convirtió en apuesta de la lucha. El cuñado del
emperador fallecido, Basilisco, que era favorable a los godos,
logró substituir a Zenón, quien se refugió en Isauria, pero
después de veinte meses de reinado fue derribado 11 y Zenón
volvió a ocupar el trono y tuvo que enfrentarse con el
conjunto de federados godos. A su principal adversario,
Teodorico Strabo (el Bizco), opuso su homónimo Teodorico
el Amalo, el futuro conquistador de Italia, que estaba
detenido como rehén en Constantinopla desde el año 459,12
pero los dos caudillos bárbaros se pusieron de acuerdo
contra Zenón; logró éste separar a Strabo de aquella alianza
(478), continuó el Amalo la guerra, pero como ya era un
sagaz político, atravesó Macedonia y se adueñó de
Dirraquium, que convirtió en plaza fuerte para su seguridad.
De esta manera, consiguió de Zenón títulos, oro y un
acantonamiento para su pueblo en la Mesia (483); luego, al
cabo de cuatro años, como hubiera agotado los recursos de
aquella provincia avanzó sobre Constantinopla y asoló sus
suburbios.13 Había que comenzar de nuevo.

9 D.H.G.E., 1066; [631], I, 529-534; [339], I, 316-320. En Calcedonia se


celebraron unas negociaciones en las que León fingió reconciliarse con
Aspar.
10 Por esta razón, Teodorico Strabo, después de haber devastado

Macedonia, trató con León el año 473. Sobre este tratado, [631], I, 534.
11 A consecuencia de un complot organizado por Verina, viuda de León.

Zenón estaba refugiado en Isauria, D.H.G.E., 1237-1239; [339], I. 391.


12 De acuerdo con el tratado concluido entre León y Teodemiro, padre de

Teodorico, que acababa de devastar la Ilírica, [631], I, 527


13 [524], 107; [339], I, 421-422; [539], 15.
Fue entonces cuando los adversarios se pusieron de
acuerdo para adoptar una solución que debía ser de
considerables consecuencias históricas. Teodorico el Amalo
fue encargado de reconquistar Italia, que estaba en poder de
Odoacro y de los hérulos desde el año 476.14 En la primavera
del 488, dejó la Mesia y condujo a su pueblo hacia nuevos
destinos. El problema de las milicias góticas quedaba
resuelto; el de las milicias isáuricas, tan peligroso para el
poder imperial, todavía no lo estaba.
Efectivamente, después de la muerte de Zenón (9 de abril
del 491), su hermano Longinos se puso de acuerdo con los
isáuricos para proclamarse emperador, pero la viuda del
fallecido, Ariadna, ganó al senado y logró que fuera elegido
un dignatario de 60 años, el silenciario Anastasio. 15
Inmediatamente los isáuricos tomaron las armas, pero el
nuevo príncipe concentró fuerzas y los expulsó de
Constantinopla. Lejos de aceptar su derrota, regresaron a su
país, formaron un nuevo ejército y volvieron hacia el Bósforo.
También Anastasio improvisó un ejército, que contuvo y
derrotó a los rebeldes en Cotyaeon (Kutayeh), en Frigia, y les
obligó a refugiarse en el Tauro, en donde se sostuvieron
todavía por espacio de seis años (491-497).16
A lo largo de su historia iba a ser el Imperio de Oriente
turbado aún muchas veces por rebeliones militares, pero ya
no fueron sino disputas entre pretendientes al trono. El
peligro a que escapó en el siglo V, y que comportaba nada
menos que la conquista y absorción por milicias extranjeras,
significaba, en cambio, una amenaza para su misma
existencia. Y por el hecho de evitar el destino funesto que
había aplastado al Occidente, perpetuó en el Bósforo la
tradición del, Imperio romano, del que pudo considerarse
legítimo heredero.
Durante esas luchas trágicas, el Imperio de Oriente hubo
de defenderse contra otros peligros no menos angustiosos.
Su frontera del Danubio estaba amenazada por los hunos, a
los que pagaba un verdadero tributo en forma de asignación

14 Según dicen algunas fuentes, fue Teodorico quien ofreció a Zenón


conquistar Italia (A.A., V, 132-133; [199], I, 100). Según otras, la
proposición la hizo Zenón ([25], 316; [120], V, 1, 9). El primer testimonio
es el más verosímil. Teodorico acababa de dar asilo al jefe de los rugos,
expulsado de su reinado por Odoacro, [539], págs. 10-11. Sobre el tipo de
poder que se confirió a Teodorico, [524], 111-112.
15 D.H.G.E., 1447. Sobre su entronización, véase el acta recogida por

Pedro el Patricio, [55], 769-782; cf. [339], I, 429-432.


16 [339], I, 432-433.
anual, y de los que enrolaba determinado número en sus
ejércitos. Estas relaciones pacíficas se rompieron cuando sus
hordas diseminadas y los pueblos que habían sometido
quedaron reunidos bajo el mando único del inhumano e
insaciable caudillo Atila. Expediciones devastadoras
asolaron las provincias balcánicas en 435, en 441 y en 447, y
a cada una de ellas siguió un tratado cada vez más oneroso
para el Imperio.17 Todo esto se sostuvo así hasta que las
exigencias de Atila chocaron con la firmeza de Marciano, que
se negó a satisfacer el tributo impuesto por el vergonzoso
tratado del 449.18 Parece que Atila no se atrevió a forzar la
gran muralla de Constantinopla, construida por el prefecto
Antemio el 413, y restaurada apresuradamente por Ciro
cuando la invasión del 447.19 Los hunos se dirigieron
repentinamente hacia Occidente, librando así a Bizancio de
su perpetua amenaza.
En Asia se mantuvo la paz con la Persia sasánida hasta
fines del siglo V, y ninguna circunstancia podía ser más
beneficiosa para la consolidación del joven Imperio de
Oriente. Los dos Estados se consideraban como los únicos
civilizados, y su solidaridad frente a los bárbaros se afirmó
por la defensa común que realizaron de los desfiladeros del
Cáucaso contra los hunos eftalitas que amenazaban por igual
a los dos imperios. Precisamente la negativa de Anastasio a
entregar la subvención habitual el año 496 fue lo que provocó
una guerra de tres años (502-505), que tuvo por escenario la
Alta Mesopotamia. Por el tratado firmado entre Anastasio y
Kawadh, los persas restituyeron, mediante una fuerte
indemnización, las ciudades que habían tomado y, para
asegurar la frontera, fundó Anastasio, frente a la ciudad
persa de Nisibe, la poderosa fortaleza de Dara.20
Obligados a defender la existencia misma de su Estado,
los soberanos de Constantinopla no podían pensar en
oponerse a las empresas de las milicias bárbaras en
Occidente. Las intervenciones de León para colocar en el
trono occidental a hombres de la valía de un Mayoriano (457-
461) y de un Antemio (467-472), fueron estériles.21 Más
eficaz hubiera podido ser la lucha contra los vándalos cuya
17 [451], 115-124; [525], 100-104; [339], I, 271-276. Relato de la embajada
de Prisco el 488 [211], 69-110; [339], I. 279-288.
18 Este tributo se elevaba a más de 100 libras de oro, [157], 132; [251],

.108 (a.5946).
19 C.I.L., III, 1, 734; [666], 1-9.
20 [384], 42-43; [456], 29-31; [339], II, 1-15; [475], 9-12; [349], 312-319.
21 [329], 94-96; [339], I, 335.
marina amenazaba las dos mitades del Imperio y pirateaba
por las costas de Grecia. Pero las tentativas realizadas contra
Cartago chocaron con la cautelosa diplomacia y la perfidia de
Genserico que por medio de negociaciones, consiguió hacer
inoperante la flota que había hecho escala en Sicilia el año
44122 y frustrar la coalición formada contra él por los dos
imperios el 468, al incendiar la magnífica flota que León
cometió el error de confiar a la incapacidad de Basilisco. 23
Como consecuencia de la paz perpetua firmada el año 475
entre Zenón y Genserico24 y ratificada por Anastasio y
Trasamundo,25 África parecía escapar definitivamente al
Imperio.
Al conquistar su independencia, adquiría Bizancio la
fisonomía característica que se mantuvo durante toda su
historia: romana por sus tradiciones, helénica por su cultura,
oriental por sus métodos de gobierno, que solían conceder
un exagerado lugar en el Estado al cortejo privado del
príncipe, a los eunucos de su cubiculum, a las emperatrices y
a las princesas que se disputaron el poder bajo los dos
postreros representantes de la dinastía teodosiana.26
No fue, por tanto, a estos príncipes degenerados, que
pasaron una ociosa existencia confinados en el Gran Palacio,
a quienes debió el Imperio de Oriente su salvación, sino a
hombres de Estado de origen romano, como un Aureliano o
un Antemio, de los que supieron, a veces, rodearse y,
también, a los hombres nuevos que les su cedieron y que, aun
carentes de brillantes cualidades, tuvieron la suficiente
energía para defender el Estado contra los peligros que le
amenazaban.
A estos excelentes servidores se debió la actividad
legislativa de aquella época y, ante todo, la primera
recopilación oficial de las constituciones imperiales que
hasta entonces sólo estaban recogidas en colecciones
privadas, el Código de Teodosio, promulgado en nombre de
Teodosio II y de Valentiniano III, el 15 de febrero del 43827 y

22 [540], 133-136.
23 [540], 213-224; [339], I, 332-337
24 [540], 253-255.
25 [251], I, 187, 17-19.
26 En los días de Arcadio, Eutropio. En los de Teodosio II, rivalidad entre

Pulquería y la emperatriz Atenea-Eudoxia, y luego con el eunuco


Crisafios. [374], I, 7-10, 39-42.
27 [504], 381 y sigs.; [339], I, 232-235; [631], I, 431. Desde el año 448, las

leyes promulgadas en Constantinopla ya no eran enviadas a Roma


(Millet, M. Gl. 629-630).
completado por gran número de novelas más tarde recogidas
por el Código de Justiniano.
De esta manera, Bizancio reivindicaba la herencia de
Roma y manifestaba al mismo tiempo su actividad creadora,
pero lo más notable es que el Estado tomó a su cargo la
salvaguardia de la cultura antigua por la fundación en el
Capitolio de un auditorium, verdadera universidad, dotada
de 31 cátedras divididas entre las lenguas griega y latina,28
punto de arranque de una tradición que iba a perpetuarse
hasta los últimos días del Imperio.
Sin embargo, males que venían arrastrándose desde muy
lejos, hacían insegura la situación interna: el inquietante
desarrollo de la gran propiedad, que ponía en peligro la
autoridad del Estado; los impuestos fiscales, que
despoblaban los campos y arruinaban a la burguesía urbana;
la indisciplina del pueblo de las grandes ciudades, favorecida
por las facciones del Circo y, sobre todo, la agitación religiosa
generadora de revueltas y de dificultades insuperables.
En primer lugar, estaba la lucha contra el paganismo,
muy extendido aún entre las clases elevadas y en los campos,
pese a los edictos imperiales, en Grecia, donde la
Universidad de Atenas era como su postrer refugio, en
Egipto,29 en Siria,30 en la misma Constantinopla, donde
cátedras oficiales estaban ocupadas por paganos.31 La acción
del gobierno, constreñido a proceder con miramientos, se
veía frecuentemente desbordada por las explosiones del
furor popular que ensangrentaban las ciudades.32 Un intento
como el de Pamprepios para restablecer el culto abolido
demuestra que, a fines del siglo V, el problema del paganismo
seguía todavía pendiente.33
También constituía una causa de dificultades la
aplicación de los edictos imperiales contra las herejías
condenadas por los concilios. Las milicias federadas que
profesaban el arrianismo consiguieron que se les concediera
el libre ejercicio de su religión en varias iglesias de

28 C. Th., XIV, IX, 3 (1); [328], 74, 82-94.


29 [544]. 164-195; [672], 407-419.
30 Sobre la destrucción de los templos de Gaza el año 402, [162], XLVII-

LXX y cap. 63-69.


31 [298], 326. Lo mismo en Alejandría. Sobre Juan Filoponos, [545], 47.
32 Como Alejandría, ensangrentada por el asesinato de Hipatia (marzo

del
415). [339], I. 216-221.
33 Cuando se produjo la rebelión de Ilus el 484, [298], 336-337.
Constantinopla. que les fue negado a la caída de Gainas.34
Pero la más peligrosa agitación se debía a los conflictos
que se mantenían entre los teólogos. Especulando sobre los
dogmas, trataban de apoyarse en el poder imperial y sublevar
la opinión popular para imponer sus doctrinas; de ahí los
cismas, los motines, las persecuciones y las amenazas de
guerra civil. Desde comienzos del siglo V se hicieron tan
encarnizadas las polémicas que se discutía apasionadamente
hasta en las tiendas de Constantinopla.35 La lucha se contraía
a la definición de la naturaleza de Cristo, hombre nacido de
una simple mujer que por sus virtudes había merecido unirse
al Verbo eterno, según sostenía la escuela de Antioquía; la de
Alejandría defendía que había sido Dios en su vida terrenal
sin confusión con la naturaleza humana.36 Las dos doctrinas,
una racionalista, la otra mística, ponían en peligro el dogma
de la Encarnación proclamado en el concilio de Nicea. La
doctrina de las dos personas y de las dos naturalezas,
sostenida por el patriarca de Constantinopla, Nestorio (428-
431), fue condenada gracias a la autoridad del patriarca de
Alejandría, Cirilo, en el concilio ecuménico de Éfeso (431).37
Nestorio fue depuesto y sus partidarios, expulsados del
Imperio, llevaron su doctrina a Persia, desde donde iba a
extenderse hasta China.38
La doctrina de la naturaleza única de Cristo
(monofisismo) fue defendida por un monje de
Constantinopla, Eutiquio, excomulgado por el sínodo
patriarcal el año 448,39 pero Dioscoro. sucesor de Cirilo en
Alejandría, trató de rehabilitarla en un tumultuoso concilio
conocido con el nombre de bandolerismo de Éfeso (agosto
del 449).40 Para calmar la agitación que siguió, convocaron
Marciano y Pulquería un concilio ecuménico en Calcedonia,
que depuso a Dioscoro y aprobó la doctrina expuesta por el
papa León, a quien Eutiquio había apelado en su carta
dogmática: un Dios único en dos naturalezas, sin confusión

34 Véase ZEILLER, M.A.H., 1904, 30 y sigs.


35 [469], 24 (hacia el 395, según San Gregorio Niseno).
36 [391], 38-40; [384], 22-24.
37 [415], IV, 163-186; [384], 26-28.
38 El nestorianismo se mantuvo en la escuela de Edesa, cerrada el 489

por orden de Zenón y trasladada a Nisibe en Persia, [415], IV, 326-328:


[507], 131-141. Sobre la expansión del nestorianismo en el Extremo
Oriente y la inscripción de Si-gnan-fu, D.A.C.L., III, 1353-1385.
39 [415], IV, 211-217.
40 [415], IV, 220-223.
ni separación41 (octubre del 451).
Lejos de restablecer la paz, el concilio de Calcedonia,
cuyas decisiones fueron obligatorias por edictos imperiales,
produjo una sublevación en todo Oriente, un cisma en cada
iglesia y graves turbulencias en Egipto.42 Durante su
brevísimo reinado (475-476), Basilisco obligó a los obispos a
firmar su Encíclica, en la que rechazaban las decisiones
calcedonianas. Y Zenón, instigado por el patriarca Acacio,
publicó el 482 un Edicto de unión (Henotikon), cuyo
resultado fue provocar un cisma de 34 años (484-518) entre
Roma y Constantinopla.43
Tal era la situación al ascender al trono Anastasio. Su
reinado, una vez conjurada la amenaza de las milicias
bárbaras, hubiera podido ser reparador, ya que este modesto
silenciario demostró dotes de excelente administrador.
Preocupado por consolidar la seguridad del Imperio,
restauró las plazas fuertes de las fronteras, reorganizó el
cuerpo de limitanei, encargados de defenderlas, y protegió
los accesos a Constantinopla, construyendo su Larga
Muralla.44 Para poner remedio a la mala administración de
las ciudades, publicó una atrevida ley, que le inspiró su
consejero sirio Marino, prefecto del pretorio, encargando de
las administraciones locales a funcionarios del Estado. 45 Al
suprimir los gastos inútiles, alivió las contribuciones de las
poblaciones y aumentó los remanentes del tesoro público;46
pero, a pesar de estas atinadas reformas, dejó al Imperio en
un estado de turbulencia a causa de su política religiosa.
En efecto, su pasado le hacía sospechoso de simpatizar
con los monofisitas y, antes de coronarle, el patriarca
Eufemios le exigió una profesión de fe, comprometiéndose a
respetar los decretos de Calcedonia.47 Al principio trató con
miramientos a los ortodoxos y realizó varias tentativas
estériles para poner fin al cisma con Roma;48 luego favoreció

41 [415], IV, 219 y 224-240; [384], 30-33.


42 Después de la muerte de Marciano (457), elección al patriarcado de
Alejandría del monofisita Timoteo y asesinato del patriarca ortodoxo
Proterio (28 de marzo). [415]. IV, 280.
43 [384], 34-35: [415], IV, 284-297.
44 [384], 42-46: D.H.G.E., II, 1449-1451; [543], 23-25.
45 [157], III, 49. 138; [339], I, 442-444.
46 [384], 44.
47 D.H.G.E., II. 1448; [624], 522-523. Parece que antes de su

advenimiento fue expulsado de la iglesia por Eufemios, [251]. I. 134, 19-


24.
48 [415], IV, 301-307.
abiertamente a los monofisitas, destituyendo sucesivamente
a Eufemios (496), a su sucesor Macedonio (511) y después a
Flaviano, patriarca de Antioquía, que en el 512 fue
reemplazado por el gran teólogo del monofisismo, Severo.49
Un verdadero terror se extendió por el clero ortodoxo, cuya
resistencia se castigaba con destituciones y destierros. Los
motines que estallaron en Constantinopla fueron reprimidos
cruelmente y el 513. El conde Vitaliano, nieto de Aspar, jefe
del ejército del Danubio, apoyando la causa de los ortodoxos,
se rebeló y, con alternativas de victorias y derrotas, mantuvo
su campaña armada hasta la muerte de Anastasio, en 518.50
Después de haber colocado a los monofisitas en posiciones
inexpugnables, Anastasio dejaba el Imperio muy conmovido
por divisiones irremediables y amenazado de una guerra
civil.

49 [415]. IV, 308-320.


50 [384], 45; [339], I, 447-452.
2 LA OBRA RESTAURADORA
DE JUSTINIANO

A
poyándose en los resultados logrados por los
emperadores del siglo V, Justino y, sobre todo,
Justiniano, se entregaron a la tarea de completarlos,
devolviendo la paz religiosa al Imperio y restaurando
el Orbis romanus en su integridad.
Dejaba Anastasio tres sobrinos, pero su ministro más
importante, el eunuco Amancio, ferviente partidario de los
monofisitas, quería colocar en el trono a uno de sus
parientes.51 El senado se encargó de frustrar sus proyectos y,
de acuerdo con el1 pueblo de Constantinopla, proclamó
emperador al conde de los excubitoris [centinelas,
veladores], Justino. Tenía éste 68 años, pertenecía a una
familia de labriegos macedonios de la comarca de Skupi
(Skoplje), todo lo que era se lo debía a su esfuerzo, no poseía
ilustración y su carrera la había hecho en el ejército. Desde el
punto de vista religioso, se había adherido a la ortodoxia del
concilio de Calcedonia52 (9 de julio del 518).
Como no tenía hijos, Justino había adoptado a su sobrino
Fl. Petrus Sabbatius lustinianus, nacido en Tauresium el año
482,53 y le proporcionó una brillante y sólida instrucción.
Una vez emperador, resolvió Justino hacer también de este
sobrino suyo su sucesor y le confirió títulos y dignidades.
Como cónsul el año 521, Justiniano se hizo popular por sus
dispendios fastuosos;54 por ser católico entusiasta, participó
eficazmente en el restablecimiento de la ortodoxia.
Seis días después del advenimiento de Justino, el
patriarca Juan, rodeado de una multitud desbordada, tuvo
que subir al púlpito y reconocer el concilio de Calcedonia; 55
la misma adhesión exigió un edicto de Justino de todos los
obispos y todos los súbditos del Imperio. 56 Todo Oriente se

51 [339], II, 16; [545], 65 y sigs.


52 [384],47-48.
53 [663],5-8.
54 [763],a. 521; [359], 6-7, fig. 3 (díptico consular de Justiniano).
55 [394], 46; [545], 67.
56 [170], II, 180; [415], IV, 426-427.
vio agitado por la reacción contra los monofisitas. En
Antioquía fue reemplazado Severo por un ortodoxo, y tuvo
que huir a Alejandría.57 Las destituciones y destierros de
obispos y las persecuciones contra los monjes, especialmente
en Siria, fueron innumerables.58 Después de prolongadas
negociaciones entre Justino y el papa Hormisdas, en las que
tomó parte Justiniano, fueron a Constantinopla legados
pontificios y se puso fin al cisma que duraba 34 años.59
Movido por su celo ortodoxo, publicó Justino un edicto
contra los arríanos, en el que eran afectados los godos y otros
germanos que estaban al servicio del Imperio, cuyas iglesias
en Constantinopla fueron clausuradas60. Esto ocasionó un
conflicto con Teodorico, que amenazó con tomar represalias
y obligó al papa Juan I a ir a Constantinopla para solicitar la
derogación del edicto. El papa, que fue acogido con los
mayores honores, sólo consiguió que fueran exceptuados de
aquella disposición los federados godos.61 Descontento de
aquel resultado. Teodorico encarceló al papa, que murió en
la cárcel, y preparó un edicto de confiscación de las iglesias
ortodoxas, pero el rey ostrogodo también moría el 30 de
agosto del 526.62 Menos de un año después fallecía, a su vez,
Justino (1 de agosto del 527), después de haber conferido el
título de Augusto a su sobrino y haberle hecho coronar por el
patriarca juntamente con su esposa Teodora.63
Así, pues, Justiniano fue reconocido emperador sin
dificultad. Durante el reinado de su tío había podido darse
idea de los obstáculos que encontraría en su camino:
turbulencias del pueblo de Constantinopla y de las facciones
del Circo, resistencia de los orientales a los edictos ortodoxos
de Justino, conflictos con Persia. Dotado de brillantes
cualidades, con una cultura enciclopédica y enorme facilidad
de asimilación, particularmente inclinado a la Teología,
Justiniano manifestó su actividad en todos los dominios,
resolviendo por sí mismo todos los problemas desde su
mismo palacio, que parece que no abandonó jamás durante
todo su reinado y en el que llevaba una vida muy sencilla, casi
ascética, pero con gran cuidado de hacer que se respetara el

57 [545], 69-70; VASILJEV, B.Z., XXXIII, 1933. 71.


58 [170], II, 170-176.
59 [415], IV, 427-429; [394], 49-64; Correspondencia entre el papa y

Constantinopla (Collectio Avellana), C.S.E.L., XXXV; [82].


60 [339], II, 156.
61 [415], IV, 435.
62 [152], I, 276; [25], 328.
63 El 4 de abril de aquel mismo año. [339], II, 23.
prestigio imperial por la magnificencia de las ceremonias y
un gran apego a las tradiciones de la antigua Roma, cuyos
fastos recordaba con orgullo en sus edictos.64 El primer
artículo de su programa era imponer el orden por la fuerza
de las leyes, tanto en el Estado como en la Iglesia.
Pero aquel hombre, cuya voluntad aparentemente era tan
absoluta, que se consideraba único responsable ante Dios de
la salvación del Imperio, que quería verlo todo por sí mismo
y decidir todo en última instancia, desconfiaba de las
voluntades independientes de la suya y solía utilizar a
subalternos que llegaban a ejercer influencia en sus
decisiones. El primer lugar entre sus colaboradores lo tenía
la emperatriz Teodora. De condición muy humilde por su
nacimiento, antigua mima que se presentaba desnuda en el
Circo, llevó en el trono una vida irreprochable, dedicándose
a fundar monasterios y a presentarse con fasto; su esposo la
colmó de honores, tenía en gran estima la firmeza de su
espíritu y frecuentemente solicitaba sus opiniones. 65
Teodora era piadosísima, pero, como por sus orígenes era
monofisita, protegía abiertamente a sus correligionarios, y
su influencia iba a ser preponderante en la política religiosa
de Justiniano.66
El reinado de Justiniano, que duró 38 años, está dividido
en tres periodos muy precisos. Desde el 527 al 533 elabora y
determina su programa de gobierno, logra autoridad y
prestigio y manifiesta su deseo de realizar la unidad en todos
los aspectos. El siguiente período (533-540) es el de la acción
victoriosa; el último, el más largo, el de las dificultades y
reveses (540-565).
El primer pensamiento de Justiniano parece que fue
conseguir la unidad legislativa y establecer la enseñanza del
Derecho sobre la inquebrantable base de la jurisprudencia
romana. Siete meses después de su ascensión, el 13 de
febrero del 528, designaba una comisión encargada de
redactar un nuevo código de las constituciones imperiales,

64 Prefacio II del Código (comienzo). En sus edictos, recuerda a Eneas,


republicae princeps, a los reyes de Roma, al gran César, al piadoso
Augusto.
65 Mosaicos del coro de San Vital, en Rávena; entrada de Teodora en la

basílica. Reproducción. [752], lámina X. [Véase el retrato de Teodora en


Edward GIBBON, The decline and fall of the Román Empire, ed. The
Modern Library, Inc., New York, s.a., tomo II, págs. 134 y sigs. Para sus
exhibiciones como mima, véase Curt SACHS, Historia Universal de la
danza, Ed. Centurión, Buenos Aires, 1944, pág. 261.] [N. del T.]
66 [370], sobre su religión, ídem, 233-288.
eliminando de él las leyes que ya habían prescrito y
adicionándole las numerosas novelas posteriores a la
publicación del Código Teodosiano.67 El 7 de abril del 529 se
promulgaba el Código Justiniano,68 pero el 534 publicaba el
emperador una segunda edición que es la única que nos ha
llegado. El 15 de diciembre del 530, una comisión presidida
por Triboniano quedaba constituida para extraer de la obra
de los antiguos jurisconsultos las reglas de Derecho privado
siempre aplicables, y para formar con ellas un código; de ahí
salió la recopilación conocida con el nombre de Pandectas o
Digesto, que fue promulgada el 15 de diciembre del 533. El
21 de noviembre anterior, la publicación de las Institutas,
manual destinado al estudio del Derecho y que recogía toda
la nueva legislación, completó aquel incomparable
monumento.69
Estos trabajos se realizaron en medio de los cuidados que
daba la situación del Imperio. En Constantinopla, las
constantes disputas entre las facciones del Circo, la rudeza
del prefecto del pretorio Juan de Capadocia y las condenas
arbitrarias decretadas por el prefecto de la ciudad,
condujeron a la terrible sedición que estalló en el Hipódromo
en presencia del emperador y que duró una semana, desde el
11 al 18 de enero del 532.70 Los sublevados incendiaron el
palacio del prefecto y el fuego llegó hasta el Gran Palacio, la
iglesia de Santa Sofía y los barrios cercanos. Un sobrino de
Anastasio, llamado Hipatión, fue proclamado emperador por
los sediciosos. Justiniano pensó en huir a Asia, a lo que se
opuso Teodora, que demostró entonces su temple animoso.
Las tropas al mando de Belisario y de Narses cercaron a los
rebeldes, qué fueron despiadamente aplastados. Justiniano
había dominado a los elementos de desorden y su autoridad
quedaba ya asegurada para lo sucesivo. Al día siguiente de su
victoria comenzó a reedificar suntuosamente los edificios
incendiados. En el mes de febrero del 532 se iniciaron los
trabajos para la construcción de Santa Sofía, de acuerdo con
los planos grandiosos de Isidoro de Mileto y de Antemio de
Tralles, y cinco años más tarde, el 26 de diciembre del 537,

67 C.J., prefacio I. ad senatum.


68 C.J., prefacio II.
69 C.J., prefacio 3; Dig., prefacios 1 y 2; Inst. proaemium.
70 [369], 455-456; [339], II, 39-48, 71-74; fuentes principales: [223], B.P.,

I, 24-25; [163], año 532; [160], 688-690. Diálogo de Justiniano y las


facciones en el Hipódromo (11 de enero) en Teófanes. Este motín se
denominó Sedición Nika, por el grito de combate de los insurgentes.
[257] (a. 6024).
tenía lugar su solemne consagración.71
Justiniano se ocupó, desde su advenimiento, del
problema religioso y, en su deseo de lograr la unidad, hizo
más severas las leyes contra los disidentes. Una ley publicada
hacia el 528 obligaba a los paganos a instruirse en las
creencias cristianas y bautizarse, bajo pena de confiscación
de bienes.72 Monjes monofisitas, dirigidos por Juan de Asia,
convirtieron en masa a los campesinos de Anatolia.73 La
Escuela de Atenas fue clausurada el año 529 y sus profesores
tuvieron que refugiarse en Persia.74 Los herejes quedaron
excluidos de todas las funciones.75 Únicamente escaparon a
las persecuciones los monofisitas, y Teodora pudo establecer
dentro del palacio de Hormisdas un verdadero monasterio
monofisita, mientras el culto disidente se celebraba sin
recato alguno en el arrabal de los Sykes.76 Justiniano tenía el
proyecto de atraer a los monofisitas a la ortodoxia mediante
algunas concesiones.77 El año 533 presidió la conferencia
entre obispos ortodoxos y monofisitas y publicó sus dos
primeros edictos dogmáticos, en los que condenó las
doctrinas de tendencia nestoriana de los monjes acemetas, a
fin de facilitar el acercamiento.78
En el exterior, la guerra con Persia, que amenazaba
producirse desde hacía mucho tiempo, estalló a propósito del
protectorado de los pueblos del Cáucaso, el año 527.
Belisario, que era gobernador ce Dara, rechazó
victoriosamente el ataque de los persas contra aquella plaza
(530) y les impidió invadir Siria por la victoria que obtuvo
sobre ellos en Callinicum, junto al Éufrates (531). El 532, un
nuevo rey de Persia, Cosroe Anurschivan, propuso a
Justiniano un tratado de paz perpetua, que el emperador,
entregado por entero a sus proyectos sobre Occidente, se
apresuró a aceptar, pero, para precaverse contra Persia,
concretó alianzas preciosas con los príncipes del Cáucaso y
con el negus de Etiopía.79 Con objeto de contrarrestar la
acción del Estado árabe de Hira, que estaba al servicio de los
persas, creó el año 531 el de Bostra, cuyo jefe, Harith-ibn-

71 [373], 154-156; [369], 467-495.


72 C.I.C.I., C. I. XI, 9-10; [415], IV. 442-443.
73 R.O.C., II. 1897, 482 y sigs.; [394]. 276-2S0; [170], II, 207-208.
74 [415] IV, 445.
75 C.I.C.I., C. I, IV, 20; [415], IV, 447.
76 DUCHESNE, Les protégés de Théodora, M.A.H, 35, 1915, 57-79.
77 [415], IV, 448-449.
78 [415], IV, 449-451; [394], 82-85; C.J., I, 6-7.
79 [369], 381-385 y 394-398.
Gabala (Aretas), de la dinastía de los Ghassanidas, cristiano
y monofisita, recibió los títulos de filarca y de patricio.80
Fue entonces cuando, ya liberado de preocupaciones en
cuanto al Oriente, creyó Justiniano llegado el momento de
realizar su gran designio: la reconquista de Occidente y la
restauración del Imperio romano en su integridad. Las
circunstancias eran favorables. En África, el rey vándalo
Hilderico, amigo del Imperio y protector de los católicos,
había sido depuesto y substituido por Gelimero, adscrito al
arrianismo.81 En Italia, después de la muerte de Teodorico,
su hija Amalasunta regentaba el trono en nombre de su hijo
Atanarico, pero al morir éste el 534, Amalasunta tuvo que
hacer participar en el poder a su primo Teodato, que la
confinó en una isla del lago de Bolsena y ordenó
estrangularla (535). Justiniano se declaró vengador de la ex
reina.82 En la Galia franca, era Justiniano aliado de
Teodeberto, hijo de Clodoveo, contra los ostrogodos que
ocupaban Provenza.83
Como Gelimero rechazara dar las satisfacciones que
Justiniano le exigía, éste decidió emprender la guerra contra
los vándalos.84
En el mes de junio del 533, Belisario, cuya reputación ya
era grande85 salía de Constantinopla con un ejército de 15
000 hombres y una flota de 92 barcos rápidos (dromones);
en septiembre desembarcaba sin resistencia a cinco jornadas
de Cartago, derrotaba a Gelimero en Decimum, entraba en
Cartago con buena acogida por parte de la población y,
después de infligir otra derrota a Gelimero, lo hacía
prisionero en Hipona (marzo del 534).86 Entusiasmado por
tan rápida victoria, Justiniano reorganizaba la
administración de África (13 de abril del 534),
constituyéndola en prefectura del pretorio y dividiéndola en
siete provincias.87 Pero la conquista estaba lejos de haber
terminado. El sucesor ce Belisario, Solomón, tuvo que
reprimir una insurrección de bereberes que jamás se habían
sometido a los vándalos. El 536 se vio obligado Belisario a

80 [369], 387-396; [339], II, 91-92.


81 [539], 213-221; [369], 173-174.
82 [539], 155-174 y 260-279.
83 [213], B.G., I, 5 y 13.
84 A pesar de la opinión de Juan de Capadocia, [213], B.V., I, 10.
85 Sobre sus orígenes, BRÉHIER, L., en D.H.G.E., VII, 776 y sigs.
86 [369], 174-177; [539], 226-253; [339], II, 129-139.
87 C.J., I, XXVII, 1 y 2 (pragmática sanción, a Belisario, organizando el

régimen militar); [368], 98-101.


acudir desde Sicilia para enfrentarse con la rebelión de los
arrianos de Cartago. Hasta el año 539 no quedó realmente
pacificada acuella provincia per la obra de Solomón, que fue
designado prefecto del pretorio: las ciudades de África
fueron restauradas y frente a los bereberes se levantó un
limes bien fortificado.88
Mucho más difícil iba a ser la reconquista de Italia. A la
vez que negociaba con las diversas facciones de los godos,
organizaba Justiniano dos expediciones: una, al mando de
Mundo, atacaba la Dalmacia y se apoderaba de Salona; otra,
conducida por Belisario, desembarcaba en Sicilia,
expulsando de isla a los godos (invierno del 535).89 Pero al
mismo tiempo continuaban las negociaciones entre
Justiniano y Teodato. y su ruptura no tuvo lugar hasta que el
caudillo ostrogodo se negó a rendirse a discreción.90 En la
primavera del 536, el ejército de Belisario cruzaba el estrecho
de Messina, y Nápoles se entregaba después de 20 días de
sitio. Teodato huyó a Roma, pero un guerrero ostrogodo lo
mató y, en su lugar, fue elegido un oscuro soldado llamado
Vitiges, que no pudo impedir que Belisario entrara
triunfalmente en Roma (10 de diciembre), pero en cambio lo
sitió allí durante más de un año. Obligado Vitiges por el
hambre que se desarrolló en el campo ostrogodo, a levantar
el cerco (marzo del 538),91 organizó la resistencia en la Italia
septentrional, cuya conquista fue, para las fuerzas
bizantinas, larga y penosa y se prolongó por la rivalidad entre
Belisario y el eunuco Narses, que le había llevado refuerzos;92
hasta mayo del 540 no entró Belisario en Rávena,
apoderándose de Vitiges, al que se llevó a Constantinopla.93
Justiniano no esperó siquiera el fin de la campaña para
restablecer la prefectura del pretorio de Italia.94 Creyendo
que la conquista estaba terminada, adoptó el título de
Gothicus y disminuyó los efectivos del cuerpo de ocupación:
no iba a tardar en arrepentirse de ello.
Este período fue notable en el interior por la actividad
legislativa que desplegó Justiniano en todos los dominios:

88 [368], 51-86.
89 [369], 182-183; [539], 283-284.
90 Teodato acababa de saber que les ostrogodos habían reconquistado

Salona. [213], B.G., I, 6-7; [539], 284.


91 [369], 183-185; [539], 290-302 y 309-360.
92 [539], 361-389.
93 [369], 187-189; [539], 390-403. Los ostrogodos ofrecieron a Belisario

hacerle emperador de Occidente, [213], B.G., II, 29.


94 [213], B.G., I, 20 (con tal carácter nombró Belisario a Fidelio).
reforma administrativa destinada a proteger a las
poblaciones contra las injusticias, a reprimir los abusos de
autoridad de los grandes propietarios que disponían de
soldados particulares (bucelarios), a suprimir la venalidad
en los cargos;95 y, por otra parte, legislación eclesiástica
reglamentando el uso del derecho de asilo y dando a los
monasterios un verdadero código disciplinario.96 De esta
época data el edicto que reorganizaba la administración de
Egipto.97
Al mismo tiempo, seguía Justiniano haciendo
concesiones a los monofisitas, llamaba a Severo a
Constantinopla y permitía que Teodora impusiera la elección
de patriarcas sospechosos de herejía, como Antimo en
Constantinopla y Teodosio en Alejandría, en donde un
formidable motín terminó en cisma98 (535). Se disponía
Justiniano a celebrar una nueva conferencia de
acercamiento, cuando el papa Agapeto envió por Teodato
una embajada que llegó a Constantinopla el 2 de febrero del
536, y aunque el enviado moría allí unos meses más tarde,99
indujo a Justiniano a que fueran depuestos los dos patriarcas
heterodoxos y los monofisitas expulsados de Constantinopla.
Severo tuvo que refugiarse en Egipto, en donde murió y fue
canonizado (538).100 De esta manera se atacaba a la Iglesia
monofisita, pero gracias a Teodora, que permitía a los
obispos refugiados en su palacio, entre ellos al ex patriarca
Teodosio, que hicieran ordenaciones sacerdotales, su
jerarquía pudo ser reconstituida.101 La misma emperatriz
hizo que Belisario depusiera al papa Silverio, injustamente
acusado de inteligencia con los ostrogodos sitiadores de
Roma (marzo del 537), y ordenó que le reemplazara el
diácono Vigil, antiguo apocrisario en Constantinopla, al que
ella consideraba más manejable.102
También por la misma época, hacia el 535, hizo clausurar
Justiniano el templo de Isis de la isla de Filé, que estaba

95 N.J., 8 y 17 (535); [369], 276-280; STEIN en B.Z., XXX, 378, atribuye una
gran parte de estas reformas a Juan de Capadocia
96 N.J., 5 (535).
97 JUSTINIANO, edicto XIII; sobre su fecha, [600], 20-25.
98 [545], 100-123; [170], II, 208-220; [370], 255-260.
99 [415], IV, 453-455; [152], I, 287-288; [153], 1038 y sigs.
100 [370], 261-263; [394], 96-97; N.J., 42 (6 de agosto del 536); [128], 245

y sigs. Synaxario árabe-jacobita, en P.O., III, 3, 418-419.


101 Monseñor DUCHESNE, en M.A.H., 1915, 62 y sigs.; sobre la acción de

Santiago Baradeo, [545], 183 y sigs.; [415], IV, 456.


102 [475], IV, 457-458; [752], I, 291-293; [394], 151-154.
abierto a los nubios en virtud de un tratado concluido con sus
tribus por Diocleciano.103 Además, el cristianismo era
propagado en aquellas regiones, así como en Etiopía y en
Arabia, pero por misioneros monofisitas.104
Tal era la situación del Imperio el año 540. Justiniano
podía vanagloriarse de haber realizado sus principales
designios, pero el costo de tal política de prestigio fue el
agotamiento de los recursos del Estado en el mismo
momento en que iba a tener que defender penosamente los
resultados logrados contra tres ataques simultáneos.
Aún antes de que se terminara la guerra de Italia, el rey
Cosroe, incitado por embajadores godos,105 invadía Siria
inopinadamente, se apoderaba de Antioquía y, después de
incendiar la ciudad, se llevaba cautivos a sus habitantes.106
Comenzaba así una nueva guerra con Persia. No estuvo
señalada por operaciones de ancho aliento, sino por
tentativas persas de invasión de las provincias fronterizas, a
las que Belisario contestó con contraataques. Se firmó una
tregua el 545, que fue renovada hasta concertar la paz de 50
años en el 562.107
Pero, al mismo tiempo, los ostrogodos, mal sometidos, se
sublevaban y proclamaban rey a un enérgico caudillo, Totila,
el más temible adversario que halló Justiniano, y que estaba
decidido a restaurar la dominación de su raza sobre Italia
(542).108 Sus victorias sobre los jefes imperiales, que estaban
divididos entre ellos, fueron rápidas. El 543 se apoderó de
Nápoles y atacó a Otranto. Belisario, a quien se había enviado
de nuevo a Italia, pero sin proporcionarle ejército ni
recursos, no pudo impedir que Totila se adueñase de Roma
(17 de diciembre del 546), la ciudad que había prometido
destruir, convirtiendo su solar en pasturaje para los
ganados.109 Luego, ante la noticia de una derrota de sus
tropas en el Sur, evacuó la ciudad y la dejó desierta,
llevándose consigo al senado y a todos los habitantes. Pero
llamado Belisario a Constantinopla, Totila volvió a
apoderarse de Roma, organizó una flota y llevó a cabo la

103 [273], B.P., I, 19; el tratado fue renovado en los días de Marciano, el
451; [277]; [672], 396-436; [397], 290.
104 [475], IV, 518-519.
105 En el 539, [273], B.G., II, 4; B.P., II, 1; [539], 401-402.
106 [373], B.P., II, 8-11; [369], 213-215.
107 Sobre las condiciones, [456], 57; [475], 20; [586], 172.
108 [273], B.G., III, 1; [369], 191-193; sobre sus proyectos, S. REINACH, en

A.I.C.R., 1906, 213.


109 [273], B.G., III, 13-20.
conquista de Sicilia (549-550).110
Decidió entonces Justiniano enviar a Italia el más
poderoso ejército que jamás hubiera reunido (22.000
hombres), al mando de Narses, quien tardó dos años en
hacer todos los preparativos, y pidió plenos poderes. Desde
Dalmacia, pasó a Rávena, que estaba en poder de los
romanos, y desde allí marchó sobre Roma por Rímini y la vía
Flaminia; en la batalla de Tadinae (cerca de la actual Gualdo
Tadino), en el Apenino (553),111 aplastó a las fuerzas de
Totila, que quedó muerto en el campo. Los ostrogodos se
reorganizaron bajo la dirección de su nuevo rey, Tejías, pero
Narses, después de apoderarse de Roma, aniquiló su último
ejército en las faldas del Vesubio, en una batalla encarnizada
que duró dos días.112 El general bizantino tuvo después que
arrojar de Italia a los francos de Teodebaldo y a las bandas
de alamanos, que, aprovechándose de aquellas luchas, se
habían adueñado de Liguria y avanzado hasta la Campania
(554).113 De esta manera quedaba Italia recobrada, y
Justiniano, en la pragmática sanción por la que reorganizaba
la vida administrativa de la península, se enorgullecía de
haberla arrancado a la tiranía y establecido una paz perfecta;
pero, en verdad, Italia salía de aquella guerra devastada,
despoblada y empobrecida para mucho tiempo: los campos
estaban desiertos, las obras de arte, los caminos, acueductos
y diques, en ruinas, ciudades disminuidas y diezmadas por la
peste; tal es el cuadro que nos dejaron de ella los
contemporáneos.114
Cuando la guerra con Totila estaba en su punto
culminante, se produjo, el 544, una nueva sublevación
bereber en África, en donde el ejército de ocupación era
insuficiente; el movimiento fue provocado por la impericia
de Sergio, sobrino de Solomón, gobernador de Tripolitania.
Solomón. al atacar a los rebeldes, pereció en un combate en
Sufetula (Sbaïtia)115 y pronto todo el África estuvo en plena
anarquía. Un duque de Numidia, Guntarito, trató de
apoderarse de Cartago con el apoyo de los moros (546).
Entonces envió Justiniano, para ponerse al frente del ejército
de África, a un excelente jefe militar, antiguo lugarteniente

110 [213], B.G., III, 20-22; [369], 193-196.


111 [213], E.G., IV, 32; [524], 198; [339], II. 261-269 y 288-291.
112 [213], B.G., IV, 34-35; [539], 541-546; [339], II, 270-274.
113 [539], 547-593; [369], 199-200; [339], II. 274-281.
114 [199], II, 4; [369], 200-203; [366], 157 y sigs.
115 [213], B.V., II, 21 ; [368], 363-381 ; [339], II, 145.
de Belisario, a Juan Troglita, que pudo vencer la insurrección
el año 548,116 sin que, no obstante, lograra pacificar por
completo a las tribus moras que aún se sublevaron el año
563.117
El restablecimiento de la autoridad imperial en África y
en Italia no constituía sino una parte del programa de
Justiniano. Sus intenciones se extendían a todo Occidente,
como lo demuestran sus relaciones diplomáticas con los
reyes francos, que le testimoniaban el mismo respeto que si
fuera su soberano.118
Así, pues, aprovechó la ocasión que se le ofrecía de
intervenir en los asuntos de los visigodos de España, cuyo
rey, Agila, adscrito al arrianismo, trataba de someter la
Bética, en donde dominaban los ortodoxos sublevados bajo
el mando de Atanagildo. Sintiéndose éste impotente para
destronar a Agila por sus propias fuerzas, pidió socorro a
Justiniano, quien el 554 le envió algunas tropas acuarteladas
en Sicilia al mando del patricio Liberio, antiguo senador
romano octogenario. Gracias a este refuerzo, derrotó
Atanagildo a Agila. que fue vencido y muerto en las
inmediaciones de Sevilla. De buen o mal grado tuvo
Atanagildo que ceder al Imperio bizantino las ciudades de
Sevilla. Córdoba, Málaga y Cartagena y, una vez proclamado
rey, se retiró a Toledo.119 Pero estas posesiones bizantinas tan
lejanas y tan reducidas no podían tener porvenir alguno.
Dedicando su principal esfuerzo a Occidente, careció
Justiniano de fuerzas suficientes para defender la frontera
del Danubio y ésa fue la parte más débil de su obra militar.
No por ello se desinteresó de la defensa de aquella frontera,
pero no teniendo ejércitos disponibles, creyó que podía
asegurar su inviolabilidad, construyendo, por una parte,
gran número de fortalezas, que llegaban a formar hasta tres
líneas defensivas en la orilla derecha del Danubio en Tracia,
completadas por las fortificaciones de la Gran Muralla de
Anastasio, de las Termopilas y de más de 400 ciudades o
castillos de la Ilírica y de Grecia;120 y por otra, incitando a
luchar entre ellos a todos los pueblos situados al norte del río
o en la Nórica: a los lombardos contra los gépidos que
ocupaban la llanura húngara, a los hunos utigures

116 [368], 363-381 ; [339], II, 147 ; Corippus. lohannis, AA, III, 2.
117 [368], 456.
118 [423], 162-170.
119 [369], 204-207 ; A. LAMBERT, en D.K.G.E., IV, 1297-1301.
120 [215], Aed. 2-9; [369], 239-246; [339], II, 308-310.
establecidos al este del Mar de Azov contra los hunos
kutrigures (entre el Don y el Dniéster), aliados de los
gépidos, y, finalmente, a un pueblo recién llegado, los avaros
(en realidad una rama de los turcos ojigures, los Uar-Kuni,
escapados de la dominación de los verdaderos avaros),121
contra todos los pueblos del Danubio.122 Para defender la
frontera se organizó una especie de marca en la Baja Mesia y
en la Pequeña Escitia, al mando de un experimentado jefe
militar llamado Bono.123
Pero las fortalezas estaban guarnecidas por efectivos
demasiado débiles para que fueran eficaces. Los bárbaros se
colaban a través de las mallas de la red: eslavos,124 búlgaros,
hunos, cuyas bandas sólo comprendían algunos miles de
hombres, avanzaban impunemente saqueando y devastando
las provincias y asesinando a sus habitantes. En 539-540
extendieron sus correrías desde el Adriático hasta las
proximidades de Constantinopla, forzaron el paso de las
Termopilas, y pusieron Grecia a sangre y fuego.125 El 558,
una horda de 7.000 kutrigures pudo franquear el muro de
Anastasio y llenar de pánico a Constantinopla: Belisario, con
algunos cientos de veteranos y una parte de los habitantes,
logró, sin embargo, rechazarlos y ponerlos en fuga.126
Los males internos se agravaron durante este período
señalado por el final fracaso de las tentativas de conciliación
religiosa que Justiniano proseguía a toda costa. Como varios
teólogos le persuadieran de que uno de los principales
motivos de la resistencia de los monofisitas provenía de la
rehabilitación por el concilio de Calcedonia de algunos
escritos de tendencia nestoriana, el emperador, que acababa
de publicar el 543 un edicto dogmático condenando las
doctrinas origenistas de los monjes de Palestina, creyó haber
descubierto una zona de entendimiento. En un nuevo edicto,
publicado hacia el 544, condenó por su cuenta los escritos de
Teodoro de Mopsuesto, maestro de Nestorio, de Teodoreto
de Cyro, su condiscípulo, y de Ibas, obispo de Edesa.127 Lejos

121 Sobre las migraciones de los avaros y sus primeras relaciones con
Bizancio, [457], 127, 226-228, 26; [629], 8; HAUPTMANN en B.N., IV, 147-
148.
122 En especial a los hunos kutrigures y a los eslavos, [339], II, 314-316.
123 N.J., 50 (537), [339], II, 340-341.
124 Sobre su aparición y primeras invasiones, [397], 1-4; [656], I, 184, y

en V.V., V, 1898, 404 y sigs.


125 [369], 218-220 (testimonio de Juan de Éfeso en R.O.C., 1897, 485).
126 [339], II, 304-308.
127 Edicto contra los origenistas en M.C., IX, 487-534; [415], IV, 460-462.
de apaciguar los espíritus esta condena de los Tres Capítulos,
como se denominaban los libros incriminados, produjo
mayor turbulencia y confusión en la Iglesia y levantó las
protestas de los obispos de África y de todo el Occidente.
Habiéndose negado el papa Vigil a dar una decisión, fue
embarcado a la fuerza para Constantinopla,128 y aunque, en
un principio, se negó a subscribir el edicto, publicó luego su
sentencia (Judicatura), que condenaba los Tres Capítulos,
pero con muchas reservas129 (11 de abril del 548). Por
doquier, incluso entre las personas que rodeaban al papa, se
elevaron protestas tan unánimes y tan violentas que Vigil
retiró su Judicatura y aconsejó a Justiniano convocar un
concilio ecuménico.130
Pero la indecisión del papa y la terquedad del emperador
provocaron entre ambos un conflicto irreconciliable cuando
Justiniano, violando la promesa que había hecho de
abstenerse de todo acto antes de la reunión del concilio,
publicó una Confesión de fe en la que, considerándose como
el defensor de la ortodoxia, condenaba nuevamente los Tres
Capítulos.131 Vigil se negó a aceptarla y, ante la indignación
del emperador, se refugió en una iglesia, de la que Justiniano
trató en vano de hacerle salir por la fuerza, pues el 23 de
diciembre del 552 huyó a Calcedonia y protestó en una
Encíclica contra el trato que el monarca le había infligido.
Entonces Justiniano cedió y obligó a los obispos que habían
sido excomulgados por el papa a que se le sometieran. Vigil
regresó a Constantinopla, pero se negó a tomar parte en los
trabajos del concilio que se celebró del 5 de mayo al 2 de
junio del 553 y que condenó formalmente los Tres
Capítulos.132
El resultado fue completamente distinto del que esperaba
el emperador. Después de resistir seis meses, Vigil acabó por
aceptar las decisiones del concilio y murió durante el viaje de
regreso a Roma, el 7 de junio del 555. 133 En cambio, la
oposición fue intensa en Occidente y particularmente en
África y hasta en Italia, donde se produjo un cisma entre el

128 Salió el 22 de noviembre del 545 y no llegó a Constantinopla hasta el


25 de enero del 547 después de una larga detención en Sicilia. [415], IV
463-464.
129 H.L., III, 26; [415], IV, 465.
130 [415], IV, 465-468.
131 M.C., IX, 63.
132 [415], IV, 468-476; actas del concilio sólo conocidas por una

traducción latina en M.C., IX, 157-419; H.L., III, 1, 105-132.


133 [415], IV, 476-477; sobre el viaje y la muerte de Vigil, [152], I, 299.
nuevo papa Pelagio y una parte de los obispos, sin que, por
otra parte, los decretos del concilio atrajeran a los
monofisitas a la ortodoxia.134
El fracaso de la política religiosa de Justiniano fue
completo y, a fuerza de sutilizar en torno a los dogmas, acabó
por caer él mismo en la herejía de los que trataba de atraer a
la verdadera fe. Se dejó ganar por la doctrina egipcia, según
la cual el cuerpo de Jesús sobre la Cruz había permanecido
incorrupto (aphtartodocetismo), desterró al patriarca
Eutiquio, que se negó a aceptarla (22 de enero del 565), y se
disponía a publicar un edicto imponiendo su creencia a todo
el Imperio cuando murió.135
Durante este período de agitación, la situación interna
había empeorado. Teodora consiguió que cayera en
desgracia Juan de Capadocia (541), y ella misma murió el
548, dejando a Justiniano desamparado. En las provincias
asoladas por los bárbaros, las contribuciones fiscales eran
cada día más opresivas y se veían agravadas por la
corrupción de los funcionarios, a quienes el emperador
vituperaba vanamente en su ordenanza de reforma del 556,
que reproducía casi por entero la del 535.136 El descontento
aumentaba en Constantinopla y en las grandes ciudades, en
donde los Verdes y los Azules fomentaban nuevos motines.
El 562 se urdió una conjura contra el anciano emperador, y
Belisario, acusado de haber participado en ella, fue privado
de sus dignidades.137 Viejo, candado, irresoluto, con el
espíritu absorbido por los problemas teológicos, Justiniano
moría, a la edad de 82 años, el 14 de noviembre del 565 y su
desaparición fue saludada con un suspiro de alivio por todos
sus súbditos.138
No hay que juzgar a Justiniano por este triste final. Pese
a sus decisiones desconcertantes, realizó una obra de gran
soberano y proporcionó al Imperio una sólida contextura que
le permitió aguantar mucho tiempo los asaltos de los
bárbaros y resplandecer en el mundo por su brillante
civilización. El restablecimiento en el Mediterráneo de la
libertad de navegación, el perpetuar la obra jurídica de los

134 [415], IV, 477-480.


135 Esta doctrina había sido propagada en Egipto por Juliano de
Halicarnaso, en el reinado de Justino I, [394], 71; JUGIE en E.O., XXIV,
1925; [615], IV, 480-481; [449], 36-40.
136 [369], 295-313. Sobre la situación financiera a la muerte de

Justiniano, véase el prefacio de la novela de Justino II, R.K.O.R., nº 4.


137 MALALAS fr. en H., VI, 378-380; BRÉHIER, L., en D.H.G.E., VII, 786.
138 EVAGRIUS, VI, 1, citado por DIEHL, [384], 121.
romanos, el proporcionar a la Iglesia de Oriente una
legislación disciplinaria, que todavía conserva, la protección
a sus misioneros, el impulso que dio a las letras, a la
enseñanza y a la formación de un arte bizantino, son sus
contribuciones inolvidables. No debe buscarse al verdadero
Justiniano en el apasionado libelo atribuido a Procopio;139
indudables son los errores que cometió, sus fallas se
acusaron a medida que se iba haciendo viejo y legó a sus
sucesores dificultades insolubles, pero no por todo esto deja
de ocupar su reinado un lugar fundamental en la vida
histórica del Imperio de Oriente y aun de Europa.

139Sobre el valor de la Historia Secreta, véase el análisis y las atinadas


conclusiones de G. DIEHL, [369], XVI-XIX, y [370], 59-68. Cf. [369], 417-
430.
3 HERENCIA DE JUSTINIANO
(565-602)

A
pesar del turbulento estado en que Justiniano dejaba
el Imperio, su obra no pereció, y las fronteras que
había dado a la Romanía aún estaban intactas el 602.
Mas, lejos de realizar sus proyectos, los tres primeros
emperadores que le sucedieron hubieron de
contentarse con mantener en aquéllas una acción defensiva
que, por otra parte, fue a veces victoriosa.
Con estos tres príncipes reaparece un sistema de sucesión
que recuerda el de los Antoninos: la adopción. Sucesor de
Justiniano fue uno de sus sobrinos, Justino el Curopalato,
casado con Sofía, sobrina de Teodora.140 Después de nueve
años de reinado, comenzó a tener, el 574, ataques de locura,
que hicieron indispensable el nombramiento de un
emperador asociado. En un intervalo de lucidez, Justino
adoptó como hijo, y designó César, a uno de sus mejores
generales, vencedor de los avaros, a Tiberio, de origen tracio,
al que conocía desde su niñez. Justino murió en octubre del
578, después de haber concedido el título de Augusto a
Tiberio, quien le sucedió sin dificultad,141 y, al final de un
brevísimo reinado (578- 582), casó a una de sus hijas con uno
de los más prestigiosos generales, Mauricio, de familia
romana establecida en Capadocia; Tiberio lo hizo César y
luego, ya en su lecho de muerte, Augusto (13 de agosto del
582).142 Por el contrario, Mauricio tuvo la ambición de crear
una dinastía, y el 590 proclamó Augusto a su hijo mayor
Teodosio, que entonces tenía cuatro años.143 Hizo más: en su
testamento repartía el Imperio entre sus hijos, dando el

140 [369], 426-427; [545], 165-166; [629], 26; [93], V. 1.


141 [50], DCLXXXIX; [254], III, 16: [93], V, 23; [128], H.E., V, 13: [629],
46, 56, 77.
142 [254], I, 1; [93], V, 22; [106], VI, 30; [629], 70, 98, 99; [545], 253.
143 El domingo de Pascua, 29 de marzo del 582, [254], VIII, 4; [50], 377;

R.K.O.R., 136.
Oriente a Teodosio y el Occidente y Roma a Tiberio, 144 pero
la rebelión militar que lo destronó hizo vanos todos estos
proyectos.
La primordial tarea que se imponía a los sucesores de
Justiniano era la de restablecer el orden y la situación
financiera, endeudada en gran parte por los pesados tributos
que se pagaban a Persia o a los bárbaros en forma de
subvenciones o de provisiones anuales (annonae),145 Justino
demostró, desde su advenimiento, que quería remediar
aquellos males, comenzando por hacer reembolsar los
empréstitos a plazo corto, más o menos obligatorios, por
cuyo medio llenaba su antecesor los vacíos que se producían
en el tesoro,146 y, como veremos, prefirió la guerra a la
tributación económica en que se encontraba el Imperio con
respecto a los bárbaros. Pero, después de haber entregado,
como regalo de feliz advenimiento, los atrasos de los
impuestos, se mostró en seguida muy estricto para los
contribuyentes, a la vez que se esforzaba en hacer reinar en
las provincias la seguridad y la justicia.147
Los dos sucesores de Justino, Tiberio y Mauricio,
gobernaron el Estado con igual prudencia, pero Tiberio, que
apenas estuvo en el trono, dejó fama de príncipe liberal y
generoso, fama que alcanzó hasta el Occidente.148 Mauricio,
por el contrario, aun poseyendo distinguidas cualidades
como militar, hombre culto, excelente administrador, muy
humanitario y siempre dispuesto a ayudar a los
necesitados,149 se hizo impopular en los ejércitos por
practicar una política de economías que le valió ser acusado
de avaricia y que produjo su destronamiento. También se
ganó muchos enemigos al destituir a excelentes generales,
que reemplazó con parientes y favoritos incapaces,150 y por
favorecer ciegamente a la facción de los Verdes.151
En los asuntos religiosos, Justino II y sus dos sucesores
mostraron la misma moderación y el mismo deseo de

144 [254], VIII, 11; [488], I, 267.


145 [629], 3-4. En 565, las sumas pagadas a los persas, avaros, hunos y
árabes se calculaban en 3.000 libras de oro.
146 R.K.O.R., 4; novela 148 (566).
147 [384], 134.
148 [106], V, 19. Igual opinión en los cronistas orientales: [133], 522;

[629], 88; [199], III, 12.


149 Medidas en favor de los obispos arrojados de sus sedes por las

invasiones eslavas (591) y de los soldados enfermos. R.K.O.R., 105 y 115.


150 [384]. 137; [574], 49; [488]. 262-263.
151 JANNSSENS (Yvonne) en B.N., XI, 1936, 499-500.
pacificación, y esta política, tan diferente de la de Justiniano,
les fue facilitada por las disidencias mutuas de las sectas
jacobitas.152 Justino comenzó por levantar el destierro a
todos los obispos exilados, con excepción del patriarca
Eutiquio, pero imbuido todavía por los métodos de su tío,
prosiguió la quimera de lograr la conciliación. Un primer
Henotikon, que no tenía en cuenta el concilio de Calcedonia,
fue seguido de conferencias que no obtuvieron resultado
alguno (567). Un segundo Henotikon, aceptado previamente
por los jefes jacobitas, se impuso de manera obligatoria a
todos y dieron comienzo de nuevo los encarcelamientos y las
persecuciones (571).153
Tiberio puso fin a todo esto, y el año 574 volvió a instalar
en el trono patriarcal a Eutiquio, desterrado desde el 566.154
De la misma moderación dio pruebas Mauricio, aunque se
mantuvo fiel a la ortodoxia; sin embargo, cuando estaba en
juego un interés político demostraba una gran firmeza.155
Por otra parte, durante su reinado se planteó por vez
primera el problema de las relaciones entre la Santa Sede y
el gobierno imperial, no ya como otrora con respecto a los
dogmas, sino en el terreno jurídico. Aunque, en principio, el
papa Gregorio Magno (590-604) se reconocía súbdito del
emperador.156 no por ello dejaba de reivindicar todos los
derechos de la sede apostólica sobre todas las Iglesias tanto
en lo espiritual como desde el punto de vista de la disciplina;
de ahí sus intervenciones en los asuntos de los patriarcados
de Oriente y de Constantinopla, cuyas apelaciones recibía;157
de ahí el conflicto de precedencia que se había producido
bajo su predecesor Pelagio II con el patriarca Juan el
Ayunador en cuanto al título de ecuménico;158 de ahí,
finalmente, su disputa con Mauricio respecto a una ley que
prohibía el ingreso en los monasterios de los funcionarios,
soldados o curiales antes de que dieran cuenta de su gestión
152 Nombre que se daba a los monofisitas por Jacobo o Santiago Baradeo.
obispo de Edesa. Sobre las sectas jacobitas (en Egipto se contaban 20).
[415], IV, 484; [545], 191 y sigs.
153 [415] IV, 485-488; textos de los edictos de la unión en Evagrius, [93],

V, 4.
154 R.P.B., 260; [268]; [415], IV, 488; [394], 256; [545], 250 y sigs.
155 Edicto estableciendo el rito ortodoxo en Armenia, R.K.O.R., 93; edicto

contra los donatistas de África, [415], V, 218. Sobre la leyenda oriental de


Mauricio, considerado como santo, P.O., V, 773-778.
156 Protocolos de sus cartas, títulos de dominus meus, dominas omnium.

Reg. Greg., III. 61, 64. V, 30-35.


157 [415], V, 57-64; [305], cap. VIII; [391], 229-239.
158 [415], V, 64-69 ; VAILHE en E.O., XI, 1908, 161-171.
o hubieran cumplido con sus servicios. Pero este conflicto no
tuvo la violencia que se le atribuye, y parece que acabó por
medio de un compromiso.159 No dejó el papa de presentarse
como supremo defensor de la disciplina cristiana, aun frente
al emperador, y en ello ya aparecía una importante novedad.
De todas las dificultades que Justiniano había legado a
sus sucesores, la mayor era la defensa del Imperio, y en este
aspecto, como en los anteriores, es de notar en ellos una
continuidad de criterios y de acción política que imponían las
circunstancias y que desembocó en una completa desviación
de la política realizada por su gran predecesor. Justiniano
condujo todo su esfuerzo hacia Occidente y creía defender las
fronteras estableciendo un limes poderosamente fortificado
y distribuyendo, entre los pueblos vecinos a ellas, annonae,
que eran enmascarados tributos. Justino II y, después de él,
Tiberio y Mauricio, se mantuvieron a la defensiva en
Occidente, trataron de suprimir los tributos que gravaban el
presupuesto del Imperio y se dispusieron a adquirir
preponderancia en Oriente, en Armenia, en las regiones
caucásicas, territorios magníficos para obtener
reclutamientos de tropas y en donde podrían alistar los
ejércitos necesarios para la defensa de las fronteras, pero
sólo después de anular la dominación persa en aquellas
comarcas. Esta política exigía la denuncia del oneroso
tratado firmado por Justiniano el 52 y conducía a la guerra
con Persia. La paz firmada por 50 años fue, pues, rota al cabo
de un decenio; la guerra que comenzó entre el Imperio y los
sasánidas iba a durar medio siglo, hasta el aniquilamiento de
Persia por Heraclio.
La precedió un forcejeo diplomático entre los vasallos y
los vecinos de ambos imperios. Justino concertó alianza con
el Khagan de los turcos occidentales, oriundos del Altai, que,
después de rebelarse contra los Mongoles (Chuan-Chuan),
habían fundado un gran Imperio que se extendía desde las
fronteras de China hasta la Transoxiana y estaban en lucha
con Persia.160 También se procuró inteligencias con los
súbditos armenios de los persas161 y con los iberos, que la
impericia y la rudeza de los gobernadores persas arrastraban
a la rebelión.162 Al negarse Justino el año 572 a entregar el

159 R.K.O.R., 110; [415], V, 60-61; [583], 61 y sigs.


160 [451], 110-129; [629], 18-19.
161 [384], 128-129; [629], 21-24; [582], 180-185; sobre la Persarmenia,

[586], 172.
162 Obligado a construir un templo del fuego en Dwin. [128], II. 18-23:
tributo que debía pagar a Persia por el tratado del 562, dio
comienzo la guerra en las fronteras de ambos imperios, y la
campaña la condujo Justiniano, sobrino-nieto del gran
emperador, que se apoderó de Dwin, pero no pudo impedir
que el rey Cosroe conquistara la importante plaza de Dara
(mayo del 573).163 El mal estado de salud de Justino II obligó
al gobierno imperial a concluir una tregua, durante la cual,
Tiberio, proclamado César, pudo realizar importantes
reclutas de hombres (574);164 luego, y durante las mismas
negociaciones destinadas a prolongar la tregua, Cosroe
invadió de repente la Armenia romana, no consiguió ocupar
Teodosioupolis (Erzerum) y al dirigirse sobre Capadocia, se
enfrentó cerca de Melitene con las fuerzas de Justiniano, que
obligó a Cosroe a repasar el Éufrates en desorden y le infligió
la más grande derrota que sufrieron los persas en el curso de
aquellas guerras (575).165 Justiniano volvió a ocupar la
Persarmenia, pero la indisciplina de su ejército formado por
bárbaros le costó varias derrotas, que hicieron romper las
negociaciones para la firma de la paz (576-577).166
Cosroe rompió de nuevo las negociaciones el 578 e
invadió la Armenia romana, pero tuvo que enfrentarse con
Mauricio, a quien Tiberio había designado en sustitución de
Justiniano como estratega y autocrator. Con Mauricio, la
guerra entraba en una fase decisiva. Teniendo a su
disposición un ejército bien entrenado, formado por
bárbaros y, lo que era una novedad, por soldados reclutados
por él en Asia Menor y en Siria, obligó a los persas a batirse
en retirada y ocupó la Arzenena persa hasta el lago de Van.167
La muerte del viejo Cosroe Anurschivan (579) hizo fracasar
nuevas negociaciones, ya que su hijo y sucesor, Hormisdas
IV, estaba decidido a continuar la guerra.168 Las diferencias
con el jefe de los auxiliares árabes, el ghassanida Mundar,
impidieron a Mauricio marchar sobre Ctesifonte (580);169

testimonio de Gregorio de Tours, [106], IV, 40. Véase CARRIERE en


Annuaire de l'École practique des Hautes Études, 1898, 1-23.
163 Fuentes en [629], 24-25 y 40-48; sobre la totalidad de la guerra, [475],

20-27; [354], 129-131; [456], 110-128.


164 [629], 59-60; cifras exageradas de Evagrius y de Juan de
Éfeso.
165 [629], 63-69.
166 [629], 69-70.
167 [629], 70-79; [582], 198-199.
168 [629], 89-91; [582], 199-203.
169 [629], 91-95. Mundar, hijo y sucesor del filarca Aretas (véase supra),

monofisita y, al igual que su padre, protector de sus correligionarios,


[567], IV, 488 y 490; acusado de traición fue detenido e internado en
pero, a lo menos, evitó una nueva invasión del territorio
romano y liberó a Edesa por su victoria sobre los persas en
Constantina (Tela de Manzalat) (581).170
Una vez emperador, concentró Mauricio todas sus
fuerzas contra Persia, con la voluntad decidida de abatir su
poderío, y comenzó la ofensiva en Mesopotamia el año 583.
Durante ocho años prosiguió la guerra en aquella región
(583-591). La sublevación del ejército imperial, a causa de
una reducción de pagas, perjudicó la ofensiva bizantina
(588), pese a sus victorias,171 y la decisión no se debió a una
derrota militar, sino a una revolución dinástica: uno de los
principales caudillos persas, Bahram, se rebeló contra
Hormisdas, que fue destronado y, negándose a reconocer los
derechos del heredero legítimo, Cosroe II, se hizo proclamar
rey.172 En Persia estalló la guerra civil, y totalmente
derrotado Cosroe, no tuvo más recurso que refugiarse en el
Imperio bizantino donde, por orden de Mauricio, recibió
magnífica hospitalidad (febrero-marzo del 590).173 Pero,
entre tanto, sus partidarios reorganizaban un ejército en el
Azerbaïdjan, y Cosroe, apoyado por tropas bizantinas,
derrotaba al ejército de Bahram y recobraba su reino (591).
A cambio de estos servicios, cedió al Imperio Dara y
Martirópolis, que los bizantinos no habían podido
reconquistar, y aceptó una importante rectificación de la
frontera.174
Según creían Mauricio y sus predecesores, el
aniquilamiento o, al menos, la neutralización de Persia, iba a
dejarles en libertad de poder dedicarse a los asuntos de
Occidente. Por desgracia, este resultado se logró demasiado
tarde para permitir que el Imperio conservara intactas su
frontera del Danubio y sus posesiones occidentales.
Las fronteras septentrionales habían sido ocupadas el
año 565 por los lombardos, los gépidos y los avaros. Narses
había enrolado lombardos en su ejército y Justiniano trató

Constantinopla. S. II.
170 [629], 96-97.
171 R.K.O.R., 88; [532]. 218-232. Para la cronología de las guerras de

Mauricio en Persia, según el calendario sasánida, [472], 1-2 y 72 y sigs.;


[93], VI, 4.
172 Relatos persas de Tabari, [238], 272-274, y del Anónimo de Fourmont,

H.A.L, VII, 1733, 325-333; [582], 232-258.


173 R.K.O.R., 97-101.
174 [475], 28-37; R.K.O.R., 104; [586], 172; sobre la modificación de las

provincias que siguió a la firma del tratado, [98], LI y sigs.; [93], VI, 17-
19.
de lanzarlos contra los gépidos, que se habían apoderado de
Sirmium (Mitrovitza) y de Singidunum (Belgrado). Justino
II creía, con razón, que los gépidos eran menos peligrosos
que los lombardos, y el 566 les envió socorros a cambio de la
promesa de restituir Sirmium al Imperio, pero como no
cumplieron este compromiso los abandonó y dejó que su
Estado fuera destruido por una coalición de lombardos y
avaros.175 Fue un craso error cuyas consecuencias se hicieron
sentir de inmediato: los avaros establecidos ya entre el
Theiss y el Danubio, ocuparon el territorio gépido,
reclamaron la posesión de Sirmium y exigieron un tributo;
como se les negara esto, asolaron la Dalmacia y la Tracia y
obtuvieron el 571 un tratado que les dejaba los territorios de
los gépidos, excepto Sirmium.176 Por otro lado, empujados
por sus aliados, los lombardos invadieron Italia con la
intención de establecerse en ella.177
A partir de abril del 568 se abatió sobre la península la
invasión de todo un pueblo, sin encontrar al ejército imperial
que estaba ocupado en su lucha contra los avaros. Las únicas
fuerzas organizadas eran las milicias y las guarniciones de las
ciudades, que resistieron mucho tiempo dentro de sus
murallas. Así, la conquista fue muy lenta. Milán cayó en
poder de Alboin, quien fue coronado rey allí el 4 de
septiembre del 569. Pavía sucumbió, después de un sitio de
tres años, el 572.178 El asesinato de Alboin, seguido de un
período de anarquía en el cual la nación lombarda estuvo
gobernada por sus caudillos guerreros, los duques, hizo
todavía más lenta la conquista, pero no los pillajes en las
comarcas llanas. Sólo después de haber derrotado al único
ejército enviado el 575 por Justino a Italia179 tuvo lugar un
nuevo avance lombardo en la llanura del Po, en los Alpes —
donde chocó con los francos—, en Toscana y en los Apeninos.
Estos establecimientos dispersos no constituían un territorio
compacto. El 578 se apoderaron los lombardos de Classis, el
puerto de Rávena, pero no pudieron ocupar esta ciudad,
limitándose a cortar sus comunicaciones con Roma, a la que

175 [254], VI, 10; [166], fr. 25 y 28; [629], 8-9; [463], II. 1, 17, 31; [199], I,
23, 27.
176 [629], 10-13; R.K.O.R., 21; HAUPTMANN en B.N., IV, 1927, 150-153.
177 En caso de fracaso, los avaros se habían comprometido a recibir a los

lombardos en Pannonia, en donde éstos dejaron algunos elementos.


HAUPTMANN, op. cit., 153-154.
178 [199], II, 7-9, 25-26 ; [524], 211 ; GASQUET en R.H., XXXIII, 1887, 58

y sigs.
179 Iba mandado por Baduario, yerno de Justino, [629], 104.
comenzaron a atacar el 579. A las demandas de socorro de
los romanos, Tiberio contestó enviando dinero para comprar
a los caudillos lombardos y provocar la intervención de los
francos.180
Por entonces tomaba Tiberio la ofensiva en Persia y
aguantaba un nuevo ataque de los avaros, cuyos vasallos
eslavos acababan de devastar impunemente Tracia y
penetraban hasta Grecia (578-581). Sin ejército que
oponerles, Tiberio se alió contra ellos con los avaros,
quienes, en efecto, arrancaron su botín a los eslavos; pero en
el curso de las negociaciones, su khan Baian se apoderó por
sorpresa de Sirmium, la última ciudad imperial de Pannonia,
y, para evitar una nueva guerra, tuvo el basileus que pagar
los atrasos del tributo negado por Justino (582).181 Pero el
advenimiento de Mauricio dejó todo otra vez en suspenso (14
de agosto del 582), ya que Baian no se creía obligado con él
por el tratado concluido con Tiberio, y lanzó sus hordas sobre
Tracia hasta las riberas del Mar Negro. Fue necesario
comprar su retirada aumentando el tributo, pero, mientras
Mauricio luchaba en Persia, los avaros, violando este
segundo tratado, lanzaron a los eslavos contra el Imperio y
éstos fueron por un lado a poner sitio a Tesalónica (586) y,
por otro, avanzaron hasta la muralla de Anastasio. Los
mismos avaros pasaban a los Balcanes después de invadir la
Mesia. Pero esta vez la respuesta fue eficaz. Gracias a una
táctica adaptada a la del enemigo, los eslavos fueron
expulsados de Tracia y los avaros rechazados más allá del
Danubio, después de haber perdido una batalla delante de
Andrinópolis (587).182
Entregado por entero a sus planes de conquista de Persia
y a resistir las agresiones de los avaros, Mauricio, sin
abandonar el Occidente, tuvo que limitarse allí a organizar
una activa defensiva, comenzando por crear en Italia y en
África un mando único que concentrara los poderes civil y
militar en las manos del exarca, verdadero viceemperador,
encargado de dirigir la defensa,183 y negociando una alianza
con Childeberto II, rey de los francos de Austrasia, quien se

180 [166], fr. 49-62; [629], 106; [199], III, 13.


181 [629], 105-106; [166], fr. 64-65; [128], VI, 24 (276); [384], 132.
Sirmium se defendió por espacio de tres años. HAUPTMANN, en B.N., IV,
1927, 160-161.
182 [170], II. 361-364; [637], 104-108.
183 En 584 fue cuando Mauricio creó los exarcas de Italia y de África, a los

que quedaban subordinados todos los jefes civiles y militares [366], 17-
18; [363], 478-479.
comprometió a atacar a los lombardos.184
Desde el 584 al 590 hubo cinco expediciones francas a
Italia, pero no produjeron los resultados esperados. O los
francos se mantenían inactivos y Mauricio reclamaba a
Childeberto los subsidios que le había enviado, 185 o
saqueaban la comarca por su cuenta, o hasta se ponían de
acuerdo con los lombardos. Sobre todo, nunca lograban
combinar sus operaciones con las de las tropas imperiales,
como sucedió el 590, cuando no pudiendo enlazar con ellos
el exarca bizantino el día señalado, los francos repasaron los
Alpes sin esperarle, haciendo de esta manera que fracasara
el ataque proyectado contra Milán.186 Pero a lo menos el
Imperio conservó sus posiciones y los exarcas Smaragdus
(585-589) y Romano (589-596), pese a sus pocos efectivos,
aunque comprando a los caudillos lombardos, pudieron
reconquistar algunas posiciones importantes, como el puerto
de Classis, el año 589.187
Después del advenimiento del papa Gregorio Magno
(febrero del 590) el problema lombardo adquirió otro
aspecto. Ariulfo, duque de Spoleto, atacó bruscamente Roma
(verano del 592), mientras el duque de Benevento
amenazaba Nápoles. Ante la inacción del exarca Romano, el
papa tomó todas las medidas de defensa, y como el rey
Agilulfo se presentara a su vez delante de Roma, no vaciló en
firmar una tregua con él mediante un tributo (594).188 Desde
entonces se produjo un conflicto entre la política de Mauricio
y del exarca Romano. que no querían conceder tregua alguna
a los lombardos, y la del papa, que se daba cuenta de la
impotencia de las fuerzas imperiales y se preocupaba, ante
todo, de impedir que los lombardos ocuparan Roma,
evitando a las poblaciones los horrores de una guerra inútil.
Por otra parte, Gregorio entendía que poma encontrarse una
base de entendimiento en las disposiciones de la reina.
Teodelinda, que era de religión católica. Después de fuerte
resistencia por parte de Mauricio,189 acabó por imponerse el
punto de vista del papa, y un nuevo exarca. Callinicus,
firmaba el año 598 con Agilulfo una tregua, que fue renovada

184 A cambio de recibir 58.000 sueldos de oro [199], III, 17; [106], VI. 42;
R.K.O.R., 83.
185 En 584, 585, 588, 589 y 590. Correspondencia de Mauricio con

Childeberto. R.K.O.R., 84-85.


186 [199], III, 17, 22. 29, 31; [106], X. 3; [423], 193-204.
187 [524], 212-213; [366], 206-209; [384], 128.
188 [415], V, 49-50; Reg. Greg., VII, 13; [200], 26.
189 [415], V, 51; [199], IV, 5-6, 9.
el año 603.190
En el resto de Occidente, aunque la acción de
Constantinopla no dejaba de ejercerse, no podía ser sino
superficial. La provincia de África, que en los días de Justino
II era verdaderamente próspera, sufrió el 569 una invasión
de los moros, cuyo caudillo Garmul derrotó sucesivamente a
tres ejércitos imperiales, pero fue derrotado y muerto por
Gennadio (578), quien, elevado a exarca de África, terminó
la pacificación de la provincia (579-591).191
En España, el rey visigodo Leovigildo (568-586) quitó a
la provincia imperial las ciudades de Sevilla, Córdoba y
Sidonia, durante la guerra que sostuvo contra su hijo
Hermenegildo, convertido al catolicismo y sublevado contra
él. Apoyado por el gobernador imperial y luego traicionado
por él, Hermenegildo fue condenado a muerte, pero su hijo
menor, Atanagildo, halló asilo en Constantinopla.192 En los
días del sucesor de Leovigildo, el rey Recaredo, que abrazó el
catolicismo, el magister militum Comentiolus parece que
recobró una buena parte de las posesiones bizantinas.193
En fin, era muy activa la diplomacia imperial en la Galia,
sobre todo durante el reinado de Mauricio, cuya alianza con
Sigeberto contra los lombardos fue ocasión de numerosos
cambios de cartas y de embajadas. Después del reinado de
Justino, un príncipe franco, bastardo de Clotario, proscrito
por los suyos, Gondobaldo, se hallaba refugiado en
Constantinopla cuando, como consecuencia de una intriga
de Brunehilda y de los nobles de Austrasia, fue invitado a
trasladarse a la Galia para reclamar la herencia de su padre,
Mauricio, que tal vez contaba con él para presionar a
Childeberto II, le hizo partir con una fuerte suma de dinero.
Después de un primer intento, que fracasó, en 582,
Gondobaldo fue alzado rey en Brive y por un momento se
hizo dueño de la Galia meridional, pero a consecuencia de la
reconciliación de Gontran con Childeberto, se vio

190 [415], V, 52; [366], 69; sobre los motivos que tenía Mauricio, [553],
55-57.
191 [568], 457-482; [299], 133-134.
192 [629], 14 y sigs.; GÖRRES en B.Z., XVI, 1907, 519 y sigs.; [524], 233-

236.
193 Sobre la importancia de la provincia bizantina, GÖRRES, op. cit., 516,

526 y sigs. Comentiolus, al que se encuentra en la guerra contra los


avaros, es conocido como gobernador de España por una inscripción
latina de Cartagena fechada en 589-590. GÖRRES, op. cit., 516-526 y sigs.
(inscripción latina de Cartagena con el nombre de Comentiolus, fechada
en 589-590). Véase S. II.
abandonado por sus partidarios y fue muerto a traición en
Comminges (marzo del 585).194 Mauricio trataba de servirse
de él para reforzar su alianza con Austrasia, pero no, como se
ha supuesto, para una penetración en la Galia, que hubiera
sido pura quimera.195
A partir del 591, la feliz terminación de su guerra con los
persas permitió a Mauricio consagrar todas sus fuerzas a la
defensa del Imperio contra los avaros y llevar a Europa una
parte del ejército de Oriente con su mejor general, Prisco.196
Baian, que se había mantenido tranquilo después de su
derrota en Andrinópolis (587), pero que preparaba su
desquite, se lanzó contra Singidunum, que puso a rescate, y
luego, enlazando con las hordas eslavas de Sirmium,
atravesó el Save por un puente de barcas, cruzó la Mesia,
alcanzó el Mar Negro en Anquiale, pero no atreviéndose a
atacar Constantinopla, se dirigió sobre Andrinópolis. Prisco
trató de detenerle, pero a consecuencia de su inferioridad de
fuerzas tuvo que encerrarse en Tzurulon (Tchorlu); luego,
ante la noticia de que una flota imperial iba a subir por el
Danubio, Baian entró en negociaciones con Prisco y se retiró
mediante la entrega de una indemnización poco importante
(592).197
Así dio comienzo una guerra que iba a durar diez años y
cuyo principal objetivo fue la posesión de los pasos del
Danubio. Parece que el propósito de Baian era llegar al Mar
Negro, como lo demuestra su expedición del 592 y la del 600,
cuando atacó la Dobrudja y sitió Tomi,198 con la intención
muy probable de impedir a las flotas imperiales la
penetración en el Danubio. Por el contrario, el objetivo de
Mauricio, que hubiera querido mandar personalmente su
ejército,199 y el de Prisco, era la ofensiva a fondo que
permitiera llevar la guerra más allá del Danubio y alcanzar a
los avaros y los eslavos en sus mismos territorios. El 593
penetró Prisco en Valaquia y se apoderó de los campamentos
en que los eslavos guardaban su botín. Por desgracia, los

194 [106], VI, 24; VII, 10, 27, 30-38; [524], 260-261; [423], 183-193
195 [524], 260 y 274; para las relaciones posteriores de Mauricio con
Austrasia el 602, GÖRRES en B.Z., XIX, 1910, 434 y sigs., según las
Epistolae Austrasicae, en M.G.E., III, 139 y sigs.; S. IV.
196 Para la fecha de su llamada (592), Baynes en Xenia, 32-42.
197 [254], VI. 4-5; HAUPTMANN, op. cit., 161.
198 [254], VII, 13.
199 Salió a la cabeza de su ejército y llegó hasta Anquiale, en donde,

cediendo a las solicitudes de los suyos, declinó el mando en Prisco (592).


[254], VI, 1-2; [254], 268-269.
motines de sus tropas y un ataqué de los avaros le impidieron
continuar su ofensiva (594-595). Mauricio le llamó y lo
reemplazó por su hermano, el inepto Pedro, que no pudo
atravesar el Danubio (596-597). Reintegrado el año 598 en
el mando, no pudo Prisco hacer otra cosa que reconquistar
Singidunum, desmantelada por los avaros, y hasta el 601 no
realizó su plan de ataque sobre la región transdanubiana.200
Después de la campaña de los avaros en Dobrudja, mal
defendida por Comentiolus,201 y de su súbita aparición
delante de Constantinopla, Mauricio tuvo que firmar un
oneroso tratado, pero con el propósito de romperlo.202
Concentró, por tanto, en Singidunum los dos ejércitos de
Prisco y de Comentiolus. Los avaros no pudieron impedir
que Prisco pasara todo su ejército a la otra orilla del Danubio
y el que por maniobras hábiles, en el curso de cinco batallas
mortíferas para los bárbaros, tan pronto formando a sus
tropas en cuadro para resistir a sus ataques como cargando
furiosamente contra ellos, los rechazara en desorden más
allá del Theiss, después de hacerles innumerables
prisioneros. Jamás Baian, que perdió a varios de sus hijos en
los combates y estuvo él mismo a punto de caer prisionero,
había sufrido semejante derrota. Hubiera sido suficiente
proseguir el avance en profundidad para destruir para
siempre el poderío de los avaros, pero los errores de
Mauricio y la indisciplina del ejército hicieron estériles las
victorias de Prisco.203
En unos cuantos meses la situación cambió por completo.
Mauricio volvió a destituir a Prisco y lo reemplazó con Pedro;
éste, después de haber pasado el verano del 602 en la
inacción, hizo que una parte de sus tropas cruzara el Danubio
y realizara una gran matanza de bárbaros, pero cuando estas
fuerzas regresaban cargadas de botín recibieron orden de
Mauricio de invernar al otro lado del río.204 Inmediatamente
se sublevaron y franquearon el Danubio, a pesar de la
oposición de su jefe; pidió Pedro a Mauricio que revocara la
orden, pero el basileus se negó a ello y las fuerzas, en plena
rebelión, proclamaron exarca a uno de sus centuriones,

200 [254], VI, 6-9, VII, 1, 10-11.


201 [254], VII, 13-14.
202 [254], VII, 5. Según el tratado firmado en Drizipara, el Danubio debía

formar la frontera común y el tributo se aumentaba en 20.000 áureos.


Según HAUPTMANN, op. cit., pág. 169, Mauricio ignoraba el estado de
inferioridad en que se encontraban los avaros, diezmados por la peste.
203 [254], VII, 7-11, VIII, 1-4; [251], 276.
204 [254], VIII, 5-6.
llamado Focas, y con él al frente marcharon sobre
Constantinopla.205 Por anticipado estaba perdida la causa de
Mauricio: detestado y escarnecido públicamente. ya no tenía
ningún prestigio.206 Las facciones del Circo (demos), a las
que había encomendado la defensa de la ciudad, lo
abandonaron. El 22 de noviembre, cuando ya se acercaban
los sublevados, Mauricio huyó con su familia y se refugió en
una iglesia cercana a Nicomedia. Al día siguiente era
proclamado emperador Focas, y el 27 de noviembre,
Mauricio y cinco de sus hijos conducidos a Calcedonia,
donde fueron ejecutados.207

205 [254], VIII, 7-8.


206 [254], VIII, 4; [251], 283; [124], fr. 218. Invectivas rimadas contra
Mauricio en B.Z., XXI, 1912, 34-35. Para la decadencia de la autoridad
imperial, [384], 137-138.
207 [254], VIII, 8-13; [251], 287-289; [384], 138-139; 5. IV.
4 PRIMER DESMEMBRAMIENTO
DEL IMPERIO (602-642)

A
pesar de los obstáculos que habían encontrado tanto
Mauricio como sus dos predecesores, pudieron
salvaguardar la extensión territorial del Imperio, tal
como la recibieron de Justiniano, y hasta mejorar la
situación de sus fronteras. El 602, el peligro persa
había desaparecido, los lombardos quedaban neutralizados
y la confederación de los avaros había sido mortalmente
herida. Pero la turbulenta situación interna hizo inoperantes
estas victorias. Durante los ocho años que duró el reinado de
Focas, todos los resultados obtenidos se pusieron de nuevo a
prueba, y en el momento en que Heraclio se apoderaba del
solio, el Imperio estaba amenazado de disolución. Ante la
abrumadora tarea que les incumbía, tanto este emperador
como los príncipes de la dinastía que fundó lucharon con
sobrehumana intrepidez y, a veces, pareció que alcanzaban
el triunfo decisivo, pero la experiencia no tardó en
demostrarles que la concepción de un Imperio universal,
sostenido solamente con las fuerzas de que disponía
Constantinopla, ya no respondía al estado del mundo. Los
Heráclidas, a su pesar, fueron los que liquidaron la política
de Justiniano. Obligados a sacrificar las provincias
exteriores, lograron, al menos, salvar Constantinopla, y el
mismo repliegue a que fueron constreñidos les permitió
defender con más facilidad las dos rutas de invasión que
partían del Danubio y de Oriente. Este período, que estuvo
marcado por una reforma del Estado, cuyas instituciones
fueron adaptadas a las nuevas condiciones de vida, tiene, por
tanto, una decisiva significación en la historia de Bizancio; el
antiguo orbis romanus ha pasado; el Imperio de Oriente se
estructura dentro de su verdadero marco geográfico.208
Soldado inculto salido de la tropa, temperamento
despótico, colérico, cruel y vindicativo, Focas se apoyó en los

208 Cf. Introducción y BRÉHIER, L. en J.S., XV, 1917, 401-402.


elementos inferiores del ejército y en los grupos demagógicos
de las grandes ciudades representados por los demos. Tuvo
en contra a la aristocracia administrativa y a una parte de los
jefes militares, a los que trató de atraerse como a Prisco, el
vencedor de los persas y de los avaros, al que hizo yerno
suyo.209 En Italia, donde era impopular Mauricio, la nueva
situación fue acogida con transportes de entusiasmo210 y aun
hoy pueden verse los restos de la columna triunfal erigida en
el Foro romano el 608 en honor de Focas.211 Como éste hacía
profesión de ortodoxia, mantuvo las mejores relaciones con
el papa Gregorio Magno (quien murió el 604 después del
triunfo de su política pacífica con respecto a los
lombardos),212 así como con sus sucesores. Focas prohibió al
patriarca de Constantinopla usar el título de ecuménico y
reconoció que la Sede de San Pedro era “cabecera de todas
las iglesias’'.213
De Oriente fue de donde vinieron las dificultades. La
rebelión de Narses, que se apoderó de Edesa y de Hierápolis,
fracasó por completo.214 Más grave resultó la hostilidad del
rey persa Cosroe II, que sólo esperaba una oportunidad para
recuperar todas las concesiones que había hecho al Imperio.
Presentándose como vengador de Mauricio, protegió a un
aventurero que se hacía pasar por el desdichado Teodosio
(605),215 y luego puso sitio a la fortaleza de Dara, la llave del
Imperio, que había tenido que devolver, y la reconquistó al
cabo de un año, abatiendo sus murallas (604-605).216 La
frontera quedaba así abierta: un ejército persa mandado por
Schahin invadió la Armenia romana, se apoderó de
Teodosioupolis (Erzerum) (607), sitió Cesárea de Capadocia
e hizo avanzar a sus batidores hasta el Bósforo, en Calcedonia
(610); otro ejército, el mandado por Schahrbaraz, sometía las

209 El 607. Para el ridículo incidente del Hipódromo, [251), 294.


210 Reg. Greg., XIII, 34. Para la recepción de los iconos imperiales, [415],
V, 70
211 H. LECLERCQ en D.A.C., XIV, 1939, 749 y sigs. (inscripción del exarca

Smaragdus).
212 Reg. Greg., XIII, 41, 42, 43; para el tenor de estas cartas, [305], 211-

212. Para la tregua con los lombardos (603), Reg. Greg., XIII, 36 y [415],
V, 52-53.
213 R.K.O.R., 155; [152], I, 316; [199], IV, 36 (mayo del 609); R.P.R.,

1995.
214 [251], 291-293; [254], VIII, 15. Narses se rindió a Domentiolus.

hermano de Focas, fiándose de un salvoconducto, pero a su llegada a


Constantinopla fue quemado vivo.
215 [251], 288-291.
216 [251], 292-293; [170], II, 378.
ciudades de la Alta Mesopotamia, Mardin, Amida y Ecesa.217
Todavía aumentó más la confusión en Oriente por las
medidas que Focas, cerradamente ortodoxo, tomó contra los
monofisitas en Siria y en Egipto, sin que. por otra parte,
pudieran considerar éstos a los persas como liberadores, ya
que iban seguidos de sus obispos nestorianos.218
En Constantinopla, Germán, que con gran disgusto había
visto cómo se le escapaba el Imperio, fomentó dos conjuras
sucesivas para derribar a Focas. La primera, al comienzo del
reinado, llevaba al frente a la emperatriz Constantina, viuda
de Mauricio, y a sus tres hijas, y terminó en un motín de las
facciones, que fue reprimido de manera relativamente
benigna.219 En la segunda, participaron varios altos
dignatarios, que fueron denunciados por un traidor y
condenados a muerte igual que Germán, Constantina y sus
hijas (605).220
En provincias reinaba una verdadera anarquía. La
invasión persa había exasperado el odio secular entre
cristianos y judíos y estos últimos eran acusados de ayudar a
los persas, a los que consideraban como liberadores; además
se mezclaban en las contiendas de las facciones del Circo
para poder asesinar impunemente a los cristianos.221 El 608
estalló una guerra civil en todas las ciudades de Siria y el
desorden aumentó aún por la sublevación de los monofisitas
contra los edictos imperiales. La represión fue confiada a
Bonoso, conde de Oriente, y resultó particularmente cruel en
Antioquía y en Laodicea.222 Luego se rebelaron, a su vez, los
judíos de Antioquía y mataron al patriarca Anastasio
(septiembre del 610), sin que Focas, destronado el 5 de
octubre siguiente, tuviera posibilidad de reprimir estas
turbulencias.223
Cansados, al fin, de aquel régimen abyecto, los
descontentos encontraron un caudillo resuelto en la persona
de Heraclio, exarca de África, que había realizado una
brillante y gloriosa carrera en los ejércitos de Mauricio y que,

217 [21], 24; [238], 290-292; [384], 140; [503], III, 10-12.
218 [394], 369-375; [545], 274-276; [415], V, 71-73.
219 [251], 293 (Germán y las princesas fueron encerrados en
monasterios).
220 [251], 295; [585]; para las fechas y las confusiones de Teófanes, [585],

305 y sigs.
221 Por su propia confesión, [74], 39; [475], V, 74.
222 Examen critico de la cronología de Teófanes por KULAKOVSKY en V.V.,

XXI, 1914, 1-14. Cf. BRÉHIER, L., en J.S., XV, 1917, 404-406.
223 [257], 296; [594], 372; [475], V, 74-75.
llamado por el mismo Prisco y por numerosos miembros de
la aristocracia, organizó el 608 una expedición mandada por
su sobrino Nicetas y dirigida sobre Egipto, cuyas fuerzas le
parecían necesarias para el éxito de su empresa. Cuando
Nicetas se adueñó de Alejandría y pudo sostenerse allí, a
pesar de la llegada de Bonoso, que fue obligado a
reembarcarse, el exarca equipó una flota mandada por su
hijo Heraclio, que se presentó delante de Constantinopla el 2
de octubre del 610, penetró en el puerto Sofiano que los
verdes le entregaron, mientras Focas, abandonado por todos,
se refugiaba en una iglesia, de donde fue sacado al día
siguiente para ser ejecutado.224 El mismo día, Heraclio, el
hijo del exarca, era coronado emperador por el patriarca.225
Pero la caída de Focas no contuvo la tempestad que se
abatía sobre el Imperio y le arrebató en algunos años todas
sus provincias de Oriente: el 611 Schahrbaraz se apoderó de
Antioquía y la acción defensiva improvisada por Heraclio
con ayuda de Prisco y de Filípico, el 612, no pudo impedir a
los persas invadir Siria y tomar Jerusalén (5 de mayo del
614), de donde se llevaron al patriarca y a los habitantes en
cautiverio, apoderándose de la reliquia de la Vera Cruz.226 El
615, cruzando Asia Menor sin hallar resistencia, Shahin se
apoderó de Calcedonia. Heraclio trató de negociar y por
orden suya envió el Senado una carta a Cosroe, pero no
obtuvo ninguna respuesta.227 La conquista de Egipto, de
donde procedía el trigo que alimentaba a Constantinopla y la
toma de Alejandría (617-619), completaron la angustiosa
situación del Imperio.228 El antiguo dominio de los
Aqueménidas parecía restablecido y parece que Heraclio
había pensado en refugiarse en Cartago.229 En aquel
momento los reyes visigodos Sisebuto y Suintila arrebataron
a Bizancio sus lejanas posesiones de España,230 y por la
frontera del Danubio, que ya no estaba defendida,

224 [368], 517-519; [535], 25-41; [503], III, 18-27; [415], V, 76-77.
225 El 5 de octubre del 610, en el interior del Palacio y, al mismo tiempo,
se celebró su matrimonio con Eudoxia, [251], 299. Había querido
conceder la primacía a Prisco, [182], 5.
226 [251], 299-301; [228], 64-70; para la toma de Jerusalén, relato de

Antíoco el Estratega en R.O.C., 1897, y E.H.R., 1910; [585] 58-66; [503],


III, 33-39; [384], 144; [415], V, 79-82.
227 Texto en [50], P.G., [92], 992-996; cf. [228], 78-79; [503], III, 40-43
228 [251], 301; [21], XXII-XXIII; [585], 77-82; [503], III, 46-48; [415], V,

83.
229 Detalle conocido únicamente de Nicéforo, [182], 12.
230 GÖRRES, en B.Z., XVI, 1907, 530-532; [415], V, 237-238; [368], 531.
penetraban los avaros y los eslavos, que reanudaban sus
incursiones. Los eslavos se entregaban a la piratería en el
Mediterráneo, y el ejército de los avaros, mandado por el
nuevo khagan, hijo de Baian, se presentaba delante de
Constantinopla (junio de 617), tratando, con el pretexto de
negociar, de atraer a Heraclio a una trampa, mientras
sometía los suburbios de la ciudad y el barrio de Blaquernas
a un sistemático saqueo.231
Heraclio, que tenía 35 años cuando ascendió al trono, que
estaba dotado de brillantes cualidades y pleno de
entusiasmo, emprendió con verdadera valentía la
abrumadora tarea de restaurar el Imperio, restableciendo el
orden, reformando el Estado, reorganizando el ejército y
reconquistando a los persas las provincias perdidas. Todavía
con mayor firmeza que Mauricio subordinó toda su acción
política al ataque contra Persia, pero antes le era
indispensable organizar su gobierno, procurarse recursos
económicos y reclutar y adiestrar un nuevo ejército. En esta
obra interior, que no es bien conocida, fue ayudado por la
Iglesia y por el patriarca Sergio.232 Como deseaba fundar una
dinastía, asoció a sus dos hijos mayores al Imperio en cuanto
nacieron y confió a sus parientes, a sus hermanos y a su
primo Nicetas las más elevadas funciones del Estado.233
Después de la muerte de Eudoxia (612), casó Heraclio en
segundas nupcias con su sobrina Martina (614), de la que
tuvo nueve hijos, pero este matrimonio, prohibido por los
cánones, disminuyó su popularidad.234
Entregado por entero a sus proyectos de ofensiva contra
Persia, Heraclio dedicó varios años a reorganizar un potente
ejército bien aguerrido, entrenándolo por medio de
frecuentes ejercicios, acicateando su entusiasmo con
proclamas que presentaban la futura expedición como una
guerra santa y decidiéndose él mismo a tomar el mando de
sus fuerzas después de haber designado a su hijo
primogénito como su sucesor, confiando su tutela al
patriarca y al magister militum Bono.235

231 [585], 95-97; [503], III, 53-56; para la fecha, BAYNES en B.Z., XXI,
1912, 110-128
232 [415], V, 85-86; R.K.O.R., 165, 173-176. Recurrió a los tesoros de la

Iglesia.
233 Nicetas fue sucesivamente prefecto augustal, conde de los excubitoris

(centinelas, veladores) y exarca de África, [368], 524-525.


234 [251], 300; [182], 14-15.
235 [585], 103-104; [503], III, 58-63. El Strategikon, que por error se

atribuyó a Mauricio, parece reproducir la organización del ejército de


En vez de tratar ante todo de recobrar Siria y Egipto,
Heraclio resolvió atacar Persia en el mismo corazón de su
poderío, arrastrando contra ella a los belicosos pueblos de
Armenia y del Cáucaso. Tardó seis años en realizar esta
concepción digna de Aníbal, que le convierte en el mayor
estratega que produjo el Imperio romano desde Trajano.
Su primer objetivo fue liberar Asia Menor y penetrar en
Armenia, para reforzar su ejército. Este resultado fue logrado
en su primera campaña (622). Después de haber rodeado las
posiciones de Schahrbaraz en Capadocia, lo empujó sobre el
Antitauro, luego penetró en Armenia y desde allí, en la
primavera del 623, invadió repentinamente la Media
Atropatena (Azerbaidjan), estuvo a punto de hacer
prisionero al mismo Cosroe en Gandzak (Tabriz) y fue a
invernar en Transcaucasia, en el valle del Cyro.236
Los persas contestaron a este ataque con una temible
contraofensiva. Aunque el 624 les había infligido Heraclio
tres derrotas y se habla apoderado del campamento de
Schahrbaraz, cerca del lago de Van, no pudo penetrar en su
territorio y hasta se vio obligado, después de haber sostenido
una dura lucha contra Schahrbaraz en la comarca de las
fuentes del Éufrates, a replegarse a Cilicia y luego a la línea
del Halys (Kyzil-Irmak) (625).237 Cosroe realizó entonces un
supremo esfuerzo para obligar a su adversario a abandonar
su empresa. El 626, después de haber concluido una alianza
con los avaros, intentó una diversión sobre Constantinopla.
Mientras que Schahrbaraz ocupaba Calcedonia y Schahin
atacaba a Heraclio, los avaros se presentaron ante la ciudad
imperial (29 de junio) y, después de inútiles tentativas de
negociación, comenzaron su sitio; pero los defensores
resistieron los terribles asaltos que tuvieron lugar desde el 2
a 17 de agosto y, después de haber incendiado sus máquinas
de guerra, el khan se batió en retirada238 y el pueblo dio
gracias a la Panagia. que había salvado a la ciudad.239
Sin dejarse contener por esta diversión, Heraclio había
dejado a su hermano Teodoro frente a Schahin y,

Heraclio y contraerse a la fecha anterior a la expedición contra Persia,


como lo demuestra DARKO en B.N., XII, 1937, 119 y sigs. Cf. [300]; [415],
V, 90-92.
236 [251], 302-308; [228], 80-81; [206], II, 217-358; [208], II, 167-230.

Relatos de la guerra: [384], 146-151; [585], 111-182; [503], III, 61-120.


237 [251], 312-314.
238 [207]; [245]; [251], 315-316; [503], III, 408-409; [617], 1-12.
239 [50], a. 6134, 1016; [415], V, 95-96 y 496 (cuestión del himno
Acathista).
remontando hacia el Norte llegó al Lazico, hizo alianza con
el pueblo turco de los kazaros, que no pudieron ayudarle a
tomar Tiflis, y comenzó a invadir Persia, descendiendo por el
valle del Tigris (diciembre del 627). Su victoria sobre un
ejército persa junto a las ruinas de Nínive, le abrió el camino
de Ctesifonte y, apoderándose sucesivamente de los paraísos
y los palacios reales, llegó a pocas leguas de la capital (febrero
del 628).240 Allí tuvo noticia del destronamiento de Cosroe
por uno de sus hijos, Kawadh, que se apresuró a concluir la
paz con él (3 de abril).241 Los persas evacuaron en seguida
Armenia, pero Schahrbaraz, que se había sublevado,
conservó Siria y Egipto hasta el verano de 629.242 Después de
regresar triunfalmente a Constantinopla (agosto del 629),
Heraclio fue a recibir la Vera Cruz, que él mismo llevó hasta
Jerusalén (marzo del 630).243
En algunos años había resuelto Heraclio un problema
secular. Las dos potencias que amenazaban el Imperio sobre
sus dos frentes estaban abatidas. El Estado sasánida se
debatía en medio de guerras civiles; el de los avaros no había
podido restablecerse de la derrota del 626 y era incapaz de
impedir que sus vasallos eslavos, hunos y búlgaros se
emanciparan de su yugo. Aprovechando Heraclio estos
acontecimientos, se alió con Kowrat. considerado como el
antepasado de los khanes búlgaros (636)244 y, no pudiendo
expulsar a los eslavos establecidos desde comienzos del siglo
VII en Dalmacia, en Istria, en Mesia y hasta en Macedonia,
tomó al servicio del Imperio las dos tribus yugoslavas de
serbios y de croatas, que fueron instaladas en Iliria245 y
comenzaron a convertirse al cristianismo. El Danubio y el
Éufrates se convertían, de esta manera, en las fronteras del
Imperio.
Pero la victoria no había allanado las dificultades
internas. Durante los años siguientes a su regreso a

240 [251], 317-327; [228], 84-87


241 [238], 356-361; [50], a 6136, 1017, 1019 (texto de la carta de Heraclio
al senado)
242 La evacuación de aquellas provincias fue concertada en una entrevista

que tuvieron Heraclio y Schahrbaraz en Arabyssos (Capadocia) (julio de


629), [415], V, 99-100
243 [251], 328-329; [228]. 90-91: [503], III, 427; [657], 838-839, 852-

853; [415], V, 99-100.


244 [133], 580; [602]. 13-16; [415], V, 107.
245 Este acontecimiento nos es conocido por el De administrando

Imperio, 29-32. Sobre las discusiones a que dio lugar este testimonio,
[397], 6-9; [415], V, 146-149.
Constantinopla, dictó Heraclio una serie de disposiciones
importantes que constituyeron una verdadera reforma del
Estado. Fue entonces cuando en los protocolos aparece con
título de basileus, que hasta entonces no había tenido valor
oficial alguno,246 y entonces, también, dispone la sucesión al
trono, a fin de impedir rivalidades entre los hijos de sus dos
matrimonios,247 y reconstituye las fuerzas militares sobre
nuevas bases. Su victoria le había puesto en posesión de
aquellos territorios de Armenia y del Cáucaso, cuyos
belicosos pueblos proporcionaban al Imperio sus mejores
soldados. Heraclio convirtió a Armenia en un territorio de
reclutamiento y puso a su frente miembros de la nobleza
indígena, confiriéndoles poderes militares y civiles. Tal fue el
origen del thema de los Armeníacos.248
De esta manera, y en todos los terrenos, trató Heraclio de
lograr el orden y la unidad, pero, al igual que sus
predecesores, el deseo de extender este intento al dominio
espiritual le condujo a errores irreparables. Dos graves
dificultades solicitaban su atención: la cuestión de los judíos,
que al socaire de las disputas entre los demos se sublevaban
y mataban a los cristianos y a quienes se acusaba con razón
de haber favorecido la invasión persa al comienzo del
reinado de Heraclio,249 y el perpetuo problema monofisita.
que continuaba agitando las provincias orientales. La
ocupación de éstas por los persas durante muchos años había
dado por resultado la huida o la expulsión del clero ortodoxo,
y, en Egipto, particularmente, el triunfo de los jacobitas.250
Por lo que hace a Heraclio, no parece que las
disposiciones que tomó contra los judíos se debieran a
fanatismo religioso. El 630 les prohibió vivir en Jerusalén,
pero seguramente para evitar turbulencias y represalias
inevitables,251 y no halló otra solución para asimilarlos a los
habitantes del Imperio que obligarles a bautizarse, más

246 [325], 172 y sigs. Véase 5. I, 49 y sigs.


247 [415], V, 107, de acuerdo con la cronología establecida por VOLOTOV
en V.V., XIV, 1907, 74-76.
248 [503], III, 396-398, resumido en J.S., XV, 1917, 412; DARKO en

A.C.E.B., V, 1939, 92-93.


249 [415], V, 108-109; BRATIANU, G. I., en R.H.S.E., XVIII, 1941, 49-67.

Después de la toma de Acre (Tolemaida) por los persas, los judíos


demolieron las iglesias y asesinaron a los cristianos. Véase B.Z., XX, 574.
250 [415], V, 88-89 y 111; [170], II, 379-381.
251 En Tiberíades fue hospedado Heraclio por un notable judío. [251].

328; [503], III, 116-118; hechos legendarios narrados por Eutiquio, 1088-
1090.
publicó su edicto al respecto en vísperas de producirse la
invasión árabe, el 634,252 no haciendo con ello otra cosa que
exasperar el odio de los judíos contra los cristianos.
Consecuencias todavía más nefastas tuvieron las
disposiciones que dictó, impulsado, es cierto, por el patriarca
Sergio, para establecer la unidad religiosa. Sergio creyó
haber encontrado una fórmula bastante aceptable para que
los jacobitas se adhirieran al Concilio de Calcedonia,
manteniendo la tesis doctrinal de que la unidad de la persona
de Cristo suponía en El una sola manera de actuar, es decir,
una sola actividad, ενέργεια,253 Confiando en esta doctrina,
Heraclio la hizo propagar por Armenia, donde la adhesión al
dogma monofisita era un obstáculo para la lealtad hacia el
Imperio.254 Importante adhesión fue la de Cyro, obispo de
Fase, a quien el emperador designó patriarca de Alejandría
el año 631, concediéndole poderes civiles para restablecer el
orden en Egipto.255 Igual propaganda se llevó a cabo en todo
el Imperio, pero a ella se opuso el patriarca de Jerusalén
Sofronios, y el monje Máximo,256 mientras el papa Honorio,
consultado por Sergio, se mostraba favorable a su
doctrina.257 De esta manera quedaban divididos los espíritus,
y un edicto imperial sobre la fe (fines del 634) fue bastante
mal acogido; en aquel momento comenzó la invasión
árabe.258 Ya no se trataba, ante ella, de una cuestión de
ortodoxia, sino de la existencia misma del cristianismo.
Lejos de ser consecuencia de un plan sistemático, la
invasión árabe se debió, sin duda, a la fuerza expansiva de la
nueva creencia religiosa y, sobre todo, a la debilidad de
resistencia que encontraron los conquistadores a su paso.
Aun antes de aparecer el Islam, no eran raras las algaras de
beduinos en las fronteras romanas y persas y, por otra parte,
sin contar las caravanas de comerciantes y las tribus
nómadas que recorrían las comarcas limítrofes
constantemente, tanto la Mesopotamia persa como Siria
tenían ya en su territorio una fuerte proporción de árabes

252 [415], V, 110-111.


253 [394], 391-393.
254 [415], V, 113-117. Sobre el carácter nacionalista de esta oposición,

[512], 137.
255 [251], 330; [229], 489-492 (vida del patriarca jacobita Benjamín).
256 [415], V, 118-120; [394], 602-603.
257 Cartas de Sergio y Honorio en M.C., XI, 533-544; H.L., IV, 243-247;

[415], V, 121-123.
258 R.K.O.R., 205; [251], 330.
establecidos allí.259 Así, pues, no eran novedad las
incursiones islamitas en tierras de ambos imperios, que
comenzaron aún en vida de Mahoma, pero después de la
muerte del profeta, una vez que Arabia se convirtió casi
totalmente al Islam, tales expediciones adquirieron mayor
amplitud. En aquel momento, hacia el 634, la tribu de los
Bakr destruía el Estado árabe cristiano de los Jajmidas,
vasallo de Persia, y fuerzas mandadas por el ommiada Yezid
penetraban en Palestina y derrotaban a las tropas
apresuradamente reclutadas por Sergio, gobernador de
Cesárea, que murió en el curso de un combate.260
De esta manera, los árabes se decidieron a llevar más
adelante su penetración e invadieron al mismo tiempo Persia
y la Siria romana, después de haber recibido refuerzos. En
Persia, las fuerzas del rey Iezdegir no se pudieron sostener
ante la oleada de los invasores; la victoria de los árabes en
Qadisiya les entregó Ctesifonte, la de Nejavend, al sur de
Ecbatana, completó la derrota del último sasánida (637), que
se refugió en Transoxiana, en donde fue muerto el año 651.261
En Siria los árabes, que habían continuado su avance y
conquistado Damasco, retrocedieron ante la proximidad del
poderoso ejército enviado por Heraclio, pero a consecuencia
de las discordias que dividían el mando bizantino y de la
traición de un cuerpo de árabes cristianos, la batalla que se
libró a las orillas del Yarmuk (20 de agosto del 636) fue un
desastre para el Imperio y produjo la evacuación de Siria,
cuyas ciudades cayeron todas en poder del enemigo. 262 A
fines del 637 capitulaba Jerusalén, y el califa Ornar hacía allí
su entrada en febrero del 638;263 luego cayeron en manos de
los árabes Antioquía, Cesárea, Edesa y la Mesopotamia
romana (639)264 A fines del mismo año entraba Amru en
Egipto.
En vez de rectificar ante una catástrofe de tal magnitud.
Heraclio prosiguió la quimera de atraer a los jacobitas a la
ortodoxia, a fin de combatir sus tendencias al separatismo.
Como el monoenergismo había producido resultados
insuficientes, se promulgó a fines del 638 un nuevo edicto
dogmático, la Ekthesis (exposición). Redactado por Sergio y
259 [396]
260 [384], 186-189.
261 [384], 190-192; [228], 99-100; [503], III. 424-430.
262 [251], 338; [228], 97-98; [170], II, 420-424; [384], 192; [415], V, 128-

130.
263 [657], II. 930-932; [251], 339; [92], 1099; [170], II, 425-426.
264 [251], II, 340; [170], II, 167.
por el higumeno Pirro, que iba a sucederle. el edicto afirmaba
la armonía entre la voluntad divina y la voluntad humana de
Cristo, que desembocaba en una voluntad única. 265 En lugar
de apaciguar los espíritus, esta doctrina monotelista no hizo
sino dividirlos mucho más, sin lograr el asentimiento de los
jacobitas. y provocó un nuevo conflicto entre los papas y
Constantinopla.266
La conquista de Egipto, que duró menos de tres años
(diciembre del 639- julio del 642), no había sido
premeditada en modo alguno por Amru, que salió con 4.000
hombres para hacer una simple demostración, pero no
encontrando ninguna resistencia, pidió refuerzos a Omar y,
después de haberse apoderado de Pelusium, en vez de
meterse en la red de las bocas del Nilo y de los canales, se
dirigió a través del desierto hasta el extremo del delta, a
Heliópolis, en donde derrotó a la guarnición de la fortaleza
de Babilonia (julio del 640), que sitió seguidamente.267 Esta
llegada inesperada de los árabes expandió el terror en todo
Egipto, mal defendido por tropas poco experimentadas.
Presas del pánico, los habitantes de las ciudades se
refugiaron en Alejandría. El patriarca Ciro, que había abierto
negociaciones con Amru, fue llamado a Constantinopla y
cayó en desgracia;268 el bloqueo de Alejandría ya duraba
desde hacía varios meses cuando Heraclio murió el 11 de
febrero del 641, dejando en plena confusión el Imperio, al
que, en un principio, había sabido salvar. 269
Su misma sucesión, que había dispuesto con el fin de
evitar las rivalidades, dio lugar a turbulencias que agitaron el
Imperio durante todo un año y que acabaron en tragedia; el
suplicio de Martina y de su hijo Heracleonas, como
consecuencia de una sublevación del ejército de Asia,
mientras que Constante, el hijo del Nuevo Constantino, que
tenía once años, se convertía en único Augusto bajo la tutela
del patriarca y del senado (noviembre del 641).270

265 Texto en M.C., X, 991-998: H.L., III, 1, 388 y sigs. Sobre la doctrina
monotelista, [394], 408-410; [415], V. 131-132.
266 [415], V, 132-134. Para la violencia sobre el papa Severino, [7521, I,

324-328.
267 [384], 193-194; [133], 556-570; sobre las fuentes BROOKs en B.Z., IV.

1895. 435 y sigs.; [543], 9, 28 y sigs., 118; [600]. 241-245, X. AMÉLINEAU


en R.H., CXIX, 1915, 305 y sigs.
268 [182], 24-25 ; [251], 338 ; [341], 137-138 ; VOLOTOV en V.V., XIV, 1907,

98-102
269 [251], 341; [182], 27.
270 [415], V, 143-145; [503], III, 171-181.
El comienzo del nuevo reinado fue señalado por la
pérdida definitiva de Egipto. Después de la toma de la
ciudadela de Babilonia (9 de abrí: del 641) y de Nikiu (3 de
mayo), seguidas de la sumisión del Alto Egipto, Alejandría
resistió sola todavía, pero las disensiones entre los caudillos
y los motines de las facciones dificultaban su defensa. 271
Enviado de nuevo a Egipto con plenos poderes el patriarca
Ciro, sólo llegó para firmar con Amru un tratado de
capitulación (noviembre), pero la evacuación definitiva sólo
se realizó once meses después, el 29 de noviembre del 642.272

271[133], 570.
272 [133], 562-578; [341], 323-326 y sobre la identificación de Ciro con el
Al-Mokausis de las fuentes árabes, 508-526; [415]. V, 153-155.
5
LIQUIDACIÓN DEL
IMPERIO ROMANO UNIVERSAL
(642-718)

L
a existencia de un imperio universal que dominara a
la vez el Occidente y el Oriente estaba vinculada a la
posesión de Egipto. Así lo habían comprendido
Augusto y sus sucesores. Después de la pérdida de
esta fuente de riqueza y de poder, el Imperio se veía
constreñido a los límites del dominio geográfico de
Constantinopla. Pero ante todo tenía que salvar su existencia
y ésta fue la tarea de los tres primeros Heraclidas.
En efecto, la conquista de Egipto no había detenido la
ofensiva árabe que atacaba todas las fronteras romanas a la
vez: conquista por Amru de Cirene, de la Pentápolis y de
Trípoli, penetración árabe en el oasis de Fezzan (642) ;273
después de la toma de Cesárea de Palestina (mayo del 641)
tuvo lugar la invasión de Cilicia; luego, el 647, la de
Capadocia por Moavia, gobernador de Siria, que alcanzó
Frigia, mientras que uno de sus lugartenientes penetraba en
Armenia y destruía la fortaleza de Dwin.274
Contra estos múltiples ataques, la reacción del gobierno
imperial fue, al principio, bastante débil. Una expedición
enviada a Egipto logró recuperar Alejandría, pero no pudo
mantenerse allí (645-646).275 Más violenta fue la lucha en
Armenia, donde se trataba de conservar una fuente esencial
de reclutamientos militares; la situación parecía tanto más
favorable al Imperio cuanto un gran número de caudillos de
clanes y de nobles había emigrado a Constantinopla y
ocupaba altos cargos, pero la obstinación del gobierno
imperial de querer someter a la Iglesia armenia al
patriarcado bizantino e imponerle el reconocimiento del
Concilio de Calcedonia276 produjo tal oposición al Imperio

273 [133], 578; [92], 1112; [503], III, 193


274 [170], II, 441-444; [228], 108-110; [503], III, 189-202; [415], V, 156.
275 [92], 1112; [415], V, 155; [503], III, 193.
276 [228], 105-108, 191, 199; [503], III, 205. Al edicto de Constante

imponiendo la adhesión al concilio de Calcedonia, R.K.O.R., 227,


contestó el concilio de Dwin (651) con una negativa, [228], 112.
que el 653 el jefe del ejército armenio, Teodoro Rechtuni,
trató con Moavia y de esta manera abrió el país a los
árabes.277 La expedición del basileus Constante, que fue
personalmente a Armenia y obtuvo la sumisión del
katkolikos Nerses II y de gran número de nobles, devolvió
algún prestigio al Imperio278 pero las victorias de Moavia en
Asia Menor (657-661) separaron por mucho tiempo la Gran
Armenia de Bizancio, que únicamente conservó una parte de
la antigua Persarmenia279 y continuó reclutando a muchos
armenios y georgianos en sus ejércitos.
La política religiosa de Constante tuvo consecuencias
todavía más nefastas en Occidente. A lo largo de las luchas
religiosas había sido la Iglesia de África el baluarte de la
ortodoxia,280 y esto explica la agitación que se produjo en la
provincia cuando numerosos egipcios monofisitas, huyendo
de la invasión árabe, se refugiaron en ella. El exarca Jorge,
con ayuda del monje Máximo, emprendió la tarea de
convertir a la ortodoxia, de buen o mal grado, a los recién
llegados.281 Por otra parte, los papas Juan VI (640-642) y
Teodoro I (642-649) no cesaban de manifestar su
reprobación a la Ekthesis, que se había suspendido durante
el breve reinado de Constantino III (12 de febrero-25 de
mayo del 641), pero que entonces era de nuevo ley del
Imperio. A consecuencia de una gestión del papa Teodoro en
Constantinopla, tuvo lugar en Cartago una disputa pública
entre Máximo y el patriarca Pirro (julio del 645), y este
último se declaró convencido por las razones expuestas por
su adversario, se dirigió a Roma y allí abjuró la doctrina
monotelista en presencia del papa Teodoro.282
Este efecto teatral estuvo lejos de producir la paz.
Algunos concilios provinciales celebrados en África
condenaron el monotelismo y luego la agitación adquirió un
carácter político. El exarca Gregorio, sucesor de Jorge, se
sublevó (647), fue proclamado emperador y, cuando se

277 [512], 200; [228], 134; sobre las confusiones de Teófanes a este
respecto, véase PEETERS en B.N., VIII, 1933, 405-423; [503]. III, 205.
278 [228], 133-138; [512], 201
279 Los árabes volvieron a Armenia en el 655, [228]. 145-148; [512], 202.
280 AUDOLLENT Aug. en D.H.G.E., I, 705-861 (África).
281 Durante su gobierno (mayo-noviembre del 641), Martina hizo

suspender esa propaganda y destituyó al exarca Jorge. R.K.O.R., 619;


[368], 565.
282 [415], V, 163-164: [394], 437; GRUMEL en E.O., XXX, 1927, 30; acta de

la disputa en M.C., 709-760. Cf. H.L., III, 1, 401-425. Pirro tuvo que
renunciar al patriarcado el 641, [251], 341; [182], 30-31.
dirigía a Safétula (Sbaïtla) para alzar a las tribus bereberes,
tuvo que hacer frente a una incursión árabe y pereció en el
combate. No por esto dejó África de mantenerse separada del
Imperio hasta el 660.283 Por otra parte, a consecuencia de los
concilios celebrados en África, el papa conminó al patriarca
Paulo a abjurar el monotelismo y, ante su negativa, lo
excomulgó (647), pero por un nuevo efecto teatral, Pirro
rectificaba su abjuración.284 La corte imperial creyó
encontrar una solución a estas dificultades, prohibiendo bajo
las penas más severas toda discusión en cuanto a la
existencia de una o de varias voluntades en Cristo (edicto
llamado Typos, la regla, 648),285 pero esta solución negativa
fue rechazada con indignación, y el papa Martín, sucesor de
Teodoro, reunió en la basílica de Letrán un concilio en el que
105 obispos condenaron a la vez la Ekthesis y el Typos
(octubre del 649).286 A esta protesta contestó el gobierno de
Constante con una intervención de fuerza: el papa fue
raptado violentamente de la basílica de Letrán por el exarca
de Rávena, Teodoro Kalliopas (junio del 653), embarcado
durante la noche a orillas del Tíber y conducido a
Constantinopla, a donde llegó el 17 de septiembre del 654.287
Acusado allí de alta traición288 fué tratado como criminal de
Estado, sometido a un tribunal laico, degradado
ignominiosamente del sacerdocio, encerrado en la cárcel del
Pretorio junto con los ladrones y asesinos y luego desterrado
a Querson, en donde murió, después de un largo martirio, el
16 de septiembre del 655, mientras Pirro era restablecido en
el patriarcado.289 Con verdadera crueldad ejercieron los jefes
monotelistas su venganza sobre Máximo, al que intentaron
sobornar para que se adhiriera al Typos, llegando incluso a
lograr que se le perdonara (septiembre del 656), y luego, ante
su negativa, lo encerraron en una prisión, en donde,
torturado con otros dos discípulos suyos, murió como mártir
el 13 de agosto del 662.290 Este proceder odioso provocó la

283 [251], 343; [170], II, 440; [277], 112; [368], 545-547; [299], 137.
284 [152], I, 332; V, 165-166.
285 R.K.O.R., 225; texto en M.C., X, 1029-1032; H.L., III, 1, 432, 434.
286 [152], I, 338: actas en M.C., X, 863-1170: H.L., III, 1, 434, 451; [615],

V. 166-169.
287 [415], V, 169-171 (para las fuentes, ídem, 170, 2).
288 Fue acusado de haber incitado a la rebelión al exarca Olimpo,

encargado de detenerlo en octubre del 649, [152], I, 337-338


289 [415], V, 171-173.
290 [415], V, 173-175 (para las fuentes, ídem, 173, 1. Véase M.P.G., XC.

109-172).
indignación de los contemporáneos y fue perjudicial para la
causa del monotelismo, que, ante el peligro árabe, acabó
Constante por abandonar.291 No hubo verdadera
reconciliación, pero cesaron las polémicas.
En efecto, el peligro era inminente. Se había producido
un hecho nuevo que iba a hacer todavía más temibles las
amenazas del Islam contra la cristiandad. Por primera vez
desde la conquista de Alejandría, una potencia asiática se
establecía de manera permanente en las orillas del
Mediterráneo,292 allí donde los persas no se habían podido
sostener sino unos pocos años y no tuvieron tiempo de
obtener muchos beneficios. Por el contrario, el gobernador
árabe de Siria, el koraiquita Moavia, se dio cuenta de la
capital importancia que tenía la guerra marítima y equipó el
año 649 una flota que fue a saquear la isla de Chipre, y se
apoderó de Arad (650) y de la costa de Isauria, en donde
organizó astilleros navales.
Después de una tregua de tres años firmada con el
Imperio, se produjo el saqueo de la isla de Rodas (654), el
ataque a la de Creta y a la de Cos (655) y, finalmente, la
primera tentativa de ataque a Constantinopla: mientras un
ejército invadía Capadocia, una flota, procedente de Tripoli
de Siria, se dirigía hacia los estrechos, derrotando en forma
aplastante a la escuadra imperial mandada por el mismo
Constante.293 De esta manera perdía Bizancio el dominio del
que poseía desde la destrucción del reino vándalo. La ruta de
Constantinopla quedaba abierta, pero la guerra civil que se
produjo entre los árabes después del asesinato del califa
Otman (17 de junio del 656)294 constriñó a Moavia a
renunciar a sus proyectos y le indujo a firmar un tratado, por
el que se reconocía tributario del Imperio (659).295
Proclamado califa en Jerusalén (julio del 660), Moavia
puso fin a la guerra civil y, después del asesinato de Alí (24
de enero del 661), su poder fue indiscutible, pero tuvo que
pasar varios años dedicado a transformar el Estado
patriarcal de los primeros califas en una monarquía
administrativa, que le valió el sobrenombre de Cosroe de los
árabes.296 Así, pues, no pudo, hasta el año 670, reanudar sus
291 [415], V, 176-177. En el 657, el papa Vitaliano notificaba su elección al
emperador, quien la aprobaba y enviaba su carta sinodal al patriarca.
292 [586], 19 y sigs.
293 [251], 343-346; [170], II, 441-442: [228], 110-111.
294 [384], 196-199.
295 296 R.K.O.R., 230; [251], 346-347; [170]. II, 450.
296 [509]. 66; [384]. 198-203.
proyectos sobre Constantinopla. Hasta qué punto supo el
Imperio aprovecharse de aquella etapa de calma es difícil
saberlo con exactitud, a causa de la pobreza de testimonios.
El 658, Constante dirigía una expedición contra los eslavos y
regresó con numerosos prisioneros;297 luego, el 660. salía
inesperadamente de Constantinopla y residía bastante
tiempo en Tesalónica y en Atenas. Desde allí, mandando un
importante ejército, compuesto sobre todo de armenios, se
hacía a la vela para Palia y llegaba a Tarento, desde donde
logró restablecer el orden en África; luego parece que
comenzó una ofensiva contra los lombardos, pero se limitó a
sitiar Benevento, que capituló (663).298 Después de una
visita a Roma, en donde fue recibido con gran solemnidad
por el papa Vitaliano,299 Constante se embarcó para Nápoles,
luego fue a Siracusa y allí fijó su residencia, dando órdenes
para que pasaran a aquella ciudad la emperatriz y sus hijos.
En Siracusa vivió cinco años, hasta que el 668 fue asesinado
en el baño por un oficial del palacio.300 Es difícil adivinar sus
verdaderos propósitos, pero la elección de Siracusa como
residencia parece indicar que quería organizar una base de
resistencia a los árabes, situándose entre las dos cuencas del
Mediterráneo, cerca de Cartago y de África.301
Entre tanto, una vez consolidado en el poder, Moavia
había reanudado sus ataques por tierra y mar contra el
Imperio,302 pero desde el 670 toda su actividad se dirigió
sobre Constantinopla: su flota franqueó el Helesponto, y el
emir Faladas, que la mandaba, se instaló en la península de
Cízico, excelente base de ataque contra la ciudad imperial.303
Pero esta vez, por lo menos, no fue Bizancio sorprendida
sin preparación. La sucesión de Constante estuvo a punto de
crear turbulencias en el Imperio. Después de su asesinato, el
ejército había proclamado emperador al estratega armenio
Miziz, y se necesitó una expedición para reducir aquella
297 [251], 347 (a. 6149); [79], 64; [637], 134-135. Se ignora en qué región,
tuvo lugar esta expedición. Se supone que con ella se liberó a Tesalónica
de un sitio.
298 [251], 348 (a. 6153); [574], 77; [366], 253-257; [368], 570-571; [199],

V, 11.
299 [152], I. 348.
300 [251], 351-352 (a. 6160); [182], 31-32; [170], II, 455.
301 Según las fuentes orientales, Constante envió el año 667 una

expedición para defender la Bizacena contra los árabes, [368], 570;


[503], III, 225.
302 Algaras periódicas en Asia Menor, [415], V, 182, y en 669 expedición

contra Sicilia y saqueo de Siracusa, [152], I, 346.


303 [251], 353 (a. 6162).
rebelión.304 En Constantinopla habían sido coronados
Augustos los tres hijos de Constante,305 pero únicamente el
primogénito, Constantino, que tenía 14 años, se hizo cargo
del poder y, a pesar de una sedición de las tropas de Anatolia
que reclamaban tres emperadores,306 separó del trono a sus
dos hermanos, que fueron cruelmente mutilados.307 Estos
incidentes no impidieron a los que ocupaban el poder seguir
con atención los preparativos de Moavia. Las murallas de
Constantinopla fueron restauradas308 y se preparó una
importante escuadra. Además, por entonces, también, un
arquitecto sirio llamado Callinicus vendía al Imperio el
secreto del fuego marino (πυρ υγρόν) o fuego griego, líquido
a base de nafta que ardía fácilmente sobre el agua y que se
lanzaba por medio de tubos (σίφωνες) provistos de
propulsores.309 Este invento iba a asegurar por mucho
tiempo la superioridad de la marina imperial y fue probado
durante el sitio de Constantinopla por los árabes.
Durante cinco años consecutivos (673-677) la flota árabe,
que invernaba en Cízico, avanzaba a comienzos de la
primavera para intentar forzar la entrada del Cuerno de Oro.
Mas como cada vez se enfrentaban con una defensa perfecta
mente organizada, los árabes acabaron por abandonar el
sitio (25 de junio del 677), pero, cercados a su vez en Cízico,
perdieron gran parte de sus tropas y, durante su retirada,
fueron sorprendidos por una violenta tempestad junto a las
costas de Panfilia y sufrieron un verdadero desastre,
agravado por los ataques de la flota imperial. 310 Por primera
vez el Islam se veía obligado a retroceder, y Birancio
constituía el límite alcanzado por la invasión árabe. Moavia
firmó con el Imperio un tratado de paz por treinta años.311
Por desgracia, este gran triunfo fue seguido por un

304 [152], I, 346 (atribuye la represión al ejército de Italia). Teófanes,


[251], 352 (a. 6160) y Miguel el Sirio, [170], II, 451-455, afirman que hubo
una expedición de Constantino IV a Sicilia. Sobre esto véase BROOKS en
B.Z., XVII. 1908, 455-459 y GRÉGOIRE, H., en B.N., XIII, 1938, 165-171.
305 Hecho conocido por el privilegio que Constante II otorgó al arzobispo

de Rávena, 1 de marzo del 666, R.K.O.R., 233.


306 [251], 352 (a. 6161); [415], V, 181.
307 Siguieron llevando el título imperial hasta el 681.
308 Según consta en una inscripción. Véase GREGOIRE, H., en B.N., 1938,

165-171.
309 [251], 353 (a. 6164); [651], cap. 48, 369; [170], II, 455.
310 [251], 353-354 (a. 6165); [172], 32-33; [384], 241-242); [503], III. 237.
311 La rebelión de los mardaitas del Líbano inclinó a Moavia a pedir la paz,

según Teófanes, quien insiste en el magnífico efecto que este tratado


produjo en Europa, [251], 355-356 (a. 6169); R.K.O.R., 239.
desastre, que iba a gravitar abrumadoramente sobre los
destinos de Bizancio. Hacia el 642, los búlgaros, pueblo turco
establecido entre el Kuban y el Mar de Azov, y cuyo kan,
Kowrat, había sido aliado de Heraclio, fueron atacados por
sus parientes los jázaros o khazaros, que obligaron a una
parte de su pueblo a aceptar su soberanía, mientras que otra,
conducida por Asparuch, hijo de Kowrat, emigraba hacia el
Oeste y ocupaba la Dobrudja.312 Esta repentina irrupción
produjo viva emoción en Constantinopla, en donde se
organizó el 679 una expedición militar que, mandada por el
mismo Constantino IV, terminó con un completo desastre,
cuya consecuencia fue el establecimiento de los búlgaros en
Escitia. en donde ocuparon los puertos del Mar Negro, entre
ellos Odessos (Varna), y en Mesia, entre el Danubio y los
Balcanes.313 Estas provincias estaban habitadas por eslavos,
que, más. numerosos que los invasores, acabaron por
fusionarse con ellos e imponerles su lengua.314 Resignándose
pronto con esta derrota, Constantino IV cedió a Asparuch los
territorios que ocupaba y se comprometió a entregarle un
tributo anual.315 Hasta aquel momento el Imperio había
perdido provincias exteriores mal adheridas desde el punto
de vista geográfico a Constantinopla; pero la constitución del
Estado búlgaro afectaba directamente a su territorio natural.
Era un enemigo ahincado en sus ijares que interceptaba las
rutas del Danubio y se convertía para la ciudad imperial en
perpetua amenaza.
La liquidación de la disputa monotelista y el
restablecimiento de la paz religiosa, que hacía tres siglos se
encontraba turbada, proporcionaron, al menos, un gran
alivio en la situación interna del Imperio. Este resultado se
debió a la personal iniciativa de Constantino IV, que, pese a
la oposición del alto clero, estableció correspondencia
directa con los papas Dono y Agatón (678-679)316 y provocó
la reunión de un concilio ecuménico que tuvo lugar en
Constantinopla, en el palacio imperial, desde el 7 de
noviembre del 680 al 16 de septiembre del 681.
Preparado por numerosos sínodos provinciales y por
consultas a los obispos occidentales, este concilio restableció

312 [451], 232; [602], 16-21.


313 [251], 356-360 (a. 6171); [602], 22-29; [503], III, 248.
314 Dujcev en A.I.K., X, 1938, 145-154 ; [397], 9-10; [503], III, 249.
315 R.K.O.R., 243 (hacia enero del 679); [251], 359; [182], 35.
316 317 [415], V, 183-191; [152], 348-363; R.K.O.R., 242.
verdaderamente la unidad de la Iglesia317 y, hasta su muerte.
Constantino IV sostuvo las mejores relaciones con los papas.
A pesar del fracaso que le infligieron los búlgaros, su reinado
de 17 años fue ciertamente reparador, pero murió
repentinamente, el 685, a la edad de 32 años, dejando para
sucederle a un hijo de 16, al que había puesto el ilustre
nombre de Justiniano.318
Con sobresalientes cualidades y dotado de un carácter
enérgico, este vástago postrero de los Heráclidas había
heredado todas las taras de sus ascendientes, la neurastenia
de Heraclio y la violencia y crueldad de Constante II.319 Muy
vanidoso, quería imitar en todo a su ilustre homónimo,
llamaba a su esposa Teodora, fundaba ciudades, a las que
bautizaba con su nombre, gobernaba la Iglesia y trataba de
adquirir fama de legislador. Pero debe señalarse en su obra
un deseo de fortalecer el Imperio y establecer sus defensas
sobre bases inquebrantables tanto frente a los eslavos como
contra los árabes. Destituyó a los consejeros de su padre y
formó un gobierno que dominaba personalmente, pero cuyo
sistema de cargas fiscales y dureza de procedimientos iba a
conducir a su caída.320
El programa defensivo de Justiniano II fue asegurar la
defensa permanente de las fronteras y, ante todo, proteger a
Constantinopla por fuerzas que cubrieran sus accesos
establecidas en Tracia; en todo ello el nuevo emperador sólo
daba carácter general y sistemático a las disposiciones que
sus predecesores tomaron improvisadamente. Durante su
reinado, tuvo lugar por vez primera el desarrollo de la
institución de los themas, es decir, de los cuerpos de ejército
acantonados en las provincias en donde se reclutaban sus
contingentes y en las cuales sus jefes ejercían los poderes
civiles y militares.321
Poco después del advenimiento de Justiniano II, la
asamblea convocada para verificar la autenticidad de las
actas del VI concilio ecuménico comprendía los
representantes de los themas siguientes: Opsikion,
Anatólicos, Tracianos, Armeníacos. Karabisianoi (flota),
Italia, Sicilia y África.322 Justiniano II se dedicó a extender
317 Actas en M.C., XI, 195-922; H.L., III, 1, 484-490; [384], 242-243.
318 [251], 361 (a. 6177); [172], 36.
319 [378], 174-177.
320 [503], III, 253.
321 Véase Instituciones, en M.B.E.H., tomo XLIX; S.I., 121, 355-366, 385.
322 Según la carta de Justiniano II al papa Conon (17 de febrero del 687).

R.K.O.R., 254. Texto en M.C., XI. 737-738; [152], I. 368.


esta organización y a repoblar las regiones devastadas como
consecuencia de las guerras transportando poblaciones. El
año 688, después de renovar la paz con los árabes y en virtud
del tratado concluido con el califa, recibió en el Imperio a
12.000 guerreros mardaitas del Líbano, refractarios a la
dominación musulmana, y los estableció, junto con sus
familias, a unos en la comarca de Atalia en Panfilia, y a otros
en el Peloponeso, en la isla de Cefalonia y en Epiro.323 Como
por el mismo tratado se le cedía la isla de Chipre, llevó de ella
habitantes hasta la península de Cízico, despoblada durante
la ocupación árabe (690-691 ).324 Finalmente, después de
haber dirigido una expedición contra las tribus eslavas que
infestaban la región de Tesalónica (689), enroló gran
número de ellas, que formaron parte del thema del Opsikion
trasladado de Tracia a Bitinia para cubrir a Constantinopla
contra un ataque procedente de Asia.325
Se ha restituido a Justiniano II la paternidad de cierto
número de leyes orgánicas que hasta ahora se vinieron
atribuyendo a los emperadores iconoclastas. Tal la Ley
Agrícola, que lleva el nombre de Justiniano, cuyas
disposiciones, favorables a la pequeña propiedad libre,
concuerdan con la política militar de este príncipe.326
No fueron tan felices sus intervenciones en el aspecto
religioso. Aunque no perdía ocasión de afirmar su ortodoxia,
reunió, como acabamos de decir, una gran asamblea a la vez
eclesiástica y laica para comprobar y autentificar las actas del
VI concilio ecuménico,327 que se enviaron seguidamente a
Roma. Con loable idea, impresionado por el desorden y la
indisciplina que reinaban en la sociedad tanto laica como
eclesiástica,328 Justiniano II convocó en Constantinopla un
concilio destinado a reformar la disciplina canónica, asunto
del que no se habían ocupado los concilios V y VI. Dicho
concibo, denominado Quinisexto, por venir a completar la
obra de los dos anteriores, se celebró el año 692 en el palacio
imperial.329

323 Según el tratado, R.K.O.R., 257; [384], 208; [475], 40-41; [503]. III,
255; [251], 363 (a. 6178).
324 [251], 365 (a. 6183); [415], V, 478-479; [503], III, 261-262.
325 [251], 365-366 (a. 6185); sobre las críticas de Teófanes con respecto a

esta política de colonización, [574], 86.


326 [415], V, 438-439, 1 (bibliografía en cuanto a la atribución).
327 [415], V, 191-193.
328 Sobre el desorden de la sociedad, [384], 232-235
329 [415], V, 195-196; Actas en M.C., XI, 921-936; H.L,, III, 1, 560 y sigs.

Se le designa con el nombre de concilio in Trullo, por haberse reunido,


Todo hubiera sucedido bien si el concilio, compuesto
exclusivamente de obispos orientales, no hubiera emitido la
afirmación de que era ecuménico y de que legislaba para toda
la Iglesia, sin tener en cuenta las diferencias políticas y las
tradiciones, con frecuencia, muy antiguas de cada región y
sosteniendo una posición hostil contra los usos de Occidente
y de las iglesias de Armenia. De ello resultó un nuevo
conflicto entre el emperador y el papa Sergio, a quien
Justiniano ordenó fuera llevado a Constantinopla, siendo
defendido contra el enviado imperial por las milicias de
Rávena y de Roma.330
En el exterior, aprovechóse Justiniano II a su
advenimiento de las guerras civiles del califato para
recuperar Armenia, gracias a la victoriosa campaña de
Leoncio (686-687),331 pero esta victoria quedó
comprometida por los saqueos a que se entregaron las tropas
y por la presión que se ejerció sobre el clero armenio para
obligarlo a someterse al patriarcado bizantino.332 Después, el
693. creyendo Justiniano llegada una ocasión favorable,
rompió el tratado concluido con el califa, pero los árabes,
tomándole la delantera, invadieron el territorio bizantino,
derrotaron a las tropas del emperador por la traición de los
soldados eslavos y. como consecuencia, volvieron a ocupar
Armenia sin encontrar resistencia.333·Era el fracaso de la
prudente política de paz seguida hasta entonces y la
perspectiva de una nueva lucha con el Islam en el momento
en cue el Imperio se iba a encontrar desorganizado por
turbulencias internas.
El temperamento imperioso y antojadizo del joven
basileus y la rudeza y brutalidad de sus dos ministros
favoritos, el eunuco Esteban, sacelario (tesorero privado del
emperador) y el antiguo monje Teodoto, logoteta del tesoro,
provocaban numerosos descontentos. Todo indicio de
oposición era cruelmente reprimido y las cárceles se
hallaban colmadas de presos, entre ellos caudillos militares,
como Leoncio, el conquistador de Armenia,334 que

como el VI. en una sala del palacio imperial, cubierta con una cúpula
(trullos).
330 [415], V. 196-197; [152], I, 372-375; [378], 184-185.
331 [512], 202-203; [251], 363 (a. 6178).
332 [503], III. 257.
333 [503], III, 264. Para el emplazamiento del campo de batalla.

Sebastopolis, y para la fecha véase BROOKS, en B.Z., XVIII, 1909, 154;


[251], 365- 366 (a. 6184); [251], 203.
334 [503], III, 267-268.
maquinaba junto con sus compañeros el destronamiento de
Justiniano. Libertado al cabo de tres años y designado
estratega de la Hélade, Leoncio realizó sus proyectos con una
facilidad que prueba hasta qué punto se hallaba
desacreditado el régimen. Los dos ministros de Justiniano
fueron quemados vivos, y el mismo basileus, en el
Hipódromo, sufrió la extirpación de la nariz y luego
desterrado a Querson (694).335
Esta revolución demostraba el profundo daño de que
estaba herida la sociedad bizantina. Con sus torpezas y
excentricidades, comprometió Justiniano II la adhesión del
pueblo y, sobre todo, del ejército a la dinastía heráclida.
Ahora bien, el ejército era el poder preponderante y la
indisciplina se hallaba en el ejército. La caída de Justiniano
iba a ser el comienzo de una serie de golpes de Estado
castrenses que se sucedieron durante 22 años. Desde el 695
al 717 fueron proclamados y destronados sucesivamente
siete emperadores, y aquella crisis, la más grave que había
ocurrido desde el siglo V, estuvo a punto de hundir el
Imperio. Los árabes, creyendo que ya estaba agotado,
trataron de asestarle el golpe definitivo, preparando una
suprema ofensiva contra Constantinopla. Sus objetivos
inmediatos eran: completar la conquista de África, marchar
sobre la cuidad imperial a través de Asia Menor y desarrollar
una potente flota de guerra.
Así, desde el 695 al 717, cada uno de los efímeros reinados
que se sucedieron en medio de incesantes turbulencias
estuvo señalado per algún nuevo desastre. Durante el de
Leoncio (695-698), la lucha se desarrolló en torno a Cartago.
conquistada por Hassan el 695, recuperada per el patricio
Juan, jefe de la expedición naval enviada el 697, y
reconquistada definitivamente por Hassan (en la primavera
del 69S), quien comenzó a demolerla ce arriba abajo.336
África ya estaba casi perdida para el Imperio desde la
expedición de Ogba, hijo de AnNafir. que. después de
dedicarse a someter a les bereberes y convertirlos al Islam,
había fundado el 670, en medio de la Bizacena, a igual
distancia de la costa y de los macizos montañosos, la
fortaleza de Kairuán. destinada a contener las incursiones de
los recién convertidos.337

335 [251], 368-370 (a. 6187); [182], 37-39; [503], III, 275-276: [378], 187-
189.
336 [251], 370 (a. 6189); [182], 39; [365], 580-586; [299], 138-141.
337 [334], 206-207 ; [363], 563-576 ; AUDOLLENT en D.H.G.E., X, 1494-
Después de la pérdida de Cartago, la flota imperial en
retirada hizo escala en Creta y los caudillos del ejército,
temiendo la cólera de Leoncio, proclamaron emperador al
drongario ( jefe de un droungos o pelotón), del thema de los
Cibyrrheotas, llamado Apsimar, que tomó el nombre de
Tiberio y destronó fácilmente a Leoncio.338 Durante su
reinado, relativamente largo (698-705), tuvo que defenderse
contra incesantes conjuras y no pudo impedir que los árabes
terminaran la conquista de África, proseguida por Hassan y
luego por Muza, que alcanzó el Océano Atlántico el año
704,339 pero, en cambio, organizó de manera más eficaz la
defensa del Asia Menor, gracias a los talentos de su hermano
Heraclio.
No sólo Heraclio defendió con éxito la frontera, sino que
invadió Siria, avanzando hasta Samosata, en donde recogió
gran botín.340 Menor resultado tuvo una tentativa de
invasión de Armenia, a pesar de la rebelión del generalísimo
Sempad contra los árabes.341
Los sinceros esfuerzos de Tiberio III para defender el
Imperio quedaron detenidos por un acontecimiento que
colmó de confusión a todo el mundo: la restauración de
Justiniano II. Después de novelescas aventuras y a punto
varias veces de ser entregado a Tiberio III, el antiguo basileus
logró huir de Querson, pasando junto a los jácaros, cuyo kan
le había dado su hermana en matrimonio (704); luego,
después de una peligrosa navegación, fué a unirse con el kan
búlgaro Terbel, quien le proporcionó un pequeño ejército,
con el que entró por la fuerza en Constantinopla, sin que
Tiberio pudiera hacer la menor resistencia (septiembre del
705).342 Durante este segundo reinado, que duró seis años.
Justiniano sólo se dedicó a sus venganzas y, presa de una
verdadera locura furiosa, concibió los más refinados
suplicios para castigar a cuantos Je habían perjudicado.343
La terrible ejecución militar de Rávena (709) fue ordenada
como represalia contra la milicia de aquella ciudad, que
catorce años antes había impedido el arresto del papa

1495. Kairuán fue ocupada del 670 al 688 por un caudillo bereber, [363],
576-579.
338 [257], 370 (a. 6190); [732], 40; [503], III, 280.
339 [503], III, 280-281; [334], 246.
340 [251], 371-372 (a. 6192); [170], II, 474-478; [45]. VII, 75.
341 [512], 204-205; [503], III, 283.
342 [378], 190-196; [651], 81; [251], 374 (a. 6198); [182], 42.
343 [503], III, 288-289; [378], 197-198.
Sergio.344 Por entonces. un nuevo papa, Constantino VI, era
enviado a Constantinopla, y acogido allí con los mayores
honores, regresaba el 711, verosímilmente después de haber
hecho algunas concesiones al emperador con respecto al
concilio Quinisexto.345 Justiniano quería, sobre todo,
vengarse de Querson, en donde había sido mal acogido, y
esto fue lo que ocasionó su pérdida.
En efecto, envió tres expediciones a Querson con las más
crueles instrucciones. La primera, mandada por Esteban el
Indómito, trajo a Constantinopla varios notables, pero esto
pareció insuficiente a Justiniano: la segunda fue disuelta por
una tempestad. Al saber que el emperador preparaba una
tercera, los habitantes de Querson se sublevaron, llamaron a
los jázaros en su socorro, mataron a los miembros de una
misión enviada por Justiniano y proclamaron emperador a
un estratega armenio, desterrado en los días de Tiberio “por
haber soñado con el Imperio” (Teófanes): este nuevo
emperador se llamaba Vardan y tomó el nombre de Filípicos.
Después de haber en vano tratado de cercar a Querson, el jefe
de la tercera expedición. Mauro, se unió al nuevo basileus y
lo condujo a Constantinopla.
Justiniano, que trató de resistir con una tropa de
búlgaros, fue hecho prisionero y decapitado (diciembre del
711).346 Con él se extinguía la dinastía de Heraclio; el Imperio
quedaba entregado a los aventureros.
Filípicos, cuyo reinado duró 17 meses (diciembre del 711-
3 de junio del 713), se mostró completamente inferior a la
abrumadora tarea que le esperaba. De familia monofisita,
quiso imponer esta sobrepasada doctrina a todo el Imperio,
hizo destruir un cuadro que representaba el VI concilio,
ordenó quemar sus actas, depuso al patriarca Ciro y publicó
un edicto dogmático que el papa se negó a aceptar.347 Como
armenio, intentó adherir a su país al patriarcado bizantino y
expulsó a cuantos se opusieron a ello. El resultado fue un
éxodo de armenios que se pasaron a los árabes y nuevas
protestas de la Iglesia armenia contra los calcedonitas. A
partir de este momento, los armenios dejaron de tener en
cuenta a Bizancio para caer bajo el yugo árabe.348
344 [10], 367-370; [503], III, 294.
345 [152], I. 376; [415], V, 198-200.
346 [251], 377-381 (a. 6203); [182], 44-47: [378], 201-211; [503], III, 299-

302; [415], 205-206.


347 [415], V, 206-208.
348 El 719, el Concilio de Mantzikert rechazaba de nuevo la doctrina de

Calcedonia. [512], 205-206; [503], III. 311-312.


En cambio, no se hizo ningún esfuerzo para defender las
fronteras. El 711, con pretexto de vengar a Justiniano, su
aliado, devastaron los búlgaros Tracia. y el ejército imperial
estaba de tal manera desorganizado que para rechazarlos
hizo falta llevar a Europa las tropas del Opsikion.349 Fue éste
el momento que eligieron los árabes para reanudar su avance
a través del Asia Menor y llegar hasta el Mar Negro, en donde
el emir de Mesopotamia se apoderaba de Amasea del Ponto
(712), mientras que. en el Oeste, Abbas ocupaba Antioquía
de Pisidia (713).350 El 3 de junio de aquel año era asesinado
Filípicos. como consecuencia de una conjura capitaneada
por el conde del Opsikion.351
Su sucesor fue un funcionario civil, el protosecretario
Artemios, que tomó el nombre de Anastasio. Fue su primer
cuidado restablecer la ortodoxia y castigar a los asesinos de
su antecesor.352 La situación del Imperio, y aun de toda la
cristiandad, era verdaderamente trágica. La España
visigótica había sido conquistada en tres años (711-714) por
los árabes, y a Constantinopla había llegado un arzobispo de
Toledo fugitivo.353 Conocedor del desorden que reinaba en el
Imperio, el califa Walid dispuso una formidable ofensiva
contra la ciudad imperial, que el 714 constituía el último
baluarte de la cristiandad.
Durante su efímero reinado (junio del 713-enero del 716),
Anastasio II tomó todas las medidas defensivas que estaban
a su alcance: envío de una misión a Damasco para adquirir
informes sobre los preparativos árabes, constitución de
almacenes de trigo en los graneros públicos, orden a los
habitantes de Constantinopla de proveerse de víveres para
tres años, equipo de una flota y restauración de los
amurallamientos.354 Pero su buena voluntad no pudo vencer
la indisciplina del ejército. Las tropas de los themas
concentrados en Rodas para atacar la flota árabe se
sublevaron, asesinaron a su general, hicieron vela hacia
Constantinopla, desembarcaron en Adramyttion en Misia y
coronaron emperador, contra su voluntad, a un recaudador

349 [251], 382 (a. 6204); [182], 48; [503], III, 310-311; [384], 247.
350 [251], 383 (a. 6205); [182], 49; en 711 el Imperio había perdido su
última plaza en África, Septem (Ceuta), [503], III, 303.
351 [251], 383 (a. 6205); [182], 49; [503], III, 312-313.
352 M.C., XII, 193-208; [152], I. 392; R.P.B., 322-324.
353 Según GAMS (series episcoporum, 81) huyó a Roma.
354 [251]. 383-384 (a. 6206): [182], 49. Walid había muerto (comienzos

del 715) y su sucesor Suleiman, impulsó los preparativos, [251]. 384 (a.
6207): [182], 50.
de impuestos, que tomó el nombre de Teodosio. El thema de
Opsikion se unió a los rebeldes355 (agosto del 716). Aunque
éstos lograron adueñarse de Crisópolis, la resistencia de
Anastasio duró seis meses y sólo por una traición
consiguieron entrar en Constantinopla. Anastasio abdicó e
ingresó en un convento en Tesalónica, pero esta solución no
produjo el cese de la guerra civil frente al enemigo. La
mayoría de los themas de Asia se negaron a reconocer a
Teodosio III: León el Isáurico, estratega de los Anatólicos y
Artavasde, estratega de los Armeníacos, se unieron para
marchar sobre Constantinopla, no sin negociar con los
árabes que ocupaban la Galacia. El 25 de marzo del 717,
abdicó Teodosio, y León era coronado emperador por el
patriarca Germán.356 Con él iba a ponerse fin al período de
anarquía que duraba ya veintidós años y que amenazaba la
misma existencia del Imperio.

355[251], 384-385 (a. 6207); [503], III, 317-318.


356 [251], 385-391 (a. 6207-6208): [182], 50-52: [384], 247-248; [503],
III, 318-319; [415], V, 208-209.
LIBRO II

IMPERIO ROMANO HELENICO


I PERIODO DE ORGANIZACIÓN
(717-944)

R
educido, como consecuencia de los
desmembramientos territoriales que acompañaron la
caída de la dinastía de los Heráclidas. a sólo el
territorio que geográficamente correspondía a
Constantinopla, el Imperio de Oriente no dejó por eso
de sostener sus tradiciones y legalmente se mantuvo como
Imperio romano universal destinado a regir a todos los
pueblos; pero esta magnífica concepción, que todavía
alentaba en el espíritu de Constantino Porfirogénito,
quedaba desmentida por la realidad. Cuando asciende al
solio imperial León el Isáurico. el único vínculo que une aún
a Constantinopla con Occidente, es decir, la posesión de
Italia, está en vísperas de desunirse y separarse y. sobre todo,
por lo que hace a Oriente, su posesión se le ha escapado para
siempre. En el lugar que ocupaba el Imperio feudal de los
persas se erguía, a la sazón, ante Bizancio un imperio joven y
vigoroso que, con mayor éxito que el bizantino, estaba
obteniendo sus elementos activos de la propaganda religiosa.
El Imperio árabe concentraba en sí mismo todas las fuerzas
del antiguo Oriente hostil al helenismo, al cristianismo y a la
cultura europea. La civilización musulmana fue el desarrollo
de aquel renacimiento del orientalismo, cuyas primeras
manifestaciones aparecieron en el siglo III, y que acabó por
destruir la obra de Alejandro, continuada por sus sucesores
y por los Césares romanos.
Pero si era cierto que el dominio territorial del Imperio
de Oriente quedaba en lo sucesivo restringido, en cambio se
hacía más compacto y adquiría lo que faltó al Imperio
romano: la unidad geográfica, la de la lengua y la de la
religión. Su centro orgánico, su auténtico hogar, era
Constantinopla. Desde el punto de vista militar, su posición
hacía más fácil la defensa, al permitir maniobrar dentro de
líneas internas. En cuanto al aspecto económico, siguió
siendo por mucho tiempo la más importante urbe de la
cristiandad.
Finalmente, se ofrecía como capital intelectual, artística
y religiosa, y su civilización, despertando a la vida espiritual
pueblos nuevos, se expandía sobre toda Europa. El Imperio
tendía así a transformarse en una nación, la Romania, y por
esto en ese período cabe mejor y más justificadamente
aplicarle la denominación de Imperio bizantino. En los cinco
siglos que abarca tal etapa se señalan tres fases: desde los
comienzos del siglo viii hasta mediados del x presenta una
posición de resistencia a los agentes disolventes, se produce
la crisis iconoclasta y hay un esfuerzo de organización; bajo
la dinastía macedónica y hasta el siglo xi aparece una
expansión del poderío bizantino; finalmente, en la tercera,
declina ese poderío como consecuencia del desarrollo de
pueblos nuevos, y si tal decadencia se retarda bastante
tiempo por la obra de los Comnenos, sus sucesores (dinastía
de los Angel) son impotentes para impedir un nuevo
hundimiento del Imperio.
1 La obra de los isáuricos.
León III (717-741)

L
a obra de los emperadores isáuricos y, después de ellos,
de las dinastías armenia y amoriana o frigia, consistió
en contener la desmembración del Imperio y
defenderlo contra las invasiones, pero esta obra filé
difícil e incompleta por las turbulencias internas que
produjo el movimiento iconoclasta y que conllevó la
separación de Italia y del Occidente.
Iniciadores de la nueva política fueron los dos primeros
isáuricos. León III y Constantino V, cuyos reinados tuvieron
importancia capital, pero que deben estudiarse por separado
a causa de la diferencia de sus temperamentos, que se reflejó
en su acción política.
León III, de origen isáurico, según Teófanes, o sirio,
según otras fuentes.1 pero ciertamente de familia oriental
emigrada a Tracia, comenzó su carrera militar durante el
reinado de Justiniano II,2 y después de haber realizado con
buen éxito una importante misión en el Cáucaso, recibió de
Anastasio II el cargo de estratega de los Anatólicos.3 Debió la
corona a su alianza con el estratega de los Armeníacos,
Artavasde, al que dio su hija en matrimonio. Así, pues, su
poder tuvo un origen puramente castrense y su política,
como la de sus sucesores, se resiente de ello: el ejército va a
ser su principal apoyo.
-------------------
Dos preocupaciones esenciales embargaban a León III al
ascender al solio: salvar Constantinopla de la tenaza árabe y
restablecer el orden en el Estado.
Cinco meses después de la coronación de León III, el
ejército de Mosle- mah, procedente de Galacia, se unía a la

1 [251], 391 (a. 6209) : “oriundo de Germanicia, en


realidad de Isauria"; [73], 12: “sirio de raza“; Schenk en D.Z.,
V, 1896; [650], I, 311-312.
2 [251], 391 (a. 6209). Proporcionó avituallamientos a las
tropas búlgaras, con las que Justiniano II marchaba sobre
Constantinopla, y fue designado espatario.
3 [251], 391-395 (a. 6209); [415], V, 433-434.
flota de 1.800 naves concentradas en Abydos y pasaba a la
orilla europea. El sitio duró un año (15 de agosto del 717 a 15
de agosto del 718). Pese a su número y a las escuadras de
refuerzo que recibieron, no les fue posible a los árabes forzar
la cadena que cerraba el puerto ni hacer brecha en la Gran
Muralla. Varias veces sus flotas sufrieron los efectos del
fuego griego: además. León logró cortarles sus rutas de
avituallamiento. El hambre y la peste hicieron presa en su
campamento, y su retirada fue desastrosa; una parte de su
flota quedó destruida por la tempestad, y el ejército de
Moslemah que regresó a Asia fue atacado cerca de Tiana y
diezmado.4 Parece que después de este fracaso se firmó una
tregua entre León III y el califa Ornar.5 En realidad, no se
produjeron ataques árabes contra el Asia Menor entre 718 y
726. La defensa victoriosa de Constantinopla señalaba, como
la batalla de Poitiers, que tuvo lugar catorce años después, el
límite infranqueable alcanzado por la invasión árabe.
Los ataques contra el Asia Menor que se reanudaron el
726 ya no fueron sino incursiones y algaras penosas para las
poblaciones,5 pero simples correrías sin establecimientos
permanentes. León III hizo alianza contra los árabes con los
jázaros, y el 733. su hijo Constantino, asociado a la corona,
casó con la hija de su kan.6 Probablemente, gracias a su
diplomacia, invadieron los jázaros el Azerbaïdjan en 731 y
obligaron al califa a abandonarles la principal ruta del
Cáucaso, el paso de Derbend.7 Finalmente, el 740, Suleimán
tomó la ofensiva en Asia Menor y León III y Constantino
infligieron a sus tropas una terrible derrota en la meseta de
Akroinon en Frigia ( Afium-Kara-Hissar), que obligó a los
árabes a evacuar la porte occidental del Asia Menor.0
No sólo León III detuvo la conquista árabe, sino que hizo
cesar la anarquía que reinaba en el Imperio, reprimiendo las
tentativas de rebelión que siguieron a su advenimiento, la del
estratega de Sicilia y la del ex emperador Anastasio II 8 y
tratando de fundar una dinastía al asociar a su hijo a la
corona desde su nacimiento.9 León se esforzó por restablecer
la prosperidad en las provincias despobladas por las
invasiones y las epidemias, así como en Constantinopla,

4 [251], 395-398; [182], 52-54; [63], 13-14; [199], VI, 47;


Canard, M.,
en J. A., 208, 1926, 80-S2; [384], 251-252.
5 [251], 404 (a. 6218), 409 (a. 6222); [73], 24.
6 [251], 409-410 (a. 6224).
7 [251], 407 (a. 6220), 409 (a. 6223); [398], 154-155.
10 [251], 398 (a. 6210), 400 (a. 6211); [182], 54-56.
9 [251]. 399-401 (a. 6211-6212).

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